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El día que llegaron los alienígenas, nadie se lo esperaba.

Habían pasado décadas desde


que se había detectado la primera señal de vida inteligente en el espacio, y desde
entonces no se había vuelto a saber nada. La humanidad se había resignado a pensar
que estaba sola en el universo, o al menos muy lejos de cualquier otra civilización. Pero
ese día, sin previo aviso, una flota de naves espaciales apareció en el cielo, cubriendo el
sol con su sombra. No hubo ningún intento de comunicación, solo un ataque masivo y
devastador. Los alienígenas no tenían piedad, ni compasión, ni curiosidad. Solo querían
exterminar a toda forma de vida que encontraban en su camino. La resistencia humana
fue inútil, y en pocas horas, el planeta quedó reducido a cenizas. Solo unos pocos
supervivientes lograron escapar a las colonias lunares y marcianas, donde se prepararon
para la inevitable guerra que se avecinaba.

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