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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO ESCUELA DOMINICAL

Domingo 18 de octubre de 2020


“Hermosas Vestiduras Sacerdotales”
Lección: Éxodo Cap. 39, versículos 1 al 7. 1Del azul, púrpura y carmesí hicieron las vestiduras del ministerio
para ministrar en el santuario, y asimismo hicieron las vestiduras sagradas para Aarón, como Jehová lo había
mandado a Moisés. 2Hizo también el efod de oro, de azul, púrpura, carmesí y lino torcido. 3Y batieron láminas de
oro, y cortaron hilos para tejerlos entre el azul, la púrpura, el carmesí y el lino, con labor primorosa. 4Hicieron las
hombreras para que se juntasen, y se unían en sus dos extremos. 5Y el cinto del efod que estaba sobre él era de lo
mismo, de igual labor; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, como Jehová lo había mandado a Moisés. 6Y
labraron las piedras de ónice montadas en engastes de oro, con grabaduras de sello con los nombres de los hijos
de Israel, 7y las puso sobre las hombreras del efod, por piedras memoriales para los hijos de Israel, como Jehová
lo había mandado a Moisés.

Temas a tratar en este capítulo:


[1]. Las vestiduras sagradas, las prendas del servicio: simbolizaban la dignidad y honra del llamado de Dios
a. Hechas de hilo azul, púrpura y carmesí.
b. Hechas para ministrar.
c. Hechas como Dios lo había ordenado. `
[2]. El efod: simbolizaba que el sacerdote llevaba los nombres del pueblo de Dios y los representaba delante del
Señor
-a. Hecho de lino e hilos.
-b. El método para el hilado:
1) Se batieron a martillo láminas de oro.
2) Se cortaron hilos y se los tejió entre el lino y los hilos.
-c. Las hombreras: se unían en sus dos extremos.
-d. El cinto: hecho de una misma pieza con el efod.
1) Hecho de lino e hilos.
2) Hecho exactamente como Dios lo había ordenado.
-e. Las dos piedras de ónice:
1) Montadas en engastes de oro.
2) Llevaban grabados los nombres de las tribus de Israel.
3) Estaban sujetas a las hombreras del efod.

COMENTARIO: INTRUDUCION AL TEMA: DIVISIÓN XI


LA CONSTRUCCIÓN Y DEDICACIÓN DEL TABERNACULO: EL PUEBLO QBEDECE A DIOS
Éxodo 35:1⎯40:38
[E]. La confección de las vestiduras sacerdotales: vestidos de justicia (Ex. 39:1-43)
(Éxodo 39:1-43) Introducción: Alguien ha dicho que el hábito hace al monje o, en otras palabras, que lo que
una persona viste dice mucho sobre la imagen con la que se presenta a los demás, ya sea que intente dar esa
imagen o no. Si la persona siempre está desarreglada, da a los demás la impresión de que es desordenada y sucia.
Si la persona se va al otro extremo y ostenta abiertamente su ropa cara, da a los demás una imagen de arrogancia.
Del mismo modo, los hábitos espirituales que viste el creyente también nos muestran su esencia. El creyente que
insiste en vestirse de una naturaleza pecaminosa, la carne, proyecta la imagen de que no le importa su testimonio.
El creyente que “se viste” de sus rituales religiosos da una imagen pretenciosa y farisaica. El creyente que se viste
de su propio conocimiento proyecta una imagen de arrogancia espiritual. Por el contrario, Dios quiere que su
pueblo se vista de las prendas espirituales correctas. `
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col. 3:12).
Observemos que cada una de esas cualidades se refieren al espíritu, la conducta y el carácter. ¿Qué dice Dios
sobre cómo debe vestir su pueblo? Es lo que estudiaremos en este pasaje de las Escrituras. Dios deja en claro que
la persona que lo sirve debe ponerse las vestiduras correctas, prendas que confieran dignidad a lo que está

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haciendo: servir y ministrar para el Señor. Por eso, el presente estudio lleva el título de: La confección de las
vestiduras sacerdotales: vestidos de justicia (Ex. 39: l-43).
1. Las vestiduras sagradas, las prendas del servicio: simbolizaban la dignidad y honra del llamado de Dios (v. 1).
2. El efod: simbolizaba que el sacerdote llevaba los nombres del pueblo de Dios y los representaba delante del
Señor (vv. 2-7).

Texto: Colosenses Cap. 3, versículos 12 y 13. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a
otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó,
así también hacedlo vosotros”.

Comentario del texto áureo: [12, 13]. Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados. El “vestíos”
es una repetición del v. 10. Y la palabra “pues” significa (ampliando su sentido), “dado que en principio habéis
abrazado a Cristo dentro de vuestros corazones, por tanto, seáis en la práctica —sí, completamente—lo que habéis
profesado ser, y lo que yo, Pablo, realmente creo que habéis empezado a ser”. Seáis así “como escogidos de
Dios”. Para un resumen de doce puntos sobre la doctrina de la elección en las epístolas de Pablo, véase C.N.T.
sobre 1 y 2 Tesalonicenses, pp. 60–61. Nótese especialmente las siguientes afirmaciones, tomadas de los puntos
7, 10 y 12: “La elección afecta a la vida en todas sus fases, pues no es algo abstracto. Aunque pertenece al decreto
de Dios desde la eternidad, llega a ser una fuerza dinámica en los corazones y vidas de los hijos de Dios. Produce
frutos. No sólo es una elección a salvación, sino también específicamente (como un eslabón en la cadena) una
elección para servicio. Tiene como propósito final la gloria de Dios, y es la obra de su deleite” (Ef. 1:4–6).
En aposición a la frase “escogidos de Dios” se encuentran las palabras “santos y amados”. Como escogidos de
Dios, estas personas, tanto individual como colectivamente y hasta donde son verdaderos creyentes, son definidas
como “santos”, esto es, “apartados” para el Señor y su obra. Han sido lavados con la sangre de Cristo de la culpa
de sus pecados, y están siendo liberados más y más de la corrupción del pecado y renovados a la imagen de Dios
(véase el v. 10 arriba). Además, son “amados”, y esto en forma especial por Dios (1 Ts. 1:4; cf. 2 Ts. 2:13).
De este modo, los calificativos que con tanto honor se aplicaban anteriormente al antiguo pueblo del pacto,
Israel (véase 1 P. 2:9; y entonces Is. 5:1; Os. 2:23; cf. Ro. 9:25), aquí son usados en conexión con los miembros
de la iglesia de la nueva dispensación. La iglesia es el nuevo Israel. Pablo continúa. (Vestíos de) un corazón de
compasión, bondad, humildad, mansedumbre, longanimidad. Es evidente que estas virtudes se traslapan. Una
persona con un “corazón compasivo” también será “bondadosa”. Uno que es humilde también será manso, etc.
Por tanto:

La expresión corazón de compasión apunta a un sentimiento muy profundo, “un anhelar con el profundo afecto
de Cristo Jesús” (Fil. 1:8). En cuanto a la profundidad de este sentimiento uno podría pensar en la reacción de
José al ver a Benjamín (Gn. 43:30) o al revelarse a sus hermanos (Gn. 45:1–4). Otro ejemplo sería la tierna
relación entre David y Jonatán (1 S. 18:1; 20:4, 17).
La próxima cualidad es la bondad. Esta es la bondad de corazón que imparte el Espíritu, y que es justamente lo
opuesto a la malicia o maldad mencionada en el v. 8. Los cristianos de antaño se recomendaban a otros por su
bondad (2 Co. 6:6). Dios también es bondadoso (Ro. 2:4; cf. 11:22) y se nos exhorta a ser como él en este respecto
(Lc. 6:35). Ejemplos de la bondad humana podrían ser las mismas personas que ya mencionamos en conexión

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con “corazón de compasión”. Para evitar repeticiones, añadamos el buen samaritano de la bien conocida parábola
(Lc. 10:25–37), Bernabé (Hch. 4:36, 37; 15:37), y el apóstol Pablo mismo (1 Ts. 2:7–12).
La humildad—una virtud despreciada por los paganos (como ya hemos notado)—es también una cualidad que
los creyentes deben tratar más y más de adquirir. La persona que es bondadosa para con los demás, generalmente
no tiene una opinión demasiado alta de sí misma. Cuando cada miembro de una iglesia estima a los demás como
superiores a él mismo, se crea un ambiente feliz (Fil. 2:3). Por supuesto, también hay tal cosa como una “humildad
fingida” (véase sobre 2:18, 23). Un buen ejemplo de verdadera humildad puede ser el centurión que dijo, “No soy
digno de que entres bajo mi techo” (Lc. 7:6), y el publicano que, en la penetrante parábola, derramó su corazón,
diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lc. 18:13). No obstante, en conformidad con el contexto, aquí Pablo
tiene en mente la modestia en la estimación de uno mismo en relación al prójimo, especialmente de los hermanos
creyentes. Por supuesto, estas dos—humildad frente a Dios y la misma disposición hacia los hombres—lejos de
excluirse una a otra, son inseparables.
La mansedumbre, mencionada a continuación, definitivamente no es debilidad o cobardía, característica de la
persona que está lista a ceder ante cualquier problema. Es, más bien, el ser sumiso al ser provocado, la
determinación de sufrir daño antes de inflingirla. Un ejemplo notable es Moisés (Nm. 12:3).
Para la longanimidad, véase 1:11. Qué ejemplo de longanimidad vemos en Jeremías en su largo período de
actividad profética. Pensemos también en Oseas, quien, en lugar de repudiar a su esposa infiel, fue al lugar de la
vergüenza, redimió a Gomer con quince siclos de plata y un homer y medio de cebada, y misericordiosamente la
restauró otra vez a su posición de honor.
Continuando: soportándoos unos a otros. Se les exhorta a los colosenses a ser indulgentes unos para con los
otros en amor (cf. Ef. 4:2). Pablo podía decir, “padecemos persecución y la soportamos” (1 Co. 4:12). Nos viene
a la mente el ejemplo de Job (Stg. 5:11). Pablo añade: y perdonándoos132 unos a otros si alguno tuviere queja
contra otra. De la manera que el Señor os ha perdonado, así también hacedlo vosotros. Para el perdón divino,
véase sobre 2:13. Mientras estaba en este mundo, Cristo enseñó a sus discípulos a orar, “Perdónanos nuestras
deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt. 6:12). Y es posible que la expresión “de la
manera que el Señor os ha perdonado, así también hacedlo vosotros”, sea un eco consciente de la petición que
acabamos de citar de la oración del Señor, mostrando de esta forma que Pablo conocía esta oración. En todo caso,
la frase tiene el mismo espíritu y significado. Jesús también había enseñado a Pedro a perdonar “no hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt. 18:22), y añadió una parábola conmovedora que termina con estas
palabras: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano
sus ofensas” (Mt. 18:35; cf. Mr. 11:25). Además, el Señor subrayó estos preceptos con su propio ejemplo.
Mientras estaba en la cruz, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23:34). Esteban seguía
el ejemplo de Cristo, cuando, al ser lapidado hasta la muerte, dijo, “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”
(Hch. 7:60).
Este parece ser el momento propicio para hacer notar que Pablo está ligando sus exhortaciones a la persona y
obra de Cristo, como lo hemos indicado en conexión con Col. 1:28. Véase allí las tres columnas. Las cualidades
que según Pablo son la marca del cristiano, también se le atribuyen a Cristo. Sobre su “corazón compasivo” y su
bondad, véase Mt. 9:36; 14:14; 15:32; 20:34. Su humildad y mansedumbre se dejan ver en Mt. 11:29; 21:5; Jn.
13:1– 15; Fil. 2:8; su longanimidad y paciencia o tolerancia en Mt. 17:17; Jn. 14:9; 1 P. 2:23; su espíritu
perdonador en Mt. 9:2; Lc. 7:47; 23:34. En consecuencia, cuando un creyente manifiesta estas virtudes en su
relación con su prójimo, podemos decir que “se ha vestido” de Cristo (Ro. 13:14). Y es confortante saber que el
que ha visto a Cristo ha visto al Padre (Jn. 14:9; cf. 1:18), y el que imita a Cristo (1 Co. 11:1; 1 Ts. 1:6) también
imita a Dios (Ef. 5:1).

1er Titulo:
Orden de Dios en la confección de las vestiduras. Versíc. 1. 1Del azul, púrpura y carmesí hicieron las vestiduras
del ministerio para ministrar en el santuario, y asimismo hicieron las vestiduras sagradas para Aarón, como Jehová
lo había mandado a Moisés. (Léase Efesios 4:24. y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad).

Comentario: [1]. (Éxodo 39:1) Sacerdocio ⎯ Vestiduras ⎯ Servicio ⎯ Llamado De Dios ⎯Dignidad
⎯Honra ⎯Obediencia: Las vestiduras sagradas eran las prendas del servicio sacerdotal y simbolizaban la

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dignidad y la honra del llamado de Dios (vea bosquejo y notas de Ex. 28: 1-5). Considere algunos aspectos en
particular sobre la confección de estas vestiduras especiales: estaban hechas de hilo azul, púrpura y carmesí. No
eran prendas comunes: su único propósito era vestirlas para ministrar en el lugar santo. Estaban hechas
exactamente según las instrucciones de Dios.

Pensamiento 1. No hay llamado más grande que el llamado de Dios. Cuando él nos llama al servicio, los
creyentes tenemos la oportunidad única de:
◘ ministrar en el santuario, la iglesia de Dios;
◘ rendir nuestra vida en servicio al Señor, el Dios del universo;
◘ recibir algunas de las más grandes bendiciones de Dios;
◘ experimentar un profundo sentido de propósito y realización en la vida;
◘ ministrar a las personas en sus necesidades más profundas, cuando más necesitan ayuda;
◘ predicar y enseñar las inescrutables riquezas de Cristo;
◘ alcanzar personas para Cristo, arrebatándolas de una eternidad en el infierno y salvándolas para el cielo;
◘ conducir a las personas hacia la vida -vida abundante y vida eterna- por medio de Cristo.
“Y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:27-28).
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:19-20).
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15).
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19:10; vea Jn. 20:21).
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió [mi] Padre, así también yo os envío” (Jn.
20:21).
“Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez:
¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas” (Jn.
21:17).
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para
apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28).
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos
por amor de Jesús” (2 Co. 4:5).
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no
por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 P. 5:2).

Comentario de Efesios 4:24: El v. 21b tiene carácter de paréntesis. Continúa ahora la idea central ya expresada
en el v. 21a: “pues ciertamente vosotros oísteis de él y fuisteis enseñados en él”, y escribe Pablo: 22–24.
(habiendo sido enseñados) que con respecto a vuestra pasada manera de vida debéis vosotros despojaros
del viejo hombre, que se está corrompiendo por medio de engañosos deseos, y ser renovados en el espíritu
de vuestras mentes, y vestiros del nuevo hombre, creado según (la semejanza de) Dios en verdadera justicia
y santidad.
Lo que se había enseñado a los efesios “en Cristo” era nada menos que la necesidad de un cambio radical en su
perspectiva mental y forma de vida, un giro de 180 grados. Su anterior forma de vida (2:2, 3; 4:17–19; 5:8, 14;
cf. Col. 1:21; 2:13; 3:7) debía cesar. La orden acerca de la norma que, desde el instante de entrar en vital contacto
con Cristo, había de controlar su ser entero en todas sus manifestaciones, y confrontarles cada día y cada hora,
era precisa y cortante: “despojaos del viejo hombre”, vale decir, “la antigua naturaleza, todo aquello que es ajeno
a la gracia” (Col. 3:9; cf. Ro. 6:6), y “vestíos del nuevo hombre”, es decir, “la nueva naturaleza, lo que habéis
logrado ser, habéis de ser, y podéis llegar a ser solamente mediante la gracia” (Col. 3:10; cf. Gá. 3:27). Fue una
formulación sumaria de tremenda envergadura. En cierto sentido, ellos ya se habían despojado del viejo hombre
y vestido del nuevo, esto es, en el momento de rendir sus corazones a Cristo y haberle profesado públicamente en
la hora del bautismo. Pero la conversión básica debe ser seguida por la conversión diaria. Aun cuando en principio
el creyente ya ha sido hecho nueva criatura (o “creación”), siempre será pecador hasta el momento de su muerte.
La vieja naturaleza, con la cual los efesios habían estado tan íntimamente ligados por tantos años, no se echa de

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sí tan fácilmente. Librarse de ella es tarea difícil y dolorosa. Equivale, en realidad, a una crucifixión (Ro. 6:6).
Esto es así aún más porque de continuo nos promete tanto. Se está “corrompiendo continuamente” mediante las
ilusiones de la codicia y aquellos engañosos malos deseos con sus grandiosas promesas e insignificantes logros.
Estos corruptos engaños existen, además, doquiera se halle presente la vieja naturaleza, sea en el no creyente
como en el creyente. El crimen de Caín en la persona de su hermano, hecho que al instante de ser planeado parecía
tan atractivo, resultó solamente en maldición. La presunta corona de Absalón, tan deslumbrante al principio,
terminó en su horrible muerte. La viña tan deliciosa y convenientemente situada que Acab, a fin de obtener tan
preciado botín no había trepidado en sacrificar la vida de Nabot, atrajo la ruina a la casa de Acab y su posteridad.
Las treinta piezas de plata que se vislumbraban tan resplandecientes en los planes de Judas, al ser ya su posesión
quemaron sus manos, torturaron su alma, y empujaron al traidor hacia el camino de la horca y del infierno. Y sin
dejar a un lado a uno de los escogidos de Dios, a David, que, en un momento de debilidad, lleno de apasionado
deleite con el pensamiento de días futuros placenteros con el objeto de sus anhelos carnales, fue forzado a escuchar
las palabras del Señor que como trueno brotaron de labios del profeta: “Tú eres el hombre. La espada no se
apartará de tu casa”. En realidad, la vieja naturaleza ostenta una copa de oro, pero al examinarla se halla que no
contiene sino inmundicia y abominación (cf. Ap. 17:4). Es por eso que a los efesios se les advirtió solemnemente
que se despojaran del viejo hombre, que lucharan contra él con implacable vigor sin desmayar a fin de deshacerse
totalmente de él.
Pero, así como “el viejo hombre” es totalmente malo, “el nuevo hombre” es enteramente bueno. Este es “creado
a imagen de Dios”. Cf. Col. 3:10. Otros pasajes explicativos se hallan en Ef. 2:10; 2 Co. 5:17; Gá. 6:15; y Tit.
3:5. Día a día esta nueva creación avanza “en verdadera justicia y santidad”. El pasaje paralelo de Colosenses
(3:10) añade “pleno conocimiento”. La gracia restaura lo que el pecado ha dañado ruinosamente. Dios no
solamente imputa, sino que también imparte justicia al pecador a quien agrada salvar. Es así como el creyente
comienza a cumplir con sus deberes para con su prójimo. Pero la justicia nunca anda sola. Es acompañada siempre
de la santidad, de modo que la persona regenerada y convertida cumple con sus obligaciones también con
referencia a Dios. Cf. Lc. 1:75; 1 Ts. 2:10; Tit. 1:8. Además, la justicia y santidad que Dios otorga son
verdaderas,126 no engañosas, como lo son las codicias que emanan de la vieja naturaleza. Conducen la vida a su
verdadera y predestinada realización. Satisfacen.
En cuanto a la figura de “despojarse” y “vestirse”, se refiere, desde luego, a lo que uno hace con la ropa.
Frecuentemente tal vestimenta indica la naturaleza del carácter, sea bueno (Job 29:14; Sal. 132:9; Is. 11:5; 61:10)
o malo (Sal. 73:6; cf. Sal. 35:26; 109:29). ¡Cuán firmemente este ropaje se aferra a él! Pero esta figura no se limita
a las Escrituras. Ha llegado a ser parte de la literatura general. Se halla también en las oraciones de los hijos de
Dios: “Despójanos de lo nuestro y vístenos de ti mismo, Oh, Señor”.
Tanto el desechar al hombre viejo como el vestirse del nuevo se hace necesario. Algunos enfatizan
constantemente lo negativo. Tal religión es la de, “no esto o no lo otro”. Otros se oponen a todo “no”, y se sienten
orgullosos al sobre enfatizar lo positivo. Las Escrituras evitan ambos extremos. Efesios contiene mucho del
“hacer” y mucho del “no hacer”. En la vida presente ambas cosas son necesarias. Son inseparables y apuntan
hacia actividades simultáneas. Esto es lo que Pablo quiere significar cuando declara que los efesios habían sido
enseñados a “despojarse” del viejo hombre y a “vestirse” del nuevo. Una persona no podrá hacer casi nada con
una sola hoja de tijera. Las dos hojas operando en conjunto forman la tijera que puede hacer el trabajo. La persona
que dice “sí” a Cristo está diciendo “no” a Satanás. No obstante, aunque ambos son necesarios, el énfasis continuo
de Pablo es en lo positivo. “Venced el mal con el bien” (Ro. 12:21; cf. 13:14). Así lo es en Ef. 4:22–24, puesto
que se nos enseña que la única forma en que uno puede tener éxito progresivo para despojarse del viejo hombre
y vestirse del nuevo es por medio de la renovación en el espíritu de la mente de uno. Tal renovación es básicamente
obra del Espíritu de Dios influyendo poderosamente el espíritu del hombre, que aquí, como también en 1 Co.
4:21; Gá. 6:1; y 1 P. 3:4 se refiere a la actitud mental, o estado de la mente, o disposición, con respecto a Dios y
a las realidades espirituales.

2° Titulo:
Colores señalados en el efod: oro y finas terminaciones. Versíc. 2 al 5. 2Hizo también el efod de oro, de azul,
púrpura, carmesí y lino torcido. 3Y batieron láminas de oro, y cortaron hilos para tejerlos entre el azul, la púrpura,
el carmesí y el lino, con labor primorosa. 4Hicieron las hombreras para que se juntasen, y se unían en sus dos
extremos. 5Y el cinto del efod que estaba sobre él era de lo mismo, de igual labor; de oro, azul, púrpura, carmesí

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y lino torcido, como Jehová lo había mandado a Moisés. (Léase Apocalipsis 19:8. para que comáis carnes de
reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos,
pequeños y grandes.).

Comentario: [2]. (Éxodo 39:2-7) Sacerdocio ⎯ Efod ⎯ Pueblo De Dios ⎯ Representación: El efod
simbolizaba que el sacerdote llevaba los nombres del pueblo de Dios y los representaba delante del Señor (vea
bosquejo y notas Ex. 28:6-14). Recuerde que Dios había creado la nación del antiguo Israel por medio de la
simiente (los descendientes) de Abraham. Dios creó al pueblo de Israel para que fueran sus testigos ante un mundo
perdido y moribundo. En un acto de su voluntad soberana, él había elegido a los israelitas para que fueran su
pueblo escogido, realidad que estaba simbolizada en el efod. Consideremos los detalles de su confección:
-a. Se hizo con lino fino y bordados de hilo azul, púrpura y carmesí (v. 2).
-b. Se batieron a martillo láminas de oro, de las cuales se cortaron hilos para tejerlos entre el lino y los hilos de
colores (v. 3).
-c. Se hicieron las hombreras de modo que se unieran al efod en sus dos extremos (v. 4).
-d. El cinto se hizo de una sola pieza con el efod, de lino e hilos de colores, exactamente como Dios lo había
ordenado (v. 5).
-e. Las dos piedras de ónice se montaron en engastes de oro afiligranados. En ellas se grabaron los nombres de
las doce tribus de Israel (v. 6). Luego las pusieron en las hombreras del efod (v. 7). Nuevamente, el trabajo se
hizo exactamente como el Señor se lo había mandado a Moisés.

Pensamiento 1. Cuando el sumo sacerdote se presentaba delante del Señor, llevaba consigo los nombres del
pueblo de Dios. ¿Por qué este detalle es importante para el creyente?
(1) Dios quiere tener una relación personal con su pueblo amado. Él quiere, desea, anhela tener una relación
personal con cada uno de nosotros. Quiere que entremos en su presencia continuamente para adorar, tener
comunión con él y buscar su guía y ayuda.
“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20).
“Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Co. 1:9).
“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia,
y lavados los cuerpos con agua pura” (He. 10:22).
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros [...]” (Stg. 4:8).
“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y
nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y. con su Hijo Jesucristo” (1 Jn. 1:3).
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré [tendré
comunión] con él, y él conmigo” (Ap. 3:20).
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu” (Sal. 34:18).
“Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar
todas tus obras” (Sal. 73:28).
“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras” (Sal.145:18).
“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no
te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is. 43:2).
(2) Dios conoce a cada creyente por su nombre: él sabe el nombre de cada uno de nosotros. Somos sus hijos e
hijas, parte de la familia adoptiva de Dios.
“Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos
en los cielos” (Lc. 10:20).
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”
(Jn. 1:12).
“A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca” (Jn. 10:3).
“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y
seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Co. 6:17-18).
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para
que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois
hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gá. 4:4-6).

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“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Ap. 3:5).
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te
puse nombre, mío eres tú” (Is. 43:1).

Comentario del texto complementario Ap. 19:8: [8] Y a ella se le dio lino fino que es resplandeciente y
limpio para vestirse» (porque el lino fino representa las obras justas de los santos).
-a. Fiesta. La exhortación a regocijarse, a alegrarse y a dar gloria a Dios se dirige a todo el pueblo que recibe la
invitación a la boda del Cordero. El punto ahora es si el pueblo de Dios se describe como la esposa y como los
invitados al mismo tiempo. Pero en el marco simbólico de Juan, las imágenes se superponen, de manera que
podemos concluir: «los invitados y la esposa son los mismos». Es decir, las imágenes de Juan se funden una con
otra y no deberían interpretarse por separado. La representación simbólica de la boda del Cordero no ha de
entenderse de manera literal, porque conduciría a absurdos.
Juan toma sus expresiones del Salterio: «Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en
él» y «Tributen al Señor la gloria que merece su nombre» (Sal. 118:24 y 96: 8a, respectivamente). Dios no sólo
destruye el reino del Anticristo, sino que concede salvación a su pueblo y le otorga el honor de unirse en nupcias
a su Hijo. Su pueblo se regocija porque Dios ha eliminado a su enemigo, y expresa su gratitud dándole alabanza
y gloria.
-b. Desposorios y boda. Los compromisos matrimoniales y bodas difieren según las culturas y las épocas. El
cuadro que Juan muestra al lector es el de un desposorio hebreo que, al cabo de un tiempo dado, va seguido de la
ceremonia nupcial. El rito del desposorio une al esposo y a la esposa en una relación de compromiso mutuo,
relación que se refrenda en presencia de testigos. Pablo escribe que prometió a la iglesia de Corinto como virgen
pura a su esposo Cristo (2 Co. 11:2). El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el esposo y a la iglesia como
a la esposa. También el Antiguo Testamento menciona una relación similar entre Dios y su pueblo (Is. 54:5, 6;
62:5; Jer. 3:20; Os. 2:19).
En un ambiente hebreo, había un período de espera entre el desposorio y la boda, durante el cual vivían
separados (Dt. 22:23–24; Mt. 1:18–19). Durante este período las dos familias involucradas acordaban los términos
de la dote. Una vez pagada dicha cantidad, se procedía a la boda. Ese día, el esposo, en procesión acompañado de
amigos, conducía a la esposa desde el hogar paterno de ella hasta su propia casa. Ahí se celebraba la fiesta nupcial.
William Hendriksen ofrece un breve esbozo de esta secuencia nupcial que aplica a Cristo y a la iglesia.
En Cristo la esposa fue escogida desde la eternidad. Durante toda la dispensación del Antiguo Testamento la
boda fue anunciada. Luego, el Hijo de Dios tomó nuestra carne y sangre: tuvo lugar el desposorio. El precio, la
dote, se pagó en el Calvario. Y ahora, después de un intervalo que a los ojos de Dios no es sino un poco de tiempo,
el esposo regresa y «Ha llegado, la boda del Cordero». La iglesia en la tierra anhela este momento, lo mismo que
la iglesia en el cielo.
Estoy muy consciente de la brevedad de Juan y del riesgo de agregar algo al texto sin que esté en él. Pero puedo
sugerir con confianza que el cuadro de boda que Juan describe debe verse dentro del trasfondo cultural judío de
ese tiempo.
-c. Preparación. Juan escribe luego, «Y su esposa se ha preparado». ¿Cómo se prepara para la boda? Juan
responde diciendo que se le entrega lino fino, que es resplandeciente y limpio, para vestirse. La esposa se puede
preparar sólo cuando Dios le da la ropa nupcial, porque esta ropa es hermosa y pura. Sus propias ropas no son
sino sucios harapos, pero Cristo la limpia y se la presenta «sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección»
(Ef. 5:26, 27); véase Is. 61:10). Sin embargo, ¿cuáles son las obligaciones de la esposa del Cordero mientras está
en la tierra? Estas obligaciones son ser fiel al esposo, mostrarle amor y dedicación y esperar con expectación su
venida. Pero las ropas que recibe deben verse como un don incondicional de Dios. Estas finas ropas que recibe
no son sino un acto de gracia que Dios le concede. Y hay más. Los santos que lavaron sus ropas en la sangre del
Cordero para emblanquecerlas ahora reciben el nombre colectivo de la esposa. Y el lino fino resplandeciente y
limpio es el mismo ropaje que llevan los ejércitos del cielo cuando siguen a Cristo en la guerra contra las fuerzas
del Anticristo (v. 14).
Apocalipsis delinea de manera gráfica el contraste entre la gran prostituta, vestida de manera llamativa (17:4),
y la esposa del Cordero, que recibe lino fino que es resplandeciente y limpio. La prostituta acaba en la destrucción;
por el contrario, la esposa es conducida hasta Cristo para ser su esposa. La mujer vestida del sol y con la luna bajo

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sus pies que, como símbolo de la iglesia, dio a luz al Hijo (12:1–2, 5) es ahora la esposa del Cordero redimida por
el Hijo.
Por último, los invitados que llegaron al banquete nupcial en la parábola reciben ropas apropiadas, símbolo de
pureza y santidad. Pero uno de estos invitados se negó a ponerse esa ropa y por ello fue arrojado fuera (Mt. 22:11–
13). De ahí que Juan explica la frase lino fino resplandeciente y limpio como «el lino fino representa las obras
justas de los santos».
¿Cuáles son estas obras justas que los santos pueden realizar? Pablo arroja luz sobre esta pregunta cuando
escribe, «Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano
a fin de que las pongamos en práctica» (Ef. 2:10). Estas obras justas, por tanto, resultan posibles por medio de la
gracia de Dios que actúa en el corazón de los santos. Liberados de la esclavitud de Satanás, los redimidos dedican
la vida a servir a Dios. Alimentan a los hambrientos, dan de beber a los sedientos, ofrecen hospitalidad a los
extranjeros, visten a los necesitados y visitan a los enfermos y encarcelados (Mt. 25:37–39). Cristo bendice estas
obras, perfeccionándolas por medio de su justicia perfecta.

3er Titulo:
Las doce tribus de Israel presentes en las piedras preciosas de las hombreras del efod. Versíc. 6 y 7. 6Y
labraron las piedras de ónice montadas en engastes de oro, con grabaduras de sello con los nombres de los hijos
de Israel, 7y las puso sobre las hombreras del efod, por piedras memoriales para los hijos de Israel, como Jehová
lo había mandado a Moisés. (Léase 1ª de Crónicas 2: 1 y 2. Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví,
Judá, Isacar, Zabulón, Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.).

Comentario de Crónicas 2.1 -2: Llama la atención cómo el Cronista “se deshace” primero de los
descendientes de Ismael y los de Quetura, la concubina de Abraham (aunque en Gén. 25:1–4 se la llama otra
mujer). Estos no represen-tan para nada la línea de la que ha de venir David ni los levitas. Se apresura a ver los
descendientes de Isaac, el otro hijo de Abraham, porque mediante ellos sí vendrá la línea davídica con todas sus
contribuciones espirituales para el pueblo del tiempo del Cronista. Parece un tanto raro que no se mencionen los
nombres de las madres sino sólo el de la concubina.
El escritor quiere terminar toda esta sección en base a Israel y sus hijos, porque estos son los progenitores de
las 12 tribus. Es por esto que, siguiendo la misma táctica, “se deshace” de los descendientes de Esaú que a la
postre se identificarán con los edomitas; esto lo hace para poder llegar a Israel. Es de notarse que el Cronista en
forma consecuente emplea este nombre y no el de Jacob. Es posible que insista en el nombre Israel, porque estaba
convencido de que, si el Israel de su día hubiese querido ser leal a su historia, se habría compuesto de
descendientes de las doce tribus completas, y no habría dejado fuera a ninguno proveniente de las tribus
“apóstatas” del antiguo Reino del Norte. En esto se muestra mucho más abierto que Esdras y Nehemías.
Para la reflexión
Es común que los creyentes de hoy encuentren tedioso el hecho de repetir las mismas historias y enseñanzas bíblicas
a sus hijos a través de los años. A esto se suma la continua recepción de sermones que utilizan textos clave de la
Escritura en forma reiterada. ¿Cómo mitigar esta rutina? ¿Cómo refrescar nuestro cristianismo por medio de una nueva
lectura de la Palabra? Quizás el Cronista tenga la respuesta. Al reinterpretar el Pentateuco, los escritos de Samuel y
Reyes, además de otros materiales canónicos y extra canónicos, nos enseña un nuevo camino: es posible leer y releer
el texto sagrado sin caer en una monotonía destructiva o estanca. La posibilidad de hallar las misericordias nuevas de
Dios cada mañana va a depender de nuestra forma de acercar-nos al texto, y de la disposición de ser inspirados
creativamente por el Espíritu Santo. ¡El Cronista, quienquiera que haya sido, nos desafía a redescubrir

TIPOS, SÍMBOLOS E ILUSTRACIONES


(Éxodo 39:1-43)
Término histórico:
Las piedras preciosas del pectoral
(Ex. 39: 10-14)
Tipo o ilustración (fundamento bíblico de cada uno)

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Las doce piedras preciosas estaban incrustadas en el pectoral, que el sumo sacerdote vestía cerca de su corazón.
Estas piedras simbolizaban que el sumo sacerdote llevaba los nombres del pueblo de Dios (todo el pueblo de
Dios, las doce tribus) en su corazón y los representaba delante de Dios de forma continua.
“Y engastaron en él cuatro hileras de piedras. La primera hilera era un sardio, un topacio y un carbunclo; esta
era la primera hilera. La segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante. La tercera hilera, un jacinto, un
ágata y una amatista. Y la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe, todas montadas y encajadas en engastes
de oro. Y las piedras eran conforme a los nombres de los hijos de Israel, doce según los nombres de ellos; como
grabadoras de sello, cada una con su nombre, según las doce tribus” (Ex. 39:10-14).
Aplicación para la vida del creyente hoy en día Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote, lleva a todo su pueblo cerca
de su corazón. Él siempre tiene presentes las circunstancias que su pueblo está atravesando y lo que ellos necesitan
de él. Para él, somos como piedras preciosas, que él cuida con amor y ternura.
Aplicación bíblica para el creyente hoy en día
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P. 5:7).
“Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te
tardes” (Sal. 40:17).
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudará
siempre te sustentare' con la diestra de mi justicia” (Is. 41:10).
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te
puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando
pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Is. 43:1-2).
(Encontrará el cuadro de “Tipos, símbolos e ilustraciones” del resto de las vestiduras mencionadas en este
bosquejo al final del capítulo 28, donde se analizan por primera vez).

(Transcribido de la Biblia de Bosquejos y Sermones Éxodo 19 al 40 Tomo 2 Editorial Portavoz a Word, PDF.).

Amen para la honra y gloria de Dios.

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