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14 de agosto de 2023
No se puede hablar de una etapa concreta en referencia a la gran reforma, más bien
deberíamos referirnos a una larga etapa de evolución, en varios países europeos
paralelamente. Partiendo de los Meningen en los años setenta y ochenta del siglo XIX,
en Alemania, que sorprendieron a toda Europa con sus rigurosos espectáculos
shakespearianos, basados en la fidelidad histórica del vestuario y la escenografía y el
gran nivel de actuación, pasando por Wagner y el pensamiento de Nietzsche, hasta
Stanislavski, Meyerhold y Craig. Se editan libros y escritos de Adolph Appia, Gordon
Craig, Konstantin Stanislavski y muchos otros, que hablan sobre la renovación y la
necesidad de una reforma profunda del arte teatral. Las consecuencias son evidentes:
se crean nuevos estilos de actuación: naturalista, antinaturalista, expresionista, futurista,
etc.
Los grandes responsables de los cambios son los directores de escena, que se
convierten en verdaderos creadores y renovadores del arte del actor. El punto culminante
de ese camino es, tal vez, la puesta en escena de Hamlet, realizada por Gordon Craig
en el Teatro del Arte de Stanislavski.
El programa de la segunda reforma teatral, decisiva en la aparición de un actor nuevo,
se puede resumir en las tesis de Artaud en el Teatro de la crueldad:
La representación teatral va a ser una realidad subjetiva. Tiene que conllevar
elementos físicos, recurrir al ritual, al movimiento, al sonido primario, a la
máscara, a los maniquís.
Absoluta ruptura con la dualidad del autor y director. A ambos les sustituye una
persona: el único creador.
La palabra que cae desde el escenario tiene que partir del subconsciente y ser
utilizada de acorde con su musicalidad y no con su sentido semántico.
Todos los elementos utilizados por el actor tendrán la misma importancia que el
propio actor y la palabra.
Los instrumentos musicales son introducidos en la acción y pasan a ser utilizados
por los propios actores.
Fuera decorados. Se prescinde de cualquier adorno estético.
La luz – un elemento más-, tiene que provocar sentimientos y emociones.
El espacio, tiene que ser un espacio que habla. Se abandona por completo el
edificio clásico, con su división en público y escenario. Se instala un espacio único,
común para el público y los actores, sin barreras ni divisiones. Se actuará en
garajes y naves.
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una nueva era teatral? Todavía no se perciben cambios significativos, pero todo está
preparado para escribir una nueva página en el arte del actor.
La tradición y la actualidad
En términos generales se puede decir que la técnica tradicional estaba
fundamentalmente centrada en la declamación: decir el texto alto y bien pronunciado. Se
ponía hincapié en la respiración, en el volumen de voz, la tonalidad y la modulación.
El «cómo» era la guía fundamental a la hora de perfeccionar la técnica del habla, sobre
todo teniendo en cuenta que el teatro se hacía en verso, lo que obligaba a los actores a
hablar de manera artificiosa y un tanto alejada de la calle. También la distancia del público
y el ruido de los espectadores obligaban a una manera exagerada de declamación y a la
necesidad de elevar el volumen de voz.
Se forzaba el gesto estudiado y más estético que natural. Se buscaban expresiones,
sobre todo, de las manos, para potenciar el carácter dramático o cómico del texto
pronunciado. Los estudios del actor se centraban únicamente en la emisión de voz,
utilizando fundamentalmente las técnicas operísticas. La actuación se parecía más a una
coreografía de gestos y modulaciones de voz que a una expresión libre del actor, como
hoy en día.
La primera reforma pone el acento en la problemática del actor y el papel. Se plantean
preguntas: ¿cómo actuar? ¿Quién es el actor detrás del papel? Aparece el director de
escena, como un creador de la puesta en escena. Los grandes directores y actores se
centraban fundamentalmente en la técnica del actor. Lo importante era adquirir una
técnica para interpretar un papel. En otros aspectos se planteaba la cuestión del teatro
como expresión artística.
La segunda reforma planteó el problema del actor y su personalidad: ¿cómo vivir? El
actor como persona. El director de escena se convirtió en una especie de gurú, el guía
espiritual de un colectivo.
El teatro ya no era el lugar único para la actuación. Los espectáculos salen a la calle, se
representan las obras en lugares ajenos a los teatros buscando una nueva forma de llegar
al público y expresar mejor la, cada vez más compleja, problemática del hombre
contemporáneo.
Grotowski con el actor pobre, Brecht con el actor activista, crítico del personaje, y Living
con su actor como uno mismo, marcan de alguna manera las tendencias. Se puede decir
que lo que apareció fue el concepto del actor verídico y verdadero, siendo él mismo. No
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actuar sino estar en el escenario, ser uno mismo, ofrecer su verdad, ser uno mismo frente
al público. Predomina la ética sobre la estética. Y la técnica como el camino hacia el
autoconocimiento. Se plantea, misión social del teatro. Ya no se cuestionan solo los
aspectos artísticos, sino el lugar del teatro en la sociedad.
Esfuerzo aproximado: 2 horas