Está en la página 1de 1

Había una vez un pequeño pueblo llamado Arbolia, rodeado de exuberantes bosques y

montañas majestuosas. Aunque sus habitantes vivían en armonía con la naturaleza,


enfrentaban un desafío importante: la escasez de agua.

Cada año, durante la estación seca, los pozos de Arbolia se secaban y la tierra sedienta
anhelaba la llegada de las lluvias. Los ancianos del pueblo recordaban cómo solían
realizar una práctica social antigua que, según la leyenda, estaba vinculada a la llegada
de las bendiciones del cielo.

La práctica era conocida como "La Danza de las Nubes". Se decía que, en tiempos
antiguos, cuando el pueblo enfrentaba sequías severas, los residentes se reunían en la
plaza central para realizar una danza especial. Vestían túnicas decoradas con
representaciones de nubes y estrellas, y bailaban al ritmo de tambores y flautas.

Un día, cuando la sequía amenazaba con devastar las cosechas y agotar los recursos
hídricos, los líderes del pueblo decidieron revivir la antigua tradición. Convocaron a
todos los habitantes, jóvenes y viejos, a participar en La Danza de las Nubes para rogar
por la llegada de las tan necesarias lluvias.

La noticia se extendió rápidamente, y pronto la plaza central se llenó de color y alegría.


La música resonaba en el aire, mientras los lugareños, con túnicas adornadas,
comenzaron a danzar con gracia y fervor. Sus movimientos imitaban el fluir de los ríos,
el crecimiento de las plantas y la caída de las gotas de lluvia.

Mientras la comunidad bailaba, algo mágico comenzó a suceder. Nubes oscuras se


formaron en el cielo, y el sonido lejano de truenos se hizo eco en la distancia. La
esperanza brillaba en los ojos de los habitantes de Arbolia, quienes continuaron
danzando con renovada energía.

De repente, comenzó a llover. Las gotas de agua caían suavemente sobre la tierra
sedienta, y la danza se volvió más intensa y jubilosa. La lluvia persistió durante días,
llenando los pozos y revitalizando los campos.

La práctica social de La Danza de las Nubes se convirtió en una tradición anual,


recordando a los habitantes de Arbolia la importancia de la unidad, la esperanza y la
conexión con la naturaleza. La comunidad aprendió a apreciar no solo el regalo de la
lluvia, sino también el poder de las prácticas sociales que fortalecían sus lazos y les
recordaban su papel como guardianes de la tierra.

También podría gustarte