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El rol de la mujer en Roma

La vida de la mujer romana no era sencilla. Aunque es cierto que gozaba de


mayor libertad que la mujer de la Antigua Grecia, su existencia estaba
predefinida por el rol que debía cumplir para satisfacer a la sociedad de su
momento.

Lo cierto es que cuanto más alto era el rango social de la mujer, de menos
libertad gozaba. Aunque donde más presencia tenía era en lo doméstico, la
familia romana se estructuraba en torno al hombre. El paterfamilias era la
autoridad en la domus (la casa romana). La mujer, por su parte, podía
supervisar el funcionamiento de las gestiones de la casa y ejercer
de administradora, pero su papel se reducía al ámbito privado y doméstico.
El matrimonio romano
El punto más alto de su trayectoria vital era el matrimonio. Se consideraba
una herramienta para preservar el estatus y la herencia familiar gracias a los
hijos que en él se engendraban. Así, tras el primer hijo, la mujer se
convertía en matrona y se dedicaba a la educación y el cuidado de éste y los
que tuviera a continuación.

El matrimonio romano estaba lleno de ritos y formalidades que anticipaban


la vida a la que se consagraría la mujer. Por ejemplo, tras el banquete de
bodas, un cortejo acompañaba a la novia a casa de su marido. Ella debía
llevar un huso y una rueca como símbolo de la actividad doméstica a la que
se consagraría, pues, en un principio, se dedicaban al hilado o el tejido,
aunque a principios del siglo I d.C. esta actividad cayó en desuso. En estas
procesiones se solía escuchar, también, un grito festivo que hacía referencia
a un episodio de carácter vejatorio para la mujer, esto es, el rapto de las
Sabinas: cuando los primeros romanos se asentaron en su nueva ciudad,
éstos se dieron cuenta de que no tenían apenas mujeres que les diesen
descendencia. Ante dicha problemática, decidieron raptar a las mujeres del
pueblo vecino, los sabinos. Rómulo organizó un banquete, invitó a los
sabinos y, cuando llegó el momento adecuado, mandó echar a los hombres
y raptar a las mujeres.

El matrimonio legal se reservaba a los ciudadanos libres y, en función del


sometimiento de la mujer, podía ser de dos maneras:

 Ad manus: la mujer se somete a la tutela del marido o a la de su


suegro. Los romanos justificaban el sometimiento argumentando
que la mujer sufría de fragilidad de ánimo, por lo que necesitaba
una fuerte tutela masculina.
 Sine manu: más habitual entre los plebeyos. Servía para
proporcionar hijos por consentimiento de ambos pero sin unión de
sangre y sin el sometimiento de la mujer a la familia del hombre.
 Así, el divorcio en un matrimonio cum manu debía pedirlo el esposo,
mientras que en el caso del sine manu ella misma podía solicitarlo
siempre y cuando careciese de parientes varones cercanos, ella
misma podía solicitarlo. Sin embargo, era mejor vista socialmente la
mujer que sólo se había casado una vez, e, incluso, recibía ciertos
privilegios y libertades. En el caso de la muerte del marido, la viuda
debía mantener luto durante varios meses, mientras que el hombre
podía volver a casarse cuando quisiera.

Entre los plebeyos también se daba la figura de la concubina; aquella


que establecía una unión lícita con un hombre (en muchas ocasiones
casado) pero siendo ambos personas libres. Era una unión de menor
nivel que las nupcias y, por ello, no tenían ni los mismos privilegios
ni el reconocimiento de legitimidad de los hijos engendrados.
Además, las concubinas no gozaron siempre de muy buena
consideración social. Por supuesto, aunque el hombre estuviera
casado, no era a él a quien se le cuestionaba su moralidad. Ella era la
adjetivada, la culpabilizada, la que estaba “poniendo en peligro” a la
familia del hombre en cuestión.

Por su parte, las esclavas frecuentemente debían complacer a sus


dueños en sus relaciones extra matrimoniales y no podían casarse,
aunque sí podían unirse a otro esclavo en la llamada contubernium.
La violencia física era común en la convivencia. Se percibía
como signo masculino de pasión y deseo sexual, pero el estupro de
muchachas casaderas y menores era una vergüenza. Sin embargo, los
atentados contra la mujer en el ámbito doméstico se consideraban
más un ataque hacia la unidad familiar y matrimonial que un ataque
hacia la mujer en sí misma.
La educación en Roma
La educación en la Antigua Roma se caracterizaba por el estudio de
la literatura latina y griega así como la intención de formar a los estudiantes
en el arte de la oratoria. Su sistema imitaba al griego y la crianza del niño
pertenecía a su familia hasta los 7 años de edad. Los romanos se
preocupaba por transmitir a los pequeños una serie de cualidades
importantes en la época como el ahorro, la lealtad o la disciplina.

Hasta el siglo III a.c, el sistema educativo romano no existía como tal y por
tanto, era un asunto meramente familiar. A partir de esta fecha, la crianza
de los niños hasta los 7 años de edad pertenecía a la madre y una vez que
transcurrían estos años, el niño pasaba a estar bajo la tutela del padre y la
niña continuaba con su madre.

En ese sentido podemos hablar de una educación sexista ya que el niño


aprendía sobre agricultura, el manejo de las armas, ritos religiosos mientras
que las niñas se dedicaban a formarse en tareas domésticas.

Una vez que los romanos entraron en contacto con la cultura griega, la
educación familiar no era suficiente y copiaron gran parte de los métodos
de enseñanza y actividades del sistema de Grecia. A partir de
entonces, Roma se llenó de preceptores griegos y filósofos. Las familias
con más recursos económicos contrataban un preceptor privado para sus
hijos mientras que, para las familias más pobres y para esclavos, apareció
la figura del maestro de escuela.

Características de la educación en la antigua Roma

A grandes rasgos, podríamos decir que la educación en la antigua Roma se


basaba en el estudio de la literatura latina y griega. Además, la intención
era formar a los alumnos en el arte de la oratoria. Podemos hablar de tres
etapas: la instrucción primaria, lectura y literatura, y las clases de retórica.
Pero estas fases sólo iban dirigidas a las familias adinerada ya que no era
gratis.
Cuando los niños alcanzaban los 7 años comenzaban la enseñanza
primaria del sistema educativo romano. En esta fase, los alumnos
profundizaban en la lectura, la escritura y el cálculo. Aprendían los
números romanos y recitaban las lecciones que previamente tenían que
memorizar. A los 12 o 13 años, los estudiantes pasaban a la fase
secundaria donde estudiaban latín, griego, gramática y literatura.

A los 16 años, los estudiantes podían especializarse en la retórica y así es


como aprendían a ser expertos en hablar en público. Esto era un aspecto
muy importante de la educación y lo que permitía a los alumnos alcanzar
puestos de alto rango en los juzgados.

Cabe añadir que la educación en la antigua Roma intentaba inculcar al


niño una serie de cualidades y valores importantes en la época y se los
transmitían tanto los padres como el Estado. Los valores que se
enseñaban eran el ahorro, la lealtad, alcanzar la lealtad romana mediante
aspectos morales, intelectuales y políticos, la disciplina y la razón.
Estratificación social
La estratificación social es la forma en que la sociedad se agrupa en
estratos sociales reconocibles de acuerdo a diferentes criterios de
categorización. Se tiene en cuenta la conformación de grupos de acuerdo a
criterios establecidos y reconocidos, como ser la ocupación e ingreso,
riqueza y estatus, poder social, económico o político. La estratificación
social da cuenta o es un medio para representar la desigualdad social de una
sociedad en la distribución de los bienes materiales o simbólicos,
económicos o culturales.

La sociedad romana, como muchas otras sociedades antiguas, se basaba en


la desigualdad. Las clases que se distinguieron fueron cinco: patricios,
plebeyos, esclavos, clientes y libertos.

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