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POKÉMON SUN & MOON: EL RESCATE DE

NEBULILLA
Lillie no sabe qué hacer, no puede creer que haya sido tan descuidada,
siempre está pendiente de él y un segundo fue más que suficiente para que
ocurra una desgracia. Nebulilla ha desaparecido, se salió del bolso cuando la
muchacha caminaba por la ciudad de Malíe, en la isla de Ula-Ula. Tiene que
encontrarlo, antes de que los miembros de la Fundación Aether se enteren de
su desaparición y vayan a buscarlo.

La preocupada muchacha visita el Centro Pokémon, describiendo al pequeñín,


con la esperanza de que lo haya visto, o que lo tenga a su cuidado. Hace lo
mismo con los entrenadores dentro del edificio, con resultados
decepcionantes. Sale del hospital, camino a la Tienda de Malasadas, ya que a
Nebulilla le gustan las cosas dulces. Obtiene las mismas respuestas, ninguno
de ellos ha visto jamás a un pokémon con esas características. Todavía sin
perder la esperanza, corre hacia la Biblioteca de Malíe.

Nada.

Ya han pasado dos horas desde que el pequeño travieso desapareció y no


halla pistas suyas, comienza a desesperarse, incluso sus ojos se humedecen.
Se ve tentada a llamar a Moon para que le ayude, a pesar de que ella está
concentrada en el recorrido insular, pero no se le ocurre otra solución. El
profesor Kukui casi nunca está en su casa, generalmente se la pasa viajando
por las islas, dar con él es sumamente complicado. No le queda de otra, Moon
podrá apoyarla con eso.

Justo antes de comunicarse con ella, es interrumpida por un llamado. Al


voltear, ve que un hombre de aproximadamente cuarenta años hace un gesto
con la mano para indicarle que se acerque. Quizá haya visto a Nebulilla, por lo
que corre hacia él, renovando sus esperanzas.

Sí, ya sabe dónde se encuentra su querido pokémon, el problema es que aquel


sujeto no es para nada un buen samaritano. Él lo encontró deambulando por
ahí y, al ser un espécimen que nunca había visto en la región, lo metió en una
caja a la que le hizo algunos agujeros, ya que las pokéball no surtieron efecto.
Bastante indignada, Lillie le exige que se lo devuelva, le recuerda que esa no
es manera de tratar a los demás seres vivos, incluso amenaza con pedir ayuda
a la policía (algo que no se le ocurrió antes). Pero parece que el hombre ya
tiene eso cubierto, por lo que le dice con voz burlona que nada es gratis en
este mundo y que los favores se pagan con favores. Como él lo encontró, le
puede hacer el favor de devolvérselo, claro que ella debe recompensarlo de
alguna manera. Sonríe, relamiendo su labio inferior.
No teniendo otra opción, la muchacha lo acompaña entrando al Parque de
Malíe, un lugar turístico bastante popular entre las personas de Alola y de otras
regiones. Intentando que no se dé cuenta, Lillie, con el comunicador en la
mano tras la espalda, envía un mensaje a Moon, con la esperanza de que lo
lea pronto y acuda a su llamado. Mientras tanto, debe seguirle el juego al ruin
sujeto.

Ya habiéndose alejado bastante de los demás visitantes, adentrados entre la


vegetación y las palmeras, el hombre se detiene. Mirándola de pies a cabeza
con la sonrisa aún dibujada en el rostro, se desabotona el pantalón,
bajándoselo delante de ella. La muchacha se tapa los ojos, pero él le pide que
vea, ya que no es lo único que hará, a menos que no quiera volver a ver a su
pequeño amigo. Intentando hacer tiempo, sin saber si Moon ya está en camino,
pero teniendo esperanza en ello, quita las manos de su rostro. Avergonzada y
asustada, mira fijamente el colgante falo del sujeto, quien le pide que se
acerque. Ella obedece, da temblorosos pasos hacia el desgraciado.

Para desgracia de Lillie, nadie pasa por ahí, ni por accidente. Moon tampoco
aparece todavía y no le queda mucho tiempo, está a pocos segundos de ser
obligada a hacer algo que definitivamente no quiere. Recibe la orden de
arrodillarse, así que lo hace. Sus rodillas sienten el húmedo césped debajo,
mientras que por su cabeza pasan los gruesos dedos del hombre, quien la mira
como sólo el más repugnante depravado podría.

Con asco y miedo, Lillie mueve la cabeza de adelante hacia atrás, en contra de
su voluntad. Siente arcadas cada vez que el miembro del sujeto entra y sale de
su garganta, constantemente oye advertencias sobre tener cuidado con los
dientes. Una y otra vez, los testículos le golpean la barbilla, mientras que su
pequeña nariz se hunde entre los vellos púbicos, no teniendo más remedio que
aspirar el olor a sudor que el cuarentón cuerpo emana. Tan joven que ni
siquiera tiene interés en el sexo todavía, aprende por las malas cómo se debe
dar una mamada.

El malvado hombre la toma de la cabeza con ambas manos, poco importándole


la inexperiencia de la muchacha, embistiendo su boca con brusquedad,
restregándose contra ella como si fuese la última mujer con la que va a
disfrutar del sexo. Hasta que por fin eyacula, inflando las mejillas de la
inexperta joven, pegándola a él para obligarle a tragar el esperma. Lillie ingiere
el fluido lo más rápido que puede, no quedándole de otra si quiere evitar
ahogarse.

Apenas el sujeto la suelta, la muchacha se echa para atrás, tosiendo


fuertemente, tomando grandes bocanadas de aire limpio, incluso hace algo que
contradice su refinada educación: escupe al suelo una y otra vez, intentando
quitarse el amargo sabor de la ropa. De paso, mira su comunicador para saber
si Moon ha visto su mensaje, teniendo cuidado con que el desgraciado no se
dé cuenta.

El exigente grito que le ordena acercarse de nuevo la sobresalta, Lillie ya se ha


resignado, nadie acudirá a ayudarle. Se quita la ropa interior, por petición del
hombre que está convirtiendo su día en una pesadilla, pero no puede permitir
que Nebulilla permanezca con ese monstruo, debe hacer todo lo que sea
necesario para recuperarlo. Le quita la prenda de la mano, la cual huele
profundamente, deleitándose con el aroma íntimo de la adolescente.

El dolor es punzante, su primera vez le produce un dolor desgarrador, ya que el


sujeto no tiene el más mínimo cuidado ni respeto por ella, sólo se centra en ser
él quien disfruta. Más que satisfecho por haber desvirgado a una adolescente
tan hermosa, a la que tiene en la palma de su mano. Recostado al pie de una
palmera y con Lillie encima, el hombre agarra sus nalgas, “ayudándole” a
brincar, nalgueándola por momentos, mirando su ruborizado rostro, aunque
siempre atento a los alrededores, por si alguien se acerca lo suficiente como
para percatarse de su presencia.

Entre femeninos quejidos de dolor y jadeos masculinos, las caderas de Lillie se


mueven de arriba abajo, sus glúteos en desarrollo tienen hundidos gruesos y
callosos dedos que los masajean toscamente. El miembro es muy grande para
su juvenil vagina, además de su nula experiencia en las artes sexuales. Su
profanado interior tiene dificultades para amoldarse al invasor, lo que le
produce el dolor a Lillie cada vez que se deja caer sobre el depravado
cuarentón.

Las manos sueltan su culo, para ahora aferrarse a su cintura. Su cuerpo es


sacudido con mayor intensidad, los dedos arrugan su vestido, incluso lastiman
ligeramente su piel. Poco a poco, una de las manos va subiendo hacia su
pecho, el pulgar presiona el rosado pezón por encima de la delgada y costosa
tela. Lillie suelta un agudo grito, su rostro se empapa en lágrimas producto del
dolor, pero también por la humillación que está experimentando, por la
impotencia de tener que acceder a lo que el repugnante sujeto le pide, incapaz
de librar una batalla pokémon como lo hubiese hecho Moon.

El hombre alza el ligero cuerpo de la muchacha, sin dejar que su glande salga
de la vagina, luego la jala con fuerza hacia él, estrellándola contra su velluda
pelvis. Libera su pequeño pecho para posar la mano sobre su boca, mano que
ocupa casi todo su rostro, con el objetivo de tapar sus gritos y gemidos, los
cuales podrían llegar a oídos de las personas que visitan el parque.

Entre vulgares jadeos, usando una voz áspera y con tono burlón, le dice que
aguante un poco más, que ya no le falta mucho para acabar. Las lágrimas de
Lillie gotean por el meñique y la palma del ruin remedo de ser humano. Con la
otra extremidad, la abraza por la cintura, algo que le ayuda a darle embestidas
todavía más violentas, la muchacha le muerde los dedos para mitigar el dolor,
ya que su vagina, a pesar de ya haberse acostumbrado ligeramente al falo, le
arde por el constante “mete y saca”. Por suerte y desgracia para ella, el hombre
incrementa el ritmo durante un par de minutos, hasta que vierte en su vientre la
corrida que sale disparada por su meato. Lillie siente el caliente esperma
revolviéndose en su juvenil útero, siente las mucho más lentas estocadas que
recibe, en un intento por prolongar el orgasmo por parte del cuarentón.

Como si fuese un juguete con el que terminó de usar, la suelta y deja caer al
suelo. Lillie se mantiene así, con la cabeza gacha y sin levantarse, sin poder
levantarse por el dolor, sin atreverse a levantarse por el miedo y la humillación.
Oye los pasos del hombre, quien camina mientras se abotona el pantalón,
luego de habérselo colocado nuevamente. La adolorida adolescente oye un
objeto caer cerca de su cabeza, alza ligeramente la cabeza para descubrir que
se trata de una caja llena de agujeros y con un par de sogas atadas a ella.
Nebulilla emite sonidos desde dentro de ella, golpeando las paredes para
intentar liberarse. Lillie mira en todas direcciones, el sujeto ya no está.

Con bastante dificultad, se sienta sobre el césped, soportando la constante


punzada en la ingle. Desamarra las sogas con algo de torpeza, para luego
quitar la tapa de la caja y reencontrarse con su pequeño amigo, quien está más
que feliz por volver a verla. Lillie, no pudiendo soportarlo más, lo abraza y
rompe en llanto.

Para cuando Moon llega a la isla de Ula-Ula montada en un Charizard, ya ha


pasado casi una hora desde que el infierno de Lillie finalmente acabó. Ella la
espera en la entrada del Parque de Malíe, con Cosmog en los brazos y los ojos
rojos. La entrenadora corre hacia ella, disculpándose por no haber visto su
mensaje antes, preguntándole qué ocurrió. Lillie, muy avergonzada, le cuenta
una mentira, se limita a decir que estaba preocupada por la desaparición del
pokémon, que estuvo muy asustada, pero que finalmente lo encontró. Moon no
está muy convencida con esa historia, parece muy simple para tanto alboroto,
pero decide confiar en su amiga.

Luego de hablar por un par de minutos, Moon notando que a Lillie se le ve


deprimida y agotada, ambas se despiden. Aprovechando que se aleja de su
amiga, deja que las lágrimas vuelvan a caer. La entrenadora, mientras sube al
lomo del Charizard, voltea una vez más para ver a su amiga perderse entre las
personas, pero notando curiosamente que algo brillante baja por su muslo
izquierdo.

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