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Escuela Dominical

Plan de Enseñanza

Unidad: Cartas apostólicas


El testimonio de los que vieron y escucharon a Jesús

Fecha: septiembre 1 de 2019


Edad: 7 a 15 años

Lección: Pedro y Juan ante el concilio


Porción bíblica: Hechos 4:1-31 Versículo clave: 29-30

Atributo: Dios es Señor


Objetivo (Propósito del Espíritu Santo): no tema a los hombres, tema a Dios

Textos de apoyo:

Éxodo 4:12 Salmo 111:10 Juan 15:18-20


Josué 1:9 Jeremías 1:9 Romanos 10:14
Salmos 25:12 Lucas 12:8-12
Salmos 81:10 Lucas 21:12-19

1. Oración de apertura (Incluir la oración “Padre nuestro”)


2. Oración por el refrigerio
3. Refrigerio
4. Actividad: ver anexo de acuerdo a la edad.

5. Vocabulario:

● Denuedo: valor, energía decisión con la que se ejecuta una acción


● Escribas: hombres a quienes se había instruido en la ley
● Prodigios: suceso extraordinario, maravilloso, que no puede explicarse por las
leyes de la naturaleza.
● Resurrección: vuelto a la vida de alguien que ha muerto.
● Señales: actos de potencia, milagros.
● Vulgo: grupo de personas del común.

Personajes:

● Pedro
● Juan
● Sacerdotes
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● Gobernantes
● Ancianos
● Escribas
● Amigos de Pedro y Juan

6. Contexto
Pedro y Juan -quienes ya habían recibido la promesa del Espíritu Santo- llenos de
poder, iban por todos lados hablando con entusiasmo acerca del arrepentimiento
para perdón de pecados y orando para que recibiesen el Espíritu Santo, además
hacían milagros, prodigios y señales, por lo que muchos recibían las enseñanzas
acerca de Jesús y les seguían.

Un día ellos subieron al templo y vieron en una de sus puertas a un hombre cojo
que siempre dejaban en este lugar para que pidiera limosna; éste, al verlos, les
pidió dinero, por lo que Pedro mirándolo le dijo: no tengo plata ni oro pero de lo
que tengo te doy, en el nombre de Jesucristo de Nazaret levántate y anda.
Después, lo tomó del brazo y aquel hombre fue sano. Entonces, muchos de los que
vieron lo que había sucedido, se asombraron.

Ahora, veremos si Pedro y Juan obedecieron a Dios o temieron a los hombres.

7. Lectura de la porción bíblica

8. Preguntas de comprensión de lectura

¿Por qué Pedro y Juan terminaron en la cárcel? V.1 a 3


¿Quiénes se reunieron? y ¿Qué les preguntaron a los apóstoles? V.5 a 7
¿De qué estaba lleno Pedro? V.8
¿En qué nombre fue sanado el enfermo? V10
¿En qué nombre podemos ser salvos? V12
¿Por qué se maravillaban al escuchar a Pedro y a Juan? V.13
¿Por qué los ancianos, los escribas y los sacerdotes dudaban sobre lo que harían con
Pedro y Juan? V. 14 a 16
¿Qué pidieron los sacerdotes a los apóstoles? V.18
¿Qué les respondieron Pedro y Juan a los sacerdotes? V.19-20
¿Qué hicieron los apóstoles apenas quedaron en libertad? V.23
¿Qué le pidieron Pedro y Juan al Señor Jesús? V.29-30
¿Qué sucedió después de haber orado? V.31

9. Reflexión
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¿Quién respalda la palabra que sale de nuestra boca al hablar del Señor Jesús?
¿Por qué no debemos callarnos sobre lo que ha hecho Jesús en nuestras vidas?

10. Conclusión

Los discípulos ya habían recibido la promesa del Espíritu Santo, por esta razón
anunciaban sin temor el reino de Dios (las buenas nuevas) y el perdón de pecados,
manifestado con señales y prodigios en el nombre de Jesús.

A través de esta enseñanza, podemos ver que realmente nuestro servicio, nuestra
obediencia y nuestro temor es hacia Dios, no hacia los hombres, tal como lo hicieron
Pedro y Juan; y aún más, tal como lo hizo Jesús en obediencia al Padre, cumpliendo
su voluntad hasta la muerte.

En esta porción, vemos que a pesar de que los discípulos no eran los más preparados,
estaban llenos del Espíritu Santo, tenían el respaldo de Dios, y sabían que Él mismo
llenaría sus labios y abriría sus bocas en el momento indicado (Salmo 81:10), y esto fue
lo que hicieron frente a los sacerdotes, líderes religiosos y ancianos, personas expertas
y conocedoras de las escrituras; abrieron sus bocas y confesaron su nombre; cuántas
veces nosotros hemos sentido miedo al hablar, al abrir nuestros labios a personas
mayores o superiores en cuanto a formación cultural, estrato social ¿acaso no
estamos llenos también del Espíritu Santo? o ¿Dios no nos respalda? Si estamos llenos
de su Espíritu, esa promesa ya fue recibida en cada uno de nosotros.

A lo largo de la palabra Dios está prometiendo que llenará nuestra boca, dándonos
de qué hablar. (Jeremías 1:9, Éxodo 4:12), es más hemos de proponernos en el
corazón no pensar antes, cómo vamos a responder en nuestra defensa; porque Él
nos dará palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se
opongan (Lucas 21:14-15) entonces ¿Qué estamos esperando para hablar de Jesús?

No debemos callar, hay muchas personas que conocemos a nuestro alrededor y a


las que no nos atrevemos a compartir la palabra, por temor a la crítica o al
señalamiento, los discípulos fueron perseguidos, encarcelados y amenazados; y sin
embargo, no cerraron sus labios, al contrario, hablaron con valor, confesaron su
nombre, en el cual solamente hay salvación; y ese también es nuestro deber, a pesar
de las pruebas diarias, recordemos que a Jesús le hicieron lo mismo, también lo harán
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con nosotros. Ahora debemos confesar su nombre, confesar que solamente en Él


hay salvación, dar de gracia lo que hemos recibido de gracia: la salvación, que es
para todos los que quieran recibirla, pero si nosotros no lo hacemos, como dice la
escritura ¿Cómo van a creer de quien no han oído? no hay quién les predique
(Romanos 10:14).

Nosotros que ya hemos creído en el Señor Jesús, quién murió en la cruz para darnos
salvación, y estamos llenos del Espíritu Santo ahora debemos predicar con valor la
palabra, sabiendo que el Espíritu Santo es quien nos guía a toda la verdad y que en
el nombre de Jesús nos acompañan los milagros, prodigios y señales; debemos
también enseñar a los niños que desde pequeños llenos del Espíritu Santo, lleven el
mensaje de Jesús a su familia, amigos, que no callen, que no importa lo que nos
digan las personas, sabemos que nuestra obediencia y temor es a Jesús, y así como
Jesús obedeció en todo al Padre, nosotros también anhelamos obedecerlo dando a
conocer su nombre y reconociendo que Dios es nuestro Señor.

11. Oración final

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