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La ley 25087 suprimió las rúbricas de los cuatro capítulos que han quedado vigentes
en este Título III, lo que constituye una característica del mismo.
En general, los delitos previstos en este título son de acción pública; pero en los
casos de abuso sexual (artículo 119), abuso sexual con aprovechamiento de la inmadurez sexual
de la víctima o estupro (artículo 120), y rapto (artículo 130), la acción depende de instancia
privada.
El artículo 71 del C.P. dispone: “Deberán iniciarse de oficio todas las acciones
penales, con excepción de las siguientes:
Por su parte, el artículo 72 del C.P. (modificado por Ley 27455 – BO 10-10-18),
establece: “Son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de los siguientes
delitos:
1. Los previstos en los artículos 119, 120 y 130 del Código Penal cuando no
resultare la muerte de la persona ofendida o lesiones de las mencionadas en el artículo 91.
2. Lesiones leves, sean dolosas o culposas.
3. Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no convivientes.
En los casos de este artículo, no se procederá a formar causa sino por acusación o
denuncia del agraviado, de su tutor, guardador o representantes legales. Sin embargo, se
procederá de oficio:
a) En los casos del inciso 1, cuando la víctima fuere menor de 18 años de edad o
haya sido declarada incapaz;
b) En los casos del inciso 2, cuando mediaren razones de seguridad o interés
público;
c) En los casos de los incisos 2 y 3, cuando el delito fuere cometido contra un menor
que no tenga padres, tutor ni guardador, o que lo fuere por uno de sus ascendientes, tutor o
guardador, o cuando existieren intereses gravemente contrapuestos entre éstos y el menor,
siempre que resultare más conveniente para el interés superior de aquél.”
La ley 27206 (BO 15/10/15), artículo 2, introduce nuevas causales de suspensión del
curso de la prescripción de la acción penal en el cuarto y quinto párrafos del artículo 67 del C.P.
El cuarto párrafo ha quedado redactado de la siguiente manera:
En los delitos previstos en los artículos 119, 120, 125, 125 bis, 128, 129 —in fine—,
130 —párrafos segundo y tercero—, 145 bis y 145 ter del Código Penal, se suspende la
prescripción mientras la víctima sea menor de edad y hasta que habiendo cumplido la mayoría
de edad formule por sí la denuncia o ratifique la formulada por sus representantes legales
durante su minoría de edad.
En el cuarto párrafo del artículo 67 del C.P. se agregó que, si como consecuencia de
cualquiera de los delitos indicados hubiera ocurrido la muerte del menor de edad, comenzará a
correr desde la medianoche del día en que aquél hubiera alcanzado la mayoría de edad.
Ocurre que la ley 27206 tomó el contenido de la Ley 26705 (BO 05/10/11) que había
agregado un segundo y un tercer párrafo, al artículo 63 del C.P. El segundo párrafo establecía
que en los delitos previstos en los artículos 119, 120, 124, 125, 125 bis, 128, 129 in fine y 130,
párrafos segundo y tercero, cuando la víctima fuere menor de edad la prescripción de la acción
comenzará a correr desde la medianoche del día en que ésta haya alcanzado la mayoría de
edad. Y en el tercer párrafo se preveía el caso de que como consecuencia de cualquiera de los
delitos indicados en el párrafo anterior hubiera ocurrido la muerte del menor de edad. En este
supuesto, decía, la prescripción de la acción comenzará a correr desde la medianoche del día en
que aquél hubiera alcanzado la mayoría de edad.
La ley 27206 nos muestra una transcripción de este párrafo sin la adaptación al
artículo 67 del C.P., que no se refiere al momento a partir del cual empieza a correr la
prescripción de la acción penal, sino que enumera causales de suspensión.
A la crítica que precede hay que agregar que no parece razonable posponer el
comienzo del curso de la prescripción en la hipótesis de muerte de la víctima, al no ser ésta quien
pudiera denunciar el hecho.
Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare
sexualmente de una persona cuando ésta fuera menor de trece años o cuando mediare violencia,
amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de
poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir
libremente la acción.
En cuanto a las circunstancias comisivas, basta que el sujeto pasivo sea menor de
trece años para que se configure el delito, ya que, aunque mediara su consentimiento, carecería
de validez. Esto es así porque se presume, sin admitir prueba en contrario, que por debajo de esa
edad el menor no comprende la significación sexual del acto.
Por encima de los trece años, el consentimiento excluye la tipicidad. Por ello, para
que se configure el delito en análisis, se requieren diversos medios comisivos que evidencian la
ausencia de voluntad para el acto.
Entre estos medios tenemos el empleo de violencia, (o de medios hipnóticos o
narcóticos, conforme la equiparación del artículo 78 del C.P.), para vencer la resistencia de la
víctima. Por violencia debe entenderse el despliegue de energía sobre el cuerpo de la víctima. No
es típica a este medio comisivo la fuerza sobre las cosas ni la violencia sobre terceros, pero
puede actuar como medio intimidatorio.
También es medio comisivo típico el uso de amenazas, para doblegar la voluntad del
sujeto pasivo. Las amenazas deben reunir la totalidad de los requisitos tradicionalmente exigidos
para que se dé el delito del artículo 149 bis y deben usarse para generar un temor que venza la
resistencia que la víctima opone al acto. Es decir que las amenazas deben consistir en el anuncio
de un mal futuro, grave, serio (posible y gobernable) e injusto.
Este medio comisivo no alcanza a comprender el llamado acoso sexual laboral, que
se da en el ámbito de una relación de dependencia laboral y que puede ser considerado, por quien
lo sufre, como un despido indirecto. Nos referimos aquí a esas insinuaciones, invitaciones o
proposiciones reiteradas, realizadas a un dependiente, con intenciones libidinosas, que pueden ir
o no acompañadas de la promesa de algún ascenso u otras ventajas laborales; siempre y cuando
no se condicione la libertad de determinación del dependiente con la amenaza de la pérdida del
trabajo o algún otro perjuicio laboral injusto. Si el agente, aprovechando la superioridad que le
otorga la relación de dependencia, coacciona al sujeto pasivo, anunciándole un perjuicio laboral
grave e injusto, cuyo acontecer depende de él, para el caso de que no acceda a cualquiera de las
conductas del artículo 119, habrá comenzado la ejecución de un abuso sexual.
Cuando el contacto corporal es equívoco, esto es, cuando admite tanto una
interpretación libidinosa, como una inocente, entonces sí, para definir si hay o no delito, habrá
que analizar la subjetividad del autor. Tendremos entonces que indagar sobre las circunstancias
de modo y lugar para ubicarnos en qué contexto se dio el tocamiento y determinar entonces si el
autor actuó o no con alguna intencionalidad sexual. Actos de significación sexual equívoca son,
por ejemplo, el beso, el abrazo, una caricia en una pierna o en en el cuello, etc. Imaginemos, a
modo de ejemplo, al hombre que alquila caballos en zona turística y que, para ayudar a una
jovencita, que no sabe subirse al animal, la empuja hacia arriba haciendo fuerza con una mano
sobre el glúteo izquierdo de la adolescente, para que logre acomodarse en la montura, delante de
su familia. En este contexto, no debiera sospecharse de un abuso, a pesar del tocamiento en una
parte sensible. Pero esa misma mano, tocando ese mismo glúteo, innecesariamente, en el pasillo
de un colectivo, o en un ascensor, daría lugar al reproche de ese tocamiento como abuso sexual
simple.
La privación de la libertad que pueda sufrir la víctima durante el abuso sexual queda
subsumida en éste, al igual que las lesiones leves que puedan producirse como consecuencia de
la utilización de violencia, como medio comisivo.
Vale recordar aquí, por afinidad, que el artículo 83 del Código Contravencional de
Mendoza define el llamado “acoso sexual callejero”, y lo sanciona con multa o trabajos
comunitarios, “siempre que el hecho no constituya delito.” Configuran esta infracción “las
conductas físicas o verbales, de naturaleza o connotación sexual, basadas en el género,
conforme a la Ley Nacional 26743, realizadas por una o más personas en contra de otra u otras,
que no desean o rechazan estas conductas en tanto afectan su dignidad, sus derechos
fundamentales como la libertad, integridad y libre tránsito, creando en ellas intimidación,
hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo en los espacios públicos y en los
espacios privados de acceso público.” No se dan aquí los tocamientos o aproximaciones de las
que venimos hablando. Conductas constitutivas de esta infracción serían, por ejemplo, las de
quien realizara ademanes de inequívoca significación sexual desde el andamio de una obra en
construcción, a las personas que transitan por la vía pública; o exaltara las curvas de una mujer
con lenguaje procaz; o le propusiera relaciones sexuales despectivamente y a viva voz, afectando
así su dignidad o decoro.
“La pena será de cuatro a diez años de reclusión o prisión cuando el abuso por su
duración o circunstancias de su realización, hubiere configurado un sometimiento sexual
gravemente ultrajante para la víctima.”
Estrella critica la formulación de este tipo penal, porque adolece de una peligrosa
vaguedad, dada la carencia de elementos objetivos que permitan fijar con precisión el alcance de
esta figura. El legislador pretendió crear un delito que tuviese una pena intermedia, entre el
abuso sexual simple y el abuso sexual con acceso carnal, pensando en casos de ultrajes graves en
los que no hubiere acceso carnal; y sancionó un tipo penal abierto, cuya extensión está librada al
puro subjetivismo del magistrado interviniente, favoreciendo la disparidad interpretativa. Y el
problema se agrava cuando algún magistrado hace de su inmadurez jurídica su criterio y se
desorienta en la adecuación típica de los hechos, no advirtiendo que su interés por la
determinación de la gravedad del ultraje no debe eclipsar su análisis acerca de la existencia de un
verdadero sometimiento.
Si la ley dice que el sometimiento sexual debe haber sido gravemente ultrajante
“para la víctima”, significa que lo que interesa es cómo ha vivido la víctima, a juicio del
magistrado, el sometimiento sufrido, por las circunstancias de modo y/o de tiempo. Si, por
ejemplo, la víctima es objeto de tocamientos durante el sueño y al despertar y expresar su falta
de consentimiento para el acto, el autor pone fin al abuso, es claro que aquélla no ha sufrido una
situación de dominación o sojuzgamiento. Y si no hubo sometimiento sexual, la gravedad del
ultraje sólo será un parámetro para mensurar la pena de un abuso sexual simple, pero nunca para
aplicar al hecho el segundo párrafo del artículo 119 del C.P. En definitiva, un buen ejemplo
acerca de cuándo no hay sometimiento es, precisamente, cuando el autor respeta la enérgica
negativa de la víctima, al mantenimiento de una relación sexual.
Para Donna, “existe sometimiento cuando se pone a una persona, generalmente por
la fuerza o la violencia, bajo la autoridad o el dominio de otra. Este elemento implica reducir al
sujeto pasivo al estado de cosa, sobre la que se ejerce dominio o disponibilidad, de modo tal que
anula la libertad o autodeterminación sexual, y, más allá, reduce a la mínima expresión su
dignidad personal.”
Sostiene Estrella que se requiere “que el sujeto activo ponga a la víctima bajo su
autoridad y dominio, la subyugue de una forma humillante sexualmente”.
Según expresa Villada, por sometimiento “se entiende reducir al sujeto pasivo del
delito (sea cual fuere su sexo o edad), a la situación o estado de cosa, sobre la que se ejerce
dominio o disponibilidad de modo tal que anula su libertad o determinación sexual y más allá
reduce a la mínima expresión su dignidad personal”
Para Arocena, “el sometimiento a que alude la norma equivale a dominio a la vez
que humillación, e importa un grave ultraje para la víctima por su duración o las circunstancias
de su realización”.
Sostiene Sarrulle que “someter es tanto como dominar o sojuzgar a otro y ese
sojuzgamiento de talante sexual debe resultar gravemente ultrajante para la víctima”.
En el mismo sentido de los citados, podrían mencionarse otros autores que se ocupan
de diferenciar lo que es un “sometimiento sexual”, que además de una manifestación de clara
dominación de la situación, e imposición del acto, debe significar un grave ultraje para la
víctima; de aquellos otros actos de acercamiento o tocamientos sobre partes pudendas, que no
pasan de ser un abuso sexual simple, aunque también conllevan un ultraje al pudor de la víctima
-de mayor o menor gravedad-, dada la connotación sexual del acto y la ausencia de
consentimiento respecto del mismo. Recordemos que Eusebio Gómez llamaba al delito de abuso
deshonesto (hoy abuso sexual simple) “ultraje violento al pudor”.
El sometimiento sexual debe ser gravemente ultrajante “por su duración o por las
circunstancias de su realización”.
Abuso sexual con acceso carnal. Concepto. Distintos supuestos. Alcance de la figura. Sujeto
activo y pasivo.
Este delito contra la libertad sexual está contenido en el artículo 119 tercer párrafo
del C. P., que expresa:
La pena será de seis a quince años de reclusión o prisión cuando mediando las
circunstancias del primer párrafo hubiere acceso carnal por vía anal, vaginal u oral o realizare
otros actos análogos introduciendo objetos o partes del cuerpo por alguna de las dos primeras
vías.
Otros consideraban que debía agregarse la vía oral, pero ningún otro orificio
[Reinaldi, Villada, Parma, Arocena, Figari]. Rubén Figari lo explica en estos términos: “…el
concepto de acceso carnal es de naturaleza jurídica, pues contiene una expresión equivalente a
ayuntamiento carnal, concúbito, cópula carnal, vocablos éstos que factiblemente involucran la
exigencia de penetración sexual neutra, es decir, por vía normal o anormal, y, por ende, abarca
no sólo la vía vaginal o rectal sino también la oral (fellatio in ore). De modo que no hace a la
cuestión que ese orificio o conducto que se interna en el cuerpo del sujeto pasivo esté dotado o
no, como lo asevera Núñez, de zonas circunvecinas erógenas, lo que cuenta y es verdaderamente
relevante, es la normalidad del conducto y función, que es usado por el que accede, como
sustituto de la vagina para su propia satisfacción erótica, con prescindencia de la reacción del
sujeto pasivo que la soporta.”
Por último, para los que entendían por acceso carnal la introducción del órgano
sexual masculino en cualquier cavidad, conducto u orificio de otra persona, la penetración oral y
cualquier otra posible constituirían acceso carnal [Fontán Balestra, Estrella].
Como en la actual redacción se enumeran las vías posibles, no cabe ninguna duda
que, para nuestro Código Penal, acceso carnal es la introducción del órgano sexual masculino en
la boca, el ano o la vagina de otra persona. Además, queda claro que la introducción del órgano
sexual masculino por otras vías (una herida o alguna otra cavidad que lo hiciera posible) no
queda alcanzada por esta figura.
El sujeto activo puede ser varón o mujer. El cambio del verbo “tuviere” por
“hubiere” (futuro imperfecto del modo subjuntivo del verbo haber) ha hecho que la mayoría de la
doctrina admitan a la mujer como posible sujeto activo del delito [En contra, Donna, Gavier].
Hay que pensar aquí en la relación sexual de la mujer con un menor o un incapaz. Para Enrique
Gavier, en estos casos, la mujer habrá incurrido en el delito de abuso sexual del primer párrafo
del artículo 119 del C.P.
Con la actual redacción, no cabe ninguna duda que la mujer puede ser sujeto activo
del delito introduciendo objetos o partes del cuerpo análogas al órgano sexual masculino, por lo
que podemos sostener que el sujeto activo puede ser tanto un hombre que accede a la víctima con
su órgano sexual o mediante la introducción de objetos u otras partes del cuerpo, como una
mujer que accede a la víctima con objetos o partes de su cuerpo, como también un hombre o una
mujer que se hicieran acceder por la víctima por vía anal vaginal u oral. Esta última modalidad
es la llamada violación inversa.
El delito se consuma con el acceso carnal o análogo. Esto es, con la penetración del
miembro viril en el orificio vaginal, anal o bucal; o con la introducción del objeto o parte del
cuerpo por vía vaginal o anal. El despliegue de actos ejecutivos inequívocamente tendientes a
lograr alguna de estas penetraciones, sin que llegara a concretarse, constituiría tentativa
Carlos Creus lo explicaba así: “Estando comprendido el acceso carnal entre las
obligaciones legales que debe cumplir la esposa, el practicado por el esposo sobre ella, en los
supuestos del art. 119 del Cód. Penal, no constituye violación punible: no hace otra cosa que
ejercer el derecho que como tal le compete.
Pero esto es exacto mientras el acceso no trascienda los límites del débito conyugal;
no así cuando suponga un requerimiento abusivo donde tal derecho falta, sea por el modo con
que se pretende mantener la cópula (p.ej., por vía anal), sea por los peligros que puede implicar
para el sujeto pasivo (p.ej., evitación de contagios, o de daños en las relaciones sexuales pre o
postparto), así como también cuando puede considerarse que agravia el pudor de la esposa
(p.ej., por el lugar o la oportunidad en que pretende realizarlo), porque en todas esas
situaciones deja de regir el derecho del marido.”
La ley 26485 (BO 14/04/09), sobre protección integral para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones, define
la violencia contra las mujeres como "toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o
indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de
poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o
patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas
desde el Estado o por sus agentes.” Y considera “violencia indirecta, a los efectos de la presente
ley, toda conducta, acción u omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga
a la mujer en desventaja con respecto al varón.” (artículo 4 de la Ley 26485).
El artículo 5 de esta ley tipifica distintos tipos de violencia contra la mujer, y entre
ellos, la violencia sexual, a la que define como “cualquier acción que implique la vulneración en
todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir voluntariamente
acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o
intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o
de parentesco, exista o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación, esclavitud,
acoso, abuso sexual y trata de mujeres.”
“En los supuestos de los dos párrafos anteriores, la pena será de ocho a veinte años
de reclusión o prisión si:
Parte de la doctrina identifica el grave daño en la salud de la víctima con las lesiones
graves o gravísimas [Buompadre, Marín]. Otros entienden que la ley no ha establecido esa
correspondencia [Soler, Núñez, Estrella], por lo que la determinación de ese carácter debe
hacerla el juez. Tal como señalamos al tratar las circunstancias agravantes del delito de abandono
de personas, reiteramos aquí que el problema es la imposibilidad de encontrar un límite uniforme
a la mayor amplitud que la segunda postura otorga a la interpretación judicial, en contra de la
seguridad jurídica y la igualdad ante la ley. Por eso es que nos parece que son las pautas de los
artículos 90 y 91 las que deben orientar al magistrado respecto de si se está o no ante un grave
daño anatómico o fisiológico.
La expresión “resultare” ha hecho que parte de la doctrina considere que el grave
daño en la salud de la víctima debe ser un resultado preterintencional; y que, por el contrario, si
hubo dolo en la producción de ese resultado, las lesiones concurrirán con el abuso en forma real
[Soler, Fontán Balestra, Laje Anaya – Gavier, Estrella].
El tutor es la persona designada por el juez de familia para proteger la persona y los
bienes de un menor, cuando no haya persona que ejerza la responsabilidad parental,
representándolo en todos los actos de la vida civil. De acuerdo al artículo 104 primer párrafo del
C.C.yC., “la tutela está destinada a brindar protección a la persona y bienes de un niño, niña o
adolescente que no ha alcanzado la plenitud de su capacidad civil cuando no haya persona que
ejerza la responsabilidad parental.” De conformidad con los artículos 106 y 107 del C.C.yC., el
tutor puede ser designado por los padres (tutela testamentaria) o por el juez (tutela dativa).
¿Cuándo se da la relación de guarda del sujeto pasivo que agrava el abuso sexual?
Donna dice que el encargado de la guarda es aquél que, de modo regular (“el simple
encargo momentáneo de vigilancia no está comprendido”) debe cuidar a una persona por
convención u oficio, atendiendo a sus necesidades, aunque no conviva con ella [Donna, Edgardo
Alberto, Delitos contra la integridad sexual, Rubinzal-Culzoni, 2000, página 87].
Para Figari, encargado de la guarda es aquella persona que de una manera regular
cuida a otra en razón de una situación jurídica o de hecho, atendiendo a sus necesidades [Figari,
Rubén E., Delitos de índole sexual, Ediciones Jurídicas Cuyo, 2003, página 219].
Oscar Estrella explica que el encargado de la guarda es aquél que, por ley,
convención, o simplemente por una situación de hecho, lícita o ilícita, tiene el cuidado y
atención de una persona. Y que no es suficiente el encargo momentáneo y ocasional de
vigilancia de la víctima [Estrella, Oscar Alberto, De los delitos sexuales, Hammurabi, 2005].
En término similares a los precedentes se expresa José Luis Clemente, al decir que la
relación de encargado de la guarda requiere una cierta regularidad, aunque no se exige la
convivencia de las personas o no se desempeñe con continuidad. Por ello es que no queda
comprendido dentro de ese concepto el simple encargado momentáneo de vigilancia; pero sí el
acompañante de un menor en un viaje al extranjero [Clemente, José Luis, Abusos sexuales,
Marcos Lerner, 2000, página 73].
Adrián Tenca también afirma que encargado de la guarda es aquél que debe cuidar a
una persona de un modo regular, por lo cual queda fuera del tipo la vigilancia momentánea o
pasajera [Tenca, Adrián Marcelo, Delitos sexuales, Astrea, 2001, páginas 105/106].
En resumen, para que alguien sea considerado encargado de la guarda, debe tener a
su cargo el cuidado y atención de una persona de modo regular, no bastando el encargo ocasional
de vigilarla.
c) Peligro de contagio:
En este caso se requiere, además del conocimiento cierto por parte del sujeto activo
de ser portador de la enfermedad de transmisión sexual grave, que conforme a las circunstancias
del hecho hubiera existido un peligro concreto de contagiarla a la víctima del abuso. La
agravante es aplicable sólo en caso de peligro y no de contagio, ya que si eso hubiera sucedido
corresponde aplicar el inciso a).
Para que haya existido el peligro de contagio el abuso sexual debe haberse producido
durante el período de contagio del autor. Son ejemplos de enfermedades de transmisión sexual
graves, el sida (síndrome de inmuno-deficiencia adquirida), la sífilis, la blenorragia y la hepatitis
B.
Quedan comprendidas las armas propias e impropias; es decir, todo objeto capaz de
aumentar el poder ofensivo del hombre, tanto el construido específicamente para el ataque o la
defensa de las personas, como cualquier otro utilizable a esos fines. El arma debe ser empleada
en forma intimidante o vulnerante (como elemento contundente). No están contempladas las
llamadas armas de utilería, porque no son armas. Se discute si es aplicable la agravante cuando el
arma de fuego no es apta para el disparo, o está descargada. En este caso, parte de la doctrina
entiende que no es aplicable la agravante, salvo que fuere utilizada como arma impropia, por
carecer de capacidad ofensiva [Fontán Balestra-Ledesma, Reinaldi, Estrella]. La pura amenaza
con efecto intimidatorio es medio comisivo en la figura básica. Pero otro sector doctrinario
estima que sí es de aplicación esta agravante, por considerar que también es fundamento del
incremento punitivo el mayor efecto intimidante del medio empleado [Creus, Buompadre, Figari,
Parma-Mangiafico-Álvarez Doyle].
e) Abuso funcional:
Se excluye el inciso c), pues el legislador entendió que no habría peligro de contagio
de una enfermedad de transmisión sexual grave, por simples tocamientos, lo cual es discutible.
El agravamiento se dará, entonces, por el grave daño que resulte para la salud de la
víctima; por la relación que ésta tenga con el victimario; por el número de agresores; por la
utilización de algún arma; por la pertenencia del autor a alguna fuerza policial o de seguridad y
su actuación en ocasión de su función, o por el aprovechamiento de la situación de convivencia
preexistente. Nos remitimos al análisis realizado en el punto anterior.
Este delito, tradicionalmente llamado estupro, está tipificado en el artículo 120 del
C.P., en los siguientes términos:
“Será reprimido con prisión o reclusión de tres a seis años el que realizare algunas
de las acciones previstas en el segundo o en el tercer párrafo del artículo 119 con una persona
menor de dieciséis años, aprovechándose de su inmadurez sexual, en razón de la mayoría de
edad del autor, su relación de preeminencia respecto de la víctima, u otra circunstancia
equivalente, siempre que no resultare un delito más severamente penado.
La pena será de prisión o reclusión de seis a diez años si mediare alguna de las
circunstancias previstas en los incisos a), b), c), e) o f) del cuarto párrafo del artículo 119.”
En este punto corresponde distinguir con claridad las acciones típicas de los medios
comisivos. Para que se configure este delito se requieren sólo las acciones típicas del segundo y
tercer párrafo del artículo 119 del C.P.; pero no deben darse los medios comisivos, ya que la
norma exige que la víctima consienta estos hechos (con un consentimiento viciado por la
inexperiencia). Y como el sometimiento lleva ínsito la utilización de medios comisivos para
sojuzgar o dominar a la víctima, lo único que hay que tomar del segundo párrafo son los actos
sexuales propiamente dichos, los que, de no mediar su consentimiento, podrían calificarse como
abusos sexuales gravemente ultrajantes para la víctima; pero que, consentidos, al igual que los
del tercer párrafo, pueden resultarle placenteros.
Las acciones típicas son entonces actos sexuales cuya duración exceda lo normal, o
en circunstancias extraordinarias, como, por ejemplo, en trío; o con acceso carnal, o con accesos
análogos. Los simples tocamientos con contenido sexual previstos en el primer párrafo del
artículo 119, en las circunstancias del artículo 120 del C.P. (es decir, con el consentimiento
viciado por la inexperiencia) son hechos atípicos.
El sujeto pasivo debe ser un menor de dieciséis años, mujer o varón. En general, será
un mayor de trece años, ya que de lo contrario estaríamos en presencia de alguno de los delitos
contemplados en el segundo y tercer párrafo del artículo 119 del C.P.; pero entiendo que no debe
descartarse la posibilidad de que se aplique esta figura en el caso de algún menor de trece años,
cuando los delitos de sometimiento sexual gravemente ultrajante y violación no sean aplicables
porque el autor haya incurrido en error respecto de la edad de la víctima, creyéndola mayor de
trece años [En contra, Estrella]. La ley 25087, a diferencia de lo que ocurría antes de la reforma,
no puso un límite inferior a la edad del sujeto pasivo, por lo que, en la hipótesis planteada, no
estaríamos fuera del tipo penal.
Es necesaria la inmadurez sexual de la víctima, lo que significa que no haya tenido
experiencia sexual, o, en otras palabras, que no haya perdido su inocencia sexual. No interesa el
conocimiento teórico sobre la sexualidad sino las prácticas sexuales antecedentes. Basta con
tener una relación sexual consiente para adquirir la experiencia o el conocimiento que permite
consentir válidamente ese tipo de relación, y dejar de ser “sexualmente inmaduro”.
El sujeto activo debe ser un mayor de dieciocho años o, si fuere menor, debe tener
una relación de preeminencia respecto de la víctima o debe darse otra circunstancia equivalente.
Parte de la doctrina, pese a la clara redacción de la norma, exige que la mayoría de edad del
sujeto activo se dé en todos los casos [Estrella]. En nuestro criterio, la ley señala que, para que se
configure el delito, entre víctima y victimario debe haber alguna disparidad que facilite la
seducción por parte de este último, que puede darse por diferencia de edad, por una relación de
preeminencia (por ejemplo, el hijo del dueño de la finca o de la fábrica, respecto de la hija del
casero), o alguna otra circunstancia equivalente. Nos parece que la coma ha sido utilizada para
separar circunstancias que son equivalentes y no acumulativas. Cualquiera de ellas puede
evidenciar la disparidad que la ley no quiere.
Agravantes.
La pena se agrava en los casos del cuarto párrafo del artículo 119 del C.P., es decir,
en los casos de agravamiento previstos para el sometimiento sexual gravemente ultrajante y el
abuso sexual con acceso carnal, salvo el supuesto de que el hecho sea cometido por dos o más
personas o con armas (artículo 119 inciso d), ya que tales circunstancias no son concebibles si se
tiene en cuenta que en la figura en análisis media el consentimiento de la víctima para la relación
sexual. En contra, Parma, Mangiafico y Álvarez Doyle, sostienen que la decisión del legislador
sobre la inaplicabilidad de la agravante por el número de personas al artículo 120 es parcialmente
errónea. Razonan que la circunstancia de que el hecho sea cometido por dos o más personas es
perfectamente compatible con la modalidad de abuso prevista en el artículo 120. Y ejemplifican
con una relación en trío por parte de dos sujetos mayores de cuarenta años con un menor que
tiene sólo trece años. No compartimos la opinión de nuestros distinguidos colegas y amigos, en
razón de que el fundamento del incremento punitivo es la mayor efectividad del número de
personas para doblegar la resistencia de la víctima y así lograr su objetivo; pero si hay
consentimiento de ésta no hay resistencia que vencer ni agravante que aplicar.
Nota: Los artículos 121, 122 y 123 fueron derogados por ley 25087.
El artículo 124 del C.P. agrava las penas de los artículos 119 y 120 cuando se causa
la muerte de la víctima del abuso sexual: Dice así: “Se impondrá reclusión o prisión perpetua,
cuando en los casos de los artículos 119 y 120 resultare la muerte de la persona ofendida.
La pena fue incrementada por la ley 25893 (BO 26/05/04). La anterior era de
reclusión o prisión de 15 a 25 años. Se critica la severidad de la pena para un resultado
preterintencional. Hay acuerdo en doctrina acerca de que no es aplicable esta agravante si el
sujeto activo actuó con dolo directo de homicidio.
También resulta criticable que se parifica la escala penal agravada, sin tener en
cuenta que una muerte, como resultado preterintencional de un abuso sexual simple o de un
estupro, no merece el mismo grado de reproche que la que pudiera resultar de una violación.
Si mata para profanar el cadáver habría homicidio agravado por placer, siendo
aplicable el artículo 80 inciso 4º del C. P.
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Abril de 2020
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL
Arocena, Gustavo Alberto, Ataques a la integridad sexual, 2da edición, Astrea, 2015.
Arocena, Gustavo A. y Balcarce, Fabián I., Child Grooming, Lerner, 2014.
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