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A R. I E L
PROLOGO
hito en que se piensa Ariel. Los que co- '. discutida de la obra. Cabe, en mi sentir,
tejan sus páginas con las realidades de oponer reparos a algunos de sus juicios
América—o mejor: de ciertas zonas de severos sobre la nación septentrional,
América—no advierten la clave en que mucho más severos que los formulados
están escritas. Con su acostumbrada con- por dos máximos pensadores y geniales
cisión lo apuntó Pedro Henríquez Ureña psicosociólogos antillanos: Hostos y Mar-
en un artículo recogido en sus Ensayos ti En aquel organismo social hay dos
críticos (La Habana, 1905, pp. 71-80): males contradictorios que en el actual
«Rodó no ha intentado hacer un estudio período de agitación se han recrudecido:
sociológico, como Carlos Octavio Bunge de una parte, el orgullo anglosajón, suer-
en Muestra América: su propósito es te de pedestal aislador en que se asien-
contribuir a formar un ideal en la clase tan las tendencias imperialistas, la mora-
dirigente, tan necesitada de ellos.» lidad puritana y los prejuicios de raza
1 y secta; de otra parte, el espíritu aventu-
| rero, origen del comercialismo sin escrú-
VII : pulos y del sensacionismo invasor y vul-
j garizador. Pero por encima de sus ten-
Como ilustración de los vicios de una \ dencias prácticas, aquel pueblo sustenta
democracia utilitarista—pero también co- un ideal elevado, aunque distinto de
mo ilustración de los peligros a que se nuestro ideal intelectualista: el perfec-
exponen las democracias latinoamerica- cionamiento humano, que tiene por fina-
nas al seguir ciegamente el modelo del lidad el bien moral y debe traducirse so-
Norte—estudia el caso de los Estados ! cialmente en la dignificación de la vida
Unidos. Su tesis aparece claramente ex- ¡ colectiva. Hoy mismo se ofrece a la mi-
planada en el sumario ya transcrito. A ¡ rada escrutadora, sugestivo para nues-
través de él es posible ver hasta qué tro pensamiento, el perseverante esfuer-
punto era tributario de Groussac y otras zo idealista de la mejor parte, la genui-
interpretaciones francesas. También es namente representativa del espíritu nor-
posible advertir lo poco que sabía de teamericano contra las tendencias co-
Estados Unidos, rruptoras que amenazan Invadir todos
Ya un coetáneo señaló con firmeza esta los campos de la actividad nacional: los
ignorancia. En un artículo de El Siglo, | hombres de probidad inflexible y agre-
de Montevideo (15 de julio de 1901), Al-! siva en política; el periodismo serio, que
berto Min Frías no refuta la acusación es el más culto y noble en el mundo;
de utilitarismo que Rodó lanza contra los escritores, desde el d,ecano Howells
Estados Unidos; pero apoyándose en hasta la admirable Edith Wharton, figura
Outre-mer, de Paul Bourget (1894), y en • culminante de la juventud, que cultivan
su mejor conocimiento de las letras es- una literatura original y vigorosa, de
tadounidenses, denuncia la unilateralidad honda psicología y estilo selecto; los ar-
de su punto de vista. tistas, creadores de una escuela nueva
i
Su conclusión puede sintetizarse en | que e independiente de pintura y escultura
ha dado glorias universales como
esta frase: «El mercantilismo, repelente ; Whistler
tal vez, en sus principios, llega a su po- Farge; losy científicos
Sargent, Saint Gaudens y La
que se consagran
derío de acumulación y entonces produce a una labor desinteresada, como Gidclins
algo esencialmente contrario a su ori- y Ward, fundadores de sistemas socioló-
gen: el refinamiento.» Poco más tarde, gicos; los educadores y conferencistas
se publica el ensayo ya citado de Pedro que llegan al seno de las masas el evan-
Henríquez Ureña en el que se dice: «Este
análisis es la parte más discutible y más gelio de la elevación moral e intelectual,»
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 203
ARIEL
A LA JUVENTUD DE AMERICA
[I
Junto a la estatua que habéis visto pre- oratoria sagrada. Pienso también que el
sidir, cada tarde, nuestros coloquios de espíritu de la juventud es un terreno ge-
amigos, en los que he procurado despo- neroso donde la simiente de una palabra
jar a la enseñanza de toda ingrata aus- oportuna suele rendir, en corto tiempo,
teridad, voy a hablaros de nuevo, para los frutos de una inmortal vegetación.
que sea nuestra despedida como el sello Anhelo colaborar en una página del
estampado en un convenio de sentimien- programa que, al prepararos a respirar
tos y de ideas. el aire libre de la acción, formularéis,
Invoco a ARIEL como mi numen. Qui- sin duda, en la intimidad de vuestro es-
siera ahora para mi palabra la más sua- píritu, para ceñir a él vuestra personali-
ve
y persuasiva unción que ella haya dad moral y vuestro esfuerzo. Este pro-
tenido jamás. Pienso que hablar a la ju- grama propio—que algunas veces se for-
ventud sobre nobles y elevados motivos, ; muía y escribe; que se reserva otras
cualesquiera que sean, es un género de i para ser revelado en el mismo transcurso
208 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tan ausentes los ascetas que acompaña- y corazón en quienes se reflejan tan des-
ban en la soledad las penitencias del consoladoras manifestaciones del espíritu
Bautista. Cuando Jesús habla de los que de nuestro tiempo como la del protago-
a él le siguen, los compara a los para- nista de A rebours o la del Robert Gres-
ninfos de un cortejo de bodas.—Y es la lou de Le disciple.—V&io comprobaba
impresión de aquel divino contento la el análisis, también, un lisonjero renaci-
que, incorporándose a la esencia de la ¡ miento de animación y de esperanza en
nueva fe, se siente persistir al través de | la psicología de la juventud de que suele
la Odisea de los evangelistas; la que hablarnos una literatura que es quizá
derrama en el espíritu de las primeras nuncio de transformaciones más hondas;
comunidades cristianas su felicidad can- i renacimiento que personifican los hé-
dorosa, su ingenua alegría de vivir; y I roes nuevos de Lemaítre, de Wizewa,
la que, al llegar a Roma con ios igno- de Rod, y cuya más cumplida represen-
rados cristianos del Transtevere, les abre tación lo sería tal vez el David Grieve
fácil paso en los corazones; porque ellos con que cierta novelista inglesa contem-
triunfaron oponiendo el encanto de su poránea ha resumido en un solo carácter
juventud interior—la de su alma embal- todas las penas y todas las inquietudes
samada por la libación del vino nuevo— ideales de varias generaciones, para solu-
a ía severidad de los estoicos y a la de- cionarlas en un supremo desenlace de
crepitud de los mundanos. serenidad y de amor,
Sed, pues, conscientes poseedores de ¿Madurará en la realidad esa esperan-
la fuerza bendita que lleváis dentro de za?—Vosotros, los que vais a pasar, como
vosotros mismos. No creáis, sin embar- \ el obrero en marcha a los talleres que
go, que ella esté exenta de malograrse le esperan, bajo el pórtico del nuevo si-
y desvanecerse, como un impulso sin ob- : glo, ¿reflejaréis quizá sobre el arte que
jeto, en la realidad. De la Naturaleza es os estudie imágenes más luminosas y
la dádiva del precioso tesoro; pero es ; triunfales que las que han quedado de
de las ideas que él sea fecundo, o se pro- nosotros? Si los tiempos divinos en que
digue vanamente, o fraccionado y disper- ' las almas jóvenes daban modelos para
so en las conciencias personales, no se ios dialoguistas radiantes de Platón sólo
manifieste en la vida de las sociedades ; fueron posibles en una breve primavera
humanas como una fuerza bienhechora. \ del mundo; si es fuerza «no pensar en
—Un escritor sagaz rastreaba, ha poco, i los dioses», corno aconseja la Forquias
en las páginas de la novela de nuestro i del segundo Fausto al coro de cautivas;
siglo—esa inmensa superficie especular ¿no nos será lícito, a lo menos, soñar con
donde se refleja toda entera la imagen la aparición de generaciones humanas
de la vida en los últimos vertiginosos ¡ que devuelvan a la vida un sentido
cien años—, la psicología, los estados del | ideal, un grande entusiasmo; en las que
alma de la juventud, tales como ellos \ sea un poder el sentimiento; en los que
han sido en las generaciones que van ) una vigorosa resurrección de las energías
desde los días de Rene hasta los que j de la voluntad ahuyente, con heroico cla-
han visto pasar a Des Esseintes.—Su ana- j mor, del fondo de las almas, todas las
lisis comprobaba una progresiva dismi- >cobardías morales que se nutren a los
nución de juventud interior y de ener- ¡ pechos de la decepción y de la duda?
gía, en la serie de personajes represen- i ¿Será de nuevo la juventud una realidad
tanvos que se inicia con los héroes, en- j de la vida colectiva, como lo es de la
ferinos, pero a menudo viriles y siempre j vida individual?
intensos de pasión, de los románticos, y ¡ Tal es la pregunta que me inquieta,
termina con los enervados de voluntad I mirándoos.--Vuestras primeras páginas,
OBRA ORIGINAL.-—3: ARIEL 211
las confesiones que nos habéis hecho ; llegase a nosotros, cualquiera resonan-
hasta ahora de vuestro mundo íntimo, ¡ cia del humano dolor, cualquier eco veni-
hablan de indecisión y de estupor a me- do de literaturas extrañas, que, por tris-
nudo; nunca de enervación, ni de un de- ; te o insano, ponga en peligro la fragi-
Unitivo quebranto de ía voluntad. Yo | lidad de su optimismo. Ninguna firme
sé bien que el entusiasmo es una sur- • educación de la inteligencia puede fun-
gente viva en vosotros. Yo sé bien que i darse en el aislamiento candoroso o en
las notas de desaliento y de dolor que i la ignorancia voluntaria, Todo problema
la absoluta sinceridad del pensamiento propuesto al pensamiento humano por
—virtud todavía más grande que la es- la Duda; toda sincera reconvención que
peranza—ha podido hacer brotar de las ' sobre Dios o la Naturaleza se fulmine,
torturas de vuestra meditación en las j del seno del desaliento y el dolor, tie-
tristes e inevitables citas de la Duda, no j nen derecho a que les dejemos llegar a
eran indicio de un estado de alma per- ¡ nuestra conciencia y a que los afronte-
manente ni significaron en ningún caso mos. Nuestra fuerza de corazón ha de
vuestra desconfianza respecto de ía éter- i probarse aceptando el reto de la Esfin-
na virtualidad de la Vida. Cuando un ! ge, y no esquivando su interrogación for-
grito de angustia ha ascendido del fon- : midable. —No olvidéis, además, que en
do de vuestro corazón, no lo habéis so- ciertas amarguras del pensamiento hay,
focado antes de pasar por vuestros la- j como en sus alegrías, la posibilidad de
bios, con la austera y muda altivez del ! encontrar un punto de partida para la
estoico en el suplicio, pero lo habéis j acción, hay a menudo sugestiones fe-
terminado con una invocación al ideal ; cundas. Cuando el dolor enerva; cuan-
que vendrá, con una nota de esperanza | do el dolor es la irresistible pendiente
mesiánica. que conduce al marasmo o el consejero
Por lo demás, al hablaros del entusias- pérfido que mueve a la abdicación de
mo y las esperanzas, como de altas y fe- la voluntad, la filosofía que le lleva en
cundas virtudes, no es mi propósito en- sus entrañas es cosa indigna de almas
señaros a trazar la línea infranqueable jóvenes. Puede entonces el poeta cali-
que separe el escepticismo de la fe, la ficarle de «indolente soldado que mili-
decepción de la alegría. Nada más lejos ta bajo las banderas de la muerte». Pero
de mi ánimo que la idea de confundií cuando lo que nace del seno del dolor
con los atributos naturales de la juven- es el anhelo varonil de la lucha para
tud, con la graciosa espontaneidad de su conquistar o recobrar el bien que él nos
alma, esa indolente frivolidad del pen- niega, entonces es un acerado acicate
samiento, que, incapaz de ver más que de la evolución, es el más poderoso im-
el motivo de un juego en la actividad, pulso de la vida; no de otro modo que
compra el amor y el contento de la vida como el hastío, para Helvecio, llega a
al precio de su incomunicación con todo ser la mayor y más preciosa de todas
lo que pueda hacer detener el paso ante las prerrogativas humanas, desde el mo-
la faz misteriosa y grave de las cosas. ,! mento en que, impidiendo enervarse
—No es ése el noble significado de la ¡ nuestra sensibilidad en los adormeci-
juventud individual, ni ése tampoco el j mientos del ocio, se convierte en el vigi-
de la juventud de los pueblos. —Yo he lante estímulo de la acción.
conceptuado siempre vano el propósito En tal sentido, se ha dicho bien que
de los que constituyéndose en avizores hay pesimismos que tienen la significa-
vigías del destino de América, en cus- j ción de un optimismo paradójico. Muy
¡.odios de su tranquilidad, quisieran so- j lejos de suponer la renuncia y la conde-
focar, con temeroso recelo, antes de que \ nación de la existencia, ellos propagan,
212 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
con su descontento de lo actual, la nece- tensas que debieran ser. Gastón Des-
sidad de renovarla. Lo que a la Huma- champs lo hacía notar en Francia, hace
nidad importa salvar contra toda nega- poco, comentando la iniciación tardía de
ción pesimista es, no tanto la idea de las jóvenes generaciones, en la vida pú-
ía relativa bondad de lo presente, sino blica y la cultura de aquel pueblo, y la
la de la posibilidad de llegar a un térmi- escasa originalidad con que ellas contri-
no mejor por el desenvolvimiento de la buyen al trazado de las ideas dominan-
vida, apresurado y orientado mediante tes. Mis impresiones del presente de Amé-
ei esfuerzo de los hombres. La fe en el rica, en cuanto ellas pueden tener un ca-
porvenir, la confianza en la eficacia del rácter general a pesar del doloroso ais-
esfuerzo humano, son el antecedente ne- lamiento en que viven los pueblos que
cesario de toda acción enérgica y de todo la componen, justificarían acaso una ob-
propósito fecundo. Tal es la razón por servación parecida. —Y, sin embargo, yo
la que he querido comenzar encarecién- creo ver expresada en todas partes la
doos la inmortal excelencia de esa fe necesidad de una activa revelación de
que, siendo en la juventud un instinto, fuerzas nuevas; yo creo que América
no debe necesitar seros impuesta por necesita grandemente de su juventud.
ninguna enseñanza, puesto que la encon- —He ahí por qué os hablo. He ahí por
traréis indefectiblemente dejando actuar qué me interesa extraordinariamente la
en el fondo de vuestro ser la sugestión orientación moral de vuestro espíritu. La
divina de la Naturaleza. energía de vuestra palabra y vuestro
Animados por ese sentimiento, entrad, ejemplo puede llegar hasta incorporar
pues, a la vida, que os abre sus hondos las fuerzas vivas del pasado a la obra
horizontes, con la noble ambición de ha- del futuro. Pienso con Michelet que el
cer sentir vuestra presencia en ella des- verdadero concepto de la educación no
de el momento en que la afrontéis con abarca sólo la cultura del espíritu de los
la altiva mirada del conquistador. Toca hijos por la experiencia de los padres,
al espíritu juvenil la iniciativa audaz, la sino también, y con frecuencia mucho
genialidad innovadora. —Quizá universal- más, la del espíritu de los padres por la
mente, hoy, la acción y la influencia de inspiración innovadora de los hijos.
la juventud son en la marcha de las so- Hablemos, pues, de cómo considera-
ciedades humanas menos efectivas e in- réis la vida que os espera.
[H
rogeneidad, que, a medida que la cultu- estructura social. —La belleza incompa-
ra general de las sociedades avanza, se rable de Atenas, lo imperecedero del mo-
limite correlativamente la extensión de delo legado por sus manos de diosa a la
las aptitudes individuales y haya de ce- admiración y el encanto de la humani-
ñirse el campo de acción de cada uno dad, nacen de que aquella ciudad de pro-
a una especialidad más restringida. Sin digios fundó su concepción de la vida en
dejar de constituir una condición necesa- el concierto de todas las facultades hu-
ria de progreso, ese desenvolvimiento del manas, en la libre y acordada expansión
espíritu de especialización trae consigo de todas las energías capaces de contri-
desventajas visibles, que no se limitan a buir a la gloria y al poder de los hom-
estrechar el horizonte de cada inteligen- bres. Atenas supo engrandecer a la vez
cia, falseando necesariamente su concep- el sentido de lo ideal y el de lo real, la
to del mundo, sino que alcanzan y perju- razón y el instinto, las fuerzas del espíri-
dican, por la dispersión de las afecciones tu y las del cuerpo. Cinceló las cuatro
y los hábitos individuales, al sentimiento faces del alma. Cada ateniense libre des-
de la solidaridad. —Augusto Comte ha se- cribe en derredor de sí, para contener su
ñalado bien este peligro de las civilizacio- acción, un círculo perfecto, en el que nin-
nes avanzadas. Un alto estado de perfec- gún desordenado impulso quebrantará la
cionamiento social tiene para él un grave graciosa proporción de la línea. Es atleta
inconveniente en la facilidad con que sus- y escultura viviente en el gimnasio, ciu-
cita la aparición de espíritus deformados dadano en el Pnix, polemista y pensador
y estrechos; de espíritus «muy capaces | en los pórticos. Ejercita su voluntad en
bajo un aspecto único y monstruosamen- i toda suerte de acción viril y su pensa-
te ineptos bajo todos los otros». El em- i miento en toda preocupación fecunda.
pequeñecimiento de un cerebro humano Por eso afirma Macaulay que un día dé-
por el comercio continuo de un solo gé- j la vida pública del Ática es más brillan-
ñero de ideas, por el ejercicio indefinido ] te programa de enseñanza que los que
de un solo modo de actividad, es para hoy calculamos para nuestros modernos
Comte un resultado comparable a la mí- centros de instrucción. —Y de aquel li-
sera suerte del obrero a quien la divi- bre y único florecimiento de la plenitud
sión del trabajo de taller obliga a con- de nuestra naturaleza, surgió el milagro-
sumir en la invariable operación de un griego, —una inimitable y encantadora-
detalle mecánico todas las energías de su mezcla de animación y de serenidad, una
vida, En uno y otro caso, el efecto moral primavera del espíritu humano, una son-
es inspirar una desastrosa indiferencia ' risa de la historia.
por el aspecto general de los intereses En nuestros tiempos, la creciente com-
de la humanidad. Y aunque esta especie plejidad de nuestra civilización privaría
de automatismo humano—agrega el pen- de toda seriedad al pensamiento de res-
sador positivista—no constituye felizmen- taurar esa armonía,
te sino la extrema influencia dispersiva los elementos de una sólo posible entre
graciosa sencillez.
del principio de especialización, su reali- Pero dentro de la misma
dad, ya muy frecuente, exige que se atri- nuestra cultura; dentro decomplejidadla
de
diferencia-
buya a su apreciación una verdadera im- ción progresiva de caracteres, de aptitu-
portancia (i). ; des, de méritos, que es la ineludible con-
No menos que a la solidez, daña esa ' secuencia del progreso en el desenvolvi-
influencia dispersiva a la estética de la ! miento social, cabe salvar una razonable
participación de todos en ciertas ideas y
(1) A. COMI'E: Coars de. phüosophic posiíive, sentimientos fundamentales que manten-
i. IV, p. 430, 2.» ed. [J. E. R,] gan la unidad y el concierto de la vida.
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 215
—en ciertos intereses del alma, ante los tos. Vivía su reino la candorosa infancia
cuales la dignidad del ser racional no de las tiendas de Ismael y los palacios de
consiente la indiferencia de ninguno de Pilos. La tradición le llamó después, en
nosotros. la memoria de los hombres, el rey hospi-
Cuando el sentido de la utilidad ma- talario. Inmensa era la piedad del rey,
terial y el bienestar domina en el carác- A desvanecerse en ella tendía, como por
ter de las sociedades humanas con la su propio peso, toda desventura. A su
energía que tiene en lo presente, los re- hospitalidad acudían lo mismo por blan-
sultados del espíritu estrecho y la cultu- co pan el miserable que el alma desolada
ra unilateral son particularmente funes- por el bálsamo de la palabra que acari-
tos a la difusión de aquellas preocupacio- cia. Su corazón reflejaba, como sensible
nes puramente ideales que, siendo obje- placa sonora, el ritmo de los otros. Su
to de amor para quienes les consagran palacio era la casa del pueblo. —Tocio
las energías más nobles y perseverantes era libertad y animación dentro de este
de su vida, se convierten en una remota, augusto recinto, cuya entrada nunca
y quizá no sospechada región, para una hubo guardas que vedasen. En los abier-
inmensa parte de los otros. —Todo géne- tos pórticos, formaban corro los pastores
ro de meditación desinteresada, de con- cuando consagraban a rústicos concier-
templación ideal, de tregua íntima, en la tos sus ocios; platicaban al caer la tarde
que los diarios afanes por la utilidad ce- los ancianos; y frescos grupos de muje-
dan transitoriamente su imperio a una res disponían, sobre trenzados juncos,
mirada noble y serena tendida de lo alto las flores y los racimos de que se com-
de la razón sobre las cosas, permanece ponía únicamente el diezmo real. Mer-
ignorado, en el estado actual de las so- caderes de Ofir, buhoneros de Damasco,
ciedades humanas, para millones de al- cruzaban a toda hora las puertas anchu-
mas civilizadas y cultas, a quienes la in- rosas, y ostentaban en competencia, ante
fluencia de la educación o la costumbre las miradas del rey, las telas, las jo-
reduce al automatismo de una actividad, yas, los perfumes. Junto a su trono repo-
en definitiva, material. —Y bien: este saban los abrumados peregrinos. Los pá-
género de servidumbre debe considerarse jaros se citaban al mediodía para recoger
la más triste y oprobiosa de todas las las migajas de su mesa; y con el alba,
condenaciones morales. Yo os ruego que los niños llegaban en bandas bulliciosas
os defendáis, en la milicia de la vida, al pie del lecho en que dormía el rey de
contra ía mutilación de vuestro espíritu barba de plata y le anunciaban la pre-
Por la tiranía de un objetivo único e sencia del sol. —Lo mismo a los seres
interesado. No entreguéis nunca a la uti- sin ventura que a las cosas sin alma al-
lidad o a la pasión sino una parte de canzaba su liberalidad infinita. La Natu-
vosotros. Aun dentro de la esclavitud raleza sentía también la atracción de su
material, hay la posibilidad de salvar la llamado generoso; vientos, aves y plan-
libertad interior: la de la razón y el sen- tas parecían buscar—como en el mito de
timiento. No tratéis, pues, de justificar, Orfeo y en la leyenda de San Francisco
por la absorción del trabajo o el cómba- de Asís—la amistad humana en aquel
le, la esclavitud de vuestro espíritu. oasis de hospitalidad. Del germen caído
al acaso brotaban y florecían, en las
Encuentro el símbolo de lo que debe junturas de los pavimentos y los muros,
ser nuestra alma en un cuento que evoco los alhelíes de las ruinas, sin que una
de un empolvado rincón de mi memoria. mano cruel los arrancase ni los hollara
--Era un rey patriarcal, en el Oriente in- un pie maligno. Por las francas ventanas
determinado e ingenuo donde gusta ha- se tendían al interior de las cámaras del
-er nido la alegre bandada de los cuen-
216 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
rey las enredaderas osadas y curiosas, | guraba que, aun cuando a nadie fuera:
Los fatigados vientos abandonaban lar- I dado acompañarle hasta allí, su hospita-
gamente sobre el alcázar real su carga lidad seguía siendo en el misterioso se-
de aromas y armonías. Empinándose des- guro tan generosa y grande como siem-
de el vecino mar, como si quisieran ce- pre, sólo que los que él congregaba den-
ñirle en un abrazo, le salpicaban las olas I tro de sus muros discretos eran convi-
con su espuma. Y una libertad paradisial, dados impalpables y huéspedes sutiles.
una inmensa reciprocidad de confianzas, En él soñaba, en él se libertaba de la
mantenían por dondequiera la animación realidad, el rey legendario; en él sus
de una fiesta inextinguible... miradas se volvían a lo interior y se bru-
Pero dentro, muy dentro; aislada del. j ñían en la meditación sus pensamientos
alcázar ruidoso por cubiertos canales; i como las guijas lavadas por la espuma;
oculta a la mirada vulgar—como la «per- | en él se desplegaban sobre su noble fren-
dida iglesia» de Uhland en lo esquivo ¡ te las blancas alas de Psiquis... Y luego,
del bosque—al cabo de ignorados sende- ; cuando la muerte vino a recordarle que
ros, una misteriosa sala se extendía, en :! él no había sido sino un huésped más en
ia que a nadie era lícito poner la planta, su palacio, la impenetrable estancia que-
sino al mismo rey, cuya hospitalidad se ! dó clausurada y muda para siempre;
trocaba en sus umbrales en la aparien- i para siempre abismada en su reposo in-
cia de ascético egoísmo. Espesos muros i finito; nadie la profanó jamás, porque
ia rodeaban. Ni un eco del bullicio ex- i nadie hubiera osado poner la planta irre-
terior; ni una nota escapada al concierto i verente allí donde el viejo rey quiso es-
de la Naturaleza, ni una palabra despren- \ tar solo con sus sueños y aislado en Ja
dida de labios de los hombres, lograban ¡ última Thule de su alma.
traspasar el espesor de los sillares de 1 Yo doy al cuento el escenario ele vues-
pórfido y conmover una onda del aire j tro reino interior. Abierto con una salu-
en la prohibida estancia. Religioso silen- { dable liberalidad, como la casa del mo-
cio velaba en ella la castidad del aire ' narca confiado, a todas las corrientes del
dormido. La luz, que tamizaban esmal- i mundo, exista en él, al mismo tiempo, la
tadas vidrieras, llegaba lánguida, medido I celda escondida y misteriosa que deseo-
el paso por una inalterable igualdad, y se i nozcan los huéspedes profanos y que a
diluía, como copo de nieve que invade un j nadie más que a la razón serena perte-
nido tibio, en la calma de un ambiente nezca. Sólo cuando penetréis dentro del
celeste.—Nunca reinó tan honda paz; ni inviolable seguro podréis llamaros, en
en oceánica gruta, ni en soledad nemo- realidad, hombres libres. No lo son quie-
rosa.—Alguna vez—cuando la noche era nes, enajenando insensatamente el do-
diáfana y tranquila—abriéndose a modo minio de sí a favor de la desordenada
de dos valvas de nácar la artesonada te- pasión o el interés utilitario, olvidan que,
chumbre, dejaba cernerse en su lugar la según el sabio precepto de Montaigne,
magnificencia de las sombras serenas. En nuestro espíritu puede ser objeto de
el ambiente flotaba como una onda in- préstamo, pero no de cesión.-—Pensar,
disipable la casta esencia del nenúfar, el soñar, admirar: he ahí los nombres de
perfume sugeridor del adormecimiento los sutiles visitantes de mi celda. Los
penseroso y de la contemplación del pro- antiguos los clasificaban dentro de su
pio ser. Graves cariátides custodiaban las j noble inteligencia del ocio, que ellos te-
puertas de marfil en la actitud del silen- j nían por el más elevado empleo de una
ciario. En los testeros, esculpidas imáge- : existencia verdaderamente racional, íden-
nes hablaban de idealidad, de ensimisma- i tíñeándolo con la libertad del pensa-
miento, de reposo...—-Y el viejo rey ase- ¡ miento emancipado de todo innoble yugo.
ÜBRA ORIGINAL.—3; ARIEL 217
£1 ocio noble era la inversión del tiempo Ninguna función particular debe preva-
que oponían, como expresión de la vida lecer jamás sobre esa finalidad suprema.
superior, a la actividad económica. Vincu- Ninguna fuerza aislada puede satisfacer
lada exclusivamente a esa alta y aristo- los fines racionales de la existencia indi-
crática idea del reposo su concepción de vidual, como no puede producir el orde-
la dignidad de la vida, el espíritu clásico nado concierto de la existencia colectiva.
encuentra su corrección y su complemen- Así como la deformidad y el empequeñe-
to en nuestra moderna creencia en la cimiento son, en el alma de los indivi-
dignidad del trabajo útil; y entrambas duos, el resultado de un exclusivo objeto
atenciones del alma pueden componer, impuesto a la acción y un solo modo de
en ía existencia individual, un ritmo so- cultura, la falsedad de lo artificial vuel-
bre cuyo mantenimiento necesario nunca ve efímera la gloria de las sociedades que
será inoportuno insistir.—La escuela es- han sacrificado el libre desarrollo de su
toica, que iluminó el ocaso de la antigüe-
dad como por un anticipado resplandor sensibilidad y su pensamiento, ya a la
del cristianismo, nos ha legado una sen- actividad mercantil, como en Fenicia; ya
cilla y conmovedora imagen de la salva- a la guerra, corno en Esparta; ya al mis-
ción de la libertad interior, aun en me- ticismo, como en el terror del milenario;
dio a ios rigores de la servidumbre, en ía ya a la vida de sociedad y de salón, como
hermosa figura de Cleanío; de aquel en la Francia: del siglo xvin.—Y preser-
Cleanto que, obiigado a emplear la fuer- vándoos contra toda mutilación de vues-
za de sus brazos de atleta en sumergir tra naturaleza moral, aspirando a la ar-
el cubo de una fuente y mover la piedra moniosa expansión de vuestro ser en
de un molino, concedía a la meditación todo noble sentido, pensad al mismo
las treguas del quehacer miserable y tra- tiempo en que la más fácil y frecuente
zaba, con encallecida mano, sobre las pie- de las mutilaciones es, en el carácter ac-
dras del camino, las máximas oídas de tual de las sociedades humanas, la que
labios de Zenón. Toda educación racio- obliga al alma a privarse de ese género
nal, todo perfecto cultivo de nuestra na- de vida interior, donde tienen su ambien-
turaleza, tomarán por punto de partida te propio todas las cosas delicadas y no-
la posibilidad de estimular en cada uno bles que, a la intemperie de la realidad,
de nosotros la doble actividad que sim- quema el aliento de la pasión impura y
boliza Cleanto. el interés utilitario proscribe: ¡la vida
Una vez más: el principio fundamen- de que son parte la meditación desinte-
tal de vuestro desenvolvimiento, vuestro resada, la contemplación ideal, el ocio
leraa en la vida, deben ser mantener la antiguo, la impenetrable estancia de mi
integridad de vuestra condición humana. cuento!
[III
Importancia del sentimiento de lo bello para la educación del
espíritu.—Su relación con la moralidad.—Ejemplos históricos.—
Importancia de la cultura estética en el carácter de los pueblos
y como medio de propagar las ideas.]
Así como el primer impulso de la pro-1 contra la que os prevengo comenzará por
fonación será dirigirse a lo más sagrado sacrificar lo más delicado del espíritu.
"'-£-1 santuario, la regresión vulgarizadora : -De todos los elementos superiores de
218 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
[IV
UODO,
226 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COA1PLETAS
formula la más explícita condenación del los ojos de la razón, la cifra del valor
principio fundamental de la democracia: humano.
la igualdad de derechos; cree a este prin- La educación popular adquiere, consi-
cipio irremisiblemente divorciado de to- derada en relación a tal obra, como siem-
do posible dominio de la superioridad pre que se la mira con el pensamiento
intelectual; y llega hasta a señalar en él, del porvenir, un interés supremo (1). Es
con una enérgica imagen, das antipodas en la escuela, por cuyas manos procura-
de las vías de Dios—puesto que Dios no mos que pase la dura arcilla de las mu-
ha querido que todos viviesen en el mis- chedumbres, donde está la primera y
mo grado la vida del espíritu»,—Estas más generosa manifestación de la equi-
paradojas injustas del maestro, comple- dad social, que consagra para todos la
mentadas por su famoso ideal de una accesibilidad del saber y de los medios
oligarquía omnipotente de hombres sa- más eficaces de superioridad. Ella debe
bios, son comparables a la reproducción complementar tan noble cometido, ha-
exagerada y deformada, en el sueño, de ciendo objetos de una educación prefe-
un pensamiento real y fecundo que nos rente y cuidadosa el sentido del orden,
ha preocupado en la vigilia.™Desconocer la idea y la voluntad de la justicia, el
la obra de la democracia, en lo esencial, sentimiento de las legítimas autoridades
porque, aún no terminada, no ha llegado morales.
a conciliar definitivamente su empresa de Ninguna distinción más fácil de con-
igualdad con una fuerte garantía social fundirse y anularse en el espíritu del
ele selección, equivale a desconocer la pueblo que la que enseña que la igualdad
obra, paralela y concorde, de la ciencia, democrática puede significar una igual
porque interpretada con el criterio estre- posibilidad, pero nunca una igual reali-
cho de una escuela, ha podido dañar al- dad, de influencia y de prestigio, entre
guna vez al espíritu de religiosidad o al los miembros de una sociedad organiza-
espíritu de poesía.—La democracia y la da. En todos ellos hay un derecho idén-
ciencia son, en efecto, los dos insustitui- tico para aspirar a las superioridades
bles soportes sobre los que nuestra civi- morales que deben dar razón y funda-
lización descansa; o, expresándolo con mento a las superioridades efectivas;
una frase de Bourget, las dos «obreras» pero sólo a los que han alcanzado real-
de nuestros destinos futuros. «En ellas mente la posesión de las primeras debe
somos, vivimos, nos movemos.» Siendo, ser concedido el premio de las últimas.
pues, insensato pensar, como Renán, en El verdadero, el digno concepto de la
obtener una consagración más positiva igualdad, reposa sobre el pensamiento de
de todas las superioridades morales, la que todos los seres racionales están do-
realidad de una razonada jerarquía, el tados por naturaleza de facultades capa-
dominio eficiente de las altas dotes de ces de un desenvolvimiento noble. El
la inteligencia y de la voluntad, por la deber del Estado consiste en colocar a
Destrucción de la igualdad democrática, todos ios miembros de la sociedad en
sólo cabe pensar en la educación de la indistintas condiciones de tender a su
democracia y su reforma. Cabe pensar ¡ perfeccionamiento. El deber del Estado
en que progresivamente se encarnen, en
los sentimientos del pueblo y sus cos- (1) «Plus l'instruction se répand, plus elle
tumbres, la idea de las subordinaciones doít faire de part aux idees genérales et géné-
necesarias, la noción de las superiorida- reuses. On croit que rinstruciion populaire doit
des verdaderas, el culto consciente y es- étre ierre á ierre. C'est le coníraire qui esí I?.
pontáneo de todo ío que multiplica; a vérite.» (FOCÍLLÉB; L'idée moderno dti droit, li-
bro V, IV. ¡7. E, R.]J
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 229
consiste en predisponer los medios pro- to libre de los asociados. Ella consagra,
pios para provocar, uniformemente, la como las aristocracias, la distinción de
revelación de las superioridades huma- calidad; pero la resuelve a favor de las
nas, dondequiera que existan. De tal calidades realmente superiores—las de la
manera, más allá de esta igualdad ini- virtud, el carácter, el espíritu—, y sin
cial, toda desigualdad estará justificada, pretender inmovilizarlas en clases cons-
porque será la sanción de las misteriosas tituidas aparte de las otras, que manten-
elecciones de la Naturaleza o del esfuer- gan a su favor el privilegio execrable de
zo meritorio de la voluntad.—Cuando se la casta, renueva sin cesar su aristocra-
la concibe de este modo, la igualdad de- cia dirigente en las fuentes vivas del pue-
mocrática, lejos de oponerse a la selec- blo y la hace aceptar por la justicia y el
ción de las costumbres y de las ideas, es amor. Reconociendo, de tal manera, en
el más eficaz instrumento de selección la selección y la predominancia de los
espiritual, es el ambiente providencial, de mejores dotados una necesidad de todo
la cultura. La favorecerá todo lo que fa- progreso, excluye de esa ley universal de
vorezca al predominio de ía energía in- la vida, al sancionarla en el orden de la
teligente. No en distinto sentido pudo sociedad, el efecto de humillación y de
afirmar Tocqueville que la poesía, la dolor que es, en las concurrencias de la
elocuencia, las gracias del espíritu, los naturaleza y en las de las otras organi-
fulgores ele la imaginación, la profundi- zaciones sociales, el duro lote del venci-
dad del pensamiento, «todos esos dones do. «La gran ley de la selección natural
del alma, repartidos por el cielo al aca- —ha dicho luminosamente Fouülée—con-
so», fueron colaboradores en ía obra de tinuará realizándose en el seno de las
la democracia, y la sirvieron, aun cuando sociedades humanas, sólo que ella se
se encontraron de parte de sus adversa- realizará de más en más por vía de li-
rios, porque convergieron tocios a poner bertad.»—El carácter odioso de las aris-
de relieve la natural, la no heredada tocracias tradicionales se originaba de
grandeza,'de que nuestro espíritu es ca- que eran injustas, por su fundamento,
paz.—La emulación, que es el más pode- y opresoras, por cuanto su autoridad era
roso estímulo entre cuantos pueden so- una imposición. Hoy sabemos que no
breexcitar, lo mismo la vivacidad del existe otro límite legítimo para la igual-
Pensamiento que la de las demás acti- dad humana que el que consiste en el
vidades humanas, necesita, a ía vez, de dominio de la inteligencia y la virtud,
T consentido por 3a libertad de todos. Pero
'•a igualdad en el punto de partida, para sabemos también que es necesario que
Producirse, y de la desigualdad que este límite exista en realidad.—Por otra
Ventajará a los más aptos y mejores, parte, nuestra concepción cristiana de la
como objeto final. Sólo un régimen de- vida nos enseña que las superioridades
mocrático puede conciliar en su seno morales, que son un motivo de derechos,
esa
s dos condiciones de la emulación, son principalmente un motivo de debe-
cuando no degenera en nivelador igua- res, y que todo espíritu superior se debe
-••'tarismo y se limita a considerar como a los demás en igual proporción que los
™ hermoso ideal de perfectibilidad una excede en capacidad de realizar el bien.
luturd. equivalencia de los hombres por El anti-ígualitarismo de Nietzsche—que
511 as
censión al mismo grado de cultura. tan profundo sarco señala en la que po-
_ ^-«ciorialmente concebida, la democra- dríamos llamar nuestra moderna litera-
c a
) admite siempre un imprescriptible tura de ideas—ha. llevado a su poderosa
^•mento aristocrático, que consiste en reivindicación de ios derechos que él
establecer la superioridad de los meio- considera implícitos en las superiorida-
>c$, asegurándola sobre el consentimien-
230 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
descienda sobre las multitudes en la efu- peto religioso del genio, viciados por
sión bienhechora del amor. cierto aristocrático desdén de los humil-
Al mismo tiempo que concillará aque- des y los débiles. El porvenir sintetizará
llos dos grandes resultados de la obser- ambas sugestiones del pasado, en una
vación del orden natural, se realizará, fórmula inmortal. La democracia, enton-
dentro de una sociedad semejante—se- ces, habrá triunfado definitivamente. ¡Y
gún lo observa, en el mismo libro de que ella, que, cuando amenaza con lo innoble
os hablaba, Berénger—, la armonía de del rasero nivelador justifica las protes-
los dos impulsos históricos que han co- tas airadas y las amargas melancolías
municado a nuestra civilización sus ca- de los que creyeron sacrificados por su
racteres esenciales, los principios regu- triunfo toda distinción intelectual, todo
ladores de su vida.—Del espíritu del cris- ensueño de arte, toda delicadeza de la
tianismo nace, efectivamente, el senti- vida, tendrá aún más que las viejas aris-
miento de igualdad, viciado por cierto tocracias, inviolables seguros para el cul-
ascético menosprecio de la selección es- tivo de las flores del alma que se mar-
piritual y la cultura. De la herencia de chitan y perecen en el ambiente de la
las civilizaciones clásicas nacen el senti- vulgaridad y entre las impiedades del
do del orden, de la jerarquía, y el res- tumulto!
[V
pósito de originalidad, para templar los i la grandeza y el poder del trabajo; esa
entusiasmos de los que nos exigen su ] fuerza bendita que la antigüedad aban-
consagración idolátrica.—Y ílego, ahora, donaba a la abyección de la esclavitud,
a la relación que directamente tiene, con y que hoy identificamos con la más
el sentido general de esta plática mía, alta expresión de la dignidad humana,
el comentario de semejante espíritu de fundada en la conciencia y la actividad
imitación. del propio mérito. Fuertes, tenaces, te-
Todo juicio severo que se formule de niendo la inacción por oprobio, ellos
los americanos del Norte debe empezar han puesto en manos del mechanic de
por rendirles, como se haría con altos sus talleres y el farmer de sus campos
adversarios, la formalidad caballeresca la clava hercúlea del.mito, y han dado
de un saludo.—Siendo fácil mi espíritu al genio humano una nueva e inespera-
para cumplirla.—Desconocer sus defectos da belleza ciñéndole el mandil de cue-
no me parecería tan insensato como ne- ro del forjador. Cada uno de ellos avan-
gar sus cualidades. Nacidos—para em- za a conquistar la vida como el desierto
plear la paradoja usada por Baudelaire a los primitivos puritanos. Perseverantes
otro respecto—con la experiencia innata devotos de ese culto de la energía in-
de la libertad, ellos se han mantenido fie- dividual que hace de cada hombre el ar-
les a la ley de su origen, y han desenvuel- tífice de su destino, ellos han modelado
to con la precisión y la seguridad de una ! su sociabilidad en un conjunto imagina-
progresión matemática, los principios rio de ejemplares de Robinsón, que, des-
fundamentales de su organización, dando pués de haber fortificado rudamente su
a su historia una consecuente unidad personalidad en la práctica de la ayuda
que, si bien ha excluido las adquisiciones j propia, entrarán a componer los filamen-
de aptitudes y méritos distintos, tiene la ! tos de una urdimbre firmísima.—Sin sa-
belleza intelectual de la lógica.—La hue- : crificarle esa soberana concepción del
lia de sus pasos no se borrará jamás en i individuo, han sabido hacer al mismo
los anales del derecho humano; porque tiempo, del espíritu de asociación, el más
ellos han sido los primeros en hacer sur- admirable instrumento de su grandeza y
gir nuestro moderno concepto de la li- de su imperio; y han obtenido de la su-
bertad, de las inseguridades del ensayo y ma de las fuerzas humanas, subordinada
de las imaginaciones de la utopía, para a los propósitos de la investigación, de la
convertirla en bronce imperecedero y filantropía, de ia industria, resultados
realidad viviente; porque han demostrado tanto más maravillosos, por lo mismo
con su ejemplo la posibilidad de exten- que se consiguen con la más absoluta in-
der a un inmenso organismo nacional la tegridad de la autonomía personal.—Hay
inconmovible autoridad de una repúbli- en ellos un instinto de curiosidad des-
ca; porque, con su organización federa- pierta e insaciable, una impaciente avi-
tiva, han revelado—según la feliz expre- dez de toda luz; y profesando el amor
sión de Tocqueville—la manera como se por la instrucción del pueblo con la obse-
pueden conciliar, con el brillo y el po- sión de una monomanía gloriosa y fecun-
der de los estados grandes, la felicidad da, han hecho de la escuela el quicio más
y la paz de los pequeños.—Suyos son seguro de su prosperidad, y del alma del
algunos de los rasgos más audaces con niño la más cuidada entre las cosas leves
que ha cíe destacarse en la perspectiva y preciosas.—Su cultura, que está lejos
del tiempo ia obra de este siglo. Suya de ser refinada ni espiritual, tiene una
es la gloria de haber revelado plenamen- eficacia admirable siempre que se dirige
te—acentuando la más firme nota de prácticamente a realizar una finalidad in-
belleza moral de nuestra civilización— mediata. No lian incorporado a las ad-
OBRA ORIGINAL,—3: ARIEL 235
quisiciones de la ciencia una sola ley | una esperanza terca y arrogante; la nota
general, un solo principio; pero la han i del Excelsior y el Salmo de la vida con
hecho maga por las maravillas de sus ] que sus poetas han señalado el infalible
aplicaciones, la han agigantado en los | bálsamo contra toda amargura en la filo-
dominios de la utilidad, y han dado al ' sofía del esfuerzo y de la acción.
mundo, en la caldera de vapor y en la dí- Su grandeza titánica se impone así, aun
namo eléctrica, billones de esclavos invi- a los más prevenidos por las enormes
sibles que centuplican, para servir al : desproporciones de su carácter o por las
Aladino humano, el poder de la lámpara violencias recientes de su historia. Y por
maravillosa.—El crecimiento de su gran- mi parte, ya veis que, aunque no les
deza y de su fuerza será objeto de per- amo, les admiro. Les admiro, en primer
durables asombros para el porvenir. Han término, por su formidable capacidad de
inventado, con su prodigiosa aptitud de querer, y me inclino ante «la escuela
improvisación, un acicate para el tiempo; de voluntad y de trabajo» que—como de
y al conjuro de su voluntad poderosa, | sus progenitores nacionales dijo Phila-
surge en un día, del seno de la absoluta ] rete Chasles—ellos han instituido.
soledad, la suma de cultura acumulable ; En el principio la acción era. Con es-
por la obra de los siglos.—La libertad tas célebres palabras del Fausto podría
puritana, que les envía su luz desde el empezar un futuro historiador de la po-
pasado, unió a esta luz el calor de una derosa república, el Génesis, aún no con-
piedad que aún dura. Junto a la fábrica cluido, de su existencia nacional. Su ge-
3' 3a escuela, sus fuertes manos han alza- : nio podría definirse, como el universo de
do, también, los templos de donde eva- los dinamistas, la fuerza en movimiento.
poran sus plegarias muchos millones de Tiene, ante todo y sobre todo, la capaci-
conciencias libres. Ellos han sabido sal- dad, el entusiasmo, la vocación dichosa
var, en e] naufragio de todas las ideali- de la acción. La voluntad es el cincel que
dades, la idealidad más alta, guardando ha esculpido a ese pueblo en dura pie-
viva la tradición de un sentimiento reli- dra. Sus relieves característicos son dos
gioso que, si no levanta sus vuelos en | manifestaciones del poder de la volun-
alas de un espiritualismo delicado y pro- \ tad: la originalidad y la audacia. Su his-
fundo, sostiene, en parte, entre las aspe- toria es, toda ella, el arrebato de una ac-
rezas del tumulto utilitario, la rienda fir- tividad viril. Su personaje representativo
™e del sentido moral.—Han sabido, tam- se llama Yo quiero, como el superhom»
bién, guardar en medio de los refina- j bre de Nietzsche— Si algo le salva colec-
mientos de la vida civilizada, el sello de tivamente de la vulgaridad, es ese extra-
cierta primitividad robusta. Tienen el cui- ordinario alarde de energía que lleva a
to
pagano de la salud, de la destreza, todas partes y con el que imprime cierto
ce
' la fuerza; templan y afinan en el carácter de épica grandeza aun a las lu-
músculo el instrumento precioso de la chas del interés y de la vida material.
voluntad; y obligados por su aspiración i Así, de los especuladores de Chicago y de
ln
saciable de dominio a cultivar la ener- Minneápolis ha dicho Paul Bourget que
va de todas las actividades humanas, son a la manera de combatientes heroi-
modelan el torso del atleta para el cora- \ eos en los cuales la actitud para el ata-
zón del hombre libre.—Y del concierto que y la defensa es comparable a la de
ce
' su civilización, del acordado movi- un grognard del gran Emperador.-—Y
miento de su cultura, surge una dorni- esta energía suprema con la que el genio
"ante nota de optimismo, de confianza, norteamericano parece obtener—hipnoti-
Ce
fe, que dilata los corazones impulsán- zado r audaz—el adormecimiento y la su-
dolos al porvenir bajo la sugestión de gestión de ios hados, suele encontrarse
236 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
los países de Las mil y una noches, col- i ventajas materiales, elementos de supe-
madas de especias y marfil, hicieron po- rioridad espiritual.
sible que Lorenzo de Médicis renovara, . Pero la vida norteamericana no nos
en las lonjas de los mercaderes florenti- j ofrece aún un nuevo ejemplo de esa re-
nos, los convites platónicos.—La historia lación indudable, ni nos lo anuncia como
muestra en definitiva una inducción re- j gloria de una posteridad que se vislum-
cíproca entre los progresos de la activi- ; bre. Nuestra confianza y nuestros votos
dad utilitaria y la ideal. Y así como la j deben inclinarse a que, en un porvenir
utilidad suele convertirse en fuerte escu- j más inaccesible a la inferencia, esté re-
do para las idealidades, ellas provocan j servado a aquella civilización un destino
con frecuencia (a condición de no pro- j superior. Por más que, bajo el acicate de
ponérselo directamente) los resultados ¡ su actividad vivísima, el breve tiempo
de lo útil. Observa Bagehot, por ejemplo, ¡ que la separa de su aurora haya sido bas-
cómo los inmensos beneficios positivos ' tante para satisfacer el gasto de vida re-
de la navegación no existirían acaso para I querido por una evolución inmensa, su
la Humanidad, si en las edades primi- ¡ pasado y su actualidad no pueden ser
tivas no hubiera habido soñadores y j sino un introito con relación a lo futu-
ociosos—i seguramente, mal comprendí- j ro.—Todo demuestra que ella está aún
dos de sus contemporáneos!—a quienes j muy lejana de su fórmula definitiva. La
interesase la contemplación de lo que ! energía asimiladora que le ha permitido
pasaba en las esferas del cielo.—-Esta ley i
conservar cierta uniformidad y cierto
de armonía nos enseña a respetar el bra- j
temple genial, a despecho ele las enor-
zo que labra el duro terruño de ia prosa. '
mes invasiones de elementos étnicos
La obra del positivismo norteamericano ¡
opuestos a los que hasta hoy han dado
servirá a la causa de Ariel, en último '
término. Lo que aquel pueblo de ciclo- j el tono a su carácter tendrá que reñir
pes ha conquistado directamente para el : batallas cada día más difíciles, y en el
bienestar material, con su sentido de lo j utilitarismo proscriptor de toda ideali-
útil y su admirable aptitud de la inven- : dad no encontrará una inspiración sufi-
ción mecánica, lo convertirán otros pue- ¡ cientemente poderosa para mantener la
blos, o él mismo en lo futuro, en efica- ! atracción del sentimiento solidario. Un
ees elementos de selección. Así, la más pensador ilustre, que comparaba al es-
preciosa y fundamental de las adquisicio- ' clavo de las sociedades antiguas con una
nes del espíritu—el alfabeto, que da alas partícula no digerida por el organismo
de inmortalidad a la palabra—, nace en social, podría quizá tener una compara-
el seno de las factorías cananeas y es el ! ción semejante para caracterizar la si-
hallazgo de una civilización mercantil, j tuación de ese fuerte colono de proce
que, al utilizarlo con fines exclusivamen- : dencia germánica que, establecido'en los
te mercenarios, ignoraba que el genio de j estados del centro y del Far-West, con-
razas superiores lo transfiguraría convir- , serva intacta, en su naturaleza, en su so-
íiéndole en el medio de propagar su más I ciabilidad, en sus costumbres, ia impre-
pura y luminosa esencia. La relación en- \ sión del genio alemán, que, en muchas
tve los bienes positivos y los bienes inte- ! de sus condiciones características más
lectuales y morales es, pues, según la profundas y enérgicas, debe ser conside-
adecuada comparación de Fouillée, un ¡ rado una verdadera antítesis del genio
nuevo aspecto de la cuestión de la equi- americano.—Por otra parte, una civiliza-
valencia de las fuerzas que, así como : ción que esté destinada a vivir y a dila-
permite transformar el movimiento en ! tarse en el mundo; una civilización que
calórico, permite también obtener, de las no haya perdido, momificándose, a la
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 243
manera de los imperios asiáticos, la ap- la realidad presente de aquel pueblo,
titud de la variabilidad, no puede pro- ni en la perspectiva de sus evoluciones
longar indefinidamente la dirección de inmediatas; y renunciemos a ver el tipo
sus energías y de sus ideas en un único de una civilización ejemplar donde sólo
y exclusivo sentido. existe un boceto tosco y enorme, que aún
Esperemos que el espíritu de aquel ti- pasará necesariamente por muchas rec-
tánico organismo social, que ha sido has- tificaciones sucesivas, antes de adquirir
ta hoy voluntad y utilidad solamente, la serena y firme actitud con que los
sea también algún día inteligencia, senti- pueblos que han alcanzado un perfecto
miento, idealidad. Esperemos .que, de la desenvolvimiento de su genio presiden al
enorme fragua, surgirá, en último resul- glorioso coronamiento de su obra, como
tado, el ejemplar humano, generoso, ar- j en el sueño del cóndor que Leconte de
mónico, selecto, que Spencer, en un ya ¡ Lisie ha descrito con su soberbia majes-
citado discurso, creía poder augurar co- Itad, terminando, en olímpico sosiego, ¡la
¡no término del costoso proceso de re- •ascensión poderosa, más arriba de las
fundición. Pero no lo busquemos, ni en I cumbres de la Cordillera!
[VI
No existe pueblo verdaderamente grande para la historia, sin
un ideal desinteresado.—No basta la grandeza material para la
gloria de los pueblos.—Ejemplos históricos.—El pensamiento y
la grandeza material de las ciudades.—Aplicación de lo anterior
a las condiciones de la vida de América.—Confianza en el por-
venir.—Nos toca trabajar en beneficio del porvenir.—La dignidad
humana exige que se piense en lo futuro y se trabaje para él—
Simbolismo de «Ariel».]
constantemente ante los ojos del alma la j las edades de oro del espíritu imponer a
visión de esa América regenerada, cer- ¡ los oficiantes solemnes de su gloria —
niéndose de lo alto sobre las realidades i «No es la posesión de los bienes—ha di-
del presente, como en la nave gótica el i cho profundamente Taine, hablando de
vasto rosetón que arde en luz sobre lo I las alegrías del Renacimiento—; no es la
austero de los muros sombríos.—No se- posesión de bienes, sino su adquisición,
réis sus fundadores, quizá; seréis los lo que da a los hombres el placer y el
precursores que inmediatamente la pre- sentimiento de su fuerza.»
cedan. En las sanciones glorificadoras del Acaso sea atrevida y candorosa espe-
futuro hay también palmas para el re- ranza creer en un aceleramiento tan con-
cuerdo de los precursores. Edgard Qui- tinuo y dichoso de la evolución, en una
net, que tan profundamente ha penetra- eficacia tal de vuestro esfuerzo, que bas-
do en las armonías de la historia y la te el tiempo concedido a la duración de
Naturaleza, observa que para preparar j una generación humana para llevar en
el advenimiento de un nuevo tipo huma- ¡ América las condiciones de la vida inte-
no, de una nueva unidad social, de una lectual, desde la incipiencia en que las
personificación nueva de la civilización, tenemos ahora, a la categoría de un ver-
suele precederles de lejos un grupo dis- dadero interés social y a una cumbre
perso y prematuro, cuyo papel es análo- que de veras domine.—Pero, donde no
go en la vida de las sociedades al de las cabe la transformación total, cabe el pro-
especies proféticas de que a propósito de greso; y aun cuando supierais que las
la evolución biológica habla Héer. El tipo , primicias del suelo penosamente traba-
nuevo empieza por significar, apenas, di- ¡ jado no habrían de servirse en vuestra
ferencias individuales y aisladas; los in- mesa jamás, ello sería, si sois generosos,
dividualismos se organizan más tarde en si sois fuertes, un nuevo estímulo en la
«variedad»; y por último, la variedad en- intimidad de vuestra conciencia. La obra
cuentra para propagarse un medio que la mejor es la que se realiza sin las impa-
favorece, y entonces ella asciende quizá ciencias del éxito inmediato; y el más
el rango específico: entonces—digámoslo glorioso esfuerzo es el que pone la espe-
con las palabras de Quinet—el grupo se ranza más allá del horizonte visible; y la
hace muchedumbre, y reina. \ abnegación más pura es la que se niega
He ahí por qué vuestra filosofía mo-; en lo presente, no ya la compensación
ral en el trabajo y el combate debe ser ¡ del lauro y el honor ruidoso, sino aun la
el reverso del carpe diem horaciano; una ! voluptuosidad moral que se solaza en la
filosofía que no se adhiera a lo presente i contemplación de la obra consumada y
sino como al peldaño donde afirmar el [ el término seguro.
pie o como a la brecha por donde entrar ¡ Hubo en la antigüedad altares para los
en muros enemigos. No aspiraréis, en lo «dioses ignorados». Consagrad una parte
inmediato, a la consagración de la vic- de vuestra alma al porvenir desconocido.
toria definitiva, sino a procuraros mejo- A medida que las sociedades avanzan, el
res condiciones de lucha. Vuestra ener- ; pensamiento del porvenir entra por ma-
gía viril tendrá con ello un estímulo más \ yor parte como uno de los factores de su
poderoso, puesto que hay la virtualidad evolución y una de las inspiraciones de
de un interés dramático mayor, en el sus obras. Desde la imprevisión oscura
desempeño de ese papel, activo esencial- del salvaje, que sólo divisa del futuro lo
mente, de renovación y de conquista, ¡ que falta para el terminar de cada pe-
propio para acrisolar las fuerzas de una ríodo de sol y no concibe cómo los días
generación heroicamente dotada, que en que vendrán pueden ser gobernados en
la serena y olímpica actitud que suelen parte desde el presente, hasta nuestra
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 247
formas organizadas, con la llamarada del y a los que luchan, hasta que el cumpli-
espíritu. Ariel triunfante, significa idea- miento del plan ignorado a que obedece
lidad y orden en la vida, noble inspi- le permita—cual se liberta, en el drama,
ración en el pensamiento, desinterés en del servicio de Próspero—romper sus la-
moral, buen gusto en arte, heroísmo en zos materiales y volver para siempre al
la acción, delicadeza en las costumbres. centro de su lumbre divina.
—El es el héroe epónimo en la epopeya Aún más que para mi palabra, yo exi-
de la especie; él es el inmortal protago- jo de vosotros un dulce e indeleble re-
nista; desde que con su presencia inspi- cuerdo para mi estatua de Ariel. Yo quie-
ró los débiles esfuerzos de racionalidad ro que la imagen leve y graciosa de este
del hombre prehistórico, cuando por pri- bronce se imprima desde ahora en la
mera vez dobló la frente oscura para más segura intimidad de vuestro espíri-
labrar el pedernal o dibujar una grosera ¡ tu.—Recuerdo que una vez que observa-
imagen en los huesos de reno; desde ba el monetario de un museo provocó
que con sus alas avivó la hoguera sagra- mi atención en la leyenda de una vieja
da que el aria primitivo, progenitor de moneda la palabra Esperanza, medio bo-
los pueblos civilizadores, amigo de la luz, rrada sobre la palidez decrépita del oro.
encendía en el misterio de las selvas del i Considerando la apagada inscripción, ya
Ganges, para forjar con su fuego divino meditaba en la posible realidad de su
el cetro de la majestad humana—hasta influencia. ¿Quién sabe qué activa y no-
que, dentro ya de las razas superiores, se ble parte sería justo atribuir, en la for-
cierne, deslumbrante, sobre las almas mación del carácter y en la vida de algu-
que han extralimitado las cimas natura- \ nas generaciones humanas, a ese lema
les de la Humanidad; lo mismo sobre j sencillo actuando sobre los ánimos como
los héroes del pensamiento y el ensueño i una insistente sugestión? ¿Quién sabe
que sobre los de la acción y el sacrificio; ¡ cuántas vacilantes alegrías persistieron,
lo mismo sobre Platón en el promontorio cuántas generosas empresas maduraron,
de Sunium, que sobre San Francisco de cuántos fatales propósitos se desvanecie-
Asís en la soledad de Monte Alber- ¡ ron, al chocar las miradas con la palabra
nia.—Su fuerza incontrastable tiene por alentadora, impresa, como un gráfico gri-
impulso todo el movimiento ascendente to, sobre el disco metálico que circuló de
de la vida. Vencido una y mil veces por [ mano en mano?... Pueda la imagen de
la indomable rebelión de Calibán, pros- j este bronce—troquelados vuestros cora-
crito por la barbarie vencedora, asfixiado j zones con ella—desempeñar en vuestra
en el humo de las batallas, manchadas 1vida el mismo inaparente pero decisivo
las alas transparentes al rozar el «eterno J papel. Pueda ella, en las horas sin luz
estercolero de Job», Ariel resurge inmor- ; del desaliento, reanimar en vuestra con-
talmente, Ariel recobra su juventud y su | ciencia el entusiasmo por el ideal vaci-
hermosura, y acude ágil, como al manda- | lante, devolver a vuestro corazón el ca-
to de Próspero, al llamado de cuantos le 1lor de la esperanza perdida. Afirmado
aman e invocan en la realidad. Su benéfi- i primero en el baluarte de vuestra vida
co imperio alcanza, a veces, aun a los interior, Ariel se lanzará desde allí a la
que le niegan y le desconocen. El dirige conquista de las almas. Yo le veo, en el
a menudo las fuerzas ciegas del mar y porvenir, sonriéndoos con gratitud, desde
la barbarie para que concurran, como lo alto, al sumergirse en la sombra vues-
las otras, a la obra del bien. El cruzará tro espíritu. Yo creo en vuestra voluntad,
la historia humana, entonando como en en vuestro esfuerzo; y más aún en los de
el drama de Shakespeare, su canción me- aquellos a quienes daréis la vida y trans-
lodiosa, para animar a los que trabajan mitiréis vuestra obra. Yo suelo emhria-
OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 249
garme con el sueño de día en que las I quietud que ella derramaba de su urna
cosas reales harán pensar que la Cordi- í de ébano sobre la tierra triunfaban de
llera que se yergue sobre el suelo de la prosa flotante sobre las cosas dis-
América ha sido tallada para ser el pe- puestas por manos de los hombres. Sólo
destal de esta estatua, para ser el ara estorbaba para el éxtasis la presencia de
inmutable de su veneración! \ la multitud. Un soplo tibio hacía estre-
| mecerse el ambiente con lánguido y de-
Así habló Próspero.—Los jóvenes dis- licioso abandono, como la copa trémula
cípulos se separaron del maestro después en la mano de una bacante. Las sombras,
de haber estrechado su mano con afecto ¡ sin ennegrecer el cielo purísimo, se limi-
filial. De su suave palabra, iba con ellos taban a dar a su azul el tono oscuro en
la persistente vibración en que se pro- que parece expresarse una serenidad pen-
longa el lamento del cristal herido, en sadora. Esmaltándolas, los grandes as-
un ambiente sereno. Era la última hora tros centelleaban en medio de un cortejo
de la tarde. Un rayo del moribundo sol infinito; Aldebarán, que ciñe una púrpu-
atravesaba la estancia, en medio de dis- ra de luz; Sirio, como la cavidad de un
creta penumbra, y tocando la frente de , nielado cáliz de plata volcado sobre el
bronce de la estatua, parecía animar en | mundo: el Crucero, cuyos brazos abier-
los altivos ojos de Ariel la chispa in- | tos se tienden sobre el suelo de América
quieta de la vida. Prolongándose luego, como para defender una última espe-
el rayo hacía pensar en una larga mirada ranza. ..
que el genio, prisionero en el bronce, Y fué entonces, tras ei prolongado si-
enviase sobre el grupo juvenil que se lencio, cuando el más joven del grupo,
alejaba.—Por mucho espacio marchó el a quien llamaban Enjoirás por su ensi-
grupo en silencio. Al amparo de un re- mismamiento reflexivo, dijo, señalando
cogimiento unánime se verificaba en el sucesivamente la perezosa ondulación del
espíritu de todos ese fino destilar de la rebaño humano y la radiante hermosura
meditación, absorta en cosas graves, que de la noche:
un alma santa ha comparado exquisita- —Mientras la muchedumbre pasa, yo
mente a la caída lenta y tranquila del '. observo que, aunque ella no mira al cíe-
rocío sobre el vellón de un cordero.— \ lo, el cielo la mira. Sobre su masa indi-
Cuando el áspero contacto de la muche- ferente y oscura, como tierra del surco,
dumbre les devolvió a la realidad que algo desciende de lo alto. La vibración de
les rodeaba, era la noche ya, Una cálida las estrellas se parece al movimiento de
y serena noche de estío. La gracia y la unas manos de sembrador.
FIN DE «ARIEL»