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La voz y la mirada
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Ilustración de portada:
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llegas, la narración corre por boca de un narrador que, aunque
aparentemente distante, no deja de traslucir su posición frente a
lo nar!ado, mediante lo cual intenta persuadir al supuesto inter-
locutor para que adopte una actitud semejante a la suya. Refi-
riendo ciertas reflexiones de Santos ~uzardo, el narrador expone:
[ ... ]El hilo de los alambrados, la línea recta del hombre dentro de
la línea curv~ de la naturaleza, demarcaría en la tierra de los in-
numerables caminos, por donde hace tiempo se pierden, rum-
beando, las esperanzas errantes, uno solo y derecho hacia el
porvemr.
Todos estos propósitos los formuló en alta voz, hablando a so-
las, entusiasmado. En verdad, era muy hermosa aquella visión del
Llano futuro civilizado y próspero que se extendía ante su imagi-
nación. (p. 86)
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de el cual se habla -la perspectiva desde la que se construye la
historia- y la procedencia de la voz que enuncia.
La historia narrada en este relato pone en escena a dos perso-
najes, uno masculino y otro femenino, los cuales se arriesgan,
hasta el borde de·la misma muerte, a entablar un diálogo amoro-
so mediante graffiti plasmados en los muros de una calle. Las pin-
turas son borradas con la núsma presteza con que son realizadas
y con una violencia sólo equiparable en fuerza a la demanda de
amor manifiesta en ellas. El terror y la represión dominan la ciu-
dad. La prohibición ha desbordado todo límite: la anulación de
1 las palabras (y de las imágenes) busca ser anulación de una reali-
dad. Borrar el signo es matar la cosa. En el espacio regido por el
terror y la censura, como en ningún otro lugar, los signos poten-
cian su efectividad y su fuerza expresiva. Los signos son perse-
guidos y borrados como perseguidos y desaparecidos serán sus
supuestos autores. Las reglas del terror son explícitamente difusas
y este desconocinúento vuelve inermes a quienes lo padecen. · La
permeabilidad y ambigüedad del terror es el terreno movedizo y
vertiginoso en que están instalados los personajes de esta historia.
El sigilo y todas las precauciones no bastan para eludir la cap-
.tura: la mujer es detenida, torturada y devuelta a un lúgubre re-
fugio donde sólo le queda aguardar el fin. En esta situación
límite, ella evoca la historia de ese encuentro amoroso nunca rea-
lizado, sólo plasmado de ffianera efímera y anónima en los graffi·
ti. Pero la posibilidad de contar esta historia tejida con
suposiciones y recuerdos será, para el personaje, la posibilidad de
recuperar el espacio de su voz y de su memoria en un último in-
tento por no sucumbir ante la degradación de la tortura, el terror
y la muerte.
"Graffiti" puede leerse, entonces, como un relato acerca del
ejercicio de la palabra, de la expresión, en los resquicios de la cen-
sura. El texto se presenta como el despliegue del discurso interior
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de un personaje que evoca y elabora una historia en la cual el te-
rror, el absurdo, el amor y la violencia se entretejen en el juego
riesgoso de imágenes y palabras.
La función del narrador, aquí, es poner al descubierto la con-
ciencia de un personaje en el acto de evocar e imaginar una histo-
ria en la cual él mismo ha tomado parte. Todo el texto es, digamos
así, discurso del personaje, no se oye la voz del narrador. La voz
narrativa se ha desplazado y la verbalización de la historia co~re
por cuenta de un personaje. ¿Cómo entender, entonces, la segunda .
persona pronunciada, o más bien pensada, por el personaje? ¿Se
trata de un desdoblamiento de su propia conciencia? ¿Es un per-
sonaje dirigiéndose a otro mentalmente evocado?
Veamos las primeras frases en segunda persona:
Ya sé, ya sé, ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué
mensaje hubiera tenido sentido. ahora? De alguna manera tenía
que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que
dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningÚn
espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la
más completa oscuridad.
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Esta primera persona, una de las representaciones, en el enun-
ciado, del personaje que evoca la historia, se enlaza con la prime-
ra persona que da inicio .y enmarca el relato:
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-~"'-'--''=-'-'~:.
...la admiraste, tuviste miedo por ella ... Casi en seguida se te ocu-
rrió que ella buscaría una respuesta. (Las cursivas son nuestras.)
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3) El personaje femenino que asume el lugar de sujeto de la
enunciación, el yo, se ~epresenta como ella, en tanto actor que
participa en los sucesos narrados.
Decíamos que a lo largo del relato asistimos solamente al dis.
curso del personaje, la voz del narrador no se oye, éste se limita a
mostrar, a poner al descubierto la conciencia del personaje. El re.
lato, entonces, presenta un acto de enunciación compuesto: el del
narrador, que destina como historia el acto discursivo del perso.
naje, a un narratario, y el del personaje, que evoca e imagina para
sí su propia historia. Este acto discursivo del personaje pone en
juego, en el entinciado, a dos actores designados mediante los
• pronombres tú y ella, y en el nivel de su propia enunciación
enunciada, señala el lugar de un yo, sujeto del acto discursivo de
suponer e imaginar una historia dirigida a sí misma.
Haciendo una representación gr~ca del acto de enunciación
del personaje tal como lo hemos descrito, según el juego de l.os
pronombres personales, tendríamos:
Situacién mrratiut
YO. YO
Relato
yo-tú-ella
' Histaia
tú-ella
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de visión se instala en el tt; de la conciencia del otro y desde allí
organiza la historia.
Ahora bien, nos preguntamos, ¿por qué el yo debe salirse de sí
y ubicarse en la perspectiva del tt4 para construir la historia?, ¿por
qué, para hablar, tiene que instalarse en el lugar del otro y nom-
brarse mediante el pronombre de tercera persona?, ¿qué efectos
tiene sobre el sujeto de la enunciación esta ruptura, esta escisión?
Cuando el personaje que adopta el papel de sujeto de la· enun-
ciación debe aludir a sí mismo como actor en la historia, lo hace
bajo la forma del pronombre de tercera persona: ella, como si el
que hablara fuera otro. Al salirse de sí, entonces, puede verse y
reconocerse desde la perspectiva del otro, del que aparece bajo la
forma de tú. El personaje se otorga, de esta manera, un lugar pri-
vilegiado como objeto de la mirada y del deseo del otro, y confi-
gura al tú como amante y a ella como amada.
Tal movilidad de los pronombres personales por la cual puede
decirse que, en este relato, yo es ella y, en cierto modo, yo es tú, y
también yo es yo, produce, como en un juego de espejos, un in-
tercambio o fusión entre mirar y ser mirado, y entre hablar y es-
cuchar. El sujeto del mirar (del acto de enunciación del
personaje) es objeto mirado en su propio enunciado, así como el
sujeto del hablar (de la enunciación del personaje) es a la vez el
sujeto que recibe ese eco del hablar y se instala como el que escu-
cha sus propias palabras, o más bien, como el destinatario de sus
propios recuerdos y fantasías.
No se trata de simples desdoblamientos: entre quien mira su
propia imagen y la imagen mirada se interpone un tercer elemen-
to, el espejo, el cual está lejos de ser un elemento neutro. Como
así también, en el discurso dirigido a sí mismo, entre quien habla
y quien escucha, se interpone la palabra, la cual dista mucho de
ser transparente. El espejo y la palabra representan más que refle-
jan, construyen más que copian. El espejo y la palabra están en el
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lugar del otro: mirarse es ubicarse en un lugar excéntrico, afuera,
en el lugar que el otro puede ocupar, sólo así puede el sujeto ser
objeto de su propia mirada, pasando por la perspectiva del otro.
De manera análoga, hablarse es también ubicarse en un lugar ex-
céntrico, es efectuar un desplazamiento, un traslado que va desde
la fuente hacia la recepción atravesando la densa capa del discur-
so, por cuyo efecto el que escucha ya no es el mismo que quien
habla.
El mirar y el hablar entran en juego, en el nivel de la historia,
como actividades sustitutivas una de la otra y también como
complementarias. El diálogo entre tú y ella se realiza · mediante
los graffiti, los cuales a su vez son transpuestos en descripciones e
interpretaciones, esto es, la mirada se vuelca en palabras y éstas, a
su vez, reenvían a las imágenes:
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mismos como una forma expresiva cuya sola presencia denuncia
un estado en que la prohibición y la represión domina la vida so-
cial e individual. Por ello tampoco la imagen escapa a la censura,
más allá del significado inocente que pudiera atribuírsele (" ... si al-
gún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo
mismo los hubieran borrado entre palabrotas y amenazas"), los
gra/fiti evocan otros graffiti cuya emergencia crea un espacio ex-
presivo que franquea los límites establecidos subvirtiendo nor-
mas y valores.
Aquí, por una parte, se mira y se habla desde lugares excéntri-
cos, y por otra, la mirada ocupa el lugar de la palabra y ésta, a su
vez, el lugar de la mirada.
Estos constantes desplazamientos (tematizados en la mirada
siempre oblicua de que son objeto los graffiti y en la segunda per-
sona que focaliza el relato) podrían agruparse en tres tipos:
1) Desplazamiento focal: es habitual que la instancia portadora
de la voz sea también la portadora de una p~rspectiva, de un án-
gulo visual. Aquí, como ya hemos visto, hay una ruptura entre
voz y visión, quien ve no es quien habla.
2) Desplazamiento verbal: en una historia evocada por alguien
que ha intervenido en ella, es habitual que el sujeto de la evoca-
ción se represente a sí mismo mediante el pronombre de primera
persona; en cambio aquí, el personaje que recuerda su historia se
representa, como vimos, mediante tres pronombres: yo, tú y
ella.
3) Desplazamiento comunicativo: al referirse la historia a sí
núsmo mediante un discurso interior, el traslado de la emisión a
la recepción altera al sujeto, pues quien profiere la historia se
asigna a sí mismo un lugar diferente al que ocupó cuando fue ac-
tor de los acontecimientos: de sujeto de deseo se vuelve objeto de
deseo, obtiene un lugar privilegiado en relación al otro.
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Este acto discursivo realizado por el personaje es puesto en es.
cena por el narrador, el cual carece de voz Qa verbalización de la
historia corre por cuenta del personaje) pero mantiene su fun.
ción de destinar, esta introspección realizada por el personaje, en
forma de historia, para un narratario. Se trata de un narrador vir-
tual cuyo papel es mostrar al personaje en el ejercicio discursivo
de imaginar, suponer y evocar. Este narrador virtual se dirige a
un narratario también virtual, en la medida en que carece de se-
ñales que lo identifiquen. El narratario es apelado virtualmente
en tanto destinatario presupuesto por el narrador, el cual descu-
bre la conciencia del personaje ante un oyente que sabrá percibir
como relato la introspección del personaje.
Podríamos representar el acto de enunciación compuesto im-
plicado en "Graffiti" de la siguiente manera:
Situación narrativa
YO-TÚ
Relato
(sin voz)
Situación narrativa
Historia YO·YO
ELLA Relato
yo-tú-ella Historia
Tú-ella
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c.ito del narrador, se trata de un narrador virtual. La historia que
el narrador destina al narratario es el acto discursivo del persona-
.e femenino.
Este último se caracteriza por diversos desplazamientos pro-
nominales (focal, verbal y comunicativo) presentes en todos los
niveles: en el relato, aparecen las tres personas gramaticales como
representaciones diversas del yo; en el nivel de la situación narra-
tiva, el YO se dirige a sí mismo instalándose en el lugar del otro,
del interlocutor; y en el nivel de la historia, tú y ella son los per-
sonajes actores de los acontecimientos evocados.
Este acto de enunciación compuesto, repartido entre narrador
'" personaje, crea una situación narrativa compleja: el narrador ni
desaparece ni se confunde con el personaje, si bien le cede la ver-
baliz-ación él conserva su función de destinador del acto discursi-
vo del personaje. El caso del narrador virtual, que este relato
actualiza, evidencia la presencia del modelo canónico del relato
en la base de todas las transformaciones de la situación narrativa.
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