La antigua mansión se alzaba como un guardián silencioso en medio de la campiña. Sus paredes de piedra, cubiertas de enredaderas, parecían suspirar historias de tiempos pasados. Pero era el jardín el que encerraba los secretos más profundos. Allí, entre las colinas verdes, las flores tejían su propio lenguaje. Cada amanecer, las rosas desplegaban sus pétalos como abanicos de terciopelo. Rojas, blancas, amarillas; todas competían por la atención del sol. Los lirios blancos, con sus cabezas inclinadas, parecían susurrar secretos al viento. Decían que si escuchabas con atención, podías oír sus confidencias sobre la noche anterior o los sueños que albergaban. Pero había una flor que destacaba entre todas: la dama de noche. Solo florecía cuando la luna estaba alta en el cielo, como si su fragancia fuera un regalo exclusivo para los amantes nocturnos. Durante el día, sus pétalos permanecían cerrados, como los labios de alguien que guarda un secreto. Pero al caer la noche, se abrían lentamente, liberando un aroma embriagador que llenaba el aire. Los enamorados se reunían en el jardín bajo la luz plateada de la luna. Se tomaban de la mano y se acercaban a la dama de noche. Inhalaban su perfume con devoción, como si estuvieran bebiendo elixir de amor. Decían que quien aspirara su aroma encontraría el amor verdadero. Y así, entre susurros y risas, se prometían eternidad bajo el hechizo de la flor. Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras los árboles, una joven llamada Elena se aventuró en el jardín. Sus ojos se posaron en la dama de noche. ¿Qué secretos guardaba esa flor? Se acercó y aspiró su perfume. En ese instante, sintió que su corazón latía al ritmo de las estrellas. El jardín, con sus flores y sus misterios, se convirtió en su refugio secreto. Elena regresaba cada noche, esperando encontrar respuestas en el perfume de la dama de noche. ¿Quién la plantó? ¿Por qué solo florecía bajo la luna? Nadie lo sabía, pero el jardín seguía siendo un lugar de encuentros y promesas, donde los amantes buscaban el amor verdadero entre los pétalos y las sombras.