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DRUIDA.
Esta novela y fas que componen la colee
cion se hallan venales en las librerías
siguientes.
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jOrnfta,
LAS RUINAS
DE
$ai©]2^®^a
ahucia:
IMPREMTA DE CAMVERTZO.
I"> propiedad de la casa
de Cabre ri: >.
INTRODUCCIÓN-
SAîTEEB>IHHÏS&
DRUIDA
T
J
- ' o s primeros rayos del día princi-
piaban á dorar los muros rogizos de
Lutccia (1) ; la ciudad empezaba á
ö
parecer poco á poco al traves de los
v
*pores que se elevaban de los pan-
tanos circunvecinos ; aun no se veia
^na sola barca en el rio ; nada turba-
ba el silencio de los campos , y ya
Ul
*a ¡oven druida anhcina'ndose al dia
había dejado su apacible morada. Sus
f Hoy Pan's»
2
largos y negros cabellos ondeaban li-
bremente sobre los blancos hombros;
sus mejillas habian perdido el color
que las asemejaba á la rosa , y todo
anunciaba en ella un profundo dolor;
mas el abatimiento no habia podido
borrar la dulce magestad de sus fac-
ciones , y parecia la diosa pálida de
las tinieblas, huyendo de los prime-
ros rayos de la aurora.
— »¿ Hasta cuando, mi querida Teo*
dora ( le dijo Larisa, su compañera
y amiga fiel ) , hasta cuando alimen-
taras en tu pecho el profundo dolor
que te aflige? Implora el favor omni-
potente de los dioses , de quienes eres
Sacerdotisa ; mil veces me ha dicho
ini padre que no se les ruega en
vano."
— »Ya he fatigado mucho tiempo á
los dioses con mis plegarias (respon«
dio la Sacerdotisa ) ; mas siempre
3
permanecen sordos á mi lastimera
Vo¿. Hluchas veces , en medio de la
obscuridad de la noche, me he acer-
a d o al rio en actitud suplicante, he
sumergido en sus aguas la blanca la«
fia de las ovejas (1), y panales de olo-
rosa cera ; y ya he hecho correr por
'a superficie del agua chapitas ligeras
de oro ó de plata sin mezcla alguna:
¡mutiles ofrendas! ¡sin duda debo mo
Vl
r! ¡ Ah ! ¿que seria de mí, sin tu
tierna amistad? No conozco cual es
!l
*i familia ; ignoro quien soy yo mis-
^a , y solo sé que nací en los hermo-
sos campos de Italia, y que prisione-
— * — — . ^ — — ^ — — — — ^ — — — — • ~ — — —
l,
os. Vengo ;í reclamar mi hijo ; uni«
c
° bien gue tengo en la lierra. La
•atna de tu generosidad ha Iterado
«asía el campo romano, y no dudo
S l, e calmarás mi aflicción , devol-
Riéndome mi hijo.11
— »Extrangero (respondió Hilde-
r|
co) : tu hijo está acusado de un gia-
v
e crimen/'
•— »¡ Lin crimen ! Te engañan, Ilil-
«Wo."
Kl anciano iha á continuar; mas
Tacio le interrumpió, diciendo:
— «¡Vil cristiano! (pues lu atrevi-
^ienio no me deja dudar de que per-
teneces á esa secta sediciosa ) : tiem-
bla de hacer caer sobre ti y tu hijo el
r
*Yo de los dioses."
VA druida se detuvo lanzando so-
bre Leoncio y su padre una mirada
Cu que estaba pintado todo su odio.
— »Ll Dios á quien sirvo ( dijo el
50
ancianocon voz tranquila dirigiéndose
a llilderico) me manda que perdone
a este insensato el furor que le anima.
Voy , pues, á hablar á tu grande a l -
ma un lenguaje digno de ella. ¿ T e
acuerdas de la legion Paulina que
mandaba el valiente Severo ?"
—»Nunca la olvidare (exclamó Hil-
derico, apoyando en la mano dere-
cha su cuerpo medio levantado): nun-
ca la olvidaré, porque Taranis castiga
á los ingratos. Aun lengo bien pré-
senle el dia de dolor y vergüenza en
que caí en su poder atravesado de he-
ridas en las orillas del Ródano. ¡ Que
generosos cuidados tuvo Severo con-
migo! Le debo lodo ; la vida, y lo
que es mas que la vida, la libertad."
— »Pues Severo y sus valientes sol-
dados no existen ya ( añadió Probo,
que asi se llamaba el anciano ) ; todos
aquellos héroes eran cristianos , y Ne-
51
r
pü los ha hecho degollar. T e horro-
b a r i a s si te refiriese sus suplicios.
Aquellos terribles leones no opusie-
io
u resistencia alguna a sus verdugos,
y murieron fieles al emperador que
*°s inmolaba (1). ¿Te acuerdas tam-
bién de aquel viejo centurion que te
Condujo en sus brazos , arrancándole
de los de la muerte , y que después
§<úó tus pasos trémulos hasta fuera
de las lineas romanas?"
— » ¡ Desgraciado ! Sin duda habrá
perecido también."
— »Mírame;" dijo Probo.
Fijando entonces Hilderico la vista
*n el romano, como un hombre que
renueva memorias borradas por el
tiempo.
• ••• —
FIN.
LAS RUINAS
DE
PERSEPOLIS.
**ibro traducido del latin c ilustra
do con varias notas
VALENCIA
•s
1852
PROLOGO.
C
h a b i d o es cuan célebre ha
s
*do entre los orientales un
sacerdote de Menüs llama-
do ASMOLAN, que floreció en
^enipode los Tolomeos. Orí-
genes y Tertuliano hablan de
s
Us viages y saber con un res-
Peto, que le hace mas honor
r
{ue los sufragios de toda la
dación egipcia. A él parece
a
ludir S. Agustín cuando pon-
derándolos conocimientos as-
tronómicos de los sacerdotes
110
de Menfis, dice que los de'
bieron al infatigable celo à&
uno de sus predecesores, qi*c
viajó largo tiempo por bis rc^
giones orientales, consultó*
los sabios de todos los países, jf
visitó indislin lamente los te ni*
píos de los griegos, las cueva*
de los magos, las torres de lo$
caldeos, las pagodas de los in'
dios, y las sinagogas de los
judíos.
Parece no caber duda en
que fueron los discípulos de
Zoroastres los sabios que mas
contribuyeron á su instruc-
ción desde que lo hemos visto
en los preciosos documentos
publicados par la sociedad de
1U
r i
j a c u l a . La misma dio tarn-
en á luz el manuscrito ^rie-
^°>cuya traducción ( i ) oire-
m o s al público; manuscrito
l^ce contiene el fundamento
I la sabiduría de Asmolan, ó
l que es lo mismo, la singu-
* r ^ventura que le hizo he-
te
clar los. libros de Zoroastres
fiando la persecución dcSar-
^ñápalo habia separado ó ex-
lií
*guido á sus prosélitos.
p e i n a b a en Egipto cl tercero de
;°s Tolomeos, cuando Asmolan (a),
tóven sacerdote de los templos de
salid de Alejandría deseoso
^e viajar por Asia , é instruirse en
a
sublime doctrina de Zoroastres.
obelaba llevar al templo de Isis sus
^ a *imas mas saludables f ¿ iluminar
c
°n ellas el espíritu de los que, lle-
n
°*de santo celo, resistían las espan-
t a s pruebas de la iniciación rb).
travesó las sagradas ondas del Nilu
116
y las doradas arenas de Heroóp0'1*'
visitó el antiguo templo de los hc"
breos, y adoró al Dios terrible q11
dictara en Sinai el admirable códig
de las obligaciones del hombre. D c '
jando á su espalda estos célebres lu*
gares, internóse hacia los pueblo*
que florecían en lo interior de Asia;/
después de haber recorrido las escue-
las de Palmira y las riberas del Orón*
tes sin hallar discípulos dignos l'°
aquel gran filósofo, concibió el aU'
daz proyecto de visitar las cuevas de*
Monte Tauro , donde le habían di-
cho se ocultaban los que hacian pro'
fesion de la sublime ley de los magos.
Pero tampoco encontró allí Jos sa'*
bios que andaba buscando, v fasti-
diado de sus inútiles correrías, casi
persuadido de que la sabiduría y ' a
virtud fuesen nombres vanos, deter*
minó volverle a M culis, y postrarse
117
*te las aras de Isis para pedirle per-
°ti del movimiento de orgullo que
e
hiciera buscar en otras leyes que
11
las suyas el tesoro de las ciencias
^ *as provechosas máximas de la mo-
•**• No obstante, el disculpable deseo
e
no volver al colegio de los saccr-
°lcs sin algunas nociones en orden
" l a historia de los pueblos y de las
, a fin de cubrir en cierto modo
* futilidad de sus viages, le sugirió
* ldea de admirar la magestuosa cor-
éate del Eufrates, las soberbias lor-
Cs
de Babilonia , v los magníficos
ç
$tos de Persépolis. Ya desde enton-
j * bailaba mas gusto y amenidad en
s
lugares que corria, y en las gen-
s
que casualmente trataba: los tem-
P ° s > baños públicos y anfiteatros, le
acaban los progresos que hicieran
? 'a civilización, asi como la ¡nocen-
la
ó relajación de las costumbres el
9
118
influjo de sus sacerdotes, ó la purc*
de su moral. No tanto admiró efl
opulenta Babilonia las murallas y '°
jardines como los observatorios astfG'
mímicos y el profundo saber de ^
que contemplaban allí la brillant*
de los planetas y su armonioso mo v,/
miento. Embelesaba al filósofo eg!P'
ció aquel cielo limpio y purísimo d
la Asiria, de donde parecían despre**'
derse durante la noebe globos de r^
fulgente luz , alumbrando las fértil*
campiñas con misterioso resplandor
Y cuando iluminaba la luna tan V0'
luptuoso y encantado pais, estrella'11'
dose sus rayos en las susurrantes h°'
jas de los arboles que crecian juiito B
Eufrates, ó en los mármoles de l°*
infinitos arcos que adornaban utf1
ciudad, edificada al parecer paras**"
vir de habitación v de recreo a' *°
señores del mundo, caia en prof*10'
119
5|
mo arrebato , creyéndose trans-
i t a d o á celestiales regiones, ó á
s
mágicas escenas que tanto des-
d e c í a n á los iniciados de su templo.
. girábase entonces en el suelo; cu-
r,
a su frente con el manto de blan-
Io lirio, y ocultándola en el polvo,
*bfc gracias á la diosa de su culto de
berle inspirado el pensamiento de
J*Uar los celebrados paises de los
*r*os y Artajerjes.
,^l fin fue preciso dar un adiós á la
^dad de Semíramis, y abandonar
j r* siempre el suntuoso cuadro del
i| Pío de Belo , la delicia de aqu~e-
,° s jardines , la gigantesca elevadíon
.. 'os observatorios, las sabrosas pla'-
*s de los sabios (c) que filosofaban
. silos , y otras maravillas suma-
t,r enie gratas al sacerdote de Isis, por
_ e^erle la idea luminosa de las cien-
s
» y el animado cuadro de la pros*
• •
120
peí ¡dad de las arles. Aun despu eS ^
muchas horas de haber salido " e
bilonia, admiraba Asmolan pOr *
cercanías el primor de arcos in*111
les, la riqueza de lujosos acucduC*
la grandeza y solidez de los m*u*
leos , y el caprichoso dibujo de *
ma'licos vergeles. Estos mouuiwefl j
anunciaban desde lejos al y ¡age»'0
asiático esplendor de aquel P u e j
famoso un tiempo por su anciana
sabia y su juventud guerrera, cC
bre ahora por su refinada mohc>e *
su oriental blandura.
Si el corazón de Asmolan hubie'
sido bastante débil para corrompi-
en vista de tanta magnificencia $
lección que recibió en las ruinas
Persépolis fuera suficiente á desv
necer aquella impresión. Tronco?
columnas primorosamente
labrad
arcos suspendidos en el aire an11
(¡t 121
I» ^do Jas prolongadas galerías que
. ^aron, y por entre las cuales se
Cubrían las colinas de aquel des-
udo horizonte ; pórticos que solo
^Servaban de su antigua grandeza
*Co sonoro que resonara en ellos;
, M a s próximas á hundirse dando
^ea de suntuosos templos ó pala-
° s de reyes t pirámides en fin iudí-
"do las tumbas de grandes señores,
J ^sentáronse a los ojos del atónito
Sf
Aolan asi que descubrió el vasto
atï
*po por donde se extienden los
. stos de la ciudad mas hermosa que
* n edificado los hombres. El sol der-
; ^aba su ardorosa lumbre sobre tan
'^ociosos escombros : ningún ser
Vi • . •
V|
cnte interrumpía la quietud de
Cuellos campos: a veces un ave pa-
S^ra atravesaba por ellos ó se divi-
d a n por entre las columnatas me-
10
arruinadas los camellos de las ca-
122
rabanas ; pero muy pronlo sc d cSV
necia la ilusión de ver reanimarse c °
su presencia aquel lúgubre desicr* '
y todo volvía á caer en el reposo *
la quietud del sepulcro.
Sentóse sobre una esfinge el s*Cc'
dote de Menfis, cebóse en la cabe2
el sagrado manto , y apoyándola e
su diestra empezó a dar rienda á rt*e
lanedlicas reflexiones. Fija la vista &
aquel bosque de ruinas acordáb»5
de que pocos años antes presenta
el aspecto mas imponente y magni**'
co. Poco á poco se fue exaltando $l#
fantasía, y trayendo continuamente
la memoria los dias en que Persép 0 '
lis era la admiración y delicia del ui*1'
verso , elevó en su acalorada menlC
aquellos denegridos escombros, sü$*
pendió otra vez las galerías , levant
palacios, torres, pira'mides y ten1'
píos , y reconstruida de repente ' a
123
r
*iDa del desierto, poblóla de sus anti-
c ò s moradores , y figuróse distinguir
*^ti por entre los pórticos y los jar-
e e s las aguerridas legiones de Ciro,
'°s orgullosos sátrapas de Memnon,
°s sacerdotes de iJclo , y el carro
'^unfal por último del invencible
alejandro. Y pasando súbitamente á
'* imprevista ocurrencia que arruinó
**ntas maravillas, estu vo contemplan-
do al endiosado Macedón en medio
^e sus capitanes, y como agitando
flamantes teas se presensaba ante su
trono su querida Tais (rf) suelto el ca-
bello, descubierto el pedio, para ani-
darle á pegar fuego a' la capital de Da-
*lo, y aplacar de esta manera los ina-
nes de los bijos de la Grecia muertos
*n aquella campana. Viole eu seguida
deja'udose arrebatar de tan frenético
delirio, corriendo al frente de sus
Cortesanos y guerreros, sacudiendo
124
resinosas maderas con la misma
mano
que blandía la espada conquistado1**
del mundo. Dentro de un momen 10
deslumhraron sus ojos las voraces H8*
mas que subían hasta el cielo, de5'
quiciando unos edificios reputados l ' c
indestructibles y eternos según er*
su grandiosidad y solidez. Huían la*
gentes en visto del universal extrago»
acosábanlas sus enfurecidos vencedo'
res y traspasaban el corazón de As-
molan los alaridos de tañías victimad
y el horroroso estruendo que forma*
ban cayendo torres, obeliscos y t e '
chumbres.
Arrebatado al fin con la ma'gia de
tales pensamientos, hizo un movi-
miento involuntario para correr ha'c»a
el bullicioso t u m u l t o , v rasgándose
con esto el velo de sus ilusiones, siiS'
piró profundamente al verse de nuevo
en medio de amontonadas ruinas, q u e
12J
precian ocultar su propia desolación
y aridez en el corazón del desierto.
— »¡O pueblos! exclamó exten-
diendo los brazos sobre los polvorosos
escombros , ¡ ó pueblos que elevasteis
tanta grandeza ! ¿donde se baila vues-
*ro poder colosal y aquel espíritu de
dominación que os hizo avasallar
dantas naciones ocupan la tierra des-
de el mar Rojo basta el mar Caspio?
¿donde está vuestro valor ? ¿donde el
tesoro de tanto saber y aquel lujo su-
Nrfluo que alimentaban á porfía las
^aciones del Asia, procurándose ya
1*S niel es mas exquisitas del polo, ya
'as telas que brillaban con los vivos
^olores que jaspea el sol debajo del
ecuador , ya pescando las perlas y el
c
°ral en lo profundo del mar, ya ex-
c
avando el oro purísimo de subterrá-
neas cuevas? ¡ En valde hubiera yo
v
<*n¡do á buscar enlre vosotros balu-
126
dables ejemplos de sobriedad , mod*'
ración y mansedumbre : en valde la*
preciosas máximas de la filosofía y lu*
saludables lecciones que encuentra
abora en estas estériles ruinas ! Yacet*
bajo de ellas los antiguos guerrero*
que resistían toda suerte de fatigas»
y los modernos sa'trapas que solo pO'
dian reclinarse sobre lechos de rosa*
y respirar el ambiente de blandos aro-
mas. Duermen igualmente so el peso
de tantos escombros las pasiones enér-
gicas ó afeminadas que los dominaban
y el bullicioso espíritu de discordia
en que muchas veces ardían. ¿Por que
callan los poderosos y los valientes?
¿ Por que no se mueven los que hicie-
ron temblar a' Milcíades y a Temísto-
cíes ? El persa adorador del sol t el
asirio que se inclina ante I>clo, el
griego que cuelga guirnaldas en las
selvas de Pafos y de Olimpia , desean"
127
s
&n amontonados en este sitio cual si
üunca se hubiesen odiado , ó no ani
toaran sus esqueletos las embraveci-
das pasiones de la enemistad, de la
Venganza y del furor. ¡O Persdpoüs!
si hubieras acogido en tus orgullosos
pórticos á los sabios discípulos de Zo"
r
oastres , no se corrompiera tu juven-
tud belicosa , ni vieras por el capricho
de UÍKI muger impúdica arruinados
los monumentos de tu antigua pu-
janza !M
Dijo , y con precipitados pasos em-
pezó a' andar por cnlre aquellas labra -
das piedras cual si esperase de ellas
alguna respuesta a' sus exclamaciones.
Ya el sol iba declinando Lacia su oca-
s
0 , y la luz que derramaba era mas
blanda y menos ardiente. La luna ele-
vaba desde el lado opuesto su risueña
foz, y a pesar de no poder aun distin-
guirse su misterioso resplandor, leíase
128
en su purísimo disco la esperanza de
una noche templada y hermosa. Per*
cibíase de cuando en cuando la trUte
canción del arabe , que al frente dé
sus camellos atra\esaba el desierto,
y los lúgubres acentos de las aves
nocturnas que estremecían el aire con
sus alas, alzándose repentinamente de
aquella ciudad de sepulcros.
Deseoso Asmolan de pasar alli la
noche para dedicar cl dia siguiente ¿
la contemplación de las preciosidades
artísticas que brillaban en las ruinas,
andaba buscando entre las columua«
tas y templos, que aun fe mantenían
en pie, un sitio donde guarecerse, ó
donde hubiese elevado el pastor soli-
tario su caediza cabana. Al revolver el
a'ngulo de un pórtico oyó pairos de-
tra's de sí y el sonoro ruido de un ro-
page ondeante. Volvióse tapidamente
y vio uu anciano venerable, cu cuyo
129
^batido aspecto se advertían las vir-
tudes de lodo un siglo. Retrocedió el
filósofo y estuvo a' punto de hincarse
de rodillas , creyendo descubrir algu-
na de las divinidades tutelares que se
babian adorado en aquellos templos;
pero el extrangero lii/o tin movimien-
to de respeto hacia el sol, que ya se
*ba magestuosamente ocultando entre
'as ag.uas del golfo pérsico, y detú-
vose Asmolan cual si admirase en él
Uno de los antiguos sacerdotes que ci-
vilizaron el Egipto, ó de los sabios
que le dieron leyes en el floreciente
reinado de Sesoslris. Grave y apaci-
ble á un mismo tiempo, respirando
sus acciones inocencia y magestad,
naba margen el augusto desconocido
* las sospechas del sacerdote egipcio
tpic aguardaba maravillado y confuso
le dirigiese la palabra para salir de su
misteriosa iucertidurnbre. Pero solo
130
después de haberse inclinado ante el
astro del dia, dejó percibir noble y
sonoro acento soltando reposadamen-
te la voz ú semejantes razones.
— »He o'n lo la exclamación que ha*
hecho sobre este campo de ruinas, J
vengo á ofrecerte la hospitalidad. ¿Te
sena desagradable descansar mientras
duren las sombras de la noche en I*
cabana de un anciano que no posee
mas bienes en la tierra que las virtu-
des que puede ejercer? Siento no
poderte halagar con ofrecimientos mas
espléndidos : pero si esos alca'zareS
que nos rodean hubiesen presentado
un aspecto menos orgulloso, no atra-
jeran sobre sí la cólera de los conquis*
tadores. Una cabana manteniéndose
Grme en medio de grandes monumeo*
tos que yacen por tierra t es lección
profunda para los que aman la virtud
y tienen el tesón de practicarla. Sen*
131
lö
ianse nuestros hijos en las ruinas de
^uilonia, mientras devorarán las are-
^ s del desierto las orgullosos duda-
o s de Tebas, Menfis y Palmira. Lu-
C|
rá u n (¡empo en que se destruya la
^mirablearmonía del universo y todo
Se
convierta eu ruinas los genios
*tliigos del hombre llorarán entonces
8
obre ellas su deplorable destino y el
e
' no haber podido revocarlos decre-
tos d e | Altísimo, que en su divina
C(
*lera habrá borrado hasta la leve
opresión de sus huellas/ 1
—-»Guiadme, ó padre , respondió
•^s'nolan ; guiadme á la choza que os
Slr
ve de morada. Acaso hallare eu
*"a la pura sabiduría que vanamen-
e
he buscado hasta aqui. Mas me
^ai* instruido las graves razones que
jabais de dirigirme, que cuanto
J e leido en los templos de la Siria y
e
la Persia. Paréccmc descubrir en
132
vos cl verdadero sacerdote del espí'
rilu increado que vivificad universe
f Ah ! instruidme en los atributos d¿
la divinidad , en las ceremonias de1
culto y en los deberes del hombre«
— »La divinidad, hijo mió, se hoO*
ra con la clemencia y la justicia; 1'
inocencia y la sencillez quiere qi>*
sean el homenaje que le rindan lo*
mortales mas bien que la sangre iifl'
pura de las victimas ; y los deber**
del hombre <:onsi>ten en practicar to*
da suerte de virtudes hospitalarias.
He aquí en breves palabras cuanto
debes saber para dar muestras d¿
gratitud a' los favores del cielo y ser
amado de tus semejantes en la tierra«
Pero ven á mi alvergue, donde des*
cansara's de lus fatigas, y haremo*
que reine entre los dos aquella blau*
da familiaridad que es el mas saluda*
ble recreo de la virtud.'1
153
Pasmado el filosofo egipcio de oir
. lenguaje tan noble por la grandio-
^ad de las ideas, como persuasivo
* elocuente por la blandura y senci-
,e
'z de las palabras , siguió ú pasos
e
*Uos al exlrangcro hasta entrar con
*' en su solitario retiro. Consistia en
^fia choza, que se apoyaba en las
Cismas ruinas, dentro de la cual se
^otabaa instrumentos de astronomía,
v
*rias vasijas de barro con flores, y
^versas estatuas , recogidas sin duda
tor los escombros de Perse'polis, en
as
que se admiraba el cincel de hííbi-
*s artistas. Veíase también sobre una
hesita sabrosa colación de frutas, le-
c
he y m ¡ e | , y en uno de los rincones
^ e la choza dos lechos tan humildes
c
°iHo los demás objetos que acabamos
^ describir. Chocaba en medio de
aû
U pobreza un calculado desorden,
c
°tofus¡on ingeniosa, culto y esmerado
154
aliño y extremada pulidez. Si bien *°
presentaba la cabana cosa alguna (li;
remotamente indicase la voluptuo^*1
holganza ó las superfluidades del lv)0i
no sé que idea brillaba allí de cultuí*
y meditación filosófica , que efica*'
mente prevenia á favor del sabio nio*"
tal que la habitaba.
Notó Asmolan todas las menudea'
cías que llevamos referidas, y iflg*
inclinado con este examen á forifltf
ventajoso concepto de las virtudes y
el saber de su huésped, suplicóle -l
sirviese revelarle cual era su patria
la creencia que abrazaba y el motiv°
porque vivia tan distante délos hort1'
bres y como sepultado en los cél^'
bres escombros de Perse'polis.
— »Os lo dire , amigo mió , respon
dio el anciano : aquel que alli veis &
un esclavo que me sirve f á quien an*0
como a' hijo. Él y este perro que &
135
*<*rocuando llegasteis componen toda
^} familia. ¡ Ah ! no créais que la mal-
ician del cielo ine persiguiera en la*
°s términos que no haya probado las
Alicias de padre y esposo ; pero des*
Sacias imprevistas en medio de otras,
jfae me causó la cólera de los bom-
r
fcs , me obligaron á huir de las ciu*
^des y á sepultarme en el desierto.
^4 u i descansarán mis huesos en me*
"*o de los varones ¡lustres que pere-
C|(
-ron en el incendio de esta ciudad
^¡liante, populosa y corrompida.
e
ro mientras llega la hora de que
*eposeis de vuestras fatigas t escn*
j^ad las desgracias del anciano que os
^°speda, desgracias que tal vez os
^rán alguna luz en vuestra peregri-
nación por la tierra."
dentáronse ante la cabana los dos
^'ósofos cuando ya la luna derrama-
^a su tibio resplandor en las amonto-
. •
136
nadas piedras de las ruinas y las abrí1'
sadas arenas del desierto. El escla^
del exLrangero echóse á las planta-
de su dueño , y junto a' él el perro le**
que les ayudaba á cazar las fieras d
aquellas vastas soledades. Asmóla
apoyado el codo sobre una cornil
antigua , tenia fijos los ojos en el ap*'
cible rostro del anciano, qirieu de*'
pues de haber levantado los suyos *
cielo, empezó su relación en esto*
términos:
—»Nací en las orillas del mar Ca'*'
pió, y desde mi tierna infancia vest1
doble coraza, embracé el escudo /
ne tuve otra ocupación ni objeto q ^
endurecerme en las fatigas de la guei"
ra. Alcance por grados lodos los eifl'
pieos de la milicia , hasta llegar a M-;
uno de los mas acreditadoscapitanesd^
Sardanapalo. Diome entonces el man'
do del ejército destinado contra 1*
137
^rnienin , cou el que debía atravesar
P°r las ásperas gargantas del Ca'u-
a
so; pero las delicias de la corte y
* corrupción de las costumbres ha-
,a
n afeminado los corazones, extin-
guido la nobleza de los ^sentimientos,
P°r manera , que el amor de la pa-
t}
^j el enérgico impulso de la gloria,
°ran absolutamente ignorados de mis
guerreros.
*Con semejantes hombres mire co-
^ ° imposible triunfar : perdidos ba-
cilas campales, y los armenios ocu-
pando las revueltas mismas del Ca'u-
Ca
$o, que hube de abandonar, ame-
l a r o n tragarse el imperio de los
a
rmatos. Despertó Sardanapalo de su
e
*argo, y como la crueldad y la
obardía se manifiestan siempre con
SUal vehemencia en los malos prín-
J^Pes, hizo una paz humillante con
üs
armenios, y ordenó horrible per-
138
secucion contra los magos. Estos ifl*'
gos eran discípulos de Zoroastres, q ü
vivían en paz en los mas ocultos v*'
lies del Cáucaso, cultivando la tieft*
y pagando exacta y respetuosameo^
los tributos. El único crimen de q l,e
se les acusaba era el de adorar el sol*
Mandáronme pues perseguirlos, e*'
terminarlos sin compasión como e
medio expiatorio de que se valia Saf'
danapalo para aplacar la cólera de lo*
dioses.
Wis bárbaros soldados, que tai*
cobardemente combatieron contra lo*
enemigos , desplegaron la mayor aC*
tividad para perseguir unos hombre
pacíficos é indefensos, que no opO'
nian la mas leve resistencia á sus bol"
rosas crueldades. A pesar de los e 5 '
fuerzos que hice para suavizar su if*
brutal, los infelices filósofos eran a f '
raneados de sus cabanas, del sileo*
139
c,
oso retiro de sus grutas, y arras-
trados a las hogueras, á las cruces y
* cuantos suplicios imaginar podia la
8
tuil impiedad de mis guerreros. La
Sangre de aquellos infelices regaba
c
u válele los campos, que cultivaban
c
on tanto esmero, ó salpicaba las
•ras donde ardia el sacro fuego, im-
perfecta imagen del eterno espíritu
Sue vivifica el mundo. Cada día se
¿aerificaban nuevas víctimas, y se in-
tentaban nuevos tormentos á fin de
«alagar la superstición del ba'rbaro
Monarca , que pretendía ganarse el
favor del ciclo con asesinatos, en vez
de aplacar su indignación a' fuer/a de
Virtudes.
»Cien veces estuve tentado de tirar
f
ttis insiguias de general y huir de un
e
jercito tan inútil para vencer, como
* propósito para servir de instrumen-
to a la crueldad ; pero deteníame el
140
deseo de salvar las vidas de cuanto*
se acogían á mi clemencia. A vec£*
usaba del ardid de interpretar la le/
en beneficio de aquellas víctimas ; a
veces daba á entender haber recibido
instrucciones secretas de perdón , f
aunque semejante conducta me atra*
jera los sarcasmos y murmuraciones
de los soldados, hacia frente con ge*
neroso pecho a' sus venenosas quejaSf
con tal que pudiese salvar alguno*
discípulos de Zoroastres.
»Un dia hallándome pensativo en IIH
lienda por el justo afán de poner tér-
mino á tantas calamidades, conduje-
ron tumultuosamente á mí presencia
a un anciano y ú una joven a quienes
sorprendieran mis guerreros sacrifi-
cando al sol. Mil de ellos atestigua-
ban el crimen ; y por mas que procu-
ré disuadirles de darles la muerte, ci'3
vano mi empeño por cuanto los mis-
141
^os prisioneros me la pedían como
^toa gracia.
— »Hiere , exclamaba el anciano;
c
°nfieso que soy reo del crimen de
Cr
eer que no bay mas que un Dios,
**£ adorarlo en su mas brillante ima-
ften , en aquella ima'gen que se honra
c
°n el primero de los atribuios de la
q|
v»nidad derramando en nosotros lo-
Uíl
suerte de beneficios. Foy reo de
Pensar que este mismo Dios me baya
a
do un alma inmortal que sera cas-
'.v'íílü si se deja dominar de brutales
Pasiones , y recibirá un premio si se
c
°Oserva en toda su pureza: de creer
^ u e este Dios omnipotente ama a los
^pnibres que crió, sufre las calum-
bas de los malo?, y á veces prueba
°fi desgracias las virtudes de los bue-
0s
•
. Él bace brillar el dia para
i
el es-
Ua
y el persa ; para el sirio y el or-
^ o i o , divididos entre sí acerca del
142
modo de adorarlo: irrítase con '°
fenicios el sacrificarle hecatombe
compadece á los caldeos que se hiO'
can de rodillas ante una serpiente f -
a los habitantes de las riberas del G a**'
ges cuando se bañan en sus aguas p e ^
suadidos de que tienen la virtud "
regenerarles ; pero perdona su ig**0'
rancia , disculpa su superstición . ¿
solo detesta a' los barbaros que mfl''
tratan y persiguen. He aqui mis do?'
mas, he aqui toda mi creencia: hi¿r
y salva a' esta doncella , pues solo y
soy causa de que haya adoptado í:l1'
pura y saludable doctrina/ 9
— »No, n o , exclamó la joven; Jc
soy la que debe morir en vez del àF
crepito autor de mis dias. ; Ah ! 50'
brndo veis que solo le quedan algufl^'
auroras de existencia: ¿que sacafi*^
de manchar vuestras manos en la rí,,r
gre de un anciano que dentro d e p 0 '
145
c
° descansará en la tumba?.... hallo*
^e por el contrario en la verde ju-
v
*ntud, y os ofenderla largo tiempo.
"^volvedcontra mí esos aceros, huir
^dlos en la sangre de mis venas míen-
o s perdonéis la vida a un infeliz que
*0 tiene necesidad de vosotros para
^orir muy en breve. Evitais asi a
Vu
estra conciencia un crimen inútil, y
r
Gun¡s contra quien mas largamente
° s iusulta los tormentos que prepa-
r á i s para entrambos."
»Estas palabras, esta generosa por-
,a
. la avanzada edad del padre, la
Vileza , In juventud , la inocencia de
* hija causaron en mi pecho una emo-
^l°n imposible de pintar, e hicieron
^"otar ardientes lágrimas de mis ojos.
*— »Yo absuelvo á estos delincuen-
^si exclamé ; los destierro de la Sar-
^•cia, y prohibo que nadie los mal-
ote."*
144
— »Lo manda cl rey , gritaron lo*
soldados: binólos entregas á nuesti"0
arbitrio para que los arrojemos en '*
hoguera, eres culpable de alta tra1'
ciou ; y rebelde á las órdenes d&
monarca "
»Estas voces sediciosas circulan de
fila en fila, y va creciendo por lod»*
partes el tumulto. Gefes y soldado*
gritan traición y venganza , y los 53'
cerdotcs de Sardanápalo cubren 1*
hipócrita frente con el manto , y b*'
cen otros ademanes de horror. Ho5'
tigado por ellos, osa un temerario 1$'
yantar su lanza amenazando a la jo'
ven maga , y me arrojo furiosísima
contra e l , y lo dejo tendido á ml>
plantos revolcándose en su prop1*
sangre.
» Retiraos a las tiendas, gr¡t°
con voz de trueno a los revoltoso*1
retiraos, y esperad en ellas el cas*
145
^go de tanta insolencia."
Sin duda había en mí fiereza y en
**i acento algo de imponente y ter-
r í f i c o debido á la protección del
(
-'Ho , pues que aquellos soldados y
c
**pitanes , endurecidos en la cruel-
dad f y cebados con el expccta'culo
^ los suplicios, oyeron sosegadamen-
te mis amenazas, v se retiraron sin
Murmurar a' sus respectivos cuarteles,
^n silencio profundo, hijo del res-
feto ó del temor, reina súbitamente
*** el campamento , y me aprovecho
**Ure tanto de aquella coyuntura
*Vorable para que descansen en mi
l
^nda el anciano y su hija, mientras
escurro un oportuno medio de sal-
arlos.
» Os confieso, ó joven extran-
jero , que la belleza y la dulzura de
a
% lierna Olimpia me inspiraban un
iteres algo mas vivo que la piedad.
146
El movimiento de ofrecer su cabez*
por la de su padre , las lágrimas qllC
bañaban su rostro , y la afectuosa $$'
misión que brillaba en todas sus ac-
ciones , abrieron profunda herida eh
rni pecho» inspirándome la resolución
de morir primero que causarla la n>£'
nor desgracia. Determinado á salvat"
les ó á perecer con ellos , coloqué d*
centinela varios soldados, que supon'3
fíeles, con la prevención de noticia*"
me cuanto ocurriese en el campamefl'
to. Hacia la media noche percibí á 1°
lejos el sordo ruido de un tumulto*
que iba creciendo por grados y aprO'
limándose á mi pabellón. En efecto!
aguijoneados mis guerreros por 1°*
sacerdotes de Sardanapalo y los c*'
pitanes que se hallaban descontento*
de la justa disciplina que les hacia ob'
servar, proferían amenazas de inu^1"
te y exterminio, y alta y osadam*0'
147
0
pedían mi destitución y mi cabera.
*•& vano quisieron algunos apaciguar
"luel desorden: no era fácil reducir
'«'• obediencia á los que se bailaban
amados de un espíritu de ambición
J venganza.
*Hidaspes, el venerable padre de
l i m p i a , bañado el rostro en llanto,
^ arroja eulouces á mis pies, y con
1)5
trémulos brazos ciñe mis rodillas.
— »Vuestros dias se ven amenazá-
is, exclama: el fuego de la sedición
**elve ú circular por las filas, y hu-
j**e& en el vasto campo la estrepitosa
°guera de la discordia. ¡Ab! salvaos;
*Uad una muerte que nos llenaría
^ horror , ó de lo contrario correré*
° s con mi hija á presentar nuestras
*kezas á esos tigres para que respe-
û la del virtuoso adalid que losman-
• Pero mejor fuera que huyeseis con
° s otros, y quisierais participar de
148
nuestra humilde cubana , adonde n°-
llevaría oculta y solitaria senda. Y*'
nid , no perdais momento, ó nos v e
reis perecer antes que esos verdugo*
os hagan la mas leve ofensa."
»Mientrasasi me hablaba el anci*'
n o , Olimpia me arrastraba blanda'
mente fuera de mi tienda. El temo*
de comprometer sus dias queriendo
hacer alarde de una resistencia inútil»
y el imperio que la hermosa maga ib*
cobrando en mí, me hizo ceder á s ^
duplicados esfuerzos. Abandoné pu<?*
aquel desastroso campo, y siguiendo
a' Hidaspes y a' Olimpia , atravesé u*
espeso bosque que nos condujo á cief
ta cabana tan metida en sus revue»'
tas , que desde luego la miré como c*
mas seguro v retirado asilo.
»El hijo de Hidaspes, el hermaflu
de Olimpia , el joven y amable Fora*
min, iba dando vueltas vertiendo
149
Cargas lagrimas en derredor de aque-
ll silvestre morada. Buscaba á su her«
^ana y á su padre , lamentaba su lar-
Jft ausencia , y en cuanto los vio llegar
hozóse a' sus brazos y apretóles ena-
guado contra su corazón palpitante,
^po bien presto de ellos mismos el
Peligro que corrieron y cuanto luce
»° para salvarles : vuélvese entonces
*cia liií, arrójase á mis plantas, bé-
"n».• las manos , las inunda en llanto,
' **o cesa de darme muestras de un
Zatico agradecimiento. Enternecido
1
ver su inocencia, su alegría y los
*bciosos vínculos que unían a' aque-
j * familia en medio del desierto, lo
Va
nto , lo abrazo y resuelvo pasar
te dias entre Olimpia , Farasmin é
. ,(*aspes, y profesar una religion que
s
piraba con tal vehemencia los mas
'Ces y sagrados deberes. Suplico al
c
tano que se digne instruirme en la
11
150
sublime moral de Zoroastres y derr**
mar en mí corazón la semilla de un**
virtudes tan puras y respetables.
— »Nuestro culto , respondióme
es muy fácil de comprender. No tfe'
ne misterios, no tiene geroglificos &
ceremonias secretas; sus máximas tcc'
5
tificait el juicio , y se hallan sus ley«
en nuestro propio corazou. ¿Veis e$*
sol , antorcha del mundo , padre ó*
la naturaleza y bienhechor de la l¡£f#
i a , sin el que sería estéril e infecti**
da; ese sol , amigo mió, que nun**
cesa de vivificar y producir? puesad'
mirad en él el emblema de Dios , '*
representación de su poder , el sím*
bolo sobre todo de su infinita bondad*
No es que adoremos al astro del o1'1
sino que lo veneramos como la imag^
del Criador : be aquí nuestro pr¡m^r
dogma. Por lo dornas, amar este $e*
tierno y bienhechor , temer su jus*1'
151
:a
) confiar en su misericordia , culii-
?*r la lierra , hacer bien a los boin-
a s , sea cual fuere su creencia v sus
píos, y en la duda de si una
fcion es buena ó mala abstenernos
e
cometerla , son los preceptos de
ü
estra moral, el código de uueslros
oberes. »
Adtpîrado quedé al oir discurrir
Hl|el anciano con tanta sabiduría y
a
geslad. Una creencia tan sublime
Rencilla , una creencia que mandaba
» *°s perseguidos corresponder con
o f i c i o s á la rapacidad y al odio de
s
tiranos ( 1 ) , me pareció la linioa
!
L i asi ron om i i .
180
inexplicable ; cierta armonía cele5*
tial y misteriosa, cuya causa intent»'
ron vanamente descubrir. Semejan**
embeleso procedia de haberle enS^'
fiado Zoroastres que solo hay ü**
Dios que rija y dé impulso al univef
o , solo un sentimiento que nos b*'
ga felices en realidad , y solo V*f
ciencia que venga á ser como la pl*'
mera entre todas, laque las cor*1'
prenda , rectifique nuestro juicio
ilumine nuestra razón , v nos hag*
admirar esta sublime y armonio**
correspondencia del mundo físico y e
mundo moral. Asmolan fue el <\V*
empezó a' publicar en el oriente est*5
ideas , que primero sirvieron de b*s
á las sabias declamaciones de Hier 0 '
fantes y demás sofistas de la escud*
de Alejandría ; y pasando después
la Grecia, fundaron los mas celebra
sistemas, y prepararon la bella ß'°'
181
s
°fi'a que resplandeció mas tarde en
j^ceron, Marco A u r e l i o , Lucrecio y
hirió. Cuando los sacerdotes Chip-
is .
^ s , embelesados a la luz de las e v -
ocaciones de Asmolan, le pregunta-
a
n dónde habin ido a recoger las ba-
es
elementales de su sabiduría , y á
e d i t a r el asombroso sistema que
as
gaba el velo a Î.» madre Isis ; sis-
Cí
íia «ne hacia reconocer en un solo
O|
os el alma del m u n d o , la felicidad
e
* corazón en la templanza de la
,r
tud f y el secreto de las ciencias en
s
revoluciones y movimientos de
°s astros (i), respondíales casi con
Snmas : solo hallé al hombre sabio
J
virtuoso meditando e n t i e sepulcros
y . . i
J V|
vicndo bajo humilde cabana en
. c dio de ellos. ¡Ah! si deseáis las
. giraciones del genio , si aspirais a
I C r en las estrellas y á despreciar
s
Vanidades del m u n d o , no os en-
15
182
cerréis , o amigos míos, en las org11
llosas ciudades de Alejandro y Ae$e
sostris, atravesad las arenas, pen e
trad por el desierto , y corred par
meditar en estas cosas a' las solilar|íl
ruinas de Persdpolif.
X O I A S.
N • ,
-L- i o por vana ostentación de
ilustrar csla traducción del
señor Wilson le añadimos las
notas que van á leerse y sino
porque las materias de que
trata, ó los objetos por me-
jor decii á que alude, piden
algun comeiilo para lectores
poco versados en antiguas ce-
remonias y costumbres. Ade-
l a s ; estamos persuadidos de
^ue nunca es inútil manifes-
tar las ideas que puedan con-
tribuir á dar luz acerca de
>untos dudosos, y vidas de
{îombres célebres de la anti-
güedad, aunque se haga con
cierto amago de crítica , v no
dando fácilmente crédito á lo
que nos dicen los historiado-
res modernos.
187
ASMOLAN.
INICIACIÓN.
N i.
» 'a piedra ntgra , objeto particular
l **> veneración de los musulmanes.
. ' Peregrinos dan siete vueltas en der-
°r de esta torre, pronunciando cier.
. c *cl am aciones v observando di feren*
* Pract icas supersticiosas.
; * Dos coliuas que se elevan en el
I r ior recinto de Ja Meca y recorren
,j P C r e grinos mahometanos practican-
j. 'Sua lm cute diversas ceremonias y
*ft S* ' c " n s o r ü s u profeta y tuvo,
c. °u sus sectarios , muchas rcvela-
es
del cielo en urden al establecí-
ni r»
lo
y la propagación de su ley.
194
plebeyos, ¡í hombres virtuosos y
hombres corrompidos, á ignorante',
á sabios ; no hubo quien los acatas^
tuviese en algo, así como cebó la cO
sideración que se grangearon los &*
roñes de Alemania desde que hor^.
guearon en el mundo los barones d
sacro imperio.
Era crimen de gran cuenta reveja
el secreto de estas asambleas relig1 .
sas; secrefo de bien poco atractivo
se considera cuati pronto degenera**0
en sociedades de ignorantes y pre*u
midos , dirigidas por charlatanes <r
pretendían los honores y el asc^1
diente de interpretes de la diviniu*
Los atenienses condenaron ú muer
i Diagoras por haber gastado alg*'11
chanzas acerca del himno de
y según Aristóteles estuvo Esquila
pique de ser apedreado por solo v®
correr un tantico el velo á las b e "
195
Quería de la iniciación eleusina en una
desús tragedias.
Kn cuanto a los que pretenden ver
^d¡cada la descripción de ellas en el
'¡bro sexto de la Eneyda, desearía-
mos reflexionasen para salir de su er-
r
0r, que Virgilio vivía bajo el reioa-
^o de un príncipe que juntaba á sus
v
or¡as hipocresías la de querer pasar
P°r iniciado y clemente. Asi es que
Horacio, su favonio, mira semejante
^velación como un sacrilegio :
r
j¡. «i raptons eqnos amataque ctirru
tr
a tcnarioj caligantcsqne profunde
14
198
No poco contribuyeron á la extin*
clon de las fiestas eleusinas los deâ^
órdenes que se cornelian en sus cere*
nionias nocturnas. Su escándalo Ja5
hi¿o ya reformar eu Grecia durant*
Phebum.
Jam mihi cernuntur trepidis de l u ^
moveri
Sedibus et clararn dispergere culn11
lucem
Adrcntum testata Dei : jam mag*1
ab i ni is
..<
And i tur fremitus terris templuifll
remugit
199
' a guerra del Peloponeso, y abolir en
Roma dieciocho aùos anles del con-
sulado de Cicerón.
»Te coofieso que en una de Jas dan*
*ôs nocturnas del templo de Céres
*r¡unfe' de la virtud tau decantada de
*U hija;"
i A ulularía.
2 ¿ Cur ocultare ct ab¿<;ondcre ijtn^'
201
A la sociedad de los templarios se
te hizo cu tiempos de Felipe el her-
boso la misma inculpación que á los
Viciados de Grecia y Roma. Toda la
c
nstiandad se manifestó escandalizada
c
ori la lectura de los inmundos deli-
tos que se suponían cometidos bajo
**s bóvedas del templo, donde era
Q
pmion que igualmente resonaban se-
diciosos gritos de rebeldía , trama'n-
a
Ose conspiraciones terribles y san-
8l,iriarias. Sin embargo de que igno-
r
*ttios si tales demasías fueron obra
Qe
la bumana flaqueza , ó acusación
de
la maldad v la envidia , ello es que
l,
üjeron contra sí el fulminante ana-
d i a de los papas y el riguroso cas-
HISTORIA.
TAIS.
ZOROASTRES.
Si ha sido realmente Zoroastres el
209
primero que anunciase á Jos hombre«
fcsia virtuosa máxima : en la duda de
** una acción es buena ó mala, abs-
tente de cometerla , fuerza es mirar-
lo como el mas respetable filósofo de
1* antigüedad después de Confucio.
Ahora, si tan bella lección de moral
üo se halla en otra parte que en las
<-¿en puertas del Sadder , agradez-
cámosla al autor de esta obrita, ú pe-
s
*r de las ridiculeces en que abunda.
Pero ¿quien era este Zoroastres,
c
«yo nombre tiene algo de griego,
s
¡endo asi que nos lo suponen natu-
ral de Media? Los parsis actuales lo
Sainan Zaralhrusl, y dicen que no es
*l único varón celebre que se haya
hombrado asi. No obstante, nosotros
s
°lo tenemos noticia del último de los
^oroastres.
Los viageros franceses Chardin y
Tavernier nos han dado alguna luz
210
acerca de este filósofo por medio de
los sectarios que aun conserva eú
India y en Persia, los cuales vivetf
despreciados de las gentes y smner*
gidos en la miseria. También el d o c
tor H y d e , catedrático de árabe e ö
Oxford , pretende ¡lustrarnos sobr¿
este punto , á pesar de la dificulta1*
que bailamos en que le baya sido y0'
sible adivinar la lengua que bablabat*
los persas del tiempo de Cii o, ni coD'
frontarla con el lenguaje algo ina*
moderno de los adoradores del fuego*
Suplicamos al reverendo docto*-
que nos perdone hi paladinamente
decimos que nada bemos bailado
de curioso en cuanto refiere acere*
de los pobres ignícolas , exceptuando
aquellos dos versos del famoso Sadí*
cuvo sentido es el siguiente:
»Aunque haya conservado un per*
»sa el fuego sacro durante todo n n
211
*s¡glo, no por eslo deja tie arder y
»asarse si tiene la desgracia de caer
>en él."
Con todo, las noticias publicadas
por el catedrático de Oxford alboro-
taron de cascos a cierto joven fran-
c s , basta el exlremo de hacerle to-
*uar la singular resolución de irse á
Persia y á India , y buscar en aque-
llas regiones la moral del filósofo de
que hablamos. Verdad es que Pitá-
goras , Platon , Apolonio y otros mu-
c
hos hicieron viages al oriente en
busca de la sabiduría ; pero ninguno
sufrió tantos peligros, ni manifestó
constancia tal en la empresa, como el
toozo une hemos cilado. Su resigna-
c
'on y esfuerzo nos parecen aun ma-
yores cuando vemos que efectivamen-
te tradujo del original los libros atri-
buidos á Zoroastres.
No deja de ser satisfactorio para
212
este varón, poco menos que fabuloso,
que un ingles escribiera su vida en
el siglo decimoctavo, y un francesse
haya ido á preguntar á los pordiose-
ros gauros lo que sabían de su anti-
guo legislador. Pero lo mas gracioso
de todo es, que contándose también
entre sus biógrafos dos autores ára-
bes de primera nota, estas cuatro bis*
torias, á saber; las de los arabes, la
del doctor Hyde , y la del intrépido
francés, se contradicen maravillosa-
mente unas á otras. Por ejemplo*
Abu-Mahammet Mustafa dice que el
padre de Zoroasli es era un indio, que
se llamaba Espirttamnn. Bau dar vi,
el segundo de los árabes que hemos
dicho , afirma que era judío : el cale*
drático ingles le da por patria la Per*
sia, y el joven de las Galias se empe-
ña en hacerle medo con tanta tena-
cidad , como si hubiera asistido a su
213
^acimiento. He aqui de qué modo se
acribe acerca de los sucesos que se
pierden en los tiempos de Ja fábu-
' a , sin que se convenzan los hom-
bres de que en Jas historias profanas
*l empeño de averiguar ciertas co-
*** debe mirarse como solemne teme-
ridad. La fábula es prima hermana de
*a historia.
No queremos fastidiar à los léelo*
re
s con referirles las innumerables
Patrañas que ensartan sobre esto
^ e s t r o s dos vecinos ; pero si quisié-
ronos para su edificación y la nues-
^a que los Zoroaslres, los Mercu-
r|
os, los Trismegtstas y cuantos legis-
ladores y filósofos de aquellos tiem-
P° s ensalzan continuamente los p e -
s t e s , viniesen a tener una confe-
^ c i a con Locke, Newton, Bossuet,
Q
con , Pascal, y otros mil sabios de
^ e s t r o s dias. Parécenos que harían
15
214
un papel bastante desairado, á pesar
de todos sus arimanes, serpientes Y
{jeroglíficos. Convengamos en que
son buenas algunas de las máxima*
que se suponen dictadas por tales sa*
bios ; pero guardémonos de atribuir*
les el supersticioso don de una cien*
cia, verdaderamente milagrosa para
los tiempos en que han florecido. £*
de calcular t]ue las nociones astronO'
micas que hicieron célebres á los dis*
cipulos del gefe de los magos, fueron
recogidas por ellos en los admirable*
observatorios de Babilonia y Pers**
polis, y no de las instrucciones q , | e
les diera el falso profeta de su culto«
MAXI¿MAS DE ZOROASTRES-
I.
IV.
V.
VII.
VIII.
IX.
1
Por verdadero que desgraciada-
mente parezca este precepto , es fuerza
0|
We$ar que su perniciosa practica ha-
la
mas egoístas que prudentes.
218
X.
XI.
XIV.
PIRÁMIDES.
MITHRA.
ASTRONOMIA.
La segunda*
»Vi ¡
II