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Resumenes de Revelación
Resumenes de Revelación
La segunda frase expone la naturaleza de esta revelación. El Concilio sostiene a la vez, como
la Escritura (cf. Jn 1,14.18), que Dios es “invisible” y que se da a conocer, afirmando su
trascendencia y su libertad soberanas. En la superabundancia de su amor, Dios rompe el
silencio y se dirige a los hombres como amigos (palabra que se prefiere al término de “hijo”).
Esta expresión crea un clima: no se sitúa ya en la perspectiva de la apologética, sino que se
vuelve serenamente una exposición doctrinal. Adopta el lenguaje de la comunicación, del
encuentro, de la relación y de la invitación a la comunión. Por la revelación, Dios conversa con
los hombres (Bar 3,38) como la Sabiduría. El esquema dialogal sustituye al esquema de la
autoridad y la obediencia.
La tercera frase muestra la disposición concreta: la economía de la revelación pasa por obras
y palabras, según la solidaridad entre el ver y el oír que evocaba el prólogo. Pero aquí se trata
del “sacramento” original de la revelación. Los hechos confirman las palabras, y las palabras
dicen el sentido de los hechos.
La tercera frase muestra la disposición concreta: la economía de la revelación pasa por obras
y palabras, según la solidaridad entre el ver y el oír que evocaba el prólogo. Pero aquí se trata
del “sacramento” original de la revelación. Los hechos confirman las palabras, y las palabras
dicen el sentido de los hechos.
La palabra de Dios no sólo dice e informa, sino que obra lo que significa, cambia la situación
de la humanidad. Es activa, eficaz, creadora. Al hablar, Dios no tiene intención puramente
utilitaria; su palabra es de amistad y amor.
En primer lugar, en el hecho mismo de la palabra, Dios franquea la distancia, se hace cercano,
condesciende para asociar al hombre a su vida (en Dios coinciden el hecho de la revelación y el
hecho de nuestra vocación sobrenatural). Luego en la economía, en que la criatura amada,
interpelada y llamada es una criatura enemiga, rebelde. Dios se solidariza hasta asumir esta
condición creatural. En el objeto, la comunicación del secreto de su vida personal (Trinidad),
comienzo de una donación de Dios al hombre.
También la palabra de Dios en Cristo culmina sellándose en el gesto. Con la pasión realiza la
caridad que manifestó con su venida. La palabra articulada se hace palabra inmolada. La
palabra de Dios se agota hasta el silencio.
El testimonio es en su esencia, una palabra por la que una persona invita a otra a admitir algo
como verdadero, fiándose de su invitación como garantía próxima de verdad y en su autoridad
como garantía remota.
La palabra del testigo debe sustituir la experiencia para el que no ha visto. A nivel humano,
nunca puede ser la autoridad humana la garantía última. Debe ir acompañada de indicios y
signos objetivos que demuestren su valor. Se trata de la credibilidad del testigo: la fe humana
jamás podrá ser una fe de pura y simple autoridad.
Las personas sólo pueden ser conocidas por revelación; no tenemos acceso a la intimidad
personal a no ser por el libre testimonio de la persona. Y esto no ocurre sino bajo la inspiración
del amor.
Pueden señalarse algunas características de este encuentro. En primer lugar, Dios tiene
siempre la iniciativa. Su infinita trascendencia es también infinita condescendencia. Dios
imprime en el hombre el impulso que lo inclina hacia Él, verdad primera, supremo bien,
creando el fundamento ontológico por el que podemos hacer el acto teologal de la fe,
permaneciendo hombres y plenamente libres, siempre invitados. En segundo lugar, la opción
que exige es seria. Porque la palabra de Dios pone en juego todo el sentido de nuestra
existencia personal y el de toda la existencia humana. trata estrictamente de ser o no ser. La
muerte a sí mismo que esto supone no puede obtenerse por la simple contemplación del
mensaje revelado: es necesario que el amor nos seduzca. Por eso la palabra de Dios tiene en
Cristo aspecto y corazón de hombre para seducir el corazón del hombre. Sólo el amor
transforma un corazón rebelde en un corazón filial.
El que recibe la palabra de Jesús pasa de siervo a amigo, participa del conocimiento y del amor
con el Padre, el Hijo y el Espíritu; en su corazón habita ahora el amor con que el Padre ama al
Hijo y el Hijo ama al Padre; está y permanece en Dios. Ningún encuentro humano, por perfecto
que sea, puede llegar a tal grado de intimidad.