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Literatura Cristiana Antigua, Entornos y Contenidos - 03
Literatura Cristiana Antigua, Entornos y Contenidos - 03
INTRODUCCIÓN
1
J. MOINGT, El hombre que venía de Dios, vol I, Desclée, Bilbao 1995, 61.
2
HE 10,8,6: ; 10,9,2.
3
EUSEBIO DE CESAREA. VConst 2,44, véase en la traducción de M. GURRUCHAGA, en BCG, 190, 237.
6
Así se explica que, paulatinamente, tanto herejes como paganos, lleguen a conver-
tirse en enemigos públicos. Aquí radica la causa de tantos comportamientos bochor-
nosos en los mismos cristianos; entre otros, la confrontación sangrienta en 391 con
los paganos de Alejandría durante el gobierno del obispo Teófilo; la actividad provo-
cativa del abad Shenute en la destrucción de templos paganos con el saqueo de alde-
as; y, sobre todo, un suceso deplorable: el descuartizamiento, en 415, de la noble
filósofa neoplatónica Hipatia, maestra de Sinesio de Cirene, en Alejandría. Los paga-
nos habían perdido toda estima.
Pero lo que más sosprende junto con el despojo y decadencia de los cultos orienta-
les, es el desalojo de santuarios paganos y el ornato de la nueva capital del Imperio,
junto al Bósforo: CONSTANTINOPLA. La ciudad debe tener una impronta cristiana
total. Su apelativo original de deutera Rômê significa de hecho la anti-Roma. De este
modo la vieja capital del Imperio puede ya conservar sus antiguas tradiciones con sus
cultos y templos paganos. El interés del emperador ya no se centra en la Urbe, que
sólo visita muy raras veces. Esta coyuntura cobra un importante relieve a raíz del
concilio I de Constantinopla, promovido por Teodosio, emperador en esos años y
heredero espiritual de Constantino. Decisión que luego confirmará y ampliará el con-
cilio de Calcedonia. Asi es fácil caer en la cuenta de las incesantes rivalidades políti-
co-religiosas con otras sedes, sobre todo con Alejandría, y más adelante con Roma.
4
VConst, 4,24: De aquí que, tras haber sido invitado en cierta ocasión a unos
obispos a un banquete, emitiera, con buen acuerdo, la opinión de que él también era obispo, expresán-
dose casi con estas palabras ante nuestros propios oídos: “Mientras vosotros sois obispos de lo que
está dentro de la Iglesia, yo he sido constituido por Dios obispo de lo que está fuera”. Al tomar deci-
siones en consonancia con sus palabras, practiba un ejercicio episcopal sobre todos sus vasallos, y
exhortaba, con cuanta fuerza era capaz, a seguir una vida religiosa (Trad. M. GURRUCHAGA, 348-349).
Apunta el traductor en nota que no es banal la discusión en torno a si tôn ektós es genitivo plural mas-
culino “de los de fuera”, o neutro “de lo de fuera” (véase p. 348, nota 29).
7
a) Problema Trinitario
b) Problema Cristológico
Para los más destacados escritores orientales, así como para la naciente teología
bizantina, las depuraciones de las fórmulas de fe a través de las definiciones doctrina-
les no son fines en sí mismas. Conciernen a la verdad en cuanto vida o experiencia.
Vienen a ser centro de convergencia del amor y energía de Dios, por una parte, y de
la facultad que tiene el hombre de autotranscenderse en la divinización (). Por
eso el verdadero teólogo trata de ir más allá de la letra de la Escritura y de las fórmu-
las del lenguaje en cualquier declaración de fe. Por tal motivo quizá la tradición
oriental nunca ha distinguido entre mística y teología, entre experiencia personal de
los misterios divinos y el dogma afirmado por la Iglesia.
Al expresar el dogma una verdad revelada que nos aparece como misterio insondable, debemos
vivirlo en un proceso durante el cual, en vez de asimilar el misterio a nuestro modo de entendi-
miento, será preciso, por el contrario que cuidemos de un cambio profundo, de una transformación
interior de nuestra mente, a fin de hacernos aptos a la experiencia mística. Lejos de oponerse, la
teología y la mística se sostienen y se complementan mutuamente. La una es imposible sin la otra:
si la experiencia mística es una fructificación personal del contenido de la fe común, la teología es
una expresión, para la utilidad de todos, de lo que puede ser experimentado por cada cual... Todo
el desarrollo de las luchas dogmáticas sostenidas por la Iglesia en el transcurso de los siglos, si se
enfoca desde el punto de vista puramente espiritual, nos aparece dominado por la preocupación
constante que la Iglesia ha tenido de salvar, en cada momento de su historia, la posibilidad de que
los cristianos alcancen la plenitud de la unión mística. En efecto, la Iglesia lucha contra los gnósti-
cos para defender la idea misma de la deificación como fin universal: Dios se hizo hombre para
que los hombres puedan volverse dioses5.
5
V. LOSSKY, Teología mística de la Iglesia de Oriente, Barcelona, 1982,8-9.
9
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36
A n i l l o h el en í s ti c o
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39
UNIDAD II-1
CONTEXTO HISTÓRICO
1
Cf. F. G. MAIER, Las transformaciones del mundo mediterráneo. Historia Universal Siglo XXI. 9,
Madrid 1986, 27-44.
2
Se trata del famoso y discutido monograma constantiniano, compuesto de las dos letras griegas su-
perpuestas, y, (Ji, Ro), que forman el crisma clásico ☧ , y que a su vez se transformaría en la cruz
monogramática M. Cf. LACTANCIO, MuertePers. 44 , traducción y nota 417 de R. Teja en BCG 46,
190; también Lact. Inst.4,27,1; EUS. VConst 1,28; cf. H. KRAFT, Konstantin der Grosse, en EvKirch
II, 921-922.
40
La cruz dejaba de ser signo de vileza y maldición para convertirse en símbolo del
poder por excelencia. Más aún, la cruz aseguraba el poder de Constantino, y evocaba,
por esto mismo, la llegada definitiva del Reino de Cristo3. Sobre este símbolo se
montaba el mito de su misma madre, la llamada santa Helena, cuya personalidad de
prostituta estabularia pasaba a ser la garantía de estabilidad del Imperio. A ella, y
sólo a ella, le concernió el descubrimiento de la verdadera cruz de Cristo en Jeru-
salén, considerada como el centro de la cristiandad4. Por sólo este evento puntual y
trascendente en el proceso del Imperio, no se puede hablar todavía de cristianismo ni
de paganismo constantiniano, de religiosidad o irreligiosidad conscientes. El empera-
dor está por encima de todo eso. Un tipo así es esencialmente religioso sólo cuando
le conviene estar en medio de una comunidad eclesiástica. Entiende lo sagrado úni-
camente como reminiscencia o como aparato supersticioso. Sin embargo de esta vic-
toria sobre el Puente Milvio, Constantino supo extraer astutamente un contenido reli-
gioso-cristiano que germinaría en la concepción de un proyecto institucional ecle-
sial5. Simultáneamente, al reconquistar los santos lugares - Jerusalén y el Calvario -
como lugar privilegiado del signo cristiano por excelencia, la cruz, acababa con la
usurpación del paganismo precisamente allí donde el emperador Adriano había orde-
nado la construcción de un templo consagrado a la diosa Afrodita. Pero la devolución
de la ciudad santa no se hacía al judaísmo sino al cristianismo, consagrando así su
superioridad definitiva y única6.
3
Cf. O. NICHOLSON, Constantine‟s vision of the cross, en VC 54,2000,309-323
4
Cf. P. LAURENCE, Hélène, mère de Constantin. Métamorphose d‟une image, en August 42, 2002, 75-
96 ; J. W. DRIJVERS, Helena Augusta: Exemplary Christian Empress, en StP 24,1993, 85-90.
5
Cf. H. KRAFT, Konstantin der Grosse, en EvKirch. II, 921-922; ID, Konstantinopel, en Ibid, 924-
925.
6
Cf. J. F. TAYLOR, Christians and the Holy Places. The Mythe of Jewish-Christian Origins, Oxford
1993; R. L. WILKEN, Eusebius and the Christian Holy Land, en Eusebius, Christanity, and Judaism.
o.c.736-760.
41
de consenso que llegaron a encubrir por completo sus comportamientos crueles, que
en nada diferían de cualquier déspota pagano. Los paganos, por el contrario, le asae-
teaban con críticas feroces por haber quebrado la tradición romana. Por eso, quizá la
figura de Constantino es central en la historia del cristianismo. Se le tuvo como el
más grande de los emperadores que puso en práctica y defendió la fe verdadera, y la
propagó. Nada extraña pues, la reputación de Constantino como primer defensor de
la Iglesia, bienhechor impagable. Rememoremos sin más lo que se conoció en la tra-
dición eclesiástica como “donación constantiniana”, una falsedad que se abrió cami-
no para justificar el soberanismo del obispo de Roma7. La religión de Constantino,
aunque fue entusiásticamente aclamada por los cristianos, está marcada por un calcu-
lado sincretismo. En las circunstancias que rodean al Edicto de Milán, año 313,
cuando Constantino junto con Licinio, firman la paz religiosa, se alude al formato de
divinidad no tanto aplicable al Dios de los cristianos cuanto al ser supremo de los
intelectuales paganos. Claro que el concepto de divinitas es tan impreciso que no sólo
es incapaz de herir susceptibilidades de las distintas religiones sino que las contenta a
todas. El paso operado por Constantino entre el henoteísmo y el cristianismo se hace
por etapas y se concluye en el concilio de Nicea del año 325, con la condena del
arrianismo.
7
Leyenda que circulaba por Roma en torno al año 500, referida por las Acta Silvestri (LOENERTZ,
Acta Silvestri, en RHE 70, 1975, 426-439): Constantino, enfermo de lepra, es curado milagrosamente.
A raíz de su curación se somete a penitencia y se bautiza. El emperador, agradecido, trasmite sus po-
deres al papa Silvestre (cf. J. GAUDEMET, Les sources du droit canonique VIII-XX siècle, Paris 1993,
34-35).
8
Cf. H. KRAFT, Konstantinopel, en Evangel. Kirchenlexikon II, 924-295; F. G. MAIER, Las transfor-
maciones del mundo mediterráneo, o.c. 43-44.
9
Cf. F. G. MAIER, Bizancio, Historia Universal Siglo XXI, 13, Madrid 1984, 23ss.
42
demás, porque no había sido mancillada en su cuna por el falso culto pagano.
Constantinopla
Resuelto a distinguir con singular honor la ciudad que lleva su nombre, la hermoseó
con muchísimos oratorios, con grandiosos santuarios dedicados a los mártires, y otras
edificaciones soberbias, no sólo en los suburbios, sino en el centro de la ciudad; con
estas obras enaltecía la memoria de los mártires, al mismo tiempo que consagraba su
ciudad al Dios de esos mártires. Impregnado por completo de sabiduría divina, consi-
deró justo purgar de toda idolatría aquella ciudad que por decisión suya sobresaldría
llevando su propio nombre, de modo que en ningún lugar de ella hubiera rastro alguno
de estatuas de los pretendidos dioses que solían ser objeto de culto en los templos, ni
altares ensuciados con impuros regueros de sangre, ni víctimas devoradas por el fuego,
ni festividades demoníacas, ni ninguna otra cosa a la que pudiera estar acostumbrada
10
la gente supersticiosa
10
EUS. VConst 3,48.
11
Cf. L. FOURQUET, Julien. La mort du monde antique, Paris 1985 ; A. PENATI, L‟influenza del siste-
ma caldaico sul pensiero teologico dell‟imperatore Giuliano, en Riv.di filos.neoscolastica, Milano
1983; J. BOUFFARTIGUE, L‟Empereur Julien et la culture de son temps, Paris 1992.
43
las religiones y cultos no cristianos, como los misterios de Egipto y las revelaciones
de Hermes Trismegisto y los Oráculos caldeos. Por eso le adosaron el apodo de el
Apóstata12. Mediante un edicto ordenaba abrir de nuevo los templos y hacer ofrendas
en honor de los dioses13. Juliano dejó en la historia la silueta de personaje resentido y
descorazonado en su vano intento de restauración pagana con mezclas de ocultismos
y sermoneos. Intento vano, porque el paganismo había perdido ya toda su vitalidad.
No sin razón Juliano acusó a su tío Constantino de hombre revolucionario y subver-
sivo contra las viejas leyes y las costumbres ancestrales14. Para algunos estudiosos,
Juliano habría sido bautizado; aunque pronto abandonaría el cristianismo al que acu-
saba de ser causa de la decadencia del Imperio. Y si no persiguió a los cristianos, al
menos se mostró intransigente con ellos, y prohibió a maestros cristianos enseñar la
literatura clásica. Las creencias de Juliano estribaban en un monoteísmo de corte ne-
oplatónico, expuesto por su amigo Salustio, mientras se afanaba en recuperar los vie-
jos rituales de las religiones aprobadas por las autoridades imperiales de antaño como
un compromiso seriamente ascético. Juliano quería ser la reacción a la revolución
constantiniana, porque llegó a convencerse que la religión antigua había sido desde
siempre la forma legítima de religiosidad política en el Imperio. Quería que la socie-
dad volviera a ella, porque sin duda recuperaría la paz, el bienestar y el éxito de ciu-
dades y estados gracias a la protección de los dioses poderosos. El culto a determina-
dos dioses estatales debía ser, de nuevo, una función necesaria para esta sociedad
romana que reclamaba una reorganización. Y para él, por por desgracia la nueva fe
cristiana, exclusivista por naturaleza, ponía en peligro la ayuda divina, tan necesitada
en estos momentos de crisis.
12
Cf. R. BRAUN/ J. RICHTER, L‟empereur Julien. De l‟histoire à la légende, et de la légende au mythe,
Paris 1978-1981.
13
AMIANO MARCELINO, Historia 22,5,2. Véase en la reciente edición y traducción de Mª. L. HARTO,
en Ed. Akal, Madrid 2002, 459.
14
A. MARCELINO, Hist 21,10,8. (Ed. Mª. L. HARTO, 428-429).
44
15
Todavía son interesante a este respecto las apreciaciones de E. GIBBON, Historia de la decadencia y
ruina del imperio romano. Tomo III, desde Juliano a la partición del Imperio (Años 312 a 398) Ed.
Turner, Madrid 1984, 108-156.
16
17
Contra los Galileos 94a, ver en BCG, 47, Madrid 1982, 19.
18
19
20
21
Ver Oración V, Himno a la Madre de los dioses, en Loeb Classical Library I, 170 a-c.
45
cristianismo, la cruz, a favor de la iniciación a los misterios del culto que el empera-
dor apóstata quería restaurar22.
22
Cf. SOZOMENO, HE 5,2; GR. NACIANCENO, C.Iulianum 1, 55-56; cf. E. R. TROMBLEY, Hellenic
Religión & Christianization c.370-529,Part Two, Leiden 1995, 25-27.
23
Cf. J. BURCKHARDT, Del Paganismo al Cristianismo. La época de Constantino el Grande, en FCE,
Madrid-México 1982, 245ss.
46
mientras, los bárbaros acosaban el imperio por todas partes. En los corazones huma-
nos se alzan nostalgias generalizadas de unos dioses que se han desentendido de to-
do. Ahora sólo quedan esquirlas de neoplatonismo24 y del llamado platonismo-medio
que, eso sí, fermentan ciertos sectores de la gran masa cristiana y social. Con todo
esto, no se puede relegar al olvido la pervivencia de posturas maniqueas que van im-
pregnando poco a poco la vida espiritual y política de las sucesivas generaciones de
cristianos. Porque si el cristianismo ya lo invade todo, es también permeable a todo.
Aunque ya hemos hecho una rápida presentación de este discípulo de Plotino y ca-
si contemporáneo de Eusebio de Cesarea en el primer volumen de la presente obra26,
ahora nos toca centrarnos algo más en él, debido al gran impacto que produjeron dos
de sus obras: sobre la Abstinencia¸ conservada en griego27, que dejó huella en la pos-
terior tradición cristiana sobre todo en lo referente al control de las pasiones y al co-
nocimiento de la naturaleza humana desde la óptica neoplatónica28, y la desaparecida
contra los Cristianos29, escrita a requerimiento de su maestro Plotino, para delatar las
contradicciones del Nuevo Testamento y demostrar que los evangelios son cuentos
de niños y escenas de relatos sofísticos30. A pesar de todo, esta concienzuda obra,
atacante de las creencias cristianas, se convirtió muy pronto en la base de la polémica
24
Ver K. H. VOLKMANN-SCHUCK, Neoplatonismus, en EvKirch II, 1565-1568.
25
Cf. R. BEUTLER, Porphyrios, en PAULY-WISSOWA, Real Encyclopädie der classischen Altertums-
wissenschaft, vol.XXII, Stuttgart, 1953; A. SMITH, Porphyry‟s Place in the Neoplatonic Tradition, La
Haye 1974; J. BOUFFARTIGUE, Porphyre, en Dictionnaire de philosophes, II, Paris 1993, 2319-2323.
26
Véase el tomo I, pág. 198.
27
Versión española de M. PEIRAGO, en BCG. 69, Madrid 1984.
28
Cf. G. CLARK, Fattening the soul: Christian ascetism and Porphyry on abstinence, en StP 35, 2001,
41-51.
29
HARNACK intentó recomponer de alguna manera el original de la obra recogiendo fragmentos conte-
nidos en opositores porfirianos en un exhaustivo estudio: Kritik des Neuen Testament von einem grie-
chischen Philosophen des 3 Jahrhunderts, TU 47, 4, 1991. Y para la introducción a la edición de los
fragmentos, véase también A. HARNACK, Porphyrius “Gegen die Christen”, 15 Bücher: Zeugnisse,
Fragmente und Referate, Berlín 1916; también T. W. CRAFER, The Work of Porphyry against the
Christians and its Reconstruction, en Journal of Theological Studies 15, 1914, 360-395; 451-481; P.
DE LABRIOLLE, La Réaction paiènne, Paris 1961, 245; para más detalles respecto a esta obra y su
familiaridad con Eusebio de Cesarea, véase A. KOFSKY, Eusebius of Caesarea against Paganism,
Leiden 2002, 17-36.
30
Frag.55:
47
31
P. Courcelle cree que la obra de Porfirio ha sido el germen de muchos argumentos anti-cristianos
presentados por autores cristianos. Ver P. COURCELLE, Propos anti-chrétiens rapportés par Saint
Augustin, en Recherches augustiniennes 1, 1958, 149-186 ; ID, Critiques exégétiques et arguments
antichrétiens rapportés par Ambrosiaster, en VC 13, 1959, 133-169 ; M. B. SIMMONS, Eusebius‟
Panegyric at the Dedication of the Church at Tyre A.D.315: Anti-Porphyrian Themes in Christian
Rhetoric of the Later Roman Empire, en StP 37,2001, 597-607.
32
Frag.39 :
33
Frag.1 (PE 1,2,2-4) :
34
Cf. R. M. GRANT, Porphyry among the Early Christians, en Romanitas and Christianitas, Amster-
dam- London 1973, 191-187; J. SIRINELLI, Les vues historiques d‟Eusèbe de Césarée durant la pé-
riode prénicéenne, Paris 1961, 175.
48
jerarquía teológica se opondría una jerarquía metafísica cuya exposición nos ha lle-
gado en diversos fragmentos. Se trata de la enneada primordial, tríada formada a su
vez de tres tríadas: Existencia o Padre, que es también vida e inteligencia – Vida, o
Poder, que es también existencia e inteligencia – Inteligencia, que es también exis-
tencia y vida. Dentro de este esquema filosófico- religioso, Porfirio menciona en su
obra a los daímones, que pueden ser buenos o malos35; lo cual implica un dualismo
muy cercano a las religiones orientales, o incluso al cristianismo. Este dualismo, que
Porfirio hereda de Plotino, traducido al plano del bien y del mal, le suscita una difi-
cultad, casi irresoluble. Porque si el mal no puede proceder de un principio supremo,
sino de la materia, y, a su vez, ésta sólo puede proceder del principio supremo, la
aporía es ya irresoluble. Para Porfirio, nosotros mismos, los humanos, éramos y so-
mos esencias espirituales36. Entonces se pregunta, ¿por qué esta situación precaria de
la existencia? Precisamente por una caida37. El filósofo encuentra una solución al
identificar la caída con el mal, y cree que quien ha provocado el mal ha sido precisa-
mente la caída del alma en la materia38, con la consiguiente privación del bien. En
ese instante se genera la irracionalidad y el alma queda inserta en lo mortal39. Enton-
ces surgen las pasiones, que afectan necesariamente al alma y la inundan con la te-
rrible perturbación40 que la irrita, atándola a la sensación41 mediante la obsesión por
la búsqueda de todo tipo de placer42. Sin embargo Porfirio presiente todavía una po-
sibilidad de liberarse de las pasiones: habrá que volverse al pensamiento, ese sonido
que se emite en silencio en el interior del alma43, a la inteligencia o mente ( a
través de la atención. De este modo, es posible orientarse adecuadamente
35
II,37,4; 38,2ss.
36
I,30,6:
37
Ver I,30,6. Porfirio relaciona aquí dos términos claves y contrapuestos en el esquema de Plotino:
caida, o descenso, , y subida, .
38
III,27,5:
39
I,30,7:
40
I,55,4:
41
I,34,1:
42
es un término recurrente en Porfirio, véase en I,41,4; 48,2; 57,1; II,25,7; III,1,3;27,1;IV,1.
Repárese en la expresión (I,54,5)
43
III,3,2:
49
hacia el mundo de las realidades inteligibles. Y tiene que ser así, porque nuestra
esencia es la inteligencia44. Aquí engarza la práctica de la abstinencia propiamente
dicha; que no se reduce a una ascesis salvífica para el filósofo, sino a una exhortación
complementaria de una vida moral íntegra. Pues el consumo de carne, y todo lo con-
cerniente a lo carnal ligado con lo pasional, embota los sentidos y engendra el destie-
rro en un lugar extraño. Por eso, el regreso a la inteligencia, como lugar apropiado de
nuestra esencia, y sentido ético de la existencia, tiene que ser la tarea de la vida
humana. Pero la ética culminará sólo en la experiencia mística; porque el objetivo de
la ética es la contemplación, lugar de asimilación ( con la divini-
dad45, y de vuelta a la propia casa o esencia, o sea, al lugar de la apropiación en la
divinidad (.
Nada sensible podemos ofrecer al Dios supremo, ni por holocaustos ni de palabra. Pues no
hay nada material que, por adoptar una modalidad inmaterial, deje de ser automáticamente
impuro. Por tanto, no disponemos de ninguna acción ni tenemos palabras adecuadas para
expresar correctamente nuestra acción sacrificial; ni siquiera podemos recurrir a conceptos
íntimos cuando estamos contaminados por la pasión del alma. Sólo podremos tributarle
46
nuestro culto con nuestro silencio absoluto y con reflexiones puras en torno a su ser . Es
necesario, en consecuencia que, uniéndonos y vinculándonos a su esencia, le ofrezcamos
nuestra propio tributo como sacrificio sagrado, que es, a la vez, nuestro himno y nuestra
salvación. En la impasibilidad del alma y en la contemplación de la divinidad se ofrece este
47
sacrificio … porque la mejor ofrenda que se puede hacer a los dioses es una mente pura y
48
un alma impasible .
Sin duda que la carrera filosófica de Porfirio ha tenido puntos de articulación no-
tables. Así, la jerarquía que acabamos de plantear nos resulta comprensible a raíz de
su encuentro con Plotino. Pero el tratado Sobre la abstinencia supone aportaciones
muy personales: discute sobre la teoría de las almas; establece unas convicciones
44
I,29,4:
45
II,34,3; 43,3; III,27,1: ‟
46
47
Abs. II,34,2-4:
48
Abs. II,61,1:
50
YÁMBLICO52 (h.250-325)
49
Porfirio alude a algunas de las expresiones de los fragmentos de Teodoto (véase el vol I de esta
obra, p.241). Porfirio responde que procedemos del mundo inteligible (cf. Abs. 1,27).
50
I.42.
51
Porfirio, como otros pensadores religiosos de la época, ha encontrado una fuente básica para sus
tesis en los llamados Oráculos Caldeos, una recopilación filosófico- religiosa de tonalidad platónica,
compuesta alrededor del siglo II d.C. Véase la introducción, traducción y notas de F. GARCÍA BAZÁN,
en BCG 153, Madrid 1991, 9-179.
52
Cf. B. D. LARSEN, Jamblique de Chalcis, exégète et philosophe, Aarhus 1972.
51
53
Introducción, traducción y notas de E. A. RAMOS JURADO, en BCG.242, Madrid, 1997.
52
proviene estrictamente del mismo Dios, que suscita una moción beneficiosa en el que
ora.
Por otra parte, las categorías cristianas se vierten muchas veces en formas del pen-
samiento neoplatónico, al que pretende sustituir como ideología imperial y cuyas
funciones debe cumplir. La herejía arriana, mejor quizá que la ortodoxia, está más
predispuesta a la ósmosis; es un hecho que el arrianismo proporcionó a los empera-
dores sus más fieles propagandistas. No es ajeno a este movimiento Eusebio, el prin-
cipal teórico político cristiano del siglo IV.
54
Cf. H. LÖWE, Eusebius von Cäsarea, en Die Religion in Geschichte und Gegenwart, II, Tübingen
1958, 739-741. A. LANDSBUT/ A. DE QUERVAIN, Politik; Kirche und Politik, en EvKirch III, Göttingen
1959, 248-253. K. ALAND, Kaiser und Kirche von Konstantin bis Byzanz, en Berliner Byzantinissche
Arbeiten 5, 1957, 188-212; ID, Uber Forschungsberichte zur konstantinischen Frage vgl. K. ALAND,
Die religiöse Haltung Kaiser Konstantins, en StP 63, 1957, 549-600.
55
Cf. H. W. ATTRIDGE & G. HATA, The Life of Eusebius, en Eusebius, Christianity, and Judaism,
Leiden 1992, 28-29.
56
HE 3,28,3.
57
HE 5,28,1; cf. G. BARDY, Paul de Samosate, étude historique, Louvain 1929,
54
Eusebio tuvo la suerte de conocer, siendo todavía niño, a Doroteo, docto presbíte-
ro de la iglesia de Antioquia, uno de los pocos que podía leer el original hebreo de
las Escrituras, y que además estaba versado en los estudios liberales y en educación
primaria de los griegos62. La familiaridad del adolescente de Cesarea con el presbíte-
ro antioqueno tuvo que consolidarse en orden a una enseñanza compartida; pues Eu-
sebio dice de él que exponía con mesura las Escrituras en la iglesia63.
58
HE 7,13,1.
59
HE 8,2,4.
60
HE 8,13,7.
61
HE 10,5,2-14.
62
HE 7,32,2-4.
63
HE 7,32,4.
64
Eusebio lo menciona con alguna frecuencia: MP 11; HE 6,33,4; 7,32,25; 8,13,6. Incluso le dedicó
una biografía, hoy perdida; y como gesto de agradecimiento adoptó su propio nombre. Eusebio ya no
se nombra a sí mismo Eusebio a secas sino Eusebio de Pánfilo.
65
Pánfilo continuaba la metodología de Orígenes: HE 6,23,1-2; JERON. Vir.ill. 75; CRuf. 1,9.
55
66
Asi lo cree, entre otros T. D. BARNES, Constantine and Eusebius¸Cambridge 1981, 164.
67
Cf. A. A. MOSSHAMER, The Chronicle of Eusebius and the Greek Chronographie Tradition, Lon-
don 1979, 146-179.
68
Cf. A. KOFSKY, Eusebius of Caesarea. o.c. 38-40.
69
Cf. EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica. Texto bilingüe. Versión española, introducción y
notas de A. VELASCO-DELGADO, en BAC 612, Madrid, 2001.
70
HE 1,2,1:
56
Por eso, es más que posible que algunos elementos históricos hayan sido supedita-
dos e incluso manipulados en función del objetivo apologético71. La Iglesia tiene
unas raíces eternas en su fundador, el Logos, el Hijo eterno y primordial. Desde los
orígenes de la humanidad el Hijo-Logos ha revelado las grandes verdades a los pa-
triarcas antiguos. A través de la historia de Israel ha inspirado a los profetas sobre la
llegada del Mesías, el Cristo, que debía remediar toda deficiencia y redimir al mun-
do72. La disposición de los mártires a morir por su fe, la espiritual y carismática natu-
raleza del cristianismo y su admirable expansión por todo el mundo, son pruebas
decisivas de su verdad73. El consenso entre los testimonios de la Escritura y los de los
autores griegos, el castigo de los judíos y la trágica muerte de los perseguidores de la
Iglesia atestiguan también la verdad del Evangelio74. Las profecías bíblicas se han
cumplido en la historia del cristianismo desde la venida de Jesús hasta el tiempo de
Eusebio75. Aquí se establece una maravillosa correspondencia entre la revelación del
Evangelio cristiano y la instauración de la paz a través del Imperio76. La paz entre las
autoridades y los cristianos era condición indispensable para la prosperidad del Impe-
rio77. Sin embargo, el hecho de las persecuciones planteaba un problema teológico y
proporcionaba un serio argumento anticristiano. Por eso, la Historia Eclesiástica
ofrece una sucinta interpretación teológica de las persecuciones justificándolas como
instrumento divino para castigar y educar a los cristianos. Únicamente de esta manera
podría entenderse un éxito ocasional de las persecuciones78. Porque siempre el ejecu-
tor de esta política persecutoria tendrá que sufrir a su vez los efectos de la cólera di-
vina79.
Los Cánones Evangélicos, vienen a ser una especie de sinopsis de los evangelios
que facilitaba su lectura y comprensión. El Onomástico, un catálogo alfabético de
71
Cf. E. SCHWARTZ, Eusebius, en PRE 11, 1339-1402 ; M. W. VOLKER, Von welchen Tendenzen liess
sich Eusebius bei Abfassung seiner Kirchengeschichte leiten? en VC 4,1950,157-160; R. M. GRANT,
Eusebius and the Early Lives of Origen, in Forma Futuri, en Studi in honore del Cardinale Michele
Pellegrino , Turin 1975, 638; A. J. DROGGE, The Apologetic Dimensions of the Ecclesiastical History,
en Eusebius, Christianity and Judaim, 492-509.
72
HE 1,2-4; DE 1.
73
HE 8,7,2-3; 5,5,5-6; 9,4,19; J. STEVENSON, Studies in Eusebius, Cambridge 1929, 71: La tendencia
a exagerar la descripción de la prosperidad de la Iglesia y la victoria del Cristianismo en el mundo
antes de 324 puede comprenderse a la luz de la necesidad polémica de destacar la trascendencia del
Cristianismo, poderoso y enaltecido
74
HE 3,7-8; 8,16,3.
75
HE 10,4,30-33.
76
HE 4,26,7.
77
HE 8,13,9.
78
HE 7,30,20-21; aunque opina de otro modo en PE, al final del libro IV.
79
HE 8,16,3; en MP 48 Eusebio refiere que Dios castigaba con formas peculiares de muerte a los
responsables de las persecuciones. La idea de que la persecución era un castigo de Dios infligido a la
Iglesia a través de los gobiernos paganos es paralela a los juicios proféticos. Asiria y Babilonia actua-
ban como instrumentos desencadenantes de la cólera de Dios. Aunque luego tendrán que perecer ellos
mismos. Ver, Is 10,5, respecto a Asiria; Jer 25,1-14, respecto a Babilonia.
57
nombres y lugares bíblicos; y sus Comentarios a los Salmos y a Isaías, una aclara-
ción a la economía del Logos. Tampoco se debe dejar de mencionar al menos los
fragmentos que nos quedan de los Cánones cronológicos, conjunto de resúmenes y
de cuadros sinópticos que ofrecen la historia de los pueblos más destacados. Es una
obra esencialmente apologética, que pretende demostrar cómo la revelación de Dios a
Abraham es anterior a todas las filosofías posteriores que, de una u otra forma, inspi-
ra. Eusebio trabajó con su maestro Pánfilo en la elaboración de la Apología a favor
de Orígenes80. Durante la persecución de Diocleciano, Pánfilo fue capturado y marti-
rizado81; mientras su discípulo se refugiaba primero en Tiro y luego en el desierto de
la Tebaida, donde fue detenido. Cayó en la cuenta de que las autoridades romanas no
se satisfacían únicamente con medidas administrativas. En algunas áreas añadían a la
persecución física ataques literarios. La obra mejor conocida de esta tendencia era El
amor de la Verdad (), escrita por el gobernardor militar de Bitinia, Hie-
rocles. El escrito fue utilizado para atizar la persecución, aunque en principio la obra
no apuntaba directamente a este objetivo. La persecución alcanzó su máxima intensi-
dad en la región del Imperio gobernada por Maximino, como lo recuerda Eusebio en
su obra Sobre los mártires de Palestina82. En noviembre de 306 Maximino visitaba
Cesarea para celebrar allí su cumpleaños83. Y a partir del año 309 ordenaba con un
declarado entusiasmo la reconstrucción de templos paganos semiderruidos, e instau-
raba la jerarquía sacral pagana, los sacrificios a los dioses y la comida de carne como
elemento adicional84. En esto superaba al mismísimo Diocleciano, a Galerio y a Ma-
jencio. Por eso, la obra de Eusebio es un eco de las persecuciones maximianas sufri-
das por los cristianos y un testimonio de sus propios sufrimientos. La lectura de esta
80
HE 6,36,4. Eusebio asistía a Pánfilo en su redacción (SÓCRATES, HE 3,7; JERON. Carta a Ctesifón,
133,3.). Con toda razón Jerónimo afirmaba que Eusebio era para Pánfilo amador et praeco et contu-
bernalis (CRuf. 1,9).
81
HE 8,13,7.
82
MP 4,8
83
MP 6,1
84
HE 8,14,9; MP 9,2.
58
85
G. F. CHESNUT, Eusebius, Augustine, Orosius and the Later Patristic and Medieval Christian Histo-
rians, en Eusebius, Christianity, and Judaism, o.c. 687-713; F. VINEL, Les Histoires Ecclésiastiques:
Naissance de l‟histoire de l‟Église, en CPE,53, 1994, 9-14.
86
SÓCRATES, HE 1,23.
87
La función de Eusebio y su credo en Nicea es muy debatido. Cf. G. C. STEAD, Eusebius and the
Council of Nicaea, en JTS 24 (1973) 85-100; H. VON CAMPENHAUSEN, Das Bekenntnis Eusebs von
Caesarea (Nicaea 325) en ZNW 67 (1976) 123-139; C. LUIBHEID, Eusebius of Caesarea and the Ni-
cene Creed, en Irish Theological Quaterly 39 (1972) 299-305; ID, Eusebius of Caesarea and the
Arian Crisis, Dublín 1978.
88
Introducción, traducción y notas de MARTÍN GURRUCHAGA, BCG 190, Madrid 1994.
59
Simplificando, cabe decir que el emperador debe ser para el Logos lo que el Logos
es para Dios. En efecto, el Logos, ley viviente, ejerce su reinado sobre los hombres a
través de un príncipe, que es su lugarteniente. Fácilmente se advierte a este respecto
en qué medida el arrianismo facilitaba el establecimiento de esa escala de jerarquías
y podía conseguir las simpatías de la corte imperial89. El príncipe está ligado al Lo-
gos, cuya normatividad terrestre constituye, porque el Logos lo fortalece mediante
sus efluvios, lo ilumina por sus revelaciones, lo hace partícipe de sus virtudes. La
doctrina neoplatónica de la emanación viene aquí a apoyar la creencia cristiana de la
Providencia, para constituir la Teología Imperial y de victoria90. Es explicable por
qué Eusebio se proyecta en una ambigua simpatía por las teorías arrianas. Recorde-
mos que había dado cobijo a Arrio durante su huida, porque había visto en él una
víctima inocente, que buscaba refugio en Cesarea, como antaño Orígenes perseguido
por el tiránico patriarca de Alejandría. La convicción de Constantino se fundaba en
que la virtus otorgada por el Dios de los cristianos, sin necesidad de compromiso
alguno, aseguraba la victoria, a través de un tipo de experiencia mística. Evoquemos
que el imperio romano, que era una monarquía militar, reposaba sobre la teología de
la victoria, y mucho debe la institución imperial a la índole religiosa del poder victo-
rioso. Augusto ya quería aparecer a los ojos de sus contemporáneos como un sacer-
dote; y cuando en el año 12 antes de Cristo, asumía el título de Pontifex Maximus
aglutinaba definitivamente en su persona el sumo poder civil y religioso. Roma supo
siempre aprovecharse de toda la mística del tiempo, que es a la vez una mística de la
Victoria y de la Pax. Por su parte, el Lábaro de Constantino, el nuevo estandarte de
su ejército que garantiza su política, recibe una consistencia supletoria con la evoca-
ción de una nueva mística, de una nueva teología de la victoria, ya no más centrada
en las falsedades y embustes de la vieja tradición pagana o en el renovado curso reli-
gioso, siempre paganizante, del Apollo-Helios, sino en la cruz, símbolo del triunfo de
Cristo, que pasa a ser el objetivo referencial y el reclamo de todo el sistema político
militar-religioso constantiniano. Y desde esta clave las
89
Cf. V.Const. 2. 65-72; R. P. C. HANSON, The Search for the Christian Doctrine of God, the Arian
Controversy 318-381, Edinburgh 1988, 146-151; CH. KANNENGIESSER, Eusebius of Caesarea, Ori-
genist, en Eusebius, Christianity, and Judaism, o.c. 456-458.
90
Cf. F. HEIM, La théologie de la victoire de Constantin à Théodose, Paris 1992 ; F. CORSARIO, Sogni
e visioni nella teologia della vittoria di Constantino e Licinio, en, August 29, 1989, 333-349.
60
mentiras constantinianas son solamente la otra cara de una gran verdad, de una gran
realidad histórica: el imperio romano se había hecho cristiano.
De esta manera nada pierde el Imperio, aunque se exceptúe a los cristianos de las
obligaciones del culto imperial, ya que, en compensación, la divinidad del poder im-
perial no se fundamenta desde ahora en la divinización del emperador, sino en la re-
lación necesaria que se establece entre divinidad y función monárquica. En la nueva
teoría del poder se hallan combinadas las ventajas del estoicismo y del neoplatonis-
mo. La corte terrestre del emperador es el reflejo de la corte celestial, de la misma
forma que el imperio es el reflejo del universo. Las dos ciudades son en cierta mane-
ra paralelas, tal y como apuntaba el filósofo cínico y rétor Dion Crisóstomo; y per-
manecen unidas mediante el vínculo que liga a la persona del emperador con el Lo-
gos y con Dios, como sostenía la tradición neopitagórica. Eusebio trata de convencer
a sus lectores de cuanto acontece ahora en el cristianismo y en la Iglesia, la última y
perfecta manifestación del Logos divino91, el mismo que en tiempos pasados había
formado el mundo. El monoteísmo es así idéntico a la cultura universal, cuyo culto
ha liberado a la humanidad de la rudeza y del salvajismo característicos del politeís-
mo92. Por eso, ya no puede darse diferencia alguna entre la predicación ética y la
nueva civilización esclarecida por el Logos. En el éxito de la misión cristiana refulge
ya la primera prueba del origen divino del cristianismo93. El Credo optimista euse-
biano reclama la unión entre el amor salvador de Dios y el ejército imperial94. Parece
entonces como si el Reino de Dios llegara a su fin en su combate contra las fuerzas
indómitas del Mal después de un dilatado decurso histórico, decantado en la historia
de los Pueblos y en el mismo Antiguo Testamento. Las realidades apocalípticas y
quiliastas culminan aquí, en este campo de batalla, entre el Mundo y el Reino de
Dios95.
Se comprende, pues, que la historia de la Iglesia sea la historia del Imperio. Todo
acontecimiento está integrado en la economía de la salvación, y en ella cobra sentido.
Los designios de la historia única se expresan por la presencia de signos ma-
ravillosos, los mirabilia Dei bíblicos, asumidos por toda la tradición de la historio-
grafía pagana, atenta también a los presagios y a las manifestaciones irracionales,
como
91
DE 4,16,36.
92
DE 2,3,111; 3,2,40.
93
DE 3,7,22.
94
VConst 1,6.
95
Cf. Eusebios von Caesarea, en, Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft
VI,1 Stuttgart 1928, 1370-1439.
61
La oposición que separa a las dos ciudades se atenúa en el plano teórico, ya que el
emperador, incluso aunque el poder permanece en principio tolerante respecto del
paganismo, goza de un tipo de magisterio moral fuera de la Iglesia; es el obispo del
exterior. Este principio le confiere una facultad de dirección espiritual sobre los pa
96
El título de la obra, completo y adecuado, sería entonces: Preparación para la demostración del
Evangelio, .
62
ganos; continuando la obra civilizadora del Imperio, debe aplicar una propedéutica a
la enseñanza evangélica, y conducir a los hombres casi a las puertas de la Iglesia. Se
desecha toda visión apocalíptica para hacer frente a la idea de un progreso razonado
en desarrollo continuo y cuyo actual motor es el Imperio.
97
A. MARCELINO 31,10,8: novator turbatorque priscarum legum; EUS. VConst 4,23.
98
Cf. AGUST. EnarPsalm 93,3; A. DE BERARDINO, La Cristanizzazione di templo nei secoli IV-V: la
Domenica, en August 29,1989, 97-125.
99
Cf. DE 1,5,1-2.
63
100
(ver, DE 1,5; HE 14,4,4-6; PE 13; 7,8,16)
101
Eusebio se fija en el Sal 105 (104),12-15 LXX: (no toquéis a mis
ungidos), como prueba de que los patriarcas eran llamados cristianos (DE 1,5,20).
102
Cf. DE 1,6,31-38.
103
Cf. DE 1,6,39.
64
Es imposible, por tanto, disponer de una imagen de Cristo; y no sólo porque la di-
vinidad es invisible, sino sobre todo porque la forma humana ha quedado absorbida
() por la vida divina. Aquí está la idea clave de toda la carta: a raíz de
104
Cf. DE 1,6,7.
105
Cf. DE 1,7,1.
106
Col 2,3.
107
Col 1,15
108
En PG 20, 1545-1549.
109
PG 20, 1545ab.
65
La palabra creado (, decían los padres del concilio, es una designa-
ción común aplicable a las demás criaturas, las que han llegado a la existencia,
(, mediante el Hijo y con las cuales el Hijo no tiene ninguna semejan-
za. Por eso, el mismo Hijo no es una criatura semejante a las que existen por él,
sino que posee una esencia superior, por encima de toda criatura. Esta esencia,
la Escritura enseña que ha nacido del Padre, el modo de esta generación es inde-
cible e incomprensible para toda naturaleza creada110
Al declarar que el Hijo es muy superior a las demás criaturas, dice implícitamente
que el mismo Hijo es una más. Y en cuanto al término homousios, según esta inter-
110
Epist. de fide Nicaeae exposita (TEODORETO, HE 1,12,11; GCS 44, 51ss).
66
pretación, simplemente quiere decir que el Hijo de Dios no tiene ninguna semejanza
con las criaturas, así hechas () sino que está del todo asimilado,
, al único Padre que lo ha engendrado. Aquí sugiere hábilmente una
distinción entre criaturas llegadas a ser tales por el Logos, y criatura engendrada por
el Padre. Se las apaña incluso para aplicar el anatematismo del concilio a quienes
dicen que el Hijo no existía antes de ser engendrado: Pues, dice, antes de ser engen-
drado en acto () estaba en potencia () en el Padre de manera inen-
gendrada111. Se expresa en términos oscuros, pero es evidente que considera al Hijo
como una criatura, la criatura más sublime. Por eso nada extraña que en otra parte
considere al Logos como la obra perfecta del Perfecto112, y el primer renuevo
() entre todos los seres113.
Penetra siempre y por todos los costados a la materia y a sus cuerpos, en tanto
que se muestra Logos de Dios y demiurgo. En esta materia sella las razones esen-
ciales () de su sabiduría, en la materia inanimada imprime la vida, en la
111
Ibid 1,12,17.
112
DE 4,2,1.
113
Ibid.
114
A propósito de la esencia de la unidad plotínica, de la que procede el único dinamismo y energía
que mueve el universo y debe regir la sociedad humana, ver K. H. VOLKMANN-SCHUCK, Neuplatonis-
mus, en EvKirch II, 1565-1568: Der Neuplatonismus hat auch den aristotelischen Grundbegriff der
übernomen... Weil der Nous die rein darstellt, ist er für Aristoteles das höchstest
Seinde. Plotin denk die als Auswirkung der , die in sich selbst bleibend, sich in ihren
Äusserrungen manifestiert.
115
Cf. DE 4,6,2-3.
67
materia sin forma ni figura imprime la forma natural, en las cualidades de los
cuerpos imprime su belleza propia y las ideas incorporales, mueve todas las cosas
inanimadas e inmóviles por su propia razón de ser (), es decir, la tierra, el
agua, el aire y el fuego; imprime un dinamismo sabio y armonioso, extrae todo
del caos y lo coloca en la belleza ordenada, hace crecer todo y lo consuma; de su
divino poder razonable () recorre todo, penetra todo, lo alcanza todo, sin
sufrir daño alguno por parte de nada ni de nadie y sin que su naturaleza se man-
che116.
116
DE 4,13,2-3.
117
Teof 1,25.
118
Ibid 1,18-19.
119
Ibid 1,15.
120
DE 4,4,2.
121
DE 5,13,3.
122
DE 4,13,3.
68
Por otra parte, Eusebio ha podido describir toda la pasión de Cristo como la única
gesta del instrumento humano empleado por el Logos: Puesto que era necesario que
el instrumento mortal () encontrara un fin digno de Dios, después del servicio
apropiado () que había ofrecido al Logos divino le fue concedido
morir123. La pasión de Cristo se describe como una hazaña de un rey soberano, ven-
cedor de antemano, pero que sabe retrasar el combate para mostrar mejor su soberan-
ía124. Esta proeza apunta al símbolo de la crux invicta de Cristo como la expresión
más adecuada de la victoria del Rey de la gloria. Para Eusebio, la constancia de la
Iglesia frente a los perseguidores y su libertad se alcanza en tiempos de Constantino
como victoria del mismo Cristo125. Siempre se trata del Logos y de la carne, nunca
del alma de Cristo. En la muerte, el Logos abandona la carne que, sin el Logos, es
presa de la muerte. Sin embargo, el Logos no la abandona definitivamente; la recupe-
ra en su vida. En adelante, lo corruptible se reviste de incorruptibilidad, y lo mortal
de inmortalidad. Por eso comenta:
Eusebio comprende, y más si cabe al final de sus días, que el máximo problema
que se plantea al cristianismo frente a los paganos es la aceptación de los misterios de
la encarnación y de la resurrección en Cristo. Así lo manifiesta en su último escrito:
La Teofanía. Tan primordial le parece la cuestión que sin ella la misma victoria polí-
tica constantiniana, la Pax romana, asociada al triunfo del cristianismo quedaría sin
su sólido fundamento. Ya el mismo título de la obra apunta al objetivo fundamental
de Eusebio: la manifestación de Dios en la encarnación del Logos. Sin embargo antes
123
Teof 3,55.
124
DE 10,1,22.
125
LaudConst 1,6 ; cf. B. STUDER, Dios Salvador en los Padres de la Iglesia, Salamanca 1993, 200-
202.
126
DE 4,14.
69
el cesareano examina la naturaleza del universo y del hombre. Naturaleza que posee
una dualidad esencial, visible e invisible, material y espiritual. Creado a imagen de
Dios, el hombre está dotado de un potencial superior al resto de la creación. Por eso,
tiene el deber de culminar la perfección de todo mediante la energía de su razona-
miento. No obstante, y aquí está la paradoja humana, el hombre está corrompido y
degenerado en una honda maldad y en sus deseos físicos127. De esto se deduce que
los conceptos de logos y de epifanía se presentan como la antítesis del ateísmo y del
politeísmo y sus derivados. Por eso, en el libro segundo de este tratado, el autor des-
cribe el estado degenerado de la humanidad como un reclamo urgente de la encarna-
ción. Es necesario el resplandor de la verdad sobre la oscuridad misteriosa que domi-
na la humanidad manipulada por los demonios. Y sólo la verdad del cristianismo
podrá garantizarla a través de la divinidad de Jesús, que arranca en la encarnación del
Logos y culmina en la resurrección. Entre la encarnación y la resurrección se sitúa su
muerte, que expresa el exterminio de los demonios128.
127
Una vez más, en esto Eusebio también asume los planteamientos de Porfirio, para quien el deseo o
apetito, ligado al placer de la saciedad es un elemento clave en su tratado sobre la abstinencia
(1,54,4-5; 2,25,7; 3,1,3; 3,26,5; 3,27,1: al ser el fin el placer, se evidencia la destrucción de la justi-
cia verdadera.
128
Véase con amplios detalles en A. KOSFKY, Eusebius of Caesarea. o.c.276-311.
129
Entre otros estudios a este respecto merecen citarse: D. S. WALLACE-HADRILL, Eusebius of Caesa-
rea, Canterbury 1961, sobre todo pp 72-79; C. SANT, Interpretatio Veteri Testamenti in Eusebio Cae-
sariense, en VD 45 (1967) 79-90; E. DES PLACES, Eusèbe de Césarée commentateur: Platonisme et
Écriture sainte, Beauchesne, Paris 1982, 87-142; M .J. HOLLERICH, The Godly Polity in the Light of
Prophecy : A Study of Eusebius of Caesarea‟s Commentary on Isaiah, Chicago 1986.
130
Cf. E. ULRICH, The Old Testament Text of Eusebius: The Heritage of Origen, en Eusebius, Christi-
anity, and Judaism, o.c. 543-562; M. J. HOLLERICH, Eusebius as a Polemical Interpreter of Scripture,
en Ibid, 585-615. Para Eusebio la version de los Setenta era un acto de preparación () a
la aparición de Jesús (ver, PE 8,1,6-7)
70
más claro y una composición coherente a todo el Antiguo Testamento según la ver-
dad hebraica131. Su familiaridad con el texto bíblico, sobre todo del Antiguo Testa-
mento, le sirvió de perlas para enfrentarse con su coetáneo y temible polemista de
ascendencia judía, Porfirio132. Este acérrimo neoplatónico, secuaz incondicional de
Plotino, había lanzado numerosos dardos críticos acerca de la fiabilidad de los textos
bíblicos judíos y cristianos. Aparte de que, según él, no todos tenían la misma impor-
tancia: unos eran prosaicos, pero otros muy serios y envenenados. Algunas refutacio-
nes de Eusebio se han perdido, como la referente al Libro de Daniel. Pero se conser-
van las Selecciones Proféticas, que escoge e interpreta pasajes del Antiguo Testa-
mento, especialmente extractos de los Salmos y del Libro de Isaías con el propósito
de adaptar su contenido al cristianismo. La amplia apología conocida como Demos-
tración Evangélica, que se conserva en diez de los veinte libros originales, fue con-
cebida como glosa de textos del Antiguo Testamento. Siempre con un mismo propó-
sito: reivindicar la supremacía del cristianismo sobre el judaísmo; pues, según él, hay
que leer el Antiguo Testamento en clave de anticipación profética de Cristo y de la
propagación del Evangelio entre todos los pueblos. No obstante, la enseñanza de la
Iglesia, con la excusa de Cristo, es el tema dominante. Eusebio interpreta a veces con
un criterio exageradamente liberal los textos que maneja: comentarios, monografías,
apologías y estudios manuscritos disponibles en disciplinas cronológicas, geográfi-
cas, literarias, históricas y retóricas. Todo sirve; porque todo se orienta y clasifica
conforme a su esquema histórico salvífico, que culmina en una teología política im-
perial. Dios ha intervenido a lo largo de la historia de los hebreos para montar este
imperio romano- cristiano triunfador133. La exégesis biblica eusebiana se vuelve na-
turalmente contra el judaísmo, al que no ataca con excesiva virulencia134.
Eusebio tiene siempre en mente cuatro denominaciones sociales entre las que evita
cualquier confusión o amalgama: “paganos”, “judíos”, “hebreos” y “cristianos”. Los
“paganos” confiesan un politeísmo; están por tanto al margen de los planes salvíficos
de Dios. Los “judíos” han recibido la tradición salvífica divina de mano de los
“hebreos”; supieron mantenerse en el monoteísmo, pero no han sabido culminar el
131
Cf. D. BARTHÉLEMY, Eusèbe, la Septante et “les Autres”, en La Bible et les Pères, Colloque de
Strasbourg, Paris 1971, 63.
132
Véase la permanente presencia de Porfirio en las tácticas y retóricas eusebianas en A. KOFSKY,
Eusebius of Caesarea o.c. 241-275.
133
Ver J. SIRINELLI, Les vues historiques d‟Eusèbe de Césarée durant la période prénicéenne, Dakar
1981; G. RUHBACH, Die politische Theologie des Eusebs von Caesarea, en G. RUHBACH, Die Kirche
angeschichts der Konstantinischen Wende, Darmstadt 1976, 236-258.
134
Para A. KOFSKY, Eusebius of Caesarea o.c.100 ss. el concepto de prehistoria cristiana es el eje
central de la polémica antijudía
71
proyecto de Dios, porque rechazaron a Cristo, el Logos divino; y lo que es peor, abra-
zaron las costumbres y la vida de los egipcios; por eso sucumbieron a los errores del
politeísmo y a las supercherías idolátricas de los gentiles135. Los “hebreos” son los
auténticos predecesores de los cristianos, en ellos estriba la profecía cristiana, desde
Abraham, Moisés y los profetas. La historia intervencionista de Dios ha ratificado
esta veracidad de las razas humanas: el imperio romano ha vencido en estos tiempos
al paganismo; y poco antes había dado un duro escarmiento al judaísmo con la des-
trucción del Templo de Jerusalén. Y si todavía subsisten la Iglesia y la Sinagoga, la
Iglesia terminará por reemplazarla en la sociedad humana136. Considera la historia de
Israel como la historia de dos comunidades distintas o clases (): los que
confían y de los que no confían en Dios. Los amigos de Dios ( ) son
los que hacen lo que Dios quiere, sean judíos antes de la proclamación del Evangelio,
o judíos y gentiles que han oído el Evangelio y han creído en él. En Israel, el orden de
los salvados incluye profetas, patriarcas, sacerdotes, hombres piadosos, sumos sa-
cerdotes, y miles de hombre y mujeres de la vieja ciudadanía de Dios
(), que no es parte insignificante de la ciudad de Dios137. Todos
ellos constituían la ciudadanía de Dios hasta la venida de Cristo, precisamente cuan-
do la Iglesia fue fundada y asumió las prerrogativas de Israel138. Esta historia es el
logro visible de la intervención continua de Dios en el proceso de la humanidad, la
puesta por obra de su gran plan para la redención humana. Quizá así nos explicamos
el por qué Eusebio manifiesta una predilección especial por los textos isaianos, y más
en concreto el Deuteroisaías (40-55) en su frecuente aplicación al regreso del exilio
de Babilonia. El Señor se sirvió de Ciro como instrumento de su divina providencia
()139. Todo este entorno de Ciro es una profecía para liberar al cristianismo,
por medio de Constantino, de las garras del politeísmo, y asegurarle el triunfo defini-
tivo140.
135
Cf. DE 1,4ss.
136
Cf. O. LIMOR / G. STROUMSA, Contra Iudaeos. Ancien and Christian Polemics between Christians
and Jews, Tübingen 1996; J. ULRICH, Euseb von Caesarea und die Juden. Studien zur Rolle der JU-
den in der Theologie des Eusebius von Caesarea, Berlin- New York, 1999; R. GONZÁLEZ SALINERO,
El antijudaísmo cristiano occidental (siglos IV y V) . Ed.Trotta, Madrid 2000, sobre todo 69-81; 167-
211.
137
ComIs 370,18-23.
138
ComIs 87,531.
139
ComIs 99,27-36.
140
Ver el interés isaiano de Eusebio, en M. J. HOLLERICH, Eusebius as a Polemical Interpreter of
Scripture, a.c. 596-610; la profecía al servicio de la apología eusebiana, véase en A. KOFSKY, Euse-
bius of Caesarea o.c. 137-164.
72
La escatología intranscendente
141
Este término griego se emplea para designar globalmente el gran relato mítico de la creación en el
debate entre Orígenes y los valentinianos; en concreto,en los mitos valentinianos de la creación y de la
escatología en el lenguaje de Orígenes, aunque para Eusebio es una especie de clave nutricia que con-
tendría anudadas todas las narraciones históricas (ver DE.4,15,2; 4,30,3; cf. M. HARL, The Rediscove-
ry of Gnosticism I, Leiden 1980. 417-425; R. M. GRANT, Gnosticism. A Sourcebook of Heretical Writ-
ings from the Early Christian Period, New York 1961, 23.
142
Cf. P. GORDAY, Paul in Eusebius and Orden Christian Literature, en Eusebius, Christanity, and
Paganism, o.c. 139-165.
143
Cf. E. PETERSON, Cristo como Imperator, en El monoteísmo como problema político, Ed. Trotta,
Madrid 1999, 127-137.
144
Cf. DE 3,5,71-72.
73
No obstante, según Eusebio, hay dos caminos conformes a la vida de Cristo, am-
bos dependientes de su enseñanza: La élite de los que se retiraron del mundo y re-
nunciaron al derecho de propiedad y de vida matrimonial, a causa del amor celestial,
orientaron su vida en el servicio de sólo Dios y eligieron el primer camino, el perfec-
to sendero de vida cristiana. Al resto de los fieles, que viven en la debilidad de las
necesidades y deseos humanos se les ofrece una alternativa: una ruta que permite el
matrimonio en estado de pureza y procreación, el servicio administrativo, gobernati-
vo y militar, el trabajo en la agricultura y en el comercio, y otras ocupaciones munda-
nas. Sin embargo, todo el pueblo debe disponer de tiempo para el estudio de la Escri-
tura148. Eusebio advierte la notable diferencia entre la preocupación de los patriarcas
con el matrimonio y la procreación y el ideal ascético del cristianismo, lo cual pudie-
ra suponer una seria objeción a sus criterios de antigüedad del cristianismo. Pero
nuestro autor lo resuelve acudiendo a las exigencias de las circunstancias ambientales
del momento, porque, de hecho, los patriarcas han practicado una forma de abstinen-
cia peculiar: muchos de ellos tuvieron hijos en edad avanzada; y hubo profetas que
no los tuvieron149. Sea lo que fuere, él corta toda posible discusión sobre los matri-
monios poligámicos y los numerosos retoños de los patriarcas con una recomenda-
ción para el clero: hay que refrenar cualquier intento de relación marital
145
De hecho, Eusebio consideraba a los terapeutas como monjes y monjas proto-cristianos; y afirma
que Filón atestiguaba la existencia de un grupo ascético-filosófico, algunos de cuyos miembros fueron
los primeros en Egipto en recibir el Evangelio de labios de Marcos (HE 2,16).
146
Cf. DE 3,6,20-21.
147
Cf. DE 3,6,22-23.
148
Cf. DE 1,8,4.
149
Cf. DE 1,9,16-20; PE 7,8-29.
74
No conviene pasar por alto el problema de los sacrificios. A primera vista no hay
relación alguna con lo que se acaba de exponer. Pero Eusebio, que sigue muy de cer-
ca el tratado porfiriano sobre la Abstinencia, adopta las mismas posiciones que el
filósofo neoplatónico. Rechaza los sacrificios de animales y se pronuncia a favor de
la espiritualización de los sacrificios151. Opina como Porfirio: el verdadero sacrificio
es el servicio del corazón y la oración silenciosa152. Su intención consistía en revisar
siempre el comportamiento moral de la persona humana desde el ángulo del ascetis-
mo; por eso, no le preocupaba nada recoger sugerencias de hombres tan concienzu-
damente inteligentes como Porfirio para quien el mayor valor del sacrificio para los
dioses consistía en la pureza del pensamiento y en un alma libre de pasiones153.
Pero la vida ascética, y el sacrificio espiritual que exige el ideal cristiano no es na-
da fácil. Porque, aun contando con la debilidad y limitación de la constitución huma-
na, la vida está sometida a la gran conspiración de los demonios. En esto, Eusebio
sufre, directa o indirectamente el influjo del politeísmo que combate. Los demonios
atraen sobre sí el culto que los humanos rinden a la divinidad erigiéndose en dioses y
propagando la mentira y la servidumbre entre los pueblos154. Los mismos paganos
llegan a transformar sus deseos desenfrenados y actividades humanas en otra forma
de teología pagana de los dioses. Y aunque los gentiles creían adorar muchos demo-
nios, en realidad adoraban al mismo demonio, una hydra de muchas cabezas, formas
variadas; y el placer era su bien supremo155. Los criterios angélicos de Eusebio se
150
Cf. DE 1,9,21.
151
Cf. PE 4,12-13.
152
PE 4,11; Abs.. 2.34.
153
PE 4,14,6:
154
Cf. PE 5,2.
155
Cf. PE 7,2; DE 4,8. manifiestan una visión astrológica que no concuerda con la idea de los gentiles
que estan dominados por los demonios. Los gentiles confiaban en distintos ángeles pero veneraban
sólo elementos celestes; por eso, su religión era completamente astral y no tanto demoníaca. Según
esto, los gentiles no veneraban las fuerzas del mal, sino los elementos que constituían la clave de la
creación y que pregonaban la grandeza de Dios (ver, G. F. CHESNUT, The First Christian Histories,
Eusebius, Sócrates, Sozomen, Theodoret and Evagrius, Macon 1986, 70-71). Esta idea, en Eusebio,
puede ser una interpretación del politeísmo, que expone en su relato sobre la religión pagana y su
pronunciamiento astrológico. En PE 11,26, Eusebio interpreta la versión de los Setenta sobre el Deu-
teronomio 32,8. En su forma griega el versículo acomoda el concepto de ser angélico designado por
distintos pueblos y regiones. La idea de ángeles guardianes para pueblos, ciudades e incluso indivi-
duos aparecía ya en la obra de Justino (Dial 131,1), Clemente (Str. 6,17) y Orígenes (CCelso 5,29). En
DE 4,9, el imperio romano emerge como parte del programa de Satán, opuesto al antiguo sistema
divino de los ángeles guardianes. Esta idea está en claro conflicto con el criterio habitual de Eusebio,
para quien el imperio y la pax romana formaban parte del plan divino, una plataforma positiva para la
promulgación del Evangelio a todo el mundo
75
corresponden con el tardío concepto pagano de la división del mundo entre los dife-
rentes dioses, concepto que florecía gracias al influjo de la astrología156. Los demo-
nios se identificaban con los ángeles caídos157 que han bajado al Tártaro. Pero algu-
nos se han quedado en la tierra y en el aire para barrer de la religión la devoción de
los atletas () mediante la desgracia, la tentación y la decep-
ción humana, por donde se pudiera inocular el error del politeísmo. En el libro VIII
de su Demostración Evangélica Eusebio refiere la llegada del Mesías, que de acuerdo
con los profetas, debía fundar la pax romana, el establecimiento del Imperio romano
con la abolición de otras formas de gobierno, la victoria sobre el politeísmo y el pa-
ganismo demoníaco, y el conocimiento de fe en el Creador y Dios supremo.
156
Celso expresa claramente este criterio (ver, CCelso 3,37; 5,5,25; 8,31). Orígenes da una definición
negativa del término “demonio” () basada en la versión de los Setenta (CCelso 5,5).
157
De acuerdo con JUSTINO, 2Apol 5.
158
Cf. E. PETERSON. El monoteísmo como problema político, o.c. 47-123.
159
Cf. A. GRILLMEIER, Cristo en la tradición cristiana, Salamanca 1997, 393-423.
76
160
Ver, CH. KANNENGIESSER, La Bible et la crise arienne,en Le monde grec ancien et la Bible, Beau-
chesne, Paris 1984, 302ss.
161
Cf. TH. BÖHM, Die Thalia des Arius: Ein Betrag zur frühchrislichen Hymnologie, en VC 46, 1992,
334-346.
162
SOCR. HE 1,26.
77
Para colmo, a partir del año 340, con motivo de la represión imperial en Alejan-
dría, empezaban a ser frecuentes las rebeliones en la ciudad. El círculo comunitario
conocido como arrianos, debido al nombre de su líder, comenzaba a inquietar por su
vitalidad y masificación. En este grupo crecía paulatinamente la confrontación al
espectro social alejandrino, apoyado por sus jerarcas eclesiásticos y políticos, que
proyectaban un férreo control coercitivo. Baucalis se erigía peligrosamente como el
centro más visible de oposición en contra de la autoridad del obispo, aunque no era
único; porque sabemos que durante el patriarcado de Alejandro (312-328) al menos
cinco presbíteros y otros cinco diáconos fueron excomulgados, y cada presbítero
ejercía su autoridad autónoma en su iglesia individual. Así nos explicamos los su-
puestos violentos métodos de Atanasio para reforzar la disciplina eclesiástica y doc-
trinal164. Pero Arrio nunca estaba solo. Le arropaba toda la mentalidad semita que
estaba al únísono con él y representada en los obispos de Siria y Palestina. Y eso sin
contar las 700 vírgenes incondicionales; además de innumerables cristianos, trabaja-
dores del puerto de Alejandría, en donde se situaba la iglesia de Baucalis165.
163
Cf. EPIF. Panarion 2,11.
164
Cf. EPIF. Panarion 69,11,7; 68,7,5.
165
Cf. CH. HAAS, The Arians of Alexandria, en VC 47 ,1993, 234-246.
166
Sin embargo, ha intentado demostrar que el neoplatonismo de Arrio es ilusorio CH. STEAD, Was
Arius Neoplatonist? en StP 32, 1997, 39-51.
78
Hijo en relación a su principio, por una parte; y por otra, al mundo y al tiempo167.
Arrio insistía en el subordinacionismo tradicional de la teología del Logos hasta
hacer de él un Dios claramente inferior al Padre, extraño a su naturaleza, creado por
él en función de la creación posterior del mundo168. Para sostener esta doctrina recal-
caba las ideas de la cristología Logos/sarx. En efecto, la ausencia de alma humana en
Cristo le permitía atribuir sin más al Logos las pasiones humanas que los evangelios
atestiguan en Cristo, como la angustia y el temor entre otras, y por eso mismo consi-
dera de rango inferior su naturaleza divina respecto a la del Padre, único supremo.
Por otra parte, la identificación del Hijo con la Sabiduría, que es considerada suce-
sivamente en la traducción griega de Prov 8 como creada, fundada, alumbrada (vers
22,23,24), en el principio de la obra creadora, ha podido contribuir a acreditar la idea
de la formación del Hijo, antes de toda criatura, por modo de creación, sin convertir-
lo, a él que es la perfecta “imagen de la substancia” de Dios (Hbr 1,3), tal como un
Hijo, en una de las criaturas del universo. Esta era, al parecer, la idea de Orígenes,
quizás fuera también la de Arrio.
167
Cf. TH. BÖHM, Die Christologie des Arius, St.Ottilien 1991 ; K.H. VOLKMANN-SCHUCK, Neoplato-
nismus, en EvangKirch II, 1565-1568 : Der Neuplatonismus hat auch den aristotelischen Grundbegriff
der übernomen... Weil der Nous die rein darstellt, ist er für Aristoteles das
höchstest Seinde. Plotin denk die als Auswirkung der , die in sich selbst bleibend,
sich in ihren Äusserrungen manifestiert.
168
Cf. C. ANDERSEN, Arius, en EvKirch I, 209-211: Der Arianismus unterliegt mit wechselnder
Kampfsituation vielfacher Wandlung. Immer bleibt aber sein ursprünglich kosmologischer, dann re-
ligionsphilosophisch begründeter Gegensatz zu der soteriologisch bestimmten, metaphysischen Heil-
slehre der Alexandrinischen Schule bestehen.
79
con todas las cosas antes de salir de él como primogénito de la creación, aunque for-
mado propiamente del pensamiento de Dios y antes de todas las cosas, puesto que es
con su ayuda como Dios piensa todo lo que crea: se trata de un “modelo” que mezcla
la idea de creación con la de generación, al mismo tiempo que pone al Logos, creador
él mismo, aparte de las simples criaturas.
El dios pagano es un dios que engendra, en la Biblia Yaveh no engendra: ¿se pue-
de dudar en colocar al Dios de los cristianos de este lado más que del otro? Los arria-
nos reprocharán a los nicenos “hablar como los griegos”, es decir, volver a una con-
cepción pagana de la divinidad. Es verdad que parecían incapaces de comprender que
pueda haber una generación en Dios puramente inmanente, sin división ni partición
de la substancia, siendo que Dios es espíritu inmaterial. Pero les repugnaba sobre
todo atribuirle la genitalidad, ese impulso vital () que estimula a todos los seres
a reproducirse, del que las individualidades paganas ofrecen la imagen más exaltante,
y la más degradante169.
169
Cf. J.Moingt, El hombre que venía de Dios, Volm I, Bilbao 1995, 110-111,
170
Cf. CH. KANNENGIESSER, a.c. 304.
80
Arrio Alejandro
Sólo Dios (= el Padre) es sin principio El Logos coexiste con el Padre, eterno, in-
, ingénito, , increado, creado, inmutable en la misma substancia e
Dios verdadero. inseparable,
No puede comunicar su ser; de lo contrario sería De lo contrario el Padre habría sido alguna
compuesto, divisible, mudable, y por tanto, cuer- vez irracional y necio,
po. lo cual es inconcebible,
irrazonable e insensato.
171
J. MOINGT, o.c. 112-113.
172
Cf. J. MOINGT, o.c. 113-118; L. PERRONE, El concilio de Nicea, en G. ALBERIGO, Historia de los
concilios ecuménicos, Salamanca 1993, 19-53, Bibliografía 97-101.
82
Puesto que Arrio, deslizándose ya a un ámbito más filosófico, precisa que esa na-
turaleza del Padre es incomunicable, los Padres de Nicea deciden incluir a modo de
glosa, un inciso breve: es decir, de la esencia ( del Padre. La generación del
Hijo no es resultado externo debido a una intervención de la voluntad del Padre, co-
mo cuando se trata de los hijos adoptivos, que son las criaturas, sino comunicación
interna del propio ser vivo por parte del que engendra.
Con frecuencia se acude a la metáfora de la luz y del rayo de sol para ilustrar la
procedencia del Hijo. Ya había un eco en la Escritura174. También se hallaban usos
paralelos entre los neoplatónicos. La metáfora resultaba muy apta para entender la
procedencia de un ser espiritual que nacía sin merma de quien le da el ser. Es proba-
ble que la difusión de la teología solar, adoptada por Constantino, importada de Irán
en el siglo III, haya suscitado por reacción entre los cristianos un afán de preparar la
teología del Verdadero Sol de Justicia, Sol de Salvación, Jesucristo.
173
Ver como historia del dogma de la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo en torno al concilio de
Nicea, B. SESBOÜÉ, el Dios de la salvación, I, Salamanca 1995,187-240.
174
Jn 1,4-9; 3,20; 8,12; 1Jn 1,5; Sant 1,17.
83
El genio del lenguaje griego distinguirá luego el del , utili-
zado por los semiarrianos; pero por su uso constante se aplicaría a comparar dos suje-
tos en orden a sus cualidades, no a su esencia.
Las huellas de sus escritos siguen provocando controversias, a pesar de los siglos
transcurridos. Era oriundo de Laodicea de Siria, aunque su padre, Apolinar el Viejo,
procedía de Alejandría. En el año 361 fue elegido obispo de Laodicea. Junto a los
grandes escritores cristianos del siglo IV, y en particular con Atanasio, luchó valien-
temente en contra de los arrianos. A causa de su doctrina cristológica se convirtió en
un gran heresiarca, y en cierto modo en el padre del monofisismo alejandrino.
Ya desde el año 351, para reiterar la unidad de Cristo, negaba su completa y ver-
dadera naturaleza humana: Dos perfectos no pueden hacer uno. El Logos divino en
su encarnación tomó un cuerpo y un alma, pero no una mente, , el elemen-
to racional dotado de voluntad libre. Sus veces las suplía el mismo Logos. De este
modo, según Apolinar, quedaba suficientemente explicada su impecabilidad. Los
apolinaristas inventaron cantos y versos para proclamar la admirable unidad de Cristo
y denunciar la doctrina “herética”. La reacción católica, por parte antioquena, se dejó
sentir sobre todo a partir del 378. La Iglesia romana ya había condenado la herejía el
año 375. El concilio de Constantinopla del año 381 condenaba de nuevo la herejía de
los apolinaristas.
Doctrina apolinarista
Sólo un Dios puede salvarnos. Se necesitaba por tanto, que un Dios naciese, su-
friese y muriese por nosotros. Lo cual era imposible si la divinidad y la humanidad
no eran uno. Dos perfectos en sí no pueden hacerse uno175. Si Dios perfecto se aso-
cia a un hombre perfecto176 tendremos dos hijos de Dios: uno por naturaleza177,
175
176
177
84
mientras que el otro sería el adoptivo178. Habría, por tanto, dos personas (,
Dios y el hombre que ha tomado. De este modo no habría encarnación propiamente
dicha, sino una mera yuxtaposición de Dios y de un hombre, de una persona que es
adorable y de otra que no lo es.
Por tanto, la humanidad tomada por el Logos no podía ser completa. El elemento
que habrá que eliminar es el que compromete la unidad del todo y la obra misma de
la redención, el alma inteligente y libre. Porque si existen en un mismo sujeto dos
principios inteligentes y libres, es de necesidad que ambos entren en conflicto y siga
cada cual su propia direcciónEs más, allí en donde hay razonamiento humano,
habrá necesariamente pecados179. La carne sentía necesidad de estar unida a un espí-
ritu inmutable180, de tal modo que la falta de presciencia no le encadenase, sino que
pudiera, sin violencia, armonizar la carne consigo mismo. Por tanto, el Logos no ha
tomado una naturaleza humana completa; o sea, un alma inteligente y libre. La
humanidad de Jesús se compone de un cuerpo (, de un alma racional (,
siendo el Logos mismo su mente ( y su espíritu (. Con toda verdad,
pues, se llama a Cristo hombre del cielo. En consecuencia, el Logos no está unido al
alma racional, humana; sino que únicamente se ha unido a la simiente de Abrahán.
178
179
180
181
85
sino una sola naturaleza ( y una sola substancia (. La carne
no es algo adventicio y sobreañadido182 a la divinidad, sino coesencial y connatu-
ral183o sea, que se encuentra unida a la substancia y a la naturaleza. No es que haya
habido transformación de las dos naturalezas ni de una de ellas en la otra, ni que las
dos se hayan fusionado en una nueva naturaleza. Por eso, confesamos al Señor por
naturaleza Dios y por naturaleza hombre184.
182
183
184
185
186
Ver A. M. RITTER, Die Christologie des Apollinaris von Laodicea, en C. ANDRESSEN (et alii)
Handbuch der Dogmen und Theologiegeschichte 1, Göttingen 1999, 230-235.
187
Cf. H. CHADWICK, Les deux traités contre Apollinaire attribués à Athanase, en ,
Mélanges offerts à Claude Mondésert, Cerf, Paris 1987, 247-260.
188
Cf. G. C. STEAD, en DPAC I, 260-266; J. QUASTEN, en Patrología II,23-85.
189
Sócrates, HE I,23: PG 76,141a:
acusación de
Eusebio de Nicomedia formulada ante el emperador. cf. A. MARTIN, Athanase d‟Alexandrie et l‟Église
d‟Égypte au IVème siècle (328-373), École Française de Rome, 1996, 321-339.
86
de cierto clero, y las estrategias para hacer triunfar la ortodoxia por otra190, no dibu-
jaba un panorama conforme al espíritu del Evangelio. Además, su hostilidad encona-
da contra Arrio, provocó de parte de los obispos moderados una violenta oposición.
En un sínodo reunido en Tiro en 335, lo depusieron; y el emperador Constantino, que
había rehabilitado a Arrio, exilió a Atanasio a Tréveris, en donde permaneció un par
de años; regresó a Alejandría el año 337, pero pronto tuvo que huir a Roma ante nue-
vas embestidas de sus enemigos. Sólo en 346 pudo recuperar su sede; pero no por
muchos años, porque bajo el gobierno del emperador Constancio, protector del arria-
nismo, fue condenado por dos sínodos en 353 y en 355. Tuvo que alejarse una vez
más de su ciudad en 356, para refugiarse ahora entre los solitarios de Egipto, con
quienes compartió la vida hasta el año 362. En estos años de soledad y presión191
diseñó y elaboró la biografía de Antonio, el eremita. Atanasio pretendía con ahínco la
reconciliación y la unidad de la Iglesia en Egipto; quizá, por eso, estrechó los lazos
con los monasterios pacomianos sobre todo, y forzó el nombramiento de nuevos
obispos entre los pacomianos de Tabennêsi: Filón de Tebas y Muis de Latópolis, pre-
claros discípulos de Pacomio que sobresalían por el don de clarividencia, la
. El 9 de mayo del año 347 Pacomio moría víctima de una epidemia de pes-
te, y poco tiempo después le siguió su sucesor, Petronios. Entonces Atanasio, infor-
mado por los hermanos, envió una carta de aliento a Horsiesio, el nuevo dirigente de
la comunidad. Mientras tanto, en Alejandría, la atmósfera de exaltación religiosa
relacionada con la vuelta del exilio suscitó una ola de ascetismo que la predicación
de Atanasio supo aprovechar192. Logró beneficiarse de la amnistía otorgada por el
emperador Juliano, que no tardó en expulsarlo una vez más, porque dudaba de su
ardiente celo. A la muerte de Juliano, en 363, el obispo pudo reemprender su activi-
dad pastoral; pero Valente, emperador arriano, lo volvió a exiliar.
190
Sobre todo frente a una coalición meleciana-eusebiana-arriana, que se oponían férreamente a que
Atanasio ocupara la sede de Alejandría, cf. A. MARTIN, o.c. 341-389.
191
Cf. A. MARTÍN, o.c. 474-541.
192
Cf. Hist.Ar 25,4; adDrac 7: PG 25,532B-7-8; y entre otros detalles, en la EpAmm 2 se cuenta que,
en el año 352, un joven convertido, a la edad de 17 años, se hizo monje después de haber oído con
frecuencia al bienaventurado papa Atanasio relatar los comportamientos de los monjes.
87
La obra de Atanasio está marcada por sus deberes de obispo y, presionado por las
circunstancias, se ve proyectada a la polémica. Debemos recordar que ningún obispo
disponía a comienzos del siglo IV de una organización administrativa tan importante,
controlada y eficiente como la del patriarca de Alejandría. La escuela catequética ya
no gozaba de la independencia de antaño, y sus enseñanzas teológicas tenían que
adaptarse a las exigencias prácticas de la vida eclesial, de la política de sus dirigentes
y de la entrada en juego de la ascesis promocionada en las filas del monacato, inter-
venido todo desde la sede episcopal (.
193
H. VON CAMPENHAUSEN, Los Padres de la Iglesia, I. Padres Griegos, Madrid 1974, 90.
194
Cf. A. M. RITTER, De Polycarpe à Clément: aux origines d‟Alexandrie chrétienne, en Alexandrina
1987, 171-172 ; J. J. FERNÁNDEZ SANGRADOR, Los Orígenes de la comunidad cristiana de Ale-
jandría, Salamanca 1994; véase sobre todo, A. MARTIN, Athanase et la Chrétienté d‟Egypte au IVème
siècle, en Athanase d‟Alexandrie o.c. 637-787.
195
Patrocinada por el obispo Melecio de Lykópolis, en la Tebaida de Egipto, que desde el año 306 se
enfrentó con el gran patriarca de Alejandría y de todo Egipto, el futuro mártir Pedro de Alejandría,
entonces encarcelado, cuya actitud ante los lapsi consideraba excesivamente tolerante. Melecio fue
arrestado y deportado a las minas de Feno, en Palestina; pero aún allí mantenía su actitud provocativa
multiplicando ordenaciones. A su regreso a Egipto organizó una jerarquía cismática, la llamada Iglesia
de los mártires, frente a la jerarquía tradicional constituida. Esta actitud produjo lamentables secuelas
que se agravan aún más cuando se interfiere el arrianismo: ver, C. WILFRED GRIGGS, Early Egyptian
Christianity, from its Origins to 451 CE, Leiden 1990, 117-123; A. MARTIN, le Schisme mélitien: des
Origines au concile de Nicée, en Athanase d‟Alexandrie et l‟Église d‟Égypte au IVème siècle (328-
373) o.c.217-298; M. SIMONETTI, Melicio de Licopolis. Cisma meliciano, en DPAC,1418; A.
CAMPLANI, In margine alla storia dei melliziani, en August 30,1990, 311-351.
88
196
Para afinar en la terminología atanasiana véase, G. MÜLLER, Lexicon Athanasianum, ed. Walter de
Gruyter, Berlin 1952, 1663 col.
197
Cf. L. TH. LEFORT, S. Athanase, écrivain copte, en Le Muséon 46, 1933, 1-33 ; H. C. YOUTIE, Ypo-
grapheus : The social imnpact of illiteracy in Greco-Roman Egypt, en ZPE 19, 1975, 201-221; R.
RÉMONDON, L‟église dans la société égyptienne à l‟époque byzantine, en Chron.d‟Eg. 1972, 254-277.
198
Cf. J. R. MEYER, Athanasius‟ use of Paul in his doctrine of salvation, en VC 52,1998,146-171.
89
El objetivo de su actitud polémica es el dogma. Por eso, sus escritos encierran ante
todo un interés dogmático; pero como su libertad y su vida misma están vinculadas a
un intenso compromiso, la obra atanasiana mantiene un definido marchamo personal.
Lo más característico de Atanasio es lo que podemos considerar como su Trilogía
Apologética: El alejandrino reconsidera en primera instancia la tradición de los apo-
logistas en su Tratado contra los paganos donde pretende demostrar lo absurdo del
politeísmo. A partir de esta primera obra, se pueden calibrar los progresos realizados
en la formulación del dogma. En este tratado mencionado202, que expresa la hondura
cultural y filosófica del autor, asume y consagra determinadas expresiones y categor-
ías del platonismo-medio, insiste en que los dioses de los paganos no pueden ser más
que ídolos: el único Dios verdadero es el de los cristianos. El escrito sobre la Encar-
nación del Logos203, continúa el proceso apologético de la obra precedente: Dios se
revela en su Logos, y salva al hombre mediante su encarnación. Es una obra
199
Ver el carácter fundamentalmente pastoral de los escritos de teología polémica del patriarca alejan-
drino en contra de los arrianos en CH. KANNENGIESSER, Athanase d‟Alexandrie évêque et écrivain,
Paris 1983, 257-262; ID. The homiletic vestal Letters of Athanasius, Preaching in the Patristic Âge,
N.York 1989, 73-100.
200
Cf. H. J. SIEBEN, Studien zur Psalterbenutzung des Athanasius von Alexandrien in Rahmen seiner
Schriftauffassung und Schriftauslegung, Paris 1968; M. J. RONDEAU, L‟Epître à Marcellinus sur les
Psaume, en VC 22, 1968, 176-197.
201
Cf. B. DE MARGERIE, L‟exégèse polémique, doctrinale et spirituelle de Saint Athanase, en Intro-
duction à l‟histoire de l‟exégèse I. Les Pères grecs et orientaux. Paris 1980, 137-165; CH.
KANNENGIESSER, L‟exégèse anti-arienne d‟Athanase, en La Bible et la crise arienne, a.c. 307-313.
202
Véase su traducción, introducción y notas de L. A. SÁNCHEZ NAVARRO, en CN 19, Madrid 1992.
203
Véase su introducción notas y traducción de F. GUERRERO y J. C. FERNÁNDEZ, en BP 6, ed.CN,
Madrid 1989.
90
204
Cf. B. STUDER, Atanasio: la Encarnación divinizante, en Dios salvador en los Padres de la Iglesia.
Trinidad-Cristología-Soteriología, Salamanca 1993, 180-194.
205
Véase el estudio de CH. KANNENGIESSER, Une lecture des traités contre les Ariens, Paris 1983, y
los reparos de E. P. MEIJERING, Zur Echtheit der dritten Rede des Athanasius gegen die Arianer, en
VC 48, 1994, 135-256; 50, 364-386.
206
Véanse las dos recientes publicaciones en español: en la Bibioteca de Patrística 27, ed. CN, y La
vida de S. Antonio, Padre de los monjes, ed. Monte Casino, Zamora 1975; ver también, L. BOUYER,
La vida de san Antonio. Ensayo sobre la espiritualidad del monacato primitivo, Las Huelgas, Burgos,
1989; para la historia del texto, véase, G. GARITTE, Histoire du texte imprimé de la Vie grecque de S.
Antoine, en Bull.Inst.hist.belg,12, Roma 1942, 5-29.
91
Las Cartas de Atanasio son escritos de circunstancia en las que se evidencian las
discusiones doctrinales del momento. Se conservan además fragmentos de trece Car-
tas festales cuando se fijaba cada año la fecha de Pascua. Certifican que en esta época
se practicaba un ayuno preparatorio de cuarenta días, de donde se deduce el nombre
de la cuaresma, tiempo litúrgico ya implantado en Egipto. Se destaca en importancia
la carta 39, porque ofrece una lista de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento
que
207
Cf. A. DIHLE, Sudien zur griechischen Biographie, Göttingen, 1956 ; G. J. M. BARTELINK, Les
données biographiques de la Vie d‟Antoine, en Athanase d‟Alexandrie. Vie d‟Antoine, en SChr 400,
Cerf, Paris 1994, 42-70 ; ID. La Vie d‟Antoine, père des moines, en CPE 56, 1994, 14-15; A. DE
VOGÜÉ, La vie de saint Antoine, en HLMM I, Paris 1991, 28-30, 45-47.
208
Cf. F. LEO, Die griechisch-römische Biographie nach ihrer literarischen Form, Leipzig 1901; P.
MARAVAL, Les vies de saints dans l‟antiquité chrétienne, en CPE 56, 1994, 6-8.
92
forman el canon, los libros que oficialmente son considerados por la Iglesia como
inspirados. Las Cartas sinodales, son redactadas en nombre de los obispos que han
participado en los diferentes sínodos y con los puntos más importantes que se han
discutido. Las Cartas encíclicas, que advierten contra el peligro de la herejía de
Arrio. Las cuatro Cartas a Serapión, obispo de Thmuis, precisan la doctrina anti-
arriana de la Iglesia sobre el Espíritu Santo; aunque los adversarios anónimos que
refuta no sean arrianos. La iniciativa de Atanasio era previsible: adaptar a la plena
demostración de la divinidad del Pneuma trinitario los argumentos lógicos y las
pruebas exegéticas de que se había servido tiempo atrás para garantizar la noción
antiarriana del “Hijo” de Dios. Las cartas a Serapión introducen además una regla
que permite discernir si el vocablo pneuma en los libros bíblicos se remite o no al
Espíritu Santo. Esta técnica, aplicada a la Escritura y a las fórmulas litúrgicas, inspiró
a Basilio en su tratado sobre el Espíritu Santo. Las restantes cartas atanasianas remi-
tidas a otros personajes han contribuido también en la formación de la historia del
dogma, puesto que casi todas giran en torno a la cuestión arriana.
Los Comentarios exegéticos de Atanasio se han perdido casi todos. Sólo dispone-
mos de fragmentos griegos en las Cadenas, o sea, en las colecciones en donde apare-
cen intercalados comentarios a la Biblia. La autenticidad y la atribución de estos
fragmentos a distintos autores plantean problemas casi insolubles. Hay sermones
atribuidos a Atanasio conservados en copto y en siríaco.
209
Cf. J. D. ERNST, Athanasius of Alexandria: The Scope of Scripture in polemical and pastoral con-
text, en VC 47, 1993, 341-362; J. R. MEYER, Athanasius‟use of Paul in his doctrine of salvation, en
VC 52, 1998, 146-172.
210
Gn 1,26 (LXX).
211
CP 1:
212
CP 1:
213
PArj 2,1,1.
94
En tal caso ¿Dios se quedaría solo? Esto es, ¿sería el UNO-único absoluto? A par-
tir de estas preguntas Atanasio inicia en cierta medida su polémica con el arrianismo.
Para Arrio, combinando adecuadamente el pensamiento neoplatónico con la mentali-
dad judía del DIOS-PADRE-UNO, el Creador establecería dos mundos, el del pensa-
miento o de las ideas, y el del mundo sensible, hecho a imitación de aquél. Ambos
mundos son plurales, por tanto inferiores a su origen, el Creador. El Hijo, es decir, el
Logos, pertenecería al mundo de las ideas, sería por tanto una criatura muy sublime,
pero al fin y al cabo, criatura.
Desde esta posición Atanasio ataca también todo atisbo de mentalidad maniquea.
Si este mundo hubiese sido creado por un dios malo, no sería posible tener aquí un
conocimiento del Dios verdadero, puesto que la creación visible no lo revelaría. Por
otra parte, admitir dos principios absolutos sería dividir al Uno; lo cual es inconcebi-
ble. Lo innegable es que en este mundo se da el mal que, aunque no tiene consisten-
cia en sí mismo porque no es substancia, se ampara en las actividades erróneas del
alma humana218. De aquí deduce Atanasio que en este mundo no es posible un cono-
cimiento adecuado del Dios verdadero, porque el hombre ha perdido las raíces de su
destino primordial. La idolatría consiste en identificar lo sensible con lo divino.
214
Princ. 2,1,1.
215
Jn 1,1-3.
216
CP 4.
217
218
CP 7.
95
219
Fedr. 248c; 250a; CP 3:
220
CP 8; 33; 35.
221
V.Ant 74,7:
222
Epit 27,4.
223
CA 25, 17b:
224
Véase también, JUST. Apol 2,13,5.
225
Cf. CArr 1,29; 2,17; 3,32; Decr 12.
226
CP 33.
96
Pero ¿en qué consiste el progreso en esta purificación? Repercute ante todo en el
conocimiento de Dios. Al considerar la creación se percibe en ella una armonía229,
hechura de un único Creador230. Y así como en una ciudad la armonía de diferentes
ciudadanos con sus diferentes derechos y obligaciones refleja la presencia de un go-
bernador, lo mismo puede decirse del gobernador del universo231. El hecho de servir-
se de la misma comparación para relacionar Creador-creación parece indicar que
apreciaba al hombre como un microcosmos () que es la supuesta idea
del Timeo de Platón. Si hubiere varios dioses, dice Atanasio, sería síntoma de una
debilidad el haber creado un cosmos y no muchos. Además la unidad es superior a la
pluralidad; por eso, un mundo sería superior a muchos dioses. Lo mismo que
Platón232, Atanasio compara al Creador con el timonel de un barco233.
227
CP 34ss
228
Enn 1,6,5,54ss.
229
Rm 1,20; He 14,15ss.
230
CP 35; 36; 37.
231
CP 43.
232
Polit 172e.
233
Enc 43:
234
CP 40; 41.
235
Decr 16.
97
Sin embargo, todo lo creado ( es debilidad, y está asociado con lo pe-
recedero (, también término técnico en el medioplatonismo. Albino ha dis-
tinguido entre lo que es una substancia inteligible ( y una substancia
perecedera ( que corresponde respectivamente a la distinción entre lo
incorporal ( y lo corporal (. Atanasio emplea el término
en el mismo sentido. Lo sumo de lo perecedero y de lo inconsistente, que es el mal, la
nada, es un ámbito, caracterizado por Atanasio y por otros escritores cristianos con la
metáfora plotiniana de espacio infinito de la desemejanza, metáfora que amenaza
al hombre.
236
Enc 43:
237
CP 40-41.
238
Gn 1,26 (LXX): ; una síntesis de antropología atanasiana presenta L. A.
SÁNCHEZ NAVARRO, L‟anthropologie de saint Athanase d‟Alexandrie, en CPE 64,1996, 23-25.
239
CArr 21.
240
CG 46: Cristo no es ni
241
Enc 1.
242
Enc 4ss.
243
Enc 3.
244
Enc 4ss.
98
sin embargo, en el tratado Contra los Arrianos245 sostiene que Dios había preparado
la redención del hombre antes de la creación del mundo; pues, cuando el hombre se
separó de Dios, perdió el peculiar don de la vida eterna, y volvió a su estado natural
de mortalidad246. Aquí aparece la combinación de los términos naturaleza y gracia
(/. Vale la pena destacar que la expresión implica que el hombre
ha sido creado de la nada, que es mortal. Esta posición no es determinadamente
platónica aunque haya un elemento medioplatónico: la idea de que lo que tiene un
comienzo necesariamente tiene un fin247. Al ser creado el hombre a su propia imagen,
Dios le dio la gracia de la vida eterna por participación en el Logos. De este modo el
hombre puede escapar de su destino natural, que es la muerte, a condición de que se
conserve bueno, es decir, que guarde los mandamientos de Dios248. La idea, cierta-
mente platónica, de que lo que tiene un comienzo debe tener un fin, la asume Atana-
sio cuando la aplica al hombre según el Génesis: Eres polvo y al polvo volverás249.
Prueba de que el hombre es mortal250.
La raza humana habiendo perdido la vida eterna estaba amenazada de perecer; por
eso ambas situaciones parecían absurdas () y disparatadas (). Por-
que sería absurdo251 que Dios, después de haber sentenciado que el hombre podía
morir si transgredía la ley, tuviera ahora que retirar su amenaza para dejarlo vivir;
entonces Dios sería un mentiroso; y un despropósito completo si el hombre, una vez
que ha participado del Logos, quisiera volver a la nada de nuevo. Sería un disparate
en orden a la bondad de Dios si su obra tuviese que perecer por el hecho de que el
malvado haya corrompido al hombre. En tal caso mejor hubiese sido no haber creado
al hombre. Y si el hombre, de hecho, ha perdido el don de la vida eterna, recibida
245
CArr 2,77.
246
Enc 25ss; CP 33.
247
CP 6 :
248
Enc 4ss :
De este modo el hombre puede escapar de
su destino natural, que es la muerte, a condición de que se mantenga bueno, es decir, de que guarde los
mandamientos …
….
249
Gn 3,19.
250
EpMax 3.
251
Enc 6; 41ss.
99
cuando fue creado según la imagen de Dios, el Logos de Dios, que ha creado al hom-
bre, vendría a permutar de nuevo lo mortal en inmortalidad252.
252
Enc 6.
253
CP 1; Enc 1; 41.
254
Enc 8 :
255
Enc 17.
256
CP 28 ; Enc 41ss.
100
Padre abrió otro camino para restaurar al hombre en su ser creado a imagen de Dios,
o sea, en su conocimiento de Dios a través de la encarnación del Logos, que es ima-
gen del Padre257.
Una vez que Atanasio ha fijado sus principios generales, desciende a lo concreto
de su polémica: el enfrentamiento con Arrio en su tratado Oraciones contra los
arrianos. Aquí la concepción filosófica del Logos se borra ante la del Hijo. La fun-
ción demiúrgica del Logos no es ya la razón que explica su personalidad divina. Y si
el Hijo ha sido el órgano de la creación, es una cuestión que a nosotros ya no nos
257
Enc 11-13.
258
Enc 26; 45.
259
Enc 45; 46.
260
Enc 44; Enc 7 :
261
, ver enSEXTO EMPÍRICO, Adv-
Mathem 7,93 ; cf. K.GRONAU, Poseidonius und die jüdisch-christliche Genesisexegese, Leipzig- Ber-
lin 1914, 170ss.
262
Enn 1,6,9; también, IREN, AH 4,20,5: Así como los que ven la luz están en la luz y perciben su
claridad, así también quienes ven a Dios están en Dios y ven su claridad. Y la claridad de Dios da la
vida…
263
Enc 54: .
101
interesa mucho. De aquí se deduce que el Hijo es de la substancia del Padre; y que no
puede haber más que un solo Hijo; puesto que éste, por sí solo, ha agotado toda la
fecundidad del Padre; es homousios ( . El Hijo participa de la misma eter-
nidad que el Padre. Es inadmisible el principio arriano: Hubo un tiempo cuando el
Hijo no existía264. De donde deduce que las concepciones arrianas de tiempo y de
eternidad son completamente falsas265. La idea de que en la eternidad de Dios no hay
un antes ( ni un después (), podía referirse a la famosa definición
de tiempo en Aristóteles: El tiempo es la medida del movimiento según un antes y un
después266. Desde que el Hijo es el poder creativo eterno de Dios, todas las cosas han
sido creadas por Él. El mismo tiempo también ha sido creado a través del Hijo; por
eso no existía el tiempo antes del Hijo267. Claramente se indica aquí que Atanasio
cree que el tiempo ha sido creado con el mundo; lo mismo opinaba Platón268 y el
mesoplatónico Albino269.
Los arrianos270 objetan que si se admite la existencia coeterna del Padre y del Hijo
de hecho no serían eso, sino hermanos. Con ello atacan los arrianos el término
homousios (. Atanasio se atiene a la generación del Hijo. Si el Hijo fuera
creado de la nada, sería Hijo por participación y no por esencia271. La generación en
Dios no es como la generación humana. Los hombres son pasibles ( y frag-
mentados (, lo que les diferencia de Dios272, que no tiene partes ni afeccio-
nes273. Atanasio aunque se opone también a la doctrina de los gnósticos sobre la
emanación (se sirve del término para expresar la relación Padre-Hijo274.
El término lo habían usado escritores que no ofrecían duda alguna a Atanasio; y lo
oponían a la idea de disminución en Dios275.
Uno puede preguntarse cómo Dios puede aún tomar una decisión siendo Él lo que
es desde toda la eternidad y por esencia, una decisión supone siempre algo nuevo, y
264
265
CArr 11.
266
Phys 4,219b:
267
CArr 12ss.
268
Tim 38c.
269
Epit 14,6:
270
CArr 1,21.
271
CArr 15-16.
272
CArr 1,28; 2,34.
273
Decr 11.
274
Decr 25; SentDion 23.
275
CArr 2,33ss.
102
Lo que está claro es que, para Atanasio, Dios no puede tener una voluntad libre,
porque es inalterable en su ser280. El Hijo no tiene una capacidad de elección ambi-
gua. Si el Hijo ha hecho algo por libre decisión de su voluntad, tendría una natura-
leza alterable282. Atanasio aplica la voluntad libre sólo al hombre283; y por encima de
la voluntad libre está la esencia invariable. También reconoce que el animal carece de
voluntad libre, pero se debe a que ocupa una franja inferior al hombre. Dios en cam-
bio la trasciende. Su voluntad divina se identifica con su ser; aunque el ser del Hijo
se manifiesta mediante las dos palabras que expresan el amor: y sobre todo
. Eso quiere decir que cuando el Padre ama al Hijo, ama su propio ser. El
deseo de sí mismo por el Uno es también expresado por Plotino con la palabra
.
276
CArr 3,59.
277
Enn 6,8,7,40ss.
278
Enn 6,8,13,52ss: ;CArr 1,52; 3,56:
279
Epit 26,3.
280
CArr 1,35-39.
281
CArr 3,62:
282
CArr 1,37.
283
CArr 3,62:
284
Jn 3,35: El Padre ama () al Hijo, y ha puesto todo en su mano.
285
Enn 6,8,16,12ss: ‟
103
286
Explica Fil 2,5-11 en CArr 1,37-45.
287
CArr 1,38:
288
CArr 1,39; cf. H. HESS, The place of Divinization in Athanasian Soteriology, en StP 26,1993, 369-
375.
289
CArr 1,41,44:
290
CArr 1,41,43,45:
291
CArr 1,29.
292
CArr 2,77:
293
CArr 2,2: ; Syn 41, el Hijo es:
294
CArr 2,31:
104
Para Atanasio la historia de la revelación está marcada por diferentes etapas del
posible conocimiento de Dios: este conocimiento podía ser recibido a través del
hombre, que ha sido creado en la imagen de Dios, a través de la armonía del uni-
verso, a través de la Escritura, y a través de la encarnación del Logos. Dios mismo se
ha servido del método de adaptación. Está muy claro que Atanasio ha establecido una
estrecha relación entre Dios, el mundo y el hombre, a través del Logos encarnado. En
la Biblia la existencia de Dios se toma para garantizar, y no tanto para especular, des-
de que la atención de los escritores bíblicos está centrada en lo que hace. En la Biblia
el elemento constitutivo de las acciones de Dios es su fidelidad. El motivo de la fide-
lidad aparece casi siempre tras las expresiones de arrepentimiento de Dios, porque
con mucha frecuencia Dios se arrepiente del mal que ha querido infligir295. Según
esto se sigue que Dios puede cambiar sus planes. A pesar de todo, Atanasio, ins-
pirándose también en los platónicos y teniendo presente el texto del Éxodo (3,14),
insiste que Dios es esencia incomprensible. El que es, es inalterable297. Resulta
interesante detectar el móvil que inspira la aserción de Atanasio: la fidelidad inmuta-
ble de Dios298. Por tanto, los hondos motivos aparentemente contrarios de la actitud
de Dios que cambia y que no cambia son los mismos. El intento de presentar una
antítesis entre el pensamiento platónico y bíblico en Atanasio parece un despropósi-
to299.
295
Ver, Ex 32,14; 2Sm 24,16; Jr 26,3; Jn 3,10.
296
CArr 3,63:
297
CArr 2,63.
298
CArr 2,10:
299
Cf. E. P. MEIJERING, Orthodoxy and platonism in Athanasius síntesis or antithesis? Leiden 1974.
300
Enc 13.
105
Sobre la base de esta comunicación del Espíritu de Cristo, los hombres participan
del Logos que los constituye nuevas criaturas. Y como Logos, Cristo ofrece los dones
del Padre, pero como hombre recibe estos dones para los hombres304. El Logos los
une así mediante el Espíritu con el Dios inmortal305. Este argumento va unido con la
concepción tradicional según la cual Jesús en el bautismo recibió para nosotros la
unción del Espíritu y nos lo devolvió en la resurrección306, y también con todo lo
concerniente al Espíritu, entendido como sello con el que Cristo hace fuertes a los
hombres para la batalla contra los demonios, y los prepara para la vida eterna307.
301
Serap 1,17,28 :
302
Serap 1,27.
303
CArr 1,48; 2,18; Serap 1,27; 1,31.
304
CArr 1,45 ; 1,48 ; 1,50 ; 3,25.
305
Serap 3,16; CArr 2,59.
306
CArr 1,47.
307
CArr 1,47-50; 3,23; Serap 1,23ss; ver B. STUDER, la elaboración de la pneumatología, en o.c.
182.
308
CArr 3,23ss.
309
Desarrolla la doctrina del Espíritu Santo en las cartas 1,2 y 4 a Serapión.
310
De , por su modo de interpretar la Escritura. Negaban la divinidad del Espíritu Santo re-
legándolo al mundo angélico. Ver DPAC II,2163.
106
No deja de ser interesante la siguiente pregunta: ¿por qué un obispo se decide a es-
cribir una biografía de un monje, llamado Antonio? Sin duda, la dimensión pastoral
desempeñaba una gran función a medida en que Atanasio debía integrar el monacato
que nacía y se acrisolaba en su demarcación. Sabemos que a finales del siglo XIX y
comienzos del XX eruditos como Reitzenstein y Harnack opinaban que el monacato
naciente fue un movimiento laico de contestación en contra de una Iglesia seculariza-
da313. En el decurso de los tiempos, este criterio sobre los orígenes del monacato ha
sufrido modificaciones considerables. Si bien nadie puede negar que hubiese un cier-
to antagonismo entre el monacato y la Iglesia institucionalizada.
311
312
Cf. G. M. COLOMBÁS, San Atanasio, “heraldo y teólogo del monacato naciente” en El monacato
primitivo, 2ª Ed. BAC 588, Madrid 1998, 50-64; E. T. BETTENCOURT, L‟idéal réligieux de saint An-
toine et son actualité, en StAns 38,1956, 45-65 ; N. DEVILLIER, San Antonio el Grande, Padre de los
monjes, Las Huelgas, Burgos, 1995; C. WILFRED GRIGGS, Early Egyptian Christianity, o.c. 102-107.
313
A. HARNACK en su Grundis der Dogmengeschichte, Freiburg 1891, 138, escribía: “Atanasio esta-
blece una estrecha unión entre el consubstancialismo, garantía de la divinización de la naturaleza
humana, y el ascetismo monástico. Eleva este último desde la esfera todavía infraterrestre o de una
situación ambigua en donde permanecía, hasta una esfera más sublime; y lo introduce en la vida oficial
de la Iglesia. Impugna la fórmula y la doctrina neoplatónica de una trinidad gradual,
mancillada de paganismo, que minaba la esencia misma del cristianismo; y también combate con el
mismo ardor el movimiento de absorción del cristianismo en el mundo. Con razón, Atanasio se ha
convertido en el padre de la ortodoxia y del monacato eclesiástico”.
107
314
Cf. D. BRAKKE, Athanasius and the Politics of Ascetism. Early Christian Studies, Oxford 1995;
315
El hecho de ser fellah no implica carencia de instrucción, como parece opinar J. QUASTEN (véase
su Patrología II, Madrid 1985,159) y como él otros muchos; sin embargo, esta opinión es muy mati-
zada e incluso contestada recientemente por algunos serios estudiosos, entre otros la autora de la
voluminosa y apretadamente documentada tesis doctoral frecuentemente citada: ANNICK MARTIN,
Athanase d‟Alexandrie et l‟Église d‟Égypte au IVème siècle (328-373), Roma 1996; en las páginas
666 y 667 podemos leer: “Il faut redire avec force ici que le fait d‟être un “aigyptios” n‟implique pas
nécessairement d‟être illettré et que ne pas parler ou écrire le grec - ce que, dans ce dernier cas, le grec
traduit par “agrammatos” - ne suffit pas pour conclure à une absence total d‟instruction. Les plus
anciens écrits non bibliques conservés en langue copte sont des lettres de moines, du second quart du
IVème siècle, comme celles d‟Antoine et de Pakhôme, deux chefs monastiques en relation avec la
culture philosophique en circulation de leur temps, comme des travaux récents l‟ont fort bien mon-
tré… Qu‟il y eût de véritables illettrés parmi les moines, nul n‟oserait le nier, sinon que ce ne fut cer-
tainement pas le cas de la première génération, celle des pionniers, que textes et papyrus montrent
engagés dans le débat philosophique et la réflexion théologique de leur temps aussi bien que dans les
difficultés de la vie quotidienne» ; véase también, M. DE DURAND, Saint Antoine, écrivain illettré, en
CPE 64,1996, 12-16.
108
merced a su celo ascético, es capaz de realizar muchos hechos milagrosos, recibe ilu-
minaciones espirituales, y fuerzas sobrenaturales habitan en su cuerpo. De esta ma-
nera, el cristiano, culto o iletrado, encuentra en el ideal ascético un nuevo modo de vida,
infinitamente atractivo, siempre fundado en Cristo y en la doctrina ortodoxa de la Iglesia.
Atanasio trató así de unir el monacato y la fe de Nicea y de integrarlos juntos en las pro-
316
fundidades del sentimiento popular y de la conciencia colectiva de la Iglesia .
Atanasio se esfuerza en subrayar que, durante toda su larga vida, Antonio tuvo
buenas relaciones con la jerarquía eclesiástica; y no sólo Antonio, sino la multitud de
monjes de disciplina pacomiana317.
Así se explica el gesto de Antonio legando, poco antes de su muerte, sus vestidos
a los obispos Atanasio y Serapión de Thmuis, quizá considerado como un acto
simbólico de deferencia: Repartid mis vestidos: dad al obispo Atanasio una de mis
316
H. VON CAMPENHAUSEN, o.c. 106.
317
Cf. U. KUHEWEG, Athanasius und the Mönchtum, en StP 32,1997,25-32; J. ROLDANUS, Origène,
Antoine et Athanase: leur interconnexion dans la Vie et les lettres, en StP 26,1993, 389-414; D.
BRAKKE, St Athanasius and the Ascetic Christians in Egypt (Yale, PH.D.thesis 1992) 209-233; L. W.
BARNARD, Athanasius and the Pachomians, en StP 32,1997,2-12: The history of Athanasius dealing
with the koinonia show Athanasius living an increasing attention to problems of order. His goal how-
ever was not to control the Pachomian monasteries in every detail – that was imposible with such large
numbers and the archbishop‟s other responsibilities – but to establish connexions which would enable
him occasionally to intervene.
318
Vida Bohárica 28; L. TH. LEFORT, Vidas coptas p.99; cf. G. J. BARTELINK, Les rapports entre le
monachisme égytien et l‟épiscopat d‟Alexandrie, jusqu‟en 450, en Alexandrina, Mélanges offerts à
Claude Mondésert, Paris 1987, 365-379.
109
melotas319 y el manto que usaba para acostarme: él me lo dio nuevo, y ya está muy
usado; la otra melota dádsela al obispo Serapión; y vosotros quedaos con los vesti-
dos peludos. Y ahora, adiós, hijos míos, Antonio se va y ya no estará más con voso-
tros320.
319
La melota era una zamarra, o áspera capa de pelo de cabra (), componente de la vestimenta
de los monjes egipcios. La Historia Lausiaca recoge de los monjes pacomianos una norma en la que
se decide que “cada hermano ha de tener una melota de piel de cabra, y que nadie se sentará a la mesa
sin ponérsela” (Cap 32). Evagrio Póntico en el Prólogo a su Tratado Práctico refiere el simbolismo de
la melota como portadora de la muerte de Jesús. En la Biblia Griega de los Setenta, Elías y los otros
profetas visten su melota (3Re 19,12,19; 4Re 2,8,13-14). La piel de la melota representa al mismo
tiempo, a la muerte (), a la mortificación y al destierro fuera del paraíso, como lo sugiere el
simbolismo de “las túnicas de pieles” en Gregorio de Nisa.
320
Cf. VAnt 91.
321
Ver, Le Schisme Métitien: des origines au concile de Nicée, en A. MARTIN, Athanase d‟Alexandrie,
o.c. 215-319.
322
VAnt 14.
110
Atanasio trata así de justificar su lucha en contra del arrianismo y darle una base
popular. Más adelante continúa describiendo a Antonio con los rasgos de Cristo, pre-
sentándolo como el médico de todo Egipto324; luego describe su muerte como una
asimilación mayor a Cristo325.
Antonio es el tipo del hombre perfecto, el que ha pasado por todas las etapas de la
vida sin sufrir degradación alguna, está exuberante de salud326, luminoso, pues es un
hombre nuevo en Cristo gracias a la adopción filial que ha recibido. Es una visión
idealizada y apologética; por eso Atanasio relee toda la vida de Antonio a través de
los distintos momentos del Evangelio de Mateo: infancia, tentaciones, catequesis,
milagros; pero el obispo de Alejandría esclarece en cierta medida su teología de la
divinización, muy cercana a la de Ireneo, como lo explica: Los hombres somos divi-
nizados por el Logos y heredamos desde ahora la vida eterna327. Antonio es el ejem-
plar mismo de este hombre divinizado; por eso es el typos de la teología atanasiana,
cuyo núcleo es la cristología; es el sujeto de la recreación del hombre conforme a
Cristo. A través de la Vida de Antonio, Atanasio nos deja lo mejor de su cristolog-
ía328. El género literario de la biografía le sirve como un recurso precioso. Lo que le
323
VAnt 69.
324
VAnt 87.
325
VAnt 91-92.
326
VAnt 93.
327
CArr 34.
328
Cf. M. A. VANNIER, La Vie d‟Antoine, creuset de la christologie de saint Athanase, en CPE
64,1965. 17.
111
329
Cf. B. STEIDLE, Homo Dei Antonius. Zum Bild des “Manes Gottes”, en StAn 38, 1956, 148-200.
330
Cap 83-88.
331
Cf. F. FRAZIER, L‟Antoine d‟Athanase à propos des chapitres 83-88 de la Vita, en VC, 52,1998,
227-256.
113
UNIDAD II-2
Arrio provocó un extenso conflicto sin duda para él inimaginable, cuya índole
constituye el telón de fondo de toda la historia religiosa del siglo IV, en íntima co-
nexión con su historia política.
Constantino moría el 22 de Mayo del 337, dejando el imperio a sus tres hijos: a
Constantino el joven le tocó la Galia, Bretaña e Hispania; a Constancio el Oriente; y
a Constante, Italia y África. A la muerte de Eusebio de Nicomedia, en 341, y obispo
de Constantinopla desde el 339, se originaron importantes disturbios en la ciudad.
Constante, aconsejado por el obispo de Roma, por Osio y Atanasio, se entendió con
su hermano Constancio para convocar un concilio de la paz, el de Sárdica, en 343,
presidido por Osio. A partir de entonces, restablecieron a algunos obispos en sus res-
pectivas sedes, y acordaron que en Dios hay una sola hypóstasis, pero dejando en
claro que el Padre no es el Hijo, ni el Hijo el Padre.
a) los arrianos puros o anomeos, que tenían por jefes a Aecio, Eunomio y Eu-
doxio de Constantinopla. Según ellos el Hijo no tiene con el Padre más que una
semejanza; pero no es semejante a él en su ser físico, es desemejante
(.
Pneumatómacos
Además, los obispos del partido homeusiano se pronunciaron en contra del Espíri-
tu Santo como Dios. Según ellos, el Espíritu no pasa de ser un servidor o ángel. Es-
tamos ante el grupo de los Pneumatómacos o macedonianos1, calificación debida a
uno de sus líderes, Macedonio de Constantinopla, y maratonianos, apelativo debido a
otro adalid, Maratón de Nicomedia.
De Nicea a Constantinopla I2
1
Grupo de homeusianos de Constantinopla cohesionados en torno al obispo Macedonio. A partir del
año 380 el apelativo designaba a cuantos negaban la divinidad del Espíritu Santo. Ver en DPAC II,
1334-1335.
2
Cf. J. MOINGT, o.c. 118-128.
115
Según Marcelo, la pluralidad introducida en Dios como la inferioridad del Logos con
respecto a Dios se debe a filtraciones paganas y a errores de Orígenes. No obstante
existe en Dios el Logos, que es la misma mónada de Dios en cuanto que quiere crear.
Crea, y se hace entonces energía realizada (; es la primera eco-
nomía. Luego, la divinidad se extiende por su operación y habita en una humanidad
real y completa; acontece así la encarnación, la segunda economía. Jesucristo es esa
energía divina que mueve la carne3: el Logos, mediante esta unión en Jesucristo, se
hace Hijo, primogénito de las criaturas y rey. Toda la creación queda así recapitulada
en él. La acción del Espíritu Santo constituye la tercera economía. Hasta el momento
de la insuflación a los Apóstoles4, el Espíritu Santo está contenido en el Logos y en el
Padre; pero desde ese mismo instante se convierte en una extensión de la extensión,
( mientras la mónada se va dilatando en trinidad,
(.
LA CAPADOCIA
3
Cf. M. VINZENT, Gottes Wesen, Logos, Weisheit und Kraft bei Asterius von Kappadokien und Mar-
kell von Ankyra, en VC 47, 1993, 170-191.
4
Jn 20,22.
5
Hist 3,90.
116
A la muerte de Alejandro Magno, en 323 a.C. junto a los grandes reinos que se
formaron de la escisión del imperio alejandrino, se constituyeron principados de me-
nor importancia. Así al sur del Ponto se erigía el reino de Capadocia. El último rey de
Capadocia, Arquelao, que se había casado con una hija de Herodes el Grande, fue
fulminado por Tiberio, el día que creyó necesario reducir este principado vasallo al
estado de provincia romana. El rey fue sencillamente ejecutado al borde de una cal-
zada por un destacamento militar. A partir de este momento la Capadocia tuvo en el
conjunto del Imperio un destino mate, propio de una región fronteriza insignificante.
Esta oscuridad debía prolongarse a lo largo de trescientos años. Sólo las reformas de
Diocleciano y Constantino arrancarían un poco a la provincia de su oscurantismo.
6
Véase, M. SARTRE, El Oriente Romano, o.c. 46-50; 64-65; 73-75; 95-97; 101-104; 129-132.
7
Desde los tiempos de Diocleciano llamábase diócesis a un grupo estable de provincias, sin connota-
ción religiosa alguna.
117
La región fue cristianizada algo tardíamente, en la segunda mitad del siglo III.
Aunque no intervino directamente en su cristianización Gregorio Taumaturgo, discí-
pulo de Orígenes y originario del Ponto, los capadocios del siglo IV lo consideraron
como un antiguo maestro, precisamente porque había traído el cristianismo a sus fa-
milias. Las grandes figuras cristianas de la Capadocia aludían a su doctrina; y eso sin
tener en cuenta el panegírico en honor del Taumaturgo que algunos atribuyen a Gre-
gorio de Nisa8. Quizá por la tradición oral emergente de la enseñanza del Taumatur-
go, los Padres Capadocios pudieron conocer a Orígenes, que influyó de modo deter-
minante en su formación teológica; sin embargo tampoco se puede excluir el cono-
cimiento del gran maestro alejandrino sencillamente por su mismo renombre expan-
dido en todo el Oriente. Lo cierto es que en pleno siglo IV ya estaban consolidadas
las comunidades cristianas en la abrupta Capadocia9.
8
Véase ST. MITCHELL, The Life and Lives of Gregory Thaumaturgus,en J. W. DRIJVERS & J. W.
WATT, Portraits of Spiritual Autority, o.c. 99-138.
9
La cristianización no fue tan fácil. Hubo además factores sincretistas que duraron siglos, debido a
viejos substratos culturales y religiosos, sedimentados en toda la península de Anatolia, como las re-
miniscencias mazdeistas, a causa del dominio que ejerció una dinastía iránica desde finales del imperio
persa hasta el año 36, según afirma el historiador DION CASIO, Hist. 49.32.3-4. A estos fenómenos
alude Basilio de Cesarea en algunas de sus cartas (100; 240; 252; 258; ver también B. GAIN, L‟Église
de Cappadoce au IVème siècle d‟après la correspondance de Basile de Césarée (330-379), en OCA
225, Roma 1985, sobre todo 256-262. Para estos y otros aspectos véase F. R. TROMBLEY, Hellenic
Religión & Christianization. Pars two, o.c. 120-133.
118
10
Véase, B. GAIN, o.c.1-121.
11
Cf. W. JAEGER, Cristianismo primitivo y paideia griega, FCE, Madrid 1965, 100-140.
119
12
Cf. J. GRIBOMONT, Saint Basile, en TVM 95-113; ID. Saint Basile, Évangile et Église , Mélanges I y
II, en SpO 36-37 ; V. DESPREZ, Saint Basile et les fraternités de Cappadoce, en Le monachisme Pri-
mitif…o.c. 347-368
120
Entre sus obras se destacan: los tres libros contra Eunomio; su tratado sobre el
Espíritu Santo en donde apoya con argumentos la doxología: Gloria al Padre, con el
Hijo a una con el Espíritu Santo, invocación que expresa la homousía y la personali-
dad de las tres personas, en contra de Sabelio y Arrio. Nos ha dejado también una
serie de homilías, las más famosas de entre ellas son las Homilías sobre el Hexame-
ron, ambientadas en el tiempo de cuaresma, e incluso en Semana Santa; vienen a ser
una síntesis de sublime vulgarización en donde la fe en el creador asume con entu-
siasmo la concepción platónica acerca del origen del mundo y la cosmología morali-
zante de los antiguos escritores clásicos14. En esta obra Basilio expone las maravillas
de la creación con descripciones muy vivas, refuta las sutilezas paganas y maniqueas
y se opone a las exageraciones alegóricas15. Dejó también unas Reglas (amplias y
13
Eustacio de Sebaste (300-380), era una reconocida autoridad en el ámbito del ascetismo. No obstan-
te lo condenó el concilio de Gangra, en 34o, por sus exageraciones y adhesión al credo homeusiano.
Fue depuesto de su sede por el concilio de Antioquía, en 341, y repuesto por Juliano el Apóstata. Su
influjo en el pensamiento de Basilio es notable. Cf. J. GRIBOMONT, en DPAC I, 826; ver su conexión
con los “mesalianos” en G. M. COLOMBÁS, El monacato primitivo, o.c.180-184
14
Según CL. MORESCHINI / E. NORELLI, Storia della letteratura cristiana antica greca e latina II-1,
Brescia 1996, 143, la escasez del cuerpo homilético de los capadocios en comparación con otros auto-
res cristianos, como Juan Crisóstomo o Agustín, se debe a un riguroso criterio de selección que ellos
mismos aplicaron en vistas a la publicación; eliminaron muchas homilías que habían pronunciado
porque no las consideraban aptas para la lectura.
15
Aquí debemos reseñar las dos Homilías sobre el origen del hombre, de cuya autoría dudan algunos
eruditos.
121
Consideración trinitaria
16
CL. MORESCHINI/ E. NORELLI, o.c.142; ver también R. POUCHET, Basile le Grand et son univers
d‟amis d‟après sa correspondence, en Studia Ephemeridis “Augustinianum” 36, Roma 1992.
122
17
El problema está en conocer la fuente de donde extrae Basilio el sentido de substancia o esencia.
Para algunos encierra un significado estoico y aristotélico, pero nunca neoplatónico porfiriano; ver, D.
G. ROBERTSON, Stoic and Aristotelian notions of substance in Basile of Caesarea, en VC 52, 1998,
393-417.
18
Ep 38:
19
Ep 28,3.
20
.
21
Spir 18,46; Hom 24,3ss.
22
‟
23
24
25
26
Ep 236,6,1-22.
123
Las personas divinas, por el contrario, se oponen unas a otras; y tienen una exis-
tencia propia que no permite confundirlas; y nada hay común entre ellas más que la
.
27
‟
28
De : raíz.cf.: El rostro, la cara, o sea, lo que mira hacia nosotros, o
mejor, lo que está frente a los ojos de otro (), corresponde al latín ad-spectus;se refiere al per-
sonaje, representado en una obra de teatro con una máscara. Puede verse más amplia y detalladamente
en P. CHANTRAINE, Dictionnaire étimologique de la langue grecque. Histoire des mots, II, Paris 1884,
942.
29
Ver, L. TURCESCU, Prosôpon and Hypostasis in Basil of Caesarea‟s against Eunomius and the
Epistles, en VC 51, 1997, 374-395. El autor concluye su largo artículo expresando el deslizamiento de
significados en ambos términos conforme Basilio se siente requerido a defender la fe frente a las doc-
trinas erróneas; así prósôpon primero comenzó a significar “cara”, “boca” “actitud en una representa-
ción”, e incluso “persona” en sentido amplio en cuanto opuesto a “cosa”, pragma. Más tarde, cuando
el término prósôpon estaba afectado por las doctrinas de Sabelio en su significado de “máscara” pasó
a tener el sentido de subsistencia con respecto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Por eso, con el uso
del término prosôpon, Basilio requiere sus cualificaciones de “perfección o de existencia en una ver-
dadera substancia”. Sin embargo, es desazonante servirse de prósôpon como término técnico para
referirlo a las personas divinas. Una cosa parecida sucede con el término hypóstasis. En CEunom
puede significar “substancia” (sinónimo de ousía), “subsistencia”, “substrato”, o incluso “persona”.
Años más tarde, Basilio comenzó a distinguirlo de “substancia” para acoplarse mejor a las orientacio-
nes nicenas, que condenaban a quienes querían discriminar hypóstasis de ousia. Todavía, años des-
pués, en torno a 375-376, la confesión de tres personas y una substancia en Dios se convirtió en el
núcleo verídico de la ortodoxia para Basilio. Y concluye el largo artículo analítico: “Nonetheless, the
conclusion reached in this article about and need to be tested against other
works by the same author, such as De Spiritu Sancto, the Homilies on the Hexameron to see if they
can be generalized”.
30
Spir 18:
31
Spir 25; Ep 214,4; 236,6; CEunom 2,28
124
El Espíritu Santo
Aunque Atanasio tuvo sin duda alguna grandes méritos en el desarrollo de la lla-
mada ciencia del Espíritu o pneumatología, Basilio de Cesarea, podría presentarse
ante la historia como el mejor teólogo del Espíritu Santo en la Iglesia oriental32. Dos
obras basilianas expresan la argumentación y el contenido de un combate que se con-
sidera duro: la obra de juventud contra Eunomio33 y el tratado sobre el Espíritu San-
to34, justifican la afirmación de la divinidad del Espíritu Santo en el concilio de
Constantinopla que, de hecho, recoge sustancialmente la doctrina basiliana.
Se llama también Espíritu de Cristo porque está íntimamente unido a él por naturale-
35
za. Igualmente, si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo . De ahí que
sólo el Espíritu glorifica dignamente al Señor, porque él me glorificará, ha dicho Cris-
36
to , no como la creación, sino como el Espíritu de la Verdad que hace resplandecer
en sí misma la Verdad, y como Espíritu de Sabiduría que revela, en su propia majes-
tad, a Cristo, Poder y Sabiduría de Dios. Como Paráclito expresa la bondad del que le
ha enviado y en su propia dignidad pone de manifiesto la grandeza de aquel de quien
37
ha salido .
32
Ver B. STUDER, Dios Salvador en los Padres de la Iglesia. Trinidad- Cristología- Soteriología,
Salamanca 1993, 225-229.
33
Ver E. CAVALCANTI, Studi Eunomiani, en OCA 202, Roma 1976; M. SIMONETTI, Genesi e sviluppo
della doctrina trinitaria di Basilio di Cesarea, en Basilio di Cesarea. La sua età, la sua opera e il
basilianismo in Sicilia (Messina 3-6 XII 1979). Messina 1983, 169-197.
34
Cf. W. D. HAUSCHILD, Basilius von Cäsarea, en TRE 5, 1979, 301-313: P. J. FEDWICK, The Church
and Charisma of Leadership in Basil of Caesarea, Toronto 1979, 133-155.
35
Rm 8,9.
36
Jn 16,14.
37
Spir 18, PG 32,152c.
38
M. S. TROIANO, Il Contra Eunomium III di Basilio di Cesarea, e le Epistolae di Alessandria: Nota
comparativa, en August 42, 2001, 91.
125
Basilio partía de dos datos que nadie podía negar: por una parte, la tradicional fórmu-
la bautismal: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; porque siempre
habrá que confesar la fe tal y como uno haya sido bautizado, y por otra, la alabanza a
Dios como se confiesa en la fe. No vacila en preferir la dimensión económica de la
Trinidad, hecha doxología, conforme a los criterios de fe en Cesarea, y que se hará
tradicional en el cristianismo bizantino: el Espíritu Santo deriva del Padre a través
del Hijo: “Gloria al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo”; o “Gloria al
Padre, con el Hijo, junto al Espíritu Santo”. Pero si el Espíritu no es consubstancial
al Padre y al Hijo, será incapaz de hacernos conformes al Hijo, ni unirnos, mediante
esta conformación, al Padre. Le sería imposible divinizarnos, y nosotros incapaces
de alabarlo. El Espíritu, imagen y reflejo del Hijo, nos lo revela y nos hace semejan-
tes a él.
El Señor, que nos da la vida, estableció con nosotros la institución del bautismo, en
el que hay un símbolo y principio de muerte y de vida: la imagen de la muerte nos la pro-
porciona el agua, la prenda de la vida nos la ofrece el Espíritu. En el bautismo se nos
proponen como dos fines, a saber, la abolición del cuerpo de pecado, a fin de que no
fructifique para la muerte, y la vida del Espíritu, para que abunden los frutos de santifica-
ción; el agua representa la muerte, haciendo como si acogiera al cuerpo en el sepulcro;
mientras que el Espíritu es el que da la fuerza vivificante, haciendo pasar nuestras almas
renovadas de la muerte del pecado a la vida primera. Esto es lo que significa nacer de
nuevo del agua y del Espíritu... Por eso precisamente el gran misterio del bautismo se
efectúa mediante tres inmersiones y otras tantas invocaciones, con el fin de expresar la
figura de la muerte, y para que el alma de los que se bautizan quede iluminada con la in-
fusión de la luz divina... Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el
paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se
nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo,
el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna y, para decirlo todo de una
sola vez, el poseer la plenitud de las bendiciones divinas, así en este mundo como en el
39
futuro .
39
Spir 15,35-36.
40
Ibid 17, 148a.
41
, CEunom 5, PG 29,723 y 731.
126
Sin embargo, la locución empleada, proceder, salir42, se refiere a las relaciones in-
tradivinas entre las personas. El obispo de Cesarea nunca especifica el lugar que co-
rresponde al Hijo en la salida intradivina de la tercera persona.
La creación es santificada y el Espíritu es el santificador. Igualmente los ángeles, los
arcángeles y todas las potencias celestes reciben su santidad del Espíritu. Pero el Espíri-
tu mismo posee la santidad por naturaleza, no la recibe por gracia; la tiene substancial-
mente; así, es por excelencia llamado Santo. Es pues santo por naturaleza, como lo son
43
el Padre y el Hijo .
Para una plena valoración de la doctrina de Basilio sobre el Espíritu Santo sería
interesante distinguir entre el contenido y el método. En lo referente al contenido se
puede constatar un progreso desde una toma de posición inicialmente negativa a una
actitud cada vez más positiva. Mientras pone de relieve que el Espíritu no es criatura,
subraya a continuación su comunión natural con Dios y la adoración que merece.
Desde el punto de vista del método vale la pena señalar la importancia que encierra la
experiencia del bautismo. Sobre esta base Basilio llegó también a destacar con evi-
dencia la consecuencia lógica del mandato bautismal44. Para él la autoridad de la
42
43
Ep 159,2.
44
Cf. Spir 10,25ss; 14,31; Ep 125,3.
127
No hay duda que el ideal ascético fue el factor central en la vida de compromiso
cristiano de Basilio50. Era consciente de que el monacato, como movimiento espiri-
tual y religioso, es la expresión más excelente de compromiso en la Iglesia, pero con
matices diferenciados según los lugares en los que se incardinaba. Sabía, no obstante,
45
Cf. Ep 9,3; 114; 125.
46
Cf. Spir 29.
47
Cf. Spir 27,66.
48
Cf. Ep 51,1; 90,2.
49
Cf. Spir 18,46; Hom Ps 32,4.
50
Ver para esta sección G. M. COLOMBÁS, El monacato cristiano, o.c. 399-403.
128
que el cariz de la vida ascética en el Ponto y en Capadocia era muy parecido al de las
regiones limítrofes de Siria e incluso de Persia, enfocado según el espíritu y las orien-
taciones reflejadas en el Libro de los Grados y en las obras de Afraat y de Efrén. Por
otra parte el monacato anárquico de Siria, que ya había penetrado en la península de
Anatolia y en las regiones capadocias, provocaba un rechazo y hostilidad generaliza-
dos en las clases más selectas de la sociedad. Así se explica la condena del concilio
de Gangra, en 341, presidido por Eusebio de Nicomedia, un obispo competente en la
Corte de Constantino y muy poco favorable al entusiasmo y a la ascesis.
51
Para comprender el sentido del compromiso ascético y místico basiliano, véase A. G. KERDEL,
Hesychia, Prayer and Transformation in Basil of Caesarea, StP 37, 2001, 110-120.
52
Véase K. KOSCHORTE, Spuren der alten Liebe. Studien zum Kirchenbegriff des Basilius von Caesa-
rea, Freiburg- Schweiz 1991.
53
Cf. J. R. POUCHET, L‟Église dans les homélies de S.Basile sur les Psaumes, en August 33, 1993,
369-405. Alude a la expresión, el salmo es la voz de la Iglesia (), hacién-
donos experimentar en una contemplación que anticipa la visión eterna, el misterio de la Iglesia, una y
católica a la vez ; ver también, J. GRIBOMONT, Saint Basile, Évangile et Église. Melanges, en SpO 37 y
38. Bellefontaine 1984.
54
Ver, V. DESPREZ, Saint Basile de Césarée et les fraternités de Cappadoce, en CPE 65, 1997, 32-44.
130
Entre las fuentes que han confluido para formar la teología del monacato, los es-
critos basilianos han marcado una orientación hacia la caridad, centrada en la miseri-
cordia y la enseñanza, y han sido un freno a las aspiraciones sobrehumanas y extra-
vagantes de ciertos espíritus individualistas; han forjado un estrecho vínculo con la
Iglesia, la Escritura e incluso la experiencia adquirida por la sabiduría griega. Quizá
no sea éste el factor más destacado ni el más original de la tradición monástica, pero
no ha sido el menos fecundo. Por otra parte, Basilio trabajó en renovar la liturgia de
su Iglesia, vigente hasta mediados del siglo V.
Hombre seductor e irritante a la vez55. Hijo del obispo de Nacianzo, miembro in-
tegrante de la poderosa aristocracia terrateniente de la provincia Capadocia56. Así se
explica que, tanto él como su hermano más joven, Cesáreo, fuesen enviados a los
grandes centros del saber para completar la formación y adquirir el bagaje de la cul-
tura tradicional. Desde Nacianzo, pasando por Cesarea de Capadocia, en donde cono-
ció a Basilio57, siguiendo por Cesarea de Palestina y Alejandría, hasta culminar en la
legendaria Atenas, Gregorio comenzó y culminó un proceso intelectual envidiable58.
Junto con otros compañeros cristianos, Basilio y Gregorio pudieron formar una
sociedad de auténtica fraternidad59, creando una estrecha red de relaciones de amis-
tad. Próximo a ese círculo de amigos impactaría la presencia de un sujeto especial, un
miembro de la casa de Constantino, que se llamaba Juliano, y que entabló pronto
lazos de amistad con Prisco, el jefe de la Academia, y se inició en los misterios eleu-
sinos. Gregorio nos ha dejado la fisonomía del sujeto: tenía ojos errantes y mirada
enloquecida, planteaba cuestiones incoherentes y padecía tics nerviosos60.
55
J. BERNARDI, Saint Grégoire de Nazianze. Le Théologien et son temps (330-390). Paris 1995, 9; J.
PLAGNIEUX, Saint Grégoire de Nazianze, en TVM 115-119.
56
Cf. R. TEJA, Estructura económica y social de la Capadocia en el siglo IV, según los padres capa-
docios, Salamanca 1974, 79-96; F. GILLIARD, Senatorial Bishops in the Fourth Century, en HThR
77.2, 1984, 153-175, J. BERNARDI, o.c. 79-97.
57
Or 43,14.
58
Ver J. BERNARDI, L‟Éducation d‟un fils d‟archevêque, en o.c. 101-123 ; Gregorio, impregnado de la
mentalidad platónica que ha dado un sentido mítico y poético a su cultura y doctrina: ver, A. PINAULT,
Le platonisme de saint Grégoire de Nazianze, Paris 1926; J. P. MAUPAS, Grégoire de Nazianze, en
Dictionnaire de philosophes I, Paris 1984, 194-195.
59
Or 26. Sobre las relaciones de amistad entre Gregorio y Basilio, véase, N. MCLYNN, Gregory Na-
zianzen‟s Basil: The Literary Construction of a Christian Friendship, en StP 37, 2001, 178-193.
60
Or 5,23; 21,32. Se trata de un o caracterización biográfica negativa de un rival; ver las con-
sideraciones históricas en la relación de Juliano con los capadocios en N. GOMEZ VILLEGAS, Gregorio
de Nacianzo en Constantinopla. Ortodoxia, heterodoxia y régimen teodosiano en una capital cristia-
na. Nueva Roma, CSIC, Madrid 2000, 33-40.
131
Poco tiempo después de la muerte de Basilio, en 379, cuando Teodosio hizo su en-
trada oficial en Constantinopla, un 24 de noviembre de 380, convirtiéndola para
siempre en la Nueva Roma, Gregorio, que era a la sazón el obispo de una pequeña
comunidad de cristianos nicenos, fue promovido inmediatamente a la sede episcopal
de la nueva capital del Imperio65. Tuvo que comprender desde el principio la trascen-
dencia histórica de una misión tan compleja como la que se le encomendaba66, pero
da la impresión de que muy pronto intuyó su incapacidad de enfrentarse a la pro-
blemática que se le presentaba. La llegada de Teodosio desde Tesalónica, en donde
residía, a la capital constantiniana, constituye el punto de inflexión de la dialéctica
Oriente-Occidente y de la consolidación de Constantinopla como capital cristiana.
61
O vida filosófica, en el lenguaje de la época. Cf. A. M. MALINGREY, Philosophia”: Étude d‟un
groupe de mots dans la littérature grecque, dès Présocratiques au IVème siècle après J.C., Paris
1961. La tensión entre la vida “filosófica” o contemplativa y el servicio a la Iglesia es una realidad
constante en todos los poemas autobiográficos de Gregorio.
62
El Ponto para los capadocios era lo que “el desierto” para los egipcios. Ver, J. GRIBOMONT, Le
monachisme au IVème siècle en Asie Mineure: De Gangres au Messalianisme, en StP II, TU, 400-
415.
63
Esta decisión paterna la consideró como un “acto de tiranía” (Carm II,1,11).
64
Or 2,6, el texto es una apología sobre la huida.
65
J. BERNARDI, La ville lumière, en o.c. 155-174.
66
N. GOMEZ VILLEGAS analiza pacientemente el entramado político-religioso del momento, en
o.c.49ss; ver también J.BERNARDI, o.c.175-197.
132
67
Deit. Filii et Sp. S, en PG 46,557. Ver N. B. MCLYNN, Christian Controversy and Violence in the
Fourth Century, en Kodai 3,1992, 33; R. LIM, Religious Disputation and Social Disorder in Late
Antiquity, en Historia 44, 1995,149-150.
68
Ver J. BERNARDI, Grégoire de Constantinople, en o.c. 199-237.
69
Ver en DPAC I,572.
133
La tutela de la Iglesia de Nacianzo duró muy poco, porque los últimos años de su
vida transcurrieron en Arianzo, su ciudad natal, dedicado a la contemplación y a la
literatura, aunque se mantengan para nosotros envueltos en un velo de tupida sombra.
70
Ver J. BERNARDI, Une retraite active, en o.c. 229-237.
71
Ver N. GÓMEZ VILLEGAS o.c. 131-158.
72
N. GÓMEZ VILLEGAS, Gregorio de Nacianzo, o.c. p.XIII,
73
H. VON CAMPENHAUSEN, Los Padres de la Iglesia, I. Los padres griegos. Madrid 1974, 129.
134
74
Epist 139,4-5.
75
Ibid 14: La antigüedad tardía fue una aetas rhetorica por excelencia. El historiador que estudia las
obras literarias de esta época termina inevitablemente con la impresión de encontrarse frente a un
fenómeno difícilmente comprensible para nuestra sensibilidad moderna. La retórica fue en esa época
la base obligada de todo discurso orgánico, el único medio a través del cual se consideraba que el
pensamiento o la ideología podían ser expresados.
76
J. A. MCGUCKIN, Autobiography as Apologia in St Gregory of Nazianzus, en StP. 37, 2001, 160-
177.
77
Cf. N. MCLYNN, Gregory Nazianzen‟s Basil: The Literary Construction of a Christian Friendship,
en StP 37, 2001, 178-193.
135
Parece que nunca se sintió feliz. Apenas pasaba de los cincuenta y ya se sentía so-
lo y acabado. Nos conmueve cuando, melancólico, se queja de su vida en carta a un
amigo suyo:
¿Me preguntas qué tal estoy? Ahora bastante mal. Ya no tengo ni a Basilio ni a
Cesáreo; ni a mi hermano espiritual, ni a mi hermano en la carne. Como David,
puedo decir: ¡Mi padre me ha abandonado! Mi cuerpo está enfermo, la vejez se
cierne sobre mi cabeza, las preocupaciones me atenazan, los quehaceres me
abruman, no puedo fiarme de mis amigos, la Iglesia ya no tiene pastor ni nadie
que lleve su timón. El bien se pierde, el mal aparece en toda su fealdad. Nuestra
barca navega por mares sombríos; no me luce ningún faro, Cristo duerme. ¿Qué
hacer? Sólo tengo un camino para huir de mis males: la muerte. Pero el más allá
también me asusta, si juzgo por la vida de aquí abajo80.
Su gran sensibilidad le hacia ser muy agudo y lúcido respecto al sentido de la vida
humana81. Su inteligencia se hace eco de los vaivenes de un corazón demasiado deli-
cado. Su sentido exquisito de la amistad necesita de contactos, gracias a los cuales
llega a expresar a los demás y a sí mismo la riqueza de su mundo interior. Contra la
herejía arriana expuso tan brillantemente las fórmulas de fe, que mereció el apelativo
de Teólogo, pero su teología está lejos de ser una técnica, porque se mueve en una
continua interferencia entre su experiencia personal y la fórmula de fe que la Iglesia
le ofrece, y que trata de profundizar para sí y para aquellos que, de una u otra forma,
78
J. BERNARDI, Esquisse d‟un portait en o.c.341.
79
Carm 2,1,5,v.5,8.
80
Ep 80, a Eudoxio.
81
Carm 1,2,14.
136
Obras
82
Carm 10.
83
Ver Carta 6.
84
Gregorio combina con admirable facilidad los paradigmas que le inspira la retórica pagana con los
“exempla” que extrae de la Biblia. Véase, K. DEMOEN, Pagan and biblican Exempla in Gregory Na-
zianzen. A Study in Rhetoric and Heemeneutica (CC. Lingua Patrum II) Turhout, Brepols 1996 498p.
85
Véase la síntesis de J. GRIBOMONT, en DPAC I,995-998.
86
Ver en CN 30, Madrid 1995. Introducción, traducción y notas de J. R. DIAZ SÁNCHEZ- CID.
87
Ver M. A. CALVET-SÉBASTI, Les discours de Grégoire de Nazianze ou les écrits d‟un homme de
parole, en CPE 45, 1997, 9-18.
88
Discursos 42-43. Introducción, texto y notas de J. BERNARDI en SChr 384.
137
El mensaje de Gregorio, contenido en sus escritos, gira en torno a tres focos: Teo-
logía, Economía y Divinización.
TEOLOGÍA
89
Cf. J. BERNARDI, les Oraisons funèbres, en Saint Grégoire de Nazianze o.c.272-274 ; P. NAUTIN,
L‟Éloge funèbre de Basile par Grégoire de Nazianze. Remarques sur le texte et l‟interprétation, en
VC 48, 1994, 332-340.
90
Ver J. BERNARDI, Un poéte mystique: Saint Grégoire de Nazianze, en CPE 35,1989, 18,22 ; ID, Un
poète chrétien, en Saint Grégoire de Nazianze o.c. 307-327.
91
Cf. J. MATHIEU, Remarques sur l‟anthropologie philosophique de Grégoire de Nazianze (Poemata
dogmatica VIII, 22-32 ; 78-96) et Prophyre, en StP 17, 1993, 116-119.
92
Para algunos estudiosos en la teología de Gregorio hay claras reminiscencias de místicos neoplató-
nicos y de las religiones mistéricas. Veáse, R. MAJERCIK, A reminiscence of the chaldean oracles at
Gregory of Nazianzus, Or 29,2: en VC 52,1998, 286-292.
93
Or 26,5.
94
Or 28,2ss.
95
Or 20,12.
96
Or 27,2.
138
De pasajes concretos se deduce que la teología para Gregorio es una función, a dife-
rencia de la filosofía que es un estado de vida. Teología es sinónimo de predicación,
explicación de las verdades divinas97. El buen teólogo98, que ha recibido mejor que
nadie el don de la representación, evoca la idea de un predicador más que de un teó-
logo en el sentido moderno de la expresión.
FILOSOFÍA.
Para Gregorio, como para los Padres griegos, la teología es el estudio de Dios en
su unidad y en su trinidad. Pero es característico del nacianceno que mediante la poe-
sía haga de su teología oración, alimentada y desarrollada en el hontanar de su expe-
riencia. Gregorio fija el status de la inteligencia en teología: sierva, no soberana.
97
Or 21,1.
98
Or 30,17.
99
Or 30,20.
100
Or 20,5; 16,2.
101
Or 22.
102
Or 25,1.
103
Carm 2,1,11.
104
Or 19,6; 28,17.
105
Ep 178; Or 25,4.
106
Cf. TH. SPIDLIK, Grégoire de Nazianze. Introduction à l‟étude de sa doctrine spirituelle, Roma
1971, 132-134.
139
Cuando anteponemos el poder del razonamiento dejando de lado la fe, entonces destruimos
la autoridad del Espíritu mediante nuestras pesquisas; y desde ese momento el razo-
namiento es inferior a la grandeza del sujeto - lo será siempre, pues procede de un débil ins-
trumento, nuestra inteligencia- ¿qué sucede entonces? La debilidad del razonamiento (logos)
aparece como la del misterio y así la sutileza del razonamiento revela el anonadamiento de
107
la cruz, como dice san Pablo. Pues la fe es la plenitud de nuestra razón .
107
(Or 29,21).
108
Or 28.
109
Or 29,16.
110
Or 45,3:
111
Banquete 210d:
112
Or 48,68.
113
Or 24; 31,3.
114
Or 31,33.
115
Or 39,12.
116
Or 31,8.
140
Tres son las más antiguas doctrinas sobre Dios: anarquía, poliarquía y monarquía. Las dos
primeras han divertido a los griegos; pues ¡que se diviertan! Porque la anarquía es el des-
orden, la poliarquía es la discordia. Una y otra llevan al mismo fin: al desorden, y éste a la
destrucción. Lo que nosotros estimamos es la monarquía, pero no una monarquía circuns-
crita a una sola persona - pues es posible que este ser único, encontrándose en discordia
consigo mismo, se convierta en múltiple-, sino una monarquía constituida por la misma
dignidad de naturaleza, sinfonía de pensamientos, identidad de movimiento y retorno a la
unidad procreada; de modo que, aunque haya diferencia en cuanto al número, no la hay, al
menos, por lo que se refiere a la sustancia. Por eso, la Mónada, estando desde el principio
en movimiento hacia la Díada, se detuvo en la Tríada. Y ésta es, para nosotros, el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo: el primero es el que engendra y produce; pero yo afirmo que sin
pasión, sin tiempo y sin cuerpo. De los otros dos, uno es lo engendrado y el otro, lo produ-
cido, o no sé cómo se podría llamar esto si prescindimos totalmente de las cosas visi-
117
bles .
117
Or 29,2.
118
Or 31,26-27.
141
Hijo y el Espíritu Santo no lo son más que por analogía y participación. Para evitar
esta dificultad, Gregorio va a esbozar la doctrina de la circumincesión de las personas
divinas y plantear tres distinciones capitales119:
- causa / principio
- persona / propiedad
- substancia / relación
Circumincesión
CAUSA/PRINCIPIO
Es una precisión importante; porque no bastaba con decir que el Hijo era “engen-
drado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre”, como lo había definido el
concilio de Nicea. Había ahora que precisar el modo de esta generación.
119
Ver la enjundiosa síntesis de la teología de Gregorio que hace P. PETIT, Saint Grégoire de Na-
zianze, Théologien de la Trinité, en CPE 35,1989,5-17.
120
Or 29,6.
121
Or 29,1.
142
Para ello, Gregorio establece una distinción capital; pues quien dice “generación”
dice “origen”, “principio”, ya que la propiedad del engendrado estriba en provenir de
alguien que lo ha engendrado. Por tanto, es necesario pues no sólo quitar toda tempo-
ralidad al concepto de generación (fuera de toda pasión y corporeidad) sino también
toda idea de causa. Gregorio distingue entre principio ( y causa. En
cuanto es Dios, el Hijo es sin causa, pero en cuanto Hijo, engendrado por el Padre, no
es sin “principio”. El Padre y el Hijo son una sola y misma naturaleza sin causa, pero
sólo el Padre es sin principio. Gregorio resume todo esto en una fórmula lapidaria:
viene de Él, sin venir después de Él122.
PERSONA/ PROPIEDAD
Lo que caracteriza a las personas divinas no son las substancias, sino las propie-
dades (). No son las operaciones o las acciones, pues los Tres actúan de con-
suno. No es una jerarquía divina que tuviera su reflejo en el orden de nominación de
las personas, o en las preposiciones que acompañan sus nombres en la doxología:
“Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu. En Dios hay completa identidad entre las
personas divinas, exceptuadas las relaciones de origen que constituyen las propieda-
des.
123
Por encima de todo guarda la hermosa tradición de la fe , por el que vivo y com-
bato… es decir, la confesión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Este depósito yo
te lo confío hoy, día de tu bautismo. En él yo te sumerjo y te levanto. Te lo doy como
compañero y protector de toda tu vida: un sola divinidad y poder, que es “uno” en los
tres, y que comprende a los tres distintamente. Sin igualdad de substancias o de natu-
ralezas, ni aumentada ni disminuida por adiciones o substracciones, absolutamente
idéntica, la misma absolutamente, como es “uno” la belleza y la grandeza del cielo.
Conjunción infinita de tres infinitos, cada uno considerado en sí mismo Dios; lo mismo
el Padre que el Hijo, lo mismo el Hijo que el Espíritu Santo, cada cual conserva su
propiedad. Los tres considerados juntos son un solo Dios. Cada cual es Dios, por
124
razón de la consubstancialidad; y un solo Dios, por razón de la monarquía .
122
Or 29,3.
123
2Tim 1,14
124
Or 40,41.
143
SUBSTANCIA/ RELACIÓN
Su avance teológico es la elección del término “relación” que será tenido en cuen-
ta por toda la teología posterior. Gregorio extrae de este término relaciones de paren-
tesco pero, consciente de la ambigüedad del concepto, trata de purificarlo:
125
Or 29,5.
144
El Espíritu Santo
¿Qué, pues? ¿El Espíritu es Dios? Ciertamente. ¿Entonces, qué? ¿Es consubstan-
cial? Sí, si es verdad que es Dios. Demuéstrame entonces, dice, que tanto el que es Hijo
como el que no es Hijo proceden del mismo y, a continuación, que son consubstancia-
les, y yo aceptaré que son Dios y Dios. Demuéstrame también tú que hay otro Dios y
otra naturaleza divina y yo te demostraré la misma Trinidad con los mismos nombres y
128
realidades .
126
Or 31,28.
127
Texto capital respecto al Espíritu Santo es el de Or 31,8-10.
128
Or 31,10.
145
ECONOMÍA
129
Or 38,13.
130
Or 3,7.
131
Véase ampliamente M. JOURJON, La doctrine des lettres théologiques, en Grégoire de Nazianze,
Lettres théologiques, SChr 208, 11-24.
132
Ver Carta 101,18-21; 102,4.
133
Cf. T. SPIDLIK, La mission pédiatrice de l‟homme à la suite du Christ, en Grégoire de Nazianze
o.c.83-111.
146
DIVINIZACIÓN
Contemplación
La lectura del final del libro 7º de las Enneadas de Plotino evoca a Gregorio la
tendencia, como natural, del alma hacia su arquetipo, una vez purificada e ilumi-
nada. Sin embargo, es el Espíritu Santo quien la asimila progresivamente al Lo-
gos, imagen del Padre, en la perfección del conocimiento. Este conocimiento natu-
ral es un aspecto de la teología.
134
Or 30,5; ver también 30,6,21.
135
Or 2,73.
136
Or 40,45.
137
Or 4,113.
147
Si me das confianza a mí que soy un teólogo sin temeridad, has comprendido algo;
140
reza para comprender el resto … ¡Que la generación de Dios sea honrada en si-
lencio! Gran cosa es para ti saber que ha sido engendrado. Respecto al modo, no
consentimos siquiera que los ángeles lo entiendan; mucho menos que lo entiendas
tú. Pero ¿quieres que te explique el modo? Pues tal como lo conoce el Padre, que ha
engendrado. Lo que está por encima de esto se halla oculto por una nube y escapa a
141
tus débiles miradas . Finalmente, me ha parecido mejor dejar a un lado las imáge-
nes y las sombras, que son engañosas y muy lejanas de la verdad, aferrarme al pen-
samiento más conforme a la fe, asirme a un pequeño número de palabras, tomar por
guía al Espíritu y conservar hasta el final esta iluminación recibida de él como verda-
dera compañera y amiga, prosiguiendo mi camino a través de este siglo y conven-
ciendo a los demás, en la medida en que me sea posible, de adorar al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo, una sola divinidad y una sola potencia, porque a él sea toda glo-
142
ria, honor y poder en los siglos de los siglos. Amén .
Más allá de todo ¿está permitido cantar de otro modo? ¿Cómo te celebrará la pala-
bra, puesto que palabra alguna no puede expresarte? ¿Cómo la inteligencia te en-
tenderá, puesto que ninguna inteligencia puede comprenderte? Tú, el único inexpre-
sable, pues todo lo que se expresa ha salido de ti. Tú, el único incognoscible, pues
todo lo que se concibe ha salido de ti. Todos los seres, los que se expresan y los que
están privados de expresión, te proclaman. Todos los seres, los que piensan y los
carentes de pensamiento, te rinden homenaje. Hacia ti tiende el deseo universal,
hacia ti la universal gestación. A ti todo lo que existe dirige su oración, para ti todo lo
que concibe lo que tú unes en ti formula un himno silencioso. Para ti solo todo sub-
siste, hacia ti, todo se lanza en bloque compacto. Tú eres el fin de todos los seres.
Tú eres el único, tú eres todo y tú no eres nadie. Tú no eres el Uno y tú no eres el
Todo. Tú que tienes todos los nombres, ¿cómo los nombraré siendo tú el único in-
nombrable? Estos velos están sobre las nubes ¿qué inteligencia celeste las pene-
143
trará? Ten compasión. Más allá de todo ¿está permitido cantarte de otra manera? .
138
Or 12,1.
139
Carm 38.
140
Or 20,12.
141
Or 29,8.
142
Or 31,33.
143
Carm 2,1,11.
148
Los Sacramentos
Son misterios144. Se celebran en una liturgia que actualiza los grandes aconteci-
mientos de la encarnación. Ahí cada actuación de Cristo se reviste de misterio que
apunta a la restauración, a la vuelta al primer Adán, a la perfección de la semejan-
za con el Logos encarnado145. La dimensión sacramental domina en Gregorio me-
diante la expresión poética. La poesía nos impele más allá de las palabras a respe-
tar y venerar el misterio de Dios, penetrando en él mediante el silencio y la adora-
ción; y reconociendo que todas las palabras son inadecuadas a la realidad que
apuntan.
VIDA MONÁSTICA
144
Ver J. ROUSSE, Grégoire de Nazianze, en DSp VI,953.
145
Or 38,16.
146
Es lo que ha proyectado exponer en su bella obra T. SPIDLIK, Grégoire de Nazianze. Introduction à
l‟étude de sa doctrine spirituelle o.c.IX-XII ; también J. ROUSSE en DSp.VI, 932-971.
147
Or 7,9.
148
Or 3,7.
149
atento y disponible; uno una vida casta en el celibato, perfectamente alejado del
mundo, el otro un hogar honorable cuyas preocupaciones no le apartan totalmente
de Dios; uno un ayuno ininterrumpido, el otro una alegría envidiable y una perseve-
rancia en la oración y los himnos espirituales; uno una abnegación a los indigentes,
mientras que el otro sus lágrimas, sus penitencias, sus avances y sus tensiones hacia
los dones más excelentes149.
Sin embargo Gregorio ha sido uno de los raros maestros espirituales de la anti-
güedad cristiana en trazar una línea de conducta a cuantos querían consagrarse a Dios
sin huir al desierto o encerrarse en un monasterio. Se trata de un tipo de vía media:
Veía que los comprometidos en la vida activa eran útiles a los demás, con quienes
compartían la existencia cotidiana, pero inútiles a ellos mismos y estaban en conflic-
to con los enemigos prácticos; por eso perdían la vida interior. Quienes por el con-
trario, salían del mundo, gozaban de más calma y podían entregarse a la contempla-
ción de Dios en la paz del espíritu, pero no eran útiles más que a ellos mismos en los
límites de una caridad estrecha, con un modo de vida extraña y ruda. Decidí tomar
un camino medio entre los solitarios y los que quedaban mezclados en el mundo, y
proyectaba meditar como los primeros, y ser útil como los segundos150.
149
Or 3,13; 19,7.
150
Carm 2,1,11.
150
concilio de Nicea, en el año 787. El hermano más pequeño de la familia, fue educado
por Basilio y Macrina. Por eso llama a Basilio padre y maestro. Siendo ya rétor se
unió en matrimonio con Teosebia, mujer de grandes cualidades y vasta cultura. A la
muerte de su esposa, y persuadido por Gregorio nacianceno, abrazó la vida eremítica
en el Iris, junto al Ponto, conforme a la iniciativa de su hermano Basilio. Fue elegido
obispo de Nisa hacia el año 371; pero no aguantó mucho las estrategias y malas artes
de los arrianos; y abandonó la sede en el 378. El apogeo de su vida se sitúa en el 381,
cuando sus ideas teológicas influyeron en el concilio de Constantinopla. Los últimos
años de la vida de Gregorio nos quedan muy oscuros. Gregorio es tenido entre el trío
capadocio como el filósofo por antonomasia; y quizá más que los otros dos, ha desta-
cado como ferviente partidario de Orígenes151.
Entre sus obras, cabe señalar el diálogo sobre el alma y la resurrección152, libro de
oro en el que Gregorio hace intervenir a su hermana Macrina, ya moribunda, en los
planteamientos acerca del alma, de la inmortalidad, de la resurrección y de la apo-
catástasis. Aunque esta obra no supera en belleza al Fedón o el sobre el alma de
Platón, el diálogo de Gregorio los aventaja en profundidad y en profusión de ideas.
La vida de Macrina153 nos ofrece datos interesantes sobre la comunidad dirigida por
esta mujer, que había alcanzado las más altas cumbres de la virtud humana por me-
dio de la filosofía, esto es, por la práctica de la vida cristiana, la ascesis y la contem-
plación. Macrina se convierte en adelante - para toda la tradición cristiana oriental -
en prototipo de la sabiduría en la virginidad femenina, con un perfil nítidamente es-
toico y aristócrata154.
151
Véase la excelente panorámica de su vida y mensaje que presenta M. CANEVET, Grégoire de Nysse,
en DSp VI, 971-1011.
152
Edición española en Apostolado Mariano, Sevilla, serie Los Santos Padres nº 30. Versión de L. M.
DE CÁDIZ.
153
Edición española en CN 31. Introducción, traducción y notas de L. F. MATEO-SECO.
154
Cf. W. E. HELLEMAN, Cappadocian Macrina as Lady Wisdom, en StP, 37, 2001, 86-102. La autora
del artículo añade abundante bibliografía (100-102).
155
Cf. M. VAN PARYS, Exégèse et théologie dans les livres contra Eunome de Grégoire de Nysse :
Textes scripturaires controversés et élaboration théologique, en M. HARL, Écriture et culture philo-
sophique dans la pensée de Grégoire de Nysse, Actes du colloque de Chevetogne (22-26 Septembre
1969), Leiden 1971, 169-196.
151
156
Ver E. CORSINI, L‟harmonie du monde et l‟homme microcosme dans le De hominis Opificio, en
Epéktasis. Mélanges patristiques offerts au Cardinal Jean Daniélou, Beauchesne, Paris 1972, 455-
462. Según Corsini la cosmología de Gregorio expresa las posiciones de Basilio en su Hexameron. Y
la materia conecta con el gran problema de la resurrección.
157
Véase la edición española en CN 23. Introducción, traducción y notas de L. F. MATEO-SECO.
158
Edición española en CN 9. Introducción, notas y traducción de M. NALDINI y A. VELASCO.
159
VMois 2,232.
152
En sus obras exegéticas, el obispo de Nisa afirma que la Escritura enseña el desig-
nio de Dios, nos da a conocer un cierto número de dogmas (; nos introduce
en ellos guiándonos de la mano y nos presenta una doctrina sobre el mundo, el hom-
bre y las relaciones con Dios163. De esta manera Moisés filosofa sobre la naturaleza y
el alma164. El objetivo principal de la Escritura es la enseñanza acerca de Dios y de la
Trinidad, las criaturas racionales, celestes y terrestres, el mundo y el origen del
mal165; en esto se concentra el contenido de su obra la gran Catequesis. La coinci-
dencia con Orígenes es evidente.
160
Cf. B. DE MARGERIE, Saint Grégoire de Nysse, théoricien des enchaînements bibliques : Skopos,
theôria, akolouthia, en Introduction à l‟histoire de l‟exégèse I. Les Pères grecs et orientaux, Paris
1980, 241-269 ; M. ALEXANDRE, La théorie de l‟exégèse dans le Hominis opificio et l‟In Hexameron,
en Écriture et culture phisolophique .o.c. 87- 110.
161
En la época en que se formaba Gregorio, la influencia neoplatónica que dominaba en Oriente era la
de Yámblico. Su influjo se reconoce en el método exegético y en la atención por determinar la
y el . Aunque la tiene un contenido intensamente estoico, como encadena-
miento de fenómenos en un universo ordenado al hombre. Ver J. DANIÉLOU, Orientations actuelles
dela recherche sur Grégoire de Nysse, a.c.7-8.
162
Hex PG 44,69d.
163
Ho PG 44,181c; 256b.
164
Hex PG 44, 61ab; 72; Ho 144d.
165
La concepción de Gregorio sobre el mal es muy parecida a la que Plotino expone en las Ennéadas
(1,8). Los términos son comunes. Además, el filósofo neoplatónico, en En
4,8 expone dos tesis platonizantes sobre la presencia del alma en el mundo, lo mismo que Gregorio en
su OrDom 4 (PG 44,1165bc). Pero la cuestión se centra en los contactos con el neoplatonismo poste-
rior a Plotino, centrado en Porfirio. El problema del mal, que es un clave del neoplatonismo,
Gregorio lo adopta en la línea porfiriana, que se irá acentuando en Yámblico y Salustio, para quienes
la fuente del mal está sólo en la libertad y no en la materia (ver J. DANIÉLOU, Orientations actuelles de
la recherche sur Grégoire de Nysse, en Écriture et culture philosophique, o.c. 4-5).
153
Lo divino
166
VMois 2,150.
167
Hex PG 44,117c.
168
Ver B. POTTIER, Dieu et le Christ selon Grégoire de Nysse. Étude systématique du « Contre Eu-
nome » Namour 1994. El autor resalta aquí la cercanía con los criterios de Plotino (Enn 5,5,6), y
cómo, en otros pasajes Gregorio va planteando su sistema teológico, hasta cierto punto incoherente,
basado parcialmente en argumentos bíblicos, neoplatónicos y aristotélicos (p.139).
154
Por otra parte, si la unidad es universal, ¿en qué situación se encuentra la criatura
y su posicionamiento?170. Desde luego la unidad, que no deja de ser polifacética, es
para Gregorio casi una obsesión. Pero todavía está sin resolver el gran problema: Si
la unidad, como substancia, es universalmente inmanente, ¿cómo la noción del
homousion podrá liberarse de incurrir en un monismo absoluto? Siempre existirá
para el niseno la oposición que separa a Dios del mundo, que no es precisamente la
platónico-filoniana de lo inteligible-sensible, sino la del Creador a su criatura. Resul-
ta esclarecedor leer cómo desde el ángulo del homousion divino proyecta Gregorio la
169
También vale la pena aludir a otros dos términos significativos: y . Sobre
esta cuestión, ver D. A. STRAMARA, Gregory of Nissa‟s Terminology for Trinitarian Perichoresis, en
VC 52, 1998, 257-263.
170
Estos temas claves han sido analizados colateralmente con paciente dedicación, como repercusión
de la unidad de Dios en la unidad del cuerpo y de la vida de Cristo, y en la aspiración suprema del
hombre como imagen de Dios uno, por R. M. HÜBNER, Die Einheit des Leibes Christi bei Gregor von
Nisa. Untersuchungen zum Ursprung der “Physischen” Erlösungsslehre, Leiden 1974; más reciente-
mente como defensa e interpretación del homousion desde el ángulo humano, ver J.ZACHHUBER,
Human Nature in Gregory of Nisa. Philosophical Background and Theological Significance, Brill
2000; y puntualizando esta obra el largo artículo de R. CROSS, Gregory of Nyssa on universalis, en VC
56,2002, 372-410. Este último autor muestra en su análisis gregoriano que la substancia, naturaleza o
esencia, es universal e indivisible, frente a los neoplatonicos; y que es extensiva, aunque no precisa-
mente como nombre a modo del universal platónico, sino universal inmanente y proyectiva, aplicable
a la trinidad divina y al ser humano sobre todo. Dios o la divinidad () para Gregorio es el
Padre, que se proyecta principialmente desde toda la eternidad en el Hijo y en el Espíritu Santo, como,
a su vez, la humanidad es Adán, que se proyecta principalmente en toda la raza humana sucesiva.
155
creación. Comentando el primer versículo del capítulo primero del Génesis, nos pre-
senta tres términos previos a la existencia de la variedad de criaturas, que contrastan
con el homousion: comienzos, causas, y energías (. El
texto que abre la Biblia: En el principio Dios creó el cielo y la tierra, significa para
él que Dios ha creado todo de un germen único, de donde dimanan los comienzos
(, las causas (), y las energías, , de las existencias creadas.
Este germen lo barrunta en la única palabra divina, que se proyectará como unidad
dentro de la casi infinita variedad, mediante la o encadenamiento ordena-
do, proyectado en un desarrollo armónico, que es lo que denominamos, uni-versum.
Desde ese instante el homousion de Dios proyectado en las criaturas se vuelve inma-
nente y limitado al mismo tiempo. Por eso, la creación es limitada y nunca agotará la
esencia divina, que persiste inaccesible incluso a cualquier prueba cosmológica. El
mundo podrá hablarnos de la sabiduría de Dios, pero no de lo que Dios es realmen-
te171. Lo que es innegable para el niseno es que en el mundo creatural hay una energía
cardiaca sistólica, de contracción, que contrasta con la diastólica expansiva. Esa con-
tracción repercute en el insaciable deseo del corazón humano, mejor quizá, de la na-
turaleza humana, a modo de impulso de selección y de búsqueda en la liberación de
los límites que atenazan a la naturaleza. A esto se refiere con el término técnico de
designio (, clave en su bosquejo de antropología172. Por lo demás, la
atracción de la naturaleza se proyecta siempre subliminalmente como sublimidad y
como causalidad173, según se expresa en sus homilías sobre el Eclesiastés.
En estas ocho homilías para comentar el libro del Eclesiastés, lo más interesante a
este respecto es el sentido que atribuye a lo vanidad. Vano (), afirma, es algo
que sólo tiene ser en su enunciado como palabra. Y añade: “Una realidad concreta no
171
Véase la excelente presentación y comentarios de F. X. RISCH en GREGOR VON NYSSA, Über das
Verteidungsschrift an seinen Bruder Petrus, (BGL 49), Stuttgart, 1999.
172
Cf. G. DAL TOSO, La nozione di proairesis in Gregorio di Nissa. Analisi semiotico-lingüística e
prospettive antropologiche (Patrologia. Beitrage zum Studium der Kirchenväter 5). Frankfurt am
Main. 1998.
173
Lo sublime atrae. No se le escapa a Gregorio la alusión velada a la obra literaria de LONGINO, lo
Sublime (edición española en BCG 15, 230 pp) que tuvo una repercusión notable: cf. M. HEATH,
Echoes of Longinus in Gregory of Nyssa, en VC 53, 1999, 395-400. Pero una atracción sin inyección
de energía puede derivar en una lamentable frustración; por eso, este sublime y trascendente poder
natural de lo divino, actúa sobre la naturaleza humana limitada y participativa: cf. M. R. BARNES,
Eunomius of Cyzicus and Gregory of Nyssa: two traditions of transcendent Causality, en VC 52,
1998, 59-87: “If we turn directly to Gregory‟s own theology, we see that he describes transcendent
causality in terms which suggest the ontological unity that he believes exists between divine nature and
divine causality” (73).
156
aparece con el significado del nombre”. Por eso, la vanidad ( es un voca-
blo sin sentido, o una acción sin efecto, o incluso, un gesto sin fundamento, o bien,
un proyecto indeterminado. En última instancia la vanidad es algo contradictorio a la
naturaleza y, en consecuencia, contradice el sentido mismo de la vida humana. En la
elaboración de su antropología, Gregorio se entretiene en definir las relaciones que
unen al hombre con la divinidad ( y no a las relaciones entre las personas
divinas. Y si la naturaleza increada, en cuanto ilimitada, es inmutable, la naturaleza
humana, por el contrario, no puede subsistir sin cambio. Más aún, la naturaleza está
llamada a cambiar incesantemente en bien o en mal, conforme a su libre elección.
Ninguna imagen es estática, ni perfección alguna inmutable. Así pues, el destino del
hombre es una historia perpetua.
El hombre
174
Ver J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique. Doctrine spirituelle de Saint Grégoire de
Nysse, Paris 1944, 48-60 ; 210-222.
175
Gal 3,28.
157
del mundo; más aun, es un intermediario ( mucho mejor que un microcos-
mos; es un anillo entre lo material y lo espiritual176. Pero aunque el hombre contenga
en sí mismo todos los elementos del universo, ahí no se sitúa su perfección, porque
su naturaleza dividida es doble. En esto el hombre es grande y sublime en su misma
ambigüedad; porque está entre Dios y el mundo sensible.
La naturaleza humana se encuentra en medio de los dos extremos opuestos entre sí,
entre la vida divina e incorporal y la vida irracional del animal. En efecto, es posible
constatar que el compuesto humano participa de los dos órdenes: de la divinidad, por
razón de su inteligencia que no admite en ella misma la distinción varón y hembra; de
la irracionalidad, por su constitución corporal y la división del sexo. Ambas característi-
cas se encuentran absolutamente en todo ser que participa de la vida humana. Pero
nosotros sabemos que el aspecto intelectual goza del primer rango, como lo aprendi-
mos por el orden que sigue el relator de la génesis del hombre, mientras que la comu-
nión y el parentesco con lo irracional son una adición a lo humano. Pues lo primero
que dice es que “Dios hizo al hombre a imagen de Dios”, mostrando por esta expresión
que, como dice el apóstol, en un viviente así no cabe “varón ni hembra”. Inmediata-
mente el relato añade las propiedades de la naturaleza humana, diciendo que “los hizo
177
varón y hembra” .
176
Cf. H. I. MARROU, Une théologie de la musique chez Gregoire de Nysse?, en Epektasis l.c. 501-
509. Sólo en la escatología plena, en una especie de apocatástasis, cuando el hombre se una al coro de
los ángeles, se percibirá la armonía perfecta y total entre el hombre y el cosmos.
177
HOp PG 44,181b-d.
178
Ver J. J. O‟KEEFE, Sin, apátheia and Freedom of the Will in Gregory of Nyssa, en StP 1989, 52-59;
J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, o.c.107-112.
179
Ver el largo texto en HOp 185a-d.
158
El niseno entiende por imagen de Dios la perfección final, el estado deificado del
hombre que participa del pleroma divino181. En cuanto creado a imagen de Dios el
hombre se presenta en la existencia como un ser personal, una persona que no debe
quedar determinada por la naturaleza, sino que más bien tiene la capacidad de de-
terminar a la naturaleza asimilándola a su arquetipo divino. La persona humana no es
una parte del ser humano, como tampoco las personas de la Trinidad son parte de
Dios. Por eso la cualidad de imagen de Dios no incide en un elemento del compuesto
humano, sino sobre toda la naturaleza del hombre en su integridad: El hombre hecho
a imagen de Dios es la naturaleza comprendida como un todo. Ahí está la semejanza
divina182.
La imagen divina completa abarca a la humanidad en general; de ahí que una per-
sona que se afirma como individuo encerrándose en los límites de su naturaleza parti-
cular, no puede realizarse plenamente; se empobrece. La persona se convierte en ima-
gen perfecta de Dios cuando logra la semejanza, que es la perfección de la naturaleza
común a todos los hombres. La distinción entre persona y naturaleza reproduce en la
180
Ver A. A. MOSSHAMER, Disclosing but not Disclosed Gregory of Nyssa as Deconstructionist, en H.
R. DROBNER/ CH. KLOCK, Studien zu Gregor von Nysa und der Christlichen Spätantike, Brill 1990,
99-123 (sobre todo los párrafos referentes al Language and the created y The natural of
theological language (103ss).
181
Ver E. CORSINI, Plérôme humain et plérôme cosmique chez Grégoire de Nysse, en Écriture et cul-
ture Philosophique. o.c. 111-126.
182
ComC 16.
159
Si Dios ha creado al hombre a su imagen ha sido para que entre en relación con
Él. El hombre a imagen es lo que el hombre es por naturaleza. La imagen comprende
lo que entendemos por vida intelectual, la mente y el espíritu ( / que
constituyen la naturaleza. A ella se opone la vida animal ( que es sobreañadida.
Lo primero que hace Dios es manifestarse en la luz al gran Moisés; luego, le habla
desde la nube; y finalmente, cuando el legislador de los israelitas ha alcanzado mayor
altura y perfección, contempla a Dios en la tiniebla185. A medida que se encamina
hacia Dios, la luz decrece y la oscuridad de la fe se vuelve más profunda: la verdade-
ra visión de Dios se hace ausencia de toda visión186. Trátase de un acercamiento
apofático que atrae irremediablemente la infinitud de Dios y que abre los caminos a
un conocimiento que sobrepasa los poderes y las experiencias normales del hombre.
Para expresarlo suelen emplearse términos contradictorios. De ahí los oxýmoron tan
frecuentes en Gregorio como oscuridad-luminosa187, sobria-embriaguez188, sueño-
vigilante189. El símbolo verbal es el soporte de un movimiento espiritual complejo, y
183
Cf. P. M. BLOWERS, Maximus the Confessor, Gregory of Nyssa, and the concept of “Perpetual
Progress, en VC 46,1992, 151-171; J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, o.c. 135-138;
291-307.
184
VMois 2,19, 152-169 ; 170ss. Gregorio plantea aquí y en otras obras un proceso continuo de madu-
rez en la fe hasta culminar en una experiencia específica, el conocimiento de Dios o teognosia. Ver
M. LAIRD, Bay Faith alone: A technical terme in Gregory of Nyssa, en VC 54, 2000, 61-79.
185
VMois; CCant 11.
186
Cf. K. CORRIGAN, Some Notes towards a Study of the “Solitary” and the “Dark” in Plotinus, Pro-
clus, Gregory of Nyssa and Pseudo-Dionisius,en StP 30, 1997,151-157. La oscuridad se cierne sobre
la misma huida plotínica del solo al solo (Enn 6,9,(9) 11,50).
187
Ver en J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, o.c. 194.
188
Ver en Ibid, 270-277 ; A. LALLEMAND, L‟ivresse chez Basile et Grégoire de Nysse, en StP 37,
2001, 133-140.
189
Ver en J. DANIÉLOU, o.c. 277-284.
160
¿Qué quiere decir el que Moisés penetra dentro de la tiniebla y en ella ve a Dios? Lo que
190
se narra aquí parece contrario a la primera teofanía . Entonces la divinidad fue vista en
la luz; ahora en la tiniebla. No pensemos que esto desentona de la coherencia de lo que
hemos considerado en nuestra interpretación espiritual. A través de esto, el texto nos
enseña que el conocimiento de la devoción, en el comienzo, se hace luz en quienes lo
reciben. En efecto, lo contrario a la devoción lo concebimos como tiniebla y el alejamien-
to de la tiniebla se produce mediante la participación en la luz. Pero al seguir la mente
avanzando en la comprensión del conocimiento de los seres mediante una atención
siempre mayor y más perfecta, cuanto más avanza en la contemplación, tanto más ad-
vierte que la naturaleza divina es invisible. En consecuencia, abandonando todo lo que
es visible, no sólo lo que cae bajo el campo de la sensibilidad, sino también cuanto la
inteligencia parece ver, marcha siempre hacia lo que está más adentro, hasta que pene-
tra, con el trabajo intenso de la inteligencia, en lo invisible e incomprehensible, y allí ve a
Dios. En esto consiste el verdadero conocimiento de lo que buscamos: en ver en el no
ver ( ; pues lo que buscamos trasciende todo conocimien-
to, totalmente envuelto por la incomprehensibilidad como por una tiniebla. Por
esta razón dijo el elevado Juan, que estuvo en la tiniebla luminosa: a Dios nunca
191
lo vio nadie .
190
Ex 20,21.
191
Jn 1,18; VMois 2,162-163.
161
Dejando de lado toda la creación y sobrepasando todo lo que puede ser conocido en
ella, renunciando a toda aproximación conceptual, he encontrado por la fe lo que
quiero, y agarrando a Aquél que yo he encontrado por el sentido de la fe, no lo dejaré
192
escapar hasta que entre en mi alcoba .
El pecado
El Señor vistió a los primeros hombres con túnica de piel. Me parece que no fue por llevar
nuestra inteligencia tales pieles- porque, ¿de qué clase de animales degollados y desollados
se piensa que era ese vestido?- sino que, como quiera que toda piel separada del animal es
algo muerto, estoy totalmente convencido de que significaba la condición mortal que estaba
reservada a la naturaleza irracional. Después de estos hechos y por una providencia solícita,
se la aplicó a los hombres el médico de nuestra maldad. Mas no para que permaneciera
siempre, pues la túnica es de las cosas que nos envuelven por fuera y ocasionalmente pro-
porcionan provecho al cuerpo, pero en modo alguno es inherente a la naturaleza. Así pues,
en virtud de un plan providente, la condición mortal pasó de la naturaleza de los irracionales
a ceñir a la naturaleza creada para la inmortalidad: envuelve su exterior, no su interior; abra-
za la parte sensible del hombre, pero sin tocar siquiera a la propia imagen divina. La parte
sensible, sin embargo, se disuelve, no se aniquila, pues aniquilación es tránsito al no ser; y
en cambio disolución es el desmoronamiento y vuelta a los elementos del mundo que consti-
tuían esa parte. Ahora bien, lo que se halla en estas condiciones no está perdido, aunque
194
escape a la captación de nuestra percepción sensible .
192
CCant 6,183.
193
Ver J. DANIÉLOU, Platonisme et Théologie mystique, o.c. 25-31 ; 55-60.
194
Cat 7,4-5.
162
No pudiendo el vicio progresar hasta el infinito al estar necesariamente encerrado en sus límites,
se sigue que el paso al bien sucede en el límite del mal. De esta manera, el movimiento perpetuo
196
de nuestra naturaleza recupera finalmente su impulso hacia el bien .
195
VMois 2,50.
196
CCant 21.
163
No tenía ninguna duda de que la división de los sexos en varones y hembras for-
maban parte de la actual situación anómala de los seres humanos. Esta división hacía
posible la sexualidad, que tenía por objeto el matrimonio con la reproducción y posi-
bilitaba que la especie humana prosiguiera su tentativa desesperada de contener la
marea de la muerte mediante la creación de la progenie. Con esto no contaba la crea-
ción inicial de la primordial naturaleza humana. Aquel proyecto de cuerpo físico en
Adán tenía que ser distinto del nuestro; era un espejo fidedigno del alma que, de su-
yo, reflejaba la pureza y la simplicidad indivisa e inmaculada de Dios199. La pureza
(, concepto fundamental en Gregorio, supone un estado de claridad sin
sombras, y es la única capaz de traducir el equilibrio perfecto de elementos poten-
cialmente conflictivos en la misma naturaleza humana200. Regresar a aquella pureza
197
CCant 185.
198
Cf. A. A. MOSSHAMMER, Gregory and Christian Hellenism, en StP 32, 1997, 170-195.
199
HOp 12,9.
200
Virg 13,1; VMac 2,10.
164
Gregorio tuvo buen cuidado en explicar que el declive de Adán hacia el mundo
animal no tuvo nada que ver con un acto sexual. La aparición de una naturaleza se-
xualmente diferenciada en los primeros seres humanos fue una simple adaptación, se-
cundaria y necesaria, a las nuevas condiciones creadas por la caída; no había desem-
peñado absolutamente ninguna clase de papel en provocar la caída. Tampoco fue un
201
HOp 16,7.
202
OrCat 8.
203
Gn 1,27.
204
HOp 17; cf. PLOTINO, Enn 6,7,1-7.
205
Cat 6.
165
castigo por la caída. Las tentaciones sexuales seguían siendo periféricas para Grego-
rio, porque la sexualidad para él sólo significaba reproducción. Se reducía a un
símbolo de la lenta pero segura astucia de Dios. La sexualidad y el matrimonio, que
manifestaban el dulce empeño de Dios en guiar a la especie humana hacia su prevista
plenitud mediante un largo rodeo, era la expresión del tiempo caído. Por eso el esta-
do de virginidad llevaba consigo algo del tiempo puro de Adán, cuando libre de las
preocupaciones terrenales, el alma podría volver a convertirse en el cazador virgen,
que corre en pos de los placeres inviolados206.
Las pasiones son las secuelas de las túnicas de pieles, instrumentos de virtud o de
vicio, según su uso (. Todo depende de que la mente mantenga la hegemonía
sobre lo que ha sido introducido desde fuera; en tal caso, ningún movimiento del al-
ma se proyectará en servir al mal. El irascible ( producirá valor, y el concupis-
cible ( el placer divino e incorruptible. Pero si la mente afloja las riendas
206
Virg 5.
207
Virg 5.
208
Virg 2; 12.
209
Cf. H. M. MEISSNER, Rhetorik und Theologie. Der Dialog Gregors von Nyssa De anima et resur-
rectione (Patrologie 1), Frankfurt am Main, 1992, ; C. P. ROTH, Platonic and pauline elements in the
ascent of the soul in Gregory of Nyssa‟s dialogue on the soul and resurrection, en VC 46,1992, 20-
30; E. PEROLI, Gregory of Nissa and the Neoplatonic Doctrine of the soul, en VC 51,1997, 117-139.
166
y, como un cochero cogido entre ellas, cae por detrás del carro, es arrastrado por él y
llevado ciegamente ( por los corceles, entonces las tendencias () se
transformarán en pasiones (, como ocurre en los animales. Aquí también la
inspiración platónica es palmaria. Pero resulta más evidente todavía la combinación
entre el cochero platónico y el caballero bíblico210, en cuanto que la mente (
monta sobre las pasiones. La idea se la brinda Filón y los escritores cristianos ale-
jandrinos.
Las pasiones marcan la carencia de estado paradisíaco, en donde el hombre era li-
bre, pues la libertad es uno de los rasgos más esenciales de la imagen. En cambio las
pasiones son signo de permanencia en Egipto donde se vive en esclavitud y se vuel-
ven tiránicas cuando se amparan del . Frente al mundo pasional, Gregorio pro-
pone el progresivo dominio de la , en cuanto despojo gradual de la mortali-
dad y de la sexualidad, dominando adecuadamente las pasiones mediante la gracia
bautismal, que va penetrando por sus efectos en todo el complejo humano. Es la for-
ma de ir restaurando la imagen.
210
Ex 14,17.
211
Ver ampliamente en J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique,o.c. 84-115.
212
Ver en Ibid. 34-35; 287-288.
167
Apátheia213
213
Ver J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, o.c. 92-103.
214
Gal 5,13.
215
Ver J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, o.c. 261-284.
216
Término constitutivo de la antropología de Gregorio, y clave del progreso incesante, como caracte-
rizando al espíritu creado en su relación a la infinitud divina. Cf. K. ROMBS, Gregory of Nyssa‟s Doc-
trine of Epektasis : Some Logical Implications, en StP 37, 2001, 288-293 ; A. PROST, Homélies sur
les Béatitudes. Homélies sur le Cantique des Cantiques, Vie de Moïse, Paris 1966. La autora trata aquí
de destacar la estructura del proceso mismo en la epéctasis. Ver también P. M. BLOWERS, Maximus
the Confessor, Gregory of Nyssa, and the concpet of “perpetual progress”, a.c.165; también J.
DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique, o.c.291-307.
217
Cf. J. DANIÉLOU, Platonisme et théologie mystique o.c. 322.
168
Parresía218
Apóphasis y simbolismo219
Conocimiento místico221
218
Ver, Ibid 110-126.
219
Ver, Ibid, 133-143.
220
Cf. M. LAIRD, Apophasis and Logophasis en Gregory of Nyssa‟s Commentarius in Cantica canti-
corum, en StP 37, 2001, 126-132: is the fuit of apophatic union beyond thougt and
speech, a union wich paradoxically expresses itself in discurse and deeds. Stated another way,
is language that is searching for God, , by contrat, is language that is full of
God.
221
Ver Ibid, 133-137, 143-151.
169
¿Hasta qué punto Gregorio, al rechazar con razón cualquier intermediario entre
Dios y la creación no vuelve a caer en un neoplatonismo cuya pantalla opaca se sitúa
entre el ser y el no-ser?
Y ¿qué es el hombre sin esas túnicas de piel? El deseo de Dios es demasiado in-
mediato cuando actúa en la historia. Pretende ir a Dios sin pasar por todo el espesor
de la mediación humana. Ingenuidad de una filosofía, de un platonismo particular,
que afirma al hombre, transformado al instante en aquello a lo que se orienta y dirige
su mirada.
222
A. MEIS, El ocultamiento de Dios en los Comentarios al Cantar de los Cantares de Gregorio de
Nisa y Pseudo Dionisio Areopagita, en SPt. 37, 2001, 194-206. El autor comenta los términos simbó-
licos familiares a Gregorio, como sombra, nube, tiniebla, noche.
170
Teodosio, nada más subir al trono, pretendió restaurar la unidad religiosa del im-
perio sobre la base de la ortodoxia nicena, para restañar las heridas de ruptura entre
oriente y occidente223. De aquí su edicto Cunctos populos del 28 de febrero del 380,
que también marca el final oficial del arrianismo. Con la convocatoria de un concilio
ecuménico, formado por los obispos de las provincias orientales, pretendía dar defini-
tivamente la puntilla mortal al arrianismo, cuya prosperidad se atribuía a la política
proteccionista de Constancio y Valente.
Pero los Padres de este Concilio tenían además que encarar la herejía nacida en el
seno del arrianismo, el macedonianismo o los pneumatómacos. Como hasta ahora la
teología del Espíritu Santo se había mantenido en un estado primitivo y embrional
nadie se había ocupado de la cuestión. No dejaba de ser providencial que la polémica
estallara más por vía oral que por escrita. Sin embargo, los Padres ortodoxos apoya-
ron bien sus argumentos por escrito (Atanasio, Basilio, Gregorio de Nacianzo, Epi-
fanio, Dídimo el Ciego). Las cláusulas del constantinopolitano vienen a ser una cris-
talización condensada de estas enseñanzas:
a) El Espíritu es el Señor. El Señor, Kyrios, es un apelativo divino; el mismo
que el concilio de Nicea a Cristo, único Señor.
b) El Espíritu Santo es el Vivificador. El Espíritu Santo no recibe la vida; la da.
De ahí se deduce su divinidad. Si todas las criaturas participan de Él, no
puede ser una realidad creada, sino algo propio del Logos que lo ofrece para
comunicarse a sus criaturas (Atanasio). Es vivificador en cuanto autor de la
vida espiritual.
c) Procede del Padre. Pero sin ser engendrado, aunque igual al Padre.
El “credo constantinopolitano” en su versión latina experimenta la célebre
añadidura del Filioque (y del Hijo), cuyo origen e inclusión en el símbolo
hay que situarlo en la tradición hispana, que a fines del siglo V se empezó a
proclamar en la liturgia mozárabe. El Filioque intercalado en el Símbolo es
piedra de escándalo para los bizantinos. Por ello desde tiempos de Focio
atacan a la Iglesia romana en su pretendida ortodoxia.
223
Cf. L. PERRONE, El concilio de Constantinopla, en G. ALBERIGO, Historia de los concilios ecumé-
nicos o.c. 55-66, bibliografía, 101-102.
171
UNIDAD II-3
1
N. EL-KHOURY, Anthropological Concepts of the School of Antioch, en StP.17, 1993, 1359-1365:
“The anthropology of the School of Antioch support a concept of man which sees as the link between
the invisible, spiritual world ant the material visible world”. El hombre recibe de Dios en el comienzo
lo que necesita para llegar a su culminación. Aquí la lucha y la tentación son necesarios para su per-
fección. Estos criterios alimentarán constantemente la cristología y la antropología de Teodoro de
Mopsuestia.
174
realista. Alejandría conserva más vivo el valor de la resurrección, mientras que An-
tioquía mima la dimensión evolutiva de la encarnación y con ello de la resurrección.
Pero una y otra escuela acepta, de acuerdo con Nicea y Constantinopla, que “Je-
sucristo es perfecto Dios y perfecto hombre”. Aunque con la amenaza latente de que
los alejandrinos carguen el acento en el primer predicado de la proposición en des-
ventaja del segundo. También la escuela antioquena se complica acentuando por
igual la dualidad de los dos predicados, con el peligro de proyectarlos sin precisión
sobre el sujeto de la proposición2.
ESCUELA ANTIOQUENA
2
Ver un amplio desarrollo de P. SMULDERS, Desarrollo de la cristología en la historia de los dogmas
(Período de las grandes controversias) en Mysterium Salutis III,351ss; A. GRILLMAIER, Cristo en la
tradición cristiana, o.c. 659-749; B. STUDER, Las grandes tradiciones cristológicas, en Dios Salvador
en los Padres de la Iglesia o.c.293-309.
3
Puede leerse el texto detallado y de gran colorido que nos ha dejado Libanio como descripción de la
ciudad de Antioquía, y el comentario adjunto de R. MARTIN. Véase Antioche décrite par Libanius, en
A. FESTUGIÈRE, Antioche païenne et chrétienne, o.c. 23-61.
4
El emperador también frecuentaba la ciudad, y conocía bien a sus moradores. Ponía en Antioquía y
en sus ciudadanos el máximo empeño en orden a sus proyectos de repaganización. Véase A.
FESTUGIÉRE, Les antiochiens vus par l‟empereur Julien, en, ibid, 62-89.
175
Ejerció su magisterio durante cuarenta años5, dejando profunda huella en los ambien-
tes antioquenos gracias a un amplio como variado círculo de discípulos, entre los que
se contaban Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia6.
Pero, como solía suceder, el cristiano convertido intentaba romper sus contactos
con la cultura ambiental, concretada en la celebración de fiestas, en las costumbres,
en el ceremonial público; aunque muchas veces se trataba sólo de un amago que tenía
más visos de apariencia que de realidad, porque lo que realmente interesaba era evitar
en la sociedad cualquier elemento concreto que denotara una posible relación cristia-
no-pagana. Para contraponer a la cultura y educación ambientales – culpadas sustan-
cialmente de inmorales tal y como las describe Libanio – con sus innegables aspectos
positivos en el plano intelectual, Juan Crisóstomo recomienda en sus escritos7 la edu-
cación monástica, como el mejor método para proteger a los niños y jóvenes frente la
supuesta siniestra educación que suelen recibir a través de la literatura y en general de
la paideia profana8. El mismo Juan Crisóstomo, después de haber sido alumno de
Libanio, lo repudia y lo ataca ferozmente en su escrito con ocasión de la fiesta de san
Babilas.
5
Cf. A. FESTUGIÈRE, Libanius éducateur à Antioche, en Antioche païenne et chrétienne o.c.91-139.
6
Cf. A. FESTUGIÈRE, Quelques élèves de Libanius, en ibid, 141-179 ; SÓCRATES, HE 6,3; B.
SCHOULER, La tradition hellenique chez Libanios, Paris 1984 ; P. PETIT, Les étudians de Libanius,
Paris 1957.
7
Ver A. FESTUGIÈRE, Le rôle des monastères dans l‟éducation selon Jean Chrisostome, en Antioche
païenne et chrétienne, o.c.181-210.
8
Ver A. FESTUGIÈRE, Paideia grecque et éducation chrétienne, en Ibid, 211-240.
9
Ver, B. DE MARGERIE, Histoire, « Theôria » et Tradition dans l‟École d‟Antioche, en Introduction à
l‟histoire de l‟exégèse I. Les Pères grecs et orientaux o.c.188-213 ; C. SCHAÜBLIN, Untersuchungen
zu Methode und Herkunft der Antiochenischen Exegese, Köln 1974.
176
10
Cf. Aristarchus of Samothrace, en Brill‟s Encyclopaedia of Ancien Word New Pauly I. Leiden 2002,
1090-1093.
11
Cf. L. MARIÈS, Études préliminaires à l‟édition de Diodore de Tarse sur les Psaumes. Paris 1933,
136 .
177
12
Cf. E. SCHWEIZER, Diodor von Tarsos als Exeget, en ZNTW 40, 1941, 33-75; R. A. ABRAMOWSKI,
Untersuchungen zu Diodor von Tarsus, en ZNTW 30, 1931, 234-262.
13
Cf. G. DOWNY, Julian the Apostate at Antioch, en Church History 8, 1938, 303-315. Este investiga-
dor menciona varios motivos por los que Juliano permaneció en Antioquía. Entre otros parece que el
intento de reconvertir al paganismo a la población ciudadana cuyo cristianismo le parecía superficial.
14
Cf. J. L. DESNIER, salutius- Salustius, en REA 85, 1983, 53-65.
178
tensa entre y con los modos de entenderlos, como un servicio o una
amenaza al fundamento de la fe cristiana15.
15
Cf. G. RINALDI, Diodoro de Tarso. Antiochia et le ragioni della polemica antiallegorista, en August
33,1993, 407-430, A. GRILLMEIER, o.c. 552-563; y la breve reseña de M. SIMONETTI en DPAC 1,601-
602.
16
Ver A. FESTUGIÈRE, L‟ascéterion de Diodore à Antioche, en Antioche païenne et chrétienne, o.c.
181-192.
17
18
19
179
Cirilo alejandrino, por su parte, opinaba que el origen del nestorianismo había que
buscarlo en las raíces de los escritos de Nestorio, y creyó encontrarlas en Diodoro.
No dudó en denunciarlo20; pero todos sus intentonas de condena resultaron infructuo-
sas, aunque contribuyeron no poco para descrédito de Diodoro. Sus dos discípulos
más célebres han sido: Teodoro de Mopsuestia y Juan Crisóstomo.
Quizá por haberlo desacreditado como hereje gran parte de la sociedad cristiana,
se han perdido la mayoría de sus obras. De hecho sólo nos quedan fragmentos y ver-
siones de sus Comentarios a casi todos los libros de la Biblia según los principios
exegéticos antioquenos, y con una agudeza crítica poco común. Así, para Teodoro la
visión profética, o se sitúa en el contexto de la contemplación de las dos
katástasis o edades, que son la base de su sistema teológico: La primera katástasis es
la del mundo que pasa, la vida presente y su marco; la segunda, es el estado futuro,
nuestra conformidad con Cristo.
20
Carta 45,47; 69,27.
21
J. QUASTEN, Patrología II, 447ss.
180
Si Dios ha separado a los hebreos de los paganos, si les ha dado la circuncisión, si los
ha agrupado en una región aparte, si les ha impuesto un culto particular, es para que
Cristo, venido al mundo, conforme a las promesas de los profetas… pudiera convencer
a todos los hombres que los designios de Dios acerca de la salvación de la humanidad
no eran de fecha reciente, sino que habiendo fijado su decisión en los tiempos más
antiguos y remotos, según el testimonio de Pablo, se había elegido a Abraham para
hacerse un pueblo del que se iba a preocupar a fin de que Cristo nuestro Señor, a su
llegada en la carne, para nuestra salvación, apareciera como viniendo a realizar el an-
22
tiguo designio .
En otras palabras, los tipos y las profecías, historía y theoría, están ordenados a la
segunda katástasis, al siglo venidero inaugurado en este mundo. No hay nada más
tradicional que una perspectiva semejante, en el contexto del que podría uno es-
pontáneamente preguntarse por la relación existente entre la theoría antioquena y las
consideraciones actuales sobre el sentido pleno de las Escrituras23.
22
ComAmós, en PG 66,241ab.
23
Ver A. GRILLMEIER, o.c. 668-689.
181
Hay que destacar el puesto preponderante que otorga al Espíritu Santo en su con-
cepción cristológica25. Y si la idea de una constitución pneumatológica de Cristo es
común a Teodoro y a Juan Crisóstomo, el primero ensombrece la presencia del Logos
en Jesús y destaca predominantemente la necesidad humana en Jesús del Espíritu en
función de su propia misión de salvación y de su adopción filial realizada por el Pa-
dre que, mediante el Espíritu Santo, acontece en su bautismo. Parece como si la idea
de la encarnación del Logos quedará como postergada frente a la pneumatización del
hombre-Jesús, hecha factible por el mismo Logos, precisamente por ser
con el Padre y el Espíritu Santo.
24
25
Cf. B. BOBRINSKOY, Christologie et Pneumatologie chez Théodore de Mopsuestia, en CPE
44,1991, 16-18.
182
Para salvar a los hombres Jesús tenía necesidad de nuestra humanidad siendo Hijo de
Dios. Debía asumir nuestra condición y tener la experiencia de nuestra existencia. Necesi-
taba gustar nuestras alegrías, nuestros combates, nuestras angustias y nuestra muerte.
Para realizar la obra de salvación en su vida humana y en favor nuestro, Jesús debía
experimentar todo eso. Pero le era indispensable el poder como Hijo de Dios y expresar
esta filiación a lo largo de su vida mediante un acto libre de obediencia a su Padre para la
26
salvación del mundo .
Teodoro nos brinda textos de una belleza trágica, en los que exalta la obediencia
de Jesús al Espíritu divino: Lo que se dice” fue guiado por el Espíritu” significa cla-
ramente que por el Espíritu era guiado y por Él fortificado para poder realizar la obra
encomendada. Él lo llevaba a realizar cuanto debía cumplir; Él lo instruía en cuanto
necesitaba; Él lo confirmaba en sus convicciones con el fin de situarlo a la altura de
semejante combate27.
Al resucitar de entre los muertos, nuestro Señor nació hombre nuevo e incorruptible para
otra vida en lugar de la anterior. Recibió la totalidad del don del Espíritu y llevó a cabo en-
tonces con facilidad todo cuanto se requería en este mundo para nuestra salvación; y como
después de la resurrección recibió la inmortalidad, fue constituido Señor de todos en su
28
unión con Dios, el Logos .
26
J. ZIZIOULAS, L‟expérience de l‟Esprit par l‟Église d‟après la tradition d‟Antioche, 196-197.
27
PG 66,995b-996a.
28
ComJn 17,10.
183
del Espíritu Santo aparece así preponderante en la visión de la salvación. Esto confie-
re a su concepción de la economía salvífica una dimensión trinitaria muy seria y
aceptable en la conciencia ortodoxa. Sin embargo, esta concepción se enmarca en el
cuadro dualístico de las dos naturalezas, unidas por conjunción y benevolencia, don-
de el sujeto de la obra salvífica es el hombre-Jesús, en cooperación íntima con el Pa-
dre, el Logos y el Espíritu.
Entre los padres griegos no hay nadie que haya dejado una herencia literaria tan
copiosa como Crisóstomo. Además, es el único, entre los antiguos antioquenos, cu-
yos escritos se han conservado casi íntegramente. Este trato de favor se debe a la per-
sonalidad de su autor y al valor de su mensaje29.
Escuchad, gentes mundanas: procuraos los libros que contienen los remedios del alma.
Si no queréis muchos, procuraos al menos el Nuevo Testamento, los Hechos de los Apósto-
les, los Evangelios. Ahí hallaréis excelentes lecciones en todo tiempo… Arrojaos sobre
estos divinos formularios, dejaos impregnar por ellos, retenedlos bien. Es la ignorancia de la
Escritura lo que engendra todos los males. Ignorarla, es marchar a la guerra sin armas,
31
estar sin defensa .
29
J. QUASTEN, Patrología II, 477.
30
Sacerd 1,2.
31
HomCol 9: PG 62,361-362.
184
32
Parece que nunca gozó de excelente salud; y frecuentemente la enfermedad, a causa sobre todo de
sus exilios forzados, se cebó en él. Sin embargo la debilidad del cuerpo le proporcionó una excelente
experiencia de la vida, un dominio de la terminología médica, y un conocimiento de la estrecha rela-
ción entre lo físico, lo psíquico y lo cósmico. Véase L. BROTTIER, Corps souffrant, corps séparé. Sur
quelques expériences vécues par Jean Chrysostome, en CPE 52, 1993, 19-23.
33
Léase la excelente narración biográfica de H. VON CAMPENHAUSEN, Los Padres de la Iglesia I.
Padres Griegos 173-1993.
34
Ver A. M. MALINGREY, Un théologien prédicateur, en CPE 43, 1991, 8-11.
35
Ver A. M. MALINGREY, Un théologien prédicateur, en CPE,43, 1991, 8-11.
185
Estudiando a Crisóstomo, nunca hay que olvidar su pertenencia plena el medio an-
tioqueno que le concernía. Quizá haya que acentuar la opinión de Daniélou según la
cual el patriarca de Constantinopla extraía las esencias de la Escritura teniendo en
cuenta el contexto de la misma Escritura38. Y Justamente a través del ciclo litúrgico
36
HomHebr 7,4.
37
Hom1Cor 18,3
38
Ver la introducción al tratado de Juan Crisóstomo sobre la incomprensibilidad de Dios en SChr
28bis. 15-63.
186
No es el razonamiento, según Pablo, lo que os enseñará algo, sino Dios cuya re-
velación os instruirá. Veis bien que no se trata de la conducta y del género de vi-
da, sino de las creencias y de la fe. Pues no son la conducta y el género de vida lo
que reclaman una revelación, sino las creencias y el conocimiento42
39
ComJn 1,1: PG 59,17.
40
Com1Cor 7,3: PG 61,58d
41
Com1Cor 5,1: PG 61,40-41.
42
CAnom II: PG48,417d.
43
ComTit 5,4: PG 63,45a; Com1Cor 7,2: PG 61,55-56; ComRm 17,2: PG 60,566d.
44
ComTim 1,4: PG 62,507; Com Jn 3,3-4, PG 61, 26-28.
187
sus fieles al conocimiento de los misterios; por eso, no es posible reducir sus formu-
laciones a un mero pragmatismo moral. La fe no es una simple adhesión mental o
espiritual, requiere igualmente un proceso del corazón y de la voluntad. Sólo así pue-
de llevar a la reforma de costumbres. La fe debe provocar en el cristiano una verdade-
ra sed de saber, una intensa necesidad de estudiar la Escritura. Pero la palabra de
Dios es suficiente por sí misma, porque la Escritura se explica por la Escritura45. Y
Crisóstomo se aplica a esta tarea con la máxima seriedad.
Quizá, por este motivo elimina de sus criterios la noción de Logos; y expresa a lo
largo de sus escritos una concepción original de la Escritura. Rehúsa considerar la
Biblia como un escrito más. Para él Dios habla por la Escritura46. Y considera el con-
junto de libros bíblicos como una inmensa correspondencia de Dios a la humanidad.
Al aplicar a la Escritura el género epistolar, evita el carácter anónimo e impersonal de
ciertas obras literarias; e introduce en el corazón de cada libro bíblico el lazo afectivo
particular de la correspondencia. El carácter epistolar pone en evidencia la naturaleza
dinámica de la Escritura, por la que se expresa la pedagogía divina47 y corresponde a
las preocupaciones actuales de dos interlocutores48, hasta llevar a la humanidad a la
salvación iniciada en la encarnación49. La Escritura es una figura de la encarnación,
pues anuncia por su contenido la venida del Hijo de Dios, permaneciendo fundamen-
talmente humana por su expresión.
45
Com1Cor 7,4: PG 61,59-60.
46
ComGn 2,2: PG 53, 27d-28a; 13,2: 107c.
47
ComMt 16,1: PG 57,239cd; Com Gn 21,1: PG 53,175.
48
CAnom 5: PG 48,741.
49
ComRm 1,2: PG 60,397.
50
Com Jo 59,2 : PG 59, 346de.
188
Juan Crisóstomo, pues expresa la disponibilidad benevolente de Dios, que somete sin
ninguna restricción la revelación a las contingencias de la historia humana. Crisós-
tomo recurre a la noción de condescendencia para expresar el comportamiento de
Dios con la humanidad, sobre todo con el don de la Escritura.
Cuando oís a propósito de Dios cosas como: cólera, indignación, guardaos de tomar estas
expresiones bajo el prisma de una acepción humana y material. Estamos ante un lenguaje
de condescendencia. Lo mismo nos sucede a nosotros si hablamos con los hombres bárba-
ros; tendremos necesariamente que adaptarnos a su propio lenguaje. Balbucimos con los
niños y, aunque fuésemos muy sabios, nos bajamos a su nivel. Nada de extraño en este
lenguaje, puesto que, para corregir a los niños, nos mordemos las manos, fingimos cólera
en formas muy variadas. Lo mismo vemos en Dios, que adopta el lenguaje que le presta
David, a fin de impactar en hombres toscos. Al hablarnos, considera menos su propia digni-
dad que el interés de aquellos a quienes se dirige… Con un lenguaje más espiritual hubiese
sido problemática la doctrina de la providencia de Dios… y ¡cuántos espíritus habrían igno-
52
rado completamente a Dios! .
51
J. CRISOST, Incompr III, SChr,28bis: PG 48,722a; Disc.I: PG 707b.
52
ExpSal 6: PG 55,71.
189
Pero Juan va más lejos. Se fija también en la oscuridad de las profecías54. E insiste
en la homilía 32 sobre el Génesis en donde refiere que Dios no ha querido que todas
las verdades de la Escritura fueran totalmente claras y comprensibles a una simple
lectura, pues el Señor pretende siempre sacudir nuestra modorra para que, mediante
la vigilancia, podamos extraer con esfuerzo lo que nos sirva de utilidad; porque lo
que buscamos con esfuerzo y constancia se graba normalmente mejor en nuestro
espíritu que lo que comprendemos sin dificultad que, por lo mismo, desaparece rápi-
do55. La condescendencia de Dios no concierne sólo al Antiguo Testamento, sino que
se prolonga todavía en los discursos de Cristo56. El Hijo se sentía concernido a hablar
un lenguaje humilde reflejando la humildad de su naturaleza humana frente a la natu-
raleza divina. En fin, para Juan Crisóstomo la inmensa ventaja que presentaba la no-
ción de condescendencia ( consistía en unir con un único vocablo la
exaltación de la trascendencia de un Dios, que no puede bajar entre los hombres más
que permaneciendo por encima de ellos, (: de alto hacia abajo) y correlativa-
mente su inmanencia; lo cual viene a indicar que su superioridad no le impide estar
con ellos (). Esta condescendencia de Dios inspiraba a Crisóstomo en su diálogo
con los arrianos anomeos, y les manifestaba que la Escritura no separaba de la su-
blimidad del Creador su filantropía: Dios se sirve de la condescendencia en virtud de
su gran filantropía57. Por eso, la noción de condescendencia se relaciona con
53
Véase las denuncias de las exégesis antropomórficas en la ExpSal 7,11: PG 55,97-98, Crisóstomo
tenía en cuenta las secta de los Audianos, fundada por Audio, diácono de Edesa, que predicaba de
Dios un antropomorfismo rígido y literal (véase Audianos en DPAC I, 271. Sobre la controversia an-
tropomorfita, véase A. GUILLAUMONT, Les Kephalaia gnóstica d‟Évagre le Pontique o.c.59-61.
54
Cf. PG 56, 163-192.
55
HomGn 32: PG 53, 292-293.
56
HomJn 39: PG 59,221.
57
HomCol 4,2: PG 62,328.
190
Si el acuerdo de los relatos hubiese sido minucioso hasta en los más mínimos deta-
lles, en los lugares y hasta en las mismas palabras, ninguno de sus enemigos habría
creído que eso sucedería sin una reunión previa y sin una especie de convención de
individuo a individuo que han escrito lo que han escrito, ni que tal acuerdo fuese el
hecho de la sinceridad. Pero precisamente esta diferencia que se manifiesta en los
detalles aleja la más mínima sospecha de estos escritores y atestigua claramente en
62
su favor .
58
Ver HomMt 3,1: PG 57,32; HomJn 39,1: PG 59,221.
59
Ver en PG 53,120.
60
En PG 55,36; 48, 1009-1010.
61
Ver PG 53, 42.286; 53, 180.187.
62
HomMt 1 PG 57,16.
63
Citado por SÓCRATES, HE 4,7: PG 67,474b.
64
HomIncompr 1,231-234.
191
De esta manera, la revelación, que requiere del hombre una exégesis siempre im-
perfecta, condiciona la fe cristológica. Porque no se puede comprender la condescen-
dencia y la precisión de las Escrituras de un modo suficiente más que si se reconoce
al que personifica la condescendencia divina hecha precisión o acribía humana. No
pueden entenderse en profundidad las palabras de Cristo más que reconociendo a
Aquel que las pronuncia, Palabra divina hecha palabra humana. Y sólo así, por la
condescendencia y la acribía de su Palabra, Dios nos lleva a la contemplación
( de su ser. Esta contemplación, vinculada a la dura experiencia de una larga
agonía en el exilio, se traduce en relatos autobiográficos conmovedores, suscitando la
contemplacióndel más-allá, como anhelo y esperanza. Aquí manifiesta con la mayor
claridad que la Biblia está imbuida por esta preocupación educativa de Dios que lleva
progresivamente a la humanidad desde el abismo en donde se había precipitado, has-
ta la salvación realizada por la encarnación.
Este plan no se revela sólo por el carácter progresivo de la revelación, sino tam-
bién por la apropiación de las imprecisiones y de las imperfecciones imputables a las
vicisitudes de la transmisión de los textos revelados, o más simplemente a las limita-
ciones de los actores y escritores sagrados. De aquí se deduce la necesidad de situar
el texto escriturario en su contexto pedagógico correspondiente; no se trata, propia-
mente hablando, de hacer una exégesis histórica, es decir, de recolocar el texto en su
cuadro eventual, sino de examinarlo en función de la oikonomia educativa divina
para determinar su sentido exacto67. Por otra parte, se opone radicalmente a la exége-
sis literal, pues la expresión del pensamiento sagrado, condicionado por las circuns-
tancias, está en función de la condescendencia y de la debilidad ( de los
destinatarios, todo cristiano, esclarecido por la fe, no debe ceñirse a la letra, sino in-
terpretar el texto de una manera digna o conveniente a Dios (68. Sin duda
la exégesis literal se impone para mesurar la importancia de la condescendencia y el
valor que se merece; pero esto no es más que un elemento
65
Incompr, Hom 3,53-59; 5, 285-310.
66
Ibid, Hom 4,222; 5,55-57.
67
ComHe 1,1-2: PG 60,15-16.
68
Com1Cor 26,3: PG 61 45d-46c
192
Frente a los arrianos, Juan Crisóstomo defiende la divinidad de Cristo; eso sí,
manteniendo la realidad corporal de Jesús frente al docetismo y el maniqueísmo. Su
naturaleza física viene a ser el templo santo (, por cuyo medio vino la
vida celeste a nuestra tierra. Por eso, su interés estriba en la vida que desarrolla el
Logos en su humanidad. La misma asunción del sufrimiento redentor depende de la
voluntad divina del Logos, sin intervención de la voluntad humana. Parece que
Crisóstomo reproduce la cristología atanasiana.
69
ComSal 9,4: PG 58, 98-99.
70
SermLaz 3,2: PG 48, 738cd
71
A este respecto vale la pena destacar en Juan Crisóstomo la importancia de la neotesta-
mentaria como lo ha señalado G. J. M. BARTELINK, Die Parrhesia des menschen vor Gott bei Johan-
nes Chrysostomus, en VC 51, 1997, 261-272.
72
J. M. LEROUX, Relativité et transcendance du texte biblique d‟après Jean Chrysostome, en La Bible
et les Pères, Paris 1971, 67-78 ; J. KECSKEMÉTI, Exegèse chrysostomienne et Exégèse engagée, en StP
22,1982, 137-153, B. DE MARGERIE, Saint Jean Chrysostome, docteur de la condescendance biblique,
en o.c. 214-239.
73
Ver en A. GRILLMEIER, o.c.664-668; también M. E. LAWRENZ, The Christology of John Chry-
sostom, en StP 2,1989, 148-153.
193
74
HomGn 44,5: PG 54,412.
75
ComMt 31,2-3: PG 57,373.
76
ComEp1Cor 4,4, : PG 61, 35-36.
77
CatBaut 7,12.
78
HomTecl : PG 50,747-748.
79
Ver A. PIÉDAGNEL, L‟initiation chrétienne à Antioche à la fin du IVème siècle, d‟après saint Jean
Chrysostome, en CPE 43,1991, 12-15 ; A. WENGER : La Liturgie baptismale à Antioche vers la fin du
IV siècle.66-104, en Huit Catéchèses baptismales, S.Chr 50bis, 1970 ; J. MARSAUX, Pour une nou-
velle approche de l‟Eucharistie chez Jean Chrysostome à partir de la pragmatique, StP. 565-570.
80
CatBaut 7,12; cf. L. BROTTIER, La resurrection, source et but de la spiritualité chrysostomienne, en
CPE, 43, 1991, 16-17.
81
De Compunct. 1,8, PG 47,407.
82
Ego Dominus 5: PG 56,247-9.
194
Aunque Crisóstomo se dirige siempre a los neófitos, no olvida a los demás miembros de
la asamblea cristiana. Pues todos, de hecho, pueden llamarse neófitos si han conserva-
do el lustre de su bautismo. El tema de estas homilías no es la explicación de los sa-
cramentos, sino la iniciación a la vida cristiana. El orador expone a los neófitos las obli-
gaciones morales que derivan de su bautismo. Se inspira en los textos litúrgicos de la
semana pascual, o del desarrollo de los acontecimientos del momento, como las carre-
ras en el hipódromo, una synaxis junto a la tumba de los mártires, o la presencia en la
88
asamblea de gentes del campo .
83
Habentes eundem Spiritum 1,5. PG 51,276.
84
ComRm 13,8: PG 60,518.
85
Cf. I. BAÁN, L‟aspect pneumatologique de la vie morale du chrétien selon Jean Chrysostome, en
Agustinianum 37,1937, 327-331.
86
Se relaciona a Crisóstomo con una anáfora eucarística : véase R. F. TAFT, Reconstituting the Obla-
tion of the Chrysostom Anaphora: An Exercise in Comparative Liturgy, en OCP 59, 1993, 387-402.
87
Cf. A. PIÉDAGNEL, L‟initiation chrétienne à Antioche à la fin du IV siècle, d‟après saint Jean Chry-
sostome, en CPE 43, 1991,12-15.
88
A. WENGER, Catéchèses baptismales, en SChr 50, 41.
195
El siglo IV trae consigo una intensa ola mistérica que invade todos los ámbitos de
la vida cristiana. En principio parece una extensión del mismo bautismo, y Juan
Crisóstomo no sólo no es ajeno a este clima mistérico, sino que lo fomenta más si
cabe. Para él, el núcleo y apoyo de la vida social cristiana, que es la familia, expresa
el misterio de la filantropía divina; la alcoba matrimonial es la cámara santa donde la
Iglesia y Cristo hacen efectivos sus vínculos entre esplendores celestes89. Si la vida
cristiana en totalidad expresa misterio, lo expresarán aún más quienes representan la
autoridad divina en la sociedad cristiana, los miembros de la jerarquía, conforme a su
misma denominación. Esencialmente el obispo y el sacerdote son los instrumentos
personales divinos para transformar la comunidad cristiana en una sociedad sacral.
Desde este ángulo, el sacerdocio es algo sublime e inalcanzable porque pertenece a
las instituciones celestes. Nuestro autor ha puesto tal empeño en la elaboración del
tratado sobre el Sacerdocio que su calidad supera al resto de sus obras, hasta el punto
de convertirlo para la posteridad en un clásico de la institución sacerdotal y uno de
los mejores tesoros de la literatura patrística90. El obispo, cabeza del sacerdocio, riva-
lizará con las autoridades de la sociedad, y gozará de una dignidad semejante a la del
emperador. Por eso reivindica unos símbolos externos y sobre todo una vestimenta
que realzan el status y la expresión de su poder y prestigio. De entre los signos que
atañen a su persona, el más significativo sin duda es el trono- sede, montado en el
centro del ábside91 de su palacio Ŕtemplo, con los miembros del clero en torno suyo y
rodeado de los coros de vírgenes que entonan cánticos o acompañan sus paseos pro-
cesionales antes y después de los oficios. Tampoco pasa por alto a los monjes, quie-
nes, en la medida de lo posible, nunca deberán rehusar la ordenación sacerdotal. El
patriarca de Constantinopla veía en ellos posibles colaboradores de su
89
Textos en las Catequesis bautismales S.Chr 50bis y 366 ; véanse algunas de estas referencias en J. P.
CATTENOZ, Initiation chrétienne, Mystère nuptial, en CPE, 44,1991, 13-15.
90
Véase la esclarecedora presentación sintética del tratado sobre el Sacerdocio en J. QUASTEN, Patro-
logía II,510-514; traducción española de D. RUIZ BUENO, en BAC 169.
91
EGERIA, Itinerario 46,5.
196
Pero Juan se sentía ante todo pastor. Su gran preocupación se centraba en la posi-
bilidad de hacer llegar a la gente el mensaje de la Escritura como instrumento
92
Véanse los tres libros sobre los impugnadores de la vida monástica (PG 47,393-422), e incluso la
célebre carta reconvención a Teodoro de Mopsuestia que había desertado de su compromiso monásti-
co: en SChr 117.
93
Cf. R. TEJA, Emperadores, obispos, monjes y mujeres. Protagonistas del cristianismo antiguo,
Madrid 1999, 75-107.
94
D. LEE GREELEY, John Chrysostom, On the Prieshood. A Model for Service, en StP 22, 1987, 121-
128.
95
Casi todos los obispos de esta época se rodean de vírgenes y los que son escritores tienen su peculiar
tratado o al menos sus cartas sobre la virginidad: véase F. DE VIZMANOS, Las vírgenes cristianas de la
primitiva Iglesia. Estudio y antología patrística,en BAC 45, Madrid 1949.
96
Cf. J. CHRYSOSTOME, Lettres à Olympias. Vie anonyme d‟Olympias, introducción de A. M.
MALINGREY, en SChr 13bis, 11-69.
97
Véase A. HARTNEY, Men,Women and Money Ŕ John Chrisostom and the Transformation of the
City, en StP. 37, 2001, 527-534; W.MAYER, Constantinopolitan women in Chrysostom‟s circle, en
VC 53,265-288 ; el fenómeno se repetirá en occidente en los círculos de Jerónimo y Ambrosio entre
otros. Pueden leerse con provecho las atinadas páginas de R. TEJA, o.c. sobre todo el párrafo IV,11,3:
Las limitaciones de la “liberación” femenina: la mujer virgen al servicio de la promoción masculina,
225-231.
197
98
HomGn 1,1. El término en la versión de los Setenta sólo se encuentra expresando la ternura materna
en 4Mc 15,6,9,13; y en el Nuevo Testamento, sólo en Rm 12,10 para evocar el amor fraterno. Mientras
que en la literatura clásica expresa las diferentes formas de afección sobre todo en el marco familiar
(PLATÓN, Leyes 927b; JENOFONTE, Ciropedia 1,3,2,4,3; PLUTARCO, Vida de Cleomene 1,3), incluso el
apego por los animales (Arist. Hª de animales 9,37,621a). El término, que indica la disposición natural
a querer, tiene una importancia relevante en la época helenística y romana. Cf. J. DE ROMILLY, La
douceur dans la pensée grecque, Paris 1979, 214, 272,293 ; sobre todo, C. SPICQ, , en
Lexique théologique du Nouveau Testament, o.c.1604-1608.
99
HomGn 14,3 : PG 53,113-114 ; 17,1 : PG 134 ; incluso con Caín después de su crimen: 19,2: PG
160.
100
HomGn 46,2 : PG 54,424.
101
Poenit 1,1 : PG 49,277.
198
La cuestión social
102
Poenit 8,1 : PG 49,335 ; HomGn 2,1 : PG 53,26 ; ComJn 7,1 : PG, 59,61. etc
103
Ver en C. SPICQ, o.c. 568-572.
104
Cf. L. BROTTIER, Comment prêcher la paternité de Dieu ? Les réponses de Jean Chrysostome, en
CPE 73, 1999, 24-38.
105
Véase Hom1Tim 12,4 : PG, 62,563 ; HomMt 77,4 : PG 58,707.
199
En este medio tan lleno de contrastes Juan Crisóstomo despliega su actividad entre
los años 386 y 397. Su gran elocuencia es una ayuda de primerísima instancia, pero
también se toma muy en serio sus responsabilidades en el ámbito de la caridad. Las
homilías que pronuncia en Antioquía permiten captar muy al vivo una situación que
representa un desafío para el cristianismo y que suscita la angustia de un servidor de
la Iglesia preocupado por el servicio de los pobres107. Según la homilía 66 sobre el
evangelio de Mateo, una décima parte de la población se contaba entre los más ricos;
por el contrario, otra décima sería contada entre los más pobres; en medio, las ocho
décimas partes estaba formada por artesanos, pequeños comerciantes, la burguesía, y
los humildes y menesterosos que viven al día. Por su parte, la Iglesia de Antioquía a
su vez poseía considerables bienes raíces. Así, en la homilía 85 sobre el evangelio de
Mateo expresa que los dominios eclesiales equivalen a la fortuna de uno de los gran-
des de la ciudad. Los sacerdotes que suelen ocuparse de explotar estos negocios y de
comercializar sus productos, son el blanco de las críticas del obispo. Si la Iglesia jus-
tifica sus posesiones es para mantener instituciones como hospitales y beneficencias.
Está convencido de que la lucha para sanear la situación social depende de una re-
forma en el comportamiento individual y colectivo, y sobre todo de la formación de
las conciencias. Desde este ángulo denuncia un estado de espíritu que reina en Antio-
quía: en su gran mayoría, los habitantes de esta ciudad viven ebrios de juegos circen-
ses crueles, de representaciones teatrales que mancillan la virtud, de todo tipo de fies-
tas, hasta el punto de insensibilizarse con la situación de pobreza ambiental, y mos-
trarse insolidarios. Así, hablando de la borrachera del afán de riquezas, exclama:
¿Esto es vida? ¿No es muerte y peor que cualquier muerte? La muerte, en efecto,
trae descanso al cuerpo y libra al alma de la risa, de la indecencia y de los peca-
dos; esta borrachera, por el contrario, arroja a todas estas cosas pues obtura los
oídos, cierra los ojos, retiene la mente en la más oscura tiniebla. No puede oír ni
hablar otra cosa que de intereses, e intereses de intereses, de ganancias vergon-
zosas y de operaciones comerciales execrables, de negocios en nada liberales y
muy esclavizantes.
106
Ver J. QUEREJAZU, L‟usage et l‟abus des biens matériels dans la pensée de Saint Jean Chrysos-
tome, en CPE 70, 1998, 35-44 ; R. WINLING, Jean Chrysostome et la question sociale à Antioche, en
CPE, 43,1991, 21-24.
107
D. GREELEY, St John Chrysostom Prophet of Social Justice, en StP 17, 1993,1163-1175; A.
NATALI, Christianisme et cité à Antioche à la fin du IV siècle d‟après Jean Chrisostome, en Ibid 41-
61.
200
Lo mismo que el perro que ladra contra todos, que ataca a todos sin razón algu-
na, éste se levanta contra los pobres, envidia a los ricos y con nadie se relaciona
amablemente108.
Proposiciones utópicas
108
HomRom 13,11.
109
Hom1Cor 34.
110
HomHe 34.
111
Cf. P. ESCOLAN, o.c. 125,134.
201
Sin embargo, estas alusiones al bien común no arrastraron a Juan a adoptar solu-
ciones radicales porque, entre otras cosas, siempre su pensamiento social estuvo so-
metido a una evolución constante. En su etapa de Constantinopla renunció a especu-
laciones concretas, aunque se sintió obligado a reflexionar sobre las injusticias socia-
les en aumento, rozando sus consideraciones a una cierta cosmización cristiana. En
tal caso, todo el cosmos y la historia serían manifestación de la voluntad divina. Aquí
Juan manifiesta una clara tendencia combinatoria entre el platonismo y la proyección
estoica, en la formación y constitución del llamado cuerpo social. En su obra sobre la
vanagloria y la educación de los hijos compara el alma a una ciudad interior que
112
J. M. LEROUX, Saint Jean Chrysostome et le monachisme, Paris 1975, 125-147 ; ID, Monachisme et
communauté chrétienne d‟après saint Jean Chrysostome, en TVM, Aubier, Paris 1961, 143-191.
113
ComSal 4,2: PG 55,41.
202
comunica con el mundo exterior mediante las “puertas” de los cinco sentidos114. La
tarea no era nada fácil y el programa de formación cristiana requería una paciente
aplicación115, porque la cultura ciudadana establecida en la desigualdad y la injusticia
había hecho del ideal de vida una pura apariencia (, sostenida en la vaciedad de
criterios que derivaban en vanagloria (, cuyos excesos estigmatiza Juan116.
La vida social es algo que Dios quiere, pero con la voluntad social quiere también el
culto litúrgico, la oración de todos en común y en privado. Es condición indispensa-
ble la hermandad universal y la unidad de todos, formando un solo cuerpo. La Biblia
no nos ofrece otro proyecto distinto de comportamiento humano mientras se mantie-
ne siempre como palabra de Dios que juzga la historia.
La actividad humana
Crisóstomo evoca la imagen de Dios como fundamento de una teología del traba-
jo. Imitación del trabajo de Dios117. Del poder creador de Dios a la inventiva del
hombre. Lo que hace del hombre imagen de Dios es su misma realidad constitutiva
de ser imagen del soberano ( y del creador (. Y más
que el trabajo, la técnica es la que se encuentra exaltada, como una participación en
el poder demiúrgico de Dios. De aquí la responsabilidad excepcional a la acción del
114
Platón había mostrado en el libro VIII sobre la República las relaciones de correspondencia y de
acción recíproca entre las diferentes formas de régimen político y el tipo de alma del hombre urbano
que va madurando en el seno de la ciudad. Lo que tiene en cuenta Juan Crisóstomo en esta obra en la
que combina apreciaciones de ejemplos paganos con enseñanzas extraídas de la Escritura. Además,
esta obra presenta un claro paralelismo con el tratado sobre la educación de los hijos del Pseudo-
Plutarco. Crisóstomo se sirve de todos los recursos para lograr la finalidad de la pedagogía
( cristiana para formar un atleta para Cristo (&19). Ver. C. DAUDE, Jean Chrysos-
tome et la Pédagogie: de la cité terrestre à la cité intérieure, en CPE 48, 1992,11.
115
Quizá un excesivo celo de Juan Crisóstomo le llevó a atacar muy duramente, al menos mediante
una retórica verbal, a los judaizantes, numerosos sobre todo en Antioquía, su primer campo de acción,
en donde frecuentaban las sinagogas. Juan se refiere a este problema en la expresión “el mal judaico”
en su tratado contra los Judíos. Véase J. P. CATTENOZ, Jean Crysostome face au judaïsme, en CPE
29,1988, 5-24 ; R. L. WILKEN, John Chrysostom and the Jews, London 1983.
116
Ver, A. M. MALINGREY, Sur la vaine gloire et l‟éducation des enfants, en CPE 48, 1992, 12-15.
117
L. DALOZ, Le travail selon saint Jean Chrisostome, Paris 1959. 167ss.
203
Por su parte, la obra ( de Dios, es también obra del hombre119, de los arte-
sanos, de los monjes, y de Adán antes de la falta120. La obra humana, a la que le esti-
mula la luz del sol121, es la misma que emprendieron los constructores de la torre de
Babel122. De ella únicamente se desentiende el perezoso123. La actividad (
llega a ser sinónimo de ocupación124 en oposición con la inercia () el defecto
de los ociosos125. La actividad involucra a los animales, a los astros y a la naturaleza
entera126. Más aún, los términos son susceptibles de una acepción más concisa: el
ayuno o la caridad pueden ser una actividad espiritual ( distinta
de cualquier actividad manual (recomendada por Pablo127. Por su
parte, los ricos que hacen la limosna tienen en el cielo su lugar de trabajo
(.
118
ComJn 36,2:
119
AdvIud 4,1: PG 48,872.
120
ComMt 8,3: PG 58,643.
121
HomHe 35,3: PG 60, 256.
122
PG 53, 275.
123
ComJn 44,1: PG 59,248.
124
Com1Cor 11,6: PG 61,95.
125
Com1Cor 5,6: PG 61,47.
126
PG 63,515.
127
Hom1Tes 6,1:PG 62,429.
128
ComMt 49,4: PG 57,88.
204
129
AdvIud 8,2,: PG 59,929.
130
M. JUGIE, Nestorius et la controverse nestorienne, Paris 1912.
205
Por tanto, aunque haya división en las naturalezas, no impide que se requiera una
adoración. Cada naturaleza conserva sus propiedades y obra conforme a ella. Sólo se
admite entre ellas una unión de pura complacencia (, contando con la
condescendencia de Dios. Pero por encima de todo, no deja de ser una unión personal
(. El Logos y el hombre llevan cada cual su personalidad res-
pectiva a la unión. El Logos sin carne ( no es diferente del Logos encarna-
do (. En esta unión las naturalezas siguen siendo lo que antes eran; pero las
personalidades se unen hasta el punto de no formar más que una, la persona
(de unión, que ya no corresponde al Logos ni al hombre, sino al com-
puesto.
Los nestorianos emplean el término máscara (, que procede del lengua-
je teatral como se ha indicado ya131, y designa las máscaras utilizadas por los actores
para caracterizarse. De este modo, Dios se apropia de la personalidad de Jesús; algo
así como el actor hace suyos los sentimientos del personaje que representa. Por eso,
no puede decirse que Dios haya sufrido en Jesús o que haya vivido una vida humana
con él. A lo sumo se puede afirmar sólo en un sentido figurado lo mismo que el rey
sufre cuando destrozan su imagen. Y precisamente por este o personaje
de unión, Jesucristo-Dios obra como hombre, y Jesucristo-hombre obra como Dios.
Los prosopónes del Logos y del hombre continúan subsistiendo en cierta manera su-
bordinados al prósôpon de Cristo, del cual son componentes. Este los domina y se
sirve de ellos. En consecuencia: el hijo de David no es el Logos de Dios. Dios no
murió, no se encarnó, sino que Dios resucitó a aquél en quien se encarnó. Nestorio
advierte: recorre todo el Nuevo Testamento y nunca encontrarás que la muerte haya
sido atribuida a Dios, sino al Cristo, al Hijo o al Señor. Es una postura antisufrimien-
to de la divinidad, o antitheopasquitas.
Por eso, María no es Theotokos en sentido propio. La madre debe ser de la misma
cualidad que el hijo. Ahora bien, si María es una criatura, nunca podrá ser propia-
mente Madre de Dios. Sólo el Padre es absolutamente hablando . Sin em-
bargo, como la expresión es de uso frecuente entre los fieles, se la puede tolerar por
el bien de la paz, a condición de que se la comprenda correctamente y que se añada
también que María es madre del hombre (. No obstante, prefiere las
expresiones madre de Cristo ( y receptáculo de Dios (. Y si
131
Ver pág 123 y nota 28.
206
Nestorio no admite más que un solo hijo en sentido unívoco y retira a Cristo, en
cuanto hombre, el título de hijo natural de Dios, concluye que Logos es el Hijo por
naturaleza y en verdad (; el hombre no sería “hijo” más que por
homonimia con el Hijo (.
132
A NESTORIAN COLLECTION OF CHRISTOLOGICAL TEXTS, Cambridge University Library MS Oriental
1319, edited and traslated by L.Abramwski and A.A.Goodman Cambridge 1972, dos volms. (1º volm
en siriaco, 2º en Inglés, Introduction, Translation Indexes) ; ver también J. QUASTEN, Patrología II,
571-577.
133
J. N. GUINOT, Les sources de l‟exégèse de Théodoret de Cyr, en StP 25,1993,72-94 ; ID, L‟exégèse
de Théodoret de Cyr, Paris 1995. Obra voluminosa. El autor destaca, a lo largo de un paciente análisis,
cómo Teodoreto pretende dar a la ortodoxia su fundamento equilibrado prestando una atención deta-
llada al texto bíblico mediante un análisis objetivo y riguroso, poco inclinado a la exégesis espiritual y
mística. Teodoreto siempre se muestra mesurado y de buen criterio, escapando a todo dogmatismo y
espíritu de sistema en su orientación a Cristo. Por el equilibrio que ofrece de las corrientes antioquenas
y alejandrinas, que bien conoce, Teodoreto despertó la máxima atención en los concilios de Éfeso y
Calcedonia.
134
Cf. P. CANIVET, Théodoret et le monachisme syrien avant le concile de Chalcédoine, en TVM 241-
282.
207
Hay en Teodoreto una afinidad de su sentido histórico con la exégesis que practi-
ca, en cuanto que se fija en los elementos humanos que entran en la composición de
la Escritura. Quiere ser un antioqueno moderado. Esta actitud ha pesado, sin ninguna
duda, en las decisiones de Calcedonia. Según este antioqueno, antes de la encarna-
ción sólo había una única naturaleza, debido a que la naturaleza humana fue unida en
el instante en que fue procreada, unión hecha en mutua asunción (.
Pero después de la encarnación, Cristo existe en dos naturalezas. Las distingue hasta
hablar de ellas como si se tratara de dos personas. No es el Logos-Dios el que ha sido
llevado al desierto para ser tentado, es el templo ( tomado por el Dios Logos del
germen de David. Identifica con y las opone a . Y a pe-
sar de que la unión de las naturalezas se hace por benevolencia, filantropía y gracia,
esta unión es moral y física. Por eso en Cristo sólo hay una persona, un hijo
135
Véanse el elenco de estas obras en J. QUASTEN, Patrología II, 598-564 y en CL. MORESCHINI/ E.
NORELLI, Storia della letteratura cristiana antica greca et latina II-I, o.c.231-247; II-II, 953-955.
208
ESCUELA ALEJANDRINA
136
SÓCRATES, Hist 7,7.
137
ISIDORO PELUSIO, Epist 1,25.
209
vida los rasgos típicos de un jerarca egipcio, como político de Iglesia y jefe de partido
religioso. Además, le gusta la polémica, por eso se mete en altercados. Su excesivo
celo por la ortodoxia le mueve a expulsar a novacianos, a judíos y paganos138. Él fue
moralmente responsable del asesinato bestial de la filósofa Hipatia, maestra muy es-
timada de Sinesio de Cirene139. Entra por ello en conflicto con Orestes, el prefecto de
la ciudad de Alejandría, pero Cirilo, prepotente, se siente intocable. Es dueño absolu-
to de flotas comerciales, tiene amplias posesiones en el interior copto y cuenta siem-
pre con una turba incontable e incondicional de monjes rudos. Cirilo sabe halagar al
emperador a golpe de espléndidos regalos. No hay por qué ocultar sus defectos.
Según el cardenal Newman, “Cirilo nunca aceptaría que se juzgara su santidad por
sus actos”140.
138
Cf. J. A. MCGUCKIN, The Influence of the Isis Cult on St.Cyril of Alexandria‟s Christology, en StP
24, 1993, 291-299. El templo de Isis, en Menouthis, había escapado de la destrucción general llevada
a cabo por el patriarca Teófilo: CIRILO, HomDiversae 18,2: PG 77,1101; SOPHRONIUS, Laud 26,: PG
87,3412; 27,3413.
139
Ver las incidencias de esta trágico asesinato en F. R. TROMBREY, Hellenic Religión & Christianiza-
tion I, o.c. 32ss, 267m 276.
140
Citado en H. VON CAMPENHAUSEN, o.c.194.
141
Cf. R. TEJA, La captación de votos y voluntades por Cirilo de Alejandría en el concilio de Éfeso,
en Emperadores, obispos, monjes y mujeres, o.c.123-134.
142
A este respecto es esclarecedora la postura adoptada por Cirilo asumiendo al fin, pero en detalles
insignificantes, las reclamaciones insistentes de los antioquenos, ver, G. M. DURAND, Une lettre
méconnue de S.Cyrille d‟Alexandrie, en , Hellénisme, judaïsme et christianisme à Alexandrie, Mélan-
ges offerts à Cl.Mondésert, Paris 1987, 351-363.
210
Principios exegéticos
143
Cyrilli Alexandrini in Joannis Evang., Ed. PUSEY, Bruxelles, 1965, III, 336; Fragm sobre 2Cor
3,13.
144
Ver en PG 68,489d; 69,504c, cf. ST. A. MCKINION, Words, Imagery and Mystery of Christ. A Re-
construction of Cyril of Alexandria‟s Christology, Leiden 2000.
145
ComentHabacuc, 130.
146
J. D. CASSEL, Key Principles in Cyril of Alexandria‟s Exegesis, StP 34, 2001, 413-420: The
of the Bible as a whole could thus be understood as pointing to Christ‟s coming. (Co-
mIs PG 70, 36ab). II. In order to Understand Any Biblical Text, the Interpreter Must Understand both
the Literary Conventions and the Various Words and References within the Text. III. Common sens
and Grammatical Rules Limit the Use of Allegory.
211
escogido por Dios para devolver a la humanidad el don del Espíritu Santo que había
perdido por el pecado: El Hijo único se ha hecho hombre a fin de que la gracia del
Espíritu fuese conservada en toda la naturaleza humana de una manera estable147.
147
ComJn 7,39: PG 73,756a.
148
Jn 1,32: He visto al Espíritu bajar del cielo como una paloma, y se posó encima de él.
149
Cf. A. MANZONE, La dottrina delle Spirito Santo nell‟in Joannem di S.Cirilo d‟Alessandria, Roma
1972, IVss.
150
ComJn 74,549cd.
151
Cf. Carta festal: PG 77,664; 70, 1087a.
212
152
DialEncarn en SChr 97, 288-289.
153
Ibid 286-287.
154
Cf. ¿Por qué Cristo es uno?, Traducción de S. GARCÍA-JALÓN, en CN 14, Madrid 1991, 30ss.
(SChr 395)
155
¿Por qué Cristo es uno?, 37ss (SChr 433).
213
La lectura juánica que Cirilo hace de la carta a los Filipenses, le lleva a reconocer
en el himno cristológico la afirmación de una kénosis gloriosa, incluso de una teofan-
ía de la kénosis, apuntando hacia una teofanía escatológica de Cristo, a la que se
refiere en algún pasaje156. De este modo, por su kénosis, Cristo adquiere la primacía
sobre todo el universo: El Logos es llamado Hijo único, puesto que ha sido, él solo,
engendrado por el Padre solo; pero ha recibido el nombre de Primogénito cuando se
hizo hombre y parte del mundo157.
Para unirnos, también nosotros, para fundirnos en la unidad con Dios y entre nosotros,
aunque conservemos nuestra propia individualidad por nuestras almas y nuestros cuer-
pos, separados en personalidades distintas, el Hijo único ha ideado un medio, encontrado
en su sabiduría, conforme al consejo del Padre. Por un solo cuerpo, su propio cuerpo,
bendice a sus fieles en la comunión mística, haciéndonos concorporales con él y entre
ellos. Si somos todos concorporales unos con otros en Cristo, y no precisamente uno con
otros, sino con Él que viene a nosotros por su carne, ¿cómo no seríamos nosotros uno,
158
todos, y los unos en los otros, y en Cristo? .
Todo parece indicar que, para Cirilo, la eucaristía era el objetivo inmediato de la
encarnación del Logos. Mediante ella el Logos encarnado vivifica a los hombres y los
une entre sí y con Él.
Doctrina cristológica
156
Por ejemplo ComIs II: PG 70,548c; 577d.
157
De recta fide 30: PG 76,1178.
158
ComJn 11,11: PG 74,560.
214
Con estas apreciaciones comprendemos ahora mejor por qué Cirilo incide tanto en
el texto encarnacionista del Evangelio de Juan (1,14): el Logos se hizo carne. La car-
ne es para el alejandrino una humanidad completa, dotada de un alma racional. Se
excluye por tanto todo atisbo de “apolinarismo”. Rehusó siempre el confundir las dos
naturalezas. En este aspecto no es monofisita, porque habla de una unión inefable o
inexplicable. Rechaza los terminos habitación, conjunción, e incluso asunción. La
159
B. MEUNIER, Le Christ de Cyrille d‟Alexandrie. L‟humanité, le salut et la question monophysite,
Paris 1997, 288ss.
215
EUTIQUES Y EL MONOFISISMO
Ciertos amigos del primer Cirilo, como Acacio, obispo de Mitilene, se escandali-
zaban cuando oían eso de las dos naturalezas después de la unión, actuando una y
otra sus operaciones específicas. Decir que una naturaleza sufrió y que la otra perma-
neció impasible es ser infiel a la única naturaleza (; además eso suponía
dividir a Cristo. Es el germen del llamado eutiquianismo.
Sin embargo, no habían resultado vanos todos aquellos empeños a lo largo de dos
años. Y si los antioquenos se vieron obligados a reconocer los excesos de Nestorio,
también Cirilo tuvo que ceder y dar una explicación de sus anatemas161. Uno de los
cabos que los cirilianos se empeñaron en asegurar era la fórmula supuestamente sali-
da de Atanasio, aunque en realidad es de hechura apolinarista, y que Cirilo adopta: la
única naturaleza de Dios encarnada. La reitera en su carta 46 a un tal Succensus,
aunque su receptor se mostró contundente: “Si Cristo padeció sólo con el cuerpo se
cae en el apolinarismo, y además se trataría de un sufrimiento puramente irracional e
involuntario, carente de verdadero valor. Si padeció también en el alma humana, en-
tonces quiere decir que constaba de una naturaleza humana completa y, por tanto, no
se puede hablar de una única naturaleza”.
Parece ser que a raíz de este intercambio epistolar Cirilo llega a comprender la ne-
cesidad de admitir que la humanidad de Jesús es autocinética (; y que
la voluntad tiene su propia energía (. Por eso llega a afirmar que, después
de la unión, se mantienen separadas las naturalezas, aunque Cristo no esté dividido.
160
Cf. L. PERRONE, De Éfeso a Calcedonia. La cuestión cristológica y la ruptura de la ecumene, en
G. ALBERIGO, Historia de los concilios ecuménicos,o.c. 68-95, con bibliografía 102-103.
161
Cf. J. MOINGT, o.c. 128-133.
218
Los historiadores del dogma señalan con complacencia que fue la presión de la
piedad popular, movida por un seguro instinto de fe, la que impuso el reconocimiento
de María como Theotokos, primero en Constantinopla y luego en Éfeso, a pesar de la
oposición de varios obispos y las reticencias de numerosos teólogos. Para los histo-
riadores de las religiones no hay nada nuevo en esto: la representación de una divini-
dad femenina y materna, de una diosa madre, domina gravida, joven encinta, que da
a luz milagrosamente, llevando en brazos y dando el pecho a su hijo divino, está ates-
tiguada en todas las religiones, desde los más antiguos milenios, por la arqueología y
la epigrafía. En Roma y en todo el Imperio se adoraba a la Gran madre, o Madre de
los dioses, la diosa Kurotrofos, y a su divino hijo representado como hijo Horus. Es
posible que Nestorio se acordara de esto cuando denunciaba como una “enfermedad
griega” la idea de “llevar al Dios Verbo asociado, por apropiación, a la lactancia”.
Sucederá, de hecho, que muchos elementos del culto de Isis – imágenes, títulos, ritos,
y también santuarios – van a ser “reconvertidos” en la nueva devoción a María Theo-
tokos. “Los dioses se van, sus cultos quedan”, constata Eric Dodds. La connivencia
de esta devoción con una imaginería religiosa ancestral será una ayuda poco contes-
table para la penetración de la fe cristiana en pueblos marcados aún por la religiosi-
dad pagana. Tan deshonesto sería intentar disimular estos hechos y estas relaciones o
esquivar su alcance, como ingenuo denunciarlos como alteraciones de la fe cristiana
o escandalizarse por ello, porque existe un fondo cultural común en todo lo que es
religioso, y el teólogo tiene que esforzarse por integrar este fenómeno en su re-
flexión162.
162
Ibid, 136. Valdría la pena continuar la lectura reflexiva y equilibrada de Joseph Moingt en las pági-
nas sucesivas de esta obra; véase también la reciente e interesante obra de S, BENKO, The Virgin God-
dess. Studies in the Pagan and Christian Roots of Mariology, Leiden 2004.
219
Así, a principios del siglo V el dogma cristológico había llegado al término de una
larga y sinuosa maduración. Quedaba la tarea de hacer comprender y aceptar a los
medios cirilianos la fórmula de Calcedonia, y también la de sofocar los brotes de
monofisismo
163
Cf. J. FANTINO, L‟enseignement christologique du concile de Chalcédoine (451), en CPE 90, 2003,
39-44 ; J. MOINGT, o.c. 146-152.
220
que se manifiestan hasta finales del siglo VII. Ese trabajo estará reservado a Leoncio
de Bizancio y a Máximo el Confesor.
Un siglo después del concilio de Nicea, donde se había definido que el Hijo es
“verdadero Dios”, pareció necesario afirmar que es también “verdadero hombre”.
Esta necesidad constituye la prueba de que se había perdido la evidencia de su huma-
nidad, y esto constituye la señal de que ya no se leen los evangelios como relatos. Se
ha perdido esta evidencia porque ya no es el individuo histórico Jesús de Nazaret
quien constituye el tema del discurso de la fe, sino el Hijo eterno de Dios, aparecido
bajo los rasgos de este hombre. Y la razón de porqué no se leen los evangelios como
relatos es porque se busca en ellos la revelación de misterios que no pertenecen a la
historia165.
164
A. GRILLMEIER, o.c. 837ss; también, J.MOINGT, o.c. 152-159.
165
J. MOINGT, o.c. 150-151.
221
166
Cf. J. DANIÉLOU, La Catequesis en los primeros siglos, Burgos 1998.
167
Cf. G. G. STROUMSA, From Esoterism to Mysticism in early Christianity, en Hidden Wisdom. Eso-
teric Traditions and the Roots of Christian Mysticism, Leidne 1996, 147ss.
168
Ver R. TEJA, El ceremonial en la corte del imperio romano tardío, en Emperadores, obispos, mon-
jes y mujeres, o.c.39-71.
169
Véase por ejemplo, R. WINLING, Catéchèse et liturgia chez Grégoire de Nysse, en CPE 91, 2003,
50-58.
222
todos los misterios o sacramentos y del culto; y es la gran paradoja como signo que
aglutina simultáneamente dos contrarios como son el poder y la humillación170. Uno
de los textos más relevantes a este respecto es un fragmento de las catequesis mis-
tagógicas en el que Cirilo muestra que los cultos arcanos no pueden entenderse sin
una referencia directa al esoterismo teologal171.
170
Véase el excelente estudio de J. W. DRIJVERS, Promoting Jerusalem: Cyril and the trae Cross, en
Portraits of Spiritual Autority, o.c. 79-95.
171
Cat 6,29.
172
Ibid; ver también J. CRISOST Hom1Cor 7: PG 61,56b.
173
VIII,6,7: “Oremos por ellos (catecúmenos) para que se les perdonen sus faltas y, mediante la inicia-
ción, se hagan dignos de los santos misterios,
y de la comunidad de los santos”; también VIII, 8,2: y
participantes de sus misterios (de Cristo), .
223
174
Ver CLEMENTALEJ, Str 4,162,3.
175
ID, Protr 12,120; HomNum 27; VMois II, 162-164; ver W. VOLKER, Gregor von Nyssa als Mysti-
ker, Wiesbaden 1955, especialmente 167-174: “der Gnostiker als Deuter des geheimen Schiftsinnes”
176
VMoys 3,3.
177
Véase el artículo de P.BATTIFOL, Arcane, en DTC I, 2 (1923), 1738-1758: el vocabulario pagano se
hace más ostensible en el siglo IV “lorsque tout risque d‟équivoque aura disparu”.
178
Cf. G. KONGS, Les symboles dans la catéchèse et la mystagogie, en CPE 91, 2003, 43-49.
179
Cf. A. G. MARTIMORT, La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia, Barcelona 1987, 595ss ;
V. SAXER, Les rites de l‟initiation chrétienne, Paris 1984.
224
cristiano, y en torno a él giran los miembros del presbyterium, que llegan a hacerse
responsables de una porción de fieles en la parroquia. Precisamente la creación de la
parroquia permite a la Iglesia dar solución a un nuevo problema: el enorme número
de personas que requieren el bautismo, celebrado una vez al año, en la vigilia pas-
cual, y en un único lugar, la iglesia del obispo, se hace ya impracticable. Por este
motivo se va imponiendo una nueva aplicación: ahora se confía al sacerdote respon-
sable de una parroquia la facultad de administrar el misterio del bautismo, que se va
generalizando a todos los niños. El mismo fenómeno acontece con la eucaristía.
Mientras que la crismación o confirmación en Occidente quedará reservada al obis-
po180.
180
Cf. P. DE CLERCK, La dissociation du baptême et de la confirmation au haut Moyen-Âge, en La
Maison-Dieu, 168, 1986,74 ; J. FANTINO, La Séparation du Baptême et de la Confirmation en Occi-
dent, en CPE 63, 1996,12-13.
181
Ver CL. MORESCHINI/ E. NORELLI, Letteratura canonico-liturgica del IV-V seculo, en Storia della
letteratura cristiana antica greca e latina II-I, o.c.275-283; J. GAUDEMET, Les sources du droit de
l‟Église en Occident, du IIème au VIIème siècle, Paris 1985, 23-28 ; M. METZGER, Les Constitutions
Apostoliques, Introduction, en SChr 320 13-62.
182
Ver la traducción en Cuadernos Phase, 132, Barcelona 2003.
225
El documento se abre con una breve introducción (1-3), en donde los doce apóstoles, se expresan
colectivamente prometiendo ceñirse a cumplir la orden que les ha dado el Señor: antes de repartirse
las provincias romanas como campo de misión (un asunto que a partir de un cierto momento se in-
troduce en la literatura apócrifa sobre los apóstoles), deben formular disposiciones relativas a los
obispos, presbíteros, diáconos, lectores, viudas y, en general, a la Iglesia. La escena acontece quince
días después de la ascensión de Jesús: falta, naturalmente Judas; Pedro y Cefas son considerados
como dos personajes distintos; por último, intervienen también en el diálogo Marta y María. Por
turno, los apóstoles van formulando las normas ; y si en una primera parte (4-14) el documento pa-
rece olvidar la estructura eclesial a favor de los comportamientos morales, poco después se reanuda
en boca de los Doce, abordando el tema de los dos caminos, de los orígenes judíos pero evidente-
mente muy cristianizado, como aparecen insertos en la Didajé, en la Carta de Bernabé y en la Doc-
trina de los Apóstoles. La segunda parte (15-28) concluye con reglas para los laicos, varones y mu-
jeres. Una breve conclusión en labios de Pedro refrenda que los preceptos contenidos en este do-
cumento corresponden a una orden del Señor, y pide un acatamiento incondicional con la prohibi-
ción de añadir o suprimir algo (la misma prohibición que sirve para destacar la autoridad y el carác-
ter inspirado del texto - cf. Ap 22,18-19; Did 4,13 - se encuentra ya al final de la primera parte en
el cap 14)184.
183
Ver ConstApost 2,57,1-21.
184
Las Constituciones Apostólicas han sido publicadas en edición bilingüe (griego- francés) por SChr
nº 320, 329, 336.
226
Quien atentamente considere qué cosa sea estar un hombre envuelto aún en la carne y,
con todo eso, llegarse tan cerca de aquella bienaventurada y purísima naturaleza, ése
podrá justamente entender qué grande sea el honor que la gracia del Espíritu Santo le
otorgó al sacerdote. Porque por manos del sacerdote se cumplen los misterios … ya se
considere su dignidad en sí, ya en fin nuestra salvación a que todo se ordena. A los mo-
radores de la tierra se les ha permitido disponer de los tesoros del cielo, y a los hombres
dio Dios un poder que ni ángeles ni arcángeles alcanzaron jamás. Porque no fue a éstos
a los que se ha dicho: “Todo lo que vosotros atéis sobre la tierra, atado será también en
el cielo… De suerte que bien puede decirse que han sido levantados a tan sublime digni-
dad cual si hubieran sido ya trasladados a los cielos y trascendieran nuestra humana
188
naturaleza y estuvieran libres de nuestras pasiones .
185
El tema del Espíritu Santo anima las catequesis mistagógicas de Cirilo de Jerusalén. Véase C.
GRANADO, Cirilo de Jerusalén, obispo y catequista, habla sobre el Espíritu, en El Espíritu Santo en
la teología patrística, Salamanca 1987, 127-191.
186
Entre otros textos puede analizarse la oración para la ordenación del obispo, en las Constituciones
Apostólicas VIII, 5,1-8: “Dios todopoderoso, , concédele (a tu obispo) por tu Cristo, la
participación del Espíritu Santo, , de tal modo que tenga poder
(un poder multiforme) para…”.
187
El término para designar el sacerdocio en la terminología de la literatura griega de esta época es
o sea, sacralidad: ver G. W. H. LAMPE, A Patristic Greek Lexicon, Oxford 1987, 669, que
aunque aparece también como de pasada en el Nuevo Testamento (Lc 1,9; Hbr 7,5) en el sentido de
oficio o ministerio sacerdotal, y su derivado , con el significado de sacerdocio (1Pe 2,5.9);
de hecho, en principio, nada tiene que ver con el oficio del sacrificador, sino que la raiz y sus
derivados expresan lo que concierne al ámbito de los dioses o lo que proviene de ellos, todo lo que
manifiesta un poder sobrenatural; sin embargo, por extensión implica también los sacrificios y el ofi-
cio de sacrificar. Ver, P. CHANTRAINE, Dictionnaire étymologique de la langue grecque I, o.c.457.
188
Los seis libros sobre el sacerdocio, traducción en Apostolado Mariano 23, Sevilla 1990, 48-49.
227
Después de la celebración del santo y saludable día de Pascua, a partir del segundo
día después del sábado, todos los días de la semana santa, entraréis sin tardanza,
después de la synaxis (eucarística) en el santo lugar de la Anástasis para escuchar, si
Dios lo quiere, otras catequesis. Se os entregará la clave de cada uno de los ritos rea-
lizados, y se os darán las explicaciones, extraídas del Nuevo Testamento, ante todo de
lo que ha acontecido antes del bautismo; a continuación, cómo el Señor os ha purifi-
cado por el baño del agua, y cómo os habéis convertido en partícipes del nombre sa-
cerdotal de Cristo; aprenderéis finalmente cómo se os ha dado el sello de la participa-
191
ción en el Espíritu Santo .
Los catecúmenos no están todavía iniciados; y por tanto, carecen de capacidad pa-
ra recibir una instrucción en los misterios que deben vivir. Únicamente se les puede
189
Cf. J. DANIÉLOU, Las Catequesis en los primeros siglos, Burgos 1998, 109-127. En estas páginas
señaladas, el autor presenta un contenido sintético del conjunto de las catequesis cirilianas; ver tam-
bién M. A. VANNIER, Les grandes orientations de la catéchèse des Pères, en CPE 91, 2003, 18-28.
190
P. T. CAMELOT, Note sur la théologie baptismale des catéchèses attribuées a Saint Cyrille de Jeru-
salem, en Kyriakon, Festschrift Johannes Quasten in two volumes, Volumes II, Münster Westfalen
1970. 724-730.
191
Cat 18,33.
228
orientar con medias palabras; porque tan sólo cuando son sumergidos en el bautismo
y en la participación del Espíritu Santo, penetran en un modo nuevo de existencia y
de inteligencia.
Esta iniciación in situ es lo que atrajo a EGERIA a visitar los santos lugares. Aquí,
las mismas comunidades monásticas constituían muchas veces los lugares de refe-
rencia mejores para estas iniciaciones catequéticas. Sin embargo, el sitio propicio
para los candidatos al bautismo en referencia a la muerte y resurrección de Cristo, era
designado con el nombre de Testimonio (Martyrium) o de Resurrección (Anásta-
sis)192.
192
EGERIA, Itinerario 46-47; cf. P. MARAVAL, Les catéchèses baptismales (et mystagogiques) de Cy-
rille de Jérusalem et le témoignage d‟Égérie, en CPE 91, 2003, 29-35 ; I. H. DALMAIS,
L‟efflorescence des catéchèses bautismales, en CPE,44,1991,7-10; D. CERBELAUD, Les catéchèses
baptismales, en ibid, 11-12.
193
Ver Cat 17,8.
194
Cat 6,2.
195
Ver en español, Las Catequesis bautismales, en CN 3, Madrid 1988; cf. L. BROTTIER, Un souci
pastoral de Jean Chrysostome: la catéchèse des non-hellénophones, en CPE 91, 2003, 59-67.
229
196
Ver J. P. CATTENOZ, Initiation chrétienne, mystère nuptial, en CPE 44,1991,13-15.
231
UNIDAD II-4
Respecto a los orígenes del monacato cristiano planea constantemente una pregun-
ta, que nunca encuentra respuesta satisfactoria, simplemente porque nuevos descu-
brimientos en muchas disciplinas conexas reavivan siempre la misma pregunta a mo-
do de cantinela: ¿De dónde procede el monacato cristiano?
Se han ofrecido muchas respuestas desde finales del siglo XIX . Un serio estudio
de religiones comparadas concluía que el monacato cristiano era fruto de una evolu-
ción de la vieja religión egipcia. En tal caso, el monje cristiano continuaría la antiquí-
sima tradición de los reclusos del templo de Serapis1. Para otros estudiosos, Antonio
y sus compañeros, lejos de ser unos iletrados, alimentaron su espíritu con las ense-
ñanzas filosóficas y teológicas de la Iglesia de Alejandría2; y el desierto sería un con-
texto de fraternidad cultural, en donde el monacato cristiano gozaría en sus bases de
la primera y quizá mejor forma lograda de inculturación evangélica en sintonía con
las aspiraciones profundas del psiquismo humano, creado a imagen de Dios3.
1
H. WEINGARTEN, Der Ursprung des Mönchtums im Nachconstantinischen Zeitalter, ZKG 1876, 1-
35 ; 545-574.
2
S. RUBENSON, The arabic version of the Letters of St Antony. Actes du IIème congrès international
d‟études chrétiennes, en OCA 226, Roma 1986, 19-29 ; ID. The letters of St Antony. Origenist Theol-
ogy, monastic Tradition and the makink of a Saint, Lund 1990.
3
Como proyección del arquetipo humano, según R. PANIKKAR, Elogio de la sencillez. El arquetipo
universal del monje, Estella 1993; ver también A. VEILLEUX, Les origines du monachisme chrétien,
RL 97, 1999, 15-27.
232
El monacato, como fenómeno religioso, está dotado de una estructura propia, apa-
rentemente asocial y apolítico, anclado en el dinamismo de la unificación. El térmi-
no monje, extraño al griego clásico, ha designado ante todo a un asceta que guarda
continencia, que no se casa. Monje es, por tanto, el que permanece célibe, motivado
por el ascetismo religioso. Es significativo el uso que de esta expresión hace Símaco,
uno de los traductores griegos de la Biblia en el siglo II, cuando traduce al griego el
texto del Génesis (2,8), para designar la condición de Adán antes de la creación de
Eva, se sirve del término , en hebreo lªbado, esto es, sin mujer, célibe. Por
eso el monje es tal porque no tiene mujer. El celibato está por tanto ligado a la esen-
cia del monacato.
4
Ver en A. DIEZ MACHO, Neophyti 1. Tárgum Palestinense MS de la Biblioteca Vaticana. Tomo I.
Génesis, CSIC, Madrid-Barcelona 1968, 18-19.
233
Y ser solo, y uno, significa también mantener un único objetivo, lo que equivale
en griego a ; en otros términos, no estar dividido, como le sucedió a la
original intencionalidad de Adán, que se dividió desde el instante que intentó coger el
fruto prohibido, como lo expresa Efrén de Nísibe5.
Poco a poco esta realidad externa del celibato va a impregnar las zonas más pro-
fundas de la persona. Se trata de una manifestación de un sedimento judío targúmico,
como aparece en los escritores siríacos, los llamados a veces pre-monásticos, Afraat
y Efrén6. Por eso, la expresión monachos se asocia a la de monos con el sentido de
uno, unificado, simple (), y llega a caracterizar la misma médula de
la persona humana, el hogar de sus vivencias, de sus intenciones y proyectos, de sus
actos y pensamientos: el corazón ()7. Pero el monje no puede quedar siendo lo
que es, célibe sin más, aunque asocie a su vida una serie de prácticas ascéticas y am-
bientes desérticos. Necesita orientar su vida hacia el Dios-Uno8, el Dios que detesta
la vida de un corazón doble9o dividido10. Un Dios único y celoso exige de la perso-
na humana un corazón unificado, . Por eso el monje que pretende en su vida
esa experiencia de Dios único deberá aplicar los mecanismos disponibles de conoci-
miento, de teoría y de praxis, para unificar su corazón, según aquel principio familiar
entre los griegos: lo semejante se conoce por lo semejante. Por eso el monje suplica
con el salmista: Unifica mi corazón, , para que tema tu nombre, y te sirva13.
5
Cf. HCr 66,7.
6
Cf. AFRAAT, Dem 6,4; 18,10, comentando Gn 2,24.
7
Cf. EFRÉN, HFid 66,7.
8
Dt 6,4.
9
Dt 6,4: Laapunta a la vacilación, la duda, la hipocresía. El hombre
es un indeciso e inconstante en su vida (cf. Sant 1,8; 4,8).
10
Sal 119,113.
11
Jr 32,38-39.
12
en la version griega de Áquila.
13
Sal 86,11.
234
. Eusebio se percata sobre todo que en la versión griega el término “solita-
rios”, en este caso corresponde al vocablo hebreo (unificados).
La unificación de la persona humana reclamará a su vez, junto al compromiso del
celibato, la renuncia en cuanto liberación, el combate en contra de los malos pensa-
mientos ( muchas veces asociados a los demonios, incluyendo hasta la
anacoresis vivida en comunidad o, de forma absoluta, en la expatriación (,
tan característica del monacato mesopotámico y persa16.
14
En PG 23,689b; cf. A. GUILLAUMONT, Monachisme et éthique judéo-chrétienne, en Aux origines du
monachisme chrétien, coll., SpO 30, Bellefontaine 1979, 47.
15
Es decir, los que aspiran a un único fin, término original, significativo y de suyo crítico frente a su
correlativo personificado en los , los fragmentados en sus múltiples aspiraciones. La uni-
ficación por la tendencia, o monotropía, véase en A. GUILLAUMONT, Monachisme et éthique judéo-
chrétienne a.c. 51-54.
16
Ver el excelente estudio de A. GUILLAUMONT, Le dépaysement comme forme d‟ascèse dans le mo-
nachisme ancien, en École practique des Hautes Études des Sciences Réligieuses. Annuaire LXXVI
(1968-1969) 31-58 ; para completar esta magnífica visión y conectarla con sus más antiguas raíces
cristianas, véase también E. LANNE, La “xeniteia” d‟ Abraham dans l‟oeuvre d‟Irénée. Aux origines
du thème monastique de la “peregrinatio” en Ir 47, 1974, 163-187.
17
De opificio mundi 151-153; ver, A. GUILLAUMONT, Philon et les origines du monachisme, en Aux
origines du monachisme chrétien, o.c. 25-37 ; J. M. CASTILLO, El judaísmo helenista, Filón de Ale-
jandría, en El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, Bilbao 1999, 276-340.
18
De somniis, II, 70.
19
Quod Deus sit immutabilis 2.
20
Véase el estudio monográfico de J. AMSTUTZ, . Eine begriffsgeschichtliche Studie zum
jüdisch-christlichen Griechish, Bonn, 1968; J. DANIÉLOU, Théologie du judéo-christianisme, Paris
1958, 418-421.
235
21
Para algunos se trataría de una corriente cultural chamanística, existente todavía en Siberia, con
huellas de su pasada existencia sobre una zona muy vasta que abarca desde Escandinavia hasta Indo-
nesia y que va descendiendo hacia las regiones mesopotámicas, persas y griegas a través del comercio
y la civilización. Véase E. R. DODDS, Los chamanes griegos y el origen del puritanismo, en Los grie-
gos y lo irracional, Madrid 1989, 133-170; véase también J. M. CASTILLO, Monacato y puritanismo,
en El futuro de la vida religiosa. Desde los orígenes a la crisis actual, Madrid 2003, 135-157; 198-
200; 207-209.
22
YÁMBLICO, Vita Pythag. 85 (= Vorsokr.58c 4)
23
Cf. E. R. DODDS, Los griegos y lo irracional, o.c. 148-151.
24
Cf. G. QUISPEL, L‟Évangile selon Thomas et les origines de l‟ascèse chrétienne, en Aspects du ju-
déo-christianisme, Paris 1965, 35-51 ; E. HAENCHEN, Die Anthropologie des Thomas-Evangelium, en
Neues Testament und christliche Existenz. Festschriff für H.Braun, Tübingen 1973, 207-227; R.
TREVIJANO, Estudios sobre el Evangelio de Tomás, Ed. CN, Madrid 1997.
25
Véase en texto traducido con su introducción y notas de A. PIÑERO, en A. DIEZ MACHO, Apócrifos
del Antiguo Testamento V, Ed. Cristiandad, Madrid 1987; E. EPPEL, Le piétisme juif dans les Testa-
ments des douze patriarches, Paris 1930, 143-177.
26
Testamento de Rubén 2,8.
236
27
Ibid. 4,1- 6,1.
28
Cf. A. GUILLAUMONT, À propos du célibat des esseniens, en Aux origines du monachisme chrétien
o.c. 14-23 ; J. DANIÉLOU, Les manuscrits de la mer Morte et les origines du christianisme, Paris 1957;
F. GARCÍA / J. TREBOLLE, Los hombres de Qumrán. Literatura, estructura social y concepciones reli-
giosas, Madrid 1993 ; A. G. LAMADRID, Los descubrimientos del Mar Muerto, Madrid 1985.
237
29
VAnt 1 :
‟
30
VAnt 17,7 :
31
VAnt 17,4 : ´ ; cf. A. DE VOGÜÉ, Les listes de vertus, en
Histoire littéraire…oc. 41-43.
32
Cf. P. MIQUEL, A. GUILLAUMONT, M. RASSART-DEBERGH, PH. BRIDEL, A. DE VOGÜÉ: Déserts chré-
tiens d‟Égipte, Nice 1993.
33
Cf. A. J. FESTUGIÈRE, La révelation d‟Hermes Trismegistos, I, Paris 1944, 31-32, 45ss.
238
Nadie dudaba que Egipto era el país de ensueño para estos anhelados retiros; allí
quizá, junto a las ruinas de cualquier viejo templo, se podría lograr una visión divina.
Filón de Alejandría, en su tiempo, se hace portavoz de esta actitud34. Egipto es preci-
samente el país seductor de la soledad; y si no es la patria del monacato, es al menos
su tierra predilecta35.
Ocupan el desierto no sólo los que han sufrido las mordeduras del placer, sino también
los que se han disipado. Yo mismo he dejado familiares, amigos y patria, y me fui al de-
sierto para meditar en algo que valiera la pena. Pero no he logrado nada: mi inteligencia,
disipada o mordida por la pasión, se revolvía a objetivos contrarios. Y sin embargo, otras
veces, estando en medio de una masa de gente, mi mente permanece sosegada; porque
Dios acalla el barullo de mi alma, y me enseña que no son las circunstancias de lugar lo
que hacen buena o mala una disposición, sino Dios mismo que mueve y lleva a donde
36
quiere el carruaje del alma
Normalmente suele pensarse que la mayoría de los monjes egipcios eran paisanos,
fellahin, por haber nacido y vivido en poblados del valle del Nilo o del Delta en don-
de habitualmente la cultura brillaba por su ausencia37. La idea que estos monjes tie-
nen
34
Cf. A.GUILLAUMONT, Philon et les origines du monachisme, en Aux origines du monachisme, o.c.
69-87. A. Guillaumont extrae de su estudio una conclusión matizada :… « il faut beaucoup limiter la
part d‟une influence directe de Philon sur la formation de l‟idéal monastique. Cet influence a pu être
réelle en certains cas, par exemple dans l‟élaboration du thème de la . Mais dans la mesure où
l‟idéal monastique prolonge certaines tendances de la philosophie hellénistique
() Philon est un témoin de ces tendances, mais il n‟est pas nécessairement la
source où ont puisé les théoriciens du monachisme… je pense qu‟il doit (le monachisme) plus au ju-
déo-christianisme qu‟à Philon lui-même » (p.37).
35
Cf. A. GUILLAUMONT, La conception du désert chez les moines d‟Egipte, en Aux origines du mona-
chisme…o.c. 69-87 ; G. M. COLOMBÁS, El monacato Egipcio : los Orígenes ; los anacoretas, en El
monacato primitivo, o.c. 45ss.
36
LegAll 2,87. Vale la pena destacar en este párrafo filoniano términos griegos como: placer (
disipación ( desierto ( pasión ( sosiego de la mente
(barullo del alma ( carro del alma (
Réparece en la combinación fonética y de sinónima grafía entre desierto y sosiego ().
37
Recuérdese, sin embargo, la opinión documentalmente fundada de A. Martin. Se sabe que a raíz del
descubrimiento de la bibliteca gnóstica de Nag Hammadi, perteneciente a un monasterio pacomiano, la
supuesta ignorancia tradicional de los monjes va desapareciendo hasta convertirse en un reclamo anti-
erudito, como diríamos hoy en día. A este propósito escribe R. VALANTASIS, Nag Hammadi and As-
cetism: Theory and Practice, en StP 35,2001, 172-180: “It is quite conceivable that the production of
these texts was important to a monastery, not beacause they were of intellectual or spiritual interest to
the monks, but beacause they represented part of the intellectual trade of the monastic community with
the wider intellectual life of their society. The evidence from the Nag Hammadi Library could support
that kind of relationship with the ascetical and academic communities” (190).
239
38
Ver con detalle en J. LÓPEZ/ J. SANMARTÍN, Osiris y la religión funeraria, en Mitología y Religión
del Oriente Antiguo I, Sabadell 1993, 95-126; se puede consultar también, J. G. GRIFFITHS, The Ori-
gins of Osiris and his Cult, Leiden 1980; ID, Osiris,en Lexikon derÄgyptologie,1981, 623-633; J.
ASSMANN, Isis, en DDD con bibliografía 456-458; M.HEERMA VAN VOSS, Horus, en DDD, con bi-
bliografía, 426-427; K. VAN DER TOORN, Seth, en DDD, con bibliografía, 748-749; más ampliamente,
H. TE VELDE, Seth, God of Confusión. A Study of his Role in Egyptian Mythology and Religion, Lei-
den 1967; pueden consultarse también estos términos en P. POUPARD, Diccionario de las religiones,
Herder, Barcelona 1987.
240
Por eso, los demonios revisten unos símbolos temibles de leones, osos, leopardos,
toros, serpientes, áspides, escorpiones42 y terrores nocturnos. De todos ellos triunfa
siempre Antonio, y cada triunfo supone un nuevo adentramiento o huida en el desier-
to. Cada una de las “huidas” o “inmersiones más profundas” y sucesivas expresan
más encarecidamente la concepción esencialmente dinámica y progresiva de la vida
monástica43. A cada etapa corresponden asaltos más violentos con el propósito de
desanimar al valiente eremita. Sin embargo, Antonio nunca pensaba en el tiempo
transcurrido; cada día trataba de progresar con nuevo ardor. Se repetía a sí mismo
a menudo las palabras del Apóstol: Olvidando el camino recorrido, voy sin parar
hacia adelante44. Otros monjes vendrán atraídos por Antonio y poblarán el desierto,
convirtiéndolo en una especie de ciudad45. El desierto-ciudad es la expresión de la
victoria y también de un objetivo realizable: el encuentro con Dios46. El combate del
asceta evoca irresistiblemente el relato de la tentación de Jesús y de su victoria.
39
Mt 19,21.
40
Cf. V. DESPREZ, Saint Antoine et le début de l‟anachorèse, en Le Monachisme Primitif. Des Ori-
gines jusqu‟au concile d‟Éphèse, en SpO 72, Bellefontaine 1998, 155-209 ; A. DE VOGÜÉ, La démo-
nologíe, en Histoire littéraire… o.c. 58-65.
41
Cf. VAnt 50,8-8 ; 51,5.
42
VAnt 9.
43
Cf. A. DE VOGÜÉ, L‟anachorèse par degrés; le progrès perpétuel, en Histoire littéraire… o.c. 47-
54.
44
Flp 3,13; VAnt 7.
45
VitAnt 14:
46
Cf. G. J. M. BARTELINK, Les Oxymores desertum civitas et desertum floribus vernans, en StM
15,1973, 7-15; D. J. CHITTY, The Desert a City, Oxford 1961.
241
47
Cf. A. DE VOGÜÉ, Histoire littéraire… o.c. 65-80.
48
Ver, SAN ANTONIO, Cartas, Las Huelgas, Burgos 1981; texto español de la siete cartas e introduc-
ción de A. Louf. Se han puesto en tela de juicio la autoría de las cartas de Antonio, su vinculación con
la gnosis, las supuestas oposiciones desierto/ciudad, ciudadano/rústico, ilustrado/ignorante, y su redac-
ción original en copto; véase al respecto el estudio documentado de A. KHOSROYEV, Die Biblothek
von Nag Hammadi. Einige Probleme des Christentums in Ägypten während der ersten Jahrhunderte
(Arbeiten zum spätantiken und koptischen Ägypten 7), Altenberge 1995; y su puntualización de PH.
LUISIER, Autour d‟un livre récent et des Lettres de saint Antoine, en OCP 61, 1965, 201-213.
49
VitAnt 23.
50
Cf. Ammonas, Succeseur de saint Antoine, texto griego y siríaco en PO. XI, fasc.4, nº.55, editados
por F. NAU, Turnhout, 1973. Véase la breve reseña de J. GRIBOMONT, en DPAC I, 101.
51
AptgAm 4, en PO. XI,4,55,404.
52
AptgAm 3, en Ibid. 404:
53
AptgAm 7, en Ibid. 405.
54
AptgAm 8, en Ibid. 406.
55
AptgAm 12, en Ibid. 408.
242
El abad Antonio profetizó a este abad que haría progresos en el temor de Dios. Lo sacó de la
celda y le señaló una piedra diciéndole: injúriala y golpéala. Cuando Ammonas lo hizo, el
abad Antonio le preguntó: ¿se te ha quejado la piedra? Respondió Ammonas: no. Entonces el
abad Antonio replicó: También tú alcanzarás este estado. Y así sucedió, pues el abad Ammo-
nas progresó de tal modo en la perfección que ya ni sospechaba maldad alguna a causa de
56
su gran bondad .
56
AptgAm 8. en ibid 406:
57
AptgAm 10. (PO. XI, 4, 55, 407)
58
Cf. Ammonii eremitae. Epistolae, en PO X, fasc.6, nº.51, texto siríaco editado por M. KMOSKO,
Turnhout 1973.
59
AptgAm 11, en ibid 408:
243
género de vida había suscitado en las poblaciones de lengua griega, sobre todo en
Alejandría60.
PACOMIO y su KOINONÍA61
Pacomio nació hacia el año 292, en el Alto Egipto, en la diócesis de Shnesêh, si-
tuada en la ribera izquierda del Nilo, al sur de Tebas. Aunque era miembro de una
familia campesina de economía desahogada, no pudo recibir una buena instrucción.
No obstante sabía leer y probablemente también escribir en su lengua materna, el
copto. Más tarde, ya adulto, casi con seguridad aprendió el griego. Ejerció de militar
algún tiempo, alistado en el ejército imperial. Vivió cerca de Shenesêt (en griego,
Chenoboskeion), en un viejo templo dedicado al dios Serapis, en donde se puso al
servicio de los necesitados. Por los años 312-313 después de un breve catecumenado,
recibió el bautismo. Se mantuvo durante un tiempo titubeante de si alistarse o no
entre los partidarios del obispo Melecio62, pero al final orientó su vida por los derro-
teros del ascetismo bajo la dirección del anciano Palamón durante siete años, para
establecerse a continuación a lo largo de otros diez años en Tabennêsi, en una deci-
sión incondicional a favor de la vida monástica. A partir del año 324 Pacomio co-
menzó a acoger discípulos, cuyo número aumentó tan rápidamente que se vio preci-
sado fundar en Phbôou el año 329. Así comenzó una larga serie de fundaciones.
Hubo casos, como el de Thmoushons y Thbêou, comunidades ya existentes, que de-
seaban incorporarse en la congregación o koinonía pacomiana y tener la posibilidad
de vivir conforme a sus reglas bajo la autoridad de Pacomio63. Las fundaciones
60
F.NAU, Ammonas…l.c. Introduction, en PO X. 6, 400.
61
Cf. A. VEILLEUX, La vie de saint Pachôme selon la tradition copte, en SpO 38, Bellefontaine 1984;
H. BACHT, Pachôme, moine égyptien, en DSp XI, col, 7-16 ; P. DESEILLE, El Espíritu del monacato
pacomiano,(seguido de la traducción española de las Pacomiana latina) las Huelgas, Burgos 1986;
una panorámica excelente nos ofrece G. M. COLOMBÁS, El monacato primitivo (El monacato Egipcio
II : el Cenobitismo), Madrid 1998, 91-115.
62
J. E. GOEHRING, Melitian Monastic Organization : A Challenge to Pachomian Originality, en
StPatr 25, 1993, 388-395; A. MARTIN, Athanase d‟Alexandrie o.c. 304: En la Tebaida, de las 16 sedes
episcopales antes del siglo IV, 11 eran melecianas, lo cual supone más de dos tercios. Y según la Car-
ta de Amón 12 (Halkin, p.103) Pacomio, poco tiempo después de haber recibido el bautismo en Che-
noboskion, en la diócesis de Dióspolis, y de haber decidido su compromiso con la vida solitaria, fue
requerido, entre otros, por los melecianos.
63
SBo 23-58; G1 24-54; 80-83. cf. H. BACHT
, Koinonia dans le monachisme, en DSp VIII,1754-1758.
244
solían clasificarse en dos categorías, según el lugar y el año, aunque los datos cro-
nológicos de las diferentes Vidas pacomianas no son totalmente concordantes64.
Si Horsiesio tuvo que dimitir una vez a causa de una crisis de autoridad, se debió a
los primeros discípulos de Pacomio incorporados a la koinonía, los llamados ancia-
nos. Eran propensos a la murmuración y no aceptaban de buena gana recibir instruc-
ción de alguien más joven que ellos68. Además se resistían a la evolución de la koi-
nonía, sobre todo cuando comenzó a extenderse por la región de Shenesêt, con una
mentalidad y dialecto diferentes al de ellos.
64
Cf. D. J. CHITTY, A note on the Chronology of Pachomian Foundations, en StP II (Texte und
Untersuchungen 64), Berlín 1957, 379-385.
65
Breve referencia en J. CL. GUY, Horsièse, en DSp VII, col 673.
66
Cf. A. SOLIGNAC, Théodore de Tabennêsi, moine égyptien, en DSp XV, 414-418.
67
SBo 123ss; G1 116ss.
68
SBo 69; 92; G1 77; 100.
245
Blanco de Atripe, cerca de Shmin, en donde Pjôl, tío del célebre Shenute, había in-
troducido la Regla pacomiana69. Con todo, la congregación pacomiana se iba exten-
diendo por todo el valle del Nilo, por el delta y hasta Alejandría70.
69
La formulación de la Regla, trasmitida en cuatro partes (praecepta, instituta, iudicia, leges), no
ofrece un sistema completo de vida monástica. Cf. A. BOON, Pachomiana latina, Louvain 1932, 11-
75;153-183. Véase la traducción española en P. DESEILLE, El Espíritu del monacato pacomiano, Las
Huelgas, Burgos 1986, 1-123.
70
V. DESPREZ, Le cénobitisme pachômien, en Le Monachisme Primitif …o.c. .211-271; PH.
ROUSSEAU, Orthodoxy and the Coenobite, StP 30,1997,241-258.
71
Puede verse un estudio detallado y casi definitivamente exhaustivo de toda esta documentación
compleja en A. VEILLEUX, La liturgie dans le cénobitisme pachômien au quatrième siècle, en StAns
57, Roma 1968, 17-158.
72
Sº, en L. TH. LEFORT, Les vies coptes de saint Pachôme et de ses premiers successeurs, Louvain
1943, 60-61.
246
A raíz de esta visión acudió mucha gente junto a él, y se decidió a levantar barra-
cas en el lugar para convertirse en servidor de todos ellos, conforme al pacto que
había establecido con Dios73. De entre toda esta gente Pacomio trató poco a poco de
formar una “comunidad”, o koinonía, de hombres para que, ellos a su vez, aprendie-
ran a servirse entre sí, poniendo todo en común, conforme al ideal de los Hechos de
los Apóstoles74. Así, Pacomio se granjeó el mayor timbre de gloria como fundador de
la vida cenobítica (koinos bios)75, o sea, de la santa koinonía, por la que Dios ha
hecho conocer la vida apostólica a los hombres que desean ser conforme a la ima-
gen de los apóstoles76. El carisma pacomiano difería notablemente de la agrupación
de eremitas en torno a un padre espiritual, un abbas o pneumatofóros, que ejercía
sobre sus discípulos una función didascálica, como podemos vislumbrar en la Vida
de Antonio y en los mismos Apotegmas. Además, considerables agrupaciones de
eremitas solían morar en los desiertos de Nitria, Escete y las Celdas en torno a alguna
iglesia. Pero el cenobitismo pacomiano era otra cosa; tenía algo de especial. No se
trataba de una agrupación de individuos alrededor de un padre, sino de una comuni-
dad de hermanos, una koinonia77. Sería interesante examinar por qué algunos docu-
mentos pacomianos de lengua copta reservan generalmente el término “monasterio” a
73
S1, p. 4,6-7.
74
Hch 4,32; cf. S1, LEFORT 3, 30-32 (= S3, LEFORT 65, 28-31). Véase también en A. BOON, Pacho-
miana latina, Louvain 1932: Liber Orsiesii 142,18-31.
75
Ver A. BOON, Pachomiana latina: Epistula Theodori de Pascha 105,15:…Pater noster a quo coe-
nobiorum vita fundata est; Liber Orsiesii, 12 (116,18):… qui primus instituit coenobia…
76
2ª Catequesis de Teodoro, en L.TH. LEFORT, Oeuvres de S.Pachôme et de ses disciples (CSCO –
160), Louvain 1956, 38,15ss.
77
Pr 49, A. BOON, Pachomiana latina, 25-26: Si quis acceserit ad ostium monasterii, volens saeculo
renuntiare et fratrum adgregari numero… fratribus copuletur.
247
Sin embargo, los pacomianos no rompieron del todo con las costumbres del ana-
coretismo: si la mesa y el trabajo son comunes, los monjes disponen de una celda; y
78
Cf. A. VEILLEUX, Monachisme et gnose, en CollCist 47 (1985) 145; para aquilatar la terminología
pacomiana, ver F. RUPPERT, Das pachomianische Mönchtum und die Anfänge klösterlichen Gehor-
sams, Münsterschwarzach 1971, 60-84
79
Por ejemplo A. DE MENDIETA, Le système cénobitique basilien comparé au système cénobitique
pachômien, en RHR 152 (1957) 31-80 ; O. ROUSSEAU, Monacato y vida religiosa según la antigua
tradición de la Iglesia, Las Huelgas, Burgos 1992, 57-62; M. VILLER, La spiritualité des premiers
siècles chrétiens, Paris 1930, 54.
80
Cf. A. VEILLEUX, La Liturgie dans le cénobitisme pachômien… o.c. 177-181.
248
81
D. BURTON-CHRISTE, Oral Culture and Biblical Interpretation in Early Egyptian Monasticism, en
StP 30, 1997, 144-150.
82
L. TH. LEFORT, Les Vies coptes de Saint Pachôme et de ses premiers successeurs, Louvain 1943,
349-350.
83
Sintetizada y englobada en una rusticidad global, como ciertos preceptos pacomianos: Qui rudis
collectam sanctorum ingreditur... Qui rudis monasterium fuerit ingressus: en A. BOON, Pachomiana
latina 1, 49,139.
84
S10, LEFORT 35, 4.
85
S10, LEFORT 21-22, contiene un mínimo programa de formación catequética.
249
Por lo demás, para mucha gente que acudía junto a Pacomio, la iniciación a la vida
cristiana y la iniciación a la vida monástica coincidían, porque ambas confluían en la
koinonía. Y las obligaciones, los compromisos y las promesas, que Pacomio evoca en
sus discípulos, son compromisos bautismales, o del pacto (por excelencia.
Eso no quiere decir que minusvalorara el matrimonio; todo lo contrario, admitía que
el monacato no era la única forma legítima de vida evangélica, o que no se considera-
ra la anacoresis como elemento esencial de toda vida cristiana auténtica. Al contrario,
reconoce explícitamente que los cristianos viviendo su matrimonio podrán ser más
íntegros que los mismos monjes en el día del juicio. Al fin y al cabo, la vida monásti-
ca no se distingue esencialmente de la vida cristiana del laico. Es una politeia más
entre otras86. De este modo se explica que entre los pacomianos no existiera promesa
ni algo parecido a votos religiosos o monásticos al margen de los compromisos bau-
tismales y de la incorporación a la disciplina de la koinonía.
86
Cf. EpistAm 2.
87
Ver ReglHors 85,20ss.
250
88
S10, LEFORT 22,4-10.
89
S6, LEFORT 334,4s
90
Cf. H. BACHT, Pachôme, en DSp XII,14; C. JOEST, « Unsere hände den armen öffnen ». Das Opus
Monasticum der Pachomianer, en VC 51, 1997, 1-9.
91
ReglHors 97,12 ; 3ª catequesis de Teodoro, en L. TH. LEFORT, Œuvres de S.Pachôme…o.c. 43,22 ;
50,2;
92
ReglHors 89,30.
251
nuestros Padres los obispos es la lámpara que, trasmitida a los hermanos por los su-
periores, los guía hacia la salvación en el mundo de tinieblas que deben atravesar93.
No es de extrañar pues que las Escrituras fuese lo primero que el postulante debía
estudiar durante los días que pasaba en la hospedería, incluso antes de enterarse de
los reglamentos del monasterio. Debía aprender los salmos y otras partes, como las
cartas de Pablo97. La exigencia de este estudio impedía que el analfabetismo se insta-
lara en la comunidad, porque si alguno ingresaba sin saber leer, tenía que aprender,
aun a su pesar98, para capacitarse en el estudio de la Escritura. Y para facilitar este
estudio incesante, cada comunidad disponía de un número de códices, colocados en
los armarios, bajo la vigilancia del segundo responsable de la casa; correspondía al
hebdomadario distribuirlos a quienes se lo pedían99. Estaba permitido incluso llevar-
los al trabajo para poder continuar allí el estudio y la meditación o rumia de los tex-
tos bíblicos100.
93
S10, LEFORT 22,25ss; SBo 37, 107,16-20.
94
SBo 73.
95
S3b, 349,3ss.
96
EpAm 3; 20.
97
Pr 49 ;139. Una obligación semejante estaba vigente para los clérigos de Egipto. El obispo Aphou
de Oxyrrinchos, exigía de cada diácono que quería ordenarse un conocimiento de memoria de veinti-
cinco salmos, dos cartas de Pablo y una parte de un evangelio. El sacerdote debía conocer además dos
partes del Deuteronomio (cita de A. VEILLEUX, o.c. 266 n.19)
98
Pr.139 : et etiam nolens compellatur,
99
Pr 25, 82, 100, 101 ; Inst 2 ; Leg 7.
100
S10, LEFORT 29,33ss.
101
En la literatura pacomiana la palabra “synaxis” se mantendrá siempre en su sentido técnico de
“reunión de oración”.
252
La koinonía se reconcilia
102
Para el desarrollo y contenido de las synaxis pacomianas, véase, A. VEILLEUX, La Liturgie dans le
cénobitisme pachômien…o.c. 292-323.
103
Sobre la aplicación de esta doctrina en los medios monásticos en general, véase H. DÖRRIES, The
place of Confesión in ancien Monasticism, en StP 5, Berlin 1962, 290.
104
S10, LEFORT 36,25-27.
105
Véase S10, LEFORT 29,6-24 ; 32ss.
106
Como en el caso del sacerdote pecador, que su obispo lo envía a Pacomio con la recomendación de
que se retire a un lugar solitario y que permaneza allí durante un año, que no haga la oración con na-
die, y que durante ese tiempo no se atreva a leer las Escrituras (Am 427-430).
253
La koinonía no termina en esta vida; continúa en la región del más-allá. Los difun-
tos nunca se desligan de ella. El recuerdo de los difuntos es confesión de una comu-
nión que supera la muerte. Si los monjes oraban por un hermano difunto, contaban
igualmente con su intercesión junto a Dios y a su padre Pacomio, porque estaban
firmemente convencidos de que los lazos con los que se habían agrupado los herma-
nos en este mundo, se conservaban en el otro, en donde todos los miembros difuntos
de la congregación eran remitidos a Pacomio por el apóstol Pablo.
Nadie puede dudar del carácter eclesial de la koinonía pacomiana. Si esto es así,
se impone necesariamente la tarea de un esclarecimiento: la relación existente entre
ella y la jerarquía eclesiástica del momento. No hay duda que la conciencia eclesioló-
gica de los pacomianos no podía ser otra que la de la Iglesia de su tiempo. Era algo
común en la conciencia cristiana de la época que el misterio de la Iglesia encaja espe-
cialmente en la realidad de la Iglesia local. La jerarquía se halla aquí en segundo pla-
no; subordinada incluso al misterio y asistida por el carisma vitalmente reconocido
de los profetas107. Porque la obra de la Iglesia, o mejor la obra del Espíritu Santo
107
Cf. Y. CONGAR, Conscience ecclésiologique en Orient et en Occident du Vième au XIème siècle, en
Istina 6 ,1959, 190.
254
De todo lo que precede se deriva otra cuestión en torno a las relaciones de la koi-
nonía pacomiana con la jerarquía eclesiástica. Los estudios de comienzos del siglo
XX en torno a los orígenes del monacato han intentado mostrar una corriente de se-
cesión y de oposición frente a la Iglesia jerárquica instalada111, sin embargo vemos
que los hechos desmienten esta opinión. Los pacomianos, salvo raras excepciones112,
108
Cf. C. SPICQ, Théologie morale du Nouveau Testament, (Études Bibliques) II, Paris 1965, 549.
109
Cf. A. DE VOGÜÉ, Le monastère, Eglise du Christ, en B. STEIDLE, Commentationes in Regulam
S.Benedicti (StAn 42), Roma 1957, 40 ; A. VEILLEUX, La liturgie dan le cénobitisme pachomien…o.c.
187-189.
110
Cf. Rm 16,5; Col 4,15.
111
Cf. H. BACHT, Mönchtum und Kirche. Eine Studie zur Spiritualität des Pachomius, en J. DANIÉLOU
/ H. VORGRIMIMLER, Sentire Ecclesiam. Das Bewusstsein vor der Kirche als gestaltende Kraft der
Frömmigkeit, Freiburg i. Br. 1961, 113-114.
112
Por ejemplo en la fundación de la koinonía de Phnoum, Pacomio sufrió la animadversión del obis-
po de Latópolis, que soliviantó a la gente para expulsarlo del lugar. Cf. Am 574 ss; SBo 58.
255
parece que en general mantuvieron excelentes relaciones con los obispos locales,
cuya autoridad reconocían113.
Sabemos, por otra parte, que a la vuelta de uno de sus destierros a su sede, el pa-
triarca Atanasio provocó un clima de exaltación religiosa expresada en una ola de
ascetismo que la predicación del pastor supo aprovechar117, enalteciendo la conducta
de los monjes siempre vírgenes118. Nunca menguó el cariño y admiración de Atana-
sio por los pacomianos, ni siquiera en su edad avanzada. Más, para él la mejor forma
113
Entre otros lugares, se puede reconocer esta actitud en S10, LEFORT 22-23; SBo 37, LEFORT 37.
114
Cf. H. BACHT, Pachôme..a.c. 14.
115
Cf. A. MARTIN, Athanase d‟Alexandrie…o.c. 124-126.
116
G1, 112; Am 591-595.
117
Cf. Ep ad Dacontium 7, en PG 25,532b.
118
Cf. EpAm 2.
256
La koinonía y la gnosis
119
Cf. A. MARTIN, Athanase d‟Alexandrie… o.c. 600-601.
120
Verosímilmente por causa de la controversia origenista que se inicia en la segunda mitad del siglo
IV, y fue tan nefasta para la cultura cristiana, el monasterio pacomiano que poseía los textos de Nag-
Hammadi los puso fuera de circulación: Cf. J. F. DECHOW, Dogma and Mysticism en Early Christiani-
ty : Epiphanius of Cyprus and the Legacy of Origen, Univ. of Penssylvania 1975, 172-195; F.
HALKIN/ A. J. FESTUGIÈRE, Le Corpus athénien de Saint Pachôme, Genève 1982, 21; Paralipomena 7,
en F. HALKIN, Sancti Pachomii Vitae graecae, Subs.hag., 19, Bruxelas 1934, 131. 12-14.
121
Cf. A. VEILLEUX, Monasticisme and Gnosis in Egypt, en Birger A Pearson and James E. Goehring,
eds, The Roots of Egyptian Christianity, Philadelphia 1986, 271-306.
257
esotérica, apetecida quizá por más de uno que descubría en ellos aspiraciones univer-
sales ancladas en la psique colectiva122.
Reconocemos, eso sí, que los datos disponibles sobre la vida de Shenute no nos
ofrecen total garantía. Conservamos del archimandrita cartas, homilías y cateque-
sis125. También es posible que estemos ante el autor más importante en lengua copta,
aunque su estilo vehemente contribuye a veces a fomentar oscuridad.
En principio nadie se explica cómo un hombre que todos describen como enor-
memente autoritario, duro y violento, pudiera haber gobernado a tanta gente y duran-
te tanto tiempo. Porque Shenute ha mandado, y ha mandado de verdad como nadie en
la historia. Fenómeno insólito: ¡80 años mandando déspóticamente!, imaginable sólo
en un hombre que vivió 118 años. Así, no es de extrañar que la huella testimonial que
ha dejado en la tradición no tenga el más mínimo atisbo de mística; a menos
122
Ver, a propósito de la Biblioteca gnóstica de Nag-Hammadi y el cenobitismo pacomiano, el magní-
fico estudio de A. VEILLEUX, Monachisme et gnose, en CollCist 46, 1984, 239-258; 47, 1985, 129-
151.
123
Ver Sinuthii Vita bohairice, Scriptores Coptici, tomus 16, traducción latina de H. Wiesmann, en
CSCO. vol 129; Para una presentación sucinta y bien documentada de la persona y de la obra de She-
nute: Besa, The Life of Shenoute, Introduction, translation, and Notes by David N. Bell, en Cistercian
Publications 73, Kalamazoo 1983; T. ORLANDI, Shenoute d‟Atripé, y abundante bibliografía, en DSp
797-804 ; G. M. COLOMBÁS, el monacato primitivo…o.c. 115-119; C. W. GRIGGS, Early Egyptian
Christianity…o.c. 196-201.
124
Véase los paralelismo establecidos entre la vida y los pretendidos ideales de Shenute con pasajes de
la Didajé, en C. DAVIS, The Didache and early monasticism in the east and west, en CL. N. JEFFORD,
The Didache in Context. Essays on its text, history and transmission, Ed. E.J.Brill, Leiden 1995, 352-
358.
125
Ver Sinuthii Archimandritae. Vita et Opera Omnia, Scriptores Coptici, tomos 8, 12; trad. latina de
H. WIESMANN, en CSCO volms 96 y 108.
258
Las culturas primitivas son impregnantes. Los grandes arquetipos en los que se
expresa el subconsciente colectivo impactan intensamente en los ambientes, cuyos
sacerdotes, adivinos, agoreros y otros, controlan la cohesión y la unidad mediante un
sistema perfectamente estructurado de mitos, ritos y códigos morales. De este modo,
mientras la supervivencia colectiva no está del todo consolidada, no se admiten op-
ciones a favor de una experiencia personal y el brote de la conciencia individual.
Queda excluido cualquier tipo de esfuerzo de un individuo en orden a ir creando la
urdimbre de un proyecto personal, más allá del cuadro que le ofrece la cultura am-
biental de ese estilo de comunidad.
Pacomio había creado una comunidad y establecido unas reglas de vida. Creía que
si la realización de un camino solitario hacia el descubrimiento de la voluntad de
Dios y el plan de formación del “nombre”, propio e inalienable, que la divinidad ha
confiado a cada uno suele hacerse efectivo en una soledad anacorética, también es
posible en el seno de una comunidad de hermanos que respetan y soportan esta ma-
duración. En relación a la “cultura” religiosa ambiental, la comunidad cenobítica
constituye una especie de “subcultura” donde se favorece y soporta cualquier tipo
126
Cf. J. LEIPOLDT, Shenute von Atripe und die Entstehung des national-ägyptischen Christentums, en
TU 25,1, Leipzig 1903, 204ss.
127
Ver K. H. KUHN, Lettres and sermons of Besa. Scriptores coptici 21-22, en CSCO volms 157-158;
además Besa escribió una biografía de su maestro, cuya traducción española ha publicado reciente-
mente F. RIVAS en Cuadernos Monásticos 36 (2001) 213-242; 335-373; 481-486.
259
particular de experiencia de Dios. Las reglas que estructuran la vida de este grupo se
conciben como un camino y no como un límite. Los diversos preceptos de estas re-
glas son como balizas a lo largo de las rutas marítimas. Porque, en última instancia,
el monje sólo debe estar constantemente disponible a la escucha del Espíritu y de su
propio corazón.
Cada forma de monacato entraña ventajas y riquezas, pero también límites y esco-
llos. Precisamente el escollo más destacado del cenobitismo radica en la presión de
una colectividad que puede fácilmente llegar a convertirse en invasora y paralizante,
con el riesgo de frenar, o incluso de detener el crecimiento de sus miembros en vez
de favorecerlo. La comunidad cenobítica cumple su función de medio de madurez en
la medida en que mantiene el equilibrio entre sus diversos elementos constituyentes.
128
De este monasterio se conserva un célebre Gran Eucologio en dialéctico copto sahídico, fechado en
entre los siglos X y XI, según Lefort, y publicado por F. GRAFFIN, en la PO, XXVIII, fasc 2.
260
129
Cf. D.W.YOUNG, The Milieu of Nag Hammadi: Some Historical Considerations, en VC 24 (1970)
130 ss.
261
Los tres centros más importantes de vida semianacorética en Egipto durante los
siglos IV y V fueron los desiertos de Nitria, las Celdas y Escete130.
Desierto de Nitria
Situado a unos 60 kms al sur de Alejandría, comprendía además los seis lagos de
Natron, en el valle del mismo nombre (Wadi-Natrum)131. La denominación proviene
de natron, mezcla de sal marina y de carbonato sódico, utilizado para la momifica-
ción y más tarde para la fabricación del vidrio. En este lugar se estableció una colonia
monástica que tuvo por fundador a Amún, el cual se retiró a estos parajes hacia el
315, beneficiándose de los consejos y del ejemplo de Antonio, al que visitó. La His-
toria Lausíaca132 y los apotegmas nos han conservado el recuerdo de los monjes más
ilustres que vivieron en este desierto. Muchos de ellos, debido a la proximidad de la
metrópolis alejandrina, gozaban de un apreciable bagaje intelectual. Este era el caso
de Ammonios, llamado el hombre de la oreja cortada (, que se sometió de
buen grado a esta mutilación para escapar de la carga episcopal133, y que era uno de
los llamados hermanos largos, que conocía perfectamente los escritos de Orígenes y
de sus discípulos134, con los que Evagrio Póntico mantuvo unos contactos frecuentes
130
Cf. G. M. COLOMBÁS, El monacato primitivo, o.c. 69-88; A. DE VOGÜÉ, Nitrie, les Cellia et Scété
en Histoire littéraire du mouvement monastique III, 363-376.
131
Cf. J. LECARRIÈRE, Los hombres ébrios de Dios, Barcelona 1964, 131ss.
132
Ver cap.VIII y ss.
133
Hist.laus, 11,1-3. La Hist.mon.Aeg. 20,14, aplica la estrategia a los “tres hermanos”. El rechazo a la
dignidad y responsabilidad episcopal es bastante frecuente entre los monjes: cf. SÓCRATES, HE 4,23;
SOZOMENO, HE 6,30. Nilammon, monje de Geras, que Teófilo quiso consagrar obispo, rehusó y murió
el mismo día de su ordenación forzada (SOZOMENO, HE 8, 19, 3-7). Idéntico rechazo observamos en
Evagrio, a quien Teófilo propuso para ocupar la sede de Thmuis (Hist.laus 38, versión copta. E.
AMELINEAU 115 y 118; SÓCRATES, HE 4,23). Otros aplicaban la estrategia de la huida, como Drakon-
tios o Apphou.
134
Hist.laus., 11,1 y 4 ; SOCRATES, HE. 4, 23,73.
262
135
Hist.laus 10,2-3.
136
Hist.laus 1,1.
137
Chron ad.a 375 : Multi monachorum Nitriae per tribunos et milites caesi. RUFINO en su HE 2,3,
cuenta que unos tres mil monjes que fueron dispersados en el desierto y atacados por una verdadera
horda militar, como si se tratara de malhechores.
138
Véanse los significados y las referencias papirológicas y manuscritas en H. LIDDELL/ R. SCOTT,
Greek-Englisch Lexikon, Oxford 1989,127.
139
El término designa el recuento de los individuos, pero ha llegado a denotar el impuesto en sí mismo
ya que el censo tenía sólo una utilidad fiscal; del mismo modo se encuentra el censo ( emplea-
do para indicar el impuesto por persona en los evangelios (Mt 22,17; Mc 12,14; Lc 20,22); POxyr
711,3; PTeb 103,1; BGU 1613.
263
Lo cierto es que, hecha la ley hecha la trampa. Las exigencias fiscales acumuladas
llegaban a aplastar a los campesinos egipcios. Y en la medida en que la Administra-
ción era eficaz y ansiosa de ganancia140, la única forma de escapar a esta voracidad
recaudatoria era la huida o anacoresis. De hecho, la anacoresis aparecía en correla-
ción con las crisis de los años 45 a 60 que provocó el abandono de ciudades enteras,
hasta el punto que los recaudadores de la laografía se vieron obligados a pedir una
moratoria, pues las aldeas se encontraban desiertas141.
Con el fin de asegurar a los ascetas más exigentes la soledad profunda que ya no
encontraban en Nitria, a causa de la afluencia de tantos monjes, Amún fundó a una
veintena de kilómetros al sur de Nitria y en la entrada del desierto líbico, el lugar de
Las Celdas, un amplio valle que quizá surcara un cauce del Nilo durante algún tiem-
po. Este desierto experimentó muy pronto un pujante florecimiento143. Algunos céle-
bres monjes de Nitria, no dudaron en trasladarse a este nuevo desierto buscando un
mayor sosiego, entre otros el mismo Evagrio Póntico que pasó aquí sus últimos ca-
torce años hasta su muerte, en 399.
Desierto de Escete
140
FILÓN en su obra De specialibus legibus (III, 159-163) describe las brutalidades de los agentes del
fisco.
141
Cf. M. SARTRE, El Oriente Romano. Provincias y sociedades provinciales del Mediterráneo orien-
tal, de Augusto a los Severos (31 a.C- 235 d.C), Madrid 1994, 82-94; 260; 457; 473-474; véanse
también referencias en A. MARTIN, Athanase d‟Alexandrie, o.c. 794; R. TEJA, Emperadores, obispos,
monjes y mujeres. Protagonistas del cristianismo antiguo, Madrid 1999, 153-156; J. M. CASTILLO, La
Anachóresis, en El futuro de la vida religiosa, de los orígenes a la crisis actual, Madrid 2003, 37-48.
142
Cf. A. GUILLAUMONT, Histoire des moines aux Kellia, en Orientalia Lovaniensia Periodica 8,
1977, 187-203; G. DESCOEUDRES, Les désert des Kellia, en CPE, 72, 1998, 30-38.
143
Ver, Hist.laus 7.
264
El fundador de este desierto fue Macario de Egipto, que se estableció en estos pa-
rajes hacia el 330. Macario no fue propiamente hablando un discípulo de Antonio,
aunque recibió sus consejos y orientaciones. No se sabe nada de sus discípulos, pro-
bablemente hay que contar entre ellos a Amoés, padre espiritual de Juan Colobós, y
al sacerdote Isidoro, futuro superior del primer monasterio de San Macario, cuando
éste se retiró a una más profunda soledad. Isidoro tuvo como sucesor a Pafnucio, que
acogió a Casiano y a Germán, durante su estancia en Escete. A finales del siglo IV
Escete contaba con cuatro monasterios: San Macario, hoy Deir Baramús, Bishoi,
también existente, Juan Colobós y el actual Deir Abu Makar. El centro vital de estas
colonias ha sido siempre la iglesia, a la que acudían los monjes sólo los domingos; un
refectorio para la comida que seguía a la celebración litúrgica; una panadería; una
especie de economato para las provisiones y algunos locales para el sacerdote y el
hermano que cuidaba de la economía (diakonía). Durante la semana los hermanos
vivían en celdas separadas y alejadas, a veces solos, a veces en compañía de algún
discípulo. Cada monasterio era gobernado por un sacerdote; y el conjunto de los cua-
tro estaba bajo la autoridad del padre de Escete, cuya responsabilidad asumieron
Pafnucio y Juan Colobós, sucesores de Macario.
Quizá haya que atribuir a Macario, el fundador de Escete, la llamada Carta Mag-
na, que viene a ser una conferencia dirigida a los monjes145. En ella se describen las
distintas etapas de la ascensión a Dios: desde la conversión hasta la sumisión total del
144
Cf. A. GUILLAUMONT, Conception du désert…en o.c. 84-86
145
Véase la problemática de este documento y su texto en W. JAEGER, two rediscovered works of
ancient Christian literature: Gregory of Nyssa and Macarius, Leiden 1954.
265
al Espíritu Santo, desde las principales tentaciones que asaltan al monje hasta alcan-
zar el reposo de la unión.
Vemos en la presente obra cómo los monjes ejercen una atracción extraordinaria
hacia finales del siglo IV. Este tipo de literatura cristiana nos ha dejado algunos rela-
tos de viajes por el desierto, emprendidos por el afán de contemplar de cerca a aque-
llos gigantes de la fe. La Historia de los monjes, adaptada al latín por Rufino de
Aquileya, recoge más de un rasgo novelesco del viaje. Las circunstancias y los con-
tornos de los hechos que se describen son tan transparentes que corresponden a lo
que sabemos por otras fuentes; y resulta difícil de admitir que el sustrato del relato no
sea auténtico. El escrito se centra en las aventuras de siete monjes de Jerusalén, que
se trasladan a Egipto en peregrinación y sufren una serie de peripecias. Ofrece una
rara y equilibrada alianza entre la soledad y la sociedad, un ir y venir de la comunidad
146
Cf. A. J. FESTUGIÈRE, Historia monachorum in Aegypto, Bruxelles 1961 ; G. FRANK, The Historia
Monachorum in Aegypto and Ancien Travel Writing, en StP 30, 1997, 191-195; A. DE VOGÜÉ,
L‟historia monachorum dans l‟histoire, en HLMM III, 382-385.
266
Historia lausíaca
También esta obra presenta un tipo de itinerario monástico por los desiertos de
Egipto. Paladio147 es el nombre del autor de esta Historia lausíaca148; es reconocido
como el historiador más eminente del monacato egipcio. Discípulo de Evagrio Pónti-
co, oriundo de Galacia y nacido en torno al año 363, fue educado en los clásicos
griegos; hacia el año 388 pasó a Egipto para contactar con los eremitas, pero por ser
de constitución enfermiza, los médicos le aconsejaron trasladarse a Palestina en bus-
ca de un clima más propicio. En torno al año 400 fue consagrado obispo de Elenópo-
lis en la región de Bitinia, y pronto se encontró enredado en las controversias orige-
nistas.
147
Ver en DPAC II, 1648-1649.
148
Versión, introducción y notas de L. E. SANSEGUNDO VALS, en Apostolado Mariano. Serie Santos
Padres 15, Sevilla 1991.
149
Hist.laus, Pref.
267
liberación. Esta lucha se efectúa por todo un conjunto de prácticas, oraciones, vigilias
y ayunos; y está regida por una doctrina que procede de los Padres. Sus leyes esencia-
les están formuladas en la Biblia, y comentadas por la tradición de los solitarios. Es
curiosa la nota altruista del trabajo monástico que acentúa el autor: el trabajo y el
desprendimiento miran a remediar las necesidades ajenas150. Nos ofrece así un bos-
quejo de la asistencia social de aquellos solitarios.
Apotegmas
Quizá estemos ante los escritos que nos dan la idea más clara del espíritu del mo-
nacato egipcio151. Se trata de una colección de máximas espirituales que contienen
enseñanzas sobre ideales y compromisos de vida monástica de utilidad general. La
búsqueda de la soledad, el retiro en la celda y el silencio, eran medios indispensables
del monje para alcanzar la salvación. Además, los moradores del desierto eran cons-
cientes de su pertenencia a un grupo en las dimensiones parciales de la hospitalidad,
los ágapes, las synaxis, el apa con sus discípulos y las relaciones del eremita con sus
vecinos152. El período de florecimiento del género apotegmático monástico con
auténtica vena creativa, abarca desde mediados del siglo IV a mediados del siglo V.
Vale la pena asomarse un poco a los precedentes del género apotegmático en la li-
teratura cristiano evangélica y en la helenística griega153. Algunos han querido aso-
ciar
150
Hist.laus 10,14,20,45,47,58.
151
Ver J. CL. GUY, Les apophtegmata Patrum, en Théologie de la Vie Monastique, Paris 1961, 73-85.
152
Es lo que intenta mostrar el estudio de G. GOULD, The Desert Fathers on Monastic Community,
Oxford 1993.
153
K. BERGER, Hellenistischen Gattungen im Neuen Testament, en ANRW II, 25,2, 1984a, 1092ss; D.
DORMEYER, Das Neue Testament im Rahmen der antiken Literaturgeschichte. Eine Einführung 1993.
268
los llamados apotegmas de Jesús a las viejas formas griegas, conocidas como jreía
(154, aunque parece que se da alguna diferencia entre ambos términos. El apo-
tegma suele estar vinculado a una persona155, mientras que una jreía parece estarlo a
una situación particular en la que se manifiesta el uso (= jreía) de un término. La
jreía es una forma literaria, oral o escrita, universal, muy difundida en las regiones
mediterráneas, y muy practicada por los filósofos cínicos156, cuya filosofía y praxis
están en cercana sintonía con los principios prácticos de ciertos ambientes monásti-
cos157.
Jreías
Preguntado si la muerte es mala, (Diógenes el cínico) respondió: ¿Cómo será mala,
cuando estando presente no es sentida? Otro preguntó cuál era el mejor tiempo para
practicar el ayuno. Él contestó: Si tú eres rico, cuando quieras; pero si eres pobre, cuando
158
tengas algo para comer .
Quizá por esta razón, se explica que el cristianismo primitivo adoptara esta forma
literaria como medio para expandir su mensaje, y que en el proceso comprensible de
aculturación creara un estilo peculiar de expresión adecuado a personalidades ca-
rismáticas del judaísmo y, en lo que a nosotros nos concierne, también del monacato
154
Véase el excelente estudio de C. HEZSER, Die Verwendung der Hellenistischen Gattung Chrie im
frühen Christentum und Judentum, en JSJ 27, 1996, 371-439; R. BULTMANN, Historia de la Tradición
Sinóptica, Salamanca 2000, 71-127; y sobre todo M. DIBELIUS, Historia de las formas evangélicas,
Valencia 1984, 150-162; también PH. VIELHAUER, Historia de la literatura cristiana primitiva, Sala-
manca 1991, 318-330; 656- 660.
155
De aquí la denominación generalizada de Apotegmata Patrum, en PL 65,71-440, Las Huelgas,
Burgos 1981. A parte de la colección de sentencias de los Padres del desierto, recopilados en la tradi-
ción griega, existen también apotegmas y sentencias en la tradición armenia, los llamados Patérica,
que estudió competentemente L. LELOIR, Desierto y Comunión. Testimonios de los Padres del Desier-
to, recogidos de los “Patérica” armenios, Las Huelgas. Burgos 2002.
156
Cf. D. KRUEGER, Diógenes the cynic among the fourth century Fathers, en VC 47, 1993, 29-49
(sobre todo, The chreiai and the school tradition 31-35).
157
Ver R. BRACHT BRANHAM/ M. O. GOULÉ-CAZÉ, Los cínicos, Barcelona 2000, (sobre todo, Cinismo
y monacato 332-335).
158
Cf. DIÓGENES LERCIO, Vidas de Filósofos, VI, 37,40.
269
Amma Synclética dijo: los que se entregan a Dios tienen que luchar y sufrir mucho al prin-
cipio, pero después gozan de una alegría inefable. Es lo mismo que los que quieren en-
cender un fuego, que empiezan a ahumarse y a lagrimear, pero al final alcanzan su objeti-
vo. La escritura dice: “nuestro Dios es fuego devorador” (Hb 12,29). Debemos encender
en nosotros el fuego divino con lágrimas y sufrimiento. ¿Acaso no ha dicho el Señor: “He
venido a arrojar un fuego a la tierra?” (Lc 12,49). Algunos, poco animosos, han soportado
el humo sin conseguir el fuego por su falta de paciencia y sobre todo por su actitud laxa e
161
irresoluta frente a lo divino
159
Cf. C. HEZSER, Die Verwendung der hellenistischen Gattung Chrie im frühen Christentum und
Judentum, Berlin 1995.
160
Hay que contar también con las sentencias de las ammas, o madres espirituales, destacando amma
Synclética, quizá la más notable. Véase su biografía y presentación de L. REGNAULT, en Las Huelgas,
Burgos 1979. J. M. SOLER, Las Madres del desierto y la Maternidad espiritual,en Mujeres del Absolu-
to. El monacato femenino, historia, instituciones, actualidad, XX Semana de Estudios Monásticos,
Abadía de Silos, Burgos, 1985, 45-63; ver también G. M. COLOMBÁS, o.c. 88-90; y sobre todo Mª
SIRA CARRASQUER/ A. DE LA RED, Matrología, madres del desierto, antropología, prehistoria, histo-
ria. Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2000; M. CAEPINELLO, Données à Dieu. Figures fémenines dans les
premiers siècles chrétiens, en SpO 78, Bellefontaine 2001. El autor alude a las mujeres de los prime-
ros tiempos en oriente: Tecla (13-55), Macrina (55-99), Mujeres del desierto: Sinclética (99-133),
María, hermana de Pacomio(133-157); Mujeres pecadoras arrepentidas: María Egipciaca (157-189)
y sus hermanas, Pelagia, Tais, María, sobrina de Abraham el solitario (189-209).
161
VidSincl.60.
270
Un hermano interrogó a Poimén diciendo: “He recibido una herencia, ¿qué debo hacer con
ella?” El Anciano le dijo: “Ve, regresa en tres días y te lo diré”. Entonces, aquél regresó
según se le había fijado. Y el Anciano dijo: ¿Qué puedo contestarte, hermano? Si te digo
de donarla a la iglesia, ellos harán allí banquetes; si te digo de darla a tus parientes, no
extraerás ningún beneficio de ello; si te digo de darla a los pobres, omitirás hacerlo. En-
tonces, haz como quieras, eso no me atañe.
162
Cf. L. LELOIR, La Bible et les Pères du désert d‟après les deux collections arméniennes des Apoph-
tegmes, en La Bible et les Pères o.c. 113-134.
163
; los Padres del desierto están en búsqueda de los medios prácticos para
mejor asegurarse la salvación. Es cierto que han citado relativamente poco la Biblia, pero se han visto
impregnados por ella.
164
Opina muy distinto G. GOULD, Lay Christians, Bishops and Clergy in the Apotegmata Patrum, StP
25,1993,405. Para este autor en los apotegmas vemos que los monjes del desierto no han descuidado
del todo los contactos con la sociedad. Aceptaban incluso el sacerdocio y el episcopado como una
vocación a la que valía la pena ser llamado.
271
El abad Evagrio contaba: un hermano que no tenía nada más que un evangelio, lo vendió
para alimentar a los pobres. Y decía una sentencia digna de recordarse: “he vendido la
palabra misma que manda: vende lo que tienes y dáselo a los pobres (Mt 19,21).
Un cuadro vivo e instantáneo sobre la vida del anciano y de su discípulo. Una bre-
ve sentencia o respuesta con valor espiritual o simplemente de buen sentido. Un bre-
ve diálogo. Una enseñanza mediante una palabra o incluso mediante una alegoría.
Bousset recalca además la casi carencia de referencias bíblicas, el eco nulo de cual-
quier tipo de discusión teológica, de milagros, de visiones, de homilías.
165
Véase en PL 73, 831-1006.
166
Apophthegmata: Studien zur Geschichte des ältesten Mönchtums, Tübingen 1923, I-208; véase
también, G. J. M. BARTELINK, Les Apophtegmes des Pères. A propos de deux études récentes, en VC
47, 1993, 390-397.
272
mega). Esta colección cuenta además con una serie segunda, los llamados apo-
tegmas anónimos167.
La literatura de los desiertos de Egipto no es una literatura como las demás. Para
ser comprendida en su profundidad hay que recorrer los tiempos y etapas de su evo-
lución. Tomados como repertorios de ejemplos, estos apotegmas pueden resultar di-
vertidos o incluso producir enojo. Depende todo del temperamento o humor del lec-
tor. Una reacción inadecuada no inmutaría lo más mínimo a los autores y compilado-
res de los apotegmas. El mismo estilo sencillo, desprovisto de toda aspereza, es más
que indicador de un afán por orientar la vida del monje en la sabiduría de la humil-
dad, y el rechazo de todo prestigio y poder. Los evidentes efectos del fuego del Espí-
ritu descubren a estos hombres el valor de todo lo que cuenta como bello y estimable
entre los humanos.
Una fecha importante en la literatura egipcia del Bajo Egipto es la llegada de Eva-
grio Póntico a los desiertos de Nitria en 383, y de Las Celdas en 385. Evagrio llega
con su bagaje de ciencia, y sobre todo con su conocimiento de un Orígenes sistemati-
zado y transformado. Fue el primer gran teólogo de la vida monástica en Egipto. A
167
Apotegmas de los padres del desierto, Salamanca 1986; T. MERTON publicó una selección con una
introducción, (The wisdom of the desert. Saying from the Desert Fathers of the Fourth Century). La
Sabiduría del desierto. Dichos de los Padres del desierto del siglo IV, Madrid 1997.
168
Ver, Las Sentencias de los Padres del desierto (Recensión de Pelagio y Juan), introducción de L.
REGNAULT, Las Huelgas, Burgos 1981; esta publicación también ha aparecido en Desclée de Brouwer,
Bilbao 1988.
169
En Las Sentencias de los Padres del desierto. Los apotegmas de los Padres (Colección mixta),
introducción de J. Mª DE LA TORRE. Las Huelgas. Burgos 1990.
170
Cf. A. GUILLAUMONT, Évagre le Pontique, en DSp IV, 1731-1744; V. DESPREZ, Evagre le Pon-
tique, en Le Monachisme Primitif…o.c. 369-399.
273
Evagrio había nacido en un poblado del Asia Menor, junto al Ponto. En esta re-
gión no le fue difícil encontrarse con Basilio y sobre todo con Gregorio Nacianceno,
al que tuvo siempre como a su verdadero maestro. Gregorio lo ordenó de diácono y
lo tuvo junto a sí en Constantinopla cuando ocupaba aquella sede. Se enamoró de la
mujer de un funcionario que respondió a su pasión. Recapacitando en su actitud,
abandono Constantinopla y se dirigió a Jerusalén en donde lo acogieron Rufino y
Melania. Por consejo de ésta marchó a Egipto en donde fijó su residencia; primero
dos años en Nitria, y luego en la gran soledad de Las Celdas, donde conoció a Maca-
rio de Alejandría y sobre todo a Ammonios, un monje instruido como él y apasiona-
do lector de Orígenes; en torno a Ammonios y a Evagrio se iba formando un pequeño
círculo de monjes distinguidos por su gusto en la especulación intelectual171. Crecía
una palpable hostilidad entre los que pasaban por ser origenistas y los que se conoc-
ían como antropomorfitas, porque rechazaban toda exégesis espiritual y tomaban a la
letra el sentido de la Escritura. El patriarca de Alejandría, Teófilo, quiso conferir el
episcopado a Evagrio, y otorgarle la sede de Thmuis, pero el sabio monje se esca-
bulló. Las cosas comenzaron a revestir un cariz trágico cuando, por motivos poco
claros y al poco de la muerte de Evagrio, el patriarca de Alejandría, Teófilo, se alistó
en el bando antiorigenista y entró en el desierto para atacar a Ammonios y a sus her-
manos.
171
Ver Hist.laus 11.
172
Compuesta por : Antirrhetikos, Tratado Práctico, Espejo de monjes y de monjas, Problemas
gnósticos, sobre la Oración, sobre los Malos Pensamientos, Capítulos gnósticos, algunos comentarios
bíblicos, y un puñado de cartas (véase una breve síntesis sobre el contenido de estas obras en J.
QUASTEN, Patrología II, 184-193; y los textos de algunas de las obras disponibles en español:
EVAGRIO PÓNTICO, Obras Espirituales. Tratado Práctico a los Monjes. Exhortación a una Virgen.
Sobre la Oración. en CN, Madrid 1995).
173
Cf. A. GUILLAUMONT, Un philosophe au désert: Évagre le Pontique, en SpO 188ss.
274
introduce de esta manera: Tenemos que referirnos a los caminos de los monjes que
nos han precedido en el camino del bien; y ordenar nuestras vidas en consecuen-
cia174. Quiere presentarse como el intérprete de los Padres del desierto; por eso es el
primero en exponer por escrito una enseñanza oral, pero introduce en ella sus especu-
laciones. No ha realizado la síntesis de su pensamiento, que ha expuesto casi siempre
analizando las sentencias, perdidas la mayor parte en su lengua original, el griego, y
conservadas en siríaco o armenio, siempre en estado fragmentario.
Con los seglares, los demonios luchan sirviéndose preferentemente de objetos; con
los monjes, en cambio, casi siempre por medio de pensamientos, pues de los objetos
están privados a causa de la soledad. Y como es más fácil pecar de pensamiento que de
obra, por ello es más ardua también la lucha contra el pensamiento que la que se mantie-
ne con las cosas sensibles; porque el intelecto es fácil de dirigir, pero es irrefrenable
178
tratándose de imaginaciones deshonestas .
174
Pract 91.
175
En PG 40,1252dss ; Cf. J. DRISCOLL, A key for reading the Ad monachos of Evagrius Ponticus, en
August 30, 1990, 361-392.
176
1Cor 7,33-34.
177
Pract 5.
178
Pract 48.
275
179
Pract 6; I. HAUSSHERR, L‟origine de la théorie orientale des huit péchés capitaux, en De doctrina
spirituali Christianorum orientalium, Quaestiones et scripta I, en OCP 30, 1933, 164-175 . Los Tes-
tamentos de los doce Patriarcas, y en concreto el Testamento de Rubén (3), nos ofrece elementos
interesantes para la historia del sentido evagriano de la palabra .
180
Pract 7; Ant 1,19; OchoEsp 1-3: Se entiende aquí no sólo el ansia de alimento, sino la tentación
que impele al monje a atenuar los rigores del ayuno bajo pretexto de perjuicio para la salud.
181
Pract 8 ; Ant 2; OchoEsp 4-6: Muchas veces tendencia hacia una imagen (de mujer) engañosa e
inconsistente (
182
Pract 9 ; Ant 3,2; OchoEsp 7-8: Crea imperiosas necesidades inútiles, sugiriendo ( un
sentimiento de inseguridad insoportable.
183
Pract 10 ;Ant 4 : es una insoportable frustración de los deseos, cercana a la depresión que paraliza
cualquier placer (. En el escrito Ocho Espíritus 11-12: PG 79, 1156b-1157c, la
tristeza es una consecuencia de la cólera, en cuanto venganza no satisfecha.
184
Pract 11; Ant 5; OchoEsp 9-10: Es impulso y dinamismo irritable (, espontáneo, rápido y
agudo (), que turba la mente, porque se apodera de ella (
185
Ver A. GUILLAUMONT, L‟acédie, en Évagre le Pontique. Traité Practique ou Le Moine I, en SChr
170, 84-90 ; G. BUNGE, Akèdia. La doctrine spirituelle d‟Évagre le Pontique sur l‟acédie, en SpO 52,
Bellefontaine 1983, 57. Según Evagrio la acedía ha entrado en el mundo al mismo tiempo que el hom-
bre. Se identifica con el demonio meridiano ( (Pract 12; Ant 6; OchoEsp 13-
14; SelPs, atribuido a Orígenes, en PG 12,1552c) y con la pesadez de corazón. Representa al más
pesado () de todos los demonios. Engendra aversión por el lugar y situación en que uno se
encuentra.
186
Pract 13; Ant 7; OchoEsp 15-16 : hambre de protagonismo que se manifiesta de mil maneras,
incluso en situaciones imaginarias deformando la realidad. Supone una imaginaria ingenuidad.
187
Pract 14; Ant 8; OchoEsp 17-19: es necia ignorancia existencial por exceso ciego, y siempre me-
dida en relación a los demás.
188
A. GUILLAUMONT, Un philosophe au désert… a.c. 194.
276
Casiano y luego Gregorio Magno recogerán la lista evagriana de las pasiones, que
quedará reducida a siete. Los pensamientos sugeridos por cada uno de estos vicios
requieren remedios apropiados para recuperar la impasibilidad. Entrar en esta com-
plejidad de los pensamientos es un aprendizaje en la táctica combativa de los demo-
nios contra nosotros y supone un conocimiento práctico del alma, en su dimensión
tripartita: racional, concupiscible e irascible. Los mismos sueños, dice Evagrio, nos
dan un diagnóstico de nuestra alma.
189
Cf. A. GUILLAUMONT, Le gnostique chez Clément d‟Alexandrie et chez Évagre le Pontique, en
Alexandrina, mélanges offerts à Claude Mondésert, Paris 1987, 195-201.
190
Pract 81 :
277
proyecto gnóstico, aplicable en exclusiva a la vida monástica. No hace falta gran ba-
gaje intelectual, ni el tradicional plan cíclico de formación (). La
ciencia de Cristo no tiene necesidad de un alma dialéctica, sino de un alma viden-
te191. Frente a la ciencia que proviene del exterior, la ciencia espiritual, que produce
en nosotros la gracia de Dios, únicamente es accesible mediante una purificación del
alma192. A Evagrio le importa que el humano se convierta en un gnóstico; mas, para
realizar este propósito, tendrá que liberarse de las pasiones mediante el ejercicio de lo
que llama la practica (, luchando en contra de los pensamientos que los
demonios sugieren para desencadenar en el alma las pasiones.
191
KGn 4,90, en PO 175.
192
Gnost 4.
193
Evagrio hereda la voz , pero le confiere un sentido peculiar y paradójico. Platón había
llamado así a cuantos se entregaban a cualquier actividad manual. Aristóteles, a quienes se orientaban
a la acción y a la eficacia. Los estoicos, a los que se dedicaban a la actividad política y social. En Gre-
gorio de Nacianzo este término designa a los clérigos que llevan vida activa, y a los obispos responsa-
bles del gobierno espiritual. Finalmente, Evagrio llama al que se entrega a la práctica, es
decir, la ; el anacoreta que se ha retirado del mundo y ha renunciado a ocuparse de asuntos
humanos y funciones activas eclesiásticas para vivir en la . Véase A. GUILLAUMONT, Definition
de la practiké, en Traité pratique ou le moine, SChr 171, 39-63.
194
KGn 3,41.
195
Pract 44.
196
Pract 46.
278
Las afecciones del alma se manifiestan por medio de signos: bien por una palabra profe-
rida, bien por un movimiento del cuerpo, mediante los cuales los adversarios advierten si
tenemos sus pensamientos y los acogemos en nuestro interior. O si, por el contrario,
habiéndolos expulsado, nos ocupamos de nuestra salvación. Pues sólo Dios, que nos
ha creado, conoce nuestra mente y no necesita de signos para conocer lo que está
197
oculto en nuestro corazón
En esta especie de desciframiento los demonios son muy hábiles. A pesar de care-
cer de la ciencia verdadera, al ser inteligencias caídas y por ello ignorantes en grado
sumo, han adquirido una pericia tal que les vuelve aterradores y enemigos formida-
bles para cualquier humano que busque la impasibilidad y la ciencia verdadera198. En
esto, Evagrio no hace más que recoger y sistematizar la herencia demoníaca que ha
encontrado en la mentalidad y comportamientos de los Padres del desierto. Por otra
parte, la creencia en los demonios ha existido siempre incluso en Grecia, sobre todo
en sus ambientes rurales, y sólo el racionalismo griego lo relegó a la sombra por un
tiempo. En las creencias populares del siglo IV de nuestra era, los demonios invaden
todo, dominan los elementos del mundo. Lo demoníaco es el último reducto de la
irracionalidad y de la paradoja de la vida199, que muchas veces puede expresarse vio-
lentamente en la represión de los instintos naturales mediante una reacción subcons-
ciente que adquiere los síntomas de representaciones numinosas200.
197
Pract 47; en la carta 16 (Frankenberg, 576, 7-23) Evagrio describe la vigilancia policiaca de los
demonios, asociándola a cada uno de los logismoi o pasiones.
198
Ver. A. GUILLAUMONT, Les démons, en Traité pratique I, 94-98.
199
Cf. E. R. DODDS, Hombre y mundo demoníaco, en Paganos y cristianos en una época de angustia,
Madrid 1975, 61-97; A. FESTUGIÈRE, Le moine et les démons, en Les Moines d‟Orient I, Cultura ou
sainteté. Introduction au monachisme oriental, Paris 1961, 23-39 ; B. STUDER, Demonio, en DPAC.
Véase ampliamente el tema de la demonología en DSp III, 141-238 ; sobre todo el artículo de A. et CL.
GUILLAUMONT, El demonio en la más antigua literatura monástica de Oriente (col 189-212).
200
Páginas aleccionadoras a este repecto nos ha dejado C. G. JUNG, en su obra Ein moderner mythus
(Un mythe moderne) Paris 1961, 87ss. El psicólogo suizo describe los efectos psíquicos de la soledad
y cómo el eremita se esfuerza en alcanzar la experiencia espiritual dejando perecer su ser de carne y
hueso… La unilateralidad de la devoción se ve compensada por la reacción violenta del mundo instin-
tivo con profusión de imágenes amenazantes, sobre todo bajo el ángulo de la sexualidad.
201
Ver A. GUILLAUMONT, l‟Impassibilité, en Traité pratique, 98-112.
279
Todas las virtudes despejan el camino al gnóstico; pero más que ninguna otra el control
de la cólera. Pues quien ha logrado la ciencia y se deja arrastrar fácilmente por la cólera,
202
se asemeja a uno que se perfora los ojos con una punta de hierro . Si los enfermos de
ojos no pueden mirar hacia el sol sin empañarse de lágrimas sus pupilas y sin ver fantas-
mas en el aire, tampoco el noûs puro, cuando está turbado por la cólera, puede aplicarse
a la contemplación espiritual; porque una calima reposa sobre las realidades que pretende
203
considerar .
202
Gnost 5. El control de la cólera, (= la no-cólera), vocablo de origen aristotélico y estoico
(véase tambien VAnt 17). Se identifica con la dulzura () definida en otra parte como ataraxía
de la parte irascible (In Ps 131,1, pG 12,1649c) y cercana a la caridad, la virtud por excelencia del
gnóstico. Y que la cólera ciega la mente y obstaculiza la contemplación es una convicción en Evagrio.
Ver Or 64; KGn 4,38; 5,27; 6,63; OchoEsp 9; in Ps 6,8; 30,10).
203
KGn 6,63,
204
Pr Prol 45-50 : …
280
sobre las pasiones, especialmente sobre las que proceden de la parte irascible del al-
ma. Caridad y dulzura de hecho se identifican, por eso Moisés fue el más dulce de los
humanos, gracias a que el Espíritu Santo le había mostrado sus caminos205. En con-
secuencia, la actitud y el comportamiento del gnóstico frente a los demás no será tris-
te ni desagradable206; incluso se dedicará a enseñar a los demás los ejercicios de la
“práctica” y a iniciarlos en la gnosis, desempeñando para unos “la función de la sal”
y para otros “la de la luz”207. Eso le da opción al gnóstico a expresar lo que conviene;
incluso a admitir unas prácticas esotéricas, sólo accesibles a quien ha logrado la gno-
sis, sirviéndose a veces de un lenguaje críptico que sólo el gnóstico es capaz de inter-
pretar. A este propósito la obra evagriana, el Gnóstico, ofrece consejos acerca de la
manera cómo éste gnóstico debe practicar la exégesis alegórica.
La creación de los seres materiales ha estado precedida por una creación primera,
la de los seres primeros, puramente espirituales, entendimientos puros, naturalezas
razonables (; con la única finalidad de conocer a Dios, Trinidad y Unidad.
205
Nm 12,3; Sal 103 (102),7 en la Carta 56 (W. FRANKENBERG, Evagrius Ponticus, Berlin 1912, 604,
12-13)
206
Gnost 22 : . Clemente había expresado ya que el gnóstico es
sosegado, dulce (, afable y de fácil acceso ( (Str 7,7,45,2).
207
Gnost 3 : . El gnóstico es maestro y doctor por naturaleza: “Porque la mente, cuando
se despoja de las pasiones, brilla como la luz y se convierte en vidente esclarecida de las obras de
Dios” (KGn 5,15). Ver también en CLEMENTE, Str 7,12,79,5.
208
Ver ampliamente en A. GUILLAUMONT, Les „Kephalaia gnostica‟ d‟Évagre le Pontique, et
l‟histoire de l‟origenisme chez les grecs et chez les syriens. Patristique Sorbonensia 5. Paris 1962.
209
La obra ha sido publicada por A. GUILLAUMONT en la Patrologia Orientalis Tomo 28, fasc.1, nº
134: Lex six centuries des” Kephalaia gnostica” d‟Evagre le Pontique, en versión siríaca y traducción
francesa.
281
Las caídas más o menos profunda desde la unidad explica la diversidad de seres
inteligentes: ángeles, hombres, demonios210. El alma es también una inteligencia que
ha caído de la unidad por negligencia211. Pero Dios, en su providencia y bondad, rea-
lizó una segunda creación: los cuerpos y el universo material, para que los entendi-
mientos pudieran tener un grado de conocimiento adaptado a su estado de decaden-
cia, y así gozar de la posibilidad de recuperar gradualmente la ciencia de la unidad.
Por tanto, la elevación a la contemplación se efectúa a través de un cambio radical,
que supone el paso de un cuerpo a otro, de un mundo a otro, hasta llegar de nuevo a
la ciencia esencial212.
210
KGn 5,11.
211
KGn 3,18.
212
Evagrio asume claramente los principios plotínicos, directa o indirectamente, de ascensión desde
este mundo derivado del Uno (Enn 4,3 (27) 9-11) con una referencia muy marcada al gnosticismo
(Enn 2,9 (33) 10-12) y al cambio del alma en mente (noûs) y retorno al Uno por la fuerza del deseo
(Enn 5.5 (32), 12; 6, 2 (47) 3). Respecto a la únión mística (Enn 5,5 (32) 8; 5, 3 (49) 17) véase D. J.
O‟MEARA, Plotinus. An introducion to the Enneads, Oxford 1993, 12 ss.
213
KGn 1,82; 11,75; 3,38; 6,57.
214
Cf. D. BERTRAND, Force et Faiblesse du chez Évagre le Pontique, en StP 35, 2001, 10-23. El
de Evagrio es capaz de experimentar el ápice de la luz y de la felicidad, y la sima de la desgracia
y de la tiniebla. Entre estos dos extremos se despliega su movilidad. De alguna manera en el centro de
este arco se sitúa la impasibilidad. En todo este proyecto, el no cesa de ser el sujeto de atribu-
ción.
215
KGn 4,18.
216
Ver A. GUILLAUMONT, Un philosophe au désert.. o.c. 203-204; A. GRILLMEIER, Cristo en la tradi-
ción cristiana, Salamanca 1997, 612-620.
282
217
KGn 6,15,33-34,85.
218
KGn 3,57; Pract 92.
219
KGn 1,76.
220
Cf. Ef 3,10.
221
KGn1,78.
222
KGn 2,49.
223
Pract 3.
224
KGn 3,63.
225
KGn 5,52.
226
KGn 3,15.
227
Cf. I. HAUSSHERR, Ignorance infinite, en OCP 2, 1936, 351-362 ; J. MEYENDORFF, Le Christ dans
la théologie byzantine, Paris 1969, 161.
283
El estado de oración es un hábito impasible que, impulsado por un amor muy intenso,
234
arrebata al intelecto sabio y espiritual, elevándolo hasta la cima de lo inteligible . Cuando
tu intelecto, movido por un gran deseo de Dios, se desprenda poco a poco, por así decir,
de la carne y rechace todos los pensamientos procedentes de la sensación, de la memo-
ria o del temperamento, y al mismo tiempo se encuentre lleno de devoción y alegría, en-
235
tonces piensa que ya estás en el ámbito de la oración . El Espíritu Santo, compade-
ciéndose de nuestra debilidad, nos visita aun siendo impuros, y con sólo hallar nuestro
intelecto orando con amor sincero, entra en él, desvanece todo el ejército de razonamien-
236
tos y pensamientos que lo envuelve, y lo empuja al amor de la oración espiritual . Cuan-
do hayas llegado en tu oración a estar por encima de cualquier otra alegría, entonces
237
verdaderamente has encontrado la oración .
228
Ver I. HAUSSHERR, Les leçons d‟un contemplatif. Le traité de l‟Oraison d‟Évagre le Pontique,
Paris 1960.
229
Or 85: ; Or 66: Inmaterial, acude al Inmaterial, y entonces com-
prenderás.
230
1Tes 5,17.
231
Or 11.
232
Or 61.
233
24,10 (LXX).
234
Or 53.
235
Or 62.
236
Or 63.
237
Or 153.
284
238
Cf. W. HARMLESS, Salt for the Impure, Light for the Pure: Reflections on the Pedagogy of Eva-
grius Ponticus,en StP 37, 2001, 514-526: Evagrius thus wanted the teacher to be salt and light, a pre-
servative and an illumination. this metaphor describe the pedagogy of Evagrius‟s writings.
Anillo Semítico
UNIDAD II- 5
1
Cf. M. DE JONGE, The transmission of the Testaments of the twelve Patriarchs by christians, en VC
47, 1993, 1-28.
2
3,18.
3
Cf. L. H. FELDMAN, How much Hellenism in the Land of Israel?, en JSJ 33,2002, 290-313.
4
Este filósofo, buen conocedor del judaísmo, consideraba la campaña de rejudaización en las regiones
sirias, llevada a cabo por los hasmoneos como una traición al proyecto de Moisés. Cf. K. BERTHELOT,
Poseidonios d‟Apamée et les juifs, en JSJ 24, 2003, 160-198.
286
Viejos centros intelectuales, como Antioquia, Tiro, Sidón, Apamea, Emesa, Ede-
sa, Nísibe, aportan su contribución al desarrollo de las ciencias y de las artes, de la
economía y del comercio, en el ámbito de la cultura griega durante la época impe-
rial5. Se destaca más en el norte de Siria que en el sur, en las minorías ricas y aristó-
cratas que en la gran mayoría de la población para quienes el griego resultaba una
lengua marginal, cuando no desconocida6. Por otra parte, la penetración pacífica de
los árabes en las zonas interiores de Siria contribuía a mantener vínculos estrechos
entre la Siria sedentaria y las regiones desérticas. Porque Siria no era solamente un
lugar de paso entre Mesopotamia y los países del Mediterráneo; sus relaciones con la
península arábiga son activas en todas las épocas. Nunca fue una región aislada; eran
conocidas sus excelentes vías de comunicación con las regiones limítrofes del impe-
rio romano, y más en esta época en que alcanzaba la más alta densidad de población
de toda su historia, al mismo tiempo que barrían la región intensas corrientes de pa-
ganismo y de mentalidad semita7; pese a que la mayoría de la población se declaraba
cristiana.
5
Ver. M. SARTRE, El Oriente Romano, o.c. 374-381.
6
Aunque marginal, es evidente que el griego ayudó a fraguar la cultura de Edesa y a concebir nuevos
proyectos impregnados de helenismo. Aquí desempeñó una función importante el desarrollo de la
cultura cristiana, cf. F. MILLAR, Greek and Native Culture in the Syrian Region, en JJS 29, 1978, 2-7;
ID, Empire, Community and Culture in the Roman Near East: Greeks, Syrians, Jews and Arabs, en
JJS 38, 1987, 143-164.
7
Cf. M. SARTRE, El Oriente Romano. Provincias y sociedades del Mediterráneo oriental, de Augusto
a los Severos (31 a.C- 235 d.C.) Madrid 1994, 522-538.
8
Cf. S. BROCK, Eusebius and Syriac Christianity, en Attridge- Gohei Hata, Eusebius, Cristianity and
Judaism oc. 212-234.
287
cristianismo nunca cortaban del todo con el pasado; un ajuste del precedente sistema
de creencias y de comportamientos sucedía siempre que se abrazaba la nueva reli-
gión9.
Edesa era la ciudad más civilizada y floreciente del norte de Mesopotamia; gozaba
además de una situación envidiable. Era plaza fuerte. Dominaba los caminos de acce-
so a Armenia y el paso a través de Mesopotamia. Hacia el año 150 existía en ella una
comunidad cristiana que al parecer se formó de entre el elemento judío de la ciudad.
De este modo iba naciendo la llamada Escuela de Edesa, que publicaba y traducía los
comentarios de Teodoro de Mopsuestia, la Lógica de Aristóteles y otros libros del
Organon aristotélico. La literatura siríaca se había formado y desarrollado primera-
mente en Mesopotamia; y es, por encima de todo, una literatura eclesiástica, puesto
que sus autores son miembros del clero o teólogos. Los mismos doctores que se con-
sagraron al estudio de la filosofía griega, como los maestros de la Escuela de Edesa
en el siglo V, y los célebres médicos sirios de Bagdad, estaban versados en teología.
Las ciencias se resumían en la palabra filosofía, cuya rama fundamental era el cono-
cimiento de Dios y de la religión.
9
Cf. A. FELDTKELLER, Identitätssuche des syrischen Urchistentums. Mission, Inkulturation und Pu-
ralität im ältesten Heidenchristentum, Freiburg- Göttingen 1993, 57ss. El autor detecta esta aproxima-
ción a la religión pagana ya en los evangelios y en las cartas de Pablo; pero no nos da información
detallada sobre los cultos paganos en Siria. Una de las obras que mejor expresa el problema de la
identidad del cristianismo en Siria es la de F. MILLAR, The Roman Near East 31 BC- AD 337, Harvard
University Press 1993, 519 ss: el autor se muestra muy escéptico sobre la posibilidad de escribir una
historia sobre el primitivo cristianismo siriaco, porque sus fuentes son muy legendarias.
10
Ver HE 4,30.
11
Cf. H. J. W. DRIJVERS, Bardaisan von Edessa als Repräsentant des syrischen Syncretismus im 2
Jahrhundert, en A. Dietrich, Synkretismus im Syrisch-persischen Kulturgebiet, Göttingen 1975, 109-
122; F. MILLAR, The Roman Near East 473-476 ; 518ss; ver también J. TEIXIDOR, La filosofía tradu-
cida. Crónica parcial de Edesa en los primeros siglos, Sabadell 1991, 95-140. A pesar de los datos
aprovechables que nos ofrece este autor, su obra ha sido sometido a una dura crítica por A. DE
HALLEUX, Le Muséon 106, 1993, 195-197, y por H. J. W. DRIJVERS, Early Christianity: Some Recent
Publications, en VC 50, 1996, 162ss.
288
Los contactos de la ciudad de Edesa con Jerusalén, tal y como aparece en la Le-
yenda del rey Abgar y Jesús, son elementos básicos para intentar la supuesta recons-
trucción del origen apostólico de la Iglesia edesana14. Sin embargo, hay que tener en
cuenta que la leyenda tiene un objetivo polémico de cariz antimaniqueo. El personaje
Addai15 representaría a un notable misionero maniqueo, cuyas actividades a lo largo
de la segunda mitad del siglo III están documentadas en las áreas de Siria y Mesopo-
tamia. Por otra parte sabemos que Mani gozaba de excelentes relaciones con el rey
sasánida Shapur II, a quien, se dice, curó y conquistó con otros dignatarios de la corte
para su causa. Mani imitó a Pablo escribiendo cartas a distintas comunidades mani-
queas que había fundado en el entorno de Edesa16. Siempre según la leyenda, la su-
puesta ortodoxia amenazada de Edesa fue establecida por un apóstol cristiano, de
nombre Addai Addai, que había sanado y convertido al rey Abgar después de haber
escrito
12
Cf. J. C. REEVES, Jewish Lore in Manichaean Cosmogogy. Studies in the “Book of Giants” Tradi-
tions. Cincinnati, Hebrew Union College Presse 1992. Del llamado Libro de los Gigantes de Mani, se
han encontrado fragmentos en Qumran cf. J. T. MILIK, “Turfan et Qumran. Libre des Géants juif et
manichéen”, Tradition und Glaube, Göttingen 1971, 117-127; ID, Problèmes de la littérature héno-
chique à la lumière des fragments araméens de Qumrân, en HThR 64, 1971, 333-378.
13
Cf. H. J. W. DRIJVERS, Bardaisan‟s Doctrine of Free Will, the Pseudo-Clementines, and Marcion-
ism in Syria, en Liberté chrétienne et libre arbitre, ed. G. BEDOUELLE- O. FATIO, Fribourg 1994, 13-
30.
14
Ver Apócrifos Cristianos 1. La leyenda del rey Abgar y Jesús. Orígenes del cristianismo en Edesa,
Ed CN, Madrid 1995. Introducción, traducción y notas de J. GONZÁLEZ NÚÑEZ.
15
El nombre de Addai no le resultaba nada familiar a Eusebio (HE 1,13,1ss), hasta el punto que lo
cambió por Tadeo (), e hizo de él uno de los setenta (Lc 10,1), aunque la voz griega corres-
pondiente al nombre semítico de Addai es Addas, o incluso Addaios, y no Tadeo.
16
The Cologne Mani Codex « Concerning the Origin of his Body », Missoula 1979, 50ss.
289
17
Cf. H. J. W. DRIJVERS, Addai und Mani. Christentum und Manichäismus im dritten Jahrhundert in
Syrien, en OCA 221, 1983, 171-185: la leyenda del Abgar se redactó probablemente a lo largo de la
segunda mitad del siglo III, quizá antes de ocupar la sede el obispo Qunê.
18
Cf. S. BROCK, Eusebius and Syriac Judaism o.c. 227; S. N. C. LIEU, Manichaeism in Mesopotamia
and the Roman East, Leiden 1994.
19
Véase el texto con la introducción, bibliografía y notas de A. PERAL y X. ALEGRE, en A. DIEZ
MACHO, Apócrifos del Antiguo Testamento III, Madrid 1982, 61-100.
20
L. ABRAMOWSKI, Sprache und Abfassungszeit der Oden Salomos und die Polemik mit den Markio-
niten in syrischen Christentum , en OCA 205, 39-55.
21
Véase Ex 19,14-15.
22
Véanse algunos textos rabínicos en N. KOLTUN-FROMM, Sexuality and Holiness: Semitic christian
and jewish conceptualizations of sexual behavior, en VC 54, 2000, 388ss¸ también S. D. FRAADE,
Ascetical Aspects of Ancient Judaism, en Jewish Spirituality I, N. York 1986, 269-271.
290
que pretende reinterpretar los mensajes del Antiguo Testamento en un marco cristia-
no. Semejante proceso aparece muy claro en los medios siríacos, como en la versión
del libro de la Sabiduría de Salomón23.
Quizá los Hechos de Tomás representen la más fuerte tendencia de la teología en-
cratita24, muy marcada también aquí por los criterios de Taciano. La corriente encra-
tita, que desprecia el matrimonio y la dimensión carnal de la condición humana dan-
do un valor exclusivo a la continencia sexual, es acusada ya a finales del siglo II en
los escritos de Taciano, originario de la baja Mesopotamia. Precisamente los Hechos
de Tomás, compuesto en Edesa hacia mediados del siglo III, se erigen en portaestan-
darte del encratismo. El texto cuenta que Tomás, apóstol en la India, convierte a va-
rias mujeres nobles, sobre todo a Mygdonia, la esposa de un pariente del rey, y a Ta-
tia, esposa del rey, las cuales, después de bautizarse, repudian a sus maridos. La cóle-
ra de ambos consortes provoca el martirio de Tomás, cuyo relato cierra el libro. Al
comienzo de este documento, Jesús, bajo los rasgos de Tomás, que es su hermano
gemelo, se aparece a dos jóvenes en la tarde de sus bodas respectivas, y les disuade
de consumar sus matrimonios, explicándoles la inconveniencia de la vida matrimo-
nial y los méritos de la continencia. Estos episodios ilustran que los autores siríacos
de este tiempo equiparen betûlûtâ, virginidad o renuncia a comprometerse en el ma-
trimonio, con qaddîshûtâ, santidad. Desde luego, resulta difícil saber si los Hechos
de Tomás emanan de un cristianismo marginal o si reflejan la práctica de la Iglesia de
Mesopotamia en esta época. Según Burkitt, Vööbus y otros, creen que en esta Iglesia,
al menos en los primeros tiempos, el bautismo sólo se confería a quienes, previamen-
te, renunciaban al compromiso matrimonial o al uso del matrimonio. Esta tesis se
apoya en el testimonio de Afraat.
23
Ver H. J. W. DRIJVERS, The Pessita of Sapientia Salomonis, Studies Presented to J.H. Hospers,
Groningen 1986, 15-30; ID, History and Religion in Late Antiqua Syria, London 1995, VI.
24
Cf. H. W. DRIJVERS, Thomaskten, en W. SCHEEMELCHER, Neutestamentliche Apokryphen II, Tü-
bingen 1997, 289-367; y sobre el encratismo ver también G. BLOND, Encratisme, en DSp 4, 628-642.
25
EUS. HE 1,13,6. Efrén y Egeria también ratificaron esta creencia.
26
Véanse ambos documentos en Textos Gnosticos. Biblioteca de Nag Hammadi II, Madrid 1999, 779-
99; 274-286. Para la evolución textual en estratos del Evangelio de Tomás, véase el interesante artícu-
lo de APRIL. D. DECONICK, The original Gospel of Thomas, en VC 56, 2002, 167-179.
291
Lo que puede desconcertar quizá es que este espíritu rigorista fermentara en una
expresividad literaria poética, puramente eclesiástica, instrumento eficaz para comu-
nicar al pueblo la instrucción religiosa y enaltecer el culto litúrgico. Venía a ser una
réplica metodológica a las formas de comportamiento de los gnósticos. De este modo
Efrén arrebataba a Bardesanes su armadura poética para combatir las doctrinas erró-
neas28, y constituirse en el gran maestro de la poesía siríaca. El cariz general de con-
tenido literario es bíblico, exegético y ascético. Sus composiciones poéticas se basa-
ban siempre en el Diatessaron29 de Taciano y en la Pessita, versión siríaca de la Bi-
blia con infiltraciones talmúdicas.
27
Comparar Or. ad Graecos 5,1-3 ; Jn 1.1-18 ; Diatessaron 1-51. Para algunos el ideal religioso
textualizado en el Evangelio de Juan es una respuesta a las tradiciones religiosas de hechura mística
de un cristianismo emergente en algunas zonas de Siria; tradiciones que encontramos textualizadas en
el Evangelio de Tomás y en otros textos sirios: Ver A. D. DECONICK, The original Gospel of Thomas
a.c.187.
28
Cf. F.NAU, Praefatio, en BARDESANES, Liber Regiionum, en PS II, Paris 190, 495ss.
29
Véase el ensayo de recomposición del texto siríaco por I. ORTIZ DE URBINA, Vetus Evangelium
Syriorum, Diatessaron Tatiani, en Biblia Polyglota Matritensia, Series VI, CSIC Madrid 1967; el
texto fue comentado por EFRÉN DE NÍSIBE (ver Commentaire de l‟Évangile concordant ou diatessa-
ron, en SChr 121, 1966), documento clave para una mejor comprensión del fundamento evangélico
del cristianismo siríaco.
292
Con estos antecedentes nadie puede extrañarse que durante los siglos IV y V so-
plaran vientos de intensa inspiración hacia un compromiso más evangélico; aunque
nadie sabe todavía quién lanzó la primera piedra hacia la soledad, ni cuándo apareció
el fenómeno monástico. La creencia vigente hasta hace pocos años consistía en que el
monacato sirio derivaba del egipcio; pero hoy casi nadie opina así. Los estudiosos se
inclinan por un origen autónomo de la vida monástica en Siria, más o menos paralelo
al monacato egipcio. Los orígenes judeo-cristianos de estos fieles contribuyeron muy
pronto a alimentar tendencias rigoristas, llegando a imponerlas a todos los bautiza-
dos.
También es cierto que a lo largo de la primera mitad del siglo IV, algunos inter-
cambios frecuentes con el resto del mundo cristiano limaron poco a poco estas ten-
dencias rigoristas; sin embargo, la vida ascética tendrá siempre un lugar privilegiado
en los ambientes sirios, como lo refleja el Libro de los Grados y las Demostraciones
de Afraat. El monacato al parecer se iba decantando lentamente en el ambiente de los
hijos de la Alianza, esto es, de los ascetas que vivían en la misma la comunidad cris-
tiana. Efrén sería uno de ellos.
Este documento siríaco está todavía envuelto en muchas sombras. El Libro de los
Grados, o de las Subidas (Ketâbâ demasquâtâ) es una colección de 30 memrê u
homilías, difíciles de fechar, aunque probablemente daten de comienzos del siglo IV.
Según el antiguo editor siríaco, cuyo prólogo se ha conservado con el texto, el autor,
de nombre desconocido y que pretende el anonimato31, habría sido “uno de los últi-
mos discípulos de los apóstoles”, responsable quizá de una comunidad cristiana de
clara influencia esenia, y uno de los primeros en escribir en siríaco. Esta afirmación
garantiza el prestigio y la autoridad que gozaba el libro; el autor alude en repetidas
ocasiones a una persecución a cristianos; quizá se tratara de la desencadenada por
Diocleciano hacia el año 302, momento en el que redactaría su obra; y en tal caso, es
probable que viviera en territorio romano. No obstante, aparecen indicios contrarios.
30
Texto en PS I,3; Cf. A. GUILLAUMONT, Liber Graduum, en DSp IX, 749-754 con bibliografía; ID.
Situatión el signification du Liber Graduum dans la spiritualité syriaque, en Études de la spiritualité
de l‟Orient Chrétien, SpO 66, Bellefontaine 1996, 227-241.
31
PS III,93.
293
Sobre todo cuando menciona el río Zab, pequeño afluente del Tigris, y da pie a pen-
sar que al menos en ese momento vivía en las regiones del reino persa. En tal caso, la
persecución a la que se refiere, sería la desencadenada por el rey Sapor II, que duró,
con sus períodos de calma, unos cuarenta años, desde 339 a 37932.
Este escrito se centra en el tema de la Nueva Alianza, formada por los hijos y las
hijas alejados del mundo, que han sacrificado todo para incorporarse en ella, porque
la vida es un combate con las tinieblas hasta en lo más hondo de uno mismo. En esta
lucha el autor pretende descubrirnos una visión de la realidad, del mundo y del hom-
bre. Estamos ante un documento, de manifiesto cariz sincretista, pero con una inten-
cionalidad eminentemente ética y práctica: exhortar al lector a comprometerse por el
camino de perfección o de la vida ascética. Quizá por esto se entiende el desinterés
del escrito en lo referente a la noción de Dios, alude a la divinidad con la expresión
“el Ser”, y nada más, porque a Dios no le conciernen las leyes. En esto manifiesta la
diferencia existente entre criaturas y Dios.
La creación
La idea fundamental sobre la que descansa toda la ética del libro consiste en la
existencia de dos mundos. Uno invisible, celeste y perfecto; el otro, visible, creado a
imagen del invisible. Precisamente el estado primordial del hombre creado por Dios
lo vive cada persona como un recuerdo de aquel orden celeste del que cayó, por en-
gaño del diablo, al orden de las realidades terrenas. Por eso, la reparación de ese lap-
sus del primer hombre es una vuelta al estado original, que se hace efectiva mediante
la renuncia. Las cosas creadas son semejanzas o tipos de las realidades celestes. El
autor apoya esta tradición platónica con textos paulinos. En Cristo - segundo Adán -
por su vida, se recapitula y se renueva todo lo que en el primer Adán quedó separado
y dividido por su pecado contra la naturaleza.
El hombre
32
Estas opiniones las recoge A. GUILLAUMONT, en Liber Graduum, DSp IX,750.
294
que lo recibe vive una cierta trinidad y entra en el ámbito celeste, como Adán, antes
del pecado, pasando de material a espiritual33, o sea, al estado de naturaleza inte-
gral34, gozando con los ángeles celestes, ignorando el dolor y el afán por la comida y
bebida, dominando la creación, sin concupiscencia, como los recién nacidos aunque
dotados de genitales, no pasan de ser órganos de secreción externa. Si el hombre
hubiese permanecido en este estado, se habría multiplicado sin cópula carnal, por las
uñas, los cabellos, o como Eva de Adán. El ministerio de Adán antes de la caída era
espiritual en el paraíso del mundo de las ideas; después pasó a corporal, imagen del
espiritual. La naturaleza del hombre espiritual es el Adán integral; aun siendo de
alma y cuerpo, la corporeidad quedaba reducida al uso del alimento, sólo para la con-
servación del individuo; y la misma generación, siempre con intervención divina,
acontecía de modo milagroso para la conservación de la especie. La vida de un hom-
bre así era un continuo éxtasis; morando en la tierra, su mente volaba al mundo invi-
sible, viviendo con los ángeles35. Adán, como un gimnosofista, estaba afanado total-
mente en la contemplación y se desembarazaba de todo trabajo corporal.
33
Serm 21,17.
34
Serm 15 y 21.
35
Serm 24,3,4.
36
Hay aquí un trasfondo de la doctrina de Filón, cf. OpMundi 53.
37
Serm 21,4,7.
295
La redención
En el Libro de los Grados se hace ostensible más de un vestigio gnóstico con res-
pecto a la redención. Así, entre otras cosas, el autor niega el efecto saludable de la
muerte de Cristo al dividir a los hombres en justos y perfectos. El hombre caído por
la concupiscencia se salva por la abstinencia, pues el pecado no lo hace reo de culpa,
sino de pena. Y si se quita la causa, desaparece el efecto; al eliminarse la concupis-
cencia se logra al instante el estado primordial de Adán, sin más satisfacción. En
cuanto a la división de la humanidad en justos y perfectos, no se funda en la naturale-
za al modo gnóstico; es accidental y en cierto modo voluntaria. El justo tiene el ca-
risma de la justicia, pero no el Espíritu Santo. Ya Taciano distinguía el espíritu del
hombre primordial, de su chispa ( ) que permanece en el hombre aun después
del pecado.
La Iglesia
38
Cf. R. ROUX, The doctrine of the Imitation of Christ in the Liber Graduum: Between Exegetical
Theory and Soteriology, en StP 30,1997,259-264.
39
Serm 15,10.
40
Serm 21,11.
41
Serm 6,2.
296
Según esta doctrina los hombres se incorporan en la Iglesia formada por Cristo,
que tiene por misión educar y alimentar al hombre; por eso, las instituciones eclesiás-
ticas, los altares, el bautismo y el sacerdocio deben remitirse de conjunto a esta fuen-
te divina. El autor distingue tres Iglesias, conforme a las categorías humanas y minis-
terios:
- Los miembros visibles o justos (kênê), todavía imperfectos, forman la Iglesia
visible, a nivel de los signos externos; se comprometen con los mandamientos
de menos valor. La diferencia esencial entre justos y perfectos es que éstos han
recibido al Espíritu en plenitud, mientras que los justos sólo lo han recibido
parcialmente.
- Los perfectos (gemîre), se comprometen con los grandes mandamientos, y vi-
ven en la Iglesia del corazón, por la contemplación totalmente interior; su
cuerpo es el templo, y su corazón el altar. Han recibido las arras del Espíritu
(urbânâ derûrâ). Los llamados perfectos son los que, habiendo hecho un pacto
(qeyâmâ) con el Señor, se han comprometido a vivir la continencia y la renun-
cia absoluta.
- Los que ya han participado de la renovación total en Cristo, viven en la Iglesia
sublime o estado inteligible; han entrado en el paraíso celeste45
42
Serm 19,31.
43
Serm 30,4.
44
Cf. A. VÖÖBUS, History of Ascetism in the Syrian Orient. A Contribution to the History of Culture
in the Near East I. The Origin of Ascetisme early Monasticism in Persia, (CSCO 184) Louvain 1958,
178-184. El autor estudia la posible relación del documento con la corriente llamada mesaliana.
45
Serm 12,7.
297
La ética
Es la praxis. No olvidemos que el Libro de los Grados quiere ser un libro práctico.
Adán debía haber perseverado en la voluntad primera de Dios. La primera ley dada a
Adán ignoraba la concupiscencia; es la misma ley que Cristo promulgó en el Nuevo
Testamento46. Sé sin concupiscencia, porque la concupiscencia es origen de las de-
más pasiones. De aquí que cualquier acción que está imbuida de concupiscencia es
mala47. La norma negativa de moralidad en los actos humanos es el deleite de la na-
turaleza, cualquiera que sea, y se reprueba hasta en el matrimonio. De todo esto se
deduce que únicamente puede cumplir la ley a la perfección el que renuncia al mun-
do48; y que sólo por la oración, el ayuno y la pureza de alma recibirán al Paráclito y a
Dios en el corazón, y en él podrán contemplarlo como en un espejo.
Los justos, son los simples fieles que oran, hacen limosnas e incluso algunos al-
canzan el martirio, pero al estar enzarzados en negocios mundanos, casarse, comprar
y vender como los demás mortales, son incapaces de purificar su corazón, ni lograr la
salvación perfecta. Los perfectos en cambio están libres de cualquier defecto; y estas
son las notas de su perfección:
- La extirpación de pasiones49, que suscita el amor a los enemigos. Su principal
virtud es la humildad con la caridad. Corresponde a la de los griegos.
- La renuncia de los bienes temporales o pobreza absoluta, que incapacita por
completo a ejercer ciertas obras de misericordia. Estos sujetos suelen llevar
una vida errante. Corresponde a la de los griegos.
- La abstinencia absoluta, que corresponde a la .
Los malos, son los que ocasionan el mal a los demás. Según esto, la noción de justi-
cia es la misma que la de bondad de los gnósticos, y consiste en no hacer el mal a los
demás, como imitación del Dios del Nuevo Testamento; y no como la ley del talión,
reflejo del Dios del Antiguo Testamento, cuando existía aún la enemiga separación
entre el hombre y Dios.
Este tratado que acredita una viva tradición espiritual, causó un intenso impacto
46
Serm 21,3ss.
47
Serm 19,2.
48
Serm 16,2,12; 17,3.
49
Serm 6,1.
298
en los contornos sirios del Asia Menor y Mesopotamia; e incluso en todo el Oriente,
sirviendo de inspiración a la corriente mesaliana o euquita.
Afraat nos presenta el panorama real de un tipo de cristianismo muy peculiar, vi-
viendo en un mundo muy ajeno al de la cristiandad occidental del Éufrates, pero en
muchos aspectos semejante al de Palestina de las primeras generaciones. Nos muestra
un clima más cercano al que vivió Jesús de Nazaret, que cuanto pudiéramos lograr en
la lectura y comprensión de los cristianos alejandrinos, capadocios, antioquenos y
norte-africanos. Conviene, pues, revisar nuestras concepciones referentes a las dis-
tancias e intermitencias que separan el cristianismo de estas regiones aludidas con
respecto al medio semítico oriental, teniendo en cuenta sobre todo una clave central,
a saber, la teología cristiana del judaísmo; y en esto, el sabio persa nos abre insospe-
chados horizontes.
50
En el norte de la vieja Nínive, cerca de la actual ciudad iraquí de Mosul.
51
Publicadas en la Patrología Syriaca, pars prima I, (texto siríaco y latino por J. PARISOT). La De-
mostración 23, que se encuentra en el tomo II, alude de nuevo a la primera letra, âlap.
299
es en absoluto descabellado, más bien todo lo contrario, sostener que la raíces del
cristianismo se hunden en las juderías de Edesa y de Adiabene, en las de Nísibe y en
las de Babilonia central. El papa católicos de Seleucia- Ctesifón, la capital iraniana
de invierno, que estaba plagada de establecimientos judíos dirigidos por líderes rabi-
nos, ejerció su ministerio entre los años 314 y 344. Y si nos preguntamos el porqué
iba creciendo el número de arameos cristianos en estas zonas, sobre todo bajo el rei-
nado de Sapor I, la explicación más plausible se centraría ante todo en la enorme can-
tidad de judíos marginados por los líderes rabínicos en las juderías de Babilonia. Los
rabinos, pretendieron imponer su Torah oral sobre la Torah escrita que tantos judíos
veneraban, y descorazonaron a muchos al sentirse embargados por una mezcolanza
insoportable. Y lo que comenzó con serias dudas sobre su nuevo judaísmo, culminó
en desbandada. Buscaron la salvación del verdadero Israel en otra parte52. Es normal
que este doloroso acontecimiento terminara en una larga y honda animadversión en-
tre judíos y cristianos, como lo expresan las Demostraciones de Afraat53, en las que,
curiosamente, abundan las citas de las Escrituras hebreas y muy raramente aparece
algún pasaje del Nuevo Testamento, a pesar de dirigirse a lectores cristianos54.
52
Por eso resultan comprensibles ciertas tradiciones litúrgicas judías como la predicación, la oración
eucarística, el sabbath, la pascua, asumidas en el cristianismo siriaco y persa. Ver, G. ROUWHORST,
Jewish Traditions in early syriac Christianity, en VC 51, 71-93.
53
Sobre todo las Demostraciones 11-13, 15-19, 21 y parte de la 23.
54
Ver, J. NEUSNER, Aphrahat and Judaism. The Christian-Jewish argument in fourth-century Iran,
Leiden 1971, 121-149.
55
Este planteamiento ya se lo habían hecho investigadores como S. FUNK, Die haggadischen Elemente
in den Homilien des Apartes der persichen Weisen, Wien 1891; L. GINBERG, Die Haggada bei den
Kinchenvätern und in der apokriphischen Literatur, Monatschrift für Geschichte und Wissenschaft
des Judenthums 42, 1899, y su Di Haggada bei den Kirchenvätern, Amsterdam 1899, que contiene
referencias sobre Afraat. Este autor sintetiza algunos puntos comunes entre Afraat y la literatura rabí-
nica de distintos períodos en Aphraates, the Persian Sage, en JE I, 663-665: su apreciación merece
tenerse en cuenta: “Aphraates showed not the slightest traces of personal illfeeling toward the Jews;
and his calm, dispassionate tone proves that et was only his firm conviction of Christianity that caused
him to assail Judaism” (p.665); más posteriores son las apreciaciones de F. GAVIN, Aphraates and the
Jews, Toronto 1923: para este investigador las afinidades de Afraat con el judaismo son numerosas e
importantes, sirviéndose de elementos midrásicos; aunque en determinados artículos de la creencia
cristiana, como la escatología, prefiere inspirarse en Josefo y en Filón.
300
Por otra parte, sabemos que el Sabio Persa vivió la dura etapa de la persecución de
Sapor II, cuyo poderío reaccionó a la tendencia centrífuga de la clase feudal con el
restablecimiento del zoroastrismo o mazdeísmo58. La Iglesia cristiana persa es mino-
ritaria, porque el zoroastrismo, a merced de sus responsables religiosos y con el privi-
legio de religión de estado, es coercitivo. Es además una Iglesia relativamente extra-
njera, porque en los siglos III y IV los deportados del limes romano constituyen la
mayoría de la población cristiana, sospechosa de cierto servilismo a las autoridades
romanas, que poco a poco va adquiriendo derecho de ciudadanía. Precisamente en el
intervalo que abarca desde el año 313 al 380, en el que el cristianismo se convierte en
religión de Estado, los cristianos persas sufren numerosas persecuciones al albur de
los enfrentamientos entre los imperios bizantino y sasánida.
56
Cf. J. NEUSNER. Aphaat and the Rabbis, en o.c. 157-158. Los tannaítas son maestros (tanna= repe-
tir, enseñar) de la ley oral judía, cuyo período de actividad se extiende más o menos desde el año 20
hasta el 200. La primera generación fue presidida por Gamaliel y por Yohanan ben Zakkai. Su centro
de enseñanza era Jerusalén. Los tannaítas se presentaban a la vez como maestros y eruditos. Exponían
la ley y la enseñanza en las academias y sinagogas. Exhortaban a la gente a educarse desde el ángulo
de la ética, animándola siempre a comportarse según la Halakah. No dudaban incluso de pleitear a
favor de Israel ante las autoridades civiles romanas, si era necesario. Gozaron de gran prestigio en el
ámbito social, político y espiritual (ver en Dictionnaire encyclopédique du Judaïsme, Paris 1993,
1100-1102.
57
Ver el desarrollo del mensaje espiritual de los hijos del Pacto en I. HAUSHERR, Aphraate, le Sage
Persan, en DSp I, 746-752.
58
Ver Dem 13,10: Dios no se desgastaba creando el mundo. Afraat piensa claramente en los mazdeos,
no en los judíos. En SKAND GUMANIK VICAR (Vol IV, 403-423) el Dios de los judíos, y de los cristia-
nos, debilitado e incapacitado para crear, es un elemento crucial en la crítica zoroástrica del judaísmo.
Este es el único argumento en las Demostraciones con que Afraat ataca frontalmente al mazdeísmo.
301
Afraat y el judaísmo
Afraat vivió la fuerte ola de proselitismo judaico. Respecto a las otras corrientes
ideológicas, gnósticas y maniqueas, que se difundían en publicaciones de alta noto-
riedad como los Hechos de Tomás o las Odas de Salomón, Afraat como también
Efrén, supieron mantenerse al margen. Eso sí, la cultura del sabio persa, rica en su
tradición peculiar, frecuentemente influida por el judaísmo, en concreto por la Torah
oral, evoca una conciencia viva y clara de pertenecer a una Iglesia que se diferencia
de las corrientes gnósticas, marcionitas, bardesanitas y de cualquier encratismo ex-
tremado.
Según Neusner59, Afraat se sentía obligado a contrarrestar el desafío judío por tres
razones: Ante todo porque debía dirigirse a una iglesia-comunidad relativamente jo-
ven, muchos de cuyos miembros no procedían del cristianismo más allá de tres gene-
raciones; incluso algunos eran de reciente incorporación desde las filas del judaísmo.
La cristiandad de Babilonia era una Iglesia de institución reciente, y el primer papas
católicos vivía todavía. En segundo lugar, porque los cristianos estaban en contacto
incesante con un judaísmo fiel a su viejo pacto de aplicar con mayor realismo y lite-
ralidad las Escrituras hebreas. Y en tercer lugar, porque la conciencia de ser cristiano
suponía siempre un compromiso peligroso, expuesto a la más dura represión.
59
Ver o.c. 127.
60
History of Ascetism in the Syrian Orient I o.c. 178: “The literary heritage of Aphrahat is rather a
convolution in which different layers of traditions are embedded. The presence of these strata in the
traditions adds to this work a particular value for the history student”.
61
Cf. R. MURRAY, Symbols of the Church and Kingdom. A Study in Early Syriac Tradition, Cam-
bridge 1975.
302
En medio del paraíso se alza el árbol de la vida. Cristo es la cepa y el olivo, reves-
tido de un cuerpo. Quienes se acercan a él mediante el bautismo, reciben el Espíritu,
femenino, según lo sugiere la ambigüedad semántica de la raíz r-h-p, considerado
como el que sopla e incuba en el agua su germen de vida espiritual. Al bautismo le
precedía una unción, a la que seguía la inmersión en el agua, y luego la eucaristía.
Esa unción no es un mero rito prebautismal, sino que tiene verdadero valor sacra-
mental. De este modo los creyentes se convierten en hijos de la Iglesia, esposa de
Cristo y madre de los cristianos. En el bautismo, la eucaristía y la ordenación se ma-
nifiesta la presencia particular del Espíritu63.
62
Cf. G. C. BLUM, Aphraat, en TR 1, 1977, 628.
63
Quizá convenga advertir que en las obras de Afraat y en el resto de la literatura cristiana siríaca no
existen huellas hasta el siglo VII del llamado sacramento de la confirmación. Hay dudas de que la
alusión a la penitencia suponga un valor sacramental por ella misma. Lo mismo puede decirse de la
unción de los enfermos y, naturalmente, del matrimonio.
64
Cf. W. CRAMER, Der Geist Gottes und des Menschen in frühsyrischer Theologie, Münster 1979.
303
Afraat desarrolla sobre todo una cristología de nombres, fundada en los títulos
cristológicos: Dios, Señor, Dios hijo de Dios, rey hijo del Rey, luz de la Luz, creador
y consejero, guía y camino, salvador y pastor, unión y puerta, perla y lámpara65. Jesús
es el Hijo de Dios preexistente, que ha tomado la forma de esclavo66 y que ha llevado
consigo a la humanidad al trono de gloria67. La característica de esta cristología es el
hecho de apuntar a una existencia en la que no se da relación inmediata de la natura-
leza divina con la naturaleza humana, sino una integración de la vida humano-
terrestre en la existencia divina de Cristo68. Es cierto que a veces Afraat vierte el
término griego por kyanâ, lo que causa confusión entre el mundo de la cultura
griega y el de la cultura siríaca. Para nuestro autor, kyanâ designa una naturaleza
concreta, o sea un ser concreto; en cambio, para la filosofía griega designa la
naturaleza en sentido genérico. Por este motivo no se puede hablar de dos kyanê en
Cristo, porque eso supondría dos individuos en él69.
Cuando se refiere a Cristo se sirve del término melltâ, un equivalente del logos,
capaz de acoplarse al género masculino como al femenino, con el significado de “pa-
labra, discurso, voz, verbo”. Es completamente cierto que no hay en nuestro autor
65
Dem 17,2; 17,11; cf. R. MURRAY, A Study in Early Syriac Tradition, o.c. 354-363.
66
Dem 6,9.
67
Cf. A. GRILLMEIER, Jesus der Christus im Glauben der Kirche I, Freiburg 1990, 448.
68
Cf. P. BRUNS, Das Christusbild Aphraats des Persischen Weisen, Bonn 1990, 152. Véase una am-
plia referencia de esta obra en VC 48, 1994, 89-92.
69
P. BRUNS, o.c. 448.
70
Ver Dem XVII,2.3,11 ; ver, W. L. PETERSEN, The Christology of Aphraat, the persian sage: an
excursus ont the 17TH Demostration, en VC 46,1992, 241-256.
304
Uso de la Escritura
71
Ver Dem I,10 ; VIII,15. Afraat considera el versículo de Jn 1,14 desde la óptica de una antigua
lectura (la palabra se hace cuerpo) en donde melltâ es considerado como elemento femenino; ver
también Dem VI,10; VIII,15.
305
Específicamente pensada para los ascetas, la literatura siríaca del siglo IV mani-
fiesta con algunos términos técnicos los aspectos prácticos y el significado religioso
de ese estilo de vida. El más común es representado por el btûla, o sea, el estado de
virginidad. Al cristiano desposado que elige la práctica de la continencia sexual le
reserva una denominación peculiar: qaddîssâ, santo, el arrancado en la santidad con-
forme a la exégesis del libro del Éxodo (19,10.15), exigencia requerida a Moisés res-
pecto a la renuncia de relaciones sexuales para relacionarse con Dios y orientar al
pueblo. Aquí también repercute la ambivalente exégesis rabínica en la teología de la
abstinencia sexual de Afraat72.
72
Ver Dem 6,1ss; ver N. KOLTUN-FROMM, Sexuality and Holiness a.c. 375-395.
73
Véase Dem VI y VII.
74
Cf. 1Cor 7,34.
75
Dem 6,4.
76
Ver A. VÖÖBUS, Celibacy, a Requirement for Admisión to Baptism in the Early Syrian Church,
Stokolm: The papers of the Estonian Theological Society in Exile 1952
77
Con cierta amplitud en la Dem VII.
78
Jue 7,1-8 a su vez inspirado en el discurso de Dt 20, en donde se invita a no combatir a quienes
mantienen vínculos con el mundo mediante casas, viñas, mujeres.
79
Sobre el bautismo del común de los creyentes nuestro autor no dice ni palabra, aunque tampoco se
puede negar en él su existencia.
80
Dem XXII.
306
con su vida unificada; y la vida vigilante („ire) y angélica81. Aquí se condensa, para
Afraat, el sentido de compromiso cristiano. Y es lo único que le interesa como lo
vemos en sus frecuentes exhortaciones, que siempre intenta fundamentar en la Escri-
tura y en su exégesis. A pesar de estas actitudes y criterios, combate y rechaza el en-
cratismo herético que excluye el matrimonio.
Ética y antropología
81
Según Lc 20,35-36.
82
Dem VI,9.
83
Dem IX,10.
84
Anima, que en siríaco hace también las veces de pronombre reflexivo.
85
Dem XVII,7.
86
Dem VI,14.
307
principio vital común a todo ser humano, el espíritu animal (rûhâ napshànâytâ) que
le facilita la asimilación de una “chispa de la divinidad”, el Espíritu de Santidad.
87
Es la teoría de la , que presenta claras analogías con lo que nos descubre EUSEBIO (HE
6,37) respecto a los cristianos árabes.
88
Afraat expone en la Dem XXII una tradición que conoce un juicio y al que sigue una recompensa
conforme a los merecimientos.
89
Ver el comentario de Efrén al Diatessaron, en SChr 121, 339-340.
90
Hom sobre el ayuno, suppl 2 (Ed. BECK CSCO 246, 36, 247, 28).
91
Hom sobre el Paraíso IX, 20-21.
308
sobre todo por la eucaristía. La mística pneumática de Efrén será pues fundamental-
mente sacramental y eclesiástica.
Esta mística, al afirmar así el primado del Espíritu, por su misma energía debe
desarrollar en los espirituales una tendencia a formar una corriente comunitaria autó-
noma, en mayor o menor conflicto con la jerarquía eclesiástica, como aparece en el
Libro de los Grados; no obstante, el autor procura evitar toda ruptura y no cesa de
afirmar la necesidad de integrarse en la Iglesia visible mediante sus sacramentos para
acceder a la Iglesia de arriba, la de los perfectos.
92
Cf. S. BROCK, The Luminous Eye.The Spiritual World Vision of Saint Ephrem the Syrien, Kalama-
zoo, Michigan 1992, 15.
93
Cf. L. LELOIR, Saint Ephrem, moine et pasteur, en TVM 85-97.
94
Cf. A. DE HALLEUX, Saint Ephrem le Syrien, en RThL 14, 1983, 328-355; I. H. DALMAIS, Saint
Ephrem et la tradition spirituelle des églises araméennes syriaques, en CPE 26,1987, 8-23.
309
La obra de Efrén puede dividirse en dos grandes apartados: los escritos en prosa y
las composiciones poéticas. Entre las obras en prosa se destacan:
Los poemas efrenianos se dividen en dos géneros diferentes: los mêmrâ y los
madrâssâ. Los primeros representan al género homilético por excelencia; y forman
una amplia serie de dobles heptasílabos. Los segundos son poemas configurados en
estrofas, que a su vez se dividen en versos de extensión variable. Sus poemas más
destacados son las Homilías sobre la fe, y otros de carácter moral, ascético y esca-
tológico, los Himnos sobre diferente temática, como los del Paraíso, los Cantos nisi-
benos, los cantos sobre la virginidad, sobre la fe, sobre el ayuno, contra Juliano etc.
En todas estas obras poéticas advertimos una característica común: la poesía está
sustancialmente orientada a la expresión de la realidad de la fe cristiana, y envuelta
en el acontecimiento histórico que embarga la vida de los creyentes.
95
Publicó en CSCO la gran edición crítica siríaca con su traducción alemana entre los años 1955 y
1975. Véase también una excelente síntesis sobre Efrén de E. BECK en DSp 4, 788-800.
310
Mensaje de Efrén
El Paraíso es una montaña circular que encierra el mar y la tierra; es tan alta que el
diluvio universal alcanza solamente a su base. Precisamente aquí se alza una barrera
(syâgâ), vigilada por el querubín de espada rutilante que delimita la parte inferior del
Paraíso. En la altura es donde permanece inhiesto el árbol del conocimiento que, co-
mo el velo del Templo, desempeña la función de frontera a la intimidad más oculta,
el paraíso interior, correspondiente al Santo de los Santos; allí se encuentra el árbol
de la vida y en la cima del monte, la Shekina, o sea, la gloriosa presencia divina. Con
96
Cf. HFid 5,6; 69,11.
97
Cf. HVirg 3,8.
98
Cf. HPar 4,5.
311
mucha dificultad desciframos al fin que este monte consta de tres niveles, que se su-
perponen uno a otro mediante la gloria. El diseño es seguramente original del autor,
aunque se han hallado algunos en el Antiguo Testamento99 y en la literatura judaica
intertestamentaria, pero también en las concepciones orientales sobre todo el llamado
monte cósmico que contiene el agua subterránea, o en la misma estructura del zigu-
rat.
Pero luego, Adán y Eva, por una inexperiencia infantil, perdieron en el estado de
simplicidad el vestido de gloria y se situaron en los márgenes de la falda de la mon-
taña, desde entonces protegida por la espada del querubín, situado junto a la barrera
(syâgâ). El pecado de las generaciones sucesivas alejará todavía más a los hombres
de esta zona paradisíaca inferior.
Las imágenes del vestido de gloria, de la espada del querubín101 y del árbol de la
vida, las emplea Efrén para precisar los momentos claves de la economía salvífica
que se consumará con la restauración del paraíso y la resurrección de los muertos:
sólo cuando el cuerpo se haya reunido con su dimensión espiritual, el hombre estará
dotado de aquella constitución perfecta que le permitirá el reingreso en el Paraíso.
99
Sobre todo en Ez 28,13-14.
100
Cf. HPar 15,8 ; 6,9 ; CoGen 2, passim.
101
Cf. S. BROCK, The Cherub‟s Sword and the Lance, en The Luminous Eye, o.c. 81-84.
102
HNis 39,7.
103
Cf. HNat 23,13.
312
104
Cf. HNat 16,11.
105
Jn 19,34.
106
Cf. HCruc 9,2.
107
Cf. HNat 8,4.
108
Ver S. P. BROCK, The Holy Spirit in the Syrian Baptismal Tradition. Syrian Churches Series 9,
Kottayam, 1979 ; E. BECK, Le baptème chez s.Ephrem, en L‟Orien Syrien 1, 1956, 111-136.
109
Ver P. YOUSIF, L‟Eucharistie chez saint Ephem, en OCA 224, Roma 1984; E. BECK, Die Eucharis-
tie bei Ephrem, en OC 38, 1954, 41-67.
110
Cf. HEcl 49,16.
111
Cf. HPar 7,8.
112
Cf. HArm 49,9.
113
Cf. CoDiat 21,11.
114
Ver todo el HPar 9.
313
del Santuario (el Santo de los Santos, el Velo, el Lugar Santo), y finalmente, la triple
zona de la naturaleza humana, consistente en el espíritu intelectual (tar‟itha), alma
(ñapas) y cuerpo (gushma). En el paraíso escatológico cada una de estas dimensio-
nes, espíritu, alma y cuerpo, se alzarán a un nivel superior.
Doquiera que guardes su símbolo allí está él; doquiera que leas, encontrarás
su imagen, porque en él toda criatura ha sido creada; y ha marcado todas sus
118
posesiones con sus símbolos cuando ha creado el mundo .
La imagen de las tres arpas diseña a Cristo y simboliza la univocidad del testimo-
nio del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y la Creación119. Si Dios se revela
en el mundo natural y en la Escritura inspirada, Cristo marca el momento privilegia-
do de la revelación de Dios en cuanto se hace cuerpo creado. Entonces los símbolos y
115
HPar 9,20; comparar con HFid 80,2-3.
116
Cf. R. MURRAY, Symbols of Church and Kingdom: A Study in Early Syriac Tradition, Cambridge
1975; ID, The theory of symbolism in st Ephrem‟s theology, en PdO 6/7, 1975/6, 1-20.
117
Ver I. HAUSHERR, La philosophie du nom chez saint Ephrem, en Noms du christ et voies
d‟Oraison, en OCA 157, Roma 1969, 64-72.
118
Cf. HVirg 20,12.
119
Cf. HVirg 28-30.
314
los tipos se realizan, en cuanto que Cristo es el señor de los símbolos120; Él es el mar
donde afluyen las nubecillas de los símbolos121. Lo que Dios ha permitido expresar
de sí mismo en la Biblia es para Efrén una fuente esencial del conocimiento humano
de Dios. Los nombres de Dios y sus variados tipos y símbolos en las Escrituras cons-
tituyen puntos de encuentro entre Dios y la humanidad: Dios, en su divina condes-
cendencia se ha bajado al nivel de la comprensión humana. Por eso las Escrituras
reveladas está dotada de dos niveles inseparables de significado, uno exterior y otro
interior. El exterior concierne a la esfera de lo que puede llamarse realidad histórica;
el interior incumbe a la realidad espiritual. Ambos niveles coexisten como humani-
dad y divinidad en la encarnación de Cristo.
120
Cf. HFid 9,11.
121
Cf. HVirg 20,12.
122
HFid 67,8.
123
Cf. HFid 62,6
124
Cf. HFid 53,1.
315
El ojo lúcido
125
HFid 76,7-9.
126
Cf. HFid 40 ; HFid 73.
127
Himno 37, véase en su lugar correspondiente en la antología de textos.
128
El Evangelio aplica el adjetivo a la limpieza de piedras en el camino (Lc 3,5), y a la del corazón (Lc
8,15). Este último uso tiene particular interés y aparece en el evangelio siriaco antiguo, que vierte el
término griego , bello, por shâphyâ. Por tanto, lebba shâphyâ es el corazón puro o lúcido. En el
Targum Palestinense de Gen 22,6, una lectura expresa que Abraham e Isaac subían al Monte Moriah
con un corazón lúcido, . (ver en A. DIEZ MACHO, Neophity 1, Génesis, CSIC, Madrid 1968,
125). Efrén se sirve de esta misma frase (HEcl 34,3), pero la aplica al ojo interior, del que emplea
normalmente el término shâphyâ: un ojo lúcido, „Ayna shâphytâ, del que está dotado el profeta Eze-
quiel (HEcl 11,4). Además, el Lúcido, por excelencia, es el título que Efrén aplica a Cristo repetidas
veces (HEcle 29,1).
316
Los “nombres” que Dios ha estampado en las Escrituras, con los símbolos y tipos
de las dos naturalezas que también encontramos por doquier, son como ventanas o
celosías de la verdad que exigen el requisito clave del ojo de la fe. Ahora bien, el ojo
de la fe puede ejercitarse de diferentes maneras frente a tiempos y gentes muy distin-
tas. Una persona cuyo interior esté ofuscado no verá mucho en las Escrituras revela-
das, en cambio quien lo tenga esclarecido, será un espectador de gran precisión y
agudeza. Por eso cada uno, conforme a la capacidad de su discernimiento, percibe
de Él, que es grande por encima de todo130.
Si no hubiese más que un sentido a dar a las palabras de la Escritura, el primer intérprete
lo hallaría; y los demás oyentes no tendrían ya el fatigoso trabajo de la búsqueda, ni la
satisfacción del hallazgo. Pero cada palabra de nuestro Señor tiene su forma, y cada
forma tiene muchos miembros, y cada miembro su fisonomía propia. Cada uno compren-
131
de e interpreta a la medida de su capacidad .
En las obras de Efrén la noción y el contenido de símbolo dan mucho juego gra-
cias a las interrelaciones entre la esfera de lo divino, la Escritura y la naturaleza.
Cada cosa, cada acción y situación tiene un enorme potencial de expresión con hon-
das resonancias. La inteligencia de los símbolos abre un amplio horizonte sacramen-
tal de comprensión del mundo y sus misterios; quizá por eso es oportuno recordar
que el plural de râzâ, “símbolo” es frecuentemente empleado en el sentido
de”misterio” o “sacramento”.
129
CPub 1-2.
130
HNat 4,200.
131
ComDiates 7,22.
132
Ver S. BROCK, The Luminous Eye. o.c.56 ss..
317
La deificación
Por eso, Dios, cuando se revela, asume los títulos que los hombres le atribuyen,
medios válidos pero inadecuados para acercarlo a nosotros. Con la intención de man-
tener un relativo equilibrio entre la dimensión apofática y la catafática136, Efrén, por
una parte, acentúa la trascendencia de Dios y la inaplicabilidad de nuestros nombres a
133
HFid 3,31-32.
134
HFid 5,7.
135
HFid 31,2-3.
136
Expresiones referentes al conocimiento de lo divino por vía negativa y afirmativa. La teología
apofática o negativa encontrará un seguro de garantía en los escritos del Pseudo- Dionisio Areopagita,
autor de procedencia siríaca y de enorme proyección.
318
Dios; pero por otra, recuerda la misericordia y el amor de Dios que se humilla en
nuestros nombres hasta revelarse en un cuerpo. De este modo, el ser humano es capaz
de usar términos y títulos para designar a Dios no apodíctica sino analógicamente. La
estructura simbólica de lo creado y de la Escritura, que encierra su máxima expresión
en Cristo, está constituida por una realidad oculta (kasyâ) y otra manifiesta (galyâ),
de lo que respectivamente es lejano y es cercano, inaccesible y accesible: Dios, el
Oculto, se revela en el Hijo como luz visible137; el Hijo mismo, Hijo del Oculto138, es
visibilidad en cuanto se manifiesta en un cuerpo; e invisibilidad en cuanto ser divino.
Sin embargo, también la criatura se envuelve en un misterio insondable; por tanto, en
la revelación de Dios a través de la creación, de la Escritura, del envío del Hijo, el
Visible, remite al Invisible perceptible analógicamente, y sólo a través de la fe.
137
Cf. HFid 5,18 ; 6,2.
138
Cf. HFid 6,12.
139
T. BOU MANSOUR, La pensée symbolique de Saint Éphrem le Syrien, Kaslik 1988.
140
El uso absoluto de salmà apunta al hombre.
319
141
Cf. HEcl 29,9-10.
142
Cf. CPub 1-2.
143
Efrén juega con la raíz m-sh-h: mshhâ, mesías, meshâ, aceite.
144
Cf. HVirg 4-7.
145
Ver en los HFid 81-85.
146
El verbo „mad significa ambas cosas, sumergirse y ser bautizado.
320
También el “ser” (îtyâ) y la “esencia” (îtûtâ), son nombres propios del Dios que se
revela en Ex 3,14. Por consiguiente îtyâ connota no sólo la naturaleza de Dios, sino
también su ser personal, en orden a aquella indistinción entre concreto y abstracto
típica de la literatura siríaca primitiva. El Hijo debe tener el estatuto de un “ser” que
se encuentra “junto al Padre”. Aquí entra en juego una generación que se realiza en el
interior de la divinidad, como fruto del seno del îtyâ. Efrén alude al hijo del ser (bar
îtyâ) como aquel que está al lado del Padre frente al mundo de la criatura.
147
Cf. A. GRILLMEIER, Cristo en la tradición cristiana, o.c. 566- 575.
148
Cf. HPar 5,1 ; HFid 50,1 ; 36,5.
149
Cf. SFid 1,145 ; HE 22,4.
150
SFid II, 583-6.
321
expresa también una realidad, una persona o cosa realmente existente: Oyes pronun-
ciar: Padre, Hijo y Espíritu. Y con los nombres tenéis las personas151. En esta misma
homilía152, exhorta a meditar los nombres pero no las personas. Puede notarse la ten-
sión entre la nominación de una realidad trascendente expresada, negando la posibi-
lidad de un análisis sobre el qnômâ, y la revelación expresada del qnômâ, que como
raíz del nombre tiende a darse a conocer. Esto parece afectar a su discurso trinitario,
disonante de la expresión sabeliana.
Este es el motivo por el que percibimos en estos escritos una gran frescura y una
envidiable libertad, frente a las convenciones literarias de asociación o de aislamiento
propias de la tradición retórica grecolatina, incluso cristiana.
151
SFid IV, 45,6.
152
Ver los nº 129-132.
153
Cf. E. BECK, Die theologie des hl. Ephrem in seinen Hymnen über den Glauben, en StAn 21, Roma
1949.
154
HEccl 28,17.
155
Cf. A. GUILLAUMONT, Les “kephalaia gnostica” d‟Évagre le Pontique et l‟histoire de
l‟Origénisme chez les Grecs et chez les Syriens, Paris 1962, 259-337. Hay que contar también con
otras versiones siriacas de las fuentes monásticas griegas como la vida de Antonio. Cf. F. F. TAKEDA,
Monastic Theology of the Life of Anthony, en StP 35,2001,148-157; E. DRAGUET (ed). La vie primitive
de s.Antoine conservée en syriaque, en CSCO 417, Louvain 1980.
322
EL MONACATO SIRIO
Monjes (îhîdâyê) y solitarios viven con los otros miembros de la comunidad cris-
tiana, en donde su ascetismo les confiere un encomiable prestigio espiritual. Son
ellos los hijos del Pacto por excelencia, y constituyen una especie de congregación,
qeyâmâ. No se destaca claramente su situación y su función en la comunidad ecle-
siástica. A veces parecen asociados a los clérigos, pero sin acceso al altar. Se puede
pensar en una especie de pre-monacato156, porque el monacato comienza el día en
que el asceta se separa del mundo para ir a vivir a la soledad del desierto o de las
montañas y se define por la anacoresis. El sistema organizativo de las comunidades
monásticas sirias es muy simple y fluido: prácticamente se reducía a una mera aglo-
meración de celdas-cabañas, a modo de campamento nómada157. Hallamos los prime-
ros indicios en los escritos de Efrén, y sobre todo en la Historia de Philotheos158,
publicada hacia 444 por Teodoreto de Ciro, que refiere los comienzos del monacato
siríaco, y es documento básico para conocer la vida de los grandes ascetas sirios159.
156
Véase A. FESTUGIÈRE, Les Ermites de Syrie: Antioche et les premiers ermites de Syrie. Les Ermites
« antiochiens », en Antioche païenne et chrétienne, Libanius, Chrysostome et les moines de Syrie,
Paris 1959, 245-289.
157
Ver P. CANIVET, l‟organization du monachisme syrien avant le concile de Chalcédoine, en Le
Monachisme Syrien selon Théodoret de Cyr, Paris 1977, 207-233; A. FESTUGIÈRE, Les Couvents de la
Sirie du Nord, en Antioche païenne et chrétienne, o.c. 311-328.
158
El texto en THEODORET DE CYR, Histoire des moines de Syrie, ed. tr. P.CANIVET / A. LEROY-
MOLONGHEN, 2 volms, Paris 1977-79 ; PG 82, 1284ss. Para una discusión de contenidos, ver A.
ADNÈS Y P. CANIVET, Guérisons miraculeuses et exorcisme dans l‟Histoire Philothée, en Revue de
l‟Histoire des Religions 171, 1967, 53-82, 149-179 ; también P. CANIVET, Le monachisme syrien
selon Théodoret de Cyr, en téologique historique 42, Paris 1977.
159
Ver PH. ESCOLAN, Monachisme et Église. Le monachisme syrien du IVème au XIIème siècle : un
ministère charismatique, Paris 1999 (ver la recensión que de este libro hace E. G. FERRUGIA, en OCP
69, 2003, 232-235); V. DESPREZ, Ascétisme mésopotamien au IVème siècle, en Le monachisme Primi-
tif…o.c. 453-501;
323
La forma con que los monjes sirios trataron de precintar los templos paganos y las
prácticas de veneración entre las gentes, consistía en un compromiso radical con la
ascesis; así se comportó DANIEL EL ESTILITA en Tracia, cerca de Constantinopla160.
El objetivo de estas incursiones monásticas era triple: el desafío a los daímones del
politeísmo en su mismo territorio demostrando así por ello el poder de Cristo y la
santidad de su humanidad; convertir los poblados en auténticos ámbitos cristianos; y
procurar que los expolios de los viejos templos contaran en la planificación de basíli-
cas e iglesias como mejor procedimiento institucional de cristianización161.
Los objetivos de Teodoreto para convertir a los árabes gravitaban en torno a la de-
cisión de Simeón el Viejo de vivir en lo alto de una columna, como primera señal
incontrovertible. Los árabes veneraban un ídolo de El-„Uzza, equivalente a la Afrodi-
ta de los griegos, que para activar la prostitución adoptaba un ademán de exaltación,
hasta el punto que ni siquiera la condición trashumante de estas tribus árabes podían
desarraigar sus dependencias ancestrales. Sólo con la parcial sedentarización de estos
clanes cabía una nueva catequización. Así podemos entender el género de vida apa-
rentemente extravagante y siempre inhumana de Simeón sobre su columna162. El
estilita se convertía en una especie de tótem animado para estos clanes, que cada uno
de ellos pretendía venerar exclusivamente para ellos mismos. Además, es muy pro-
bable que Simeón tuviera asistentes en Djebel Sim‟ân con la misión de instruir a los
160
Ver la Vita S. Danielis Stylitae, ed. H. DELAYE, Analecta Bollandiana 32, 1931, 134ss. El texto
griego se refiere a los edificios , a los que hay que considerar como templos mejor que como
iglesias, como si quisiera decir que estaban infectados de ; ver también, A. FESTUGIÈRE, Vie
de Daniel le Stylite, en Les moines d‟Orient II, Paris 1961, 88-171.
161
Ver ámpliamente en F. R. TROMBLEY, Hellenic Religion & Christianization c.370-529, Pars two.
Leiden 1995, sobre todo el cap.VIII: arabs and Arameans in the Syrian countresaide. Monks and
Christialization in Syria, 143ss.
162
Ver H. DELEHAYE, Les Saints stylites, Bruxelles- Paris 1923; T. SPIDLIK, Stylites, en DSp XIV,
1267-1275.
324
árabes tribu tras tribu. Cada clan recibiría a su catequista y tendría que preocuparse
en atender, mediante la limosna, la manutención y una economía precaria a unos
monjes que, a diferencia de los egipcios, menospreciaban el trabajo manual, porque
asociaban más sus proyectos de rechazo del trabajo a los ideales de vida angélica163.
Debemos tener en cuenta que la espera escatológica es uno de los puntos más rele-
vantes en los ambientes cristianos sirios y mesopotámicos. En el intervalo “Edén-
Paraiso restaurado”, que abarca toda la historia humana, la comunidad cristiana
siria y mesopotámica responsabiliza grandemente al grupo de ascetas, que deben an-
ticipar, tipificar y prefigurar la vida futura, mediante unos comportamientos de corte
encratita y el ministerio de la predicación, porque el encratismo anticipa la vida angé-
lica. No hay que olvidar que la espera escatológica ofrecía una esperanza precaria e
inquietante a la mayoría de los creyentes, a menos de incorporarse al grupo ascético
que borraría de alguna manera los rasgos de un supuesto e inexistente laicado, y por
lo mismo acortaría la espera definitiva164. Con estos presupuestos no es difícil de
comprender que, desde los orígenes del cristianismo siríaco, el ministerio de la pala-
bra desempeñara un papel determinante en la vida de las comunidades cristianas: los
monjes se limitaban a divulgar las revelaciones que habían recibido cuando predica-
ban a sus fieles165.
163
Cf. P. ESCOLAN, o.c. 183-225.
164
Cf. R. MURRAY, Symbols of Chuch and Kingdom, Cambridge 1975, 275; P. ESCOLAN o.c. 23.
165
Cf. Le financement du monachisme: la clientèle monastique, en P. ESCOLAN, o.c. 242-249.
166
Ver en A. J. FESTUGIÈRE, Les Moines d‟Orient III/I Paris 1962.
167
Tanto las hagiografías, como la cercana literatura apocalíptica, han desarrollado en los ambientes
semíticos sirios una forma de escritura muy popular, cuyo fin primario no es informar sino inspirar y
edificar. Hay una clara imitación de las biografías griegas profanas y cristiano-monásticas sobre todo,
aunque la inculturación siriaca es innegable: véase por ejemplo, J. P. AMAR, Byzantine Ascetic Mona-
chism and Greek Bias in the “Vita” Tradition of Ephrem the Syrian, en OCP 58, 1992, 123-156.
325
En torno a Eutimio se formó una colonia monástica, dotada ya de una cierta reputa-
ción y presumible pericia para conversar con los árabes en árabe o, a su requerimien-
to, en siríaco, el lenguaje dominante en el llamado Creciente fértil, que comenzaba a
extenderse. En contactos con estas gentes, Eutimio sintió los efectos de un paganis-
mo imbuido de elementos iránicos, como el zoroastrismo. Un personaje de estas ca-
racterísticas se destaca en su biografía, el cacique Aspebestos, cuya conversión cris-
tiana garantiza Eutimio.
Volviendo a los informes de Teodoreto sobre las conversiones masivas bajo la co-
lumna de SIMEÓN ESTILITA EL VIEJO (381-460) 168, apenas puede ponerse en duda
que el gran monasterio de Djebel Sim‟ân, adscrito a la biografía del estilita, disponía
del personal y de la determinación necesaria para efectuar los mismos tipos de con-
versión, incluyendo el de tribus enteras, que los que realizaba Eutimio en el desierto
de Judá. Como requisito imprescindible siempre se requería un golpe emocional ini-
cial de gran intensidad. En estos casos es la presencia imponente y llamativa de al-
guien que se sube a lo alto de una columna, potenciando una ascesis sobrehumana
que superaba en esa elevada prisión a las asperezas de una interminable marcha por
el desierto. Los árabes concebían tal sagrado terror en torno a aquellas columnas que
se rendían incondicionalmente. Simeón destilaba la esencia de la antigua religiosidad
en las formas cristianizadas, y aprovechó los mecanismos psíquicos que estaban acti-
vos en el paganismo, pero también las tipologías de las divinidades semíticas que, no
sin sorpresa, se habían convertido en demoníacas. Las mismas divinidades recibían
con frecuencia idéntica veneración de parte de los árabes nómadas y de los sirios
sedentarios. Un caso, entre otros, es el que rodea a Baal-Shamîn, el dios de la fecun-
didad, de las lluvias y de la tempestad. Árabes paganos habían peregrinado a su san-
tuario en Si‟in Djebel Hauran169. Un sueño de Simeón expresa la demonización de
los dioses antiguos y en particular de Baal-Shamîn. Se le presentaba al estilita la dura
misión de desplazar a los viejos baales, ahora demonios, por el único Dios cristiano,
mediante una lucha encarnizada.
Simeón tuvo admiradores e imitadores; uno de los más renombrados es Daniel Es-
tilita. Su biografía sugiere las relaciones de Elías y su discípulo Eliseo en la lucha
168
Ver A. J. FESTUGIÈRE, Antioche païenne et chrétienne.o.c. 388-401 ; 493-507 ; A.VÖÖBUS, Hysto-
ry of Ascetism in the Syrian Orient II, o.c. 208-223 ; F. R. TROMBLEY, Symeon Stylites the Elder: A
Semitic View, en Hellenic Religion & Christianization, o.c.184-204; P. CANIVET, Le Monachisme
Syrien…o.c.171-180.
169
VitSymeonis 40.
326
Daniel cayó en éxtasis y vio una inmensa columna de nube frente a él, y el santo y bien-
aventurado Simeón, de pie, en lo alto de la columna; y junto a él dos hombres de hermosa
presencia, vestidos de blanco y en pie. Y oyó la voz del santo y bienaventurado Simeón que
le dice: “Ven a mí, Daniel”. Pero él contestó: “Padre, padre, ¿cómo podría subir a esa altu-
ra?”. El santo dijo entonces a los jóvenes que estaban con él: “Bajad y traédmelo”. Bajaron y
se lo llevaron junto a Simeón; y se mantuvo en pie junto a él. Entonces Simeón lo abrazó y
le dio el ósculo santo; luego… fue arrebatado a lo alto, dejando a Daniel en la columna con
los dos jóvenes. Y mientras Daniel le observaba que subía al cielo, oyó la recomendación
170
de Simeón: “Manténte firme; pórtate como un hombre” .
170
VitDaniel 12,22,2 (FESTUGIÈRE 105-106)
171
En PO XI, fasc 2, nº 53, editado por F. VANDESTUYF.
172
Ibid, pp 171-175.
173
& 4-5:
174
Ibid:
175
& 6: Estilita en el Monte Admirable, cerca de Antioquia.
Falleció en el año 596. Véase la breve referencia de J. GROBOMONT en DPAC II, 2008. De Simeón el
joven está escrito que morando en una columna de treinta y seis codos de altura aspiraba a volar al
cielo y a abandonar la estancia de esta tierra (PG 1743 ab). Para Festugière este texto nos daría la
clave del misterio de un género de vida. El estilita ha sido ante todo un monje “a la intemperie” inco-
modado por la multitud y, hallándose ya en una cumbre le era imposible subir más alto donde pudiera
evadirse. La plataforma de su columna ha sido originariamente una celda que le separaba de los hom-
bre. Luego, se convirtió en una especie de alzado en desnivel de donde podría elevarse más, hasta la
cercanía de Dios, mientras el mundo permanecía a sus pies. Ver A. J. FESTUGIÈRE, Antioche païenne et
chrétienne, o.c. 309-310.
327
Esto mismo fue Lucas el estilita, porque abandonó sin vacilar su patria querida, sus fami-
liares y amigos, menospreció la tierra con todos sus encantos hasta suspender su cuerpo
en los aires y encerrarlo en un espacio insignificante, conforme a la capacidad de su
columna. Allí dominaba la tierra y sus atractivos mientras elevaba su cuerpo en un vil
179
abatimiento , azotado por los vientos y sin abrigo, recibía impávido el asalto de los vien-
tos y las sacudidas de un oleaje embravecido, abrasado por el calor del día, como dice la
180
Escritura , y tiritando por el frío de la noche. Soportando escarchas, lluvias, nieves,
hielos, maltratado por los ardores inmisericordes del sol, viviendo entre vientos y luchan-
181
do sin tregua contra los poderes y señores supraterrestres . Vencía a todos los elemen-
tos adversos gracias a las armas de una oración incesante, que alimentaba de continuo
con la recitación de doxologías, de salmos, excelente medio para procurar a su alma una
182
firme tranquilidad .
176
& 7:
177
& 7: El nombre de Alipio sugiere la bondad sin tristeza:
mientras que el de Adriano sugiere la virilidad en la dura decisión:
178
Véase la referencia en l.c. 196, n.3.
179
Sugerente metáfora:
180
Gn 31,40.
181
Ef 6,12; & 8.
182
328
Los métodos de cristianización en Siria y Anatolia eran casi siempre los mismos
que se aplicaban en Palestina, y consistían en disponer de monjes conocedores de las
costumbres rústicas y los dialectos locales, capaces de iniciar una catequización y
preparar los bautismos; luego vendría un clero regular, que bajo la jurisdicción del
obispo local asumía la responsabilidad de las comunidades cristianas.
Por naturaleza soy mujer, pero no por espíritu, dice la monja Sarra a los anacoretas
que habían venido a visitarla y buscaban humillarla recordándole que era una mu-
jer187. Su contestación desconcierta: Yo soy un hombre, sois vosotros los que sois
183
& 12:
184
& 21:
185
& 19.
186
Véanse sobre todo los párrafos 31-32.
187
Aptg Sarra 4; y Suppl. En PG 65, 420cd.
329
La nota específica del anacoretismo sirio es la , término griego que inclu-
ye los sentidos de expatriación, exilio voluntario o vida de extranjero188. Esta idea de
expatriación la hereda el monacato del estoicismo. Epicteto insistía mucho en la
obligación de expatriarse con que se comprometía el joven que deseaba ser filóso-
fo189. Filón asocia la xeniteia con el término migración (, inseparable de la
soledad190. La liberación de sus pasiones impulsa al monje a practicar la xeniteia, por
la que se libera de todas las preocupaciones que le procuran los vínculos existentes
entre él y su medio natal. Además, esta liberación reclama la despreocupación
(requisito para volverse completamente disponibles para lo que se tiene
como único objetivo, la búsqueda de Dios, como Abraham. Según la tradición judía,
la emigración de Abraham está ligada a la eliminación de la idolatría en el acerca-
miento hacia el Dios único; porque va descubriendo progresivamente la vanidad de
los ídolos y de la astrología de los caldeos. El Libro de los Jubileos contiene un pasa-
je interesante. En el capítulo 12 este libro apócrifo judío relata la manera cómo Abra-
ham combatía la idolatría de su padre Taré191.
188
Ver, A. GUILLAUMONT, Le dépaysement como forme d‟ascèse dans le monachisme ancien,
a.c.33ss ; ver también el breve y denso artículo bajo al aspecto bíblico y sociopolítico en la literatura
antigua de C. SPICQ, , en Lexique théologique du Nouveau Testa-
ment, Fribourg 1991, 1079-1084.
189
Dial III, 24,78.
190
De praemiis et poenis, 17-19.
191
Ver el texto, en A. DIEZ MACHO, Apócrifos del Antiguo Testamento II, 112.
192
Gn 12,1 ; ver E. LANNE, La « xeniteia » d‟Abraham dans l‟œuvre d‟Irénée. Aux origines du thème
monastique de la « Peregrinatio », en Irénikon 47,1974, 163-187.
330
como el significado espiritual de la xeniteia. Una cosa parecida sugiere Filón de Ale-
jandría mediante su exégesis alegórica193. Por estos enfoques alegorizantes de clara
inspiración platónica, el tema de la ekdemía, o sea, de la migración del espíritu ha
influido en la interpretación espiritual de la xeniteia monástica, aunque esta es de
naturaleza distinta, porque se atiene a la misma letra del relato del Génesis.
193
De migratione Abrahami, sobre todo & 9. El sabio es un que pasa de la vida sensible a la
vida divina; ver también De ebrietate 100; De somniis I,45. Esta exégesis influye en Casiano, Coll III,
6-7.
194
Ver a este propósito I. HAUSHERR, Solitude et vie contemplative, d‟après l‟hésychasme, Bellefon-
taine, (Traducción española: Soledad y vida contemplativa, Las Huelgas, Burgos 1991).
195
Ver Aptg 28.
196
Bases de la vida monástica 6. PG 40,1257b.
331
197
Serm XXIX,3; XX,10. El texto siriaco tiene dos términos para designar la idea de extranjero: nukr-
âiê y „aksenâiê.
198
Serm 16, ed. ASSEMANI, VI, Roma 1743, 650-651.Hay otro texto, conservado en armenio con el
nombre de san Efrén, y que cita A. VÖÖBUS, en Celibacy, a Requirement for admission to Baptism in
the Early Syrian Church, Stockhom 1951, 24: “Quien desea enrolarse e inscribirse en la lista de los
guerreros en esta tierra debe procurar en su espíritu alejarse de su casa y de su parentela, llegar a otras
regiones y lanzarse al combate de la muerte”.
199
Conocidos son los Relatos de un peregrino ruso. Esta forma de vida monástica sigue en la Rusia
contemporánea según N. STRUVE, Les chrétiens en URSS, Paris 1963, 178-182.
200
Ver R. BRUNEL, Le monachisme errant dans l‟Islam. Sidi Heddi et les Heddawa, Paris 1955, 205-
237.
201
Cf. G. VAN DER LEEUW, La religion dans son essence et ses manifestations, Paris 1948, 257-258;
H. OLDENBERG, Le bouddha, sa vie, sa doctrine, sa communauté, Paris 1934, 387-393.
202
Cf. P. ESCOLAN, o.c. 229-265.
332
La xeniteia entre los monjes sirios suele tomar otras formas ascéticas de austeri-
dad desconcertante205: posturas en pie absolutas - sin sentarse ni acostarse nunca -,
pesadas cadenas y corsés de hierro, renuncia a toda vida civilizada en la desnudez
más asombrosa. Las vecinas montañas de Antioquía, la Celessiria y la Mesopotamia
con el país de los hipetios, los que viven siempre a la intemperie, los acemitas o los
que nunca se acuestan, como el sirio Alejandro el acemita, Marcelo y Juan Calibi-
ta206, los cavernícolas, los reclusos (, los dendritas o refugiados en los árbo-
les, los estilitas - celebrados por Simeón el viejo207-, los locos208 (.
203
Ver, P. ESCOLAN, L‟ordenation des moines et le sacerdoce monastique, y La mainmise des moines
sur l‟épiscopat, en donde se analizan los criterios de elección de un obispo- monje, que son ante todo
criterios ascéticos. El obispo sería de este modo el pastor (ro‟yo-kohnô) del rebaño („ono), sacado del
grupo de los ascetas, o sea, del Pacto, en o.c. 267-344; ver también V. DESPREZ, L‟ascetisme mésopo-
tamien au IVème siècle, en Lettre de Ligugé 258, 1991, 7; E. BECK, Ascétisme et monachisme chez
saint Ephrem, en L‟Orient Syrien 3, 1958, 289.
204
Ver J. LECLERCQ, Monachisme et pérégrination, en Aux sources de la spiritualité occidentale,
Paris 1964, 35-90.
205
Véase, A. FESTUGIÈRE, Traits caractéristiques de l‟anachorétisme syrien, en Antioche païenne et
chrétienne. o.c. 291-310.
206
Ver J. M. BAGUENARD, Les moines acémètes, en SpO 47, Bellefontaine 1988.
207
Cf. H. G. BLERSCH, La colonne au carrefour du monde. L‟ascension de Siméon, premier stylite, en
SpO 77, Bellefontaine 2001.
208
Véase, LEONCIO DE NEÁPOLIS, Vida de Simeón el Loco, en Historias bizantinas de locura y santi-
dad. Introducción, traducción y notas de J. S. PALMER, Ed. Siruela, Madrid 1999, 235-305 (con bi-
bliografía en pp. 309-310).
333
la vida divina, una plena expansión de las energías bautismales: “son auténticos con-
templativos, heridos, quemados, ebrios del deseo de la belleza divina”209.
Quizá el monacato sirio haya estado influido por el dualismo mesopotámico que
inducía a destruir todo vestigio de civilización, a proscribir el uso del fuego, el traba-
jo manual, a limitarse a un mantenimiento vegetariano, y a llevar la ascesis hasta la
autodestrucción; y siempre a ofrecer un espectáculo de cuerpos mugrientos y defor-
mes (como la descripción que el biógrafo hace del cuerpo de
Daniel el estilita.
Cuando quitamos el cajón en donde se cobijaba, hallamos las rodillas del santo pegadas a
su pecho, sus muslos a sus pantorrillas y talones. Pero cuando quisimos estirar sus miembros
crujieron de tal modo que creíamos que estaban saltando en trozos. Sin embargo, cuando ya
lo depositamos, su cuerpo estaba intacto, excepto los pies, que estaban carcomidos por la
gangrena y los gusanos los devoraban. La masa de su cabellera estaba dividida en doce
colas; cada cola medía cuatro codos; lo mismo ocurría con su barba, dividida en dos colas de
tres codos cada uno. Eso lo vimos muchos amigos de Cristo. Al final, lo revestimos con una
túnica de piel, como acostumbraba él mismo y, cuando subimos y colocamos en lo alto de la
210
columna una plancha, depositamos en ella el cadáver .
209
Cf. TEODORETO DE CIRO, Hist.Relig 2.
210
VitDaniel 47,98 (FESTUGIÈRE, 163).
211
Cf. R. BREAST, Troublet breast: the holy body in Hagiography, en J. W. DRIJVERS & J. W. WATT,
Portraits of Spiritual Authority. Religious Power in Early Christianity, Byzantium and the Christian
Orient, Leiden 1999, 74-77.
334
Los monjes egipcios que asumieron las doctrinas de Orígenes y de Evagrio, pudie-
ron considerar el cuerpo como elemento de valor discutible, pero nunca pretendieron
experimentar hasta el extremo sus virtualidades gimnásticas de desnudez heroica,
como lo hicieron sirios y mesopotámicos. Si la vida interior se iba afianzando en sus
proyectos de madurez, también debía repercutir en sus cuerpos; pero la prueba al
límite del cuerpo como actitud, transformada en virtud para complacer a la soberana
voluntad del poder de Dios, generalmente no formaba parte de la estrategia ascética
en los ambientes monásticos egipcios. Estas consideraciones de unos sujetos involu-
crados en una ascesis referencial al poder divino nos puede esclarecer no poco un
diseño referente a las valoraciones “positivas” y “negativas” del cuerpo en la comu-
nidad cristiana.
212
Ver P. CANIVET, Les moines thaumaturges, en Le monachisme syrien o.c.117-145.
335
Sin embargo, en toda esta urdimbre ascética y sacramental existía una serie inde-
finida de riesgos vinculados a algunas maneras de comprender la santidad en general,
fomentadas sobre todo por determinados tipos de discursos en torno a los santos y a
sus cuerpos. La línea de diferenciación no corría uniforme, clara y coherente entre las
teologías sacramental y antropológica; y, para colmo, las posteriores tonalidades de la
literatura bizantina sobre el paradigma material de la santidad, recogido de la primi-
tiva tradición, no ocasionaron una objetividad equilibrada y deseada. Los modelos
dialécticos se mudaban hacia una equivalencia funcional con acentos más sencillos
de morada divina, como lo expresaba la teología iconográfica; pero eso sólo sucedía
a través de una interpretación sofisticada, significando la presencia divina en acción.
Las formas de expresión menos dialécticas suponían todavía un dualismo mucho más
radical entre el cuerpo, de suyo material y pasivo, y el significado real de lo trascen-
dente, o sea, el reconocimiento de la concreticidad del santo con el orden contingen-
te, siempre limitado por los elementos cambiantes y discontinuos en una narración
incapaz de eludir el exilio, la marginación, el quebranto y la muerte213.
213
Cf. R. WILLIAMS, “Does it make sense to speak of pre-Nicene ortodoxy?” The Making of Ortodoxy.
Essays in Honour of Henry Chadwick, Cambridge 1989, 6ss.
337
UNIDAD II-6
Hay un paralelo de influencia intensa entre las homilías macarianas y las obras de
Evagrio dentro de la espiritualidad; pero las diferencias son también muy abultadas.
Mientras que Evagrio identifica al hombre con el intelecto (noûs) y concibe la espiri-
tualidad cristiana como una desmaterialización, las Homilías consideran al hombre
1
Ver la edición crítica en H. DÖRRIES/ E. KLOSTERMANN/ M. KROEGER, Die 50 Geistlichen Homilien
des Makarios, en PTUS, Berlin 1964; también V. DESPREZ, Macaire-Syméon (Le Pseudo-Macaire),
en Le Monachisme Primitif…o.c. 401-452; A. P. CLARKSON, Christ and the Christian in the writings
of Pseudo-Macarius. A study of an Early Christian Spirituality, Roma 1977; una comparación entre el
Ps. Macario y el Libro de los Grados hace G. M. COLOMBÁS, El monacato primitivo. o.c. 410-416; y
la reseña de J. GRIBOMONT en DPAC II, 1330-1331; la más completa de V. DESPREZ/ M. CANÉVET,
Pseudo-Macaire (Macaire-Syméon) en DSp X, 20-43.
2
Cf. G. QUISPEL, Makarios, das Thomasevangelium und das Lied von der Perle, en Suppl. To Novum
Testamentum 15, Leiden 1967; ID, The Syrian Thomas and the Syrian Macarius, en VC 18, 1964,
226-235.
338
El Reino de Dios penetra en el mundo visible para liberarlo del poder de Satán y
hacer resplandecer, por anticipación, la luz del siglo venidero: el Cristo histórico que
ha venido, que vendrá, y que está sacramentalmente presente en la Iglesia, es para
Macario el centro único de la vida espiritual del monje. La mística de nuestro autor
está completamente enraizada en la encarnación del Logos; y la la vida monástica no
consiste, como para Evagrio, en la recuperación de la actividad propia de la inteli-
gencia, sino en una realización más plena en nosotros de la gracia del bautismo.
3
Hom 11,1.
4
1Cor 6,17.
5
Hom 4,10.
339
Los cristianos pertenecen a otro siglo, son hijos del Adán celeste, una raza nueva, hijos
del Espíritu Santo, hermanos luminosos de Cristo, semejantes a su Padre: el Adán espiritual
y luminoso de aquella ciudad, de aquella raza, de aquella energía. No son de este mundo,
sino del otro mundo, como Él mismo lo dice: no sois de este mundo, como tampoco yo soy
6
de este mundo .
De este modo el monje que consagra su vida entera a la oración, acepta situarse en
la punta de este combate de una manera inmediata y consciente. El Espíritu enseña la
verdadera oración, en la cual los misterios de Dios se comunican directamente al al-
ma. Por eso, la presencia de Dios es un hecho real que el hombre interior percibe
como una experiencia segura9.
6
Jn 17,16; Hom 16,8.
7
Hom 15,20.
8
Hom 11,11.
9
Hom 1,12:
10
Hom 1,29.
340
Como en los libros del Antiguo Testamento y en los Salmos en particular, el co-
razón desempeña en Macario una función en relación con una fisiología, según la
cual este órgano es el centro del misterio del hombre. De hecho, cada vez que el autor
lo menciona hace referencia a la personalidad íntima del hombre, el yo en su misma
profundidad, es un yo combativo. Además en el corazón humano se van verificando
los efectos del bautismo, gracias al bautizador, el buzo que ha descendido hasta él, y
ha extraído la perla preciosa de la salvación, el meollo del yo, la identidad de la per-
sona humana concreta. Macario establece una sólida relación entre bautismo y una
bajada-subida () desde el Hades, que representa la hondura del
corazón humano11. Este mismo motivo aparece en los primeros escritores sirios12. A
veces Macario relaciona el tema con el simbolismo del término seno; porque si Cris-
to bajó-y-subió en el seno de las aguas (en el Jordán), lo hizo también en el seno de la
muerte, el sheol (en su Pascua “a los infiernos”), y en el seno del corazón (en cuanto
interpretación intrapsíquica de la encarnación)13
A cuenta del mesalianismo14 (=los que oran, en siriaco; o euquitas, ), prototi-
po de los movimientos de espirituales, se origina un movimiento marginal de enver-
gadura sectaria; la recepción del Espíritu que, manifestándose de manera sensible,
libera sólo del pecado y de las pasiones al hombre; eximiéndole por el mismo efecto
también de las prescripciones y de la disciplina de la Iglesia, de su liturgia y de sus
sacramentos, desde ese momento ineficaces. Iniciado en Mesopotamia a finales del
siglo IV, el movimiento se extiende ampliamente por Siria. Es la herejía por antono-
masia en los ambientes sirios.
11
Cf. M. ILLERT, Zum descensos ad inferos bei Makarios, en VC 53,1999,321-322.
12
Por ejemplo en EFRÉN, De Virginitate 7,10.
13
Hom 11,12. Véase un paralelismo con Efrén, en HEcl 24,13; 36,3-4; CarmNis 43,22-23.
14
Ver en DSp 10, 1074-83; P. ESCOLAN, o.c. 91-123.
341
15
Cf. A. GUILLAUMONT, Situation et signification du Liber Graduum dans la spiritualité syriaque, en
Symposium Syriacum 1972, Roma 1974, 320; P. ESCOLAN o.c. 91ss.
16
Según la Carta de FILOXENO DE MABBUG a Patricio, en PO, 853, & 110.
17
Cf. A. GUILLAUMONT, Le baptême de feu chez les messaliens, en Melanges d‟Histoire des religions
offerts à H.Ch.Puech, Paris 1974.
342
18
Cf. E. DES PLACES, Diadoque de Photicé, en DSp III, 817-834; disponemos en español sus obras
completas: Cien capítulos sobre la perfección espiritual, Sermón sobre la ascensión, Visión de san
Diadoco y Catequesis, introducidas, traducidas y esclarecidas por P. ARGÁRATE, ed.CN 47 Madrid
1999.
19
Cap 40:
20
Cap 77,78.
21
Cf. A. GUILLAUMONT, Cor et Cordis affectus, en DSp II, 2281-2288.
22
Cap 85.
343
El intelecto, cuando cerramos todas sus salidas por el recuerdo de Dios, nos exige
absolutamente una obra que satisfaga su necesidad de actividad. Hay que darle el
“Señor Jesús” como única ocupación que responde totalmente a su objetivo. Nadie¸
en efecto, puede pronunciar “Jesús es el Señor”, sino en el Espíritu Santo… Todos
cuantos meditan sin cesar, en la hondura de su corazón este santo y glorioso nombre
pueden ver también la luz de su propio intelecto… Entonces el alma tiene la gracia
misma que medita y que grita con ella el Señor Jesús, como una madre enseña a su
pequeño la palabra papá, repitiéndola con él hasta que en lugar de un balbuceo infan-
24
til le acostumbra a llamar claramente a su padre, incluso en su sueño
23
Ver Cap 31,32,61,68; Ver I. HAUSHERR, Noms de Christ et voies d‟oraison, Roma 1960, 202-206;
237-239.
24
Cap 59; 61.
25
Cf. P. ARGÁRATE, La luz de tu Rostro: Teología de la “Gloria” en Diadoco de Fótice, en OCP, 65,
1999, 257-278.
26
Acerca de la experiencia,, en Diadoco, ver en DSp III, 825-826.
344
La Tierra Santa ejerció una peculiar atracción sobre el monacato cristiano en cier-
nes27. Si es cierto que los comienzos de la vida monástica están envueltos en densa
oscuridad, habrá que situar hacia el año 300 el inicio de la actividad de san CARITÓN,
que, según su biografía escrita en el siglo VI, llegó como peregrino desde Iconio, del
Asia Menor, hasta Palestina; teniendo su celda en Farán, al nordeste de Jerusalén,
que más tarde se transformaría en la “laura de san Caritón”28.
Entre los maestros y guías del monacato palestino contamos en primer plano con
un contemporáneo de Caritón, HILARIÓN, gran admirador del género de vida a la que
se comprometían los monjes egipcios. Prácticamente la única fuente de su conoci-
miento se lo debemos a la biografía edificante que nos ha dejado san Jerónimo31.
27
Véase la excelente presentación de G. M. COLOMBÁS, Principios del monacato en Palestina, en El
Monacato Primitivo. o.c. 154-167; también, I. H. DALMAIS, Aux sources du monachisme palestinien,
en Les laures du déset de Juda, en Bible et Terre Sainte, nº 169, 1975, 2-5.
28
Ver G. GARITTE, Chariton (Saint), en DHGE 12,421-423; ID, La vie prémetaphrastique de
S.Chariton, en Bulletin de l‟Institut historique belge de Rome, 21, 1940, 15-50.
29
Término sorprendente, porque en los ambientes griegos designaba un callejón, o corredor, y quizá
una calle llena de bazares. D. J. CHITTY, en su obra The Desert a City. An Introduction to the Study of
Egyptian and Palestinian Monasticism Ander the Christian Empire, Oxford 1966, sugiere que el
término laura podrían provenir de la disposición de grutas en el flanco de una garganta, como a lo
largo de un corredor. Y añade que, por analogía con el suk árabe, laura habría servido para designar el
lugar de encuentro de los anacoretas para intercambiar el producto de su trabajo y celebrar sus synaxis.
No deja de ser curioso que la fundación más conocida de Caritón, la Vieja Laura por antonomasia se
la conozca también con el nombre de Suka.
30
Cf. HistLaus 48; CASIANO, Coll 6,1; ver A. BRUNOT, Les Laures du Désert de Juda, en Bible et
Terre Sainte, 7-16. El autor de este artículo, además de las lauras de Duka y Suka, recorre las de Qo-
ziba, Mar Saba, Spelaion, y las celdas de Ain Farah.
31
En PL 23,29-54; también en SOZOMENO, HE I,12-13. PG 67, 896-900.
345
Según estas referencias, Hilarión habría nacido en la región de Gaza hacia finales
del siglo III; en Alejandría a donde acudió para formarse, quedó tan prendado de la
trayectoria de Antonio, que se retiró a vivir en una choza, cerca de su pueblo natal;
suscitando con su postura numerosas vocaciones monásticas. Después de la muerte
de Antonio, en el año 356, abandonó definitivamente Palestina. Estuvo durante algún
tiempo en Egipto antes de recluirse en Chipre. Si no puede dudarse de la existencia
de Hilarión, nada sabemos de sus actitudes monásticas; y no parece que se pueda
establecer correspondencia alguna entre sus fundaciones y el célebre monasterio de
Seridós en tiempos del higúmenos Doroteo, en el siglo VI, y de los grandes ancianos
Barsanufo y Juan.
32
Ver, A. J. FESTUGIÈRE, Cyrille de Scytopolis, Via de Saint Euthyme, en Les moines d‟Orient III/I,
Les moines de Palestine, Paris 1962; J. DARROUZÈS, Euthyme le Grand, en DSp IV, 1720-1722; R.
GÉNIER, Vie de Saint Euthyme le Grand. Paris 1909; CHR. VON SCHÖNBORN, Saint Euthime: Anacho-
rèse et fondation, en Sophrone de Jérusalem. Vie monastique et Confession dogmatique, Paris 1972,
15-24.
346
obstante, Eutimio, casi él solo, permaneció fiel a las enseñanzas del concilio, aunque
al final llegó a convencer a algunos monjes e incluso a la emperatriz. En el año 457
su espíritu se sintió reconfortado cuando acogió en su laura al gran Sabas. Descansó
definitivamente en el 473.
33
Véase JUAN MOSCO, El prado, en Historias bizantinas de locura y santidad, Introducción, traduc-
ción y notas de J. S. PALMER, Ed. Siruela, Madrid 1999. 45-263 (con bibliografía en pp. 307-309).
34
Ver, E. MIONI, Jean Moschus, en DSp VIII, 632-640.
347
Sabas, por su parte, tuvo una existencia más agitada que la de su amigo. Varias
veces fue enviado en misión junto a los emperadores, sobre todo en los disturbios
suscitados por las disputas origenistas y monofisitas que provocaron escisiones entre
los anacoretas, lo quw motivó la fundación en la región de Teqoa de la Gran Laura,
cuya dirección asumirá él durante un cierto tiempo. Al final de su vida emprendió un
viaje a Constantinopla para defender ante el emperador Justiniano la causa de los
cristianos. Mas, presintiendo su final, se retiró a su laura, en donde fallecía en di-
ciembre de 532. Cirilo de Escitópolis, su biógrafo, lo presentó a sus lectores como un
heroico defensor de la fe ortodoxa y de la auténtica conducta que deben llevar los
monjes35.
Entre los monjes palestinos del desierto de Judá hay una motivación concreta que
les atrae a permanecer en Tierra Santa y más en concreto, cerca de Jerusalén: la con-
fesión de la fe. Recuerdan siempre que en Jerusalén, que es la madre de todas las
Iglesias, se ha revelado y cumplido el misterio de la gran misericordia, y añaden:
“Nosotros, los moradores de esta Tierra Santa, hemos recibido desde el comienzo,
mediante los santos apóstoles, la verdadera y no ilusoria confesión de la fe, y la
hemos mantenido inviolable e invulnerable en Cristo; y por la gracia de Dios la man-
tendremos siempre”. Es, por tanto, un privilegio vivir al cobijo de Jerusalén: “Si en
nombre de la fe se suscitan tantos disturbios en favor y en contra de esta ciudad, ojo y
antorcha de toda la tierra, es porque ella ha recibido la palabra del Evangelio y sus
moradores palpan, como con sus manos, la verdad mediante los lugares venerables en
donde se ha cumplido el misterio de la encarnación de nuestro gran Dios y Salvador.
Por eso nos preguntamos cómo nosotros los jerusalemitanos, después de 500 años de
la venida de Cristo comprendemos la fe”.Y los monjes no vacilan en derramar su
sangre en vistas a la verdad de su confesión36.
35
Ver, A. FESTUGIÈRE, Cyrille de Scytopolis, Vie de S.Sabas, en Les moines d‟Orient III/III. Les
moines de Palestine, Paris 1963; CHR. VON SCHÖNBORN, Saint Sabas. Le désert : une cité, en Sophro-
ne de Jérusalem, o.c.25-49 ; gracias a nuevos descubrimientos arquelógicos en la región de Palestina
se completan y perfilan aspectos biográficos del entorno de Sabas, véase: J. PATRICH, Sabas, Leader of
Palestinian Monasticisme. A comparative Study in Eastern Monasticisme, Fourth to Seventh Centu-
ries, Washington 1995.
36
Cf. B. BAGATTI, L‟Église de la gentilité. Jerusalem 1968, 59-96; 268-279; 319-327; O. F. A.
MEINARDUS, Anachorètes modernes en Palestine, en RBib 73,1966, 119-127; A. BRUNOT, Les laures
du désert de Juda, a.c.12-13.
348
Otra característica del desierto de Judá y que le diferencia del de Egipto es la for-
ma de su reclutamiento monacal. Mientras las vocaciones del monacato egipcio está
prácticamente reducido a los moradores del valle del Nilo, que fue precisamente lo
que lo encerró en los marcos políticos y religiosos de dicha región, el monacato del
desierto de Judá ha sido, desde sus orígenes, ecuménico y universal. Sin duda que
una gran parte de los monjes fueron fellahs palestinos, achicharrados por años de
calor y de sol; pero la elite, los fundadores y formadores, procedían de países más
fríos del norte: Siria, Mesopotamia, Capadocia, Armenia. Esta disposición abierta de
las lauras del desierto de Judá explica la pasión de los monjes a confesar en su pureza
la fe católica, o sea, universal, sin respeto alguno a las presiones políticas, y siempre
provocada por la paradoja de los lugares que atestiguan tan concretamente la plena
realidad de las llamadas dos naturalezas en Cristo, formuladas en el concilio de Cal-
cedonia.
Muy cercana a Egipto, la región de Gaza, es lugar de paso para numerosos pere-
grinos procedentes de Palestina en camino hacia el Bajo-Egipto para visitar los cen-
tros monásticos y encontrarse con los tenidos como Padres del monacato. Esta franja
conoció en el siglo IV un gran florecimiento de vida monástica debido a la fama de
san Hilarión, nativo de estos lugares; allí tuvo tantos imitadores que se multiplicaron
las ermitas y monasterios, aunque muchos de ellos tuvieron una existencia efímera.
37
I. HAUSHERR, Barsanuphe (Saint), en DSp I,1255-1262.
349
Su discípulo Juan el Profeta40, también egipcio como su maestro, era tan insigne
como él; por este motivo solían llamarle el otro anciano ( . Como su
maestro, vivía emparedado; y se comunicaba también mediante notas y cartas con la
mayor espontaneidad que le brindaba el lenguaje coloquial. A pesar de la rara sinton-
ía entre los dos personajes, existen diferencias de matices entre sus escritos. Barsanu-
fo alude a sus fuentes con gran libertad; su memoria expresa la asimilación de unos
textos que cita. Juan, en cambio, suele citar casi literalmente sus fuentes; y sus res-
puestas, muy sutiles41, conciernen más a la vida y organización de la comunidad que
al individuo concreto. Por eso, la autoridad de Barsanufo es más de orden carismáti-
co, mientras que la de Juan es más de orden institucional, al menos en los rasgos ge-
nerales.
Aunque permanecían siempre encerrados en sus celdas, estos dos reclusos eran di-
rectores espirituales no solamente de casi toda su comunidad, sino de otro gran
número de monjes, de laicos, de clérigos e incluso de obispos.
38
F. NEYT/ P. DE ANGELIS-NOAH, Le monachisme palestinien et les vies, en BARSANUPHE ET JEAN DE
GAZA, Correspondence I/I, SChr 426, 1997, 37-38.
39
Ibid 38.
40
Ver L. REGNAULT, Jean de Gaza, moine palestinien, en DSp VIII, 536-538.
41
Cf. I. HAUSHERR, Direction spirituelle en Orient autrefois, en OCA 144, Roma 1955.
42
Carta 129.
350
Los diálogos se hacían por escrito. Por eso se nos han conservado cerca de un mi-
llar de cartas o notas43 que, en su género, constituyen un muestrario único de la anti-
güedad monástica. Precisamente un centenar de las cartas de Juan estaban dirigidas a
un joven monje, llamado DOROTEO44, que llegaría a ser superior de un monasterio
cerca de Maiumas y daría a sus discípulos excelentes instrucciones, algunas de ellas
se han conservado. Durante su estancia en el monasterio de Seridós, Doroteo tuvo
que formar un novicio excepcional, llamado DOSITEO, muy conocido sobre todo por
el relato edificante que ha llegado hasta nosotros de su vida y de su muerte. Gracias a
esta documentación, tanto más preciosa cuanto que es de primera mano, tenemos
conocimientos sobre el monasterio de Seridós y de sus filiales, por las regiones de
Gaza y Palestina.
El interés mayor de todos estos escritos es de orden espiritual. No hay aquí trata-
dos históricos, ni teóricos, como tampoco exposiciones sistemáticas sobre ascesis y
mística. Son lecciones prácticas y soluciones precisas dadas a problemas cotidianos y
concretos de la vida cristiana y monástica. Los discípulos que se interrogan se mues-
tran al natural con todas sus debilidades físicas y morales, con su buena disposición y
su propósito de progresar en caridad y humildad, en las relaciones con Dios y con los
hermanos. Por su parte, los ancianos se muestran exquisitos en sabiduría, prudencia y
discernimiento.
43
Textos en PO XXXI,3 (Barsanuphius and Jonh. Quaestions and Answers by D. J. CHITTY); y SChr
nº 426, 427, 450, 451 Correspondance, (Introducción, textos y notas, de F. NEYT, P. DE ANGELIS-
NOAH y L. REGNAULT)
44
DOROTHÉE DE GAZA, Oeuvres Spirituelles (Ed. L. REGNAULT/ J. DE PRÉVILLE) en SChr 92; J. M.
SZYMUSIAK/ J. LEROY, Dorothée (Saint), en DSp III, 1651-1664.
351
un grupo de monjes en los comienzos del siglo VII, pero no parece que haya so-
brevivido a la invasión árabe. Barsanufo había escrito a un hermano que se inquieta-
ba ante el porvenir: Hermano, nadie sabe lo que va a ser de este lugar, sino sólo
Dios... Y el Señor me ha dado plena confianza que no lo abandonará, sino que lo
conservará y lo glorificará para gloria de su nombre45.
45
Citado en L. REGNAULT, Les monachisme dans la région de Gaza au VIème siècle, en Bible et Terre
Sainte, a.c. 17.
353
UNIDAD II-7
LA ESCUELA SIRÍACA
1
Cf. F. RILLIET, La métaphore du chemin dans la sotériologie de Jacques de Saroug, en StP 25, 1993,
324-331. El término no tiene en griego el sentido de paso del Hijo entre los hombres, como aquí,
en la mentalidad semita, que se inscribe de lleno en la tradición de las iglesias de lengua siríaca, po-
niendo de relieve el viejo tema del camino que lleva fuera de los infiernos, y conectándolo con la eco-
nomía de la salvación.
354
Es una de las figuras más señeras del monofisismo sirio durante el último cuarto
del siglo V y el primero del VI. Su vida y obras están indisociablemente enlazadas a
las controversias cristológicas y a las intrigas de política eclesiástica que agitaban
entonces al patriarcado de Antioquía. Filoxeno es un elemento clave en la evolución
de la mentalidad siriaca.
Cristología
Comprenderemos la cristología de Filoxeno si la enmarcamos en las controver-
sias de su época. Este relevante teólogo siriaco asumió la concepción cristológica del
primer Cirilo de Alejandría según el principio conocido, clave de su monofisismo
cristológico: una hypóstasis se ha in-corporado y padecido.
2
A. DE HALLEUX, Philoxène de Mabbog, sa vie, ses écrits, sa théologie, Louvain 1963 ; F. RILLIET,
Filoxeno de Mabbug, en DPAC, 882-883 ; F. GRAFFIN, Philoxène de Mabboug, métropolite monophy-
site, en DSp XII, 1392-1397.
3
Filó-xenos, amante del destierro, o amigo del extrajero.
4
Puede verse en PO XIII/2, 239-251 la breve síntesis filoxena, casi a modo de confesión de fe, de
todas las herejías cristológicas.
355
11
Cuando dice (la Escritura) que el Logos ha llegado a ser carne , no crea, el que oiga
esa frase, que haya habido un cambio en él, a partir de lo que es, y que es por tanto
carne y ya no Logos; por eso dice inmediatamente que, incluso cuando ha llegado a
ser carne, y en esta misma forma que ha llegado a ser, hemos contemplado su gloria,
gloria como del Hijo único del Padre. El hecho de que ha llegado a ser hombre no im-
pide comprender que es Dios. Precisamente, cuando ha llegado a ser carne, es cuan-
do hemos podido contemplar al Único que procede del Padre, y hemos comprendido
12
que su gloria es sin cambio, hasta en su devenir .
5
Diss 1,33.(Dissertationes decem. De Uno et Sancta Trinitate incorporato et passo. Texto siriaco y
versión latina de M. BRIÈRE, en PO 15/4)
6
Diss 1,34,en PO 15/4.
7
Diss I,7, en PO 15/4.
8
Diss 2,21,en PO 15/4.
9
Diss 10,2,en PO 40/2.
10
Ibid.
11
Jn 1,14.
12
Diss 8,178, en PO 39/4.
356
Se dirá que semejante cristología renuncia a dar cuenta del misterio del Logos en-
carnado. Nuestro autor respondería sin duda a esto, que no tiene precisamente otra
ambición que la de reconocer y respetar su incomprensible trascendencia. La insis-
tencia de su polémica contra el racionalismo que él imputa a todo dualismo cristoló-
gico, nos llevaría a caracterizar la inspiración última de su pensamiento como una
antiteología. La teología se comprende aquí como una trascripción racional de la fe.
El destino trágico del monofisismo, tal y como lo vivió Filoxeno, no roza ninguna
infidelidad con la tradición cristiana; más bien parece un exceso de adhesión a la
antigua sabiduría mística y apofática, mientras que la teología racional y crítica había
recibido en Calcedonia una solemne e irreversible consagración. Todo el cristianismo
se resume para nuestro autor en un doble devenir: Dios se hace hombre para que el
hombre se vuelva Dios. Por tanto son inseparables encarnación y divinización; o si se
prefiere, cristología y soteriología14. El examen del misterio de la encarnación partirá
de la aserción fundamental del devenir y del método teológico que supone. Se verá
luego cómo nuestro autor opone el devenir a la asunción nestoriana y lo defiende
contra la objeción del cambio eutiquiano; la atención se concentra entonces en el
sujeto divino del devenir, para extenderse luego y culminar en el término humano.
13
Diss 9,49, en PO 40/2.
14
Diss 3,17, en PO 38/3
357
18
(La Escritura dice): Yo, el Señor, no he cambiado . Pero no dice: no he llegado a ser,
sino yo no he cambiado. Pues, decir que no ha llegado a ser es lo mismo que abolir la
economía y destruir todos los misterios divinos. Pero (decir) que no ha cambiado es pro-
19
clamar la grandeza de la naturaleza divina .
Soteriología20
Cuando nuestro teólogo afirma que el devenir precede al nacimiento, quiere decir
sencillamente que Aquél que fue concebido y nació, es idéntico al que llega a ser, o
15
Diss 3,19, en PO 38/3.
16
Al comentar a Jn 1, 1-17 apunta que Dios se encarnó y se humanizó; lo cual supone el comienzo del
camino de toda la economía; cf. A. DE HALLEUX, Monophysitismus und Spiritualität nach dem Johan-
neskomentar des Philoxenus von Mabbug, en Theologie und Phylosophie 53,1978, 355-366; ID.
Commentaire du prologue Johannique, en CSCO, 1977, 380-381.
17
A. DE HALLEUX, o.c. 392.
18
Sant 1,17.
19
Diss 8,180, en PO 39/4.
20
Cf. A. DE HALLEUX, o.c. 393-506.
358
Filoxeno rechaza la idea de asunción porque a sus ojos supone una existencia
humana precedente, la cual está realmente en el término de un devenir que le consti-
tuye en su ser. Por eso, si un hombre es asumido, se necesitaría que existiera previa-
mente para poder serlo; pero si existía un hombre, es que había llegado a ser, es de-
cir, habría sido creado como tal21. Expresa gustoso esta deducción regresiva en un
lenguaje temporal: lo asumido preexiste normalmente a su asunción; pero en el caso
de Cristo, no se puede admitir que la carne, el cuerpo o el hombre hayan existido un
solo instante fuera del Logos. Para que la asunción cristológica tuviera un sentido
aceptable, requeriría al menos una absoluta simultaneidad con la creación del asumi-
do; ahora bien, el devenir de Dios excluye todo tipo de preexistencia de un ser distin-
to que el que deviene. Constituye un proceso que se opera, por decirlo de alguna ma-
nera, en la persona del Logos, que se compromete personalmente; mientras que la
asunción queda como extrínseca a la divinidad, al modo de una actividad creadora o
providencial. En otros términos, el devenir afecta realmente al Logos y lo constituye
verdaderamente en un nuevo estado, el de ser encarnado; se puede decir, que en la
perspectiva dinámica de la cristología filoxena, el concepto teológico del devenir
marca, al mismo tiempo que lo garantiza, la identidad y la unidad del sujeto o de la
persona que se halla constituida en el término encarnación.
21
ComJn 1,1-17.
359
ASCETISMO
También aquí hay que tener siempre en cuenta la concepción monofisita de Fi-
loxeno. Porque si Dios, el Logos, hypóstasis de la naturaleza divina, se ha hecho
hombre sin cambio, si ha sufrido y muerto, es para que los hombres, por la fe y el
bautismo, lleguen a ser hijos de Dios23. En concreto, el hombre tiene que recuperar su
verdadera naturaleza, la única, el hombre nuevo de Pablo, habitado por el Espíritu24.
Aquí establece la urdimbre de su doctrina espiritual, profusamente impregnada de
inspiración bíblica y de la primitiva literatura siríaca. Pero tampoco debemos perder
de vista que Filoxeno extrae de Evagrio Póntico este llamado naturalismo sobrenatu-
ral del hombre.
Esta persona del Logos tiene dos nacimientos: el primero el propio de su naturaleza,
mientras que el segundo lo es de su gracia. Lo mismo que cada uno de nosotros tiene dos
nacimientos: el primero propio de nuestra naturaleza, pero el segundo lo es de la gracia,
25
realizado en el bautismo .
22
Según A. DE HALLEUX, o.c. 465, en los textos cristológicos de Filoxeno las pasiones se comprenden
en sentido neutro y no axiológico de sufrimientos físicos o emociones del alma; se relacionan con las
necesidades en su oposición con la mala codicia. Las necesidades del Logos encarnado designan con-
cretamente el hambre, la sed, la fatiga, el sueño y de todo lo que cuentan los evangelistas.
23
Cf. A. GRILLMEIER, Die Taufe Christi und die Taufe der Christen. Zur Tauftheologie des Philoxenus
von Mabbug und ihrer Bedeutung für die christliche Spiritualität, en Fides Sacramenti. Sacramentum
fidei. Assen 1981, 137-175.
24
Cf. I. HAUSHERR, Contemplation et sainteté. Une remarquable mise au point par Philoxène de
Mabboug, en RAM 14,1933, 171-195; E. LEMOINE, La spiritualité de Philoxène de Mabboug, en OS
1957, 351-366.
25
Diss 50, en PO 40/2.
26
Ver en PO 30, fasc 5.
360
Los mandamientos tienen como finalidad el curar nuestra naturaleza caída y de-
volvernos al estado de inocencia, a la pureza del alma, como primer don de nuestra
naturaleza. Pureza equivale a salud del alma27; y esta pureza del alma es precisamen-
te la impasibilidad28. La curación en la pureza tiene una doble finalidad: matar al
hombre viejo y revivificar al hombre nuevo, que es el auténtico y natural. Por eso la
soledad no dispensa al monje de la práctica de los mandamientos, sobre todo de la
hospitalidad, en cuanto expresión del amor. Praxis y contemplación se dan la mano;
una lleva a la otra. Pero es imprescindible el gran don del discernimiento.
Sí, es cierto que el desierto provoca la quietud del entendimiento, y no tanto del
cuerpo; no obstante, la mera infrecuentación de los hombres no sosiega las pasiones.
El monje debe dar sentido a su nombre de una manera efectiva, y ser monje en su
exterior como en su interior. Por eso, no deberá tener en sí mismo a nadie más que
él solo; eso sí, con Aquél que ha establecido en él su morada, quiero decir, Cristo,
que no consiente vivir en él más que si está solo. Él ha dicho: Da una casa al que
29
está solo . Y, allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, estoy yo en medio
30
de ellos . O sea: lo racional, lo concupiscible y lo irascible del entendimiento, que
deben actuar y obrar conforme a su naturaleza; lo racional del entendimiento, escru-
tando la ciencia que hay en las naturalezas, y eso por Dios; su concupiscible, aspi-
rando a la unión con las realidades espirituales; y su irascible, combatiendo los vi-
cios. Cuando estas tres dimensiones estén armonizadas entre ellas y en el nombre
de Cristo, Cristo habitará en ellas y las hará progresar a cada una en concreto con-
31
forme a la energía natural que las invade .
El monje es aquél cuyas potencias de alma están unificadas en Dios y por Dios;
aquél cuyo ser es uno por oposición al alma doble, dividida, que se impide a sí mis-
ma encontrar su unidad en Dios. Lo que se necesita ante todo es abortar el movimien-
to de la agitación de los pensamientos, porque es el objeto que da la fuerza a los
enemigos32.
27
& 46.
28
& 50.
29
Sal 68,7 pessita.
30
Mt 18,20.
31
& 35.
32
& 36.
361
Si el ojo del cuerpo no se complica para ver la luz del sol, tampoco el ojo del en-
tendimiento ve la ciencia espiritual escrutándola. Como el ojo respecto del sol, la
37
mirada interior cae sobre la ciencia espiritual y se siente iluminada .
33
& 61.
34
& 62.
35
Ibid.
36
& 64.
37
& 66.
38
& 68.
39
& 78.
40
& 118.
41
& 128.
42
& 99.
362
Los padres nos han transmitido que, sobre todo, el entendimiento se purifica por dos
cosas: por la misericordia hacia los indigentes y por el sufrimiento y las lágrimas.
43
Mientras que la oración extrae su energía de la misericordia .
Dos autores místicos, uno monofisita y el otro nestoriano, completan el círculo del
mensaje de Filoxeno y sintetizan el culmen de la experiencia cristiana en los ámbitos
de Siria: Juan de Apamea o el Solitario e Isaac de Nínive.
Sus obras, todas muy breves, están pensadas para sus compañeros de vida solita-
ria, que le consultaban sobre cuestiones de teología y de vida espiritual. Son ellos los
que las han trascrito y trasmitido para la posteridad. La ausencia de polémica en ma-
teria de cristología permite, al parecer, situar la vida y los escritos de Juan antes de
43
& 132.
44
Véase, Trois homélies syriaques anonymes et inédites sur l‟Epiphanie. Introducción y texto siríaco
de A. DESREUMAUX, en PO 38/4.
45
Ver B. BADLEY, Jean le Solitaire (d‟Apamée), moine syrien, en DSp 8, 764-772.
46
Ver J. CL. GUY, Jean de Lycopolis, moine egyptien, en DSp 8, 619-620.
47
Ver A. DE HALLEUX, Le milieu historique de Jean le Solitaire, une hypothèse, en OCA 221, Roma
1983.
48
Ver R. LAVENANT, Jean d‟Apamée, Dialogues et Traités en S.Ch. 311,1984, 22.
363
las polémicas que sellaron los comienzos del siglo VI, en tiempos de Severo de An-
tioquia y de Filoxeno de Mabbug. Las crónicas que nos ha dejado Miguel el sirio
apoyan la conclusión de que Juan el solitario vivió en la segunda mitad del siglo V y,
probablemente, alrededor de Apamea.
Da la impresión, por sus obras, de que conocía bastante bien la filosofía griega, y
que tenía una cultivada predilección por la medicina. El conjunto de sus escritos se
reduce a unas noventa obras, contando con las que se le atribuyen, entre otras una
serie de diálogos sobre el alma y las pasiones y un conjunto de cartas. La luz pre-
dominante en la actividad literaria de Juan el Solitario es la esperanza en la vida del
mundo futuro. Este principio esencial orienta la interpretación de toda la economía de
la salvación y de la naturaleza de la vida espiritual. Todo lo centra en la historia de la
salvación y en la vida del alma individual.
Lo primero que quizá vale la pena preguntarse es por la dimensión crística que nos
ofrece. Y ante todo saber si, entre las dos confesiones eclesiales de los cristianos si-
rios, su lenguaje oscila entre monofisitas y nestorianos, o bien se inclina claramente
hacia una de estas posturas. Juan se fija en una figura, que quizá le haya inspirado la
carta de Ignacio de Antioquia a los Romanos, en relación con la confesión y perfec-
ción de los mártires; figura que considera perfecta para aquellos héroes, mientras que
para nosotros es imperfecta. Para aquéllos se trataba de la Palabra de Dios, mas para
nosotros aquello mismo es voz humana. Con estos parámetros elabora su cristología.
El eterno Hijo de Dios es la Palabra, el germen de la vida humana, que él nos lan-
za como voz. Desde entonces, palabra y voz deben entrelazarse para que la palabra,
hecha vida humana, pueda oírse. El gran despliegue de la cristología de Juan está ya
definida aquí, en esta figura50. Siguiendo el orden del Evangelio, determina con el
precursor la voz del camino en la Palabra. De este modo, mediante la relación entre
la palabra y la voz, Juan el Bautista va preparando el arte de la morada del Logos en
la vida humana.
49
Ver W. STROTHMANN, Johannes von Apamea, en Patristische texte und Studien 11, Berlin 1972. el
autor ofrece los rasgos característicos de la teología de Juan el Solitario en cristología, escatología,
angeleología, dimensión bautismal y eclesiología. Impresionantes, en cierto modo, son los rasgos
cristológicos que fundamentalmente tratamos de sintetizar aquí, y que son la clave para comprender un
poco el dinamismo de la antropología espiritual que nuestro autor nos ofrece.
50
Ibid 68: “Die ganze Entfaltung der Christologie des Johannes ist hier von diesem Bilde bestimmt ».
364
Pretende esclarecer con énfasis la relación entre palabra y voz; y precisa cómo esta
Persona del Hijo de Dios no se queda en () la deidad, sino que sale de ella () para
permanecer en la humanidad. Reitera y resalta que se percibe una voz de una palabra;
pero hay que discernir el origen de la palabra en la misma palabra, y ver si la causa el
alma y sólo se hace perceptible cuando emerge de la vida. No obstante, quien la es-
cucha, sabe que Jesucristo es uno. Claramente Juan se apunta a la postura monofisita.
La vida entera es visible en el Logos divino, aunque no es tan sutil como la voz.
La voz se percibe con el oído; pero lo que no es posible es ver a nuestro Señor con
los ojos. Como la palabra está unida a la voz no nos damos cuenta de que la palabra
es separable de la voz, sino que percibimos una energía, y nos forjamos un nombre
en nuestra imaginación. De esta manera disociamos también al Logos divino, el cual
con su voz, inseparable de su cuerpo, puede ser visto y oído, pero no fluyendo de su
cuerpo, como si se tratara de dos personas. Sentimos, por el contrario, a la única Per-
sona del Hijo de Dios; pues Pablo ha dicho: Existe un mediador entre Dios y la
humanidad51.
51
1Tim 2,5; ibid 70.
52
Cf. Dial 9-10.
53
R. LAVENANT, o.c.23-25.
365
54
Dial 11,24-25.
55
Dial 77,17.
56
DialTom 38.
57
Ibid 81.
366
Pero el hombre no podía ser liberado del error y de la corrupción hasta que el Se-
ñor mismo no se hubo revelado como el verdadero día, para despertar al hombre de
su sueño, llevarlo a Dios y mostrarle otra vez la luz de la que había perdido la visión.
Por su venida al mundo, Cristo trae la revelación definitiva de la esperanza. Estamos
ante la encarnación de una verdad que había sido prefigurada a través de la historia,
en la creación y en la intervención providencial de Dios, pero el hombre no lo había
entendido.
Al mismo tiempo, la vida de Cristo en medio de los hombres nos sirve para hacer-
nos ver nuestra situación y nuestra tarea: su tentación indica el combate en el que el
hombre está comprometido contra las potencias del mal; su crucifixión nos muestra
cómo el hombre está atado por unas pasiones que debe crucificar para estar unido a
Cristo; su muerte revela el estado de corrupción del hombre y la necesidad de morir a
este mundo para vivir en Cristo61.
Por el don del bautismo, Cristo nos comunica actualmente lo que revela. Si la
muerte y la resurrección de Cristo marcan el fin de esta vida y el comienzo de la vida
nueva, de la misma manera el bautismo marca en el alma la frontera entre la servi-
dumbre del pecado o la esclavitud bajo la ley, y la libertad espiritual del Evangelio,
que hace a los hombres hijos de Dios. Queda abolido el imperio de la muerte y de las
potencias demoníacas, que se han introducido en el hombre y lo mantienen en la es-
clavitud y en la ilusión62. Por el sacramento de la regeneración el alma, invisible a
58
DialAlma 30.
59
RespTom 105.
60
DialAlma 62-63.
61
TratTom 118-120.
62
RespTom 101-102.
367
Satán, goza de la comunidad de los ángeles y de la vida eterna; y todo lo que Cristo
ha venido a traer a los hombres, todo lo que es objeto de esperanza, se da mediante el
bautismo.
Entiendo por bautismo, no sólo este bautismo visible, sino aquél por el que somos bauti-
63
zados de tal suerte que toda comunión con este mundo nos es totalmente extraña .
63
Trat II, ed. STROTHMANN 117.
64
1Cor 3,3.
65
Cf. P. HARB, Doctrine spirituelle de Jean le Solitaire, en PdO 2, 1971, 225-270. La expresión
“órden” ( en Juan el Solitario, sugiere el sentido de madurez humana y espiritual en la persona,
que supone más un esclarecimiento u ordenación de su mundo interior con sus aspiraciones, que cual-
quier tipo de retracción, opresión o eliminación en la urdimbre individual.
66
Carta, ed. RIGNELL 7.
368
está dominado por sus pasiones, los comportamientos del hombre se proyectan en
conformidad con la norma ilusoria del deseo y de la codicia, se representa a Dios de
forma antropomórfica, y se mantiene una relación con él interesada y superficial. Por
eso, el hombre corporal es incapaz de conocer el misterio de Dios.
Es imposible percibir los misterios del otro mundo sin mucho trabajo y una dedica-
ción intensa, macerándose ante todo para purificar sus pasiones. Pues estas pasio-
nes… son la ceguera de la inteligencia; la integridad del alma, por el contrario, es la
67
luz de su ciencia .
El orden psíquico es por naturaleza una etapa de transición entre la sumisión casi-
animal al cuerpo y la espiritualidad perfecta de los ángeles, que concierne al mundo
futuro. Este orden consiste en una vida de penitencia y en la práctica de la virtud me-
diante la obediencia a los mandamientos. La ilusión constante del hombre psíquico
estriba en que el grado de virtud o de sabiduría que ha alcanzado constituye la per-
fección. Por eso se enorgullece de sus progresos y condena a los demás. El combate
es largo y duro; exige numerosas transformaciones en el hombre interior69. También
aquí la esperanza es la energía que le guía y lo impele por encima de los atractivos de
este mundo visible y de sus ilusiones ocultas, mientras se va afianzando a medida de
sus progresos. La existencia humana se ajusta en un estado intermedio entre la vida
virtuosa y el mundo futuro al que incorporará cuando, el alma alcance su plena inte-
gridad en la plena madurez de su inteligencia con la ciencia del mundo espiritual70.
67
DialTom. ed. DEDERING 55.
68
Carta, ed. RIGNELL 76.
69
Carta, ed. DEDERING 22,23.
70
Ibid 60.
71
Carta, ed. DEDERING 22.
369
El más célebre de los monjes nestorianos del siglo VII es precisamente Isaac de
Nínive75. Oriundo de una región del Golfo Pérsico, Katar, fue consagrado obispo de
Nínive en el monasterio de Bet-abé; pero sólo ocupó su sede durante cinco meses;
luego se retiró a la montaña, siendo aquí maestro y monje con los anacoretas. Más
tarde dejó la vida anacorética e ingresó en el monasterio de Rabdan-Shabbur, en don-
de, según la obra histórica Ktobô anakfûtô, “se aplicó al estudio de las Escrituras tan
intensamente que, a fuerza de lectura y de austeridad, quedó privado de la luz de sus
ojos”. Dictaba a sus discípulos - que le llamaban “Dídimo” como al alejandrino a
causa de su ceguera – su doctrina con dulzura, y humildad en sus palabras. No sabe-
mos exactamente cuánto escribió Isaac. Se conservan de él 82 capítulos sobre la per-
fección religiosa76.
72
Ibid 71.
73
Ibid 60,61.
74
Cf. H. ALFEYEV, L‟univers spirituel d‟Isaac le Syrien, en SpO 76, Bellefontaine 2001.
75
Cf. E. KHALIFE-HACHEM, Isaac de Ninive, moine nestorien, en DSp VII, 2041-2054.
76
Texto siríaco en P. BEDJAN, Mar Isaacus Ninivita. De perfectione religiosa, Paris-Leipzig 1909; y
publicadas en inglés por A. J. WENSINCK, Mystic Treatise by Isaac of Ninevah, Amsterdam 1923, reed.
Wiesbaden 1967; y en francés por J. TOURAILLE, Isaac le Syrien, Oeuvres spirituelles, Paris 1981.
370
77
Sin embargo escribe A. GUILLAUMONT, La mystique syriaque de Isaac de Ninive, en Études o.c.
212: La doctrina de Isaac se emparenta con la enseñanza ascética y mística de la tradición monástica
antigua, a la que Evagrio ha dado una expresión escrita y un armazón conceptual.
78
La antropología subyacente en Isaac es la de Teodoro de Mopsuestia, el maestro de la tradición
nestoriana. Ver A. GUILLAMONT, o.c. 213
371
las pasiones, si bien Isaac puede decir que el curso del mundo está suspendido cuan-
do las pasiones cesan; el fin de la separación del mundo, de la ascesis, de la medita-
ción de la Escritura, es realizar la paz en el interior de uno mismo, desarrollar en sí
todo un universo espiritual: reconcíliate contigo mismo, y se reconciliarán contigo el
cielo y la tierra79.
79
Ibid 214.
80
Ibid 216.
372
81
Sobre la antropología de Isaac: H. ALFEYEV, L‟univers spirituel d‟Isaac le Syrien, o.c. 51-59; S.
CHIALA, Dall‟ascesi eremitica alla misericordia infinita. Ricerche su Isaaco di Ninive et la sua fortu-
na, en Biblioteca della Rivista di Storia e Letteratura Religiose, Stud. XIV, L.S.Olschki, Firenze, 2002,
150ss; A. LOUF, L‟homme dans l‟histoire du salut selon Isaac le Syrien, en CPE 88,2002, 49-54.
82
II,20,2.
83
II, 3,39.
84
II, 37,4-5.
85
Gal 5,17.
373
Cuando practicas la liturgia con diligencia y sin distracción, en cuanto es posible, si las
palabras se detienen de súbito en tu boca, si un silencio se impone a tu alma, y si este
fenómeno se repite con frecuencia, has de saber entonces que entras en la hesyquía y
que este simple comienzo va a acrecentarse… Porque el silencio de un hombre pacifi-
cado es oración, dice un varón revestido de Cristo. Sus decisiones son efectos de im-
pulsos divinos. Los movimientos de un espíritu puro son voces apacibles con las que
canta secretamente salmos al Único invisible… Y no olvides que el silencio es el len-
guaje del mundo futuro; mientras que la palabra es el órgano del mundo presente…
Por su silencio continuo y su ayuno, el hombre discierne que, en este estado oculto,
está sin cesar ocupado en el servicio de Dios. Por estos misterios, por estas virtudes
89
invisibles, se desempeña el servicio del Ser que gobierna el mundo .
86
I, 83,, ed. J. TOURAILLE, 407.
87
III,3.
88
II,3,4,10.
89
Oeuvres en J. TOURAILLE 34, 213; 35,174; Carta 3,461.
374
90
Véase P. T. MASCIA, The Gift of Tears in Isaac of Niniveh. A Transition to Pure Payer and the
Virtue of Mercy, en Diakonia 14, 1979, 255-266; D. A. LICHTER, Tears and Contemplation in Isaac of
Niniveh, en Diakonia 11, 1976, 239-258.
91
Ver A. GUILLAUMONT, o.c. 224.
375
Cuando (el Espíritu) establece su morada en un hombre, ése ya no puede dejar de orar,
pues el Espíritu no cesa de orar en él. Duerma o esté en vela, la oración nunca se sepa-
ra de su alma. Coma o beba, esté acostado, trabaje o se mantenga en un sueño profun-
do, su alma exhala constantemente el perfume de la oración. En adelante ese hombre
ya no tendrá que dedicarse a orar en momentos determinados, porque orará en todo
92
tiempo
Este proyecto de vida sólo nos es accesible gracias a la encarnación de Cristo que,
asumiendo en sí mismo la naturaleza humana, la ha llevado mediante su pascua, has-
ta su definitiva consumación en Dios.
92
WENSINCK 174.
93
II,3,1,90.
376
Que tu lectura se haga en la soledad absoluta. Una vez que te hayas liberado de to-
da preocupación carnal y de cualquier turbación material, la lectura te dará una com-
94
prensión deliciosa, un conocimiento sabroso sin relación a los sentidos .
No abordes las palabras místicas de la Escritura sin orar, sin pedir la ayuda divina,
diciendo: “Señor, dame el comprender la energía que ellas encierran”. Convéncete
que la llave que abre la inteligencia de la verdad contenida en la Escritura es la ora-
ción... Además ella te ayudará a suprimir las costumbres viciosas, a desenraizar va-
nos deseos, imágenes del mundo material. Hasta que llegues un día por la gracia
divina, en que la fuerza del Espíritu baje a liberar el alma y, en lugar de la ley escrita,
se graben en el corazón los mandamientos del Espíritu, que Él mismo enseña al co-
96
razón .
94
WENSINCK 34.
95
Ver A. GUILLAUMONT, o.c. 219.
96
Ibid, 220; 62.
UNIDAD II-8
PERÍODO BIZANTINO
1
9,3,8.
378
PSEUDO-DIONISIO AREOPAGITA
El corpus dionisiano sigue siendo un enigma. Quizá su autor fuese un monje del
siglo V en la región semítica, en torno a los círculos antioquenos. Se dan afinidades
muy claras entre el pseudo-Dionisio y Esteban Bar Sudaili, un origenista evagriano
monofisita, autor del Libro de Hieroteo, sobre todo en lo referente a la doctrina
mistérica, reservada a los intelectuales purificados, con la prohibición de ser divulga-
da a la multitud. Además, el progreso en la misma gnosis no se hace, como en Eva-
grio Póntico, mediante el paso de una contemplación inferior a otra superior, sino por
acceso a revelaciones cada vez más sublimes; porque el universo esta jerarquizado, y
las jerarquías están regidas por la misma ley fundamental: las esencias de un cierto
nivel reciben la purificación y la iluminación de las del nivel inmediatamente supe-
rior, a las que deben tributar honor y obediencia; mientras tienen la misión de ilumi-
nar y de purificar a las que están por debajo de ellas3. Los escritos del Areopagita
constituyen un testimonio histórico importante acerca de las prácticas litúrgicas de
las comunidades cristianas siro-bizantinas en torno a los siglos V y VI. Esto apunta a
que la obra dionisiana es una clara sistematización de la herencia de sacralidad misté-
rica e iniciática, que este autor enigmático recoge, ordena y combina en base del
último sistema filósofico neoplatónico, ya decadente, pero con una última fulgura-
ción en la personalidad de Proclo4. No obstante el pseudo Dionisio se desentiende
por
2
Cf. M. SCHIAVONE, Neoplatonismo e cristianesimo nello Pseudo Dionigi, Milano 1963; E. VON
IVANKA, Plato Christianus. Übernahme und Umgestaltung des Platonismus durch die Väter, Einsie-
deln 1964.
3
Ver, A. GUILLAUMONT, Les Kephalia gnostica.o.c. 326ss.
4
Véase la presentación magistral del sistema dionisiano en R. ROQUES, L‟univers dionysien, structure
hiérarchique du monde selon le Pseudo-Denys, Paris 1983.
379
5
Cf. J. MEYENDORFF, Le Christ dans la théologie byzantine, Paris 1969,127ss.
6
H. U. VON BALTHASAR, Gloria, una estética teológica. 2. Estilos eclesiásticos. Madrid 1986, 163.
7
Ibid 139.
380
Se dice que nuestra jerarquía contiene en sí todas las realidades sagradas que le son
propias. Gracias a esto, el jerarca divino, después de su consagración, podrá tomar
parte en las actividades más sagradas. Por eso, en verdad se llama “jerarca”. De
hecho, al hablar de “jerarquía” nos referimos al conjunto de realidades sagradas. Jerar-
9
ca es el hombre santo e inspirado, instruido en ciencia sagrada … Los obispos, hom-
bres de Dios, poseen pleno poder sacerdotal para santificar y enseñar. Se lo confiere la
bondad divina, fuente de toda santidad. Por eso se les imponen sobre la cabeza las Es-
crituras que Dios nos entregó y nos revelan todo lo que podemos conocer de Dios…Lo
trasmiten a los demás, conforme al rango jerárquico que ocupan. Porque están dotados
10
del conocimiento espiritual y celebran las ordenaciones más santas de la jerarquía
8
Véase todo lo que R. ROQUES estudia como actividad de la jerarquía eclesiástica y los sacramentos,
en L‟univers dionysien 244-301.
9
JerEcl 1,3; en Obras completas del Pseudo Dionisio Areopagita, BAC 511, Madrid 1990.
10
JerEcl 5,7
11
Dionisio distingue cuatro términos para expresar la unidad de la Trinidad: hénada (), unidad
(, unión (, permanencia (. La hénada está por encima de toda unidad; la unidad
está más allá del principio de unidad que es una realidad con la Trinidad. La unión divina concierne a
la teología sobreesencial y se opone a la distincion que aparece con la distinción de las tres hypóstasis:
es la unión sobreesencial o la unión trascendente. La permanencia y fundamento de las hypóstasis las
une entre sí. Véase detalladamente en Y. DE ANDÍA, La théologie de Denys l‟Aréopagite, en StP
32,1997, 278-301.
381
12
Epist 4.
13
Véase el misterio de Cristo enmarcado en las inteligencias jerárquicas y adoptando el sistema neo-
platónico, en R. ROQUES, L‟univers dionysien 305-339.
14
Véase la exposición parelela de la condescendencia entre Proclo y de Dionisio que presenta R.
ROQUES, L‟univers dionysien o.c 77-88.
15
NomDiv 1,4.
382
Sin embargo, siempre es posible una unión ( con Dios, fin supremo de la
existencia humana, pero se reduce a una ignorancia (, porque exige un des-
asimiento de toda actividad de los sentidos o del entendimiento. Por este motivo úni-
camente puede describirse a Dios en términos negativos; no obstante se hace conocer
por sus ímpetus ( multiplicándose, sin descuidar nunca su unidad. Así los
conceptos de belleza, de ser, de bien, son sus potencias y energías, de las que los se-
res creados pueden participar a la medida y según la analogía propia de cada uno.
Parece que para Dionisio hay dos modos diferentes de unión a Dios: por una parte, la
teología, mística, individual y directa; y por otra, la teurgia, que es la actividad de la
jerarquía y de sus múltiples intermediarios; se trata de dos líneas experienciales que
confluyen en su ápice, en la medida en que su objetivo común es la unión a Dios,
purificando, iluminando y perfeccionando (.
La teología dionisiana concierne claramente al ámbito de la santidad personal, de
16
JerEcl 3,2 ; 4,12 ; 5,4.
17
Ver Y. DE ANDIA, Henosis. L‟Union à Dieu chez Denys l‟Aréopagite, Leiden 1996 ; véase la recen-
sión de esta voluminosa obra que hace W. OTTEN, en VC 53, 1999,328-332.
383
18
J. MEYENDORFF, Le Christ dans la théologie byzantine o.c.144-145.
19
VON BALTHASAR lo relaciona con el simbolismo de una estética mistérica, ver. o.c. 163-205.
20
Y. DE ANDIA, Symbole et mystère selon Denys l‟Aréopagite, en StP 37, 2001,421-451.
21
P. COCHOIS, Denys l‟Aréopagite, en Dictionnaire des philosophes I, Paris 1993, 770-772.
22
Basta una mera ojeada en el DSp III, 286-429.
384
EL MONOFISISMO
23
Detallada presentanción en CL. MORESCHINI/ E. NORELLI, Storia della letteratura cristian antica II-
II, o.c.827-837; también M. SIMONETTI, en DPAC 1985-1987.
24
Cf. J. MEYENDORFF, Le Christ dans la théologie byzantine, o.c.48-57.
385
Vino a este mundo en el seno de una familia ilustre. Ya de joven decidió involu-
crarse en líos teológicos. Enfocó sus esfuerzos en contra del nestorianismo y del mo-
nofisismo, conforme a las directrices de Calcedonia. Quiso practicar la xeniteia,
comprometiéndose en la vida monástica, en la Nueva Laura, al sur de Jerusalén. Per-
tenece al grupo de Nonnos, jefe de los monjes origenistas expulsados por el higúme-
nos Agapetos en 514. En 520 el nuevo higúmenos Mamas le permitió regresar. En
531 acompañó a Sabas a Constantinopla. Sabas se dio cuenta de que Leoncio fingía
defender Calcedonia, pero que en realidad era un tenaz partidario de las teorías ori-
genistas y lo expulsó de su compañía antes de volver a Palestina. Leoncio se quedó
en Constantinopla para defender ante Justiniano, aunque sin éxito, a los monjes ori-
genistas y las doctrinas de Orígenes. Leoncio es el príncipe de los teólogos griegos de
principios del siglo VI. Entre sus obras cabe mencionar los tres libros Contra nesto-
rianos y eutiquianos. Es el más rudo adversario de Severo de Antioquía, y se le ha
llamado el primero de los escolásticos, por haberse adelantado en introducir, a través
de sus obras, el rigor y la flexibilidad de una dialéctica sabia25.
25
Ver en CL. MORESCHINI/ E. NORELLI, o.c. 880-855; L. PERRONE, en DPAC 1257-1259.
386
EL MONOTELISMO
26
J.MEYENDORFF, Le Christ dans la théologie byzantine, o.c.79-89; 96-98; 210-211.
387
Para ello necesitaba de algún hombre de confianza que le echara una mano. Y no
podía ser otro que el patriarca SERGIO DE CONSTANTINOPLA entre los años 610 y 638,
el autor del himno Akáthistos27. Sergio se ganó a Ciro de Fasis y le convenció para
que se dirigiera a la sede de Alejandría con la misión de realizar la unión con los mo-
nofisitas de Egipto. Algo más tarde el emperador se ganaba también al patriarca mo-
nofisita de Antioquía, Anastasio. Lo más interesante era quizá que, por aquel enton-
ces, se hallaban en Egipto dos monjes, no muy relevantes al principio, llamados So-
fronio y Máximo.
27
Para su historia y contenido, ver CL. MORESCHINI/ E. NORELLI, o.c. 929-932.
28
CHR. VON SCHÖNBORN, Sophrone de Jérusalem. Vie monastique et confession dogmatique, Théolo-
gie Historique 20, Beauchesne, Paris 1972, 10.
388
Todos los contenidos de sus escritos dimanan de una misma fuente y confluyen en
un mismo vértice: la teología trinitaria es esencialmente económica, que se hace efec-
tiva en la operación divino-humana y salvífica de Cristo. En efecto, nos sería imposi-
ble atisbar el misterio de la Trinidad sin la revelación que se hace efectiva en la eco-
nomía. Pero a su vez, ¿en qué quedaría la economía sin el acontecimiento de la en-
carnación, el designio hecho real de la filantropía divina? La filantropía divina es
ante todo condescendencia ( que nivela los abismos diferenciales
entre la naturaleza humana y la divinidad31. Comprender la filantropía de Dios es un
intento vano porque, según Sofronio, pertenece a la noética del misterio. La inteli-
gencia no puede satisfacerse especulando con nociones e intentando sintetizarlas en
29
Véanse estas y otras referencias en Ibid.95-98.
30
Véase en detalle la exposición de sus obras en CHR. VON SCHÖNBORN. o.c. 97-117.
31
Teofania 158,4-17.
389
A Aquel que al principio creó al hombre y lo formó según su propia imagen, le ha pareci-
do oportuno no salvarlo ni rescatar su propia imagen más que haciéndose hombre por
naturaleza, y haciendo de su propia imagen su vestido propio. Desde entonces se mezcla
lo que no es mezclado; a partir de entonces se mezcla sin mezcla lo que no es mezclado;
a partir de entonces se compone lo que no es compuesto; se abraza lo que está desliga-
do; a partir de entonces, lo divino se vuelve humano para que lo humano se vuelva más
divino; a partir de entonces el Logos de Dios se condensa ( permaneciendo
Dios y Logos de Dios; a partir de entonces, el increado es creado permaneciendo increa-
do; el Altísimo es anunciado como humilde y el invisible, visible… para que lleve a la
humanidad pasible y mortal al esplendor de la inmortalidad y de la impasibilidad, para re-
32
conciliar con Dios Padre a la que era hostil y rebelde .
32
Anunc.3233b-3236a.
33
Anacreóntico II, PG 3741a.
34
Sinodico PG 3173c.
390
35
Ibid 3172d.; cf. VL. LOSSKY, Energías increadas, en Teología mística de la Iglesia de Oriente,
Barcelona 1982, 51-67.
36
Ibid 3169a.
37
Ibid 3169d.
38
Ibid 3173b.
391
Sofronio se refiere a dos operaciones; nada expresa de dos voluntades. Pero aclara
que Cristo sufría involuntariamente o por necesidad ( los
movimientos y las pasiones de la naturaleza humana, sino natural y humanamente
(.
Honorio cayó en la trampa y respondía a Sergio con dos cartas. En la primera mi-
siva le ruega que evite cualquier alusión a una o dos operaciones. En cualquier caso -
concreta el papa - si habláramos de dos operaciones se nos tendría por nestorianos;
por eso, debemos reconocer la unidad de voluntad, porque el Logos no ha tomado
nuestra carne viciada; y no ha existido en Cristo voluntad en sentido diferente ni con-
trario a la ley del Espíritu. En la otra carta, de la que disponemos sólo de fragmentos,
refiere la existencia de dos naturalezas; pero añade que es un disparate referirse al
mediador Jesús de una o dos operaciones. Lo que cuenta es la referencia a un solo
operador y a dos naturalezas operantes.
Las dos cartas del obispo de Roma envalentonaron a Sergio. Y en 636 Sergio hace
firmar al emperador una profesión de fe, aceptada por la mayoría del episcopado de
oriente, la famosa Ekthesis, documento que propugna una sola voluntad. El Logos,
como principio activo, movería a su gusto a la naturaleza humana, sometida en una
dependencia total a la acción propia ( de la naturaleza divina. De aquí
que las facultades humanas, y la voluntad entre ellas, nunca realizaron acto autónomo
alguno. En Cristo no hay más que un solo querer (, divino e hypostático,
y una operación (. Su humanidad es movida por Dios (. En
esto consiste el llamado MONOENERGISMO, que parece un rebrote del apolinarismo.
649, siguiendo las líneas del Tomo a Flaviano y de Calcedonia. La caída del monote-
lismo es signo en oriente del fin de las controversias cristológicas, que habían durado
aproximadamente tres siglos. Desde ahora Jesús aparece como el hombre perfecto y
libre.
En 626, una amenaza persa a Constantinopla lo hace salir del monasterio. El mon-
je, desde ahora errante (xenos), huye de ciudad en ciudad, acompañado de su fiel
39
cf. I. H. DALMAIS, Saint Maxime le Confesseur et la crise de l‟origénisme monastique, en TVM 411-
421.
40
H. U. VON BALTHASAR, Die gnostischen Centurien des Maximus Confessor, Freiburg 1941, 7: Hier
genügt es, den unmittelbaren Kontakt zwischen Maximus und Origenes erwähnt zu haben. Die Gnos-
tischen Centurien verdanken ihr Bestes Origenes, in dessen Mystik die Gegensätze Evagrius-Dionysius
einigermassen versöhnbar schienen, in der sie sich wenigstens nicht mehr offen bekämpten.
393
amigo Anastasio. En 632 está en Cartago, quizá la ciudad natal de Anastasio. Máxi-
mo, en sus desplazamientos, se había encontrado con severianos y monotelitas, y
discutió con ellos. La xeniteia abría su vida a la dimensión escatológica. Los signos
que se le ofrecían son más que claros; comprende que todas las medidas coercitivas
destinadas a conjurar - sobre el plano político - lo inevitable, sólo pueden, a los ojos
de Máximo, apresurar el desplome de un mundo incapaz de abrirse al futuro, a Aquel
que viene, pues no se puede llegar a Él más que a través de una muerte y de una resu-
rrección pascual. En Cartago pudo conocer a Sofronio que, con su amigo Juan Mos-
co, habría abrazado voluntariamente la xeniteia con una marcada impronta caracterís-
tica del monacato sinaítico. Es posible también que en Cartago, Máximo se hubiese
sometido durante algún tiempo a la autoridad de un abad. Desde allí fue secundando
las peripecias de Sofronio, hasta que a la muerte del obispo jerusalemitano, en 638,
se convierte él mismo en paladín de la lucha antimonotelita. Mantiene por correspon-
dencia una disputa con Pirro, sucesor de Sergio, confesando públicamente una clara
desobediencia al patriarca ecuménico. Es la primera vez que expresa su vida como
confesión. Abandona África, porque siente que su vocación está ligada al despojo
total y a la vida errante. Ante las consecuencias de la Ekthesis siente la urgente nece-
sidad de confesar la fe católica frente a una jerarquía totalmente sometida a los inter-
eses políticos del poder.
unas circunstancias muy hostiles, que fueron precisamente las que le ocasionaron la
tortura y el martirio.
TEOLOGÍA
41
Véase un elenco de sus obras y la misma introducción de P. ARGÁRATE, a los tratados espirituales
de Máximo, en CN 37, Madrid 1997.
42
J. P. WILLIAMS, The Incarnational Apophasis of Maximus the Confessor,en StP 37,2001, 631-635.
43
Ver A. RIOU, Cosmologie, L‟économie comme déploiement d‟un dessein bienveillant, en L‟Église et
le monde selon Maxime le Confesseur, Paris 1973, 33-71.
44
Cf. V. KARAYIANNIS, Énergie essentielle, en Maxime le Confesseur, Essence et énergies de Dieu,
o.c. 137-231 ; V. LOSSKY, Energias increadas, en Teología mística de la Iglesia de oriente, o.c.68-84.
395
En el plano del movimiento, de la elección moral, que Máximo asocia con la idea
de la imitación o semejanza de Dios, se coloca la : sólo Dios es bueno por
naturaleza, y el imitador lo es por su . Esta imitación y elección suponen la
colaboración entre la gracia y la libertad humana: El Espíritu no lo otorga por naci-
miento a una voluntad reacia, sino si ella lo desea, y la transfigura para deificarla51.
Por eso: Nuestra salvación depende de nuestra voluntad52. Así se explica que el pe-
cado de Adán fuese esencialmente una catástrofe de la libertad humana, que hizo una
elección “contra la naturaleza”: la naturaleza única entró en conflicto con ella misma
( y este conflicto se produjo según el libre albedrío
(53.
45
Ver, J. MEYENDORFF, Le Christ dans la theólogie bizantine o.c. 179-186.
46
Amb : PG 91,1220c.
47
Ibid, 1221a : De Car 4,3-5 : PG90, 1048cd.
48
Amb, PG 1116b :
49
Los seres razonables se mueven naturalmente por el hecho de ser impulsados hacia su fin, pero
conforme a su libre albedrío por el hecho de bien ser: Amb PG
1073c).
50
Carn 4: PG 90, 1069c:
51
Tal, PG 280cd.
52
Asc PG 953b :
53
OrDom : PG 893b.Ver J. MEYERDORFF, Le Christ dans la théologie byzantine, o.c. 202ss.
396
Pero el dinamismo no es el impulso natural del ser vivo. Y esto se explica porque
toda la estructura de la revelación está impregnada del dinamismo más eficaz, en-
marcado en dos puntos: uno de partida, la encarnación, y otro de llegada, la deifica-
ción humana. Precisamente la deificación de la persona humana es directamente pro-
porcional a la humanización de la Palabra divina, que se encarna históricamente en
Cristo. La deificación acontece cuando el Dios invisible adquiere contornos visibles
en las virtudes que, mediante su proceso de asimilación, van consumando el ciclo de
la revelación. Y en el ápice de todas las virtudes está el amor (), de proceden-
cia divina, que se vuelve efectivo en forma de filantropía, y es el ingrediente esencial
que posibilita este proceso transformante, unificante y revelador57.
54
H. U. VON BALTHASAR, Liturgie Cosmique, Maxime le Confesseur, Paris 1947, 89.
55
Ibid. 121.
56
P. 0. BLOWERS, The Passion of Jesus Christ in Maximus the Confessor: A Reconsideration. StP.
37,2001,361-377.
57
Cf. A. G. COOPER, Maximus the Confessor on the structural dunamics of Revelation, en VC 55,
2001, 161-190: “the fulfilment of revelation as a process is the result of a progressive, and dynamic
engagement between the Logos as the source and agent of illumination and the receptive human mind
in ordered harmony within the context of the economies of creation and scripture. The initial point of
contact between divine and human subjets is sensible, mediate, and diverse. The final state of union to
which the process leads is intelligible, inmediate, and simple” (172). Sobre la función de la revelación
en el conocimiento de Dios se puede leer también, V. KARAYIANNIS, Maxime le Confesseur. Essence
et énergies de Dieu, Théologie Historique 93, Paris 1993, 660-683.
397
LA PERSONA HUMANA
La persona humana, que tiene un puesto excepcional entre las restantes criaturas,
lleva en sí misma un logos siendo imagen del Logos divino. De aquí parte la impor-
tancia que Máximo atribuye a la dimensión racional de la existencia humana. Destaca
el concepto del noûs, definido como “el punto de intersección entre lo natural y lo
espiritual”. Sin este substrato, la misma actividad racional parece no sólo estéril sino
también imposible. La cuestión racional es inseparable con el asunto de la voluntad,
que se abre en el marco histórico de la controversia monotelita, y que debe afrontarse
junto a otros problemas teóricos conexos. A pesar de la distinción fundamental entre
el logos de la naturaleza y el tropos hypostático58, ambos se coaligan mediante la
voluntad, que es una facultad de la naturaleza, no de la persona - como querían los
monotelitas - y expresión de la libertad. Para Máximo, el logos de un ser es su prin-
cipio o su razón esenciales, que lo define fundamentalmente59 y, además de caracteri-
zarlo prioritariamente, imprime en él su finalidad individual en vistas de lo que es; o
sea que es su razón de ser en el doble sentido de principio y de fin de su ser. Pero los
logoi de todos lo seres han sido determinados por Dios en el Logos divino, el Logos
de Dios, antes de todos los siglos. Por tanto, los logoi de los seres son manifestacio-
nes de la voluntad creadora de Dios60.
58
Véase la aclaración en A. RIOU, L‟Église et le Monde selon Maxime le Confesseur,
o.c. 73-79; V. KARAYAINNIS, Maxime le Confesseur, o.c.210-215.
59
Tal 64: PG 90,709b.
60
AmbIo 7: PG 91,1080a; ver J. CL. LARCHET, Le Projet divin défini par les « Logoi » des créatures,
en La divinisation de l´homme selón saint Maxime. o.c. 112-130.
61
Cf. ID, Logos et tropos, en ibid, 141-151.
398
Dios nos había hecho semejantes a Él mismo dándonos por participación los rasgos
de semejanza exactos a su bondad, que había proyectado antes de todos los siglos
(para este fin): que estuviésemos en él, y nos había hecho don del modo (), ca-
paz de llevarnos a este fin bienaventurado por el buen uso de las facultades naturales;
pero como el hombre había rechazado voluntariamente este modo por el mal uso de
las facultades naturales, era necesario, para que el hombre no recayera en el aleja-
miento y la separación de Dios, introducir en su lugar un modo () más paradóji-
co y más específicamente divino que el primero, para que esté por encima de la natu-
raleza siendo superior a lo que es según la naturaleza. Ahí está el misterio, como lo
62
creemos todos, de la muy mística venida de Dios a los hombres .
62
AmbIo 7: PG1097a-d.
63
B. DE ANGELIS, Natura, persona, libertà. L‟antropologia di Massimo il Confessore, Roma 2002,
207.
399
El cosmos no ha sido considerado hasta ahora más que como un vasto espectáculo
de fuerzas, tensiones y equilibrios. Pero es más que espectáculo porque es drama,
historia. El paraíso terrestre no interesa al Confesor más que como punto de partida
del movimiento cósmico, como el lugar en que ha sido cometido el pecado. Adán,
según Máximo, ha pecado en el mismo momento () que ha recibido el ser y ha
llegado a la existencia64. Y si Adán había conocido la condición paradisíaca y había
podido comenzar a realizar su vocación, hay que entender el término en el senti-
do no tanto de una simultaneidad, cuanto de un brevísimo espacio de tiempo65. El
pecado de Adán ha consistido en el descuido del dinamismo de la operación hacia la
finalidad marcada por sus facultades naturales66; o sea, que se apartó de Dios y se
desentendió de Él para volverse a las realidades sensibles y adherirse a ellas sólo por
el placer que procuran. La raíz de este proceso es la ignorancia de Dios. La ignoran-
cia de Dios ha deificado a la criatura, cuya filautía - amor a sí mismo - que concita al
género humano al vasallaje del cuerpo, constituye un culto inequívoco. Y porque la
ignorancia es aquí un mero efecto, se destaca la función determinante de la filautía, o
de la seducción ejercida por las realidades sensibles, que tienen por virtud el hechizo
de los sentidos, o la atracción del placer67. Los dos procesos parecen correlativos. El
ser humano, a causa de las pasiones, ha ignorado su propio logos de naturaleza, y ha
reemplazado a la deificación verdadera por una pseudodeificación, o sea, una vana
64
Tal 59: PG 90, 613c; ibid, 61: PG 628a:
65
Ver J. CL. LARCHET, L‟échec originel de la divinisation: le péché ancestral et ses effects en La
divinisation de l‟homme selon Maxime, o.c. 187ss.
66
Tal PG 253c.
67
Epist 2: PG 91,396d.
400
El mal es la ignorancia de la causa buena de los seres; ignorancia que, al mutilar el noûs
humano y dar libre curso a lo sentidos, lo ha enajenado completamente del conocimiento
69
divino y lo ha colmado del conocimiento apasionado de las realidades sensibles .
Su objetivo sigue aquí, como en otra parte, la dirección del devenir: espera reen-
contrar el principio al llegar al término, y no echando una mirada hacia atrás. Al lle-
gar a este punto Máximo sugiere la función simbólica los dos árboles del paraíso, que
apuntan a dos leyes de la naturaleza humana, o mejor, a dos criterios de valores: Los
dos árboles corresponden, según la Escritura, a dos criterios, el espíritu y la sensa-
ción. Así, el espíritu posee el discernimiento entre lo espiritual y lo sensible, lo tem-
poral y lo eterno. Y si el don de discernimiento del alma aconseja acercarse a uno y lo
impulsa a separarse del otro, la sensación, que posee el criterio del placer corporal y
del dolor, se expresa como la fuerza de los cuerpos animados y sensibles que atrae al
primero para temer y repeler al segundo70. Al subrayar la libertad del hombre capaz
de escoger entre dos leyes innatas, nuestro teólogo comprende el primer pecado como
una rebelión contra la ley más alta, y por tanto como una insumisión, un orgullo. Que
considere él y otros padres griegos, este primer desorden como el pecado de la carne,
no contradice a su primera afirmación. Adherirse a la ley del cuerpo era desviar sus
ojos espirituales de la luz71, gozar en lugar de servirse.
Evidentemente Dios ha creado esas cosas y las ha dado a los hombres para que se
sirvan de ellas. Todo lo que Dios ha hecho es bueno, y debemos usar bien de ello, a fin
de agradar a Dios, pero somos nosotros, en nuestra debilidad y en nuestro espíritu ma-
72
terial, quienes hemos preferido estas cosas materiales a la ley de la caridad
68
Tal: PG 256ab. Sobre la dialéctica del placer-dolor, ver el análisis de L. THUMBERG, Microcosm
and Mediator, Lund 1975, 166-169; también CHR. VON SHÖNBORN, Plaisir et douleur dans l‟analyse
de saint Maxime d‟après les “Quaestiones ad Thalassium, en Actes du Symposium sur Maxime le
Confesseur, Fribourg, 1983, 273-284.
69
Tal PG 257a; 260a.
70
Tal 43: PG 90,413a.
71
Amb 91,1092d.
72
Asc 90: PG 916d-917a.
401
Esta otra ley, que Agustín había llamado concupiscencia, connota, para Máximo y
sus contemporáneos, dos elementos inseparables y casi identificados, el amor al
cuerpo y el amor a sí mismo (. El deslizamiento de la búsqueda de sí mis-
mo en la más baja sensualidad. Para la teología monástica, este inevitable movimien-
to de caída en todo pecado es, más que una consecuencia de la concupiscencia, su
esencia misma, que consiste en querer ampararse de las cosas de Dios sin Dios y
ante Dios, y no según Dios73; es dar a una naturaleza espiritual un alimento esen-
cialmente sensible, temporal, perecedero; es emponzoñarla profundamente y entre-
garla a la muerte74.
73
Amb 91: PG 1156c.
74
Ver H. U. VON BALTHASAR, Liturgie cosmique, o.c. 128-133.
75
Amb 91: PG 1305ab.
76
DivNom 4: PG d81ac.
77
Ver H. U. VON BALTHASAR, Liturgie cosmique, o.c. 128-150
78
Ibid PG 301bc.
402
Pero ¿dónde se sitúa la libertad del hombre? ¿cómo puede explicarse la caída y la
rebelión del hombre en contra de Dios? En Gregorio de Nisa la verdadera libertad se
encuentra en la vida humana autónoma, pero en la situación verdaderamente natural
del hombre: en la comunión con Dios. Para Máximo el hombre es verdaderamente
libre cuando sigue su voluntad natural, lo que supone la vida en Dios: cooperación y
comunión con Él. Sin embargo el hombre posee también otro potencial determinado,
no por su naturaleza, sino por ser persona individual o hypóstasis; en ella radica la
libertad de escoger, de rebelarse, de obrar en contra de la naturaleza y, por tanto, de
autodestruirse. Adán y Eva usaron de esta libertad personal y, a raíz de la caída, fue
ejercida separarse de Dios, alejarse del verdadero conocimiento, de la seguridad dada
por una existencia personal. Todo eso supone duda, vagabundeo, sufrimiento. Es la
voluntad gnómica79 que Máximo define como un impulso que elige y un movimiento
de la mente hacia una dirección alternante80, es algo característico no tanto de la
naturaleza cuanto de la persona o hypóstasis, y una función de la vida hypostasiada o
personal, no natural.
79
es opinión, es disposición de querer: ver. J. CL. LARCHET, La divinisation de l‟homme selon
saint Maxime, o.c. 137-141, 204-205, 239-241, 396-397 ; J. MEYERDORFF, Le Christ dans la théolo-
gie byzantine, o.c.200-206.
80
Th.Pol 1: PG 91,12cd.
81
Véase la síntesis cristólogica que presenta de Máximo, H. U. VON BALTHASAR, Liturgie cosmique,
o.c. 150-208; A. RIOU, L‟Église et le Monde selon Maxime le Confesseur, o.c. 74-121 ; J. CL.
LARCHET, Les fondemanets christologiques de la divinisation, en o.c. 222-382 ; por lo demás, este
último autor critica ampliamente a lo largo de su voluminosa publicación la cristología maximiana
presentada por J. M. GARRIGUES, Maxime le Confesseur, Paris 1976
403
Es posible decir que Dios ha nacido, que María es la theotokos y que el Logos ha
sido crucificado. El nacimiento y la muerte permanecen sin embargo como realidades
82
Th.Pol 6: PG 91,65b.
83
D. BARTHRELLOS, The Relationship between the Divine Will and the Human Will of Jesus Christ
according to Saint Maximus the Confessor, en StP 37,2001,346-360.
84
Th.Pol 20: PG 91,241a-244a.
85
Ver en biblioteca de patrística, en CN 7, Madrid 1990.
86
Véase el analítico y crítico trabajo de J. CL. LARCHET, La divinisation del l‟homme selon saint
Maxime le Confesseur, Paris 1996.
404
El admirable Pablo negaba su propia existencia y no sabía si tenía una vida propia: Yo
ya no vivo, pues es Cristo quien vive en mí… El hombre, imagen de Dios, llega a ser Dios
por deificación, goza plenamente del abandono de todo cuanto le pertenece por naturale-
za… porque la gracia del Espíritu triunfa en él y porque Dios solo, manifiestamente, actúa
en él; así Dios y los que son dignos de Dios no tienen en toda su vida más que desarrollar
una sola y misma actividad (; Ahora bien, esta energía común es energía de Dios
solo, puesto que se comunica plenamente a los que, con toda verdad, son dignos de
87
ella … Melquisedec poseía en sí mismo al único Logos de Dios, viviendo y actuando… y
por eso llega a ser a la vez sin principio y sin fin, puesto que no llevaba en sí mismo la vida
temporal y cambiante, la que tiene un comienzo y un fin, y sacudida por múltiples pasiones,
sino solamente la vida divina del Logos - venido a morar en él - la vida eterna, que no está
88
limitada por muerte alguna .
87
Amb, PG 91,1076bc.
88
Ibid, PG 1144c.
405
Si el fin más alto de esta vida es el amor, y no una gnosis esencial, el hombre, al
mismo tiempo que está unido a Dios, permanece siendo enteramente él mismo en su
naturaleza y en su actividad; pero comunica también con la actividad de Dios
( lo único que puede garantizar su liberación de las pasiones y
transformar su eros en agape, su amor a si mismo en amor a Dioso su amor apasio-
nado e irrazonable del cuerpo y a sí mismo ()89, en amor incodicional a Dios
(90 Seguir los mandamientos, es decir, el amor activo, ha quedado a la vez
en la espiritualidad monástica bizantina como condición y como aspecto necesario de
la visión de Dios.
LITURGÍA ESCATOLÓGICA
El movimiento, que afecta a todos los seres creados desde su venida a la existen-
cia, y que los encamina hacia su fin, culmina en el descanso y estabilidad)
en Dios91. Y el hombre no es una excepción puesto que, en su unión a Dios y en la
divinización (, alcanza su fin y conoce el cese de su movimiento en su des-
canso en Dios92.
Cuando, según la gracia, la naturaleza se haya reunido con el Logos, ya no existirá lo que provoca
el movimiento en el que emergen y cambian por naturaleza todas las cosas. Pues es necesario
que el estado actual, en donde necesariamente acontece el movimiento cambiante de las cosas,
llegue a su fin por la aparición del reposo definitivo que hace cesar todo cambio. Pues donde hay
limitación natural, también se dan unos dinamismos cambiantes propios de la naturaleza. E inver-
samente, donde no existen barreras naturales tampoco se da movimiento de cambio alguno. En
consecuencia, si admitimos que el mundo es un espacio limitado y que el tiempo es un movimien-
to reducido, los cambios de los seres inmersos en esta vida están sujetos a la limitación en sus
mismos dinamismos. Y sólo, cuando la naturaleza, real y mentalmente, haya superado el espacio
y el tiempo, se sentirá unida inmediatamente al logos como a su providencia, que es simple y es-
table en sí misma e ilimitada y, por lo mismo, carente absolutamente de movimiento. Así se expli-
ca, por una parte, que la naturaleza, existente temporalmente en este mundo, esté dotada de un
movimiento que la hace cambiar por su precaria situación en este mundo, sometida al paso del
tiempo que altera todo; y por otra que, una vez que ha logrado la unidad natural con el ser de
93
Dios, halle su descanso en perpetuo dinamismo y el dinamismo por excelencia en descanso , es-
tando siempre alrededor del Mismo, del Único y del Sólo, de quien sabemos que es causa y so-
94
porte estable e inmediato de todos los vivientes que Él ha creado .
89
Car 3,8,27.
90
I. HAUSSHER, Philautie. De la Tendresse pour soi à la charité selon saint Maxime le Confesseur,
OCA 137. Roma 1952, 44.
91
AmbIo 7, PG 91,1069b, 1072a-1073c. A esta noción de descanso corresponde la del sábado en su
grado más sublime, evocado tantas veces en las Centurias teológicas y económicas: 1,36 (1097ab); 39
(1097c); 47 (1100bc).
92
AmbIo 7: PG 1076d, 1077a, 1089a.
93
Esta precisión con eso de que Dios es El-
Mismo, El- Solo, indica que este movimiento, a diferencia del movimiento natural de la criatura, es un
movimiento exento de mutación y de alteración, pero que posee una fijeza y una perfecta constancia
en Dios, que afecta a quien participa de sus cualidades.
94
Tal 65: PG 90, 757c-760a.
406
95
Myst 5: PG 91,677a.
96
Ibid 19: PG 696c.
97
Tal 25: PG 90, 608cd.
98
T. GRDZELIDZE, Liturgical Space in the Wrinting of Maximus the Confessor, en StP 37,2001,499-
504.
99
Myst 19 :PG 91,696bc.
100
Ver A. RIOU, L‟Église et le Monde selon Maxime le Confesseur, o.c. 124-200.
407
Habiendo concluido todo el consejo de Dios Padre, a favor nuestro - precisamente a noso-
tros que habíamos derrochado las facultades que se nos había concedido por naturaleza
desde el origen - y habiéndonos ante todo unificado a nosotros mismos en Él por la elimina-
ción de la diferencia en varón y hembra, nos hizo - en vez de hombres y de mujeres consi-
derados sobre todo desde el punto de vista de la distinción - sólo y fundamentalmente
humanos, conformados a Él del todo…; y con nosotros y por nosotros, Él abraza toda la
creación, las realidades extremas por las intermedias en cuanto que son parte de Él mismo,
y las estrecha en una indisolubilidad común: paraíso y mundo habitado, cielo y tierra, sensi-
bles e inteligibles, porque Él tiene como nosotros un cuerpo y una sensibilidad, un alma y
una inteligencia, a cada una de estas partes incorpora su correspondiente dimensión uni-
versal con la se que se acopla, conforme al modo que hemos expuesto. En fin, lo que pre-
tende es aglutinar todas las cosas en sí mismo, demostrando que la creación entera es una,
como si fuese también un hombre a su manera, terminada por la reunión de sus miembros
101
entre ellos mismos .
101
Amb.Io 41, PG1308d-1309c.
102
J. CL. LARCHET, o.c. 677.
409
UNIDAD II-9
CRISIS ICONOCLASTA
La literatura cristiana lleva las cicatrices de las tribulaciones del momento. Cons-
tantemente alerta a causa de las querellas cristológicas, vemos a los teólogos de este
último período apoyarse en el prestigio literario de quienes les han precedido, e invo-
car su testimonio citando y sintetizando sus escritos en lugar de hacer una obra per-
sonal. La misma elocuencia que fluía del espíritu y del corazón en los grandes orado-
res del siglo IV es objeto de admiración y de imitación; pero no se enriquece ni se
rejuvenece con una inspiración nueva. Por estos y otros motivos, puede admitirse que
entre el siglo IV y el VIII el período más floreciente de la literatura griega cristiana se
va apagando suavemente1.
En lo que se refiere a la crisis iconoclasta estamos ante una consecuencia más del
debate cristológico en una de sus intermitencias2; un clima nuevo que ha sido susci-
tado por los emperadores de los siglos VIII y IX, con un intenso cariz teológico-
político3. Juegan tres factores:
1
A. M. MALINGREY, La littérature grecque chrétienne, Paris 1996, 144.
2
Véase este último enfoque cristológico del bizantinismo bajo el prisma del icono en CHR. VON
SCHÖNBORN, L‟icône du Christ. Fondements théologiques, Paris 1986; D. CERBELAUD, Culte des
images et tradition de l‟Église, en CPE 27, 1987, 12-23.
3
Ver, J. MEYENDORFF, Vision de l‟invisible: la querelle des images, en Le Christ dans la théologie
byzantine, o.c.235-263 ; ID, la crisis iconoclasta, en Teología bizantina, Madrid 2003, 81-102; F. G.
MAYER, La crisis de la Iconoclastia, en Bizancio, Historia Universal siglo XXI, 13, Madrid 1984,82-
128.
410
Es cierto que los primeros apologistas habían tomado a la letra las prohibicio-
nes del Antiguo Testamento de representar la divinidad. Además los autores
neoplatónicos en su polémica en contra del cristianismo habían minimizado la
importancia de los ídolos en el paganismo griego, como medio de acceder al
prototipo divino y no tanto como morada de la misma divinidad. Porfirio por
ejemplo, comprendía que la creencia en una encarnación histórica era incompa-
tible con un iconoclastismo total. Un Cristo histórico debía ser visible y repre-
sentado; por eso la iconografía cristiana se había expandido desde el siglo III.
4
Según A. de Halleux, no es correcto ni justo atacar con severidad la postura cristológica de Eusebio
debido a que se sitúa en un contexto distinto, para quien el cuerpo de Cristo, menos natural que
económico, y transfigurado por la resurrección, no pasa de ser un instrumento pedagógico de la con-
templación del Logos, única imagen del Dios inaccesible. El preniceno Eusebio proyecta la teología
cósmica del Logos, de inspiración estoico-platónica que “avait d‟incontestables mérites, et il serait
injuste d‟en déprécier les faiblesses en fonction d‟une problematique post-nicéenne”. Una cosa pareci-
da podría decirse de Cirilo de Alejandría. Véase la crítica de A. DE HALLEUX al libro de C. VON
SCHÖNBORN, L‟icône du Christ, en EThL 53, 1977, 229-233.
411
Parece ser que también los teólogos consejeros de León III eran origenistas que
compartían las opiniones de Eusebio.
TEOLOGÍA ICONOCLASTA
Antes que León III hubiese promulgado sus decretos en contra de las imágenes, el
patriarca de Constantinopla Germán I (715-730) había opuesto su argumento ontoló-
gico al iconoclastismo imperial: ...hemos recibido la tradición de representar a
5
Sobre la querella y culto de las imágenes, véase el largo y documentando artículo de H. LECLERCQ en
DACL, 7, 180-302.
412
Nuestro Señor Jesucristo bajo forma humana, esto es, en su teofanía visible; signifi-
camos por ello la exaltación de la humillación de Dios, el Logos6.
Entre sus obras polémicas que destacan referentes al problema del momento, se
deben mencionar: Las tres Oraciones a favor de las imágenes. Centra su atención en
la razón pedagógica que encierra la imagen: “La imagen representa a la divinidad, el
Invisible, no en cuanto invisible, sino en la medida en que se ha hecho visible por
nosotros, participando en la carne y en la sangre”7. Acentúa el cambio que se ha
obrado en la relación Dios-mundo visible a raíz de la encarnación; y gracias a este
acontecimiento, único en la historia, la materia tiene desde entonces una dignidad y
función nuevas:
6
PG 90,80a.
7
PG 94,1236c.
8
Ibid.
413
tanto, consubstanciales a Él; mientras que las imágenes restantes son esencialmente
distintas de su modelo; no son por tanto ídolos9.
Otras obras del damasceno como La fuente de la ciencia, que viene a ser un com-
pendio dogmático en uso todavía entre los griegos, consta de tres partes: la Dialécti-
ca, síntesis de la ontología de Aristóteles; la Historia de las herejías que aumenta el
contenido del Panarion de Epifanio de Salamina, porque incluye también a musul-
manes e iconoclastas; y, por fin. una amplia exposición de la Fe ortodoxa10.
Teodoro ha sido uno de los principales reformadores del monacato oriental. Bajo
su dirección la comunidad creció notablemente y se convirtió en el principal centro
9
Ver G. RUIZ, Le théologien des images: Jean Damascène, en CPE 27,1987,5-10.
10
Traducción española en CN 59.
414
Teodoro es autor de unas Instrucciones para los monjes, y de las Breve y Gran Ca-
tequesis. En ellas desarrolla su concepción del monacato, fundada en la obediencia
total y ciega al abad, en la vida litúrgica, el trabajo y la pobreza personal, conforme al
principio lapidario, obsesivo en él, según el cual la sumisión y renuncia a todo
() es una forma de martirio13. Había leído y asimilado la teoría de los dos
caminos: el de la voluntad propia () y el de
la voluntad de Dios. Tales principios parecen derivarse de las Reglas de Pacomio y
de Basilio, diferentes de la tradición eremítica y hesycástica. Aplicando estos rígidos
principios ascéticos el monje, según el Studita, alcanza ese ideal que tan bellamente
describe:
Monje es aquel que mira sólo a Dios,
que tiende sólo a Dios,
y que sólo de él se cuida;
que vive en paz con Dios y
extiende la paz a los demás14
11
Parte del principio de que la vida espiritual es un combate espiritual sin tregua para practicar siem-
pre lo mejor : .
12
Véase la todavía importante presentación de I. HAUSHERR, Saint Théodore Studite, l‟homme et
l‟ascète (d‟après ses catéchèses), en OCP 6, Roma 1926 ; también, J. LEROY, Saint Théodore Studite,
en TVM 423-436; ID, Le monachisme studite, en THÉODORE STOUDITE, Les Grandes Catéchèses, SpO
79, 41-116; T. PRATSCH, Theodores Studites (759-826), zwischen Dogma und Pragma, en BBSt 4,
Frankfurt 1998. El autor de esta publicación resume la biografía del personaje, pero sobre todo trata de
evaluar su personalidad desde el ángulo de una intransigencia político-religiosa calculada ante empe-
radores iconoclastas como León V y Miguel II, quizá sin el acierto deseado.
13
Véase Petit Catechèse,ed. AUVRAY, Paris 1891, 35-39: El arma más
necesaria al atleta monástico es la sumisión (). Pues la obediencia hacia el superior es un
aspecto de esta disposición fundamental que define al monje: el don de sí mismo al único divino. Por
eso, hay que cortar de raíz toda proyección de voluntad propia (,
incluida la voluntad de juicio () porque de ella brota todo tipo de faltas morales y
de desórdenes (ver, I. HAUSHERR, o.c. 25-27). El ideal de la más alta perfección es la indiferencia, o
desarraigo de pasiones ( que es, según Teodoro, la libertad de corazón que, amando huma-
namente, rehúsa en la amistad lo que es contrario a la caridad.
14
PCat, Ed. AUVRAY, Paris 1981, 142ss.
415
15
Ant 3.
416
La humanidad de Cristo, que hace posible todos los iconos, es una humanidad
nueva, plenamente restaurada en la comunión con Dios, deificada en virtud de la co-
munión de propiedades, o de idiomas, que connota de nuevo y plenamente la imagen
de Dios; es lo que debe expresar la iconografía en cuanto forma de arte16, y el artista
la asume como una función y misión casi sacramentales. Teodoro compara al artista
cristiano con Dios mismo, que crea al hombre a su propia imagen. El hecho de que
Dios haya creado al hombre a su imagen y semejanza, muestra que la iconografía es
una acción divina17. El icono expresa artísticamente la paradoja de la encarnación,
como confiesa Teodoro Saudita en una expresión lacónica: El Invisible se deja ver18.
Si en el principio Dios creó al hombre a su imagen, el iconógrafo hace también una
imagen de Dios, que es, como toda verdad, la humanidad deificada de Cristo. Ahora
bien, una realidad visible es una realidad circunscrita y circunscribible. Por eso, el
Studita se plantea el problema de la circunscripción, un hecho que no es sólo cuali-
dad de todo ser finito. La circunscripción viene a ser una realidad compuesta de al-
gunas propiedades, que facilitan a cuantos participan de una misma naturaleza distin-
guirse unos de otros19. Si Cristo es alguien, está por lo mismo circunscrito, y caracte-
rizado por sus propiedades hypostáticas20. Lo que, circunscribe concretamente a una
existencia individual son sus rasgos distintivos y característicos de su hypóstasis.
Dichos rasgos individuales son propiedades extraídas de la naturaleza, que siguen
formando parte de ella, pero que se convierten en la expresión de la hypóstasis, que
mediante el arte iconográfico son también impresión de una individualidad irreduci-
ble en la naturaleza humana. El icono sólo pretende hacer ostensible los rasgos indi-
viduales hypostáticos. Hay una perfecta correspondencia entre la el
hecho decircunscribiry la (el hecho escribir, pintar). Por eso, quien pinta
también circunscribe; aunque no circunscribe la naturaleza, sino la hypóstasis de la
persona representada.
16
Cf. CHR. SCHÖNBORN, L‟icône de Christ. Fondemants théologiques ,o.c. 217-234.
17
Ibid.
18
Ant i,2 PG 99, 332a.
19
Ant 3,1,22: PG 400cd.
20
Ant 3,1,20: PG 400a.
21
Epist 2,194: PG 99 1589d.
417
Existe, por tanto, presencia efectiva del arquetipo en el icono, pero se trata de una
presencia completamente hipostática. Ahí reside la dignidad del icono, aunque en el
plano de la presencia natural, energética, la divinidad no está más presente en el ico-
no que en cualquier otra tabla22. No se trata de una presencia energética particular en
el icono, sino de un carácter relacional, como participación relativa a la hypóstasis
que representa23.
22
Ant 1,12: PG 344bc.
23
Epist ad Platonem PG 504d-505a; Ant 3,3,14: PG 428a.
24
ver en CHR. VON SCHÖNBORN, L‟icône de Christ, o.c. 203-217.
25
Ant 1.
418
26
Ant 2,7: PG 100 345d.
27
Ant 2,12: PG 356ab.
28
Ant 2,13: PG 257d-360b.
29
Véase más detalladamente la cuestión de la de Cristo en CHR. VON SCHÖNBORN,
L‟icône du Christ, o.c. 204-210.
419
No era necesario que el cuerpo fuese incorporal para ser también incircunscrito
(), puesto que el hombre no ha sido creado sin cuerpo y el cuerpo no se le
ha añadido después por causa del pecado… En Cristo, la naturaleza humana se ha man-
tenido y renovado; aunque el cuerpo asumido por Dios esté completamente divinizado,
transformado en lo que le supera, coronado con galanuras sublimes y pasando a la con-
dición espiritual por encima de cualquier pesadumbre material y terrena, no cesa sin em-
bargo de ser cuerpo; en cualquier circunstancia se mantiene como cuerpo y queda cir-
cunscrito (: pues la circunscripción () no le viene del exte-
rior o del pecado y de las pasiones, sino que es inherente ( al cuerpo;
es, si acierto con la expresión adecuada, la condición ( del cuerpo, su defini-
30
ción y su razón esencial .
* * *
30
Ant 3,38-39: PG 100, 444ab.
31
Ant 3 PG 440,447.
420
Sea cual fuere la función desempeñada por los altos dignatarios eclesiásticos y por
los teólogos, como el patriarca Nicéforo, el mérito real de la victoria sobre los icono-
clastas recae en los monjes bizantinos, cuya mayoría aplastante resistió a los empera-
dores, sobre todo a León III y a Constantino V, que habían reivindicado un cesaropa-
pismo de alto calibre. La controversia iconoclasta fue en gran parte una confrontación
entre el Estado y un monacato no conformista, decididamente independiente, que
asumía la función profética de sostener la independencia del Evangelio frente al
mundo.
32
Véase H. LECLERCQ, Iconostase, en DACL 7,31-48; también como compendio de la teología del
icono en el cristianismo oriental la obra ya clásica de P. EVDOKIMOV, El arte del icono. Teología de la
belleza, Madrid 1991.
UNIDAD II-10
1
Cf. P. ADNÈS, Hesychasme, en DSp 7,381-399; I. HAUSHERR, Hésychasme et prière en OCA 176,
1976, 163-237.
2
SOZOMENO, HEcl.6,20: PG 67,9340c.
3
Apoteg.Rufo 1 : PG 389b.
4
Apoteg Poemén PG 84, 341c : Si eres silencioso alcanzarás el reposo,
5
CapTeol 1,80-8,en SChr 51,64-65.
422
6
DIAD, Cap 16 : ; BARSANUFO, CyR:
en PO 31 460,10.
7
Cf. P. ADNES, nepsis, en DSp 11,110-118.
8
Scala 27.
9
Ibid, .
10
Ver A. GUILLAUMONT, Une inscription copte sur la “prière de Jesús” en SpO, o.c. 169-183 ; ID, La
prière de Jésus chez les moines d‟Egypte, en ibid, 127-134 ; una puntualización y corrección de estos
artículos de A. Guillaumont en R. KASSER, La « Prière de Jésus » kelliote réexaminée en quelques
points, en OCP 62,1996, 407-410 ; también, I. HAUSHERR, Comment priaient les Pères, en RAM
1956, 33-58 ; 284-296.
11
Sobre la expresión “meditar”, meleté, en la Escritura, ver, E. VON SEVERUS, Das Word “Meditari”
im Sprachbrauch der Heiligen Schrift, en GL 26,1953, 365-275.
423
Un día un hermano pidió a Macario una explicación del versículo 15 del salmo 19: “la me-
ditación de mi corazón está en tu presencia”. Macario respondió: “no existe meditación
más excelente que la del nombre saludable y bendito de Nuestro Señor Jesucristo, man-
tenido de manera constante en ti, como está escrito: como la golondrina gritaré y como la
paloma meditaré (Is 38,14). Así es el servidor de Dios que se asimila el nombre saludable
13
de Nuestro Señor Jesucristo .
12
Verba seniorum, Pelagio 7,24: PL 73,897: Labora manibus tuis et ora Deum incessanter; véase un
excelente estudio sobre la meditación en el antiguo monacato en H. BACHT, “Meditatio” in den ältes-
ten Mönchsquellen, en GL 28, 1955, 360-373.
13
Ver en E. AMÉLINEAU, Histoire des monastères de la Basse Egypte, Paris 1894, 153.
14
Ibid 160.
424
A partir del siglo IV la península del Sinaí se convierte en tierra de elección para
los anacoretas procedentes de Escete19. Invasiones de beduinos se cobran numerosas
víctimas entre los monjes. Por eso, Justiniano, en 527, manda construir un cenobio
fuertemente amurallado, que será pronto el célebre monasterio de santa Catalina, y
que será el foco propagador más importante del hesycasmo.
15
A. GUILLAUMONT, La prière de Jésus chez les moines d‟Egypte, o.c. 130-131.
16
Recurso psicosomático consistente en concentrar la atención en la contemplación del ombligo (om-
falo-skopía), el centro de gravedad del individuo humano; su mejor sistematizador es el monje Nicéfo-
ro de Athos, en el siglo XIII.
17
El monje Nicéforo expone una descripción con todo detalle, ver en PG 147,963-964. Ver también I.
HAUSHERR, La Méthode d‟Oraison Hésychaste, en OC 9,1927.
18
Scala PG 1100c.
19
I. HAUSHERR, distingue tres fases en la historia del hesycasmo : en el Sinaí; en el siglo XII con Si-
meón el Nuevo Teólogo; y en el período de las controversias del siglo XIV; ver en La Méthode
d‟Oraison Hésychaste 119.
425
ábside de la iglesia principal del monasterio esté decorado con un mosaico del siglo
VI que representa el misterio de la transfiguración20. La visión sinaítica de Moisés
apunta, en el pensamiento de los fundadores del monasterio, a la teofanía del Tabor
en el curso de la cual Moisés apareció envuelto en la luz divina del Logos encarnado.
Hasta el siglo XIV la luz del mundo futuro, aparecida anticipadamente en el Sinaí y
manifestada en el Tabor, será el objetivo buscado por los hesycastas del oriente cris-
tiano, en el interior de ellos mismos.
Es el más célebre de los doctores sinaítas. Primero monje de Santa Catalina, luego
eremita y, a partir de 639, higúmeno del monasterio. Su nombre está asociado a su
obra, Scala (Klimax21), con treinta peldaños de subida al monte Tabor de la transfigu-
ración. Los treinta peldaños se reducen a un sistema de virtudes que llevan en sí
mismas la garantía del esclarecimiento tabórico22.
20
Ver V. BENESEVIC, Sur la date de la mosaïque de la Transfiguration au Mont Sinaï, en Byzantium
1,1924,145-172 ; F. M. ABEL, Notes d‟archéologie chrétienne sur le Sinaï. La mosaïc de l‟abside, en
RBibl 4,1907, 105-108. D. FERAUDY, L‟icône de la Transfiguration, en SpO 23.
21
SAN JUAN CLÍMACO, Escala Espiritual, Edición española por T. H. MARTIN, Sígueme, col. Ichthys
21, Salamanca 1998.
22
W. VÖLKER en su excelente obra Scala Paradisi, Eine Studie Johannes Climacus und zugleich eine
vorstudie zu Symeon dem Neuen Theologen, Wiesbaden 1968, las enumera y trata a partir del capítulo
tercero (190-278):
23
Scal 1,633b
24
Scal 30,1156b.
25
Ver, Das , en W. VÖLKER, Scala Paradisi.o.c. 164-187; I. HAUSHERR, Penthos. La doctrine
de la componction spirituelle dans l‟orient chrétien, Roma 1944.
426
26
Scal 26.
27
Der Hesychast als Höhepunkt mönchischen Daseins, en o.c. 278ss, recogiendo la misma expresión
de Juan Clímaco:
28
Scal 27.
29
Scala 22,21: PG 88, 969a.
30
Scal 28.
31
Scal 1,633b.
32
Scal 21: PG 707b.
427
Ten gran ánimo y tendrás a Dios mismo como maestro de oración. Es imposible apren-
der a ver por medio de palabras, porque ver es un efecto de la naturaleza. Es también
completamente imposible enseñar la belleza de la oración por la enseñanza a otro. La
oración no se aprende más que en la oración; ella tiene a Dios por maestro, que enseña
al hombre la ciencia, concede el don de la oración al que ora, y bendice los años de los
38
justos .
33
Scal 15:PG 796b:
34
Scal 5,764b.
35
Scala 49: PG 1137a.
36
Scal 29,1129a.
37
Scal 1,633b.
38
Scal 67: PG 1140c.
39
Cf. I. HAUSHERR, La théologie du monachisme chez saint Jean Climaque, en Théologie de la vie
monastique, Paris 1961, 406-410.
428
descarga su conciencia a la luz de los consejos del anciano, que lleva siempre la mar-
ca carismática40.
Clímaco y los hesycastas leían la Escritura y las obras de los padres espirituales
sólo lo indispensable para mantener vivo lo que habían aprendido en sus catequesis.
Creían conocer suficientemente la teología y lo único que pretendían era insistir en
los medios de hacerla vida; quizá por esto los hesycastas se desenvuelven con soltura
en los ámbitos de la antropología, la psicología, la demonología. Por otra parte dan
por supuesto a la inteligencia humana la imposibilidad de penetrar en los misterios de
Dios; no vale la pena por tanto afrontar cualquier riesgo en semejantes andaduras;
únicamente hay que facilitar la contemplación por connaturalidad en la participación
de la vida misma de Dios, la caridad. Tal contemplación por connaturalidad evocará
entre los hesycastas el sentimiento de lo sobrenatural consciente.
40
Scal 1,641c ; 4,725c ; 26, 1089b.
429
41
Temp 1,5: PG 93, 1480.
42
34:
43
Temp 1,1: PG 1480d:
44
W. VÖLKER, Die beiden Centurien De Temperantia et Virtute des Hesychius vom Batoskloster als
zeichen sinaitischen frömigkeit und ihr verhältnis zu Johannes Climacus, en Scala Paradisi o.c. 314.
45
Una amplia y reciente reseña sobre su biografía, obras, doctrina y bibliografía nos la ofrece A. RIGO,
Gregorio il Sinaita, en La théologie byzantine et sa Tradition II, Brepols 2002, 35-130.
430
embargo en el Sinaí no hallaba su paz. Por eso salió para tierra santa y Creta, don-
de se encontró con un piadoso ermitaño que le inició en la vida de contemplación.
Pasó luego a la península de Athos, y se instaló en una ermita, cerca del monasterio
de Símonospetra. Pero se vio forzado a abandonar la península de Athos, como otros,
amenazado de los turcos, para recorrer seguidamente diversos lugares, como Panonia
y Bulgaria. Precisamente desde Panonia el hesycasmo se propagó a todos los países
eslavos. Entre sus discípulos directos e indirectos del sinaíta se encuentran los futu-
ros artesanos de la renovación espiritual e intelectual de los países eslavos, como
Teodoro de Trnovo, el patriarca búlgaro Eutimio, y Cipriano, metropolita de Kiev. A
través de ellos, el hesycasmo penetró en Rusia, en donde suscitó en el siglo XV la
célebre corriente de los startsi del Volga.
Gregorio está convencido de que el recuerdo de Dios, tan necesario a la vida ver-
dadera, está corrompido por el pecado; y le corresponde precisamente al hesycasta
establecerlo en sí mismo. Por eso, debe descartar todo pensamiento que no sea el de
Dios.
Por encima de todos los mandamientos hay otro que los comprende a todos: el recuerdo
de Dios… El olvido, en los orígenes, ha destruido el recuerdo de Dios, oscurecido los
mandamientos y descubierto la desnudez del hombre… El principio y la causa de los
pensamientos es consecuencia de la transgresión, del estallido de la memoria simple y
homogénea. Al convertirse en compuesta y diversificada, de simple y homogénea que
era, ha perdido el recuerdo de Dios y ha corrompido sus energías. El remedio para libe-
rar esta memoria primordial de la memoria perniciosa y perversa de los pensamientos,
es el retorno a la simplicidad original… el gran remedio de la memoria es el recuerdo
46
perseverante e inmóvil de Dios en la oración .
46
Acróstico sobre los mandamientos
431
Imita a los que salmodian sólo de cuando en cuando, porque la salmodia frecuente es
ocupación de los activos, porque les ayuda en su ignorancia aunque les ocasiona fatiga;
pero no debe serlo de los hesycastas que les basta con orar a Dios sólo en su corazón y
mantenerse al abrigo de cualquier pensamiento.
Parece que Gregorio fomentó una tendencia más individualista que otros hesycas-
tas bizantinos, a pesar de haberse mantenido más fiel quizá a las directrices de Eva-
grio Póntico. Todo su interés se centra en la oración del nombre de Jesús y la espiri-
tualidad de la oración pura, que se mantiene en estrecha relación con la vida sacra-
mental en Jesucristo. Para Gregorio, como para la gran mayoría de los espirituales del
momento, la vida hesycasta no es esencialmente distinta del plan que la Escritura
propone a los cristianos: tomar conciencia de la gracia del bautismo, otorgada al
hombre, pero oculta por el pecado.
Una de las preocupaciones esenciales del sinaíta consiste en preservar a sus discí-
pulos de las visiones imaginarias que no sólo provienen necesariamente de la natura-
leza, sino que son provocadas con mucha frecuencia por el demonio.
Amante de Dios, está muy atento. Cuando, ocupado en tu trabajo, veas una luz o
un fuego, en ti mismo o fuera de ti, aunque se trate incluso de la imagen de Cristo, de
ángeles o de santos, no la aceptes, te arriesgarás a sufrir sus consecuencias. No per-
mitas tampoco a tu espíritu que se haga una representación. Todas esas formaciones
externas intempestivas tienen como efecto el extravío del alma. El verdadero principio
de la oración es el calor del corazón que consume las pasiones, produce en el alma la
alegría y el gozo, y conforma el corazón en un amor seguro y un sentimiento de pleni-
47
tud indudable .
47
Ibid.
432
Hay que referir no obstante que los grandes doctores orientales son unánimes en
evitar toda confusión entre este recuerdo de Jesús y los efectos que se podrían oca-
sionar en el alma del cristiano por la simple imaginación. Se trata de la presencia de
Jesús en el mismo ser, al que la vida sacramental confiere un cariz existencial de ple-
nitud, independientemente de toda imaginación y fantasía49. La visión luminosa del
Tabor será una especie de réplica en la teofanía del corazón, tan verdadera como
aquélla, porque se manifestará igualmente el mismo cuerpo glorificado de Cristo. Lo
que pretendían los monjes, no era un estado subjetivo particular, sino un contacto
objetivo, cuyos efectos- calor del corazón, alegría, sentimiento de plenitud – son re-
ales pero esencialmente distintos a los sentimientos subjetivos correspondientes,
puesto que manifiestan la presencia efectiva de Dios y no un estado anímico. Llega-
mos aquí al punto preciso en que el hesycasmo se muestra no sólo como una escuela
de espiritualidad, sino también como una doctrina, inseparable de la espiritualidad.
53
Cf. K. HOLL, Enthusiasmus und Bussgewalt beim griechischen Mönchtum. Eine Studie zu Symeon
dem neuen Theologen, Leipzig 1898, reeditado por Georg Olms. Hildesheim 1969.
54
Cf. H. HUNT, Penthos and Repentance in St. Symeon the New Theologian, StP 35,2001,114-120
55
Ver el discurso 91 donde Simeón describe su propia vocación monástica. Ver KL. WESSEL, Mystis-
che Theologie: Symeon der “neue Theologe” und Niketas Stethatos, en Handbuch der Dogmen und
Theologiegeschichte,1,o.c.326-335: Das Verhältnis von Licht und Erkenntnis scheint so verstanden zu
werden, dass Licht mehr ein bildhafter ausdruck für Erkenntnis ist: In der Auslegung des Verklärungs-
berichtes wird das Leuchten Christi mit der und die Liechtwolke mit dem Hl. Geist gleichge-
achtet (p.335).
434
Os pido que tratéis de verlo y de contemplarlo. Pues si somos dignos de verlo de manera
sensible () nunca veremos la muerte; la muerte no tendrá poder alguno en noso-
59
tros .
Simeón quería simplemente subrayar que el reino de Dios ha llegado a ser una rea-
lidad accesible, que no pertenece en exclusiva a la vida futura, y que en esta vida
embarga no sólo al hombre en su dimensión intelectual o espiritual, sino en su exis-
tencia total. Para asegurar que en esta experiencia del Reino no cuenta mérito huma-
no alguno, a modo de pura y simple recompensa por unas prácticas ascéticas, insiste
en su carácter súbito e inesperado. Origina pasajes en los que recuerda su propia
conversión, y subraya su inconsciencia sobre quien lo sacaba del barro del mundo
para mostrarle finalmente la felicidad del Reino60. A este propósito Meyendorff des-
taca
56
Sin embargo la oración brota como expresión de una lograda, aunque siempre relativa, madurez
vital, véase en W. VOLKER, Praxis und Teoría ben Symeon dem Neuen Theologien. Ein Beitrag sur
byzantinischen Mystik, Wiesbaden 1974, 426- 432.
57
Véase Gott als en W. VÖLKER, o.c. 315-320.
58
Cf. H. ALFEYEV, The Patristic Background of St. Symeon the New Theologian‟s doctrine of the
Divine Light, en StP 32, 1997, 231-238; también, la recapitulación e introducción de R. D‟ANTIGA,
Simeone in Nuovo Teologo. La visione della luce, Padova 1992; KL. WESSEL, a.c. 335 : Diese
« Umänderungen zeigen uns aufs Neue, eine wie Abgeblasste Bedeutung das Licht bei ihm schliess-
slich erlang hat, und wie gross der Abstand zu Symeon ist, bei dem es doch im Zemtrum seines inneren
Lebens und seiner mystischen Erfahrungen stand. Das Klima hat sich geändert » (p.480).
59
Rm 6,1-9: Cat 6.
60
Euc 2.
435
Casi siempre, pero sobre todo al fin de su vida, se mantuvo en un conflicto violen-
to con Esteban, un antiguo metropolita de Nicomedia, a propósito de la canonización
de su padre espiritual, Simeón el Piadoso, que había decretado en su comunidad sin
la sanción jerárquica legítima. El Nuevo Teólogo suscitó de nuevo la cuestión sobre
la autoridad eclesiástica, oponiendo personalidad carismática a institución. Su postu-
ra no sólo se interpreta como antijerárquica en principio, sino que todavía sentimos
un escalofriante estremecimiento cuando leemos que si alguien acepta el episcopado
sin haber recibido la visión, ese tal se convierte en un intruso62. Es normal que las
autoridades eclesiásticas sospecharan de este monje visionario que defendía con ar-
dor la vieja práctica monástica de la confesión carismática, distinta de la penitencia
sacramental y recibida por simples monjes sin estar revestidos del ministerio sacerdo-
tal. La vida de Simeón es una ilustración del conflicto entre un profeta y los sacerdo-
tes, entre el acontecimiento y la institución; pero con un sentido teológico innegable
y una honda intimidad con la Biblia. Su oposición a todo sacramentalismo mecánico
no le estimuló, sin embargo, a refugiarse en una mística intelectual de corte evagria-
no o neoplatónico. Los mismos sacramentos de la Iglesia son parte integrante de su
universo espiritual; y sus oraciones antes y después de la comunión, contienen un
realismo impactante.
Todo tu cuerpo, muy puro y divino, brilla con el fuego de tu divinidad, inefablemente unido a
ella. Tú me has concedido, Señor, que este templo corruptible - mi carne humana – se una a
tu santa carne, que mi sangre se mezcle a la tuya; por eso en adelante yo soy tu miembro
63
transparente y lúcido .
61
J. MEYENDORFF, St Grégoire Palamas et la mystique ortodoxe, Paris 1959, 51.
62
CapEt 6.
63
Discurs 91.
436
Los debates que agitaron Bizancio en el siglo XIV suponían una serie de cuestio-
nes, comprendidas entre otras las formas de la espiritualidad monástica66. La discu-
sión era fundamentalmente teológica, orientada hacia el método de la oración hesy-
casta, revisado a la luz de la tradición concerniente al conocimiento de Dios, a la
cristología y a la antropología. La aprobación que la Iglesia bizantina concedió a los
teólogos hesycastas suponía también una toma de postura sobre cuestiones funda-
mentales de fe.
Barlaam sostenía dos postulados distintos: Uno aristotélico según el cual todo co-
nocimiento, comprendido también el conocimiento de Dios, se basa en la percepción
de los sentidos; y el otro neoplatónico, de inspiración pseudo-dionisiana, según el
64
Cf. J. MEYENDORFF, St Gregoire Palamas et la mystique orthodoxe, 57.
65
Ver J. MEYENDORFF, Palamas (Gregoire), en DSp 12, 81-107; véase el juicio polémico y dogmático
sobre Palamas y su doctrina de M. JUGIE en DTC 11, 1735-1818.
66
Reseña actualizada de su biografía, obras, doctrina y bibliografía en R. E. SINKEWICZ, Gregory Pa-
lamas, en La Théologie byzantine et sa tradition, o.c. 131-188.
67
Ver KL. WESSEL, Der Streit zwischen Barlaam und Palamas, en Handbuch der Dogmen und The-
ologiegeschichte, o.c. 374-387.
437
cual Dios rebasa toda experiencia sensible, por cuyo motivo es incognoscible. Para
Barlaam el conocimiento de Dios es sólo indirecto; pasa siempre “a través de los
seres” perceptibles a los sentidos. Por eso, el mismo conocimiento místico sólo puede
ser simbólicamente real.
Palamas atribuía un cierto valor a la filosofía antigua, pero sólo en el plano natu-
ral. Lo que le resultaba inadmisible en la postura de Barlaam era el naturalismo con
el que excluía toda intervención directa del Espíritu en el conocimiento de Dios. Y
rechazaba tajantemente las afirmaciones de los filósofos sobre el conocimiento de
Dios. Incidía, por el contrario, en el realismo en torno a un conocimiento inmediato
de Dios en Cristo que, pese a estar envuelto en la tiniebla, es accesible a cualquier
bautizado mediante la contemplación espiritual ( y los ojos pers-
68
picaces ( en la luz del Tabor . Aquí estriba el criterio y el funda-
mento real de la verdadera teología. Barlaam insistía en el hecho de la incognoscibi-
lidad de Dios y en la única posibilidad de acercarse a Él mediante medios indirectos
creados, como la Escritura revelada, el discernimiento de las criaturas o las revela-
ciones místicas excepcionales. Además el filósofo calabrés atacaba el método psico-
somático de oración practicado por los monjes hesycastas bizantinos. Veía en él una
forma de materialismo mesaliano y oponía a este método una concepción platónica
del hombre, porque toda participación somática en la oración podía ser un obstáculo
muy serio para un verdadero encuentro intelectual.
Por su parte, la postura de Gregorio Palamas puede sintetizarse en los tres puntos
que presenta Meyendorff69:
68
F. GERKE, Christi Verklärung auf dem Tabor in der Deutung des Maximus Confessor und des
Gregorius Palamas, en W. VÖLKER, Scala Paradisi,o.c. 317-327.
69
En Byzantine Theology, Historical Trends and Doctrinal Themes, New York 1974, 104-105.
438
en el seno de María, edificó en esta tierra una Iglesia visible cuya gracia sacramental
puede y debe santificar al hombre por completo, otorgándole una garantía de la resu-
rrección corporal del último día.
Dios se halla dentro de nosotros; por eso, en el interior de nosotros mismos descu-
brimos la luz del monte Tabor. Los apóstoles pudieron beneficiarse de esta visión
sólo desde el exterior, porque Cristo todavía no había muerto y resucitado; pero hoy,
cuando todos nosotros somos miembros de su cuerpo, la Iglesia, la cosa ha cambiado.
La mística cristiana de la vuelta a sí mismo, la conversión () tiene un sen-
tido completamente diferente al “conócete a ti mismo” socrático. El pensamiento de
Palamas rehabilita la materia que las tendencias espiritualistas del helenismo tendían
siempre a menospreciar, redescubre el sentido propio de los términos neotestamenta-
rios como espíritu, alma, cuerpo y carne, que no suponen oposición del espiritu a la
materia, sino de lo sobrenatural al mundo creado. La diferencia entre el espíritu
humano y la divinidad es tan radicalmente acusada que, con el don de la gracia de
Dios, se salva el hombre entero, con su cuerpo y su alma.
70
Tríadas 1,3,38.
440
Dios se deja ver cara a cara, y no en enigmas (Nm 12,8), se adhiere a los que son dignos
de Él, como el alma se adhiere al cuerpo, y a sus propios miembros; se une a ellos hasta
llegar a morar por completo en ellos mismos, si bien que, por su parte, habitan por com-
pleto en Él, que por el Hijo y el Espíritu se expande en abundancia sobre nosotros (Tit 3,6)
71
sin que sea por eso creado .
Este carácter plenamente real de la visión de Dios por sus santos se expresa, en
Palamas, mediante la incesante afirmación según la cual la gracia, reveladora de
Dios, es increada, como la luz que iluminó a los discípulos en el monte-Tabor. En-
tonces, el conocimiento de Dios no es sólo un conocimiento que supone necesaria-
mente una cierta exterioridad entre el sujeto cognoscente y el sujeto conocido, sino
una unión en la luz increada. El hombre carece, en efecto, de facultad alguna capaz
de ver a Dios y, si tiene visión, es porque Dios mismo, en su omnipotencia, se une al
hombre y le comunica el conocimiento que tiene de sí mismo.
Puesto que esta facultad no tiene otro medio de actuar, habiendo dejado de lado los otros
seres, llega ella misma a ser completamente luz y se asimila a lo que ella ve; se une sin
mezcla siendo luz. Si se mira a sí misma, ve la luz; y si mira el medio que emplea para
ver, eso es todavía la luz. Ahí está la unión. Que todo eso sea uno, de suerte que el que
ve sea incapaz de distinguir ni el medio, ni el fin, ni la esencia, sino que tenga solamente
72
conciencia de ser luz y de ver una luz distinta de toda criatura .
71
Tríadas 1,2,29.
72
Tríadas 2,3,56.
441
73
Cf. Tríadas 3,2,24.
74
Cf. KL. WESSEL, Neue Kämpfe, neue Gegner: Rücksläge und Sieg des Palamismus, en Handbuch
der Dogmen und Theologiegeschichte 1, o.c. 387-393: un nuevo enemigo que se enfrentó a Palamas,
después de Barlaam, fue un tal Nicéforo Gregoras que intentó por todos los medios posibles arrancar
una condena definitiva a Gregorio, acudiendo a la suprema autoridad política, el emperador, y sobre
todo, a la máxima autoridad cristiana, con ocasión de un concilio bizantino celebrado en Constantino-
pla en el año 1351; para eso trató de modificar unos conceptos filosóficos en orden a la defensa de la
tradicional simplicidad divina.
75
Reseña sintética de su biografía, obras, doctrina y bibliografía de Y. SPITERIS/ C. G. CONTICELLO,
Nicola Cabasilas Chamaetos, en La théologie byzantine et sa tradition, o.c. 315-410.
442
Por medio de los sacramentos, como a través de una gran claraboya, el sol de justicia
penetra en este mundo tenebroso, mortifica la vida según el mundo, expande la vida
sobrenatural, y la luz del mundo triunfa sobre este mundo: “he vencido al mundo”; y
eso que se comunica a un cuerpo, que muere y pasa, es una vida imperecedera y sin
merma.
Vale la pena resaltar su afirmación base: la comunión con Dios en Cristo por el
Espíritu es el único verdadero sentido de la vida humana. Lo que Palamas había ex-
puesto en conceptos, Cabasilas lo expresa como una realidad existencial, y no sola-
mente para los monjes hesycastas sino para cualquier cristiano.
443
Si el bautismo confiere una vida nueva, la crismación con el don del Espíritu pro-
cura energía y movimiento, es decir, el gozo personal y libre de la gracia bautismal.
Por la eucaristía Cristo se da a sí mismo al hombre, no algo de él mismo. El matri-
monio más precioso es aquel en que el Esposo conduce a la Iglesia en cuanto virgen
esposa, cuando llegamos a ser carne de su carne y hueso de su hueso. La paradoja de
la existencia eclesial consiste en que “como hijos, somos libres; pero dependemos
también de Él como miembros suyos que somos”. La santificación proviene sólo de
Él; pero la santidad consiste en conformar nuestra voluntad a la suya divina. Cabasi-
las lo expone claramente al tratar de la “santidad” en la Iglesia: los milagros son do-
nes inmerecidos de Dios, que no procuran la santidad; ésta es una obra libre del
hombre.
76
Ver W. VÖLKER, Die Sakramentsmystik des Nikolaus Kabasilas, Wiesbaden 1977. sobre todo el
final de esta obra esclarecedora: Kabasilas im spannungsfeld von Humanismus und Hesychasmus
(160-167): Beginnen wir mit der Prüfung vom Verhältnis des Kabasilas zu Palamas selbst. Darin
stimmen freilich alle Forscher überein, dass die eigentlich palamitischen Themen wie Velhältnis von
und , das Thabor-Licht, oder die bestimmte Methode bein -Gebet bei
Kabasilas überhaupt nicht anklingen (p. 160).
444
de Philocalía de los santos népticos. Si esta colección deja mucho que desear en el
plano de la crítica, no obstante es el germen del resurgir hesycástico de los siglos
XIX y XX en Rusia y en otros países eslavos.
Sin dar respuesta a los problemas concretos que plantea la sociedad actual, aunque
sólo el Evangelio es capaz de esclarecer los conflictos humanos, la espiritualidad
hesycasta tiene hoy en día un valor considerable, precisamente por su fidelidad a la
concepción bíblica de Dios y del hombre, y por el carácter completamente despojado
de su devoción, centrado en una realidad única: Jesús, el Hijo de Dios encarnado. De
este modo, la permanencia en el seno de la Iglesia oriental de la tradición hesycasta,
no debe considerarse como la reserva de una escuela típica de teología y de espiritua-
lidad, sino como una fidelidad al único objetivo necesario en toda vida cristiana, la
experiencia, alma de la teología y de la espiritualidad ortodoxa77.
* * *
CONCLUSIÓN
Al terminar este recorrido por la literatura griega no nos queda más que confesar
nuestras deficiencias, porque calibrar en la obra de cada autor la parte correspondien-
te de la influencia de la cultura helenística exige un estudio minucioso para interpre-
tar exactamente su pensamiento. Han creado neologismos, pero reservando a veces
para tal término concreto el sentido que tenía en el lenguaje corriente, aunque enri-
queciéndolo con un sentido específicamente cristiano. De aquí el peligro de destacar
una influencia pagana en lo que había sido ya asimilado y cristianizado.
77
J. MEYENDORFF, St Grégoire Palamas et la mystique orthodoxe. o.c.177.
445
78
A. M. MALINGREY, La littérature grecque chrétienne o.c.149-150.