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Universidad de Chile

Instituto de la Comunicación e Imagen


Clásicos de la Comunicación
Prof.: Claudio Salinas
Ayud.: Francisca Casanova
2013

Frankfurt y MCR

I
Antes de entrar de lleno a los términos más pertinentes para entender los
rudimentos de la Escuela de Frankfurt, debemos señalar la sorpresa que se
produjo en Adorno y Horkheimer –autores, entre otros textos de Dialéctica del
Iluminismo en 1944- al constatar con “ironía y horror que, enmascarado bajo el
divertido rostro de la cultura de masas [aquella cultura producida y
reproducida por medios técnicos, pensada para ser dirigida a un público
numeroso y vehiculada por los mass media-], se encuentra el mismo estado de
barbarie que dejaron en Alemania. Dice Horkheimer:

“Lo que nos habíamos propuesto era nada menos que comprender por
qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente
humano, desembocó en un nuevo género de barbarie” (Horheimer en
Zubieta, p.18).

El nuevo género de barbarie al que alude este autor se caracteriza por


imponer la lógica del número y de la semejanza de los productos, la
estandarización de las cosas y, con ello, de las imágenes del mundo. Lo masivo
sobre lo particular: se crea con fines ideológicos una cultura masificada, sin
diferencia (esto es parcialmente así como hemos visto, la novedad en lo
masivo es posible, como las trazas de autor también). Lo central es, sin
embargo, la racionalidad que subyace al sistema: “Su pesimismo parte de
considerar que cada civilización de masas en un sistema de economía
concentrada es idéntica, e instala una racionalidad técnica [que le importa más
los fines] que es la racionalidad del dominio mismo” (Zubieta, Ibid, p.118)1.

Tal posición no le reconoce a la cultura masiva, como es obvio y


evidente, una “apertura democratizadora, sino la capacidad de producir la
masificación de la cultura a través de la manipulación [de contenidos simbólicos
y nos sólo materiales] y suspensión de la reflexión crítica” (Ibid, p.118). ¿Por qué la
suspensión de la mirada crítica de la sociedad? Por qué se le acusa a la cultura
de masas, escenificada y encarnada en las producciones de los nuevos medios
de comunicación, de desplegar

“múltiples estrategias de poder como ‘la de reproducir y estandarizar una


versión de la sociedad’; reproducción en serie de las condiciones de
posibilidad del sistema capitalista en el terreno de lo simbólico y en el
espacio del ocio y del esparcimiento. Denominar industria cultural a la
cultura de masas acentúa justamente esta interpretación” (Ibid, p.118).

Adorno y Horkheimer refieren la conformación perversa de las


estructuras de poder (poder entendido como relación social o como
imposición de la voluntad sobre otros) utilizando (al igual que Mattelart y
Dorfmann en los ‘70) a los dibujos animados. Dicen en la Dialéctica del
Iluminismo:

1
Así, dice Thomson: “Estandarización no significa volver todo idéntico —el capitalismo implica la
proliferación de productos diversos— sino, más bien, hacer que todo tenga un valor equivalente, de modo
que las elecciones del oyente sean aparentes, no reales” (2010: 70)1. Por esta razón es posible criticar la
producción de la industria cultural pero no como falseamiento de la experiencia, sino como su
mercantilización, e incluso esta mercantilización no puede ser absoluta, toda vez que comporta en sí las
huellas de formas estéticas pasadas. Por ejemplo, dice Adorno, a propósito del Kitsch:

El Kitsch es un poco como un museo de formas musicales pasadas, cosas que fueron parte del arte
en un tiempo anterior y que son recuperadas hoy, pero también implica un proceso de
estandarización: es específicamente construido en “tipos” y tan pronto como surge un nuevo tipo,
un gran número de compositores nuevos adhiere y surgen infinidad de ejemplos del mismo tipo.
(2011: 824)
“Si los dibujos animados tienen otro efecto fuera del de acostumbrar los
sentidos al nuevo ritmo, es el de martillar en todos los cerebros la antigua
verdad de que el maltrato continuo, el quebrantamiento de toda
resistencia individual, es la condición de vida de la sociedad. El Pato
Donald en los dibujos animados como los desdichados en la realidad
reciben sus puntapiés a fin de que los espectadores se habitúen a los
suyos” (Adorno en Zubieta, p. 119).

La cultura de masas ahora devenida en Industria Cultural muestra la ideología del


sistema y, lo que es más importante, advierte de las operaciones que desde éste
se espera que lleve a cabo esta cultura respecto a los sujetos –de masa, por
cierto-: disciplinar, guiar, producir deseos, suprimir todo tipo de resistencias.
Dice la investigadora argentina Ana maría Zubieta, respecto al pensamiento de
Adorno y Horheimer:

“La mirada de la Escuela de Frankfurt focaliza que, cuando un


espectador se ríe frente a los ‘divertidísimos’ dibujos animados, por
ejemplo, la saga del gato y del ratón (podríamos agregar, tiempo
mediante, el Correcaminos y el Coyote), en realidad se le está inoculando
el reconocimiento de esa violencia como parte de la violencia propia del
sistema y que, además, festeje y se ría con ese estado de cosas” (Zubieta,
p.119).

De alguna manera, no se trata de respetar el derecho de las masas a


entretenerse, sino que, según Adorno, cuando se entretienen, las masas
colaboran con el poder. Divertirse, será “estar de acuerdo”, pues manifiesta el
consentimiento que garantiza la perpetua reproducción de lo mismo a través
de la Industria Cultural. Aparecen, entonces, dos conceptos o dos categorías
para designar la forma de producción de la Industria Cultural y sus efectos:
manipulación y alienación.

La manipulación será la cara política que

“ponen a irradiar eso productos culturales, se entiende como una relación


asimétrica en la cual el espectador recibe entretenimiento a cambio de lo
cual pierde su condición activa y se convierte en consumidor pasivo,
puesto que no participa en la producción de esa cultura que los medios
transmiten sino que, precisamente, queda excluido de ella, del mismo
modo en que ha quedado excluido de los medios de producción
capitalista. El sujeto se aliena, como ha quedado visto en el ejemplo de los
dibujos animados” (Ibid, p.120; ahora en el texto Televisión y cultura de
masas se complejiza, los efectos no son tan directos, operan en lo
implícito, en lo cognitivo, en el tipo de representación en los estereotipos
distribuidos)

II
Ningún tipo de análisis de los medios de comunicación en el contexto
de la MCR y la Escuela de Frankfurt puede ignorar los estudios realizados
sobre los “efectos de los medios masivos”. Para nuestros propósitos destacaré
el texto que están en tren de leer para ayudantía: “Televisión y cultura de
masas”, publicado en 1954 por Th. Adorno.

Dice Adorno que el interés por un medio específico como la TV –en su


fase naciente- y su lenguaje no debe prescindir del contexto político,
económico, cultural y social en el que opera. Por ello, siguiendo al autor
alemán es la constatación que
“los mass media no son simplemente la suma total de las acciones que
describen o de los mensajes que se irradian desde estas acciones. Los mass
media consisten también en varios significados que se superponen unos
sobre otros: todos colaboran en el resultado” (Adorno en Wolf, 1996,
p.100)

Esto nos habla de una estructura con varias capas de los mensajes de
los medios de comunicación y que refleja la estrategia de manipulación, dice
Wolf respecto a Adorno, de la Industria Cultural:

“todo lo que ésta comunica ha sido organizado por ella misma con el fin
de seducir a los espectadores simultáneamente a varios niveles
psicológicos. El mensaje oculto, en efecto, puede ser más importante que
el evidente, ya que este mensaje oculto escapará a los controles de la
conciencia [acuérdense del texto de Fromm y el mismo “TV y Cultura de
masas], no será evitado por las resistencias psicológicas en los consumos,
y probablemente penetrará en el cerebro de los espectadores” (Ibid,
p.100).

Para Adorno, aludiendo a la MCR, cualquier estudio sobre los medios


de comunicación que no responda esta complejidad multiestratificada de los
mensajes de los media se sitúa en un rango de corto alcance. Cuando hablamos
de complejidad de los mensajes lo hacemos entendiendo que hay relaciones en
niveles distintos de los mismos –manifiestos y latentes- que no son fáciles de
captar pero performan a las audiencias (por ello el análisis de contenido es
insuficiente para captar esos estratos, esas densidades operantes):

“(…) los espectáculos televisivos actuales apuntan a la producción, o al


menos reproducción, de mucha mediocridad, de inercia intelectual, y de
credulidad, que parecen armonizar con los credos totalitarios, aunque el
explícito mensaje superficial de los espectáculos sea antitotalitario”
(Adorno en Wolf, p.101).

Por tanto, la manipulación del público en el ámbito de la TV se produce por


efectos que se realizan en los niveles latentes de los mensajes. “Estos
aparentan decir una cosa y en cambio dicen otra, fingen ser frívolos y en
cambio, por encima de la conciencia del público, ratifican el estado de
sujeción. El espectador, a través del material que observa, se halla
constantemente en situación, sin darse cuenta, de asimilar órdenes,
prescripciones, proscripciones” (Wolf, p.101).

¿Cuál sería estrategia de la Industria Cultural para generar el control y el


establecimiento de las visiones preferentes de la realidad y de su
interpretación? La estrategia es múltiple, pero una de sus tácticas, dice
Adorno, consiste en la estereotipación. Los estereotipos son construcciones
cognitivas indispensables para organizar la experiencia de la realidad social del
individuo, recuerden su importancia en el contexto de la cátedra el semestre
pasado. Representan un necesario instrumento de economía cognoscitiva para
moverse e imaginar la sociedad. Por ello, ninguna actividad puede prescindir
de ellos: pero en la Industria Cultural su función se ha alterado, dice el filósofo
alemán.

La división del contenido televisivo en diferentes géneros (policíaco,


comedia, etc) “ha llevado al desarrollo de fórmulas rígidas, fijas, importantes
porque ‘definen el modelo comportamental del espectador, antes de que éste
se cuestione ningún contenido específico, determinando por tanto en amplia
medida la forma en que será percibido cualquier contenido específico’” (Wolf,
pp.101-102). Este es el cambio de funciones de los estereotipos en la Industria
Cultural. Dice Adorno:

“Cuanto más se materializan y se esclerotizan los estereotipos (…), es


menos probable que las personas modifiquen sus ideas preconcebidas
con el progreso de su experiencia. Cuanto más obstusa y complicada se
torna la vida moderna, mayor es la propensión de las personas a apegarse
a clichés que parecen conllevar un cierto orden en lo que de otra forma
sería incomprensible” (Adorno en Wolf, p.102).

La sustitución de lo individual por el estereotipo parece ser la estrategia de la


Industria Cultural para reificar las formas actuales de la sociedad
contemporánea.

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