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El alcoholismo aísla del resto del mundo a la mayoría de los hogares que toca.

El padre quizás hizo


a un lado durante años toda actividad normal, como su participación en clubes sociales o
asociaciones de ciudadanos, o aun la práctica de un deporte. Al mostrar nuevamente interés en
estas ocupaciones, puede suscitar un sentimiento de celos. La familia piensa que tiene a papá
hipotecado y que, por lo tanto, no puede haber ningún beneficio para los demás derivado de tal
hipoteca. En vez de participar ellos mismos en actividades nuevas, la madre y los hijos le exigen al
padre una presencia casi permanente en casa, a fin de recuperar el tiempo perdido. Desde el
mismo comienzo, la pareja debe hacerse a la idea de que alguien tiene que ceder algo si se
pretende que la familia desempeñe un papel eficaz en la nueva vida que se anuncia. El padre
pasará necesariamente mucho tiempo con otros alcohólicos, pero esta actividad deberá estar
equilibrada. Puede entablar amistad con personas no alcohólicas y considerar con atención sus
intereses. Los problemas de la comunidad también exigirán su atención. Aunque la familia no
tenga contactos religiosos, quizá sus miembros deseen establecerlos con algún grupo y aun
convertirse en miembros de él. Estas relaciones podrían aportar mucho a los alcohólicos que se
burlaran de aquéllos que tuviesen convicciones religiosas. A causa de su experiencia espiritual, el
alcohólico descubrirá que tiene mucho en común con estos hombres y mujeres, aun cuando no
coincidan en varios puntos. Si no se pone a discutir de religión, hará nuevos amigos y encontrará
ciertamente nuevas formas de ser útil y de distraerse. Él y su familia pueden tomar un lugar
importante en el seno de estas agrupaciones. El alcohólico restablecido puede renovar la
esperanza y el coraje de sacerdotes, ministros o rabinos, los cuales consagran lo mejor de ellos
mismos a nuestro mundo turbulento. Nosotros proponemos lo anterior a título de sugerencia y no
como obligación. No pertenecemos a ninguna religión; no buscamos decidir por otros acerca de
ese tema. Le toca a cada quien actuar, haciéndole caso a su propia conciencia. Hasta este punto
hemos tratado cosas serias, a veces incluso trágicas. Tratamos sobre el alcohol en sus peores
aspectos. Sin embargo, no somos tristes ni melancólicos. Si los recién llegados no encontrasen
ninguna alegría ni buen humor en nuestra existencia, no querrían una igual para ellos. Nosotros
estamos plenamente convencidos de que hay que disfrutar la vida. Tratamos de no regodearnos
en el cinismo ante la situación mundial ni de llevar sobre nuestros hombros los pecados del
mundo. En cuanto vemos que alguien se atasca en el fango del alcoholismo, le prodigamos los
primeros auxilios y ponemos nuestros recursos a su disposición. Por él aceptamos con todo gusto
volver a relatar y a vivir, por así decirlo, los horrores de nuestro pasado. Pero aquellos de nosotros
que han intentado echar sobre sus hombros las penas de los demás, han sido aplastados por ellas.
Creemos entonces que la risa y la alegría pueden ser de una gran utilidad. Las personas del
exterior a veces se escandalizan cuando estallamos en risas por el recuerdo de una experiencia
pasada, en apariencia trágica. ¿Y por qué debíamos de privarnos de reír? Estamos ahora
restablecidos y hemos sido dotados con el poder de ayudar a los demás. Todo el mundo sabe que
casi nunca se ríen las personas con mala salud y las que raramente se divierten. Dejemos entonces
a los miembros de cada familia divertirse entre ellos, o separadamente, en tanto las circunstancias
lo permitan. Estamos seguros de que Dios nos quiere dichosos, felices y libres. No podemos
adherirnos a la idea de que la vida es un valle de lágrimas, aunque así lo haya sido en una ocasión
para muchos de nosotros. Pero es evidente que hemos sido nosotros los causantes de nuestra
propia miseria. Esta no es la obra de Dios. No inventemos la desdicha y saquemos provecho de los
problemas cuando lleguen, regocijándonos de la ocasión que se nos dé para demostrar toda Su
omnipotencia. Hablemos ahora de la salud. Un cuerpo que ha padecido las graves heridas del
alcohol no se restablece de la noche a la mañana, ni tampoco el pensamiento torcido y la
depresión desaparecen en un parpadeo. Estamos convencidos de que un modo de vida espiritual
es el remedio más poderoso para recuperar la salud. Para nosotros, que estamos restablecidos de
un problema grave de alcohol, la salud mental es un verdadero milagro. Pero también hemos visto
cambios extraordinarios en nuestros cuerpos. Es difícil que alguno de los nuestros muestre ahora
algún signo de la disipación pasada. Esto no quiere decir que no tengamos en cuenta los medios
de curación puestos a nuestra disposición. Dios ha provisto generosamente a este mundo de
buenos médicos, psicólogos y especialistas de toda clase. No dude en confiar sus problemas de
salud a estos profesionales. La mayoría de ellos se consagra a fin de que sus pacientes puedan
tener una mente y un cuerpo sanos. Trate de recordar que, aunque Dios ha realizado milagros
entre nosotros, no debemos subestimar a un buen médico o a un buen psiquiatra. Sus servicios
son a menudo indispensables para tratar a un recién llegado y para seguir sucesivamente su caso.
Uno de los numerosos médicos que tuvieron la ocasión de leer este libro en su forma manuscrita,
nos decía que comer caramelos podría ayudar a menudo al paciente, siempre y cuando el médico
diese su aprobación. Según él, todos los alcohólicos deberían tener chocolates al alcance de la
mano, en razón de su aporte inmediato de energía en los momentos de fatiga. Agregaba que los
caramelos eran recomendables para calmar la sensación de vacío que los alcohólicos
experimentan ocasionalmente en las noches. Muchos hemos descubierto que nos gustan los
alimentos dulces y que nos ayudan. Una palabra sobre las relaciones sexuales. Para ciertos
hombres, el alcohol se revela como un estimulante, de modo que ellos abusan en este sentido.
Hay parejas que se sienten consternadas al descubrir que el alcohólico que cesa de beber ahora da
señales de impotencia sexual. A menos que se comprenda la razón de esto, el hombre puede estar
emocionalmente abrumado por este problema. Algunos de nosotros hemos vivido esta
experiencia, sólo para disfrutar después de algunos meses una intimidad aun más hermosa. No se
debe titubear para consultar a un médico o a un psicólogo si la situación persiste. Hasta donde
sabemos, existen pocos casos en que el problema haya durado mucho tiempo. El alcohólico puede
encontrar dificultad en restablecer relaciones amigables con sus hijos. Su joven imaginación fue
afectada mientras él bebía. Sin que lo digan, podría ser que detestaran a su padre por lo que les
hizo a ellos y a su madre. Los niños son a veces capaces de una dureza y un escepticismo patéticos.
Se muestran incapaces de perdonar y de olvidar. Esto puede durar meses y terminar mucho
tiempo después que su madre haya aceptado el nuevo modo de vida y la nueva forma de pensar
del padre. Pero a la larga ellos comprenderán que su padre es un hombre nuevo y, a su manera, se
lo harán saber. Y cuando esto se produzca, ellos podrían ser invitados a unirse a la meditación de
la mañana y a tomar parte en la diaria plática, sin rencor y sin tomar partido. A partir de ese
momento, el progreso será rápido. Estos reencuentros dan a menudo resultados maravillosos.
Independientemente de que la familia acepte o no vivir sobre una base espiritual, el alcohólico
deberá hacerlo si quiere restablecerse. Falta que los demás puedan creer, sin sombra de duda, en
su nueva orientación. Para la mayoría de los miembros de una familia que ha vivido con un
alcohólico, ver es creer. A propósito, aquí está un caso. Uno de nuestros amigos era un fumador y
bebedor de café empedernido. No hay duda de que su consumo era excesivo. Deseosa de
ayudarlo, su esposa comenzó a reprochárselo. Él reconoció que exageraba, pero decía que no
estaba dispuesto a dejar de hacerlo. Su esposa, que era de las que encuentran algo anormal en
estas prácticas, se puso a hostigarlo a tal punto que su intolerancia acabó por provocarle un
acceso de cólera. Se emborrachó. Es cierto: nuestro amigo estaba equivocado, totalmente
equivocado. Debió admitirlo dolorosamente y se puso a restablecer sus relaciones personales con
Dios y con su esposa. Aunque hoy es un miembro muy activo de Alcohólicos Anónimos, aún fuma y
bebe café; sin embargo, ni su mujer ni nadie lo juzga por esto. La esposa, a su vez, también debió
admitir que había hecho mal en insistir en dicho asunto, cuando su marido se restablecía
rápidamente de males mucho más graves. Para este propósito tenemos tres dichos, que son:
PRIMERO LO PRIMERO VIVE Y DEJA VIVIR POCO A POCO SE VA LEJOS

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