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Milagro Gabriel Evans - Es Culpa de La Luna - 2 El Vampiro Cautivo
Milagro Gabriel Evans - Es Culpa de La Luna - 2 El Vampiro Cautivo
ISBN-19
Impreso por Autopublicación
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo
Palabras del la autora
Agradecimientos
Prólogo
Velial abrió los ojos, al intentar moverse se dio cuenta de que era
imposible. Un cuerpo más grande lo tenía aprisionado, al parecer el
lobo era de los que no respetan el espacio personal. El tipo
prácticamente lo tenía a la usanza de un oso de peluche. Por un
momento quiso entrar en pánico, el ralentizado palpitar de su
corazón comenzó a acelerarse listo para la lucha.
Fue el aroma del lobo cambia formas lo que evitó que hiciera un
ridículo de sí mismo. Para ese momento entrar en pánico, o al
menos detenerse a pensar en qué demonios estaba pasando, todo
eso no era más que una gran pérdida de tiempo. El lobo le había
mordido, así sin más.
De las conversaciones que había escuchado cuando era
prisionero en el sucio sótano, había aprendido que ese era un paso
importante para los perros roñosos.
El escozor en su hombro le aseguró que lo ocurrido unas horas
a tras no era producto de su imaginación. Estaba jodido y en más de
un sentido. Solo esperaba que el Beta no se hubiera arrepentido y
solucionara el problema con la muerte del compañero de juegos.
Cuando se vive tanto tiempo bajo la voluntad de otro se
comienza a perder la memoria de quién se es. De vivir como un
pequeño príncipe, lleno de amargura y dinero, ahora era una
sombra que mataba y respiraba si esta era la voluntad de su amo.
Tal vez todo lo que había sucedido no era más que un reflejo de la
voluntad de su Maestro.
Un gruñido de Sakary hizo respingar al vampiro, demasiado
tiempo revolviendo su mierda metal, por un momento se había
olvidado de su problema inmediato.
El Beta apenas tomó dos respiraciones cuando el aroma del
vampiro y del sexo lo terminaron de despertar. Sentándose de golpe
le dedico una mirada al vampiro que esperaba quieto el resultado
final de todo aquello.
—¡Mierda! — esas fueron las palabras memorables de Sakary.
Llevándose las manos a la cara trató de despejar el sueño que
todavía le nublaba los pensamientos.
El vampiro le observó sin atreverse a mover un músculo.
Desnudo y con el cabello desordenado por el revolcón, era la
imagen del pecado encarnado.
Era hora de preguntar.
—¿Qué hará conmigo, Maestro? — él no tenía opción en eso.
Todo sería al final la voluntad del amo.
—Somos dos adultos y acabamos de complicar esto a lo grande
— se quejó el Beta sin decidirse a salir de la cama—¿Tienes idea de
lo que hice?
—Estuve despierto durante todo el paseo, así que supongo que
sí, estoy informado de lo que ha pasado— Al ver Velial que el lobo
no parecía estar dispuesto a matarlo en un futuro próximo, decidió
hablar claro— Me ha mordido, Maestro. Yo lo he probado su sangre.
Supongo que no es algo que los lobos hagan por lo regular.
Los ojos dorados del lobo se asomaron tras las pupilas del Beta.
—No te imaginas lo que odio que me llames de esa manera— se
quejó el gran y malvado lobo.
Velial sonrió, lo supo por el tirón de sus labios y la manera en
que sus mejillas se contrajeron. Ese ejercicio no era algo que hiciera
espontáneamente, no podía recordar la última vez que su sonrisa
fue honesta y espontánea. El vampiro deseaba besar al lobo.
Incorporándose lentamente, de la manera que un predador lo
haría, Velial se sentó dándole la cara al confundido hombre.
Estirando la mano acarició acomodando un mechón del largo
cabello oscuro de su amante. Era tan suave como lo recordaba al
halarlo a la hora del sexo.
—Como esclavo de sangre me alimento de mi Maestro, mi amo
— explico sin apartar sus ojos negros de los de Sakary— pero es la
primera vez en mi larga condena que el placer de beber el líquido
vital hace reaccionar a mi cuerpo como lo hago con usted.
—¿No es siempre así la alimentación entre vampiros? — el
temible Beta parecía dudoso bajo el escrutinio de Velial.
—No puedo saberlo a ciencia cierta. Yo solo soy un esclavo, un
arma que utiliza un amo para matar en su nombre. Los detalles
acerca de algunas cosas me fueron ocultadas ya que no eran
necesarias para servir.
Sakary beso los labios que estaban demasiado cerca de los
suyos. Velial lo recibió abriendo la boca y entregándose a la
voluntad de su maestro. Unos fuertes golpes en la puerta los
tomaron por sorpresa, para horror de ambos hombres.
Una voz conocida habló desde el exterior.
—Beta—, habló uno de los centinelas— ya estamos listos para
seguir cuando usted lo ordene.
El lobo cambia formas gruñó.
—Estaremos sobre la carretera en una hora— habló después de
darle una mirada al reloj que llevaba en la muñeca— Es mejor no
arriesgarnos a viajar si el sol todavía está muy alto.
—Como diga— se despidió el centinela.
Velial resopló molesto después de que el lobo se hubo alejado
de la puerta.
—Mis sentidos durante el día no son tan buenos— explicó sin
poder disimular su preocupación— No los sentí acercarse.
Sakary dejó salir una corta carcajada.
—Estamos de mierda hasta las orejas—sentenció— Para un
lobo aparearse es un asunto de una sola vez en la vida. Estaba tan
centrado en la idea de joder contigo otra vez que si esos imbéciles
no intentan tirar la puerta no los hubiera escuchado.
Velial no sabía exactamente que pensar de la declaración del
hombre. El tipo estaba desnudo y no se molestaba en ocultar su piel
bronceada por pasar largas horas a la intemperie, ni el sexo que ya
estaba erguido listo para otra ronda.
—Soy un esclavo— gimió acercándose otra vez al lobo— No
debería tener tantas ganas de follar, acabamos de hacerlo y no
puedo pensar en otra cosa.
—¿Tienes sed? — preguntó Sakary.
El vampiro cerró los ojos tratando de concentrarse en sí mismo.
—No, yo solo quiero el aroma en mi piel y su pene bien
enterrado en…
Sakary interrumpió la conversación poniéndose de pie de un
salto. Si seguían por el rumbo que iban no iban a salir en los
próximos días de esa habitación de hotel.
—Tenemos que salir de aquí. Esto no es más que un
apareamiento accidental. Tal vez si no nos dejamos llevar por el
calor del apareamiento del enlace, las cosas se borren solas.
Velial quería estar de acuerdo. De verdad quería estarlo.
—Supongo que tiene razón, Maestro— bajó la cabeza en señal
de sumisión— Iré a tomar un baño de agua fría y estaré listo en
unos minutos.
El vampiro entró al pequeño espació de aseo con un pantalón de
mezclilla desgastado y una camiseta negra entre sus manos.
Al ver su rostro en el espejo sobre el lavado descubrió que sus
mejillas tenían un color sonrosado y que sus ojos negros se veían
brillantes. La sangre del lobo le había hecho eso.
Con temor le dedicó su atención a la herida en la unión entre el
hombro y el cuello. Ya estaba sana, ahora parecía como algo que
había ocurrido hace semanas en un humano normal. Las cicatrices
de los dientes estaban sonrosadas y eran sensibles al tacto. Tal vez
en unas horas se borrarían, después de todo Sakary había sido muy
claro. Fue un puto accidente el hecho de que el lobo lo mordiera.
Sin querer perder más el tiempo entró a la ducha. El agua
helada haría su milagro. No pensaría más en ese asunto, era un
maldito esclavo y como tal actuaría. No más dejarse llevar por
emociones tan humanas como el deseo. Eso había quedado atrás.
Una vez duchados y con la ropa limpia salieron del dormitorio.
Algo en el aroma de ambos tuvo que haber cambiado por que los
centinelas les dirigieron miradas extrañadas, más ninguno hizo
ningún comentario. Sakary ni siquiera se molestó en aclarar nada,
después de todo ni él sabía qué diablos estaba sucediendo.
El plan de los lobos era sencillo, tomando rutas distintas habían
llegado al mismo lugar. Después de conducir toda la noche, ambos
coches estaban listos para viajar juntos otra vez. El Alfa y el otro
grupo había seguido adelante mientras ellos eran los señuelos.
Todos los lobos dentro de los vehículos estaban listos para
seguir el viaje por la carretera. La luz del sol no se había extinguido
del todo, pero lo mejor era viajar lo antes posible para evitar ser
encontrados por el enemigo con la guardia baja.
Velial tuvo cuidado de cubrirse con la manta y mantenerse en el
asiento trasero mientras la débil luz del sol se extinguía en el
horizonte. Un coche con vidrios polarizados sería una mejor opción,
aunque tampoco fuera la más segura.
Una de las ventajas de ser un vampiro era que no tenía que
esforzarse mucho para lograr dormir durante el día, la debilidad
siempre estaba allí como una sombra al asecho. Después de dormir
durante la siguiente hora y media, fue la llegada de la noche lo que
terminó por despertarlo.
Era nuevamente un esclavo de sangre, un arma poderosa en las
manos de un Maestro que le diera buen uso. No debía olvidarlo si
quería mantener algo de cordura y no dejarse llevar por ilusiones
estúpidas.
La voz de Sakary llamó su atención.
—Por fin despertaste de tu sueño de belleza, ya era hora.
Velial se incorporó en el asiento. Con las manos trató de
acomodar su cabello, estaba creciendo nuevamente hasta taparle
las orejas.
—¿Desea que haga algo, Maestro?
El lobo gruñó como parecía ser su costumbre.
—Juró que si no dejas de llamarme así…
En respuesta el vampiro dejó salir una risa cansada, más falsa
que título de propiedad en Marte.
—Eso es lo que somos. Yo soy su esclavo y usted…
Sakary se orilló sin molestarse en poner las luces de
emergencia. El coche dio un pequeño salto al frenar de golpe sobre
la graba a un lado del camino.
De inmediato el teléfono móvil comenzó a sonar, los centinelas
que viajaban tras ellos querían explicaciones. Sakary no quiso dar
demasiados detalles.
—Adelántese, nos veremos en la siguiente estación de
combustible— con esas palabras dejó hablando solo al centinela al
otro lado de la línea.
Velial se quedó sentado dentro del coche esperando saber qué
estaba pasando.
—Te quiero afuera— cada palabra pronunciada con la autoridad
de un Beta— Vamos a aclarar esto de una vez por todas.
El vampiro gimió sin poder evitar. Hubiera sido una buena cosa
que fuera el miedo lo que lo hubiera hecho encogerse. Al ser un
vampiro en un principio pensó que eso del apareamiento era
cuestión de lobos, pero estaba comenzando a temer que el lobo le
contagio de sus feromonas.
Con cuidado salió del todoterreno, molestar más al hombre
grande que le miraba desde fuera del coche con los brazos
cruzados sobre su pecho y una mirada dura en el rostro, era mala
idea.
Sakary esperó hasta que el vampiro estuvo fuera, la brisa de la
noche meció algunos mechones en el cabello de Velial trayendo a
su nariz el delicioso aroma.
—He estado pensando— las palabras dichas de una manera tan
tranquila cuando la postura del hombre decía otra cosa, hizo que
Velial le dedicara una mirada desconfiada.
—Maestro, yo no entiendo que desea de mí.
Sakary se recostó sobre el costado del todoterreno. Velial cerró
la puerta negándose a esconderse como una rata. No sería la
primera vez que un amo desquitara sus frustraciones sobre él, ese
sí le era un terreno conocido.
El lobo no dijo mucho mientras el vampiro salía del coche, una
vez fuera decidió que lo mejor era dejar todo aclarado. No era del
tipo que le gustaran los grandes rodeos cuando ya se sabía que no
había de otra más que llegar al punto.
—Creo que llamar a nuestro enlace un accidente no es justo—
explicó recordándose a sí mismo algunas cosas que como todo lobo
debía saber—Accidente es chocar el auto de tu padre contra la
banqueta, accidente es caer de cara sobre el pavimento. Lo que
pasó hace unas horas no lo fue.
—¿Y cómo lo llamaría?
—Apareamiento.
—Eso no es posible— la verdad es que esa conversación no era
lo que esperaba encontrar al bajar del coche.
—No sé si para un vampiro esto sea lo mismo— el cambia
formas se rio sin muchas ganas— pero para los lobos solo hay una
única pareja. Somos de apareamientos vitalicios por todo lo que
dura nuestra vida atándonos a la existencia de otro.
Velial se llevó la mano hasta el hombro donde todavía podía
sentir la mordida.
—No se borrará, ¿verdad?
—Apuesto que la herida que te hizo el lobo renegado ya no es ni
una marca en tu piel.
El vampiro asintió dándole la razón.
Sakary continuo.
—La mordida que me hiciste en el cuello no se borró.
—Yo la cerré con mi saliva como he hecho siempre.
—Cuando lo hiciste ya tenías mi marca, así que supongo que la
naturaleza lo tomo como un acto recíproco.
—Lo siento— Velial se pasó las manos por el cabello como si
con esto pudiera alejar todo ese mal episodio— Soy un esclavo de
sangre, esto no es más que una broma.
—No es una broma, al menos no para mí. Al aparearnos no
podría tomar a otro ni para jugar a las manitas calientes. Solo
sentiré deseo sexual por mi pareja una vez realizado el enlace.
Velial recordó la orden que le había dado la loba que fue el amo
más cruel que había tenido.
—Bedilia me ordenó matar a un joven lobo— confesó— El
hombre no había hecho nada para ofenderla, ella solo quiso
deshacerse de lo que pensó sería el único impedimento para
convertirse en la perra del Alfa.
Sakary se apartó del vehículo, tomando por el cuello a Velial.
Los ojos dorados del lobo eran helados como la muerte.
—¿Mataste a un lobo a sangre fría?
El vampiro sintió el aguare de las manos grandes alrededor de
su cuello. Era un esclavo y defenderse de su Maestro era imposible,
estaba atado y no podía hacerlo, así de simple.
—Soy un esclavo— apenas pudo hablar por la presión en su
cuello. Comenzó a asustarse al sentir las garras del lobo punzar la
piel. Para un vampiro no era posible seguir vivo si le separaban la
cabeza del cuello, un detalle a tomar en cuenta si se estaba en
manos de un lobo furioso.
—Yo encontré el cuerpo del chico— gruñó Sakary sin importarle
escuchar como algo comenzaba a quebrarse— Lo mataste y lo
dejaste para que se pudriera en medio del bosque, yo tuve que
decirle a su madre que su único hijo estaba muerto.
Velial trató de apartar las manos que le asfixiaban. Era como
tratar de detener un camión de carga con las manos desnudas.
Sakary estaba más allá de la furia.
—Eres una maldita basura.
—Eso es lo que soy— la voz le salió como graznidos por la falta
de aire.
La brisa nocturna dio una vuelta alrededor de ellos
desordenando el cabello del vampiro, el aroma del hombre golpeo la
cara del Beta. Por más que Velial se mereciera morir él no podía
hacerlo, esa basura era su pareja, después de todo.
Velial se quejó al ser arrojado varios metros y estrellarse de
espaldas contra el tronco de un árbol. Eso había dolido, mucho.
Capítulo 15
Velial estaba allí por fin. Los lobos habían avanzado más de lo
que había imaginado. Volar toda la noche fue desgastante,
mantener la forma animal durante la luz del día para poder
esconderse en el agujero de un viejo árbol no fue la decisión más
sabia, no necesitaba que nadie se lo dijera.
Lamentarse nunca dejaba ganancias, por fin la noche había
llegado y Velial estaba a escasos kilómetros de su Maestro. El lazo
que unía un esclavo de sangre y su amo era fuerte, al parecer con
Sakary era mucho más poderoso de lo que había sido antes con
cualquier otro.
Cansado más allá de lo posible Velial tuvo que avanzar, seguir
moviéndose en esa forma emplumada. Con menos elegancia de la
acostumbrada aterrizó a la orilla del camino evaporándose apenas
tocar la tierra. Con la velocidad de un latido de corazón el vampiro
estuvo de pie sobre sus dos piernas.
Desde el aire Velial había podido notar que en la ruta que
estaban recorriendo los lobos había un pequeño pueblo de
carretera. Era una pena que las fuerzas no le dieran para más.
Dejando caer su culo sobre el suelo a la orilla del camino, trató de
tomar aire nuevamente. No podía quedarse allí, tenía que encontrar
una solución pronto.
Aunque no tenía reloj, según sus cálculos no debían ser más de
las diez de la noche. Los coches pasaban a gran velocidad por la
autopista.
En menos de diez minutos Velial estaba en el pequeño pueblito.
Tenía unos dólares en la mano y un número de teléfono que no
pensaba usar en el bolsillo trasero de su pantalón. El conductor del
camión de carga le dedicó un guiño antes de darle un coqueto
apretón en su culo.
Mientras cerraba la puerta del conductor el tipo le gritó a Velial.
—Cuando arregles lo de la denuncia del robo y eso, llámame.
Usualmente me envían por esta ruta dos o tres veces al mes.
El vampiro sonrió al hombrezote que bien podía tener los
cincuenta años cumplidos.
—Lo haré cuando compre un teléfono nuevo.
—Suerte— le respondió el conductor antes de comenzar su viaje
nuevamente.
Velial se quedó de pie a la orilla del camino mientras observaba
las luces del camión perderse entre los demás vehículos de la
autopista. Todavía le dolía la nalga derecha, el tipo tenía unas
manos grandes. Extrañamente no sintió nada parecido a la
excitación de la que sufría cuando Sakary estaba cerca, era como si
de nuevo fuera un esclavo de sangre asexual, como se suponía
tenía que ser.
Sonriendo, los blancos dientes se dejaron ver entre sus labios.
Con algo de suerte el asunto del lobo estaba superado.
La ropa maltratada y con el cabello despeinado, Velial se sintió
algo más animado. Ser una perra en celo era una mala cosa si eso
se sumaba al otro montón de mierda que ya amenazaba con
ahogarlo. La noche era joven y él debía encontrar a Sakary, darle la
advertencia, ese era su deber. Era lo menos que podía hacer por su
Maestro.
El pueblo era pequeño. En el centro un parque, tiendas
alrededor. Una escuela que no debía tener más de seiscientos
estudiantes. Las casas estaban lejos de ser mansiones, pero eran
bonitas y sus patios bien cuidados.
Eran ya pasadas las once de la noche cuando por fin Velial les
pudo encontrar. Estaban en las afueras del pueblo, al parecer se
habían detenido a comer algo en una cafetería al lado de la estación
de combustible.
El pueblo no parecía ser de los que tenían mucha actividad por
la noche, el único establecimiento abierto era la cafetería y la
gasolinera. Al parecer era una parada acostumbrada para los que
hacían la ruta.
Desde el otro lado de la calle Velial podía observar al Beta y a
sus tres centinelas. Ellos conversaban animados mientras daban
buena cuenta de su cena de media noche. Las ventanas de la
cafetería eran amplias, podía verse desde fuera con total claridad.
Velial recostó la espalda al árbol cercano, cruzó los brazos y
esperó el momento justo para llegar junto a los lobos. La noche era
fresca, una brisa suave acariciaba el cabello negro del vampiro
como si fuera los cuidados de un tierno amante.
Un tipo salió de la cafetería, paso cerca de donde estaba el
vampiro, pero gracias la oscuridad adicional que le daba la sobra del
árbol el hombre ni noto la presencia del bonito desconocido.
Velial sonrió apenas curvando sus labios. Tenía sed y era tan
triste que no le tentara beber de nadie más que del hombre que
parecía dar todo un discurso a los centinelas que le miraban
fastidiados.
El vampiro acarició sus colmillos con la lengua, tenía sed.
Sakary estaba sentado allí, tan cerca, solo debía cruzar la calle y
llegar a él. Velial deseaba, y eso era una cosa mala cuando todo
fuera de la volundad del amo estuviera prohibido.
Los colmillos emergieron de sus encías en toda su gloria, eran
duras navajas de marfil blanco, listos para morder a la dulce presa.
Aunque su mente repitiera mil veces que el Maestro era quien daba
las ordenes, no pudo evitar imaginarse mordiendo al cambiaformas.
Sakary estaba allí. Velial se entretuvo viendo como la coleta baja
ataba el cabello largo y lustroso del Beta. El vampiro había
descubierto lo sexy que podía ser el estar cubierto por esa melena
mientras el hombre lo tomaba por atrás.
Velial tragó en seco la sed que ardía en su garganta. Casi podía
sentir el dulce néctar de la sangre del lobo mientras su culo recibía
el miembro grande del hombre. Un gemido escapo de los labios
entre abiertos del vampiro. Los colmillos habían herido la carne
tierna de los labios y dos hilos de sangre habían comenzado un
recorrido por la pálida piel.
Algo debió alertar a Sakary porque de pronto dejó la grasosa
hamburguesa sobre el plato. Le dijo algo a los otros lobos que le
acompañaban en la mesa, se limpió con una servilleta y se puso de
pie lentamente. El hombre no parecía tener ningún apuro por salir
del local.
Velial había notado que la SUV y el viejo todoterreno no estaban
allí, así que debieron esconderlos en alguna parte y caminaron
hasta la cafetería.
En pleno empeño de pensar en otra cosa, no en lo que sea que
le causara el caminar firme del lobo que se dirigía justo a donde él
se encontraba, Velial tembló de anticipación.
Para total consternación del vampiro, su maldito cuerpo, el que
se suponía asexual, un esclavo cuyo único placer era saciar la sed
que le consumía, ahora estaba a punto de venirse en sus
pantalones como adolescente cachondo.
Sakary se detuvo a unos pasos antes de llegar bajo el árbol que
le daba resguardo al esclavo. Usando su olfato el Beta trató de
descubrir que era realmente lo que estaba pasando.
Velial supo que el lobo estaba busando alguna pista. Mierda. Él
sabía exactamente a qué tenía que estar oliendo en ese momento,
no había secretos para esa molesta nariz del cambia forma lobo.
—Maestro— Velial se dejó caer de rodillas, con las manos
entrelazadas a su espalda asumió la posición sumisa que debía
tener como la puta de sangre que sabía había ofendido a su amo.
—Ponte de pie de una maldita vez— caminó hasta donde estaba
Velial y lo tomó de un brazo sin miramientos, obligándolo a ponerse
de pie. Cada palabra pronunciada como si le costara un gran
esfuerzo estar tan cerca del vampiro—¿Qué se supone que quieres
lograr haciendo eso donde podrían vernos?
El Beta se alejó como si el tacto con el otro hombre le asqueara.
Aunque la nariz del vampiro pudo sentir las feromonas de
apareamiento del lobo, este no dio muestras de tener ningún interés.
“El maldito perro sigue caliente. Extraño”, pensó el vampiro.
Aunque fue otra cosa la que prefirió responder a su Maestro.
—Solo pretendo mostrar respeto— habló Velial negándose a
mirar al lobo a los ojos. Lo mejor para su propia salud mental era no
olvidar quién era y lo que pensaba el lobo de él.
—¿Todavía tienes la cicatriz en tu hombro?
La pregunta descolocó a Velial hasta el punto de levantar la vista
para tratar de leer en la cara del otro hombre qué pretendía.
—Todavía está allí— como un acto reflejo llevó su mano hasta el
lugar bajo el cuello de la camiseta, la carne todavía se sentí
sensible.
Tocar ese lugar había sido una mala idea, fue como si el simple
rose fuera algún interruptor para poner su pene duro como roca.
El Beta tuvo que haberse dado cuenta, porque sin más comenzó
a caminar alejándose del árbol donde estaba el vampiro. Sin
molestarse a mirar atrás, ordenó.
—Sígueme.
Las piernas de Velial se movieron sin que él pudiera pensar si
aquello era el principio de su fin. Era como si su mente estuviera
nublada y solo existiera para seguir ese maravilloso olor a hombre
en celo. Debía estar aterrorizado. La última vez que caminó fuera de
su zona de confort término medio muerto con una media vida.
Sakary le guio hasta donde había un callejón entre una
panadería y una tienda de abarrotes. Solo un perro callejero salió
corriendo del lugar al ver a semejantes criaturas caminar en la
oscuridad uno tras el otro.
La gente del pueblo dormía el sueño de los justos, o eso prefirió
pensar Velial.
Apenas poner un pie dentro del callejón la mano grande de
Sakary lo sostuvo por el cuello y lo afirmó contra la pared de la
tienda.
Las fosas nasales de Velial se inundaron con el aroma del lobo.
Era como si solo él existiera en medio del callejón decorado con los
basureros de los locales que franqueaban a ambos lados.
Los ojos del vampiro eran dos pozos negros, tenía sed, deseaba
también otras cosas que no le eran posibles.
Sakary gruñó, como ya era acostumbrado en el hombre.
—¿Qué es tan importante como para que regresaras?
Velial estaba excitado. Pensar cuando la dureza en los
pantalones era tan incomoda. Años sin sentir nada de eso y ahora
parecía siempre estar listo para ser jodido por el maldito lobo. Algo
no estaba bien.
Sin la más mínima intención de liberarse del violento agarre
apenas si pudo balbucear.
—De alguna manera los han estado siguiendo. Los hombres de
Redereck no pierden la ruta tras los coches.
El Beta de la manada no estaba para bromas, apretando su
agarre ahora sostuvo por el cuello al vampiro.
—La única cosa que nos ha estado siguiendo, según puedo ver,
eres tú.
Aunque el agarre en el cuello esbelto del vampiro era firme, este
no estaba llegando al límite de lo letal.
Para la total vergüenza de Velial, el aliento de Sakary sobre la
piel de su rostro solo aumento el calor y la sed.
—Hace poco me encontré con otro grupo de lobos que venían
tras ustedes—trató de inyectarle firmeza a su voz.
Sakary sonrió sin que la diversión llegara a sus ojos, era más
bien una mueca irónica.
—Y su pongo, los mataste.
Velial cerró los ojos, no quería ver esa expresión fría en el rostro
del hombre que era su amo. Lo peor es que Sakary tenía más poder
que ninguno de sus anteriores Maestros y él ni siquiera podía
imaginarlo.
Los otros amos habían dominado sus acciones por culpa de la
condición de ser medio vampiro, pero el Beta de la nueva manada
dominaba su cuerpo y su voluntad como ningún otro lo había hecho
antes. Ahora si estaba condenado, no solo servía a un amo, si no
que realmente deseaba hacerlo.
Sakary se apartó del cuerpo más pequeño del vampiro,
permitiendo que este sostuviera su peso ayudado por la pared tras
su espalda.
—¿Estás seguro que eran perros de Redereck? — preguntó
Sakary sin querer dejar cabos sueltos.
—Los conocía de cuando estaba bajo las órdenes de Bedilia—
el vampiro suspiro cansado— Sé que esos tipos no tenían nada de
inocente.
Sakary pudo notar como extrañamente el vampiro se veía
debilitado. Cuando había olfateado había sentido el aroma de otros
lobos sobre él, ahora lo entendía. Una pelea era la causante.
—¿Estas herido?
Velial llevó una de sus manos al cuello, como si verificara que
este todavía estuviera pegado al resto de su cuerpo.
—Eso no importa ahora, Maestro— se incorporó alejándose de
la pared— Estoy en condiciones de seguir sirviendo. Soy más
resistente de lo que a simple vista se ve.
Sakary arrugó el ceño, sus ojos negros le dieron una rápida
revisión al hombre frente suyo.
El vampiro llevaba la misma ropa que él le había conseguido
días antes, solo que ahora estaba sucia y rota en algunas partes. A
pesar de los problemas que hubiera tenido hasta el momento, el
cabello negro del vampiro todavía era lacio y lustroso. La piel pálida
de una de sus mejillas estaba manchada con tierra.
Tal vez era algo propio de esas criaturas, pero el verle así, con
una apariencia abandonada, hacía que su estúpido lobo quisiera
acunarlo y protegerlo. Para ese momento dudaba seriamente que
ese Esclavo de Sangre fuera su compañero, tal vez todo fue un
truco para lograr la mordida y con eso la protección de la nueva
manada.
—¿Puedo marcharme, Maestro? — el vampiro dio unos pasos
hacia atrás sin ver realmente a donde iba. Era como si estar cerca
del Beta le fuera incómodo.
Por la mente de Sakary se desbandaron mil ideas, todas
gritando por su atención al mismo tiempo. El lobo, su otra mitad,
levantó la cabeza y tomó nota de la pregunta de su pareja. “Mio” fue
la respuesta en su mente.
—Te quedas donde pueda verte— ordenó Sakary sin querer
pensar si sus razones eran reales o solo una excusa— No soy tan
irresponsable como para dejar un asecino como tú deambulando
libremente entre los humanos.
Velial dejó de ver el piso para dedicarle una mirada espantada al
lobo.
—Sé que mi presencia le molesta— trató de buscar una manera
de alejarse de una futura humillación— Yo puedo seguirles a la
distancia. Usted solo debe ordenar que no toque a nadie y no lo
haré. Lo juro.
Sakary era un lobo que pasó lo primeros años de su vida como
perro sin hogar, él sabía ver a través de una mentira tan descarada
como esa.
—Estas demasiado ansioso por estar lejos de mi vigilancia—
argumentó el cambia formas— Encuentra el todo terreno y
espérame allí.
—¿Dónde está escondido? — la verdad era que no podía
desobedecer al lobo.
—Encuéntralo antes de que llegue. Así tienes algo que hacer
mientras llego allí.
Sakary se dio la vuelta y caminó en dirección de la salida del
callejón, dejando al vampiro sediento en más de un sentido.
“Maldición”, blasfemó Velial sin poderlo evitar. La idea de
caminar bajo el sol de medio día se le hacía más tentador con cada
minuto que pasaba.
—Cómo ordene, Maestro— respondió en voz alta al Beta, el
hombre que ya estaba al otro lado de la calle rumbo a la cafetería.
Capítulo 19