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Jesús Semprum
«bien sabido tenemos que se pare con dolor y para ello ofrecemos nuestra
carne nueva»
¡Que Dios tenga piedad de la válvula y de los hombres que por allí se
desahogan!
SAGITARIO
Sobre la falange de «válvula» ha silbado una flecha, una flecha grotesca, sin
peligro, anónima y venida de hombre emboscado. Pero he aquí que las pupilas
jóvenes hemos adivinado en su vuelo incierto el temblor senil y atemorizado de
la mano que la disparó. Se trata de un señor Sagitario, cazador furtivo en la
floresta urbana de la retórica, con muy mal pulso, que se ha hecho fama de
Nemrod por haber cobrado en distanciados días, dos o tres lechuzas
deslumbradas por el sol.
Pero esto no es nada comparado con las argucias de que se vale cuando al
terreno teológico llega, aquí ciertamente nos pulveriza. Hemos dicho en el
mismo malhadado editorial que: «somos un puñado de hombres jóvenes con fe,
con esperanza y sin caridad», y el Crítico, Ripalda [274] en mano, nos asalta
vociferante con la boca llena de Padres de la Iglesia, para decirnos que según la
autoridad indiscutible y ejecutiva del catecismo sin la caridad no pueden existir
las otras dos virtudes teologales.
Es necesario que se estudien más a fondo las tendencias de esta reacción por
aquellos que intentan decir al público la última palabra sobre la verdad estética,
la piedra liminar de nuestro credo es la absoluta libertad personal del artista
dentro de su emoción, con la sola consigna de sugerir lo más posible en el
sentido de lo hondo, de lo alto y de lo amplio.
La «válvula» de la «vanguardia»
Tulio Martínez
***
landaeta les aconseja a los «vanguardistas» que antes que hacer malos libros
hagan hijos i planten árboles, a fin de cumplir con el mandato árabe de vida
integral. pero pudiéramos advertirle a landaeta que para engendrar muchachos
como los que tienen por padres a los señores de ahora (poetas i prosistas
inclusive), canijos, escrofulosos, exangües, precoces, que nada tienen de
primaveral ni de matinal, enfermizos, constantes siervos del médico i de la
botica, más vale ser estériles... en cuanto a los árboles, podemos descansar
tranquilos: no crecerán los mermados ríos de Venezuela, ni dejarán de perder
cada día más sus montes la nieve y la verdura que los cubrieran un día, por los
árboles que siembran estos muchachos ultra-ciudadanos, que no conocen la
PATRIA -en sus campiñas i en sus selvas- sino en postales o en descripciones
extranjeras, i que cuando no están en la cancha, en el diamante, en el dancing o
ante el ring, viven entufados a la «cervecería» o en el «bar»...
«El arte nuevo no admite definiciones porque su libertad las rechaza, porque
nunca está estacionario como para tomarle el perfil.
«Abominamos todos los medios tonos, todas las discreciones, sólo creemos
en la eficacia del silencio o del grito... Para comenzar, creemos, ya es una
fuerza; esperamos, ya es una virtud, y estamos dispuestos a torturar las
semillas, a fatigar el tiempo, porque la cosecha es nuestra y tenemos el derecho
de exigirla cuando queramos». [281]
Vuestra revista laica llega a tiempo, para llenar un gran vacío y para
levantar una pica valorizadora, de ideas y de hechos.
Al aire libre y con sol, decid la verdad evangélica del arte y de la justicia
soñada, decidla como una canción nueva en los oidos del pueblo, y éste
evidenciará los milagros de Proteo.
***
Bien sabéis que varios ranchos juntos o cercanos forman nuestras aldeas, la
raíz de nuestra nacionalidad, y estas se encuentran vigiladas en el orden cordial
por un ranchero llamado comisario... Y «Válvula» -como un símbolo de
nuestros ranchos- tiene un comisario que supervisa sus intereses
administrativos. No lo llaméis Administrador sino comisario, como el
guardador de la armonía en nuestros vencinarios [sic].
[El País, VI, 44, La Habana (13 de febrero de 1928), p. 3. Lleva un epígrafe de
Rodó: «Renovarse es vivir», y el nombre está abreviado Francis]. [285]
Apéndice V
Un Ensayo Crítico de la Época
[287]
De lejos y de todos los puntos del horizonte viene en creciente la marea del
movimiento y su rumor; pero ya se sabe [que] toda creciente arrastra junto con
las maderas preciosas de los bosques las escorias de los bajos fondos. Sobre
todo si la serpiente arrolladora del agua se desliza por las tierras ardientes del
trópico.
***
Vanguardismo lógico;
Vanguardismo estético;
Vanguardismo poético.
La veracidad de todo esto nos prueba algo más de lo que se desea probar;
nos prueba que algunas tendencias vanguardistas son muy antiguas.
Il braine:
Podría citar muchas maravillas más de esta índole y de todos los países de
nuestro continente. No lo creo necesario. Buscaba versos en el Vanguardismo
extremo o radical. No los he hallado en él. Lo que por ningún respecto implica
que no haya versos en el Vanguardismo poético autentico, y ya los verá el
lector. Pero antes de seguir quiero hacer ver que trabajos de la índole del de
Arce, no solo están reñidos con la métrica -como parece perseguirse en la
Escuela- sino con la puntuación y de consiguiente con la cordura. Yo, al
menos, no entiendo nada de lo que quiere decir don Fenelón de Arce. A ver si
algún Vanguardista de aquí me lo explica. Y al efecto, le aconsejo usar, por lo
menos para iluminarme a mí (que al fin soy telegrafista) el vocablo inglés
STOP, empleado en la radiotelegrafía para separar los períodos gramaticales.
Así, sin la chocante aparición de los signos ortográficos, se logra poner orden
[292] en una literatura que, en este particular, debe tener su origen en los
mensajes radiotelegráficos.
Que la poesía -se dice- no tiene necesidad del concurso musical del ritmo.
Muy bien, es verdad. Mas entonces esa poesía no debe escribirse en versos sino
en prosa; porque el verso deja de existir sin el ritmo.
A este mismo respecto, es cuando menos curioso volver los ojos hacia el
pasado -con permiso de quienes quieran destruir toda tradición, cosa imposible,
por cierto- para conocer cuanto se había hecho con el ritmo, en sentido
liberador.
A respecto final; puede decirse que los versos reconocidos como correctos
por las obras de preceptiva o retórica, son desde el de cuatro sílabas hasta el de
catorce, pero sólo uno de cada medida, sin haber señalado jamás la diferencia
existente en el verso de igual medida con distinta acentuación. Diversidad esta
última que constituye la polifonía auténtica que, a mi entender, anda buscando
el Vanguardismo y que en realidad debe y constituye la sinfonía ritma
[rítmica?] de la gran poesía.
***
II
AL CAPITAN SULKIN
¡Islas Baleares!
¡Islas Azores!
Mi alma ha perdido ya sus cantares
y sus amores.
¡Madagascar!
un día, solo, con una Biblia y mi carabina
me haré a la mar.
Buen Capitán.
Capitán loco y aventurero,
como tu vida se desfigura
bajo la sangre
del ala negra de mi sombrero...
Se alejó, lentamente,
por entre los taciturnos pinos,
de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa,
la mujer que no vimos.
...................................
La tarde fue cayendo silenciosa
sobre el paisaje ausente de sí mismo
y floreció en un oro apagado y nuevo
entre el follaje marchito.
Yankilandia lo afirma
de una manera tal,
que te venció el petróleo en la cocina,
y en la mueblería
por snobismo o por economía
te sucede el metal.
Arbol seco,
de savia no te queda ni una mínima dosis,
condenado a morir pareces reo,
el viejo mal de la arterioesclerosis
te puso enteco y feo.
Para que se vea que no ando tan solo en mi tendencia rítmica, óigase al
maestro vanguardista, Jorge Luis Borges, ya citado: «Un mejor argumento es el
empírico de que las rimas ya nos cansan. Para cualquiera de nosotros, estos
versos blancos de Garcilaso son entero y grato arquetipo de musicalidad:
***
Hay entre los vanguardistas quienes afirman que el criterio para juzgar su
Escuela debe ser estético, exclusivamente, quiero decir, prescindiendo de todo
criterio filosófico; pero ya resulta innecesario afirmar que la estética es un
capítulo de la filosofía. No obstante, como existen muchas teorías estéticas
antagónicas entre sí, debe uno limitarse a estudiar el Vanguardismo de acuerdo
con los principios peculiares de su estética.
¿Y cuál es ésta?
Veámoslo: [300]
«El poeta -dice Vicente Huidrobe [sic. Huidobro] (306)- no debe ser el
instrumento de la naturaleza, sino convertir la naturaleza en su instrumento. He
ahí toda la diferencia con las viejas escuelas». Y más abajo: «no busquéis
jamás en estos poemas el recuerdo de cosas vistas, ni la posibilidad de ver
otras. Un poema es un poema como una naranja es una naranja y no una
manzana. No encontraréis en él cosas que existen de antemano ni contacto
directo con los objetos del mundo externo».
Esta declaración final del señor Huidobro [sic] -iniciador del Vanguardismo
en América- me recuerda un cuentecito caraqueño de los días de la gran guerra
mundial: Decía cualquier guasón que el Emperador Guillermo no quería la paz
ni la guerra.
Pero sigamos con la estética vanguardista. Jorge Luis Borges dice: «Quiero
inscribir alguna observación acerca de la imagen. La imagen (la que llamaron
traslación los latinos, y los griegos tropo y metáfora) es, hoy por hoy, nuestro
universal santo y seña».
Borges, como acaba de verse, dice que el eje actual del Vanguardismo está
en la imagen. Pero Huidrobo [sic] nos ha enseñado que en los poemas de la
Escuela no se ha de buscar el «recuerdo de cosas vistas, ni la posibilidad de
ver otras».
A otro respecto, la posición central que Huidrobo [sic] toma al sentar que el
poeta no debe ser instrumento de la naturaleza sino que la naturaleza debe serlo
del poeta, revela a una necesidad o a una pobre [302] facultad discursiva.
Probablemente sea ésta una de las virtudes del Vanguardismo.
***
Mas por arbitrarios que sean los nombres con referencia a las cosas, nunca
son hijos del imperativo caprichoso de un hombre solo que a su talante lo
escoja sino el consenso colectivo que la costumbre, el tiempo y la lógica
lingüística van formando y destruyendo simultáneamente. Esa obra del
construir es lo que forma las lenguas vivas, y por oposición, ese olvido o
desuetud [sic] de los sustantivos, de los modos adverbiales, etc., etc., es lo que
constituye las lenguas muertas.
Y ahora, a la base lógica que les sirve para pretender las pseudoanalogías
léxicas en cuestión. Esta base, no puede ser otra que una sustitución sensitiva
de la función de un sentido por la de otro. Poesía es ficción, y esto estaría bien
poéticamente; pero no debe olvidarse que metafóricamente, por ejemplo, puede
sustituirse el sentido de la vista al del oído o de otro sentido. Y así se dice, y se
dice bien: «se ve la calma» (falta de brisa); «se oye la luz», «me olía a amor»,
etc., etc... Y en cuanto a sustituciones externas, objetivas, nadie se admirará de
que un poeta sustituya, por analogía estética, las sensaciones espaciales por las
temporales y viceversa. De esta manera se expresa el hombre cuando afirma
que una canción es kilométrica y que una danza tenía cincuenta minutos. Ya el
fonógrafo ha mensurado en el espacio la duración del sonido, amén de que
geográficamente se cuentan las distancias del globo por medio del tiempo.
[304]
Otra cosa, se habla del Vanguardismo como tendencia cultural. Pero si uno
trata de estudiar el valor mental y cultural de un trabajo poético de la escuela,
se desconcierta, ya que el ametódico amontonamiento de imágenes, de ideas
contradictorias, etc., no permiten descubrir la idea o ideas centrales de esa
tendencia cultural que, de existir, sería estética. Por otra parte parece ser que
quienes hablan de cultura en una escuela tan personalista olvidan la esencia o
fundamento posible de la cultura como ciencia. A este respecto me permito
aquí una cita de H. Rickert, profesor de la Universidad de Heidelberg, y uno de
los maestros en Alemania de la cultura como ciencia: «La universidad (sic) de
los valores culturales es justamente la que evita el capricho individual en la
concepción histórica. Sobre ella descansa, pues, la «objetividad» de los
conceptos históricos: lo culturalmente esencial no ha de ser importante para
este o aquel individuo aislado: debe serlo para todos».
Tantos errores como palabras, según mi pobre parecer; ¡que los jóvenes
prefieren demasiado la inteligencia!... ¿Dónde diablos ha visto esto Claude
Farrère? Siendo crítico literario, leo por deber profesional [305] muchas obras
de autores jóvenes, leo ciertamente muchas más que el señor Claude Farrère y
tengo el deseo de no estar obligado a ello! Pues bien, según mis observaciones,
la inteligencia es, al contrario, lo que a los jóvenes más les falta, como la
gramática, que es además una disciplina intelectual.
***
A respecto final de este trabajo, debo decirlo, para limitar, por lo menos
mentalmente, cada cosa en su lugar: no creo ni que el arte sea en nuestra época
la tendencia capital de la cultura, ni que los hombres culturales tengan por qué
desdoblarse en hombres de acción: «Si se considera, dice Le Bon, que bajo las
preocupaciones utilitarias del mundo moderno, a cuya aurora nosotros
asistimos, el papel del arte no está aparcado apenas, se puede suponer que será
clasificado entre las manifestaciones, sino inferiores, secundarias al menos de
la civilización». Por lo demás, hasta cierto punto el hombre de acción y el
hombre cultural, son antagónicos. Por lo menos la historia tiene enseñanzas a
este respecto que hasta el presente no parecen modificadas por la experiencia.
[306] Y esto, sabido es, no se puede decir de los artistas, quienes a veces
llevaron su actividad de hombres de acción hasta el delito. Ahí están las
Memorias de Benvenuto Cellini que no me dejan mentir. Y esto ya por sí nos
ilustra, como la historia del Renacimiento entero, acerca del antagonismo en
que los artistas y el arte pueden hallarse con la verdadera cultura.
Por otra parte, nada nuevo se dice al evidenciar que la constitución psíquica,
filosóficamente inferior del hombre de acción, sea socialmente muy
importante, como agente económico y como elemento bélico: porque los
hombres como los pueblos perecen cuando se alteran sus normas de carácter
con prescindencia absoluta de sus condiciones culturales, ya que todavía en
nuestra época los hombres y las naciones que éstos forman o componen,
subsisten más por sus energías en la lucha implacable del vivir que por su
elevación cultural y filosófica. La única superioridad ante la cual se inclina la
historia, en cuanto a la subsistencia, es la militar, creada por los hombres de
acción, siendo también verdad que éstos sólo por excepción se hallan dotados
con los otros elementos de la civilización, que es cultura.
Apéndice VI
Polémica Gil Fortoul - Febres Cordero - Paz Castillo
[309]
Vanguardismo poético
José Gil Fortoul
A los poetas de la presente generación que lean estas páginas les advierto
que no vengo a criticar, ni censurar, ni muy menos a condenar. Porque no nací
para crítico, ni censor, ni juez. Aunque jurista (además de sportman y
aficionado a artes) jamás convine en ser juez, entre otros motivos porque con la
filosofía especial que está arraigada en mi entendimiento y en mi corazón, aun
los más empedernidos delincuentes tendrían probabilidades conmigo de
resultar absueltos. Además, mis lectores y mi auditorio de aquí, de mi
Venezuela, saben que prefiero andar por la vida recreándome solamente en
cosas risueñas, en paisajes atractivos, apartándome en lo posible de tristezas y
miserias, y cortando alguna flor fresca al lado del camino para prenderla,
cuando puedo, en el corpiño transparente de una mujer hermosa...
Véase, pues, que los corifeos del Delpinismo no eran propiamente pichones
de literatos. Ninguno de ellos, a excepción de Romero García, novelista
original, resultó después gran prosista, gran poeta, ni grande orador. Un Luis
López Méndez, un Lisandro Alvarado, un César Zumeta, un Picón Febres, un
Tomás Mármol, desdeñaron siempre la guasa callejera. Los delpinistas no
formaron escuela literaria. La ironía y la sátira se tornaron luego más finas,
más profundas y más artísticas, con otros prosistas y poetas.
Pero no hay en todo esto ningún esfuerzo creador, ningún estilo nuevo,
ninguna nueva forma de belleza. Delpiniada es simplemente una burla de los
ensayos académicos de epopeyas nacionales que se llamaron La Colombiada,
La Boliviada, La Cachurriada, y con lo demás se quiso disfrazar una reacción
político-social (cuya reseña pertenece a otro estudio).
Sólo que esos movimientos europeos suelen propagarse por acá algo tarde.
Aunque de París o de Londres o de Berlín a Caracas bastan dos semanas de
viaje, sucede a veces que libros y revistas viajan con [313] mayor lentitud, a
causa de pausas de correo que algunos vanguardistas maliciosos atribuyen
injustamente a nuestros amables y diligentes distribuidores de correspondencia.
***
¿Han bien comprendido todos mis lectores? ¿Sí? ¿No? Vamos por partes.
Solo que, para comprender bien las cosas conviene hacer algunas
salvedades, advertencias y distinciones. [314]
Supongamos que el poeta o el prosista (de las diferencias entre uno y otro
hablaré después) va a presentarnos una mujer bella y con este motivo hablamos
de amor. Si no es vanguardista, y si se trata, por ejemplo, de una muchacha
angloamericana, la creará fresca, fuerte, alegre, sportiva: una holandesa será
subida de color y abundosa en carnes, rubia húmeda como el trigo maduro
arropado de brumas: una francesa será espiritual, complicada, nuancée,
delicadamente matizada en todo, en el vestir, en el hablar, en el andar, en el
sentir, en el amar... El vanguardista extremado no se detendrá en nada de eso.
Su papel se circunscribirá a insinuar, a sugerir. Lo demás le corresponde al
lector o al auditorio.
A una dama gentil, en Londres, la dama del gran mundo muy festejada
durante la «estación», le oí decir, mientras saboreaba su té como si fuese
solamente «sugerencia» de té: «Oh, el amor; si es un simple capricho resulta
banal, y si se torna en pasión resulta tragedia: mejor es quedarse en el flirt».
Era vanguardista mundana. Pasaba sobre los sentimientos como mariposa, o
brisa, o nube, voluble e inconstante. A su novio, si ha tenido novio, le habrá
dicho: quedémonos a la puerta de la vicaría, sin nada aventurar. A su marido, si
loca se ha casado: ¿para qué querernos? La sugerencia basta.
Sucederá, sin embargo, que después de una proscripción más o menos larga,
la rima volverá del destierro, sobre todo en castellano, con sus consonancias y
asonancias. La rima no es balancín sino para los poetas medianos que lo
necesitan. Los grandes poetas de lengua castellana o francesa o italiana, se
volverán a casar con la rima rica y procrearán con ésta más versos armoniosos.
Otro punto esencial. La obra de arte nace del connubio del entendimiento
humano con la naturaleza. ¿Cómo? (Advierto a mis pacientes lectores -si
existen- que es difícil presentar este complicado asunto en fórmulas
inmediatamente comprensibles, dificultad mayor para quien tiene la memoria
cargada de reminiscencias... De Théophile Gautier se dijo que era un poeta
para quien «el mundo exterior existe». Permítaseme decir humildemente que
soy hombre para quien el arco iris existe. La mayoría se fija cuando más en los
colores simples, ignorando los intermedios).
No hay dos artistas que vean y sientan la naturaleza del mismo modo. El
horizonte visual e intelectual de cada individuo y de cada grupo es diferente.
Para muchos individuos y grupos el mundo infinito del arte apenas existe:
viven ante un universo incógnito. O viven en un mundo representado por
metáforas simples. ¿Las estrellas? Clavos de oro o plata. ¿La historia? Lo que
pasó; pero sin lejanías, ni complicaciones, ni matices de psicología
trascendente.
«Si ello te divierte, embárcate con los vanguardistas. Pero no con desbocado
entusiasmo juvenil. Deja eso a los que viven todavía en primavera. Si te vas en
ese barco, vete como viejo marinero que ha corrido por muchos mares
tempestuosos y guarda la experiencia de otras batallas, o para emplear un
término de moda en los congresos diplomáticos, vete simplemente como
«Observador». Muchos se caerán al agua. Otros, renovando el mito de Ícaro, se
quemarán allá arriba sus alas pegadizas. Unos pocos llegarán al puerto. Grítales
salud y buena suerte a los que puedan imprimir su talento en obras
perdurables».
La edad es punto capital sobre el cual precisa hacer hincapié cada vez que
se trate de revoluciones. La juventud, por razón natural, casi nunca es
conservadora. Su índole la impulsa de ordinario a los ensayos, a la variación;
de donde resulta el peligro de dañar en vez de mejorar, que se corre en toda
reforma, cuando se pierde la orientación de la Belleza, si se trata del arte; de la
Verdad, si de la ciencia; de la Justicia, si de la moral y del derecho. ¡Cuántos
escritores de consagrada reputación, a salvo ya por sus años de toda crisis en su
carrera literaria, quisieran fulminar la edición del periódico en que aparecieron
las primicias de su no bien preparado ingenio, avergonzados de haberlas dado a
la estampa! Pena que se ahorraron los jóvenes de antaño, escondiendo
humildemente sus apellidos tras candorosos seudónimos: y de haberse atrevido
contra el público, al punto un grito del viejo: niño! O la férula de críticos
terribles, como los de entonces, demasiado intransigentes para admitir, en
oficios de literatura, la disculpa de que echando a perder se aprende.
[El Universal, XX, 6888, Caracas (16 de julio de 1928), p. 1]. [323]
Algo parecido a esto, según tengo visto, pasó por los años de 1820, cuando
los hombres dieron a todas las inquietudes del naciente siglo XIX el nombre
abarcador del mal del siglo.
El mal del siglo y el espíritu nuevo son dos formas vagas de expresar una
misma cosa: el deseo de vida de una generación, el ansia de encontrar una
expresión, una palabra acaso, que contenga algo de ese íntimo anhelo del alma
humana a superarse siempre.
Esta perspicacia es, precisamente, una de las cosas que determinan ese
sentimiento confuso que se llama el espíritu nuevo: de allí que se haya acusado
al arte actual de individualista.
Pero ¿qué podría pedírsele en esta vez al señor Febres Cordero, cuando él
mismo confiesa su poca pericia en la materia? No otra cosa demuestra el
siguiente párrafo: «Toda escuela se funda en una doctrina y toda doctrina en
principios. ¿Cuáles son las doctrinas y principios del vanguardismo? Ni se
sabe»... Lo que se traduce en este caso de devoción literaria: no se sabe porque
el doctor Gil Fortoul, no ha podido decir nada en su artículo. Si hubiera algún
principio, algún fundamento científico, alguna norma estética, el doctor Gil
Fortoul los hubiera expresado. Quizás, pensando así, con respecto a nuestros
conferencistas, tenga razón Febres Cordero... Pero ¿qué culpa tiene de ello el
vanguardismo?
Claro que hay tendencias muy serias y muy bien definidas por escritores
como Paul Valery, de la vanguardia francesa, que actualmente ocupa el sillón
que dejó vacante Anatole France.
El desorden no podría nunca sino dar obras menguadas y sin ningún valor
estético como «La Delpinada». Pero debe pensarse que en una tendencia que
logra cuajar en obras de verdadera enjundia, hay algo más que desorden -
hemos supuesto un pensamiento serio- aun cuando no se la pueda definir
precisamente como a un triángulo.
Mas, según deja ver el señor Febres Cordero, todas estas obras nacen como
los cuadros de cierto clásico pintor que decía: [327]
(Conste que el artículo del doctor Gil F. fue pensado como una conferencia
social que, por motivo de enfermedad, no pudo efectuarse. De allí que la
página abunda en intención de gracejo y en trivialidades de causseur, más que
en intención de pensamiento).
Dejemos, pues, esto a un lado, y sigamos con nuestro tema, o mejor con el
tema del señor Febres C., guardián de la tradición... La tradición que entiende
el señor F. C. como muy bien lo hace ver Paul Valery [328] (no vaya a creerse
que en Francia no existen críticos como el señor F. C.) es completamente
artificial en nuestro siglo. Ahora, en el sentido constructivo, en el sentido
vanguardista, no puede haber arte sin tradición: al vanguardismo en Francia se
enlaza con Hugo, Baudelaire y Verlaine, en Italia con Páscoli y D'Annunzio; en
España con Góngora. Pero esta tradición de ninguna manera puede ser
servilismo e imitación, sino nervio de raza, fuerza de pensamiento, grito íntimo
que trata de afirmarse en cada nueva edad, alma misma del pueblo que se da en
cantares; cantares que sufren, aunque debilitada, la influencia del medio y de la
época hasta el punto de ser el folklore una de las más fuertes huellas históricas
que persiguen los acuciosos investigadores modernos.
[El Universal, XX, 6893, Caracas (21 de julio de 1928), p. 9]. [329]
Apéndice VII
Polémica sobre Semprum y la Vanguardia
[331]
La crítica de «Sagitario»
José Salazar Domínguez
Pero hay veces que a pesar de no volver la cara, la opinión contraria se nos
adelanta, nos intercepta el camino, nos muestra de nuevo su mercancía barata y
gana partidarios; es decir, estorba. Por eso hay que aplastarla. Que no quede en
el suelo ni siquiera la mancha de que existió, aunque para ello tengamos que
trastornar las leyes de la conservación de la materia y la energía, ya
suficientemente trastornadas.
Desde que los jóvenes de aquí nos dimos cuenta, un poco tarde, de que por
todos los países civilizados estaba circulando una nueva modalidad literaria, de
que habían nuevos rumbos vírgenes, de que a nuestra literatura le estaban
naciendo telas de araña y comenzamos por buscar la orientación, con las
narices hacia arriba, oliendo el ritmo de la época, desde ese momento se
desprendieron, como si hubieran sido sacudidos por un cataclismo imprevisto,
los artículos de Sagitario, criticando las nuevas modalidades.
«Sagitario» y su obra
Gustavo La Mar
De conocerlo no hubiera quizás incurrido en error que lo sitúa entre los que,
por negación absoluta de valores pretéritos, andan en literatura patria
descaminados, sin rumbo y sin apoyo.
Va de resumen:
Y para terminar, pasando mi brazo cariñosamente por sobre los hombros del
«compinche» fantochérico, le pregunto en secreto: ¿Sabes ahora quién es
Sagitario, Salazar Domínguez? Y si lo sabes, sabrás también que cuanto he
señalado a las volandas, implica una labor literaria [339] respetable y fecunda,
gloriosa y patriótica y que de no comprenderlo así acabaría el propio Salazar
por caer entonces en la dolorosa certidumbre de que él mismo con sus cuentos,
y con su vanguardismo, no dejará por más que se empeñe ni una señal, ni una
palabra, ni un eco que recuerde su nombre mañana.
[El Radio (Magazín Dominical), Año III, 652, 19 de agosto de 1928]. [345]
Críticos y criticados
Lotario Pérez
«Renovarse o morir...»
El artículo a que ahora nos referimos apareció firmado por Gustavo La Mar
y, a pesar de la apabullante cantidad de consideraciones y de las citas acerca de
lo que constituye la obra sólida sobre la cual asienta Sagitario su reputación de
crítico infalible, nada dice en concreto a Salazar Domínguez, ni a quienes
rompiendo mohosas ligaduras, consideren el movimiento de Venezuela con
sano criterio, con sereno espíritu.
Sagitario pudo ser muy bien el «Coco» de los chicos de El Cojo, pero los
chicos de El Cojo no son los mismos a quienes combate ahora Sagitario. La
literatura actual de cualquier parte es muy distinta a la que hizo época cuando
Sagitario se atrevía con las musas. Su patrón intelectual, ajustado a los viejos
sistemas de pesas y medidas, es poco menos que inútil en el imperio de los
decimales.
Apéndice VIII
La recepción de «Barrabás» de Uslar Pietri
[351]
Comentarios bibliográficos
Pedro Sotillo
Y he aquí que nos viene a las manos un espléndido libro de cuentos. El libro
pleno de juventud de Arturo Uslar Pietri que nos revienta de promesas ante los
ojos engolosinados. Y vaya si nos place decirlo! Conocimos al autor cuando
comenzó a reñir con su banqueta politécnica que ya nos había jorobado un
tanto a nosotros. Era un larguirucho rubio y explosivo que asordaba [sic] con
su desbarajuste emocional e intelectual. Pero en medio de todo, sembraba muy
hondo su sana raíz de inquietud de espíritu. Y tiempo ha corrido de entonces
acá, y no en vano, porque Uslar Pietri formó en la juvenil milicia literaria que -
inferior o superior a las que le precedieron, no importa; aunque sí distinta, e
importa- invertía la trayectoria y empezaba por enfrentarse a la necesidad
cultural amplia y poderosa, hasta entonces cultivada sólo en forma de realidad
pasiva como refugio de una vejez infecunda, cuando no hay más vida espiritual
que una turbadora aspiración académica.
Se decía hasta hace poco: es un escritor fácil, y hasta nos asombraban con el
mínimo tiempo que gastó en una cuartilla. ¿A. U. P. es un escritor fácil? No lo
sabemos ni nos interesa. Lo que sí sabemos es que su prosa no es fácil, sino el
resultado de un poderoso y consciente esfuerzo intelectual. ¿Cerebralista?
Puede ser. Debe ser. Para algo va a ser instrumento de un arte de cuerpo
presente y no de una simulación de realidad artística que en cada uno vivirá de
sí, propagándose por el contagio, como definió Ortega y Gasset.
Compañero!
Carlos Eduardo [Frías] me dijo que había más, que tú tenías otros, muchos y
más grandes, enormes, y yo me asusté y me puse triste, sin veneno,
¿comprendes?, sin maldad, triste de tiempo, lejos! Y agarré lo mío, tú sabes!
«El Hornero», «Alazán», «Miope», «La Otra», y lo demás, la basura, para que
no se quemara y los fui sepultando en lo hueco [358] de mí mismo,
sumergiendo, y esperando en el milagro, salieron las células viejas a
defenderlos, pero las células nuevas se las comieron y aquello se siguió
hundiendo como Levián [sic] porque «era llegado el tiempo aceptable y el día
de salud» y todo se hundió estoico hasta que salió la burbuja, esta burbuja...
Entonces me propuse escribirte esta carta, para ahora que estás cerca de
nosotros, pedirte uno, de los pequeños, uno chiquito para mí, así como «La
Voz» o «El Camino», y me lo das para ponerme joven y resistir la trocha con
los otros, que se quedan, porque tú te vas tras... tras... caminando hacia lejos,
por el camino aquel que tú dices de los que no saben caminar... tras...tras...
caminando...
Un libro nuevo
N(elson) H(imiob)
***
Quizás algún crítico rutinario, amargado por los años, de esos que no saben
colocarse en la época, época nuestra de músculos anchos y horizontes [360]
redondos, quizás ese crítico, empujado hacia atrás por la vibración de la sangre
nueva, diga, con palabras de magister, que el libro de Uslar Pietri carece de
estilo, o, más clemente, que su estilo es descuidado. Por tanto es necesario
asentar en qué consiste el estilo. Si por ello entendemos (y es lo más común)
elegancia en la expresión, Uslar no tiene ninguna. Mas si lo consideramos (y es
lo verdadero) como el medio propio para exteriorizarse, Barrabás está escrito
en un estilo seco y sobrio, fuerte y áspero, sin esos matices que, en la
generalidad de los casos, por abolir una disonancia hacen escapar una emoción.
Uslar es enemigo de la perfumería literaria. No gusta adornar su prosa de
aristas rudas pero brillantes, con cintas y lazos de color que conducen más a la
cursilería que a la belleza estética. Tampoco usa ese ritmo tieso y dulzón que
empalaga los oídos.
Uslar Pietri es certero en la captación de sus metáforas. Así nos dice en «La
Voz»: «están los árboles levantados y abiertos como candelabros de llamas
verdes». Y en «El camino»: «También era sabia en el museo zoológico, donde
los animales se inmovilizaban en extrañas actitudes secas que hacían pensar en
una película que se hubiese detenido en mitad de su proyección». Y a
propósito, aclaremos el concepto de la metáfora. Usada para expresar lo que no
se pudo decir de otra manera, es un signo de pobreza. Pero cuando se recurre a
ella para resumir un paisaje interno o externo, o cuando por sí misma encierra
belleza, la metáfora es un exponente de capacidad.
Cerradura -la llave al fondo del Caribe- pone Uslar Pietri con su libro a
cuantos desmanes y lacras ofrecían tiempos vecinos. (El escritor representa su
promoción). Establece el poste, como dicen en lenguaje petrolero -diabólico
lenguaje- entre el hemisferio anterior (acuarela-paisajismo de brocha gorda) y
el que ahora se galvaniza en una potente, impetuosa expresión renovadora. (Lo
actual y lo porvenir vs. lo inactual y pasado). Casi todos los novísimos
escritores de cuento en Venezuela buscan en el género manifestación
intelectual del ambiente, cuadro para la ideología contemporánea -post-guerra-,
que admirablemente los estimula. Muchos de ellos, igual que antes los otros
con la naturaleza, se desvían en la riqueza multiforme de pensamientos y de
tendencias, aspirando a entregarse por completo en cada creación, sin separar
las opuestas -contradictorias- electricidades del momento. Y en la búsqueda de
esa forma expresiva, como los maquinistas inexpertos, sueltan todas las
válvulas íntimas, todos los escapes interesantes. Se olvidan -cosa natural en las
primeras salidas- de que existen válvulas significadas para cada velocidad, no
debiéndose desplazar el voltaje íntegro cuando sólo aparecen necesarias
cantidades circunscritas. (Tómese lo anterior como apunte panorámico, porque
de la vuelta al sitio claro -dirección de la plomada-, de la carrera juvenil, briosa
y alegre aun a sol enfermo, tomarán a la estabilidad verdadera, dueños como
son del entusiasmo y del talento, distribuyendo luego, mediante el manejo
técnico de las válvulas artísticas, el vigor y prosperidad que con ellos
comienzan a borbotar en nuestra literatura).
Cuatro son los que -recientes- han fabricado lujosamente la renovación del
cuento en Venezuela. (Con los avisos de Julio Garmendia (Tienda de muñecos)
y de las narraciones marinas de Vicente Fuentes). Uslar Pietri, Carlos Eduardo
Frías, Salazar Domínguez y Nelson Himiob. Estos escritores encuentran el
paisaje de un modo más personal [363] y eminente. Descartan la
impersonalidad descriptiva para formalizar la descripción ideológica,
concretando los efectos profundos de paisaje-idea. (Paisaje de campos de
hombres, de pueblos, de aguas y de almas). Escurren la modalidad biológica y
psicológica -antes llamada estado de alma o ley de herencia- y extraen, lejos de
la trascendencia, caracteres de gentes y de tierras tal como sus respectivas
sensibilidades los especifican. Así, de manera más propia y precisa que en
Carlos Eduardo Frías -ejemplo- a quien desconciertan el campo alegre y el
alma trágica (tenazmente distanciados en sus cuentos como dos corrientes
repulsivas y congestivas), Uslar Pietri crea su paisaje para sus figuras, no sus
figuras para su paisaje, vocación extraordinaria que lo llevará a comprender -
que los llevará- el alma de este país, despreciada e inexcrutada. (Su «S. S. San
Juan de Dios» -el cuento de mayor calibre- es paisaje al alma, marco
incontrovertible para el alma que lo domina en su terrible expresión dramática).
Por lo que se colige del libro su joven autor posee dentro de sí un boscaje
multicolor, vario y ecléctico con vistas a próximas definiciones. A su edad la
literatura es un conglomerado global, tendiente a la fijación, impulsado por
virtud de los primeros conceptos audaces. El cúmulo de lecturas -sistema
cohesivo del escritor- traduce en él la inquietud actual como signo de cercana y
excepcional madurez. Trasluce los contornos del espíritu en transformación.
Dibuja su amanecer literario desde un enfoque meritorio de talento. Pasajero
del trasatlántico en que todos nos hemos embarcado -promociones de la
postguerra- viaje en primera, atenido a las rozaduras de la travesía, victimario
de las ideaciones primitivas, saludador de los nuevos mensajes. Y en esa
travesía, bordada de intentos como el canal de la Mancha, equilibrará para el
final del raid, para la meta aspirada -geométricamente-, con armonía de ángulo,
sus verdades y sus mentiras, sus ideas y sus captaciones bajo la presión de su
vértice ideológico e incorruptible. (Vértice-orilla).
***
Gritamos gritamos gritamos hasta aturdir. Nos escuchan los que vienen
detrás. Pocas veces -hay que gritarlo gritarlo- Venezuela ha contado con una
promoción artística tan culta, trascendental y esforzada. Tan culta y universal.
El momento histórico que nos señala la post guerra, la voz de la sangre y el
tiempo que nos exulta como en las epifanías diluyen electricidades raramente
maravillosas. Somos la vanguardia (juventud, frescura, limpidez de propósitos,
propósito del arte y de la patria). Somos los dueños de nuestra literatura,
menospreciada por las mayorías derechistas. Y los revisores. Gritamos. La hora
actual en el mundo acusa un definitivo meridiano de juventud. Gritamos. Para
los espíritus de la mañana, los nuestros, los de aquellos que nos comprendan y
los que hayan de seguirnos. Gritamos. Y hacemos crítica. A cada cual lo suyo.
***
Queda contestada la interrogación abierta al principio de estas notas.
Saludamos y voceamos el libro de Uslar Pietri -arte nuevo- como una
característica de nuestro hemisferio, como un poste divisorio y absoluto. Lo
remitimos a las almas elevadas, a los oteadores extranjeros, a los escritores del
idioma. (España y América). Es una bofetada a los negadores de la gente joven.
Una batalla ganada con talento y con alegría. Sin petulancia. Suenen músicas
bárbaras -jazz, charleston. Suenen las maracas y cuatros nacionales en la
orquesta de los saxofones. Suenen el sol y la luna sobre el espíritu de la
Venezuela matinal. Se ha publicado un libro en el tiempo, contra el tiempo. (En
el arte, contra la falsedad). Lo distribuimos como en una mesa de caridad.
Barrabás y otros relatos es el libro de las separaciones y de las revelaciones.
Comentario a Barrabás
Jesús Semprum
Más o menos podríamos imitar en cierto modo la frase para aplicarla a Uslar
y a su libro, diciendo que lo bueno que allí hay no tiene nada de vanguardista y
que los rasgos vanguardistas no tienen nada de bueno.