Está en la página 1de 2

EL LEGADO

“Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Estas palabras que
yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus
hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el
camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás como una señal a tu
mano, y serán por insignias entre tus ojos. Las escribirás en los postes de tu casa y
en tus puertas” (Deuteronomio 6:4-9).

INTRODUCCIÓN

En cierta ocasión caminaba un grupo de personas rumbo al cementerio, cargando un


cadáver que iban a sepultar. En medio de la procesión, de repente fueron sorprendidos
por una banda de hombres armados y al verse en peligro inmediatamente arrojaron el
cuerpo a una fosa donde estaban los huesos de otra persona. Cuál fue la sorpresa,
cuando escucharon sonidos extraños en ese lugar y al darse la vuelta, ven atónitos cómo
se levantaba lentamente del piso el cadáver que acababan de arrojar. ¿Cómo era esto
posible? ¿El muerto había resucitado al estar en contacto con los huesos que allí se
encontraba? ¿De quién eran estos huesos? Pareciera que estamos relatando una película
de zombies, pero en realidad se trata de una historia sucedida en Judá en tiempos del rey
Josías. Aquellos huesos que dieron vida, eran los huesos del profeta Eliseo. (2 Reyes
13:20-21) ¿Qué mensaje encontramos para nosotros en esta historia?

EXPLORA LA PALABRA

Hemos llegado al final de nuestro manual de discipulado, anhelando que cada uno de
los devocionales haya sido Palabra de Dios para cada uno de nosotros. Oramos para que
cada mensaje nos siga transformando, sanando, afirmando nuestra fe y nos siga
desafiando a tomar decisiones importantes que lleven nuestra vida a un nivel de mayor
compromiso en nuestra relación con Dios y la extensión de Su Reino en esta tierra.
Deseamos estar donde Dios quiere que estemos, haciendo lo que Él nos ha llamado a
hacer.

Ser un discípulo de Jesús conlleva una gran responsabilidad y un compromiso real de


vida; porque no se trata solamente de mí, sino de aquellas personas que están a mi lado
o vienen detrás de mí, para quienes puedo convertirme en un puente para que Dios
cumpla su propósito en ellos o me puedo convertir en un obstáculo. Es aquí entonces
donde surge la pregunta ¿Con qué se quedarán de mí las personas que me han conocido,
hijos, padres, familia, amigos, cuando yo ya no esté? ¿En dónde está concentrado mi
esfuerzo para dejar una herencia a mis hijos? ¿En darles una casa, una profesión, bienes
materiales?

Es común escuchar a muchos padres decir que el mejor legado que pueden dejar a sus
hijos es la educación; sin embargo, para quienes hemos conocido al Señor, lo que más
anhelamos es que nuestros hijos reciban de nosotros el mejor ejemplo e inspiración de
lo que es la vida con Cristo. No con ello queremos restarle valor a lo otro, sino que
prioricemos aquello que perdurará en el tiempo, no solo para ellos sino para nuestras
futuras generaciones. No hay mejor legado que nuestra fe en el Señor; pero no se trata
de una fe de labios para fuera, o una fe impuesta, sino de una fe genuina, donde existe la
coherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones.

En la importancia de la transmisión de esa fe, es donde precisamente está la razón por la


que el Señor en el Shemá (Texto de Deuteronomio 6:4-9, una de las oraciones más
importantes para los judíos) enfatiza el mandato de amarlo a Él con todo el corazón, con
toda el alma y con todas las fuerzas. Es lo primero que como padres debemos hacer para
así tener la autoridad de hablar diligentemente de la Palabra a nuestros hijos, en todo
tiempo y en todo lugar. Es decir que nuestra responsabilidad primaria como padres, es la
formación espiritual de nuestros hijos, ese debe ser nuestro mayor legado.

Retomando el relato de Eliseo, el hecho de que sus restos dieran vida, nos ilustra el
poder que tiene el legado más allá de la muerte. Él fue uno de los profetas más
reconocidos en la historia del pueblo de Israel, por la manera como fue usado por Dios y
es considerado incluso como un importante precursor de Jesús.

De la misma manera nosotros somos llamados a dejar huellas imborrables de nuestra fe


en Dios, que trasciendan en el tiempo en la generación presente y la futura.

¿En este momento de tu historia, que estás construyendo para dejar un legado espiritual
en tu familia y en las personas que son parte de tu vida?

CUADRO DE FRASE, VALOR O PRINCIPIO

No hay mejor legado que nuestra fe en el Señor; pero no se trata de una fe de


labios para fuera, o una fe impuesta, sino de una fe genuina, donde existe la
coherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones.

VIVE LA PALABRA

Haz una lista de acciones intencionales que harás, para que puedas dejar una huella
reconocible en este mundo y que pueda perdurar en el tiempo.

ESTUDIA LA PALABRA

1 Timoteo 6:18,19 Colosenses 3:23,24 Mateo 5:16

También podría gustarte