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Filosofar

para seguir creciendo

Carlos E. Echeverría Laureate International Universities


F I L O S O FA R
para seguir creciendo
F I L O S O FA R
para seguir creciendo

Carlos Eduardo Echeverría Coto

Universidad Gregoriana en Filosofía


Roma, Italia

Maestría en Tecnología Educativa


ILSE Grupo de Investigación Universidad Almeira

Profesor de Filosofía, Axiología y Ética


Universidad Tecnológica Centroamericana
Datos de catalogación bibliográfica

Echeverría, Carlos E.

FILOSOFAR PARA SEGUIR CRECIENDO

PEARSON EDUCACIÓN, México, 2008

ISBN: 970-26-1495-3
Área: Filosofía. Universitarios

Formato: 18.5 × 23.5 cm Páginas: 128

Editor: Maria Elena Zahar Arellano


e-mail: maria.zahar@pearson.com
Supervisor de producción: José Hernández Garduño

Diseño de Portada: Diana Echeverría Mondragón

PRIMERA EDICIÓN, 2008

D.R. © 2007 diseño y tipografía por


Pearson Educación de México, S.A. de C.V.
Atlacomulco 500-5° piso
Col. Industrial Atoto, C.P. 53519,
Naucalpan de Juárez, Edo. de México

Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Reg. Núm. 1031.

© Carlos E. Echeverría, sujeto a licencia de Pearson Educación

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o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea
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sin permiso previo por escrito del editor.

El préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso de este ejemplar requerirá también la autorización
del editor o de sus representantes.

ISBN 10: 970-26-1495-3


ISBN 13: 978-970-26-1495-1

Impreso en México. Printed in Mexico.

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cecheverriac@unitec.edu
www.unitec.edu
Estimados estudiantes y docentes de UNITEC:

Me da mucho gusto saludarles y poner en sus manos este libro de texto


que es parte de un innovador proyecto dirigido a Ustedes.

La Universidad Tecnológica Centroamericana está comprometida desde


1987, año de su fundación, con la calidad y la excelencia académica al
punto de ser un estilo de vida en permanente mejora, que les involucra a
Ustedes y también a los recursos y metodologías de enseñanza y apren-
dizaje propios de las diversas carreras profesionales que ofrecemos.

A inicios de los 90’s UNITEC incorporó el modelo educativo centrado en


el estudiante y apoyado en tecnologías de vanguardia para dar respues-
ta a los retos que el mundo global plantea, a tal punto que actualmente
esta Universidad forma profesionales y ciudadanos en Honduras que
sean capaces de desenvolverse competitiva y exitosamente en los esce-
narios del mundo globalizado.

La alianza estratégica que hemos emprendido con el Grupo Editorial


Pearson es garante de la calidad que encontrarán, no sólo en los con-
tenidos temáticos de los libros de texto con estándares internacionales,
sino también en su diseño didáctico y a la incorporación de los recursos
que permitirán el trabajo autónomo y personalizado vía web, tan caracte-
rístico del estilo de aprendizaje en la sociedad del siglo XXI.

Este esfuerzo complementa la sistemática profesionalización de los do-


centes mediante el Sistema de Excelencia en la Enseñanza, conocido
como Programa SENECA, que les posibilita el perfeccionamiento de su
práctica, convirtiéndose en el sello de la docencia en UNITEC.

Auguro condiciones muy favorables donde el aprendizaje será inevitable,


no sólo durante sus años de formación profesional sino durante toda su
existencia: Que les persiga el deseo por avanzar, por descubrir nuevas
cosas, por ampliar el conocimiento acerca de lo que somos y a dónde
vamos, pero sobre todo ayudando a construir el camino que elegimos
¡Que cosechen muchos éxitos y satisfacciones!

Fraternalmente

Román Valladares
Rector de UNITEC
A Vilma Mondragón, compañera en la vida y permanente
asesora profesional, por ser quien es; por sus sugerencias
oportunas en materia didáctica y por su diálogo filosófico.

A mis alumnos del CEUTECT-UNITEC del 2007,


y a todos aquellos para quienes el filosofar
no sólo es una obligación, sino un placer.
Es mi deber agradecer a Diana Echeverría por la
realización de la portada, a Beatriz Echeverría
por su apoyo en la impresión de borradores y es-
caneo, y a todos mis hijos por los comentarios
y críticas valiosas que me permitirán mejorar mi
pensar y mi actuar.

Anticipo agradecimientos a mis nietos Diego,


Sebastián, Andrea e Isabella por la misma razón,
ya que, aunque aún no lo saben, me ayudarán a
validar lo que aquí escribo.
Contenido

Introducción xv

Capítulo 1
Mirando dentro de sí 1
Autoconocimiento 1
Ser en contexto 6
Lectura 7
Ejercicio 8

Capítulo 2
El sentido de la vida 13
Lectura 19
Ejercicio 23

Capítulo 3
Del conocer al conocimiento 27
La temprana necesidad del conocimiento 27
Lectura 35
Ejercicio 37
XII CONTENIDO

Capítulo 4
Filosofía, ciencia y método 39
El conocimiento científico 39
La filosofía y las ciencias 41
El método 42
Lectura 45
Ejercicio 48

Capítulo 5
El mundo de los valores 51
Los omnipresentes valores 51
La axiología 52
Naturaleza del valor 53
Origen del valor 54
Categorías y jerarquías del valor 57
El valor como criterio de selección y de acción 59
Coherencia y compromiso 60
Lectura 61
Ejercicio 63

Capítulo 6
Los valores y la cultura 65
Cultura y diversidad de valores 65
Dinámica social de los valores 67
Conflictos axiológicos interpersonales 69
Lecturas 72
ejercicio 75

Capítulo 7
De la moral a la ética 77
Moral y ética 77
Fundamentación de la moral 78
El acto moral y el juicio moral 80
Libertad 82
La conciencia moral 83
Problemática actual y relativismo moral 85
Lectura 87
Ejercicio 92
CONTENIDO XIII

Capítulo 8
Profesionalismo emprendedor 95
La profesión 95
El valor del trabajo 96
Ética profesional 97
Compromiso personal y comunitario 98
Formando emprendedores 99
El espíritu emprendedor 101
El liderazgo 103
El espíritu de servicio 103
Lectura 105
Ejercicio 107

Referencias 109
Introducción

Los últimos años del siglo XX y primeros del XXI han estado dominados por
el posmodernismo. Sin tratar de hacer un balance entre sus elementos, que
considero positivos (apertura hacia el pensamiento de otros, tolerancia, etc.)
y los negativos (relativismo moral, relativismo epistemológico, etc.) —tarea
en la que se involucraron en años recientes autores de todo el mundo (como
Camacho, 2002),1— es pertinente en el presente texto referirse al llamado
“desfondamiento de la racionalidad”. Esto equivale a cuestionar la validez
de la razón para llegar a una verdad aceptable y aprobada universalmente,
cual conviene a la ciencia, o, al menos, admisible y aceptada por amplios
colectivos que suscriben una visión similar del ser humano, el mundo y la
vida (por ejemplo, desde la filosofía) o que comparten una misma vivencia
cultural.
No es la primera vez que se pone en duda la capacidad racional, des-
de el escepticismo griego, pasando por otros escepticismos, relativismos y
antiintelectualismos de toda laya, ni será la última. Y como antes, también
ahora se debe enfrentar la paradoja de afirmar la inseguridad universal, con
la sola certeza de esta única afirmación.
Si la época reciente ha cuestionado de tal modo la racionalidad, mal
negocio es para la filosofía, que tiene en la actividad racional su princi-
pal herramienta creativa y su principal instrumento de crítica y de cambio.
No es de extrañar el poco aprecio que, junto con el abierto desprecio y la
mucha ignorancia en relación a ésta, se le ha otorgado hasta en la propia

1Camacho, Luis (2002), ”Las voces de la resistencia: reacciones contra el relativismo en

epistemología y filosofía de la ciencia”. Revista de Filosofía, Universidad de Costa Rica, volu-


men XL, núm 100, EUCR, San José, Costa Rica pp. 29-35.
XVI INTRODUCCIÓN

institución universitaria que la filosofía misma contribuyó a fundar —en el


doble sentido de establecer y de fundamentar—, y en donde, históricamen-
te, ha tenido también su baluarte. Aun con el antiposmodernismo que re-
cientemente ha surgido como resultado de una inevitable razón dialéctica,
se intenta todavía minimizar y hasta desterrar la racionalidad filosófica de
los centros educativos.2
En un siglo de extraordinario desarrollo científico y tecnológico, el filó-
sofo continuará dando su aporte, por lo menos en tanto subsistan brechas
—carentes de razón científica, pero existentes y profundas—. El filósofo
construirá puentes entre las ciencias naturales y las sociales, entre el tec-
nologismo y el humanismo, entre la ciencia y la ética, fomentando el pen-
samiento crítico y alertando en contra de los dogmatismos de la razón y la
arrogancia de quienes creen ser dueños de la verdad.
Pese a ello, algunos insisten en que la filosofía podría haber agotado su
quehacer. ¿Habrá llegado al fin o a la muerte de la filosofía?

“Desde que el hombre moderno se atrevió a pensar por su propia cuenta, nos
ha invitado ya a la ‘muerte de Dios‘, a la ‘muerte del capitalismo‘, a la ‘muerte
del socialismo‘, a la ‘muerte de la metafísica‘, a la ‘muerte de la filosofía‘, a
la ‘muerte del hombre‘, al ‘fin de las ideologías‘, al ‘fin de las utopías‘, al ‘fin de
los imperios‘, al ‘fin de los colonialismos‘, al ‘fin de la historia‘. No es necesario
ir muy lejos para tropezar con una procesión o con una iglesia llena de fieles
fervientes, para ver que Dios no ha muerto. Tampoco se necesita indagar muy
profundamente para toparse con ideologías, utopías y otros ‘difuntos vivos‘.”3

Estoy convencido de que, pese a pretéritos y futuros atentados, la raciona-


lidad seguirá tan campante como siempre y, con ella, su hija predilecta: la
filosofía. Lo que, como sabemos, no es ningún antídoto contra el error, ni
—peor aún— ninguna garantía de que atenderá como es debido la que yo
considero su más noble misión: contribuir a orientar, dar rumbo y sentido a
la vida cotidiana de los millares de mujeres y hombres que transitamos por la
vida durante unas cuantas décadas.
A esa misión están dedicadas las siguientes páginas, a sabiendas de que
no puede alcanzarse fácilmente sin el auxilio del profesor-facilitador o del
filósofo-amigo que oriente, conduzca la reflexión o la discusión, y permita
que fluyan con espontaneidad, pero con método, la tertulia, el debate y el
diálogo entre muchos pensantes o deliberantes. Si tan sólo se lograra con
estas páginas sacar de la modorra existencial o intelectual a algunos, nos
sabríamos caminando en la dirección correcta.

2Savater, Fernando (2005), “¿Adiós a la filosofía?” El País, España, 25 de mayo, citado en El

heraldo, 26 de junio, año xxv, edición 8142, Tegucigalpa.


3Serrano, Augusto (1995), La aventura del conocimiento, Ediciones S.e.H., Tegucigalpa,

p. 428.
INTRODUCCIÓN XVII

Este libro pretende ser una reflexión acerca de uno mismo y de su entor-
no. Quiere ayudar a comprender al mundo y la vida, pero sobretodo a com-
prenderse y a comprometerse. Aunque está dirigido a jóvenes universitarios,
no tiene por qué ser necesariamente un libro de texto. No obstante, podría
servir a ese propósito con un sílabo o una guía didáctica adecuada.
En varios de los programas de educación secundaria en Centroamérica,
el curso de filosofía está dedicado a hacer un apretado cuento (mejor que
recuento) de la historia de la filosofía, y a pasar revista a las principales
disciplinas filosóficas. Aunque tales contenidos hayan sido bien manejados,
pudiesen objetarse, ya sea por su pretensión enciclopédica o por la distan-
cia que guardan con las realidades de nuestra sociedad. Pero su existencia
obliga a hacer otra cosa a nivel superior, por lo que parece oportuno recu-
perar el carácter cuestionador y formativo que un primer curso universitario
puede tener en la perspectiva de una formación general como parte consti-
tutiva, no divorciada, de la formación profesional.
No es vano recordar que el éxito de tal curso no se mide por una califi-
cación aprobatoria, sino por los conceptos, procedimientos y actitudes que
pudieren desde él ser generados, tanto más si no duran un periodo académi-
co sino que tienen un efecto residual durante muchos años.
Por cierto, no hay formación profesional integral sin formación humana.
No se entienda esto como esferas separadas, ni siquiera complementarias; el
profesional es una unidad que no se maneja de modo esquizoide; es decir,
por un lado, su ejercicio profesional y, por otro, su vida privada. Aunque
lo anterior no descarta que debe haber momentos en que lo uno no debe
interferir con lo otro, no es menos cierto que no puedo escindir lo que soy,
lo que creo, lo que pienso o lo que siento. Los diversos ámbitos en los que
actuamos reciben de nosotros el efecto de nuestra única personalidad.
Las personas que nunca se pudieron acercar al auténtico filosofar, o no
recuerdan con agrado la filosofía que alguna vez quizá mal estudiaron, tie-
nen muy consecuentemente una idea muy peregrina acerca del asunto. He
oído decir, por ejemplo, que la “filosofía” de tal entrenador de fútbol con-
siste en “ablandar” primero al adversario. También escuché recientemente a
un profesional mencionar que él no perdía tiempo “filosofando”, sino que
se dedicaba de lleno a la acción.
Espero que estos tales y otros prójimos que piensan o simplemente ha-
blan de esta suerte puedan entender —si es que llegan a leer y a interiorizar
todo esto— que la filosofía es una actividad muy digna y muy seria, abso-
lutamente vinculada con la vida y la cotidianidad (aunque, claro está, con
una gran capacidad para trascenderlas) y que puede llegar a ser apasionante
y, para algunos de nosotros, francamente adictiva. Vale la pena dedicarle
tiempo.

En Garabandal de la Ciénega,
Santa Lucía,
octubre de 2007.
C apít ulo

1 M irando
dentro de sí

Tienen ojos y no ven…


Jerem ía s, V, 21

Autoconocimiento
La primera tarea de la fi losofía, no en el orden de aparición
histórica sino en importancia —por lo que debería ser tam-
bién la primera al iniciarse en el fi losofar—, es la del propio
conocimiento. Se atribuye a Sócrates el haberlo planteado
en primer término:

—SÓCRATES. ¿Sabríamos cuál es el arte que mejora la calidad


del calzado si no conociésemos el zapato?
—ALCIBÍADES. Imposible.
—SÓCRATES. Y según esto, tampoco sabríamos qué arte per-
feccionará la hechura de los anillos si no conociésemos
el anillo.
—ALCIBÍADES. Cierto.
—SÓCRATES. Avancemos otro paso. ¿Podríamos saber qué
arte mejora al hombre de no saber quiénes somos noso-
tros mismos?
—ALCIBÍADES. Imposible.
—SÓCRATES. ¿Y puede darse que sea una bagatela conocerse
a sí mismo y que fuese un bobo quien escribió aquellas
1
2 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

palabras sobre el templo de Delfos4, o se trate, por el contrario, de una cosa


difícil y no apta para todos?
—ALCIBÍADES: Me ha parecido, Sócrates, que es cosa de todos, pero tal vez se
trate de una tarea extremadamente difícil.
—SÓCRATES. ¡Bien! Puede, Alcibíades, ser fácil o no, pero para nosotros el
problema es éste: si nos conocemos a nosotros mismos, conoceremos tam-
bién el cuidado que debemos tener con nosotros mismos; si no, no lo co-
noceremos nunca.5

Y el dilema sigue siendo conocerse o no conocerse. Pero desde el punto


de vista del proceso de humanización, entendido en el orden generacional
como el conquistar nuevos y superiores estadios de humanidad, y en el orden
individual como la tarea de realización personal; no cabe otra alternativa real:
hay que conocerse. O dicho de otra manera: no podemos —moralmente
hablando— dejar de interrogamos acerca de nosotros mismos, como indi-
viduos y como especie.
De esta suerte, la primera pregunta fi losófi ca es: ¿quién soy? Pero aten-
ción con dar respuestas superfi ciales. En el plano de las relaciones sociales,
cuando se me hace tal pregunta, me basta con contestar: “ soy Carlos, Diego,
Sebastián o Gerardo” o bien “ Vilma, Marcela, Beatriz o Diana” . Nuestro
nombre resume nuestro ser. Pero en el horizonte fi losófi co tal respuesta se
revela ampliamente insufi ciente.
Hemos de ahondar acerca de lo que somos. Si agrego:
“ soy filósofo, arquitecto, ingeniera, profesora o albañil” podría
recibir el siguiente comentario: “ te pregunto quién eres, no qué
eres” . Si alego que lo que soy es parte de quien soy, no habrá
mayor problema para recibir la aprobación de mi interlocu-
tor. Pero no es menos cierto que apenas estoy al inicio de un
camino. Se trata de un viaje que ha de llevarme al interior de
mí mismo.
Hace unos años vi una película en la que unos científi cos
viajeros —sólo recuerdo (para regodeo de los psicoanalistas)
a la actriz Raquel Welch— eran miniaturizados con su nave
submarina, e inyectados al torrente sanguíneo de un paciente.
Se trataba con certeza de un viaje alucinante al interior de un
ser humano. En el ejercicio de iniciación fi losófi ca se invita
a penetrar en una interiorización aún mayor: la del espíritu,
aunque unos preferirán hablar de él como pensamiento, otros
como psiquis, en tanto que otros, más habituados al lenguaje
técnico, como Noùs. Pero eso no importa mucho, al menos
por ahora; lo importante es entrar, a ver qué hallamos.

4En el templo de Delfos estaba escrito: “ Conócete a ti mismo” .


5Platón (2004), Alcibíades, citado en Atlas Universal de Filosofía, editorial Océano, Bar-
celona, p. 606.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 3

Por supuesto, no hay una única ruta para realizar esta introspección, ni
propongo algo nuevo. Pero hay algunos temas que no se pueden soslayar,
independientemente del orden en que se aborden.
La pregunta ¿quién soy? puede ser desagregada en muchas otras: ¿en
qué o en quién creo?, ¿a qué le doy importancia?, ¿cuáles son mis principales
valores?, ¿cómo los jerarquizo?, ¿qué signi fi ca para mí la vida?, ¿qué espero
yo de ella?, ¿cuáles son mis mayores fortalezas?, ¿cuáles mis debilidades?, ¿a
quiénes quiero?, ¿qué signi fi cado tiene para mí la familia?, ¿qué quiero yo
para mi país?, ¿cómo quiero que sea mi vida profesional?, ¿por qué quisiera
ser recordado?, ¿qué representan para mí religión, política y dinero?, ¿cuáles
son mis principales metas a corto y largo plazos?, ¿qué cosas o situaciones me
gustan o me disgustan más? ¿Qué me haría profundamente feliz?
Y así el individuo podría seguirse preguntando y reaccionando ante la
respuesta con nuevos cuestionamientos. El hacerlas con un asesor especia-
lizado y respetuoso podría llevar a muchos a profundidades insospechadas
que, tal y como postulara Sócrates, nos darían, además del conocimiento
de nosotros mismos, la posibilidad de nuestro propio mejoramiento o supe-
ración. Por eso no nos sorprende que al hablar del humano como especie,
algunos lo defi nan como “ un ser de posibilidades” , tal como lo hicieran
existencialistas italianos (Abbagnano).
Al ahondar sobre la naturaleza humana destaca, en efecto, esa capacidad
—puede decirse que permanente— para la superación. Que se aproveche o
no, es otra historia. No se habla de posibilidad de cambio en el orden físico,
químico o biológico, natural en muchos seres, sino de superarse; entendiendo
por ello que se logran cambios positivos en lo esencial de la persona.
La superación no cabe en la agenda de Dios. Eres libre de creer en Él
o no, pero si crees, me parece que no crees en un dios devaluado, suscep-
tible de mejoras, sino en uno perfecto, todopoderoso y omnisciente. Por
otra parte, la superación o perfeccionamiento
esencial no es viable en el animal. A éste se le
puede amaestrar, lo que podría signi fi car una
degradación de su condición esencial. Pue-
de aprender trucos un caballo, un perro, un
mono, etc. Algunos animales interactúan con
los seres humanos en forma extraordinaria y
sorprendente, lo que nos hace decir que son
realmente inteligentes; pero la cuestión es si
ese aprendizaje representa o no un perfeccio-
namiento.
Recuerdo muy claramente cierta ocasión
en que cuando era niño fuimos toda la familia
al circo. Había un mono realmente encanta-
dor. Vestía pantalones vaqueros azules, una
camisa rojiza a cuadros, de manga larga, y un
sombrero de paja. Daba vueltas al escenario
4 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

en un triciclo rojo, igualito al que teníamos mi hermano y yo. Comió, no re-


cuerdo qué, en un bol, para lo cual utilizaba torpemente una cuchara, tiraba
comida en la mesa y a su alrededor, pero no creo que haya sido mayor que
los estragos que algunos de nosotros hacíamos. Cuando el chimpancé fi nali-
zaba su presentación, iniciaba los aplausos que todos nos apresurábamos a
continuar, acompañados con gritos capaces de asustar a otro animal menos
acostumbrado a estas efusiones de la multitud.
Al crecer perdí muchos recuerdos, sin embargo no he olvidado al moni-
to y sus monadas. Hoy sé que no eran monadas sino “ humanadas” , es decir,
cosas de humanos y no de monos. De hecho, si se hubiese devuelto a aquel
primate cirquero a su hábitat natural en alguna selva mesoamericana, es
probable que no hubiese podido ya “ ganarse la vida” , pues se encontraba
francamente “ desmonizado” . De tal forma que no se perfeccionó su esencia
de mono, sino que, por el contrario, se deterioró irreversiblemente.
Pero cuando cada uno de nosotros nos preguntamos: “ ¿puedo ser me-
jor?, ¿puedo ser más humano?” , la respuesta siempre será: “ sí” . Siempre
puedo ser mejor persona, un profesional más efi ciente, alguien mejor pre-
parado. Puedo amar más a los míos y ser más amable con los demás. Puedo
conocer más cosas, aprender otro idioma, estudiar nuevos procedimientos.
La realización personal no debería tener un punto terminal, salvo el caso de
enfermedades totalmente incapacitantes que concluyen con la muerte. He
tenido el privilegio de conocer ancianos que aprenden, que hacen planes,
que contribuyen a un mejor futuro para los demás.
Creo, al igual que José Ingenieros (1956), que:

“ Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de


ella: jamás de los enmohecidos y seniles. Y sólo es juventud la sana e ilumi-
nada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos
años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado: lo que
en ellos parece primavera, es tibieza otoñal, ilusión de aurora que es ya un apa-
gamiento de crepúsculo. Sólo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo
para el porvenir, por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el
apeñuscarse de los años. Nada puede esperarse de los hombres que entran a la
vida sin afi ebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles
descarriado todo ensueño. Y no se nace joven, hay que adquirir la juventud, y
sin un ideal no se adquiere” .6

Se trata pues de vivir a plenitud. Y para poderlo hacer hay que empezar
por conocerse, mirando hacia uno. No se crea que es reciente la invitación
a mirar dentro sí. El fi lósofo estoico Marco Aurelio —que también fue empe-
rador de Roma— proponía buscar allí la fuente del bien:

6Ingenieros, José (1956), El hombre mediocre, EUDEBA, Buenos Aires.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 5

“ [...]Retirarse en uno mismo es posible en cualquier momento que se desee.


¡Oh sí! En ningún lugar más que en su propia alma podrá retirarse un hombre
con mayor tranquilidad y de la manera más sencilla. Sobre todo aquel que guar-
de en su interior cosas tan preciadas, que sólo con mirarlas se obtenga paz para
el corazón, y por esa paz entiendo una disposición de orden perfecto. En conse-
cuencia, regálate continuamente con este lugar de retiro y renueva tu vida” .7

Por supuesto que la fi losofía tiene una compleja misión, fruto de su ac-
tivar a lo largo de los últimos 26 siglos. O, dicho de otro modo, tiene varias
misiones, por lo general interrelacionadas. Las más sobresalientes tienen
que ver con las áreas fundamentales que giran alrededor de tres problemas
básicos: el ser, el conocer y el actuar, a los que se refi eren la metafísica,
epistemología y ética, respectivamente.
La misión que aquí se reivindica para el fi losofar se ubica en el cuerpo
de las disciplinas éticas. Precisamente se enfatiza actualmente la llamada
Ética del desarrollo, que prefi ero denominar Ética de la superación o Ética
de realización; según la cual, el sentido moral no consiste únicamente en
evitar el mal y hacer el bien, sino también en desarrollar o realizar al máxi-
mo nuestras potencialides como individuos y como especie.
En este sentido, es misión de la fi losofía y, consecuentemente, es misión
del fi lósofo, apoyar a los demás en este esfuerzo de ver claro en su vida y
en su entorno. En el marco de la tradición socrática, así lo plantea Platón
como moraleja del “ Mito de la caverna” (Libro VII de La República). Y en la
actualidad se vuelve a insistir en esta tarea.8
Acostumbro exhortar a mis alumnos diciendo: “ piensa, que no due-
le” . No obstante, he tenido que cuestionarme últimamente este comenta-
rio, pues tengo la impresión de que para algunos individuos el pensar por
sí mismos representa un esfuerzo bastante grande, casi diríase doloroso.
Gente de mis años, y hasta de muchos menos, al descubrir en el espejo una
silueta francamente regordeta o constatar en la báscula esos kilos de más,
acuden presurosos al gimnasio más próximo, dispuestos a edi fi carse una
nueva imagen, volviendo al ejercicio con determinación y entusiasmo. Esa
noche, o al día siguiente, el dolor les recuerda la ubicación exacta hasta del
más discreto de sus músculos. ¿Será posible, de manera semejante, que por
falta de una gimnasia mental pueda dolerles el cerebro a estos no pensantes
arrepentidos? Sea como fuere, en este caso, como en el de la gimnasia física,
vale la pena sobreponerse y perseverar en el intento.
Para conocerse será necesario aprender a pensar. Y esto se consigue a
base de ejercicio, redescubriendo el porqué y el para qué del pensamiento y
estudiando el pensamiento de los grandes hombres y mujeres de la fi losofía,
las ciencias, las artes, la tecnología, etcétera.

7Marco Aurelio (2004),Coloquios con uno mismo, citado en Atlas Universal de Filosofía,
Océano, Barcelona, pp. 670-671.
8Cfr. Marinoff, Lou (2001), Más Platón y menos Prozac , Ediciones B, S.A., Barcelona.
6 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Jiménez Guerrero (1994) se pregunta en qué consiste fundamentalmen-


te saber pensar y, aunque admite que se trata de una pregunta compleja
que requeriría de una respuesta detallada y rigurosa, adelanta una respuesta
sencilla y clara, de carácter aproximativo:

“ La educación de la inteligencia abarca, esencialmente, los siguientes aspectos:

• Conocer las propias capacidades y limitaciones; aceptarse como se es, pro-


ponerse mejoras concretas.
• Plantearse proyectos valiosos y saber los medios para lIevarlos a la práctica.
• Tener actitudes positivas de confi anza, apertura, receptividad, etcétera.
• Tener capacidad crítica; detectar y saber contrarrestar las manipulaciones.
• Pensar coherentemente en términos lógicos.
• Saber inferir conclusiones correctas.
• Adquirir el hábito de refl exionar.
• Saber observar, defi nir, comprender, analizar, sintetizar, aplicar y valorar.
• Seguir un método de estudio o trabajo efi caz.
• Tener una escala de valores acorde con la realidad total de la persona.
• Saber resolver inteligentemente los problemas o situaciones que se plan-
tean.
• Saber tomar decisiones prudentes, valorando las alternativas.
• Saber adaptarse a nuevas situaciones y a procedimientos nuevos.
• En resumen, saber pensar es saber lo que se quiere y cómo conseguirlo".9

Ser en contexto
La meditación que resulta del esfuerzo por tener conciencia de sí conduce
inexorablemente a una paradoja: soy, pero no soy solo, soy en contexto,
estoy en el mundo, en la historia, con los otros; soy “ yo y mi circunstancia” ,
como decía Ortega y Gasset.
Al identi fi carme me descubro como ser humano; es decir, un ser psico-
biosocial, compartiendo el reino de los vivos, con todo lo que ello signi fi ca
en términos físicos, químicos, biológicos y antropológicos.
Pero sobre todo, mi contexto es humano, con sus determinaciones his-
tóricas, temporales, geográfi cas y, especialmente, sociales.
“ No hay un yo sin tú. Una persona sola no existe como persona, porque
ni siquiera llegaría a reconocerse a sí misma como tal. El conocimiento de
la propia identidad, la conciencia de uno mismo, sólo se alcanza mediante la
intersubjetividad” .10

9Jiménez Guerrero, Antonio (1994), Enseñar a pensar, Colección Hacer Familia, Ediciones

Palabra, S.A., Madrid.


10Yepes Store, Ricardo, Fundamentos de Antropología. Un ideal de excelencia humana,

Eunsa, Pamplona, p. 82.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 7

LECT U RA

U na filosofía propia

Marinoff, L.11

Todo el mundo tiene una fi losofía de la vida, pero pocos gozamos del pri-
vilegio o el tiempo libre necesario para sentarnos a esclarecer sutilezas.
Tendemos a irlo haciendo sobre la marcha. La experiencia es una gran
maestra, pero también precisamos refl exionar sobre nuestras experiencias.
Necesitamos pensar con una postura crítica, buscando pautas de conducta
y situándolo todo en un contexto general para abrimos camino en la vida.
Comprender nuestra propia fi losofía puede ayudarnos a evitar, resolver o
abordar muchos problemas. Nuestra fi losofía también puede ser el origen
de los problemas que padecemos, de modo que debemos evaluar las ideas
que sostenemos para modelar un punto de vista que obre en favor nuestro,
no en contra.
[…]Pese a la fama que ostenta, la fi losofía no tiene por qué resultar
intimidante, aburrida o incomprensible. Gran parte de lo que se ha escrito
sobre el tema a lo largo de los años sin duda encaja en una o más de esas
categorías pero, en el fondo, la fi losofía investiga cuestiones que todos nos
preguntamos: ¿Qué es una buena vida? ¿Qué es el bien? ¿En qué consiste
la vida? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué debería obrar correctamente? No
son preguntas fáciles, y sus respuestas tampoco lo son; de lo contrario no
seguiríamos dándoles vuelta una y otra vez. Dos personas distintas nunca
llegarán automáticamente a las mismas respuestas. No obstante, todos con-
tamos con un conjunto de principios como puntos de partida, tanto si somos
conscientes de ellos y podemos enumerarlos como si no.
Lo mejor de disponer de miles de años de pensamiento en los que ins-
pirarse, es que muchas de las mentes más sabias de la historia han profundi-
zado en estos asuntos y nos han cedido un legado de ideas y directrices que
cabe aprovechar. Ahora bien, la fi losofía también es algo personal; usted
también es fi lósofo. Tome cuanto pueda aprender de otras fuentes, pero si
lo que quiere es encontrar una forma de ver el mundo que le dé resultado,
tendrá que tomarse la molestia de pensar por su cuenta. La buena noticia es
que, con el debido incentivo, usted es perfectamente capaz de pensar por
sí mismo.

11Marinoff, Lou (2001), op.cit ., p. 18-19.


8 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

EJERCICIO

O bjetivo
Conocerse a sí mismo.

Propuesta
Contesta con la mayor honestidad, y sin palabras complicadas, por lo menos
15 de las siguientes preguntas. Es correcto dar una primera respuesta provi-
sional, y después mejorarla hasta obtener la definitiva. Para mayor precisión
se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia
Compar te tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un filósofo,
un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona
que te inspire confianza y que no pretenda forzar te a pensar como él o ella
quisieran que lo hicieras.

Preguntas
1. ¿Q uién soy y qué soy?

2. ¿En qué o en quién creo?


FILO SO FAR, PARA S
SEGU IR CRECIEN D O 9

3. ¿A qué le doy impor tancia?

4. ¿Cuáles son mis principales valores?

5. ¿Cómo los jerarquizo?

6. ¿Q ué significa para mí la vida?

7. ¿Q ué espero de ella?

8. ¿Cuáles son mis mayores for talezas?


10 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

9. ¿Cuáles son mis principales debilidades?

10. ¿A quiénes quiero?

11. ¿Q ué significado tiene para mí la familia?

12. ¿Q ué quiero yo para mi país?

13. ¿Cómo quiero que sea mi vida profesional?

14. ¿Por qué quisiera ser recordado?


FILO SO FAR, PARA SE
EGU IR CRECIEN D O 11

15. ¿Q ué significa para mí la religión?

16. ¿Q ué significa para mí la política?

17. ¿Q ué significa para mí el dinero?

18. ¿Cuáles son mis principales metas a corto plazo?

19. ¿Cuáles son mis principales metas a largo plazo?

20. ¿Q ué cosas o situaciones me gustan más?


12 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

21. ¿Q ué cosas o situaciones me disgustan más?

22. ¿Q ué me haría profundamente feliz?

23. ¿Por qué vale la pena luchar?

24. ¿Q ué debería escribirse en mi epitafio?


C apít ulo

2 El sentido
de la vida

El sentido no puede ser inventado,


debe ser descubier to.
Joseph Fa bry

Quizá una de las preguntas de mayor raigambre fi losófi ca


de todos los tiempos y en todas las latitudes sea la relativa
al sentido de la vida, entendiendo por tal el signi fi cado y
la razón de ser de la existencia humana. Prueba de ello es
que está presente en todas las culturas, aunque no necesa-
riamente en textos deliberadamente fi losófi cos. En poesías
y refl exiones sobre la muerte, prosa de carácter religioso,
cuentos, novelas, etc., son abundantes las
referencias a este inquietante asunto.
Para ilustrarlo no recurro inicial-
mente a textos de la antigüedad clásica
de Egipto, Grecia o Roma, ni a tratados
teológicos, ni a los siglos de oro de las
diversas literaturas de las grandes lenguas
actuales. Comienzo con algo más cerca-
no a nosotros: el pensamiento amerindio,
tanto el precolombino como el registrado
en los primeros años de contacto con el
colonizador europeo.
En la literatura náhuatl hay gran can-
tidad de ejemplos:
13
14 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Sobre la tierra, ¿acaso puedes ir en pos de algo?… 12

La pregunta no puede ser más clara ni más apremiante, se quiere saber la


razón misma de nuestra existencia. Aunque circunstancialmente es cues-
tionable la capacidad del ser humano para llegar a un conocimiento ver-
dadero:

¿Acaso hablamos algo verdadero aquí…?


Nadie habla aquí de verdad.13

Pero también se dan afi rmaciones fuera de toda especulación:

No es verdad que vivimos,


no es verdad que estamos aquí en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo
hagamos nuestros los hermosos cantos.14

Aquí ya no se trata de una pregunta, sino de un primer desconcierto acer-


ca de una vida sorprendentemente corta, a cuyo fi nal se impone ir tras el
misterio; en tanto, hay que cultivar bellas fl ores y entonar hermosos cantos.
Además se tiene la certeza de que la vida es irrepetible:

¿Acaso una vez más vendremos a vivir?


Tu corazón lo sabe así:
¡Sólo una vez venimos a la vida! 15

En el Popol Vuh los formadores crearon a los hombres para tener quien les
rindiera culto y sumisión:

Y dijeron H uracán, Tepeu y Gucumatz…: “ H ay que reunirse y encontrar los


medios para que el hombre que formemos, el hombre que vamos a crear, nos
sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros” .16

E hicieron a los hombres de madera, pero no tenían alma ni entendimiento:

12León-Portilla, M. (1979), La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, Editorial IASA,

México, p. 57.
13Ibidem , p. 60.
14Garibay, A. (1979), La literatura de los aztecas, Editorial Joaquín Mortiz, p. 57.
15Ibidem , p. 53.
16Recinos, A. (1969), [Traducción, introducción y notas] Popol Vuh (1544), FCE, p. 28.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 15

[…]ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia.
Fue solamente un ensayo un intento de hacer hombres…
En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo
y recibieron la muerte.17

Entonces se intentó de nuevo:

De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada por el
Creador y el Formador, se hizo de espadaña. [ … ] Pero no pensaban, no habla-
ban con su Creador y su Formador, que los habían hecho, que los habían crea-
do. Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados.18

Hasta que tuvieron éxito en su tarea:

A continuación entraron en pláticas acerca de la creación y formación de nues-


tra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su car-
ne; de masa de maíz se hicieron los brazos y piernas del hombre. [ … ] Y como
tenían apariencia de hombres, hombres fueron: hablaron, conversaron, vieron,
oyeron, anduvieron… Fueron dotados de inteligencia, alcanzaron a conocer
todo lo que hay en el mundo. [ … ] Grande era su sabiduría. [ … ] Y en seguida
acabaron de ver cuanto había en el mundo. Luego dieron las gracias al Creador
y al Formador: “ En verdad os damos gracias dos y tres veces. Os damos gracias
por habernos creado” .19

Se ve claro el sentido del vivir propuesto por los sabios para del pueblo
maya-quiché: llevar una vida conforme a la voluntad de su Creador, darle
gracias y rendirle culto. Pero también la vida tiene una fi nalidad en el cono-
cer y en el socializar.
En la literatura incaica encontramos elementos análogos:

En los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves, eran unos grandes mon-
tes y breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales
brutos, sin religión ni policía. [ … ] Nuestro padre el Sol, viendo los hombres tales,
se apiadó y hubo lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija
de los suyos, para que los doctrinasen en el conocimiento de nuestro padre el
Sol, para que lo adorasen y tuviesen por su dios, y para que les diesen preceptos
y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, y viviesen como
hombres racionales y no como bestias.20

17Ibidem , p.30.
18Ibidem , p.30. (El tzité es el fríjol de las vainas rojas del árbol de pito; la espadaña es una
planta herbácea que se usa para tejer petates.)
19Ibidem , pp. 104-106.
20De la Vega (Inca) G. (1606), “ Comentarios reales” , citado en Tradiciones peruanas

(1986), Canoa Editores, San Salvador, pp. 78-79.


16 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Si se fuerza una síntesis entre los pensamientos az-


teca, maya e inca habría que indicar que para las
grandes culturas amerindias hay tres grandes senti-
dos de la vida: el primero es de naturaleza religio-
sa, pues religa al ser humano como criatura con
su Dios, en tanto que el Creador se acuerda del
hombre y es providente. Un segundo sentido es de
índole ontológica, con implicaciones epistemoló-
gicas: somos seres racionales, capaces de conocer
y destinados a interactuar con nuestro medio. El
tercero es claramente social, pues cada generación
de seres humanos tiene como misión contribuir a
edi fi car una sociedad más organizada y al servi-
cio de los individuos que la integran. En éstas y en
otras sociedades, el encontrar y declarar un sentido
a la existencia no implica necesariamente actuar
en forma consecuente, según se puede apreciar.
Muchas son las respuestas de la Filosofía a lo
largo de su historia, a tal grado que se ha llegado
a sostener que la vida no tiene sentido, esto como
resultado de un desencanto radical. Incluso hay
opiniones idénticas o similares, que surgen y ceden
su lugar a otras para de nuevo aparecer. Veamos
algunas de ellas.

HENRY DAVID THOREAU: Ser filósofo no consiste en el mero formular pensa-


mientos sutiles, ni siquiera en fundar una escuela… Consiste en resolver algunos
de los problemas de la vida, no en el ámbito teórico, sino en el práctico.

CONFUCIO: A los quince me dediqué en cuerpo y alma a aprender. A los trein-


ta había plantado el pie firmemente sobre la tierra. A los cuarenta ya no sufría
ante las perplejidades. A los cincuenta sabía cuáles eran los mandatos divinos. A
los sesenta los escuchaba con oído dócil. A los setenta podía seguir los dictados
de mi propio corazón, pues ya no deseaba ir más allá de los límites del bien.

SIMONE DE BEAUVOIR: Declarar que la existencia es absurda es negar que se


le pueda dar sentido alguna vez; decir que es ambigua es afirmar que su signifi-
cado nunca es el mismo, que constantemente ha de ser adquirido.

MARTIN BUBER: ¿Cómo podría existir el hombre si Dios no le necesitara y


cómo existirías tú? Necesitas a Dios para ser, y Dios necesita de ti, pues es éste
el significado de tu vida.

ZHUANGZI: El hombre sabio contempla lo inevitable y decide que no es inevi-


table… El hombre común contempla lo que no es inevitable y decide que es
inevitable.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 17

DALAI LAMA: Si contribuyes a la felicidad de otras personas, encontrarás el


verdadero bien, el auténtico significado de la vida.

JEREMY BENTHAM: La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno


de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Son sólo ellos que señalan lo que
debemos hacer y quienes determinan lo que finalmente haremos.

ARISTÓTELES. La felicidad alcanza hasta donde llega la facultad de pensar, y


cuanto mayor sea la facultad de pensar de una persona, mayor será su felici-
dad.

BHAVAGAD GITA: Es mejor cumplir con nuestro deber, por defectuoso que
pueda ser, que cumplir con el deber de otro, por bien que uno lo pueda hacer.

THOMAS CARLYLE: Todo trabajo es noble; una vida de ocio no está hecha para
ningún hombre, ni hace ningún bien.

GOTTFRIED LEIBNIZ: Ningún hecho puede ser cierto y existir, ni ninguna afir-
mación verdadera, sin una razón suficiente para que sea así y no de otro modo;
aunque con mucha frecuencia estas razones permanecen ocultas para noso-
tros.

PLATÓN: El más alto objeto del conocimiento es la naturaleza esencial del Bien,
de donde procede todo el valor que otorgamos a todo lo bueno y correcto.

PITÁGORAS: El hombre que no sea dueño de sí mismo nunca será libre.

JEAN PAUL SARTRE: El hombre no es más que lo que hace de sí mismo. Éste es
el primer principio del existencialismo.

JUAN PABLO II: Muchas personas avanzan por la vida dando traspiés al borde
del abismo sin saber adónde van. A veces esto ocurre porque aquellos cuya
vocación es conferir una expresión cultural a su pensamiento ya no miran a la
verdad, puesto que prefieren el éxito fácil a la labor de investigar pacientemente
lo que hace que la vida merezca la pena.

FRIEDRICH NIETZSCHE: El hombre es el animal que se hace promesas a sí


mismo.

ALBERT EINSTEIN: Sólo es digna de vivirse una vida consagrada a los demás.

ALBERT CAMUS: Si los hombres no siempre pueden conseguir que la historia


tenga sentido, siempre pueden actuar de tal forma que sus propias vidas lo
tengan.
18 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

LOGAN PEARSALL SMITH: El buscar sin desmayo una perfección inalcanzable,


es lo único que da sentido a nuestra vida.

EL TALMUD: No estás obligado a terminar tu obra, pero tampoco estás en liber-


tad de renunciar a ella.

OG MANDINO: Sólo el hombre, a su modo, tiene la última decisión sobre


cómo vivir su vida.

Las diversas opiniones de los fi lósofos son otras tantas propuestas para cada
uno de quienes refl exionan sobre este tema. Nos indican posibles respuestas
para crear la propia y que íntimamente nos convence. Se puede coincidir
con grandes pensadores, o bien se puede
inaugurar una nueva respuesta. Lo que sí
queda claro es que el encontrarla nos per-
mite dar orientación a nuestra existencia.
En el lenguaje coloquial, más cercano a
nosotros, antes que ser ingenieros, empresa-
rios, médicos, astronautas, pedagogos, etc.,
somos hombres y mujeres que nos inquieta-
mos —desde nuestra infancia— por nuestra
misión en el mundo, por el sentido de nues-
tra vida.
El sentido de la vida no es independien-
te de los contextos en los que cada uno de
nosotros llega a la vida, crece y se desen-
vuelve laboralmente. La mayoría de las fa-
milias en el mundo entero proponen algu-
nas respuestas a sus hijos desde el ámbito
de sus más caros valores. La sociedad en la
que vivimos nos presenta la vida cargada
de signi fi cados desde la interpretación de
su propia cultura. Lo mismo proponen las
iglesias y las asociaciones a que se pertene-
ce. Y, por supuesto, las organizaciones en
las que se trabaja contribuyen al proponer
misión, visión, valores y principios organi-
zacionales. No es menos cierto que cada
quien debe decidir y conservar un equilibro
sano, con coherencia e integridad, entre lo
que el entorno quiere, sugiere y demanda, y
las propias convicciones. Lo que no se vale,
es pasar por la vida sin cuestionarse al respecto, sin hacer la respectiva elec-
ción, o sin proponerse vivir en consecuencia.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 19

LECT U RA

La vida humana total

Luis José González Álvarez21

La vida humana total, (es) el bien moral por excelencia. […] ¿Cuál es la rea-
lidad trascendente, ese ideal, ese bien último que sustenta todos los bienes
inmediatos? Nosotros creemos que es la vida personal. La máxima aspiración
del ser humano, en cualquier época, cultura y religión, consiste en vivir. La
vida es aquello que todos defendemos por encima de cualquier cosa.
Ahora bien, ¿qué entendemos por vida? […] La vida humana es una vida
racional, la vida de un ser personal, con un sentido de realización singular
en un mundo de valores espirituales, con unas aspiraciones trascendentes,
con un deseo de felicidad total y de inmortalidad, con una conciencia de
fraternidad universal. La vida fi siológica, el bienestar material, y la salud
física, son apenas una dimensión del vivir humano en plenitud.
[…] La vida así entendida, como realización plena de todas las dimen-
siones que constituyen al ser humano en cuanto tal, es el máximo bien a que
podemos aspirar. A ella están subordinados todos los valores. […] Algunos
bienes son prioritarios para garantizar una vida digna, como son los bienes
que aseguran la subsistencia. Para quien no tiene asegurado el pan cotidia-
no, el pan constituye una aspiración prioritaria, aunque en sí mismo no sea
un bien muy elevado. A un pueblo que se debate por subsistir en medio de
la miseria, de poco sirve que le prediquen elevados ideales de vida.
El resultado de una vida plena es la felicidad. Si queremos alcanzarla,
tenemos que aprender a vivir como personas. ¿Cuáles son las posibilidades
y también las exigencias de una vida personalizada? […] Se hace necesario
intentar una descripción de la vida del ser humano en cuanto persona. La ri-
queza de facetas que presenta nuestra vida hace difícil cualquier intento de
describirla. Pero de su clari fi cación depende el que encontremos el camino
para la realización personal y para la liberación y el desarrollo social.
El ser humano se mani fi esta como una potencialidad de orden superior
al nivel orgánico animal, producida por un mayor desarrollo y complejidad
del cerebro. Cada uno de nosotros percibimos esa potencialidad como un
núcleo de conciencia profunda que se autoposesiona y se responsabiliza de
todos nuestros actos. Dicho núcleo de conciencia, por denominarlo de algu-
na forma, se prolonga en diversas direcciones que constituyen las dimensio-

21González, Luis José (2002), Ética, Editorial El Búho, Bogotá, pp. 78-80 y 85-99.
20 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

nes de la vida personal. […] Nuestro propósito consiste en describirlas con


toda su potencialidad para poder identi fi car lo que sería la vida personal
perfecta, la plenitud de vida personal, tanto colectiva como individual.

Interioridad

Nuestra vida […] está dotada de una dimensión de profundidad que nos
permite ser conscientes no sólo de nuestros propios actos, sino de nuestro
mismo ser. No somos cosas, objetos que están ahí sin más, a merced de las
fuerzas y presiones de la naturaleza o la sociedad. Somos sujetos dotados
de una vida interior que nos invita a recogernos y renovar las fuerzas en la
interioridad del ser. Mientras el hombre viva perdido entre las cosas, total-
mente distraído, alienado, sin vida interior, su existencia será inauténtica. La
perfección de la vida personal crece a medida que el hombre se diferencia
del medio y se recoge sobre sí mismo para autoimprimirse una vida de
conciencia y de autodominio. La meditación es el motor que impulsa el
desarrollo de esta dimensión profunda. Ella enriquece su mundo interior de
valores, ideales y consagraciones que se convierten en fuente de vitalidad
hacia el exterior.

Corporeidad

El que hayamos comenzado a presentar el ser personal por la dimensión


de la interioridad, obedece exclusivamente a que ella constituye la faceta
más relevante de la vida humana frente al mundo animal. La corporeidad
nos resulta más familiar por ser algo sensible y porque la sociedad con-
temporánea la ha valorizado, tratando de colocar en la satisfacción de sus
apetencias la fuente segura de bienestar. […] Debemos evitar dos deforma-
ciones que trastornan frecuentemente el equilibrio que debe reinar entre
interioridad y corporeidad. La primera consiste en menospreciar nuestro
cuerpo, con todas sus tendencias y manifestaciones, como la parte degra-
dante del compuesto humano. Según ella, lo que defi nitivamente tiene va-
lor en el hombre es su alma, su espíritu, a cuyo cuidado debe dirigir todos
sus esfuerzos. La segunda deformación consiste en despreciar todo lo que
tradicionalmente ha sido vinculado al alma, al espíritu, a la vida interior.
En este caso se reduce la existencia humana a su animalidad, descono-
ciendo o negando cualquier asomo de una realidad inmaterial constitutiva
de su ser. Ambas posturas son insostenibles debido a su reduccionismo.
El hombre es un ser vivo corpóreo, animado por la razón, que le confi ere
una vida consciente, transformadora de todo ser corporal. […] Estamos
encarnados en la naturaleza desde nuestra concepción. Debemos luchar
con la naturaleza o en contra de ella para hacer de nuestra vida una vida
más humana, es decir, más confortable y digna. Y esto lo mismo nos obliga
como individuos que como pueblos.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 21

Comunicación

La persona no se realiza en el aislamiento. Desde que nacemos vivimos vin-


culados a un grupo y en él desarrollamos nuestras capacidades. La comuni-
cación constituye una dimensión clave de la existencia humana. […] Cada
persona se encuentra rodeada de un mundo de personas, en el que puede
sentirse acogida o rechazada. A pesar de las doctrinas de amor desarrolladas
en el seno de las grandes religiones, el enfrentamiento y la violencia han
proseguido su desarrollo dentro de la vida social. […] La comunión sólo se
alcanza cuando se han adoptado una serie de actitudes que ponen a una
persona al servicio de otras. Es necesario comenzar por salir de uno mismo
y abrirse al otro. Luego se debe comprender al otro. Una vez comprendido
se le debe aceptar responsablemente, con todos sus valores y sus necesida-
des. Al mismo tiempo uno se da, entrega sin reserva su propio ser al otro. Y
fi nalmente se busca que la relación sea duradera, manteniendo fi delidad al
otro. Apertura, comprensión, aceptación, donación, fi delidad, constituyen
los actos básicos que perfeccionan el amor y sobre los que se edi fi ca la
comunión entre personas.

Afrontamiento

La vida de la persona se caracteriza también por la capacidad de hacer


frente, reafrontar. Tanto la naturaleza como la misma sociedad ofrecen mil
obstáculos a su desarrollo. Sólo el que da la cara, que no vuelve la espalda a
los acontecimientos, alcanza la singularidad de su vida personal. Es el mis-
mo esfuerzo por superar las di fi cultades lo que hace de cada persona un ser
singular, original frente a los demás. El hombre necesita responder a las pro-
vocaciones del medio. Unas veces las respuestas son afi rmativas: consisten
en decir sí, en aceptar, en adherir. Otras veces son negativas: consisten en
decir no, en protestar, en rechazar. La elección puede ser de adhesión o de
ruptura. […] La fuerza interior crece poco a poco, a medida que la voluntad
se afi rma una y otra vez mediante actos de decisión. La fuerza del afronta-
miento se revela como una pasión indomable propia del hombre libre, por
la cual él se levanta y ataca en cuanto huele la amenaza de servidumbre o
degradación. La revuelta contra la domesticación, la resistencia a la opre-
sión, el rechazo del envilecimiento constituyen un privilegio inalienable de
la persona humana.

Libertad

La libertad del hombre se explica por su racionalidad. Cuanto mayor sea su


capacidad crítica o lucidez de juicio, mayor y más efi caz será su libertad.
Esto no nos debe inducir a pensar que la libertad humana es ilimitada o
absoluta. […] Estas limitaciones no constituyen en ningún modo un empo-
brecimiento de la libertad. Cada opción concreta supone una renuncia y un
22 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

compromiso. Aparentemente ellos reducen el campo de las posibilidades;


pero en realidad lo acrecientan: la persona habrá crecido en el ejercicio
de la libertad. […] El hombre libre no es el que rechaza todo vínculo que
lo comprometa. El verdadero hombre libre es aquel que responde, que se
compromete. Sólo así la libertad fortalece la unión, la responsabilidad y la
consagración de las personas.

Trascendencia

La vida de la persona está abierta y dirigida hacia realidades que la tras-


cienden. El sujeto humano va adquiriendo año tras año la identidad como
persona, en un movimiento de autosuperación, orientado por la atracción
de realidades que no forman parte de su ser actual. Lo que permite al hom-
bre no estancarse en un determinado modo de vida es su capacidad para
descubrir realidades superiores, por las que se siente atraído. Sin estas rea-
lidades, que le proporcionan nuevos horizontes de vida, su necesidad de
superación se crisparía sobre sí misma en una actitud de rumia masoquista
y destructiva. […] Cual sea el término de ese movimiento de trascendencia
o la realidad trascendente para el hombre, constituye otros temas de opción
personal. […] Para el hombre religioso la divinidad constituye su máxima
realidad trascendente. Hacia ella dirige su admiración y sus aspiraciones.
En ella sitúa el conjunto de cualidades que constituyen la perfección del ser en
cualquier orden. Esas mismas cualidades del ser perfecto, u otras similares,
son el ideal trascendente del hombre no religioso. Si prescindimos de la
creencia en Dios, el común denominador, tanto para el creyente como para
el no creyente, reside en las manifestaciones de perfección del ser.

Acción

La persona humana se realiza, fi nalmente, en y por la acción. La acción,


entendida en su sentido más amplio y comprensivo como actividad integral
del hombre o la fecundidad de su ser, es la mejor expresión del desarrollo
personal. En ese sentido, podemos decir que la existencia humana es acción
y que el grado de su perfección es proporcional a la perfección de su ac-
ción. Ahora bien, no cualquier acción contribuye al desarrollo del hombre.
[…] Su actividad puede perfeccionarlo o degradarlo. Depende de que en
ella se desarrollen con equilibrio todas las dimensiones del ser personal que
hemos venido analizando. El hombre que es consciente de ellas proyectará
su acción como un compromiso de perfeccionamiento propio y colectivo. Su
acción dejará de ser un distractivo o un medio penoso para conseguir el sus-
tento diario y se convertirá en la expresión gozosa de toda su fuerza creati-
va. En otras palabras, su acción dejará de resultarle un elemento de opresión
para convertirse en el instrumento efi caz de su liberación y realización.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 23

EJERCICIO

O bjetivo
Ayudarte a hacer un esfuerzo de refl exión muy personal para determinar
qué signi fi cado o razón le encuentras tú a la vida en general y, en particular,
cuál es el sentido de tu propia existencia.

Propuesta
Contesta con la mayor honestidad, y sin palabras complicadas, a por lo me-
nos siete de las siguientes preguntas, respetando preferiblemente el orden
en que se plantean. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y des-
pués mejorarla hasta obtener la defi nitiva. Para mayor precisión se requiere
que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia
Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un fi lósofo,
un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona
que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella
quisieran que lo hicieras.

Preguntas

1. ¿Cuánto vale para ti la vida, es decir, cuánto valoras el hecho de estar


vivo?
24 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

2. ¿Cómo valoras tu modo de vida, dicho en otras palabras, la manera


habitual que tienes de vivir?

3. Con el transcurrir de los años, ¿si descubres enfoques más integrales o


que te apasionan más, crees que vale la pena revisar tus tradicionales
respuestas a estas dos preguntas?

4. Si tuvieras que asociar tres valores muy impor tantes al estilo de vida
que llevas, ¿cuáles serían?

5. ¿Q ué tan bien te sientes actualmente contigo mismo(a)? ¿Estás cons-


ciente de cómo vives, o no acostumbras reflexionar sobre ello?

6. ¿Crees que tienes el control de tu vida o simplemente te dejas llevar


en la vida?
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 25

7. ¿Cómo encajan los demás en tu vida? (Puedes distinguir entre quienes


son más especiales para ti y quienes lo son menos.)

8. Si tienes metas profesionales y laborales, ¿cuáles son?

9. Si tienes metas familiares o sentimentales, ¿cuáles son?

10. Si tienes metas de otro tipo, ¿cuáles son?

11. ¿Crees en D ios y en la trascendencia a una vida después de la vida?


C apít ulo

3 D el conocer
al conocimiento

Si bien nuestro conocimiento comienza


en la experiencia, no por eso origínase
todo él en la experiencia.
E. Kant

La temprana necesidad del conocimiento


Desde los albores de la humanidad, no se tuvo tan sólo una
curiosidad por conocer, sino una verdadera necesidad de
ello. A medida que ésta cobraba conciencia de sí misma,
poco a poco fue comprendiendo que esta
necesidad estaba asociada a la sobrevi-
vencia misma de la especie..
El instinto primario llevaba al H omo
sapiens del horizonte primitivo a satisfa-
cer sus necesidades elementales como
cazador-recolector. El descubrimiento, y
posteriormente la fabricación, de las he-
rramientas que le facilitaron las labores
de caza y recolección de frutos y hierbas
comestibles, fue un paso decisivo. Luego
vino la tarea de perfeccionar esos indis-
pensables utensilios. Otro salto enorme
fue la domesticación del fuego, con la si-
guiente tarea de conservarlo y reproducir-
lo cada vez más fácilmente. Finalmente,
27
28 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

vendría la domesticación de algunas plantas y animales, lo cual habría de


marcar la transición entre las sociedades nómadas y las primeras sedentarias.
Esto es una rápida descripción de un lento proceso de progreso desde
el puro y simple conocer, es decir, percibir, recordar y tratar de entender lo
que se tiene delante, hasta el conocimiento, como depósito del saber lo que
quiero o necesito saber, que abarcó miles de años. En éste hay dos elementos
fundamentales, de los cuales es necesaria su presencia: la observación y la
experimentación. Sólo así puede explicarse todo este avanzar en el dominio
del entorno. Hubo que observar la consistencia y forma de las rocas para de-
terminar cuál podría ser la herramienta de mejor calidad. Y se tuvo que hacer
múltiples experimentos para fi nalmente escoger el material más resistente, así
como la empuñadura más adecuada o la técnica de ataque más efi caz.
Luego aparece otro elemento característico de los procesos cognos-
citivos, al igual que los dos anteriores: la representación. Ciertamente las
primeras representaciones fueron cerebrales, aunque no se tuviera plena
conciencia de qué cosas fuesen esas imágenes mentales o aun las más abs-
tractas ideas del cazador. En tales actividades, la memoria era ampliamente
exigida, hasta que un día a alguien se le ocurrió crear representaciones
pictóricas que ayudaran a ese afán. De esa forma, el relato de una escena
de caza queda grabado en la pared de una caverna. Se socializa aún más la
comunicación, ya iniciada con el habla. Y con los primeros petroglifos se va
cimentando los primeros pasos de la escritura.
El ser humano descubrió, además, que entre más se adentraba en el co-
nocimiento de la naturaleza, mayores se revelaban los campos por conocer
y que, entre más ampliaba su conocimiento, más vasto se le hacía el hori-
zonte por conquistar, iniciándose así un proceso de carácter prácticamente
infi nito. Y habiendo asociado correctamente que el conocimiento de las
cosas le facilitaba las actividades cotidianas, sintió la necesidad de ampliar
la esfera de sus conocimientos. En este intento abandonó parcialmente el
sentido común para abrazar otras formas de apropiarse del mundo, lo que
no siempre produjo los más felices resultados.

Diversas formas de apropiación de la realidad


El sentido común, fruto de la cotidianidad, permite acceder al conocimiento
ordinario. Por la experiencia acumulada pronto se entendió que un golpe
dado con un palo en la cabeza, inmediatamente sería seguido por un gran
dolor; que entre más inclinado era un terreno, era más difícil caminar en él;
y que, a pesar de la montañas, el paisaje parecía extenderse en un plano
indefi nido. Hoy comprendemos que el sentido común no podía darnos, de
primera intención, la idea de una Tierra esférica.
La imaginación permitía anticipar lo que podía ser o suceder, en base
a la experiencia y el sentido común. Pero se empezó a escuchar más a la
imaginación que a lo comprobado, por lo que se cayó en el terreno fantás-
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 29

tico del mito, aunque no exento de cierta lógica. Así, el fuego del volcán
era explicado por un ser que atizaba una enorme fragua en las entrañas de
la Tierra. Una deidad, con su carro de fuego, aparecía todas las albas por
el Este, y se retiraba al ocaso por el Oeste, dando lugar al ciclo del día y
de la noche. No obstante, el mito tiene en el fondo el mismo propósito de
la ciencia, pues trata de explicar cómo funciona el mundo natural al igual
que el social. En efecto, hay mitos de conducta, que al mostrar los castigos a
que fueron sometidos quienes se apartaron del orden social prescrito, o las
recompensas obtenidas por quienes lo siguieron, indicaban claramente un
camino moral al pueblo.

El término mito signi fi ca “ decir o narración” , y generalmente se le identi fi ca


como fábula, engaño, ilusión, etc., este signi fi cado es de larga tradición, puesto
que fue introducido por el racionalismo griego cuando llevó a cabo su crítica
demoledora contra la mitología clásica.22

La magia, por su parte, mani fi esta el mismo propósito de la tecnología, ya que


trata de dominar las fuerzas de la naturaleza y las de la sociedad para ponerlas
a su servicio. Es válido el intento de sustraerse a la gravedad, o evitar que la
enfermedad acabe con un ser querido, o desear el amor recíproco de la mujer
amada. Pero el camino del mago es limitado e inadecuado: se pretende ganar
la partida mediante conjuros y ritos no proporcionados al objeto perseguido.
Pero sin gente dedicada al mito y a la magia no habríamos llegado aún al co-
nocimiento científi co y al desarrollo tecnológico que por ahora tenemos.

A través de la magia el ser humano ya no se siente a merced de las fuerzas natu-


rales, ya que el mago cree efectivamente que puede lograr determinados fi nes, e
incluso provocar algunos fenómenos naturales como, por ejemplo, hacer llover
mediante su voluntad, la que puede verse favorecida obteniendo el apoyo de
seres sobrenaturales. Tales prácticas son llevadas a cabo por medio de compli-
cados ritos, los que para ser efectivos deben realizarse repitiendo ciertas frases
y observando ciertas reglas en un orden que no puede variar.23

Ni el mito ni la magia han desaparecido. Además de que aún hay en nuestros


días poblaciones al margen de la civilización, en ésta viven no sólo gente
sencilla y crédula, que transmite oralmente viejas creencias, sino que hasta
profesionales, políticos, estudiantes y otros, rinden culto a numerosas su-
persticiones, consultan adivinos, encargan “ trabajos” a brujas y hechiceros,
actúan guiados por el horóscopo, la cartomancia o el vudú, evitan los gatos
negros y eligen hoteles que han hecho desaparecer como por encanto el
piso decimotercero. Otros buscan saberes esotéricos, algunos de los cuales

22Mondragón, V. et al ., comp. (2006), Filosofía, antología comentada, UNAH , Tegucigal-


pa, p. 5.
23Álvarez de Bittner, María Cayetana (1986), Filosofía, SUED-EDUNAH, Tegucigalpa, p. 37.
30 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

son fruto de conocimientos milenarios, capaces de generar nuevos rumbos


científi cos, mientras que otros se enraizan en creencias quizá atractivas pero
sin ninguna posibilidad de ubicarse en el camino de la racionalidad.
Una mención especial merece la religión. En ella encontramos maneras
de entender la realidad circundante, aunque también la trascendente por el
hambre de inmortalidad que aqueja al ser humano desde siempre. Algunos
enfoques emparentan a la religión con una u otra forma de apropiarse la rea-
lidad, ya que hay religiones mítico-mágicas; pero también se encuentran reli-
giones con teología y con revelación, tales como el judaísmo, el cristianismo
o el islam. En estas últimas, la creencia en Dios no lleva a la divinización de
las fuerzas de la naturaleza, no se descarta la actividad científi ca y más bien
se emplea la razón humana para analizar la coherencia del dogma en la ac-
tividad teológica. Además, la revelación es indicativa de un Dios que sale al
encuentro de sus criaturas, en lugar de ser el producto de ellas, como en el
caso de las religiones mítico-mágicas. En otras palabras, se constata que la
mayoría de los creyentes y practicantes de las religiones teológicas no des-
cartan una apropiación racional del mundo. No obstante, hay dos fenómenos
que contrastan con ello: por una parte, la ignorancia religiosa, que hace que
junto con la fe se den un sinnúmero de prácticas mítico-mágicas entremezcla-
das; por otra, se registra un avance del fundamentalismo religioso, capaz de
presentar batalla a los logros de la ciencia y la tecnología en nombre de una
interpretación literal, antihistórica y desculturizada de sus textos sagrados.
El enfoque actual de numerosos líderes religiosos ha superado el viejo
antagonismo entre fe y razón.

Una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad cómo, en distintas
partes de la Tierra marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo
las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana:
¿quién soy?, ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué hay
después de esta vida? Estas mismas peguntas las encontramos en los escritos
sagrados de Israel, pero aparecen también en los Veda y en los Avesta; las en-
contramos en los escritos de Confucio y Lao-Tse y en la predicación de los Tir-
thankara y de Buda; asimismo, se encuentran en los poemas de Homero y en las
tragedias de Eurípides y Sófocles, así como en los tratados fi losófi cos de Platón
y de Aristóteles. Son preguntas que tienen su origen en la necesidad de sentido
que desde siempre acucia el corazón del hombre. De la respuesta que se dé a
tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia.
La Iglesia, por su parte, aprecia el esfuerzo de la razón por alcanzar los
objetivos que hagan cada vez más digna la existencia personal. Ella ve en la
fi losofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la exis-
tencia del hombre. Al mismo tiempo, considera a la fi losofía como una ayuda
indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del
Evangelio a cuantos aún no la conocen.24

24Juan Pablo II (1998), Fides et Ratio , Carta Encíclica, El Vaticano.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 31

El conocimiento racional, propio de la


fi losofía y de las ciencias, es el modo
de apropiación de la realidad que de-
bemos considerar hoy en día como ver-
dadero conocimiento. Cuanto se hable
de aquí en adelante del conocimiento
pertenece a este orden racional. Ello no
signi fi ca, por supuesto, que se descar-
ten o minimicen los aportes históricos
de las otras formas de apropiación o
que se desconozca su presencia en la
sociedad de hoy, así como el valor que
a cada una de ellas corresponde.
En efecto, encontramos, por ejem-
plo, mil formas en que se mani fi estan
magias y mitos contemporáneos, que van desde arraigadas prácticas supers-
ticiosas, hasta formas más sofi sticadas que, arrogantemente, se autodeno-
minan fi losófi cas o científi cas, aunque claro está, habrá que admitir que la
racionalidad no es el único camino transitable para el ser humano.
Pero el camino de la racionalidad es por cierto antiquísimo. No resul-
ta fácil al pensamiento contemporáneo conceder a los pueblos primitivos
la capacidad —o tan siquiera la posibilidad— de romper, parcialmente al
menos, con el mito, la magia y el sentido común, para instaurar un pensa-
miento incipientemente sistemático. Lienhart (1953) trazaba una línea de
separación entre nuestras formulaciones y las del hombre primitivo, ya que
nosotros “ pensamos acerca del pensamiento” y el primitivo no.25
Criticando esa forma de pensar, Radin (1968) escribía:

Creo que mucho yerra Lienhart […]por creer que la necesaria refl exión elabo-
rada y sistemática sobre el pensamiento mismo no pudo haberse realizado a
falta de un método para conservar los pensamientos, refl exiones, demostraciones
de verdad y falsedad, etc., a través de una larga lista de pensadores; es decir,
a falta de escritura. A prima facie no hay nada en las civilizaciones primitivas
que impida las tentativas de reformulación fi losófi ca. Existen en ellas individuos
de temperamento fi losófi co, las lenguas son adecuadas, la estructura social no
pone obstáculos en el camino. Dado que los pueblos aborígenes no conocían la
escritura, toda la información se recogía oralmente. Y personas extrañas —mi-
sioneros, viajeros, etnógrafos— indujeron a los indígenas a proporcionarla (y la
pusieron por escrito).26

25Lienhart,G. (1953), M odes of Thought in Primitive Society, Blackfriars, Oxford, pp.


269-278.
26Rodin, Paul (1968), El hombre primitivo como filósofo, EUDEBA, Buenos Aires, pp. 27-28.
32 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

En otro orden de ideas, tres tópicos fundamentales han interesado a los


fi lósofos sobre el conocimiento: su posibilidad, naturaleza y origen.

Posibilidad del conocimiento

Una de las preguntas que se ha hecho la fi losofía a lo largo de su historia


es la de si el conocimiento es posible. Pareciera que está fuera de lugar,
pero tiene su lógica. Al observar que las cosas cambian, ya sea por apare-
cimiento, nacimiento, crecimiento, movimiento o desaparecimiento, caben
las preguntas: ¿cómo conocer realmente las cosas, si hoy está de un modo
y mañana de otro?, ¿se puede afi rmar algo con certeza de ellas si están en
permanente cambio?
Se han dado numerosas respuestas, según se resume:27

DOGMATISMO (Presocráticos). Exagerada confi anza en la razón humana. El


conocer no es problema.

IDEALISMO (Platón). Es posible llegar al conocimiento superando el mundo


sensible; concentrándose en las esencias y no en las apariencias.

ESCEPTICISMO (Pirrón, Arcesilao, Sexto Empírico). Imposibilidad de formular


juicios.

RELATIVISMO/SUBJETIVISMO (Protágoras, sofi stas). No hay verdades absolu-


tas, la verdad depende del sujeto (subjetivismo) o de las cualidades del objeto
(objetivismo).

CRITICISMO (Aristóteles, Descartes, Kant). El conocimiento es posible, pero hay


que fundamentarlo críticamente.

PRAGMATISMO (Nietzche, James, Dewey). Se conoce, pero la verdad es prác-


tica, útil o valiosa.

FENOMENOLOGÍA (Husserl). Se puede conocer mediante un proceso de depu-


ración para llegar a la cosas mismas, a las esencias. Sujeto contemplativo.

FILOSOFÍA DE LA PRAXIS (Antonio González). Realismo consciente, dialéctica


entre sujeto y objeto.

Sin desconocer la importancia de cada una de estas posturas, me parece


que el estado actual de las discusiones fi losófi cas y sobre todo científi cas se
ubican sin mayores sobresaltos en el Criticismo.

27Cfr. Mondragón, V. et al., (2006), op . cit ., p. 93.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 33

Origen del conocimiento

Una segunda cuestión que ha interesado a los fi lósofos de todos los tiempos
fue acerca del origen del conocimiento. O lo que es lo mismo: ¿dónde co-
mienza?, ¿qué es lo que lo desencadena?, o ¿ acaso son las ideas eternas? Se
tuvo claro que en todo esto la razón y los sentidos deberían de desempeñar
algún papel importante.
Se han dado numerosas respuestas, según se resume:28

REMINISCENCIA (Sócrates, Platón). El alma recuerda las ideas previamente


contempladas en el mundo de las ideas. Es necesaria una estrategia para ello:
la mayéutica.

INTELECTUALISMO (Aristóteles, santo Tomás). Los sentidos suministran el ma-


terial que ha de ser pensado. Las ideas tienen fundamento en la realidad.

RACIONALISMO (Descartes, Espinoza, Leibniz). El origen del conocimiento


está en la razón. Las cosas no son como son en sí mismas sino como las pen-
samos.

EMPIRISMO (Hobbes, Locke, Berkeley, Hume). La fuente del conocimiento está


en la experiencia y en los sentidos. El conocer es un fenómeno sensible.

APRIORISMO (Kant). El conocimiento surge por síntesis entre los datos aporta-
dos por la experiencia y la estructura a priori del sujeto.

CONSTRUCTIVISMO (Piaget, Vigostky, Bruner, Cole). Los conocimientos son


construidos por cada individuo, en base a sus experiencias de aprendizaje.

Podemos sentirnos cómodos con la perspectiva intelectualista, tanto


como con la constructivista.

N aturaleza del conocimiento

El tercer gran tema de los teóricos del conocimiento es el referido a su natu-


raleza. Algo así como preguntarse: ¿de qué está hecho el conocimiento?, o
bien ¿qué debemos entender por conocimiento?
Se han dado numerosas respuestas, según se resume:29

REALISMO (Aristóteles, santo Tomás). Conocer es reproducir la realidad. Los


objetos tienen existencia independientemente del sujeto que los conoce.

28Cfr. Mondragón, V. et al ., (2006), op. cit ., p. 96.


29Cfr. Mondragón, V. et al ., (2006), op. cit., p. 84.
34 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

IDEALISMO (Berkeley, Fichte, Schelling, Hegel). Confusión de lo real con lo


percibido. Lo real es creación del espíritu. Ruptura con el plano real objetivo.
Conocer es actividad del sujeto.

POSITIVISMO (Comte, positivistas, neopositivistas). Prevalece el objeto cuanti-


fi cable y veri fi cable frente al sujeto. Lo objetivo garantiza la verdad.

CONSTRUCTIVISMO y DECONSTRUCTIVISMO (Guba, Lincoln, Foucault, Dé-


rrida). Conocimiento no es descubrimiento sino construcción. Se reivindica la
identidad del sujeto, con sus pensamientos, afectos, valores, conductas y pro-
ductos simbólicos.

El realismo y el constructivismo son capaces de re-


unir una mayoría de opiniones en nuestros días con otras
posturas fuertemente representadas.

Generalización del conocimiento


El conocimiento riguroso fue en la antigüedad patrimo-
nio de pocos: fi lósofos, científi cos, médicos, matemáti-
cos y arquitectos. Con la instrucción pública, la cantidad
y variedad de científi cos, la globalización y las comu-
nicaciones, hace que la universalización sea un hecho,
pese a sus contradicciones internas.
Aun así, tal parece que el conocimiento no está re-
solviendo las ingentes necesidades del hombre de hoy.

No. Los tiempos no han llegado a la mayoría de edad. Precisamente no, porque
las dos cosas que parecían condición sufi ciente (la ciencia desarrollada y la
abundancia en la producción) no han logrado eliminar los disparates sociales
que día a día nos toca sufrir. Las matanzas entre los pueblos, las hambrunas ac-
tuales en lugares precisos del planeta, cuando todos sabemos que hay alimentos
sufi cientes, son sólo dos ejemplos, entre otros, que dan fe de esta situación. Y,
sin embargo, estamos hoy, a pesar de estos horrores, más cerca de las etapas
soñadas que hace 200 años. Aunque sólo sea porque el mundo malgré lui, ha
generado relaciones, dimensiones, riqueza, posibilidades inéditas, que podrían
servir de cimiento sobre el quehacer, lo que hasta ahora sólo soñado: que haya
pan, paz y justicia de verdad, esto es, simplemente para todos.30

30Serrano, Augusto (1995), La aventura del conocimiento , Colección LOGOS, Ed. BCH,

San Miguel de Tegucigalpa, pp. 362-363.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 35

LECT U RA

El sentido común

Wartofsky, M. (1968)31

Gran parte de nuestro conocimiento es saber práctico: se refi ere, con los
pies muy en el suelo, a cómo hay que hacer las cosas, cómo se alcanzan
los objetivos y cómo hay que actuar en situaciones corrientes. Este conoci-
miento “ de sentido común” es común porque es de esperar que cualquiera
lo posea, y constituye, por tanto, un cuerpo de verdades familiares y ubicuas
que apenas se articulan con vistas a la refl exión crítica por lo frecuentes que
son y lo bien atrincheradas que se encuentran en el comportamiento y en el
lenguaje práctico. Es cierto que gran parte de él se expresa en la literatura
de un pueblo, así como en su acervo de máximas y técnicas. […] Pero el
contenido de sentido común de este patrimonio se asimila de tal manera
que pasa a formar parte del entendimiento tácito: sus “ verdades” son obvias,
se dan por sentadas y sobre ellas no se refl exiona, aunque se encuentren in-
corporadas en forma lingüística y se expresen en el lenguaje ordinario de los
hombres como dichos proverbiales, giros lingüísticos o remedios caseros.
Lo característico de tal conocimiento de sentido común es que no es ni
explícitamente sistemático ni explícitamente crítico. […] Es a grandes rasgos
completo y se encuentra listo para su utilización inmediata, como corres-
ponde a la propiedad común de una cultura, al conjunto de previsiones
certeras referentes a lo que todo el mundo debiera saber de las actividades
corrientes y básicas de la vida cotidiana, y en consecuencia proporciona
previsiones seguras en materia de actividad humana. Las funciones que des-
empeña posibilitando del trabajo ordinario y la vida social, y delimitando la
aleatoriedad y el peligro en la acción, son de importancia inapreciable.
El sentido común no es ni tan invariable ni tan universal como para no
cambiar según los entornos y periodos históricos. El sentido común de una
generación resulta ser, a veces, el sin sentido de la generación siguiente; en
otros tiempos era de sentido común cerrar las ventanas al pernicioso aire
nocturno; actualmente es de sentido común mantener las habitaciones bien
ventiladas por la noche.
[…] En defensa del sentido común cabe decir que se forma lenta y
cuidadosamente, que se ensaya de modo efi caz en áreas de la más amplia

31Wartofsky, Marx W. (1968), Introducción a la filosofía de la ciencia, Alianza Editorial,

Madrid.
36 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

experiencia común, que su núcleo ha estado formándose durante quizá un


millón de años y que constituye la condición de la sociabilidad y de la co-
munidad en los aspectos prácticos de la vida y el trabajo.
[…] La creencia de sentido común se toma, con toda la (inconsciente)
buena fe, como indudable; y el mero desafío a tal fe se considera como
inconcebible, o como una señal clara de la irracionalidad o de la extrema
idiotez del desafi ador. Por eso Pierce (1955) ha caracterizado al sentido
común como acrítico por su propia naturaleza, y es aquí donde el sentido co-
mún, con toda su amplitud y potencia inductiva, se separa del pensamiento
científi co y del análisis fi losófi co, que son críticos por naturaleza.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 37

EJERCICIO

O bjetivo
Profundizar críticamente la capacidad de pensar y el desarrollo del conoci-
miento, valorando su función, sus límites y di fi cultades.

Propuesta
Contesta con la mayor honestidad y sin palabras complicadas a por lo me-
nos siete de las siguientes preguntas. Es correcto dar una primera respuesta
provisional, y después mejorarla hasta obtener la defi nitiva. Para mayor pre-
cisión se requiere que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia
Comparte tus respuestas con un maestro, un familiar, un amigo, un fi lósofo,
o una persona que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a pensar
como él o ella quisieran que lo hicieras.

Preguntas
1. ¿H as dudado de tu capacidad de pensar?

2. ¿Cuál es para ti la mayor ventaja de poder conocer?

3. ¿Sabes qué te interesa conocer más y qué menos?


38 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

4. ¿En quién confías más, en tu mente o en tus sentidos?

5. ¿Te inclinas a la magia o a la superstición?

6. ¿Q ué papel representa para ti la religión?

7. ¿Ahora que eres universitario, sigues empleando tu sentido común?

8. ¿Te sientes cómodo con el pensamiento crítico?

9. ¿Cuál es tu principal dificultad de aprendizaje?

10. ¿Crees que el conocimiento pueda resolver los diversos problemas de


la sociedad mundial actual?
C apít ulo

4 Filosofía, ciencia
y método

La obra de la ciencia no
es nunca definitiva.
E. Cassirer

El conocimiento científico
Desde la antigüedad diversos pueblos y culturas aprendieron
tempranamente la diferencia entre el saber común y el cono-
cimiento científi co, lo cual no quiere decir que todo lo que
la antigüedad consideró ciencia deba hoy ser considerado
como tal. La ciencia, como todo producto humano, es fruto
de un proceso de perfeccionamiento. Si
bien en varias épocas se ha creído ha-
ber llegado a decirlo todo en un campo
determinado (“ el fi n de la física” , “ el
fi n de la historia” ), se acepta hoy como
algo lógico y necesario la temporalidad
o, por decirlo de una mejor manera, la
transitoriedad y provisionalidad de los
paradigmas científi cos.
Por “ ciencia” entendemos un co-
nocimiento riguroso, posible gracias a
una metodología que ha de seguirse
estrictamente y que se expresa en con-
ceptos y leyes científi cas, o, como sue-
39
40 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

le decirse, en teoría científi ca. Los griegos distinguieron bien entre la “ d óxa”
(δóχα) —la opinión— y la “ epistéme” (επιστη′με) —conocimiento concep-
tual—. No es menos cierto que se trata de una generalización, pues en
estricto sentido, con independencia del idioma utilizado, no hay “ ciencia” ,
sino “ ciencias” . Cada ciencia es un abordaje especializado a un segmento
de la realidad. La fi losofía en cambio mira la generalidad, es decir, lo común
de todas ellas, su raíz o fundamento, por lo que desarrolla una fi losofi a de
la ciencia. Examinemos esto más detenidamente.
Grandes aportes han hecho a la fi losofía de la ciencia pensadores de la
talla de Popper, con su teoría de la falsación; o de Kuhn, con la provisiona-
lidad de los paradigmas científi cos, abonando con ello el pensamiento crí-
tico y precaviendo en contra de los dogmatismos en las ciencias. Tal parece
que a partir de estos postulados los fi lósofos podrían tener cada vez menos
trabajo. Pero,

“ […]mientras haya fi lósofos de la ciencia empeñados en enfundar a ésta en in-


tolerables corsés de hierro — fi lósofos que ayer eran metafísicos, hoy positivistas
y mañana quién sabe— …quienes deseen entretenerse en arrancar de la fi loso-
fía la mala hierba del dogmatismo tendrán trabajo asegurado para largo” .32

Cada ciencia objetiva la realidad desde el punto de vista que le es propio o


específi co. Consideremos un río caudaloso, un físico podría ver en él una
energía potencial que, con ayuda de ingenieros electricistas, podría conver-
tirse en energía cinética y ser aprovechada en forma de energía eléctrica. Un
biólogo vería tanto en el río como en su cuenca un determinado nicho eco-
lógico, hábitat natural de especies de varios reinos bióticos, que con ayuda
de naturistas y ecologistas hay que preservar. Un administrador de empresas
turísticas captaría de inmediato el potencial del lugar que, con ayuda de
inversionistas, arquitectos e ingenieros civiles, puede convertirse en lugar
de esparcimiento para unos y generación de empleo y de riqueza para otros.
Un químico estaría interesado en examinar esta agua y determinar su pu-
reza, su eventual contaminación y sería capaz de proponer, con auxilio de
limnólogos y microbiólogos e ingenieros hidráulicos, su aprovechamiento
para el consumo humano. Un teólogo establecería de inmediato una co-
nexión entre esta agua y el bautismo, y recordaría numerosas referencias
bíblicas al agua como elemento puri fi cador y restaurador. Y se trata, no hay
duda, del mismo río.
Durante mucho tiempo, en particular desde mediados del siglo XIX hasta
fi nales del XX, se propuso aceptar como ciencias únicamente a las llamadas
“ ciencias positivas” ; es decir, a las comprobables empíricamente, de preferen-
cia con instrumental matemático. Se pretendió llegar a una máxima objetiva-
ción, excluyendo cualquier contaminación subjetiva, como si la ciencia no

32Maguerza, Javier (1973), Introducción a Lakatos, I. y Musgave, A. (1975), La crítica y el

desarrollo del conocimiento, Grijalbo, Barcelona.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 41

fuese también un producto humano. No es menos cierto que con frecuencia


las llamadas “ ciencias sociales” incurrían en innecesarios vicios especulativos
y en falta de rigor y exactitud. Hoy en día se tiende a reconocerle a ambas su
“ estatus” científi co, siempre y cuando sigan un método preciso, reconocien-
do que el objeto de estudio de las ciencias naturales tiene un comportamiento
regular o constante, sin perjuicio de los enfoques relativistas; mientras que el
objeto de estudio de las ciencias sociales, siendo en última instancia el ser hu-
mano, tiende a comportarse en forma distinta, tanto a nivel individual como
colectivo, por el sólo hecho de estar dotado de voluntad.
A comienzos del siglo XXI se constata que se ha establecido una socie-
dad de la información y de la comunicación. El H omo sapiens actual puede
ser denominado “ homo reticularis” 33 por estar contextualizado por un sin-
número de redes y relaciones. Por ello mismo se está convirtiendo en un
anacronismo hablar de países periféricos, al menos desde el punto de vista
de la información. Un estudiante de Centroamérica, por ejemplo, tiene prác-
ticamente el mismo acceso a fuentes del conocimiento que sus coetáneos
de Nueva York, Madrid, París, Nairobi, Beijing, Sydney o Santiago, aunque
requiere del dominio de idiomas y un conocimiento tecnológico elemental.
La diferencia estará en lo que hagamos de esta información. Procesada me-
diante herramientas del pensamiento crítico puede abrirnos las puertas a la
sociedad del conocimiento, en la que el presente siglo pretende convertir a
la humanidad. Habrá que aprovechar —o fabricar— las oportunidades.
Una sociedad del conocimiento será también una sociedad de alta
tecnología, puesto que ésta es consecuencia natural de la ciencia. Aquí se
impone una visión desde la fi losofía, concretamente desde la ética, pues
importa que toda esta ciencia y tecnología estén al servicio del desarrollo
humano sostenible, equitativo y solidario, mas no a merced de la domina-
ción, la destrucción o la muerte.

La filosofía y las ciencias


Quedó establecido que las ciencias tienen un interés y una visión diferen-
ciada al abordar el conocimiento e interpretación de la realidad. La fi loso-
fía, por el contrario, no se interesa en tal o cual segmento o particularidad de
la realidad, sino que se pregunta: ¿qué es la realidad? Cada ciencia formula
un conjunto de hipótesis, leyes y conceptos en base al método que le es pro-
pio. Toca a la fi losofía preguntarse: ¿cómo formular una buena hipótesis?,
¿cómo se establecen las leyes científi cas?, ¿qué es un concepto? y ¿cuál es
la importancia y naturaleza de los métodos científi cos?
Es propio de la fi losofía buscar la totalidad, vale decir, una visión glo-
bal o de conjunto de las cosas, indagar sobre los elementos comunes. Le

33Cfr. Echeverría, C. (1992), “ La educación del H omo reticularis” , en Paradigma, núm.

11, marzo, p. 38.


42 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

interesa buscar el sentido y el contexto de los seres. En primer lugar se


preocupa por la propia existencia humana, lo que somos, el signi fi cado de
nuestra vida y de nuestra vocación social. Se interesa por su interior, saber
cómo se piensa, cómo se conoce, cómo estar seguro de llegar a la verdad.
Indaga también acerca de la conducta humana, cómo comportarse adecua-
damente a nivel personal y colectivo, tanto en el ámbito profesional como
empresarial. Se interesa por productos humanos muy concretos y establece,
además de una fi losofía de la ciencia, del arte, derecho, de la historia, de la
educación, de la religión, de la política, etcétera.
La fi losofía da, a la postre, una visión generalizada, integradora e inte-
gral del universo, el hombre y la sociedad, penetrando en causas y efectos,
en naturalezas y contextos, en comportamientos y en prospectivas.
Históricamente, la fi losofía ha tenido un interés focalizado. En la pri-
mera etapa griega el énfasis se le dio a la refl exión sobre la naturaleza, en
la época de oro de la Filosofía Ática el interés se centró en el ser humano.
Con los estoicos y epicúreos se enfocó en la ética. Los neoplatónicos se pre-
ocuparon por el mundo de las ideas. La patrística primero y la escolástica,
luego, refl exionaron primordialmente sobre la intervención de Dios en el
mundo, así como la relación entre fe y razón. El empirismo habría de ha-
cer énfasis en el conocimiento experimental, mientras que el racionalismo
debe su nombre a su afán por indagar en el mundo de la razón. La crítica,
el pensamiento positivo, la existencia humana, el conocimiento lógico, la
sociedad, la vida, el lenguaje y hasta la sinrazón han sido temas preferentes
de estudio de las distintas escuelas.
A modo de simpli fi cación, podría decirse que son tres los temas explo-
rados por las diversas fi losofías: el ser, el conocer y el actuar, todos referidos
al ser humano en sus dos entornos: el natural y el social.

El método
Vale la pena recordar las dos raíces griegas de esta palabra para descubrir su
función: metá (μετά) “ a través” y odós (οδός) “ camino” . En efecto, el méto-
do es el camino a través del cual llegamos a una conclusión, o para decirlo
mejor, a la verdad, pues tal ha de ser la pretensión tanto del científi co como
del fi lósofo.
En el método científi co se encuentra precisamente la garantía de que
llegamos a comprobaciones ciertas, con tal de que haya sido seguido fi el-
mente. De la variedad de objetos científi cos se deriva la diversidad en la
naturaleza de las ciencias y, por tanto, los distintos métodos científi cos que
le convienen a cada una de ellas. Podemos hablar de métodos matemáticos
de naturaleza diferente a los de la biología, y más distantes aún de los con-
cernientes a la psicología, medicina o derecho. Otro tanto ocurrirá con los
diferentes métodos que usan o han usado los fi lósofos.
No obstante, es posible determinar algunos elementos comunes, aun-
que no siempre son aplicados integralmente o en el mismo orden en las di-
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 43

versas disciplinas. Se parte de la percepción de que hay un problema o bien


algo interesante que investigar o analizar. Al llegar a este nivel conviene
que el investigador describa con claridad la tarea que se ha propuesto. Aquí
también se delimita el alcance de lo que va a estudiar, es decir, desde qué
perspectiva teórica, en cuántos individuos, bajo qué condiciones.

El método científi co es nada más que un procedimiento controlado, ordenado


por medio del cual llegamos a saber plantear problemas científi cos... El punto
de partida del método científi co está en saber formular problemas: se parte
siempre de un examen detenido de los hechos, es decir, de un cuerpo de cono-
cimientos. Dentro de esos hechos se descubre alguna incoherencia o di fi cultad.
Se busca entonces formular esa incoherencia a nivel del problema. Luego viene
la invención de hipótesis centrales, es decir, suposiciones o conjeturas acerca
de los nexos entre los distintos fenómenos; formuladas las hipótesis se les busca
bases tanto racionales como empíricas. Se ponen las hipótesis a prueba […] se
clasi fi can y ordenan los datos, se levantan estadísticas. Se contrastan las hipóte-
sis con los resultados obtenidos hasta elaborar nuevos conocimientos.34

Un paso importante de la ciencia es la elaboración de hipótesis. Me gus-


ta defi nir una hipótesis como una sospecha científi camente documentada;
sospecha plausible de que las cosas discurran de tal o cual manera, y cien-
tífi camente documentada, pues no se trata de corazonadas o de intuiciones,
aunque estas últimas han acortado, no pocas veces, el camino del científi co.
Estas hipótesis indican una ruta que se ha de seguir sin apartarse de ella,
sin despreciar descubrimientos sobre otros tópicos que puedan hacerse en
el intento. En efecto, no pocas veces al indagar sobre un asunto se llega a
descubrimientos imprevistos, y no pocas veces de gran valor.

La hipótesis no es más que una salida tentativa de aclaración entre dos varia-
bles y que es posible comprobarla a nivel de la experiencia. Es una solución
provisional, posible, ante el problema que se ha planteado. Para ello habrá que
mostrar la verdad o falsedad de dichas hipótesis. […] La hipótesis es siempre
un “ supuesto” , premisas que se utilizan con una gran probabilidad de explicar
adecuadamente un fenómeno o problema; sólo el proceso demostrativo o de
veri fi cación nos dirá si eran objetivas o estaban mal planteadas.35

Las herramientas de procesamiento de la información suelen ser de carácter


estadístico, tanto en ciencias naturales como sociales. Ello no ha de impedir
valoraciones cualitativas que hace pocas décadas eran vistas como algo es-
purio y anticientífi co. Pero no se debe quedar en la sola descripción cuanti-
tativa de los hechos; menester es interpretar, originando inferencias capaces

34Barragán L., Hernando (1977), Epistemología, Universidad Santo Tomás de Aquino, Bo-

gotá, p. 98.
35Barragán L., Hernando (1977), op. cit ., p. 104.
44 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

de explicar la realidad que se analiza.


Sólo así se podrá enriquecer la teoría
científi ca e incluso ayudar a formular
nuevas leyes.
A partir del camino preferentemen-
te inductivo de las ciencias positivas se
llega, según se ha dicho, a las generali-
dades de las teorías y leyes científi cas,
con ayuda de las cuales es posible pre-
decir. Esta predicción es uno de los fru-
tos más estimables de la ciencia, pues
el conocimiento se pone, o al menos
inaugura la posibilidad de ponerse,
al servicio del bienestar humano. La
predicción científi ca, lejos de arte de
adivinación o ritual mágico, se basa en el comportamiento regular de la
naturaleza. A iguales condiciones y puntos de vista las cosas se comportan
siempre del mismo modo. No sucede con tanta regularidad cuando de los
comportamientos humanos, individuales o colectivos se trata, pero siempre
es válido el intento por acercarse lo mejor posible a ella.
Más allá de estas generalidades, cada disciplina procede con arreglo a
su naturaleza y especi fi cidad, lo cual es particularmente válido para la fi lo-
sofía; aunque en este punto se debería hablar de fi losofías dada la riqueza y
variedad de los diversos enfoques que a lo largo de la historia han surgido,
alguno de modo efímero, pero muchos otros para permanecer como parte
importante del acervo fi losófi co.
Finalmente, se hace necesario recordar que fi losofía y ciencia no son
colección de saberes. Se trata de actividades vivas y vigentes del espíritu hu-
mano que se alimentan gracias a la investigación. Al respecto dice Serrano
A. ( 2002) lo siguiente:36

Cuando hablamos de “ investigación científi ca” estamos hablando de un modo


de proceder, de una actividad que indaga, que busca dentro de un campo cien-
tífi co y que es un momento, una dimensión más de ese campo científi co. […]
Desprovista de investigación una ciencia deja de serlo. Y la transmisión que se
haga de los conocimientos llamados científi cos, desprovistos de la investigación
y de lo que ésta comporta, es una transmisión ingenua, no científi ca.

36Serrano,
Augusto (2002), De las ciencias y de sus métodos, Paraninfo, año XI, núms.
20-21, pp. 147-148.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 45

LECT U RA

Relación entre filosofía y ciencia

González, A. (1991)37

Muchos fi lósofos han pretendido una unidad perfecta entre ciencia y fi -


losofía. Así, por ejemplo, para el idealista Hegel, la fi losofía es la ciencia
suprema del espíritu. Para otros pensadores de tendencia también idealista,
la fi losofía, aunque no es de hecho una ciencia, debería llegar a constituirse
como tal; es decir, debería trabajar con los mismo métodos, el mismo rigor
y exactitud que son propios de las ciencias positivas. Y nos les falta razón
a estas posturas en cierto sentido: la fi losofía verdadera se ha caracterizado
siempre por un deseo de rigor y exactitud. Los que la confunden con la poesía
o con la literatura difícilmente pueden ser considerados auténticos pensa-
dores. Ahora bien, el que en fi losofía no sirve el mero discurso literario o
propagandístico no quiere decir que ciencia y fi losofía sean la misma cosa.
Para ver las diferencias entre un modo de saber y otro, comencemos por
considerar en qué consiste el conocimiento científi co (tanto en el campo de
las ciencias naturales como en el de las ciencias humanas). Lo que caracte-
riza la actividad cotidiana del científi co es la búsqueda y el descubrimiento
de las leyes por las que se rige el universo o las sociedades e individuos
humanos. Así, por ejemplo, los físicos y los astrónomos pretenden hallar, al
cabo de sus investigaciones, las leyes matemáticas que describen adecua-
damente los movimientos de determinados cuerpos celestes. Igualmente,
un biólogo investiga las leyes según las cuales se transmiten, por ejemplo,
los caracteres hereditarios en una cierta especie. Se puede decir, en general,
que una ciencia ha alcanzado un grado alto de madurez cuando es capaz
de formular leyes matemáticas que le permiten predecir con la mayor exac-
titud posible, el comportamiento de los objetos con los que trabaja. La gran
posibilidad que las leyes científi cas aportan a los hombres es la de hacer
predicciones.
Así, por ejemplo, una ley me sirve para saber no sólo cómo discurrió
la trayectoria del Sol o cómo se comportó un determinado ser vivo, sino
también para saber cómo lo hará en lo futuro. El conocimiento exacto de
un comportamiento futuro entraña una riqueza enorme de posibles aplica-
ciones prácticas —técnicas— de los avances en el conocimiento humano.
Ciertamente, esta exactitud se logra más fácilmente en las ciencias natura-

37González, Alberto (1991), Introducción a la práctica de la filosofía, UCA, San Salvador.


46 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

les que en las ciencias humanas y sociales. Dados una serie de datos, por
ejemplo, sobre los movimientos de los planetas en el sistema solar, podemos
predecir con gran precisión el momento en que se producirá un eclipse de
Sol. En otras ciencias, como la economía o la sociología, que trabajan con
fenómenos humanos, es más difícil la formulación de leyes tan rigurosas:
no es fácil predecir una crisis económica o una revolución social. Pero no
cabe duda de que, a pesar de tales limitaciones, la intención de los cientí-
fi cos sociales es también la de descubrir las leyes que rigen los fenómenos
humanos; y el acierto en un buen número de sus pronósticos atestigua que
tal descubrimiento se logra, al menos parcialmente.
La fi losofía no pertenece a las ciencias positivas de la naturaleza o del
hombre, sino a las ciencias críticas. Esto no quiere decir que el fi lósofo
puede prescindir en su trabajo del conocimiento de las leyes que descubren
las ciencias positivas. Una fi losofía que no tenga en cuenta los datos de
las ciencias se convierte inmediatamente en una mera especulación vacía.
Muchos fi lósofos, al tratar, por ejemplo, del mundo natural, cometieron ver-
daderos disparates, fruto de su ignorancia del estado de las ciencias en su
época: la fi losofía de la naturaleza de Hegel es un buen testimonio de ello.
Pero una fi losofía que quiere tener bien anclados sus pies en la tierra ha de
tener muy en cuenta esa fuente inagotable de conocimientos sobre el mun-
do real que las ciencias positivas representan. Ahora bien, la fi losofía, por
su carácter crítico, aunque debe tener muy en cuenta los datos y leyes de
la ciencia positiva, se diferencia muy notablemente de aquéllas: la fi losofía
tiene unos caracteres —radicalidad, desenmascaramiento y voluntad eman-
cipadora— que la diferencia notablemente de las ciencias positivas.
La fi losofía, como saber racional, comienza justamente donde terminan
las ciencias positivas. El fi lósofo es alguien que se pregunta justamente por
la raíz misma de las ciencias. Éstas nos pueden describir con gran exactitud
un gran número de leyes que rigen el mundo físico. Pero la pregunta fi losó-
fi ca va más allá del mero descubrimiento de esas leyes; puede preguntarse,
por ejemplo, qué es una ley. Y esto es algo que las ciencias positivas ya no
pueden responder. […] La cuestión fi losófi ca es más radical y comienza
cuando nos preguntamos, por ejemplo, cómo es posible que una ley que
está solamente en nuestra cabeza describa con tanta precisión lo que suce-
de a distancias enormes de nuestro planeta: ¿será que la naturaleza tiene
escrita en sí misma estas leyes, de modo que no están solamente en nuestra
cabeza, sino también en las cosas? Y entonces, ¿cómo está hecha nuestra
mente para que tenga esa capacidad de refl ejar con tanta precisión las leyes
que están fuera de ella en el mundo natural?
Las preguntas fi losófi cas son por esto mucho más radicales que las cien-
tífi cas, y no pueden responderse de una forma meramente científi ca. Una
ley no responde a las grandes interrogantes de la fi losofía, justamente por-
que la fi losofía se puede preguntar por el sentido mismo de las leyes. La
radicalidad del fi lósofo puede llegar hasta el punto de cuestionarse, como
lo hizo Leibniz, por qué hay algo en lugar de nada.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 47

[…] La fi losofía se diferencia de la ciencia por su actitud de sospecha


y de desenmascaramiento. Las ciencias, con todos sus enormes avances a
lo largo de los últimos siglos, pueden proporcionarnos un enorme acervo
de datos sobre la realidad, organizados según rigurosas leyes matemáticas.
Pero las ciencias difícilmente pueden refl exionar sobre sí mismas. Cuando
el científi co refl exiona sobre su propia tarea deja de ser científi co para pasar
a ser fi lósofo. La mera búsqueda de leyes no puede responder a preguntas
fi losófi cas por el valor de las ciencias, su contribución al progreso, su papel
en la sociedad o en la historia, etc. El fi lósofo, aunque sea un científi co-fi ló-
sofo, es quien llega a hacerse, por ejemplo, la pregunta insidiosa: ¿ha sido
benefi cioso el desarrollo de las ciencias para la humanidad? Y ésta ya no
es una cuestión científica, sino una cuestión sobre la ciencia, que se hace
desde fuera de la misma.
[…] Las ciencias positivas, además de descubrirle al hombre verdades
de suma importancia, pueden servir también para ocultarle su verdadera
realidad. En el mundo moderno es frecuente que las ideologías que legiti-
man una determinada sociedad se presenten a sí mismas como “ científi cas” .
[…] De ahí que la actitud fi losófi ca, en lugar de consistir en un culto a la
ciencia, ha de sospechar e indagar los usos sociales que de la ciencia se ha-
cen. El buen conocimiento de la ciencia que ha de tener el fi lósofo necesita
ser complementado con un desenmascaramiento respecto a su uso ideoló-
gico: la fi losofía es crítica de la ciencia como ideología.
Todo este carácter radicalizador y crítico que hemos atribuido al saber
fi losófi co no descansa sobre sí mismo. Es decir, en fi losofía no se trata de
desarrollar un mero gusto por la crítica, sino que toda crítica fi losófi ca au-
téntica está siempre al servicio de la emancipación del hombre. Una crítica
que no pretenda ir más allá de sí misma es un puro ejercicio mental que so-
lamente benefi cia a quien la ejerce y a quienes desean que todo siga como
está. La fi losofía, al poner en ejercicio su carácter crítico, lo hace en función
de un proyecto más o menos concreto de transformación de los hombres
y de las sociedades. La fi losofía pretende convertirse en un instrumento para
la toma de conciencia de los hombres sobre su propia situación y en un
estímulo para el desarrollo de una actividad emancipadora.
[…] En defi nitiva, la fi losofía es un modo de saber que necesita inexo-
rablemente de las ciencias —naturales y sociales— como modos de cono-
cimiento privilegiados de la realidad. Pero al mismo tiempo, la fi losofía, por
su carácter crítico, es un saber que va más allá de las ciencias, para revisar
sus fundamentos, e incluso para poner en tela de juicio sus pretensiones de
neutralidad y de objetividad desinteresada. De ahí la autonomía de la fi loso-
fía respecto de la ciencia; la fi losofía es un saber netamente autónomo, [es]
como decía Kant, “ atreverse a usar el propio entendimiento sin la dirección
de otro” , aprender a pensar.
48 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

EJERCICIO

O bjetivo
Ayudarte a hacer un esfuerzo de refl exión personal para que puedas au-
toevaluar hasta qué punto comprendes la naturaleza de las ciencias y el
papel diferente de la fi losofía en la sociedad.

Propuesta
Contesta con la mayor honestidad, y sin palabras complicadas, a por lo me-
nos siete de las siguientes preguntas, respetando preferiblemente el orden
en que se plantean. Es correcto dar una primera respuesta provisional, y des-
pués mejorarla hasta obtener la defi nitiva. Para mayor precisión se requiere
que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia
Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un fi lósofo,
un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona
que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella
quisieran que lo hicieras.

Preguntas
1. ¿A qué se llama ciencia?

2. ¿Por qué se afirma que no existe la ciencia sino las ciencias?


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 49

3. ¿En qué se parecen la filosofía y las ciencias?

4. ¿En qué se diferencian la filosofía y las ciencias?

5. ¿Cuáles crees que son las cualidades que debe tener un buen científico?

6. ¿Cuáles crees que son las cualidades que debe tener un buen filósofo?

7. ¿Cuál es tu opinión sobre el desarrollo de las ciencias y las tecnologías


en nuestro país?

8. ¿Cuál es tu apreciación sobre la filosofía en nuestro país?

9. ¿Q ué semejanzas y diferencias puedes establecer entre los métodos


de la ciencia y los métodos del filosofar?
50 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

10. ¿H asta qué punto crees que nuestro país puede dar contribuciones
científicas y filosóficas a la humanidad?
C apít ulo

5 El mundo de
los valores
32

Los valores plasman ideales de


perfección que el hombre capta
intuitivamente y frente a los
cuales se siente atraído en orden
a una realización o práctica con-
creta de los mismos.
L. J. Gonzá lez Álva rez

Los omnipresentes valores


En la actualidad no creo posible que se pueda hacer refl exión
fi losófi ca alguna, al menos de la buena; es decir, de esa que
está continuamente referida al ser humano, sin que tengamos
que vérnosla, tarde o temprano, con el mundo de los valores.
Es interesante constatar que las ciencias de la admi-
nistración, de tanta infl uencia en el mundo contemporáneo,
aluden reiteradamente al concepto de valor, sin referirse
exclusivamente al económico. Se le encuentra al hablar de
calidad, cliente, administración del personal, servicios, ne-
gociación y cada vez que se quiere subrayar que el factor
humano hace la diferencia.
Centremos ahora nuestra atención en la axiología y sus
principales cuestiones, para ganar la dimensión teórica ne-
cesaria al posterior estudio de los valores en la dimensión
fáctica.

32Versión corregida de Echeverría C. (1995), Axiología, filosofía de los valores para el pro-

fesional emprendedor, capítulos III y IV, EDUNITEC, Tegucigalpa.

51
52 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

La axiología

Del vocablo griego “ áxios” (αξιος), que signi fi ca tanto valor como lo que
tiene valor, se acuñó el término de axiología, que se defi ne como la teoría o,
mejor aún, la fi losofía de los valores. Aunque desde la fi losofía griega está
presente el tema de los valores, aumentó su auge con los grandes fi lósofos
áticos, de tal forma que la fi losofía de los valores data del siglo XIX y propia-
mente reconocida como axiología tan sólo desde principios del siglo XX.
Es en Alemania donde se habría de desarrollar primero el interés por la
fi losofía de los valores con F. Nietzsche, F. Lange, R. Lotze, H. Rickert y W.
Windelband. Entre los principales fi lósofos que han dedicado su atención
a la axiología destacan de manera relevante los también alemanes Scheler
y Hartmann.
Max Scheler (1874-1928), fenomenólogo, propone la ética material de
los valores, opuesta al formalismo de la ética de la ley y el deber de Kant.
Los valores son para él cualidades especiales de los seres, los cuales se cap-
tan a través de la intuición emocional.

Los valores no se inventan ni se acuñan de nuevo mediante una transmutación


de valores, son simplemente descubiertos, y lo mismo que las estrellas en el
cielo, también ellos van apareciendo, con el progreso de la cultura, en el ám-
bito visual del hombre. No son valores antiguos; no son valores nuevos; son los
valores.33

Nicolai Hanmann (1882-1950) también desarrolla una ética material de los


valores en la que introduce valores ya presentes en la obra de Aristóteles y
los propios del cristianismo. Escribe en contra de una concepción relativista
de los valores. La relatividad de los sistemas axiológicos a lo largo de la
historia, la geografía y las culturas es, para él, “ relatividad en el descubrir y
sentir los valores, no en los valores mismos” .34
En Francia, Louis Lavelle, existencialista cristiano, desarrolla una axio-
logía ontológica, en la que es la clave el concepto de que el yo participa
del ser, teniendo la posibilidad de alcanzar el ser en distintos grados. El ser
humano es posibilidad y realización. De modo semejante el valor es un acto
del espíritu y el espíritu es actividad valorante. El valor se encarna material-
mente, en un bien, pero es espiritual.
El concepto de valor, que ya había sido rescatado por los economistas
clásicos, se ha hecho ahora presente en los más diversos campos teóricos,
especialmente en la ética y la estética.
Preguntarse por la naturaleza del valor equivale a cuestionar la natura-
leza del valor y tratar de brindar una defi nición conceptual. Indagar acerca

33Scheler,M. (1977), “ Ética, nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético” ,


Revista de Occidente, Madrid, p. 42.
34Cfr. Hartmann, Nicolai, Ética.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 53

del origen, signi fi ca penetrar en el problema de su formación o, al menos,


de su aparición en nuestra conciencia. Esta distinción conceptual no anula
el hecho de que ambos temas están muy estrechamente relacionados, al
punto de que la visión que se tenga sobre uno de ellos condiciona necesa-
riamente lo que sobre el otro se diga con carácter teórico.

N aturaleza del valor

Se puede empezar a comprender qué es el valor analizando el uso que le


damos al vocablo o a sus derivados en distintas situaciones. “ ¿Cuánto vale el
texto de contabilidad de costos?” , “ ¡qué valor el de fulano, ir a esa boda sin
haber sido invitado!” , “ don Eugenio María Hostos ha sido, sin duda, uno de
los americanos más valiosos” , “ ¿conoces el valor de la oración?” , “ él demos-
tró valor en los momentos de mayor tensión” , y expresiones por el estilo.
Todo lo anterior nos lleva a ver el valor como precio, arrojo, notabili-
dad, aprecio, importancia, valentía, notoriedad, etc. En efecto, el valor es
todo eso, y más: aquello que vale la pena, aquello en lo que creo o por lo
que estoy dispuesto a sacri fi carme; lo que se destaca, es importante o so-
bresale; lo que se distingue y es, por tanto, preferible. En términos rigurosos
podemos defi nirlo como:
“Valor es cualquier objeto de predilección”.

Repárese en que objeto no se emplea aquí en su acepción ordinaria de cosa,


sino como determinación del intelecto. A la vez, la predilección participa de
la doble naturaleza de lo que es preferible o preferido y, por eso mismo,
de lo que es eligible o elegido. Esta íntima relación no impide establecer
la diferencia conceptual, frecuentemente refl ejada en la práctica, entre la
preferencia y la elección.
Y también hay valor negativo, el llamado antivalor. iY vaya si es sobre-
saliente!, aunque mucho nos disguste. El racismo es un antivalor para mí.
No por ello dejo de ver cómo los xenófobos hacen de él un credo, precisa-
mente su objeto de preferencia y de elección. Tomemos anticipada nota de
esta especie de mundo del espejo, en el que casi todos los valores tienen su
correspondiente antítesis: amor-odio; altruismo-egoísmo; valentía-cobardía;
sabiduría-necedad; diligencia-pereza.

Como las cualidades no se pueden subsistir por sí mismas, los valores pertene-
cen a los objetos que Husserl llama “ no independientes” , es decir, que no tienen
sustantividad. Esta propiedad, aparentemente sencilla, es una nota fundamental
de los valores. […] Por ser cualidades, los valores son entes parasitarios —que
no pueden vivir sin apoyarse en objetos reales— y de frágil existencia, al menos
en tanto que adjetivos de los “ bienes” .35

35Frondizi, Riseri (1995), ¿Qué son los valores?, Colección Breviarios, FCE, México, p. 17.
54 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Se hace necesario distinguir entre los valores, cualidades de intrínseca-


mente apetecibles y buenas, y los bienes, que son los receptáculos de tales
cualidades. Una pintura es un bien que contiene valores estéticos y, even-
tualmente, otros tales como económicos, emocionales, místicos, etcétera.
Otra distinción que se impone es la que existe entre el bien, en el
sentido de lo que es bueno (ontológico y moral) y el valor. Es más, no
pocos críticos de las morales axiológicas insisten en que no se debe sus-
tituir el concepto de bien, entendido dentro de la categoría ontológica
trascendental (el ser es uno, bueno y verdadero), cuya fi nalidad general es
el acto moral (el ser humano actúa persiguiendo siempre un bien), por el
concepto de valor, que contiene la inconsistencia del original subjetivis-
mo que aparece en los primeros axiólogos. No obstante, hay tendencia a
armonizar bien con valor.

O rigen del valor

El tema del origen del valor ha sido profusamente tratado por los axiólogos,
quizá aún más que otro que me parece de mayor importancia: el confl icto
de valores. Esto tiene su razón de ser, pues dependiendo del origen teó-
ricamente establecido de los valores, van surgiendo las distintas escuelas
axiológicas. De modo semejante, del origen concreto que tengan los valores
de un individuo dependerá en gran medida su manera de ver el mundo y
encarar la vida y, por supuesto, su conducta a nivel personal o en contexto
colectivo.
El origen del valor ha sido colocado por algunos autores en el objeto,
o lo que es lo mismo: el valor se considera algo objetivo, una característica o
incluso una emanación del objeto. En palabras sencillas, lo que se quiere
decir es que todo valor depende del objeto. Se dirá que el valor de la rosa,
que es tanto como la resultante de su perfume, la belleza de su forma, el
color y la textura de sus pétalos, está en la rosa, no en quien la aprecia. De
igual modo se hablará del valor nutritivo de la espinaca, que existe en las
sustancias que contiene, independientemente de eso que llamamos gusto
y que no debe de ser confundido con el valor —aunque el valor guste y el
gusto tenga su valor—.
En sentido opuesto, otros teóricos establecen el origen del valor en
el sujeto, o lo que es lo mismo: el valor se considera algo subjetivo, una
creación o incluso una proyección del sujeto. Quienes identi fi can al valor
con el gusto —en el caso de las espinacas— se ubican en este enfoque.
Pero aun escapando a tal confusión, se expresa que el valor depende del
sujeto. Se pondrá de ejemplo la belleza de una mujer, que es apreciada
por unos, mas no por otros. Consideremos el valor de dos estampillas,
de igual tamaño, que aparecen juntas en una misma emisión y en cuya
producción se ha invertido igual cantidad de dinero, ¿por qué una vale 25
centavos, mientras que la otra vale 90? Y si reparamos en las diferencias
culturales, veremos que para un pueblo hay gran valor en determinada
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 55

música, comida o parentesco, mientras que para otro o no lo hay tanto,


o hasta puede encontrarse allí un antivalor. ¿No estarán rati fi cando estos
ejemplos la subjetividad del valor?
A criterios tan antagónicos se ha sumado una tercera vía que libe-
ra, por decirlo así, de esa grave responsabilidad tanto al objeto como al
sujeto, al colocar el origen del valor en elementos total o relativamente
independientes de ellos, como puede ser el contexto. Así, el valor que
tenga el agua puede variar dependiendo de si el escenario —real o hipo-
tético— de una eventual discusión al respecto, es una zona húmeda o un
desierto. De modo semejante parece operar la ocasión —no es el mismo
valor cuando se bebe para celebrar que cuando se bebe para olvidar—.
De igual manera, el tiempo también es una variable que presiona sobre el
valor: aquel juguete ya no es para mí lo que antes fue... o quizá, aquella
novia o aquel amigo.
La tentación simplista nos empuja a preguntar, a fi n de cuentas, ¿en
qué quedamos o a quién creerle? El origen del valor ¿es objetivo, subjetivo,
circunstancial o no puede ser establecido? No ha de extrañarnos el surgi-
miento de escuelas relativistas y escépticas que, a su modo, zanjan de una
vez la cuestión, aunque, claro está, generando otra suerte de problemas de
naturaleza teórica y práctica.
Como muchos otros, escojo la vía ecléctica, aprovechando la ocasión
teórica que brinda este transitar del segundo al tercer milenio, al que le sabe
muy mal el empecinamiento de los unos y de los otros. Son momentos en
que las ideologías, que naturalmente no han muerto como quisieran quie-
nes desean el reino soberano de la propia, ciertamente no se cotizan alto. En
todo caso, no deben confundir su respuesta con respecto a los intereses de
grupo, aunque sean muy válidos, con la búsqueda de la verdad por encima
de éstos o aquellos intereses, que es lo propio de la fi losofía. Así las cosas, el
eclecticismo ha dejado de tener una connotación exclusivamente negativa
para convertirse, en numerosos casos, en la opción fi losófi ca correcta. Creo
que éste es uno de esos casos.
El origen del valor habría que situarlo en el encuentro amistoso, quiero
decir no antagónico, entre el sujeto, el objeto y su circunstancia. Esto po-
dría ser cierto también para el origen del conocimiento, pero volvamos a lo
nuestro.
No existe un abismo insondable entre el sujeto valorante y los objetos
valorados, y todo ello tiene lugar en circunstancias precisas que envuelven
a ambos. Hablamos de un valor, aunque no pocas veces se trata de un valor
conjunto, que se aprecia en la medida en que se estimen los elementos que
a él pertenecen. Casi todos los valores son polivalentes.
Así, el valor de una pintura se determina por sus características obje-
tivas: materiales empleados, colorido, armonía, perspectiva lograda, etc.,
pero también por su realizador, qué decir del valor de las obra de pintores
como Leonardo da Vinci, Van Gogh, Picasso, Velásquez, Ruiz Matute, Rive-
ra, Frida Kahlo, Guayasamín, Botero y tantos otros.
56 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

El valor variará, por lo que yo llamo circunstancias objetivas, tales como


la iluminación que se le dio a la pintura en una exposición, el enmarcado, o
quizá el deterioro en que se encuentra. También oscilará por circunstancias
subjetivas: mi estado de ánimo, mi conocimiento de la escuela pictórica, mi
afecto por el pintor, mi experiencia en materia de pintura y, ¿por qué no?,
mis defectos visuales. Además, siempre es posible encontrar circunstancias
más independientes, tales como el precio en el catálogo, los comentarios
contaminantes del juicio personal, música ambiental o bien ruidos molestos
en la sala de exposición. La vida es rica en determinaciones, es en ese mar-
co en el que valoramos.
Así como el origen del valor puede discutirse en esta perspectiva teórica
de amplio sabor gnoseológico, es necesario plantearlo también desde el
punto de vista de la relación individuo y sociedad. Por ello se pregunta si
el valor es una opción original o al menos originaria de la persona o viene
dado, no impuesto, por la sociedad, y más exactamente por una determina-
da, y posiblemente bien identi fi cada, sociedad.
El cuestionamiento puede ser hecho en primera persona: mis valores,
¿son realmente míos?, o bien, ¿qué tan míos son?
Hay casos claros donde es evidente la patética falta de personalidad
y de criterio de muchos. Allí los valores no son propios, tal y como sen-
tencia el saber popular: “ ¿A dónde vas Vicente? ¡A donde va toda la gen-
te! ” Otras personas son in fl uenciables en distinto grado. Pero, ¿qué tan
cierto es que individuos reconocidos por su independencia de criterio y
de acciones, o bien de recia personalidad, tienen valores auténticamente
propios?
Cuando Freire plantea, entre otros, que “ no hay un pienso sino un pen-
samos” , hace alusión a la ubicación de cada uno de nosotros en ese contex-
to teórico vivencial que se denomina cultura. Lo cierto es que los valores en
gran medida nos son dados desde muy temprano en la familia, la escuela, el
pueblo o barrio. No se trata tanto de una transmisión sino de una herencia.
Esto parece haber sido así por siglos, pero ¿será algo semejante ahora,
en los días de la aldea global, en la que por obra y gracia de los medios
de comunicación nos son lanzados al rostro otros valores con pretensiones
universales? Pudiera ser que, efectivamente, haya una globalización desper-
sonalizada y despersonalizante de los valores.
Lo importante en este asunto del origen no es tanto si todos los valores
ya existen, o si está registrada alguna nueva patente de invención al respec-
to. De lo que se trata es de saber qué valores asumo como míos, qué es lo
que realmente me importa, en qué y sobre todo en quién creo, y por qué
vale la pena luchar.
Y es que, sin evadir nuestra participación en la polémica que se esta-
blece entre el peso real que tiene la cultura y sus transmisores en los valores
personales, quiero señalar la importancia del establecimiento de los valo-
res en la conciencia personal como valores propios, capaces de orientar mis
decisiones más difíciles y mis más profundas convicciones.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 57

Por lo demás, suscribo la tesis que ve a las personas en su integralidad


e integridad, que son ahora lo que son por haber interiorizado consciente
o inconscientemente su herencia biológica, su herencia cultural y cada una
de sus experiencias personales vividas minuto a minuto. El vivir me ha dado
mis valores. Al afi rmarlo no se pretende aupar determinismos de ninguna
clase. Se verá luego el papel de primer orden que juega la libertad en la
elección de esos valores que fi nalmente puedo identi fi car como míos.

Categorías y jerarquías del valor

El mundo de los valores es enormemente rico y variado. Es, además, muy


complejo, en tanto los valores son apreciados en distinta forma, según pa-
semos de una cultura a otra, de un sujeto a otro, o de una circunstancia
a otra. Adicionalmente, los valores pueden cambiar, en razón del tiempo
individual y de la historia.
Se afi rma el carácter del valor como criterio de decisión para la acción.
Pero, ¿cómo compaginar esta función con la variedad y complejidad que se
señala?
El ser humano en su actividad racional de abstracción, tiende a crear
una organización mental en relación a los seres que pueblan la naturaleza,
la sociedad o la propia mente humana. A veces, estos seres están de alguna
manera naturalmente clasi fi cados. Es lo que ocurre con las taxonomías so-
bre los reinos animal o vegetal. No es una antojadiza construcción mental
el poner a los peces en un orden y a los mamíferos en otro, pues su hábitat,
su modo de reproducción o la temperatura de su sangre exhiben diferen-
cias muy marcadas. Pero allí mismo el científi co no se limita a copiar el
orden natural, pues tiene que resolver las situaciones límite que a veces se
le presentan, en este caso representadas, por ejemplo, por la especie de los
cetáceos.
Cosa diferente ocurre en las ciencias sociales. Al clasi fi car las tareas
administrativas por funciones: plani fi cación, organización, dirección y con-
trol, no hay orden natural, ni siquiera estrictamente social que copiar; el
teórico de las ciencias administrativas hace
un esfuerzo para organizar el mundo con-
ceptual que le corresponde, pero haciendo
referencia, claro está, a la práctica adminis-
trativa concreta.
Los axiólogos también se han dado a la
tarea de poner orden en la variedad y com-
plejidad del mundo de los valores. Pero, a
diferencia de los científi cos de la naturaleza,
que a lo largo de los siglos han ganado una
óptica común que permite acuerdos e inter-
nacionaliza sus taxonomías, los teóricos del
valor recién inician su faena. De ahí que se
58 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

den diversos criterios de clasi fi cación y ordenamiento, dando por resultado


categorías de valor muy diversas. Veamos unos pocos ejemplos.
Nietzsche, al igual que otros, apunta a dos grandes categorías: la de lo
santo y lo profano, pero proponiendo una transmutación de valores, pues
ve en la moral cristiana una radical debilidad, la exaltación de lo débil, de
los ideales de tipo apolíneo que representan una línea ascética. Él propone,
en cambio, el predominio de lo dionisíaco, que es voluntad de dominio,
aceptación del placer, la moral de los fuertes.
Scheler, por su parte, dice que los valores más altos son los del espíritu
y, dentro de ellos, los religiosos, espirituales, del conocimiento, de la justi-
cia y estéticos, en orden descendente. Una categoría intermedia correspon-
de a la de los valores vitales, y la tercera, y más baja, es la de los valores de
lo agradable y lo desagradable, o sea, del placer y del dolor. Se observa que
no aparecen jerarquizados los valores morales que constituyen para el autor
una categoría aparte, no sujeta al más y al menos de las jerarquías. A riesgo
de simpli fi car demasiado, puede decirse que lo moral en Scheler consiste
en actuar de conformidad a la jerarquía de los otros valores. El valor moral
se mani fi esta únicamente en ocasión de la realización de los otros valores;
no se realiza por sí mismo. Scheler afi rma que proponerse el bien como fi n
de la voluntad es puro fariseísmo.
Scheler clasi fi ca y jerarquiza, poniendo como los más altos o estima-
bles, los valores de lo santo y lo profano, es decir, los religiosos. Le siguen
los espirituales, entre los que están los valores de la justicia, los estéticos
y los del conocimiento. Luego aparecen los vitales y fi nalmente los de lo
agradable y lo desagradable.36
Lavelle desarrolla una clasi fi cación que parte de los valores de la místi-
ca, pasando por la ética, la biótica, la erótica, la lógica, hasta llegar a la eco-
nomía. Con base en su trabajo se puede proponer la siguiente taxonomía:

• Valores religiosos, como los de la divinidad o de la fe.


• Valores morales, como la honradez o la integridad.
• Valores vitales, como los de la vida y la salud.
• Valores afectivos, como los del amor y los sentimientos.
• Valores estéticos, como los del arte y la belleza.
• Valores de razón, como los de la lógica o la ciencia.
• Valores económicos, como el de los bienes o el dinero.

Este orden bien puede ser una jerarquía, es decir un orden —no de ne-
cesidad, ni de temporalidad ni siquiera de elección— sino de preferencia.
Otro ordenamiento señalaría, por supuesto, una jerarquía diversa. En todo
caso, es importante que cada quien refl exione acerca de la propia, la impor-
tancia de estabilizarse en ella y de conducir su vida congruentemente.

36Cfr. Frondizi, R. (1995), op . cit., pp. 135-136.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 59

Scheler señala cinco criterios de jerarquización:37

1. EXTENSIÓN DEL VALOR: siempre se ha preferido los valores y bienes


duraderos a los pasajeros y cambiantes. A mayor extensión o duración,
mayor valor.
2. DIVISIBILIDAD DEL VALOR: se prefi eren los valores que no pueden ser
repartidos o subdivididos, entre estos últimos se encuentran muchos de
los valores materiales que pueden fraccionarse, mientras que los vitales
o espirituales conservan su integridad.
3. FUNDAMENTACIÓN DEL VALOR: hay valores que derivan su impor-
tancia de otro, el primero es fundamentado y vale relativamente menos;
el segundo es el fundamentador y vale relativamente más. Si una moral
es de origen religioso, por ejemplo, sus cultivadores tendrían en más
alta estima la religión que la moral en ella fundamentada.
4. LA SATISFACCIÓN DEL VALOR: se da una relación directamente pro-
porcional entre la preferencia que se da a un valor y el grado de satis-
facción que ese valor produce al sujeto valorante. Se advierte que la
jerarquía no es el grado de satisfacción ni se deriva de él, sino que éste
es tan sólo un indicador de la altura del valor en una tabla jerárquica.
5. RELATIVIDAD DEL VALOR: se prefi eren siempre los valores absolutos,
luego los menos relativos y por último los más relativos.

El valor como criterio de selección y de acción

Se denomina habitualmente criterio a una regla para discernir y distinguir lo


verdadero, de lo falso; o bien, lo que hay que hacer, de lo que no hay que
hacer. Nos referiremos ahora a lo segundo.
El valor es ciertamente un criterio fundamental, aunque no el único,
para la toma de decisiones. Para ello consideremos tres momentos.

a) El primero es de la preferencia, que, según se dijo, se descubre en


la jerarquía de valores que ella misma determina. La preferencia es la
manifestación, generalmente declarada, de una
inclinación, apetito, deseo o tendencia hacia
algo. Los valores orientan las preferencias, pues
si una persona descubre o decide, según el caso,
que algo tendrá más valía que otra cosa, tenderá
lógicamente a preferirlo.
b ) El segundo momento es el de la escogencia. No
basta preferir algo, hay que decidirse por ello.
Escoger es seleccionar entre otras posibilidades
que también tienen valor. Es, precisamente, deci-
dirse por la que relativamente tiene mayor valor.

37Cfr. Frondizi,R. (1995), op . cit., pp. 132-137.


60 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Al seleccionar hacemos un acto volitivo que se dirige a la realiza-


ción, sin serlo todavía.
c) El tercer momento es el de la acción, en donde sí realizamos los actos
que hemos seleccionado en base a preferencias. Eventualmente se
podría actuarse sin más, aunque no es el camino ideal para la toma
de decisiones. El profesional es invitado a decidir basándose en crite-
rios (axiológicos) y a concretar la opción elegida.

Si hay una secuencia clara y gradual que va de la preferencia nacida del


valor a la acción, es evidente que es el valor el que sirve simultáneamente
de criterio de selección y acción.

Coherencia y compromiso

El valorar exige coherencia, entendida como una correspondencia entre los


contenidos de la mente y los de la acción. Las valoraciones suelen empezar
como procesos mentales a nivel interno de la persona. Luego se prosigue a
un plano intermedio interno-externo, típico de la comunicación. Se dice o
declara lo que se piensa. Naturalmente se espera que, en la persona madu-
ra, haya conguencia entre lo que piensa y dice. Finalmente se llega al cam-
po de la exterioridad, es el nivel fáctico, donde nos toca actuar. De nuevo
es deseable esperar coincidencia entre la acción y lo que se ha declarado y
pensado. Al fi n y al cabo, “ por sus frutos los conoceréis” .
Es la conciencia la facultad capaz de dirigir todo ese proceso. Se trata
de una relación intrínseca del ser consigo mismo, mediante la cual es capaz de
conocerse y juzgarse a sí mismo.
Este ejercicio de libertad de conciencia no es optativo. Es un imperativo
para el ser humano en general y para el profesional en particular. Se deter-
mina, pues, un compromiso para consigo mismo, la comunidad profesional
a la que se pertenece, y, por supuesto, para con los suyos, ya sea familia,
gremio, compatriotas, etc. El valor nos lleva, en defi nitiva, a ver claro, tomar
decisiones y honrar estos compromisos adquiridos en el acto de vivir autén-
tico y contextualizado.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 61

LECT U RA

La jerarquía de los valores


Risieri Frondizi (1995)38

El problema de la escala de valores es uno de los más complejos y contro-


versiales en la axiología contemporánea. Muchos confunden la existencia
de una escala con una tabla fi ja, inmutable, absoluta; y al rechazarla niegan
toda tabla. Que exista alguna clase de ordenamiento jerárquico no signi fi ca
que sea necesariamente fi jo y absoluto; puede sufrir cambios similares al
de los valores. El tipo de jerarquía depende de la naturaleza del valor. Si lo
interpretamos como una cualidad estructural dentro de una situación, ten-
dremos que llegar a una conclusión similar al referirnos a la jerarquía.
Antes de exponer nuestras propias ideas será conveniente analizar, aun-
que en forma breve, el problema de la existencia de un orden jerárquico.
Lo que digamos de lo mejor se aplica [analógicamente] a lo peor.
Partamos de la realidad cotidiana. Todos consideramos que hay cosas,
acciones, hombres e instituciones que valen más que otras, y no identi fi ca-
mos “ lo mejor” con nuestras preferencias personales. No sólo los individuos
sino también las comunidades reconocen un orden jerárquico, aunque no
sea siempre coherente y estable.
La noción de bueno implica la de mejor. Quien niegue la idea de lo
mejor tendrá que negar la existencia de lo bueno y lo malo, pues mejor sig-
ni fi ca más bueno. Por otra parte, la convivencia exige un mínimo de orden
jerárquico que es imprescindible para resolver confl ictos axiológicos. Nadie
duda de la existencia de tales confl ictos ni de la necesidad de establecer
criterios adecuados para resolverlos.
Si no hubiera ninguna jerarquía de personas, actividades y cosas, no
nos esforzaríamos por mejorar, careceríamos de aspiraciones, ideales, y la
educación y las reformas moral y política no tendrían sentido. Lo tienen
porque hay posibilidades de ascender de un valor bajo a uno más alto, de lo
malo a lo bueno, y de éste a lo mejor. Esa posibilidad es lo que justi fi ca el
esfuerzo continuo de individuos, grupos y naciones por superar la pobreza,
el hambre, la injusticia social, la rutina, la ignorancia y la esclavitud.
Quizá no sea prudente hablar de una tabla de valores o de un orden
jerárquico, pues sugieren una jerarquía lineal vertical e inmutable; sino de los
criterios para determinar cuándo un valor es superior a otro dentro de una

38Frondizi, Riseri (1995), ¿Qué son los valores?, FCE, México.


62 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

situación concreta. O, más bien, de las condiciones que deben reunir los
criterios para tener validez.
Otra concepción tradicional que hay que descartar es la del valor o bien
supremo. Como la jerarquía del valor depende de los tres factores señala-
dos, sujeto, objeto y situación, no puede haber un bien supremo común a
toda la humanidad. Para cada individuo o comunidad será distinto, porque
distinta es la vocación y capacidad de los hombres y la situación en que se
hallan. Para unos el arte es la expresión máxima de su personalidad, para
otros la ciencia, la fi losofía o la reforma social. En cada caso, la acción es-
pecífi ca se orientará por cauces concretos, porque arte, ciencia y fi losofía
también son abstracciones.
El problema de la jerarquía depende, como es natural, de la concepción
que se tenga del valor. Si éste es a priori, la jerarquía será también a priori;
si el valor se reduce a agrado, deseo o interés, el mayor valor equivaldrá a
mayor agrado, deseo o interés. A su vez, si es una cualidad estructural que
surge de la relación de un sujeto con un objeto dentro de una situación, la
jerarquía del valor dependerá de todos estos factores. Por otra parte, tam-
bién ” mejor” , en términos abstractos, carece de sentido; siempre es “ mejor”
para un sujeto en una determinada circunstancia. El sujeto puede ser indi-
vidual o colectivo.
En la vida diaria rara vez se produce un confl icto entre dos valores ais-
lados, sino entre dos constelaciones de valores que adquieren signi fi cado
distinto según el “ fondo” axiológico de cada cual. El valor que fi gura como
fondo modi fi ca el otro. Así, el valor de la pintura, por ejemplo, disminuye
si el que le sirve de fondo es meramente económico. Pintar cuadros para
vender tiene menos valor que pintar por razones estéticas, religiosas o so-
ciales.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 63

EJERCICIO

O bjetivo
Ayudarte a comprender mejor la naturaleza de los valores y favorecer tu
compromiso personal.

Propuesta
Realiza todas las tareas que se te piden a continuación. Es correcto escribir
una primera respuesta provisional para luego mejorarla hasta obtener la de-
fi nitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se haga por
escrito.

Sugerencia
Comparte tus resultados en grupo, con tu maestro, un familiar, un amigo, un
fi lósofo, un profesional de las ciencias conductuales, siempre que se trate
de una persona que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a pensar
como él o ella qisieran que lo hicieras.

Actividades
1. H az una lista de los 12 valores más comentados en tu entorno familiar
o de trabajo.
2. H az un lista de los seis antivalores más repudiados en tu entorno fami-
liar o de trabajo.
3. Revisa los grupos de valor propuestos por Louis Lavelle y enumera al
menos dos valores nuevos para cada grupo.
4. Toma de nuevo los grupos de valor de Lavelle y ordénalos según su
mayor impor tancia.
5. Luego explica la razón de tu jerarquización.
C apít ulo

6 Los valores
y la cultura

La cultura es el crisol donde


surgen los valores, en el que se
dibujan las preferencias y
se establece su jerarquía.
M ircea M alitza

Cultura y diversidad de valores


Los valores son parte esencial de toda cultura, los cuales
forman verdaderos sistemas de valores. Por ello, una cultu-
ra es identi fi cable, entre otras características, por su sistema
de valores. Los valores se ubican en el pensamiento y en
el sentimiento, pero indudablemente se crean muy concre-
tamente en diversas formas. Adicional-
mente, los diferentes rasgos culturales
refl ejan, a su vez, dichos valores. De
suerte que la relación cultura-valor
recorre un camino de ida y vuelta: los
valores caracterizan una cultura; la
cultura reproduce y transmite esos va-
lores.
Nos detendremos un poco en esta
interacción, para concentrar luego la
atención en dos aspectos centrales de
la dinámica de los valores: la transmi-
sión y la crisis. Finalmente se ahondará
en los confl ictos axiológicos interper-
65
66 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

sonales que marcan, tan frecuentemente, las relaciones entre los seres hu-
manos.
Pocos conceptos tienen una gama tan amplia de defi niciones como
el concepto de cultura. Sin pretender zanjar una polémica aún abierta, y
aprovechando coincidencias entre los especialistas, entendemos por cultura
como un conjunto de ideas, valores, símbolos y relaciones sociales que
identi fi can a un conglomerado humano.
Desde el punto de vista sociológico, en la cultura están implícitos ins-
trumentos de comunicación y pensamiento, un determinado acervo común
de conocimientos y técnicas, cierta jearquización de valores, orientación de
las conductas colectivas y expresión artística.
Son muy variadas las expresiones culturales, desde las más fáciles de
adquirir y reproducir, como la lengua, el arte popular, la cocina autóctona,
etc., hasta las más complejas y elaboradas, consideradas por muchos inade-
cuadamente como las únicas expresiones cultas, tales como el arte refi nado,
el pensamiento fi losófi co, las ciencias y tecnologías que en ese marco se
cultivan.
En no pocos casos, la religión está ligada muy estrechamente a cierta
cultura, como sucede con el shintoísmo y la cultura japonesa. En contextos
católicos se ha desarrollado recientemente el concepto de “ inculturación del
evangelio” , dando a entender la necesidad pastoral de tomar en cuenta las
variables culturales para predicar y vivir el mensaje evangélico. También se
propone la infl uencia inversa denominada “ evangelización de la cultura” .

La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida cuando penetra en


el sustrato cultural de un pueblo. […] El encuentro de la fe con las culturas las
puri fi ca, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece.39

Valores aparentemente más universales, como podrían ser los morales,


económicos o científi cos, tienen en la cultura determinaciones diferencia-
das o, cuando menos, condicionamientos y realizaciones particularizados.
La cultura posee, por tanto, modos de vida creados, aprendidos y
transmitidos de una generación a otra entre los miembros de una sociedad
particular. Por ello, a veces tiene límites geográfi cos, que son los de una
región, un país, o conjunto supraregional de países con cierto grado de
homogeneidad; otras veces se restringirá a los límites históricos. Ello no
es obstáculo para un trasiego más o menos libre de productos culturales,
dando lugar tanto a la adopción de elementos foráneos, que no encajan
con la cultura local, como al surgimiento de sincretismos o a la aparición
de adaptaciones que buscan asimilar en la propia cultura los elementos
exógenos.

39CELAM (2007), Documento Conclusivo V Conferencia General, CELAM, Aparecida, pp.

217-218.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 67

Los valores, que surgen y se desarrollan al interior de las culturas, su-


fren, por tanto, idénticos procesos de intercambio con consecuencias de
rechazo, asimilación o modi fi cación.

Dinámica social de los valores


En el actual proceso de globalización, presente en las redes mundiales de
información y comunicación, el intercambio de saberes y procedimientos,
así como el desplazamiento creciente de personas por negocios, turismo o
migración, se hace evidente la multiplicidad de encuentros multiculturales
con el consiguiente trasiego de valores, unas veces deseados, otras temidos;
unas veces adoptados y otras rechazados.
Los valores que hoy consideramos vigentes, rara vez acaban de surgir.
Son el resultado de generaciones y a veces siglos de paciente decantación. In-
cluso valores nuevos, o de las cosas nuevas, suelen tener una raigambre muy
antigua, por mucho que aparezcan terminologías renovadas y actualizadas.
Y es que los valores se transmiten. La ocasión y el instrumento de esa
transmisión es la educación, al punto que muchos especialistas en asuntos
educativos sostienen que la verdadera educación no consiste tanto en el
compartir información, cuanto en el compartir y proponer valores capaces
de generar cambios de conducta. Se señala, empero, que en el proceso los
valores son modi fi cados al pasar de una a otra generación, en respuesta a las
nuevas necesidades y ante el infl ujo de nuevas mentalidades.
El educador no puede derivar de la razón la multiplicidad de los valo-
res, porque es una derivación en sí imposible. La comprensión de la totali-
dad y conexión de los valores ha de construirse sobre los bienes vividos. Y
es la comunicación de estos bienes vividos al alumno, la transmisión de un
mundo pletórico de bienes, lo importante para la educación. Tales bienes
solamente prosperan cuando son cuidados de manera continua por gene-
raciones sucesivas, enlazadas entre sí, de una comunidad que en todo caso
está determinada y limitada por la historia.40
La educación en los valores comienza a tempranísima edad, en el seno
del hogar. Hoy sabemos que esto se puede iniciar desde el vientre materno.
En efecto, se han registrado casos de padres que acostumbran a sus hijos por
nacer a que escuchen determinados sonidos, voces y música, comprobán-
dose ciertos niveles de temprano aprendizaje. Aquí se asimilan los primeros
valores que permitirían, por ejemplo, tener más tarde preferencia por la
música clásica.
Las técnicas de estimulación temprana, en la primera infancia, son pro-
picias por la fi jación de ciertos valores. Cualquier educador podrá explicar
desde su experiencia lo difícil que es, por ejemplo, inculcar el valor de la

40Arévalo, Juan José (1946), La filosofía de los valores en la pedagogía, Tipografía Nacio-

nal, Guatemala.
68 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

responsabilidad o de la cortesía, en jóvenes que no los han aprendido en


su casa siendo niños. Es allí donde se forma el carácter y se adquieren los
valores más fundamentales que, con frecuencia, se convierten en los más
duraderos en la vida de cada quien. No obstante, la escuela —en todos sus
niveles— se presenta como la segunda instancia de transmisión de valores.
Se discutirá entonces si la escuela puede proponer o no valores discre-
pantes con los del hogar. Es por ello que las instituciones educativas, inclu-
yendo las universitarias, deben poner en claro su fi losofi a educativa, a fi n de
indicar cuál es la orientación axiológica que da sello y personalidad a sus
graduados. En ese contexto, la libertad de contratación académica, así como
de cátedra del profesor, deben encontrarse en un sano equilibrio, pues cada
fi losofía educativa sirve de marco y de referente para los planteamientos de
profesores y alumnos. En todo caso, se asiste a un saludable reencuentro
con la misión educativa esencial cuando también se educa en valores.
Una tercera instancia es todo aquello que conocemos con el nombre
genérico de medio social, concepto que no tiene siempre la misma dimen-
sión, pero que se refi ere a la comunidad en la que niños y jóvenes crecen y
conviven. Por razones económicas, no siempre se puede escoger el medio
más apto. Pero, de todas maneras, siempre hay que buscar una estrategia
consciente para interactuar con su medio.
Otra instancia privilegiada es la de la institucionalidad, que bien puede
ser artística, deportiva o juvenil. Indudablemente, cuando esta organización
es una comunidad religiosa, suele dejar una huella más profunda en lo que
a opciones axiológicas se refi ere. La fe supone un alto grado de adhesión a
lo que se cree y, a la vez, un fuerte compromiso de vivir de conformidad
con ello.
Una quinta instancia a mencionar, de infl uencia nada desdeñable, es la
de la amistad; en efecto, en el amigo se encuentra cierta imagen idealizada
que luce de por sí atractiva. Los valores compartidos al calor de la amistad
suelen fi jarse de modo a veces imborrable a lo largo de la vida.
En la sociedad actual, los medios de comunicación social cumplen tam-
bién su parte en el proceso de transmisión de valores, a veces en sentido posi-
tivo, otras no tanto; tal es el caso de medios
como la televisión, que llega a complemen-
tar el papel de los padres o amigos, incluso
sustituye parcial o totalmente este rol. Con
no poca frecuencia estos medios transmi-
ten valores producidos en otras culturas, al-
gunas veces en una labor saludablemente
informativa, otras, conscientemente o no,
promociona tales valores como los más
idóneos y deseables.
Refl exión aparte merece la transmi-
sión de antivalores por alguna de esas
instancias, particularmente los medios
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 69

de comunicación. Psicólogos especializados en el desarrollo humano han


cuanti fi cado el número de veces promedio que un niño de clase media, en
determinados países, oye y ve, sin juicio crítico y, por tanto, como práctica
rutinaria, normal y aceptable, que se asesina, se viola, se engaña, se incum-
plen las promesas, se traiciona a las personas, se veja a niños y ancianos,
todo ello en total impunidad en muchos de los casos. Esos mismos especia-
listas vinculan el hábito de los antivalores con conductas que llegan a nive-
les de grave perjuicio para hechores y víctimas: adolescentes que integran
bandas de delincuentes, grupos satánicos, pandillas de violadores y hasta
asesinos. La sociedad presencia con espanto —o, peor aún, sin él— cómo
adolescentes matan a sus padres, o cómo niños de escuela primaria acaban
con la vida de coetáneos y de bebés.
No es casual que del discurso sobre la transmisión de valores hayamos
pasado al de la crisis de valores; los cuales generalmente se colapsan ante
las fallas de su transmisión. Cabe hablar de crisis cuando los valores de una
sociedad dada empiezan a ser abandonados sin ser sustituidos por otros de
igual o superior nivel, o cada vez que se producen, promocionan o se igno-
ran los atentados a la integridad o dignidad de las personas.
No ha de pensarse que estamos en presencia de conceptos absolutos.
No hay, en efecto, una estabilidad tal de valores que tenga que negarse el
necesario y saludable dinamismo axiológico que permite la adaptación de
éstos en la sociedad por parte de las nuevas generaciones, o en repuesta a
los nuevos retos. No nos referimos a estos cambios orgánicos y paulatinos,
sino a saltos cualitativos que suponen un acercamiento evidente al reino de
los correspondientes antivalores.
Pero tampoco hay que condenar, a priori, todo cambio radical, inclu-
yendo el que termina en transmutación de valores. El juicio de valor que
pueda hacerse, dependerá de la dirección del cambio, a la luz de la jerar-
quía de valores del individuo o sociedad que emite ese juicio. Se aceptará,
por ejemplo, como positiva la crisis personal que termina en conversión
moral o religiosa, mediante la cual una persona adopta una nueva jerarquía
personal fundamentada en valores más altos. No obstante, el concepto de
crisis de valores parece reservarse a los cambios en dirección negativa a
cargo de un grupo social dado.

Conflictos axiológicos interpersonales


Tal parece que, tomando como base la libertad de cada quien, cabría es-
perar una jerarquía de valores por persona. Desde el punto de vista estric-
tamente numérico, si se tienen que jerarquizar unos siete grupos de valor
—según la clasi fi cación anteriormente propuesta—, se podrían dar 5 040
jerarquías diferentes, antes de repetirse. Las diferencias que a partir de aquí
se establecerían entre las personas, podrían ser fuente de muchos confl ictos
axiológicos. Pero en realidad esto no sucede exactamente así.
70 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

En la práctica, la gente que comparte cultura, o intereses, suele com-


partir igualmente muchos valores. Pese a ello, siempre habrá diferencias de
opinión en esta materia. Tómese nota de que la discrepancia no es confl icto,
aunque puede dar lugar a éste. El caso puede ilustrarse con un individuo
cuyos valores chocan con los del resto de su grupo social, de tal manera que
se acabe con la tolerancia y surja el confl icto. Ante esta situación problemá-
tica, se busca una salida, que no necesariamente representa una auténtica
solución. Esta salida puede ser provocada por el propio sujeto discrepante,
por un líder o la autoridad constituida, o incluso por un mediador. El grupo
social en donde ocurre el confl icto puede ser cualquiera: familia, centro
laboral, comunidad de residencia, etcétera.
Así las cosas, las eventuales salidas al confl icto interpersonal pueden ser
algunas de las siguientes:

1. EVASION: el individuo discrepante (o cualquiera de los otros) evita re-


ferirse a las diferencias, adopta una ” paz barata“ y evidencia que, en el
fondo, poco le interesa la cuestión.
2. SILENCIO: el individuo discrepante renuncia a la polémica, o le obligan
a no manifestar sus diferencias; se origina una relativa calma ante la
ausencia de hostilidades, pero no hay un cambio real en su jerarquía de
valores.
3. AISLAMIENTO: el individuo discrepante se aísla en su casa o en su
ofi cina, interrumpe el comercio fl uido con las personas, o bien es mar-
ginado. Algunos administradores recurren al “ ascenso marginal” .
4. CONFINAMIENTO: el individuo discrepante se encierra físicamente,
interrumpiendo radicalmente las relaciones con sus semejantes, o es
forzado a ello, con razón o sin ella, al ser llevado a prisión.
5. RENUNCIA: el individuo discrepante se va o renuncia, o bien es obli-
gado a ello (ostracismo o despido), buscando quizá un grupo social que
le sea más afín. Es la historia de los exiliados y refugiados por causas
políticas. Y en el mundo laboral, se entiende que quizá llegó la hora de
cambiar de empleo.
6. ASIMILACIÓN: el individuo discrepante pierde su identidad en el grupo
y decide cómodamente renunciar a su postura inicial para pensar, decir y
hacer como el resto del mundo.
7. RECTIFICACIÓN: el individuo discrepante se convence o es lealmente
convencido de que su posición es equivocada y acaba aceptando las
razones de la mayoría.
8. LIDERAZGO PERSUASIVO: el individuo discrepante persuade a los de-
más que la razón le asiste y los lleva a suscribir sus posiciones.
9. LUCHA SOLIDARIA: el individuo discrepante se percata de que existen
otras personas que piensan de modo muy semejante a él y las busca, o
es por ellas buscado; se organizan en un grupo de interés, que eventual-
mente podría evolucionar como grupo de presión e incluso convertirse
en un nuevo grupo de poder.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 71

Si se repara en ello, casi cualquier discrepancia entre las personas, las


organizaciones o los pueblos son, en última instancia, confl ictos axioló-
gicos. Quizá se exceptúen las disputas basadas en el ansia de poder, las
discusiones por cuestión de gustos y los debates teóricos al interior de las co-
munidades científi cas.
Al discrepar sobre valores, es muy probable que el origen y motivación
del diferendo sea también de naturaleza axiológica, pues frecuentemente
se aducen razones económicas, políticas, religiosas, estéticas, vitales, entre
otras.
Ha existido desde el siglo anterior una marcada tendencia hacia la to-
lerancia, lo que no impide que cada quien se defi na en materia de valores.
La tendencia pareciera estarse revirtiendo en esta última década, pese a la
desaparición de la bipolaridad política mundial, que condujo a la guerra
fría. Se registran radicalizaciones de posturas políticas, nacionalismos exa-
cerbados, neonazismo, xenofobia, guerras santas, terrorismo y otros males
por el estilo.
En Latinoamérica se asiste, por otra parte, a un repliegue en los debates,
por una suerte de apatía motivada por el conformismo, la decepción o la
pereza mental. Se observa en la presente década un aumento en la absten-
ción en materia de participación política; los jóvenes lucen un poco más
distantes, y a veces más apáticos que sus mayores, a la hora de participar en
los debates sobre la vida nacional.
Pero también está surgiendo en la juventud un espíritu de mayor inde-
pendencia y, sobre todo, de mayor confi anza en sí mismos, en sus propias
fuerzas. Esta última tendencia, en dirección coincidente al espíritu empren-
dedor, de la que se hablará más adelante, empieza a ser el síntoma de que la
sociedad está cambiando su forma de comportarse de manera colectiva.
Por ello, es importante abrir el debate sobre las cuestiones axiológicas,
para confi rmar las opciones propias, conocer otras perspectivas, ampliar
el radio de acción de la conciencia y mejorar nuestro conocimiento de los
seres humanos.
72 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

LECT U RA

N eutralidad y beligerancia
Jaume Trilla Bernet (2006)41

Puesto que estamos ante un tema teórico-práctico en el que las polémicas


son a menudo discusiones sobre las propias palabras y conceptos que en él
se manejan, se impone la necesidad de estipular inicialmente el sentido en
el que son usados en este trabajo los conceptos básicos que constituyen su
objeto.
Sin apartarnos de una noción básica de diccionario, entenderemos que
asume una postura de neutralidad “ aquella instancia que, ante un conjunto
de opciones existentes respecto de un objeto determinado, no apoya a una
(o unas) de ellas por encima de las demás” .
La postura contraria u opuesta a la de la neutralidad la designamos me-
diante el término “ beligerancia” . En el contexto de las discusiones peda-
gógicas aparecen a veces como contrapuestos a “ neutralidad” conceptos
como “ adoctrinamiento” , “ manipulación” , “ propaganda” , “ proselitismo” ,
“ parcialidad” , “ tendenciosidad” , etc. Dado que todos estos términos casi
siempre vienen connotados peyorativamente, hemos optado por elegir la
palabra “ beligerancia” que, al menos en el lenguaje pedagógico, aparece
con menos adherencias. Así pues, en consonancia con la defi nición dada
de neutralidad, entenderemos que es beligerante “ aquella instancia que,
ante un conjunto de opciones existentes respecto de un objeto determinado,
apoya a una (o unas) de ellas por encima de las demás” .
Estas defi niciones, no obstante, resultan todavía insufi cientes para aco-
tar convenientemente el uso que haremos en este trabajo de las palabras
“ neutralidad” y “ beligerancia” . Al menos, es preciso determinar a qué clase
de objetos las referimos, a qué sujetos atribuimos estas maneras de actuar y
en qué situaciones pueden ser pertinentes las refl exiones que hagamos.

1. Delimitación del objeto. ¿En relación a qué utilizamos los conceptos


neutralidad-beligerancia? Como puede deducirse de lo dicho hasta
aquí, nos referiremos no a cuestiones de hecho sino a cuestiones de
valor. Es decir, a objetos que impliquen distintas opciones y que la su-
perioridad de unas respecto de las otras no sea, en un momento dado,

41(2007, julio) www.rieoei , Trillas-Bernet, Jaume, Educación y valores controvertidos. Ele-

mentos para un planteamiento normativo sobre la neutralidad en educación (1995 enero-abril),


Revista Iberoamericana de Educación, núm. 7, Madrid.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 73

discernible científi camente. En defi nitiva, se trata de temas penetrados


por contenidos de carácter moral, político, religioso, estético y, en ge-
neral, ideológico. Los ejemplos son obvios: aborto, pena de muerte,
eutanasia, moral sexual, despenalización de las drogas, política nuclear,
ingeniería genética, intervención bélica, desarrollismo vs. ecologismo,
etcétera.
2. Delimitación del sujeto. ¿Neutralidad-beligerancia de quién? Natural-
mente, a quien se suelen referir tales posicionamientos es al agente
educativo, sea personal o institucional. Sin embargo, en este trabajo los
referiremos sobre todo al educador docente y a las instituciones esco-
lares en sus diversos niveles. Por tanto, excluiremos de nuestra consi-
deración el problema de la neutralidad-beligerancia en el caso de los
padres o de la familia. Y ello no por creer que este tema sea irrelevante
respecto de tales agentes educativos, sino por el hecho de que sin duda
se trata de un problema con implicaciones distintas.
3. Delimitación del contexto. Aunque queda implícito en el punto anterior,
queremos recalcar que de lo que trataremos aquí es de la neutralidad-
beligerancia del educador en cuanto actúa en el contexto institucional
de la escuela. No nos referiremos pues a las actuaciones de neutralidad-
beligerancia en actividades extraprofesionales del docente. Aquí nos in-
teresa lo que hace el educador en la clase y no si milita en un partido
político o es miembro de una confesión religiosa.

Después de la delimitación del objeto, del sujeto y del contexto, se imponen


todavía algunas puntualizaciones que será bueno explicitar de entrada para,
en lo sucesivo, evitar discusiones infructuosas que nos desvíen del núcleo
del problema.

a) Neutralidad y beligerancia no son tanto maneras genéricas de ser o


de pensar cuanto maneras de actuar en determinadas situaciones.
Asumir una postura de neutralidad o de beligerancia no se refi ere
necesariamente al hecho de tener o no preferencias personales fren-
te al objeto de que se trate, sino al hecho de manifestarlas o no, y
de actuar o no en función de tales preferencias en el contexto de la
actividad educativa. Está claro que la opción por la neutralidad que-
daría tácitamente desprestigiada si se presupusiera que quien asume
tal opción frente a un determinado objeto hubiera de ser indiferente
respecto al mismo: sólo podrían actuar con neutralidad presuntos
educadores ideológicamente indiferentes, irrefl exivos y asépticos, y
tal no parece ser un perfi l muy recomendable de educador. Como
dice L. Stenhouse (1975), la neutralidad es un procedimiento, una
estrategia, y no un atributo de la persona.
b ) Neutralidad no es necesariamente igual a inactividad, inhibición, no
intervención, abstención, etc. El sentido en el que se usa en la dis-
cusión la palabra “ neutralidad” no es el que le daría un signi fi cado
74 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

antagónico a actividad. Quien asume una postura de neutralidad


puede intervenir y, además, hacerlo de forma muy activa en ciertos
aspectos; lo que ocurre es que interviene sobre la forma de la dis-
cusión y, si lo hace sobre el contenido, omite juicios de valor sobre
las opciones enfrentadas. Más adelante estableceremos la distinción
entre neutralidad activa y pasiva que puede resultar pertinente para
clari fi car esta confusión entre neutralidad e inhibición.
c) Neutralidad y beligerancia no necesariamente se corresponden con
relativismo y absolutismo axiológicos. Ya hemos dicho que se po-
dían adoptar posturas de neutralidad sin ser necesariamente neutral
a nivel interno o personal en relación al objeto de que se trate. Por
tanto, las concepciones morales, políticas o religiosas que se tengan
son, parcialmente, al menos, independientes de la decisión proce-
dimental que se asuma en torno a la neutralidad y a la beligerancia.
Hay que aclarar este punto puesto que es corriente asimilar la de-
fensa de la neutralidad a posturas relativistas, escépticas, etc., y, por
ello, la defensa de la beligerancia a posicionamientos próximos a la
creencia en valores absolutos. Pues Bbien, es verdad que existe una
cierta tendencia o predisposición a que el absolutismo axiológico
abone la beligerancia y el relativismo la neutralidad, pero tales aso-
ciaciones no son lógicamente necesarias.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 75

EJERCICIO

O bjetivo
Proponerte hacer una refl exión personal para valorar y comprender las dis-
cusiones y confl ictos que se dan cuando los valores se expresan activamente
en un marco cultural dado.

Propuesta
Atiende con diligencia la ejecución de actividades que aquí se indican. Se
vale dar una primera respuesta provisional para luego mejorarla hasta ob-
tener la defi nitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio se
haga por escrito.

Sugerencia
Comparte tus respuestas con tu maestro, con un familiar, con un amigo,
con un fi lósofo, con un profesional de las ciencias conductuales, siempre
que sea una persona que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a
pensar como él o ella quisieran que lo hicieras.

Actividades
1. Enumera por lo menos 10 valores que caracterizan tu entorno cultural
y prepárate a explicar con propiedad cómo se manifiestan.
76 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

2. Escoge una de las instancias típicas de transmisión de valores y escribe


un pequeño ensayo al respecto.

3. Indica cuáles son tres de los principales conflictos valorativos que se


dan en nuestro medio y recomienda posibles soluciones.

4. ¿Prefieres el camino de la neutralidad o el de la beligerancia y por


qué?
C apít ulo

7 D e la moral
a la ética

D os cosas me inclinan a la
reverencia: el cielo estrellado por
encima de mí y la ley
moral dentro de mí.
Kant

Moral y ética
Aunque sinónimos en el habla diaria, moral y ética se
diferencian en el vocabulario técnico, propio de la fi -
losofía. La moral es un conjunto de valores, principios,
criterios y normas que determinan el comportamiento
humano, individual o colectivo aceptable en una socie-
dad determinada. La ética es el estudio sistemático de
las morales y —por extensión— es el modo habitual
de comportarse que puede ser racionalmente explica-
do. Toda persona responsable debería querer compor-
tarse conforme a la moral y, de hecho, la mayoría de
las personas en el mundo entero viven de conformidad
a códigos morales, aunque éstos puedan ser muy dife-
rentes. Aun así, siempre habrá quienes, pese a conocer
la dimensión moral, deciden ir en contra, ya sea por
debilidad de carácter o por perversión del mismo.
Una señora de nuestros mercados, de escasas a nin-
gunas letras, que vende vegetales y frutas diariamente,
la vemos con frecuencia acompañada de dos y hasta
tres hijos pequeños a quienes educa, a su modo, para
77
78 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

que sean el día de mañana adultos con moral. A ella no le exigiremos éti-
ca, es decir, no le pediremos que dé cuenta por qué hay que comportarse
así y no de otra manera. No se le demandará que fundamente o explique
comportamientos. Pero a quienes se han profesionalizado y tienen algo más
que educación elemental sí les podemos demandar ética, es decir, refl exión
sistemática acerca de su comportamiento moral y de los demás. Por ello, se
invita a transitar desde la moral hasta la ética. Pese a todo, el saber ético no
garantiza en absoluto el comportamiento moral.
Es, pues, la moral el objeto de estudio de la ética y ésta es parte consti-
tutiva de cualquier fi losofar que se precie de integral.

Fundamentación de la moral
Toda moral está fundamentada, aunque no siempre se conoce a cabalidad
esta fundamentación. Largo y prolijo —probablemente imposible— sería
enumerar las diversas razones y justi fi caciones que diversa gente de todos
los pueblos han dado a lo largo de la historia. Pero es bueno detenerse en
algunas que nos son más cercanas y que, por ello mismo, quizá hayamos
escuchado más.
Por que así nos han enseñado, es una razón que a primera vista parece
dictada por pereza mental. Puede ser que así sea, pero para muchos éste es
un fundamento no sólo cierto sino hasta sagrado. Se trata de seguir la tradi-
ción, el comportamiento de los padres y los abuelos que debe ser adoptado
por las personas sensatas que han madurado y han superado las violaciones
de conducta propias de la adolescencia.
Por la necesidad de convivencia social, ya que muchas personas, aun-
que pudieran eventualmente tener diferencias por razones de religión y de
cultura, se dan cuenta que deben vivir en comunidad y que esto supone un
compromiso, un entendimiento entre todos. Esto se aplica tanto en la comu-
nidad familiar, en donde hay diferencias generacionales, como en el mundo
laboral, donde hay diferencias de formación, educación y mentalidad, al
igual que en comunidades mayores.
Por que es lo que conviene a la naturaleza humana, si se da una res-
puesta de naturaleza fi losófi ca, psicológica o sociológica. Quienes aducen
este fundamento al comportamiento moral obviamente demuestran tener
cierto nivel formativo que les permite analizar la situación con herramientas
propias de las ciencias humanas.
Por estar legalmente establecido, fundamentación harto frecuente y pese
a ello bastante débil, pues tiende a confundir la norma moral con la norma
jurídica, siendo que la primera es más bien el fundamento de la segunda y
ésta aparece con frecuencia cuando aquélla es violada. La ética se distingue
bien del derecho, aunque el estudio de éste es de suma importancia para
quienes profundizan más en los estudios del comportamiento humano. De
hecho, psicología, sociología y derecho son las ciencias capaces de ayudar-
nos a entender mejor el comportamiento moral humano.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 79

Porque el ser humano está llamado a alcanzar la virtud, a cumplir con su


deber, a ser coherente con su jerarquía de valores. Se trata sin duda alguna
de tres fundamentaciones de naturaleza fi losófi ca, la primera acuñada en la
Grecia clásica, la segunda es típicamente kantiana, la tercera es propia de
los axiólogos de los siglos XIX y XX. En nuestro medio son argumentos pro-
pios de algunos pocos intelectuales.
Porque se trata de un ideal evangélico; es evidentemente una fundamen-
tación de carácter religioso que justi fi ca ampliamente el comportamiento
moral de millones de seres humanos en el mundo entero, expuesta aquí
al modo cristiano, por ser éste el contexto religioso dominante en nuestro
entorno. No sólo hay evidencias abundantes de esta fundamentación en la
religión sino que también se ha desarrollado una especialidad en torno a
ella: la teología moral.
Porque estamos llamados a ser más. No se trata de una fundamentación
moral que escuchemos con frecuencia, ni siquiera en contadas ocasiones.
Pero sí se trata de la fundamentación preferida de quien conduce un fi losofar
al escribir estas líneas. Tiene la particularidad de poder englobar alguna de las
anteriores expresiones, pero sobre todo cambia la perspectiva de una moral
represiva, de prohibiciones, de premios y castigos, fomentadora del temor y
de la conciencia de culpa. Se trata de la fundamentación de una moral de
desarrollo y de realización personal y colectiva, propia de los espíritus jóvenes
y generosos, de la gente emprendedora y con visión de futuro que conoce las
posibilidades humanas y que ha optado por la excelencia. Es la moral de quien
no se contenta simplemente con cumplir y de quien ha decidido convertirse
en un valor agregado para su comunidad y en el mejor aliado de sí mismo.
Compárense fundamentos o razones del actuar moral a lo largo de la
historia con algunas que pueden invocarse en nuestros días.

RAZONES HISTÓRICAS RAZONES ACTUALES


DEL ACTUAR MORAL DEL ACTUAR MORAL

Para conseguir un estado de virtud Para la realización personal del indi-


(Sócrates). viduo.
Para satisfacer los intereses del Esta- Para la superación de cada sociedad.
do (Platón).
Para alcanzar una felicidad intelec- Para la convivencia internacional.
tual (Aristóteles).
Para el disfrute del legítimo placer Para la solidez de las instituciones.
(epicúreos).
Para lograr la impasibilidad (estoi- Para la legitimidad profesional.
cos).
Para llegar a la visión beatífi ca (va- Para la evolución cultural.
rias religiones). Para la preservación de la paz y la ci-
Para cumplir con el deber (Kant). vilización.
Para vivir conforme a los valores Para la construcción de una nueva
(Scheler). humanidad.

FUENTE: Elaboración del autor, notas de clase, 1999.


80 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

El acto moral y el juicio moral

La moral regula el actuar humano, por lo que todos


nuestros actos son susceptibles de análisis moral.
De este análisis resultará que podamos juzgar al-
gunos de nuestros comportamientos como “ actos
morales” , mientras que otros no lo son, ya sea por-
que son francamente inmorales o bien porque su
naturaleza no tenga que ver con la moral, al menos
directamente. Digamos algo primero sobre estos úl-
timos.
Hay actos que son automáticos en el ser huma-
no, en donde la voluntad no interviene: respiramos,
dormimos, soñamos, etc. Sobre ellos no se nos pide
cuenta ni tienen relieve moral. Otros actos son con-
secuencia de nuestra corporeidad y sus característi-
cas: caemos, comemos, vemos, etc. Caemos por la
acción de la ley de gravedad al perder el equilibrio; esto es irrelevante desde
el punto de vista moral. Pero si caemos porque nos arrojamos de un puen-
te, esto ya es otra cosa, pues aquí interviene nuestra voluntad... Comemos
porque tenemos hambre; esto lo compartimos con animales y plantas. Pero
nuestro comer ha de ser humano, pues hemos desarrollado modalidades cu-
linarias, maneras sociales de comportarse en una mesa y tenemos la posibi-
lidad de ahondar más en materia de nutrición y de dietética. Probablemente
alguien me pedirá cuenta (en nombre de la sociedad —esté o no consciente
de ello—) si decido comer mi carne cruda, si mi comida se cae del plato o
hago ruidos al beber, o si conscientemente como los chicharrones que me
ha prohibido el médico. Vemos en forma natural, por el simple hecho de
tener los ojos abiertos; pero también puedo escoger lo que veo y aquí podría
estar infringiendo normas morales, por violar la privacidad de alguien o leer
la correspondencia ajena.
En los ejemplos anteriores se puede ir entendiendo las características de
un acto moral, cuya ausencia le cali fi cará indiferente a la moral (amoral) o
bien contrario a ella (inmoral). Veamos cuáles son estas características:

1. Visión del acto como posible. Es decir, el acto tiene que verse como
realizable, al alcance de las capacidades y fuerzas de quien va a ac-
tuar. Todo acto moral es un acto humano, por lo que debe poder ser
efectuado por la persona en circunstancias ordinarias o con los auxilios
proporcionales. Nadie se tiraría de un avión pretendiendo volar o sin el
auxilio de un buen paracaídas; tampoco lo sustituiría por un paraguas,
ya que entonces habría que hablar no de deporte, sino de suicidio. Tam-
poco saldríamos de vacaciones dejando la administración de la casa y
el cuidado de su hermanita menor a un niño de cuatro años, pues esto
supera sus posibilidades reales.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 81

2. Intencionalidad de actuar. Vista la posibilidad del acto es necesario de-


cidir hacerlo. Y hacerlo fi nalmente, porque me puedo arrepentir, tanto
de hacer el bien, como de hacer el mal. A la hora del juicio moral es de
capital importancia descubrir si se tuvo o no la intención de actuar en
un determinado sentido, aunque se alegue distracción o accidente. Es
aceptado en el juicio moral —y en algunas ocasiones en el legal— san-
cionar actos frustrados, al determinarse la intención de hacer el mal de
quienes no llegaron a realizarlo.
3. Elección de los fines compatibles con el código moral. Elegir los fi nes
es tanto decidir qué voy a hacer, o hasta dónde quiero llegar. Yo puedo
intentar enamorar a la persona por quien suspiro, pero atención: ¡ya
está casada! Quiero cobrar un nuevo impuesto selectivo: ¿le vamos a
cobrar más a quien gana menos y menos a quien gana más? Cuando
nos referimos a un “ código moral” estamos aludiendo a lo moralmente
aceptable o no aceptable para una determinada comunidad, empresa o
familia, o bien para el conjunto de valores y principios personales.
4. Elección de los medios compatibles con el código moral. No basta que
el fi n sea bueno, los medios para llegar a él han de serlo también. Yo
puedo escoger un procedimiento democrático aceptable para elegir la
directiva de una asociación, pero de nada me sirve tanta pulcritud si
se tratase de una asociación para trafi car drogas o apalear en favor de
adversarios políticos.
5. Realización (no basta la elección; hay que actuar). Un acto se juzga-
rá normalmente por su realización efectiva. Tanto en materia jurídica,
como en materia moral se analizan los hechos, los protagonistas, las cir-
cunstancias y demás aspectos, no sólo para deslindar responsabilidades
sino también para descubrir agravantes o atenuantes y hasta eximientes,
así y poder dar un juicio certero.
6. Resultado (que podría ser diferente al previsto). El accidente y la ca-
sualidad no son otra cosa más que causalidades que alcanzaron un fi n
imprevisto. Conocí la historia de un ladrón frustrado que al intentar for-
zar una casa descubrió un incipiente incendio, salvó a los niños y a la
abuela y se convirtió en héroe —además de ladrón arrepentido—. O el
cazador que disparándole a su presa mató sin proponérselo al compa-
ñero de caza. O el muchacho que al salirse de la carretera se llevó por
delante la vida de una persona. Pero ¡cuidado!: no se juzga únicamente
por el resultado y la intencionalidad, hay que ver todos los aspectos.
Participar en un atentado frustrado no exime de responsabilidad a los
involucrados. Atropellar personas con un coche puede deberse a impru-
dencia temeraria al conducir a mayor velocidad que la permitida o bajo
los efectos del alcohol.

Como puede inferirse, sólo los actos que se relacionan con la bondad
de la conducta, libremente escogida, pueden ser objetos de la moral.
82 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

En suma: el acto moral es una totalidad o unidad indisoluble de diversos aspec-


tos o elementos: motivo, fi n, medios, resultados y consecuencias objetivas. Lo
subjetivo y lo objetivo son aquí como dos caras de la misma medalla. El acto
moral no puede ser reducido a uno de sus elementos, sino que está en todos
ellos, en su unidad y relaciones mutuas.42

Libertad

La libertad es el requisito indispensable de todo acto moral. La libertad es


la capacidad, la posibilidad, el derecho y el deber de autodeterminación.
Debe entenderse la autoridad como función subsidiaria de la libertad y nun-
ca como su opuesto. La autoridad es la capacidad, la posibilidad, el derecho
y el deber de decidir por otros.
La capacidad de autodeterminación viene dada generalmente por la
madurez que alcanza gradualmente una persona. Decíamos que a un niño
no se le puede encargar la administración de un hogar, pero la autoridad de-
berá ir mermando en la medida en que el proceso de maduración del niño,
primero, y el adolescente, después, avanza. La autoridad correspondiente
hará el servicio de decidir por aquellas personas momentáneamente priva-
das de conciencia, o con enfermedades que les incapaciten mentalmente.
Esta capacidad para la toma de decisiones podría ampliarse mediante el
estudio y es imprescindible a la hora de realizar acciones especializadas
propias de determinadas profesiones u ofi cios: no se tiene espontáneamente
la capacidad de decidir en materia quirúrgica, hay que estudiar para ciruja-
no. No se puede decidir qué hacer ante una emergencia en un avión si no
se ha formado alguien como piloto. También es cierto que es necesario que
en la casa, en la escuela y hasta en la universidad se entrene a los niños y
jóvenes en el arte de tomar decisiones oportunas en tiempo y forma. Se ve
claro también, entonces, que quien tiene conocimientos o domina técnicas
por sus estudios o experiencia, está revestido de autoridad legítima en los
temas de su competencia.
La libertad es posibilidad , o si se quiere poder, potestad. Y si no se tie-
ne por cualquier razón, tocará a la autoridad correspondiente su ejercicio.
Puedo tener la capacidad para decidir, pero si se me impide, o si estoy
privado de libertad de movimiento en una cama o en una cárcel, entonces
mi libertad se ve impedida o, cuando menos, disminuida. Aquí conviene
citar a Aristóteles en su Ética a Nicomaquea: “ Si alguien te amenaza con la
espada y te obliga a hacer lo que no quieres, no incurres en culpa… ¡pero
siempre puedes decir que no!” .43 Se hace necesario considerar también
el caso de los sujetos colectivos integrados por individuos cuyo número

42Sánchez Vázquez, Adolfo (1987), Ética, Grijalbo, México, pp. 69-70.


43Aristóteles (1977), Obras completas, Aguilar, Madrid.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 83

hace imposible el ejercicio directo de su capacidad


de autodeterminación, por lo que este poder debe
enajenarse en una autoridad constituida con arreglo
a la voluntad mayoritaria. Este es el basamento que
legitima la autoridad tanto en los estados como en
las organizaciones.
Que la libertad sea un derecho es algo fácil de
compartir, pues la mayoría de las personas ya lo han
aceptado así, como algo fundamental y caracterís-
tico del ser humano. Y es por esa razón que es un
derecho, pues el hombre se caracteriza por estar
dotado de razón y voluntad para determinar libre-
mente lo que desea hacer, se trata de algo propio
por naturaleza.
Q ue la libertad sea un deber , muchos lo olvi-
dan. A algunos les parece hasta absurdo el plan-
teamiento y preguntan: “ ¿pero es que acaso hay
alguien que no quiera ejercer su libertad?” . Por
desgracia son demasiados. H ay personas que no
quieren tener que decidir. Q uieren evitar el com-
promiso que ello encierra. Prefi eren buscarse líderes o, a falta de éstos,
caudillos a quienes seguir en todo. H asta en sus relaciones sentimentales
y familiares pasan a otros la “ carga” de lo que deberían ser sus propias
decisiones. Esta gente debería entender lo que quiso decir Jean Paul Sar-
tre al escribir: “ Estamos condenados a ser libres” . En contrapartida hay
que recordar que también la autoridad, ante la falta o insuficiencia de
capacidad o de posibilidad, es un deber, por lo que no ejercerla en
los colectivos, particularmente en la familia, constituye una grave falta
moral.
Otra defi nición dice: “ Libertad es la voluntad gobernadora por motivos
morales” (Alatorre). Nosotros la consideramos como la posibilidad real de
elegir entre varias alternativas. Es una posibilidad real en cuanto puede ser
factible de hacerse o de realizarse y es elegir al intervenir la voluntad y darse
cuenta de que se selecciona una u otra alternativa (lo que es llamado por
algunos autores “ libre albedrío” ).44

La conciencia moral

El tema de la conciencia está siempre ligado a la cuestión moral. Aunque se


ha escrito mucho al respecto, hay coincidencia de que se trata de la facul-
tad de discernimiento que nos permite orientarnos a la hora de comprender
entre el bien y el mal, y nos sirve de guía en la toma de decisiones libres.

44Varela, Guadalupe (1982), Ética, Instituto Politécnico Nacional, México, p. 81.


84 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Al respecto conviene mencionar dos temas importantes: el de los grados de


conciencia y el de la recta conciencia y sus opuestos.
Hablar de grados de conciencia es tanto como decir que ésta procede
por etapas y que cada una de ellas representa un elemento nuevo que se
acumula a los ya obtenidos en etapas anteriores. Cada grado o etapa recibe
también el nombre de “ conciencia” . Así tenemos:

1. Conciencia fisiológica, entendida por tal un conjunto de funciones or-


gánicas que nos permiten toda clase de percepciones y sensaciones. Se
da en condiciones de salud física y mental, pudiendo ser perturbada
por factores tales como drogas o enfermedades neuronales.
2. Conciencia psíquica, estado de atención o de vigilia que nos permite in-
teriorizar lo percibido y percatarnos de nuestras posibilidades de acción y
sus contextos en el marco de nuestra peculiar manera de ser. No se posee
en estados de inconsciencia o durante la actividad subconsciente.
3. Conciencia cognoscitiva, que no es más que la captación de datos, el
apropiarnos de información y de conocimientos básicos para delimitar
la forma de actuar.
4. Conciencia axiológica, que aparece cuando se valora y justiprecia los
datos previamente obtenidos, entendiendo su problemática, alcances y
limitaciones.
5. Conciencia activa, la que se mani fi esta en la acción y que la orienta
durante su realización.
6. Conciencia evaluativa, la que, a posteriori, valora lo actuado. A ella nos
referimos cuando se hace examen de conciencia, o cuando aludimos a
que a alguien le remuerde la conciencia.

Estos grados de conciencia se explican a la luz del proceso inherente al


acto moral y su complejidad. En otras palabras, la conciencia no es un des-
tello momentáneo que nos ilumina de golpe, sino una facultad permanente,
siempre presente en nuestra vida moral.

La conciencia es una realidad decisiva en la vida de cada hombre y para la


vida de toda la comunidad. El fondo insobornable de toda persona está en su
conciencia, que es donde acontece la autenticidad más profunda. Es el lugar
donde el hombre se encuentra consigo mismo y es donde se defi ne su autenti-
cidad más genuina. Erich Fromm ha dicho: “ No existe aseveración más soberbia
que el hombre pueda hacer que la de decir: ‘Obraré de acuerdo a mi concien-
cia’.” 45

45Bernardo, Juan D. (1993), Ética de los negocios, Ediciones Macchi, Buenos Aires, p. 11.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 85

El otro aspecto que merece nuestra atención es el de la recta conciencia


y sus opuestos. Por recta conciencia entenderemos un discernimiento que
se desarrolla sin obstáculos y con apego a nuestro código moral. Como pun-
tos opuestos tenemos la conciencia errónea y la conciencia laxa.
Son varios obstáculos al discernimiento de la conciencia. Entre los más
notables están la falta de formación en la vida moral, que da por resulta-
do una carencia de sensibilidad frente a los retos de la propia dignidad
personal o en contra del respeto que merecen las personas, instituciones
y normas. Otro obstáculo notable es la ignorancia, que puede ser o no
culposa: no culposa cuando se ignora simplemente algo que podría sa-
berse; culposa cuando se ignora algo que debe conocerse; por ejemplo,
algo que es propio de la profesión que se ejerce. También es obstáculo la
pasión irrefrenable, que llega a obnubilar el juicio. Y lo son también las
drogas y estupefacientes capaces de alterar nuestra conciencia psíquica y
fi siológica. Se considera obstáculo el miedo, mayor, cuanto más profundo
o incontrolable sea.
Consideramos conciencia errónea igualmente a la que se da en “ mo-
rales” antitéticas —no simplemente distintas— a la nuestra. Puede decirse,
en este contexto, que la mafi a tiene su código de honor, como parte de su
moral. El hecho de lavar con sangre las ofensas hechas a la familia repugna
a nuestra conciencia y, por ello, se considera erróneo.
En razón del primer obstáculo citado, el de la falta de formación moral,
por una mala educación, por ejemplo, lleva frecuentemente a una conciencia
laxa, propia también de aquellos que, habiendo sido educados en la moral, se
alejan de ella por la infl uencia de amistades, por las penurias de la vida, o por
caer con harta frecuencia en vicios y excesos de toda clase. Esta conciencia
laxa, también denominada “ ancha” no sigue un código moral estricto, es des-
cuidada y permisiva. El cinismo frente al cumplimiento de deberes y responsa-
bilidades, el alejamiento de toda religión y el materialismo exacerbado pueden
conducir a los individuos de conciencia laxa a la conciencia errónea.

Problemática actual y relativismo moral

Acabamos un siglo y empezamos otro bajo la confusión de tres falacias


posmodernistas:

“ La moral es un asunto personal” .


“ Toda moral es buena” .
“ La moral siempre es relativa” .

La moral sí es un asunto personal, pero no es solamente un asunto per-


sonal. En todos los tiempos de todas las culturas la moral, incluso la perso-
nal, siempre ha estado sometida a juicio social. Tan es así que esta falacia
se presenta frecuentemente bajo la forma de ley universal, es decir, válida
para todos.
86 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

El que toda moral sea buena se deriva de la primera y tercera falacias


aquí citadas. Si todos los caminos llevan a Roma, todo camino es bueno.
Como también es bueno cualquier camino cuando no se sabe a dónde ir.
El carácter falaz de esta afi rmación queda evidenciado por la contrariedad
que producen los comportamientos opuestos a los propios criterios, incluso
entre quienes proclaman la bondad de cualquier moral, a menos que tengan
conciencia laxa o sean relativistas empedernidos.
Que la moral sea relativa es una gran verdad; el que sea siempre relativa
podría ser falso, según se entienda. En primer lugar, la moral absoluta ha
sido postulada en más de una ocasión por grandes pensadores, quizá el más
notable de ellos haya sido Kant. Una moral absoluta sería un conjunto de
valores, principios, criterios y normas válidos en todo tiempo y lugar. O sea,
una moral capaz de regular y condicionar la conducta humana, indepen-
dientemente de los contextos sociales, históricos o geográfi cos que diferen-
cian un pueblo de otro —dentro de un mismo pueblo— o un grupo humano
de otro. La evidencia empírica demuestra que esto no es así.
De lo anterior se concluye que la moral es relativa; por lo que cabe
preguntarse ¿relativa a qué? Son varias las respuestas y válidas más de una a
la vez: a la cultura de una sociedad determinada, a la educación que se ha
recibido, a la religión que se practica, a las exigencias del grupo al que se
pertenece. Pero cuando se expresa que siempre es relativa se puede también
querer expresar que no hay manera de tener un referente, un punto nodal al
cual dirigirse para saber a qué atenerse.
Propicia es la distinción entre relatividad y relativismo. En la primera
se identi fi can los condicionantes de la moral, pero a sabiendas que ante la
presencia de idénticas condiciones se tendrá siempre la misma respuesta
moral. En el segundo absolutiza la relatividad para convertirla en un sin
sentido, por lo general de corte subjetivista.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 87

LECT U RA

La conciencia
Martínez-Huerta, M. (2007)46

No hay nadie, ni aun el peor bribón, que, si está habituado a usar de su razón,
no sienta, al oír referencias de ejemplos notables de rectitud en los fines, de
firmeza en seguir buenas máximas, de compasión y universal benevolencia
(unidas estas virtudes a grandes sacrificios de provecho y bienestar), no sienta,
digo, el deseo de tener también él esos buenos sentimientos. Pero no puede
conseguirlo, a causa de sus inclinaciones y apetitos, y, sin embargo, desea
verse libre de las tales inclinaciones, que a él mismo le pesan (Kant).
En ética no existen respuestas fi jas y seguras para todo lo concerniente
al universo moral. Los principios son generales y abstractos, y no responden
necesariamente a los confl ictos en que puede encontrarse el ser humano.
Queda siempre un margen de ambigüedad: en él se juega el hombre su pro-
pia decisión. El propósito del presente escrito es mostrar que la verdadera
fuente normativa de los actos humanos es la misma persona en su realidad
concreta inmersa en su devenir.
El hombre es un ser moral porque debe construirse a sí mismo. Y la con-
ciencia moral es la facultad por medio de la cual el hombre descubre este
“ deber ser” , esta llamada a hacerse una persona, y es también la facultad
por la que tiende activamente a llevarla a la práctica. En otras palabras: es
preciso entender la conciencia moral como la facultad, como la capacidad
a través de la cual el hombre puede llegar a conocer lo que es bueno y lo
que es malo. Se trata, pues, de un juicio del entendimiento o razón que nos
permite reconocer el valor moral de un acto concreto que pensamos reali-
zar, estamos realizando o hemos realizado.
El juicio valorativo de la conciencia moral abarca tres niveles: antes del
acto, durante su ejecución y después de ella.
Antes del acto, la conciencia actúa como consejero, por la apreciación
que el entendimiento hace del valor moral de las varias alternativas que se le
ofrecen. Así, por ejemplo, Marco Aurelio se convierte en nuestra conciencia
cuando nos pregunta: “ ¿Cómo te has portado hasta ahora con los dioses,
con tus padres, hermanos, mujer, hijos, maestros, ayos, amigos, familiares,
criados? ¿Observaste hasta ahora con todos ellos el precepto de ‘no hacer ni
decir nada malo a nadie’?” .

46Martínez-Huerta, Miguel (2001, diciembre), “ La conciencia” , Razón y Palabra, núm. 24,

en: www.razonypalabra.org.mx (2007).


88 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Durante la ejecución del acto, la conciencia se mani fi esta dándonos el


sentimiento de que somos agentes libres y responsables de nuestra acción.
Al respecto escribe J. G. Fichte: “ Esta voz interior de mi conciencia me dirá
en cada situación de mi vida lo que debo hacer y lo que debo evitar; me
acompañará, si la oigo atentamente, en todas las vicisitudes de mi vida, y ni
me escatimará la recompensa si soy diligente” .
Después del acto, la conciencia interviene como juez y ejecutor de una
sentencia. La conciencia aplica en el acto su sentencia, representada por di-
versidad de sentimientos morales: satisfacción, tranquilidad, remordimiento,
vergüenza, arrepentimiento, etc. “ Por otra parte, —escribe Hume—, ¿quién
no sufre una profunda morti fi cación al refl exionar en su propia insensatez y
conducta disoluta, y no siente una punzada o compunción secreta cada vez
que se le viene a la memoria alguna ocasión pasada en la cual se comportó
estúpidamente o con torpes modales?” .
Si la experiencia nos demuestra que todo hombre juzga de la moralidad
de los actos, también ella nos dice que no todos juzgan de igual manera. No
es raro que la falta de instrucción o ignorancia, los prejuicios de cierta forma
de educación, las pasiones, el medio ambiente, el interés, etc., logren, si no
anular los dictámenes de la conciencia, sí consiguen falsearlos y desvirtuar-
los. De acuerdo con su manera de apreciar los actos morales, la conciencia
puede ser (cfr. Blázquez, 1999): 1) conciencia antecedente (precede a la
acción); 2) concomitante (acompaña a la acción); 3) consiguiente (posterior
a la acción); 4) auténtica (cuando se actúa con honradez); 5) viciosa (se obra
con malicia); 6) verdadera (se ajusta a la norma o principio de moralidad); 7)
errónea (juzga como bueno algo que no lo es); 8) dudosa o vacilante (carece
de seguridad y certeza en lo que se hace o pretende hacer); 9) cierta (juz-
ga de la bondad o malicia de la acción con fi rmeza y seguridad); 10) laxa
(poco exigente, exageradamente permisiva); 11) perpleja (ante dos normas o
principios no sabe cuál de ellos elegir); 12) farisaica (moral de apariencias,
hipócrita); 13) rigorista (tendencia a juzgar las acciones propias y ajenas con
excesiva severidad); 14) escrupulosa (da vueltas a lo que va a hacer, temien-
do siempre equivocarse).
Pregunta Epicteto: “ Si tu razón, que es quien ordena todos tus actos, está
desordenada, ¿quién la ordenará?” Porque estrictamente hablando no puede
llamarse conciencia bien formada cuando con este nombre se encubre la
arbitrariedad, el deseo del placer propio, la conveniencia, el agrado personal,
o la superfi cialidad de opiniones carentes de todo esfuerzo de clari fi cación.
La ética ofrece una serie de reglas y principios que ayudan al esclarecimiento
de los problemas que pueden ofrecerse de acuerdo con las diferentes clases o
estados de conciencia. Algunos de ellos son los siguientes:

1. Hay que obedecer a la conciencia cuando ciertamente manda o pro-


híbe. Escribe Hortelano: “ Ya san Pablo había insistido que lo que ha-
cemos de acuerdo con la conciencia, es bueno, y lo que hacemos
en contra de la conciencia es malo” . Y en realidad esta doctrina del
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 89

primado de la conciencia, como último criterio que decide nuestro


quehacer, ha sido teóricamente y en principio la doctrina de la Iglesia
en todos los tiempos.
2. Nadie debe obrar si su conciencia no está moralmente cierta de que
el acto es bueno (o indiferente).
3. En caso de perplejidad la conciencia debe optar por lo que se consi-
dere el mal menor. Si las razones se equilibran, puede tomarse cual-
quiera de las alternativas.
4. En caso de duda el remedio puede estar, en parte, en un consejero
prudente. “ Tampoco será ajeno que para resolvernos en los casos du-
dosos consultemos a los hombres doctos y experimentados, y veamos
lo que les parece de cualesquiera géneros de obligaciones” (Cicerón,
1993).
5. Una ley dudosa no obliga. De manera que puede seguirse una opi-
nión sólidamente probable.
6. En la duda hay que declararse en favor de quien la sufre.
7. Un hecho no se presume, debe probarse.
8. Un acto se presume válido hasta prueba de lo contrario.
9. En la duda hay que presumir en favor del superior (o intérprete de la
ley).
10. Hay obligación de procurarse, en cuanto sea posible, una conciencia
verdadera, y normal o delicada.
Como hemos visto, la ética está al servicio de la madurez y de la sin-
ceridad de la conciencia humana. Mejor dicho, debe comprometerse cons-
tantemente a la formación de la misma: debe ser como fermento de la edu-
cación en la refl exión, de tal forma que los hombres aprendan a tomar sus
decisiones y a valorarlas rectamente. Igual que se educa la inteligencia con
el fi n de que el hombre progrese en su capacidad de razonamiento, se pue-
de y debe educarse la conciencia moral.
Algunos medios para la educación de la conciencia pueden ser los si-
guientes:
1. El cumplimiento fiel de los deberes de cada día. “ ¿Qué cosa es el de-
ber? —se pregunta Hegel (1975)—. Para esta determinación no existe,
primeramente, otra cosa que esto: realizar el Derecho y cuidar del
bienestar, el propio bienestar particular y el bienestar como determi-
nación universal, el bienestar de los otros” .
2. Trazar un plan de vida como base para la tarea formativa. Al respecto
vale la pena recordar las conocidas palabras de Benjamín Franklin
conservadas en su Autobiografía (1989): “ siempre he creído que un
hombre con ingenio puede ocasionar grandes cambios y poner en
práctica grandes empresas en la humanidad, si antes construye un
buen plan y deja a un lado todas las diversiones y empleos que pue-
dan desviar su atención, y hace del cumplimiento de este plan su
único estudio y su único negocio” .
90 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

3. Una adecuada distribución del día. He aquí un programa así. Se titula


Sólo por hoy, escrito por el Dr. Frank Crane: “ Sólo por hoy, trataré de
vivir únicamente este día, sin abordar a la vez todo el problema de la
vida… Sólo por hoy, tendré un programa. Consignaré por escrito lo
que espero hacer cada hora. Cabe que no siga exactamente el progra-
ma, pero lo tendré. Eliminaré dos plagas, la prisa y la indecisión” .
4. Práctica del examen general de conciencia. “ Hermosa costumbre la
de hacer cada día un examen de todas nuestras acciones —señala Sé-
neca (1992, 50)—. ¡Qué tranquila se nos queda el alma cuando ha re-
cibido su parte de elogio o de censura, siendo censor ella misma que,
contra sí misma, informa secretamente! Esa es mi regla: diariamen-
te me cito a comparecer ante mi tribunal... No disfrazo, no adultero
nada, no olvido cosa alguna. ¿Qué puedo temer del reconocimiento
de mis faltas, cuando puedo decirme: no vuelvas a hacerlo, por esta
vez te perdono?” .
5. Lectura cuidadosa de buenos moralistas y vidas ejemplares. “ Tener así
—dice A. D. Sertillanges (1984)— en los momentos de depresión inte-
lectual o espiritual autores favoritos, páginas reconfortantes, tenerlos
cerca de uno, siempre listos para inyectar su buena savia, constituye
un recurso inmenso” .
6. Sacrificio (renuncia) y ejercicio de la voluntad . Al hombre le precisa
mantener viva la facultad del esfuerzo voluntario, sujetándola, diaria-
mente, a un poco de ejercicio desinteresado. Esta clase de ejercicio es
excelente para fortalecer el carácter y templar la voluntad. “ Practica
—expresa James— un poco de heroísmo y ascetismo cada día, con
el único fi n de fortalecer tu voluntad… de manera que cuando sobre-
venga la tentación, no te encuentres sin energía y sin preparación para
la lucha” (cfr. Vargas, 1979).
7. Respetar la naturaleza. Como enseña Baden Powell: “ El hombre que
ha crecido entre las grandes obras de la naturaleza cultiva la verdad,
la independencia y la confi anza en sí mismo, tiene impulsos de gene-
rosidad y de lealtad para sus amigos” (cfr. Cuadrado, 1988, 48).
8. La frecuentación y trato de personas de buen criterio moral. La con-
versación o diálogo con un interlocutor visible (o invisible) también
contribuye a la sana formación de la conciencia para una correcta
vida moral. “ ¿Por qué no probar a Dios, usted que tiene un pecado
en su vida? —pregunta Norman Vincent Peale (1983)—. Me refi ero al
Médico de las Almas que, cuando coloca su mano sobre la vida de un
paciente bien dispuesto, sabe limpiarle de modo infalible del oscuro
veneno que ha infectado su mente y alma, y destruido la paz y felici-
dad de su vida. Lo ha hecho por muchos hombres y mujeres felices a
través de los años. Y puede hacerlo por usted. ¿Por qué no probar con
Dios?” .
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 91

Ya para concluir podemos decir que consideramos hombre de concien-


cia al que ha desarrollado el sentido de responsabilidad en relación con
el prójimo y la familia, en la vida profesional, en las cuestiones sociales y
civiles. Es decir, la persona, cuya conciencia es sensible y delicada, ha com-
prendido que no puede ser verdaderamente ella misma, si no ha logrado
ser vigilante, abierta y disponible a los demás. “ En el pasaje evangélico del
Buen Samaritano, el sacerdote y el levita son el prototipo del hombre dota-
do de seudoconciencia. El que se atiene escrupulosamente a un complejo
código de prescripciones es un hombre rutinario. Por el contrario, el Sama-
ritano, que ve al hombre que ha sido maltratado por los ladrones y que está
medio muerto, es el prototipo del hombre que tiene una conciencia sensible
y obra en conformidad con ella. ’Lo vio y se compadeció‘ (Lc. 10:33)” .
92 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

EJERCICIO

O bjetivo
Ayudarte a hacer una refl exión personal sobre tu comportamiento moral, para
que puedas autoevaluar hasta qué punto comprendes sus alcances y puedas
orientar mejor tus compromisos para contigo mismo y tu sociedad.

Propuesta
Contesta con la mayor honestidad y sin palabras complicadas a por lo me-
nos siete de las siguientes preguntas, respetando preferiblemente el orden
en que se plantean. Es correcta dar una primera respuesta provisional para
después afi narla hasta obtener la defi nitiva. Para mayor precisión se requiere
que todo el ejercicio se haga por escrito.

Sugerencia
Comparte tus respuestas con tu maestro, un familiar, un amigo, un fi lósofo,
un profesional de las ciencias conductuales, siempre que sea una persona
que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a pensar como él o ella
quisieran que lo hicieras.

Preguntas
1. ¿Por qué se te propone transitar de la moral a la ética?

2. ¿Q ué impor tancia tiene la ética en el ejercicio profesional?


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 93

3. ¿Cómo razonarías para defender la afirmación de que “el fin no justifi-


ca los medios”?

4. ¿Sabes con claridad cuál es el fundamento del código moral al que te


sientes ligado?

5. ¿Cuál es la impor tancia de saber analizar los actos morales y efectuar


juicios sobre el compor tamiento moral personal o ajeno?

6. ¿Te sientes cómodo en tener el deber de ejercer tu liber tad?

7. ¿Cómo se entiende eso de que la autoridad es una función supletoria


o complementaria de la liber tad?
94 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

8. ¿D e los grados de conciencia, cuál crees que debe ser el que más de-
bes trabajar para desarrollarlo?

9. ¿Q ué piensas del imperativo categórico de Kant: “Actúa de tal manera


que pueda conver tirse tu forma de actuar en norma universal”?

10. ¿Por qué debe de ser combatido el relativismo moral?


C apít ulo

8 Profesionalismo
emprendedor

El Emprendedor del Futuro


deberá conver tirse en un
personaje indispensable.
Sérvulo Anzola

La profesión
La profesión universitaria es un trabajo altamente cali fi cado,
producto de una preparación teórica, de carácter científi co,
y un entrenamiento práctico, de carácter tecnológico. Toda
profesión es un trabajo socialmente diferenciado, cuya fi -
nalidad es satisfacer alguna de las múltiples
necesidades de la sociedad, a la vez que po-
sibilita la realización personal.
D esde esta perspectiva, la profesión
modi fi ca profundamente al ser humano
que la ejerce, pues el proceso formativo,
primero, y la experiencia en el actuar pro-
fesional, luego, cultivan su personalidad
con conocimientos, destrezas y valores, al
punto de imprimir en él un verdadero ca-
rácter.
La profesión implica cultivar los valores
del trabajo, la ciencia, la tecnología y la so-
ciedad. Bajo el enfoque formativo que se ha
propuesto, nuestro profesional evidencia los
95
96 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

valores de un líder emprendedor, con alto espíritu de servicio e integridad


en el actuar.

Para nadie es un secreto el alto prestigio que la condición de profesional otorga


en la escala social a quien la posee. Tal ascendiente está fundado en un respeto
casi místico de la comunidad hacia la ciencia y la técnica, que quizá no intuye
correctamente el carácter y fundamento que proporciona real superioridad al
saber universitario y a las profesiones. La ciencia no es un saber que venga de
lo alto, ni la profesión un quehacer de seres dotados extraordinariamente por
la madre naturaleza. Si no hay seres ni saberes extraordinarios no podemos ni
debemos menospreciar lo que diga o haga el hombre común que no ha podido
asistir a la universidad.47

Si se ve al ser humano como un ser orgánico, se demandará en él coherencia


y correspondencia total entre lo que es y conoce, y su conducta habitual,
pues el conocimiento modi fi ca al ser, que se da a conocer en el actuar. Por
tal razón, los valores en el ejercicio profesional más que ser poseídos por la
persona, son por ella vividos y se realizan en la acción profesional.

El valor del trabajo

Toda profesión es esencialmente trabajo. Y el trabajo es la actividad o el


esfuerzo humano, orientado a un fi n. Dos son, pues, las notas distintivas del
trabajo: primera, actividad esforzada; segunda, que persigue fi nes.
El esfuerzo humano se valora en función de lo que persigue. Es la fi na-
lidad la que, a la postre, identi fi cará al profesional como el que produce,
enseña, cura, construye, etc., o, más genéricamente, como el que sirve a la
comunidad.
Tiene pues el trabajo el valor del servicio, que lo pone en una perspec-
tiva trascendente: el trabajo no se queda exclusivamente en quien lo realiza.
Por supuesto que, al trabajar, el ser humano se transforma a sí mismo, se
digni fi ca, gana experiencia, crea y modi fi ca sus ideas. Pero también cam-
bia, o al menos infl uye, la vida de los seres humanos a los que su actividad
alcanza directamente, o por la mediación del producto, del bien, o del ser-
vicio correspondiente.
Aún se mantienen muchas de las concepciones que dominaban el pano-
rama en el mundo bipolar de la Guerra Fría. Entre ellas, la visión del trabajo
en las ópticas capitalista y socialista. De la polémica surgieron también no
pocas ideas distorsionadas acerca de la esencia del trabajo. Muchos vieron
en el trabajo exclusivamente un instrumento de explotación, por lo que el
trabajo adquirió una cierta connotación negativa. En el folclor latinoameri-
cano se llega incluso a cantar que “ el trabajo lo hizo Dios como castigo” .

47Gutiérrez,Claudio (1982), De la gente universitaria, Editorial Universidad de Costa Rica,


San José, pp. 55-56.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 97

Se impone rescatar conceptual y axiológicamente al trabajo. Determi-


narlo como una vía válida de superación personal y colectiva. El éxito es la
mejor recompensa del trabajo; e inversamente, no hay éxito o logro que no
haya sido obtenido mediante el trabajo.
El trabajo profesional del emprendedor exige excelencia en el desempe-
ño, esto es, procedimientos y resultados de alta calidad, motivado no sólo
por el orgullo de hacer las cosas bien, sino también por una necesidad de
obtener logros signi fi cativos y posicionarse en el mundo empresarial y pro-
fesional. Además, el espíritu de servicio a la comunidad así lo exige.
El trabajo profesional ha de desarrollarse con integridad. Esto se inserta
en un plan personal de vida en donde la ética no es barrera, sino la lógica
aliada de las causas por las que vale la pena luchar. En Latinoamérica está
surgiendo un nuevo tipo de profesional y ciudadano cansado del atropello
a la ley y a las personas, que está convencido de que el juego limpio es el
mejor negocio.
La profesión se ejerce en espíritu de libertad, lo que quizá sea una ex-
presión más adecuada que la de “ profesión liberal” . Independencia, auto-
nomía, que únicamente surgen con la madurez y con la seguridad que dan
la sólida formación y el recto proceder.
El profesional emprendedor de inicios del siglo XXI buscará ciertamente
armonía al negociar y concertar, convencido de que el éxito no consiste en
ganarle con malicia a un cliente, o en aplastar a
la competencia de cualquier índole, sino que es
menester tomar en cuenta el interés y las preocu-
paciones del otro.
El profesional cabal tiene excelentes relacio-
nes con los demás y se regocija sanamente con el
triunfo ajeno. La racionalidad en la toma de de-
cisiones es tan fundamental como la creatividad,
pues se trata de soñar y hacer posible los sueños,
no de añorar imposibles.

Ética profesional

Para orientar su actividad en medio de la colectivi-


dad, el profesional, al igual que todo ser humano,
recurre a la moral. La podemos defi nir como un
conjunto de valores, principios, criterios y normas
que determinan la aceptabilidad de un comporta-
miento individual o colectivo para un grupo social.
Todo individuo responde a algún código moral
propio del grupo al que pertenece, aunque se trate
de delincuentes, y condenemos dicho código los
que estemos fuera. Desde este punto de vista, po-
98 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

dría aceptarse que todo ser humano tiene alguna moral. No ocurre lo mismo
con la ética.
La ética es el análisis fi losófi co de las morales, con auxilio de las cien-
cias que estudian directa o indirectamente la conducta humana. Se trata
pues de una refl exión acerca de la legitimidad y el sentido de los actos que
realizamos.
Se denomina aquí principio a un valor importante que está siempre
presente al momento de fundamentar u orientar acciones humanas. El acto
moral se basa en tales principios.
Criterio es una regla que permite juzgar, discernir o evaluar el alcance
y la naturaleza de los actos humanos. Sirve de metro o medida ya sea para
determinar los actos aceptables (buenos), como los que no lo son (malos).
La norma moral es un precepto que un grupo social impone con carác-
ter de obligatoriedad a sus individuos. Por esta razón, las normas morales
deberían estar siempre en la base de las normas jurídicas.
La moral de un grupo social puede tener diverso origen o fundamento:
la cultura, una fi losofía, ideología, religión, etc. En base a estos orígenes
diversos, a veces muy dispares, se constata la presencia de numerosos có-
digos morales, a lo ancho y largo de la geografía y de la historia humana.
En nuestro medio es usual que los gremios profesionales se doten de su
respectivo código moral.

Alcanzar la excelencia en el mundo del trabajo y del mercado se ha convertido


en un ideal de vida, el cual, además de satisfacción económica y bienestar,
produce el reconocimiento de la sociedad mediante premios a la calidad y al
mérito empresarial. Esta axiología del desempeño profesional, generada por el
sentido empresarial del capitalismo, debemos someterla al juicio moral. En ella
encontramos aspectos positivos y negativos. Entre los aspectos positivos pode-
mos destacar los valores de la productividad, la superación y la creatividad. Y
son tres los fenómenos más notorios donde se revela el desequilibrio de valores
en nuestra sociedad: la fetichización de la economía, la deshumanización de
las relaciones sociales y el olvido de que la vida es el valor supremo.48

Compromiso personal y comunitario

Hay una dimensión personal absolutamente legítima y válida, en toda profe-


sión. Se trata de la satisfacción de las necesidades primarias mediante el traba-
jo, al igual que la realización personal, al lograr progresivamente las diversas
metas que para su vida privada profesional cada quien se autoimpone.
Un profesional deberá realizarse como persona al ejercer la profesión.
Entusiasmarse con todo lo que a ella concierne. Llegar a sentir por ella ver-

48González A., José Luis (2002), Ética, editorial El Búho, Bogotá, pp. 287 y 289.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 99

dadero amor y pasión. Si así sucede, él y la comunidad a la que pertenece


estarán bien servidos.
Obsérvese que no se puede disociar, más que conceptualmente, la vida
personal de la profesional. Son muchos los autores que plantean que el
profesional nunca deja de serlo, aunque se encuentre físicamente lejos de
su empresa, consultorio u ofi cina. En su hogar, en su pueblo, en vacaciones,
la profesión va consigo.
Aunque no fuera así, no se podría tampoco aislar más allá del plano
mental los actos del ejercicio profesional de los actos de la persona mientras
no ejerce. Tal dualismo es irreal, la unidad de la persona así lo determina.
Repárese en que la vida privada, a la que lógicamente se tiene derecho,
condiciona el actuar total. El conjunto de actitudes que un profesional ha
de tener para con su comunidad constituyen un auténtico compromiso. Este
concepto puede indicar una obligación que se asume resignadamente, pero
también puede signi fi car entrega y dedicación entusiasta a la misma. Es en
este sentido que se quiere proponer la vida profesional.
La profesión cobra sentido cuando el ser humano, dentro de la socie-
dad, se contextualiza histórica, social y geográfi camente, tanto en el plano
óntico y como en el biológico.
Nuestro compromiso es con la sociedad, nuestro país y nuestra fami-
lia; con nosotros mismos y con las futuras generaciones. Se lleva a la práctica
con claridad y resolución al tener una sólida jerarquía de valores, capaz de
orientar nuestras preferencias y decisiones. Al hacerlo, bueno es recordar
ese aforismo, que no por repetido pierde su fuerza:

“ El que no vive para servir, no sirve para vivir” .

Formando emprendedores
Toda universidad debe constituirse en institución pionera en la formación
de emprendedores, entendidos como profesionales independientes, capa-
ces de irradiar energía de trabajo, tomar oportunas y acertadas decisiones,
encarando riesgos calculados, con sed de realización personal y haciendo
partícipes a cuantos les rodean de su compromiso solidario en las metas
comunes.
Para lograrlo, la universidad debe aprovechar al máximo y con respon-
sabilidad la triple dimensión del activar académico universitario: investiga-
ción, extensión y docencia. Las dos primeras, al tiempo que le mantienen en
contacto con la dinámica nacional, permiten generar una docencia actuali-
zada y profundamente contextualizada.
El rigor del método científi co identi fi ca la forma de hacer las cosas en el
nivel superior, sin por ello sacri fi car las grandes realizaciones prácticas. Se
concibe, en efecto, la ciencia y la tecnología como poderosas herramientas
teóricas y prácticas al servicio del mejoramiento de la calidad de vida de los
100 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

seres humanos. El carácter formativo de la profesionalización compromete a


los participantes en tal proceso con un conjunto de valores del espíritu.
Por ello, hay que estructurar la actividad académica alrededor de cinco
ejes estratégicos: la calidad académica, el espíritu emprendedor, el lideraz-
go, la formación espiritual y moral, y el espíritu de servicio.
La formación en valores es la contribución universitaria al desarrollo
espiritual, el que, al igual que en el caso del desarrollo moral, ha de tener
sus fi rmes cimientos en el hogar de cada quien.
La ética profesional de muchos graduados llega a identi fi carse con la
llamada ética de los negocios, pues su profesión o su espíritu emprendedor
le pueden haber llevado a desempeñarse en la esfera empresarial. Es éste
un campo en pleno desarrollo desde hace relativamente poco tiempo, y hoy
día abarca también la esfera de los negocios internacionales.

La ética de los negocios es un estudio de normas morales y de cómo éstas se


aplican a los sistemas y organizaciones a través de los cuales las sociedades
modernas producen y distribuyen bienes y servicios, y a la gente que trabaja
dentro de esas organizaciones. La ética de los negocios, en otras palabras, es una
forma de ética aplicada, y comprende no sólo el análisis de normas y valores
morales, sino que también trata de aplicar las conclusiones de este análisis a la
serie de instituciones, tecnologías, transacciones, actividades y procedimientos
que llamamos “ negocios” .49

A todo graduado se le exigirá ante todo capacidad profesional, fruto de


un aprendizaje científi co y tecnológico, que se convierte en algo esencial
y permanente en la vida profesional, y que se expresa en forma de compe-
tencias, integradas por conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y
valores.
Un valor fundamental en la vida universitaria y profesional es induda-
blemente el estudio, que es, por otra parte, característica por excelencia del
fi losofar. El estudio supone una disposición de ánimo favorable al esfuerzo y
una cierta pasión por el rigor conceptual y metodológico. Estos dos aspectos
son el componente fundamental de lo que se suele llamar amor al estudio.
Los especialistas en el perfi l psicoeducativo de los universitarios señalan
que la perseverancia parece ser el rasgo más notable de los mejores estudian-
tes, independientemente de cuán fácil o difícil sea una materia para quien la
estudie. Amor y perseverancia en el estudio acompañarán siempre al estu-
diante universitario, antes y después de la graduación, ya que nunca dejará de
serlo, mientras quiera ser un profesional responsable y actualizado.
La herramienta teórica del estudio superior es la ciencia; su correspon-
diente herramienta práctica es la tecnología. Existe tal vínculo entre ambas

49Velásquez, Manuel (1970), Ética en los negocios, Prentice Hall-Pearson Educación,

México, p. 15.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 101

que tan sólo metodológicamente, con propósitos de análisis, por ejemplo,


han de separarse. Es la ciencia un conjunto de procedimientos rigurosamen-
te establecidos a lo largo de su propia historia, que nos permiten un camino
seguro, aunque no infalible, para llegar a la verdad. Por su parte, la tecno-
logía se constituye en el grado superior de la técnica. Ésta se conceptúa
como un saber hacer, en los más diversos campos de la actividad humana.
La tecnología tiene en su favor la luz del conocimiento científi co para guiar
sus pasos.
La exigencia de capacidad profesional que la sociedad impone, deman-
da estudiantes y graduados con una inclinación permanente por el estudio
y el conocimiento, los métodos de la ciencia y la utilización continua de
las tecnologías que son propias del campo especializado con el que se ha
comprometido.

El espíritu emprendedor
El espíritu emprendedor se ha defi nido como una fuerza interior que nos
impulsa a realizar aquellos retos que imaginamos posibles de lograr. Y es
que emprender una ruta o una aventura, al igual que iniciar cualquier em-
presa, signi fi ca no únicamente comenzarla, sino, lo que es más importante y
apasionante, perseverar en ello, poner entusiasmo, vida y corazón, “ echarle
ganas” hasta alcanzar la anhelada meta.
Si en el camino surgen di fi cultades o incluso serias adversidades, el
espíritu emprendedor nos hace levantarnos para volverlo a intentar con per-
severancia. Esto supone cierto carácter o temple que se adquiere con deci-
sión y mucha práctica. También exige una formación de calidad para saber
correr riesgos que razonablemente podemos asumir.
La tenacidad y perseverancia deben acompañarse de una elevada moti-
vación al logro y. deseo de superación. Bastante mediocridad y conformismo
nos han envuelto durante mucho tiempo. Los emprendedores rompen el
círculo vicioso al buscar fuentes de inspiración dentro y fuera de sí mismos.
El optimismo y la autoconfi anza son valores que se cultivan en el in-
terior de uno mismo. Para lograrlo hay que deponer la actitud cómoda de
culpar siempre a otros por lo que no resultó como se esperaba y creer que
nuestra participación fue decisiva en lo que salió bien. Se trata de asumir su
propia responsabilidad, en las buenas y en las malas y, a partir de allí, saber
que dependemos en grandísima medida de nuestro propio esfuerzo.
Se hace necesario abandonar las actitudes lacrimales o de lamentación
y encarar el porvenir con optimismo. Si de niño no fue alguien inducido a
la autoconfi anza y a la automotivación, puede aprenderlo de adulto, a costa
de un gran esfuerzo, sobre todo cuando se es todavía joven.
La mayoría de los especialistas consultados opinan que no hay empren-
dedor sin creatividad e innovación. La creatividad, hermana diligente y pro-
ductiva de la imaginación, nos induce a construir algo donde antes no había
102 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

nada. Creativo es el artista que mancha el blanco lienzo hasta refl ejar en él
un pedazo de su alma; creativa es la ejecutiva que decide formar su propia
empresa; creativo es el alcalde que se las ingenia para brindar servicios con
los exiguos fondos del tesoro edilicio.
La creatividad se acompaña bien si viene junto con la innovación, que
es el arte de producir lo nuevo. Innovador es el fi lósofo o el científi co
que propone un nuevo modelo conceptual para mejor interpretar la reali-
dad; innovador es el industrial que lanza un producto nuevo para atender
alguna vieja necesidad; innovador es el mercadotecnólogo que pone al des-
cubierto un nuevo mercado; innovador es el especialista en sistemas que
programa un software más amigable.
El espíritu emprendedor exige que además de producir lo que se espera
de cada uno de nosotros, en virtud de la formación que tiene, elevemos la
productividad, esto es, que rindamos al máximo, como trabajadores, por
supuesto, pero ¿no sería válido decir que también como seres humanos?
Como si fuera poco se pide que nuestra productividad sea con efectivi-
dad. Ya existe tradición en la exigencia de calidad, entendida como efi cien-
cia; la nueva tradición que se está gestando es la de la efectividad. Esto im-
plica que nuestro actuar sea trascendente, deje huellas positivas y duraderas
en el marco social donde nos desempeñamos. Efi ciencia, si cumplimos las
metas y seguimos los procedimientos, efi ciencia o efectividad, si alcanza-
mos los objetivos y la misión propuestos.
La efectividad supone excelencia en el desempeño. Y la excelencia par-
te de la calidad de lo que hacemos, pero va más allá, pues crea en nosotros
un compromiso, tanto con nosotros mismos, como con la comunidad en la
que estamos insertos. Excelencia es deseo y logro de las metas más altas.
Excelencia es crecer como profesionales y como seres humanos. Excelencia
es no contentarse con lo justo para los demás, sino llegar a identi fi carse con
ellos; es no aceptar simplemente lo bueno, sino aspirar siempre a lo mejor;
es no conformarse con obtener las actuales metas, sino en perseguir las
metas del mañana; es no caminar con el prójimo hasta la salida del pueblo,
sino acompañarle hasta el próximo.
Desde el punto de vista fi losófi co, puede decirse que el espíritu em-
prendedor es una determinada actitud frente al mundo y la vida, y que
puede convertirse en una forma de apropiación de la realidad, implícita
en el profesional de cara al inicio del siglo XXI. Este espíritu no nace, aun-
que hay aptitudes y condiciones que, por supuesto, favorecen su temprana
aparición: los valores de seguridad, responsabilidad, esfuerzo y entusiasmo
forjados en la niñez, están propiciando el surgimiento del emprendedor en
su temprana juventud.
La universidad deberá, por tanto, hacer lo suyo para procurar formar
los emprendedores que el mundo profesional y el desarrollo de la sociedad
reclaman.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 103

El liderazgo
Más allá de la pluralidad de defi niciones y la variedad de actividades huma-
nas donde ejercer el liderazgo, se destacan tres características constantes en
todo líder: su visión del futuro, su capacidad de infl uir positivamente en sus
semejantes y su relación democrática con las personas con quienes trabaja,
emprende, lucha o simplemente convive.
En efecto, al líder no le interesa —como al caudillo— mirar hacia atrás
para contar el número de seguidores; su mirada está puesta al frente, literal
y fi guradamente, ve más allá de su nariz. Otea el futuro auscultando los
signos premonitorios de cualquier tendencia o de cualquier cambio; analiza
el presente y saca lecciones del pasado para construir de una mejor manera
su futuro.
Por esa capacidad analítico-prospectiva, el líder entusiasma y su acción
y su palabra son sufi cientemente convincentes para que otros vean la con-
veniencia de coincidir con él en el camino a recorrer. Aparentes seguidores,
las personas que reconocen al líder se convierten en los mejores compañe-
ros de viaje. Desarrollan la capacidad de crecer juntos, son positivamente
infl uenciados por él, mas no manipulados.
El manipulador no respeta a sus semejantes; se sirve de ellos. Al líder le
interesa y le conviene rodearse de gente capaz, talentosa o esforzada, pues
las empresas en solitario suelen convertirse en hermosos sueños, pero con
mucha frecuencia condenadas al fracaso. El verdadero líder se enorgullece
de sus compañeros.
Warren Bennis y Bun Nanus (Líderes, Enciclopedia Gerencial del Eje-
cutivo Moderno) consideran mitos, contra los que hay que luchar, los si-
guientes:

1. El liderazgo es una destreza rara.


2. Los líderes nacen, no se hacen.
3. Los líderes son carismáticos.
4. El liderazgo sólo existe en la cima de la organización.
5. El líder controla, dirige, empuja, maneja.

El espíritu de servicio
Durante su formación profesional, y como parte
esencial de ella, el universitario debe escuchar men-
sajes alusivos y tener la oportunidad de ir cimen-
tando en él un sólido espíritu de servicio. El análisis
teórico, las acciones de vinculación universitaria, el
trabajo voluntario, la práctica profesional orientada
y el servicio social son las herramientas preferentes
para su crecimiento.
104 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

Toda profesión es un saber y un quehacer especializado que, por tanto,


únicamente puede darse gracias a la división social del trabajo, en donde
unas personas dan su tiempo y su capacidad para atender necesidades y
resolver problemas de carácter específi co, mientras que otras se ocupan de
las restantes necesidades y problemas que individuos y sociedad enfrentan.
No es pues posible entender una profesión sin este mutuo compromiso.
Esta contextualización social, es el marco básico de toda responsabi-
lidad profesional, sin la que no puede hablarse de ética profesional. Pero
ahondando más allá, la universidad invita a los estudiantes a no contentarse
con el mínimo, pues no es la conducta propia de los emprendedores ni tam-
poco de los líderes que quiere ver en sus graduados. Por eso, los esfuerzos
educativos no estarán únicamente orientados a que el profesional generado
en sus aulas desarrolle sin más el trabajo profesional que de él se espera; hay
que pedir que dé más en términos de solidaridad no deformante, en favor
del desarrollo económico y social de su contexto humano.
El espíritu de servicio se basa en el respeto a la persona. Esto indica que
en modo alguno debe generar acciones paternalistas, o que conviertan a
otros en seres dependientes. En cambio deberá ayudar a los demás a crecer
y a realizarse personalmente, empezando con los más cercanos trabajado-
res y pobladores.
En síntesis, el espíritu de servicio es disposición de ánimo y plataforma
de acción para que todos juntos, cada cual desde su esfera de competencia
y con arreglo a sus capacidades y posibilidades, construyamos una nación
más integrada, justa y democrática.
Este espíritu profesional fundamentará, a su vez, la práctica de la res-
ponsabilidad social empresarial (RSE) que las organizaciones socioproducti-
vas están desarrollando desde fechas relativamente recientes. Diversas orga-
nizaciones nacionales, regionales e internacionales defi nen actualmente su
correspondiente RSE en el área centroamericana.
Los administradores deben ocuparse de la maximización del rendi-
miento fi nanciero a largo plazo. Para tal fi n, éstos deben aceptar algunas
obligaciones sociales y los costos que se asocian a ellas. De modo que hay
que proteger el bienestar de la sociedad no contaminando, no discriminan-
do, no involucrándose en publicidad engañosa y otros semejantes. A su vez,
deben asumir un rol positivo para mejorar la sociedad, involucrándose en
sus comunidades y contribuyendo a las organizaciones de asistencia social.
Las empresas modernas de negocios ya no son simplemente instituciones
económicas.50

50Robbins, Stephen (1994), Administración, 4ª edición, Prentice Hall, México, p. 127.


FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 105

LECT U RA

Misión del emprendedor del siglo X X I


Sérvulo Anzola R. (1995)51

Una invitación muy especial: únete a la gran familia del éxito emprende-
dor.
[…] Todos poseemos espíritu emprendedor. El potencial está en noso-
tros mismos, es inherente al ser humano, pero necesitamos despertarlo, pero
con saltos, no a pasos.
[...] El ser emprendedor, entonces, se convierte en una fi losofía de la
vida que obliga al hombre a tomar muy en cuenta sus deseos y los toma
en obligación hacia su medio. Esta fuerza interior le dará orientación a sus
acciones llevándolo a soñar lo grande que de la vida quiere lograr, ense-
ñándole a ser más soñador, más perceptivo y calculando cada vez más sus
acciones. El emprendedor será un gestor de su propio destino.
[...] Todo aquel que hace posible la aparición de una empresa es un
emprendedor; aquí radica la esencia de su misión, esta es la raíz que le
da la vida, y acción a su quehacer. Es la fi losofía que lo mueve al pensar y
actuar.
El emprendedor del futuro deberá ser el gestor de una acción creativa
inicial, deberá ser el centro en quien reside la responsabilidad de la empre-
sa; teniendo una orientación marcadamente tecnológica, siendo un inventor
y un descubridor de oportunidades aprovechadas por la empresa mediante
su propia acción y destreza personal.
Este emprendedor deberá estar dotado de talentos y cualidades que ad-
quiere e incorpora a la empresa dándole uso y aprovechamiento real.
Él establecerá las políticas y directrices generales concernientes a la
marcha de su organización. Será el miembro más importante de las juntas y
de las funciones a realizar.
El emprendedor deberá fi jar metas y apuntar a la empresa hacia ellas
con un ordenamiento estable y fl exible. Su efi ciencia, residirá en la capaci-
dad constante de desarrollar la empresa en su gestación, planeación, crea-
ción, implantación, operación y desarrollo.
Su función de dirigir estará en decidir acerca de las políticas que de-
ben guiar la marcha de su empresa: trabajando sobre objetivos concretos,

51Anzola, Sérvulo (1995), “ Misión del emprendedor del siglo XXI” , en el V Congreso Lati-
noamericano sobre el espíritu empresarial, México.
106 FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O

abstractos y conceptuales. Su perspectiva será la visión en conjunto y sobre


objetivos duraderos.
Su papel de ejecutivo lo llevará a realizar actos decisorios, siguiendo las
normas generales que se ha trazado y trabajará frente a situaciones particu-
lares o conjuntas ejerciendo liderazgo sobre su equipo de trabajo.
El emprendedor del futuro deberá ser un líder dotado de capacidad
para concentrar y lograr la aceptación de personas que le acompañarán en
su actividad creativa e innovadora. Surgirá al liderazgo donde se presenten
nuevas posibilidades y detectará e inducirá a sus compañeros a hacer uso
de ellas en actividades específi cas.
Deberá ser auténtico consigo mismo y con su medio. Será una persona
que nadará contra la corriente y será capaz de sobrepasar las restricciones a
la creatividad que le imponen los reglamentos.
Será innovador, pues sabrá combinar factores estableciendo cooperación
de grupo, produciendo, dando mantenimiento y seguimiento a sus ideas.
El emprendedor del futuro estará dotado de una capacidad de insisten-
cia en la persecución de sus objetivos. Su acción dinámica residirá en la
voluntad de conquista, en el impulso de lucha, se manifestará superior a los
demás, con sencillez y humildad, teniendo éxito por el medio mismo más
que por sus frutos. Será el gozoso creador de hacer las cosas o simplemente
de ejercitar energía e ingenio. El emprendedor del futuro buscará di fi culta-
des con el objetivo de verse obligado a realizar alteraciones en las tradicio-
nes. Serán personas dotadas de un alto potencial creador y realizador, que
se proyectan formativamente ejercitando su creatividad hasta en simples
situaciones de su vida.
El emprendedor del futuro deberá convertirse en un personaje indispen-
sable, será un líder de los desarrollos esperados, será un creador haciendo
posible la aparición de una empresa, será un directivo como continuador
de su acción creativa, será un ejecutivo investido de facultad para tomar
decisiones que son guías para su equipo de trabajo y será un trabajador en
las acciones constantes de la vida de su empresa.
[…] La acción emprendedora del futuro se ha convertido en una ne-
cesidad y es al mismo tiempo un objetivo y un reto más dentro del marco
tradicional de la enseñanza. Su objetivo será crear la infraestructura nece-
saria en el área académica y en la empresarial, para fomentar y desarrollar
en los jóvenes las habilidades y talentos y proporcionar los conocimientos
necesarios para la creación de sus empresas exitosas. Sus políticas deberán
estar enmarcadas en la enseñanza teórico-práctica, donde presenten ejerci-
cios vivenciales, logrando con esto la creación y formación más integral del
emprendedor, como una manifestación, como una extensión de cada uno.
Como resultado, se espera lograr la maduración del alumno al adquirir
por cuenta propia la responsabilidad de la empresa, aprender a valorar el cos-
to de la vida y del esfuerzo humano para ganarse el sustento diario, presentar
un cambio más de actitud hacia el futuro, pues verá como una fuerte posibili-
dad el poner su propia empresa en lugar de buscar quién le dé trabajo.
FILO SO FAR, PARA SEGU IR CRECIEN D O 107

EJERCICIO

O bjetivo
Analizar y valorar las responsabilidades profesionales para contribuir a la
realización colectiva, mediante la iniciativa personal.

Propuesta
Investiga con precisión al menos dos de los temas que aquí se proponen. Es
correcto dar una primera respuesta provisional, y después mejorarla hasta
obtener la defi nitiva. Para mayor precisión se requiere que todo el ejercicio
se haga por escrito.

Sugerencia
Comparte tus conclusiones con tu maestro, un familiar, un amigo, un fi -
lósofo, un profesional de las ciencias empresariales, siempre que sea una
persona que te inspire confi anza y que no pretenda forzarte a pensar como
él o ella quisieran que lo hicieras.

Actividades
1. Averigua cuáles son las competencias profesionales generales que tu
universidad se ha propuesto formar en sus graduados.

2. Entrevista a algún directivo de tu colegio profesional sobre algún tema


de actualidad para el gremio que ha trascendido.

3. Busca en la W eb un buen ar tículo sobre la formación profesional o


sobre el ejercicio profesional, y escribe un resumen crítico del mismo.
Referencias
(Bibliografía del medio interno)

ÁLVAREZ, C. (1993), Filosofía.

CASTILLO, R. (1995), Filosofía y pensamiento hondureño.

FLORES R. (2006), Filosofía, obra completa.

MORALES, O. (2004), Los valores en la educación.

MONDRAGÓN V. et al ., Compil. (2007- 7ª reimpresión),


Antología de filosofía.

PERDOMO, C. R. (1998,) Fundamentos de la filosofía.

SERRANO, A. (1990), Por la filosofía.

SERRANO, A. (1983), Textos clásicos del pensamiento filosófico y científico.

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