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LA VIDA NUEVA (III)

uooo.~..7
A R. I E L

PROLOGO

I contemplativa; no a ese fácil y abundoso


interés, a esa simpática y solícita aten-
TnA/ el Archivo Rodó se encuentran al- ción tendida sobre el conjunto de las co-
~f gunos documentos—manuscritos y sas, únicos capaces de salvar al fondo
apuntaciones ocasionales—que pue- humano del alma de las limitaciones de
den fecharse hacia 1898 y que prueban la cada oficio y cada hábito; género de am-
intención de Rodó de escribir una obra plitud que se predicó junto a la estatua
titulada Cartas a... Esta obra sería ger- de Ariel, y que es tanto más necesaria
men común de Ariel y Motivos de Pro- para aquel fin de mantener la integridad
teo. Aunque no lo confirmaran los ma- fundamental de la persona cuanto más
nuscritos, la atenta lectura de ambas el objeto de la vocación se restrinja y
obras descubriría la simultaneidad de precise.»
concepción. El hombre cuyo programa El mismo Rodó apuntó esta comuni-
vital traza Ariel es el que dibuja la clara dad de ambas obras en carta en que
intimidad de Proteo. En el discurso de
1900 están algunos temas que se desarro- anunciaba a Alberto Nin Frías el envío
llarán luego: la vocación, la voluntad; dn Proteo (29 de mayo de 1909): «Con
incluso están allí la técnica de composi- más amplio horizonte que en Ariel, tien-
ción sucesivamente expositiva y parabó- do la vista por parecidos campos de me-
lica (la novia enajenada, el rey hospitala- ditación y propaganda, aunque concre-
r
&, el esclavo filósofo). Y ¿qué es todo tándome especialmente a la cultura del
Ariel sino una majestuosa, inagotable propio «yo», a la formación de la perso-
Parábola? nalidad, honda y firmemente desenvuelta
En la lectura comparada de ambas mediante una incesante y orgánica reno-
obras podrían encontrarse suficientes vación.-» Esta misma unidad fué reconoci-
templos de una esencial continuidad en da por uno de los primeros glosadores de
a
<- Pensamiento y las preocupaciones del Motivos de Proteo, Joaquín Silván Fer-
meditador. El capítulo IX de Motivos, nández; también la advirtió Jesús Cas-
verbigracia, hace una alusión explícita a tellanos en su conferencia de 1910: «Con
un tema ya desarrollado en Ariel. «Por- este libro ha querido Rodó completar su
gue cuando hablo de falsa universalidad cruzada anterior, que fué su libro Ariel,
[dice este otro Próspero], me refiero a la Aquél fué el Evangelio de la educación
i
//íe se manifiesta en la producción, en la espiritual; éste es el Evangelio de la vo-
acción en el ancti'io; no a la amplitud luntad sirviendo a la vocación.»
196 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

II I güilo. Pero lo que no admitíamos de nin-


gún modo era la intervención de Norte-
La comunidad de origen no debe ha- américa. Cierto que propiciaba la inde-
cer olvidar el valor circunstancial, anec- pendencia de Cuba; pero no le agradecía-
dótico, de Ariel. Este famoso discurso no mos el servicio. ¿Qué tenía que ver esa
contiene únicamente materiales de medi- nación extraña en la concienda de los
tación filosófica o sociológica; también pueblos de otra raza? ¿Qué tenía que in-
contiene páginas, de carácter polémico, miscuirse en algo que para nosotros era
sobre problemas políticos de la hora. Y un «asunto de familia»? En esa lucha es-
ha sido precisamente esta condición, se- tábamos por España. Cuba libre, sí; pero
cundaria, pero innegable, la que determi- no por el favor o el interés de Norte-
nó su popularidad inmediata y su difu- américa. Era un poco complicado, como^
sión. El libro no nace sólo bajo el signo se ve, este modo de raciocinar; pero, era
de Minerva; nace bajo el signo del Desas- así: en nosotros predominaba el senti-
tre. En la última página de Rubén Darío, miento. Amábamos, como seguimos
cuando Rodó saluda al poeta en su viaje j amando, a España, honda y profunda-
a España, se encuentra una hermosa ima- mente; con un amor más bueno, tal vez,
gen de esta visión enlutada: «El poeta que el de muchos de sus hijos, que por
viaja ahora, rumbo a España.—Encontra- aquí la atacan, cuando nosotros la defen-
rá un gran silencio y un dolorido estu- demos: no era imposible entonces que
por no interrumpidos ni aun por la nota j sus desastres repercutieran como propios
de una elegía, ni aun por el rumor de i en nuestros corazones. Y tanto como
las hojas sobre el surco, en la soledad i amábamos a España, nos disgustaba
donde aquella madre de vencidos coba- \Norteamérica. A. Dewett, y a su pondera-
lleros sobrelleva—menos como la Hécube I do lowa y a su invencible Massachusetts,
de Eurípides que como la Dolorosa del lo odiábamos cordialmente. De noche, pa-
Ticiano—la austera sombra de su dolor j seando con Rodó, olvidábamos a Cuestas
inmerecido.» i por esta guerra extranjera. Eran, enton-
La guerra entre Estados Unidos y Es- ces, sentidas e interminables pláticas so-
paña por la posesión de Cuba, y lo que bre nuestra bella e idealista raza latina
ella implicaba de amenaza intervencionis- y esa otra adusta y utilitaria raza del
ta para las naciones hispanoamericanas, Norte.fi
le preocupó intensamente. Su biógrafo \ «—Habría que decir todo esto—excla-
Pérez Petit ha registrado una temprana , maba Rodó—; habría que decir todo es-
reacción en estas palabras: «Esta ruda to, bien profundamente, con mucha ver-
contienda arrojó nuestros ánimos, el de [dad, sin ningún odio, con la frialdad de
Rodó y el mío, en la mayor de las tri- un Tácito.»
bulaciones. Queríamos y anhelábamos la \ La obra así proyectada fué Ariel. En
libertad de Cuba, último pueblo de Amé- el discurso definitivo, sólo se encuentran
rica que permanecía sujeto al yugo de dos alusiones explícitas al hecho histó-
España, no obstante sus viriles luchas rico que fué su primer motor. La prime-
por la independencia y la actuación glo- ra ocurre al hablar de la fascinación que
riosa de los Martí y los Maceo. Pero de- ejerce sobre los pueblos latinos el ejem-
seábamos, al par, que esa libertad fuera plo de Norteamérica: «La admiración por
conquistada, como había sido conquista- su grandeza y su fuerza es un sentimien-
da la de toda Sudamérica, por los hijos to que avanza a grandes pasos en el es-
de la nación sojuzgada y, a lo sumo, con píritu de nuestros hombres dirigentes, y
el concurso de pueblos hermanos. Un aún más quizá, en el de las muchedum-
nuevo Bolívar nos hubiera llenado de or- í bres, fascinables por la impresión de la
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 197

victoria.» La otra ocurre páginas más va Inglaterra—ka nacido y des arrollado se


adelante y dice: «Su grandeza titánica se ' entre sus dos océanos, desde el círculo
impone así, aun a los más prevenidos polar hasta el trópico, un monstruoso
por las enormes desproporciones de su ¡ otganismo colectivo: pueblo de aluvión,
carácter o por las violencias recientes de \ acrecido artificialmente y a toda prisa
su historia.» Ambas alusiones permiten con los derrames de otros pueblos, sin
advertir cómo ha trascendido Rodó la darse tiempo para la asimilación, y cuyo
circunstancia histórica inicial para plan- rasgo saliente y característico no es otro
tarse de lleno en el problema esencial: que el apuntado: la ausencia absoluta de
la proclamada decadencia de la raza la- todo ideal. Aquello no es una nación,
tina. ] aunque ostenta las formas exteriores de
las naciones, ni se parece ya a pueblo al-
III guno de estructura compacta y homogé-
nea, divergiendo más y más del inglés,
Nunca se sabrá, tal vez, por qué aban- de quien sólo desciende el núcleo del
donó Rodó la forma epistolar proyectada Este, que está hoy diluido en la masa ad-
para esta obra (Cartas a...) por la del dis- venticia. Agrupamiento fortuito y colosal,
curso. La mejor hipótesis señala, sin du- lo repito, establecido en un semicontinen-
da, una mayor calidez de la palabra ha- te de fabulosas riquezas naturales, sin
blada, su arte suasoria. También podría raíces históricas, sin tradiciones, sin re-
suponerse (y así lo han hecho algunos) sistencias internas ni obstáculos exterio-
que la elección de la forma oratoria deri- res, se ha desenvuelto desmedidamente
ve, en verdad, de la influencia que algu- con la plena exuberancia de los organis-
nos discursos magistrales y afines ejer- mos elementales. ¡Y los observadores
cieron sobre Rodó mientras componía su adocenados le han admirado por su gran-
obra. Gómez Haedo (prólogo a Ariel, 1947, deza material, sólo nacida de las circuns-
p. 21) se refiere a un discurso de Lu- tancias, o por su concepción del gobier-
cio V, López, leído en la Universidad de no Ubre, que ha heredado de la madre
Buenos Aires con motivo de la colación patria y sólo ha modificado para ma-
de grados de 1893, (Rodó lo cita en un learlo! Aquel núcleo primitivo de la Nue-
artículo de la Revista Nacional, sobre va Inglaterra preponderó hasta mediados
Juan Carlos Gómez, 20 de mayo de 1895, de este siglo, bastando para mantener
dato que parece haber pasado inadverti- ilesos en apariencia, si bien ya desme-
do hasta ahora.) drados, todos los órganos indispensables
Podría apuntarse, asimismo, otro texto a la sociabilidad; así han podíalo los Es-
Que además de la forma tiene la virtud, tados Unidos aparecer a la distancia con
complementaria, de referirse directamen- simulacro de pensamiento propio, cuan-
te a uno de los temas de Ariel: el discur- i do sólo reflejaban el pensamiento euro-
so
pronunciado por Paul Groussac en j peo en las producciones de sus más ilus-
Buenos Aires el 2 de mayo de 1898. Algo tres medianías. Pero, desde la guerra
mas que una semejanza de forma es po- \ de Secesión y la brutal invasión del Oes-
swle advertir allí: hay un común punto te, se ha desprendido libremente el es-
de vista sobre los Estados Unidos de píritu yankee del cuerpo informe y «ca-
Norteamérica. En la segunda parte de su libanesco-»; y el viejo mundo ha contem-
oración, opone a la civilización latina «el \ plado con inquietud y terror a la novísi-
yanquismo democrático, ateo de todo ma civilización que pretende suplantar a
ideal, que invade el mundo», «En menos ¡ la nuestra, declarada caduca. Esta civili-
,;
e cien años (continúa¡--pues tenían j zación, embrionaria e incompleta en su
mu
y otro carácter las colonias de la Nue- ! deformidad, quiere sustituir la razón con
198 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la fuerza, la aspiración generosa con la lo haya leído, aunque ya en esa fecha


satisfacción egoísta, la calidad con la estaba en contacto con el poeta con mo-
cantidad, la honradez con la nobleza, el tivo de la preparación de su estudio crí-
sentimiento de lo bello y lo bueno con tico. Tal vez no leyó nunca ese texto; lo
la sensación del lujo plebeyo, el derecho que sí parece casi seguro es que conoció
y la justicia con la legislación ocasional el discurso de Groussac, que fué repro-
de sus asambleas. Confunde el progreso • elucido parcialmente en La Razón, de
histórico con el desarrollo material; cree \ Montevideo. (En 6 de mayo de 1898, se
que la democracia consiste en la igualdad transcribe el fragmento de exaltación de
de todos por la común vulgaridad, y apli- España.)
ca a su modo el principio darvinista de
la selección, eliminando de su seno las | IV
aristocracias de la moralidad y del talen- i
to. No tiene alma, mejor dicho: sólo po- ! Ya a fines de 1899 es posible encon-
see esa alma apetitiva que en el sistema \ Irar alguna referencia periodística a la
de Platón es fuente de las pasiones gro- | obra que entonces Rodó preparaba. En
seras y de los instintos físicos.» El Siglo (30 de octubre de 1899) se publi-
Este planteo, que se apoya en una vi- ] có este anuncio: «Dentro de la prime-
sión directa (aunque parcial en todos los | ra quincena del entrante noviembre el
sentidos de la palabra) de la realidad j elegante y agudo crítico José Enrique
norteamericana, contiene en germen y \ Rodó entregará a la casa editora de los
hasta en desarrollo sintético los puntos | señores Dornaleche y Reyes el manuscri-
de vista de Rodó. El simbolismo de la \ to del tercer opúsculo del ciclo titulado
obra y del título se encuentran también ' Vida Nueva. En él el señor Rodó ha es-
apuntados en ese adjetivo «calibanesco» ; tudiado con su acostumbrada altura y
que tan intencionadamente deja caer ¡ penetración la influencia de la raza an-
Groussac y recoge el crítico uruguayo. '• glo-yank.ee en los pueblos latinos, arri-
Por eso parecen descaminados quienes • bando a la conclusión de que a ella es
(como Leopoldo Alas, como Zum Felde) i debido el mercantilismo desbordante con
buscan sólo por el lado de Renán y aun i abierto detrimento de todas las moni-
de Shakespeare la simbología de la obra. i festaciones artísticas.»
Es en Groussac donde debe verse el im- i Esta interpretación de la obra se difun-
pulso inicial. Y tal vez en un artículo pe- I dio aún antes de ser publicada. Meses
riodístico de Rubén Darío, titulado El ¡ más tarde, y en vísperas de su aparición,
triunfo de Calibán, en que se comenta \ Rodó se creyó obligado a desmentirla (o
si acto de 2 de mayo y se glosan las pa- a neutralizarla por lo menos) con unas
labras de Groussac. Concluye con unas declaraciones que recoge un suelto de El
palabras que parece oportuno citar: «¡Mi- Día (23 de enero de 1900), como infor-
randa preferirá siempre a Ariel; Miran- mes proporcionados amistosamente por
da es la gracia del espíritu; y todas las el autor.
montañas de piedras, de hierros, de oros Allí se asegura que «no es exacto que
y de tocinos, no bastarán para que mi el tema principal de la nueva obra sea,
alma latina, se prostituya a Calibánl» El como se ha dicho, la influencia de la
•artículo fue publicado en El Tiempo, civilización anglosajona en los pueblos
de Buenos Aires (20 de muyo de 1898), latinos. Sólo de una, manera accidental se
y de allí lo rescató E. K, Mapes en su hará en el libro un juicio de la civili-
adición de Escritos inéditos d-el poeta, zación norteamericana, tratándose de ca-
;New York, 1938, pp. 160-62). No pareceracterizar en ella lo que puede y debe
posible por ahora demostrar que Rodó servir cíe modelo y lo que no d,ebe ser
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 199

objeto de imitación.» En lo que se refie- Antes de aparecer Ariel, Rodó anticipó


re al objeto del nuevo libro, se adelanta un fragmento, bajo el título Del senti-
que «es el de exponer la necesidad de miento de lo hermoso, en La Nación, de
mantener en la vida de los pueblos, y Buenos Aires (10 de enero de 1900), La
especialmente de los americanos, un ideal elección no deja lugar a dudas sobre
que les impida materializarse y caer en cuál consideraba entonces el joven críti-
brazos de un mercantilismo corruptor. co la parte fundamental de su nuevo
Este simpático tema [agrega el periódi- libro.
co'] ha sido desenvuelto en una forma
plenamente literaria, aunque por el fondo V
la obra tendrá un carácter principalmen-
te histórico y de propaganda». j
En el ejemplar de uno de sus amigos,
La aclaración no despejó el malenten- i el Dr. Daniel Martínez Vigi!, inscribió
dido. Aun después de editado Ariel, se I Rodó, y probablemente a pedido de éste,
siguió considerando el capítulo sobre un sumario de Ariel. Se encuentra allí
Norteamérica y su influencia en los paí- indicada, por la propia mano del autor
ses latinoamericanos como central. Leo- su estructura y su temática. El textof
poldo Alas, uno de sus primeros y más dice así:
entusiastas críticos, así lo subraya en
artículo que Rodó incorporó como pró-
logo a la segunda edición de Ariel: «Dos I
punios capitales trata primero en gene-
ral, para llegar después a lo más impor- Necesidad de que cada generación en-
tante de su propósito, a la cuestión ac- tre a la vida activa con un programa pro-
tual histórica, de la asimilación del pio.—Belleza moral de la juventud; su
americanismo del Norte, por la Amé- papel en la vida de las sociedades .—Los
rica joven latina.» pueblos más fuertes y gloriosos son los
A pesar de aceptarlo en el prólogo, que reúnen las condiciones propias de
Rodó no se resignaba a la unüateralidad ía juventud.—EjempIo de Greda.—-Nece-
de ese punto de vista, que tanto reducía sidad de la «fe de la vida».—No debe
el alcance de su obra. Y en carta a Luis confundirse esta fe con un optimismo
Ruiz Coniferas (3 de marzo de 1900) candido.—América necesita de su juven-
comenta: «Me satisface mucho que usted tud.
se halla fijado preferentemente en la par-
te de él [Ariel] que se relaciona con las II
costumbres democráticas. No concibo
como, a pesar de los muchos que en Es- El hombre no debe desarrollar une.
paña y América se han ocupado y siguen sola faz de su espíritu, sino su natura-
ocupándose de mi pobre libro, esa parte j leza entera.—Peligro de las civilizacio-
seci precisamente la que menos atención \nes avanzadas, indicado por Compte—La
ha obtenido de la crítica, cuando yo creo i hermosura de la vida de Atenas depende-
[ L{
l c es la que quizá merecería que al- ?de que supo producir el concierto de to-
guien la comentara seriamente ,o la expu- \ das las facultades humanas.—Necesidad
siera en nueva forma.» Vero su deseo no de reservar una parte del alma para-
se vio satisfecho. El mismo tendría que \ las preocupaciones puramente ideales.
dedicar una nueva obra a la elucidación ' —Cuento simbólico.—Ni la vida de los
de otros problemas esenciales de Ariel y i individuos, ni la vida de las sociedades,,
sobre los que la crítica también había deben tener un objetivo único y exclu-
'''esbalado. sivo.
200 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

III artístico. No cultiva la ciencia sino como


un medio de llegar a las aplicaciones úti-
Importancia del sentimiento de lo bello les.—Su intelectualidad está en completa
para la educación del espíritu.—Su rela- decadencia.—La moral de Franklin; con-
ción con la moralidad. Ejemplos históri- secuencias del utilitarismo en moral.—La
cos.—Importancia de la cultura estéti- vida política de los norteamericanos.
ca en el carácter de los pueblos y como ¡ —Predominio de los Estados del Oeste.
medio de propagar las ideas. i —Aspiración de los Estados Unidos a la
; hegemonía de la civilización contempo-
i ranea.—Vanidad de esa aspiración.—Re-
IV lación entre los bienes materiales o po-
sitivos y los bienes intelectuales y mo-
Causas del utilitarismo del siglo.—Este rales.—Resumen: la civilización norte-
utilitarismo ha preparado el terreno para americana no puede servir de tipo o mo-
idealismos futuros.—¿Debe creerse que delo único.
la democracia conduce al utilitarismo?
—Opinión de Renán.—Examen de esta VI
opinión.—Peligros de la democracia.—Im-
portancia de esta cuestión en las socie- No existe pueblo verdaderamente gran-
dades de América.—Necesidad de que de para la historia, sin un ideal desinte-
predomine en las sociedades la calidad resado—No basta la grandeza material
sobre el número.—El gobierno de las me- para la gloria de los pueblos.—Ejemplos
diocridades; su odio contra toda noble históricos.—El pensamiento y la grandeza
superioridad.—Verdadero concepto de la \ material de las ciudades.--Aplicación de
igualdad democrática.—Siendo absurdo lo anterior a las condiciones de la vida
pensar en destruir esta igualdad, sólo de América.—Confianza en el porvenir.
cabe pensar en educar el espíritu de la —Nos toca trabajar en beneficio del por-
democracia para que dominen los mejo- | venir.—La dignidad humana exige que
res,—La democracia bien entendida es el se piense en lo futuro y se trabaje para
ambiente más propio para la cultura in- él,—Simbolismo de Ariel,
telectual. \
Es fácil advertir aquí la división en seis
V partes del discurso (no de la obra mis-
ma, que contiene, además, un prólogo de
Los Estados Unidos como representan- presentación de Próspero y sus discípu-
tes del espíritu utilitario y de la demo- los y un epílogo en que se dispersan los
cracia mal entendida.—La imitación de jóvenes después de escuchar la palabra
su ejemplo; peligros e inconvenientes de magistral). También es fácil advertir el
esa imitación.—Los pueblos no deben re- lugar que ocupa el análisis de Norte-
nunciar en ningún caso a la originalidad américa en la economía general del libro:
de su carácter para convertirse en imita- una sexta parte, aunque una de las más
dores serviles.—Crítica de la civilización extensas. Su ejemplo es incorporado para
norteamericana.—Sus méritos, su grande- ilustrar el tema del utilitarismo y de la
za.—Cita de Spencer— El defecto radical democracia mal entendida. Lejos de cons-
de esa civilización consiste en que no tituir la parte central del discurso, y pese
persigue otro ideal que el engrandeci- a sus indudables resonancias, el capítulo
miento de los intereses materiales.—Exa- dedicado a los Estados Unidos es sólo
gera todos los defectos del carácter in- una porción, y la más perecible, del mis-
glés,—Carece de verdadero sentimiento mo.
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 201
No en vano el libro está dedicado «A medicina en la ilustre Universidad de
la juventud de América». Toda la prime- Pisa; juntos «arielizan» (el verbo es su-
ra parte del discurso se dedica a expla- yo) en «sobremesa platónica» «Recorda-
nar el concepto rodoniano de la juven- mos largamente (continúa) la América
tud. La juventud en que él piensa es la lejana y querida, y les oigo, con íntimo
de América. Una carta a Max Henríquez deleite, sobre aquel fondo de grandezas
Drena (20 de noviembre de 1904) aclara muertas, levantar los castillos de las tie-
el sentido que concede a la dedicatoria y, rras del porvenir.» (cf. Recuerdos de
por tanto, al libro: la dedicatoria de Ariel Pisa, en El Camino de Paros, 1918.)
ha nacido, «por decirlo así, de sus mis- La confianza de Rodó en la juventud,
mas entrañas». En el mismo sentido se \ y esa esperanza que (como lo demuestra
expresa en carta al director de la Escue- ¡ el texto arriba citado) no lo abandonó
la Nacional Preparatoria de México, don nunca, iba acompañada de una lúcida
Porfirio Parra, de 30 de noviembre de conciencia de sus limitaciones. El suyo
1908, y cuyo borrador se conserva en su 'no era un optimismo candido, sino heroi-
Archivo. «Dediqué Ariel a la juventud j so. Lo demuestran estas palabras que
de América (escribe) y a la juventud de • dedica a la juventud en uno de sus pri-
América pertenece. No sólo, pues, ha usa- ! meros ensayos. La novela nueva, de 1896:
do esa Escuela Nacional de un derecho «Creo en los pueblos jóvenes. Pero si la
plenísimo al reimprimir mi obra para di- juventud del espíritu significase sólo la
fundirla entre la juventud, sino que con despreocupación rienle del pensar, el
dio obliga mi agradecimiento, aun dejan- abandono para el que todos los clamores
do aparte la distinción con que me non- l de la vida son arrullo, la embriaguez de
ra, puesto que contribuye eficazmente a lo efímero, la ignorancia de las visiones
la realización del propósito que me mo- que estremecen y el desdén de la Esfinge
vió a escribir el libro. Lo mismo esas pá- que interroga, sería bien triste privilegio
ginas mías que todas las que puedan salir el de la juventud, y yo no cambiaría, por
de mi pluma son y serán propiedad de la eternidad de sus confianzas, un solo
la juventud que trabaje y combata por instante de la lucha viril en que los bra-
la civilización, por la cultura, por la ele- zos fuertes desganan los jirones de la
vación moral e intelectual de nuestra sombra y en que el púgil del pensamien-
América.» to se bate cuerpo a cuerpo con la Duda.»
Otros textos contribuyen a precisar ¿Qué programa ofrece este joven maes-
e
$ta orientación inicial del discurso. En tro a la juventud de América? Un pro-
ca
na a Rafael Altanara (29 de enero de grama apoyado sobre una triple base: la
1908) se refiere al Primer Congreso In- conciliación ideal del Paganismo y del
ternacional de Estudiantes que entonces Cristianismo, una actitud ética, que se en-
se
celebraba en Montevideo, y escribe: raice en la estética, una concepción de la
«•••esto me ha dado oportunidad gratísi- democracia que excluye el utilitarismo y
tno
- de comprobar cómo Ariel y su espíri- preserva lo mejor de la aristocracia del
tu han calado en el corazón de la juven- espíritu. Como conclusión, abre una pers-
lU
d a quien dediqué aquellas pobres pá- pectiva del porvenir de América en que
ginas mías. Han llegado a ser una bande- los problemas inmediatos son proyecta-
' ÍV> y esto—por motivos superiores a la dos \ hacia el futuro. Ariel sólo propone,
pura vanidad literaria -colma mis ambi- \ modesta y profundamente, trasladar las
'-iones de escritor.-» Y en una crónica de ¡cuestiones del día, de todos los días, a
•'¡a-je, escrita desde Florencia (octubre un' piano de consideración futura, exa-
Ce
1916), evoca, el encuentro con un gru- minándolas (como se ha escrito) sub
po de jóvenes venezolanos que estudiaba especie aeternítatis. El porvenir es el ám-
202 JOSÉ ENRIQUE RODO.—UBRAS COMPLETAS

hito en que se piensa Ariel. Los que co- '. discutida de la obra. Cabe, en mi sentir,
tejan sus páginas con las realidades de oponer reparos a algunos de sus juicios
América—o mejor: de ciertas zonas de severos sobre la nación septentrional,
América—no advierten la clave en que mucho más severos que los formulados
están escritas. Con su acostumbrada con- por dos máximos pensadores y geniales
cisión lo apuntó Pedro Henríquez Ureña psicosociólogos antillanos: Hostos y Mar-
en un artículo recogido en sus Ensayos ti En aquel organismo social hay dos
críticos (La Habana, 1905, pp. 71-80): males contradictorios que en el actual
«Rodó no ha intentado hacer un estudio período de agitación se han recrudecido:
sociológico, como Carlos Octavio Bunge de una parte, el orgullo anglosajón, suer-
en Muestra América: su propósito es te de pedestal aislador en que se asien-
contribuir a formar un ideal en la clase tan las tendencias imperialistas, la mora-
dirigente, tan necesitada de ellos.» lidad puritana y los prejuicios de raza
1 y secta; de otra parte, el espíritu aventu-
| rero, origen del comercialismo sin escrú-
VII : pulos y del sensacionismo invasor y vul-
j garizador. Pero por encima de sus ten-
Como ilustración de los vicios de una \ dencias prácticas, aquel pueblo sustenta
democracia utilitarista—pero también co- un ideal elevado, aunque distinto de
mo ilustración de los peligros a que se nuestro ideal intelectualista: el perfec-
exponen las democracias latinoamerica- cionamiento humano, que tiene por fina-
nas al seguir ciegamente el modelo del lidad el bien moral y debe traducirse so-
Norte—estudia el caso de los Estados ! cialmente en la dignificación de la vida
Unidos. Su tesis aparece claramente ex- ¡ colectiva. Hoy mismo se ofrece a la mi-
planada en el sumario ya transcrito. A ¡ rada escrutadora, sugestivo para nues-
través de él es posible ver hasta qué tro pensamiento, el perseverante esfuer-
punto era tributario de Groussac y otras zo idealista de la mejor parte, la genui-
interpretaciones francesas. También es namente representativa del espíritu nor-
posible advertir lo poco que sabía de teamericano contra las tendencias co-
Estados Unidos, rruptoras que amenazan Invadir todos
Ya un coetáneo señaló con firmeza esta los campos de la actividad nacional: los
ignorancia. En un artículo de El Siglo, | hombres de probidad inflexible y agre-
de Montevideo (15 de julio de 1901), Al-! siva en política; el periodismo serio, que
berto Min Frías no refuta la acusación es el más culto y noble en el mundo;
de utilitarismo que Rodó lanza contra los escritores, desde el d,ecano Howells
Estados Unidos; pero apoyándose en hasta la admirable Edith Wharton, figura
Outre-mer, de Paul Bourget (1894), y en • culminante de la juventud, que cultivan
su mejor conocimiento de las letras es- una literatura original y vigorosa, de
tadounidenses, denuncia la unilateralidad honda psicología y estilo selecto; los ar-
de su punto de vista. tistas, creadores de una escuela nueva
i
Su conclusión puede sintetizarse en | que e independiente de pintura y escultura
ha dado glorias universales como
esta frase: «El mercantilismo, repelente ; Whistler
tal vez, en sus principios, llega a su po- Farge; losy científicos
Sargent, Saint Gaudens y La
que se consagran
derío de acumulación y entonces produce a una labor desinteresada, como Gidclins
algo esencialmente contrario a su ori- y Ward, fundadores de sistemas socioló-
gen: el refinamiento.» Poco más tarde, gicos; los educadores y conferencistas
se publica el ensayo ya citado de Pedro que llegan al seno de las masas el evan-
Henríquez Ureña en el que se dice: «Este
análisis es la parte más discutible y más gelio de la elevación moral e intelectual,»
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 203

En su biografía de Rodó, Pérez Petit • estos últimos tiempos se me ha desarro-


abundó sobre el tema y puntualizó, con I llado una súbita curiosidad y vivo interés
acopio de nombres, las omisiones más | por conocer, también, la América del
notables. Es indudable, sin embargo, que \ Norte, a la que no amo, pero admiro.»
algunas eran más aparentes que reales, j Y en un capítulo de Motivos de Proteo
Su propia posición polémica le llevó a ¡ (XXXVI) le dedica al pasar esta imagen
soslayar nombres que de ninguna mane- l compuesta: «Allá, en el norte de América,
ra desconocía: tal, por ejemplo, el de i hay una estupenda fuerza organizada;
Walt Whuman, que aparece citado con cuerpo en que participan dos naturale-
encomio en su estudio de 1899 sobre Ru- zas; manos de castor, testuz de búfalo;
bén Darío. imperio por el poderío, república, por la
Pero hay un testimonio coetáneo que libertad.-»
tiene, tal vez, mayor valor porque apun- Pero tal vez en ningún lado (ni siquie-
ta a la otra cara del tema: es el de Jesús ra en Ariel) explanó con tanta nitidez su
Castellanos. En la hermosa conferencia oposición ideológica, no sentimental, a
que dedicó en 6 de noviembre de 1910 a los Estados Unidos como en el prólogo
su obra señala con respeto (y sin alardes de 1910 a la segunda edición de ídola
polémicos) la insuficiencia del punto de J Fori, de Carlos Arturo Torres (recogido
vista del joven maestro. Uno de sus pá- j en El Mirador de Próspero, 1913); «Por
rrafos dice: «En Cuba, notablemente des- influjo de corrientes de filosofía históri-
pués de lograda nuestra independencia \ ca que tuvieron umversalmente su auge
política—porque otra cosa dice la obra ! y que convirtieron en desalentado pesi-
de las viejas generaciones—, un triste ex- i mismo de raza, la impresión de decai-
clusivismo utilitario ha dominado en mientos y derrotas que coincidían con el
nuestras aspiraciones sociales, en nues- encumbramiento intelectual, económico y
tros planes educativos, en nuestras com- político de pueblos a quienes parecía,
binaciones económicas. Diríase que he- transmitirse por tal modo la hegemonía
mos traducido mal el noble ejemplo que de la civilización, la desconfianza hacia
nos venía de la vecina gran República lo castizo y heredado de España se ex-
americana; que no sabemos cómo va ven- tendió a la grande unidad étnica e his-
ciendo allí el fecundo idealismo a la es- tórica de los pueblos latinos, cuya capa-
trechez mecánica; que ignoramos cuánto cidad se juzgó herida de irremediable de-
amor se consagra en esa tierra sajona al cadencia,, y cuyo ejemplo y cuya norma,
estudio del latín; que es allí donde ha. en todo orden de actividad, se tuvo por
encontrado su más brillante desarrollo necesario desechar y sustituir, para sal-
e
$a admirable ciencia nueva que se llama var de la fatal condena que virtuahnente
'# Sociología; que de su horizonte gran- entrañaban. No creo engañarme si afir-
dioso ha surgido la moderna filosofía del mo que éste era, aún no hace muchos
* ragniatismo, renovación de todos los i años, el criterio que prevalecía entre los
valores místicos y metafísicos.y> \ hombres de pensamiento y de gobierno,
¿Modificó Rodó su posición primera ¡ en las naciones de la América, latina; el
respecto de los Estados Unidos? Una se- criterio ortodoxo en universidades, par-
rte de textos posteriores parece demos- lamentos y ateneos; la superioridad abso-
trar que mantuvo esencialmente la mis- j luta del modelo anglosajón, así en mate-
ma actitud. Así, por ejemplo, en una i ria de enseñanza, como de instituciones,,
c
°.rta a Juan Francisco Piquet (de la que j como de aptitud para cualquier género
solo se conoce un fragmento, sin fecha), de obra provechosa y útil, y la necesidad
''-pnria: «Yo me moriré con la nostalgia de inspirar la propia vida en la contem-
<-¿e los pueblos que no haya visto... En plación de ese arquetipo, a fin de apro-
204 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ximársele, mediante leyes, planes de edu- desprendiéndose de algunas galas retóri-


cación, viajes y lecturas, y otros instru- cas y acercándose a concebir mejor la
mentos de imitación social. Los Estados verdadera naturaleza de la influencia y
Unidos de Norteamérica aparecían como predominio de la América del Norte so-
viviente encarnación del arquetipo; como bre la Hispánica. En un artículo sobre la
la imagen en que tomaba forma sensible guerra de 1914 (publicado en La Razón,
la idea soberana. Absurdo sería, desde de Montevideo, 3 de septiembre de 1914)
luego, negar ni la grandeza extraordina- apunta estas palabras, en que resuena
ria de este modelo real, ni las positivas un acento nuevo: «Un imperialismo na-
ventajas y excelencias del modelo ideal: cional europeo, vencedor del resto de
el genio de la raza que en aquel pueblo Europa, y por tanto sin límite que lo
culmina; ni siquiera lo que de practica- contuviese, significaría para el inmediato
ble y de fecundo había en el propósito porvenir de estos pueblos una amenaza
de aprender las lecciones de su bien re- tanto más cierta y tanto más considera-
compensado saber y seguir los ejemplos ble cuanto que vendría a favorecer la
de su voluntad victoriosa. Pero el radical acción de aquel otro imperialismo ameri-
desacierto consistía no tanto en la exce- cano, que hallaría en la común conciencia
siva y candorosa idealización ni en el del peligro la ocasión de afirmar sin re-
ciego culto, que se tributaba por fe, por paros su escudo protector.» El pensa-
rendimiento de hipnotizado, más que por miento no carece de contenido prof ético.
sereno y reflexivo examen y prolija elec- No se debe perder de vista, sin embar-
ción, como en la vanidad de pensar que go, que el análisis de los Estados Unidos
estas imitaciones absolutas, de pueblo a se realiza en Ariel a vía de ejemplo.
pueblo, de raza a raza, son cosa que Ejemplo en un doble sentido: de lo que
cabe en lo natural y posible; que la es- puede alcanzar a ser el utilitarismo eri-
tructura de espíritu de cada una de esas gido en principio rector de una nación:
colectividades humanas no supone cier- del peligro que la pujante nación ofrece
tos lincamientos y caracteres esenciales, como modelo vivo. De ahí que el examen
a los que ha,n de ajustarse las formas detenido de la democracia estadouniden-
orgánicas de su cultura y de su vida po- se se complete con claras alusiones a la
lítica, de modo que lo que es eficaz y democracia argentina, encarnada (prin-
oportuno en una parte no lo es acaso en cipalmente) en el desarrollo vertiginoso
otras; que pueden emularse disposiciones de Buenos Aires. En el sexto capítulo
heredadas y costumbres seculares, con escribe Roció: «Existen ya, en nuestra
planes y leyes; y finalmente, que, aun América latina, ciudades cuya grandeza
siendo esto realizable, no habría abdica- material y cuya suma de civilización apa-
ción ilícita, mortal renunciamiento, en rente las acercan con acelerado paso a
desprenderse cíe la personalidad original participar del primer rango en el mundo.
y autónoma, dueña siempre de reformar- Es necesario temer que el pensamiento
se, pero no de descaracterizarse, para sereno que se aproxime a golpear sobre
embeber y desvanecer el propio espíritu las exterioridades fastuosas, como sobre
en el espíritu ajeno.» un cerrado vaso ele bronce, sienta el rui-
do desconsolador del vacío. Necesario es
La raíz latina de su oposición a Esta- temer, por ejemplo, que ciudades cuyo
dos Unidos y a la influencia anglosajona nombre fué un glorioso símbolo en Amé-
queda ahí al descubierto. rica; que tuvieron a Moreno, a Rivadavia.
Es posible citar aún otro texto en que a Sarmiento; que llevaron la iniciativa de
se advierte que Rodó no dejó de pensar una inmortal Revolución; ciudades que
en los Estados Unidos y que su hostili- hicieron dilatarse por toda la extensión
dad ideológica no dejó de evolucionar,
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 205

de un continente, como en el armonioso zación alguna: la tercera, como suple-


desenvolvimiento de las ondas concén- mento de la Revista Literaria, Santo Do-
tricas que levanta el golpe de la piedra mingo, 1901; la cuarta, en Cuba Litera-
sobre el agua dormida, la gloria de sus ria, La Habana, 1905; la quinta, impresa
héroes y la palabra de sus tribunos, pue- en Monterrey, México, 1908, por orden
dan terminar en Sidón, en Tiro, en Car- del gobernador del estado de Nuevo
tago.» León; la sexta, impresa en el mismo país
El tema no era nuevo en Rodó. Ya. por orden de la Escuela Nacional Pre-
había sido apuntado en su Rubén Darío paratoria, 1908, y que motivó la carta a
y con estas palabras: «La poesía entera- j don Porfirio Parra arriba citada.
mente antiamericana de Darío produce El propio Rodó atizó el fuego con una
también cierto efecto de disconveniencia, I correspondencia hábilmente dirigida. A
cuando resalta sobre el -fondo, aún sin los principales escritores de España y
expresión ni color, de nuestra americana América enderezó cartas en las que ex-
Cosmópolis, toda hecha de prosa. Sahu- planaba el propósito central de su obra
merio de boudoir que aspira a diluirse 1y solicitaba un juicio. Ejemplo de esta
en una bocanada d,e fabrica', polvo d,e correspondencia puede ser la carta con
oro parisiense sobre el neoyorkismo por- que envió el libro a Vnamuno y que está
teño.» fechada en 20 de marzo de 1900. De ella
son estos párrafos: «Al presentar a usted,
VIII en signo de alta y sincera estimación, un
ejemplar de mi reciente libro, quiero
La fama de Rodó no ha llegado aún manifestarle cuánto es el interés que yo
más alta que Ariel. Es el libro que lo \ tengo en que usted lo lea; interés que
reveló a un ancho público hispánico; el I no estriba solamente en lo mucho que
libro que llevó su palabra a España, a me importa el juicio que usted forme de
toda América; el libro que sigue asocia- él como obra literaria, sino, ante todo,
do indisolublemente a su nombre. La po- en el propósito que m,e ha movido a es-
pularidad fué inmediata. Los críticos más cribir la obra que le envío.» Sintetiza
prestigiosos de habla española saludaron 1luego el sentido principal del discurso y
su aparición. En España escribieron Leo- i continúa: «He enviado Ariel a los pocos
poldo Alas, Miguel de Unamuno, Juan i amigos intelectuales de verdadero pres-
Valera, Rafael Altamira; en América lo j tigio que tengo en España, contándose
saludaron como maestro las jóvenes ge- entre ellos el que más íntimamente co-
neraciones y acuso,ron temprano testimo- nozco y más benévolamente me ha esti-
'ño de su huella Pedro Henríquez Drena, mulado: Leopoldo Alas; pero quiero que
Alfonso Reyes, Francisco García Calde- otros escritores, a quienes, sin ser ami-
rón, Jesús Castellanos, Gonzalo Zaldum- gos, admiro y respeto, reciban también
bide. Las ediciones se multiplicaron. Más \ mi libro, y, entre esos escritores, hubiera
•le una vez el propio Rodó se entretuvo sido imperdonable olvidarle a usted, a
en alzar su catálogo. Además de las pu- quien, con sobrada justicia, considera-
blicadas bajo su misma dirección (las mos aquí el más pensador de los escrito-
dos primeras impresas ambas en Monte- res de tas nuevas generaciones españolas,
video, por Dornaleche y Reyes, 1900; la el más profundo y reflexivo.»
séptima, publicada en Valencia por Sem- j También es ejemplar una carta dirigi-
pere, 1908; la octava y novena, en Monte- da,¡ al escritor catalán Antonio Rubio y
video, por José María Serrano, 1910 y | Lluch (20 de marzo de 1900), en que
•'911), están las publicadas en vida suya Rodó
'• dice: «El libro que le envío es,
y algunas veces hasta sin recabar autori- como usted verá, obra de acción y pro-
206 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pagando, en favor de la intelectualidad junto de alabanzas. El propio Rodó alu-


y del arte, en favor de toda idealidad ge- de a ellas, complacido, en una carta a
nerosa, y en favor, también, de la tradi- Rafael Altamira (20 de octubre de 1900):
ción latina y del porvenir de nuestra raza «Siempre me felicitaré de haber escrito
en América.-» Del tan comentado ataque a ese ensayo bienintencionado, pues él ha
los Estados Unidos, ni una palabra. sido ocasión de que se discutan y re-
En el mismo sentido, aunque con dis- muevan ideas que era oportuno y nece-
tinta fraseología, se dirige a Enrique José sario agitar en esta América. Las polé-
Varona (7 de mayo de 1900): «Es, éste micas duran todavía, y usted no puede
[Ariel], libro de propaganda, de comba- imaginarse lo valiosa y eficaz que es
te, de ideas. He querido proponer, en cualquier palabra de adhesión que ven-
sus páginas, a la juventud de la América ga de quien, como usted, tiene merecida-
Latina, una profesión de fe que ella pue- mente conquistado un alto prestigio en
da hacer suya. Me han inspirado, para nuestro mundo intelectual.»
hacerlo, dos sentimientos principales: mi
amor vehemente por la vida de la inte- La fama de Rodó pareció fuertemente
ligencia, y dentro de ella, por la vida del asentada desde Ariel. El resumen de las
arte, que me lleva a combatir ciertas oscilaciones de la opinión crítica sobre
tendencias utilitarias e igualitarias; y mi este pequeño libro requeriría un espacio
pasión de raza: mi pasión de latino, que de que aquí no se dispone. Por otra par-
me impulsa a sostener la necesidad de i te, tal investigación ha sido cumplida
que mantengamos en nuestros pueblos lo \ minuciosamente por Carlos Real de Azúa
fundamental en su carácter colectivo, j y se publicará en breve. En este prólogo
contra toda aspiración absorbente e in- | se han aprovechado algunas de sus indi-
vasora.» La alusión a Norteamérica no caciones. He creído oportuno intercalar-
por velada es menos clara aquí, aunque en el texto de Ariel el sumario que pre-
ocupa (como ocupaba en el discurso) un paró Rodó para Martínez Vigil; se facili-
lugar secundario. ta así la lectura de una obra que cuenta,
No faltaron voces que discreparan, indudablemente, entre lo más importante
pero no llegaron a dominar en el con- que ha producido América.

ARIEL
A LA JUVENTUD DE AMERICA

Aquella tarde, el viejo y venerado maes- Dominaba en la sala—como numen de


tro, a quien solían llamar Próspero, por su ambiente sereno—un bronce primoro-
alusión al sabio maestro de La Tempes- so, que figuraba al ARIEL de La Tempes-
tad shakesperiana, se despedía de sus tad. Junto a este bronce se sentaba ha-
jóvenes discípulos, pasado un año de ta- bitualmente el maestro, y por ello le lla-
reas, congregándolos una vez más a su maban con el nombre del mago a quien
alrededor. sirve y favorece en el drama el fantás-
Ya habían llegado ellos a la amplia tico personaje que había interpretado
sala de estudio, en la que un gusto deli- el escultor. Quizá en su enseñanza y su
cado y severo esmerábase por todas par- carácter había, para el nombre, una ra-
tes en honrar la noble presencia de los zón y un sentido más profundos,
libros, fieles compañeros de Próspero, Ariel, genio del aire, representa, en ei
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 207
simbolismo de la obra de Shakespeare, naba de oro; erguida la amplia frente;
ia parte noble y alada del espíritu. Ariel entreabiertos los labios por serena son-
es el imperio de la razón y el senti- risa, todo en la actitud de Ariel acusaba
miento sobre los bajos estímulos de la admirablemente el gracioso arranque del
irracionalidad; es el entusiasmo gene- vuelo; y con inspiración dichosa, el arte
roso, el móvil alto y desinteresado en que había dado firmeza escultural a su
ia acción, la espiritualidad de la cultura, imagen, había acertado a conservar en
la vivacidad y la gracia de la inteligen- ella, al mismo tiempo, la apariencia se-
cia, el término ideal a que asciende la
selección humana, rectificando en el ráfica y la levedad ideal
hombre superior los tenaces vestigios de Próspero acarició, meditando, la fren-
Calibán, símbolo de sensualidad y de tor- te de la estatua; dispuso luego al grupo
peza, con el cincel perseverante de la juvenil en torno suyo; y con su firme
vida. voz—voz magistral, que tenía para fijar
La estatua, de real arte, reproducía la idea e insinuarse en las profundidades
al genio aéreo en el instante en que, del espíritu, bien la esclarecedora pe-
libertado por la magia de Próspero, va netración del rayo de luz, bien el golpe
a lanzarse a los aires para desvanecerse incisivo del cincel en el mármol, bien el
en un lampo. Desplegadas las alas; suel- toque impregnante del pincel en el lien-
ta y flotante la leve vestidura, que la zo o de la onda en la arena—, comenzó
caricia de la luz en el bronce damasqui- a decir, frente a una atención afectuosa:

[I

Necesidad de que cada generación entre a la vida activa con un


programa propio.—Belleza moral de la juventud; su papel en la
vida de las sociedades.—Los pueblos más fuertes y gloriosos son
los que reúnen las condiciones propias de la juventud.—-Ejemplo
de Grecia.—Necesidad de la «fe en la vida».—No debe confun-
dirse esta fe con un optimismo candido.—América necesita de
su juventud.}

Junto a la estatua que habéis visto pre- oratoria sagrada. Pienso también que el
sidir, cada tarde, nuestros coloquios de espíritu de la juventud es un terreno ge-
amigos, en los que he procurado despo- neroso donde la simiente de una palabra
jar a la enseñanza de toda ingrata aus- oportuna suele rendir, en corto tiempo,
teridad, voy a hablaros de nuevo, para los frutos de una inmortal vegetación.
que sea nuestra despedida como el sello Anhelo colaborar en una página del
estampado en un convenio de sentimien- programa que, al prepararos a respirar
tos y de ideas. el aire libre de la acción, formularéis,
Invoco a ARIEL como mi numen. Qui- sin duda, en la intimidad de vuestro es-
siera ahora para mi palabra la más sua- píritu, para ceñir a él vuestra personali-
ve
y persuasiva unción que ella haya dad moral y vuestro esfuerzo. Este pro-
tenido jamás. Pienso que hablar a la ju- grama propio—que algunas veces se for-
ventud sobre nobles y elevados motivos, ; muía y escribe; que se reserva otras
cualesquiera que sean, es un género de i para ser revelado en el mismo transcurso
208 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de la acción no falta nunca en el es- Las contemplaciones, de un «vestigio de


píritu de las agrupaciones y los pueblos sueño y un principio de pensamiento».
que son algo más que muchedumbres. La humanidad, renovando de genera-
Si con relación a la escuela de la volun- ción en generación su activa esperanza y
tad individual, pudo Goethe decir pro- su ansiosa fe en un ideal, al través de
fundamente que sólo es digno de la li- la dura experiencia de los siglos, hacía
bertad y la vida quien es capaz de con- pensar a Guyau en la obsesión de aque-
quistarlas día a día para sí, con tanta lla pobre enajenada cuya extraña y con-
más razón podría decirse que el honor movedora locura consistía en creer llega-
de cada generación humana exige que do, constantemente, el día de sus bo-
ella se conquiste, por la perseverante ac- das.—Juguete de su ensueño, ella ceñía
tividad de su pensamiento, por el es- cada mañana a su frente pálida la corona
fuerzo propio, su fe en determinada ma- de desposada y suspendía de su cabeza
nifestación del ideal y su puesto en la el velo nupcial. Con una dulce sonrisa,
evolución de las ideas. disponíase luego a recibir al prometido
Al conquistar los vuestros, debéis em- ilusorio, hasta que las sombras de la tar-
pezar por reconocer un primer objeto de de, tras el vano esperar, traían la descep-
fe, en vosotros mismos. La juventud que ción a su alma. Entonces tomaba un me-
vivís es una fuerza de cuya aplicación lancólico tinte su locura. Pero su inge-
sois los obreros y un tesoro de cuya in- nua confianza reaparecía con la aurora
versión sois responsables. Amad ese te- siguiente; y ya sin el recuerdo del desen-
soro y esa fuerza; haced que el altivo I canto pasado, murmurando: Es hoy
sentimiento de su posesión permanezca cuando vendrá, volvía a ceñirse la co-
ardiente y eficaz en vosotros. Yo os rona y el velo y a sonreír en espera de!
digo, con Renán: «La juventud es el des- i prometido.
cubrimiento de un horizonte inmenso, i Es así como, no bien la eficacia de
que es la vida.» El descubrimiento que I un ideal ha muerto, la humanidad vis-
revela las tierras ignoradas necesita com- j te otra vez sus galas nupciales para es-
pletarse por el esfuerzo viril que las so- i perar la realidad del ideal soñado con
juzga. Y ningún otro espectáculo puede i nueva fe, con tenaz y conmovedora lo-
imaginarse más propio para cautivar a ! cura. Provocar esa renovación, inaltera-
un tiempo el interés del pensador y el | ble como un ritmo de la Naturaleza, es
entusiasmo del artista, que el que pre- j en todos los tiempos la función y la obra
senta una generación humana que mar- i de la juventud. De las almas de cada
cha ai encuentro del futuro, vibrante con primavera humana está tejido aquel to-
la impaciencia de la acción, alta la fren- cado de novia. Cuando se trata de so-
te, en la sonrisa un altanero desdén del focar esta sublime terquedad de la es-
desengaño, colmada el alma por dulces peranza, que brota alada del seno de la
y remotos mirajes que derraman en ella j decepción, todos los pesimismos son va-
misteriosos estímulos, como las visiones : nos. Lo mismo los que se fundan en la
de Cipango y El Dorado en las crónicas i razón que los que parten de la experien-
heroicas de los conquistadores. I cia, han de reconocerse inútiles para con-
Del renacer de las esperanzas huma- I trastar el altanero no importa que surge
nas; de las promesas que fían eterna- : del fondo de la Vida. Hay veces en que,
mente al porvenir la realidad de lo me- ! por una aparente alteración del ritmo
jor, adquiere su belleza el alma que se I! triunfal, cruzan la historia humana ge-
entreabre al soplo de la vida, dulce e neraciones destinadas a personificar, des-
inefable belleza, compuesta, como lo es- i de la cuna, la vacilación y el desaliento.
taba la del amanecer para el poeta de i Pero ellas pasan—no sin haber tenido
OBRA ORIGINAL.-—3: ARIEL 209
quizá su ideal como las otras, en forma i mana, todos esos estímulos de Dios que
negativa y con amor inconsciente—; y I son aún nuestra inspiración y nuestro
de nuevo se ilumina en el espíritu de ia orgullo. Absorto en su austeridad hiera-
humanidad la esperanza en el Esposo an- tica, el país del sacerdote representaba,
helado, cuya imagen, dulce y radiosa en tanto, la senectud, que se concentra
como en los versos de marfil de los mís- para ensayar el reposo de la eternidad y
ticos, basta para mantener la animación aleja, con desdeñosa mano, todo fri-
y el contento de la vida, aun cuando volo sueño. La gracia, la inquietud, es-
nunca haya de encarnarse en la rea- tán proscritas de las actitudes de su al-
lidad. ma, como del gesto de sus imágenes la
La juventud, que así significa en el vida. Y cuando la posteridad vuelve las
alma de los individuos y la de las ge- i miradas a él, sólo encuentra una estéril,
neraciones luz, amor, energía, existe y | noción del orden presidiendo al desen-
lo significa también en el proceso evo-, | volvimiento de una civilización que vivió
lutivo de las sociedades. De los pueblos i para tejerse un sudario y para edificar
que sienten y consideran la vida como ;; sus sepulcros: la sombra de un compás
vosotros, serán siempre la fecundidad, la tendiéndose _sobre la esterilidad de la
fuerza, el dominio del porvenir.—Hubo i arena.
una vez en que los atributos de la juven- : Las prendas del espíritu joven—el en-
tud humana se hicieron, más que en nin- ; tusiasmo y la esperanza—corresponden,
guna otra, los atributos de un pueblo, ! en las armonías de la historia y la natu-
los caracteres de una civilización, y en ! raleza, al movimiento y a la luz—. Adon-
que un soplo de adolescencia encanta- j dequiera que volváis los ojos, las en-
dora pasó rozando la frente serena de i contraréis como el ambiente natural de-
una raza. Cuando Grecia nació, los dio- j todas las cosas fuertes y hermosas. Le-
ses le regalaron el secreto de su juventud vantadlos ai ejemplo más alto: —La idea
inextinguible. Grecia es el alma joven. cristiana, sobre la que aún se hace pe-
«Aquel que en Delfos contempla la api- sar-la acusación de haber entristecido
ñada muchedumbre de los jonios—dice la tierra proscribiendo la alegría del pa-
uno de los himnos homéricos—se imagi- ganismo, es una inspiración esencialmen-
na que ellos no han de envejecer ja- te juvenil mientras no se aleja de su
más.» Grecia hizo grandes cosas porque cuna. El cristianismo naciente es en la
^vo, de la juventud, la alegría, que es interpretación—que yo creo tanto más
e
l ambiente de ia acción, y el entusiasmo, verdadera cuanto más poética—de Re-
que es la palanca omnipotente. El sacer- nán, un cuadro de juventud inmarcesi-
dote egipcio con quien Solón habló en ble. De juventud del alma, o, lo que es
e
l templo de Sais decía al legislador ate- lo mismo, de un vivo sueño, de gracia,
niense, compadeciendo a los griegos por de candor, se compone el aroma divino
su volubilidad bulliciosa: ¡No sois sino que flota sobre las lentas jornadas del
unos niños! Y Michelet ha comparado Maestro al través de los campos de Ga-
la actividad del alma helena con un ¡ lilea; sobre sus prédicas, que se desen-
festivo juego a cuyo alrededor se agru- vuelven ajenas a toda penitente grave-
pan y sonríen todas las naciones del dad; junto a un lago celeste; en los va-
mundo. Pero de aquel divino juego de lles abrumados de frutos; escuchadas por
nulos sobre las playas del Archipiélago «las aves deí cielo» y «los lirios de los
^' a la sombra de los olivos de Jonia, campos», con que se adornan las pará-
nacieron el arte, la filosofía, el pensa- , bolas; propagando la alegría del «reino
miento libre, la curiosidad de ia inves- j de Dios» sobre una dulce sonrisa de la
íj
8'ación, ia conciencia de la dignidad hu- Naturaleza- -, De este cuadro dichoso es-
210 JOSÉ EMRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

tan ausentes los ascetas que acompaña- y corazón en quienes se reflejan tan des-
ban en la soledad las penitencias del consoladoras manifestaciones del espíritu
Bautista. Cuando Jesús habla de los que de nuestro tiempo como la del protago-
a él le siguen, los compara a los para- nista de A rebours o la del Robert Gres-
ninfos de un cortejo de bodas.—Y es la lou de Le disciple.—V&io comprobaba
impresión de aquel divino contento la el análisis, también, un lisonjero renaci-
que, incorporándose a la esencia de la ¡ miento de animación y de esperanza en
nueva fe, se siente persistir al través de | la psicología de la juventud de que suele
la Odisea de los evangelistas; la que hablarnos una literatura que es quizá
derrama en el espíritu de las primeras nuncio de transformaciones más hondas;
comunidades cristianas su felicidad can- i renacimiento que personifican los hé-
dorosa, su ingenua alegría de vivir; y I roes nuevos de Lemaítre, de Wizewa,
la que, al llegar a Roma con ios igno- de Rod, y cuya más cumplida represen-
rados cristianos del Transtevere, les abre tación lo sería tal vez el David Grieve
fácil paso en los corazones; porque ellos con que cierta novelista inglesa contem-
triunfaron oponiendo el encanto de su poránea ha resumido en un solo carácter
juventud interior—la de su alma embal- todas las penas y todas las inquietudes
samada por la libación del vino nuevo— ideales de varias generaciones, para solu-
a ía severidad de los estoicos y a la de- cionarlas en un supremo desenlace de
crepitud de los mundanos. serenidad y de amor,
Sed, pues, conscientes poseedores de ¿Madurará en la realidad esa esperan-
la fuerza bendita que lleváis dentro de za?—Vosotros, los que vais a pasar, como
vosotros mismos. No creáis, sin embar- \ el obrero en marcha a los talleres que
go, que ella esté exenta de malograrse le esperan, bajo el pórtico del nuevo si-
y desvanecerse, como un impulso sin ob- : glo, ¿reflejaréis quizá sobre el arte que
jeto, en la realidad. De la Naturaleza es os estudie imágenes más luminosas y
la dádiva del precioso tesoro; pero es ; triunfales que las que han quedado de
de las ideas que él sea fecundo, o se pro- nosotros? Si los tiempos divinos en que
digue vanamente, o fraccionado y disper- ' las almas jóvenes daban modelos para
so en las conciencias personales, no se ios dialoguistas radiantes de Platón sólo
manifieste en la vida de las sociedades ; fueron posibles en una breve primavera
humanas como una fuerza bienhechora. \ del mundo; si es fuerza «no pensar en
—Un escritor sagaz rastreaba, ha poco, i los dioses», corno aconseja la Forquias
en las páginas de la novela de nuestro i del segundo Fausto al coro de cautivas;
siglo—esa inmensa superficie especular ¿no nos será lícito, a lo menos, soñar con
donde se refleja toda entera la imagen la aparición de generaciones humanas
de la vida en los últimos vertiginosos ¡ que devuelvan a la vida un sentido
cien años—, la psicología, los estados del | ideal, un grande entusiasmo; en las que
alma de la juventud, tales como ellos \ sea un poder el sentimiento; en los que
han sido en las generaciones que van ) una vigorosa resurrección de las energías
desde los días de Rene hasta los que j de la voluntad ahuyente, con heroico cla-
han visto pasar a Des Esseintes.—Su ana- j mor, del fondo de las almas, todas las
lisis comprobaba una progresiva dismi- >cobardías morales que se nutren a los
nución de juventud interior y de ener- ¡ pechos de la decepción y de la duda?
gía, en la serie de personajes represen- i ¿Será de nuevo la juventud una realidad
tanvos que se inicia con los héroes, en- j de la vida colectiva, como lo es de la
ferinos, pero a menudo viriles y siempre j vida individual?
intensos de pasión, de los románticos, y ¡ Tal es la pregunta que me inquieta,
termina con los enervados de voluntad I mirándoos.--Vuestras primeras páginas,
OBRA ORIGINAL.-—3: ARIEL 211
las confesiones que nos habéis hecho ; llegase a nosotros, cualquiera resonan-
hasta ahora de vuestro mundo íntimo, ¡ cia del humano dolor, cualquier eco veni-
hablan de indecisión y de estupor a me- do de literaturas extrañas, que, por tris-
nudo; nunca de enervación, ni de un de- ; te o insano, ponga en peligro la fragi-
Unitivo quebranto de ía voluntad. Yo | lidad de su optimismo. Ninguna firme
sé bien que el entusiasmo es una sur- • educación de la inteligencia puede fun-
gente viva en vosotros. Yo sé bien que i darse en el aislamiento candoroso o en
las notas de desaliento y de dolor que i la ignorancia voluntaria, Todo problema
la absoluta sinceridad del pensamiento propuesto al pensamiento humano por
—virtud todavía más grande que la es- la Duda; toda sincera reconvención que
peranza—ha podido hacer brotar de las ' sobre Dios o la Naturaleza se fulmine,
torturas de vuestra meditación en las j del seno del desaliento y el dolor, tie-
tristes e inevitables citas de la Duda, no j nen derecho a que les dejemos llegar a
eran indicio de un estado de alma per- ¡ nuestra conciencia y a que los afronte-
manente ni significaron en ningún caso mos. Nuestra fuerza de corazón ha de
vuestra desconfianza respecto de ía éter- i probarse aceptando el reto de la Esfin-
na virtualidad de la Vida. Cuando un ! ge, y no esquivando su interrogación for-
grito de angustia ha ascendido del fon- : midable. —No olvidéis, además, que en
do de vuestro corazón, no lo habéis so- ciertas amarguras del pensamiento hay,
focado antes de pasar por vuestros la- j como en sus alegrías, la posibilidad de
bios, con la austera y muda altivez del ! encontrar un punto de partida para la
estoico en el suplicio, pero lo habéis j acción, hay a menudo sugestiones fe-
terminado con una invocación al ideal ; cundas. Cuando el dolor enerva; cuan-
que vendrá, con una nota de esperanza | do el dolor es la irresistible pendiente
mesiánica. que conduce al marasmo o el consejero
Por lo demás, al hablaros del entusias- pérfido que mueve a la abdicación de
mo y las esperanzas, como de altas y fe- la voluntad, la filosofía que le lleva en
cundas virtudes, no es mi propósito en- sus entrañas es cosa indigna de almas
señaros a trazar la línea infranqueable jóvenes. Puede entonces el poeta cali-
que separe el escepticismo de la fe, la ficarle de «indolente soldado que mili-
decepción de la alegría. Nada más lejos ta bajo las banderas de la muerte». Pero
de mi ánimo que la idea de confundií cuando lo que nace del seno del dolor
con los atributos naturales de la juven- es el anhelo varonil de la lucha para
tud, con la graciosa espontaneidad de su conquistar o recobrar el bien que él nos
alma, esa indolente frivolidad del pen- niega, entonces es un acerado acicate
samiento, que, incapaz de ver más que de la evolución, es el más poderoso im-
el motivo de un juego en la actividad, pulso de la vida; no de otro modo que
compra el amor y el contento de la vida como el hastío, para Helvecio, llega a
al precio de su incomunicación con todo ser la mayor y más preciosa de todas
lo que pueda hacer detener el paso ante las prerrogativas humanas, desde el mo-
la faz misteriosa y grave de las cosas. ,! mento en que, impidiendo enervarse
—No es ése el noble significado de la ¡ nuestra sensibilidad en los adormeci-
juventud individual, ni ése tampoco el j mientos del ocio, se convierte en el vigi-
de la juventud de los pueblos. —Yo he lante estímulo de la acción.
conceptuado siempre vano el propósito En tal sentido, se ha dicho bien que
de los que constituyéndose en avizores hay pesimismos que tienen la significa-
vigías del destino de América, en cus- j ción de un optimismo paradójico. Muy
¡.odios de su tranquilidad, quisieran so- j lejos de suponer la renuncia y la conde-
focar, con temeroso recelo, antes de que \ nación de la existencia, ellos propagan,
212 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

con su descontento de lo actual, la nece- tensas que debieran ser. Gastón Des-
sidad de renovarla. Lo que a la Huma- champs lo hacía notar en Francia, hace
nidad importa salvar contra toda nega- poco, comentando la iniciación tardía de
ción pesimista es, no tanto la idea de las jóvenes generaciones, en la vida pú-
ía relativa bondad de lo presente, sino blica y la cultura de aquel pueblo, y la
la de la posibilidad de llegar a un térmi- escasa originalidad con que ellas contri-
no mejor por el desenvolvimiento de la buyen al trazado de las ideas dominan-
vida, apresurado y orientado mediante tes. Mis impresiones del presente de Amé-
ei esfuerzo de los hombres. La fe en el rica, en cuanto ellas pueden tener un ca-
porvenir, la confianza en la eficacia del rácter general a pesar del doloroso ais-
esfuerzo humano, son el antecedente ne- lamiento en que viven los pueblos que
cesario de toda acción enérgica y de todo la componen, justificarían acaso una ob-
propósito fecundo. Tal es la razón por servación parecida. —Y, sin embargo, yo
la que he querido comenzar encarecién- creo ver expresada en todas partes la
doos la inmortal excelencia de esa fe necesidad de una activa revelación de
que, siendo en la juventud un instinto, fuerzas nuevas; yo creo que América
no debe necesitar seros impuesta por necesita grandemente de su juventud.
ninguna enseñanza, puesto que la encon- —He ahí por qué os hablo. He ahí por
traréis indefectiblemente dejando actuar qué me interesa extraordinariamente la
en el fondo de vuestro ser la sugestión orientación moral de vuestro espíritu. La
divina de la Naturaleza. energía de vuestra palabra y vuestro
Animados por ese sentimiento, entrad, ejemplo puede llegar hasta incorporar
pues, a la vida, que os abre sus hondos las fuerzas vivas del pasado a la obra
horizontes, con la noble ambición de ha- del futuro. Pienso con Michelet que el
cer sentir vuestra presencia en ella des- verdadero concepto de la educación no
de el momento en que la afrontéis con abarca sólo la cultura del espíritu de los
la altiva mirada del conquistador. Toca hijos por la experiencia de los padres,
al espíritu juvenil la iniciativa audaz, la sino también, y con frecuencia mucho
genialidad innovadora. —Quizá universal- más, la del espíritu de los padres por la
mente, hoy, la acción y la influencia de inspiración innovadora de los hijos.
la juventud son en la marcha de las so- Hablemos, pues, de cómo considera-
ciedades humanas menos efectivas e in- réis la vida que os espera.

[H

El hombre no debe desarrollar una sola faz de su espíritu,


sino su naturaleza entera.—Peligro de las civilizaciones avan-
zadas, indicado por Comte.—La hermosura de la vida de
Atenas depende de que supo producir el concierto de todas las
facultades humanas.—Necesidad de reservar una parte del
alma para las preocupaciones puramente ideales--Cuento sim-
bólico.—Ni la vida de los individuos, ni la vida de las socieda-
des, deben tener un objetivo único y exclusivo.}

La divergencia de las vocaciones per- ! disposición, una aptitud determinada, en


sonales imprimirá diversos sentidos a j el espíritu cíe cada uno de vosotros. -Loa
'vuestra actividad, y hará predominar una unos seréis hombres de ciencia; los otros
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 213
seréis hombres de arte; los oíros seréis de considerar más que ei único aspecto
hombres de acción. —Pero por encima de la realidad con que estén inmediata-
de ios afectos que hayan de vincularos mente en contacto, vivirán separados por
individualmente a distintas aplicaciones helados desiertos de los espíritus que,
y distintos modos de la vida, debe velar, dentro de la misma sociedad, se hayan
en io íntimo de vuestra alma, la con- adherido a otras manifestaciones de la
ciencia de la unidad fundamental de vida.
nuestra naturaleza, que exige que cada Lo necesario de la consagración parti-
individuo humano sea, ante todo y sobre cular de cada uno de nosotros a una ac-
todo otra cosa, un ejemplar no mutilado tividad determinada, a un solo modo de
de la humanidad, en el que ninguna no- cultura, no excluye, ciertamente, la ten-
ble facultad del espíritu quede oblitera- dencia a realizar, por la íntima armonía
da y ningún alto interés de todos pierda del espíritu, el destino común de los se-
su virtud comunicativa. Antes que jas res racionales. Esa actividad, esa cultura,
modificaciones de profesión y de cultura serán sólo la nota fundamental de la ar-
está el cumplimiento del destino común monía. —El verso célebre en que el es-
de ios seres racionales. «Hay una profe- clavo de la escena antigua afirmó que,
sión universal, que es la de hombre» ha pues era hombre, no le era ajeno nada
dicho admirablemente Guyau. Y Renán, de lo humano, forma parte de los gritos
recordando, a propósito de las civiliza- que, por su sentido inagotable, resonarán
ciones desequilibradas y parciales, que ¡ eternamente en la conciencia de la hu-
el fin de la criatura humana no puede manidad. Nuestra capacidad de compren-
ser exclusivamente saber, ni sentir, ni j der sólo debe tener por límite la imposi-
imaginar, sino ser real y enteramente hn- \ bilidad de comprender a los espíritus es-
mana, define el ideal de perfección a ¡ trechos. Ser incapaz de ver de la Natura-
que ella debe encaminar sus energías ¡ leza más que una faz; de las ideas e
como la posibilidad de ofrecer en un intereses humanos más que uno solo,
tipo' individual un cuadro abreviado de equivale a vivir envuelto en una sombra
la especie. de sueño horadada por un solo rayo de
Aspirad, pues, a desarrollar en lo posi- I luz. La intolerancia, el exclusivismo, que
ble, no un solo aspecto, sino la plenitud ! cuando nacen de ia tiránica absorción
de vuestro ser. No os encojáis de hom- j de un alto entusiasmo, deí desborde de
bros delante de ninguna noble y fecunda , un desinteresado propósito ideal, pueden,
manifestación de la naturaleza humana, merecer justificación, y aun simpatía, se
f pretexto de que vuestra organización convierten en la más abominable de las
individual os liga con preferencia a ma- inferioridades cuando, en el círculo de
nifestaciones diferentes. Sed espectado- la vida vulgar, manifiestan la limitación
res atentos allí donde no podáis ser ac- de un cerebro incapacitado para reflejar
tores. —Cuando cierto falsísimo y vulga- más que una parcial apariencia de las
rizado concepto de la educación, que la cosas.
imagina subordinada exclusivamente ai Por desdicha, es en los tiempos y las
fin utilitario se empeña en mutilar, por civilizaciones que han alcanzado una
medio de ese utilitarismo y de una espe- j completa y refinada cultura donde el pe-
cialización prematura, la integridad na- i ligro de esa limitación de los espíritus
tura! de los espíritus, y anhela proscribir I tiene una importancia más real y condu-
de la enseñanza todo elemento desinte- ] ce a resultados más temibles. Quiere, en
resa.do e ideal, no repara su.ficientemen- efecto, la ley de evolución, manifestán-
ie en ci peligro de preparar para el por- dose en la sociedad corno en la Naturale-
venir espíritus estrechos, que, incapaces i za por una creciente tendencia a la hete-
214 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

rogeneidad, que, a medida que la cultu- estructura social. —La belleza incompa-
ra general de las sociedades avanza, se rable de Atenas, lo imperecedero del mo-
limite correlativamente la extensión de delo legado por sus manos de diosa a la
las aptitudes individuales y haya de ce- admiración y el encanto de la humani-
ñirse el campo de acción de cada uno dad, nacen de que aquella ciudad de pro-
a una especialidad más restringida. Sin digios fundó su concepción de la vida en
dejar de constituir una condición necesa- el concierto de todas las facultades hu-
ria de progreso, ese desenvolvimiento del manas, en la libre y acordada expansión
espíritu de especialización trae consigo de todas las energías capaces de contri-
desventajas visibles, que no se limitan a buir a la gloria y al poder de los hom-
estrechar el horizonte de cada inteligen- bres. Atenas supo engrandecer a la vez
cia, falseando necesariamente su concep- el sentido de lo ideal y el de lo real, la
to del mundo, sino que alcanzan y perju- razón y el instinto, las fuerzas del espíri-
dican, por la dispersión de las afecciones tu y las del cuerpo. Cinceló las cuatro
y los hábitos individuales, al sentimiento faces del alma. Cada ateniense libre des-
de la solidaridad. —Augusto Comte ha se- cribe en derredor de sí, para contener su
ñalado bien este peligro de las civilizacio- acción, un círculo perfecto, en el que nin-
nes avanzadas. Un alto estado de perfec- gún desordenado impulso quebrantará la
cionamiento social tiene para él un grave graciosa proporción de la línea. Es atleta
inconveniente en la facilidad con que sus- y escultura viviente en el gimnasio, ciu-
cita la aparición de espíritus deformados dadano en el Pnix, polemista y pensador
y estrechos; de espíritus «muy capaces | en los pórticos. Ejercita su voluntad en
bajo un aspecto único y monstruosamen- i toda suerte de acción viril y su pensa-
te ineptos bajo todos los otros». El em- i miento en toda preocupación fecunda.
pequeñecimiento de un cerebro humano Por eso afirma Macaulay que un día dé-
por el comercio continuo de un solo gé- j la vida pública del Ática es más brillan-
ñero de ideas, por el ejercicio indefinido ] te programa de enseñanza que los que
de un solo modo de actividad, es para hoy calculamos para nuestros modernos
Comte un resultado comparable a la mí- centros de instrucción. —Y de aquel li-
sera suerte del obrero a quien la divi- bre y único florecimiento de la plenitud
sión del trabajo de taller obliga a con- de nuestra naturaleza, surgió el milagro-
sumir en la invariable operación de un griego, —una inimitable y encantadora-
detalle mecánico todas las energías de su mezcla de animación y de serenidad, una
vida, En uno y otro caso, el efecto moral primavera del espíritu humano, una son-
es inspirar una desastrosa indiferencia ' risa de la historia.
por el aspecto general de los intereses En nuestros tiempos, la creciente com-
de la humanidad. Y aunque esta especie plejidad de nuestra civilización privaría
de automatismo humano—agrega el pen- de toda seriedad al pensamiento de res-
sador positivista—no constituye felizmen- taurar esa armonía,
te sino la extrema influencia dispersiva los elementos de una sólo posible entre
graciosa sencillez.
del principio de especialización, su reali- Pero dentro de la misma
dad, ya muy frecuente, exige que se atri- nuestra cultura; dentro decomplejidadla
de
diferencia-
buya a su apreciación una verdadera im- ción progresiva de caracteres, de aptitu-
portancia (i). ; des, de méritos, que es la ineludible con-
No menos que a la solidez, daña esa ' secuencia del progreso en el desenvolvi-
influencia dispersiva a la estética de la ! miento social, cabe salvar una razonable
participación de todos en ciertas ideas y
(1) A. COMI'E: Coars de. phüosophic posiíive, sentimientos fundamentales que manten-
i. IV, p. 430, 2.» ed. [J. E. R,] gan la unidad y el concierto de la vida.
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 215
—en ciertos intereses del alma, ante los tos. Vivía su reino la candorosa infancia
cuales la dignidad del ser racional no de las tiendas de Ismael y los palacios de
consiente la indiferencia de ninguno de Pilos. La tradición le llamó después, en
nosotros. la memoria de los hombres, el rey hospi-
Cuando el sentido de la utilidad ma- talario. Inmensa era la piedad del rey,
terial y el bienestar domina en el carác- A desvanecerse en ella tendía, como por
ter de las sociedades humanas con la su propio peso, toda desventura. A su
energía que tiene en lo presente, los re- hospitalidad acudían lo mismo por blan-
sultados del espíritu estrecho y la cultu- co pan el miserable que el alma desolada
ra unilateral son particularmente funes- por el bálsamo de la palabra que acari-
tos a la difusión de aquellas preocupacio- cia. Su corazón reflejaba, como sensible
nes puramente ideales que, siendo obje- placa sonora, el ritmo de los otros. Su
to de amor para quienes les consagran palacio era la casa del pueblo. —Tocio
las energías más nobles y perseverantes era libertad y animación dentro de este
de su vida, se convierten en una remota, augusto recinto, cuya entrada nunca
y quizá no sospechada región, para una hubo guardas que vedasen. En los abier-
inmensa parte de los otros. —Todo géne- tos pórticos, formaban corro los pastores
ro de meditación desinteresada, de con- cuando consagraban a rústicos concier-
templación ideal, de tregua íntima, en la tos sus ocios; platicaban al caer la tarde
que los diarios afanes por la utilidad ce- los ancianos; y frescos grupos de muje-
dan transitoriamente su imperio a una res disponían, sobre trenzados juncos,
mirada noble y serena tendida de lo alto las flores y los racimos de que se com-
de la razón sobre las cosas, permanece ponía únicamente el diezmo real. Mer-
ignorado, en el estado actual de las so- caderes de Ofir, buhoneros de Damasco,
ciedades humanas, para millones de al- cruzaban a toda hora las puertas anchu-
mas civilizadas y cultas, a quienes la in- rosas, y ostentaban en competencia, ante
fluencia de la educación o la costumbre las miradas del rey, las telas, las jo-
reduce al automatismo de una actividad, yas, los perfumes. Junto a su trono repo-
en definitiva, material. —Y bien: este saban los abrumados peregrinos. Los pá-
género de servidumbre debe considerarse jaros se citaban al mediodía para recoger
la más triste y oprobiosa de todas las las migajas de su mesa; y con el alba,
condenaciones morales. Yo os ruego que los niños llegaban en bandas bulliciosas
os defendáis, en la milicia de la vida, al pie del lecho en que dormía el rey de
contra ía mutilación de vuestro espíritu barba de plata y le anunciaban la pre-
Por la tiranía de un objetivo único e sencia del sol. —Lo mismo a los seres
interesado. No entreguéis nunca a la uti- sin ventura que a las cosas sin alma al-
lidad o a la pasión sino una parte de canzaba su liberalidad infinita. La Natu-
vosotros. Aun dentro de la esclavitud raleza sentía también la atracción de su
material, hay la posibilidad de salvar la llamado generoso; vientos, aves y plan-
libertad interior: la de la razón y el sen- tas parecían buscar—como en el mito de
timiento. No tratéis, pues, de justificar, Orfeo y en la leyenda de San Francisco
por la absorción del trabajo o el cómba- de Asís—la amistad humana en aquel
le, la esclavitud de vuestro espíritu. oasis de hospitalidad. Del germen caído
al acaso brotaban y florecían, en las
Encuentro el símbolo de lo que debe junturas de los pavimentos y los muros,
ser nuestra alma en un cuento que evoco los alhelíes de las ruinas, sin que una
de un empolvado rincón de mi memoria. mano cruel los arrancase ni los hollara
--Era un rey patriarcal, en el Oriente in- un pie maligno. Por las francas ventanas
determinado e ingenuo donde gusta ha- se tendían al interior de las cámaras del
-er nido la alegre bandada de los cuen-
216 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

rey las enredaderas osadas y curiosas, | guraba que, aun cuando a nadie fuera:
Los fatigados vientos abandonaban lar- I dado acompañarle hasta allí, su hospita-
gamente sobre el alcázar real su carga lidad seguía siendo en el misterioso se-
de aromas y armonías. Empinándose des- guro tan generosa y grande como siem-
de el vecino mar, como si quisieran ce- pre, sólo que los que él congregaba den-
ñirle en un abrazo, le salpicaban las olas I tro de sus muros discretos eran convi-
con su espuma. Y una libertad paradisial, dados impalpables y huéspedes sutiles.
una inmensa reciprocidad de confianzas, En él soñaba, en él se libertaba de la
mantenían por dondequiera la animación realidad, el rey legendario; en él sus
de una fiesta inextinguible... miradas se volvían a lo interior y se bru-
Pero dentro, muy dentro; aislada del. j ñían en la meditación sus pensamientos
alcázar ruidoso por cubiertos canales; i como las guijas lavadas por la espuma;
oculta a la mirada vulgar—como la «per- | en él se desplegaban sobre su noble fren-
dida iglesia» de Uhland en lo esquivo ¡ te las blancas alas de Psiquis... Y luego,
del bosque—al cabo de ignorados sende- ; cuando la muerte vino a recordarle que
ros, una misteriosa sala se extendía, en :! él no había sido sino un huésped más en
ia que a nadie era lícito poner la planta, su palacio, la impenetrable estancia que-
sino al mismo rey, cuya hospitalidad se ! dó clausurada y muda para siempre;
trocaba en sus umbrales en la aparien- i para siempre abismada en su reposo in-
cia de ascético egoísmo. Espesos muros i finito; nadie la profanó jamás, porque
ia rodeaban. Ni un eco del bullicio ex- i nadie hubiera osado poner la planta irre-
terior; ni una nota escapada al concierto i verente allí donde el viejo rey quiso es-
de la Naturaleza, ni una palabra despren- \ tar solo con sus sueños y aislado en Ja
dida de labios de los hombres, lograban ¡ última Thule de su alma.
traspasar el espesor de los sillares de 1 Yo doy al cuento el escenario ele vues-
pórfido y conmover una onda del aire j tro reino interior. Abierto con una salu-
en la prohibida estancia. Religioso silen- { dable liberalidad, como la casa del mo-
cio velaba en ella la castidad del aire ' narca confiado, a todas las corrientes del
dormido. La luz, que tamizaban esmal- i mundo, exista en él, al mismo tiempo, la
tadas vidrieras, llegaba lánguida, medido I celda escondida y misteriosa que deseo-
el paso por una inalterable igualdad, y se i nozcan los huéspedes profanos y que a
diluía, como copo de nieve que invade un j nadie más que a la razón serena perte-
nido tibio, en la calma de un ambiente nezca. Sólo cuando penetréis dentro del
celeste.—Nunca reinó tan honda paz; ni inviolable seguro podréis llamaros, en
en oceánica gruta, ni en soledad nemo- realidad, hombres libres. No lo son quie-
rosa.—Alguna vez—cuando la noche era nes, enajenando insensatamente el do-
diáfana y tranquila—abriéndose a modo minio de sí a favor de la desordenada
de dos valvas de nácar la artesonada te- pasión o el interés utilitario, olvidan que,
chumbre, dejaba cernerse en su lugar la según el sabio precepto de Montaigne,
magnificencia de las sombras serenas. En nuestro espíritu puede ser objeto de
el ambiente flotaba como una onda in- préstamo, pero no de cesión.-—Pensar,
disipable la casta esencia del nenúfar, el soñar, admirar: he ahí los nombres de
perfume sugeridor del adormecimiento los sutiles visitantes de mi celda. Los
penseroso y de la contemplación del pro- antiguos los clasificaban dentro de su
pio ser. Graves cariátides custodiaban las j noble inteligencia del ocio, que ellos te-
puertas de marfil en la actitud del silen- j nían por el más elevado empleo de una
ciario. En los testeros, esculpidas imáge- : existencia verdaderamente racional, íden-
nes hablaban de idealidad, de ensimisma- i tíñeándolo con la libertad del pensa-
miento, de reposo...—-Y el viejo rey ase- ¡ miento emancipado de todo innoble yugo.
ÜBRA ORIGINAL.—3; ARIEL 217
£1 ocio noble era la inversión del tiempo Ninguna función particular debe preva-
que oponían, como expresión de la vida lecer jamás sobre esa finalidad suprema.
superior, a la actividad económica. Vincu- Ninguna fuerza aislada puede satisfacer
lada exclusivamente a esa alta y aristo- los fines racionales de la existencia indi-
crática idea del reposo su concepción de vidual, como no puede producir el orde-
la dignidad de la vida, el espíritu clásico nado concierto de la existencia colectiva.
encuentra su corrección y su complemen- Así como la deformidad y el empequeñe-
to en nuestra moderna creencia en la cimiento son, en el alma de los indivi-
dignidad del trabajo útil; y entrambas duos, el resultado de un exclusivo objeto
atenciones del alma pueden componer, impuesto a la acción y un solo modo de
en ía existencia individual, un ritmo so- cultura, la falsedad de lo artificial vuel-
bre cuyo mantenimiento necesario nunca ve efímera la gloria de las sociedades que
será inoportuno insistir.—La escuela es- han sacrificado el libre desarrollo de su
toica, que iluminó el ocaso de la antigüe-
dad como por un anticipado resplandor sensibilidad y su pensamiento, ya a la
del cristianismo, nos ha legado una sen- actividad mercantil, como en Fenicia; ya
cilla y conmovedora imagen de la salva- a la guerra, corno en Esparta; ya al mis-
ción de la libertad interior, aun en me- ticismo, como en el terror del milenario;
dio a ios rigores de la servidumbre, en ía ya a la vida de sociedad y de salón, como
hermosa figura de Cleanío; de aquel en la Francia: del siglo xvin.—Y preser-
Cleanto que, obiigado a emplear la fuer- vándoos contra toda mutilación de vues-
za de sus brazos de atleta en sumergir tra naturaleza moral, aspirando a la ar-
el cubo de una fuente y mover la piedra moniosa expansión de vuestro ser en
de un molino, concedía a la meditación todo noble sentido, pensad al mismo
las treguas del quehacer miserable y tra- tiempo en que la más fácil y frecuente
zaba, con encallecida mano, sobre las pie- de las mutilaciones es, en el carácter ac-
dras del camino, las máximas oídas de tual de las sociedades humanas, la que
labios de Zenón. Toda educación racio- obliga al alma a privarse de ese género
nal, todo perfecto cultivo de nuestra na- de vida interior, donde tienen su ambien-
turaleza, tomarán por punto de partida te propio todas las cosas delicadas y no-
la posibilidad de estimular en cada uno bles que, a la intemperie de la realidad,
de nosotros la doble actividad que sim- quema el aliento de la pasión impura y
boliza Cleanto. el interés utilitario proscribe: ¡la vida
Una vez más: el principio fundamen- de que son parte la meditación desinte-
tal de vuestro desenvolvimiento, vuestro resada, la contemplación ideal, el ocio
leraa en la vida, deben ser mantener la antiguo, la impenetrable estancia de mi
integridad de vuestra condición humana. cuento!

[III
Importancia del sentimiento de lo bello para la educación del
espíritu.—Su relación con la moralidad.—Ejemplos históricos.—
Importancia de la cultura estética en el carácter de los pueblos
y como medio de propagar las ideas.]
Así como el primer impulso de la pro-1 contra la que os prevengo comenzará por
fonación será dirigirse a lo más sagrado sacrificar lo más delicado del espíritu.
"'-£-1 santuario, la regresión vulgarizadora : -De todos los elementos superiores de
218 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

la existencia racional, es el sentimiento zaría a proponer la cultura de ios senti-


de lo bello, la visión clara de la herrao- ¡ mientos estéticos como un alto interés
sura de las cosas, el que más fácilmente | de todos.—Si a nadie es dado renunciar
marchita la aridez de la vida limitada a ¡ a la educación del sentimiento moral,
la invariable descripción del círculo vul- j este deber trae implícito el de disponer
gar, convirtiéndole en el atributo de una • el alma para la clara visión de la belleza.
minoría que lo custodia, dentro de cada j Considerad al educado sentido de lo bello
sociedad humana, como el depósito de | el colaborador más eficaz en la forma-
un precioso abandono. La emoción de j ción de un delicado instinto de justicia.
belleza es el sentimiento de las idealida- j La dignificación, el ennoblecimiento in-
des como el esmalte del anillo. El efecto terior, no tendrá nunca artífice más ade-
del contacto brutal por ella empieza fa- cuado. Nunca la criatura humana se ad-
talmente, y es sobre ella como obra de herirá de más segura manera al cumpli-
modo más seguro. Una absoluta indife- miento del deber que cuando, además de
rencia llega a ser, así, el carácter normal, sentirle como una imposición, le sienta
con relación a lo que debiera ser univer- estéticamente como una armonía. Nunca
sal amor de las almas. No es más intensa ella será más plenamente buena que
la estupefacción del hombre salvaje, en cuando sepa, en las formas con que se
presencia de los instrumentos y las for- manifieste activamente su virtud, respe-
mas materiales de la civilización, que la tar en los demás el sentimiento de lo
que experimenta un número relativamen- hermoso.
te grande de hombres cultos frente a los Cierto es que la santidad del bien pu-
actos en que se revele el propósito y el rifica y ensalza todas las groseras apa-
hábito de conceder una seria realidad a riencias. Puede él indudablemente reali-
la relación hermosa de la vida. zar su obra sin darle el prestigio exte-
El argumento del apóstol traidor ante rior de la hermosura. Puede el amor ca-
el vaso de nardo derramado inútilmente ritativo llegar a la sublimidad con me-
sobre la cabeza del Maestro es, todavía, dios toscos, desapacibles y vulgares. Pero
una de las fórmulas del sentido común. : no es sólo más hermosa, sino mayor, la
La superfluidad del arte no vale para la caridad que anhela transmitirse en las
masa anónima los trescientos denarios. formas de lo delicado y lo selecto; por-
Si acaso la respeta, es como a un culto que ella añade a sus dones un beneficio
esotérico. Y, sin embargo, entre todos más, una dulce e inefable caricia que no
los elementos de educación humana que se sustituye con nada y que realza el
pueden contribuir a formar un amplio y j bien que se concede, como un toque de
noble concepto de la vida, ninguno jus- luz.
tincaría más que el arte un interés uni- Dar a sentir lo hermoso es obra de mi-
versal, porque ninguno encierra—según sericordia. Aquellos que exigirían que el
la tesis desenvuelta en elocuentes pági- bien y la verdad se manifestasen invaria-
nas de Schiller—la virtualidad de una j blemente en formas adustas y severas,.
cultura más extensa y completa, en el i me han parecido siempre amigos traido-
sentido de prestarse a un acordado es-1 res del bien y la verdad. La virtud es tam-
tímulo de todas las facultades del alma. ! bién un género de arte, un arte divino;
Aunque el amor y la admiración de la j ella sonríe maternalmente a las Gracias»
belleza no respondiesen a una noble es- j —La enseñanza que se proponga fijar en
pontaneidad del ser racional y no tuvie- ' los espíritus la idea del deber, como la
ran, con ello, suficiente valor para ser j de la más seria realidad, debe tender a.
cultivados por sí mismos, sería un moti- j hacerla concebir al misino tiempo come
va superior de moralidad el que autorí- í la más alta poesía.—Guyau, que es rey
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 219
en las comparaciones hermosas, se vale sueño, porque la conciencia del deber le
de una insustituible para expresar este dará, con la visión clara de lo bueno, la
doble objeto de la cultura moral. Recuer- complacencia de lo hermoso,
da el pensador ios esculpidos respaldos En el alma del redentor, del misionero,
del cono de una gótica iglesia, en los del filántropo, debe exigirse también en-
que la madera labrada bajo la inspira- tendimiento de hermosura, hay necesidad
ción de la fe, presenta, en una faz, esce- i de que colaboren ciertos elementos del
nas de una vida de santo, y en la otra i genio del artista. Es inmensa la parte
faz, ornamentales círculos de flores. Por ! que corresponde al don de descubrir y
tal manera, a cada gesto del santo, sig- [ revelar la íntima belleza de las ideas, en
nificativo de su piedad o su martirio; a la eficacia de las grandes revoluciones
cada rasgo de su fisonomía o su actitud, j morales. Hablando de la más alta de ro-
corresponde, del opuesto lado, una coro- das, ha podido decir Renán profunda-
la o un pétalo. Para acompañar la re- | mente que «la poesía del precepto, que
presentación simbólica del bien, brotan, j le hace amar, significa más que el pre-
ya un lirio, ya una rosa. Piensa Guyau cepto mismo, tomado como verdad abs-
que no de otro modo debe estar enculpi- ¡ tracta». La originalidad de la obra de Je-
da nuestra alma; y él mismo, el dulce sus no está, efectivamente, en la acep-
maestro, ¿no es por la evangélica hermo- 1 ción literal de su doctrina—puesto que
sura de su genio de apóstol, un ejemplo ' ella puede reconstituirse tocia entera sin
de esa viva armonía? I salir de la moral de la Sinagoga, buscán-
Yo creo indudable que el que ha apren- ! doía desde el Deuteronomio hasta el Tal-
dido a distinguir de ío delicado lo vul- ! mud—, sino en haber hecho sensible, con
gar, lo feo de lo hermoso, lleva hecha ¡ su. prédica, ía poesía del precepto, es de-
media jornada para distinguir lo malo de • cir, su belleza íntima,
lo bueno. No es, por cierto, el buen gus- ; Pálida gloria será la de las épocas y las
to, como querría cierto liviano áilettan- | comuniones que menosprecien esa rela-
tismo moral, el único criterio para apre- ción estética de su vida o de su propa-
ciar la legitimidad de las acciones huma- ganda. El ascetismo cristiano, que no
nas; pero menos debe considerársele, supo encarar más que una sola faz del
con el criterio de un estrecho ascetismo, ideal, excluyó de su concepto de la per-
una tentación del error y una sirte enga- I fección todo lo que hace a la vida ama-
ñosa. No lo señalaremos nosotros como j ble, delicada y hermosa; y su espíritu
ía senda misma del bien; sí como un i estrecho sirvió para que el instinto in-
camino paralelo y cercano que mantiene domable de la libertad, volviendo en una
muy aproximados a ella el paso y la mi- de esas arrebatadas reacciones del espí-
rada del viajero. A medida que la huma- ritu humano, engendrase, en la Italia del
nidad avance, se concebirá más clara- I Renacimiento, un tipo de civilización que
mente la ley moral como una estética de consideró vanidad el bien moral y sólo
ia conducta. Se huirá del mal y del error creyó en la virtud de la apariencia fuerte
como de una disonancia; se buscará lo i y graciosa. El puritanismo, que persiguió
bueno como el placer de una armonía. { toda belleza y toda selección intelectual;
Cuando la severidad estoica de Kant ins- que veló indignado la casta desnudez de
pira, simbolizando el espíritu de su ética, ¡ las estatuas; que profesó la afectación de
ias austeras palabras: «Dormía, y soñé • la fealdad en las maneras, en el traje, en
que la vida era belleza; desperté, y ad- los discursos; la secta triste que, impo-
vertí que ella es deber», desconoce que, i niendo su espíritu desde el Parlamento
•i[ c¡ deber es la realidad suprema, en i inglés, mandó extinguir las fiestas que
"Ha puede hallar realidad el objeto de su i manifestasen alegría y segar los árboles
220 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que diesen flores—tendió junto a la vir- j nosa alegría de la antigüedad; imaginar-


tud, al divorciarla del sentimiento de lo se que el Evangelio se propaga otra vez
bello, una sombra de muerte que aún no ! en Tesalónica y Filipos.
ha conjurado enteramente Inglaterra, y ! Cultivar el buen gusto no significa sólo
que dura en las menos amables manifes- | perfeccionar una forma exterior de la
taciones de su religiosidad y sus costum- j cultura, desenvolver una actitud artísti-
bres.—Macaulay declara preferir la gro- ca, cuidar, con exquisitez superflua, una
sera «caja de plomo» en que los purita- elegancia de la civilización. El buen gus-
nos guardaron el tesoro de la Jibertad, to es «una rienda firme del criterio».
ai primoroso cofre esculpido en que la Martha ha podido atribuirle exactamente
corte de Carlos II hizo acopio de sus re- la significación de una segunda concien-
finamientos. Pero como ni la libertad ni cia que nos orienta y nos devuelve a la
la virtud necesitan guardarse en caja de luz cuando la primera se oscurece y va-
plomo, mucho más que todas las severi- cila. El sentido delicado de la belleza es,
dades de ascetas y de puritanos, valdrán para Bagehot, un aliado del tacto seguro
siempre, para la educación de la huma- de la vida y de la dignidad de las cos-
nidad, la gracia del ideal antiguo, la mo- tumbres. «La educación del buen gusto
ral armoniosa de Platón, el movimiento —agrega el sabio pensador—se dirige a
pulcro y elegante con que la mano de favorecer el ejercicio del buen sentido,
Atenas tomó, para llevaría a los labios, | que es nuestro principal punto de apoyo
la copa de la vida. i en la complejidad de la vida civilizada.»
La perfección de la moralidad humana Si algunas veces veis unida esa educa-
consistiría en infiltrar el espíritu de la | ción, en el espíritu de los individuos y
caridad en los moldes de la elegancia ! las sociedades, al extravío del sentimíen-
griega. Y esta suave armonía ha tenido ! to o la moralidad, es porque en tales ca-
en el mundo una pasajera realización. ! sos ha sido cultivada como fuerza aisla-
Cuando la palabra del cristianismo na- i da y exclusiva, imposibilitándose de ese
ciente llegaba con San Pablo al seno de I modo el efecto de perfeccionamiento mo-
las colonias griegas de Macedonia, a Te- ' ral que ella puede ejercer dentro de un
salónica y Filipos, y el Evangelio, aun j orden de cultura en el que ninguna fa-
puro, se difundía en el alma de aquellas i cuitad del espíritu sea desenvuelta pres-
sociedades finas y espirituales, en las \ cindiendo de su relación con las otras.—
que el sello de la cultura helénica man- ( En el alma que haya sido objeto de una
tenía una encantadora espontaneidad de I estimulación armónica y perfecta, la gra-
distinción, pudo creerse que los dos idea- I cia íntima y la delicadeza del sentimien-
les más altos de la historia iban a en- | to de lo bello serán una misma cosa con
lazarse para siempre. En el estilo episto- la fuerza y la rectitud de la razón. No de
lar de San Pablo queda la huella de otra manera observa Taine que, en las
aquel momento en que la caridad se he- grandes obras de la arquitectura antigua,
leniza. Este dulce consorcio duró poco. la belleza es una manifestación sensible
La armonía y la serenidad de la concep- de la solidez, la elegancia se identifica
ción pagana de la vida se apartaron cada 1 con la apariencia de la fuerza: «Las mis-
vez más de la idea nueva que marchaba j mas líneas del Partenón que halagan a la
entonces a la conquista del mundo. Pero i mirada con proporciones armoniosas,
para concebir la manera como podría | contentan a la inteligencia con promesas
señalarse al perfeccionamiento moral de i de eternidad,»
Ja humanidad un paso adelante, sería ¡ Hay una relación orgánica, una natural
necesario soñar que el ideal cristiano se 1 y estrecha simpatía, que vincula a las
reconcilia de nuevo con la serena y himi- I subversiones del sentimiento y de la vo-
OBRA ORIGINA]-.—i: ARIEL 221
luntacl con las falsedades y las violen- el efecto ennoblecedor de la libertad;
cias del mal gusto. Si nos fuera dado la esclavitud afea al mismo tiempo que
penetrar en el misterioso laboratorio de envilece; la conciencia de su armonioso
las almas y se reconstruyera la historia desenvolvimiento imprime a las razas li-
íntima de las del pasado para encontrar bres el sello exterior de la hermosura.
la fórmula de sus definitivos caractez^es En el carácter de los pueblos, los do-
morales, sería un interesante objeto de nes derivados de un gusto fino, el domi-
estudio determinar la parte que corres- nio de las formas graciosas, la delicada,
ponde entre los factores de la refinada aptitud de interesar, la virtud de hacer
perversidad de Nerón, al germen de his- amables las ideas, se identifican, además,,
trionismo monstruoso depositado en el con el «genio de la propaganda»—es de-
alma de aquel cómico sangriento por la cir, con el don poderoso de la universa-
retórica afectada de Séneca. Cuando se lidad. Bien sabido es que, en mucha
evoca la oratoria de ia Convención, y el parte, a la posesión de aquellos atribu-
hábito de una abominable perversión re- tos escogidos debe referirse la significa-
tórica se ve aparecer por todas partes, ción humana que el espíritu francés
como la piel felina del jacobinismo, es acierta a comunicar a cuanto elige y con-
imposible dejar de relacionar, como íos sagra.—Las ideas adquieren alas potentes
radios que parten de un mismo centro, y veloces, no en el helado seno de la
como los accidentes de una misma insa- abstracción, sino en el luminoso y cálido
nia, el extravío del gusto, el vértigo del ambiente de la forma. Su superioridad
sentido moral y la limitación fanática de de difusión, su prevalencia a veces, de-
la razón. penden de que las Gracias las hayan ba-
Indudablemente, ninguno más seguro ñado con su luz. Tal así, en las evolucio-
entre los resultados de la estética que el nes de la vida, esas encantadoras exterio-
que nos enseña a distinguir, en la esfera ridades de la naturaleza, que parecen
de lo relativo, lo bueno y lo verdadero, representar, exclusivamente, la dádiva de
de lo 'hermoso, y a aceptar ía posibili- una caprichosa superfluidad—la música,
dad de una belleza deí mal y del error. el pintado plumaje de las aves; y como-
Pero no se necesita desconocer esta ver- reclamo para el insecto propagador del
dad, definitivamente verdadera, p a r a polen fecundo, el matiz de las flores, su
creer en el encadenamiento simpático de perfume—, han desempeñado, entre los
todos aquellos altos fines del alma, y elementos de la concurrencia vital, una
considerar a cada uno de ellos como el función realísima; puesto que significan-
Punto de partida, no único, pero sí más do una superioridad de motivos, una ra-
se
guro, de donde sea posible dirigirse al zón de preferencia, para las atracciones
encuentro de los otros. del amor, han hecho prevalecer, dentro
de cada especie, a los seres mejor dota-
La idea de un superior acuerdo entre dos de hermosura sobre los menos ven-
el buen gusto y el sentido moral es, pues, tajosamente dotados.
exacta, lo mismo en el espíritu de los in-
dividuos que en el espíritu de las socieda- Para un espíritu en que exista el amor
des. Por lo que respecta a estas últimas, instintivo de lo bello, hay, sin duda, cier-
esa relación podría tener su símbolo en to género de mortificación en resignarse
| a que Rosenkranz afirmaba existir entre a defenderle por medio de una serie de
a
"bertad y el orden moral, por una par» argumentos que se funden en otra razón,
-e* y por la otra la belleza de las formas en otro principio, que el mismo irrespon-
unirían as como un resultado del desarro- sable y desinteresado amor de la belle-
po ^íe las razas en el tiempo, Esa belleza za, en la que halla su satisfacción uno de
L1
Pica refleja, para el pensador hegeliano, los impulsos fundamentales de la exis-
222 JOSÉ ENRIQUB RODO—OBRAS COMPLETAS

tencia racional Infortunadamente, este lo anatematizaban en nombre de una tra-


motivo superior pierde su imperio sobre dición popular que consideraba elemen-
un inmenso número de hombres, a quie- tos irreconciliables, y destinados fatídica-
nes es necesario enseñar el respeto de- mente a la discordia, el agua y el fuego.—
bido a ese amor del cual no participan, El criterio común abunda en la creencia
revelándoles cuáles son las relaciones de enemistades parecidas.—Si os propo-
que lo vinculan a otros géneros de inte- néis vulgarizar el respeto por lo hermoso,
reses humanos.™Para elio, deberá luchar-
se muy a menudo con el concepto vulgar empezad por hacer comprender la posibi-
de estas relaciones. En efecto, todo lo lidad de un armónico concierto de todas
que tienda a suavizar los contornos del las legítimas actividades humanas, y ésa
carácter social y las costumbres; a agu- será más fácil tarea que la de convertir
zar el sentido de la belleza; a hacer del directamente el amor de la hermosura,
gusto una delicada impresionabilidad del por ella misma, en atributo de la mul-
espíritu y de la gracia una forma univer- titud.
sal de la actividad, equivale, para el cri- Para que la mayoría de los hombres
terio de muchos devotos de lo severo o no se sientan inclinados a expulsar a las
de lo útil, a menoscabar el temple varonil golondrinas de la casa, siguiendo el con-
y heroico de las sociedades, por una par- sejo de Pitágoras, es necesario argumen-
te, su capacidad utilitaria y positiva, por tarles, no con la gracia monástica del ave
la otra.—He leído en Los trabajadores ni su leyenda de virtud, sino con que la
del mar que, cuando un buque de vapor permanencia de sus nidos no es en mane-
surcó por primera vez las ondas del canal ra alguna inconciliable con la seguridad
de la Mancha, los campesinos de Jersey de los tejados.

[IV

Causas del utilitarismo del siglo.—Este utilitarismo ha prepa-


rado el terreno para idealismos futuros.—¿Debe creerse que la
democracia conduce al utilitarismo?—Opinión de- Renán.—Exa-
men de esta opinión.—Peligros de la democracia.—Importancia
de esta cuestión en las sociedades de América.—Necesidad de
que predomine en las sociedades la calidad sobre el número —
El gobierno de las mediocridades; su odio contra toda noble
superioridad.—Verdadero concepto de la igualdad democrática.—
Siendo absurdo pensar en destruir esta igualdad, sólo cabe pen-
sar en educar el espíritu de la democracia para que dominen
los mejores.—La democracia bien entendida es el ambiente más
propio para la cultura intelectual.]

A la concepción de la vida racional opone—como norma de la conducta hu-


que se funda en el libre y armonioso des- mana—la concepción utilitaria, por la
envolvimiento de nuestra naturaleza, e cual nuestra actividad, toda entera, se
incluye, por lo tanto, entre sus fines orienta en relación a la inmediata fina-
esenciales, el que se satisface con la con- lidad del interés.
templación sentida de lo hermoso, se La inculpación de utilitarismo estre-
UBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 223

dio que suele dirigirse ai espíritu de I cíón vulgar.—Sobre la democracia pesa la


nuestro siglo, en nombre del ideal, y con | acusación de guiar a la humanidad, me-
rigores de anatema, se funda, en parte, j diocrizándola, a un Sacro Imperio del
sobre el desconocimiento de que sus ti- i utilitarismo. La acusación se refleja con
tánicos esfuerzos por la subordinación de vibrante intensidad en las páginas—para
las fuerzas de la naturaleza a la volun- mí siempre llenas de un sugestivo encan-
tad humana y por la extensión del bien- ; to—del más amable entre los maestros
estar material, son un trabajo necesario 1 del espíritu moderno: en las seductoras
que preparará, como el laborioso enri- I páginas de Renán, a cuya autoridad ya
quecimiento de una tierra agotada, la flo- j me habéis oído varias veces referirme y
rescencia de idealismos futuros. La tran- i de quien pienso volver a hablaros a me-
sitoria predominancia de esa función de i nudo.—Leed a Renán, aquellos de vos-
utilidad, que ha absorbido a la vida agi- otros que lo ignoréis todavía, y habréis
tada y febril de estos cien años sus más de amarle como yo.—Nadie como él me
potentes energías, explica, sin embargo parece, entre los modernos, dueño de ese
—ya que no las justifique—, muchas nos- arte de «enseñar con gracia», que Anato-
talgias dolorosas, muchos descontentos y le Franco considera divino. Nadie ha
agravios de la inteligencia, que se tradu- acertado como él a hermanar, con la
cen bien por una melancólica y exaltada ironía, la piedad. Aun en el rigor del
idealización de lo pasado, bien por una análisis, sabe poner la unción del sacer-
desesperanza cruel del porvenir. Hay, por dote. Aun cuando enseña a dudar, su
ello, un fecundísimo, un bienaventurado ! suavidad exquisita tiende una onda bal-
pensamiento, en el propósito de cierto ! sámica sobre la duda. Sus pensamientos
grupo de pensadores de las últimas ge- ¡ suelen dilatarse, dentro de nuestra alma,
neraciones—entre los cuales sólo quiero i con ecos tan inefables y tan vagos, que
citar una vez más la noble figura de Gu- 1 hacen pensar en una religiosa música de
yau—que han intentado sellar la reconci- j ideas. Por su infinita comprensibilidad
liación definitiva de las conquistas del si- I ideal, acostumbran las clasificaciones de
glo con'la renovación de muchas viejas I la crítica personificar en él el alegre es-
devociones humanas, y que han inverti- j cepticismo de los düettanti que convier-
do en esa obra bendita tantos tesoros de I ten en traje de máscara la capa del filó-
amor como de genio. i sofo; pero si alguna vez intimáis dentro
Con frecuencia habréis oído atribuir a ' de su espíritu, veréis que la tolerancia
dos causas fundamentales eí desborde del ' vulgar de los escépticos se distingue de
espíritu de utilidad que da su nota a la [ su tolerancia como la hospitalidad galan-
fisonomía moral del siglo presente, con te de un salón del verdadero sentimiento
menoscabo de la consideración estética de la caridad.
Y desinteresada de la vida. Las revelacio- , Piensa, pues, el maestro, que una alta
nes de la ciencia de la naturaleza—que, preocupación por los intereses ideales de
según intérpretes, ya adversos, ya favora- '1 la especie es opuesta del todo al espíritu
bles a ellas, convergen a destruir toda de la democracia. Piensa que la concep-
idealidad por su base—son la una; la uni- ! ción de la vida, en una sociedad donde
ve
rsal difusión y el triunfo de las ideas ese espíritu domine, se ajustará progresi-
democráticas, la otra. Yo me propongo vamente a la exclusiva persecución del
hablaros exclusivamente de esta última | bienestar material como beneficio propa-
causa; porque confío en que vuestra pri- gable al mayor número de personas. Se-
mera iniciación en las revelaciones de la j gún él, siendo la democracia la entroni-
!
'-iencia lia sido dirigida como para pre- j zación de Calibán, Ariel no puede menos
servaros del peligro de una interpreta» I que ser el vencido de ese triunfo.—Abun-
224 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS

dan afirmaciones semejantes a éstas de cia de estímulos desinteresados, el gusto,


Renán, en la palabra de muchos de los el arte, la suavidad de las costumbres, el
más caracterizados representantes que sentimiento de admiración por todo per-
los intereses de la cultura estética y la severante propósito ideal y de acatamien-
selección del espíritu tienen en el pensa- to a toda noble supremacía, serán como
miento contemporáneo. Así, Bourget se debilidades indefensas allí donde la igual-
inclina a creer que el triunfo universal dad social que ha destruido las jerar-
de las instituciones democráticas hará quías imperativas e infundadas no las
perder a la civilización en profundidad i sustituya con otras, que tengan en la in-
lo que le hace ganar en extensión. Ve su ; fluencia moral su único modo de domi-
forzoso término en el imperio de un in- nio y su principio en una clasificación
dividualismo mediocre. «Quien dice de- racional.
mocracia—agrega el sagaz autor de An- Toda igualdad de condiciones es en el
drés Comélís—dice desenvolvimiento pro- orden de las sociedades, como toda ho-
gresivo de las tendencias individuales y mogeneidad en el de la Naturaleza, un
disminución de la cultura.»—Hay, en la equilibrio inestable. Desde el momento
cuestión que plantean estos juicios seve- en que haya realizado la democracia su
ros, un interés vivísimo, para los que obra de negación, con el allanamiento
amamos—al mismo tiempo—, por con- de las superioridades injustas, la igual-
vencimiento, la obra de la Revolución, dad conquistada no puede significar para
que en nuestra América se enlaza además ella sino un punto de partida. Resta la
con las glorias de su Génesis; y por ins- afirmación. Y lo afirmativo de la demo-
tinto, la posibilidad de una noble y selec- cracia y su gloria consistirán en suscitar,
ta vida espiritual que en ningún caso por eficaces estímulos, en su seno, la
haya de ver sacrificada su serenidad au- revelación y el dominio de las verdaderas
gusta a los caprichos de la multitud.— superioridades humanas.
Para afrontar eí problema, es necesario Con relación a las condiciones de la
empezar por reconocer que cuando la vida de América, adquiere esta necesidad
democracia no enaltece su espíritu por de precisar el verdadero concepto de
la influencia de una fuerte preocupación nuestro régimen social, un doble imperio,
ideal que comparta su imperio con la El presuroso crecimiento de nuestras de-
preocupación de los intereses materiales, mocracias por la incesante agregación de
ella conduce fatalmente a la privanza una enorme multitud cosmopolita; por la
de la mediocridad, y carece, más que afluencia inmigratoria, que se incorpora
ningún otro régimen, de eficaces barre- a un núcleo aun débil para verificar un
ras con las cuales asegurar dentro de activo trabajo de asimilación y encauzar
un ambiente adecuado la inviolabilidad el torrente humano con los medios que
de la alta cultura. Abandonada a sí mis- ofrecen la solidez secular de la estructu-
ma—sin la constante rectificación de una ra social—el orden político seguro y los
activa autoridad moral que la depure y elementos de una cultura que haya arrai-
encauce sus tendencia en el sentido de gado íntimamente—nos expone en el por-
ia dignificación de la vida—, la demo- venir a los peligros de la degeneración
cracia extinguirá gradualmente toda idea democrática, que ahoga bajo la fuerza
de superioridad que no se traduzca en ciega del número toda noción de calidad;
una mayor y más osada aptitud para que desvanece en la conciencia de las so-
las luchas del interés, que son entonces ciedades todo justo sentimiento del or-
la forma más innoble de las brutalidades den; y que, librando su ordenación jerár-
de la fuerza.—La selección espiritual, el quica a la torpeza del acaso, conduce
enaltecimiento de la vida por la presen- forzosamente a hacer triunfar las más
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 225
injustificadas e innobles de las supre- te de un cerebro de genio, ni de la acu-
macías. mulación de muchas virtudes mediocres
Es indudable que nuestro interés egoís- el equivalente de un rasgo de abnegación
ta debería llevarnos—a falta de virtud—a o de heroísmo.—Al instituir nuestra de-
ser hospitalarios. Ha tiempo que la su- ! mocracía la universalidad y la igualdad
prema necesidad de colmar el vacío mo- | de derechos, sancionaría, pues, el predo-
ral del desierto hizo decir a un publicis- | minio innoble del número, sí no cuidase
ta ilustre que, en América, gobernar es j de mantener muy en alto la noción de
poblar—Vero esta fórmula famosa en- las legítimas superioridades humanas, y
cierra una verdad contra cuya estrecha de hacer, de la autoridad vinculada al
interpretación es necesario prevenirse, voto popular, no la expresión del sofisma
porque conduciría a atribuir una incon- de la igualdad absoluta, sino, según las
dicional eficacia civilizadora al valor palabras que recuerdo de un joven pu-
cuantitativo de la muchedumbre—Gober- blicista francés, «la consagración de la
nar es poblar, asimilando, en primer jerarquía, emanando de la libertad»,
término; educando y seleccionando, des- La oposición entre el régimen de la de-
pués.—Si la aparición y el florecimiento, mocracia y la alta vida del espíritu es
en la sociedad, de las más elevadas acti- una realidad fatal cuando aquel régimen
vidades humanas, de las que determinan significa el desconocimiento de las des-
la alta cultura, requieren como condición igualdades legítimas y la sustitución de
indispensable la existencia de una pobla- la fe en el heroísmo—en el sentido de
ción cuantiosa y densa, es precisamente Carlyle—por una concepción mecánica
porque esa importancia cuantitativa de de gobierno.—Todo lo que en la civili-
la población, dando lugar a la más com- zación es algo más que un elemento de
pleja división del trabajo, posibilita la superioridad material y de prosperidad
formación de fuertes elementos dirigen- económica, constituye un relieve que no
tes que 'hagan efectivo el dominio de la tarda en ser allanado cuando la autori-
calidad sobre el número.—La. multitud, dad moral pertenece al espíritu de la me-
la masa anónima, no es nada por sí mis- dianía.—En ausencia de la barbarie irrup-
ma. La multitud será un instrumento de tora que desata sus hordas sobre los fa-
barbarie o de civilización según carezca ros luminosos de la civilización, con he-
o no del coeficiente de una alta dirección roica, y a veces regeneradora, grandeza,
moral. Hay una verdad profunda en el la alta cultura de las sociedades debe
fondo de la paradoja de Emerson que precaverse contra la obra mansa y disol-
e
^lge que cada país del globo sea juzga- vente de esas otras hordas pacíficas, aca-
do según la minoría y no según la ma- so acicaladas; las hordas inevitables de
yoría de sus habitantes. La civilización la vulgaridad—cuyo Atila podría personi-
de un pueblo adquiere su carácter, no de j ficarse en M. Homais; cuyo heroísmo es
^s manifestaciones de su prosperidad o la astucia puesta al servicio de una re-
" e su. grandeza material, sino de las su- pugnancia instintiva hacia lo grande;
periores maneras de pensar y de sentir cuyo atributo es el rasero nivelador.—
Que dentro de ella son posibles; y ya ob- Siendo la indiferencia inconmovible y la
servaba Comte, para mostrar cómo en superioridad cuantitativa, las manifesta-
cuestiones de intelectualidad, de morali- ciones normales de su fuerza, no son por
dad, de sentimiento, sería insensato pre- eso incapaces de llegar a la ira épica y
tender que la calidad pueda ser sustituí- de ceder a los impulsos de la acometivi-
'-'-a en ningún caso por el número, que ni dad. Charles Morice las llama entonces
c
'e la acumulación de muchos espíritus «falanges de Prudhommes feroces que
vulgares se obtendrá jamás el equivalen- tienen por lema la palabra mediocridad

UODO,
226 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COA1PLETAS

y marchan animadas por el odio de lo dréis entonces la hostilidad rencorosa e


extraordinario». implacable contra todo lo hermoso, con-
Encumbrados, esos Prudhommes harán tra todo lo digno, contra todo lo delica-
de su voluntad triunfante una partida de do, del espíritu humano, que repugna,
caza organizada contra todo lo que ma- todavía más que el bárbaro derrama-
nifieste la aptitud y el atrevimiento del miento de la sangre, en la tiranía jaco-
vuelo. Su fórmula social será una demo- | bina; que, ante su tribunal, convierte en
cracia que conduzca a la consagración | culpas la sabiduría de Lavoisier, el genio
del pontífice «Cualquiera», a la corona- | de Chénier, la dignidad de Malesherbes;
ción del monarca «Uno de tantos», Odia- | que, entre los gritos habituales en la
rán en el mérito una rebeldía. En sus convención, hace oír las palabras:— ¡Des-
dominios toda noble superioridad se ha- confiad de ese hombre, que ha hecho
llará en las condiciones de la estatua de un libro!; y que refiriendo el ideal de la
mármol colocada a la orilla de un cami- sencillez democrática al primitivo estado
no fangoso, desde el cual le envía un la- de naturaleza de Rousseau, podría elegir
tigazo de cieno el carro que pasa. Ellos el símbolo de la discordia que establece
llamarán al dogmatismo del sentido vul- entre la democracia y la cultura en la
gar sabiduría; gravedad, a la mezquina viñeta con que aquel sofista genial hizo
aridez del corazón; criterio sano, a la acompañar la primera edición de su fa-
adaptación perfecta a lo mediocre; y des- mosa diatriba contra las artes y las cien-
preocupación viril, al mal gusto.—Su cias en nombre de la moralidad de las
concepción de la justicia los llevaría a costumbres: un sátiro imprudente que
sustituir, en la historia, la inmortalidad pretendiendo abrazar, ávido de luz, la
del grande hombre, bien con la identidad antorcha que lleva en su mano Prometeo,
de todos en el olvido común, bien con la oye al titán filántropo ¡que su fuego es
memoria igualitaria de Mitrídates, de mortal a quien le toca!
quien se cuenta que conservaba en el re- La ferocidad igualitaria no ha manifes-
cuerdo los nombres de todos sus solda- tado sus violencias en el desenvolvimien-
dos. Su manera de republicanismo se to democrático de nuestro siglo, ni se ha
satisfaría dando autoridad decisiva al opuesto en formas brutales a la sereni-
procedimiento probatorio de Fox, que dad y la independencia de la cultura in-
acostumbraba experimentar sus proyec- telectual. Pero, a la manera de una bes-
tos en el criterio del diputado que le pa- tia feroz en cuya posteridad domesticada
recía la más perfecta personificación del hubiérase cambiado la acometividad en
country-gentleman, por la limitación de mansedumbre artera e innoble, el iguali-
sus facultades y la rudeza de sus gustos. tarismo, en la forma mansa de la ten-
Con ellos se estará en las fronteras de la dencia a lo utilitario y lo vulgar, puede
zoocracia, de que habló una vez Baude- ser un objeto real de acusación contra la
laire. La Titania de Shakespeare, ponien- ! democracia del siglo xix. No se ha dete-
do un beso en la cabeza asinina, podría ¡ nido ante ella ningún espíritu delicado y
ser el emblema de la Libertad que otor- sagaz a quien no hayan hecho pensar an-
ga su amor a los mediocres. Jamás, por gustiosamente algunos de sus resultados
medio de una conquista más fecunda ; en el aspecto social y en el político. Ex-
podrá llegarse a un resultado más fatal. i pulsando con indignada energía, del es-
Embriagad al repetidor de las irreve- : píritu Iraniano, aquella falsa concepción
rencias de la medianía, que veis pasar I de la igualdad que sugirió los delirios
por vuestro lado; íentadle a hacer de de la Revolución, el alto pensamiento
héroe; convertid su apacibilidad. buro- contemporáneo ha mantenido, al mismo
crática en vocación de redentor, --y ten- tiempo, sobre la realidad y sobre la teo-
OBRA ORIGINAL.—3. ARIEL 227
ría de la democracia, una inspección se- arte, que es donde el sentido de lo selec-
vera, que os permite a vosotros, los que to tiene su más natural adaptación, vi-
colaboraréis en la obi~a del futuro, fijar bran con honda resonancia las notas que
vuestro punto de partida, no ciertamente acusan el sentimiento, que podríamos lla-
para destruir, sino para educar, el espí- mar de extrañeza, del espíritu, en medio
ritud del régimen que encontráis en pie. de las modernas condiciones de la vida.
Desde que nuestro siglo asumió perso- Para escucharlas, no es necesario apro-
nalidad e independencia en la evolución ximarse al parnasianismo de estirpe de<
de las ideas, mientras el idealismo ale- licada y enferma, a quien un aristocráti-
mán rectificaba la utopía igualitaria de co desdén de lo presente llevó a la re-
la filosofía del siglo XVIII y sublimaba, si clusión en lo pasado. Entre las inspira-
bien con viciosa tendencia cesarista, el ciones constantes de Flaubert—de quien
papel reservado en la historia a la supe- se acostumbra derivar directamente la
rioridad individual, el positivismo de más democratizada de las escuelas lite-
Comte, desconociendo a la igualdad de- rarias—, ninguna más intensa que el odio
mocrática otro carácter que el de «un de la mediocridad envalentonada por la
disolvente transitorio de las desigualda- nivelación y de la tiranía irresponsable
des antiguas» y negando con igual con- del número.—Dentro de esa contemporá-
vicción la eficacia definitiva de la sobe- nea literatura del Norte, en la cual la
ranía popular, buscaba en los principios preocupación por las altas cuestiones so-
de las clasificaciones naturales el funda- ciales es tan viva, surge a menudo la ex-
mento de la clasificación social que ha- presión de la misma idea, del mismo sen-
bría de sustituir a las jerarquías recien- timiento; Ibsen desarrolla la altiva aren-
temente destruidas.—La crítica de la rea- ga de su Stockmann alrededor de la afir-
lidad democrática toma formas severas mación de que «las mayorías compacías
en la generación de Taine y de Renán. son el enemigo más peligroso de la li-
Sabéis que a este delicado y bondadoso bertad y la verdad»; y el formidable
ateniense sólo complacía la igualdad de Nietzsche opone al ideal de una humani-
aquel régimen social, siendo, como en dad mediatizada la apoteosis de las al-
Atenas, «una igualdad de semidioses». En mas que se yerguen sobre el nivel de la
cuanto a Taine, es quien ha escrito los humanidad como una viva marea.—El
Orígenes de ¡a Francia contemporánea; anhelo vivísimo por una rectificación del
y si, por una parte, su concepción de la espíritu social que asegure a la vida de
sociedad como un organismo, le conduce la heroicidad y el pensamiento un am-
lógicamente a rechazar toda idea de uni- biente más puro de dignidad y de justi-
l°rmidad que se oponga al principio de cia, vibra hoy por todas partes, y se di-
l&s dependencias y las subordinaciones ría que constituye uno de los fundamen-
orgánicas, por otra parte su finísimo ins- tales acordes que este ocaso de siglo pro-
umo de selección intelectual le lleva a pone para las armonías que ha de com-
dominar de la invasión de las cumbres poner el siglo venidero.
y o r la multitud. La gran voz de Carlyle Y, sin embargo, el espíritu de la de-
"j-abía predicado ya, contra toda nivela- mocracia es, esencialmente para nuestra
ora
irreverencia, la veneración del he- civilización, un principio de vida contra
>oisino, entendiendo por tal ei culto de el cual sería inútil rebelarse. Los descon-
Cu
alquier noble superioridad. Emerson tentos sugeridos por las imperfecciones
:'a e s a v o z en el seno de la más po- de su forma histórica actual, han llevado
•^avista de las democracias, La ciencia a menudo a la injusticia con lo que aquel
aucva habla de selección como de una régimen tiene de definitivo y de fecundo,
necesidad, de todo progreso. Dentro del Así, el aristocratismo sabio de Renán
228 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

formula la más explícita condenación del los ojos de la razón, la cifra del valor
principio fundamental de la democracia: humano.
la igualdad de derechos; cree a este prin- La educación popular adquiere, consi-
cipio irremisiblemente divorciado de to- derada en relación a tal obra, como siem-
do posible dominio de la superioridad pre que se la mira con el pensamiento
intelectual; y llega hasta a señalar en él, del porvenir, un interés supremo (1). Es
con una enérgica imagen, das antipodas en la escuela, por cuyas manos procura-
de las vías de Dios—puesto que Dios no mos que pase la dura arcilla de las mu-
ha querido que todos viviesen en el mis- chedumbres, donde está la primera y
mo grado la vida del espíritu»,—Estas más generosa manifestación de la equi-
paradojas injustas del maestro, comple- dad social, que consagra para todos la
mentadas por su famoso ideal de una accesibilidad del saber y de los medios
oligarquía omnipotente de hombres sa- más eficaces de superioridad. Ella debe
bios, son comparables a la reproducción complementar tan noble cometido, ha-
exagerada y deformada, en el sueño, de ciendo objetos de una educación prefe-
un pensamiento real y fecundo que nos rente y cuidadosa el sentido del orden,
ha preocupado en la vigilia.™Desconocer la idea y la voluntad de la justicia, el
la obra de la democracia, en lo esencial, sentimiento de las legítimas autoridades
porque, aún no terminada, no ha llegado morales.
a conciliar definitivamente su empresa de Ninguna distinción más fácil de con-
igualdad con una fuerte garantía social fundirse y anularse en el espíritu del
ele selección, equivale a desconocer la pueblo que la que enseña que la igualdad
obra, paralela y concorde, de la ciencia, democrática puede significar una igual
porque interpretada con el criterio estre- posibilidad, pero nunca una igual reali-
cho de una escuela, ha podido dañar al- dad, de influencia y de prestigio, entre
guna vez al espíritu de religiosidad o al los miembros de una sociedad organiza-
espíritu de poesía.—La democracia y la da. En todos ellos hay un derecho idén-
ciencia son, en efecto, los dos insustitui- tico para aspirar a las superioridades
bles soportes sobre los que nuestra civi- morales que deben dar razón y funda-
lización descansa; o, expresándolo con mento a las superioridades efectivas;
una frase de Bourget, las dos «obreras» pero sólo a los que han alcanzado real-
de nuestros destinos futuros. «En ellas mente la posesión de las primeras debe
somos, vivimos, nos movemos.» Siendo, ser concedido el premio de las últimas.
pues, insensato pensar, como Renán, en El verdadero, el digno concepto de la
obtener una consagración más positiva igualdad, reposa sobre el pensamiento de
de todas las superioridades morales, la que todos los seres racionales están do-
realidad de una razonada jerarquía, el tados por naturaleza de facultades capa-
dominio eficiente de las altas dotes de ces de un desenvolvimiento noble. El
la inteligencia y de la voluntad, por la deber del Estado consiste en colocar a
Destrucción de la igualdad democrática, todos ios miembros de la sociedad en
sólo cabe pensar en la educación de la indistintas condiciones de tender a su
democracia y su reforma. Cabe pensar ¡ perfeccionamiento. El deber del Estado
en que progresivamente se encarnen, en
los sentimientos del pueblo y sus cos- (1) «Plus l'instruction se répand, plus elle
tumbres, la idea de las subordinaciones doít faire de part aux idees genérales et géné-
necesarias, la noción de las superiorida- reuses. On croit que rinstruciion populaire doit
des verdaderas, el culto consciente y es- étre ierre á ierre. C'est le coníraire qui esí I?.
pontáneo de todo ío que multiplica; a vérite.» (FOCÍLLÉB; L'idée moderno dti droit, li-
bro V, IV. ¡7. E, R.]J
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 229
consiste en predisponer los medios pro- to libre de los asociados. Ella consagra,
pios para provocar, uniformemente, la como las aristocracias, la distinción de
revelación de las superioridades huma- calidad; pero la resuelve a favor de las
nas, dondequiera que existan. De tal calidades realmente superiores—las de la
manera, más allá de esta igualdad ini- virtud, el carácter, el espíritu—, y sin
cial, toda desigualdad estará justificada, pretender inmovilizarlas en clases cons-
porque será la sanción de las misteriosas tituidas aparte de las otras, que manten-
elecciones de la Naturaleza o del esfuer- gan a su favor el privilegio execrable de
zo meritorio de la voluntad.—Cuando se la casta, renueva sin cesar su aristocra-
la concibe de este modo, la igualdad de- cia dirigente en las fuentes vivas del pue-
mocrática, lejos de oponerse a la selec- blo y la hace aceptar por la justicia y el
ción de las costumbres y de las ideas, es amor. Reconociendo, de tal manera, en
el más eficaz instrumento de selección la selección y la predominancia de los
espiritual, es el ambiente providencial, de mejores dotados una necesidad de todo
la cultura. La favorecerá todo lo que fa- progreso, excluye de esa ley universal de
vorezca al predominio de ía energía in- la vida, al sancionarla en el orden de la
teligente. No en distinto sentido pudo sociedad, el efecto de humillación y de
afirmar Tocqueville que la poesía, la dolor que es, en las concurrencias de la
elocuencia, las gracias del espíritu, los naturaleza y en las de las otras organi-
fulgores ele la imaginación, la profundi- zaciones sociales, el duro lote del venci-
dad del pensamiento, «todos esos dones do. «La gran ley de la selección natural
del alma, repartidos por el cielo al aca- —ha dicho luminosamente Fouülée—con-
so», fueron colaboradores en ía obra de tinuará realizándose en el seno de las
la democracia, y la sirvieron, aun cuando sociedades humanas, sólo que ella se
se encontraron de parte de sus adversa- realizará de más en más por vía de li-
rios, porque convergieron tocios a poner bertad.»—El carácter odioso de las aris-
de relieve la natural, la no heredada tocracias tradicionales se originaba de
grandeza,'de que nuestro espíritu es ca- que eran injustas, por su fundamento,
paz.—La emulación, que es el más pode- y opresoras, por cuanto su autoridad era
roso estímulo entre cuantos pueden so- una imposición. Hoy sabemos que no
breexcitar, lo mismo la vivacidad del existe otro límite legítimo para la igual-
Pensamiento que la de las demás acti- dad humana que el que consiste en el
vidades humanas, necesita, a ía vez, de dominio de la inteligencia y la virtud,
T consentido por 3a libertad de todos. Pero
'•a igualdad en el punto de partida, para sabemos también que es necesario que
Producirse, y de la desigualdad que este límite exista en realidad.—Por otra
Ventajará a los más aptos y mejores, parte, nuestra concepción cristiana de la
como objeto final. Sólo un régimen de- vida nos enseña que las superioridades
mocrático puede conciliar en su seno morales, que son un motivo de derechos,
esa
s dos condiciones de la emulación, son principalmente un motivo de debe-
cuando no degenera en nivelador igua- res, y que todo espíritu superior se debe
-••'tarismo y se limita a considerar como a los demás en igual proporción que los
™ hermoso ideal de perfectibilidad una excede en capacidad de realizar el bien.
luturd. equivalencia de los hombres por El anti-ígualitarismo de Nietzsche—que
511 as
censión al mismo grado de cultura. tan profundo sarco señala en la que po-
_ ^-«ciorialmente concebida, la democra- dríamos llamar nuestra moderna litera-
c a
) admite siempre un imprescriptible tura de ideas—ha. llevado a su poderosa
^•mento aristocrático, que consiste en reivindicación de ios derechos que él
establecer la superioridad de los meio- considera implícitos en las superiorida-
>c$, asegurándola sobre el consentimien-
230 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

des humanas un abominable, un reac- | me y primitiva todo el impulso ascenden-


cionario espíritu; puesto que, negando te de las formas orgánicas; que manifies-
toda fraternidad, toda piedad, pone en I ta el poderoso papel que en nuestra vida
el corazón del superhombre a quien en- ! psíquica es necesario atribuir a los fenó-
diosa un menosprecio satánico para los • menos más inaparentes y más vagos, aun
desheredados y los débiles; legitima en a las fugaces percepciones de que no te-
los privilegiados de la voluntad y de la nemos conciencia; y que, llegando a la
fuerza el ministerio del verdugo; y con sociología y a la historia, restituye al
lógica resolución llega, en último térmi- heroísmo, a menudo abnegado, de las
no, a afirmar que «la sociedad no existe muchedumbres, la parte que le negaba el
para sí sino para sus elegidos».—No es, silencio en la gloria del héroe individual,
ciertamente, esta concepción monstruo- y hace patente la lenta acumulación de
sa la que puede oponerse, como lábaro, las investigaciones que, al través de los
al falso igualitarismo que aspira a la ni- | siglos, en la sombra, en el taller, o el
velación de todos por la común vulgari- I laboratorio de obreros olvidados, prepa-
dad. Por fortuna, mientras exista en el 1 ran los hallazgos del genio,
mundo la posibilidad de disponer dos j Pero a la vez que manifiesta así la in-
trozos de madera en forma de cruz—es : mortal eficacia del esfuerzo colectivo, y
decir: siempre—, ¡la humanidad seguirá dignifica la participación de los colabo-
creyendo que es el amor el fundamento radores ignorados en la obra universal,
de todo orden estable y que la superio- ' la ciencia muestra cómo, en la inmensa
ridad jerárquica en el orden no debe ser sociedad de las cosas y los seres, es una
sino una superior capacidad de amar! i necesaria condición de todo progreso el
Fuente de inagotables inspiraciones ¡ orden jerárquico; son un principio de la
morales, la ciencia nueva nos sugiere, al j vida las relaciones de dependencia y de
esclarecer las leyes de la vida, cómo el subordinación entre los componentes in-
principio democrático puede conciliarse, dividuales de aquella sociedad y entre los
en la organización de las colectividades elementos de la organización del indivi-
humanas, con una aristarquia de la mo- ¡ dúo; y es, por último, una necesidad in-
ralidad y la cultura.—Por una parte—co- i herente a la ley universal de imitación,
mo lo ha hecho notar, una vez más, en \ si se la relaciona con el perfeccionamien-
un simpático libro, Henri Bérenger—, las ! to de las sociedades humanas, la presen-
afirmaciones de la ciencia contribuyen a ¡ cia, en ellas, de modelos vivos e influyen-
sancionar y fortalecer en la sociedad el ! tes, que las realcen por la progresiva ge-
espíritu de la democracia, revelando i neralización de su superioridad.
cuánto es el valor natural del esfuerzo
colectivo; cuál la grandeza de la obra de Para mostrar ahora cómo ambas ense-
los pequeños; cuan inmensa la parte de ñanzas universales de la ciencia pueden
acción reservada al colaborador anónimo : traducirse en hechos, concillándose, en la
y oscuro en cualquiera manifestación del organización y en el espíritu de la socie-
desenvolvimiento universal. Realza, no dad, basta insistir en la concepción de
menos que la revelación cristiana, la dig- una democracia noble, justa; de una de-
nidad de los humildes, esta nueva reve- mocracia dirigida por la noción y el sen-
lación, que atribuye, en la naturaleza, a miento de las verdaderas superioridades
la obra de los infinitamente pequeños, a humanas; de una democracia en la cual
la labor del nummulite y el briozoo en el | la supremacía de la inteligencia y la vir-
fondo oscuro del abismo, la construcción : tud—únicos límites para la equivalencia
de los cimientos geológicos; que hace meritoria de los hombres -reciba su au-
surgir de la vibración de la célula infor- 1 toridad y su prestigio de la libertad, y
OBRA ORIGLVAL.™3: ARIEL 23 f

descienda sobre las multitudes en la efu- peto religioso del genio, viciados por
sión bienhechora del amor. cierto aristocrático desdén de los humil-
Al mismo tiempo que concillará aque- des y los débiles. El porvenir sintetizará
llos dos grandes resultados de la obser- ambas sugestiones del pasado, en una
vación del orden natural, se realizará, fórmula inmortal. La democracia, enton-
dentro de una sociedad semejante—se- ces, habrá triunfado definitivamente. ¡Y
gún lo observa, en el mismo libro de que ella, que, cuando amenaza con lo innoble
os hablaba, Berénger—, la armonía de del rasero nivelador justifica las protes-
los dos impulsos históricos que han co- tas airadas y las amargas melancolías
municado a nuestra civilización sus ca- de los que creyeron sacrificados por su
racteres esenciales, los principios regu- triunfo toda distinción intelectual, todo
ladores de su vida.—Del espíritu del cris- ensueño de arte, toda delicadeza de la
tianismo nace, efectivamente, el senti- vida, tendrá aún más que las viejas aris-
miento de igualdad, viciado por cierto tocracias, inviolables seguros para el cul-
ascético menosprecio de la selección es- tivo de las flores del alma que se mar-
piritual y la cultura. De la herencia de chitan y perecen en el ambiente de la
las civilizaciones clásicas nacen el senti- vulgaridad y entre las impiedades del
do del orden, de la jerarquía, y el res- tumulto!

[V

Los Estados Unidos como representantes del espíritu utilitario


y de la democracia mal entendida,—La imitación de su ejemplo;
peligros e inconvenientes de esa imitación.—Los pueblos no
deben renunciar en ningún caso a la originalidad de su carácter
para convertirse en imitadores serviles.—Crítica de ¡a civiliza-
ción norteamericana.—Sus méritos, su grandeza —Cita de Spen-
car.—El defecto radical de esa civilización consiste en que no
persigue otro ideal que el engrandecimiento de los intereses
materiales.—Exagera iodos los defectos del carácter inglés-
Carece de verdadero sentimiento artístico. No cultiva la ciencia
sino como un medio de llegar a las aplicaciones útiles.—Su
intelectualidad está en completa decadencia.—La moralidad de
Franklin; consecuencias del utilitarismo en moral.—La vida polí-
tica de los norteamericanos.—Predominio de los Estados del
Oeste.—Aspiración de los Estados Unidos a la hegemonía de la
civilización contemporánea.—Vanidad de esa aspiración.—Rela-
ción entre los bienes materiales o positivos y los bienes intelec-
tuales y morales.—Resumen: la civilización norteamericana no
puede servir de tipo o modelo único.}

J-a concepción utilitaria, como idea i marse, en Europa, el espíritu de ameri-


í-eí destino humano, y la igualdad en lo j canismo.—Es imposible meditar sobre
mediocre, como norma de la proporción : ambas inspiraciones de la conducta y la
Ricial, componen, íntimamente relaciona- | sociabilidad, y compararías con las que
v
-&s, ía fórmula de lo que ha solido lia- les son opuestas, sin que la asociación
232 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

traiga, con insistencia, a la mente, la No doy yo a tales límites el sentido de


imagen de esa democracia formidable y una absoluta negación.—Comprendo bien
fecunda que, allá en el Norte, ostenta las que se adquieran inspiraciones, luces, en-
manifestaciones de su prosperidad y su señanzas, en el ejemplo de los fuertes; y
poder, como una deslumbradora prueba no desconozco que una inteligente aten-
que abona en favor de la eficacia de sus I ción fijada en lo exterior para reflejar en
instituciones y de la dirección de sus \ todas partes la imagen de lo beneficioso
ideas.—8i ha podido decirse del utilita- ' y de lo útil es singularmente fecunda
rismo que es .el verbo del espíritu inglés, ; cuando se trata de pueblos que aún for-
los Estados Unidos pueden ser conside- man y modelan su entidad nacional-
rados la encarnación del verbo utilitario. Comprendo bien que se aspire a rectifi-
Y el Evangelio de este verbo se difunde car, por la educación perseverante, aque-
por todas partes a favor de los milagros llos trazos del carácter de una sociedad
materiales del triunfo. Hispano-América humana que necesiten concordar con
ya no es enteramente calificable, con re- nuevas exigencias de la civilización y
lación a él, de tierra de gentiles. La po- nuevas oportunidades de la vida, equili-
derosa federación va realizando entre brando así, por medio de una influencia
nosotros una suerte de conquista moral. ] innovadora, las fuerzas de la herencia y
La admiración por su grandeza y por su la costumbre.—Pero no veo la gloria, ni
fuerza es un sentimiento que avanza a j en el propósito de desnaturalizar el ca-
grandes pasos en el espíritu de nuestros rácter de íos pueblos—su genio perso-
hombres dirigentes, y aún más quizá, en nal—para imponerles la identificación
el de las muchedumbres, fascinables por con un modelo extraño al que ellos sa-
la impresión de la victoria.—Y de admi- crifiquen la originalidad irreemplazable
rarla se pasa por una transición facilí- de su espíritu; ni en la creencia ingenua
sima a imitarla. La admiración y la de que eso pueda obtenerse alguna vez
creencia son ya modos pasivos de imi- por procedimientos artificiales e impro-
tación para el psicólogo. «La tendencia visados de imitación.—Ese irreflexivo
imitativa de nuestra naturaleza moral traslado de lo que es natural y espontá-
—decía Bagehot—tiene su asiento en neo en una sociedad al seno de otra,
.aquella parte del alma en que reside la donde no tenga raíces ni en la naturaleza
credibilidad.»—El sentido y la experien- ni en la historia, equivalía para Michelet
cia vulgares serían suficientes para esta- a la tentativa de incorporar, por simple
blecer por sí solos esa sencilla relación. agregación, una cosa muerta a un orga-
Se imita a aquel en cuya superioridad o nismo vivo. En sociabilidad, como en
cuyo prestigio se cree.—Es así como la literatura, como en arte, la imitación in-
visión de una América deslatinizada por consulta no hará nunca sino deformar
propia voluntad, sin la extorsión de la las líneas del modelo. El engaño de los
conquista, y regenerada luego a imagen que piensan haber reproducido en lo
y semejanza del arquetipo del Norte, flo- esencial el carácter de una colectividad
ta ya sobre los sueños de muchos since- humana, las fuerzas vivas de su espíritu,
ros interesados por nuestro porvenir, y con ellos el secreto de sus triunfos y
inspira la fruición con que ellos formu- su prosperidad, reproduciendo exacta-
lan a cada paso los más sugestivos para- mente el mecanismo de sus instituciones
lelos, y se manifiesta por constantes pro- [ y las formas exteriores de sus costum-
pósitos de innovación y de reforma. Te- | bres, hace pensar en la ilusión de los
nemes nuestra nordomanía. Es necesa- I principiantes candorosos que se imagi-
rio oponerle los límites que la razón y nan haberse apoderado del genio del
p.l sentimiento señalan de consuno. maestro cuando han copiado Jas formas
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 233
de su estilo o sus procedimientos de confiando a nuestro honor su continua-
composición. ción en lo futuro. El cosmopolitismo,
En ese esfuerzo vano hay, además, no que hemos de acatar como una irresisti-
sé qué cosa de innoble. Género de sno- ble necesidad de nuestra formación, no
bismo político podría llamarse al afano- excluye ni ese sentimiento de fidelidad a
so remedio de cuanto hacen los prepon- lo pasado, ni la fuerza directriz y plas-
derantes y los fuertes, los vencedores y mante con que debe el genio de la raza
los afortunados; género de abdicación imponerse en la refundición de los ele-
servil, como en la que en algunos de los ¡ mentos que constituirán al americano de-
snobs encadenados para siempre a la ab- finitivo del futuro.
dicación servil, como en la que en algu- Se ha observado más de una vez que
nos de los snobs encadenados para siem- [ las grandes evoluciones de la historia, las
pre a la tortura de la sátira por el libro ¡ grandes épocas, los períodos más lumi-
de Thackeray, hace consumirse triste- j nosos y fecundos en el desenvolvimiento
mente ias energías de los ánimos no ayu- i de la humanidad, son casi siempre la re-
dados por la naturaleza o la fortuna, en sultante de dos fuerzas distintas y coac-
la imitación impotente de los caprichos tuales, que mantienen, por los concerta-
y las volubilidades de los encumbrados ! dos impulsos de su oposición, el interés
de la sociedad.—El cuidado de la inde- y el estímulo de la vida, los cuales des-
pendencia interior—la de la personalidad, aparecerían, agotados, en la quietud de
la del criterio—, es una principalísima una unidad absoluta.—Así, sobre los dos
forma del respeto propio. Suele, en los polos de Atenas y Lacedemonia se apo-
tratados de ética, comentarse un precep- ya el eje alrededor del cual gira el ca-
to moral de Cicerón, según el cual forma I rácter de la más genial y civilizadora de
parte de los deberes humanos el que | las r azas.—•—América necesita mantener en
cada uno de nosotros cuide y mantenga j el presente la dualidad original de su
celosamente la originalidad de su carác- j constitución, que convierte en realidad
ter personal, lo que haya en él que lo j de su historia el mito clásico de las dos
diferencie y determine, respetando, en ! águilas soltadas simultáneamente de uno
todo cuanto no sea inadecuado para el | y otro polo del mundo, para que llegasen
bien, el impulso primario de la Natura- j a un tiempo al límite de sus dominios,
leza, que ha fundado en la varia distri- | Esta diferencia genial y emuladora no
bución de sus dones el orden y el con- excluye, sino que tolera y aun favorece
cierto del mundo.—Y aún me parecería en muchísimos aspectos, la concordia de
mayor el imperio del precepto si se le ! la solidaridad. Y si una concordia supe-
aplicase, colectivamente, al carácter de j rior pudiera vislumbrarse desde nuestros
^ sociedades humanas.—Acaso oiréis días, como la fórmula de un porvenir le-
decir que no hay un sello propio y den- ] jano, ella no sería debida a la imitación
ni
do, por cuya permanencia, por cuya | unilateral—que diría Tarde—de una raza
integridad deba pugnarse, en la organi- ¡ por otra, sino a la reciprocidad de sus
zacíón actual de nuestros pueblos. Falta influencias y al atinado concierto de los
tal vez, en nuestro carácter colectivo, j atributos en que se funda la gloria de
el contorno seguro de la «personalidad». las dos.
Pero en ausencia de esa índole perfecta- ;
mente diferenciada y autonómica, teñe- I Por otra parte, en el estudio desapasio-
nios—los americanos latinos—una heren- J nado de esa civilización que algunos nos
a
% de raza, una gran tradición étnica que ¡ ofrecen como único y absoluto modelo,
niairtener, un vínculo sagrado que nos i hay razones no menos poderosas que las
u
ne a inmortales páginas de la historia, J que se fundan en la indignidad y la in-
conveniencia de una renuncia a todo pro-
234 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pósito de originalidad, para templar los i la grandeza y el poder del trabajo; esa
entusiasmos de los que nos exigen su ] fuerza bendita que la antigüedad aban-
consagración idolátrica.—Y ílego, ahora, donaba a la abyección de la esclavitud,
a la relación que directamente tiene, con y que hoy identificamos con la más
el sentido general de esta plática mía, alta expresión de la dignidad humana,
el comentario de semejante espíritu de fundada en la conciencia y la actividad
imitación. del propio mérito. Fuertes, tenaces, te-
Todo juicio severo que se formule de niendo la inacción por oprobio, ellos
los americanos del Norte debe empezar han puesto en manos del mechanic de
por rendirles, como se haría con altos sus talleres y el farmer de sus campos
adversarios, la formalidad caballeresca la clava hercúlea del.mito, y han dado
de un saludo.—Siendo fácil mi espíritu al genio humano una nueva e inespera-
para cumplirla.—Desconocer sus defectos da belleza ciñéndole el mandil de cue-
no me parecería tan insensato como ne- ro del forjador. Cada uno de ellos avan-
gar sus cualidades. Nacidos—para em- za a conquistar la vida como el desierto
plear la paradoja usada por Baudelaire a los primitivos puritanos. Perseverantes
otro respecto—con la experiencia innata devotos de ese culto de la energía in-
de la libertad, ellos se han mantenido fie- dividual que hace de cada hombre el ar-
les a la ley de su origen, y han desenvuel- tífice de su destino, ellos han modelado
to con la precisión y la seguridad de una ! su sociabilidad en un conjunto imagina-
progresión matemática, los principios rio de ejemplares de Robinsón, que, des-
fundamentales de su organización, dando pués de haber fortificado rudamente su
a su historia una consecuente unidad personalidad en la práctica de la ayuda
que, si bien ha excluido las adquisiciones j propia, entrarán a componer los filamen-
de aptitudes y méritos distintos, tiene la ! tos de una urdimbre firmísima.—Sin sa-
belleza intelectual de la lógica.—La hue- : crificarle esa soberana concepción del
lia de sus pasos no se borrará jamás en i individuo, han sabido hacer al mismo
los anales del derecho humano; porque tiempo, del espíritu de asociación, el más
ellos han sido los primeros en hacer sur- admirable instrumento de su grandeza y
gir nuestro moderno concepto de la li- de su imperio; y han obtenido de la su-
bertad, de las inseguridades del ensayo y ma de las fuerzas humanas, subordinada
de las imaginaciones de la utopía, para a los propósitos de la investigación, de la
convertirla en bronce imperecedero y filantropía, de ia industria, resultados
realidad viviente; porque han demostrado tanto más maravillosos, por lo mismo
con su ejemplo la posibilidad de exten- que se consiguen con la más absoluta in-
der a un inmenso organismo nacional la tegridad de la autonomía personal.—Hay
inconmovible autoridad de una repúbli- en ellos un instinto de curiosidad des-
ca; porque, con su organización federa- pierta e insaciable, una impaciente avi-
tiva, han revelado—según la feliz expre- dez de toda luz; y profesando el amor
sión de Tocqueville—la manera como se por la instrucción del pueblo con la obse-
pueden conciliar, con el brillo y el po- sión de una monomanía gloriosa y fecun-
der de los estados grandes, la felicidad da, han hecho de la escuela el quicio más
y la paz de los pequeños.—Suyos son seguro de su prosperidad, y del alma del
algunos de los rasgos más audaces con niño la más cuidada entre las cosas leves
que ha cíe destacarse en la perspectiva y preciosas.—Su cultura, que está lejos
del tiempo ia obra de este siglo. Suya de ser refinada ni espiritual, tiene una
es la gloria de haber revelado plenamen- eficacia admirable siempre que se dirige
te—acentuando la más firme nota de prácticamente a realizar una finalidad in-
belleza moral de nuestra civilización— mediata. No lian incorporado a las ad-
OBRA ORIGINAL,—3: ARIEL 235

quisiciones de la ciencia una sola ley | una esperanza terca y arrogante; la nota
general, un solo principio; pero la han i del Excelsior y el Salmo de la vida con
hecho maga por las maravillas de sus ] que sus poetas han señalado el infalible
aplicaciones, la han agigantado en los | bálsamo contra toda amargura en la filo-
dominios de la utilidad, y han dado al ' sofía del esfuerzo y de la acción.
mundo, en la caldera de vapor y en la dí- Su grandeza titánica se impone así, aun
namo eléctrica, billones de esclavos invi- a los más prevenidos por las enormes
sibles que centuplican, para servir al : desproporciones de su carácter o por las
Aladino humano, el poder de la lámpara violencias recientes de su historia. Y por
maravillosa.—El crecimiento de su gran- mi parte, ya veis que, aunque no les
deza y de su fuerza será objeto de per- amo, les admiro. Les admiro, en primer
durables asombros para el porvenir. Han término, por su formidable capacidad de
inventado, con su prodigiosa aptitud de querer, y me inclino ante «la escuela
improvisación, un acicate para el tiempo; de voluntad y de trabajo» que—como de
y al conjuro de su voluntad poderosa, | sus progenitores nacionales dijo Phila-
surge en un día, del seno de la absoluta ] rete Chasles—ellos han instituido.
soledad, la suma de cultura acumulable ; En el principio la acción era. Con es-
por la obra de los siglos.—La libertad tas célebres palabras del Fausto podría
puritana, que les envía su luz desde el empezar un futuro historiador de la po-
pasado, unió a esta luz el calor de una derosa república, el Génesis, aún no con-
piedad que aún dura. Junto a la fábrica cluido, de su existencia nacional. Su ge-
3' 3a escuela, sus fuertes manos han alza- : nio podría definirse, como el universo de
do, también, los templos de donde eva- los dinamistas, la fuerza en movimiento.
poran sus plegarias muchos millones de Tiene, ante todo y sobre todo, la capaci-
conciencias libres. Ellos han sabido sal- dad, el entusiasmo, la vocación dichosa
var, en e] naufragio de todas las ideali- de la acción. La voluntad es el cincel que
dades, la idealidad más alta, guardando ha esculpido a ese pueblo en dura pie-
viva la tradición de un sentimiento reli- dra. Sus relieves característicos son dos
gioso que, si no levanta sus vuelos en | manifestaciones del poder de la volun-
alas de un espiritualismo delicado y pro- \ tad: la originalidad y la audacia. Su his-
fundo, sostiene, en parte, entre las aspe- toria es, toda ella, el arrebato de una ac-
rezas del tumulto utilitario, la rienda fir- tividad viril. Su personaje representativo
™e del sentido moral.—Han sabido, tam- se llama Yo quiero, como el superhom»
bién, guardar en medio de los refina- j bre de Nietzsche— Si algo le salva colec-
mientos de la vida civilizada, el sello de tivamente de la vulgaridad, es ese extra-
cierta primitividad robusta. Tienen el cui- ordinario alarde de energía que lleva a
to
pagano de la salud, de la destreza, todas partes y con el que imprime cierto
ce
' la fuerza; templan y afinan en el carácter de épica grandeza aun a las lu-
músculo el instrumento precioso de la chas del interés y de la vida material.
voluntad; y obligados por su aspiración i Así, de los especuladores de Chicago y de
ln
saciable de dominio a cultivar la ener- Minneápolis ha dicho Paul Bourget que
va de todas las actividades humanas, son a la manera de combatientes heroi-
modelan el torso del atleta para el cora- \ eos en los cuales la actitud para el ata-
zón del hombre libre.—Y del concierto que y la defensa es comparable a la de
ce
' su civilización, del acordado movi- un grognard del gran Emperador.-—Y
miento de su cultura, surge una dorni- esta energía suprema con la que el genio
"ante nota de optimismo, de confianza, norteamericano parece obtener—hipnoti-
Ce
fe, que dilata los corazones impulsán- zado r audaz—el adormecimiento y la su-
dolos al porvenir bajo la sugestión de gestión de ios hados, suele encontrarse
236 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

aun en las particularidades que se nos una concepción de la existencia, tolera-


presentan como excepcionales y diver- ble sin duda como carácter provisional
gentes de aquella civilización. Nadie ne- de una civilización, como tarea prelimi-
gará que Edgard Poe es una individuali- nar de una cultura, pero que urgía ya
dad anómala y rebelde dentro de su pue- rectificar, puesto que tendía a convertir
blo. Su alma escogida representa una el trabajo utilitario en fin y objeto su-
partícula inasimilable del alma nacional, ; premo de la vida, cuando él en ningún
que no en vano se agitó entre las otras caso puede significar racionalmente sino
con la sensación de una soledad infinita. ; la acumulación de los elementos propios
Y, sin embargo, la nota fundamental : para hacer posible el total y armonioso
—que Baudelaire ha señalado profunda- I desenvolvimiento de nuestro ser.—Spen-
mente—en el carácter de los héroes de I cer agregaba que era necesario predicar
Poe, es, todavía, el temple sobrehumano a los norteamericanos el Evangelio del
la indómita resistencia de la voluntad. I descanso o el recreo; e identificando nos-
Cuando ideó la Ligeia, la más misterio- otros la más noble significación de es-
sa y adorable de sus criaturas, Poe sim- tas palabras con la del ocio tal cual lo
bolizó en la luz inextinguible de sus ojos dignificaban los antiguos moralistas, cla-
el himno de triunfo de la Voluntad sobre • sificaremos dentro del Evangelio en que
la Muerte. debe iniciarse a aquellos trabajadores
Adquirido, con el sincero reconocimien- sin reposo, toda preocupación ideal, todo
to de cuanto hay de luminoso y grande desinteresado empleo de las horas, todo
en el genio de la poderosa nación, el objeto de meditación levantado sobre la
derecho de completar respecto a él la finalidad inmediata de la utilidad.
fórmula de la justicia, una cuestión llena I La vida norteamericana describe efec-
de interés pide expresarse.—¿Realiza tivamente ese círculo vicioso que PascaJ
aquella sociedad, o tiende a realizar, pol- señalaba en la anhelante persecución del
lo menos, la idea de la conducta racional ! bienestar, cuando él no tiene su fin fue-
que cumple a las legítimas exigencias del ra de sí mismo. Su prosperidad es tan
espíritu, a la divinidad intelectual y mo- grande como su imposibilidad de satisfa-
ral de nuestra civilización?—¿Es en ella cer a una mediana concepción del desti-
donde hemos de señalar la más aproxi- no humano. Obra titánica, por la enor-
mada imagen de nuestra «ciudad perfec- me tensión de voluntad que representa, y
ta»?—Esa febricitante inquietud que pa- ' por sus triunfos inauditos en todas las
rece centuplicar en su seno el movimien- esferas del engrandecimiento material, es
to y la intensidad de la vida, ¿tiene ! indudable que aquella civilización produ-
un objeto capaz de merecerla y un es- I ce en su conjunto una singular impre-
tímulo bastante para justificarla? ! sión de insuficiencia y de vacío. Y es que
Herbert Spencer, formulando con no- \ si, con el derecho que da la historia de
ble sinceridad su saludo a la democracia j treinta siglos de evolución presididos por
de América en un banquete de Nueva la dignidad del espíritu clásico y del es-
York, señalaba el rasgo fundamental de { píritu cristiano, se pregunta cuál es en
la vida de los norteamericanos, en esa • ella el principio dirigente, cuál su subs-
misma desbordada inquietud que se ma- traium ideal, cuál el propósito ulterior
nifiesta por la pasión infinita del trabajo a la inmediata preocupación de los inte-
y la porfía de la expansión material en reses positivos que estremecen aquella
todas sus formas. Y observaba después masa formidable, sólo se encontrará, co-
que, en tan exclusivo predominio de la mo fórmula del ideal definitivo, la mis-
actividad subordinada a los propósitos ma absoluta preocupación del triunfo
inmediatos de la utilidad, se revelaba material .---Huérfano de tradiciones muy
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 237
hondas que le orienten, ese pueblo no ha rencia ese instinto poético ancestral, que
sabido sustituir la idealidad inspiradora brota, como surgente límpida, del seno
del pasado con una alta y desinteresada de la roca británica, cuando es el Moisés
concepción del porvenir. Vive para la de un arte delicado quien la toca. El
realidad inmediata, del presente, y por pueblo inglés tiene, en la institución de
ello subordina toda su actividad ai egoís- su aristocracia—por anacrónica e injus-
mo del bienestar personal y colectivo — ta que ella sea bajo el aspecto del dere-
De la suma de los elementos ele su ri- cho político—un alto e inexpugnable ba-
queza y su poder podría decirse lo que luarte que oponer al mercantilismo am-
el autor de Mensonges de la inteligencia biente y a la prosa invasora; tan alto e
del marqués de Norbert* que figura en inexpugnable baluarte que es el mismo
uno de sus libros: es un monte de leña Taine quien asegura que desde los tiem-
al cual no se ha hallado modo de dar pos de las ciudades griegas, no presen-
fuego. Falta la chispa eficaz que haga taba la historia ejemplo de una condi-
levantarse la llama de un ideal vivifi- ción de vida más propia para formar y
cante e inquieto, sobre el copioso com- enaltecer el sentimiento de la nobleza
bustible.—Ni siquiera el egoísmo nacio- humana. En el ambiente de la democra-
nal, a falta de más altos impulsos; ni cia de América, el espíritu de vulgaridad
siquiera el exclusivismo y el orgullo de no halla ante sí relieves inaccesibles para
raza, que son los que transfiguran y en- su fuerza de ascensión, y se extiende y
grandecen, en la antigüedad, la prosaica propaga como sobre la llaneza de una
dureza de la vida de Roma, pueden te- pampa infinita.
ner vislumbres de idealidad y de her- Sensibilidad, inteligencia, costumbres,
mosura en un pueblo donde la confusión todo está caracterizado, en el enorme
cosmopolita y el atomismo de una mal pueblo, por una radical ineptitud de se-
entendida democracia impiden la for- lección, que mantiene, junto al orden
mación -de una verdadera conciencia na- mecánico de su actividad material y de
cional. su vida política, un profundo desorden
Diríase que el positivismo genial de la en todo lo que pertenece al dominio de
j
Metrópoli ha sufrido, al transmitirse a | las facultades ideales.—Fáciles son de se-
sus emancipados hijos de América, una I guír las manifestaciones de esta inepti-
destilación que le priva de todos los ele- | tud, partiendo de las más exteriores y
mentos de idealidad que le templaban, ! aparentes, para llegar después a otras
reduciéndole, en realidad, a la crudeza I más esenciales y más íntimas.—Pródigo
que, en las exageraciones de la pasión o ; de sus riquezas—porque en su codicia
de la sátira, ha podido atribuirse al po- i no entra, según acertadamente se ha di-
sitivismo de Inglaterra.—El espíritu in- ¡ cho, ninguna parte de Harpagon—, el
glés, bajo la áspera corteza de utilitaris- norteamericano ha logrado adquirir con
mo, bajo la indiferencia mercantil, bajo í ellas, plenamente, la satisfacción y la va-
la severidad puritana, esconde, a no du- I nidad de la magnificencia suntuaria;
darlo, una virtualidad poética escogida, j pero no ha logrado adquirir la nota esco-
Y un profundo venero de sensibilidad, el ! gida del buen gusto. El arte verdadero
cual revela, en sentir de Taine, que e!. sólo ha podido existir, en tal- ambiente,
i'onclo primitivo, el fondo germánico de a título de rebelión individual. Emerson,,
aquella raza, modificada luego por la Poe, son allí como los ejemplares de una
Presión de la conquista y por el hábito ¡ fauna expulsada de su verdadero medio
de la actividad comercial, fué una extra- i: por el rigor de una catástrofe geológi-
ordinaria exaltación del sentimiento. El ca.—Habla Bourget, en Outre-mer, del
espíritu americano no ha recibido en he- i acento concentrado y solemne con que
238 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la palabra arte vibra en los labios de acrecentamiento extensivo de la educa-


los norteamericanos que ha halagado el ción, se preocupe de seleccionarla y ele-
favor de la fortuna; de esos recios y acri- varla, para auxiliar el esfuerzo de las su-
solados héroes del selj-help, que aspiran perioridades que ambicionan erguirse so-
a coronar, con la asimilación de todos bre la general mediocridad. Así, el resul-
los refinamientos humanos, la obra de tado de su porfiada guerra a la ignoran-
su encumbramiento reñido. Pero nunca cia ha sido la semicultura universal y
les ha sido dado concebir esa divina ac- una profunda languidez de la alta cul-
tividad que nombran con énfasis sino tura.—En igual proporción que la igno-
como un nuevo motivo de satisfacerse rancia radical, disminuyen en el ambien-
su inquietud invasora o como un trofeo te de esa gigantesca democracia la supe-
de su vanidad. La ignoran, en lo que ella rior sabiduría y el genio. He aquí por
tiene de desinteresado y de escogido; la qué la historia de su actividad pensado-
ignoran, a despecho de la munificencia ra es una progresión decreciente de bri-
con que la fortuna individual suele em- llo y de originalidad. Mientras en el pe-
plearse en estimular la formación de ríodo de la independencia y la organi-
un delicado sentido de belleza; a des- zación surgen para representar, lo mis-
pecho de la esplendidez de los museos mo el pensamiento que la voluntad de
y las exposiciones con que se ufanan aquel pueblo, muchos nombres ilustres,
sus ciudades; a despecho de las monta- medio siglo más tarde Tocqueville puede
ñas de mármol y de bronce que han es- observar, respecto a ellos, que los dioses
culpido para las estatuas de sus plazas se van. Cuando escribió Tocqueville su
públicas. Y si con su nombre hubiera obra maestra, aún irradiaba, sin embar-
de caracterizarse alguna vez un gusto go, desde Boston, la cindadela puritana,
de arte, él no podría ser otro que el que la ciudad de las doctas tradiciones, una
envuelve la negación del arte mismo: la gloriosa pléyade que tiene en la histo-
brutalidad del efecto rebuscado, el des- ria intelectual de este siglo la magnitud
conocimiento de todo tono suave y de de la universalidad.—¿Quiénes han reco-
toda manera exquisita, el culto de una gido después la herencia de Channíng,
falsa grandeza, el sensacionismo que ex- de Emerson, de Poe?—La nivelación me-
cluye la noble serenidad inconciliable con socrática, apresurando su obra desolado-
el apresuramiento de una vida febril. ra, tiende a desvanecer el poco carácter
La idealidad de lo hermoso no apasio- I que quedaba a aquella precaria intelec-
na al descendiente de los austeros purita- tualidad. Las alas de sus libros ha tiem-
nos. Tampoco le apasiona la idealidad de po que no llegan a la altura en que sería
lo verdadero. Menosprecia todo ejercicio umversalmente posible divisarlos. ¡Y hoy,
del pensamiento que prescinda de una in- la más genuina representación del gusto
mediata finalidad, por vano e infecundo. norteamericano, en punto a letras, está
No le lleva a la ciencia un desinteresado en los lienzos grises de un diarismo que
anhelo de verdad, ni se ha manifestado ¡ no hace pensar en el que un día suminis-
ningún caso capaz de amarla por sí mis- tró los materiales de El Federalista!
ma. La investigación no es para él sino , Con relación a los sentimientos mora-
el antecedente de la aplicación utilitaria. les, el impulso mecánico del utilitarismo
Sus gloriosos empeños por difundir los | ha encontrado el resorte moderador de
beneficios de la educación popular están \ una fuerte tradición religiosa. Pero no
inspirados en el noble propósito de co- j por eso debe creerse que ha cedido la
municar los elementos fundamentales del I dirección de la conducta a un verdadero
saber al mayor número; pero no nos re- i principio de desinterés.- -La religiosidad
velan que, al mismo tiempo que de ese ' de los americanos, como derivación ex-
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 239
tremada de la inglesa, no es más que una j americanas, con las más inequívocas ma-
fuerza auxiliatoria de la legislación penal, nifestaciones de ía popularidad y de la
que evacuaría su puesto el día que fuera i crítica, la nueva ley moral en que, desde
posible dar a la moral utilitaria la auto- ¡ la puritana Boston, anunciaba soiemne-
ridad religiosa que ambicionaba darle : mente el autor de cierto docto libro que
Stuart Mili.—La más elevada cúspide de ' se intitulaba Pushing to the front (i),
su moral es la moral de Franklin: Una ! que el éxito debía ser considerado ía fi-
1
filosofía de la conducta, que halla su tér- nalidad suprema de la vida. La revela-
mino en lo mediocre de la honestidad, en ción tuvo eco aun en el seno de las co-
la utilidad de la prudencia; de cuyo seno muniones cristianas, y se citó una vez, a
no surgirán jamás ni la santidad, ni el propósito del libro afortunado, ¡la Imi-
heroísmo; y que, sólo apta para prestar tación de Kempis, como término de com-
a la conciencia, en los caminos normales I paración!
de la vida, el apoyo del bastón de man- I La vida pública no se sustrae, por cier-
zano con que marchaba habitualmente su to, a las consecuencias del crecimiento
propagador, no es más que un leño frá- del mismo germen de desorganización
gil cuando se trata de subir las altas pen- que lleva aquella sociedad en sus entra-
dientes.—Tal es la suprema cumbre; pero ñas. Cualquier mediano observador de
es en los valles donde hay que buscar ía sus costumbres políticas os hablará de
realidad. Aun cuando el criterio moral cómo la obsesión del interés utilitario
no hubiera de descender más abajo del tiende progresivamente a enervar y em-
utilitarismo probo y mesurado de Fran- pequeñecer en los corazones el senti-
klin, el término forzoso—que ya señaló I miento del derecho. El valor cívico, la
la sagaz observación de Tocqueville—de j virtud vieja de ios Hamíiton, es una hoja
una sociedad educada en semejante limi- ¡ de acero que se oxida, cada día más,
tación del deber, sería, no por cierto una ; olvidada, entre las telarañas de las tra-
de esas decadencias soberbias y magnífi- diciones. La venalidad, que empieza des-
cas que dan la medida de la satánica her- ¡ de el voto público, se propaga a todos
mosura del mal en la disolución de los ! los resortes institucionales. El gobierno
, í

imperios; pero sí una suerte de materia- ! de la mediocridad vuelve vana la emula-


lismo pálido y mediocre, y en último re- ción que realza los caracteres y las inte-
sultado, el sueño de una enervación sin i ligencias y que los entona con la pers-
brillo, por la silenciosa descomposición ; pectiva de la efectividad de su dominio.
de todos los resortes de ía vida moral — ¡ La democracia, a la que no han sabido
Allí donde el precepto tiende a poner las dar el regulador de una alta y educadora
altas manifestaciones de ía abnegación y noción de las superioridades humanas,
te virtud fuera del dominio de lo obliga- tendió siempre entre ellos a esa brutali-
torio, la realidad hará retroceder indefi- dad abominable del número que menos-
nidamente el límite de la obligación.— caba los mejores beneficios morales de
Pero la escuela de la prosperidad mate- la libertad y anuía en la opinión el res-
n
aí, que será siempre ruda prueba para peto de la dignidad ajena. Hoy, además,
ía austeridad de las repúblicas, ha lleva- ' una formidable fuerza se levanta a con-
do más lejos la llaneza de ía concepción trastar de la peor manera posible el ab-
de la conducta racional que hoy gana los [ solutismo del número. La influencia po-
espíritus. Al código de Franklin han su- , lítica de una plutocracia representada
cedido otros de más francas tendencias ! por los todopoderosos aliados de los
como expresión de la sabiduría nacional,
i no hace aún cinco años el voto público (I) Por M. Orisson Sweíí Marden. Boston,
consagraba en todas las ciudades norte- 1895. [J. E. R.]
240 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

trusts, monopoliza dores de la producción las ayer desiertas Praderas, refiriéndose


y dueños de la vida económica, es, sin al cual decía Michel Chevalier, hace me-
duda, uno de los rasgos más merecedores dio siglo, que «los últimos serían un día
de interés en la actual fisonomía del gran los primeros». El utilitarismo, vacío de
pueblo. La formación de esta plutocracia todo contenido ideal, la vaguedad cosmo-
ha hecho que se recuerde, con muy pro- polita, y la nivelación de la democracia
bable oportunidad, el advenimiento de la bastarda, alcanzarán, con él, su último
clase enriquecida y soberbia que, en los triunfo .—Todo elemento noble de aque-
últimos tiempos de la república romana, lla civilización; todo lo que la vincula a
es uno de los antecedentes visibles de la generosos recuerdos y fundamenta su
ruina de la libertad y de la tiranía de dignidad histórica—el legado de los tri-
los Césares. ¡Y el exclusivo cuidado del pulantes del Flor de Mayo, la memoria
engrandecimiento material—numen de de los patricios de Virginia y de los ca-
aquella civilización—impone así la lógica balleros de la Nueva Inglaterra, el espí-
de sus resultados en la vida política, co- ritu de los ciudadanos y los legisladores
mo en todos los órdenes de la actividad, de la emancipación—, quedarán dentro
dando el rango primero al struggle-for- de los viejos estados donde Boston y Fi-
lifer osado y astuto, convertido por la ladelfia mantienen aún, según expresiva-
brutal eficacia de su esfuerzo en la su- mente se ha dicho, «el palladium de la
prema personificación de la energía na- tradición washingtoniana». Chicago se
cional—en el postulante a su represen- alza a reinar. Y su confianza en la supe-
tación emersoniana—en el personaje rei- rioridad que lleva sobre el litoral inicia-
nante de Taine! dor del Atlántico se funda en que le con-
Al impulso que precipita aceleradamen- sidera demasiado reaccionario, demasia-
te la vida del espíritu en el sentido de la do europeo, demasiado tradicionalista.
desorientación ideal y el egoísmo utilita- ¡La historia no da títulos cuando el pro-
rio, corresponde, físicamente, ese otro cedimiento de elección es la subasta de
impulso, que, en la expasión del asom- la púrpura!
broso crecimiento de aquel pueblo, lleva A medida que el utilitarismo genial de
sus multitudes y sus iniciativas en di- aquella civilización asume así caracteres
rección a la inmensa zona occidental que, más definidos, más francos, más estre-
en tiempos de la independencia, era el chos, aumentan, con la embriaguez de la
misterio, velado por las selvas del Missis- prosperidad material, las impaciencias de
sippí. En efecto; es en ese improvisado sus hijos por propagarla y atribuirle la
oeste, que crece formidable frente a los predestinación de un magisterio roma-
viejos estados del Atlántico, y reclama no,—Hoy, ellos aspiran manifiestamente
para un cercano porvenir la hegemonía, al primado de la cultura universal, a la
donde está la más fiel representación de . dirección de las ideas, y se consideran a
la vida norteamericana en el actual ins-1 sí mismo los forjadores de un- tipo de
tante de su evolución. Es allí donde los civilización que prevalecerá. Aquel dis-
definitivos resultados, los lógicos y natu- curso semíirónico que Laboulaye pone
rales frutos, del espíritu que ha guiado en boca de un escolar de su París ameri-
a la poderosa democracia desde sus orí-; canizado para significar la preponderan-
genes, se muestran de relieve a la mira- j cia que concedieron siempre en el propó-
da del observador y le proporcionan un sito educativo a cuanto favorezca el or-
punto de partida para imaginarse la faz gullo del sentimiento nacional, tendría
del inmediato futuro del gran pueblo. Al ; toda la seriedad de la creencia más sin-
virginiano y al yanqui ha sucedido, como cera en labios de cualquier americano
tipo representativo, ese dominador de . viril de nuestros días. En el fondo de su
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 241
declarado espíritu de rivalidad hacia Eu- respeto; pero es difícil que cuando el
ropa, hay un menosprecio que es inge- extranjero divisa de alta mar su gigan-
nuo, y hay la profunda convicción de que tesco símbolo: la Libertad de Bartholdi,
ellos están destinados a oscurecer, en que yergue triunfalmeníe su antorcha
breve plazo, su superioridad espiritual y sobre el puerto de Nueva York, se des-
su gloria, cumpliéndose, una vez más, en pierte en su ánimo la emoción profunda
las evoluciones de la civilización humana, y religiosa con que el viajero antiguo
la dura ley de los misterios antiguos en debía ver surgir, en las noches diáfanas
que el iniciado daba muerte al iniciador. del África, el toque luminoso que la
Inútil sería tender a convencerles de que, lanza de oro de la Atenea del Acrópo-
aunque la contribución que han llevado lis dejaba notar a la distancia en la
a los progresos de la libertad y de la uti- pureza del ambiente sereno.
lidad haya sido, indudablemente, cuantio- Y advertid que cuando, en nombre de
sa, y aunque debiera atribuírsele en jus- los derechos del espíritu, niego al utili-
ticia la significación de una obra univer- tarismo norteamericano ese carácter típi-
sal, de una obra humana, ella es insu- co con que quiere imponérsenos como
ficiente para hacer transmudarse, en di- suma y modelo de civilización, no es mi
rección al nuevo Capitolio, el eje del propósito afirmar que la obra realizada
mundo, inútil sería tender a convencer- por él haya de ser enteramente perdida
les de que la obra realizada por la perse- con relación a los que podríamos llamar
verante genialidad del aria europeo, des- j los intereses del alma.—S'm el brazo que
de que, hace tres mil años, las orillas del I nivela y construye, no tendría paz el que
Mediterráneo, civilizador y glorioso, se • sirve de apoyo a la noble frente que
ciñeron jubilosamente la guirnalda de las ¡ piensa. Sin la conquista de cierto bienes-
ciudades helénicas; la obra que aún con- j tar material es imposible, en las socieda-
tinúa realizándose y de cuyas tradiciones i des humanas, el reino del espíritu. Así lo
y enseñanzas vivimos, es una suma con reconoce el mismo aristocrático idealis-
la cual no puede formar ecuación la ! mo de Renán, cuando realza, del punto
fórmula Washington más Edison. Ellos i de vista de los intereses morales de la
aspirarían a revisar el Génesis para ocu- ! especie y de su selección espiritual en lo
par esa primera página!—Pero además futuro, la significación de la obra utili-
de la relativa insuficiencia de la parte taria de este siglo, «Elevarse sobre la
Que íes es dado reivindicar en la educa- j necesidad—agrega el maestro—-es redi-
ción de la humanidad, su carácter mis- i mirse.»—En lo remoto del pasado, los
mo les niega la posibilidad de la hege- | efectos de la prosaica e interesada acti-
monía.—Naturaleza no les ha concedido ¡ vidad del mercader que por primera vez
el genio de la propaganda ni la voca- j pone en relación a un pueblo con otros,
ción apostólica. Carecen de ese don su- ¡ tienen un incalculable alcance idealiza-
perior de amabilidad—en alto sentido— ; dor; puesto que contribuyen eficazmente
de ese extraordinario poder de simpatía, i a multiplicar los instrumentos de la in-
con que las razas que han sido dotadas 1 teligencia, a pulir y suavizar las costum-
de un cometido providencial de educa- j bres, y a hacer posibles, quizá, los pre-
ción saben hacer de su cultura algo pa- ¡ ceptos de una moral más avanzada.—La
retido a la belleza de la Helena clásica, misma fuerza positiva aparece propician-
en
la que todos creían reconocer un do las mayores idealidades de la civili-
ra
sgo propio.—Aquella civilización pue- \ zación. El oro ocumulado por el mercan-
de abundar, o abunda indudablemente, tilismo de las repúblicas italianas «pagó
en sugestiones y en ejemplos fecundos; —según Saint-Víctor—los gastos del Re-
ella puede inspirar admiración, asombro, ¡ nacimiento», Las naves que volvían de
242 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

los países de Las mil y una noches, col- i ventajas materiales, elementos de supe-
madas de especias y marfil, hicieron po- rioridad espiritual.
sible que Lorenzo de Médicis renovara, . Pero la vida norteamericana no nos
en las lonjas de los mercaderes florenti- j ofrece aún un nuevo ejemplo de esa re-
nos, los convites platónicos.—La historia lación indudable, ni nos lo anuncia como
muestra en definitiva una inducción re- j gloria de una posteridad que se vislum-
cíproca entre los progresos de la activi- ; bre. Nuestra confianza y nuestros votos
dad utilitaria y la ideal. Y así como la j deben inclinarse a que, en un porvenir
utilidad suele convertirse en fuerte escu- j más inaccesible a la inferencia, esté re-
do para las idealidades, ellas provocan j servado a aquella civilización un destino
con frecuencia (a condición de no pro- j superior. Por más que, bajo el acicate de
ponérselo directamente) los resultados ¡ su actividad vivísima, el breve tiempo
de lo útil. Observa Bagehot, por ejemplo, ¡ que la separa de su aurora haya sido bas-
cómo los inmensos beneficios positivos ' tante para satisfacer el gasto de vida re-
de la navegación no existirían acaso para I querido por una evolución inmensa, su
la Humanidad, si en las edades primi- ¡ pasado y su actualidad no pueden ser
tivas no hubiera habido soñadores y j sino un introito con relación a lo futu-
ociosos—i seguramente, mal comprendí- j ro.—Todo demuestra que ella está aún
dos de sus contemporáneos!—a quienes j muy lejana de su fórmula definitiva. La
interesase la contemplación de lo que ! energía asimiladora que le ha permitido
pasaba en las esferas del cielo.—-Esta ley i
conservar cierta uniformidad y cierto
de armonía nos enseña a respetar el bra- j
temple genial, a despecho ele las enor-
zo que labra el duro terruño de ia prosa. '
mes invasiones de elementos étnicos
La obra del positivismo norteamericano ¡
opuestos a los que hasta hoy han dado
servirá a la causa de Ariel, en último '
término. Lo que aquel pueblo de ciclo- j el tono a su carácter tendrá que reñir
pes ha conquistado directamente para el : batallas cada día más difíciles, y en el
bienestar material, con su sentido de lo j utilitarismo proscriptor de toda ideali-
útil y su admirable aptitud de la inven- : dad no encontrará una inspiración sufi-
ción mecánica, lo convertirán otros pue- ¡ cientemente poderosa para mantener la
blos, o él mismo en lo futuro, en efica- ! atracción del sentimiento solidario. Un
ees elementos de selección. Así, la más pensador ilustre, que comparaba al es-
preciosa y fundamental de las adquisicio- ' clavo de las sociedades antiguas con una
nes del espíritu—el alfabeto, que da alas partícula no digerida por el organismo
de inmortalidad a la palabra—, nace en social, podría quizá tener una compara-
el seno de las factorías cananeas y es el ! ción semejante para caracterizar la si-
hallazgo de una civilización mercantil, j tuación de ese fuerte colono de proce
que, al utilizarlo con fines exclusivamen- : dencia germánica que, establecido'en los
te mercenarios, ignoraba que el genio de j estados del centro y del Far-West, con-
razas superiores lo transfiguraría convir- , serva intacta, en su naturaleza, en su so-
íiéndole en el medio de propagar su más I ciabilidad, en sus costumbres, ia impre-
pura y luminosa esencia. La relación en- \ sión del genio alemán, que, en muchas
tve los bienes positivos y los bienes inte- ! de sus condiciones características más
lectuales y morales es, pues, según la profundas y enérgicas, debe ser conside-
adecuada comparación de Fouillée, un ¡ rado una verdadera antítesis del genio
nuevo aspecto de la cuestión de la equi- americano.—Por otra parte, una civiliza-
valencia de las fuerzas que, así como : ción que esté destinada a vivir y a dila-
permite transformar el movimiento en ! tarse en el mundo; una civilización que
calórico, permite también obtener, de las no haya perdido, momificándose, a la
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 243
manera de los imperios asiáticos, la ap- la realidad presente de aquel pueblo,
titud de la variabilidad, no puede pro- ni en la perspectiva de sus evoluciones
longar indefinidamente la dirección de inmediatas; y renunciemos a ver el tipo
sus energías y de sus ideas en un único de una civilización ejemplar donde sólo
y exclusivo sentido. existe un boceto tosco y enorme, que aún
Esperemos que el espíritu de aquel ti- pasará necesariamente por muchas rec-
tánico organismo social, que ha sido has- tificaciones sucesivas, antes de adquirir
ta hoy voluntad y utilidad solamente, la serena y firme actitud con que los
sea también algún día inteligencia, senti- pueblos que han alcanzado un perfecto
miento, idealidad. Esperemos .que, de la desenvolvimiento de su genio presiden al
enorme fragua, surgirá, en último resul- glorioso coronamiento de su obra, como
tado, el ejemplar humano, generoso, ar- j en el sueño del cóndor que Leconte de
mónico, selecto, que Spencer, en un ya ¡ Lisie ha descrito con su soberbia majes-
citado discurso, creía poder augurar co- Itad, terminando, en olímpico sosiego, ¡la
¡no término del costoso proceso de re- •ascensión poderosa, más arriba de las
fundición. Pero no lo busquemos, ni en I cumbres de la Cordillera!

[VI
No existe pueblo verdaderamente grande para la historia, sin
un ideal desinteresado.—No basta la grandeza material para la
gloria de los pueblos.—Ejemplos históricos.—El pensamiento y
la grandeza material de las ciudades.—Aplicación de lo anterior
a las condiciones de la vida de América.—Confianza en el por-
venir.—Nos toca trabajar en beneficio del porvenir.—La dignidad
humana exige que se piense en lo futuro y se trabaje para él—
Simbolismo de «Ariel».]

Ante la posteridad, ante la historia, j ria—son aquellos que, al desaparecer ma-


todo gran pueblo debe aparecer como "terialmente
¡ en el tiempo, dejan vibrante
una vegetación cuyo desenvolvimiento ha ! para siempre la melodía surgida de su
tendido armoniosamente a producir un espíritu y hacen persistir en la posteri-
fruto en el que su savia acrisolada ofre- dad su legado imperecedero—según dijo
Ce
al porvenir la idealidad de su fragan- Carlyle del alma de sus «héroes»—: como
Cl
a y la fecundidad de su simiente.—-Sin una nueva y divina porción de la suma
este resultado duradero, humano, levan- de las cosas. Tal, en el poema de Goethe,
tado sobre la finalidad transitoria de lo cuando la Elena evocada del reino de la
utü, el poder y la grandeza de los impe- noche, vuelve a descender al Orco som-
rios no son más que una noche de sueño brío, deja a Fausto su túnica y su velo.
en
la existencia de la Humanidad; por- Estas vestiduras no son la misma dei-
Ue
Q ^ como las visiones personales del dad; pero participan, habiéndolas lleva-
sueño, no merecen contarse en el enca- do ella consigo, de su alteza divina, y tie-
denamiento de los hechos que forman la nen la virtud de elevar a quien las posee
trama activa de la vida. por encima de las cosas vulgares.
Ciran civilización, gran pueblo—en la Una sociedad definitivamente organi-
acepción que tiene valor para la histo- zada que limite su idea de la civilización
244 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

a acumular abundantes elementos de l bre, ha de iluminarse para la posteridad


prosperidad, y su idea de la justicia a j toda una jornada de la historia humana,
distribuirlos equitativamente entre los todo un horizonte del tiempo. La ciudad
asociados, no hará de las ciudades donde | es fuerte y hermosa cuando sus días son
habite nada que sea distinto, por esen-1 algo más que la invariable repetición de
cia, del hormiguero o la colmena. No j un mismo eco, reflejándose indefinida-
son bastantes ciudades populosas, opu- mente de uno en otro círculo de una
lentas, magníficas, para probar la cons- eterna espiral; cuando hay algo en ella
tancia y la intensidad de una civilización. que flota por encima de la muchedum-
La gran ciudad es, sin duda, un organis- ! bre; cuando entre las luces que se en-
mo necesario de la alta cultura. Es el cienden durante sus noches está la lám-
ambiente natural de las más altas ma- para que acompaña la soledad de la vi-
nifestaciones del espíritu. No sin razón gilia inquietada por el pensamiento y en
ha dicho Quinet que «el alma que acude la que se incuba la idea que ha de sur-
a beber fuerzas y energías en la íntima gir al sol del otro día convertida en el
comunicación con el linaje humano, esa grito que congrega y la fuerza que con-
alma que constituye el grande hombre, duce las almas.
no puede formarse y dilatarse en medio Entonces sólo la extensión y la gran-
de los pequeños partidos de una ciudad deza material de la ciudad pueden dar la
pequeña».—Pero así la grandeza cuantita- medida para calcular la intensidad de su
tiva de la población como la grandeza civilización.—Ciudades regias, soberbias
material de sus instrumentos, de sus ar- aglomeraciones de casas, son para el pen-
mas, de sus habitaciones, son sólo me- samiento un cauce más inadecuado que
dios del genio civilizador, y en ningún la absoluta soledad del desierto, cuando
caso resultados en los que él pueda de- el pensamiento no es el señor que las do-
tenerse.—De las piedras que compusieron mina.—Leyendo el Maud, de Tennyson,
a Cartago, no dura una partícula trans- hallé una página que podría ser el símbo-
figurada en espíritu y en luz. La inmensi- lo de este tormento del espíritu allí don-
dad de Babilonia y de Nínive no repre- de la sociedad humana es para él un gé-
senta en la memoria de la Humanidad el nero de soledad.—-Presa de angustioso de-
hueco de una mano si se la compara con : lirio, el héroe del poema se sueña muer-
el espacio que va desde la Acrópolis al to y sepultado, a pocos pies dentro de
Pireo.—Hay una perspectiva ideal en la tierra, bajo el pavimento de una calle de
que la ciudad no aparece grande sólo I Londres. A pesar de la muerte, su con-
porque prometa ocupar el área inmen- ciencia permanece adherida a los fríos
sa que había edificada en torno a la despojos de su cuerpo. El clamor confu-
torre de Nemrod; ni aparece fuerte sólo so de la calle, propagándose en sorda vi-
porque sea capaz de levantar de nuevo bración hasta la estrecha cavidad de la
ante sí los muros babilónicos sobre los tumba, impide en ella todo sueño de paz.
que era posible hacer pasar seis carros ; El peso de la multitud indiferente gravi-
de frente; ni aparece hermosa sólo por- ta a toda hora sobre la triste prisión de
que, como Babilonia, luzca en los para- aquel espíritu, y los cascos de ios caba-
mentos de sus palacios losas de alabas- llos que pasan parecen empeñarse en es-
tro y se enguirnalde con los jardines de tampar sobre él un sello de oprobio. Los
Semírarnis. ! días se suceden con lentitud inexorable.
Grande es en esa perspectiva la ciu- La aspiración ele Maud consistiría en
dad, cuando los arrabales de su espíritu hundirse más dentro, mucho más dentro,
alcanzan más allá ele las cumbres y los de la tierra. El ruido ininteligente del tu-
mares, y cuando, pronunciado su nom- • multo sólo sirve para mantener en su
OBRA ORIGLYAL.—3: ARIEL 245
conciencia desvelada eí pensamiento de i más manifestaciones de la vida.—El, en
su cautividad. la organización individual, levanta y en-
Existen ya, en nuestra América latina, grandece, con su actividad continuada, la
ciudades cuya grandeza material y cuya bóveda del cráneo que le contiene,
suma de civilización aparente, las acer- razas pensadoras reveían, en la capacidad
can con acelerado paso a participar del creciente de sus cráneos, ese empuje del
primer rango en el mundo. Es necesario obrero interior.—El, en la organización
temer que el pensamiento sereno que se social, sabrá también engrandecer la ca-
aproxime a golpear sobre las exteriori- pacidad de su escenario, sin necesidad
dades fastuosas, como sobre un cerrado de que para ello intervenga ninguna fuer-
vaso de bronce, sienta el ruido descon- za ajena a él mismo .—Pero tal persua-
solador del vacío. Necesario es temer, sión, que debe defenderos de un des-
por ejemplo, que ciudades cuyo nombre aliento cuya única utilidad consistiría
fué un glorioso símbolo en América; que en eliminar a los mediocres y los peque-
tuvieron a Moreno, a Rivadavia, a Sar- ños de la lucha, debe preservaros tam-
miento; que llevaron la iniciativa de una bién de las impaciencias que exigen va-
inmortal Revolución; ciudades que hicie- namente del tiempo la alteración de su
ron dilatarse por toda la extensión de ritmo imperioso.
un continente, como en el armonioso Todo el que se consagra a propagar y
desenvolvimiento de ias ondas concén- defender, en la América contemporánea,
tricas que levanta el golpe de la piedra un ideal desinteresado del espíritu—arte,
sobre el agua dormida, la gloria de sus ciencia, moral, sinceridad religiosa, polí-
héroes y la palabra de sus tribunos,—pue- tica de ideas—, debe educar su voluntad
dan terminar en Sidón, en Tiro, en Car- en el culto perseverante del porvenir. El
tago. pasado perteneció todo entero al brazo
A vuestra generación toca impedirlo; que combate; el presente pertenece, casi
a ía juventud que se levanta, sangre y por completo también, al tosco brazo
músculo y nervio del porvenir. Quiero que nivela y construye; el porvenir—un
considerarla personificada en vosotros. porvenir tanto más cercano cuanto más
Os hablo ahora figurándome que sois los enérgicos sean la voluntad y el pensa-
destinados a guiar a los demás en los miento de los que le ansian—ofrecerá,
combates por la causa del espíritu. La para el desenvolvimiento de superiores
perseverancia de vuestro esfuerzo debe facultades del alma, la estabilidad, el es-
identificarse en vuestra intimidad con la cenario y el ambiente.
certeza del triunfo. No desmayéis en ¿No la veréis vosotros, la América que
Predicar el Evangelio de la delicadeza a nosotros soñamos; hospitalaria para las
los escitas, el Evangelio de la inteligen- ; cosas del espíritu, y no tan sólo para
cia a los beocios, el Evangelio del clesin- | las muchedumbres que se amparen a
teres a los fenicios. i ella; pensadora, sin menoscabo de su ap-
Basta que el pensamiento insista en [ titud para la acción; serena y firme a
se?',-~-en demostrar que existe, con la de- I pesar de sus entusiasmos generosos; res-
mostración que daba Diógenes del movi- j plandeciente con el encanto de una se-
miento—, para que su dilatación sea '. riedad temprana y suave, como la que
ineluctable y para que su triunfo sea i realza la expresión de un rostro infantil
seguro. cuando en él se revela, al través de la
El pensamiento se conquistará, palmo \ gracia intacta que fulgura, el pensamien-
& palmo, por su propia espontaneidad, ' to inquieto que despierta?...—Pensad en
iodo el espacio de que necesite para afir- ella a lo menos; el honor de vuestra his-
'Tiar y consolidar su reino, entre las de- toria futura depende de que tengáis
246 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

constantemente ante los ojos del alma la j las edades de oro del espíritu imponer a
visión de esa América regenerada, cer- ¡ los oficiantes solemnes de su gloria —
niéndose de lo alto sobre las realidades i «No es la posesión de los bienes—ha di-
del presente, como en la nave gótica el i cho profundamente Taine, hablando de
vasto rosetón que arde en luz sobre lo I las alegrías del Renacimiento—; no es la
austero de los muros sombríos.—No se- posesión de bienes, sino su adquisición,
réis sus fundadores, quizá; seréis los lo que da a los hombres el placer y el
precursores que inmediatamente la pre- sentimiento de su fuerza.»
cedan. En las sanciones glorificadoras del Acaso sea atrevida y candorosa espe-
futuro hay también palmas para el re- ranza creer en un aceleramiento tan con-
cuerdo de los precursores. Edgard Qui- tinuo y dichoso de la evolución, en una
net, que tan profundamente ha penetra- eficacia tal de vuestro esfuerzo, que bas-
do en las armonías de la historia y la te el tiempo concedido a la duración de
Naturaleza, observa que para preparar j una generación humana para llevar en
el advenimiento de un nuevo tipo huma- ¡ América las condiciones de la vida inte-
no, de una nueva unidad social, de una lectual, desde la incipiencia en que las
personificación nueva de la civilización, tenemos ahora, a la categoría de un ver-
suele precederles de lejos un grupo dis- dadero interés social y a una cumbre
perso y prematuro, cuyo papel es análo- que de veras domine.—Pero, donde no
go en la vida de las sociedades al de las cabe la transformación total, cabe el pro-
especies proféticas de que a propósito de greso; y aun cuando supierais que las
la evolución biológica habla Héer. El tipo , primicias del suelo penosamente traba-
nuevo empieza por significar, apenas, di- ¡ jado no habrían de servirse en vuestra
ferencias individuales y aisladas; los in- mesa jamás, ello sería, si sois generosos,
dividualismos se organizan más tarde en si sois fuertes, un nuevo estímulo en la
«variedad»; y por último, la variedad en- intimidad de vuestra conciencia. La obra
cuentra para propagarse un medio que la mejor es la que se realiza sin las impa-
favorece, y entonces ella asciende quizá ciencias del éxito inmediato; y el más
el rango específico: entonces—digámoslo glorioso esfuerzo es el que pone la espe-
con las palabras de Quinet—el grupo se ranza más allá del horizonte visible; y la
hace muchedumbre, y reina. \ abnegación más pura es la que se niega
He ahí por qué vuestra filosofía mo-; en lo presente, no ya la compensación
ral en el trabajo y el combate debe ser ¡ del lauro y el honor ruidoso, sino aun la
el reverso del carpe diem horaciano; una ! voluptuosidad moral que se solaza en la
filosofía que no se adhiera a lo presente i contemplación de la obra consumada y
sino como al peldaño donde afirmar el [ el término seguro.
pie o como a la brecha por donde entrar ¡ Hubo en la antigüedad altares para los
en muros enemigos. No aspiraréis, en lo «dioses ignorados». Consagrad una parte
inmediato, a la consagración de la vic- de vuestra alma al porvenir desconocido.
toria definitiva, sino a procuraros mejo- A medida que las sociedades avanzan, el
res condiciones de lucha. Vuestra ener- ; pensamiento del porvenir entra por ma-
gía viril tendrá con ello un estímulo más \ yor parte como uno de los factores de su
poderoso, puesto que hay la virtualidad evolución y una de las inspiraciones de
de un interés dramático mayor, en el sus obras. Desde la imprevisión oscura
desempeño de ese papel, activo esencial- del salvaje, que sólo divisa del futuro lo
mente, de renovación y de conquista, ¡ que falta para el terminar de cada pe-
propio para acrisolar las fuerzas de una ríodo de sol y no concibe cómo los días
generación heroicamente dotada, que en que vendrán pueden ser gobernados en
la serena y olímpica actitud que suelen parte desde el presente, hasta nuestra
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 247

preocupación solícita y previsora de la | do y a un presentimiento misterioso del


posteridad, media un espacio inmenso, | porvenir.
que acaso parezca breve y miserable al- i Eliminando la sugestión del interés
gún día. Sólo somos capaces de progreso • egoísta, de las almas, el pensamiento ins-
en cuanto lo somos de adaptar nuestros i pirado en la preocupación por destinos
actos a condiciones cada más más dis- | ulteriores a nuestra vida, todo lo purifica
tantes de nosotros en el espacio y en el | y serena, todo lo ennoblece; y es un alto
tiempo. La seguridad de nuestra inter- i honor de nuestro siglo el que la fuerza
vención en una obra que haya de sobre- • obligatoria de esa preocupación por lo
vivirnos, fructificando en los beneficios i futuro, el sentimiento de esa elevada im-
del futuro, realza nuestra dignidad huma- posición de ia dignidad del ser racional,
na, haciéndonos triunfar de las limita- se hayan manifestado tan claramente en
ciones de nuestra naturaleza. Si, por j él, que aun en el seno del más absoluto
desdicha, la Humanidad hubiera de deses- ¡ pesimismo, aun en el seno de la amarga
perar definitivamente de la inmortalidad filosofía que ha traído a la civilización
de la conciencia individual, el sentimien- j occidental, dentro del loto de Oriente, el
to más religioso con que podría susti- ! amor de la disolución y la nada, la voz
tuirla sería el que nace de pensar que, : de Hartmann ha predicado, con la apa-
aun después de disuelta nuestra alma en j ciencia de la lógica, el austero deber de
el seno de las cosas, persistiría en la he-' continuar la obra del perfeccionamiento,
rencia que se transmiten las generaciones de trabajar en beneficio del porvenir,
humanas lo mejor de lo que ella ha sen- para que, acelerada ía evolución por el
tido y ha soñado, su esencia más íntima • esfuerzo de los hombres, llegue ella con
1
y más pura, al modo como el rayo lu- más rápido impulso a su término final,
mínico de la estrella extinguida persiste I que será el término de todo dolor y toda
en lo infinito y desciende a acariciarnos ! vida.
con su melancólica luz. Pero no, como Hartmann, en nombre
de la muerte, sino en el de la vida mis-
El porvenir es en la vida de las socie- ma y la esperanza, yo os pido una parte
dades humanas el pensamiento idealiza- de vuestra alma para la obra del futu-
dor por excelencia. De ía veneración pia- | ro—Para pedíroslo, he querido inspirar-
dosa del pasado, del culto de la tradición me en la imagen dulce y serena de mi
por una parte, y por la otra del atrevido ¡ Ariel.—El bondadoso genio en quien Sha-
impulso hacia lo venidero, se compone la ' despeare acertó a infundir, quizá con la
noble fuerza que, levantando el espíritu : divina inconsciencia frecuente en las adi»
colectivo sobre las limitaciones del pre- ! vinaciones geniales, tan alto simbolismo,
sente, comunica a las agitaciones y los , manifiesta claramente en la estatua su
sentimientos sociales un sentido ideal. 1 situación ideal, admirablemente traduci-
Los hombres y los pueblos trabajan, en da por el arte en líneas y contornos. Ariel
sentir de Fouillée, bajo Ja inspiración de i es la razón y el sentimiento superior.
| a s ideas, como los irracionales bajo la : Ariel es este sublime instinto de perfec-
aspiración de los instintos; y la sociedad tibilidad, por cuya virtud se magnífica
que lucha y se esfuerza, a veces sin sa- i y convierte en centro de las cosas ía ar-
berlo, por imponer una idea a la reali- cilla humana a la que vive vinculada su
dad, imita, según el mismo pensador, ia luz, la miserable arcilla de que los ge-
o ora instintiva del pájaro que, al cons- nios de Arimanes hablaban a Manfredo.
truir el nido bajo el imperio de una ima- Ariel es, para la naturaleza, el excelso
gen interna que le obsede, obedece a la coronamiento de su obra, que hace ter-
vez a un recuerdo inconsciente del pasa- minarse el proceso de ascensión de Jas
248 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

formas organizadas, con la llamarada del y a los que luchan, hasta que el cumpli-
espíritu. Ariel triunfante, significa idea- miento del plan ignorado a que obedece
lidad y orden en la vida, noble inspi- le permita—cual se liberta, en el drama,
ración en el pensamiento, desinterés en del servicio de Próspero—romper sus la-
moral, buen gusto en arte, heroísmo en zos materiales y volver para siempre al
la acción, delicadeza en las costumbres. centro de su lumbre divina.
—El es el héroe epónimo en la epopeya Aún más que para mi palabra, yo exi-
de la especie; él es el inmortal protago- jo de vosotros un dulce e indeleble re-
nista; desde que con su presencia inspi- cuerdo para mi estatua de Ariel. Yo quie-
ró los débiles esfuerzos de racionalidad ro que la imagen leve y graciosa de este
del hombre prehistórico, cuando por pri- bronce se imprima desde ahora en la
mera vez dobló la frente oscura para más segura intimidad de vuestro espíri-
labrar el pedernal o dibujar una grosera ¡ tu.—Recuerdo que una vez que observa-
imagen en los huesos de reno; desde ba el monetario de un museo provocó
que con sus alas avivó la hoguera sagra- mi atención en la leyenda de una vieja
da que el aria primitivo, progenitor de moneda la palabra Esperanza, medio bo-
los pueblos civilizadores, amigo de la luz, rrada sobre la palidez decrépita del oro.
encendía en el misterio de las selvas del i Considerando la apagada inscripción, ya
Ganges, para forjar con su fuego divino meditaba en la posible realidad de su
el cetro de la majestad humana—hasta influencia. ¿Quién sabe qué activa y no-
que, dentro ya de las razas superiores, se ble parte sería justo atribuir, en la for-
cierne, deslumbrante, sobre las almas mación del carácter y en la vida de algu-
que han extralimitado las cimas natura- \ nas generaciones humanas, a ese lema
les de la Humanidad; lo mismo sobre j sencillo actuando sobre los ánimos como
los héroes del pensamiento y el ensueño i una insistente sugestión? ¿Quién sabe
que sobre los de la acción y el sacrificio; ¡ cuántas vacilantes alegrías persistieron,
lo mismo sobre Platón en el promontorio cuántas generosas empresas maduraron,
de Sunium, que sobre San Francisco de cuántos fatales propósitos se desvanecie-
Asís en la soledad de Monte Alber- ¡ ron, al chocar las miradas con la palabra
nia.—Su fuerza incontrastable tiene por alentadora, impresa, como un gráfico gri-
impulso todo el movimiento ascendente to, sobre el disco metálico que circuló de
de la vida. Vencido una y mil veces por [ mano en mano?... Pueda la imagen de
la indomable rebelión de Calibán, pros- j este bronce—troquelados vuestros cora-
crito por la barbarie vencedora, asfixiado j zones con ella—desempeñar en vuestra
en el humo de las batallas, manchadas 1vida el mismo inaparente pero decisivo
las alas transparentes al rozar el «eterno J papel. Pueda ella, en las horas sin luz
estercolero de Job», Ariel resurge inmor- ; del desaliento, reanimar en vuestra con-
talmente, Ariel recobra su juventud y su | ciencia el entusiasmo por el ideal vaci-
hermosura, y acude ágil, como al manda- | lante, devolver a vuestro corazón el ca-
to de Próspero, al llamado de cuantos le 1lor de la esperanza perdida. Afirmado
aman e invocan en la realidad. Su benéfi- i primero en el baluarte de vuestra vida
co imperio alcanza, a veces, aun a los interior, Ariel se lanzará desde allí a la
que le niegan y le desconocen. El dirige conquista de las almas. Yo le veo, en el
a menudo las fuerzas ciegas del mar y porvenir, sonriéndoos con gratitud, desde
la barbarie para que concurran, como lo alto, al sumergirse en la sombra vues-
las otras, a la obra del bien. El cruzará tro espíritu. Yo creo en vuestra voluntad,
la historia humana, entonando como en en vuestro esfuerzo; y más aún en los de
el drama de Shakespeare, su canción me- aquellos a quienes daréis la vida y trans-
lodiosa, para animar a los que trabajan mitiréis vuestra obra. Yo suelo emhria-
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 249
garme con el sueño de día en que las I quietud que ella derramaba de su urna
cosas reales harán pensar que la Cordi- í de ébano sobre la tierra triunfaban de
llera que se yergue sobre el suelo de la prosa flotante sobre las cosas dis-
América ha sido tallada para ser el pe- puestas por manos de los hombres. Sólo
destal de esta estatua, para ser el ara estorbaba para el éxtasis la presencia de
inmutable de su veneración! \ la multitud. Un soplo tibio hacía estre-
| mecerse el ambiente con lánguido y de-
Así habló Próspero.—Los jóvenes dis- licioso abandono, como la copa trémula
cípulos se separaron del maestro después en la mano de una bacante. Las sombras,
de haber estrechado su mano con afecto ¡ sin ennegrecer el cielo purísimo, se limi-
filial. De su suave palabra, iba con ellos taban a dar a su azul el tono oscuro en
la persistente vibración en que se pro- que parece expresarse una serenidad pen-
longa el lamento del cristal herido, en sadora. Esmaltándolas, los grandes as-
un ambiente sereno. Era la última hora tros centelleaban en medio de un cortejo
de la tarde. Un rayo del moribundo sol infinito; Aldebarán, que ciñe una púrpu-
atravesaba la estancia, en medio de dis- ra de luz; Sirio, como la cavidad de un
creta penumbra, y tocando la frente de , nielado cáliz de plata volcado sobre el
bronce de la estatua, parecía animar en | mundo: el Crucero, cuyos brazos abier-
los altivos ojos de Ariel la chispa in- | tos se tienden sobre el suelo de América
quieta de la vida. Prolongándose luego, como para defender una última espe-
el rayo hacía pensar en una larga mirada ranza. ..
que el genio, prisionero en el bronce, Y fué entonces, tras ei prolongado si-
enviase sobre el grupo juvenil que se lencio, cuando el más joven del grupo,
alejaba.—Por mucho espacio marchó el a quien llamaban Enjoirás por su ensi-
grupo en silencio. Al amparo de un re- mismamiento reflexivo, dijo, señalando
cogimiento unánime se verificaba en el sucesivamente la perezosa ondulación del
espíritu de todos ese fino destilar de la rebaño humano y la radiante hermosura
meditación, absorta en cosas graves, que de la noche:
un alma santa ha comparado exquisita- —Mientras la muchedumbre pasa, yo
mente a la caída lenta y tranquila del '. observo que, aunque ella no mira al cíe-
rocío sobre el vellón de un cordero.— \ lo, el cielo la mira. Sobre su masa indi-
Cuando el áspero contacto de la muche- ferente y oscura, como tierra del surco,
dumbre les devolvió a la realidad que algo desciende de lo alto. La vibración de
les rodeaba, era la noche ya, Una cálida las estrellas se parece al movimiento de
y serena noche de estío. La gracia y la unas manos de sembrador.

FIN DE «ARIEL»

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