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Los cambios observados en el clima de la Tierra

desde principios del siglo XX son impulsados


principalmente por las actividades humanas, en
particular la quema de combustibles fósiles. Los
procesos naturales también pueden contribuir al
cambio climático, incluida la variabilidad interna
(por ejemplo, patrones oceánicos cíclicos como
El Niño, La Niña y la Oscilación Decadal del
Pacífico) y forzamientos externos (por ejemplo,
actividad volcánica, cambios en la producción
de energía del Sol, variaciones en la órbita de la
Tierra).

El clima de la Tierra ha cambiado a lo largo de la


historia. Solo en los últimos 650.000 años ha habido
siete ciclos de avance y retroceso de los glaciares,
y el abrupto final de la última edad de hielo hace
unos 11.700 años marcó el comienzo de la era
climática moderna y de la civilización humana. La
mayoría de estos cambios climáticos se
atribuyen a variaciones muy pequeñas en la órbita
de la Tierra que cambian la cantidad de energía
solar que recibe nuestro planeta.

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Los científicos utilizan
observaciones desde el suelo, el
aire y el espacio, junto con modelos
teóricos,para monitorear y estudiar
el cambio climático pasado,
presente y futuro. Los registros
de datos climáticos proporcionan
evidencia de los indicadores clave
del cambio climático, como el
aumento de la temperatura global
de la tierra y el océano; aumento
del nivel del mar; pérdida de hielo
en los polos de la Tierra y en los
glaciares de montaña; cambios
de frecuencia y severidad en
condiciones climáticas extremas,
como huracanes, olas de calor,
incendios forestales, sequías,
inundaciones y precipitaciones; y
cambios en la cobertura de nubes
y vegetación, por nombrar solo
algunos.

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Los satélites que orbitan la Tierra y otros
avances tecnológicos han permitido a los
científicos ver el panorama general, recopilando
muchos tipos diferentes de información sobre
nuestro planeta y su clima a escala global. Este
conjunto de datos, recopilados durante muchos
años, revela las señales de un clima cambiante.
Los extremos climáticos, como sequías,
inundaciones y temperaturas extremas, pueden
provocar pérdidas de cultivos y amenazar los
medios de vida de los productores agrícolas y
la seguridad alimentaria de las comunidades
de todo el mundo. Dependiendo del cultivo y el
ecosistema, las malezas, las plagas y los hongos
también pueden prosperar bajo temperaturas
más cálidas, climas más húmedos y mayores
niveles de CO 2, y el cambio climático
probablemente aumentará las malezas y las
plagas.
El cambio climático puede hacer que
surjan nuevos patrones de plagas
y enfermedades que afecten a las
plantas, los animales y los seres
humanos y planteen nuevos riesgos
para la seguridad alimentaria, la
seguridad alimentaria y la salud
humana.

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