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Análisis e Interpretación en
Arqueología
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Barceló, J.A., 2009, En defensa de una arqueología explícitamente científica. Complutum 20(1): 175-
181.
ésta ha concluido. Y lo que se conserva es, precisamente, un subconjunto de lo material.
Debemos estudiar cómo la acción social generó, a lo largo del tiempo, consecuencias
materiales y sus relaciones. Esto no significa que la causa de esa materialidad antigua
observable en el presente se reduzca a lo que se ha dado en llamar “economicismo” de
vía estrecha. No sólo la subsistencia genera consecuencias materiales, sino cualquier
acción social, tanto política, como económica, como ideológica.
Debemos resolver dos tipos o modalidades de problemas:
• qué tipos de acción social pueden ponerse en relación con
conjuntos específicos de observables. Es decir, qué efectos
materiales produce la acción social y de qué manera podemos
“reconstruirla” partiendo de la observación de esos efectos,
• por qué la acción social en cuestión se produce, cambia o
permanece estable. Es decir, por qué varían a lo largo del tiempo
y/o del espacio los efectos materiales de la acción social.
Resulta obvio que la resolución de problemas del primer tipo es una condición para la
resolución de los del segundo tipo. No quiere esto decir que la arqueología sea una
parienta pobre de la historia, ni que arqueólogas y arqueólogos no sean investigadoras o
investigadores de la historia, sino que antes de resolver un problema histórico (“¿por
qué pasó?”), debemos resolver el problema arqueológico (“¿qué pasó?”). Si no sabemos
qué acciones colectivas se produjeron en un momento y lugar, difícilmente
averiguaremos por qué cambiaron a través del tiempo, y por qué la acción colectiva
cristalizó en distintas formaciones sociales.
Dentro de las ciencias sociales, la arqueología aparece en realidad como una especie de
“ingeniería inversa”, cuyos resultados serán utilizados en investigaciones más abstractas
o interpretativas acerca de la naturaleza social. Partimos de la observación del efecto
(material arqueológico), y pretendemos averiguar la acción social que lo produjo.
El primer paso en esa ingeniería inversa que pretende averiguar la causa partiendo de la
observación del efecto es, lógicamente, describir esa materialidad resultado de la acción
social. La materialidad puede estudiarse con arreglo a 6 propiedades básicas:
FORMA
TAMAÑO
COMPOSICION
MECANICIDAD
TEXTURA
LOCALIZACIÓN (en el tiempo y en el espacio)
PRODUCCIÓN
USO/CONSUMO
DISTRIBUCIÓN
ACCIONES POST-DEPOSITACIONALES
ACCIÓN INVESTIGADORA
Forma
Tamaño
Distribución Composición
Mecanicidad
Textura
Localización
USO
ACCION INVESTIGADORA
TAMAÑO
PRODUCCION FORMA
Qué acción de USO es la causa de COMPOSICION
DISTRIBUCION MECANICIDAD
TEXTURA
LOCALIZACION
Pero no es tan sencillo como parece. El problema “¿Por qué este observable
arqueológico es como es?” muy pocas veces puede resolverse para elementos
arqueológicos individuales. ¿Por qué esta vasija tiene esta forma? Quizás porque es la
forma más apropiada para el uso al que se la destina, o bien por accidente, por capricho
de quien hizo esa cerámica, o por otras razones. Hay millones de causas posibles.
¿Quiere esto decir que los problemas arqueológicos son de resolución imposible?
En parte es así. La arqueología es una ciencia “imposible”; de ahí sus muchos fracasos
interpretativos. Pero existe una salvedad, que es precisamente la que justifica la
naturaleza “estadística” de la arqueología. Lo que no se puede resolver para un
elemento aislado, puede ser resuelto para un conjunto de elementos relacionados. Es
decir, si bien un objeto o evidencia aislada no puede explicarse porque las soluciones
posibles al problema arqueológico de la causalidad histórica de esa observación pueden
ser innumerables, si llegamos a observar distintos efectos materiales entre los cuales se
pudiese fijar un cierto grado de asociación, podríamos inferir que están “relacionados”
porque tienen una causa común. Por ejemplo, no podemos saber por qué un hacha
concreta tiene una longitud determinada, no obstante, sí que podemos comparar todas
las hachas de un conjunto determinado y averiguar si todas las que tienen determinada
característica funcionalmente relevante tienen igualmente la misma longitud, por
ejemplo. O bien, averiguar si todas las hachas encontradas en una misma localización
espacial tienen la misma anchura. Unas hachas pueden ser semejantes entre sí y distintas
de otras hachas que son también parecidas porque fueron fabricadas con propósitos
distintos.
Veamos otro ejemplo. Es muy difícil, a veces imposible, saber por qué una tumba en
particular tiene una abundante composición (cantidad/diversidad de ajuar), o es de gran
tamaño (destaca por su volumen). Puede que sea la tumba del cacique local, de un
chamán, de una persona pobre, pero con muchos amigos, de alguien odiado y temido,
de alguien que murió en circunstancias especiales, etc. No podemos conocer el
“significado” concreto de cada elemento arqueológico, porque resulta imposible
“reconstruir” las motivaciones de los agentes sociales que lo produjeron o lo utilizaron.
Pero sí podemos averiguar por qué hay diferencias de composición o tamaño en una
necrópolis. Las tumbas son distintas porque las causas que las generaron fueron
distintas. Aquellas tumbas que tienen la misma cantidad y diversidad de ajuar fueron el
resultado de un mismo ritual funerario, distinto del ritual funerario de aquellas tumbas
que tienen distinta composición. Pero, ¿por qué es diverso el rito funerario?
Probablemente, porque la personalidad social de la familia del fallecido fuese diferente.
Sin embargo, eso no puede afirmarse únicamente a partir del estudio de la variabilidad
observada. Necesitamos conocer previamente cómo cada uno de los observables
arqueológicos se relaciona con un mecanismo causal para poder resolver esa cuestión.
Si no podemos precisar la causa individual, sí podemos llegar a definir causas más
generales. Da igual si la persona enterrada fue una jefa, una chamán o una buena o mala
persona; lo que importa es que su tumba es distinta del resto, y el grado y la naturaleza
de esa diferencia puede medirse y estudiarse.
Por consiguiente, para explicar la dinámica de la acción colectiva, para explicar los
procesos históricos de creación y transformación de las formaciones sociales no es
necesario averiguar por qué cada uno de los artefactos arqueológicos (los productos del
trabajo realizado por un grupo de personas relacionadas, precisamente, en razón de ese
trabajo) son como son o aparecen donde aparecen, ya que ese estudio resulta, en la
práctica, imposible, además de sin sentido. Tampoco necesitamos modelos universales
de acción colectiva para poder interpretar los observables arqueológicos como sus
realizaciones particulares. Se trata simplemente de buscar, identificar y medir la
cantidad y naturaleza de la regularidad/irregularidad, de la semejanza/diferencia, de la
homogeneidad/heterogeneidad, de la continuidad/variación de las consecuencias
materiales de distintas acciones sociales.
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Este principio general ha sido sistematizado por M. Leyton, 1992, Shape, Symmetry and Mind. The MIT
Press. Cambridge (MA).
El problema arqueológico se expresaría entonces de otro modo:
VARIACIONES
qué PRODUCCION
DIFERENCIAS son la causa de OBSERVADAS DE:
USO/CONSUMO TAMAÑO
en las acciones
de DISTRIBUCION FORMA
COMPOSICION
TEXTURA
LOCALIZACION
¿Por qué ciertas puntas de lanza tienen formas distintas? ¿Se debe a procesos de
producción diferentes, a que son productos de distintos talleres, de diferentes
procedencias, o bien el uso al que se destinaban era diferente?
¿Por qué los útiles líticos presentan diferencias en sus atributos visuales?
Asumimos que el uso de los útiles líticos (cortar madera, raspar piel, etc.)
modifica las características visuales de la superficie de ese útil. Son las llamadas
“huellas de uso”. El problema a resolver es entonces qué acción (de uso) explica
la variabilidad observada en la textura superficial de un conjunto de objetos
líticos. ¿Los útiles que sirvieron para cortar madera tienen la misma textura que
los que sirvieron para raspar piel fresca? ¿Es similar la textura superficial –
huellas de uso- de los útiles de sílex que sirvieron para cortar materias duras?
¿Por qué las puntas de proyectil de piedra aparecen fragmentadas de manera
distinta en distintos lugares? ¿Es posible que la abundancia de piezas enteras
muestre los lugares en los que las flechas se perdieron durante una cacería,
mientras que los lugares en donde abundan pedúnculos u hojas rotas indiquen
aquellas ubicaciones en las que las piedras se tallaban para avivar los filos?
¿Por qué las tumbas de cierta necrópolis son diferentes? Uno de los temas de
investigación recurrentes en la llamada arqueología de la muerte es,
precisamente, el estudio de la variabilidad social, en términos de la variabilidad
observada en el registro arqueológico. En este caso, la variabilidad observada se
refiere a la variabilidad en la composición de dicho registro, es decir, las
diferencias en el contenido de las tumbas. Cabría añadir también las diferencias
en la forma y en el tamaño de las tumbas. La causa de esas diferencias, esto es,
la variabilidad social, se puede entender de dos maneras: variación horizontal
(diferencias de género, esto es, entre hombres y mujeres), y variación vertical
(diferencias de riqueza) dentro de cada una de las categorías horizontales.
Fijémonos que en todos los casos nos estamos limitando a inferir qué acciones o qué
actividades pasadas pueden inferirse de la observación en el presente de ciertos patrones
concretos de variabilidad. Documentamos la acción colectiva en el pasado, pero no la
interpretamos. No explicamos por qué determinado grupo humano colonizó
determinado territorio, por qué determinado conjunto de personas se impuso a otro
grupo de personas, etc. Este tipo de preguntas casuales de la acción social también
tienen solución, del mismo modo como tienen solución las preguntas acerca de la
ocurrencia de la acción partiendo de la observabilidad de su efecto. Pero su análisis no
es objeto de estudio en este libro.