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Claire Cullen

Centinela
La Manada Perdida 3
Índice
Nota a los lectores
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Epílogo
Staff
Serie Manada Perdida
Acerca de la autora
Nota a los lectores
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lectura. Adoramos muchos autores pero lamentablemente no podemos
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No pretendemos ser o sustituir el original, ni desvalorizar el trabajo de los


autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos la creatividad y el tiempo
que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos
que más personas las conozcan y disfruten de ellas.

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un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el uso de este con fines
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Sinopsis
Los centinelas viven una vida solitaria, siempre al margen de la
manada, mirando hacia adentro.

Thorn quiere lo que otros alfas tienen, una pareja, cachorros propios,
pero nunca le pasará, no ahora. Cuanto más lejos se siente de su manada,
más se pregunta si ya no encaja. Hasta que rescata a un cachorro de un
árbol y se encuentra reacio a ser el guardián de un niño asustado.

Mantener a su cachorro a salvo es todo lo que le importa a Daniel.


Pero con la manada de Harrison cazándolos, Sammy y él están separados.
Cuando lo encuentra de nuevo, Sammy está en la casa de un alfa
intimidante. Con la libertad de Harrison finalmente al alcance, Daniel no
tiene más remedio que esperar hasta que puedan huir una vez más.

Thorn debería estar volviéndose loco con un extraño omega y un


cachorro invadiendo su hogar. Daniel es nervioso y superficial, y la historia
de cómo se separaron Sammy y él no parece cierta. Pero tenerlos cerca
alivia la creciente soledad en su interior. Podría haber algo más entre ellos,
si tan sólo pudiera convencerlo de quedarse.

A medida que Daniel se acerca a Thorn y ve lo feliz que es Sammy en


su nuevo hogar, se hace más y más difícil volver a correr. Pero por mucho
que quiera olvidar los horrores de su pasado, Harrison y su manada no lo
han olvidado.
Capítulo 1
A Thorn le gustaba el turno de noche en la estación de bomberos.
Había algo en conducir a casa temprano en la mañana cuando la primera luz
del día tocaba el mundo. Llegó al punto en el que tenía que elegir: tomar el
cruce hacia su casa o continuar hacia la casa de la manada. Hubo un tiempo
en el que no hubiera dudado en conducir directamente a la casa de la
manada y reunirse con los demás para el desayuno. Pero eso fue antes.
Antes que Brax y Cole hubieran encontrado a sus compañeros. Antes que el
mundo supiera de la existencia de su manada. Antes que la casa se hubiera
llenado de cachorros.

Cada vez más la casa de la manada ya no se sentía como un lugar al


que perteneciese. Reconocía la desconexión, pero no podía hacer nada para
cambiar el rumbo. La naturaleza de ser un Centinela significaba que
siempre estaba un paso aparte, siempre mirando hacia fuera. No había
importado tanto antes, pero ahora, cuando sus vidas tenían tanto y la suya
tan poco... Era como si un abismo se hubiera abierto entre ellos. No sabía
cómo cerrar la brecha.

Estaba pasando por la granja de los Becker cuando el viejo Sr. Becker
salió a la carretera y lo saludó. Bajó la ventanilla y detuvo el camión.

—Buenos días, Arnold.

—Justo la persona que quería ver. Hay un gato atrapado en mi árbol.


Ha estado allí desde ayer por la mañana. Estaba seguro que encontraría su
propio camino para bajar, pero todavía está allí. —Arnold levantó la vista
hacia el cielo—. Se supone que hoy volvería llover, y la temperatura bajó
anoche. El pobre debe estar medio congelado.

Lo último que Thorn quería hacer era perseguir a un gato salvaje


alrededor de un árbol, pero no podía decir que no. Justo la semana anterior,
habían rescatado al nuevo gatito de Debbie Marner cuando se quedó
atrapado en su chimenea. Difícilmente podría decir que los gatos no estaban
bajo su competencia, incluso si no estaba de servicio en ese momento.

—Claro, ¿por qué no echo un vistazo? Puede que baje una vez que
tenga suficiente hambre, o tal vez necesite una mano amiga.

No envidiaba el turno de día que tenía que salir por un callejero.

—Muchas gracias a ti.

Thorn estacionó su camioneta en el andén de la carretera y siguió a


Arnold al costado de la casa.

—Allá arriba —dijo el viejo, señalando a un alto y ancho roble—. Se


está refugiando cerca del tronco.

Thorn siguió con la mirada adonde señalaba, escaneando el follaje.


Encontró lo que estaba buscando, con los ojos muy abiertos. ¿Qué tan mala
era la vista de Arnold?

—Eso no es un gato, Arnold. Es un cachorro de algún tipo.

—¿Como un león?

—Un leopardo, tal vez. Es difícil estar seguro desde aquí abajo.
—No creo que alguien por aquí tenga grandes felinos de mascotas.
No he oído hablar de nadie que tuviera uno, de todos modos —dijo Arnold
con una sonrisa.

—¿Qué tal los niños desaparecidos? —Tal vez era solo un cachorro
que escapó de un santuario de vida silvestre, pero no lo creía así.

—Oh, demonios —dijo Arnold—. ¿Debo llamar a la policía? ¿Una


ambulancia?

Thorn sospechaba que las luces intermitentes y las sirenas no iban a


alentar al cachorro a bajar. Pero el árbol parecía lo suficientemente
resistente y el cachorro no estaba justo en la parte superior. Podría
arriesgarse a subir.

—No, no asustemos al pequeño. Subiré a buscarlo. Podemos


averiguar si necesitamos llamar al rescate de la vida silvestre o del tipo
humano una vez que lo bajemos. —Si llamaba a la policía por un cachorro
de animal, el Ayudante Thomas nunca lo dejaría vivir.

Se arremangó y se acercó al tronco del árbol, buscando el mejor


camino para escalar. Agarró la primera rama y se levantó, vigilando al
cachorro en todo momento. El pequeño no se había movido, acurrucado en
una bola donde la rama en la que estaba se encontraba con el tronco.

Thorn estaba casi a medio camino de él antes que el cachorro se diera


cuenta que se acercaba. Una pequeña nariz asomó y olió el aire. Thorn se
quedó quieto y observó. Si el cachorro entraba en pánico y corría, podría
resbalar y caerse. Eso fue lo último que quería. Pero el pequeño solo se
acurrucó más fuerte, como si esperara poder esconderse del mundo.
Thorn aceleró el paso cuando se levantó el viento. Tan cerca, podría
captar el olor del cachorro. Eso era suficiente confirmación de que estaba
lidiando con un cachorro cambiaformas y no escapó de la vida silvestre. No
perdería a este niño.

Cuando llegó a la rama debajo de donde estaba acurrucado el


cachorro, se detuvo para decidir qué hacer a continuación. El cachorro no se
había movido de nuevo, pero, a pesar de su quietud, la leve contracción de
sus oídos le dijo a Thorn que estaba muy consciente de la presencia del alfa.

Moviéndose lentamente, Thorn agarró la rama donde estaba el


cachorro y se acomodó. La rama era robusta, y se sentó a horcajadas, frente
al cachorro. Si el pequeño decidiera correr ahora, tenía que subir o bajar, y
no cruzar. Eso era más seguro para todos.

—Hola —murmuró Thorn.

Observó y esperó. Las orejas del cachorro se retorcieron de nuevo, la


única señal de que lo había escuchado. Thorn pudo distinguir el patrón
distintivo del pelaje del cachorro. Definitivamente un leopardo. Y su aroma
era claramente omega.

—Debes tener frío y hambre, al estar atrapado aquí toda la noche.


¿Qué tal si bajamos, te abrigamos y encontramos algo de comer? ¿No suena
bien?

Era difícil juzgar la edad humana de un cachorro por su tamaño de


animal. Suponía que este era un niño pequeño, o tal vez un poco mayor.
Bien podría entender lo que Thorn estaba diciendo, incluso en su forma de
leopardo.
Cuando el cachorro no se movió ni emitió ningún sonido, Thorn se
acercó. No habría nada de eso; tendría que agarrarlo. No podía relajarse y
darle al cachorro la oportunidad de acostumbrarse a su toque.
Probablemente saldría disparado al primer roce de su mano.

Contó hasta tres y extendió la mano. La reacción del cachorro fue


inmediata, su cabeza se levantó mientras siseaba y le golpeaba la mano.
Sorprendido, Thorn se echó hacia atrás. El cachorro no se movió, mirándolo
con miedo, jadeando.

—Vamos, ahora —persuadió Thorn—. No puedes quedarte aquí para


siempre. Va a llover pronto. Tendrás frío y estarás mojado. Y luego volverá
a oscurecer. No quieres estar aquí en la oscuridad, pequeño.

Extendió la mano otra vez, esta vez más despacio. El cachorro


observó su mano como si pudiera atacar en cualquier momento, siseando
suavemente. Thorn perseveró, dejando que sus dedos tocaran la parte
superior de la cabeza del cachorro, acariciando el pelaje húmedo y
enmarañado. El cachorro dejó escapar un suave gemido y se estremeció,
luego se lanzó de la rama.

Thorn apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el cachorro se arrojó


contra su pecho y hundió sus pequeñas garras en él, aferrándose
desesperado.

—Shh —murmuró Thorn, asegurando una mano alrededor del


cachorro—. Así es. Buen trabajo, pequeño. Te tengo.

Miró a Arnold, quien lo saludó con la mano.

—¿Necesitas ayuda para bajar? —gritó el anciano.


—No —gritó Thorn, sintiendo al cachorro temblar ante el sonido de
su voz—. Ahora, vamos.

Se las arregló para abrir su chaqueta y la cerró con fuerza sobre el


cachorro. Entre eso y las garras aferradas del cachorro, estaría seguro para
la bajada.

—Agárrate fuerte, chico. Vamos a sacarte de este árbol. Has estado


aquí el tiempo suficiente.

Bajó con cuidado, trabajando lentamente. Fue un alivio tener los pies
en el suelo otra vez. El cachorro estaba acurrucado debajo de su chaqueta y
no hizo ningún movimiento para salir.

—Parece joven —comentó a Arnold—. ¿Alguno de tus vecinos de


por aquí tiene un niño pequeño? —Thorn estaba distantemente
familiarizado con las familias cercanas, pero no las conocería tan bien como
Arnold.

Arnold sacudió la cabeza.

—Greta Simons tiene una nieta pequeña, pero creo que es una liebre.

Thorn sacó su teléfono y llamó a Brax. La granja de Arnold estaba


justo en las afueras de la tierra de la manada, por lo que según sus cálculos
le tocaba atender el problema.

Explicó la situación, esperando pacientemente mientras Brax traía a


Oliver a la conversación. El consenso fue claro. Como el refugio más
cercano en el condado para los niños omega, Thorn debería llevarlo
directamente a la casa de la manada. Se ocuparían del resto, notificando a la
policía y a los Servicios Sociales, una vez que estuvieran seguros que el
cachorro estaba a salvo.

—Me ocuparé de todo, Arnold —le dijo Thorn—. Lo devolveremos a


su familia.

—Mejor tú que yo —dijo el anciano.

Thorn regresó a su auto. El primer obstáculo fue poner al cachorro en


un asiento propio. Simplemente no quería soltarse, se aferró más cuando
intentó moverlo.

Se rindió después de algunos intentos y se acomodó en el asiento del


conductor.

—Son solo unos pocos kilómetros. Conduciré despacio.


Capítulo 2
A Daniel le dolían todos los huesos del cuerpo, pero no podía dejar de
correr. El viento aullaba a través de los árboles del bosque mientras corría
lo más rápido que podía lejos de Sammy. ¿Estaba lo suficientemente lejos
para que no pudieran seguir su rastro?

Otro aullido, pero esta vez no fue el viento. La manada había


recogido su aroma; se estaban acercando. No les facilitaría las cosas. Tenía
que ser fuerte, por el bien de Sammy.

Saltó salpicando a través del río, corriendo río abajo a través del agua
helada con la esperanza que perdieran su aroma. Quizás esta vez, escaparían
para siempre. Trepando hacia la orilla, se sacudió el agua y corrió hacia la
cubierta de los árboles. No serviría de nada ocultar su aroma si los
exploradores de la manada veían su pelaje estampado en el crepúsculo.

Detrás de él, la manada se había quedado en silencio. ¿Los había


perdido o solo estaban enmascarando los signos de su persecución? Podrían
estar esperando atraerlo, hacerle pensar que estaba a salvo antes de atacar.
O... su corazón vaciló ante la idea, no era su rastro lo que habían
encontrado, sino el de Sammy.

No. Ahora estaban lejos de Sammy. Muy lejos. No había manera que
hubieran encontrado al cachorro. A menos que Sammy lo hubiera seguido...

El miedo fue suficiente para detenerlo y girar, mirando por donde


había venido. Si habían encontrado a Sammy, entonces tenía que regresar.
No tenía sentido correr; no podía irse sin su cachorro.
Una ramita se rompió cerca, y se sacudió hacia el sonido, su corazón
latía fuertemente en sus oídos. Volvió a correr a través de los árboles. Los
sonidos de sus perseguidores lo alcanzaron. Estaban cerca; demasiado
cerca. Una hiena saltó de un árbol y aterrizó en su camino. Cambió de
dirección, solo para que otro cambiaformas bloqueara su camino. Un jabalí
esta vez. Se volvió de nuevo, desesperado por la libertad, pero no había a
dónde ir. Dondequiera que mirara, uno de los hombres de Harrison estaba
allí, y luego el propio Harrison. Estaba rodeado.

El alfa dio un paso adelante, elevándose sobre él. Daniel sabía que no
tenía sentido retrasar lo inevitable. Dejó que el cambio lo cubriera,
terminando a cuatro patas en el suelo. Cuando intentó ponerse de pie, sus
piernas humanas temblaron debajo de él, apenas aguantando su peso.
Agotado, se dejó caer de rodillas y dejó caer la cabeza.

—¿Dónde está? —exigió Harrison, agarrándolo por el hombro, su


agarre magullando—. ¿Dónde está mi hijo?

Daniel permaneció en silencio, sus ojos se cerraron. Le habían


advertido que las manadas eran peligrosas, que debía mantenerse alejado de
ellas. Deseó haber tenido esa opción.

***

Daniel fue arrastrado de regreso a la casa de la manada y tirado en el


piso del sótano. Estaba muy familiarizado con el sótano después de cuatro
años al tierno cuidado de Harrison. El alfa en cuestión tomó en su mano un
puñado del cabello de Daniel y le levantó la cabeza, manteniendo el
contacto visual.
—¿Dónde está Sammy?

Daniel mantuvo la boca cerrada. Cuanto más tiempo permaneciera en


silencio, más seguro estaría Sammy. Suponiendo que estuviera a salvo.
Todo era su culpa. Se suponía que debía encontrar a Sammy un lugar seguro
para esconderse antes de dejarlo. Pero en su pánico por escapar, se habían
perdido y se había quedado sin tiempo. Había tenido que dejarlo atrás para
poder alejar a la manada de su rastro. Pero ahora había sido atrapado de
nuevo, y Sammy estaba allí solo.

Harrison le soltó el pelo, empujándolo casualmente y enviándolo al


suelo. La furia fría en su voz fue suficiente para hacer temblar a Daniel.
Este era Harrison en su momento más peligroso.

—Va la tercera —dijo el alfa, cerniéndose sobre él, sus ojos clavados
en los de Daniel—. Tres veces que intentaste escapar, tres veces que
intentaste quitarme a mi hijo. Pensé que habías aprendido tu lección
después de la última. Pero ahora veo que fui demasiado bueno contigo. No
me impresiona la profundidad de tu necedad.

Daniel sabía que no se trataba solo de sus intentos de fuga. Harrison


siempre estaba enojado con él en estos días. Tenía una lista de quejas de un
kilómetro de largo sobre su segundo compañero, desde la apariencia de
Daniel hasta cómo estaba criando a Sammy.

Gritó cuando Harrison lo pateó, tirándolo de espaldas al suelo. El alfa


lo montó a horcajadas, una mano se cerró sobre el cuello de Daniel lo
suficiente como para bloquear sus vías respiratorias.
—Cuando termine contigo, sabré todos tus secretos, grandes y
pequeños. Y recordarás cómo ser el modelo omega para tu alfa venerado.

Daniel trató de contener el aliento pero no pudo, el pánico creció


dentro de él.

La puerta se abrió detrás de ellos, y Harrison gruñó ante la intrusión.

—Tenemos otro rastro, alfa. A tres millas al suroeste.

La presión sobre el cuello de Daniel se levantó cuando Harrison se


puso de pie. Daniel rodó sobre su costado, sin aliento, observando la
espalda del alfa mientras se alejaba.

—Me ocuparé de ti más tarde —prometió Harrison—. Ahora, voy a


traer a mi hijo a casa.

La puerta se cerró de golpe, el pesado cerrojo se deslizó en su lugar.


Daniel dejó escapar un sollozo de alivio, su mano se alzó para frotar
cautelosamente su cuello. Suroeste era el camino falso que había trazado
dos días antes, con la esperanza que el clima estuviera seco y que pudiera
comprarles algo de tiempo. Significaba que Sammy estaba a salvo, por
ahora. Pero todavía necesitaba volver a él, de alguna manera. Sabía por
experiencia que no podía escapar de su celda del sótano. Había sido
diseñada para retener a la gente mientras Harrison quisiera que estuvieran
allí. Daniel había pasado muchas semanas allí. Meses una vez, en los
primeros días cuando todavía estaba aprendiendo su lugar. Su tiempo con
Harrison había sido, en el mejor de los casos, una tarea y, en el peor, una
pesadilla. Daniel solo deseaba haber visto la verdad antes.
Cerrando los ojos, se quedó dormido un rato. Su cuerpo todavía le
dolía por horas y horas de carrera por el bosque, pero su mente no podía
calmarse. Incluso en sus sueños, seguía corriendo por su vida.
Capítulo 3
Cuando Thorn se detuvo en el camino de entrada de la casa de la
manada, encontró la puerta abierta. Brax y Oliver lo estaban esperando.

—Kira y Alice están en la sala de estar —dijo Oliver suavemente


cuando Thorn salió del coche—. Quieren que entres, le des tiempo al
cachorro para que se aclimate y lo tomarán desde ahí.

Thorn no iba a discutir. Eran profesionales.

El cachorro se quedó muy quieto debajo de su chaqueta cuando


entraron en la casa. Sus orejas temblaron y su nariz olfateaba con cautela.
Sabía que estaba en un lugar extraño y no sabía qué hacer.

—Está bien —le dijo Thorn—. Este es un lugar seguro para ti. Mucha
gente agradable, mantas cálidas y comida sabrosa. Debes tener hambre,
¿eh?

Siguió a Oliver a la sala de estar, donde Alice y Kira habían reunido


toallas, un recipiente con agua, ropa y otras necesidades.

Thorn se desabrochó cuidadosamente la chaqueta mientras se sentaba


en el sofá.

—¿Qué tal, amigo? ¿Listo para salir y calentarte?

En todo caso, el cachorro se aferró más a él, clavando sus garras en la


camisa de Thorn. Estaba bastante seguro que el pequeño leopardo había
hecho que sangrara.
—Está bien —admitió, cerrando su chaqueta—. No está listo todavía.
Está bien. Solo aguanta un poco mientras nos calentamos.

Pasó media hora sin apenas un murmullo del cachorro y sin ninguna
señal que estuviera aflojando su agarre. Alice trató de ayudar. Se sentó
junto a Thorn en el sofá, su voz suave tranquilizadora mientras intentaba
convencer al pequeño omega para que lo soltara. Thorn se dio cuenta que el
cachorro la estaba escuchando, pero cuando ella trató de tocarlo, siseó en
advertencia, con el pelo erizado. Ella retrocedió, moviéndose al otro lado de
la habitación, donde tuvieron una conversación silenciosa con Kira.

—Vamos a darle más tiempo —sugirió Kira—. El cachorro parece


más cómodo contigo, Thorn. ¿Quizás te acepté tomar algo de comida o
agua? Eso podría tranquilizarlo lo suficiente como para soltarte.

Pasó otra hora mientras Thorn hacía todo lo posible para alentar al
cachorro a que tomase un poco de comida o lamiera un poco de leche o
agua. Pero el pequeño omega tenía sus garras y nariz firmemente enterradas
en la camisa de Thorn.

—No se está moviendo —dijo Alice eventualmente—. Creo que está


siguiendo tu ejemplo, Thorn.

—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Thorn, frustrado


pero tratando de mantener su tono parejo.

—Solo que no estás muy cómodo en este momento, y el pequeño se


está dando cuenta. Ha decidido que eres su medida de seguridad. Cuando te
relajes, él también lo hará.
Bueno, no había forma de que Thorn pudiera relajarse con un
cachorro aterrorizado unido a él y dos pares de ojos observando cada uno de
sus movimientos.

—¿Que sugieres? —estaba abierto a ideas en este punto.

Alice y Kira se miraron antes que Kira hablara.

—Puede parecer poco ortodoxo, pero lo mejor para el cachorro en


este momento es estar cerca de ti en un entorno en el que te sientas muy
cómodo.

Solo había un lugar donde Thorn se sentía cómodo estos días.

—¿Estás sugiriendo que lo lleve a casa conmigo?

—Solo hasta que se sienta lo suficientemente seguro como para


cambiar de forma. Una vez que eso suceda, y podamos introducir a otras
personas en su estructura de cuidados, podremos traerlo de regreso a la casa
de la manada.

—Yo solo con un cachorro parece una mala idea.

Trató de sacar suavemente al pequeño de su pecho. Eso solo causó


que el cachorro se doblara, sus garras se clavaron dolorosamente.

—Pero supongo que no tenemos una mejor opción en este momento,


¿verdad?

—Separarlo por la fuerza de ti sería muy traumático —dijo Kira


suavemente.
—Y ya parece bastante traumatizado —acordó Thorn mientras se
abrochaba la chaqueta alrededor del cachorro y se levantaba lentamente—.
¿Supongo que debería llevarme algunas de estas cosas conmigo?

Alice comenzó a recoger las mantas y demás cosas mientras Kira


tranquilizaba a Thorn.

—Puedes llamarnos, de día o de noche. Les daremos un poco de


espacio para aclimatarse hoy. Pero nos mantendremos en contacto por
teléfono y estaremos allí a primera hora de la mañana para ver cómo van las
cosas.

—Esperemos que haya cambiado para entonces.

—Llevara su tiempo —le advirtió Alice—. Días, semanas, a veces


incluso meses.

Sabía que su rostro debía haber demostrado lo infeliz que era al


escuchar eso.

—Pero se nos ocurrirá algo —le aseguró Kira con una pequeña
sonrisa—. Simplemente concéntrate en hacerlo sentir seguro. Las cosas
pronto se arreglarán.

Sintió que solo lo estaban aplacando, pero ¿qué podía hacer? El


cachorro no quería soltarlo, así que iría a donde fuera Thorn.

***

Era temprano en la tarde cuando Thorn llevó al cachorro a casa. Las


garras del pequeño todavía lo sujetaban con fuerza, pero tenía la sensación
que se estaba cansado.

Tenía una bolsa de ropa, mantas, y otra de comida. Mientras las


miraba, pensó en lo que Kira y Alice habían dicho, que necesitaba llevar al
cachorro al lugar donde se sintiera más cómodo. Solo había una habitación
en su casa que se ajustaba a esa descripción.

—Muy bien, será mi taller.

Habló con el cachorro mientras caminaba por la casa, esperando que


eso lo tranquilizara en su nuevo entorno.

—Espero que te guste esto, amigo. Este es mi lugar favorito en toda la


casa. Es acogedor y tranquilo. Debes estar ya cansado.

Empujó la puerta y encendió las luces, iluminando los bancos de


trabajo de un lado con su proyecto a medio terminar y el sofá gastado del
otro.

—Vamos a acomodarnos y comer algo. ¿Cómo suena ese plan para ti?
—No sabía sobre el cachorro, pero estaba hambriento.

El cachorro levantó la cabeza y echó un vistazo por la habitación.

—Sé que no parece mucho —dijo Thorn—. Pero paso muchas horas
del día aquí. —Y más noches de las que podía contar. La mayoría de las
veces, se dejaba caer en el sofá del taller en lugar de en su cama.

Se acomodó en el sofá, dejando las bolsas a su lado mientras se


desabrochaba y se quitaba la chaqueta. Al cachorro no le gustó eso,
gimiendo suavemente y acurrucándose más cerca.
—Tranquilo, amigo. Te aferras muy fuerte. No vamos a ir a ninguna
parte.

Sacó una manta de la bolsa a su lado, cubriendo al cachorro con ella.


Hubo una pausa antes que el cachorro se retorciera, aflojando su agarre
sobre la camisa de Thorn.

—Eso es —lo animó.

Metió la mano en la otra bolsa buscando algo de comida. En su forma


de leopardo, el cachorro tendría una dieta más limitada. Thorn buscó
alrededor hasta que encontró un recipiente con un poco de pollo
desmenuzado. Lo abrió y se lo mostró al cachorro. Podía ver su pequeña
nariz contraerse por el olor.

Metió un pedazo en su boca, exagerando su masticación.

—Yum, es sabroso. ¿Quieres un poco?

Sosteniendo un pedazo, esperó para ver si el cachorro lo tomaría.


Después de un largo momento, la nariz del cachorro temblando
furiosamente, arrebató el pollo de los dedos de Thorn y desapareció debajo
de la manta.

Thorn se rió suavemente y recogió otro trozo de pollo. El cachorro


sacó la cabeza de debajo de la manta, lo enganchó y lo arrastró con él.

—Rico, ¿eh?

Revisó la bolsa y encontró un biberón de leche de fórmula metida


entre el resto. Decidiendo que valía la pena intentarlo, quitó la tapa, la
sacudió y se la ofreció al cachorro.

Parecía que el cachorro no sabía qué pensar al principio, si su intento


de masticar la parte superior era una indicación. Pero lo consiguió, su
hambre y sed exaltaron sus instintos.

El teléfono de Thorn sonó. Lo silenció rápidamente, no queriendo


molestar al cachorro, y luego respondió.

—Hola, Brax.

—Estás hablando conmigo, Oliver y Kira. Lo hemos estado


pensando. Nos preguntamos si deberíamos enviar a alguien a pasar la noche
en tu casa. ¿Alice, tal vez?

Se tensó ante la sugerencia. En su regazo, el cachorro dejó de beber,


gimiendo suavemente. Thorn apretó la manta un poco más a su alrededor y
mantuvo la voz baja.

—Dijiste que si me relajo, él se relajará. ¿Cómo se supone que me


relaje con alguien en mi espacio?

Era un Centinela, necesitaba espacio para respirar, un lugar al que


pudiera ir que estuviera lejos de la manada. Si todos estuvieran encima de
él...

Otro gemido del cachorro lo hizo maldecir suavemente mientras el


pequeño leopardo se acurrucaba debajo de la manta.

—Lo siento, chico.


Hubo una discusión apresurada entre los otros tres al final del
teléfono, y luego Oliver entró en la línea.

—Te daremos un poco de espacio, Thorn. Llámenos a cualquier hora,


de día o de noche. Nos llamaremos por teléfono mañana por la mañana y
planificaremos una visita, si lo deseas.

—Suena como un plan.

Terminó la llamada antes que se pudiera decir nada más, hundiéndose


en el sofá.

—¿Estás bien ahí debajo?

Se asomó una pequeña nariz, el cachorro buscando alrededor.

—¿Buscando esto? —preguntó Thorn, empujando el biberón hacia él.


El cachorro lo agarró ansiosamente y continuó bebiendo—. Caliente,
alimentado, rehidratado. Lo estamos haciendo bastante bien, ¿no? ¿Qué
más necesitaba un cachorro?

Cuando el pequeño leopardo soltó la botella y bostezó ampliamente,


Thorn se rió suavemente.

—Y una buena noche de sueño para terminar. —Echó un vistazo


alrededor de la habitación—. Por supuesto, lo que realmente necesitas es
una pequeña guarida para acostarte a dormir.

Engañó al cachorro para que bebiera un poco más, y luego se levantó.


Con una mano alrededor del cachorro, comenzó a buscar en la habitación lo
que necesitaba. Encontró una gran caja de madera vacía y la dejó en el
suelo al lado del sofá. Apiló cojines y mantas adentro, construyendo un
nido cálido. Una vez hecho esto, se volvió a sentar en el sofá y trató de
averiguar cómo meter al cachorro en ella.

—¿Ves lo que tengo para ti? —murmuró—. Una cama agradable y


acogedora. Segura y cálida.

El cachorro volvió a bostezar y le mostró sus pequeños dientes a


Thorn.

—Y estaré aquí junto a ti todo el tiempo.

Cuando trató de levantar al leopardo de su pecho, el pequeño se


resistió, clavando sus garras.

—Venga, vamos —lo intentó persuadir Thorn—. Hice esa guarida


solo para ti.

Lo intentó de nuevo, atrapando al cachorro en medio de otro bostezo.


La distracción del leopardo lo hizo más fácil, y Thorn lo dejó en el pequeño
montón de mantas.

El cachorro se estremeció, sus ojos lo observaron con ansiedad.

—No voy a ninguna parte —le aseguró Thorn, bajando una mano y
dejando que el cachorro la olfatee.

Después de un momento de mirarlo con sospecha, el cachorro se


retorció y se enterró en el nido de mantas con un ruido sordo.

—Te gusta eso, ¿eh? Sí, pensé que lo haría.


Thorn se estiró en el sofá, manteniendo una mano en la guarida
improvisada. No se sorprendió cuando el pequeño leopardo se acurrucó
contra él. En cuestión de segundos, el cachorro estaba dormido.

Thorn cerró los ojos y trató de descansar. Sabía que no era probable
que le llegara el sueño. Era un centinela con un cachorro vulnerable a su
cuidado. Todos sus instintos le decían que protegiera a ese niño.
Capítulo 4
El roce del cerrojo a través de la puerta despertó a Daniel. Fingió
dormir, manteniendo los ojos cerrados y sin moverse.

—Despierta, idiota.

Ante el tono burlón de Jaxon, forzó a sus cansados ojos a abrirse y se


sentó, haciendo una mueca cuando el dolor cruzó por su costado. Harrison
había regresado dos veces para interrogarlo durante los días que había
estado encerrado allí. El alfa se enojó más y más cuando se negó a hablar.

—Siempre estás causando problemas —se quejó el omega cuando


entró en la habitación—. No es tan difícil, tonto. Mantén la boca cerrada y
las piernas abiertas. Harrison no se ha apareado contigo por tu intelecto.

Golpeó una bandeja en el suelo al lado de la puerta.

—No hay comida hoy, órdenes de Harrison. Están buscando de


nuevo. Estarán por ahí afuera hasta el amanecer, por como luce. Podrías
facilitarte las cosas, dinos dónde escondiste al mocoso.

Daniel miró más allá de Jaxon, fijando su mirada en la pared.

—Haz lo que quieras. Va a arrancarte la piel de tu espalda cuando


vuelva a casa. No verás la luz del día durante mucho tiempo.

La puerta se cerró de golpe, los pasos del omega se desvanecieron en


la distancia.
Daniel miró la taza de agua en la bandeja. Estaba desesperadamente
sediento, y pasaría un tiempo antes que Jaxon se molestara en traer más.
Hizo una mueca al levantarse, todo su cuerpo protestando incluso ante ese
simple movimiento. Después de tomarse un momento para recuperar el
aliento, cruzó lentamente el sótano hacia la bandeja. Con un gemido de
dolor, se agachó y tomó la taza. Agarrándola con ambas manos, tomó un
largo trago. Cuando fue a dejar la taza medio llena, vio algo en su interior
que brillaba a la tenue luz del sótano. Confundido, metió los dedos en la
taza y sacó una llave familiar. Era del ciclomotor que Harrison a veces
dejaba que llevasen a la ciudad cercana cuando necesitaban suministros.
Nunca iban solos; siempre enviaba un Protector con ellos.

Se quedó mirando la llave durante un largo momento, luego miró la


puerta. No había escuchado que el perno volviera a su lugar cuando Jaxon
se fue. ¿Podría ser…?

Agarró la manilla de la puerta y tiró. La puerta se abrió. Su corazón


comenzó a latir con fuerza, su adrenalina se aceleró y mitigó el dolor.

Apretando la llave del ciclomotor con fuerza en su mano, miró por el


pasillo durante bastante tiempo. ¿Era un truco? ¿Harrison lo estaría
esperando en lo alto de las escaleras? A pesar de lo que parecía, Jaxon no
estaba haciéndole un favor. El otro omega lo odiaba. Lo que más quería era
a Daniel fuera del camino. A Sammy también. Tal vez vio su oportunidad
de obtener eso, si Daniel escapaba para siempre o si sus intentos de huir
finalmente hacían que Harrison estuviera lo suficientemente furioso como
para matarlo. No le importaría mucho a Jaxon cuál era. Pero le importaba a
Daniel.
Arrastrándose escaleras arriba, mantuvo los oídos y los ojos bien
abiertos. Si bien la mayoría de la manada estaba buscando a Sammy, habría
al menos un alfa y un contingente de betas que custodiaran la casa y el
territorio de la manada. Aún así, tenía el manto de oscuridad de su parte y,
con suerte, el elemento sorpresa.

Llegó al garaje sin ser visto. El ciclomotor estaba listo y esperando


junto a la puerta, con el tanque lleno de gasolina. Jaxon había estado
ocupado. Quería a Daniel lo más lejos posible, y no había nada que él
deseara más en ese momento.

Sabiendo que el sonido del motor sería como un banderín rojo para un
toro, para los guardias, empujó el ciclomotor hacia afuera y a lo largo de la
línea de árboles mientras seguía el camino de entrada. Solo cuando cruzó la
puerta y salió a la vía pública, subió y encendió el motor. Con un poco de
suerte, los guardias lo suficientemente cerca como para escuchar asumirían
que estaba pasando tráfico.

Segundos después, estaba corriendo por el camino, esperando contra


toda esperanza que Sammy estuviera a salvo. Lo encontraría y, esta vez,
escaparían de la manada para siempre.

***

Daniel no prestó atención a los límites de velocidad mientras


conducía, agradecido por la oscuridad de la noche que ocultaba sus
movimientos. Para cuando la manada supiera que se había ido, no habría
forma de rastrearlo.
Le llevó un tiempo frustrantemente largo llegar al lugar donde había
dejado a Sammy. Su viaje frenético a través del bosque en la oscuridad
había sido impulsado por el instinto y el miedo a ser atrapados. Encontrar el
mismo lugar por carretera no fue fácil. Tomó media docena de vueltas
equivocadas antes de ver un árbol familiar cerca de la curva de un río.
Temeroso de abandonar el ciclomotor, lo empujó. Fue difícil lograr que la
moto cruzara el terreno accidentado, pero sabía que la necesitarían si iban a
escaparse de la manada ya en alerta máxima.

Le dolía el corazón de alivio cuando encontró el lugar donde había


visto por última vez a Sammy. Llamó suavemente, esperando que el
cachorro no se hubiera alejado mucho. Estaban cerca de un camino rural
tranquilo y una granja. Cuando no hubo respuesta a su llamada, trató de
rastrear el aroma de Sammy. Fue complicado ya que había pasado mucho
tiempo. El rastro de olor era débil, pero lo captó y lo siguió.

Conducía directamente a un árbol alto justo afuera de la granja.


Sabiendo cómo a Sammy le gustaba trepar, Daniel se desnudó y se movió,
escalando el árbol con la esperanza de encontrarlo. Pero aunque su olor era
fuerte cerca del tronco y entre las ramas altas, no había señales de él. Y
había otro aroma, más fuerte que el de Sammy. Un aroma que disparó el
miedo en el corazón de Daniel. Alfa.

Se apresuró, retrocediendo y poniéndose la ropa. Buscó en vano otro


rastro de olor para seguir. Sammy nunca se habría ido con un extraño,
especialmente con un alfa. Sin embargo, su aroma no iba más allá del árbol,
y el único otro aroma que obtuvo era del alfa. Sammy había desaparecido.
Capítulo 5
El cachorro se despertó una vez al final de la tarde. Thorn le dio algo
más de comida y luego lo acomodó nuevamente. Se encontró cayendo el
mismo en el sueño, solo para despertarse de sopetón cuando el cachorro
aterrizó en su pecho con un grito.

—¿Qué? —Intentó sentarse y agarrar al cachorro al mismo tiempo. El


leopardo lloró lastimeramente y volvió a clavarle sus garras—. Está bien —
dijo Thorn, frotándose los ojos—. Estoy despierto. Estás despierto. Vamos
a... —Echó un vistazo a la ventana. Fuera estaba oscuro. Gimiendo, miró su
reloj—. Estamos en la mitad de la noche, chiquitín. Es hora que los
pequeños cachorros estén profundamente dormidos.

El leopardo simplemente lo miró, moviendo las orejas de un lado a


otro. Thorn escuchó y resolvió lo que el cachorro podía oír. Podría haber
estado tranquilo dentro de la casa, pero el bosque fuera era una colmena de
actividad por la noche. Solo pensar en eso inquietaba a Thorn. Como
Centinela de la manada, sus fronteras eran su responsabilidad. Habían
pasado casi cuatro días desde la última vez que los había supervisado
caminando. Demasiado tiempo. Consciente de lo que Kira había dicho
sobre su estado mental reflejado en el cachorro, decidió que era algo que
debía abordar. Un cachorro inquieto y un alfa igualmente inquieto no eran
una buena combinación.

—¿Qué tal si salimos de aventura? Sé que has estado solo, pero


podría ser bueno estirar las piernas y tomar aire fresco.
Se puso de pie y buscó alrededor, finalmente regresó a la bolsa que
Alice había empacado y sacó una manta pequeña y delgada. Era del tamaño
justo para lo que necesitaba; diseñar un canguro para el cachorro, para
poder mantener las manos libres mientras caminaban. El pequeño leopardo
no estaba muy seguro cuando Thorn lo ayudó a entrar. Pero tan pronto
como salió, cualquier ansiedad sobre el canguro se olvidó cuando el
leopardo se agachó, solo sus orejas visibles por encima. Thorn presionó una
mano tranquilizadora hacia él, pero no creía que el cachorro estuviera
exactamente asustado. Más bien era como si estuviera evaluando el nuevo
entorno.

—Estás a salvo conmigo, chiquitín —le aseguró—. Yo te protegeré.


Estos bosques son nuestros. Nadie ni nada puede lastimarte.

Salió a caminar y siguió murmurando al cachorro de vez en cuando.

—¿Escuchas eso? Esa es una lechuza común. Les gusta cazar ratones,
topillos y cosas así. Sin embargo, no cachorros, así que no tienes que
preocuparte.

Los ojos, las orejas y la nariz del cachorro eran visibles por encima de
la parte superior del canguro, y observaban todo mientras caminaban. La
inquietud de Thorn disminuyó cuando se aseguró que nada a lo largo de la
frontera había cambiado. Era lo mismo de siempre.

Notó que el cachorro se retorcía más y más mientras caminaban y


encontró un pequeño claro donde podía depositarlo en el suelo. Al
principio, el cachorro permaneció inmóvil junto a él, observando y
esperando. Pero después de un momento, se relajó y corrió hacia los
arbustos. Salió un minuto después, dando vueltas alrededor de las piernas
de Thorn.

—¿Estás bien ahí abajo? —preguntó Thorn. El cachorro golpeó la


pierna de Thorn con la cabeza en respuesta.

Thorn se sentó en el tronco de un árbol caído y dejó que el cachorro


explorara y jugara. Se dio cuenta que el leopardo lo vigilaba todo el tiempo
y corría hacia él con frecuencia. Un pequeño niño ansioso, ¿no? Supuso que
si hubiera sido abandonado en el medio de la nada y lo dejara valerse por sí
mismo, también podría estar nervioso.

—¿Listo para ir a casa, chiquitín? Pronto amanecerá. Estaba pensando


que un poco de leche caliente puede ser lo que necesitemos para entrar en
calor y poder volver a dormir.

El cachorro podría tomar la leche. Thorn, que necesitaba volver a una


rutina diurna normal ahora que habían terminado sus turnos nocturnos,
tomaría café y mucho.

Recibió su respuesta un momento después cuando el cachorro corrió


hacia él y le dio con el hocico en la mano. Thorn lo subió al canguro y lo
acomodó en el interior.

—Ahí, eso está mejor.

Durante el camino de regreso, sospechó de lo silenciosa que se había


vuelto su carga. Justo cuando llegó a la casa, se dio cuenta de por qué: el
cachorro se había quedado profundamente dormido, arrebujado dentro del
canguro y acurrucado contra el pecho de Thorn. Con un resoplido de
diversión, lo llevó de vuelta al taller.
***

Los siguientes días transcurrieron de forma semejante. El cachorro


dormía mucho, comía cuando se despertaba, y cuando se inquietaba por la
noche, Thorn lo llevaba a patrullar. Satisfacía ambas necesidades, aunque
sabía que era muy poco ortodoxo. Si hubiera algo peligroso allí fuera,
tendría las manos ocupadas tratando de lidiar con ello mientras mantenía al
cachorro a salvo.

Kira y Oliver fueron de visita en la tarde del segundo día, con la


esperanza de poder intentar la transición del cuidado del cachorro. Thorn
estaba de pleno con ello. El pequeño leopardo no.

—Está en el taller —dijo Thorn, guiándolos a dentro—. Estaba


dormido, pero se despertó hace unos diez minutos. Todavía es más un ave
nocturna que un niño de día, pero estamos trabajando en ello.

Se acercó a la pequeña caja del taller donde había estado acostado el


cachorro, solo para detenerse cuando vio que estaba vacío.

—Estaba justo aquí. —El cachorro, que había estado acurrucado


debajo del sofá, se lanzó fuera de su escondite y corrió hacia el frente de
Thorn, con las garras apretadas fuertemente contra su pecho.

—Hola —dijo Kira suavemente, acercándose—. Es encantador verte


de nuevo.

El sentimiento no era mutuo, ya que el cachorro se apretó más contra


Thorn con un gemido asustado.

Kira retrocedió y dejó que Oliver lo intentara.


—Hola, cariño —murmuró Oliver—. Estás siendo un cachorro muy
bueno con Thorn. —Estiró una mano para tocar al cachorro, solo para ser
recibido por siseos.

Thorn retrocedió con los ojos muy abiertos.

—Está bien, chico. No lo he oído sisear desde el primer día —dijo a


Kira y Oliver.

—Esa es una buena señal —le aseguró Kira—. ¿Y está comiendo y


bebiendo?

—Uh, huh. Como si estuviera recuperando el tiempo perdido. Prefiere


la comida sólida a la leche la mayor parte del tiempo, así que supongo que
no es tan joven como pensamos.

Si fuera menor de un año, se apegaría casi exclusivamente a la leche


mientras estuviera en su forma animal. Thorn supuso que podría estar más
cerca de los tres o cuatro, y su pequeño tamaño era debido a que era un
omega.

—¿Cuándo es tu próximo turno en la estación de bomberos?

—Era pasado mañana. Lo cambié para la próxima semana. Eso nos da


algo de tiempo.

Thorn comenzaba a sospechar que este era un problema a más largo


plazo de lo que esperaba. No podía poner su vida en espera
indefinidamente, pero le daría al cachorro todo el tiempo que pudiera para
aclimatarse.
—Volveré mañana —dijo Kira—. Yo sola esta vez. ¿Tal vez a la hora
de comer? Me sentaré y comeré contigo. De esa manera, comenzará a
acostumbrarse a mi presencia durante las actividades cotidianas normales.

—Claro —dijo Thorn. Él estaría de acuerdo con lo que creyeran


mejor, incluso si eso significaba sacrificar parte de su independencia—.
Hemos estado comiendo un poco esporádicamente, pero si estás aquí
alrededor del mediodía, entonces almorzaremos.

—¿Alguna comida en particular que sea su favorita?

—Le gusta mucho el pollo —le dijo.

—Entonces traeré pollo. No estoy por encima de un poco de soborno.

Thorn los acompañó hasta fuera lo más lejos posible de la puerta del
taller, dejándose caer pesadamente en el sofá una vez que se fueron.

—Sé que es difícil, chiquitín, pero están aquí para ayudarte. Yo


también. Lo sabes, ¿verdad?

El leopardo lo miró con sus grandes ojos muy abiertos, maullando


suavemente. Thorn le pasó una mano por la piel.

—No te preocupes por eso. Vamos a llegar. No hay prisa. —Por lo


que los demás le habían dicho, hasta ahora nadie había informado que el
cachorro había desaparecido ni tenían idea de quién era. Esa no era una
buena señal, pero significaba que estaba en el lugar correcto.

***
Esa noche, mantuvieron su rutina y salieron al bosque. El cachorro
ahora estaba acostumbrado a su canguro y feliz de mirar el mundo desde el
punto de vista que le daba. Pero su parte favorita de sus aventuras siempre
era cuando Thorn lo depositaba en el suelo para que pudiera explorar. Thorn
elegía un lugar diferente cada vez, amando cómo el cachorro se volvía más
audaz en su curiosidad.

Todavía estaba oscuro cuando regresaron a casa. Thorn se dejó caer


en el sofá, el cachorro se durmió en su nido en el piso junto a él. Mantuvo
una oreja fuera por si las moscas, como siempre, pero logró caer en un
sueño profundo.

Se despertó con el sonido de risitas, parpadeando mientras intentaba


averiguar dónde estaba. Se sentó y sus ojos se dirigieron directamente al
nido. El cachorro se había ido.

—¿Chiquitín? ¿Dónde estás?

Las risitas vinieron de nuevo. Risas muy humanas.

Moviéndose con cautela, no queriendo asustarlo, Thorn se levantó y


buscó por la habitación. Los sonidos provenían de debajo de su mesa de
trabajo. Se agachó y miró.

Un niño le devolvió la mirada con timidez, cubriéndose la cara con


las manos.

—Hola, pequeño —dijo Thorn cálidamente—. ¿Estás bien ahí abajo?

El niño estaba desnudo, por razones obvias, y la habitación estaba un


poco fría. Thorn se quitó la chaqueta.
—¿Qué tal si sales de allí?

El niño sacudió la cabeza, un destello de miedo cruzó su rostro.

—Está bien —le dijo Thorn, relajándose para sentarse en el suelo con
las piernas cruzadas—. No hay prisa. Pero si tienes frío, tengo esta bonita
chaqueta aquí. Y podríamos ir a la cocina por un poco de cacao.

Estaba seguro que había cacao en los suministros que Alice había
dejado. Parecía inútil cuando estaba lidiando con un leopardo, pero ahora
que tenía un niño pequeño en sus manos, podía ver que ella podría haber
estado en algo.

El niño lo miró con cautela, luego se arrastró hacia adelante. Se


detuvo, observando atentamente a Thorn, luego volvió a moverse. Thorn se
aseguró de quedarse quieto, dejando que el niño acudiera a él a su debido
tiempo.

—Estoy muy feliz de verte —le dijo suavemente—. Estaba


empezando a preguntarme si había un niño pequeño allí, o si había tomado
un leopardo real por error.

El niño se rio de eso, y Thorn revisó su edad al alza. Al menos tres,


tal vez cuatro. Demasiado pequeño para cinco. El cachorro se movió al
alcance de la mano y salió de debajo de la mesa para pararse frente a Thorn.

Thorn lo miró por primera vez, desde su cabello rubio rizado y ojos
verdes, hasta el puñado de moretones moteados en su piel. En su mayoría
eran rodillas y codos, nada inesperado en un niño cambiaformas activo.

Thorn levantó lentamente su chaqueta.


—¿Qué piensas? Apuesto a que te verías genial con ella.

El niño dejó que lo envolviera, y luego suavemente lo atrajo en un


abrazo. Cuando sus brazos se apretaron alrededor de Thorn, el alfa sabía
que lo estaban haciendo bien.

—Voy a auparte ahora —dijo antes de levantar al niño en sus brazos


mientras se ponía de pie. El niño se aferró a él, enterrando su rostro contra
el cuello de Thorn. Sus dedos agarraron con fuerza, recordando sus
pequeñas garras de leopardo.

Thorn se sentó en el sofá y sentó al niño en su regazo.

—Vamos a verte —dijo, quitándole un rizo de la cara—. Creo que


quizás sea necesario un baño. Tenemos que asegurarnos que haya un niño
pequeño bajo todo este polvo.

Eso trajo otra sonrisa y una risita del niño nervioso.

—Mi nombre es Thorn —dijo lentamente, tocando su pecho dos


veces—. ¿Cuál es tu nombre?

El niño lo miró larga y duramente antes de responder. Su voz era tan


suave que casi tuvo que esforzarse para escucharla.

—Sammy.

Sonrió y el niño le devolvió la sonrisa.

—Bien hecho. Hola, Sammy. Realmente es un placer conocerte.


Capítulo 6
El amanecer llegó mientras Daniel buscaba el rastro de Sammy,
inquieto cuando no pudo encontrar ninguna pista de dónde podrían haber
llevado a su cachorro. Estaba tan absorto en su búsqueda que el crujido de
pasos en la grava lo hizo saltar. Un anciano lo miraba con recelo.
Claramente venía de la granja cercana.

—Esto es una propiedad privada.

—Lo siento. —Daniel tropezó al disculparse—. Ya me voy.

No sería bueno que llamase a la policía. Si descubrían quién era,


entonces su manada sería su primer puerto de escala. Levantó su ciclomotor
y lo empujó hacia la carretera, haciendo una pausa y mirando al anciano.

—Yo... estoy buscando un cachorro.

La expresión del hombre pasó de la sospecha a la comprensión.

—Un pequeño leopardo, ¿verdad?

Daniel asintió frenéticamente.

—Sí. ¿Lo ha visto? ¿Dónde está?

El hombre lo miró pensativo, y Daniel contuvo su impaciencia.

—Estuvo atrapado en mi árbol, pobre diablillo. Todo el día y toda la


noche. Un bombero local lo rescató camino a casa.
Eso explicaba el aroma a alfa alrededor del árbol.

—¿Adónde lo ha llevado?

Si fuera a un hospital, todavía había una posibilidad que pudiera


llegar a él antes que Harrison lo hiciera.

—Lo llevó a casa con él, creo.

—¿Quién?

—El bombero.

Daniel pensó que había escuchado mal.

—¿Lo llevó a su casa?

¿Por qué un alfa se llevaría un omega a casa?

El anciano parecía repentinamente incierto.

—Bueno, tal vez no a su casa. Se llevó al cachorro con él y se fue por


ahí. —Señaló a lo largo del camino—. Vive en la vieja casa del guardián de
la manada. Sigue el camino y toma la bifurcación derecha. Está a unas dos
millas de distancia. La encontrarás fácilmente. Si el leopardo no está allí,
hay una especie de hogar para niños más adelante. Podría estar allí.

—Gracias. —Daniel no estaba seguro de qué hacer con todo eso, pero
estaba un paso más cerca de Sammy y dos pasos por delante de Harrison.

Encendió el ciclomotor y siguió conduciendo, manteniendo los ojos


bien abiertos. La bifurcación en el camino estaba justo donde el anciano
dijo que estaría. Daniel vio la casa en la distancia a través de los árboles y
detuvo el ciclomotor, bajando de él. No estaba lejos.

Empujó la motocicleta hacia el bosque, escondiéndola detrás de unos


arbustos gruesos cerca de la carretera. Luego se movió. Cuanto menos ruido
hiciera, y más sigilosamente se moviera, mejor.

Los árboles fueron haciéndose más escasos cuanto más cerca de la


casa. Había un granero contiguo, y podía escuchar el ruido proveniente del
interior. ¿Gallinas, tal vez? Empujó sus instintos de leopardo a un lado,
ignorando su hambre, y se centró en el aroma de Sammy. Era débil, pero
definitivamente había estado allí. Había un rastro de olor que conducía a la
casa. Sammy aún podría estar dentro. Daniel no pudo escuchar nada; no
había sonidos de nadie moviéndose dentro de la casa. ¿Demasiado
temprano, tal vez?

Consideró entrar, pero dudó. Allí había un alfa. Daniel no podría


entrar sin ser escuchado. Su mejor oportunidad era esconderse y esperar una
oportunidad. Podía quedarse en el bosque, pero dado lo escasos que eran los
árboles cerca de la casa, estaría demasiado lejos para ver a Sammy si
estuviera dentro. El granero le llamó la atención. Había una ventana alta
que conducía a las vigas debajo del techo. Como punto de observación era
una bueno. Podía ver la casa de cerca, pero podría permanecer escondido
allí, sin ser visto por nadie más.

Decidido, corrió hacia el granero y saltó. Las gallinas no estaban muy


felices de verlo, pero una vez que se instaló en una viga y se quedó quieto,
dejaron de hacer tanto alboroto. Daniel vigilaba la casa, buscando alguna
señal de su pequeño niño y el alfa que lo había llevado. Necesitaba sacar a
Sammy de allí, y rápidamente. Tan pronto como tuviera la oportunidad, lo
agarraría y correría. Se subirían a su ciclomotor y se irían.

Se abrió la puerta de la casa y salió un tipo alto y bien formado. Alfa,


definitivamente. Daniel estaba demasiado distraído buscando alguna señal
de Sammy para darse cuenta que el alfa se dirigía directamente al granero.

La puerta se abrió debajo de él, y se congeló, acurrucado fuertemente


para mantenerse fuera de la vista. El alfa hizo una pausa cuando entró.
¿Podría olerlo? ¿Sabía que estaba aquí? Pero el alfa comenzó a moverse por
el piso del granero, deteniéndose de vez en cuando. Le tomó a Daniel un
largo momento averiguar qué podría estar haciendo. ¿Estaba recogiendo
huevos? Era una idea tan extraña que se olvidó de sí mismo y casi se inclinó
para mirar más de cerca. Se retiró justo a tiempo, obligándose a quedarse
quieto. No podía ser atrapado ahora. No cuando Sammy y él estaban tan
cerca de la libertad.

Cuando el alfa se fue, Daniel fue a la ventana y lo observó regresar a


la casa, dejando la puerta abierta. Esperó y esperó, pero el alfa no regresó.
Esta era su oportunidad.

Saltó al suelo, esparciendo las gallinas, la mayoría de las cuales


salieron corriendo por la puerta abierta del granero. Retrocediendo, salió al
patio. Había ropa colgada en un tendedero, y agarró lo primero que se le
ocurrió y se lo puso sobre la cabeza. La puerta trasera estaba abierta,
invitándolo a entrar, y no había señal del alfa.

Se dirigía hacia ella, cuando el alfa rodeó el costado de la casa.


Daniel se congeló, mirando desde el alfa a la puerta. ¿Podría llegar a
Sammy antes que el alfa lo alcanzara? Corrió hacia la puerta mientras el
alfa corría hacia él con un grito. En el último segundo, al darse cuenta que
nunca llegaría a Sammy, se dio la vuelta y trató de huir. En su prisa,
tropezó, chocando con fuerza contra el suelo. Gritó de dolor, chillando
cuando le agarraron el brazo. El instinto lo hizo luchar, agitando sus brazos
y piernas.

—Suéltame.

Las manos que lo sostenían lo voltearon sobre su espalda, el alfa se


cernía sobre él. El miedo y la adrenalina solo aumentaron su cansancio y
dolor.

—No, por favor —sollozó, incluso mientras su visión se oscurecía.


Capítulo 7
Thorn se sentía cansado, pero triunfante. Sammy había permanecido
en forma humana durante más de un día. No era el más hablador de los
niños, pero estaba aprendiendo cómo sacarlo de su caparazón. Había sido
demasiado grande para dormir en su nido por la noche, por lo que lo
acomodó en el sofá, durmiendo en el suelo junto a él. No fue la noche de
sueño más reparador que hubiera tenido alguna vez, pero valió la pena
cuando se despertó y vio a Sammy durmiendo pacíficamente sobre él.

Decidió que el desayuno estaba a la orden del día. Cuando se levantó,


Sammy se quedó dormido. Thorn sabía que necesitaba el descanso. Lo
despertaría una vez que el desayuno estuviera listo. Buscó en los
suministros enviados desde la casa, luego consideró a Sammy. La comida
fresca sería mejor para comenzar bien el día. ¿Y qué mejor que unos huevos
de cosecha propia?

Consciente que no debería dejar al cachorro solo durante mucho


tiempo, agarró un cuenco y salió al granero en busca de los huevos. Las
gallinas chillaron a modo de saludo cuando abrió la puerta y las dejó salir al
patio. Parecían un poco más cansadas de lo habitual, y se preguntó si los
zorros habían estado husmeando de nuevo. Una vez que la mayoría de ellas
estaban fuera, entró. Se le erizaron los pelos de la nuca y se congeló.
Alguien lo estaba mirando. Dio otro paso en la habitación, mirando a su
alrededor sin ser obvio al respecto. Entre el olor de las gallinas había un
aroma, fuera de lugar pero un poco familiar. No podía ver quién o qué había
allí, pero estaba seguro de su presencia. Si un zorro se había metido en el
gallinero, necesitaba averiguar cómo.
Se agachó y recogió un huevo, colocándolo en su canasta. Mientras se
paraba, dejó que su mirada se desviara. No podía ver nada fuera de lugar,
solo captaba el leve indicio de un aroma perdido que no pertenecía al lugar.
Recogió unos cuantos huevos más para enviar a la casa de la manada y
salió, dejando la puerta abierta. Un recuento rápido de las gallinas en el
patio confirmó que no faltaba ninguna, pero Thorn sabía que ese no sería el
caso durante mucho tiempo si había un depredador rondando. Cuando
hubieran terminado con el desayuno, tendría que revisar el granero,
asegurarse que nada había encontrado una forma de entrar.

Encontró a Sammy despierto cuando volvió a entrar, sonriéndole


tímidamente desde la puerta de la cocina.

—Buenos días, chiquitín. Huevos para el desayuno. Mañana puedes


ayudarme a buscarlos.

El niño se retorció y se quedó en la puerta.

—Vamos a lavarnos, ¿eh? —dijo Thorn, dirigiéndose hacia él.

Una vez que terminaron en el baño, Sammy volvió corriendo al taller


para jugar. Thorn se aseguró de estar tranquilo. Se había sentido incómodo
desde que visitó el granero. Algo simplemente no se sentía del todo bien.
Salió por la puerta principal y decidió caminar por el perímetro de la casa
para aliviar la inquieta intranquilidad que sentía. Cuando dobló la esquina
hacia el patio trasero, se enfrentó a una vista inesperada. Había un hombre
en medio de su patio, vestido con su camisa.

—¡Oye! —gritó Thorn.


El hombre salió corriendo hacia la puerta de atrás y Thorn corrió para
alejarlo. Sammy estaba allí. Antes que el hombre llegara a la puerta, cambió
de dirección, giró a la derecha y corrió por el costado de la casa. Thorn
aceleró, intentando atraparlo. Esta era su casa, el territorio de su manada.
Quienquiera que fuera este hombre, no pertenecía aquí.

—¡Detente! —gritó Thorn, mirando como el intruso se resbalaba y


caía. Lo agarró antes que pudiera escapar, empujándolo para mirarlo a la
cara.

—Suéltame. ¡Suéltalo! —el hombre gritó cuando lo voltearon sobre


su espalda. Thorn lo inmovilizó.

Ojos verdes asustados le devolvieron la mirada, embotados por el


cansancio.

—No, por favor.

—¿Quién eres? —exigió Thorn, sacudiéndolo un poco. Pero ya estaba


uniendo las piezas. El olor en el granero había sido familiar por alguna
razón. Este era el padre de Sammy.

Antes que pudiera obtener una respuesta a su pregunta, el omega se


quedó sin fuerzas. Thorn atrapó su cabeza antes que pudiera tocar el suelo,
aliviando al desconocido. Una mirada más cercana le hizo ver los
moratones y contusiones a lo largo de la mandíbula y el cuello del omega.
Maldición.

Levantó al extraño en sus brazos y lo llevó adentro. Lo llevó a la


habitación de invitados, decidido a mantenerlo alejado de Sammy por el
momento, al menos hasta que descubriera lo que estaba sucediendo. Puso el
omega en la cama y llamó a Brax.

—Voy a necesitar que me hagas una visita a domicilio —dijo—. No,


no es Sammy. Tengo un omega herido en mis manos. Supongo que es el
padre de Sammy. Está inconsciente y muy magullado.

Brax prometió estar allí. Thorn escuchó la voz de Sammy y fue hacia
la puerta. Miró hacia atrás, preocupado por dejar solo al omega, pero no
había señales que fuese a despertar. Una situación complicada se había
vuelto aún más complicada.

Cerró la puerta de la habitación de invitados y, después de un


momento de vacilación, la trabó. Tenía que poner la seguridad de Sammy
primero.

—Hola, chiquitín —saludó desde la puerta del taller—. ¿Quieres


ayudarme a preparar el desayuno?

Sammy asintió, dejó su juguete y corrió hacia él.

—¿Puedo batir, Thorny?

—Por supuesto. Haremos huevos revueltos. —No había mucho más


que pudiera cocinar con éxito.

Levantó a Sammy en sus brazos y lo llevó a la cocina, cerrando la


puerta tras él. Estaba ayudando a Sammy a poner los huevos cuando llegó
Brax acompañado de Oliver.
—Está en la habitación de invitados —explicó mientras Sammy se
volvió tímido, ocultando su rostro contra el costado de Thorn—. Cerré la
puerta, solo para estar seguro.

—Veremos a qué nos enfrentamos —le dijo Brax—. Tú quédate aquí


con Sammy.

Thorn estaba agradecido que estuvieran allí y aliviado de poder


mantener a Sammy fuera de esto, por ahora. Si este extraño realmente era
su padre, entonces planteaba muchas preguntas.

—¿Hambriento, chiquitín? —preguntó mientras agregaba los últimos


huevos revueltos al plato. Y había pensado que hoy iba a ser un día fácil.
Capítulo 8
Daniel se despertó caliente, y así fue como supo que algo andaba mal.
El sótano siempre estaba frío, su habitación en la casa de la manada no era
mucho mejor. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Estaba acostado en una
cama en una habitación pequeña, cubierto hasta la barbilla con mantas. La
puerta crujió y él se enderezó, jadeando cuando el dolor floreció en su
pecho. Se agarró el costado, llorando mientras luchaba por respirar a través
de la agonía.

Su mirada recorrió la habitación, pero estaba vacía. Se hundió contra


las almohadas con un sollozo apagado. ¿Dónde estaba?

La vista de una figura en la puerta lo hizo saltar. Era el alfa que lo


había perseguido. Era fácilmente del tamaño de Harrison, alto y enojado y...

Presionándose contra la cabecera, buscó un escape. Tal vez la puerta...


pero no, el alfa estaba entre ella y él. Nunca pasaría.

—Tómatelo con calma.

La voz profunda del alfa atrajo sus ojos hacia la puerta. Observó con
horror cómo se acercaba.

—Intenta no moverte demasiado. Tienes algunas costillas rotas.

Daniel tardó un momento en comprender lo que decía el alfa. Eso


explicaba el dolor. Algunas patadas viciosas de Harrison lo habían logrado.
Intentó mirar, pero encontró las costillas bien vendadas.
—Los huesos necesitan tiempo para soldar. El médico dice otro día o
dos en la cama, y luego sin levantar objetos pesados durante algunas
semanas.

Daniel levantó la cabeza y miró abiertamente al alfa. Su corazón latía


con fuerza en su pecho. Nada de esto tenía sentido. ¿Quién se tomaría la
molestia de buscarle un médico? ¿Por qué?

Se acurrucó más cerca de la cabecera cuando el extraño alfa se


acercó, pero todo lo que hizo fue sentarse al final de la cama.

—Está bien. Lo has pasado muy mal. Eres el padre de Sammy,


¿verdad?

Daniel se enderezó, siseando por el dolor en sus costillas.

—Tranquilo —advirtió el alfa de nuevo—. Tómalo con calma.

—¿Sammy está aquí? ¿Está bien? ¿Puedo verlo?

El alfa levantó la mano ante el aluvión de preguntas.

—Sammy está bien. Está tomando una siesta.

—¿Realmente está bien? —Daniel tenía miedo de creerlo.

—Está bien, lo prometo. Ahora mismo, tienes que preocuparte por ti.

Eso sonaba siniestro. ¿En cuántos problemas estaba?

—Tienes algunas lesiones desagradables —continuó el alfa.


No había mucho que Daniel pudiera decir a eso, así que guardó
silencio.

—¿Quizás tengas hambre? —sugirió el alfa, poniéndose de pie—. Te


traeré algo para almorzar. Después que hayas comido, veré si Sammy está
despierto.

Todo lo que Daniel quería era ver a su cachorro.

—Por favor.

—Quédate aquí. No tardaré mucho. —Desapareció por la puerta.

Daniel se apartó de la cabecera y con cautela balanceó las piernas al


costado de la cama. Sammy estaba aquí en alguna parte. Esta era su
oportunidad de encontrarlo y marcharse juntos.

Pero cuando trató de ponerse de pie, el dolor de sus costillas forzó un


grito ronco de su garganta seca. Se dejó caer en la cama con un sollozo
suave. Si apenas podía ponerse de pie, ¿cómo iba a cargar a Sammy?
¿Cómo iba a correr con su cachorro? Miró hacia abajo, notando sus pies
descalzos. Había más de una razón por la cual correr estaba fuera de
discusión.

—Toma.

El alfa había regresado, mirándolo fijamente cuando vio a Daniel


sentado a un lado de la cama.

—Es solo un sándwich. No soy muy bueno cocinando.


Se acercó a Daniel lentamente, dejando la bandeja junto a él en la
cama.

—Gracias —susurró Daniel.

—Estoy seguro que estás ansioso por ver a Sammy. Pero trata de
comer algo. Brax dijo que parecía que podrías darle uso a algunas buenas
comidas. Ah, y esto. —Puso dos pastillas junto a un vaso de agua.

Daniel sabía que sus ojos debían ser tan grandes como platos.
¿Drogas?

—Solo son analgésicos —le aseguró el alfa.

Daniel se mordió el labio inferior. Podía ver la frustración en la cara


del alfa, pero no llegó a su voz.

—¿Qué tal si hacemos un trato? Te las tomas y le das un mordisco a


ese sándwich, y yo iré a buscar a Sammy.

Daniel estaba acostumbrado a que Harrison usara a Sammy para


obligarlo a hacer cosas. Pero nunca cosas que fueran para su beneficio. No
podía ver que alfa le sacaría partido a que él comiera un sándwich y tomase
los analgésicos, a menos que no fueran analgésicos en absoluto. Pero con el
alfa colocando de Sammy frente a él, ¿qué podía hacer? Deseaba
desesperadamente ver a su bebé.

Se tragó las pastillas a secas y tomó tres bocados rápidos del


sándwich, mirando al alfa expectante mientras masticaba. El extraño soltó
una carcajada y sacudió la cabeza mientras caminaba hacia la puerta.
—Soy Thorn, por cierto —gritó por encima del hombro—. ¿Tienes un
nombre?

Daniel agarró el vaso y rápidamente tragó un poco de agua.

—Es Daniel —dijo en voz baja, sin saber si el alfa lo había


escuchado.

Se obligó a tomar más bocados del sándwich y vació el vaso de agua,


apenas quitando los ojos de la puerta.

Al escuchar pasos, dejó el vaso y trató de evitar que sus manos


temblaran. ¿Y si el alfa le estaba mintiendo? ¿Y si Sammy ni siquiera
estuviera aquí? Y si...

—Alguien está aquí para verte, Sammy. ¿Vamos a ver quién es?
¿Mira si quieres saludar?

El corazón de Daniel casi se detuvo ante la pequeña voz que


respondió.

—¿Quién?

Aparecieron en la puerta, y Daniel trató de levantarse, reprimiendo


otro grito cuando sus costillas gritaron en protesta.

—¿Papi?

Su dolor fue olvidado cuando vio a su cachorro en los brazos del alfa.
Cuando trató de ponerse de pie nuevamente, Thorn le indicó que volviera a
bajar y dejó a Sammy en el suelo. El niño corrió hacia él.
Daniel lo levantó en sus brazos, consciente de sus costillas mientras
abrazaba a su pequeño con fuerza.

—¡Sammy!

—¡Papi!

—Te he extrañado mucho. Lo siento. Lo siento mucho.

Se aferraron el uno al otro, todos los temores de Daniel se


desvanecieron en el fondo ahora que su cachorro estaba en sus brazos
nuevamente. Su cachorro muy humano. Daniel se apartó para mirarlo,
maravillado por él. Habían pasado meses desde que Sammy había estado en
forma humana. Eso fue todo obra de Harrison. El alfa era un matón. Había
aterrorizado a Sammy, lo usó para hacer que Daniel se comportara como él
quería. Daniel hizo todo lo posible para protegerlo, pero no había impedido
que el cachorro volviera al comportamiento de un niño más pequeño,
pasando todo su tiempo en su forma animal. Era una forma de protección,
una forma de sentirse más seguro. Como un cachorro de leopardo, era más
pequeño. Le era más fácil esconderse.

Pero ahora era humano, feliz y sonriente. ¿Qué había pasado en los
pocos días que habían estado separados?

—Bueno, eso responde la pregunta.

Levantó la vista para encontrar al alfa, Thorn, observándolos de cerca.

—Daniel, ¿verdad?

Asintió.
—¿Y Sammy es tu hijo?

Otro asentimiento mientras abrazaba a Sammy.

—¿Cómo lo encontraste?

Daniel tragó y habló.

—Ese granjero me dijo dónde buscar. No pensé que Sammy todavía


estaría aquí.

Se sorprendió cuando el alfa sonrió.

—Si hubiera sido por mí, no lo estaría. Pero esas pequeñas garras
suyas tienen algo de agarre. No tenía intención de soltarme.

Daniel logró medio reír, medio sollozar ante eso.

—Gracias. Muchas gracias.

—Hay una casa para niños cerca, y todos somos parte de la


propiedad. Ahí es donde lo lleve. Técnicamente, está bajo su cuidado en
este momento, pero decidimos que era mejor que se quedara conmigo hasta
que se calmara.

—Se ve bien —confirmó Daniel, pasando una mano por la cabeza de


Sammy—. Estaba tan asustado…

—¿Cómo os separasteis en primer lugar?

Esa no era una pregunta que Daniel quisiera responder.


—Yo... no se suponía que sucediera de esa manera, no se suponía que
estuviera solo. Nos separamos Traté de volver a él...

Thorn lo miró. El alfa no se estaba tragando su vaga historia.

—Cierto. Bueno, Daniel, es posible que no sientas que me debes una


explicación, pero creo que los demás van a querer más detalles que eso
antes de estar contentos para dejar que Sammy se vaya contigo.

Daniel lo sabía, por supuesto que sí. Pero no podía decir la verdad. La
gente no quería interferir con las manadas. Si se lo contaba, estaba seguro
que los enviarían de regreso. No podía dejar que eso sucediera. Pero si no
podía decir la verdad, ¿tal vez podría quedarse con una mentira creíble?

—Es mi familia. Ellos... quieren que le dé a Sammy en adopción.

Thorn lo miró durante bastante tiempo.

—¿Y el padre alfa de Sammy? ¿Qué tiene que decir al respecto?

—No quiere tener nada que ver con nosotros.

Thorn frunció el ceño.

—¿Cómo terminó Sammy escondiéndose en un árbol sin que lo


vieran? ¿Y cómo terminaste con costillas rotas?

Daniel se obligó a mirar a los ojos del alfa.

—Yo... tuve que sacar a Sammy antes que pudieran llevárselo.


Encontraron a una pareja e iban a dárselos por dinero.
No era una mentira totalmente. La última vez que le pidió ayuda a su
familia, ese había sido uno de sus planes. Por supuesto, no sabían que el
bebé era un omega. No entonces.

—¿Y abandonar a Sammy fue la mejor idea que se te ocurrió?

Daniel sacudió la cabeza y se apresuró a explicar.

—No. Yo... se suponía que debía llevarlo a un lugar seguro. Pero todo
salió mal y nos estaban siguiendo. Tuve que volver para desviarlos de
nuestro camino.

—¿Te atraparon? —supuso Thorn.

Agachó la cabeza y asintió. Estaba cerca de la verdad.

—Esa es toda una historia.

Mantuvo la cabeza baja, esperando escuchar qué más diría el alfa.


¿Decidiría que estaba mintiendo o le daría el beneficio de la duda?

—¿Qué sigue, entonces?

—Yo... —Daniel levantó la vista. Si le dijera a este alfa que no tenía


adónde ir, ¿se llevarían a Sammy?

Thorn esperó un momento, pero cuando Daniel no dijo nada más,


volvió a hablar.

—Creo que deberías quedarte aquí, por ahora. Necesitas sanar esas
costillas, y parece que Sammy podría estar mejor en un lugar seguro y
estable donde quedarse mientras te pones de pie.
Parecía demasiado bueno para ser verdad. Tenía que haber una
trampa. Pero era justo decir que, en ese momento, Daniel no estaba en
condiciones de regatear o correr. Sammy sonrió hacia él, luciendo tan feliz.
¿Realmente dolería quedarse aquí por un tiempo? ¿Por su bien?

—Ya has cuidado muy bien de Sammy y de mí. —Presionó una mano
contra sus costillas vendadas.

—Como dije, esta casa está conectada con la casa de los niños, y yo
también. Somos el refugio más cercano para un cachorro como Sammy.

—Gracias de todos modos. Si hay algo que pueda hacer para


devolverte el dinero...

—Solo concéntrate en mejorar y cuidar bien a ese pequeño. Te ha


extrañado.

—Y yo lo he extrañado, mucho, mucho.

Sintió como se rompía su entereza, pero se obligó a contenerse. No


quería llorar delante de Sammy. Su cachorro había visto suficientes
lágrimas y tristeza.
Capítulo 9
Thorn pensó que sería difícil adaptarse a no tener uno sino dos
invasores en su espacio. Se había acostumbrado a Sammy mucho más
fácilmente de lo que esperaba, pero sabía que un cachorro era diferente a un
adulto y omega. Solo que... no tanto. Después de un día o dos, había
esperado que sus instintos le estuvieran gritando para que se alejaran un
poco, para hacerse un hueco. Pero, aparte de una gran conciencia de estar
compartiendo su hogar con una tercera persona, era como si la presencia de
Daniel fuera neutral.

Probablemente ayudó que el omega durmiera mucho. Entre sus


heridas y el tiempo que había viajado para localizar a Sammy, Daniel pasó
mucho más tiempo dormido que despierto esos primeros días. De vez en
cuando, Thorn escuchaba suaves pasos que entraban al baño, pero Daniel
nunca se aventuraba en ningún otro lugar de la casa.

Thorn le llevaba bebidas y comida, se sentía un poco preocupado


cuando Daniel rara vez hacía más que picar su plato. Ni siquiera podía
culpar a su terrible cocina, ya que la casa de la manada estaba
suministrando las comidas para los tres. Después de cada comida, si Sammy
estaba despierto, Thorn lo llevaba a la habitación de invitados para pasar
tiempo con su padre. Daniel siempre se animaba con eso, sonriendo y
sentándose, obteniendo algo de color en sus mejillas. Cuando Thorn tuvo la
brillante idea de llevar a Sammy con la comida, el apetito de Daniel se
disparó. El mayor problema que Thorn tuvo entonces fue evitar que
alimentara al cachorro con la mitad de su plato. La única solución para eso
era llevarle un bocadillo a Sammy también, pero al menos eso significaba
que se estaban acomodando en horarios de comidas más regulares.

—Le gustan mucho las rodajas de manzana —le dijo a Daniel una
tarde, mientras veía a Sammy demoler un tazón pequeño.

—Definitivamente es un goloso —admitió Daniel—. Cuanto más


tiempo podamos alentar un amor por la fruta y no por el chocolate, mejor.

Thorn se sintió inmediatamente culpable.

—Podría ser demasiado tarde para eso —admitió tímidamente—.


Hemos estado tomando una onza de chocolate o un poco de cacao después
de la cena.

Se sorprendió al escuchar a Daniel reír, aunque el omega se quedó en


silencio cuando los ojos de Thorn se clavaron en él.

—Mientras coma sus frutas y verduras, soy feliz —dijo el omega


suavemente—. No puedo agradecerles lo suficiente...

Thorn levantó una mano.

—Sí, definitivamente puedes, y lo haces. De hecho, creo que nos


estamos desviando hacia el territorio de los agradecimientos en demasía.

—Oh. —Daniel reflexionó sobre eso—. ¿Lo siento?

Thorn hizo un gesto desdeñoso ante eso.

—También has alcanzado tu cuota de disculpas.


Daniel parecía querer reírse de nuevo, pero se obligó a parecer serio.
Thorn casi lo lamentaba, le gustaba escuchar la risa omega.

—Brax dice que deberías levantarte. Caminar por la casa,


estiramientos suaves. No sirve de nada dejar que todo se ponga rígido.

Daniel reaccionó como si Thorn hubiera gritado una lista de


instrucciones, tirando las mantas y balanceando las piernas fuera de la
cama.

—Whoa —dijo Thorn, caminando hacia la cama y levantando las


manos.

Daniel se congeló, el miedo cruzó por sus ojos, sus pies a medio
camino del suelo.

Thorn dejó de moverse y bajó las manos lentamente a los costados.

—No quiso decir en este momento. Solo... en los próximos días. Para
recuperar tu fuerza de nuevo.

Daniel continuó mirándolo como si no estuviera seguro de lo que


Thorn haría después. En la cama junto a él, Sammy se había quedado
callado, chupando una rodaja de manzana y mirándolos a ambos con los
ojos muy abiertos.

Thorn retrocedió unos pasos, sonriéndole tanto al omega como a su


cachorro. Levantó las manos otra vez, moviéndose lentamente.

—Haremos un horario, ¿de acuerdo? Eres el que tiene costillas rotas.


No hay prisa por ir a ningún lado o hacer nada.
Vio un destello de algo más en los ojos de Daniel. Esta vez no era
temor, sino una mirada inquisitiva y calculadora dirigida a Sammy. Thorn
no estaba planeando su partida, pero ¿quizás Daniel sí? Esa idea no le sentó
bien, para nada. Teniendo en cuenta el estado en que habían llegado tanto el
omega como el cachorro, tenía sentido que no quisiera volver a verlos en el
mundo tan pronto.

—¿Tal vez podría levantarme y caminar por la casa después del


almuerzo? —sugirió Daniel lentamente.

—Es una gran idea. Sammy puede mostrarte todos sus lugares
favoritos.

Sammy aplaudió ante eso, diciendo algo feliz, pero indescifrable.


Daniel sonrió en respuesta, pero si entendía el balbuceo emocionado, no lo
estaba compartiendo.

—Sabes que no hay prisa para que te vayas, ¿verdad? Sammy y tú


pueden quedarse todo el tiempo que necesiten para volver a ponerse de pie.

Una vez más, había algo en la expresión de Daniel tan pronto como
escuchó eso. Puso a Thorn al límite. Daniel no estaba en condiciones de ir a
ninguna parte con Sammy, todavía no. ¿Y lo estaría llevando a un lugar
seguro o regresando de nuevo a cualquier peligro del que hubieran
escapado?

—Gracias —fue la única respuesta que recibió, escueta, pero sincera.

—¿Hay algún lugar al que tengas ganas de ir? ¿Quizás un lugar en el


que hayas estado antes o un lugar del que has oído hablar?
Sabía que las personas que dejaban situaciones malas no siempre
salían de ellas de una vez, y no siempre se iban con un plan.

Daniel dudó antes de sacudir la cabeza.

—No... no exactamente. No lo había pensado tan lejos.

—Debes haberte ido rápidamente, ¿eh?

Tratar de obtener información sobre el pasado reciente de Daniel y


Sammy era como tratar de sacar diamantes de una roca. Necesitaba un
cincel y un cubo lleno de paciencia.

—Sí. Y no. Sabía que teníamos que irnos, pero supongo que estaba
más concentrado en la parte de alejarme que en nuestro destino. Lo siento,
sé que te molesta tenernos aquí.

Thorn casi gimió ante otra disculpa.

—Como dije antes, ni lo menciones. Pensé que tener visitantes podría


la casa patas arriba. La verdad es que estoy disfrutando de la compañía.

Con un grito, Sammy arrojó el tazón de rodajas de manzana de la


cama y desperdigó el contenido por el suelo.

—Una araña —gritó el niño, señalando a la pared.

Daniel parecía horrorizado, pero Thorn solo podía reír.

—Te tiene más miedo ella a ti que tú a ella, amigo —le dijo a Sammy,
extendiendo la mano para revolver el cabello del niño.
***

Esa noche, Thorn acomodó a Sammy para que durmiera en el


pequeño catre que Kira había traído. Se dejó caer en el sofá del taller junto
a él, manteniendo una oreja en Daniel. Sus pensamientos volvieron una y
otra vez al omega y lo nervioso y ansioso que estaba. ¿Cómo le dejaba claro
que no tenía nada que temer de él? ¿Era algo que debería explicar o
simplemente algo que Daniel descubriría con el tiempo?

Cayó en un sueño inquieto y se despertó unas horas más tarde con


gemidos. Le llevó unos segundos orientarse: taller, Sammy, pesadilla. Eso
último había hecho que se sentase, inclinándose hacia donde Sammy estaba
debatiéndose y dando vueltas en su catre.

—Oye, chiquitín. Es solo un sueño. Hora de despertar.

Sammy no se despertó con el sonido de su voz, pero la suave presión


de la mano de Thorn en su frente fue suficiente para que parpadeara
despierto con un sollozo.

—Shh. Fue solo un sueño, Sammy. Estás a salvo, lo prometo.

Abrió los brazos y Sammy lo abrazó, aferrándose fuertemente a él.


Thorn lo meció, pasando una mano tranquilizadora por su espalda.
Esperaba que Sammy volviera a quedarse dormido, pero el cachorro estaba
completamente despierto.

—¿Podemos ir al bosque, Thorny?

Era su momento, y su rutina no había cambiado tanto desde el regreso


de Daniel.
—Claro, vamos a consultar primero con tu papá.

Thorn agarró el canguro del cachorro mientras Sammy se quitaba la


ropa y se movía ansioso. Se detuvieron fuera de la habitación de invitados y
escucharon. Thorn podía escuchar el sonido de respiraciones suaves y
rítmicas.

—Tu papá está durmiendo —le susurró a Sammy—. No lo vamos a


despertar.

Asomó la cabeza por la puerta para asegurarse, y se aseguró que el


omega estaba fuera de combate. Volverían antes que despertara.

—Vamos entonces —le murmuró a Sammy mientras llevaba el


cachorro a la puerta—. Vamos de aventura.
Capítulo 10
Daniel se despertó sobresaltado, con el corazón acelerado. La
pesadilla se desvaneció rápidamente una vez que abrió los ojos, pero no fue
suficiente para calmar sus temores. Salió de la cama, moviéndose
lentamente, con el cuerpo rígido y dolorido. El dolor en sus costillas era
malo, pero nada comparado con lo que había sido. Se dirigió hacia la puerta
y salió, en busca de lo único que sabía que resolvería sus preocupaciones a
esta hora tardía: un vistazo a Sammy. Saber que el cachorro estaba sano y
salvo siempre hacía el truco.

Thorn le había mostrado el taller en el que se acostaban por la noche,


pero cuando Daniel miró por la puerta abierta, encontró la habitación vacía.
Intrigado, vagó por la casa, mirando cuidadosamente por todas las puertas.
Encontró una habitación que supuso que era la habitación de Thorn, pero
estaba vacía y parecía que no había dormido allí en un tiempo. Finalmente,
terminó en la cocina. La puerta trasera estaba abierta, dando la única pista
de dónde podría haber ido su cachorro. Pero, ¿por qué Sammy estaría fuera
de la cama en medio de la noche? ¿Dónde podría haberlo llevado Thorn?

Confundido y preocupado, Daniel se quitó la ropa y se movió,


captando el aroma de Sammy fácilmente y siguiéndolo al exterior.

El aire fresco de la noche lo hizo temblar, y una vez más se alegró que
su gruesa capa de piel lo mantuviera caliente. Siguió el rastro de Sammy
durante unos cuantos metros, preguntándose qué tan lejos podría estar el
cachorro, cuando escuchó un chillido familiar. Atraído por el sonido, se
apresuró hacia adelante, sin molestarse en rastrear el aroma de Sammy
cuando el sonido de su voz se transmitió tan claramente en el aire.

Una segunda voz lo alcanzó y Daniel disminuyó la velocidad. Thorn.


El alfa no sonaba enojado o cansado, pero Daniel todavía estaba demasiado
lejos para distinguir las palabras. Se acercó, no queriendo que lo pillaran
escuchando. No podía negar que sentía curiosidad por Thorn y la
motivación del alfa para cuidar de ellos. ¿Por qué la casa de los niños
dejaría un cachorro omega con un solo alfa? ¿Seguramente tenían otras
personas allí para cuidar a los niños?

—¿Listo para volver? —preguntó Thorn.

Daniel se deslizó debajo de unos arbustos, con la esperanza de ver


mejor lo que estaban haciendo los dos.

Era un columpio, colgado entre dos árboles. El columpio en sí era


como una canasta y Sammy estaba sentado en su interior, en su forma de
leopardo.

Thorn le dio un empujón, enviándolo a volar a través del claro, y


Sammy dejó escapar un chillido de emoción, agachándose mientras el
columpio se balanceaba hacia adelante y hacia atrás.

—Divertido, ¿eh? —preguntó Thorn—. Sabía que te gustaría.


Ahuyentaremos todas las pesadillas.

Daniel sintió una punzada de tristeza ante eso. Explicaba por qué
estaban en el bosque en medio de la noche. Sammy debía haber tenido una
pesadilla y despertó a Thorn, quien estaba haciendo todo lo posible para
cansarlo nuevamente.
—¿Qué piensas, Daniel? —preguntó Thorn de repente—. ¿Quieres
probar?

Atrapado con las manos en la masa, Daniel salió de debajo de los


arbustos y avanzó hacia el alfa, dividido entre el miedo y la timidez.

Thorn se agachó junto al columpio, lo sostuvo y lo estabilizó. Sammy


vio a Daniel y, con un grito de felicidad, se arrojó del columpio y corrió
hacia él, acurrucado cerca de la forma de leopardo de Daniel. Daniel
acarició a su cachorro, ronroneando ruidosamente. Había estado tan
preocupado que nunca volvería a ver o abrazar a su cachorro que cada
momento que estuvieran juntos se sentía precioso.

—Lo siento, Daniel —murmuró Thorn en voz baja—. Debería de


haber dejado una nota o algo así. Debías estar muy preocupado cuando no
pudiste encontrarnos.

El alfa sonaba tan genuinamente arrepentido que Daniel no podía


estar más que agradecido. Se inclinó y empujó la mano del alfa con su
nariz, dejando escapar un pequeño rugido de agradecimiento.

Al principio no estaba seguro que Thorn entendiera, pero el alfa


extendió la mano lentamente y le acarició la cabeza.

—De nada.

***

A la mañana siguiente, consciente de la recomendación del médico de


moverse más, Daniel se obligó a abandonar su habitación en busca del
desayuno en lugar de dejar que el desayuno viniera a él. Tampoco se trataba
solo de lo que dijo el médico. Estaba empezando a preocuparse que Sammy
fuera más una carga y una molestia para Thorn de lo que se había dado
cuenta. Si el cachorro lo despertaba por la noche y causaba problemas con
las comidas, el alfa pronto se cansaría de ambos. Daniel no quería ser
expulsado, no mientras sus costillas todavía estuvieran sanando.

—Buenos días —llamó en voz baja mientras estaba de pie en la


puerta de la cocina.

Thorn estaba de pie allí en silencio, mirando con ojos cansados a la


cafetera.

—Hola —dijo el alfa, mirando hacia él—. ¿Quieres un poco de


cereales? Estaba preparando para Sammy, ya está levantando.

—Lo haré yo —dijo Daniel, entrando en la habitación—. Estoy


seguro que tienes mejores cosas que hacer.

Thorn abandonó su estudio de la cafetera para darle a Daniel toda su


atención.

—Realmente no. Vosotros dos son una especie de trabajo para mí a


tiempo completo esta semana.

—Pensé que eras un bombero.

Daniel esperaba mantener a Thorn distraído mientras preparaba los


cereales. Luego se escabulliría, alimentaría a Sammy y descubriría cómo
mantener al cachorro entretenido y fuera de la vista del alfa durante la
mañana.
—Lo soy. —Thorn se recostó contra el mostrador con un bostezo—.
A media jornada. Pero estoy fuera de turno hasta la próxima semana.

Daniel echó un vistazo en un armario. Sin cereal.

—Aquí. —Thorn metió la mano en el armario a su lado y dejó una


caja de cereal en la mesa. Luego cruzó la habitación y sacó unos cuencos.
Daniel estaba a punto de revisar los cajones de los cubiertos cuando Thorn
llegó allí delante de él.

—La leche está en la nevera —dijo el alfa, vertiendo cereal en los


tazones.

Daniel fue y recuperó el cartón, dejándolo sobre la mesa.

—Iré a buscar a Sammy —dijo Thorn de repente—. Hemos estado


comiendo en nuestros regazos en mi taller, formando todo tipo de malos
hábitos. Hoy desayunaremos en la mesa como personas civilizadas.

Se había ido antes que Daniel pudiera responder, y se encontró riendo


ante la idea que Thorn y Sammy vivieran como dos solteros en esta
pequeña casa.

—¿Que es tan gracioso? —preguntó Thorn, regresando con un


Sammy somnoliento en sus brazos.

Daniel se mordió el labio.

—Nada. Buenos días, Sammy.

—Buenos días, papi.


Sammy lo alcanzó y Daniel lo tomó en sus brazos, teniendo en cuenta
sus costillas.

—¿Quieres desayunar? —preguntó.

Sammy asintió y Daniel lo acomodó en una silla, arrastrando la suya


justo al lado. Thorn colocó un tazón de cereal frente a ambos y le entregó la
leche a Daniel. Daniel vertió un poco en la de Sammy primero, sabiendo
que al cachorro le gustaba su cereal suave mientras que Daniel lo prefería
crujiente.

Thorn se sentó frente a ellos y dejó una taza de café junto a su propio
tazón.

—Si quieres algo más, creo que hay panecillos en el armario —


ofreció el alfa.

—Los cereales están bien —le aseguró Daniel, ayudando a Sammy a


tomar algunos bocados antes de comenzar por su cuenta.

El cachorro estaba distraído, demasiado interesado en ver todo en la


cocina que en comer. Daniel abandonó su propio desayuno a favor de
convencer al cachorro para que comiera, pero Sammy se volvió más terco
por minutos. Daniel intentó no mostrar su frustración cuando el cachorro se
negó firmemente a abrir la boca por otra cucharada.

—Lo siento —le dijo Daniel a Thorn—. Suele ser muy bueno a la
hora de comer.

—No creo que sea la comida —dijo el alfa—. Aunque los cereales no
es el desayuno más emocionante. Han pasado muchas cosas. Aquí, déjame
intentarlo.

Antes que Daniel pudiera decirle que no, Thorn bajó a Sammy en sus
brazos y lo dejó en su regazo. El cachorro se rió y se retorció, sentándose
con una sonrisa feliz.

—Tú y yo somos aventureros, ¿verdad, Sammy? —preguntó Thorn.

—Uh huh. Vamos a explorar —dijo Sammy dulcemente.

—Exactamente. Pero no podemos ir a explorar con barrigas vacías,


¿verdad?

Sammy levantó la cabeza y miró a Thorn con curiosidad.

Thorn bajó la voz a un susurro.

—Debido a que gruñirán muy fuerte, asustando a todos los animales.

Le hizo cosquillas en la barriga de Sammy mientras hablaba y el


cachorro se disolvió en risitas felices, retorciéndose mientras se reía. Daniel
también se rió, su corazón casi estallando de felicidad al ver a su cachorro
tan lleno de alegría.

Cuando Thorn le ofreció a Sammy otra cucharada, el cachorro casi


mordió la cuchara en su apuro por comer.

—Ese es mi mejor amigo —alabó Thorn, dándole a Daniel un guiño


conspirador.

Después del desayuno, Daniel intentó lavar los platos, pero Thorn los
echó de la cocina. El plan de Daniel para mantener a Sammy ocupado y
fuera de su vista salió mal casi de inmediato. El único lugar donde Sammy
quería jugar era en el taller. ¿Y dónde más pensaría Thorn pasar un día en
casa si no era en su taller?

Daniel miraba ansioso, tratando de mantener a Sammy fuera de


problemas mientras Thorn entraba y salía, trabajando en esto y aquello, y
trayendo herramientas o equipo.

Culminó cuando Sammy derribó una caja de pequeñas herramientas


que se estrellaron contra el suelo con un ruido tan fuerte que asustó al
cachorro y puso a Thorn en marcha. Daniel sacó a Sammy del camino del
desastre, protegiendo al cachorro con su cuerpo.

—Lo siento —le dijo al alfa—. Fue por mi culpa. Debería haberlo
vigilado mejor. Tal vez si jugamos fuera o en la habitación de invitados...

Thorn hizo un gesto como para dar un paso hacia ellos y luego
cambió de opinión. Levantó las manos lentamente, con las palmas hacia
afuera.

—No se hizo daño —dijo en voz baja—. No hay nada en esta sala que
no pueda repararse o reemplazarse si se rompe.

—Pero Sammy se interpone en tu camino cuando estás tratando de


trabajar. Puedo mantenerlo fuera de la vista, para que no te moleste.

Cuanto más lo hiciera, menos posibilidades habría que el alfa perdiera


los estribos con ellos.

—No me está molestando. Y tú tampoco. No creo en mantener a los


niños fuera de la vista. Esta es una casa, y mi taller es el centro de la misma.
Por eso a Sammy le gusta estar aquí. Por eso me gusta estar aquí. Eres muy
bienvenido aquí también. Pero no tienes que... proteger a Sammy. Un poco
de caos es algo bueno. No me enojaré con ninguno por hacer un desastre.

—Podemos ordenar —intervino Sammy en voz alta.

—Exactamente —dijo Thorn—. Creamos líos y los arreglamos.

Harrison odiaba el desorden. Daniel siempre había tenido cuidado de


asegurarse que nada estuviera fuera de lugar cuando el alfa estaba cerca. La
idea que a Thorn simplemente no le molestara era muy extraña.

—Yo...

—¿Qué tal un tentempié? —sugirió Thorn en su lugar—. Kira envió


unas galletas y queso.

Sammy corrió hacia él con un grito feliz, siguiendo al alfa a la cocina.


Daniel los vio irse, sintiendo que no estaba muy seguro de lo que estaba
pasando. Se agachó para recoger los trozos y piezas que habían caído al
suelo, volviéndolos a meter en la caja.

—No deberías estar haciendo eso, te tensarás las costillas. —La voz
tranquila de Thorn cruzó la habitación cuando el alfa se acercó.

—Eres bueno con él —dijo Daniel en voz baja—. No te tiene miedo.

—Y no debería tenerlo —dijo Thorn con firmeza—. Tú tampoco


deberías. Sammy está a salvo conmigo, Daniel, lo prometo. No es una
molestia o una carga. No necesitas protegerlo de mí, te doy mi palabra.
El alfa extendió una mano, y Daniel la tomó, dejando que lo pusiera
de pie.

—Ahora, ¿qué tal un bocadillo? Sammy no es el único que podría


hacer algunas comidas adicionales.

—Eso estaría bien —dijo Daniel en voz baja.

Sabía que estaba mirando al alfa, pero no pudo evitarlo. Thorn no se


parecía en nada a lo que esperaba y si a todo lo que siempre había deseado
en un alfa: paciente, amable, guapo, fuerte. Tal vez, si pudiera mostrarle
cuán bien podía cuidarlo, podría mostrarle que había un agujero en forma
de omega en su vida que él podía llenar, los dos; los tres, podrían tener algo
más.
Capítulo 11
Thorn no estaba seguro de creer la historia de Daniel de cómo Sammy
y él habían sido separados. Había verdad en ello, pero no creía que fuera
toda la verdad. Aún así, no había duda que Sammy estaba feliz de tener a su
padre allí. Y la mirada en el rostro de Daniel cuando vio por primera vez a
su pequeño... Thorn lo había sentido hasta los huesos. Había visto alivio así
en los rostros de otras personas, hace mucho tiempo atrás.

Durante la primera semana después de la llegada de Daniel, Thorn se


quedó cerca de casa. Tenía la sensación que el omega podría tomar a
Sammy y correr. Pero después de unos días, la tensión en Daniel pareció
disminuir un poco. Ya no tenía esa mirada tensa y perseguida en sus ojos. Y
dejaba de saltar cada vez que se abría una puerta. Todavía se estremecía
cuando Thorn se movía demasiado rápido y retrocedía cuando se acercaba
demasiado. Él mantenía su distancia del omega, pero no había manera de
mantener ese mismo espacio con Sammy. El cachorro no tenía los mismos
temores que su padre y quería pasar tanto tiempo con Thorn como con su
padre.

El cachorro estaba sentado en su regazo en el taller una semana


después de la llegada de Daniel cuando el omega dio unos pasos cautelosos
dentro de la habitación. Todavía dormía mucho, pero nunca dejaba de
buscar a Sammy en el momento en que despertaba. Casi como si temiera
que el cachorro no estuviera allí.

—¡Papi, mira!
Sammy le mostró a Daniel la peonza de madera que Thorn había
tallado para él.

—Guau —dijo Daniel—. Es un juguete muy especial. ¿Me lo puedes


enseñar?

Un risueño Sammy intentó hacer girar el juguete, el cual rodó hasta el


borde de la mesa y cruzó el suelo. Riendo, el cachorro se retorció del regazo
de Thorn y corrió tras él.

Daniel lo miró con una pequeña sonrisa antes de centrar su atención


en Thorn.

—Le gustas.

—¿Eso te sorprende?

El omega se encogió de hombros.

—Realmente nunca antes se llevó bien con un alfa.

Thorn podía creerlo fácilmente.

—Hoy tengo un turno en la estación de bomberos. Son solo ocho


horas, así que estaré en casa antes de las nueve. ¿Crees que los dos solos
estaréis bien? Puedo pedirle a alguien de la casa que venga a pasar el rato
contigo.

No sabía por qué decía casa y no la casa de la manada. No era que lo


estuviera escondiendo, solo que Daniel ya estaba asustado. Saber que Thorn
era parte de una manada no lo iba a poner menos nervioso.
—Estaremos bien —prometió Daniel.

—Hay comida en la cocina, sírvete tú mismo. Cosas para hacer


sándwiches o para calentar. Dejaré un teléfono en el mostrador. Mi número
está en él, también el número de Brax en la casa. Algún problema, me
llamas a mí o a él, ¿de acuerdo?

Daniel asintió fácilmente.

—De acuerdo. ¿Quieres que te haga un sándwich para llevar?

Thorn estaba sorprendido por la oferta.

—Se supone que debes estar descansando y recuperándote, no


cocinando.

Miró su reloj. Era casi la hora de irse.

—Necesito estar listo. Sammy probablemente querrá ir a dormir una


siesta pronto. Todavía prefiere su pequeño nido o su catre, pero si quiere
probar en la cama de invitados ...

Daniel sacudió la cabeza.

—Aquí es donde se siente más seguro. No quiero apurarlo.

Esa fue la primera señal clara que Thorn había visto que Daniel no iba
a tomar a Sammy y escapar con él. Fue un alivio escucharlo.

—Entonces siéntete libre de tumbarte en el sofá. Necesitas tanto


descanso como él ahora.
Eso le hizo que la sombra de una sonrisa apareciese en el omega, que
se convirtió en una sonrisa radiante cuando Sammy corrió hacia él con su
peonza.

—¿Juegas, papi?

—Que os divirtáis —les dijo Thorn.

***

Bostezó mientras conducía a casa casi nueve horas después. Había


sido un turno largo. Solo dos llamadas, ambas por accidentes, pero había
tomado tiempo arreglar todo. Conducir a casa era bueno, sabiendo que
había alguien esperándolo. Dos, de hecho. Aparcó afuera y entró,
sorprendido de percibir un delicioso aroma que flotaba por la casa. Colgó la
chaqueta y siguió la esencia hasta la cocina. No había señales de Sammy,
pero Daniel estaba en el fregadero, fregando con fuerza una sartén.

—Se supone que debes estar descansando.

El omega saltó al oír su voz, la sartén le resbaló de las manos y se


estrelló en el agua. Se dio la vuelta lentamente, le temblaban las manos
mientras alcanzaba un paño de cocina.

—Estás en casa. Yo... eh... te hice la cena. —Hizo un gesto hacia el


horno, dejando caer el paño—. No es mucho. Solo pasta horneada. No
tenías mucho con qué trabajar en tus armarios.

El estómago de Thorn retumbó ante el olor, pero reprendió


suavemente al omega.
—Se supone que debes estar descansando y cuidando a Sammy. No
cuidar de mí. Puedo cocinar por mí mismo.

—Las comidas precocinadas para el microondas no es cocinar.

Arqueó una ceja.

—Sin embargo, aquí estoy, después de muchos años, todavía vivo.

Daniel se sonrojó y buscó el paño que había dejado caer, recuperando


el plato del horno. Thorn no se perdió el respingo del omega cuando se
inclinó.

—Déjame tomar eso —dijo antes de acercarse. Lo último que quería


era asustar al omega y arruinar su arduo trabajo.

Daniel dejó el plato sobre el mostrador y retrocedió.

—Voy a terminar de lavar estos.

—No, no lo harás. Tú cocinaste, yo fregaré. ¿Dónde está Sammy?

—Dormido. Cayó rendido.

—¿Ya comiste?

Parecía que quedaba la mayor parte de la pasta horneada, faltaba una


porción del tamaño de un niño.

—Yo... no tenía hambre.

—Toma asiento, entonces. Comeremos juntos.


—Puedo comer solo un sándwich.

—¿Por qué? ¿Intentas envenenarme?

Lo había dicho como una broma, pero el rostro de Daniel se puso


blanco mientras sacudía la cabeza, las negaciones caían de sus labios.

—No, nunca...

—Relájate. Sólo estoy bromeando. Por favor, come conmigo. Has


estado esclavizado por esto. Al menos deberías disfrutarlo.

Llevó a Daniel a la mesa, sirvió dos porciones de la pasta horneada y


agua para los dos.

Consciente que Daniel lo estaba observando de cerca, se comió su


primer bocado, sorprendido por la explosión de sabor. Masticó y tragó.

—Está bueno. Realmente bueno. No sé cómo lo hiciste.

Toda una hazaña, considerando la severa falta de ingredientes frescos


en sus armarios y un estante de especias en su mayoría vacío.

—Encontré un poco de ajo silvestre creciendo cerca del bosque, y


creo que solía haber un jardín de hierbas aromáticas debajo de la ventana de
la cocina. Encontré una planta de albahaca escondida entre las malezas.

Eso explicaba los sabores increíbles que bailaban en la lengua de


Thorn.

—Entonces, ¿no solo cocinar, sino buscar comida? ¿Recuerdas


cuando hablamos de tus costillas y dejar que sanen?
Daniel se encogió de hombros.

—Sammy quería jugar afuera. Además, tenía que hacer algo para
pagar toda tu amabilidad.

Thorn pudo ver que el omega aún sospechaba de eso. Esperando la


trampa que no llegaba.

—Bueno, gracias. Esto es un verdadero placer. —Nunca comía tan


bien a menos que estuviera en la casa de la manada, y eso era cada vez
menos frecuente en estos días. Simplemente se sentía fuera de lugar allí.
Rodeado de cosas que quería, pero que no tenía… no podía tener.

Daniel le sonrió, parecía genuinamente complacido que estuviera


disfrutando de su comida.

—Eres un buen cocinero —agregó, viendo cómo la sonrisa de Daniel


se ensanchaba con esas simples palabras de elogio.

—Me gusta cocinar —admitió el omega suavemente.

—Y mí me gusta comer —bromeó Thorn.


Capítulo 12
Daniel se durmió esa noche, contento de haber hecho feliz a Thorn
con la comida que había preparado. Si pudiera doblegar al alfa y
convencerlo que comprara más ingredientes, podría hacerle algo aún mejor.
Thorn había insistido en dejar los platos, pero Daniel se despertó temprano
a la mañana siguiente y los terminó. Luego decidió que la cocina en su
conjunto podría funcionar con una buena limpieza.

Estaba sobre sus manos y rodillas, fregando el piso, cuando unos


pasos se deslizaron sobre los azulejos y las piernas del alfa aparecieron a la
vista.

—¿Eh? —preguntó Thorn cansado, pasándose una mano por los ojos.
Parecía más dormido que despierto.

—¿Quieres un café?

El alfa gimió y se apoyó pesadamente contra la encimera de la cocina.

—Daniel, pensé que habíamos hablado sobre esto.

Se apoyó sobre los talones.

—¿Hablar de qué?

—Sobre ti descansando y sanando. No arrodillándote en el suelo y


fregando el suelo con costillas rotas.

El alfa no parecía enojado, más bien confundido.


—Mis costillas ya no me duelen mucho. Y no es justo para mí y
Sammy vivir aquí sin devolver algo.

El tono de Thorn se convirtió en frustración.

—No necesito que me pagues, ni cocinando, ni limpiando. No


necesito una criada personal. Y debes preocuparte por esas costillas, son
órdenes del médico.

—Pero no tienes a nadie que te cuide. Yo puedo hacerlo.

El alfa se le acercó y lo levantó del suelo.

—No necesito que alguien me cuide. Puedo hacer eso por mí mismo.
Así que deja de hacer esto, ¿de acuerdo? Para.

Ante el tono enojado del alfa, Daniel soltó el paño con el que había
estado fregando el suelo, asintiendo rápidamente.

—Sí. Sí, señor. No lo haré, lo siento... solo estaba... solo...

Su respiración se había vuelto jadeante, su corazón latía con fuerza en


el pecho. Sabía que el alfa se enojaría más si lo veía desmoronarse.
Entonces empujó a Thorn y corrió hacia la puerta. Sammy estaba bien
dormido en el taller, por lo que Daniel no fue muy lejos, solo al granero y se
subió a las vigas. A Thorn le resultaría difícil seguirlo hasta allí. Además,
Harrison nunca iba tras él cuando estaba molesto. No, a menos que el alfa
estuviera enojado con él o quisiera tener la última palabra.

Cuando la puerta del granero se abrió unos minutos después, Daniel


se congeló.
—Solo soy yo —gritó Thorn—. ¿Quieres venir para que podamos
hablar de esto?

Daniel no lo hizo, sintiendo un dolor en las costillas al pensarlo.

—No estoy enojado, si eso es lo que te preocupa.

Echó un vistazo al alfa y vio sus ojos preocupados que lo miraban.

—No quise molestarte —dijo Thorn suavemente—. Pero me gustaría


hablar de eso. Puedes quedarte ahí arriba, si te sientes más cómodo. —Se
acomodó contra un fardo de heno.

—Solo quiero ser útil —explicó Daniel—. Me gusta tener a alguien a


quien cuidar. Me gusta sentirme necesitado. —Se tragó un nudo en la
garganta y agregó—: Pero no lo haré si no quieres que lo haga.

Esperaba que el alfa estuviera de acuerdo sin dudarlo, pero hubo una
larga pausa antes que Thorn hablara.

—A decir verdad, es agradable tener a alguien que me cuide para


variar. Parece que, en estos días, siempre estoy cuidando a otras personas. Y
no estoy hablando de ti Sammy y de ti.

Daniel escuchó la nota de nostálgica necesidad en la voz del alfa. Lo


atrajo y se deslizó por las vigas, aterrizando con un suave golpe en el suelo
del granero.

—¿Sería tan malo dejar que te cuide? Solo mientras estoy aquí.
Cuidaste muy bien a Sammy. Y has sido bueno conmigo. No puedo pagarte,
en realidad no. Pero podría hacer eso.
—No quiero que friegues el suelo o que busques comida con las
costillas rotas. Si hay que limpiar, lo haré yo. Si necesitas ingredientes,
escríbeme una lista. Pero no diría que no a un poco de cocina casera, si, y
solo si, te apetece.

Daniel se mordió el labio inferior y dio un pequeño paso hacia Thorn.

—¿Te gusta el cerdo desmenuzado? ¿Con salsa de barbacoa?

—Suena asombroso.

—Es mi especialidad.

—Entonces espero probarlo.

El alfa se puso de pie, elevándose sobre Daniel, pero Daniel no estaba


intimidado. No sentía el impulso familiar de correr y esconderse. Dio otro
paso hacia Thorn, poniéndose al alcance de la mano. Era un riesgo, pero
necesitaba saber ahora si era uno de esos tipos de alfas. Los que decían una
cosa y hacían otra.

—No te lastimaré —dijo Thorn suavemente—. Y no quiero que te


hagas daño haciendo malabares tratando de hacerme feliz.

—Está bien —estuvo de acuerdo en voz baja—. No más fregar los


pisos hasta que se curen mis costillas.

El alfa sonrió, levantando su mano lentamente para acunar la mejilla


de Daniel.

—Si hago algo que te asuste, quiero que me lo digas.


—Ahora no tengo miedo —admitió Daniel.

El calor de la mano del alfa chamuscó su piel, y se apoyó en el toque,


poniéndose de puntillas para presionar sus labios contra la boca de Thorn.
Si Thorn estaba sorprendido, lo ocultó bien, devolviéndole el beso a Daniel
con una confianza que hizo que tarareara contento. Separó sus labios y la
lengua de Thorn se burló de la suya. La mano del alfa se deslizó detrás de
su cuello, su pulgar rozó el borde de la glándula de acoplamiento de Daniel.

—Eso fue simplemente increíble —le murmuró Thorn mientras se


separaban. Puso dos dedos debajo de la barbilla de Daniel y levantó la
cabeza—.A qué vino, ¿eh?

Daniel se encogió de hombros con timidez pero habló con sinceridad.

—Simplemente... porque quería hacerlo. ¿Estuvo bien?

Thorn sonrió abiertamente.

—Estuvo muy bien. —Su sonrisa se desvaneció, su atención se volvió


hacia la puerta del granero—. Alguien está despierto y hambriento para el
desayuno. Venga. Agarraré a Sammy si pones las tostadas. Conociendo mi
suerte, se quemarán hasta convertirse en cenizas.

Daniel rió.

—Para alguien que apaga incendios para ganarse la vida, eres


demasiado bueno para provocarlos.

—¿Por qué crees que me volví profesional? Pensé que podría obtener
algo de experiencia útil de mis muchos accidentes en la cocina.
Daniel siguió a Thorn de regreso a la casa. Se metió en la cocina,
decidiendo que probablemente podría hacer algo mejor que unas tostadas
con un poco de esfuerzo.

Oyó risas mientras agitaba la avena y se volvió para ver a Thorn


cargando a Sammy sobre sus hombros.

Daniel asintió a la olla.

—Pensé que unas gachas de avena podrían ser más nutritiva. —Hizo
una pausa y preguntó—: ¿Te gusta la avena? Porque puedo hacer otra cosa.

Thorn le hizo cosquillas a Sammy.

—¿Qué dices, Sammy? ¿Nos gustan las gachas de avena para


desayunar?

—¡Sabrosas! —gritó Sammy, colapsando en risas.

—Exactamente mis sentimientos —dijo Thorn, arqueando una ceja.

Puso a Sammy en un asiento en la mesa, moviéndose para ayudar a


Daniel. Pronto, los tres estaban masticando. Se turnaban para ayudar a
Sammy a comer. Estaba más interesado en jugar con su cuchara que en
meterse la avena en la boca.

—Hoy tengo algunos recados que hacer en la ciudad —dijo Thorn de


repente—. ¿Queréis venir conmigo?

Daniel estaba sacudiendo la cabeza antes que el alfa terminara su


pregunta. Si había alguna posibilidad que Harrison y su manada estuvieran
por los alrededores, entonces tenían que mantener un perfil bajo.
Thorn pareció brevemente decepcionado, pero se recuperó.

—Luego haz una lista de todo lo que necesites. No solo para cocinar,
cualquier cosa que tú o Sammy necesiten mientras estáis aquí.

—No necesitamos mucho —dijo Daniel. La casa de los niños les


había enviado ropa y artículos de tocador, y eso era suficiente. No se
aprovecharía de la generosidad de Thorn.

—Bueno, mi presupuesto puede extenderse un poco más. Tal vez


incluso un juguete o dos.

—Ya has sido demasiado bueno con nosotros. Y esa peonza que le
hiciste a Sammy es brillante.

—Tengo algunos recortes de mi último proyecto. ¿Crees que le


gustaría algunos coches? ¿Algo con ruedas?

Sammy tenía una fascinación con todas las cosas que se movían.

—Creo que le encantaría.

Estaba sonriendo de oreja a oreja, aunque se preguntaba cómo iba a


pagar la generosidad ilimitada del alfa.

***

Thorn dejó que Daniel volviera a preparar la cena esa noche, pero
insistió en preparar todas las verduras. El alfa estuvo un poco distraído
durante la comida, incluso inquieto.

—¿Vas a salir esta noche? —le preguntó Daniel.


Aunque no había estado allí mucho tiempo, no era la primera vez que
el alfa se había ido por la noche.

—Sí —dijo Thorn con fuerza—. Me iré unas horas. ¿Estarán bien los
dos?

—Estaremos bien. Estoy bastante cansado, y creo que correr toda esta
tarde significará que Sammy está listo para dormir temprano.

Podía ver que Thorn no quería hablar sobre lo que sea que estaba
haciendo. No era su lugar entrometerse.

Sonó el teléfono de Thorn y salió para contestar. Sammy eligió ese


momento para perder interés en su cena, arrojando su cuchara por la
habitación.

—Sammy. —Daniel lo reprendió suavemente, yendo a recuperarla—.


Se supone que debes comer tu cena, no tirarla.

Se arrodilló para levantar la cuchara y atrapó el final de la


conversación de Thorn.

—... Los llevaré a la casa de la manada cuando estén bien y listos,


Brax. Solo han estado aquí unos días. Sammy acaba de acostumbrarse a
estar cerca de mí en su forma humana. No creo que todavía le vaya bien con
una manada completa.

Daniel se congeló, escuchando con horror. Thorn no podía decir lo


que creía, ¿verdad?
—No, no voy a trasnochar. Quiero caminar la frontera. Han pasado
unos días desde la última vez que lo hice. Ya sabes lo importante que es
para la manada.

Consciente que la conversación estaba llegando a su fin, Daniel se


obligó a ponerse de pie, agarrando su plato y llevándolo al fregadero. Se
mantuvo de espaldas a la mesa cuando Thorn regresó a la cocina.

—Voy a salir —dijo el alfa—. ¿Necesitas algo antes que me vaya?

—No. —Daniel sacudió la cabeza para enfatizar, sin darse la vuelta


—. Estamos bien. Gracias.

Hubo una pausa incómoda.

—Te veré más tarde entonces. Adiós, Sammy.

El cachorro logró una respuesta entusiasta.

—Adiós, Thorny.

Daniel se quedó quieto hasta que oyó cerrarse la puerta principal, con
el corazón martilleando en su pecho. Lo sabía. Sabía que esto era
demasiado bueno para ser verdad. Thorn había mentido. No era solo un
bombero alfa que trabajaba para un hogar infantil. Él era parte de una
manada. Viviendo tan lejos de la casa de la manada, solo podía ser una
cosa: un Centinela. El Centinela en la manada de Harrison era un alfa al que
se debía temer. Daniel se había asegurado de mantener la distancia.

—No podemos quedarnos aquí.


Sammy levantó la vista ante sus palabras susurradas, curioso y
confundido.

Daniel comenzó a abrir armarios, buscando comida que pudiera


llevar. Encontró un paquete de galletas y las envolvió, junto con algunas
carnes frías. No tenía bolsa, pero tenía bolsillos. Eso tendría que valer.

No quería alertar a Thorn de su partida demasiado pronto, así que


limpió la mesa y lavó los platos. Con suerte, sería tarde para cuando el alfa
llegara a casa. Podría suponer que Sammy y Daniel estaban durmiendo en
la habitación de invitados y no los echaría de menos hasta la mañana.

—Tenemos que irnos, Sammy —dijo suavemente, levantando al niño


en sus brazos.

—¿Ir a ver a Thorny? —El cachorro lo miró ansioso.

—No. Nosotros... no podemos volver a verlo. Él es manada, Sammy.


No es seguro. Tenemos que correr, como antes. Muy lejos.

Sammy comenzó a temblar en sus brazos y Daniel deseó no haber


dicho nada.

—Shh, está bien. Tú y yo estaremos juntos. Estaremos bien.

El ciclomotor todavía estaba escondido en el bosque cerca del


camino. Thorn no pudo haberlo encontrado o ya habría dicho algo.

Daniel llevó a Sammy a la habitación de invitados y tomó una manta


de la cama. Tendrían que dormir al aire libre durante un tiempo, por lo que
lo necesitarían. Haría frío en la noche.
Se arrastró hasta la puerta y echó un buen vistazo afuera antes de
sacar a Sammy.

—¿Nos vamos a casa? —preguntó Sammy en voz baja.

—No, nunca. Pero no podemos quedarnos aquí o nos enviarán de


regreso con Harrison.

Sammy comenzó a temblar con más fuerza, y Daniel de repente


estaba tratando de hacer malabarismos con una manta y un niño que se
movía. Dejó caer la manta y contuvo un grito de sorpresa cuando las garras
de Sammy le rasparon la piel cuando el cachorro se lanzó de sus brazos y
salió corriendo hacia el bosque.
Capítulo 13
La patrulla de Thorn transcurrió sin incidentes, pero no había llegado
muy lejos cuando escuchó el sonido de alguien chocando entre los árboles.
En alerta, se volvió hacia el ruido que se aproximaba y esperó para ver
quién emergería. Parecía demasiado pequeño para ser Cole o Duke. Y venía
de la dirección de su casa, no de la casa de la manada. Preocupado,
comenzó a trotar por el bosque hacia él. Se sorprendió un momento después
cuando Sammy irrumpió entre los árboles y saltó a sus brazos. Atrapó al
cachorro, sorprendido de encontrarlo temblando, claramente aterrorizado.

—¿Sammy? ¿Qué pasa? ¿Qué es...?

Daniel corrió a través de los árboles un momento después, patinando


hasta detenerse. Parecía asustado y atemorizado, de una manera que Thorn
no había visto desde su primer encuentro.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, mirando más allá de ellos. Casi


esperaba ver a alguien persiguiéndolos, aunque no podía escuchar a ningún
perseguidor—. ¿Hay alguien en la casa?

—Dame a Sammy, ¿por favor? —rogó Daniel, tendiéndole las manos


al cachorro.

Eso solo hizo que Sammy se aferrara más a Thorn, sus garras
excavando. Thorn pasó una mano suave por la piel del cachorro de
leopardo.

—Daniel, qué...
—Por favor, dámelo. No podemos quedarnos aquí. Tenemos que
irnos.

A Thorn no le gustó el miedo en la cara del omega. Intentó sacar


suavemente al cachorro de su pecho, pero Sammy no se movió.

—Dime qué pasa, Daniel. ¿Ha pasado algo?

Daniel, con las manos extendidas, dio un paso más cerca de ellos.

—Te escuché por teléfono. Nos mentiste No es un hogar infantil, es


una manada. Eres de una manada. No podemos quedarnos aquí. Por favor,
déjame llevar a Sammy. Déjanos marchar.

El corazón de Thorn se hundió ante las palabras de Daniel. Estaba


lejos de ser la primera vez que había tenido esa reacción al estado de su
manada. Pero ahora tenía un cachorro aterrorizado y un omega igualmente
aterrorizado en sus manos.

—Daniel, respira y piensa.

Observó y esperó mientras el omega inspiraba algunas veces


profundamente y de forma estremecedora. Solo cuando estuvo seguro que
Daniel estaba escuchando volvió a hablar.

—Es tarde, hace frío y Sammy está asustado. ¿Cuál es tu plan?


¿Arrastrarlo a la oscuridad a pie, atravesando el bosque?

—No podemos quedarnos —dijo Daniel con un sollozo.

—Míralo. ¿Crees que correr con Sammy ahora es lo mejor para él?
Llevémoslo de vuelta a la casa, lo tranquilizamos y hablamos de esto. No es
lo que piensas.

Vio a Daniel dudar, supo que el omega estaba tentado a intentar


agarrar a Sammy y correr. Pero también sabía que el cachorro no iba a
aflojar su agarre pronto.

—Por favor, Daniel. Escúchame. Por el bien de Sammy. Míralo, está


aterrorizado.

Vio el momento en que sus palabras llegaron a Daniel, los ojos del
omega se suavizaron mientras asimilaba la temblorosa forma de Sammy.

—Bueno.

Adivinando que era toda la respuesta que iba a obtener, comenzó a


caminar hacia la casa. Daniel dio un paso detrás de él. Cuando se concentró,
Thorn pudo escuchar el corazón del omega latir con fuerza en su pecho. Su
miedo era genuino, y no tuvo que mirar muy lejos para encontrar la fuente.
¿Quién no había escuchado las historias y los rumores sobre las manadas
modernas?

—Es verdad —le dijo al omega mientras caminaban—. Soy parte de


una manada. Y también lo es el hogar infantil. Los dos se fusionaron hace
aproximadamente un año cuando Brax, el líder de nuestra manada, se unió
con el director de la casa. Ese es Oliver, por cierto. Es nuestro defensor.

Volvió a mirar a Daniel, pero el omega permaneció en silencio.

—No sé qué has escuchado sobre las manadas, pero no hay nada qué
temer.
—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Por qué lo escondiste?

Thorn hizo una mueca ante la acusación franca.

—Tienes razón, debería haber sido sincero al respecto. Pero ya


estabas tan asustado cuando llegaste aquí, y Sammy acababa de comenzar a
quedarse en forma humana.

El cachorro se acurrucó contra él con un suave suspiro cuando Thorn


abrió la puerta principal e hizo pasar a Daniel al interior. Se aseguró de no
cerrar la puerta tras ellos. No quería que Daniel se sintiera atrapado.

Entró directamente al taller, sabiendo que allí era donde Sammy se


sentiría más seguro. Mientras se acomodaba en el sofá, Daniel flotó junto a
él.

—Siéntate —animó Thorn.

—No te creo.

—No estoy mintiendo —dijo con firmeza. No sabía cómo


demostrárselo a Daniel, pero no lo llamarían mentiroso.

—Pero no estás siendo honesto, ¿verdad? ¿Por qué no me dijiste que


eras parte de una manada?

Thorn se hundió en el sofá con un suspiro. Sabía a qué se refería


Daniel.

—No, tienes razón. No hemos sido una manada durante mucho


tiempo. O, al menos, es muy reciente que el mundo sepa la verdad sobre la
existencia de nuestra manada. Supongo que no podríamos ocultarlo para
siempre, pero desearía... —Se detuvo.

—¿Qué desearías? —pinchó Daniel.

Thorn solo sacudió la cabeza.

—Nunca quise esto, nunca quise ser parte de una manada. Ahora veo
cómo me mira la gente. La forma en que me ven cuando piensan que no me
doy cuenta. Lo que dicen de mí cuando piensan que no puedo escuchar.

Daniel se sentó a su lado.

—¿Te da vergüenza ser parte de una manada?

Thorn forzó una risa.

—Bueno, ciertamente no estoy orgulloso de ello.

—No entiendo. ¿No fuiste siempre parte de una manada?

Thorn sacudió la cabeza.

—Éramos un equipo militar. Habíamos trabajado juntos durante años


antes de convertirnos en una manada.

—Pero debes haber elegido formar una manada, ¿verdad?

—Algunas manadas se forman por elección, otras por necesidad —le


dijo al omega—. Lo nuestro fue por lo segundo. Una misión infernal. Nos
unió, nos ayudó a escapar con vida. Y para siempre nos unió los unos a los
otros.
Pasó una mano por el pelaje de Sammy, sintiendo que las garras del
cachorro aflojaban cuando el pequeño leopardo se calmó.

—¿Entonces no te gustan esas manadas de las noticias?

—¿Las que empezaron con alfas egomaníacos? ¿O los aislacionistas


prácticamente salvajes? Espero que no. Si lo fuéramos, dudo que aún se nos
permitiera albergar omegas como Sammy.

Daniel extendió la mano lentamente y acarició la cabeza de Sammy


con los dedos. El cachorro dejó escapar un pequeño ronroneo de
satisfacción.

—Se siente seguro contigo. Yo estaba aterrizado y lo asusté. Y corrió


directo hacia ti para mantenerse a salvo.

Daniel no parecía muy feliz por eso. Thorn pensó que entendía.
Daniel no se sintió bien al ver a su propio hijo correr hacia alguien más para
buscar protección, especialmente un alfa extraño de una manada y
potencialmente peligroso.

—Sammy está a salvo conmigo. Los dos lo están. Solo dame la


oportunidad de probarlo.
Capítulo 14
Daniel observó a Sammy quedarse dormido en los brazos de Thorn, y
el alfa lo acomodó en su pequeña caja nido.

—Salgamos a la velocidad del rayo —murmuró el alfa—. Vamos,


¿por qué no tomamos café y hablamos?

De mala gana, Daniel se levantó y siguió a Thorn a la cocina,


sentándose en la mesa.

—¿Todavía se siente extraño? —le preguntó al alfa—. ¿Ser parte de


una manada?

—No es tan extraño como al principio. Eran personas en las que


confiaba con mi vida, por lo que estar cerca de ellas tenía sentido, pero
saber que la cercanía es permanente fue algo difícil a lo que acostumbrarse.
Tiene sus partes buenas, por supuesto. De lo contrario, las manadas ni
siquiera existirían. Pero me costó mucho acostumbrarme. Y entonces…

El alfa se apagó, mirando la cafetera. Daniel permaneció en silencio,


esperando que continuara. Thorn no parecía sospechar de la verdad sobre su
miedo a las manadas. Había asumido que era solo un miedo general, como
lo habría tenido mucha gente, y que Daniel no tenía experiencia personal
con respecto a ellas.

—…Perdimos algunas personas. Nuestro líder. Nuestro guardián.


Nuestro enlazador. Pensé que sería eso, que nuestra manada colapsaría, que
yo... que sería libre de nuevo.
Thorn sirvió dos tazas de café y se unió a Daniel en la mesa. Daniel
tenía más curiosidad que preocupación al escuchar la confesión de Thorn.

—¿Pero todavía estás aquí?

—Resulta que las manadas no se desmoronan tan fácilmente, incluso


cuando la mitad de ellos están muertos. Desde entonces, hemos tenido a los
militares husmeando, buscando cualquier excusa para tomar el control de
nuestra manada. Es parte de por qué tuvimos que hacerlo público. Los
hemos visto dos veces, obtuvimos órdenes judiciales, hicimos lo que
tuvimos que hacer por la libertad de nuestra manada.

Daniel tomó un sorbo de su café y lo considero todo.

—¿Toda esa lucha por la supervivencia de tu manada y ni siquiera te


gusta ser parte?

Thorn resopló.

—La mayoría de las veces parece que no soy parte de la manada.


Estoy aquí, en el límite, y todos están allí, con compañeros y cachorros y...

Daniel ya había descubierto que Thorn era un Centinela, pero no


podía decirlo directamente. A Thorn le resultaría demasiado fácil adivinar
que sabía más sobre las manadas de lo que afirmaba.

—¿Por qué estás aquí?

—Es mi papel. Soy el centinela de la manada. Es como ser un perro


guardián glorificado.
La amargura era tan fuerte en su voz que Daniel se sintió atraído
hacia él, extendiendo la mano para cubrir la mano del alfa. Se congeló al
darse cuenta de lo que había hecho, pero Thorn solo le sonrió.

—Aquí estoy revolcándome en la autocompasión cuando hay


problemas reales en el mundo.

Daniel logró devolverle la sonrisa, dándose cuenta que la verdad era


mucho más simple de lo que sospechaba. Thorn era el Centinela de su
manada, y estaba solo.

—¿Proteges tu manada?

—Sí y no. Tenemos dos protectores, Cole y Duke. Como Centinela,


mi papel es vigilar el peligro desde afuera. Es una línea difícil de caminar.
No puedo estar demasiado cerca de la manada, demasiado enredado, porque
entonces perderé la perspectiva. Pero si estoy demasiado distante,
demasiado alejado...

—Perderás de vista a quién se supone que debes proteger.

Thorn presionó su mano libre contra la de Daniel.

—Exactamente. Como caminar por la cuerda floja: demasiado lejos


de cualquier manera, y fracasaré.

Daniel no había esperado una honestidad tan franca y se sintió


culpable por lo mucho que escondía del alfa.

—Lamento haber intentado escapar en lugar de hablar contigo.


—Bueno, debería haber sido sincero sobre nuestra situación. No
hubieras entrado en pánico y despegado si me hubiera sentado y hablado
contigo.

Daniel se encogió de hombros.

—No siempre es fácil ser honesto.

—No, no lo es. Mira, si no quieres quedarte, si quieres irte, dame uno


o dos días para encontrar un lugar para que vayan. Oliver puede ayudar con
eso. Es un defensor de omegas. Hay lugares por ahí, refugios, viviendas de
apoyo. En algún lugar, Sammy y tú estarían a salvo, y tendrías la
oportunidad de volver a ponerte de pie.

Una sensación de calidez brotó en el pecho de Daniel ante las


amables palabras del alfa.

—¿Harías eso por nosotros?

—Por supuesto. Todos merecemos una mano amiga.

Daniel tragó saliva y preguntó:

—¿Sería más fácil para ti si nos fuéramos? Tendrías tu casa para ti


mismo y no tendrías un cachorro que te despertara al amanecer cada
mañana.

Thorn sacudió la cabeza.

—Si quisieras irte, eso sería una cosa. Pero Sammy realmente está
saliendo de su caparazón aquí. No parece correcto moverlo de nuevo tan
pronto. Además, estoy disfrutando de la compañía. No me había dado
cuenta de lo enfermo que me estaba poniendo de mirar las mismas cuatro
paredes día tras día. Es bueno tener a alguien más con quien hablar.

Daniel no pudo ocultar su sonrisa ante eso. Thorn quería que se


quedaran. No solo Sammy, sino también él.

—Además, eres un cocinero increíble. ¿Quién sabía que la avena


podía saber tan bien?

Daniel no solo se iluminó, sonrió al alfa. Harrison nunca había dicho


nada bueno sobre su cocina. Le gustaba retorcerle una o dos clavijas cuando
podía. O enfrentarlos a Jaxon y a él en competencia. Thorn parecía
genuinamente complacido por su esfuerzo. Tal vez simplemente no conocía
nada mejor.

—Podría cocinar más. —Solo había hecho una comida aquí y allá.

—Te enfocas en la curación, ¿recuerdas? Es posible que necesitemos


que Brax revise tus costillas después de todo lo que corriste esta noche.

Daniel tragó saliva ante eso. No estaba seguro de estar listo para
encontrarse con el líder de la manada de Thorn. ¿Y si decidiera que quería a
Daniel para sí mismo? ¿O qué pasa si lo reconociese de alguna manera?
Harrison era amigo de otros líderes de manada. Nunca antes había
escuchado el nombre de Brax, pero eso no significaba que no se conocieran.

—No me duelen mucho. Estoy seguro que no necesitamos molestarlo.

Thorn lo miró atentamente y Daniel sintió que el alfa sabía lo que


estaba pensando.
—Le gustaría conocerlos. ¿Por qué no os llevo allí mañana? Brax
puede mirar tus costillas, asegurarse que estén sanando bien. Y puedes
conocer a Oliver, y Sammy puede jugar con los otros niños.

Daniel tampoco estaba seguro de esa última idea. Los otros cachorros
en la manada de Harrison siempre habían intimidado a Sammy. Cuando
Daniel intentó intervenir, Harrison lo detuvo. Le había dicho que era un
desarrollo de carácter. Daniel no lo creyó ni por un momento.

—Yo...

—No tenemos que decidirlo ahora. Si no estás preparado, puedo


pedirles que vengan aquí. Solo Brax y Oliver. Puede ser más fácil manejar
dos que una multitud. Aunque sé que los demás sienten curiosidad por ti.
Les gustaría conocerte.

Tal vez sería mejor terminar todo de una vez. Y si fueran allí en lugar
que vinieran aquí, Sammy y él aún tendrían un refugio seguro en la casa de
Thorn.

—Tienes razón. Deberíamos encontrarnos con ellos. Nos quedamos


en las tierras de la manada, comiendo la comida de la manada. No sería
correcto no hacerlo.

—A Brax no le importa eso. Él no es realmente un fanático de ese


tipo de cosas. Simplemente le gusta conocer gente. Si los dos os vais a
quedar durante un poco más de tiempo, sería bueno que los demás os
conociesen, y que vieran que hay más en esta manada que un Centinela
antisocial gruñón.

Daniel se rió de eso.


—No creo que se suponga que seas tan amable con los omegas
extraños que invaden tu casa, duermen en tu cama, comen tu comida y te
dejan con la mayor parte del cuidado de su niño durante una semana.

Thorn sonrió abiertamente.

—Sí, sois bastante similares a Ricitos de Oro, ¿no es así? —Extendió


una mano y tiró de un mechón de cabello de Daniel.

—¿Eso te convierte en un cambiaformas oso, entonces?

—¿No lo puedes adivinar?

Daniel se mordió el labio, considerando la pregunta.

—No es un oso. Algo más. Alto, orgulloso, vigilante.

La sonrisa de Thorn se desvaneció.

—Cierto en todos los aspectos. —Miró su reloj—. Hora de dormir,


creo.

—¿No vas a terminar de patrullar?

El alfa sacudió la cabeza.

—Saldré mañana. Después de visitar la casa de la manada. —Llevó


sus tazas hacia el fregadero mientras Daniel se ponía de pie y trastabillaba
hacia la puerta.

—Buenas noches, Thorn.

—Buenas noches, Daniel. Dulces sueños.


Capítulo 15
Thorn llamó a Brax esa mañana para organizar su visita. Decidió
mantenerlo breve, ya que Daniel parecía tan vacilante y era probable que se
cansara rápidamente. Sammy era un asunto completamente diferente, y se
preguntaba cómo se las arreglaría el cachorro para volver allí. No había
visto gran parte del lugar en su primera visita, estaba demasiado ocupado
aferrándose a Thorn por su querida vida.

—Nos dirigiremos hacia allí una vez que hayamos terminado de


desayunar —le dijo a Daniel.

No tenían ganchas de avena, sino panqueques hechos con avena, que


era una forma ingeniosa de hacer algo diferente con los mismos
ingredientes. La cocina de Daniel continuó creciendo en la estimación de
Thorn, y Sammy no fue el único que limpió su plato.

—¿Estás seguro que no les importará que vayamos así? —le preguntó
Daniel mientras se acercaban. Thorn había considerado conducir, pero
decidió que el ejercicio podría ayudar a Daniel a aliviar parte de su ansiedad
por la visita.

—Nos están esperando. Además, les gustan las visitas. La mayor


parte del tiempo, de cualquier manera. —Y estaban particularmente
curiosos acerca de Daniel, dadas las circunstancias bajo las cuales Thorn
había encontrado a Sammy. Thorn sabía que Kira estaba ansiosa por ver al
padre y al hijo interactuar.
No les había contado sobre el intento de Daniel de escapar con el
cachorro. En verdad, temía que quisieran tomar medidas drásticas para
evitar que eso volviese a ocurrir hasta que estuvieran seguros que Sammy
estaba a salvo con Daniel. Thorn sospechaba que era probable que
erosionara la confianza de Sammy y Daniel en ellos, la cual ya era frágil en
el mejor de los casos.

La casa apareció a la vista y Daniel emitió un pequeño sonido de


sorpresa.

—¿Qué?

—No se ve como esperaba.

Thorn lo miró perplejo.

—¿Qué estabas esperando?

—Menos como una casa grande y vieja y más como una... fortaleza.

Thorn estaba perplejo por eso, pero hizo todo lo posible por
explicarlo.

—Esta era la casa familiar de Brax. Originalmente era una casa de


manada. De una de las últimas manadas en el condado. Parece apropiado
que se haya convertido en la casa de la manada una vez más.

Fueron hacia la puerta principal y Thorn los dejó entrar al pasillo,


haciendo mucho ruido para advertir a los demás que estaban allí. Escuchó
pasos que se acercaban y le dio a Daniel su sonrisa más tranquilizadora. La
mirada nerviosa que recibió a cambio no hizo mucho para calmar su
preocupación.

Oliver fue el primero en aparecer, un cachorro retorciéndose en sus


brazos.

—Buenos días —dijo—. Acabamos de terminar de desayunar.


Algunos de los pequeños decidieron que tirar su comida era preferible a
comerla, por lo que la limpieza está tardando un poco más de lo normal.

Les sonrió, su mirada se posó en Sammy que estaba en los brazos de


Daniel, silencioso y con los ojos muy abiertos. Daniel no estaba mucho
mejor, por lo que Thorn podía ver.

—Oliver, este es Daniel, y ya conociste a Sammy. Daniel, este es


Oliver, el defensor de nuestra manada y el compañero de Brax.

Se sorprendió cuando Daniel logró tartamudear un saludo que sonó


terriblemente formal.

—Agradezco a su manada por cuidarnos en nuestra hora de


necesidad.

Oliver parpadeó ante eso, mirando a Thorn y luego otra vez a Daniel.

—Estábamos felices de ayudar. —Les indicó que pasaran—. No es


necesario pararse en la ceremonia. No somos ese tipo de manada. ¿Ya
comisteis?

Cuando Daniel no respondió, Thorn respondió por él.

—Daniel hizo panqueques de avena. Estamos llenos.


—Suena delicioso. ¿Te gusta cocinar, Daniel?

—Sí —dijo el omega—. Me gusta mucho.

Thorn siguió el ritmo de Daniel mientras seguían a Oliver por la casa.


Se dirigían hacia la sala de estar.

—Solo hay unas pocas personas aquí para conocerte. No queríamos


abrumarte con todos a la vez. Eric tiene más o menos la edad de Sammy.
Hay otros dos niños un poco más jóvenes y una gran cantidad de niños
pequeños y bebés, pero él puede verlos más tarde.

Daniel sostuvo a Sammy un poco más cerca cuando Oliver abrió la


puerta de la sala y los hizo pasar adentro.

Thorn entró primero, relajándose cuando vio que realmente habían


mantenido al grupo pequeño. Josh estaba allí, al igual que Zane y Kira. Eric
estaba jugando con algunos juguetes en el piso, y apenas levantó la vista
cuando entraron.

Oliver hizo las presentaciones mientras Thorn se quedaba cerca de


Daniel y Sammy. Sammy no reaccionó demasiado bien al ver a muchos
extraños, acurrucándose cerca de Daniel antes de decidir cubrir sus apuestas
extendiendo la mano y agarrándose a la camisa de Thorn.

—Oye, ya —dijo Thorn—. No hay nada qué temer, Sammy. Estos


son mis amigos. ¿Vendrás a saludar?

Tomó un poco de persuasión, pero Thorn logró que Sammy se sentara


en su regazo cuando Daniel y él se sentaron en el sofá.
Oliver le preguntó a Daniel cómo se sentía y si se estaba
acomodando. Kira hizo algunas preguntas generales sobre Sammy. Thorn
podía ver que estaba ansiosa por preguntar más, pero no quería hacerlo
frente al cachorro. Sintió que eso era lo correcto. Sammy podría ser
pequeño y estar nervioso, pero eso no significaba que no estuviera
escuchando cada palabra.

Daniel respondió a sus preguntas con el aire de alguien temeroso que


una palabra incorrecta condujera al desastre. Su nerviosismo era tan
evidente que Oliver cambió de rumbo por completo, contándole todo sobre
los orígenes de la Casa Omega. Thorn sintió que Daniel se relajaba a su
lado, centímetro a centímetro. Y a medida que se calmaba, Sammy también.
Cada vez más, la atención del cachorro se dirigía a Eric, que todavía jugaba
cerca.

—¿Quieres jugar también? —le preguntó Kira, viendo lo fascinado


que estaba.

Sammy asintió con timidez, apartándose del regazo de Thorn y


echándose al suelo. Dio dos pasos hacia Eric, luego miró a Daniel y Thorn
con ansiedad. Ambos lo alentaron.

—Estaremos aquí —le dijo Daniel—. Ve a jugar.

Todos los adultos en la habitación intentaron fingir que no estaban


observando de cerca a los dos niños mientras Sammy se sentaba en el piso
junto a Eric.

—Eric, muéstrale a Sammy tu tren —dijo Kira.

El niño sonrió a Sammy, luego empujó el tren por la vía.


—Ahora tú —dijo, agarrando la mano de Sammy y mostrándole
cómo empujar el juguete.

Sammy se echó a reír cuando sonó la bocina del tren y lo soltó,


observando a Eric cuidadosamente.

—También hay coches —dijo Eric—. Podemos competir con ellos.

Thorn dividió su atención entre vigilar a Sammy y mirar a Daniel.


Había una expresión de alivio en la cara del omega, sus hombros se
hundieron cuando escuchó a Sammy reír.

—Es bueno ver a los niños divertirse, ¿no? —dijo Kira.

La respuesta de Daniel fue tan silenciosa que todos se esforzaron por


escucharla.

—Sí. Sammy no se ha divertido lo suficiente en su pequeña vida.

—Bueno, entonces deberíamos hacer que esto sea algo normal


mientras él está aquí. Lo tomaremos con calma, le presentaremos a los
demás uno por uno y dejaremos que los mida. Puedes quedarte con él, si
quieres. Pero siempre hay algunos adultos cerca, vigilando las cosas. Tienes
que tener cuidado con los niños. A veces pueden formar sus propias
pequeñas manadas. —Estaba sonriendo cuando lo dijo, pero Daniel asintió
con una expresión seria en su rostro.

—Sammy ha sido intimidado por niños mayores antes. Ellos lo


atacaban.
—Bueno, aquí no sucederá. Los niños aprenden a jugar juntos en
nuestra manada, no a pelear —dijo Oliver.

La puerta se abrió y entró Brax, Cole pisándole los talones. El cambio


en Daniel a la llegada de los alfas fue sorprendente. Se encorvó, sentándose
justo en el borde de su asiento, sus ojos moviéndose entre los alfas y
Sammy. Llamó al cachorro en voz baja, su voz tensa, y Sammy estuvo a su
lado al instante. El cachorro se aferró a Daniel mientras miraba preocupado
a los recién llegados.

—Daniel, Sammy, este es Brax, nuestro líder. Y Cole, uno de nuestros


protectores.

Daniel abrió la boca para hablar, con lo que Thorn supuso que sería
otro saludo rígidamente formal, pero Brax llegó primero.

—Es realmente bueno verte de un lado a otro, Daniel. Y encantador


ver por un momento el rostro de Sammy. ¿Cómo se sienten tus costillas?

Daniel parecía sorprendido por la manera casual del saludo de Brax.

—Mucho mejor, gracias. Yo... Nosotros...

—Daniel está muy agradecido con la manada por cuidar de Sammy y


él —dijo Thorn cuando las palabras del omega vacilaron.

Se agachó y levantó a Sammy en su regazo, dándole a Daniel una


palmadita tranquilizadora en el hombro.

—Los dos son muy bienvenidos —dijo Brax—. Nos alegramos


cuando apareciste, Daniel. Es bueno saber que Sammy no estaba tan
perdido y solo como parecía.

Daniel asintió, tomando la manita de Sammy entre las suyas.

—Solo le estábamos diciendo a Daniel cómo debería traer a Sammy a


jugar durante el día. Estoy seguro que él y los otros cachorros se llevarían
bien —dijo Oliver.

Solo así, la conversación pasó a otras cosas. Daniel se mantuvo tenso


a su lado, observando a los dos nuevos alfas como un ratón que sabía que
había un halcón en el cielo, pero Sammy no parecía tener el mismo miedo.
Después de unos minutos, comenzó a retorcerse en el regazo de Thorn, y
Thorn lo soltó. Corrió directamente hacia donde Eric todavía estaba
jugando, decidido a unirse de nuevo. Thorn vio a Daniel inclinarse hacia
adelante, listo para llamarlo y puso una mano sobre su brazo.

—Que se divierta un poco, se lo ha ganado. Está a salvo aquí, Daniel.


Tienes mi palabra.

Daniel dudó antes de sentarse en su asiento con un lento asentimiento.

Duke entró con Jack unos minutos más tarde, el niño corriendo para
unirse a los otros dos mientras los adultos hablaban sobre los planes para un
viaje a los establos de Cole más tarde esa semana. Siguió una conversación
ruidosa y entusiasta. Thorn se unió de vez en cuando, pero estaba distraído
mirando a Daniel y Sammy. Oliver y Josh se habían llevado a Daniel a un
lado, los tres hablando en una esquina de la habitación. Daniel permaneció
en silencio la mayor parte del tiempo, asimilando todo, aunque respondió
cualquier pregunta que le hicieron.
Casi dos horas después de su llegada, Thorn vio a Sammy cansado y
pudo ver que Daniel también estaba perdiendo fuerza. Le tocó el hombro.

—¿Listo para regresar?

Recibió un asentimiento como respuesta cuando Daniel se levantó y


fue a buscar a Sammy. El cachorro se alborotó un poco cuando Daniel le
habló, pero se dejó llevar y lo llevó a la puerta.

—Gracias por invitarnos, chicos —dijo Thorn—. Os veremos pronto.

Tomó a Sammy de los brazos de Daniel tan pronto como estuvieron


afuera, sabiendo que las costillas de omega no necesitaban la tensión de
llevarlo hasta su casa.

Mientras caminaban de regreso a la casa, le echó a Daniel una mirada


de reojo.

—Entonces, ¿qué te parece?

Daniel había pasado de nervioso ha sorprendido, pero Thorn no


estaba muy seguro de por qué.

—Todos fueron muy amables —dijo—. Y sus omegas, Oliver y


Josh... fueron muy solidarios.

—¿Creías que no lo serían? —preguntó Thorn, desconcertado.

Daniel se encogió de hombros tímidamente.

—Pensé que pasarían todo el tiempo atacándose unos a otros y


compitiendo por la atención de los alfas. Pero no fue así en absoluto.
—Espero que no —dijo Thorn—. Tal vez sea así en otras manadas,
pero no en la nuestra.

Daniel se tensó ante eso, y Thorn se preguntó qué había dicho mal.
Pero el momento pasó y Daniel le sonrió.

—Sammy se divirtió mucho, ¿no?

—Uh-huh —dijo el cachorro, con la cabeza sobre el hombro de Thorn


—. ¿Jugar con Eric y Jack otra vez?

—Podemos ir el sábado, si quieres. Brax nos invitó a almorzar.

Thorn observó la reacción de Daniel a la invitación. Hubo una breve


mirada de pánico antes que el omega suspirara.

—Eso es muy amable de su parte. ¿Tal vez podría cocinar algo para
llevar?

—No tienes que hacerlo —dijo Thorn de inmediato—. Pero si


quieres, seguro. Hazme saber lo que necesites.

Daniel le sonrió.

—¿Les gusta la comida picante? Conozco una receta...

Thorn se encontró sonriéndole al omega mientras Daniel hablaba


entusiasmado sobre la comida y la manada. No estaba seguro de por qué el
omega encontraba una sorpresa la simple amabilidad, pero lo hizo más
decidido a demostrarle que no todos eran como las personas de su pasado.
Capítulo 16
Daniel se encontró de regreso en la casa de la manada antes de lo
esperado, invitado por Oliver. Esta vez fueron solo los omegas y los
cachorros. Sammy estaba feliz de jugar con Eric una vez más, corriendo
para unirse a su nuevo amigo. Daniel lo siguió, esperando hasta estar seguro
que el cachorro se había acomodado antes de volver a sentarse con Oliver y
Josh. Fue solo entonces que se dio cuenta de algo extraño sobre Josh. Había
estado tan ansioso el día anterior que debió habérselo perdido.

—¿Qué? —preguntó Josh, atrapándolo mirándolo fijamente.

—Nada, perdón. Solo... te ves muy familiar.

Josh sonrió abiertamente.

—Nos conocimos ayer, ¿recuerdas?

—No, quiero decir, siento que te he visto antes.

La sonrisa de Josh se ensanchó, y Daniel sintió un repentino aumento


de ansiedad. ¿Qué pasa si la conexión fue a través de su manada? Pero esa
preocupación se desvaneció casi instantáneamente ante la explicación de
Josh.

—Actué un poco antes de unirme a la manada. Probablemente por eso


parezco familiar.

Daniel giró la cabeza hacia un lado, sus ojos se agrandaron cuando lo


descubrió.
—Espera, ¿eres Joey Karsley?

—El único y el mismo. Aunque actualmente soy Josh.

—¿Y dejaste de actuar para unirte a la manada?

Daniel se preguntó si la decisión de Josh de unirse a la manada había


sido similar a la suya, la elección de otra persona forzada sobre él.

—Actuar nunca fue algo que realmente disfruté. Vine aquí y conocí a
Cole y...

—¿Fue amor a primera vista?

—Más bien como aversión mutua. El amor vino después.

A pesar de la sonrisa de Josh, Daniel tuvo la sensación que realmente


no estaba bromeando.

—¿Entonces no lo añoras? ¿Ser una estrella de cine?

—Ni siquiera un poco —admitió Josh—. Pero todavía recibo mucha


atención a través de mi trabajo para la manada.

—¿Oh? ¿Qué haces?

Thorn le había explicado el trabajo de Oliver, que parecía importante,


pero había asumido que era una excepción. No tenía idea que los omegas
pudieran tener roles en la manada más allá de ser un compañero y un padre.

—Estoy tratando de elevar nuestro perfil y llamar la atención sobre


los derechos de las manadas. Tiene sus altibajos.
—No entiendo. ¿Por qué harías eso?

Josh parecía dividido entre el desconcierto y la irritación ante la


pregunta. Oliver intervino, respondiendo antes que pudiera.

—Bueno, las manadas no tienen exactamente una audiencia justa en


los medios. Y se están impulsando leyes que nos restringirían injustamente.
Necesitamos cambiar los corazones y las mentes para detener eso, lo que
significa que las personas necesitan ver la realidad de las manadas como la
nuestra.

Daniel pensó que, si la gente veía la realidad de la manada de


Harrison, querrían encerrarlos y tirar la llave.

—¿Ese es tu papel en la manada? Además de ser el compañero de


Cole, por supuesto.

Eso era lo más importante. Los omegas apoyaban los roles que
jugaban los alfas.

—Ese es más mi papel no oficial. Oficialmente, soy el guardián de la


manada. Me aseguro que los alfas jueguen bien juntos.

Daniel parpadeó ante eso.

—¿Estás durmiendo con todos ellos?

Hubo una pausa antes que Josh y Oliver se echaran a reír.

—No —dijo Oliver, tratando de calmarse—. Los roles de la manada


no tienen nada que ver con el sexo. El sexo es entre compañeros. Los roles
son parte de la jerarquía de la manada.
Harrison lo explicó de manera muy diferente. Le había dicho a Daniel
una y otra vez que el papel de un omega en la manada era el sexo. Los
diferentes roles dependían de con quién estaba teniendo relaciones sexuales
ese omega. Le había impresionado lo afortunado que era de ser el segundo
compañero del Alfa de la manada.

—Oh. No me di cuenta.

Se sintió enrojecer al darse cuenta de lo estúpido que debía sonar a los


dos omegas. ¿Qué pensarían si supieran que él también había formado parte
de una manada, pero que su papel no había sido más que calentar la cama
para su líder alfa cuando se aburrió de su primer compañero?

—¿Por qué lo harías? —dijo Oliver calurosamente—. Pero esa es


exactamente la razón por la que necesitamos crear conciencia sobre las
manadas. Demasiada gente tiene la idea equivocada. Nos ven como cultos o
lugares donde se alienta el comportamiento aberrante. Queremos que nos
vean como somos: una familia, unida por la manada, no por la sangre.

Parecía mucho más agradable que la manada de Harrison desde el


exterior. Mucho más civilizado. Y no había señales de la competencia entre
omegas que había visto de primera mano entre Jaxon y los demás.

—Ollie, ¿podemos jugar afuera? —preguntó Eric.

Esa fue la señal para que se mudaran al jardín, llevando mantas y


juguetes.

Daniel se sentó en una manta, uno de los cachorros de Josh en su


regazo, y observó a los niños jugar. Pasó una mano por las espinas del
pequeño erizo y lanzó una mirada burlona a Josh.
—¿Eres un cambiaformas erizo?

Josh sonrió ante eso.

—Sí. Finalmente lo he aceptado después de años de ocultarlo. Eres un


leopardo, ¿verdad? Igual que Sammy.

—Justo.

—Interpreté a un leopardo una vez. En esa película sobre el príncipe


que es arrojado de su caballo y cae al río. Hubiera dado cualquier cosa en
ese entonces para ser realmente un cambiaformas leopardo.

—No es tan especial —murmuró Daniel. Claro, el erizo era un poco


inusual, pero pensó que era agradable ser diferente, ser pequeño.

—Pero la gente lo respeta, más de lo que respetan a los erizos.

—No creo que eso sea tan cierto ahora como solía ser —intervino
Oliver.

—No puedes hablar —bromeó Josh—. Eres un zorro.

Los dos comenzaron a discutir, pero no había acaloramiento, ni


malicia. Daniel fue distraído cuando vio a dos personas caminando por el
bosque con un niño pequeño. El niño era Jack, y con él estaba su padre,
Duke. ¿Pero quién era ese otro hombre?

—Ese es Corin —dijo Oliver suavemente, siguiendo la mirada de


Daniel—. Era el compañero omega de Duke. Dejó a Duke por otro alfa y se
llevó a Jack con él. El alfa no era trigo limpio, y Corin terminó en
problemas con la ley.
—Duke es un buen tipo —agregó Josh—. Logró ver más allá de su
dolor e ira y le pregunté a Oliver si podía ayudar a Corin. Oliver lo sacó de
la cárcel y volvió a ponerse de pie.

—¿Y han vuelto juntos? —preguntó Daniel.

—Han estado reintroduciendo lentamente a Corin en la vida de Jack


—explicó Oliver—. En cuanto a Duke y Corin... no sé si eso es algo que se
pueda reparar.

—Ciertamente pasan tiempo juntos —dijo Josh—. Pero hay muchas


heridas que sanar.

Daniel no podía imaginar a Harrison llevándolo de regreso si lo


dejaba por otro alfa. De hecho, estaba seguro que lo mataría a él y a
cualquier alfa con el que se enfrentara. Pero Harrison estaba lejos, sin saber
dónde estaban. No podía lastimarlos, no ahora.

Sammy se acercó en su forma de leopardo, bostezando ampliamente.

—Creo que alguien está listo para una siesta —dijo Daniel,
levantándolo en sus brazos y buscando su ropa desechada—. Debería
llevarlo de vuelta.

—Ven a visitarnos de nuevo —alentó Oliver—. Mañana o pasado


mañana.

—Me encantaría —dijo con timidez—. Gracias.

Su manada no se parecía en nada a la de Harrison. Lejos de querer


alejarse lo más posible de ellos, Daniel tenía curiosidad por saber más.
¿Quién era la manada de Thorn y cómo habían llegado para estar aquí?

Reflexionó sobre eso y lo que ya le habían dicho mientras caminaba


de regreso a la casa. Sammy dormía profundamente en sus brazos, la cara
del pequeño leopardo metida en su cuello. Cuando la casa apareció a la
vista, Daniel se dio cuenta de algo en el bosque, que los sombreó en el
camino. Apretó con más fuerza a Sammy, preparado para correr mientras
miraba a través de los árboles, buscando lo que los seguía.

Era un alce, de pie alto y majestuoso entre los árboles. Daniel se


quedó quieto y observó, curioso de por qué la atención del alce estaba en
ellos. Cuando el animal se acercó, el viento llevó su olor hacia adelante, y
Daniel obtuvo su respuesta.

—Thorn —murmuró.

Se apartó del camino hacia él, y el alce lo golpeó paso a paso,


reduciendo la brecha entre ellos.

—No me di cuenta —le dijo al alfa en voz baja—. Nunca antes había
visto un cambiaformas alce. Eres magnífico.

Era alto y orgulloso, sus astas mostrando su fuerza. El alce se acercó a


ellos, y Sammy se despertó, maullando adormilado cuando extendió una
pata y solo inclinó la nariz del alce.

Daniel estaba preparado para hacer retroceder a Sammy si el alfa se


rompía, pero todo lo que hizo Thorn fue empujar suavemente al cachorro.
Daniel dio un paso atrás para ver mejor la forma animal de Thorn.

—El observador del bosque. Mantiene a su manada a salvo.


Thorn emitió un sonido sordo, y Sammy, completamente despierto
ahora, insistió en ser dejado en el suelo. Corrió alrededor de las piernas de
Thorn, aparentemente ajeno a cualquier peligro potencial que representara
el alfa. Cada vez que Harrison se movía, Sammy corría directamente hacia
Daniel y se aferraba a él, escondiéndose del monstruo que mostraba su
verdadera forma. Simplemente le demostró a Daniel que los dos alfas no
eran iguales. Y si los alfas eran diferentes, también lo eran las manadas.

La nariz de Thorn empujó la mano de Daniel, alejándolo de sus


pensamientos turbulentos.

—¿Podría... tocarte? ¿Eso estaría bien?

Algunos alfas eran inaccesibles en sus formas cambiadas, actuando


como los animales salvajes que imitaban. Harrison había sido así. Más de
una vez, Daniel había terminado con las marcas de las garras para
demostrarlo. En respuesta, Thorn le dio con el hocico a Daniel nuevamente.

Daniel se acercó, extendiendo una mano lentamente. Hubo un temblor


que no pudo ocultar del todo. No le impedía querer hacer esto, querer tocar
a Thorn, conectarse con su majestuosa forma cambiaformas. Los alces eran
distantes, tal como Thorn parecía a veces. Daniel tocó la punta de la nariz
de Thorn, luego se la acarició hasta la cabeza. Rascó detrás de las orejas del
alce, ganándose una oleada de satisfacción cuando el alfa se deleitó en su
toque. Daniel dio un paso a un lado y pasó la mano por el costado de Thorn.
Podía sentir la fuerza del alfa debajo de su palma.

El alfa se volvió y le dio con el hocico a Daniel, señalando hacia


donde Sammy estaba jugando cerca.
—Yo... no entiendo.

El alce lo hizo de nuevo, atrapando la manga de Daniel entre sus


dientes y tirando suavemente.

—Oh, ¿quieres que cambie también?

Daniel dudó solo un momento antes de deslizarse detrás de un árbol y


quitarse la ropa. No era como si Thorn no hubiera visto ya su forma de
cambio. ¿Qué tenía que esconder?
Capítulo 17
Thorn siempre tenia cuidado cuando había cachorros alrededor. Ser el
Centinela de la manada lo hacía hipercuidadoso de todos modos, pero eso
se duplicaba cuando estaba en su forma de alce y había pequeños debajo de
sus pies. Al principio, pensó que Daniel no se iba a unir a ellos, pero luego
el omega lo hizo. Valió la pena ver cómo la cara de Sammy se iluminó de
emoción mientras corría hacia su padre. Los dos se olieron el uno al otro, y
Daniel hizo un intento poco entusiasta de peinar un poco del pelaje
descuidado de Sammy antes que el cachorro se lanzara bajo las piernas de
Thorn para escapar. Daniel esperó un momento antes de perseguirlo,
rodeando las piernas de Thorn mientras acechaba al cachorro. A Sammy
claramente le encantaba ser perseguido mientras el pequeño cachorro
chillaba y escapaba, corriendo de un lado a otro. Siempre volviendo a usar
Thorn como escudo.

Tanto él como Daniel se sorprendieron cuando Sammy saltó al aire y


logró aferrarse al lado de Thorn. Thorn, temeroso que el cachorro perdiera
el control y se cayera, cayó de rodillas en el suelo. Sería un aterrizaje más
suave si el cachorro perdiera el control. Pero Sammy no parecía interesado
en bajar, sino que subió más alto y se acomodó en medio de la espalda de
Thorn. El cachorro se acurrucó fuertemente y Thorn dejó escapar un bufido
de diversión.

Daniel se acercó, mirando a Thorn con cautela. Thorn sospechaba que


estaba preocupado que Sammy lo estuviera molestando. Gruñó suavemente
y se relajó contra el suelo, haciendo todo lo posible para mostrarle a Daniel
que no tenían nada que temer.
Daniel se puso de pie junto a su cabeza, agachándose en el suelo.
Agachó la barbilla y le dio con el hocico debajo de la cabeza a Thorn. Fue
un gesto muy sumiso, y al principio, Thorn pensó que lo hizo por miedo.
Pero no había nada más en el lenguaje corporal del leopardo que sugiriera
que tenía miedo. De hecho, fue todo lo contrario. Daniel parecía más
tranquilo de lo que había estado desde que había llegado. Tal vez finalmente
estaban progresando.

Cuando Daniel se sentó en el suelo junto a él, Thorn no intentó


disuadirlo, feliz con el omega acurrucado más cerca. Mira, esto no iba tan
mal. Eran solo un alfa, un omega y un cachorro, disfrutando del bosque de
la manada. No había nada que temer, y mucho menos él.

Sammy no se quedó quieto durante mucho tiempo. Thorn lo sintió


moverse de espaldas, inquieto, y luego se arrojó sobre Daniel. Thorn se
volvió para mirar, volviendo a la forma humana mientras los leopardos
rodaban por el claro, persiguiéndose y saltando el uno sobre el otro. Daniel
fingiría no ver a Sammy arrastrándose sobre él y luego saltar de miedo. La
mayoría de las veces, eso también asustó a Sammy, y Thorn se encontró
riéndose de las payasadas del cachorro mientras jugaba.

***

El sueño no llegó esa noche, y después de algunas horas de intentar


forzarlo, se rindió y se levantó. Tenía algunos proyectos sobre la marcha,
pero la mayoría de ellos eran demasiado ruidosos para la noche. No quería
un cachorro gruñón o un omega demacrado en sus manos al día siguiente.
Se sentó en su mesa de trabajo y sacó los juguetes que había estado
haciendo de su caja. Casi había terminado con la talla de un leopardo. Solo
necesitaba unos toques finales, un poco de lijado y un pulido. Una vez que
se hubiera secado, se lo daría a Sammy. El alce era un poco más intrincado.
Tenía que tener cuidado con cómo hacía las cornamentas para que no fueran
peligrosas. No creía que Daniel apreciara que le diera a Sammy un juguete
con puntas afiladas y puntiagudas.

Estaba frotando un filo liso cuando se dio cuenta que no estaba solo.

—¿No puedes dormir tampoco? —preguntó en voz baja. Dio unas


palmaditas en la silla junto a él, feliz cuando Daniel se deslizó en el asiento.

—Tuve un sueño, una pesadilla, sobre Sammy. Quería asegurarme


que estaba bien.

Thorn echó un buen vistazo al omega, no le gustó lo pálido que


estaba.

—Él está bien. Cayó como un tronco en el momento en que su cabeza


golpeó la almohada. Ser joven y despreocupado, ¿eh?

—No siempre ha sido despreocupado. Pero ahora lo es, aquí, contigo.

—Lo está haciendo mejor —acordó Thorn—. Especialmente desde


que llegaste.

—Lo devolviste a la forma humana. No pude hacer eso, incluso


después de meses de intentarlo.

Era difícil escuchar a Daniel admitir eso.

—No creo que fueras el problema. El entorno tiene mucho que ver
con eso, o eso me dice Kira. Y parece que las cosas no estaban tan bien
dónde estabas antes —insistió Thorn suavemente, sabiendo que Daniel se
callaría si empujaba demasiado fuerte.

—No era lugar para un niño —acordó Daniel y luego se calló.

Thorn esperó, esperando que el omega pudiera decir más, pero Daniel
guardó silencio. Entonces, Thorn le mostró lo que estaba haciendo.

—Pensé que a Sammy le vendrían bien algunos juguetes más: un


leopardo, un alce. ¿Quizás tener juguetes de cosas con las que pueda
identificarse sería bueno para él?

Daniel tomó el leopardo en sus manos, girándolo una y otra vez.

—¿No te gusta? —preguntó Thorn, cuando el omega no dijo nada.

—Sí. —Daniel sonaba ahogado, y Thorn miró hacia arriba,


sorprendido de ver lágrimas en las mejillas del omega—. Es hermoso y
muy, muy detallista. A Sammy le encantará. Le encanta jugar imaginando
sus propias fantasías.

Las palabras de Daniel estaban en desacuerdo con sus lágrimas.

—No quise molestarte —le dijo Thorn, preocupado de haber metido


la pata.

—No lo hiciste —le prometió Daniel, sollozando—. Me acabas de


hacer feliz, eso es todo. Nadie ha hecho eso en mucho tiempo.

—Oh, bueno, está bien entonces.


—Está más que bien —dijo Daniel, frotándose los ojos con las manos
—. Gracias, Thorn. Y no solo me refiero a los juguetes. Has hecho mucho
por nosotros.

—Pensé que habíamos hablado sobre todo el asunto de los


agradecimientos —bromeó Thorn.

—Lo hicimos pero... no lo he dicho lo suficiente.

Sin saber qué hacer, simplemente tanteando la situación, Thorn


extendió la mano y cubrió la mano de Daniel con la suya.

—Me alegra que estés aquí y que los dos estén contentos. No pensé
que alguien pudiera seguir viviendo conmigo durante tanto tiempo. No me
llamo Thorn[1] sin motivo.

Hubo una breve pausa antes que la curiosidad de Daniel lo venciera.

—¿Por qué te llaman Thorn?

—Es un apodo, del ejército.

—Sí, pero ¿por qué Thorn?

Thorn sintió que su rostro se enrojecía pero respondió de todos


modos.

—Nuestro instructor de combate cuerpo a cuerpo solía decirme que


era una espina en su costado. La mayoría de nuestros otros instructores me
dijeron que era una molestia, así que supongo que podría haber sido peor.

Daniel rió.
—Thorn te queda bien. Aunque no eres tan malo como todo eso.

—¿No? —Thorn le devolvió la sonrisa—. Me alegra oír eso.

[1] Espina.
Capítulo 18
Después de unos días de visitas cortas a la casa de la manada con
Sammy, a Daniel lo invitaron a pasar la mañana con Oliver, Josh y todos
sus cachorros. Los niños mayores estaban en la sala de juegos al lado con
Kira y Alice, y Sammy corrió ansiosamente para unirse a ellos. Durante un
primer momento, Daniel rondó ansiosamente cerca de la puerta,
manteniéndolo vigilado.

—Lo pondrás nervioso, dando vueltas por la puerta así —dijo Josh—.
Si él ve que estás feliz y relajado, él estará feliz y relajado.

Con una última mirada a su cachorro, Daniel fue a sentarse con los
demás.

—Tienes razón. Simplemente no puedo evitarlo.

—No es fácil dejarlos fuera de su vista en un lugar nuevo —dijo


Oliver amablemente—. Algunos días, ni siquiera quiero dejar a la manada
con ellos. Si pudiera mantenerlos aquí para siempre, envueltos en algodón...

—Qué vida tan aburrida llevarían —bromeó Josh—. No se puede


hacer nada divertido envuelto en algodón. Y hace tanto calor todo el
tiempo.

Daniel se echó a reír, haciéndole cosquillas a uno de los cachorros


que se arrastraba sobre su regazo, con la intención de acechar a su hermano.
—No puedo creer que tengáis tantos hijos. ¿Cómo se hace un
seguimiento de todos ellos? Uno es lo suficientemente difícil.

—No es tan malo —dijo Oliver—. La mayoría se mantienen juntos. Y


hay tanta gente alrededor para ayudar, siempre hay alguien mirando. Casi
siempre.

—Es un poco diferente para Cole y yo, en los establos —dijo Josh—.
Pero solo tenemos tres, así que eso lo hace más fácil. Y permanecen juntos,
la mayoría de las veces.

Fue extraño escuchar cómo los dos omegas se hablaban entre sí. En la
manada de Harrison, se habían estado enfrentando constantemente,
haciendo todo lo posible para mostrar a los demás o llamar la atención de
los alfas. Daniel, por otro lado, había hecho todo lo posible por no ser
notado. Pero eso acabó por convertirlo en su objetivo. Cuando querían
sentirse mejor consigo mismos, era fácil molestarlo.

—Debe haber sido aterrador estar separado de Sammy —dijo Oliver


en voz baja.

Daniel agachó la mirada y la vergüenza se apoderó de él.

—Debéis pensar que soy un padre terrible.

—No —dijo Josh de inmediato.

La respuesta de Oliver fue más lenta, pero sus palabras fueron


amables.
—Thorn nos explicó tu difícil situación. Creo que no querías que
Sammy se quedara solo.

—No, nunca. Pero había muy poco tiempo y no podía dejar que...

Se obligó a callar.

—¿No podías dejar que se lo llevaran?

—Es mi cachorro. Me pertenece.

—Tienes razón, los cachorros necesitan a sus padres. Y los omegas


necesitan especialmente a sus padres omega.

—Ellos también necesitan un alfa, ¿no? Y no tengo uno de esos.

Esa fue una de las razones por las que su familia se había negado a
dejar que Daniel se quedara con ellos y tuviera a Sammy, y por qué lo
habían enviado de regreso a Harrison. Los cachorros, omega o de otro tipo,
necesitaban a sus padres alfa.

—Sin embargo, debe haber habido un alfa en algún momento —dijo


Josh—. De lo contrario, no tendrías al pequeño Sammy.

—Lo hubo —admitió Daniel—. Pero no fue... él no fue...

Luchó con qué decir sin atrincherarse más en sus mentiras.

—¿Te quedaste embarazado, cortó la relación y escapó?

Daniel levantó la vista para ver comprensión en las caras de ambos


omegas. Odiaba mentirles cuando eran tan amables, pero no podía
arriesgarse a decir la verdad.

—Algo como eso. Se quedó durante un tiempo, pero él... nunca quiso
ser padre.

—Pero estuvo más que feliz de haberte dejado embarazado y dejarte


cargando al bebé. Un caballero encantador —dijo Oliver.

—Realmente no era un buen tipo —dijo Daniel—. Al principio, fue


encantador. Dijo todas las cosas correctas. Pero más tarde, cambió...

—¿Te lastimó?

Daniel asintió lentamente.

—Y usaba a Sammy para hacerme hacer lo que él quería. Pensé que


mi familia me ayudaría a cuidar a Sammy, pero no quisieron. Pensaban que
tenía que volver a mi alfa y arreglar las cosas.

Nunca los perdonaría por eso. Habían visto los moretones, sabían lo
asustado que estaba y todavía llamaron a Harrison para que fuera a
buscarlo.

—Bueno, estás aquí ahora, y también Sammy. Ambos están a salvo,


tienen un techo sobre sus cabezas y comida en sus platos.

Daniel esperó con la respiración contenida mientras Oliver hablaba.


¿Era así? ¿Era allí cuando finalmente le explicarían cuál era la trampa, qué
querían de él?

—Ahora es el momento de pensar un poco. Para decidir qué haréis tú


y Sammy desde aquí. No hay prisa, puedes tomarte tu tiempo. Thorn parece
feliz de tenerte en su casa, pero si eso no funciona, puedes quedarte en la
casa de la manada. Tengo mucha información sobre viviendas protegidas
para omegas y sus hijos. Y hay programas de educación y trabajo en los que
podríamos involucrarte, si quisieras hacer las cosas por ti mismo.

Daniel asintió con entusiasmo ante eso.

—Soy un gran trabajador. Solo quiero la oportunidad de hacer una


vida para nosotros.

—Por supuesto que sí. Sin embargo, por el bien de Sammy, necesitas
algo de estabilidad. Eso no solo significa un lugar para quedarse y una
comida caliente, sino una presencia alfa constante en su vida. En este
momento, es Thorn. Si te vas de aquí, necesitarás a alguien más. Muchos de
los refugios tienen alfas que se ofrecen como voluntarios con los niños,
como hermanos mayores o abuelos. Eso debería llenar ese vacío para ti. Por
lo tanto, no necesitas apresurarte para encontrar otro compañero alfa.
Muchos omegas terminan teniendo problemas para hacer eso, porque
piensan que perderán a sus hijos a favor de los servicios sociales si no lo
hacen.

No se le escapó que Oliver dijo "si" dejaba la manada, no cuándo.

—No lo sabía. Y tienes razón, a Sammy le va muy bien desde que


conoció a Thorn. No lo he visto permanecer en forma humana durante tanto
tiempo en meses. Y ahora se ríe todo el tiempo.

Ya no era el silencioso y asustado leopardo que se escondía ante el


más mínimo sonido de voces elevadas. Porque no había voces elevadas para
esconderse, no aquí.
—No pensé que Thorn lo tuviera en él —bromeó Josh.

Daniel se sintió un poco a la defensiva del alfa.

—Es muy bueno con Sammy. Gentil y amable, pero firme cuando lo
necesita. El padre de Sammy gritaba tanto, y Sammy no podía saber qué
había hecho mal. Nunca es así con Thorn.

—Te gusta —dijo Josh de repente.

Daniel no sabía a dónde mirar. ¿Les molestaría eso? No creía que


fuera digno de unirse a su manada. ¿Tal vez pensaron que tenía planes para
Thorn?

—Ha sido muy bueno con nosotros. No sé cómo le pagaré.

—No está buscando que le paguen —dijo Oliver con firmeza—. Si te


gustara, eso sería diferente.

—Me gusta. Me gusta mucho. Pero no es tan simple.

Harrison aún no los había encontrado, pero eso no significaba que no


lo haría. O que Daniel no se equivocaría y revelaría la verdad.

—¿Por el padre de Sammy? Daniel, un padre ausente, definitivamente


es motivo para anular un vínculo de apareamiento. Podemos presentar una
enmienda al papeleo de vinculación fácilmente.

Daniel levantó la vista hacia Oliver, sorprendido por las palabras del
omega.

—Pero no hubo papeleo. Nunca nos unimos, no oficialmente.


—Bien entonces. Eso lo hace aún más fácil. Sin papeleo significa que
no había fianza. Eres libre de salir con cualquier alfa que elijas.

—Pero Thorn no querría salir conmigo.

Josh se echó a reír.

—¿Has visto la forma en que te mira? Cole dice que ha estado


entusiasmado con tu cocina toda la semana. No se calla al respecto.

Daniel sintió una chispa de calor ante eso, pero aun así...

—Tal vez solo le gusto por mi cocina.

—Y tal vez el camino hacia el corazón de un cambiaformas es a


través de su estómago —dijo Oliver con una sonrisa—. Significa más de lo
que piensas, Daniel. Thorn no es una persona sociable. Si no os quisiera
mucho a ti o a Sammy, no estarías viviendo en la casa con él aún. Ya le
ofrecimos trasladaros a la casa de la manada o a los establos dos veces.
Dice que los dos están mejor donde están.

Daniel no pudo ocultar una sonrisa ante eso. Él también lo sentía.


Quería estar, donde estuviera Thorn. Y Sammy sentía lo mismo. Pero,
¿podría ser realmente tan fácil?
Capítulo 19
Thorn encontró a Brax llevando suministros a la clínica al día
siguiente. Levantó una caja en sus brazos y siguió al alfa adentro.

—Gracias —dijo Brax, quitándole la caja y apilándola con el resto—.


No esperaba verte hoy. ¿No estás de turno?

—Le cambié a Jimmy. Es el cumpleaños de su novia, y quería llevarla


a almorzar.

—Hablando de eso, ¿Oliver mencionó algo sobre ir para el brunch a


la cabaña este fin de semana?

Salieron a buscar más cajas.

—¿Quiénes seremos?

—Oliver y yo, Daniel y tú.

Brax lo observaba de cerca y Thorn tenía una idea de por qué.

—Es por eso que estoy aquí. De eso es de lo que quería hablar.

—¿Del desayuno? —preguntó Brax con un toque de diversión.

—De Daniel.

—Me imaginé que podrías. Daniel ha estado diciendo muchas cosas


buenas sobre ti a Oliver y Josh. Piensan que está un poco enamorado.
—Bueno, no es unilateral.

Brax dejó la caja que llevaba, frunciendo el ceño.

—¿En serio? Pensé que me ibas a pedir consejo sobre cómo


decepcionarlo suavemente. Realmente no parece tu tipo.

—¿Y cuál es mi tipo, Brax?

Siempre había sido alguien solitario, rara vez pasaba más de una
noche con la misma persona, rara vez salía. Desde que se volvió parte de la
manada, incluso las aventuras de una noche se habían convertido en algo
del pasado. Si tenía un tipo hacía mucho que había olvidado cuál era.

—Está bien, tienes razón. Cuando dices que no es unilateral...

—Me gusta. Mucho. Sammy también. Nunca pensé que era el tipo de
persona a la que le gustaría tener niños dando vueltas a su alrededor, pero
con Sammy, es... fácil.

—¿Y para Daniel? ¿Eso también es fácil?

Thorn resopló ante eso.

—Lo contrario, al menos al principio. Estaba tan nervioso que


literalmente saltaba si lo mirara. Pero ahora... le gusta mi atención. —A
Thorn le recordaba a un gato tomando el sol cada vez que lo alababa o lo
alentaba.

Brax recogió su caja de nuevo.


—¿Estás seguro que esto no es una especie de síndrome de
Estocolmo?

—No lo secuestré, Brax.

—Eso no es lo que estoy diciendo. Estaba en una mala situación, salió


de ella y se encontró aquí. De repente, un alfa es amable con él, agradable y
gentil, que obviamente son dos cosas que no espera. ¿Es de extrañar que se
esté volviendo loco?

Thorn sintió crecer su irritación.

—¿Y mis sentimientos? ¿Estás diciendo que tampoco son reales?

—Todo lo que sé es que te has alejado de nosotros desde que nacieron


mis hijos. Ha empeorado desde que Cole se unió a Josh. Es obvio que estás
solo, pero no estoy seguro que la solución sea tomar un omega y un niño
que obviamente han pasado por un momento realmente difícil.

Thorn no quería escucharlo, y la necesidad de darse la vuelta y


alejarse era casi irresistible.

—¿Cómo os demuestro que no es así? Demonios, ¿cómo me lo


demuestro a mí mismo y a Daniel?

Todo lo que sentía parecía real. Pero, ¿qué pasaría si Brax tuviera
razón, y solo fueran dos almas en mal estado enredadas de una manera que
solo terminaría lastimándolas?

—¿Tal vez hablando con Kira al respecto? Y tómalo con calma. No te


apresures a nada. No digo que debas rechazar a Daniel directamente o hacer
que Sammy y él hagan las maletas. Pero no vayas a firmar ningún vínculo
de apareamiento todavía, ¿eh?

—Sí, supongo que tienes razón. Solo han pasado unas pocas semanas,
y la mayor parte del tiempo Daniel apenas me miraba, y mucho menos me
hablaba. Gracias, Brax.

—¿Para qué son los amigos, si no para sacarte la cabeza de las nubes
de vez en cuando? Y para que conste, Thorn, realmente espero que esto
entre tú y Daniel funcione. Me gustaría verte feliz y asentado. Todos lo
hacemos. No es fácil ser nuestro Centinela, ahí fuera solo, cuidando
nuestras espaldas. También te respaldamos, ¿de acuerdo?

—Nunca lo dudé.

***

Daniel llevó a Sammy a la casa de la manada para la hora del cuento


esa noche, y Thorn aprovechó el silencio para salir y patrullar la frontera.
Hacía ronda cada pocos días. Algunas noches, elegía un lugar para sentarse
y observar. Servía para marcar su territorio, su olor a Centinela le decía a
cualquier cambiaforma que se acercara que esto era la tierra de una manada
y estaba protegida. También calmaba la parte de él que estaba
constantemente alerta y buscando peligro. Era el primero en saber si algo
había cambiado y qué podría significar para su manada.

Permaneció en forma humana cuando comenzó a llover,


acomodándose bajo un bosquecillo de árboles mientras escuchaba el
golpeteo de la lluvia y observaba a los animales pasar la noche. Había una
guarida de zorros cerca. Habían tenido cachorros solo unas semanas antes,
pero Thorn aún no los había visto aventurarse en el exterior.

Había estado sentado allí alrededor de una hora cuando escuchó


crujidos en los arbustos cercanos. En alerta, se agachó y se volvió hacia el
sonido.

—¿Thorn?

Se relajó y se puso de pie, viendo la parte superior de la cabeza de


Daniel a través de las hojas.

—Estoy aquí, Daniel.

El omega se abrió paso, llegando para detenerse junto a él.

—Esperaba encontrarte. No estaba seguro de si caminabas por toda la


frontera o no.

—Esta noche, no —dijo Thorn—. ¿Qué pasa? ¿Hay algo mal?

Daniel sacudió la cabeza con una sonrisa tímida.

—No. Solo pensé, ya que hace tanto frío y humedad, que querrás algo
que te calentase.

Se quitó una bolsa del hombro y metió la mano dentro, sacando un


termo.

—Es sopa. La hice yo. De puerro y patata.


—Suena delicioso, gracias. Pero no deberías estar aquí bajo la lluvia.
Vuelve antes que te empapes.

Daniel vaciló, mordiéndose el labio inferior.

—Pensé en quedarme y hacerte compañía. ¿A menos que quieras que


me vaya?

Consciente de lo que Brax había dicho acerca de tomarse las cosas


con calma, sentir su camino, Thorn decidió que este era un buen momento
para hablar.

—No, me gustaría la compañía. Vamos, siéntate aquí a mi lado. El


tronco de este árbol está seco, está protegido por esas ramas, ¿ves?

Se sentaron uno al lado del otro cuando Thorn abrió el termo y sirvió
un poco de sopa. Se la ofreció a Daniel primero.

—No. Toma tú un poco —insistió el omega.

Thorn, que nunca fue el mayor fanático de la sopa, ni de los puerros,


tomó un largo sorbo.

—Está buena —le dijo al omega, sorprendido por lo mucho que lo


disfrutó—. Realmente buena.

Le ofreció la taza a Daniel, y el omega tomó un pequeño sorbo.

—Probablemente podría usar más condimentos. No quería poner


demasiado. Sé que algunos alfas, especialmente los Centinelas, pueden ser
sensibles a las especias.
Thorn se sorprendió al escucharlo decirlo.

—¿Quién te dijo eso? ¿Oliver?

El Defensor siempre estaba leyendo sobre las manadas, en la creencia


de que cuanto más supieran, mejor protegidos estarían. Su conocimiento los
había salvado más de una vez.

—Um... debe haber sido —dijo Daniel lentamente, lo recorrió un


escalofrío.

Thorn notó que los latidos de su corazón aumentaban un poco y


envolvió un brazo alrededor de él, acercándolo.

—No quiero que tengas frío aquí afuera. ¿Por qué no te acompaño de
regreso a la casa?

—¿No podríamos quedarnos un poco más?

—Bueno, supongo que un poco más no dolería. Toma un poco más de


sopa. Eso te calentará.

Compartieron el resto de la sopa entre ellos, Daniel acurrucándose


cada vez más cerca de Thorn a medida que pasaban los minutos. Thorn dejó
el termo a un lado, tratando de descubrir cómo iniciar la conversación que
necesitaban tener.

—Es agradable aquí afuera —murmuró Daniel—. Tranquilo.

—A veces —acordó Thorn—. Otras veces, el bosque puede ser una


colmena de actividad. Pero la lluvia tiende a enviar a muchas criaturas a
buscar refugio.
—A mí también —dijo Daniel—. Cuando no tengo que protegerme
de la lluvia.

Thorn se giró para encontrar al omega mirándolo con esperanza.


Ahuecó la mejilla de Daniel.

—¿Por qué viniste hasta aquí?

—Porque sabía que estabas solo y quería estar cerca de ti para hacerte
compañía.

Thorn acarició con el pulgar la mejilla de Daniel.

—Sé que, anteriormente, has tenido malas experiencias con algunas


personas, con alfas. A veces, cuando la gente es amable contigo, los
sentimientos se confunden. Te aferras a ellos porque es diferente, porque es
mejor de lo que has conocido...

Daniel frunció el ceño.

—Mis sentimientos no son confusos. Me gustas. Mucho. Tal vez no


sientas lo mismo, y eso está bien. Sammy y yo no nos quedaremos más de
lo esperado, lo prometo. Pero solo pensé que... si existía la posibilidad que
sintieras lo mismo, valía la pena el riesgo de venir aquí para estar a solas
contigo.

Thorn se sintió aliviado que Daniel no sonara como alguien cegado


por la más mínima muestra de amabilidad.

—¿Oh? ¿Y qué creías que iba a pasar? —lo vaciló.


Daniel lo miró a través de sus largas pestañas, mordiéndose el labio
inferior.

—Pensé que podrías besarme.

Besar a Daniel era todo lo que Thorn había querido desde que el
omega se había unido a él. Levantó la cabeza de Daniel y sostuvo su
mirada.

—¿Estás seguro que es lo que quieres?

—Sí.
Capítulo 20
Daniel pensó que Thorn estaba bromeando cuando dijo que todo lo
que quería hacer era besarse. Pero el alfa parecía decidido a demostrar lo
serio que era. Durante la semana siguiente, cada vez que estaban solos, se
besaban mucho. Toneladas. Hectáreas. Fue, sin lugar a dudas, la mayor
cantidad de besos que Daniel hubo dado desde que había sido un
adolescente aburrido preguntándose por qué tanto alboroto. Con Thorn, era
diez veces mejor.

Todavía tenían que aventurarse en la habitación de Thorn, Daniel


todavía se tensaba cada vez que pensaba en ello. Pero había comenzado a
preguntarse, si los besos eran tan buenos como todo eso, qué agradable
sería el resto.

Esa tarde, mientras Sammy tenía una cita para jugar con Jack, Daniel
tomó a Thorn de la mano y lo guio hacia la puerta de su habitación.

—¿Adónde vamos? —preguntó Thorn con una sonrisa.

—A la cama —le dijo Daniel, sin soltar el alfa. Pero cuando llegó a la
puerta de Thorn, todos sus músculos se bloquearon, y no pudo continuar.

—¿Daniel?

—Dame un minuto —dijo con los dientes apretados, casi llorando por
la frustración—. Quiero esto, Thorn. Lo prometo.

—Pero tal vez no lo quieras aquí y ahora —dijo Thorn suavemente.


—No, lo hago. Realmente... ¿Podrías llevarme dentro?

Thorn le dio la vuelta y acunó la cara de Daniel en sus manos.

—Eso no va a pasar. Cuando estés listo, y no antes, ¿de acuerdo?

—Pero si no intentamos algo, nunca pasaré por la puerta.

Thorn suspiró y asintió.

—Tendremos que trabajar a la altura. Hoy no entraremos. Pero voy a


abrir la puerta. Tal vez si ves que no hay nada de lo que temer, será más
fácil.

No era que Daniel no supiera cómo era la habitación de Thorn. Lo


había visto adentro más de una vez. Pero eso era diferente de ir allí, con él,
para que pudieran...

—No sirve de nada tratar de forzarlo —dijo Thorn, abriendo la puerta


—. Tienes que quererlo, mente y cuerpo. En este momento, una parte de ti
dice que no. Creo que deberías escucharla.

Daniel miró dentro, incapaz de identificar qué fue lo que aceleró su


corazón, y no en el buen sentido.

—¿Incluso si es estúpido y arruina lo mejor que me ha pasado?

Thorn no esperaría para siempre. De eso, estaba seguro.

—No es estúpido, y no está arruinando nada.


Thorn ahuecó su mejilla, alejando su atención de la puerta y hacia él
mismo. Dejó que lo convenciera de un beso, amando la sensación de la
boca del alfa en la suya mientras estaba apoyado contra la pared al lado de
la habitación.

—Es estúpido —insistió cuando Thorn presionó una línea de besos


calientes a lo largo de su garganta—. Te quiero tanto, pero no puedo tenerte
por una puerta por la que tengo miedo de pasar cuando no tengo una escoba
en la mano.

La risa retumbante de Thorn lo hizo sentir cálido y un poco menos


tonto.

—Algunos temores se pueden racionalizar. Otros deben ser


perseguidos hasta el olvido.

Daniel no entendió lo que decía el alfa, pero no estaba seguro que


importara cuando las manos de Thorn se deslizaron debajo de su camiseta
para presionar contra la piel desnuda de su estómago y pecho.

—Eres hermoso —dijo Thorn bruscamente, levantando la camiseta de


Daniel.

Daniel tragó un gemido cuando el alfa se agachó y comenzó a besar


su estómago.

—¿Qué…?

—Necesitas el olvido —dijo Thorn, levantando la cabeza para


encontrarse con los ojos de Daniel—. Y te lo voy a dar.
Daniel no sabía lo que quería decir el alfa, pero no podía hacer más
que asentir y murmurar palabras de ánimo mientras la boca de Thorn se
abría paso. Fue solo cuando estaba de rodillas, con las manos en el botón de
sus pantalones, que Daniel tuvo la idea de hacia donde estaba llevando las
cosas el alfa. Pero no podía. Los alfas no hacían eso por los omegas. Los
omegas se lo hacían a ellos.

Aún así, estuvo de acuerdo cuando Thorn lo miró preguntando. El


alfa desabrochó el botón, tiró de la cremallera lentamente, luego le apartó
los pantalones y el bóxer. El aire frío hizo que Daniel jadeara, pero ese
jadeo se convirtió en un largo gemido cuando Thorn inclinó la cabeza y
presionó su boca contra la base del eje.

Thorn se reclinó sobre los talones.

—¿Demasiado?

Daniel sacudió la cabeza en silencio, esperando ver qué haría el alfa a


continuación. La cálida mano de Thorn lo rodeó, liberándolo de su ropa. Ya
estaba medio duro, y sabía que no sería necesario hacer mucho para que lo
llevara hasta allí. Harrison lo había tocado con las manos antes, de mala
gana, pero nunca... nunca...

La boca de Thorn estaba sobre él nuevamente, sus labios calientes y


su lengua deslizándose a lo largo de su eje. Daniel se aferró a la pared,
temeroso que sus piernas cedieran, y se mantuvo tan quieto como pudo.

—Relájate —reprendió Thorn suavemente—. Toda esa tensión te va a


frenar. Suéltala.
No le dio ninguna opción en el asunto, separó los labios para llevar la
punta de la polla a su boca. El calor húmedo era indescriptible, y Daniel no
pudo hacer nada más que hundirse contra la pared con un largo gemido de
placer.

—Por favor, Thorn. Yo...

El alfa lo llevó más profundo, su lengua jugueteó con la parte inferior


del eje, llevando a Daniel al borde... y más.

Se corrió con fuerza, el placer abrumándolo, convirtiendo su visión en


un blanco nebuloso que lentamente borró todo de su mente. Cuando
regresó, Thorn lo estaba metiendo en sus pantalones. Las manos del alfa
atraparon sus caderas mientras estaba de pie, tirando del omega contra él
para que no pudiera dejar de sentir lo duro que estaba.

—Solo mirarte me pone caliente y pesado —le dijo el alfa.

Lo apartó de la pared, girándolo hacia la puerta del dormitorio, con


los brazos envolviendo la cintura y el pecho de Daniel mientras lo
arrastraba hacia atrás para apoyarse contra él.

—Un día —prometió Thorn—. Cuando estés listo.

—Cuando esté listo —se hizo eco Daniel.

Esperaba que ese día fuera pronto. El miedo que había sentido al
mirar la puerta se había desvanecido a un escaso destello.

Miró por encima del hombro a Thorn.

—Nadie me había hecho eso antes.


—Su pérdida —dijo Thorn—. Así te ves hermoso. Tu cabeza echada
hacia atrás, tus labios enrojecidos, esos pequeños sonidos de placer que
simplemente no puedes contener. Podría ver eso todos los días.

***

Daniel esperó uno o dos días, acostando a Sammy una noche antes de
ir a buscar a Thorn. El alfa estaba en la sala de estar, sentado en el sofá,
absorto en un libro. Por lo general, Daniel no lo habría molestado, pero
pensó que Thorn disfrutaría de esta interrupción. Se coló en la habitación en
calcetines de lana, descalzo, y se arrodilló entre sus piernas, apoyando una
mano en el muslo de Thorn.

Hubo una pausa antes que bajara su libro y levantara una ceja.

—¿Daniel?

—Pensé que podría devolver el favor. Incluso los alfas necesitan el


olvido de vez en cuando.

Thorn lo miró durante un largo momento antes de dejar su libro.

—Supongo que sí.

El alfa ensanchó las piernas y Daniel se acercó arrastrando los pies y


buscó la cremallera de Thorn. Había hecho esto muchas veces con Harrison.
No era su actividad favorita, pero sabía que le daría mucho placer al alfa.

—¿Has hecho esto antes? —preguntó Thorn.

—Uh huh.
Liberó al alfa de los confines de su ropa, tragando con dificultad por
el tamaño de su polla. Ansioso por mostrarle lo bueno que podía ser, se
lanzó hacia adelante, separando los labios.

—¡Momento! —Las manos de Thorn lo atraparon y lo hicieron


retroceder—. No tan rápido.

Se recostó sobre los talones y esperó, asumiendo que Thorn quería


tomar el control. Harrison era igual. Tomaba un puñado de cabellos de
Daniel y...

—Cuando estés listo —bromeó Thorn—. Puedo seguir así todo el


día[1].

Daniel gimió ante el juego de palabras, esta vez inclinándose más


lentamente, manteniendo la vista fija en la expresión de Thorn. Las manos
del alfa estaban sobre sus rodillas, agarrándolas ligeramente.

Envolvió una mano alrededor de la base de la polla semidura de


Thorn, abrió la boca e hizo todo lo posible para relajar la garganta. El
ángulo era incómodo, le dolía el cuello y le temblaban las manos. Sintió las
manos de Thorn sobre él otra vez, haciéndolo retroceder.

—No tienes que hacerlo.

—Pero quiero. —Lo hacía, realmente lo hacía. El aroma del alfa era
tentador, y Daniel sintió un repentino impulso de saber cómo sabría Thorn
en su boca—. Estoy fuera de práctica.

Thorn pasó los dedos por el cabello de Daniel.


—¿Quieres que tome la iniciativa?

Daniel asintió lentamente. Eso sería más fácil. No tendría que hacer
nada más que tomar lo que el alfa le daba. Esperaba un fuerte golpe en el
cabello, pero Thorn cambió de posición, se agachó más en su silla e instó a
Daniel a levantarse un poco más.

—Agárrate a mis piernas si es necesario. Mantén tus ojos en mí. No


en mi polla. En mí.

Daniel no entendió, pero hizo lo que le dijo, feliz que al menos podría
complacer a Thorn si lo hacía bien.

La mano de Thorn atrapó su barbilla, levantando su cabeza, y el alfa


lo besó. Daniel se derritió en el beso, olvidando el ligero dolor en sus
rodillas y el temblor en sus manos.

Thorn se echó hacia atrás, ahuecó su mejilla e instó a Daniel a


avanzar.

—Abre la boca —dijo el alfa suavemente.

Daniel separó obedientemente sus labios y miró hacia donde la mano


de Thorn había rodeado su polla.

—Los ojos en mí —persuadió Thorn.

Daniel forzó su mirada hacia arriba mientras el alfa se acercaba, su


pulgar acariciaba la mejilla de Daniel.

—Eso es todo —animó Thorn—. Agradable y fácil. Aquí no estamos


tragando una garganta profunda, eso requiere mucha confianza y mucha
práctica. Cuando estés listo, solo pon la punta en tu boca. Eso es todo.

Daniel tragó saliva y miró hacia abajo. Separó sus labios nuevamente,
empujando hacia adelante para hacer lo que Thorn le pidió. La cabeza de la
polla del alfa se deslizó más allá de sus labios, y el suave apretón de los
dedos del alfa contra su mejilla le recordó que mirara hacia arriba.

—Perfecto —murmuró Thorn—. Mira lo hermoso que eres, haciendo


justo lo que te pedí. ¿Puedes chupar, solo un poco?

Daniel obedientemente ahuecó sus mejillas, y el alfa gimió, cerrando


los ojos. Salió de Daniel e instó a levantar la cabeza para besarlo
nuevamente.

—Tan increíble, tan bueno para mí. ¿Puedes tomar un poco más esta
vez?

Daniel asintió sin decir palabra, disfrutando de todos los elogios que
Thorn le había dado por lo que parecía tan poco.

Separó los labios y tomó a Thorn más profundo, gimiendo cuando el


sabor del alfa golpeó su lengua.

—Eso es —dijo Thorn—. No demasiado profundo. —Retrocedió,


facilitando la respiración de Daniel.

Daniel tarareó contento alrededor del alfa, haciendo que Thorn


gimiera nuevamente. Ambas manos ahuecaron la cara de Daniel mientras se
retiraba, untando el líquido preseminal sobre sus labios.
—Muy hermoso y bueno. Quiero probar cada centímetro de ti. Y
probarme dentro de ti. —Besó los labios de Daniel nuevamente, deslizando
su lengua dentro de su boca.

Daniel se estremeció y le devolvió el beso desesperado. No había


pensado que quisiera esto, que lo disfrutaría tanto. Esto no se parecía en
nada a Harrison, no había un apretón castigador en su cabello o su
mandíbula. Thorn no le quitaba el control.

—Una vez más. ¿Crees que puedes hacer eso por mí?

Daniel asintió ansiosamente, alcanzando la polla de Thorn.

—Los ojos en mí —dijo Thorn con firmeza.

Obedientemente levantó la mirada, muy consciente de lo cerca que


estaba la polla de Thorn de su boca. Estaba a punto de separar sus labios...
pero Thorn no se lo había pedido, todavía no. En cambio, sintió el suave
tacto sedoso de la polla del alfa contra su boca, burlándose de él. Lo
deseaba desesperadamente, quería probarlo, sentir cómo se deslizaba por su
lengua.

—Por favor.

Su súplica fue recompensada cuando Thorn se deslizó lentamente por


sus labios, centímetro a centímetro. No fue mucho más profundo que la vez
anterior, retrocediendo casi de inmediato, deslizándose por la lengua de
Daniel.

Daniel trató de suplicarle por segunda vez, pero no pudo pronunciar


una palabra, solo un suspiro de satisfacción cuando el alfa volvió a entrar.
Tarareó alegremente y chupó la cabeza, escuchando a Thorn gemir cuando
el alfa se alejó y se corrió. Daniel solo pudo arrodillarse allí contento,
mirando la expresión de éxtasis de Thorn y lamiendo el sabor del alfa de
sus labios.

Las manos del alfa volvieron a ahuecar su rostro y le dieron otro beso.

—Eso fue asombroso, Daniel. Estuviste increíble. ¿Estuvo bien?


¿Cómo te sientes? —Levantó a Daniel y lo subió a su regazo, evitando el
desorden lo mejor que pudo.

—Um. —Daniel parpadeó hacia él—. ¿Eso fue bueno para ti?

Luchó por creerlo. Harrison había dejado en claro que Daniel no era
muy bueno en la cama. Siempre había tenido que tomar el control, superar
sus barreras. Thorn no había hecho nada de eso, pero lo miraba como si
hubiera ganado un gran premio.

—Eso fue hermoso, Daniel. Se sintió asombroso. No he tenido un


lanzamiento así en mucho tiempo. Lo necesitaba. Gracias por compartir eso
conmigo.

—Oh. —Logró sonreír—. Me alegro. Pensé... no soy muy bueno en


eso.

— Quienquiera que te haya dicho eso estaba equivocado. Nadie está


en su mejor momento cuando se le da demasiado que manejar.

Fue tironeado para apoyarse contra el pecho de Thorn.


—Pero la pregunta más importante es cómo te sentiste. Algunas
personas disfrutan dando tanto como recibiendo, y otras no. Yo, por mi
parte, amo ambas cosas. Pero si no te gusta, no tenemos que volver a
hacerlo.

—No me gustaba antes —admitió Daniel—. Pero lo disfruté mucho


contigo. Esa mirada en tu cara después... ¿todos los alfas se ven así? Nunca
había sido lo suficientemente valiente como para mirar antes.

Thorn sonrió abiertamente.

—Me imagino que mi cara se parecía a la tuya el otro día. Estoy


seguro que la mayoría de las personas se ven así cuando reciben el orgasmo
alucinante de un hermoso omega.

Daniel se relajó en el abrazo de Thorn con un suspiro.

—Me gusta cómo pude mirarte a los ojos todo el tiempo. Y podía
saborearte, sentirte. Nunca fue así antes.

Los ojos de Thorn se estrecharon, el alfa se tensó brevemente.

—Me alegra que lo hayas disfrutado también. Nunca quisiera que


hicieras algo que no querías o algo que no creías que disfrutarías.

—Hubiera valido la pena darte placer —le dijo Daniel—. ¿No es eso
de lo que se trata cuando un alfa y un omega tienen relaciones sexuales? ¿El
omega está ahí para darle placer al alfa?

Los brazos de Thorn se apretaron a su alrededor.


—No. Se trata de placer mutuo. De dar placer y recibirlo. Realmente
no estabas bromeando cuando dijiste que nadie había hecho eso por ti antes,
¿verdad?

—Yo... —Daniel se sintió un poco tonto entonces—. Él dijo que los


omegas se lo hacían a los alfas, no al revés.

—¿Él? ¿El padre de Sammy?

—Él, sí.

—Bueno, él es dos cosas. Un bastardo egoísta y equivocado, muy


equivocado. Te voy a demostrar lo equivocado que está.

Daniel se rio cuando se dio cuenta de lo que Thorn estaba diciendo.

—Creo que me gustará.

[1]El juego de palabras es con keep up, dando a entender que puede estar
erecto todo el día.
Capítulo 21
Thorn decidió que los turnos nocturnos eran infinitamente más fáciles
cuando tenías a alguien con quien volver a casa. Había algo en llegar a casa
después del amanecer con el olor a café en la cocina y el desayuno
calentándose en la parrilla. Sin mencionar la suave sonrisa en el rostro de
Daniel. Esta mañana fue diferente. No olía a café ni a comida, la cocina
estaba vacía. Preocupado, llamó.

—¿Daniel? ¿Sammy?

—¡Hola, Thorn!

Aliviado, siguió la voz de Sammy al taller. El cachorro lo estaba


esperando junto a la puerta, y sus pequeños ojos preocupados se iluminaron
cuando lo vio.

—Buenos días, amigo. ¿Pasaste una buena noche?

Sammy levantó los brazos y Thorn lo levantó, buscando a Daniel. No


tenía mucho que mirar, encontrando el omega al otro lado del taller,
caminando de un lado a otro.

—Papá está enfermo.

—No te preocupes, Sammy. Haremos que se mejore. ¿Daniel?

El omega no detuvo su ritmo, ni siquiera miró en su dirección. Thorn


dejó a Sammy en el sofá, envolviendo una manta alrededor de él y
acariciando su cabeza. Cruzó la habitación hacia Daniel, mirándolo de
cerca. No podía ver ninguna señal de lo que estaba mal, excepto por un
ligero sonrojo en sus mejillas y un ligero brillo de sudor en su frente.

—¿Daniel? Vamos, háblame. ¿Qué está pasando?

Cuanto más se acercaba, más evidente era el problema. El aroma de


Daniel lo delató.

—Estás en celo.

Daniel negó con la cabeza, disminuyendo su ritmo, pero sin mirar a


Thorn.

—No, no puedo estarlo. Nunca he estado en celo. La mayoría de los


omegas no lo hacen. No es normal.

Thorn hizo una mueca al darse cuenta que esto podría ser por su
culpa. Algo así.

—Es normal dentro de una manada. En la que, técnicamente, llevas


unas cuantas semanas.

Daniel sacudió la cabeza con más fuerza.

—No. Estoy enfermo o algo así. Es solo una fiebre.

Thorn se cruzó de brazos.

—Daniel, mírame. Y dilo de nuevo.

Las manos del omega se apretaron en puños antes de relajarse, y se


volvió hacia Thorn.
—Es solo un fie...

Vaciló e inspiró profundamente, captando el aroma de Thorn mientras


lo hacía.

—Hueles increíble.

—Sí, el celo le hace cosas divertidas a los omegas. Y a los alfas.


Porque hueles como la cosa más bonita del mundo en este momento.

Daniel frunció el ceño con incredulidad ante eso.

—Pero estoy todo sudado y asqueroso. No puedes querer tocarme.

Thorn se echó a reír.

—Si crees que un poco de sudor me va a desanimar, estás loco. Pero


lo primero es lo primero. Estás en celo. Independientemente de lo que hagas
al respecto, estarás así durante unos días. Llevemos a Sammy a la casa de la
manada. Se divertirá mucho y estará bien atendido mientras estás fuera de
ti. —Se giró hacia el sofá—. ¿Qué dices, Sammy? ¿Quieres ir a jugar con
Eric y los demás?

Sammy asintió ansiosamente.

—Llamaré a la casa, para que alguien venga a buscarte.

—No ha desayunado —dijo Daniel de repente, la culpa cruzó por su


rostro.

—Les pediré que le hagan algo tan pronto como llegue. No te


preocupes.
Hizo la llamada y preparó una bolsa para Sammy, encontrándose con
Oliver en la puerta principal. Daniel salió a despedirse, abrazando al
cachorro con fuerza.

—Sé bueno. Papá irá a verte pronto.

—Lo traeremos de regreso a la hora de la cena —prometió Oliver—.


Pero él puede pasar la noche en la casa de la manada. ¿Cómo suena una
fiesta de pijamas, Sammy?

El cachorro no parecía muy seguro de eso, pero sonrió y se despidió


con la mano cuando Oliver lo llevó al auto.

—Creo que tú y yo deberíamos hablar —dijo Thorn una vez que se


fueron.

—¿Sobre el sexo? —preguntó Daniel con inocencia.

—Sobre los celos y las manadas y lo que eso podría significar para ti.

—¿Te refieres a los bebés?

—Y la unión. Mira, podemos usar condones y hacerlo como conejos,


sin consecuencias. O puedo darte espacio y dejarte pasarlo.

—¿O…?

—Nos deshacemos de los condones. Lo que probablemente


significará que terminarás en la misma condición que Oliver y Josh después
de sus celos: embarazado durante tres meses, de gemelos o tal vez trillizos,
y unidos para toda la vida.
—¿Quieres decir que sería tuyo, para siempre?

Daniel no parecía horrorizado ni preocupado por lo que Thorn le


estaba diciendo, solo curioso.

—Así es como funciona con las manadas.

—¿Por qué estoy en celo? ¿No ocurriría simplemente teniendo sexo o


quedando embarazado?

—Nope. Tienes que estar en celo para que se produzca el vínculo. Y


solo te quedas embarazo durante un celo. Como soy un Centinela y no vivo
en el corazón de la manada, probablemente serán gemelos.

—Pero sería permanente, ¿nadie podría romperlo?

Thorn pudo ver que Daniel estaba desesperado por información, por
tranquilidad. Simplemente no estaba seguro de por qué estaba preocupado
el omega. ¿Quizás de terminar embarazado y abandonado por otro
compañero?

—Los enlaces dentro de la manada no se rompen fácilmente. Incluso


la muerte del cónyuge no siempre rompe el vínculo. Se necesita algo
terrible y drástico para romper uno. Si hacemos esto, no hay vuelta atrás.

Daniel parecía satisfecho con eso.

—¿Y qué hay de ti? ¿Quieres esto?

—Lo quiero —prometió Thorn—. Si estás listo para ello. Si no, habrá
otras oportunidades.
—No. —Daniel parecía determinado—. Debería ser ahora.

—Entonces ahora será.

Ambos se volvieron hacia la puerta del dormitorio de Thorn. Lejos de


estar asustado o nervioso, Daniel parecía ansioso.

—Tú delante —lo animó Thorn.

Siguió al omega a la habitación.

Daniel vaciló justo dentro de la puerta. ¿Estaba teniendo dudas?

—¿Podríamos... cerrar las cortinas y apagar las luces?

—Claro —dijo Thorn, un poco confundido por la solicitud—. ¿Te


molesta la luz?

El omega sacudió la cabeza con timidez.

—No, es solo que... no me gusta que me vean.

—Solo estoy yo aquí. Y creo que eres hermoso.

—Lo sé, pero... ¿podríamos, por favor?

—Es tu celo —le aseguró Thorn—. Tus reglas.

Cerró las cortinas mientras Daniel apagaba la luz, dejándolos en


penumbra.

—¿Ahora qué? —preguntó Daniel con una risita nerviosa.


—Eso depende. ¿Tienes hambre? No desayunaste.

—Tengo hambre —reflexionó Daniel—. Pero no por comida.

Se quitó la camiseta y la dejó caer al suelo. Se llevó la mano a los


pantalones de chándal y observó a Thorn cruzar con cuidado la habitación.

—No lo hagas —dijo Thorn—. Permítame.

Se acercó a Daniel y se deslizó detrás de él, envolviendo sus manos


alrededor de la cintura del omega.

—Eres hermoso; tu piel, tus ojos, tu aroma. Cada parte de ti es


perfecta. —Besó la parte posterior del cuello de Daniel, provocando un
escalofrío y un gemido—. Sé que no me crees ahora, pero un día te verás
exactamente como yo te veo.

Estaba decidido a hacer de su misión reforzar la confianza de Daniel.


Alguien lo había derribado y destrozado. Thorn la construiría de nuevo,
ladrillo por ladrillo.

Deslizando su mano debajo de la cintura de los pantalones de Daniel,


los empujó hacia abajo hasta que se deslizaron más allá de las rodillas y el
omega pudo salir de ellos.

—Hermoso —dijo Thorn de nuevo, sintiendo a Daniel temblar ante


los elogios. Instó al omega a la cama, un poco sorprendido cuando Daniel
se preparó expectante contra el borde.

—¿Así? —le preguntó el omega, mirándolo por encima del hombro.

—Así no —le dijo Thorn, levantándolo en la cama correctamente.


Se quitó la ropa, Daniel se dio la vuelta para mirarlo, agarrando una
sábana para cubrirse. Thorn se subió detrás de él y se sentó a su lado.
Agarró la mano de Daniel, que apretaba la sábana en la que se había
envuelto. Thorn liberó suavemente la sábana de su agarre y comenzó a
desenrollarla.

—Lo primero es lo primero. Date la vuelta, dame la espalda. Necesito


llegar a ese hermoso cuello tuyo.

Daniel hizo lo que le dijeron, haciendo una pausa para hacer una
pregunta.

—¿Por qué?

—Tu glándula de apareamiento. No llegaríamos muy lejos si no la


involucramos en el apareamiento, ¿verdad?

Daniel parecía un poco incómodo cuando Thorn apoyó una mano en


la nuca.

—¿Qué pasa, Danny?

El omega parecía satisfecho con el apodo, pero en conflicto.

—Yo... creía... que se supone que la simple vista de tu alfa es


suficiente. Tener que ser tocado así significa es que no eres lo
suficientemente, que tu corazón no es genuino.

Thorn estaba tan perplejo por eso que dejó caer la mano y se quedó
allí en silencio durante un momento. Había furia en su voz cuando habló,
aunque la amortiguó lo mejor que pudo.
—No sé qué bastardo egoísta te dijo eso, pero no hay verdad en eso.
Los omegas tienen glándulas de apareamiento por una razón. Se encuentran
en el cuello porque eso las hace fácilmente accesibles para su compañero o
para ellos mismos durante los juegos previos. Es una señal para su cuerpo
de prepararse para aparearse y hacer bebés.

Suavizó su tono y se inclinó para susurrarle al oído a Daniel.

—¿Quieres saber cómo sé que tocarlo es lo correcto?

Daniel asintió ansiosamente.

—Porque se siente muy, muy bien.

El omega dejó escapar un gemido apagado y obedientemente presionó


su mentón contra su pecho, mostrando su cuello a Thorn.

—Eso es, así. Si se pone demasiado intenso, solo habla o toca mi


brazo, ¿de acuerdo?

—Bueno. —Había un ligero temblor en la voz de Daniel, pero era de


anticipación, no miedo. Thorn odiaba haber aprendido a notar la diferencia.

—Algunos omegas, pueden correrse solo con esto —le murmuró a


Daniel.

Inclinó la cabeza y besó la nuca de Daniel. El largo suspiro del omega


fue música para sus oídos. Se burló un poco de la piel con los dientes.
Debajo de él, Daniel gimió y se retorció, empujando contra él pidiendo más.
Thorn usó su lengua y labios, besando y lamiendo cada centímetro de la
glándula. Envolvió una mano alrededor del pecho del omega para
mantenerlo en su lugar, prodigando todo el amor y la atención que pudo
sobre la piel desatendida de su cuello. Con su otra mano, provocó los
bordes de la glándula, presionando ligeramente el tejido, luego más
profundo, provocando un grito ronco del omega.

Thorn podía decir que Daniel estaba cerca por la forma en que sus
caderas se arqueaban contra él. Se relajó un poco, ganándose un grito
apagado mientras el omega empujó hacia atrás para acercarse.

—Por favor, Thorn. No te detengas.

Con una carcajada, volvió al trabajo, besó la piel ahora enrojecida y


sacó otro grito ronco de los labios del omega. Mordió ligeramente, chupó
con fuerza la piel entre sus dientes, y Daniel se arqueó y gritó cuando se
corrió, hundiéndose contra Thorn con un sollozo.

Thorn rápidamente giró el omega hacia él, acunándolo contra su


pecho.

—Shh, te tengo. ¿Daniel?

—Se... se sintió tan bien —tartamudeó el omega—. Nunca había


sentido algo así. Nunca. No lo entiendo.

Thorn sabía que Daniel no era el único en sentirse así. Brax y Cole le
habían dicho que sus dos compañeros omega habían dicho algo similar.

—Lo que sabías antes, era la mentira que la gente le dice a los
omegas para que no sueñen con algo mejor. Esta es la realidad. Esto es todo
lo que te mereces.
—¿Me lo merezco?

Los ojos de Daniel lo miraron, llenos de un inseguro asombro.

—Esto y mucho más.

—¿Entonces puedo sentir eso otra vez?

—Veamos si no podemos hacerlo mejor la próxima.

Los ojos de Daniel se abrieron de par en par.

—¿Hay algo mejor?

Thorn se rió y lo besó.

—Solo acabamos de empezar, Danny.


Capítulo 22
Daniel seguía flotando en una nebulosa felicidad cuando Thorn lo
puso de espaldas. Miró al alfa, su mirada fija en los oscuros ojos. Thorn
agarró la sábana que lo envolvía y lo desenredó. Sintiendo su cara
sonrojarse, Daniel trató de tirar hacia atrás, queriendo el escudo incluso en
la oscuridad.

—Piel a piel —retumbó Thorn—. Eso es lo que necesita un celo.

De mala gana, Daniel soltó su agarre mortal de la sábana para que


Thorn pudiera tirar de ella. Incluso en la penumbra de su habitación oscura,
todavía se sentía expuesto, sabiendo que la mirada del alfa pronto
examinaría cada centímetro de él, criticando cada...

Los labios de Thorn se presionaron contra los suyos, alejando los


oscuros pensamientos de su mente.

—Eres tan hermoso —dijo Thorn de nuevo—. Podría acostarme aquí


y mirarte durante horas. Lo haré, si me dejas.

Daniel volvió la cara, sin poder ocultar un estremecimiento.

—No querrás hacerlo una vez que lo veas.

Fuertes dedos le agarraron la barbilla y le volvieron la cara.

—¿Ver qué?
—A mí. Todo de mí. No estoy a la altura. Eso es lo que siempre decía
él. Si has estado con otros omegas, lo sabrás.

La mano de Thorn acunó su rostro.

—He estado con otros omegas, claro. Aunque ha pasado un tiempo.


Cada cuerpo es diferente, como cada cara. Pero hay belleza en cada uno.

Daniel, que había recibido demasiadas púas de Harrison y risitas de


Jaxon, sacudió la cabeza y trató de alejarse. Thorn lo dejó, pero se acurrucó
contra su espalda.

—Si no quieres sexo... —dijo el alfa suavemente.

—No, lo deseo. Por favor. —Su calor era una insistencia en aumento,
una espiral de necesidad que tenía que ser satisfecha—. Pero tal vez, ¿así?
¿Entonces no tendrías que mirarme?

Thorn besó su hombro y luego su cuello, y Daniel contuvo un gemido


ante la débil chispa de placer que lo estremeció.

—Quiero ver tus ojos cuando hagamos el amor por primera vez. Eso
me haría muy feliz.

—Podría usar la sábana —sugirió Daniel, ya sabiendo lo que diría el


alfa.

—Sin sábana. Esto no es una conexión casual, Danny. Este es un


vínculo de apareamiento. Me entrego a ti y tú te entregas a mí. No puede
haber nada entre nosotros, ni una sábana, ni miedo.
Y eso es lo que era. El miedo de Daniel a ser juzgado, a las críticas
cínicas, a ser encontrado feo y carente. Sabía que no era tan lindo como
otros omegas, que su cuerpo no era tan hermoso. Y no podía soportar que
Thorn viera la verdad y cambiara de opinión.

—Yo...

Thorn volvió a besarle el hombro.

—Si no estás listo para esto, está bien. Habrá otras oportunidades.

Daniel sintió que su oportunidad de felicidad se le escapaba de las


manos. Thorn ya debía estar cambiando de opinión ante su renuencia. La
desesperación surgió dentro de él, y se dio la vuelta para enfrentar al alfa.

—No, por favor. Quiero esto. Estoy listo. Yo...

Sabía que las acciones hablarían más que las palabras, así que se
apartó del alfa, tiró de la sábana enredada de su cuerpo y se recostó en la
cama, cerrando los ojos con fuerza. Ayudaba a no ver las expresiones
burlonas o el asco.

Thorn lo besó de nuevo, y Daniel se rindió ante él, sabiendo que había
lágrimas en su rostro.

El alfa retrocedió, sus dedos apartaron las lágrimas.

—¿Danny? ¿Qué es todo esto? ¿De qué estás tan asustado?

Abrió los ojos para encontrarse con la mirada confundida de Thorn.

—¿Qué pasa si no soy lo suficientemente bueno?


Ya. Lo había dicho.

Thorn parecía perplejo ante sus palabras.

—¿Hay algo que no sepa? ¿Algo que no me hayas dicho?

El corazón de Daniel estaba en su boca. ¿Lo había adivinado el alfa?


¿Lo sabía de alguna manera?

—¿Como un tatuaje, una quemadura o una cicatriz? ¿Eso es lo que te


preocupa? —continuó Thorn.

Daniel casi suspiró aliviado.

—No —dijo con voz ronca—. Nada como eso.

En todo caso, el ceño de Thorn se profundizó.

—No importaría aunque lo hubiera. Ya eres lo suficientemente


hermoso, Danny. No voy a decidir que no te quiero porque tienes pecas en
la piel o michelines en la cintura.

—Pero tengo defectos —señaló Daniel rápidamente—. Muchos.

Y Thorn, en comparación, era un Adonis. Una perfección esculpida.

Thorn se recostó, sus ojos recorrieron la longitud del cuerpo de


Daniel. Daniel se estremeció bajo la mirada del alfa.

—Bueno, no los veo —dijo Thorn.

—Pero están ahí —insistió Daniel—. Ellos me los describieron todos.


Mis brazos, mis muslos, mi vientre...
—¿Ellos? —preguntó Thorn, inclinándose—. ¿Quiénes?

Daniel solo sacudió la cabeza.

—Bueno —dijo Thorn—. Quienes quiera que fueran ellos, te estaban


mintiendo.

Su mano atrapó el brazo de Daniel, sus dedos fueron desde el hombro


hasta la muñeca.

—Simplemente perfecto.

Presionó dos dedos sobre la parte superior del muslo de Daniel y los
arrastró lentamente hacia abajo.

—Encantador. Perfecto para abrazar, para besar. Agradable y fuerte, a


la vez.

Se sentó a horcajadas sobre las piernas de Daniel, sus manos


atraparon las caderas. Se inclinó y le dio un beso en el vientre.

—Hermoso.

—Tú... ¿no crees que soy feo?

Los ojos de Thorn se clavaron en los suyos, la ira los llenó. Daniel
volvió a meterse en la cama con un gemido, y los ojos del alfa se
suavizaron.

—Lo siento, Danny. Lamento que alguien haya sido lo


suficientemente cruel como para llenarte la cabeza con tantas maldades. No
es cierto, nada de eso. No eres feo. Eres muy hermoso.
—No soy tan hermoso como Josh.

Sabía que estaba mal comparar, pero había sido lo mismo con Jaxon.
El omega nunca se lo había dejado olvidar.

—Daniel, eres el omega más hermoso que he visto. Tú. Y estás aquí,
en mi cama, convirtiéndome en el alfa más afortunado del mundo.

Presionó otro beso en el vientre de Daniel, y Daniel comenzó a darse


cuenta que las palabras que temía no llegaban.

—Quiero sentirme hermoso —susurró—. ¿Me puedes ayudar?

Thorn se echó a reír y se levantó de la cama, besándolo hasta dejarlo


sin aliento.

—Cuando termine contigo, sabrás lo hermoso que eres.

El alfa se recostó y se bajó de las piernas de Daniel. Sus manos fueron


debajo de él, levantándolo de la cama y moviéndolo al borde del colchón.

—¿Qué…? —preguntó Daniel.

—Simplemente confía en mí —dijo Thorn, saliendo de la cama—. Te


prometo que disfrutarás esto.

Daniel se encontró de espaldas a un lado de la cama, con las rodillas


dobladas y extendidas, los pies y el culo al borde. Thorn se situó entre sus
piernas, pasando las manos arriba y abajo por los muslos de Daniel. Había
un rayo de luz escapando a través de un hueco en la cortina, que se
arrastraba a lo largo del cuerpo de Daniel.
—¿Listo? —preguntó Thorn.

Daniel asintió y se recostó en la cama. Todavía estaba suelto y


relajado por toda la atención que Thorn había prestado a su glándula de
apareamiento e intentó no tensarse ante lo que sabía que se avecinaba.
Thorn se inclinó hacia delante, deslizando una mano detrás del cuello de
Daniel para amasar la nuca. Su otra mano se sumergió entre las piernas de
Daniel, rozando su polla y sus bolas antes de moverse hacia atrás. Un dedo
presionó dentro de él, y se estremeció y gimió, echó la cabeza hacia atrás, lo
que empujó los dedos de Thorn más profundamente en su cuello. Una ola
de placer viajó por su cuerpo hasta su ingle, y gimió con necesidad cuando
el alfa presionó un segundo dedo dentro de él.

—Estás listo para mí —murmuró Thorn—. ¿Lo sientes?

—Sí —tarareó—. Por favor, Thorn. Estoy tan vacío. Yo... necesito
que me llenes.

El alfa lo besó mientras retiraba los dedos del cuello y el culo de


Daniel.

—Y yo te necesito a ti —le dijo el alfa.

Sostuvo la mirada de Daniel mientras se alejaba, agarrándose a sí


mismo mientras avanzaba de nuevo. Daniel no apartó los ojos cuando el
alfa presionó dentro de él. La presión fue casi demasiado, tan fuerte y
caliente, pero Thorn se movió lentamente, se relajó, y el dolor nunca llegó,
la tensión disminuyó a medida que se deslizaba.

Thorn se detuvo allí, ambos respirando con dificultad.


—¿Cómo se siente? —le preguntó a Daniel—. ¿Estás bien? ¿Es
demasiado?

—Es mucho —jadeó Daniel—. Tan, tan lleno. ¿No... no te vas a


mover? Por favor.

—Shh. —Thorn le pasó la mano por la mejilla—. No me moveré


hasta que estés listo. Lo estás haciendo genial. Solo concéntrate en mí,
concéntrate en cómo se siente.

El alfa continuó acariciando sus mejillas y su frente, salpicando besos


a lo largo de su boca y cuello. Daniel sintió que su cuerpo comenzaba a
relajarse alrededor del alfa, dejando escapar un profundo suspiro cuando
una picazón comenzó dentro de él.

Movió un poco las caderas, tratando de impulsar al alfa más


profundamente, provocando una carcajada en Thorn.

—¿Ahora quieres que me mueva? —lo vaciló el alfa.

—Sí. Lo deseo mucho —le dijo Daniel, dejando que sus dedos se
enredaran en el cabello del alfa.

Esperó, casi anticipando que le dijeran que mantuviera sus manos


para sí mismo, pero Thorn solo le sonrió. El alfa retrocedió hasta que solo
la punta de su pene estaba dentro de Daniel, y luego empujó hacia adentro.

El suave deslizamiento de su cuerpo provocó un largo gemido en


Daniel. Se sintió tan bien. ¿Se suponía que debía sentirse así?
Antes que pudiera preguntar, Thorn lo hizo una y otra vez. Daniel se
perdió en una creciente neblina de placer, apenas notando cuando la mano
de Thorn encontró su cuello nuevamente, presionando firmemente al ritmo
de sus embestidas. Los empujes del alfa crecieron más rápido y más duro,
pero era como si el cuerpo de Daniel estuviera hecho para esto, tomando
cada centímetro mientras se sumergía en él.

—Eso es, Daniel. Tan bueno, tan hermoso, tomarme entero como si
no fuera nada.

—Nada de nada —jadeó Daniel, sintiendo la longitud de Thorn


mientras empujaba dentro—. Tan, tan bueno. No puedo...

Estaba cerca del clímax.

—Sí —dijo Thorn, empujando más fuerte—. Tienes razón, Daniel.


Suéltate. Simplemente suéltalo todo.

Otro empuje, otra presión de los dedos del alfa contra su piel, y
Daniel se perdió. Su cuerpo se tensó alrededor de Thorn mientras el alfa se
corría, ola tras ola de placer atravesándolo. Su visión se nubló, gritó, y
Thorn se presionó íntimamente, su cuerpo cubriendo el de Daniel.

Recuperó la conciencia para encontrarse acostado de lado, con una


risita baja en su oído.

—Eso fue muy caliente, Danny. —Los dedos del alfa jugueteaban en
su cadera—. Eras hermoso, en serio.

—Se sintió tan bien —murmuró Daniel contra él—. Sin dolor. No
tenía miedo.
Los dedos de Thorn se detuvieron, y luego tomó la mejilla de Daniel
y lo besó ferozmente.

—Nunca habrá miedo, nunca habrá dolor. No conmigo.

—Yo… lo sé —Daniel finalmente lo sabía. Lo comprendía—. Eres


mi pareja. Mi verdadera pareja.

—Y tú eres mío —dijo Thorn, enredando sus dedos en el cabello de


Daniel y dándole un rápido beso en la mejilla—. Ahora, vamos a dormir un
poco. No pasará mucho antes que quieras hacerlo de nuevo.

Daniel no estaba seguro de creer eso. Estaba cansado hasta los huesos
y adormilado, con los cálidos brazos de Thorn envueltos a su alrededor.
Sentía que podía dormir durante días.
Capítulo 23
Incluso días después que su celo hubiera terminado, Daniel todavía
sentía que estaba en un sueño feliz y brumoso. Le preparó un desayuno
temprano a Thorn, que tenía un turno en la estación de bomberos, y se sentó
a la mesa mirando al alfa comer.

—¿No tomas nada? —le preguntó Thorn.

—Comeré con Sammy. Ha estado tirando tanta comida como la que


come. Me imagino que es mejor si él también me ve comiendo.

—Entonces nos aseguraremos de tener tantas comidas juntos como


podamos esta semana. Pronto decidirá qué comer es mejor que jugar.

Thorn le dio un abrazo y un beso cuando se iba, mirando


inquisitivamente el vientre de Daniel.

—¿Aún nada?

Daniel se rió, pero sacudió la cabeza.

—Es un poco pronto, ¿no?

—Creo que estoy emocionado, eso es todo. —Presionó otro beso


persistente en los labios de Daniel—. Te veo esta tarde. No olvides llevar a
Sammy a la casa de la manada esta mañana. Van a pintar con los dedos.
Estoy seguro que le encantará.

—¿A qué niño no le gusta una excusa para cubrirse de pintura?


—Tienen delantales —le aseguró Thorn.

—Dime eso de nuevo esta noche cuando le esté lavando la pintura de


las orejas.

Thorn seguía riendo mientras caminaba hacia su coche. Daniel se


despidió de él y volvió a entrar. Debería hacer algunas tareas del hogar, y tal
vez comenzar con la lasaña que había planeado para cenar.

Estaba hasta los codos en los platos del desayuno, mientras Sammy
jugaba en el piso cercano, cuando sonó el timbre. Se secó las manos en el
paño de cocina, se aseguró que Sammy estuviera ocupado y salió para ver
quién era.

Su corazón dio un vuelco cuando vio al oficial de policía en la puerta.


La abrió y esperó que su miedo no se reflejara en su rostro.

—¿Puedo ayudarlo?

El oficial pareció un poco confundido al verlo.

—Estaba buscando a Thorn, aunque veo que su camioneta no está


aquí.

—Está de turno en la estación de bomberos.

—Debí haberlo adivinado. Soy el alguacil Thomas. ¿Y usted es…?

—Daniel.

—Encantado de conocerle, Daniel. ¿Tal vez podría pedirle a Thorn


que me llame? Tiene mi número.
—Por supuesto. ¿De qué debería decirle que se trata?

—Nada importante. Ayer pillé a algunos niños conduciendo por la


ciudad en un ciclomotor robado. El propietario no quiere presentar cargos,
simplemente está feliz de saber dónde está su vehículo, pero los niños
dijeron que lo encontraron abandonado en esta propiedad, justo cerca de la
carretera. Me preguntaba si Thorn sabía algo al respecto.

El corazón de Daniel se aceleró por la palabra "ciclomotor". Su


ciclomotor. El que le había robado a Harrison y montado a la libertad.

—Nunca ha mencionado nada sobre un ciclomotor. ¿Entonces no cree


que se lo llevaran los niños?

—Definitivamente lo robaron, sí. Pero el dueño está a un condado de


distancia. Parece que ya lo habían robado, conducido hasta aquí y
desechado. Los niños vieron una oportunidad y la aprovecharon.
Afortunadamente, todavía está en buenas condiciones. Yo diría que el
propietario no estaría tan contento de dejarlo pasar de otra manera. Pero
supongo que veremos si todavía se siente así cuando venga a recogerlo. —
El alguacil le sonrió—. No lo molestaré más, estoy seguro que está
ocupado. ¿Le dirá a Thorn que pasé por aquí?

—Se lo diré —prometió Daniel, sabiendo que la sangre debía haberse


drenado de su rostro.

Se despidió y cerró la puerta, apoyándose fuertemente contra la pared


y escuchando mientras el coche del ayudante se alejaba.

Harrison era el dueño del ciclomotor. Lo que significaba que ya sabía


que lo había conducido hasta aquí. Vendría a por ellos. La manada vendría.
Podrían sospechar que se había ido hacía mucho tiempo, que acababa de
dejar el ciclomotor y siguió corriendo, pero lo comprobarían. Y ese
simpático y hablador alguacil les diría exactamente dónde lo habían
encontrado. Conduciría a Harrison directamente a Thorn, a la manada y
directamente a Sammy. Era sólo cuestión de tiempo. Horas o días. A menos
que... a menos que Daniel no les diera ninguna razón para buscar.

Miró su reloj y se apresuró a entrar, preparando a Sammy para


dirigirse a la casa de la manada.

—Pintar con los dedos, ¿eh? ¿No suena divertido?

Llevó a Sammy casi todo el camino hasta allí, sabiendo que el tiempo
era escaso y que necesitaría tanta ventaja como pudiera. Kira aceptó
fácilmente su excusa que necesitaba regresar a la casa y terminar de
preparar la cena. Daniel no podía hacer más que darle a Sammy un beso
rápido y un abrazo, no sin despertar sospechas. Una vez que estuvo fuera de
la vista de la casa de la manada, corrió todo el camino a casa, secándose las
lágrimas perdidas de sus mejillas. Encontró un bolígrafo y papel en los
cajones de la cocina y rápidamente escribió una nota. Fue lo más difícil que
tuvo que escribir, pero no tuvo tiempo de preocuparse por sus palabras.
Tenía que haberse ido mucho antes que Thorn llegara a casa.

No se molestó en hacer el equipaje. Tenía que parecer que había


estado solo, o Harrison nunca creería su historia. Poniendo la carta
cuidadosamente en la mesa de la cocina, corrió hacia la puerta antes que
pudiera cambiar de opinión. Agarró las llaves de la motocicleta de Thorn al
salir, esperando que el alfa le perdonara esa última traición. Sería
demasiado lento a pie.
Mientras se alejaba por el camino de entrada, rezando para que nadie
de la manada estuviera cerca para verlo, esperaba hacer lo correcto. No,
sabía que lo estaba haciendo. Tenía que proteger a Sammy, a Thorn y a la
manada de Harrison y su gente. Una vez que Harrison lo encontrara, nunca
lo soltaría. Y si lo encontraba con otro alfa, con otra manada, les haría pagar
por su traición. Daniel no podía permitir que eso sucediera.
Capítulo 24
Thorn recibió una llamada de Brax de camino a casa desde la estación
de bomberos.

—¿Daniel está contigo?

—No, todavía no estoy en casa. ¿Por qué?

—Sammy está aquí. Daniel lo dejó esta mañana, pero nunca regresó.
Cole fue a tu casa hace un momento, pero no está allí. Tampoco tu
motocicleta.

Thorn luchó para entenderlo.

—¿Tal vez fue al pueblo a comprar algunos ingredientes para la cena?


Le dije que podía llevarse la moto si era necesario. Sabe montar.

Aunque le había pedido específicamente que se lo dijera antes de


tomarla, ya que no era tan experimentado.

—Haré que Cole conduzca la ruta hacia la ciudad y se registre en la


oficina del sheriff. Tal vez la motocicleta se descompuso, o lo detuvieron o
algo así. ¿Tenía la licencia de conducir con él?

—Nunca pensé en preguntar —dijo Thorn—. Déjame revisar la casa.


Lo sabría mejor que Cole si hay algo fuera de lugar.

Pasó junto a Cole en el camino, el alfa lo saludó con la mano mientras


giraba hacia la ciudad. Thorn condujo a la casa, una sensación de inquietud
crecía en su estómago cuanto más se acercaba. Algo no estaba bien, pero
maldita sea si sabía qué era ese algo.

Saltó de la camioneta y corrió adentro, gritando:

—¿Daniel?

A pesar que no esperaba una respuesta, de todos modos estaba


decepcionado. En la cocina, encontró un plato de lasaña cruda junto a la
estufa fría. Y sobre la mesa, apoyada contra un cristal, había una carta con
su nombre. El temor lo invadió cuando la alcanzó, desplegando el papel y
leyendo. Maldiciendo, lo dejó caer sobre la mesa y llamó a Brax.

—Daniel se ha ido. Se fue. Encontré la nota que me dejó. Está en


problemas, Brax, y creo que nosotros también podríamos estarlo.

Estaba desgarrado. Había mucho que explicar, y cada uno de sus


instintos le decía que saliera a la carretera y fuera tras su compañero. Pero
no podía. Tenía una manada para proteger, tenía a Sammy para proteger, y
había una amenaza en el horizonte.

—Ven a la casa de la manada —dijo Brax—. Lo resolveremos y


trazaremos un plan.

Thorn vaciló. Si se iba ahora, iría tras Daniel...

—Se ha ido hace horas, Thorn. No lo alcanzarás. Donde quiera que


haya ido, se fue por una razón. Tenemos que entender eso antes de ir a
perseguirlo.

—Estaré allí en cinco —le dijo Thorn, colgando.


***

Los otros lo esperaban en la sala de estar.

—¡Thorny!

Thorn levantó a Sammy a sus brazos.

—Oye, chiquitín. ¿Te divertiste pintando?

—Uh huh. Hice un dibujo para papá.

—Apuesto a que le encantará.

Thorn no tuvo el valor de decirle a Sammy que su padre no estaba allí


para verlo. No necesitaba saber nada sobre que Daniel se había ido, no hasta
que estuvieran seguros.

—Sammy, ven a la sala de juegos con Eric y conmigo —dijo Alice,


tendiéndole la mano. Thorn lo bajó, y Sammy se alejó alegremente, ajeno a
la preocupación en la habitación.

—¿Qué decía la nota? —preguntó Oliver tan pronto como los niños
se fueron.

—Que me mintió, a todos nosotros. Es parte de otra manada. Se


escapó, pero ahora se dio cuenta que había cometido un error, por lo que
volvió con ellos. Dejó a Sammy aquí porque quiere que esté a salvo.

—¿Por qué no cree que Sammy esté a salvo en su manada? Eso no


tiene sentido —dijo Duke—. Las manadas son lugares seguros para los
niños.
—Yo también lo pensé, pero... Daniel mencionó un nombre en su
carta. Harrison.

Brax y Duke se tensaron ante eso, lo que provocó miradas curiosas


del resto de la habitación.

—¿Quién es Harrison? —preguntó Nathan.

—Era de las fuerzas especiales del ejército, como nosotros —dijo


Brax con fuerza—. Se salió del tiesto en una misión, obtuvo una licencia
deshonrosa por sus problemas.

—Luego comenzó un negocio de seguridad privada y reclutó a


muchos de sus compañeros veteranos que estaban al margen. Demasiados
trabajos se convirtieron en baños de sangre y básicamente no fueron
bienvenidos en el mundo de la seguridad —agregó Duke.

—Lo último que escuchamos —dijo Thorn— fue que se había


escondido en una granja remota, promocionándolo como un "retiro" para
veteranos con problemas.

Brax se paseó por la habitación.

—Escuché el rumor que había formado una manada, se retiró con


algunos de esos aislacionistas en el noreste. De hecho, se acercó a mí, hace
unos seis meses.

Thorn levantó la vista ante eso, sorprendido.

—¿Qué demonios? Nunca nos contaste eso, Brax.


—Sabía que era mejor mantener a personas como él a distancia o más
lejos. Fui cortés, pero dejé en claro que no estábamos interesados en
unirnos a su comunidad. No compartimos los mismos valores.

—Ese no es el punto. ¿Cómo se supone que nos proteja contra


amenazas externas cuando no me dices que están ahí?

—No era una amenaza para nosotros. No entonces.

—Bueno, ahora podría serlo —señaló Duke—. Si Daniel y Sammy


pertenecen a su manada, y Daniel vuelve solo, vendrán a buscar a su
cachorro perdido.

—La carta de Daniel dice que le dirá a Harrison que dejó a Sammy
con su familia. —Thorn tragó saliva y agregó—: La única persona que
menciona por su nombre en esta carta es a Harrison. Harrison debe ser su
alfa y el padre de Sammy.

Sintió una enfermiza sensación de traición ante eso. Daniel había


estado unido todo este tiempo, tenía una manada y un compañero, pero aún
así había dejado que Thorn se acercara, se enamorara y se aparease con él.

—¿Cómo puede Daniel estar ya emparejado? —preguntó Kira—.


Entró en celo aquí, con Thorn.

—Tal vez a los ciclos de celo no les importa mucho con que alfa estés
—sugirió Josh.

—Pero ese fue el primer celo de Daniel —dijo Oliver—. ¿No fue así?
—¿Quién sabe? —dijo Thorn con pesadumbre—. Mintió sobre todo
lo demás, ¿por qué no en eso?

Estaba empezando a ver las cosas más claramente, dejando a lado su


primer instinto frenético para localizar a Daniel y arrastrarlo a casa. Le
había mentido repetidamente. Lo había traicionado. Peor que eso, había
puesto a toda su manada al peligro, tanto al traer a Sammy hacia ellos como
al dejarlo allí cuando se fue. Si Harrison era el padre, no estaría contento
cuando descubriera que le estaban ocultando a su hijo.

—Pero si esa manada no es un lugar seguro para Sammy, entonces no


es un buen lugar para Daniel. ¿Por qué demonios decidió regresar? —
preguntó Kira.

Cole entró por la puerta mientras ella hablaba. Brax le contó lo que
sabían y lo que no.

—Creo que puedo llenar algunos espacios en blanco —dijo Cole—.


Para saber por qué Daniel se fue hoy. El alguacil Thomas pasó por tu casa
esta mañana, Thorn. Parece que algunos niños locales robaron un
ciclomotor que estaba escondido en el bosque.

—Así es como Daniel llegó aquí, cuando vino buscando a Sammy —


adivinó Thorn.

—El alguacil Thomas llamó al dueño del ciclomotor. Parece que no le


preocupaba demasiado presentar cargos, pero estaba muy interesado en
saber dónde se había encontrado. El alguacil pensó que era un poco extraño,
así que volvió a hablar con los niños nuevamente. Que es cuando descubrió
de dónde lo habían sacado. Se detuvo para avisarte.
Thorn reunió esa información con la nota de Daniel y llegó a una
conclusión incómoda.

—Por eso decidió regresar. Sabía que lo vendrían a buscar.

—Todo lo que Harrison sabe es a qué pueblo condujo, pero no es que


haya terminado aquí. Eso es algo —dijo Kira.

—No es mucho —dijo Thorn—. No es suficiente. Es bien sabido que


hay una manada viviendo aquí. Si Harrison aún no ha juntado las piezas, lo
hará pronto. Una vez que lo resuelva, tendremos a su manada en la puerta.
La mentira de Daniel no nos protegerá durante mucho tiempo.

—A menos que devolvamos a Sammy ahora —sugirió Nathan,


pareciendo incómodo con la idea.

Hubo un largo silencio. Nadie se sintió bien con ese plan.

—Todos lo vieron cuando llegó aquí —dijo Thorn—. Estaba


traumatizado, y no fue por estar solo en el bosque.

—No —estuvo de acuerdo Kira—. Era un trauma mucho más


profundo. Uno que Daniel probablemente compartió, dadas las lesiones que
tenía cuando llegó aquí.

Tal vez les había mentido y los había puesto en peligro, pero Thorn
sabía que había estado tratando de proteger a Sammy. Eso tenía que contar
para algo.

—¿Qué hacemos? —preguntó Cole—. No podemos ir y exigirle a


Daniel que regrese. Eso solo le dirá a Harrison exactamente dónde
encontrar a Sammy.

Brax suspiró profundamente.

—Tampoco podemos sentarnos y esperar a que las cosas pasen. Tan


pronto como se den cuenta que Daniel está mintiendo acerca de dejar a
Sammy con su familia, volverán sobre sus pasos. Incluso si movemos a
Sammy ahora, el camino los lleva directamente a nosotros.

Thorn volvió a leer la carta de Daniel, notando manchas en la tinta y


sosteniéndola a la luz. Eran lágrimas. Había llorado mientras la escribía.
Tan enojado como se sentía, su corazón le dolía por el omega, atrapado
entre una roca y un lugar duro. Había mentido, sí, pero había sido un
manojo nervios y lleno de miedo cuando llegó. ¿Tal vez pensó que no tenía
otra opción?

—Tengo un plan —anunció—. Uno terrible.

—Tal vez deberíamos mantener los planes terribles en reserva —dijo


Cole.

—¿Tenemos alguna otra idea? —preguntó Oliver.

Nadie habló

—Entonces escuchemos, Thorn. ¿Qué tan malo puede ser?

—Malo —dijo simplemente—. Harrison tiene una manada, ¿verdad?

—Verdad.

—¿Y son, presumiblemente, en su mayoría ex militares?


—Así es como sonaba —dijo Brax—. Los alfas, las betas. Los recluta
cuando los licencian, a veces incluso antes que se vayan. No sé sobre los
omegas.

—Entonces, a menos que tengan muchos más niños que adultos,


probablemente no caigan bajo la jurisdicción civil.

Vio que todos los ojos se volvían hacia él mientras descubrían a qué
se refería.

—Estás sugiriendo que...

—Los militares quieren una manada, ¿verdad? Yo digo que les demos
una.
Capítulo 25
Daniel condujo hasta que la motocicleta se quedó sin gasolina, luego
la estacionó frente a una estación de policía e hizo autostop el resto del
camino. De esa manera, sabía que Thorn recuperaría su moto, pero no
podría seguirlo más allá de ese punto. Era entrada la noche cuando
finalmente llegó a las afueras del territorio de la manada. Se dirigió
directamente hacia la puerta, sabiendo que habría un guardia allí que estaría
más que feliz de escoltarlo al interior.

—Bueno, maldición —dijo el guardia al verlo.

Agarró a Daniel por el brazo y lo arrastró hacia la puerta mientras


sacaba su teléfono.

—Harrison, ¿adivina quién apareció? No, no está el niño. Está solo.


Uh huh. Volveré a llamar a los exploradores. Todavía están de camino.

Daniel esperaba que fuera una buena señal. Si Harrison acababa de


enviar a los exploradores y aún no habían llegado a la ciudad de Thorn,
entonces tal vez había regresado a tiempo para mantener a Sammy y la
manada a salvo.

El guardia guardó su teléfono y empujó a Daniel cara a cara contra la


pared, revisándolo bruscamente. No había nada que encontrar.

La puerta se abrió, y el guardia lo empujó hacia las manos de los


Protectores de la manada que aguardaban.
—Harrison dice que lo lleve al sótano. Tratará con él más tarde.

Ese era Harrison en esencia. Le gustaba dejar que cometiera sus


errores, le gustaba fingir que tenía cosas más importantes con las que lidiar
que su segundo compañero descarriado.

Daniel no se resistió. Simplemente mantuvo la cabeza baja, haciendo


su mejor imitación del omega sumiso y obediente. Por supuesto, era
Harrison a quien realmente tendría que convencer. Necesitaba que el alfa
creyera que estaba arrepentido y contrito, que había aprendido el error de
sus acciones. De alguna manera, sabía que no sería tan fácil como una
disculpa y algo de molestia. Nunca lo fue.

Fue llevado al sótano, con la puerta pesada crujiendo abierta frente a


él. Lo detuvieron antes que pudiera pasar.

—Desnúdate.

Daniel se congeló.

—Son órdenes del Alfa. Desnúdate o lo haremos por ti.

No se permitió pensar, solo se quitó lo que llevaba puesto y dejó que


lo empujaran adentro. No lo siguieron. La puerta se cerró de golpe detrás de
él, dejándolo en la oscuridad.

Caminó hacia la pared más cercana y recorrió la habitación con la


mano. No había colchón delgado, ni manta raída. Solo paredes y pisos de
piedra, y un cubo en una esquina. Harrison había estado planeando su
regreso durante un tiempo.
Daniel se agachó en un rincón, cambiando a su forma de leopardo
para calentarse acurrucándose en una bola apretada. Tenía suerte. ¿Quién
necesitaba ropa cuando tenías una gruesa capa de piel?

Durante un momento, esperó escuchar los fuertes pasos de Harrison.


Pero nunca llegaron y, poco a poco, el sueño lo llevó. No fue tranquilo, su
mente y su cuerpo estaban demasiado nerviosos para hacer más que
quedarse dormido.

Se despertó con un grito cuando el agua helada lo empapó. Un


Protector se cernía sobre él, con un cubo vacío en sus manos.

—Cambia de nuevo —exigió.

Daniel lo hizo, temblando y empapado, tratando en vano de cubrirse


de las miradas indiscretas del alfa. Todavía era temprano, tal vez incluso
antes del amanecer. Pero eso no parecía importar, ya que fue arrastrado sin
ceremonias escaleras arriba y afuera al patio trasero de la casa. Allí, la
manada estaba reunida, esperando.

El Protector lo arrojó al suelo en el centro de la multitud y retrocedió.


Daniel se acurrucó, tratando de protegerse de sus miradas insensibles.

La multitud se separó para revelar a Harrison, avanzando mientras el


sol se asomaba por el horizonte detrás de él. Daniel casi se rió de eso. A
Harrison le gustaba hacer una entrada.

—Así que has regresado arrastrándote.

No había nada que hacer más que seguirle el juego. Harrison no era el
único que tenía un papel que cumplir.
—Sí, alfa. Perdóname. Yo... yo era débil e indigno de tu amor.

Harrison se burló de eso.

—Siempre has sido débil. Pero eso no me importa. ¿Dónde está mi


hijo?

Daniel agachó la cabeza casi hasta el suelo, pero Harrison no le dio


ese lujo por mucho tiempo. Su mano se apretó fuertemente en el cabello de
Daniel, arrastrando su cabeza hacia arriba y forzando el contacto visual.

—Dónde. Está. Mi. Hijo.

—Yo... lo dejé con mi familia. Tenías razón. No soy bueno como


padre. Lo intenté, pero no soy tan fuerte como tú. No quería criar a un hijo
débil.

—Pero regresaste, dejándolo a él allí. ¿Por qué?

Los ojos de Harrison brillaron con furia, pero parecía estar aceptando
su palabra.

—Tenía que volver a ti. Eres mi alfa. Te extrañé. Te necesito. Por


favor, perdóname.

Gritó cuando Harrison lo arrastró por el pelo.

—Debería golpearte hasta que estés a punto de perder la vida por lo


que has hecho. ¿Quitarme a mi hijo? ¿Volver sin él? Traicionarme a mí y a
nuestra manada.
El alfa miró a los demás, quienes expresaron su acuerdo. Los ojos de
Daniel se posaron en la cara engreída de Jaxon.

—Tienes razón, alfa. Te la ha jugado como si fueras bobo. Nadie le


hace eso a nuestro líder y vive para contarlo.

Los ojos de Harrison se volvieron hacia Jaxon.

—Cállate, perra. No creas que he olvidado quién lo dejó salir.


Recibirás tu propia parte del castigo. —Sacudió a Daniel con fuerza—. Una
vez que haya lidiado con este.

Giró a Daniel hasta que le daba la espalda, con una mano pesada
sobre su hombro.

—¿Estás feliz de estar aquí? —preguntó—. ¿De vuelta en la


seguridad de tu manada?

—Sí —dijo Daniel con timidez—. He extrañado mucho mi casa. He


extrañado a mi alfa.

—Primero, te recordaré lo que te has perdido. Entonces serás


castigado.

—Sí, alfa —dijo Daniel cuando Harrison se inclinó y olió su cuello.

El alfa se detuvo de repente, y luego apretó su mano sobre el hombro


de Daniel, obligándolo a ponerse de rodillas.

—Mientes, rata. ¿Crees que soy un tonto, que puedes batir tus
pestañas y disculparte mientras me pones una venda en los ojos?
Daniel estaba confundido por el cambio repentino en el
comportamiento de Harrison.

—Alfa, yo... no entiendo.

—¿Realmente pensaste que podrías engañarme para que críe al hijo


bastardo de otro? Puedo olerlo en tu aroma. No estabas embarazado cuando
te fuiste, pero no hay duda de eso ahora.

Daniel jadeó y miró a Harrison.

—No, alfa, por favor. No es... no estoy...

El horror lo invadió al darse cuenta del terrible error que había


cometido. Al tratar de salvar a Sammy y Thorn de Harrison, había olvidado
que podría haber otra pequeña vida involucrada. Acababa de poner al hijo
de Thorn en las manos de Harrison. El alfa nunca lo dejaría pasar. Nunca.

Harrison echó la cabeza hacia atrás y se cernió sobre él.

—¿Quién es el bastardo? ¿Dónde está? Lamentará el día que tocó a


mi pareja.

Daniel trató de sacudir la cabeza, haciendo una mueca cuando


Harrison apretó su cabello.

—No, alfa. No ha habido nadie más que tú. Lo prometo.

—Estás mintiendo.

—No lo estoy, por favor. Regresé a ti. Porque soy tuyo, tu omega, tal
como me dijiste cuando me trajiste aquí. No habría nadie más que tú,
nunca. Viviría y respiraría por ti, para obedecerte, someterme a ti.

Harrison resopló y lo empujó al suelo.

—Todo lo que has hecho es desafiarme. Y ahora me has traicionado.


Primero, me ocuparé del alfa con el que follaste. Entonces me ocuparé de ti.
¿Quién es?

Daniel volvió a sacudir la cabeza. No traicionaría a Thorn.

—Solo has sido tú, alfa.

Harrison giró la cabeza hacia un lado y lo miró atentamente. Su tono


se suavizó.

—¿Te echó una vez que se enteró que estabas embarazado? ¿O fue
cuando se dio cuenta de lo inútil que eres en realidad?

Apuntó una patada al estómago de Daniel, pero logró encorvarse


protectoramente, protegiéndose con sus brazos.

—Preparen las motos y los automóviles para partir —dijo Harrison a


los demás.

Daniel cerró los ojos y rezó para que Harrison no estuviera haciendo
lo que temía que hiciera. Sintió la mano del alfa en su cadera, el toque casi
gentil.

—Te quedarás aquí y esperarás a que traigamos a tu amante alfa para


que puedas verlo morir.

—Pero, alfa, ni siquiera sabes dónde... —comenzó a decir Jaxon.


—¿No? ¿Crees que es una coincidencia que haya vuelto ahora?

La mano de Harrison se apretó, excavando dolorosamente en la suave


piel de la cadera de Daniel.

—Ese ciclomotor que robó apareció hace solo un día, en una ciudad
que se hizo famosa recientemente por una cosa muy particular. Tiene una
manada viviendo en las afueras. Apuesto a que encontraremos al bastardo
que estamos buscando allí, ¿no es así, Daniel?

Sus dedos se hundieron más y Daniel gritó, sollozando entre


respiraciones superficiales.

La mano de Harrison volvió a enredarse en su cabello, obligándolo a


ponerse de pie y arrastrándolo hacia el frente de la casa.

—Puedes despedirnos, entonces Greg te llevará al sótano y te dará


algo en qué pensar mientras nos vamos.

Daniel no reaccionó a las amenazas de Harrison. ¿Qué importaba?


¿Qué importaba? Había fallado en proteger a Sammy, no había podido
salvar a Thorn. Ahora toda la manada de Thorn sufriría por su error.

—Por favor, Harrison. Alfa. Por favor. Regresé a ti. Haré todo lo que
me pidas.

Harrison lo agarró y lo obligó a mirarlo a los ojos.

—Nunca será suficiente, Daniel. No estás hecho para ser el


compañero de un alfa. Debería haberte arrojado a los muchachos para
mantener sus camas calientes hace mucho tiempo. Después de tu castigo,
eso es exactamente lo que haré.

Harrison lo había amenazado muchas veces antes, pero era un alfa


egoísta de corazón. Esta era la primera vez que Daniel creyó que realmente
lo haría. ¿Y qué importaría con Thorn muerto y Sammy entregado a Jaxon
para criar?

—De rodillas —exigió Harrison—. A todos. Muestren lealtad a su


alfa y valoren sus esfuerzos.

Daniel casi se cae al suelo por la fuerza de la mano de Harrison


empujándole el hombro. Cerró los ojos y silenciosamente deseó la
intervención divina: un rayo, una manada rival que venía a pelear, Harrison
decidió que no valía la pena. Tomaría cualquier cosa, siempre y cuando eso
significara que Thorn y Sammy estarían a salvo.

Hubo un grito en la distancia, interrumpido tan repentinamente como


comenzó.

—¿Quién era ese? —exigió Harrison—. ¿Qué sucede…

De repente se vieron rodeados de gritos y pasos mientras múltiples


vehículos salían de los campos circundantes hacia ellos. Los sonidos
estaban en todas partes, provenientes de todas las direcciones. Hubo incluso
el rugido de un helicóptero en lo alto. Daniel observó con los ojos muy
abiertos cómo los soldados con armas salían de los vehículos y los
rodeaban. ¿Qué demonios estaba pasando?

La manada se convirtió en un caos, algunos de ellos moviéndose y


corriendo hacia los soldados, solo para caer cuando fueron golpeados con lo
que sea que había en esas armas. Daniel no creía que fueran balas. Fue
arrastrado por Harrison.

—Tú hiciste esto —gruñó el alfa, tirando de él hacia la casa. Jaxon


corrió hacia Harrison y trató de agarrarlo del brazo, solo para ser empujado
bruscamente.

—¿Qué demonios hiciste, pequeña rata? Debería haberte arrojado de


vuelta a donde te encontré, dejarte morir a un lado de la carretera.

La retirada de Harrison hacia la casa fue detenida por media docena


de soldados que los rodearon. Jaxon trató de alejarse arrastrándose, pero fue
rápidamente detenido por una bota en su espalda.

Daniel, con el brazo de Harrison alrededor del cuello, no podía ir a


ninguna parte.

—Lo mataré —amenazó el alfa, apretando su agarre—. Retroceded


o...

Todos los soldados dispararon a la vez. Uno de los dardos golpeó el


muslo de Daniel, el dolor explotó a través de él antes que su visión se
oscureciera.
Capítulo 26
Thorn no podía negar sentirse culpable por denunciar la manada de
Harrison a los militares, especialmente teniendo en cuenta sus propios tratos
con ellos. Pero era la única forma en que podía ver para mantener su
manada a salvo. La manada de Harrison estaba en un Condado donde las
leyes eran más estrictas que las de ellos. No había forma de hacer la vista
gorda ante un informe de una manada en medio de ellos.

—¿Thorny? —Sammy se acercó a él con las comisuras de la boca


inclinadas hacia abajo—. ¿Dónde está papá?

Thorn levantó al cachorro en sus brazos.

—Papá tuvo que hacer un recado, chiquitín. Pero estoy aquí.

Todavía estaban esperando recibir noticias del oficial Greggs sobre el


resultado de su informe. Decir que el hombre se había sorprendido de saber
de ellos era insuficiente.

—¿Papá estará en casa pronto?

—Yo... eso espero.

La verdad era que no sabía la respuesta a eso. Incluso si los militares


lograron tomar la custodia de la manada de Harrison, todavía quedaba la
cuestión de a quién estaba vinculado Daniel. Si era el omega de Harrison,
no podría ser el suyo. Pero si lo fuera... ¿podrían superar esto? Daniel le
había mentido, había puesto su manada en peligro, había puesto a Sammy
en peligro y luego se había marchado como si nada de eso importara. Ese
no era el omega del que se había enamorado.

Sammy se aferró a él con un gemido, enterrando su rostro contra el


cuello de Thorn. Él lo arrulló y caminó de un lado a otro por la habitación,
los movimientos rítmicos calmaron al cachorro para que se durmiera. Se
estaban quedando en la casa de la manada, ya que parecía más seguro en
ese momento, y él necesitaba saber que alguien podría cuidar de Sammy si
había problemas.

Escuchó los pasos de Brax y acomodó a Sammy en la cama, yendo a


su encuentro en la puerta. Salió y la cerró, bajando la voz a un susurro.

—¿Hay noticias?

—Demasiado pronto para eso. Kira hizo la cena. ¿Por qué no bajas y
comes? Voy a vigilar a Sammy.

Thorn no tenía hambre, pero bajó de todos modos. No sabía lo que iba
a pasar después. Necesitaba su fuerza y su ingenio sobre él. Lo que
significaba mantener una rutina lo más normal posible. Comía, dormía un
poco, se despertaba con Sammy a la mañana siguiente y continuaba con su
día. Cuando llegaran las noticias, decidiría qué hacer a continuación. Si eso
era luchar por Daniel o dejarlo a su suerte.

Kira le entregó un plato y se unió a él en el mostrador.

—Los otros están en el comedor, si te apetece compañía.

—No me siento conversador en este momento —dijo de forma


escueta.
—Entiendo. Debes sentirte muy enojado. Traicionado, incluso.

Por un lado, sí, pero por otro...

—Es como si hubiera dos versiones de mí. Una está furiosa. Me han
embaucado, me han engañado.

—Pero la otra... —incitó Kira en voz baja.

—No cruzó el umbral de mi habitación durante semanas. Cada vez


que lo intentaba, se moría de miedo. A veces, cuando me movía demasiado
rápido, me miraba como si esperara que hiciera algo terrible...

—Estaba herido antes de venir aquí.

—No solo una vez —dijo Thorn, odiando lo cierto que era—. Una y
otra vez. El miedo estaba arraigado en él.

—Y, sin embargo, en solo unas pocas semanas, tú y él se volvieron


los bastante cercanos como para aparearse.

—Quizás Brax tenía razón, fue algún tipo de síndrome de Estocolmo.


Gravitó hacia mí como una polilla a una llama porque fui amable. No me
amaba, se sintió aliviado que no lo lastimara.

—Por supuesto, ves el problema con ese argumento —dijo Kira.

Él levantó la cabeza y la miró con el ceño fruncido.

—Su celo. Él no habría entrado en celo porque fueras amable. El celo


es provocado por sentimientos más profundos. Pasión, lujuria. Una
conexión. El tipo de conexión que un omega como Daniel anhelaría
profundamente.

—No creía que se lo mereciese. Pensaba que era feo e inútil.

—Y le demostraste que no lo era. ¿Es de extrañar que se enamorara?

—Si se enamoró. —Thorn no sería engañado para creer un cuento de


hadas—. Con todas las mentiras que dijo, ¿cómo puedo saber qué era
verdad entre nosotros? Un celo no siempre significa amor profundamente
arraigado. A veces, solo se trata de biología.

—A veces —estuvo de acuerdo en voz baja.

—El hecho es que es el omega de otra persona. No tengo derecho


sobre él ni sobre Sammy.

—¿Dejarías que Sammy regresara allí, sabiendo cómo estaba cuando


vino aquí?

—No, nunca —prometió Thorn—. Pero eso no significa que pueda


salvar a Daniel.

—Oh, Thorn. La pregunta nunca fue si podías salvar a Daniel. Es si,


¿lo harás si tienes la oportunidad?

Thorn sacudió la cabeza y volvió a su comida. La verdad era que no


lo sabía.

***
Ya era media mañana del día siguiente cuando escucharon algo,
Thorn paseaba ansioso mientras Brax hablaba con el oficial Greggs.

—¿Y bien? —preguntó cuando Brax terminó la llamada.

—Allanaron la manada al amanecer. Se los llevaron a todos bajo


custodia. Ocho alfas, diecisiete betas, cinco omegas y seis niños.

—¿Daniel?

—Piensan que lo recogieron con el resto. Los tienen a todos en la


base militar de Samson. Están siendo revisados mientras hablamos.

Thorn se sentó pesadamente y miró a los demás.

—¿Van a quedarse con ellos?

—Aparentemente, todos excepto los omegas y los niños, son ex


militares. No hay duda que caen bajo jurisdicción militar. El oficial Greggs
estaba muy agradecido por nuestra información.

—Apuesto a que sí —dijo Thorn con amargura—. Pero al menos ya


no son una amenaza para nosotros. ¿Se mencionó a Sammy?

—No por mí. Pero apuesto que Harrison comenzará a enloquecer


sobre él una vez que la realidad le clave las garras.

—¿Tenemos algún argumento para quedarnos con él?

—Tenemos nuestra evaluación inicial cuando llegó aquí, pero no hay


forma de demostrar que su condición en ese entonces se debió a Harrison
—dijo Oliver—. Especialmente porque estaba bajo el cuidado de Daniel
antes de llegar a nosotros.

—Y luego está Daniel —agregó Brax—. ¿Ya has decidido lo que


quieres hacer?

—¿Tengo que tomar una decisión? Está con su manada, y ahora están
bajo control militar.

—Fue recogido con la manada de Harrison, sí —dijo Oliver—. Pero


solo porque él estaba allí cuando los asaltaron, no significa que puedan
quedarse con él. No si podemos demostrar que pertenece a otra parte.

—¿Pero lo hace? —preguntó Thorn.

—Sé que estás enojado —dijo Oliver suavemente—. Pero no dejes


que esa ira te ciegue. No digo que tengas que darle la bienvenida con los
brazos abiertos, pero, ¿no quieres saber la verdad? ¿No quieres escucharla
de él?

—¿Cómo? No es como si pudiéramos ir a una base militar y pedir una


visita.

—¿Por qué no? —dijo Brax—. Greggs nos lo debe. Si no fuera por
nosotros, no tendría la manada que estaba ansioso por tener en sus manos.
La única razón por la que pudimos dársela fue por Daniel. ¿Seguramente
eso nos da algo de influencia?

—No puede hacer daño preguntar —agregó Oliver.


Thorn podía ver que todos los demás pensaban que era el siguiente
paso lógico. Y una parte de él seguía gritando sobre encontrar a su pareja y
llevarlo a un lugar seguro. Ver a Daniel por última vez probaría las cosas de
una forma u otra. O silenciar esa voz para siempre.
Capítulo 27
Le dieron a Daniel un uniforme gris para que se pusiera y le dijeron
que esperara. No es que hubiera mucho más que pudiera hacer. Un médico
ya lo había visto. El examen no había sido demasiado invasivo, pero había
confirmado el embarazo con un análisis de sangre y una ecografía.

Le ofrecieron agua pero no comida, y lo acompañaron a una


habitación con una silla donde se había sentado y respondió preguntas
durante lo que parecieron horas. Había tratado de decirles que no era parte
de la manada; pero, por supuesto, con Harrison afirmando ser su alfa, lo
ignoraron.

Ahora estaba sentado solo en una pequeña celda, un banco en cada


pared, esperando lo que viniera después. Su único consuelo era que el resto
de la manada se mantenía en condiciones similares. Trató de imaginar a
Jaxon con un uniforme gris, y la imagen le trajo un esbozo de sonrisa.

Después de lo que pareció mucho tiempo, empujaron una bandeja a


través de la ranura en la parte inferior de la puerta. La comida era básica,
pero comestible. También había pastillas en la bandeja, pero las ignoró.
Probablemente eran las vitaminas prenatales que el médico había
mencionado, pero no podía estar seguro de eso.

Las luces se apagaron abruptamente, dejándolo en la oscuridad. Era la


única señal de que había llegado la noche. Se acurrucó de lado en el banco,
sintiendo cada centímetro del frío que impregnaba la habitación pero
demasiado asustado para moverse. No parecía que fueran amables con eso,
y no quería sufrir otro disparo de una de esas pistolas de aturdimiento que
llevaban todos los soldados. Una vez había sido suficiente. No arriesgaría al
bebé solo por estar caliente.

Las luces se encendieron nuevamente, señalando la mañana. Apenas


había dormido, pero no podría volver a dormir con esas brillantes luces
fluorescentes que lo asaltaban. Había otra bandeja de comida, acompañada
de breves instrucciones de tomar sus vitaminas o se vería obligado a
tomarlas. Haciendo una mueca, se los tragó con la boca llena de agua antes
de comer su excusa de desayuno. Si se suponía que eso era avena, entonces
alguien necesitaba hablar en serio con el chef.

Casi esperaba sentir los efectos de lo que fuera que había en las
píldoras, pero la mañana pasó y, aparte de un dolor persistente en su muslo,
no había evidencia que hubiera sido drogado. Se preguntó cuánto tiempo lo
mantendrían así. ¿Podrían dejarlo aquí indefinidamente? Era pacífico, les
reconocería eso. Infinitamente preferible a reunirse con Harrison. El alfa no
estaría de humor indulgente, no ahora.

Un soldado vino a llevarse su bandeja más tarde ese día, asintiendo


con satisfacción cuando vio el contenedor de pastillas vacío.

—¿Están los otros aquí? —le preguntó Daniel. Había escuchado


gritos y llamadas la noche anterior, y algunos esa mañana, pero ninguno
durante horas.

—Han sido trasladados a otro complejo. Es norma no mantener a las


manadas separadas durante mucho tiempo.

—¿Qué hay de mí?


Tal vez le habían creído ayer. Tal vez pensaron que no era uno de
ellos.

—Doc quiere mantenerte bajo observación durante un tiempo más,


dada tu condición. No te preocupes, volverás con tu manada muy pronto.

Se giró y se fue.

—Pero no son mi manada —gritó Daniel tras él.

Si el soldado lo escuchó, lo ignoró. Por supuesto que lo hizo. Los


militares necesitaban la cooperación de la manada. Lo que significaba que
necesitaban la cooperación de Harrison. Le darían todo lo que quisiera para
asegurar eso. Y, por supuesto, él quería a Daniel. Para castigarlo y
atormentarlo por su traición. Probablemente también encontraría alguna
forma de culparlo por su cautiverio, aunque Harrison había hablado con
suficiente frecuencia sobre el deseo del gobierno de erradicar y controlar las
manadas. Se sentiría reivindicado en su paranoia ahora.

Daniel se tumbó en el banco y dormitó, temblando de tanto en tanto


por el frío. ¿Sería demasiado pedir una manta? ¿O que subieran el
termostato?

La puerta se abrió y se sentó, esperando otra visita del médico. En


cambio, el soldado de antes asomó la cabeza y miró alrededor de la celda.

—Tienes un visitante. Siéntate en ese banco, mantén las manos a los


lados. No te levantes, no cambies de forma.

Observó a Daniel expectante hasta que hizo lo que le ordenaron,


sentándose a un lado del banco y agarrando el borde con las manos. En
buena medida, bajó su mirada sumisamente y se encorvó sobre sí mismo.
Solo había una persona que podía imaginar que dejarían visitarlo. Harrison
saldría a buscar sangre, y dudaba que lo detuvieran si decidía tomar una su
libra de carne allí mismo.

El soldado salió, la puerta se cerró de golpe. Daniel mantuvo su


posición, sin atreverse a levantar la vista cuando escuchó pasos
acercándose. La puerta se abrió de nuevo, y esos pasos pesados entraron, la
puerta se cerró detrás de ellos. Se movieron por la habitación, acercándose,
y luego escuchó un crujido cuando su visitante se sentó en el banco frente a
él.

—Hola, Daniel.

Saltó ante la voz familiar, olvidándose lo suficiente como para


levantar la cabeza y mirar en estado de shock al alfa sentado frente a él. Era
Thorn

Se miraron el uno al otro en silencio. Daniel no estaba seguro de por


qué Thorn estaba allí o qué iba a hacer. Tenía que estar tan furioso como
Harrison, si no más.

La cara del alfa era ilegible, una máscara en blanco que era casi más
aterradora que la ira. Al menos con ira, sabía lo que iba a obtener. Esta...
nada podría significar muchas cosas, todas muy malas.

—¿Estás bien? —preguntó Thorn sin tono.

Daniel agachó la cabeza otra vez, luchando por controlar su


respiración. Su corazón martilleaba en su pecho; cada latido provocando un
hematoma.
—Yo... lo siento —le dijo—. Lo siento mucho.

Comenzó a sollozar cuando escuchó a Thorn levantarse y acercarse.


Tenía miedo de mirar + y ver lo que había en los ojos del alfa. Se lo
merecía, lo hacía. Todas las mentiras que había dicho, la verdad que había
ocultado, todo el dolor que había causado. Se lo merecía.

—¿Danny? Danny, mírame.

Negó con la cabeza, rechazando la gentil solicitud. Harrison también


era amable, cuando estaba en su punto más cruel, por lo que Daniel no lo
veía venir.

Se estremeció al sentir una mano en la rodilla.

—Tranquilo, Danny. No voy a lastimarte.

Eso era una mentira, tenía que serlo.

—Me lo merezco —forzó a salir, agarrando el borde del banco hasta


que sus nudillos se pusieron blancos. Deseó que Harrison acabara de una
vez con…

—No, no lo haces —dijo Thorn con firmeza, sacudiendo a Daniel de


vuelta al presente—. No soy él, ¿recuerdas? Nunca seré él.

Unas manos suaves lo rodearon en un abrazo, Lo sostuvieron


dubitativamente, antes que Thorn se retirara.

Una mano debajo de la barbilla levantó su mirada, sus ojos se


llenaron de lágrimas cuando se encontró con la mirada de Thorn.
—¿Sammy? —preguntó.

—Sammy está bien. Está a salvo. Pero tú y yo... tenemos que hablar.

Daniel asintió solemnemente ante eso. Estaba más allá del rescate, lo
sabía. Pero tal vez había una oportunidad para Sammy y para los bebés que
gestaba.
Capítulo 28
Thorn se sintió aliviado al ver que Daniel parecía ileso. Pero a medida
que pasaban los minutos, comenzó a preguntarse si simplemente no estaba
viendo las lesiones. ¿Por qué otra razón el omega estaría tan aterrorizado
que no lo miraría?

Tomó un poco de persuasión gentil para que Daniel hablara e hiciera


contacto visual, pero había algo muy derrotado en el comportamiento del
omega.

—¿Entonces supongo que te contaron lo que pasó?

Daniel asintió.

—Los militares han tomado la custodia de la manada. Ahora estamos


bajo su jurisdicción.

—Así es. Y es probable que eso no cambie pronto. Pero no habrá


tanta diferencia como se podría pensar. Si bien la manada no puede elegir
dónde vive, la vida útil de la mayoría de ellos continuará como siempre,
solo con la supervisión de los militares. No interferirán con las cosas del día
a día.

Vio a Daniel estremecerse ante eso.

—Lamento que tenga que ser así —continuó—. Pero el riesgo que
Harrison viniera tras nuestra manada en represalia era demasiado alto. Esta
parecía la forma más limpia de mantener a todos a salvo.
Daniel levantó la cabeza y lo miró sorprendido.

—¿Tú hiciste esto?

—Harrison sabía de nuestra manada. Se había puesto en contacto con


Brax hace meses. Debe haber sospechado nuestra participación en tu
desaparición tan pronto como escuchó dónde se había encontrado el
ciclomotor. Si no, lo habría deducido lo bastante pronto.

Daniel asintió ante eso.

—Ya lo había descubierto. Cuando... cuando llegaron los soldados, se


estaba preparando para enfrentarte y llevarse a Sammy de regreso.

—Creemos que podemos evitar el regreso de Sammy. Especialmente


ahora que tenemos el argumento que no es bueno criar a un niño en un
entorno militar cuando hay otra situación más segura disponible. Sammy no
debería tener que venir aquí.

Daniel cerró los ojos y escaparon algunas lágrimas.

—Gracias.

—Yo, nosotros, no lo hicimos por ti. Sammy merece algo mejor.

El omega asintió, y Thorn se sintió instantáneamente culpable por sus


palabras, por dejar que su ira lo venciera. No era verdad. Daniel había
trabajado muy duro para mantener a Sammy a salvo. Había una buena razón
para eso.

—Y... y los bebés —tartamudeó Daniel—. ¿Puedes quedarte con ellos


también, una vez que nazcan?
—¿Qué? —preguntó Thorn, sentándose hacia adelante con el ceño
fruncido.

—Los... los bebés. Tus bebés. ¿Te los quedarás también? ¿Tan pronto
como nazcan? Harrison sabe que no son suyos. No estoy seguro de lo que
hará, pero si estuvieran contigo, al menos sabría que estaban a salvo.

Thorn se cubrió la boca con la mano y respiró hondo. Esto no era lo


que esperaba.

—¿Estas embarazado?

Daniel evitó su mirada.

—Harrison se dio cuenta por mi olor cuando me entre... cuando volví


a él.

Thorn no se perdió lo que Daniel casi había dicho. Cuando se entregó


a sí mismo.

—¿Harrison es tu alfa? —preguntó en voz baja.

—Sí. —Hubo la menor vacilación en la respuesta de Daniel.

—¿Cuánto tiempo habéis estado juntos?

—Tres años y medio.

—¿Cómo lo conociste?

Daniel levantó la cabeza y miró la pared detrás de la cabeza de Thorn,


con la cara en blanco.
—Su manada estaba en una cacería.

Eso no tenía mucho sentido para Thorn, así que investigó un poco
más.

—¿Oh? ¿Qué estaban cazando? ¿Ciervos?

Hubo un pequeño cambio en la expresión de Daniel, solo el indicio de


un ceño fruncido.

—No es ese tipo de caza. El otro tipo.

—¿Qué otro tipo?

La mirada de Daniel se desvió hacia él y otra vez, como si no


estuviera seguro de por qué Thorn estaba haciendo tantas preguntas.

—Estaban buscando omegas. Calentadores de cama, en su mayoría.


Estaba... estaba tomando clases nocturnas, volvía a casa caminando tarde.
Estaba a solo unos bloques de casa cuando me agarraron. Me tiraron a la
parte trasera de una de sus motocicletas y me llevaron.

Thorn abandonó toda pretensión de cuestionamiento casual.

—¿Te secuestraron?

—Me reclamaron para su manada. A mi y a otros dos esa noche. Nos


trajeron de vuelta a la casa de la manada, nos desnudaron y nos obligaron a
estar de pie en el medio de la habitación mientras ellos elegían. Harrison
tenía la primera opción, como líder alfa. Me eligió como su compañero.
Dijo que yo era especial, demasiado bueno para pasarlo a los demás.
Aquellos que daba a sus hombres. Los que tenían la posición más alta los
tenían primero, los otros se turnaban.

Thorn, asqueado y horrorizado, tuvo que ponerse de pie y moverse,


paseándose por la habitación.

—¿Simplemente te pillaron en la calle? ¿Nadie denunció tu


desaparición?

—Creo que mi familia lo intentó, pero... soy un omega. La policía los


convenció que simplemente me había escapado con algún alfa.

—¿Así es como terminaste apareado con Harrison?

Daniel asintió con cansancio.

—Durante un mes no supe que era su segundo compañero. Él ya tenía


a Jaxon, pero los dos bebés de Jaxon habían sido niñas. Harrison quería un
hijo, un alfa como él. No estaba contento cuando tuve a Sammy, pero dijo
que era un paso en la dirección correcta. Solo que nunca entré en celo y no
volví a quedar embarazado. Se frustraba más y más conmigo, y Jaxon me
odiaba. Nada de lo que hacía estaba bien. Ni cocinar ni limpiar ni en la
cama. Ni cuidar a Sammy. Soy un mal compañero, un mal omega.

Thorn se sentó pesadamente, inclinándose hacia adelante.

—¿Por qué te fuiste?

Lo sabía, pero aún tenía que escucharlo de Daniel.

—Intenté escapar antes. Una vez incluso volví con mi familia, pero
estaba embarazado y no querían la responsabilidad. Llamaron a Harrison
para que me llevara de regreso.

Thorn cerró los ojos ante eso, respiró hondo y soltó el aire
lentamente. Daniel no merecía lidiar con su ira. No entendería que no
estaba dirigida a él.

—¿Qué hizo que esta vez fuera diferente?

—Estaba usando a Sammy para que me comportara. No podía


permitir que eso sucediera. Tenía que sacarlo de allí.

—Y lo hiciste —le aseguró Thorn—. Sammy está a salvo, gracias a ti.

Quería desesperadamente decirle al omega que todo iba a estar bien,


que lo sacaría de allí y lo llevaría a casa, y que vivirían felices para siempre.
Pero este no era un cuento de hadas, era la vida real. Y la vida real nunca
era tan simple.

—¿Por qué te quedaste conmigo?¿Por qué aceptaste aparearte


conmigo? ¿Por qué encontraste un lugar seguro?

Thorn había querido creer que había habido un verdadero amor entre
ellos, pero ahora podía ver que era una fantasía. Nunca tendría lo que Brax
y Cole tenían.

—Al principio sí. Pero si todo lo que quisiera fuera seguridad, hubiera
sido mejor dejar que Oliver me encontrara un lugar en un refugio o un
programa de trabajo, en un lugar tan lejano que Harrison nunca nos
encontraría.

—¿Por qué no lo hiciste?


—Porque tú estabas allí. Fuiste paciente y amable. Eras bueno con
Sammy. Y te gustó mi cocina. Llegó al punto en que yo... no podía soportar
la idea de dejarte. Así que supongo que enterré mi cabeza en la arena e
intenté fingir que Harrison nunca había existido. —El omega dejó escapar
otro sollozo—. Ojalá nunca lo hubiera conocido. Desearía haberte conocido
en su lugar.

Thorn ya no podía quedarse allí sentado más tiempo. Cruzó la


habitación y tomó a Daniel en sus brazos nuevamente, dejando que el
omega llorara en su pecho.

—Por favor, por favor —rogó Daniel—. Prométeme que te llevarás a


tus bebés. No dejarás que Harrison los tenga. No me importa si tengo que
permanecer encerrado aquí hasta que nazcan, siempre que sepa que estarán
a salvo contigo una vez que estén aquí.

—Shh —murmuró Thorn, tratando de tranquilizar al sollozante


omega.

Estaba humillado y dolido por el hecho que Daniel estuviera rogando


por sus hijos y no por él mismo. Se veía a sí mismo como si no mereciese la
salvación.

—Haré todo lo que pueda para verlos a todos a salvo. Tienes mi


palabra.

Tan cerca de Daniel, podía percibir el dulce aroma del embarazo del
omega, la señal reveladora que lo había descubierto con Harrison. ¿Quién
sabía qué haría el alfa cuando le devolvieran a Daniel? Thorn haría todo lo
posible para evitar eso, lo que fuera necesario.
***

Encontró a Brax y Oliver esperándolo afuera.

—¿Bien? —preguntó Brax.

—La manada de Harrison lo secuestró en la calle hace casi cuatro


años, lo reclamó como suyo y básicamente hizo de su vida y la de Sammy
un infierno. Por eso escapó. Cree que es el compañero de Harrison, pero
también está embarazado.

—¿Embarazado de ti? —dijo Oliver.

—Parece probable. Pero si eso es cierto, ¿de quién es compañero?


¿Mío o de Harrison?

—Bueno, piénsalo —dijo Oliver—. Dado cómo se produjo su


apareamiento con Harrison, probablemente nunca formaron un vínculo real.
Asumiendo que Daniel nunca entró en celo, y dado que su único embarazo
con un alfa en una manada dio lugar a un solo nacimiento y no a múltiples,
nunca estuvo realmente emparejado con Harrison.

Todo tenía un perfecto, aunque terrible, sentido.

El coordinador del ejército avanzó hacia ellos.

—Han terminado su visita, bien. Les mostraré la salida.

—Daniel dice que está embarazado. ¿Asumo que lo ha confirmado?


—le preguntó Thorn.
El coordinador miró el portapapeles que tenía en la mano y hojeó las
páginas.

—Um... sí. Embarazo confirmado, principios del primer trimestre,


gemelos. Lleva unos diez días.

—¿Entonces es un embarazo de manada?

—Es un omega de manada —dijo el coordinador.

—Pero él no es el omega de esta manada —explicó Brax—. Hace


diez días, vivía con nosotros. Thorn es su alfa. Engendró a los bebés.

El coordinador miró de Thorn, a su portapapeles y viceversa.

—Según nuestros registros de admisión, el alfa de esta manada,


Harrison, afirma que el omega es suyo.

—Tienen un hijo juntos, pero no hay vínculo. Daniel es mi


compañero —afirmó Thorn.

—Yo... —El coordinador parecía confundido—. Tendré que dirigir


esto mi supervisor. Disculpe.

Se apresuró a alejarse.

—¿Ahora qué? —preguntó Oliver.

—Ahora esperamos que las lentas ruedas de la burocracia giren —


dijo sabiamente Brax—. Busquemos donde sentarnos.
Thorn estaba demasiado agitado para sentarse. Caminaba de un lado a
otro durante la hora que le tomó a alguien volver a ellos.

Se sorprendió de ver al oficial Greggs y sabía que no serían buenas


noticias.

—Si entiendo correctamente, hay una... disputa sobre a qué manada


pertenece este omega embarazado.

—No hay disputa —dijo Thorn acaloradamente—. Pregúntale. Lleva


meses viviendo con nosotros, estamos unidos y está embarazado de mis
hijos.

—Sea como sea, Harrison afirma que Daniel y él han estado unidos
durante años, que tienen un hijo juntos y que le robaste el omega. Dijo que
Daniel escapó y volvió a casa con él.

—Daniel volvió a Harrison porque pensó que el alfa lo rastrearía y


recuperaría a su hijo.

—¿El hijo de Harrison? ¿Sammy? ¿Crees que es extraño que un padre


quiera reunirse con su propio hijo?

—Creo que deberías entender el lado de Daniel de la historia.


Entonces lo entenderás. Harrison no se apareó con él, lo secuestró.

—Es curioso, eso es exactamente lo que Harrison te acusa de hacer.

Greggs le sonrió amablemente, y fue todo lo que Thorn pudo hacer


para no borrar esa sonrisa de su rostro.

—Habla con Daniel. Escucha su versión.


—Así están la cosas. Esta es una disputa entre dos manadas. Daniel
no tiene una versión, no tiene nada que decir. Tu manada dice que Daniel es
tuyo. La manada de Harrison afirma que es suyo. El niño vivo y el
embarazo no importan. Se aplica la ley de la manada.

Thorn golpeó con el puño contra la pared cuando se dio cuenta de la


conclusión a la que Greggs estaba llegando. El oficial siguió hablando.

—En una disputa sobre un compañero, cuando las conversaciones


fallan, los dos alfas involucrados participan en un combate. El ganador se
lleva el botín, por así decirlo. O cedes en tu reclamo sobre Daniel y toda su
progenie y te diriges a casa, o aceptas este desafío. Harrison ya ha aceptado.

Thorn no podía irse. No solo significaba darle la espalda a Daniel,


sino renunciar a su reclamo sobre sus hijos y Sammy. Pero si peleaba contra
Harrison y ganaba, todos sus problemas se resolverían. Daniel, Sammy y
sus hijos nonatos serían suyos, serían parte de su manada.

—Acepto el desafío. Lucharé por lo que es mío.


Capítulo 29
Daniel vio a Thorn alejarse, sabiendo que probablemente sería la
última vez que veía al alfa. Esperaba que Thorn pudiera cumplir su palabra
y sacar a sus bebés de las manos de Harrison de forma segura. Deseaba lo
mismo para Sammy, pero sabía que eso era solo un sueño. Sammy era el
hijo de Harrison. ¿Quién negaría a un alfa su propio hijo?

Pasaron horas y horas, otra comida traída y quitada, las luces se


apagaron cuando la noche volvió a caer. Esta vez, logró dormir unas pocas
horas de sueño irregular, los gritos de los bebés resonando a través de sus
pesadillas. Despertó cuando abrieron su puerta, pero no era el desayuno.
Era Oliver, que llevaba a Sammy.

Gritó de alegría mientras sollozaba de miedo, poniéndose de pie y


extendiendo los brazos hacia su cachorro.

Sammy se aferró con fuerza mientras lo abrazaba, tratando


desesperadamente de amortiguar sus sollozos. Nunca lo quiso aquí, no tan
cerca de Harrison.

—¿Daniel?

Levantó la vista y se encontró con la mirada de Oliver.

—Pensé que estaría a salvo contigo.

—Con suerte, lo estará. Pero insistieron en que lo trajéramos aquí


primero.
—No lo entiendo.

—Lo sé —dijo el omega amablemente—. Siéntate y te lo explicaré.

Le ofreció a Daniel un paquete de pañuelos de papel, que aceptó


agradecido, tratando de sonreírle a Sammy mientras las lágrimas brotaban
de sus ojos.

—Debería haberte dejado que nos enviaras a uno de esos refugios. En


algún lugar lejano, donde la manada de Harrison nunca pudiera
encontrarnos.

—El amor es algo gracioso —dijo Oliver—. Confunde tus


pensamientos e invierte tus prioridades en la cabeza.

—Si hubiera amado a Sammy lo suficiente, lo habría hecho por él.

Oliver suspiró.

—Creo que fue porque amabas a Sammy que te quedaste. Ya viste


cómo estaba con Thorn. Cómo pasó de ser un cachorro asustado a un niño
feliz. No necesitaban el santuario de un refugio, porque lo encontraron en
Thorn, para los dos.

Daniel sacudió la cabeza. No era así como lo veía.

—Fui egoísta. Y ahora Sammy sufrirá las consecuencias.

—No si Thorn tiene algo que decir al respecto. Por eso estamos aquí.
Le preguntamos a los militares acerca de permitirte regresar a nuestra
manada. Harrison afirma que eres suyo y, con Sammy, su afirmación tiene
tanto valor como la nuestra, si no más. Pero dado que residiste
recientemente con nosotros y estás embarazado de Thorn, también te hemos
reclamado.

—Pero me necesitarán como moneda de cambio para Harrison, ¿no?


No puedo imaginar que sea tan cooperativo. —Conocía demasiado bien al
alfa, conocía su opinión sobre los militares y cómo lo habían tratado en el
pasado. No había amor perdido allí.

—Los militares tienen jurisdicción sobre la manada de Harrison, pero


no les da el derecho de tomar decisiones integrales sobre la manada misma.
En este caso, se aplica la ley de la manda.

Daniel sabía un poco sobre las leyes de la manada. Solo las reglas que
se aplicaban a él, según Harrison. Que muchas de esas reglas no parecían
existir en la manada de Thorn era algo de lo que se había estado
preguntado.

—Entonces, ¿qué dice la ley de la manada? ¿Soy de Harrison o


Thorn?

—En este momento, ambos tienen un reclamo por igual sobre ti.
Como estabas con la manada de Harrison cuando fueron detenidos, ahora
eres suyo. Pero Thorn ha desafiado el reclamo de Harrison sobre ti. Le da a
Harrison dos opciones. O te entrega a Thorn y cede su reclamo sobre ti, o
lucha contra Thorn para defender ese reclamo.

Daniel abrazó a Sammy cuando el cachorro gimió, meciéndolo


lentamente.

—Harrison nunca me dejará ir.


—No, no parece que lo vaya a hacer. Ha aceptado el desafío de
Thorn. Por eso tuvimos que traer a Sammy aquí. Tanto tú como él tienen
que estar presentes para la pelea. Porque los dos se irán con quien gane.

Daniel sintió que sus pensamientos estaban siendo enterrados en el


barro, lentamente y a oscuras.

—¿Luchar? Pero, ¿por qué Thorn se pelearía contra Harrison?


Simplemente podría darme la espalda.

—¿Darte la espalda? Daniel, eres su compañero. No podría alejarse


de ti más de lo que la luna puede dejar atrás la Tierra.

No tenía sentido. Thorn ahora debía de odiarlo, después de lo que


hizo, después de todas las mentiras, toda la traición. ¿Por qué pelearía por
quedarse cuando podría olvidar que esto había sucedido?

Alguien llamó a la puerta y lo sorprendió. Oliver miró su reloj con el


ceño fruncido.

—Está comenzando pronto. Sammy y tú tendrán que estar allí, es la


tradición. Y los militares están haciendo todo por el libro.

—Dile a Thorn que no lo haga —rogó Daniel—. Dile que no haga


esto. Toma a Sammy y aléjate de aquí.

—Incluso si estuviera dispuesto a decirle eso, que no lo estoy, no


serviría de nada. Está decidido, Daniel. Eres su compañero, esos niños que
crecen dentro de ti son suyos, y Sammy es su hijo. No por sangre, sino por
vínculo. Vamos, hora de irnos.
Daniel dejó que lo pusiera de pie y lo escoltara hasta afuera. Sus
piernas se sentían temblorosas y débiles, el pasillo era demasiado brillante y
frío. Se estremeció y se aferró más a Sammy, bajando la cabeza. Esto era
por su culpa. Había hecho esto, había tomado a un buen hombre y lo había
obligado a una situación terrible. La manada de Thorn nunca lo perdonaría
por esto. Daniel había visto a Harrison pelear. Lo había visto matar. Thorn
podría ser fuerte y honorable, pero Daniel no sabía si el alfa era rival para
Harrison.

—Por aquí —dijo Oliver, tomando su brazo e instándolo a lo largo del


pasillo. —Thorn querrá verlos a los dos antes de la pelea. Mira, sé que
tienes miedo, pero no lo descartes, ¿de acuerdo? He escuchado todas las
historias que cuentan Brax y los demás. Thorn es un luchador formidable.
Tiene lo suyo. No hace alarde, no se jacta ni lo hace obvio, pero si
necesitase a alguien a mi espalda, sería él.

Daniel trató de consolarse con eso, pero era difícil pensar con los
latidos de su corazón en sus oídos. Siguió a Oliver a un gran gimnasio
abierto. Todo el equipo se había apilado contra las paredes, dejando un
círculo vacío en el centro. A un lado estaba Harrison, con un puñado de sus
compañeros de manada detrás de él, incluido Jaxon. Al otro lado estaba
Thorn, respaldado por Brax y Cole.

Tan pronto como Thorn vio entrar a Daniel, se adelantó. Ahuecó la


cabeza de Sammy y le dio un beso en la frente, murmurando algo
demasiado suave para que incluso Daniel lo oyera. Oliver tomó a Sammy
en sus brazos, dándole a Daniel un momento a solas con el alfa.

—No hagas esto, por favor —rogó Daniel—. No es tu pelea.


—Eres mi compañero —dijo Thorn. Su mano presionó suavemente
contra el estómago de Daniel—. Estás llevando a mis cachorros. ¿De quién
es la pelea, si no la mía?

—Harrison... —Se inclinó hacia delante y bajó la voz a un susurro—.


Siempre va por las patas traseras, generalmente la tercera o cuarta vez que
ataca.

Daniel lo había visto antes. A Harrison le gustaba hacer cojear a sus


oponentes.

Las manos de Thorn ahuecaron su rostro y miró a Daniel a los ojos.

—Te amo.

¿Qué podría decir Daniel a eso? Había tanta emoción cruda en la voz
del alfa. Presionó sus manos contra las de Thorn y susurró su respuesta.

—Yo también te amo.

Thorn presionó un beso rápido en sus labios y se alejó. Daniel lo


miró, viendo a Harrison en el fondo, Jaxon flotando a su lado. Pero
Harrison estaba mirándolo a él, su ira era obvia. Hizo un gesto a Daniel
para que fuese a junto él, pero fingió no verlo, alejando a Sammy de Oliver
y pegándose al lado del omega.

Harrison se acercó, dirigiéndose directamente hacia él, cuando Brax


se interpuso en su camino.

—¿Vas a algún lugar?


—A inspeccionar mi propiedad. Estos bastardos lo han tenido
encerrado durante días. Tengo derecho a ver a mi omega y a mi hijo.

Daniel retrocedió ante las duras palabras cuando Sammy gimió y


escondió su rostro contra su pecho.

—Puedes verlo desde aquí hasta la saciedad —dijo Brax—. Él no es


tuyo, no hasta que ganes esta pelea. Si ganas.

Harrison resopló.

—Tu chico no es rival para mí. Es un insulto tener que luchar contra
alguien tan lejos en el tótem. Pero bueno, si quieres deshacerte de él, estoy
feliz de hacerlo. Daniel necesita un recordatorio de lo que le sucede a las
personas que traicionan a nuestra manada.

—¿Vas a hablar toda la mañana o realmente vas a pelear? El día no se


está volviendo más joven —le replicó Brax, con los brazos cruzados.

Para alivio de Daniel, Harrison retrocedió y regresó a junto Jaxon,


quien comenzó a preocuparse por él. Hizo una mueca cuando vio al alfa
agarrar la muñeca de Jaxon con fuerza antes de empujarlo.

—Es una buena pieza —murmuró Oliver.

—Me dijo que era especial. Que me eligió por una razón. Que estaba
destinado a darle un hijo alfa que algún día lideraría la manada.

—¿Le creíste?

—No, al principio. Me encerró en el sótano, sin comida, sin agua, sin


luz. Creo que habría creído cualquier cosa cuando finalmente me dejó salir.
Me dijo que me había rescatado de mi vida anterior, y... —Daniel había
estado asustado y fue lo suficientemente estúpido como para aceptarlo.

—Eso es un lavado de cerebro de grado A. No es de extrañar que la


gente piense que las manadas son una amenaza cuando tienes cultos
peligrosos como el de él fingiendo que realmente son manadas.

—¿Y no lo son?

Oliver lo miró con curiosidad.

—Has vivido con nuestra manada durante un tiempo, has visto cómo
es la vida allí. ¿Qué piensas?

La vida con Thorn y su manada giraba en torno a la armonía y la


cooperación. Vivían, trabajaban, comían y jugaban juntos. Criaban a sus
hijos juntos. Se apoyaban mutuamente. La manada de Harrison había sido
una pesadilla luchando por seguir todas las reglas cambiantes de Harrison y
esquivar a los otros alfas, que podían ser crueles y viciosos con cualquiera
que creyeran que lo merecía. Sin mencionar la constante competencia entre
los omegas. ¿Cuántas veces se había metido en problemas debido a uno de
ellos? Jaxon era el peor, pero los otros fueron casi igual de malos, siempre
tratando de impresionar a Jaxon y ganarse el favor del primer compañero
del líder. Daniel había sido un blanco fácil.

—A veces, se sentía más como un ring de boxeo que como un hogar.


Nunca sabia de dónde vendría el próximo golpe. —Suspiró profundamente.
Estaba tan cansado de todo, y lo peor estaba por venir.

—Ya casi termina, Daniel. Anímate —lo alentó Oliver—. Mantén la


cabeza bien alta. Deja que Thorn te vea. Está luchando por ti, por tu amor,
por tu libertad. No dejes que sea en vano.

Tomó un esfuerzo trascendental levantar la cabeza y enfocar su


mirada en el ring. Thorn y Harrison estaban uno frente al otro, listos y
esperando el visto bueno. Ambos se desnudaron hasta que llevaban puesto
muy poco. Daniel sabía lo que eso significaba. Esta no era una pelea donde
se enfrentará humano contra humano, sino animales contra animales. ¿Sería
el alce de Thorn mejor que el león de Harrison?

Thorn volvió la cabeza y se encontró con su mirada. Daniel


silenciosamente trató de impartir cada deseo y oración que tenía en él para
que Thorn saliera vencedor. No merecía morir por alguien tan inútil como
él.

—Por favor, Thorn —susurró—. Sé valiente.

Sabía que el alfa no podía oírlo, pero Thorn sonrió y le guiñó un ojo,
volviendo su atención a Harrison.

Oliver envolvió un brazo alrededor de los hombros de Daniel


mientras el soldado que actuaba como árbitro tocaba el silbato dos veces.
Hubo una pausa cuando ambos hombres cambiaron, apresurándose a
orientarse nuevamente, y luego Harrison atacó.
Capítulo 30
Thorn tomó en serio la advertencia de Daniel. Tan pronto como
cambiaron, el león de Harrison se lanzó al ataque, pero retrocedió con la
misma rapidez. Thorn adivinó su plan: ponerlo al borde con un puñado de
ataques de frente y engañarlo para que expusiera su flanco. Entonces
Harrison iría por sus patas traseras, incapacitándole los isquiotibiales[1], si
podía. Eso sería suficiente para obstaculizar severamente la capacidad de
movimiento de Thorn. Y frente a un depredador superior como Harrison, su
mayor activo era su agilidad. No dejaría que Harrison le quitara eso.

Jugó mientras Harrison atacaba de nuevo, incluso dejando que el alfa


golpeara con sus garras, extrayendo sangre. Escuchó jadeos de la multitud,
pero los ignoró. A medida que surgían las heridas, superficiales, podía ver
crecer la confianza de Harrison.

El león comenzó a maniobrar y Thorn supo que estaba haciendo su


movimiento. Así que lo ayudó, dejándose vulnerable a un ataque lateral,
fingiendo que estaba demasiado distraído esperando que Harrison lo atacara
desde el frente. Todo lo que necesitaba era una apertura, y si Harrison caía
en su trampa, obtendría exactamente eso.

Bailaron uno alrededor del otro, Harrison lanzó un ataque frontal más
por si acaso, por poco no fue rozado por las astas de Thorn. Y luego fintó a
la derecha, se movió a la izquierda y fue directo hacia las patas traseras de
Thorn. Si Thorn no hubiera sabido exactamente qué estaba haciendo
Harrison, podría haber funcionado. La advertencia susurrada de Daniel le
había dicho todo lo que necesitaba saber.
Saltó en el aire y se dio la vuelta, golpeando sus astas en el flanco
expuesto de Harrison. El alfa bramó, un rugido que sacudió la habitación,
pero todo lo que hizo fue atravesarlo más profundamente en los agudos
cuernos de Thorn.

Antes que el alfa pudiera recuperar sus sentidos lo suficiente como


para arremeter, Thorn se liberó y retrocedió. Podía ver que había hecho un
daño significativo. La sangre fluía libremente por su costado, oscureciendo
su piel. Pero el león aún no había terminado. Se enderezó, rugió de nuevo y
luego corrió directamente hacia Thorn. Thorn sabía que lo que haría a
continuación parecería una locura para aquellos que lo observaban: volvió a
la forma humana.

Escuchó gritos de consternación de la multitud cuando Harrison se


precipitó sobre él, pero siendo más pequeño y más ágil como humano, pudo
zafarse del camino del león mientras Harrison pasaba corriendo, incapaz de
evitar chocar contra la pared al borde de la habitación. Thorn retrocedió
cambiando otra vez, con las astas listas, mientras Harrison, aturdido y
furioso, volvía a ponerse de pie. Apuntó a Thorn y cargó una vez más.

Pero era todo emoción y ninguna estrategia, algo que había sido
entrenado en Thorn hace mucho tiempo. Todo lo que Thorn tuvo que hacer
fue inclinar la cabeza y esperar, atrapar al león fácilmente y arrojarlo al otro
lado de la habitación. Harrison se estrelló contra el suelo y se deslizó por él,
dejando un rastro de sangre a su paso. Cuando se detuvo, se quedó quieto.
Seguía vivo, su pecho se movía lentamente hacia arriba y hacia abajo, pero
no le quedaba fuerza para luchar. Hoy no. Thorn escuchó que la manada de
Harrison le gritaba que se levantara, pero el alfa no se movió. Thorn estuvo
tentado de acabar con él, no tomaría mucho tiempo, pero miró a Daniel y lo
pensó mejor. Harrison había mantenido cautivo a Daniel durante años y lo
había hecho sufrir. ¿No era justo que Harrison fuera el encarcelado,
obligado a someterse a las reglas de otra persona?

Miró al árbitro, que estaba mirando su reloj y mirando a Harrison con


inquietud. Cuando no hubo señales que el alfa volviera a levantarse, tocó el
silbato tres veces.

—La lucha ha terminado. El alce gana, el león pierde.

Hubo una oleada de gritos del grupo de Harrison, y un omega se


separó de ellos, corriendo hacia Harrison. Se detuvo antes de llegar a él,
apuntó a Daniel y cargó. Thorn se movió por instinto, bloqueando el camino
del omega, cerniéndose sobre él mientras la sangre goteaba de sus astas. El
omega se puso pálido, mirándolo con miedo mientras retrocedía,
retirándose para reunirse con el resto de su manada.

Solo entonces Thorn cambió de nuevo, cogió la toalla húmeda que


Brax le ofreció y limpió lo peor de la sangre. La mayor parte no era suya.

—Está hecho —dijo Brax, entregándole su ropa—. Salgamos de aquí.

—No tendrás argumentos de mi parte —dijo Thorn, vistiéndose


apresuradamente—. Nunca más sería demasiado pronto.

Se dirigió directamente hacia Daniel y Sammy, tomando al cachorro


en sus brazos y abrazándolo con fuerza.

—No estaba asustado, ¿verdad? —le preguntó a Daniel.

—Los dos estábamos aterrorizados. Pero no lo dejé mirar.


—Bien —le dijo Thorn—. El coche está fuera. Vamos a salir de aquí.

Daniel miró más allá de él, donde la manada de Harrison y dos


médicos del ejército estaban apiñados alrededor del cuerpo del león.

—¿Está…?

—Aún vive. Tendrá mucho tiempo para reflexionar sobre sus errores
mientras vive su vida detrás de muros demasiado altos para ver por encima.

Esperó hasta que Daniel desvió la mirada y luego siguieron a Oliver y


Brax hasta la puerta.

—¿Nos van a dejar marchar simplemente? —Daniel sonaba


incrédulo, su mirada recorría a los soldados que estaban de guardia.

—La ley de la manada dice que no tienen otra opción. Gané, justa y
limpiamente.

—Te pertenezco.

—Perteneces conmigo —dijo Thorn suavemente, haciendo hincapié


en la distinción—.Sammy y tú son parte de nuestra manada ahora, para
siempre.

Daniel asintió lentamente, dejando que Thorn lo guiara al


estacionamiento del frente. Se subieron a la parte trasera, detrás de Brax y
Oliver. Thorn ayudó a Daniel a abrocharse el cinturón de seguridad y
abrochó a Sammy en el asiento del automóvil.

—Descansa, si puedes —le dijo—. Habrá mucho tiempo para hablar


más tarde.
Daniel obedientemente cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la
puerta del auto. Pero Thorn pudo ver cuán tenso se mantenía el omega.
Pasaría algún tiempo antes que volvieran a donde habían estado. Tal vez
nunca llegarían allí, tal vez tendrían que encontrar una nueva normalidad.
No importaba. Daniel y Sammy estaban a salvo, volvían a casa con él.
Mientras tuviera eso, podrían trabajar en el resto.

[1]Los músculos isquiotibiales son un grupo muscular con inserción


proximal en la pelvis e inserción distal en la tibia (también en el fémur y en
el peroné) que juegan un papel importante en la extensión del muslo sobre
la cadera y en la flexión de la pierna sobre el muslo cuando el cuerpo se
encuentra en posición de bipedestación (de pie).
Capítulo 31
Daniel dividió su tiempo en el viaje de regreso entre mantener a
Sammy entretenido y pretender dormir. Sospechaba que Thorn veía a través
de él, pero el alfa no le dijo nada. Cuanto más se acercaban a la manada,
más profundo era el pozo de temor en el estómago de Daniel. Había
cometido tantos errores, había puesto a tanta gente en peligro. Demonios,
había puesto en peligro a toda la manada de Thorn. Todos sus cachorros
podrían haber sufrido por su estupidez egoísta. Si tenía suerte, Thorn lo
perdonaría, eventualmente.

Brax y Oliver los llevaron directamente a su puerta, prometiendo


llamar al día siguiente y verificarlos. Daniel llevó a un Sammy dormido al
interior, acomodándolo en su cama, consciente que Thorn estaba siguiendo
cada uno de sus movimientos. Pasó un momento mirando a Sammy dormir,
aliviado por la paz en la cara del niño. Eso era todo gracias a Thorn.

Consciente que ya no podía esconderse de las consecuencias de sus


acciones, colocó la manta un poco más apretada alrededor de Sammy y se
enderezó, siguiendo a Thorn al pasillo y al dormitorio del alfa. Su
habitación ahora.

Thorn se desnudó, de espaldas a Daniel. Daniel se quedó quieto al


final de la cama y esperó a que la atención del alfa recayera sobre él. Era
consciente distantemente que estaba temblando. No sentía frío, solo había
desconectado mientras esperaba lo que estaba por venir. Esperar era la peor
parte. Dejó caer la cabeza y miró al suelo. Algunas lágrimas se
desprendieron y empaparon la alfombra.
Oyó que el alfa se acercaba y sintió el calor del cuerpo de Thorn
cuando se detuvo delante de él.

—Sé que estás enojado —gruñó—. Sé que te traicioné, y merezco


cual... cualquier… —No pudo decir el resto, temblando demasiado en
anticipación cuando Thorn lo alcanzó.

Fuertes brazos lo envolvieron y lo empujaron contra un pecho cálido.


Tardó más de lo que debería en reconocer el simple acto de ser abrazado.

—Te tengo —murmuró Thorn. Sus brazos se apretaron cuando


levantó a Daniel del suelo y lo llevó a la cama.

Cuando Daniel estaba acostado sobre el colchón, se tensó de nuevo.

—Tranquilo —murmuró Thorn, sentándose a su lado—. No soy él.

—Pero todo lo que hice... —Tenía que haber consecuencias. Siempre


había consecuencias.

—Todo lo que hiciste, lo hiciste por amor a tu hijo.

Daniel trató de sentarse, sacudiendo la cabeza, pero el alfa lo hizo


retroceder nuevamente.

—Shh. Ahora estás a salvo. Te amo y estás a salvo. —Thorn se


presionó contra su espalda, sus brazos envolvieron a Daniel y lo abrazaron
— í, tenemos mucho en lo que trabajar. Pero lo haremos con palabras,
Danny. No con puños. Nunca con los puños.

—Pero... pero yo...


No podría ser tan fácil, ¿verdad?

—Shh, lo sé. Pero no soy Harrison. Nunca podría ser él. Piensa en
todo lo que sabes sobre mí, Danny. En serio, piensa.

—¿Me amas? —Después de todo, ¿podría eso ser realmente cierto?

—Te amo. Te quiero por lo que eres, no por lo que me puedes dar.
Regresaste a Harrison para proteger a Sammy, a mí y a la manada. Eso no
fue traición, fue valentía y sacrificio. Eso fue poner a las personas que te
importan primero.

—Yo... no pensé que hubiera otra opción.

—Lo entiendo, lo hago. Habías ocultado la verdad durante tanto


tiempo que no creías que pudiera aclararse. Eso es algo de lo que
hablaremos. Confianza. Cómo construirla, cómo se ve, cómo se siente. No
será fácil, Danny. Pero no estamos solos en esto.

Eso era algo que Daniel quería desesperadamente. Estar rodeado de


personas en las que podía confiar, personas con las que sabía que estarían a
salvo.

—Estuvimos solos tanto tiempo hasta que te conocí. Solo Sammy y


yo, tratando de sobrevivir. No pensé que existieran alfas como tú. Pensé que
solo existían en esas novelas románticas que solía llevar a casa de la
biblioteca.

Thorn soltó una carcajada.


—No soy perfecto, Danny. Lejos de eso. Recuerda, estaba tan solo
como tú cuando aterrizaste en mi puerta, me estaba alejando de mi manada
y por tozudez no estaba haciendo nada para arreglarlo. Me diste una razón
para intentarlo de nuevo, algo por lo que luchar. Alguien por quien luchar.

—Peleaste —dijo Daniel en voz baja, recordando esos momentos de


infarto cuando parecía que Harrison tenía la ventaja.

—Y gané. Por ti. Para que así Sammy y tú pudieran dormir tranquilos
por la noche, sabiendo que estabais a salvo, sabiendo que erais libres.

El corazón de Daniel latió con fuerza ante eso.

—Pero... no somos libres. Ahora somos tuyos.

¿No era de eso de lo que se trataba la pelea? ¿Qué alfa lo poseía?


Había sido de Harrison, y ahora era de Thorn.

Unas manos suaves lo voltearon, Thorn le atrapó la barbilla y levantó


la cabeza para mirarlo a los ojos.

—En esta manada, nadie es dueño de nadie. Eres mi compañero, y


eso es algo para siempre, pero eso no me da la propiedad sobre ti. No somos
diferentes de Oliver y Brax o Josh y Cole. Somos amantes, compañeros,
amigos. Iguales.

—No soy tu igual. —Daniel nunca sería lo suficientemente bueno


para ser igual a un alfa.

—Tenemos diferentes puntos fuertes en esta relación, claro. Pero


somos iguales. Yo... —Thorn se interrumpió y pasó el pulgar por la mejilla
de Daniel—. También trabajaremos en eso. Vamos, es hora de dormir un
poco.

Daniel apoyó la cabeza contra el pecho de Thorn y cerró los ojos,


adormecido por el latido constante de su corazón.

Cuando despertó, había luz y un pequeño demonio estaba saltando


arriba y abajo en la cama a su lado.

—Papi, ¿podemos comer panqueques para el desayuno?

Daniel tardó un buen rato en orientarse, se congeló cuando escuchó la


risita de Thorn junto a él.

—Iba a sugerir que durmiéramos hasta tarde, pero no podemos hacer


esperar una pequeña barriguita hambrienta, ¿verdad?

El alfa presionó un beso en su mejilla y se sentó, alcanzando a


Sammy.

—Buenos días, chico. ¿Dijiste algo sobre unos panqueques?

Le hizo cosquillas en el vientre a Sammy, el niño chilló y rió mientras


Daniel se sentaba con un bostezo. Era un nuevo día y un nuevo comienzo.
Estaba decidido a hacerlo bien esta vez.
Capítulo 32
Thorn sabía que no iba a ser fácil. Tenían a Daniel en casa y la
manada de Harrison ya no era una amenaza, pero su relación estaba en
peligro. Ninguno de los dos sabía exactamente dónde estaban parados, y su
primer día de regreso en casa fue una retahíla de momentos incómodos.

Se despertó la segunda noche del regreso de Daniel y encontró la


cama vacía a su lado.

—¿Danny?

No hubo respuesta, pero Thorn oyó que alguien se movía en la


cocina. Con un gemido, bostezó y se levantó de la cama. Revisó a Sammy
al pasar, feliz de encontrarlo profundamente dormido.

Avanzó hacia la cocina y se detuvo en la puerta, mirando la parte


superior de la cabeza de Daniel mientras el omega fregaba el suelo de la
cocina.

—¿Danny? ¿Qué estás haciendo?

El omega lo miró con los ojos muy abiertos, pero no dejó de fregar.

—Vuelve a la cama —persuadió Thorn.

—Tengo que terminar esto.

—Estamos a mitad de la noche. No tienes que terminar nada.


Daniel sacudió ligeramente la cabeza y volvió a fregar el suelo.

Thorn se agachó junto a él.

—Daniel, el suelo puede esperar. Necesitas descansar.

—Pero no está limpio.

—No importa. Mañana fregaré el suelo. En este momento,


deberíamos estar durmiendo.

—No, necesito... —Daniel se interrumpió, mirando ansiosamente a


Thorn de nuevo—. Lo siento.

Thorn suspiró.

—No lo hagas. Los últimos días han sido una pesadilla. Pero ahora
estás en casa y todo va a estar bien.

Daniel comenzó a fregar de nuevo, pero Thorn no intentó convencerlo


que lo estaba haciendo bien. Lo que sea que le preocupara, cualquier miedo
que lo atormentara, era por la emoción, no por la razón. Lo que se
necesitaba era acción, no conversación.

—Vamos —dijo simplemente, levantando el omega.

Ojos agotados y temerosos lo miraron, Daniel temblando en sus


brazos.

—Volvamos a la cama.
Daniel retrocedió medio paso, pero Thorn lo detuvo, tirando del
omega en un abrazo.

—Shh. Estoy aquí y todo está bien. Sammy está profundamente


dormido, la casa está tranquila, la manada está en casa. Estás aquí, nuestros
bebés están a salvo y es hora de descansar un poco.

La tensión en el pequeño cuerpo de Daniel disminuyó lentamente.


Thorn lo recogió y lo llevó a su habitación. Acomodó a Daniel en la cama y
se subió a su lado. Daniel murmuró con inquietud, aferrándose a él con un
escalofrío. Estaba exhausto, Thorn lo sabía. Más dormido que despierto.

—Descansa, Danny. Las cosas se verán más claras por la mañana, lo


prometo. —Envolvió sus brazos con fuerza alrededor de Daniel hasta que
dejó de temblar, su respiración se agotó mientras se quedaba dormido—.
Eso es —murmuró Thorn—. Dulces sueños, Danny.

Cuando despertó de nuevo, había luz y la cama a su lado estaba vacía


una vez más. Gimiendo, se dio la vuelta y se levantó, pasándose una mano
por la cara. Podía escuchar a Daniel en la cocina. Esperaba que el omega no
volviera a estar limpiando el suelo.

El olor a comida lo saludó cuando salió de su habitación. La cama de


Sammy estaba visiblemente vacía, y podía escuchar al cachorro parlotear
mientras se acercaba a la cocina.

Se detuvo en la puerta, sin sorprenderse al ver a Daniel freír tocino y


cocinar algo en el horno.

—Buenos días, Thorn —saludó el omega alegremente—. El desayuno


está casi listo. Estoy haciendo gofres y tocino y esos huevos escalfados de
espinacas que te gustan...

—Huele increíble —acordó Thorn—. ¿Pero por qué no te sientas? Yo


me haré cargo.

Daniel miró de él a la sartén.

—No tienes el mejor historial en cocina. Además, soy tu omega. Es


mi trabajo cuidar de ti.

—¿De eso se trataba fregar el suelo en medio de la noche?

El omega evitó su mirada.

Thorn decidió que se necesitaba una acción decisiva. Cruzó la


habitación, empujando a Daniel lejos de la sartén y hacia una silla.

—Pero tengo que terminar el desayuno...

—Puedo manejarlo. Siéntate.

Daniel se sentó en el borde de su silla, parecía todo menos relajado.

—Pero, ¿cómo puedo mostrarte lo bueno que puedo ser si no me


dejas limpiar o cocinar el desayuno?

Thorn volteó el tocino, revolvió los huevos y comprobó los gofres


mientras consideraba su respuesta.

—¿Crees que cocinar y limpiar es lo que te hace un buen compañero?

—Demuestra que puedo cuidarte, como se supone que debe hacer un


omega.
—Oliver no cocina —señaló Thorn—. Lo hace Brax.

—Pero él es el Defensor y un abogado defensor. No soy ninguna de


esas cosas.

—Eres mi compañero. No necesito ni quiero que seas perfecto,


Danny. Quiero que seas feliz. Quiero que seamos felices.

—Te puedo hacer feliz. Lo estoy intentando.

—Yo también soy feliz —intervino Sammy—. Y hambriento.

Riendo, Thorn comenzó a servir la comida.

—No podemos dejar que eso pase, ¿verdad?

Puso tres platos sobre la mesa y se sentó frente a Daniel, que todavía
parecía preocupado.

—Este es un desayuno maravilloso, Danny. Gracias.

—No puedo tenerte viviendo de bagels y comidas de microondas —


murmuró Daniel, picoteando su propia comida.

—No se puede negar que como mucho mejor ahora que estás aquí.
Amo tu comida, Danny. Pero no te amo por tu comida. —Thorn necesitaba
saber que Daniel entendía la distinción.

—Yo... no tengo mucha hambre —dijo Daniel de repente, poniéndose


de pie y saliendo de la habitación.

Thorn lo vio irse, tratando de ocultar su consternación.


—¿Papi? —Sammy lo llamó con expresión perpleja.

—Papi está cansado, Sammy. Vamos, terminemos nuestro desayuno.

Puso el plato de Daniel en el horno para mantenerlo caliente y se


aseguró que Sammy se comiera la mayor parte de su desayuno. Luego, una
vez que estaba jugando felizmente con algunos juguetes, fue a hablar con
Daniel.

El omega estaba sentado al borde de su cama, mirando a la pared.


Thorn se sentó a su lado.

—No pensé que volvería aquí —admitió Daniel.

—¿No estás feliz de estar en casa?

—No, lo estoy. Creo que lo estoy. Yo... —Las lágrimas se hicieron


fuertes y rápidas, y Thorn envolvió un brazo a su alrededor y lo acercó.

—Quiero estar aquí —prometió Daniel con lágrimas amortiguadas.

—Y yo te quiero aquí —retumbó Thorn—. Pero está bien si no te


sientes feliz y extasiado con todo. Eso no va a suceder de la noche a la
mañana. Has pasado por mucho, Danny.

Daniel se acurrucó más cerca de él con un sollozo.

—¿Puedo decirte cómo me siento? —preguntó Thorn.

El omega asintió contra él.


—Estoy aliviado y muy feliz de tenerte en casa. Estoy triste por todo
lo que has pasado, pero estoy orgulloso de tenerte como mi compañero, de
saber que confías en mí para estar aquí para ti, para cuidar de ti y de
nuestros bebés. Y estoy emocionado, Danny. Emocionado por nosotros,
nuestro futuro y nuestros hijos.

—¿Lo estás? —preguntó Daniel con un sollozo.

—Lo estoy.

—Yo también quiero estar emocionado —susurró el omega.

—Lo estarás —prometió Thorn—. Dale algo de tiempo, deja que la


realidad se asiente y todos esos buenos sentimientos vendrán.
Capítulo 33
Cuando Thorn dijo que iban a la casa de la manada por primera vez
desde el regreso de Daniel, quiso decir que no. Estuvo muy cerca de rogarle
a Thorn que lo dejara quedarse en casa, en su casa, donde podría esconderse
del mundo. Pero Sammy estaba tan emocionado, Thorn seguía sonriéndole,
y no quería decepcionarlos. Así que se duchó y se vistió e intentó verse lo
mejor posible a pesar que sentía que se dirigía a su ejecución.

La manada debía de odiarlo, ahora que sabían la verdad. Todo el


tiempo que había estado allí, les había estado mintiendo. Mintiendo sobre
quién era, sobre de dónde venía, sobre a quién pertenecían. Puso en riesgo a
su manada y obligó a Thorn a arriesgar su vida para salvarlos. No obstante,
la situación entre ellos antes, había sido irrevocablemente cambiada por
todas las cosas terribles que había hecho.

—¿Listo? —preguntó Thorn, ayudando a Sammy a ponerse el abrigo.

—Claro —dijo Daniel a la ligera, tratando de ocultar sus temores.

—Entonces, vamos.

Sammy corrió delante de ellos, y tuvieron que darse prisa para


alcanzarlo, Thorn tomó la mano del cachorro mientras caminaban por el
sendero del bosque. Cuanto más se acercaban a la casa de la manada, más
nervioso se sentía Daniel. A pesar que había estado en casa durante días, no
estaba listo para esto.
Entraron por la puerta principal en lugar de la puerta trasera, que fue
el primer indicio que algo no estaba del todo bien. ¿Quizás la manada ya no
quería que actuaran como si fueran parte de la familia? Daniel ciertamente
había demostrado que no lo era.

—Creo que todos están en la sala de estar —dijo Thorn mientras


colgaban sus abrigos en el pasillo silencioso.

Hizo un gesto a Daniel para que le indicara el camino, pero Sammy se


adelantó, ansioso por jugar con sus amigos.

Cuanto más se acercaba Daniel a la sala de estar, más se revolvía su


estómago con nerviosismo. No había forma de alejarse de la manada ahora.
Era el compañero de Thorn, su verdadero compañero, de por vida. Solo
tenía que terminar con esto.

Abrió la puerta para seguir a Sammy, Thorn justo detrás de él, y se


detuvo de golpe.

—¡Bienvenido a casa, Daniel!

Miró a la habitación en estado de shock, toda la manada lo miró.


Dando un paso atrás, se topó con Thorn, que envolvió un brazo alrededor de
su cintura para sostenerlo.

—¿Qué está pasando? —le preguntó al alfa, observando la pancarta y


los globos y todas las personas que les sonreían.

—Es en parte fiesta de bienvenida en casa, parte baby shower —dijo


Oliver, apresurándose—. Sabía que una fiesta sorpresa era una mala idea.
Te ves aterrorizado.
Tiró de Daniel en un abrazo, apretándolo con fuerza.

—Estamos muy contentos de tenerte de vuelta, sano y salvo. Y


estamos emocionados que Thorn y tú tengan una familia propia.

Daniel miró por encima del hombro a Thorn, pero el alfa parecía tan
sorprendido por la fiesta como él.

—Vamos —lo persuadió Oliver—. Entra. Hay comida, pasteles y


regalos.

Se dejó guiar hacia un sofá, se sentó y miró a su alrededor con


incredulidad.

—No lo entiendo —dijo finalmente—. ¿No estáis enfadados?

Hubo un silencio colectivo en la habitación cuando todos los ojos se


volvieron hacia Brax.

El alfa dio un paso adelante, agachándose delante de Daniel.

—Al principio estábamos molestos, pero luego lo entendimos. Las


únicas personas con las que estamos enojados ahora son Harrison y su
manada. Nada de esto fue tu culpa, Daniel. No fue una situación que
hubieras creado tú.

—Pero os mentí a todos.

—Porque estabas asustado —dijo Oliver amablemente—. No porque


intentaras engañarnos o traicionarnos. Solo querías mantener a Sammy a
salvo.
Daniel asintió lentamente.

—Y nos dejaréis quedarnos ahora, porque soy el compañero de


Thorn.

Si las cosas hubieran sido diferentes, si su relación no hubiera


progresado hasta el punto de aparearse, dudaba que todavía lo quisieran
aquí.

—Eres mucho más que el compañero de Thorn —dijo Brax—. Eres


parte de esta manada.

Daniell sacudió la cabeza.

—Yo no soy como los otros. Oliver es un Defensor y Josh es vuestro


Guardián, pero yo soy... —Estaba en la punta de su lengua decir "nada",
pero Brax habló primero.

—Eres el Ancla de Thorn. Cada Centinela necesita una


eventualmente. Eres el puente entre la manada y él. Sin ti, Thorn se estaría
alejando cada vez más de nosotros. Y una manada sin un Centinela es una
manada vulnerable. Tú y tu amor por Thorn nos mantienen a salvo.

Daniel miró a Thorn con incredulidad. No podría ser cierto, ¿verdad?


Que él era parte de esta manada. ¿Una parte real, como los otros omegas?

Thorn le apretó la mano.

—Eso es exactamente lo que eres. Antes que llegaras aquí, estaba


triste y solo, a semanas o meses de cortar los lazos con la manada y partir
por mi cuenta. Entonces Sammy y tú aparecisteis y... la manada volvió a ser
un hogar para mí. Hiciste eso, Daniel. Las cosas cambiaron para mejor
gracias a ti.

—Nos trajiste a Thorn a casa —agregó Brax—. Eso significa más de


lo que sabes. Siempre serás bienvenido aquí, siempre tendrás un lugar aquí.
Eres parte de nuestra manada.

—Estás en casa, Daniel —agregó Oliver suavemente—. Estás en


casa.

Las primeras lágrimas cayeron, y Daniel hizo todo lo posible para


limpiarlas.

—No estés triste, papi —dijo Sammy, subiéndose a su regazo.

—No estoy triste —le dijo Daniel, abrazando a Sammy con fuerza
contra él—. Estoy feliz.

La manada se agolpó alrededor de ellos, todos querían darle la


bienvenida a su manera. Recibió abrazos, besos, manos palmeando su
hombro.

—Creo que esto requiere pastel —dijo Josh, entregándole un pedazo.

Esa parecía ser la señal para que todos fueran en busca de comida y
pronto todas las sillas de la sala se llenaron mientras la gente charlaba, reía
y comía.

Había una sensación de felicidad en el aire, de plenitud. No era la


incomodidad o la ira que Daniel había estado esperando.
Se inclinó hacia Thorn, descansando su cabeza sobre el hombro del
alfa.

—Antes no lo entendía.

—¿Entender qué?

—Lo que realmente es una manada. Es como una familia solo... más
grande. Mejor.

—Es una familia —acordó Thorn—. Y una comunidad y una


sociedad, todo en uno.

—Si todos viviéramos en una manada... el mundo sería muy


diferente, ¿no?

Las personas no estarían tan absortas en sí mismas, tan interesadas en


cuidar de sí mismas si vivieran juntas como una manada.

—Podría ser. Tal vez algún día sea así —reflexionó Thorn.

Era un pensamiento feliz. Un mundo de manadas como el de ellos.


Donde se cuidaban el uno al otro, donde su lugar tenía significado,
satisfacía una necesidad y no era simplemente algo que se usaba para
mangonearlos.

—Eso sería algo digno de ver, ¿no? —Tal vez ese sería el mundo en
el que vivirían sus hijos.
Capítulo 34
Ahora que entendía mejor el origen de los temores de Daniel, Thorn
sabía que no era suficiente para él ser el alfa fuerte y silencioso que
esperaba. Daniel no se recuperaría de un trauma así fingiendo que nunca
sucedió. Entonces habló con Kira y Oliver, e hicieron algunas llamadas.

—¿Estás seguro que es una buena idea?

Daniel lo miraba ansioso al otro lado de la mesa del desayuno, apenas


le había dado un mordisco a su comida.

—Sí, estoy seguro. Y también lo está Kira. Oliver dice que Benn es
uno de los mejores terapeutas omega que ha conocido.

—Pero la terapia es costosa. Y no tengo trabajo.

Ya habían hablado de esto, pero Thorn pudo ver que Daniel


necesitaba la tranquilidad adicional.

—Tu trabajo ahora es cuidarte a ti mismo y a Sammy. Y lo estás


haciendo bien.

—Pero eso no genera dinero para pagar la terapia.

—Lo tengo cubierto, Danny. No necesitas preocuparse por eso. Benn


estará aquí en media hora. Dejaré a Sammy en la casa de la manada y
esperaré en caso que me necesites.
No creía que lo fuera a necesitar, pero Daniel seguía asustado y
desconfiado. Que Benn fuera un omega facilitaría las cosas, pero Thorn
sabía que después de Jaxon, los problemas de confianza de Daniel no se
limitaban a los alfas.

—Simplemente odio causar tanto alboroto y molestias.

Ante las palabras de Daniel, Thorn respiró hondo y soltó el aire


lentamente. No tenía sentido frustrarse. Los temores de Daniel disminuirían
con el tiempo.

—No es así. Estás haciendo lo que acordamos. Trabajamos en


nosotros mismos, trabajamos en Sammy y trabajamos en nuestra relación.
Pero tienes que empezar contigo mismo, Daniel. Si no te cuidas, ¿cómo
puedes cuidar de Sammy y de mí?

Desde que lo llevó a su casa, tuvo que evitar que Daniel corriera de
manera irregular tratando de ser el compañero "perfecto" para expiar lo que
él percibía como pecados. Thorn casi había perdido la cuenta de la cantidad
de veces que se había despertado en la noche para encontrar a Daniel
limpiando o cocinando. Como lo había hecho esa segunda noche, había
aceptado simplemente ir a por él, llevarlo de regreso a la cama y abrazarlo.

—Deberías intentar comer un poco más —alentó, mirando a Daniel


reflexionar sobre sus palabras—. Unos ojos pequeños están mirando.

Y Sammy estaba muy atento a todos los acontecimientos de estos


días. Si Thorn o Daniel no comían, él tampoco lo hacía.

Terminaron el desayuno, lavaron los platos, y luego Thorn dejó a


Sammy en la casa de la manada, regresando justo cuando Benn llegaba.
—Encantado de conocerte —dijo, estrechando la mano del omega—.
Oliver habló muy bien de ti.

—Oliver me ha enviado muchas almas con problemas a lo largo de


los años, aunque solo he trabajado en una manada una vez antes. Si hay
algo que crees que debería saber, ahora es el momento de decirme.

Thorn sacudió la cabeza.

—Me alegra que estés aquí. Estoy preocupado por Daniel. Ha pasado
por muchas cosas.

—Ya me he dado cuenta. ¿Está adentro?

Thorn hizo pasar a Benn y llamó a Daniel mientras lo hacía. El omega


apareció en la puerta de la cocina, sacudiendo la harina de manos y mangas.

—Lo siento, solo estaba haciendo pan para más tarde.

—No hay nada como el olor del pan recién horneado para que la
cocina se sienta como un hogar —dijo Benn calurosamente. Dio un paso
adelante y estrechó la mano de Daniel, sin molestarse por la harina—. Me
quedaré un par de horas, ¿está bien? Estaré fuera de tu vista a la hora del
almuerzo. —Volvió a mirar a Thorn—. ¿Tienes planes para la mañana?

Thorn sacudió la cabeza, complacido cuando Benn se volvió hacia


Daniel.

—¿Preferirías tener algo de espacio, o te gustaría que Thorn estuviera


a la distancia de un grito mientras hablamos?

Daniel lo consideró, mirando furtivamente a Thorn.


—¿No te irás lejos?

—Estaré en mi taller —dijo—. Grita si necesitas algo.

Se alejó, escuchando a Benn decir algo suavemente a Daniel antes


que sus pasos se retiraran a la cocina. Durante la siguiente hora, se dedicó a
trabajar en su último proyecto, lijando la madera gruesa en preparación para
teñirla. Oyó que se abría la puerta y detuvo lo que estaba haciendo,
volteándose para encontrar a Daniel flotando allí.

—Benn y yo vamos a dar un paseo por el bosque. No iremos lejos,


solo hacia el arroyo y de regreso.

—Por supuesto. Lleva un abrigo, hace frío.

Daniel le dedicó una sonrisa tímida cuando salió.

Thorn se dirigía hacia afuera cuando regresaron más de una hora


después. Benn le dijo unas palabras tranquilas a Daniel y luego se despidió
de Thorn cuando se subió a su automóvil. Daniel se apresuró al lado de
Thorn, desabrochándose la chaqueta mientras lo hacía.

—¿Cómo te fue?

Daniel dudó, luego sonrió.

—Fue difícil al principio. No podía... no podía pronunciar las


palabras, solo estaba allí sentado. Pero luego Benn sugirió un paseo y lo
hizo más fácil. Mi mente estaba demasiado ocupada observando por dónde
pisaba, y era tan tranquilo que era más fácil hablar, incluso... incluso de las
cosas difíciles.
Thorn lo abrazó.

—Estoy muy orgulloso de ti.

—Benn dijo que volverá la próxima semana y que volveremos a


caminar. ¿Eso está bien?

—Eso suena bien, siempre y cuando estés contento con eso.

—Benn fue amable. Dijo algunas cosas que tenían mucho sentido.
Creo que esto realmente me ayudará.

—Me alegra escuchar eso, Danny. Pero recuerda, un día a la vez. Esta
no se va a arreglar de la noche a la mañana. Mejorará un poco cada día, y
algunos días incluso puede que empeores un poco.

—Lo sé. Desearía poder apurarlo, aunque solo sea porque los bebés
están llegando.

—Estaremos listos para ellos. Y la manada nos va a ayudar. No


estamos solos, Daniel. Nunca estaremos solos.

La mano del omega lo agarró con fuerza.

—Nunca estoy solo cuando te tengo.

Se abrazaron de nuevo, Thorn inhalando profundamente el aroma de


Daniel. Había acordado pasar una noche a la semana hablando con Kira,
resolviendo sus propios pensamientos y sentimientos sobre todo lo que
había sucedido. No era algo fácil para él, pero estaba seguro que valdría la
pena.
***

Brax vino a la casa inesperadamente unos días después, mientras


Daniel y Sammy estaban en la casa de la mandada en una cita de juegos.

—Conozco esa mirada —dijo Thorn al ver el rostro de Brax—. ¿Qué


pasa?

—Recibí una llamada de un detective del condado sobre Daniel.


Quiere entrevistarlo.

Thorn dejó las herramientas con las que estaba trabajando, prestando
toda su atención a Brax.

—¿Sobre?

—Sobre una serie de secuestros de omegas. Resulta que Daniel no fue


el único omega de la manada de Harrison arrebatado de la calle. La mayoría
de los omegas se mantienen en silencio, pero uno o dos más han admitido
que fueron tomados por la fuerza y han pedido irse a casa. Hay niños
involucrados, por lo que todo es un complejo desastre, pero la policía está
haciendo todo lo posible para solucionarlo. Por ahora, los omegas y sus
hijos han sido separados de la manada.

—Demasiado poco, demasiado tarde, si me preguntas.

—Es cierto —admitió Brax—. Pero sería de gran ayuda si tuvieran


otro testigo para corroborar sus historias. Parece que el secuestro de Daniel
fue captado por una cámara.
—Mierda, ¿en serio? ¿Cómo explicó la policía eso en su decisión de
cerrar el caso diciendo que se había fugado?

—Parece que enterraron ese pequeño hecho, se lo ocultaron a la


familia de Daniel y cerraron el caso tan pronto como pudieron.

—Bastardos. —Las personas que debían mantener a todos a salvo,


incluidos los omegas, y simplemente les daban la espalda.

—Sí. Pero ahora están haciendo algo. ¿Crees que Daniel hablaría con
ellos?

—Le puedo preguntar —dijo Thorn—. Pero no voy a hacer promesas.


Si dice que no, no lo presionaré.

Daniel recién comenzaba a trabajar en las cosas con Benn. Thorn no


iba a hacerlo correr antes que aprendiera a caminar.

—¿Por qué no me lo dejas manejar a mí? Esta investigación no va a


avanzar a toda mecha. No hay razón para que no puedan esperar hasta que
nazcan los bebés antes de entrevistarlo.

—Si pueden esperar podría ser mejor. Pero déjame hablar con Daniel
al respecto primero, ver qué dice.

Incluso mientras lo decía, Thorn sabía que no estaban solos.

—¿Ver lo que digo sobre qué? —preguntó el omega desde la puerta.


Agachó la cabeza con timidez cuando Brax se volvió para mirarlo—. Lo
siento. No quise escuchar a escondidas.
—No estabas escuchando a escondidas —dijo Thorn, cruzando la
habitación hacia él—. No esperaba que volvieras tan pronto.

—Olvidé poner el caldo para la cena. Necesita hervir a fuego lento


durante unas horas.

Thorn pasó un brazo por la cintura de Daniel y lo empujó unos pasos


hacia la habitación.

—Brax tiene algunas noticias para nosotros. Nada malo, pero


deberíamos sentarnos y hablar sobre eso.

—Os dejaré —dijo Brax—. Nos vemos más tarde.

Thorn hizo pasar a Daniel al sofá. Dudó, inseguro de cómo comenzar.

—Si no es nada malo, solo dímelo —dijo Daniel.

—No es malo, pero tampoco es fácil. ¿Recuerdas cómo me dijiste que


Harrison y su manada te secuestraron en la calle?

Daniel se acurrucó más cerca de él, y Thorn apretó su agarre.

—Bueno, probablemente ya sepas que no eras el único omega que


secuestraron así. Algunos de los que están en el complejo militar se han
presentado y han pedido que se les devuelva a sus familias.

—¿Qué les pasó? ¿Están bien? Harrison no estará feliz que estén
tratando de irse.

—No están con la manada. No desde que hablaron.


—Pero no son libres como yo, ¿verdad?

—Aún no. ¿Pero tal vez puedas ayudar con eso?

—¿Cómo? —Daniel parecía cauteloso pero ansioso.

—Hay algunos detectives que investigan los secuestros. Si pudieras


hablar con ellos, contarles tu historia, eso sería de gran ayuda.

—¿Me metería en problemas?

—Por supuesto no. No has hecho nada malo.

Daniel reflexionó sobre eso un poco más.

—¿Por qué yo? Si más de un omega cuenta la misma historia, ¿por


qué volver a escuchar la mía marcaría la diferencia?

Thorn hizo una pausa incómoda, tratando de decidir cómo decirlo.


Pasó la mano arriba y abajo del brazo de Daniel para darle tranquilidad.

—Porque tu secuestro fue captado por una cámara. Hay un vídeo de


ellos llevándote.

Daniel se tensó en sus brazos y su voz se convirtió en un susurro.

—Pero... pero mi familia dijo que la policía les dijo que me había
escapado. ¿Estás diciendo que lo sabían? ¿Todo este tiempo y la policía
sabía que me habían llevado?

Thorn lo abrazó con más fuerza.


—No conozco todos los hechos, solo que el vídeo existe. Agrega tu
palabra a eso, y es un testimonio bastante condenatorio.

—¿Entonces esos otros omegas también podrían ser libres?

—Bueno pueden ser libres de cualquier manera. No todo depende de


ti. Entonces, si no quieres o si quieres esperar hasta que nazcan los bebés...

—No. Ahora. Enseguida. Tan pronto como pueda.

Thorn ahuecó la mejilla del omega, atrayendo su mirada hacia él.

—¿Daniel?

—Sé lo que es estar cautivo, estar atrapado. Si hay alguna posibilidad


que contando mi historia pueda ayudar a liberarlos, lo gritaré desde los
tejados. Por favor, Thorn. Quiero ayudarlos.

Thorn suspiró y asintió.

—Eso es muy valiente de tu parte. Llamaré a Brax y se lo haré saber.


Con suerte, ese será el final.

Podrían seguir adelante con sus vidas, concentrarse en disfrutar estar


juntos, en hacer un hogar feliz para Sammy y sus futuros cachorros.
Capítulo 35
A Daniel no le había gustado mucho estar embarazado la primera vez.
Había estado demasiado asustado de los cambios de humor de Harrison
durante los nueve meses y se había escapado en mitad del embarazo, solo
para ser devuelto. Al principio, pensó que esta vez sería similar, solo que...
más corto. Tres meses en lugar de nueve sonaron celestiales y horribles al
mismo tiempo. A finales del primer mes, ya se le notaba, amando la forma
que veía cada vez que se miraba en el espejo, su mirada se sentía atraída por
su pequeño vientre.

Le preocupaba que Thorn fuera como Harrison, disgustado por cómo


cambiaba su cuerpo. Pero, como le había dicho más de una vez, no se
parecía en nada a ese matón de alfa. A Thorn no le gustaba más que
sostener a Daniel en sus brazos con las manos presionadas contra el vientre,
sintiendo cada pequeño movimiento de los bebés dentro de él.

—¿Estás seguro que te sientes cómodo por la noche? —Thorn le


preguntó mientras se acurrucaban después del almuerzo una tarde—.
Podríamos conseguirte una de esas almohadas de embarazo. Sé que tanto
Oliver como Josh las usaron. Podríamos pedir prestada una, si no te importa
compartirla.

—No necesito una almohada —insistió Daniel—. Te tengo a ti.

—Ahora dices eso —bromeó Thorn—. Pero dentro de un mes, estarás


diciendo que soy todo músculo y hueso duro, y que anhelas la suavidad de
una almohada para todos tus dolores.
Daniel suspiró cuando el alfa le pasó los dedos por el pelo y le
masajeó el cuero cabelludo. Ninguna almohada podría darle el tipo de
consuelo que recibía de Thorn.

—¿Cómo está Kira? —recordó preguntar, sintiéndose somnoliento y


cálido. Su automóvil había sido expulsado de la carretera el día anterior,
gracias a un conductor agresivo.

—Todavía está un poco conmocionada, pero está mejor.

—¿El sheriff encontró al conductor?

—Nope. Desapareció en el aire. Probablemente solo fue alguien que


pasaba, que decide que los límites de velocidad no se aplican a ellos.

—Me alegro que esté bien.

—Yo también —dijo Thorn suavemente.

Su mano se movió de la cabeza de Daniel a su cuello, y Daniel gimió,


relajándose completamente contra Thorn. Sabía que si el alfa continuaba
así, pasaría de estar relajado a muy excitado en cuestión de minutos. Pero
Thorn parecía saber lo que necesitaba, sus manos anchas se movieron más
abajo para masajear los hombros. Estaba más dormido que despierto cuando
sonó el teléfono un rato después.

El alfa respondió con un saludo tranquilo, pero su tono cambió casi al


instante.

—¿Qué? ¿Dónde?

Daniel buscó la cara de Thorn cuando terminó la llamada.


—¿Qué pasó?

—Es Zane. Fue atacado en la ciudad. Lo han llevado a urgencias de la


sala de atención, pero es posible que deba ser trasladado al hospital más
cercano.

Daniel trató de sentarse, Thorn lo ayudó.

—Deberías ir con él.

—Brax y Cole ya están en camino. Me necesitan aquí. Tú y yo vamos


a buscar a Sammy y nos dirigiremos a la casa de la manada para que pueda
vigilar las cosas con Duke. Puede ser una coincidencia, Kira ayer y Zane
hoy, pero no corramos riesgos.

Todos los pensamientos de sueño huyeron de la mente de Daniel


cuando se levantó y fue a despertar a Sammy de su siesta. Ayudó a Thorn a
hacer las maletas para los tres, sabiendo que había una buena posibilidad
que no regresaran a la casa ese día, y siguió al alfa afuera.

Un extraño automóvil se detuvo cuando salieron. Salieron un hombre


y una mujer, mirando con curiosidad a su alrededor.

—¿Puedo ayudarles? —preguntó Thorn, moviéndose para detenerse


delante de Daniel y Sammy.

—Estamos buscando a Daniel Riley.

—¿Y ustedes son?

—Somos de los servicios sociales. Hemos tenido algunos informes


preocupantes.
Daniel apretó su agarre sobre Sammy y agarró la camisa de Thorn
con su mano libre. No iba a dejar que nadie le quitara a su hijo. Nunca más.

***

Daniel se sentó en la cocina de la casa de la manada, Sammy en sus


brazos, mientras escuchaba el sonido de las voces en alto desde la sala.
Thorn había logrado convencer a los trabajadores sociales que los
acompañaran a la casa de la manada, donde Oliver y Kira estaban hablando
con ellos. Daniel no sabía exactamente lo que decían, solo que las cosas se
habían calentado. Eso no podría ser una buena señal.

Se puso de pie, murmurando a Sammy cuando salió al pasillo y se


dirigió hacia la puerta principal. Thorn estaba con Duke, los dos vigilando
el exterior de la casa. Estaban preocupados por las amenazas externas, pero
todo lo que Daniel podía pensar era en las dos personas que estaba seguro
estaban allí para llevarse a Sammy.

Mientras se acercaba a la puerta principal, vio un juego de llaves de


uno de los coches de afuera. Podría escapar, ¿no? No podrían quitarle a
Sammy si no estaba allí para ser capturado. Pero había escapado antes,
huyó de Thorn, y había sido una decisión equivocada. Thorn lo llamó falta
de confianza. ¿Eso todavía se mantenía? ¿No confiaba en Thorn para
mantenerlos a salvo? Cogió las llaves y las miró durante un largo momento
antes de volver a guardarlas. En cambio, se dirigió a la puerta principal, con
la intención de encontrar a Thorn. Compartiría sus temores sobre cómo iba
la conversación con los trabajadores sociales. Thorn sabría qué decir, qué
hacer.
Justo cuando llegó allí, listo para salir, oyó que llegaba otro
automóvil. ¿Quizás eran Brax y Cole de vuelta con Zane? Abrió la puerta
para ver, pero no reconoció el coche que se detuvo fuera. Las puertas se
abrieron y tres personas salieron. A ellos los conocía.

Con el corazón palpitante, cerró la puerta y se retiró a la casa. ¿Qué


estaba haciendo su familia aquí? ¿Estaban allí para llevarlo a casa? ¿O
enviarlo nuevamente a Harrison? El pánico gritó mucho más fuerte que la
razón en sus oídos mientras buscaba desesperadamente un lugar donde
esconderse. Tropezó con la entrada al sótano y corrió hacia abajo, cerrando
la pesada puerta en el fondo que bloqueaba el resto del mundo.

—¿Papi?

Sammy no estaba contento con su oscuro y húmedo escondite en el


sótano.

—Shh, estoy aquí. Solo vamos a quedarnos abajo un poco. Agradable


y tranquilo Estamos jugando a las escondidas, como solíamos hacer.

Eso era lo que le decía a Sammy cuando Harrison los encerraba en el


sótano como castigo: que era solo un juego. No había necesidad de
asustarse.

—Quiero a Thorny, papi.

—Él también está jugando. Él vendrá a buscarnos.

Sostuvo a Sammy cerca y se acurrucó. No dejaría que nadie se lo


llevara; no dejaría que nadie los devolviera a Harrison.
El tiempo pasó lentamente, y Daniel ni siquiera podía ver su reloj. En
un momento, le pareció oír que alguien lo llamaba, pero el sonido se
desvaneció rápidamente. Y luego hubo pasos, fuertes y ruidosos, bajando
las escaleras hacia ellos. Se aferró a Sammy con más fuerza, temeroso de
quién venía a por ellos. ¿Alguien venía a llevárselos?

—No pueden hacer que nos vayamos. Esta es nuestra casa, nuestra
manada, nuestro ...

La pesada puerta se abrió, dejando entrar un escaso rayo de luz.

—Daniel, ¿estás aquí abajo?

La luz los encontró, y también Thorn. Cruzó la habitación y levantó a


Daniel, abrazándolos con fuerza.

—¿Nos van a llevar con ellos? ¿Me van a sacar a Sammy?


¿Volveremos con Harrison?

—Nadie te llevará a ninguna parte —dijo Thorn con fiereza—. Y


nunca volverás a ver a Harrison. Nunca.

—¿Pero los trabajadores sociales? Y mi familia, los vi...

—Los trabajadores sociales se han ido, por ahora. Regresarán en unos


días para conversar con nosotros. Tu familia también se fue. Fue difícil
despedirlos, pero Oliver puede ser muy persuasivo.

—¿Se fueron? —preguntó Daniel, incrédulo de lo que estaba


escuchando.

—Sí.
—¿Y no tenemos que ir con ellos?

—Nadie te va a hacer ir a ninguna parte. Estás en casa, Danny.

—Oh.

De repente se sintió tonto por esconderse en el sótano.

—Venga. Vamos arriba. Los demás te están buscando en la casa. —


Thorn abrió el camino, gritando—: Los tengo. —Mientras subían las
escaleras.

—¿Qué estabas haciendo en el sótano? —preguntó Oliver,


encontrándose con ellos en la puerta.

—Fuera de la vista, fuera de su mente —respondió Thorn por él—.


Invitados inoportunos, demasiados.

—Hablando de invitados no deseados —dijo Oliver—. Podemos estar


a punto de tener unos cuantos más, si el plan de Brax funciona.

—¿Qué plan? —preguntó Daniel—. ¿Qué está pasando?

—Vamos a sentarnos y os lo explicaremos —dijo Oliver—. Han


pasado muchas cosas.
Capítulo 36
Thorn se sentó en el sofá con un brazo alrededor de Daniel. Brax y
Cole habían regresado y ayudaban a un Zane renqueante a ir arriba. Tenía
algunas semanas de curación por delante, pero se recuperaría por completo.

Brax se unió a ellos en la sala de estar unos minutos más tarde.

—Así que creo que todos hemos notado nuestra racha de mala suerte
últimamente. Primero, los coches de Cole y Nathan son destrozados en la
ciudad. Entonces Kira derrapa en la carretera. Entonces Zane es atacado por
un grupo de matones alfa. Al mismo tiempo, los Servicios Sociales reciben
una serie de informes falsos, en su mayoría relacionados con Sammy, pero
también algunos sobre el resto de los cachorros.

—Y alguien le informó a la familia de Daniel que estaba aquí.


Entraron, con todas las armas cargadas, para alejarlo de la "mala influencia"
de nuestra manada —agregó Thorn.

—¿No crees que es una coincidencia? —preguntó Daniel, haciéndose


eco de lo que Thorn estaba pensando.

—Estamos siendo atacados. Supongo que Harrison está detrás de eso


—dijo Brax.

Al lado de Thorn, Daniel se tensó.

—No puede ser. Dijiste que todavía estaba encerrado.

—Lo está —le aseguró Thorn—. Eso no va a cambiar a corto plazo.


—Entonces, ¿cómo está haciendo esto?

—Apostaría que tiene amigos en el mundo exterior —dijo Thorn,


mirando a Brax.

—Daniel lo sabría mejor que nosotros. La manada de Harrison tiene


aliados, ¿verdad?

La respuesta de Daniel fue vacilante.

—Son amigos de otras manadas. Pero hay una con la que es


especialmente cercano. Harrison tiene mucho respeto por su líder alfa,
Jerrick. También es ex militar. Creo que sirvieron juntos. Las manadas iban
a cazar juntas varias veces al año. Cazas adecuadas, no... no de omegas. No
creo que el otro alfa hubiera aprobado eso.

—Entonces, ¿cómo hacemos para que estos tipos se detengan? Zane


habría sido gravemente herido si esos transeúntes no hubieran intervenido.
Kira podría haber resultado gravemente herida también. Es solo cuestión de
tiempo antes que alguien muera, si siguen escalando —dijo Thorn—.
Supongo que tienes una idea, Brax. Oliver dijo algo sobre un invitado no
deseado.

Brax se levantó, atrayendo todas las miradas hacia él.

—No podemos abordar esto desde la fuente. No hay forma de llegar a


Harrison. Así que hablamos con estos tipos, manada a manada.

—No tienen ningún incentivo para hablar con nosotros —señaló


Cole.
Thorn lo entendió entonces, descubriendo el plan de Brax.

—Entonces les damos uno. Agarramos a uno de los suyos y lo


llevamos al territorio de la manada. Entonces tendrán que hablar con
nosotros.

Difícil y potencialmente peligroso, pero simple en lo que respecta a


los planes.

—¿Qué les vamos a decir? —preguntó Kira—. ¿Cómo podemos


convencerlos que retrocedan?

—No vamos a convencerlos —dijo Brax—. Lo hará Daniel.

Todos los ojos se volvieron hacia el compañero de Thorn, que se


recostó en su silla. Thorn consideró por un momento antes de concluir que
Brax tenía razón. Esta pelea era por Daniel. ¿Quién mejor para ponerle fin
que el propio omega?

—Estaré allí contigo todo el tiempo —le prometió Thorn.

—Pero, ¿qué voy a decir?

—La verdad. Todo lo que tienes que hacer es decirles la verdad.

Pensándolo bien, se volvió hacia Brax.

—Pero necesitaremos un plan alternativo, algo para hacer que estos


muchachos se lo piensen dos veces si no entran en razón. —Y Thorn sabía
exactamente qué.

***
Usaron a Nathan y Alice como cebo, enviándolos a la ciudad para
hacer un recado al día siguiente. Thorn y Brax los siguieron, vigilando las
caras que no reconocían. No fue difícil detectar a quienes buscaban.

—Son esos —dijo Thorn—. La camioneta gris al ralentí delante de la


floristería.

Había dos ocupantes en el vehículo. Necesitaban a dos para que su


plan funcionara: uno para contactar con su líder, Jerrick, y el otro para dar
un ejemplo.

—¿Cómo quieres hacer esto? —dijo Brax.

—Justo como lo planeamos. Diles a Nathan y Alice que se separen.


Ella toma el coche, él va a pie. Veremos si no podemos atraerlos. Fueron lo
suficientemente valientes como para atacar a Zane a plena luz del día ayer,
así que estoy seguro que volverán a hacer lo mismo.

Brax los llamó, explicando el plan mientras Thorn hacía otra llamada
telefónica, asegurándose que su respaldo estuviera en camino. Alice y
Nathan salieron de la tienda, Nathan entregó sus bolsas a Alice, quien
regresó al coche.

Thorn y Brax observaron de cerca, esperando ver a cuál de los dos


elegirían seguir. Alice se apartó de la acera y se alejó, pero el camión
comenzó a moverse en la dirección opuesta. Lentamente siguió a Nathan,
que caminaba rápidamente por la calle. Brax encendió el motor y se preparó
para ir tras ellos, dejando un espacio para que no fuera demasiado obvio.

—Son cobardes, cazando a nuestro beta así. —Claramente sabían


quiénes eran los alfas de la manada, pero no era a ellos a quienes estaban
apuntando.

—¿Eso te sorprende? —preguntó Brax.

—¿Sorprender? No. Pero... estos tipos son ex militares. ¿No


aprendieron nada cuando sirvieron?

—Aprendieron a ser viciosos —dijo Brax—. Les concederé eso.

Nathan giró hacia una calle lateral más tranquila, y el camión gris
estacionó, los dos alfas salieron y lo siguieron a pie. Brax se detuvo. Thorn
saltó y corrió hacia la esquina, con Brax justo detrás de él. Esto terminaría
antes de comenzar.

Los dos alfas estaban alcanzando rápidamente a Nathan. El beta había


renunciado a su pretensión de no saber que lo seguían. Se giró para
mirarlos, hablando con calma.

—¿Por qué no hablamos sobre el problema, muchachos?

—Necesitamos enviarle un mensaje a tu alfa —dijo el primer hombre.

—Claro, lo llamaré. Tengo mi teléfono aquí mismo.

Nathan sonaba tan razonable e imperturbable como solía hacerlo


cuando lidiaba con el funcionamiento diario de la manada.

—Tú eres el mensaje. O al menos lo serás. Lo que quede de ti.

Brax y Thorn se miraron y Brax asintió. Avanzó, levantando la voz.


—Recibimos vuestro mensaje alto y claro, caballeros. Creo que es
hora que escuchéis el nuestro.

Detrás de Nathan, Cole apareció a la vista, con los brazos cruzados.


Thorn tomó una posición similar detrás de Brax. Cuatro contra dos.

Los alfas miraron a su alrededor, evaluando a sus oponentes. El más


alto habló.

—Si crees que esto nos va a asustar, tendrás que esforzarte más.

—Oh, no estamos tratando de asustarte. Solo manteniéndote en un


lugar hasta que llegue la caballería.

—¿Caballería? ¿Qué caballería es esa? —exigió el alfa.

En ese momento, dos camiones del ejército doblaron la esquina a


cada extremo de la calle. Thorn tenía que concedérselo a Greggs. Por
mucho que despreciaba al tipo, tenía una sincronización impecable.

—Del tipo que está ansioso por tener en sus manos tu manada. ¿Listo
para vivir tus días como proyecto científico?

Greggs salió del camión, respaldado por media docena de soldados.

—¿Cuál? —le preguntó a Brax.

—Nos llevaremos al hombre de la izquierda. El otro es todo tuyo.

Hubo una breve lucha de ambos alfas, pero fueron vencidos


fácilmente.
—Alejaros de mí —gritó uno de ellos cuando los hombres de Greggs
lo arrastraron.

—Te provocaste esto a ti mismo —dijo Greggs—. ¿Atacar a civiles?


¿En qué estabas pensando?

Thorn ayudó a Brax a someter a su prisionero, y lo empujaron a la


parte trasera de su coche.

—¿Qué demonios está pasando? —exigió el alfa—. ¿Llamaste a ese


monstruo para que viniese? ¿Estás loco?

—No nos dejasteis muchas opciones. Pero si quieres mantener el


resto de tu manada fuera de sus manos, harás exactamente lo que te
digamos.

Thorn mantuvo su mirada impasible, esperando que sus palabras


hicieran mella.

Finalmente, el alfa asintió, golpeando su cabeza contra su asiento con


un gruñido.

—Bien. Pero será mejor que hables rápido.

—Nosotros no vamos a hablar —le dijo Thorn—. Lo harás tú. —Le


entregó un teléfono—. Llama al líder de tu manada. Tenemos una propuesta
para él.
Capítulo 37
Daniel se sentó en la cocina con Josh, tratando de fingir que no estaba
nervioso por sus visitantes. Habían traído a un alfa hace unas horas, y solo
unos minutos antes, otro grupo había llegado. Estaban en la sala de estar
cercana. Podía distinguir voces elevadas que se abrían paso de vez en
cuando. Thorn y Brax le habían pedido que se uniera a ellos, pero había
estado demasiado asustado. Ahora se preguntaba si había cometido un error.
Discutían sobre él, de eso estaba seguro.

Lentamente, se puso de pie y se dirigió a la puerta de la sala. Estaba


un poco abierta y miró a través, escuchando lo que se decía.

Reconoció al hombre hablando. Era el líder alfa de la manada con la


que Harrison cazaba. Jerrick.

—Envié mis alfas aquí para observar tus movimientos. Parece que se
dejaron llevar un poco. Por eso, me disculpo. Pero estoy seguro que puedes
ver el problema.

—¿Por qué no nos lo explicas? —dijo Brax, con los brazos cruzados.

—Se reduce a esto —dijo Jerrick—. Robasteis el omega de Harrison


y su hijo. Y cuando volvió a traer a su compañero a casa, los militares
atraparon toda su manada. Esa es una traición a todas las manadas. No
somos solo nosotros quienes lo vemos así. Las manadas de todo el país
saldrán a buscar sangre; vuestra sangre. Y ese pequeño truco que acabas de
hacer con Greggs no te hará ningún favor. Pero todo lo que me interesa,
aquí y ahora, es que le devuelvan lo que le pertenece a Harrison. Sacará a su
manada del tierno cuidado de Greggs y luego se encargará de vosotros.
Hasta entonces, estamos aquí para asegurarnos que recupere lo que le
robasteis.

El alfa se recostó en su silla y miró a Brax y Thorn fríamente. En ese


momento, Daniel vio rojo. No era propiedad de Harrison, algo para comprar
y vender, intercambiado entre manadas.

Empujó la puerta y entró furiosamente. Cuando se detuvo justo en


frente del alfa, dirigió su mirada más despectiva hacia él.

—Eres un idiota si crees en la triste historia que te contó Harrison.


Ellos no me robaron. Lo hizo Harrison. Su manada me secuestró en mi
camino a casa desde la universidad, me llevó a su manada y luego pelearon
por quién iba a tenerme. Cuando traté de huir, de llegar a casa con mi
familia, me arrastraron una y otra vez. Harrison me encerró, me golpeó, me
hizo pasar hambre. Cuando eso no fue suficiente para hacerme seguir todas
sus ridículas reglas, usó a mi hijo, mi bebé, para obligarme.

Thorn se movió para ponerse detrás de él, una presencia estable a su


espalda. Estaba respirando con dificultad, tan enojado que apenas podía
hablar, y sin embargo las palabras seguían cayendo.

—La manada de Brax no nos robó a mí ni a mi hijo. Nos acogieron


cuando finalmente escapamos de Harrison con nada más que la ropa que
llevábamos puesta. Nos han mantenido a salvo, nos han cuidado, nos han
ayudado a recuperarnos de las cosas terribles que Harrison nos hizo. Tú...
estás equivocado. Esta manada… no son los malos en todo esto. Debes
detener esto, retroceder y dejarme en paz a mí y a mi verdadera manada.
Harrison y su horda no son una manada, son monstruos. Están encerrados
donde pertenecen, donde no pueden lastimar a más omegas.

Thorn le puso una mano en el hombro y Daniel se calló, dejando que


el alfa lo acurrucara y lo guiara para que se sentara.

—¿Es esto cierto? —preguntó Jerrick, enderezándose en su asiento.


Parecía escéptico.

—Harrison pronto será acusado en un tribunal militar. Secuestro y


encarcelamiento ilegal de omegas. En plural. Algunos los secuestraban, se
divertían con ellos y los desechaban. Otros, como Daniel, fueron retenidos
durante años e incorporados por la fuerza a esa burla de manada. Hay
bastantes niños involucrados, pero no hay evidencia de los lazos de manada
adecuados —explicó Brax.

Daniel levantó la cabeza, sorprendido por esa información.

—¿Qué?

—Todos fueron partos únicos, Danny —explicó Thorn en voz baja—.


Simplemente fueron embarazos incidentales y sin enlaces de manada. La
mayor noticia fue que tanto tú como Jaxon teníais cachorros individuales y
no camadas. Si el propio Harrison no tiene un vínculo verdadero, ninguno
de los otros alfas podría.

Jerrick se adelantó.

—¿Estás diciendo que no son una manada?

—No, tanto como podemos decir —dijo Thorn cuidadosamente.


—¿Greggs lo sabe?

—…aún no.

Una sonrisa lenta cruzó la cara de Jerrick.

—Bueno, eso será una agradable sorpresa para él. Lástima por
Harrison. Siempre estuvo un poco loco, pero tenía grandes aspiraciones.
Pensé que podría ser útil algún día. —Sus ojos se desviaron hacia Daniel—.
Me preguntaba sobre los omegas. Toda esa cuestión del servilismo... no es
realmente adecuada para una manada. Demasiado parecida a un culto.

—Harrison es lo suficientemente oscuro como para llevar a cabo un


culto —acordó Brax.

Jerrick se puso de pie.

—Pensaré en lo que me has dicho y pasaré la información relevante a


las otras manadas. No has ganado amigos entre ellos, pero... no había
mucho amor perdido en lo que respecta a Harrison, por lo que tampoco
habrás hecho muchos enemigos.

—Entonces todo eso, justo ahora —dijo Thorn—. ¿Qué fue?


¿Fanfarronería?

Jerrick le lanzó una mirada fría.

—Las manadas en este país lo tienen bastante difícil sin enfrentarse


entre sí. Pero parece que no estaba en posesión de todos los hechos. Ahora
lo estoy. Estaré en contacto.
Asintió hacia ellos, le dio a Daniel una última mirada y se dirigió
hacia la puerta.

—¿Qué acaba de suceder? —preguntó Daniel, un poco perdido para


resolver el repentino cambio radical en la actitud del otro alfa.

—No actuó en defensa de Harrison porque le gustas —resumió Cole


—. Sino porque se sentía obligado a defenderlo como compañero líder de la
manada. Ahora sabe que es realmente un criminal y un bastardo. No es el
tipo de persona a la que la gente normalmente se siente obligada por el
honor.

—¿Eso significa que se acabó?

—Me gustaría pensar que eso es exactamente lo que significa —dijo


Brax desde la puerta—. Pero esperemos a escuchar lo que dice una vez que
haya tenido tiempo de reflexionar.

—Creo que le caímos bien —bromeó Cole—. En el fondo.

—Siento que no se había decidido —respondió Oliver—. Tal vez,


¿podríamos enviar una cesta de frutas?

—Hornearé unas magdalenas —ofreció Daniel—. Con chispas de


chocolate.

—Hazlas de salvado de avena —dijo Thorn sombríamente—. El


chocolate es demasiado bueno para ellos.

Daniel se apoyó contra el alfa, relajándose mientras inhalaba su


aroma y sentía a Thorn relajarse a su vez.
—Pero no para ti. Las hornearé para ti.
Capítulo 38
Les llevó un mes arreglar todo. Después de múltiples reuniones,
evaluaciones e informes, los trabajadores sociales cerraron su caso y les
dieron luz verde. Supuso una carta redactada con dureza de un abogado
amigo de Oliver para convencer a la familia de Daniel que no interfiriera. Si
Daniel hubiera estado abierto a hablar con ellos, habría sido una cosa. Pero
Thorn sabía que todavía se sentía traicionado al saber que no habían
ayudado a protegerlo de Harrison cuando tuvieron la oportunidad. Todo el
drama terminó, y la familia de Thorn finalmente tuvo la oportunidad de
relajarse.

Daniel había pasado de estar ansioso por el embarazo a aceptarlo en


su segundo mes, pero Thorn quería que fuera un paso más allá y lo
disfrutara. Hizo todo lo posible para aumentar la autoestima de su pareja,
siendo honesto acerca de lo mucho que le gustaba ver los cambios en su
cuerpo que llegaban con el final de su embarazo que se acercaba
rápidamente.

—¿Te decepcionará si son chicas? —preguntó Daniel de la nada


mientras yacían en su cama una tarde.

Thorn descubrió que, a menudo, la mejor manera de hacer que Daniel


durmiera la siesta era tomar una siesta con él cuando tenía la oportunidad.

—¿Por qué lo estaría?

—Harrison lo estaba.
Thorn nunca desanimó a Daniel de hablar sobre el alfa, incluso si a
veces era difícil escucharlo.

—Harrison era un idiota.

Daniel rió.

—Lo era, ¿no?

Thorn dejó que su mano recorriera la longitud del vientre de Daniel.


Los bebés estaban durmiendo; no había ni una contracción ni una patada.

—Las chicas serían divertidas. Sería bueno tener al menos una, así
Grace no se sentiría tan superada en número. Pero los niños también serían
buenos. Alfa, beta, omega. Seré feliz mientras estén sanos.

—Lo estarán —dijo Daniel—. Saludables y fuertes como tú.

—Habla por ti mismo —bromeó Thorn—. ¿Estás seguro que no


deberías cambiar?

Daniel bostezó y se estiró.

—Pasé toda la noche y toda la mañana como leopardo. Creo que he


ganado algunas horas como humano. Además, extraño hablar contigo.

—Yo también lo extraño. Aunque puede que no tengamos mucho


tiempo para hablar una vez que lleguen los bebés.

—Siempre habrá tiempo para hablar —insistió Daniel—. Podría ser


justo en medio de una noche de insomnio, los dos de mal humor y cansados
...
—Pero mientras podamos recordar escucharnos, escuchar realmente,
las cosas estarán bien.

Benn y Kira los habían ayudado a meterse eso en la cabeza


recientemente. El toma y daca de una relación, el equilibrio y la confianza.
No siempre era fácil, pero lo intentaban. Incluso si algunos días Thorn tenía
ganas de caminar solo por el bosque durante horas, o si Daniel solo quería
acurrucarse en una pelota e ignorar al mundo. Cada uno sabía que el otro
estaría allí para ellos cuando salieran del otro lado. Y tenían que pensar en
Sammy y sus cachorros. El mundo seguía adelante, incluso cuando sentían
que no podían enfrentarlo.

—No puedo esperar —le dijo a Daniel, emocionado al pensar en la


llegada de sus bebés—. Brax dice que no llevará mucho tiempo. Podrías
ponerte de parto en cualquier momento.

La luna llena había sido el día anterior, la señal que el embarazo de


Daniel había llegado a término.

—¿Cómo van tus proyectos?

Thorn había estado trabajando duro para preparar los muebles para la
guardería.

—Podemos echar un vistazo después de la siesta, si te apetece.

Daniel sonrió y tiró de él para darle un beso.

—No me lo perdería.
Después de muchos besos que a regañadientes no fueron a más,
Thorn ayudó a Daniel a ponerse de pie y fueron a visitar su taller. La cuna
estaba en una esquina, era de madera pulida y barnizada con intrincados
tallados. Un lado tenía un leopardo acechando a través de la hierba alta. En
el otro había un alce, de pie orgulloso con la luna detrás de él.

—Es hermosa —murmuró Daniel.

La guinda del pastel fue el móvil que Thorn había hecho. De cada
cuerda colgaba una pequeña talla de un animal diferente perteneciente a su
manada. Un lobo, un zorro, un erizo, un caballo, un oso y todos los demás.

Thorn había hecho una mesa para cambiar pañales y una cómoda,
pero la cuna había sido su foco, queriendo que fuera algo especial.

—No quería que Sammy se sintiera excluido —le dijo a Daniel—.


Así que hice una cabecera nueva para su cama.

Condujo a Daniel para verla. En ella, había grabado una escena de un


pequeño cachorro de leopardo vigilado por un leopardo y un alce. A lo
largo del borde había repetido todos los animales de la manada. Era la
mejor manera que podía encontrar de decir, sin palabras, que Sammy era su
hijo, tanto como lo serían estos cachorros.

Daniel sonrió y unas lágrimas escaparon por sus mejillas.

—Gracias. Me encanta. Sé que a él también.

Se abrazaron y se balancearon, bailando en la tranquilidad del taller,


sus dos corazones latían al ritmo de música silenciosa.
***

Thorn supo a la mañana siguiente que Daniel no estaba del todo bien.
El omega parecía, si era posible, más incómodo de lo que había estado los
días anteriores. Thorn le llevó el desayuno a la cama y le sugirió que
volviera a la forma de leopardo tan pronto como hubiera comido. Daniel
estuvo de acuerdo sin una palabra de queja, sentándose pesadamente en la
cama. Thorn decidió no ir muy lejos esa mañana, para vigilarlo de cerca. Le
dio el desayuno a Sammy, lo lavó y lo vistió, y se lo entregó a Josh para que
se uniera a los demás en la casa de la manada. Solo se habían ido unos
minutos cuando Daniel lo llamó.

Regresó corriendo a la habitación para encontrar que el omega estaba


doblado en el borde de la cama.

—Es hora.

—Sí, así es. Tengo las maletas listas. Te ayudaré a subir al coche.

Rodeó a Daniel con un brazo y lo ayudó a ponerse de pie, apoyándolo


mientras salían. Volvió a buscar las bolsas y llamó a Brax mientras lo hacía.

—Daniel está de parto. Estamos de camino.

Se metió en el coche al lado de Daniel, poniendo una mano


tranquilizadora en la rodilla del omega.

—Nos están esperando. Todo va a estar bien.

—Lo sé —dijo Daniel sonriéndole—. Ya no tengo miedo.


No pasó mucho tiempo antes que Daniel estuviera instalado en una
habitación de la casa de la manada. Aunque instalado era probablemente la
palabra equivocada, ya que el omega caminaba de un lado a otro por la
habitación. Los otros se turnaban en la habitación con ellos, ofreciéndoles
bebidas, comida, trozos de hielo y palabras de consuelo.

Cuando Daniel se cansó de caminar, Thorn le frotó la espalda y


murmuró suavemente.

—Lo estás haciendo genial.

—¿Lo estoy? —preguntó Daniel—. Me parece que está llevando una


eternidad.

—No falta mucho —Alice estuvo de acuerdo—. Las contracciones


son rápidas y fuertes.

Tenía razón, y unos minutos más tarde era hora que Daniel empujara.
Thorn sostuvo su mano, presionó un paño frío contra su frente y ocultó su
frustración por no poder hacer más. Era un infierno ver a su compañero con
dolor, luchando y peleando tan duro, y no poder hacer nada más que ofrecer
palabras de aliento y secarle la frente.

—Lo estás haciendo muy bien, Thorn —dijo Daniel de repente,


durante un descanso entre las contracciones—. Gracias.

Thorn se echó a reír.

—Eres tú a quien debo darle todas las gracias. Fui muy arrogante
acerca de "tener sexo, tener pareja y tener bebés”. Y tú eres el único que
hace todo el trabajo duro.
Oliver se echó a reír y palmeó la rodilla de Daniel.

—Así es siempre, ¿verdad, Daniel?

Pero el omega nunca tuvo la oportunidad de responder ya que la


próxima contracción golpeó fuerte.

—Puedo ver la cabeza —exclamó Alice emocionada—. ¿Listo para


conocer a tu bebé?

Thorn ahuecó la mejilla de Daniel y sostuvo su mirada. Estaban listos.

—No puedo esperar —le susurró Daniel.

Veinte minutos después, todo estaba hecho y desempolvado.

—Ella es tan linda —murmuró Daniel—. Mira su naricita. Es muy


pequeña.

—Es preciosa —acordó Thorn, mirando a su hija—. Y él también.

Su hijo alfa era más grande que su hermana, pero no por mucho. El
pequeño cachorro bostezó ampliamente y abrió los ojos, mirándolos.

—Hola —susurró Daniel—. Bienvenido a tu familia. Bienvenido a


casa.
Epílogo
Thorn balanceó a Riley contra su hombro mientras caminaba por la
casa en busca de Sammy.

—Es hora de visitar la casa de la manada, Sammy. ¿Te has puesto los
zapatos?

Riley se quejó un poco y Thorn le frotó la espalda.

—Lo sé, chiquitín.

Echó un vistazo al taller y casi no ve a Sammy.

—Ahí estás.

Sammy estaba en su forma de leopardo y acurrucado durmiendo en la


pequeña caja nido que Thorn le había hecho cuando ingresó por primera
vez a la manada. Pronto sería demasiado grande para ella.

Con un suspiro, Thorn se sentó en el sofá junto a él, extendió una


mano y pasó los dedos por el pelaje de Sammy. La nariz del cachorro se
torció y sus ojos se abrieron.

—Hora de irse, chiquillo. Tenemos un lugar en el que estar.

En respuesta, Sammy metió la barbilla en la mano de Thorn y volvió


a dormir.

Thorn negó con la cabeza, preguntándose qué hacer con su situación.


—¿Estáis listos para... irnos? —Daniel se detuvo en la puerta, Isabel
en sus brazos—. Supongo que eso es un no.

—Todos tienen sueño hoy.

—No Isabel —dijo Daniel, meciendo a la bebé cuando comenzó a


llorar.

Thorn sabía que solo había una cosa que hacer. Le hizo cosquillas en
la barbilla a Sammy, y el cachorro se retorció y rodó, abriendo los ojos y
bostezando mientras se estiraba.

—Le prepararé una bolsa con ropa —sugirió Daniel—. En caso que
quiera cambiar mientras estamos allí.

Unos minutos después, estaban caminando por el bosque. Daniel


llevaba a Isabel y la bolsa de bebé mientras Thorn hacía malabares con
Riley y Sammy. El cachorro insistió en bajar tan pronto como la casa de la
manada estuvo a la vista, corriendo delante de ellos antes de detenerse y
girar, esperando impacientemente a que lo alcanzaran.

Thorn fue repentinamente golpeado por un recuerdo de meses antes.


Antes de los gemelos, antes de Daniel, antes de encontrar un cachorro de
leopardo escondiendo en un árbol. Se había detenido donde estaba ahora
mismo y se preguntó cuándo la vista de la casa de la manada había
comenzado a llenarlo de temor. Había dejado de ser su hogar, el centro de
su manada, y se había convertido en el lugar que le mostraba lo que faltaba
en su vida. Sammy y Daniel habían cambiado todo eso.

Cuando estaba en casa, en la casa, tenía a su familia a su alrededor y


su propia pequeña vida. Pero, como Cole y Josh, no eran solo ellos. La
manada estaba a un tiro de piedra, y estaban enredados en su vida tanto
como cualquier otra persona que vivía allí. Daniel y Sammy iban a la casa
de la manada casi todos los días, eran su conexión con la manada misma.
Lo ayudaban a sentirse parte de todo mientras todavía tenía el espacio que
necesitaba para ser su Centinela.

—¿Thorn? —La mano de Daniel tocó su brazo—. ¿Todo bien?

—Sí. —Le sonrió a su compañero—. Lo siento, estaba a millas de


distancia. Entremos.

Hoy no era un día cualquiera. La manada se reunía para celebrar una


nueva fiesta: el Día Internacional de la Manada. En todo el mundo,
manadas como la suya ondeaban sus banderas. Contándole al mundo que su
modo de vida supuestamente anticuado no iba a ninguna parte.

La primera mitad de la fiesta era solo para ellos, pero más tarde esa
noche iban a recibir visitas. Algunos políticos, algunas personas de los
medios de comunicación, algunos líderes de la comunidad. Un mal
necesario, insistieron Josh y Oliver. En estos días, se necesitaban buenas
relaciones públicas para las manadas, y tenían suerte que su manada la
tuviera a mansalva.

Una vez que cruzaron la puerta y entraron en la casa de la manada,


todo se volvió un poco más caótico. Daniel le entregó a Isabel cuando
Sammy cambió y salió corriendo. El omega lo persiguió y Thorn lo siguió
más despacio, riéndose de la entrada que Sammy estaba haciendo.
Probablemente era algo bueno que sus visitantes no vinieran hasta que la
mayoría de los cachorros estuvieran en la cama por la noche.
—Veo que Sammy no está tomando demasiado en serio ser un
hermano mayor —dijo Brax, acercándose para saludarlo. Le robó a Isabel
los brazos de Thorn—. Hola, cariño. ¿No eres la más linda?

—No dejes que Sammy escuche eso. Se pone celoso muy fácilmente
en estos días.

Era un acto de equilibrio, tratando de asegurarse que Sammy no fuera


eclipsado por los gemelos. Se aseguraban que recibiera atención adicional
de ambos todos los días para que no se sintiera excluido.

—Sí, supongo que no hemos tenido demasiada práctica con hermanos


mayores.

—Así es como va en la manada.

Vio a Duke entrar en la sala de estar, Colin justo delante de él.

—Esos dos están bien, por la apariencia de las cosas.

—Todavía lo llaman salir, pero Duke es cautelosamente optimista. Y


Jack y él están más felices que nunca. ¿Y Daniel y tú?

—Estamos muy bien —respondió Thorn honestamente—. Mucho


mejor de lo que esperaba dado todo lo que hemos pasado. Pensé que los
gemelos podrían ser la gota que colmaba el vaso, pero, en todo caso, nos
han acercado.

Brax le dio una palmada en el hombro.

—Me alegra oír eso, Thorn. En serio.


—¿Chicos? —llamó Oliver—. Estamos listos.

Thorn siguió a Brax al salón. Daniel tomó a Isabel de nuevo cuando


Brax y Oliver ocuparon el centro del escenario.

—Solo queríamos decir algunas palabras —dijo Brax—. Y luego


podemos comer.

Hubo vítores a eso. Si había una cosa que todas las manadas
compartían, era un apetito saludable.

—En primer lugar —dijo Oliver—, estamos aquí para dar la


bienvenida a nuestras nuevas incorporaciones a la manada, Riley e Isabel.
Sé que todos vamos a tener las manos ocupadas en las próximas semanas y
meses. Se necesita una manada para criar un cachorro, después de todo.

Hubo un fuerte acuerdo con eso. Ya estaban viendo la influencia


positiva de la manada. Primero con Eric y Toby, los dos niños que habían
adoptado del hogar infantil, luego con el hijo de Duke, Jack, los cachorros
de Oliver y Brax, los trillizos de Josh y Cole, el pequeño Sammy y ahora
los gemelos de Thorn y Daniel. Cada miembro de su manada tenía algo que
ofrecer cuando se trataba de criar a un niño, ya fuera la experiencia de Kira
en las relaciones o el talento de Zane para dar forma de animal a los globos.

—El mundo no es un lugar amable para las manadas —continuó Brax


—. Vamos a luchar mucho para mejorarlo. Tenemos que mostrarles que no
somos tan diferentes como podrían pensar. Pero es más que eso. Los
necesitamos para ver lo bueno que puede ser. Ya lo estamos demostrando
con cada niño que entra por nuestras puertas. Tenemos que mostrarle a la
sociedad dónde encajan las manadas, todo lo que podemos ofrecer al
mundo. Ya sea la ayuda legal de Oliver, mi ayuda médica, las lecciones de
Cole o alguien para apagar un incendio cuando ocurra lo peor. —Brax miró
a Thorn, quien inclinó la cabeza en señal de reconocimiento—. Mostramos
lo mejor de nuestra manada simplemente siendo nosotros mismos. Nuestro
mejor ser. Y que estamos mejor juntos.

—Mejor juntos —repitió Thorn, alzando un vaso.

El resto de la sala atendió la llamada.

—¡Mejor juntos!

Durante los discursos, Thorn ayudó a Sammy a conseguir un plato de


comida, apiló otro para Daniel y él, y les hizo un poco de espacio a los tres
en uno de los sofás.

Daniel y él compartieron su comida y animaron a Sammy a comer,


los gemelos durmiendo en sus brazos.

—Es bueno estar aquí —dijo Daniel de repente—. No creo que haya
un lugar en el mundo en el que prefiera estar.

—Yo tampoco —acordó Thorn. Aunque lo sabía, en una o dos horas,


no querría nada más que estar de vuelta en la tranquilidad de su propia casa,
acurrucado frente al fuego con Daniel y los niños o jugando con Sammy. La
mejor parte era que podía hacer exactamente eso. Podría ser que estuviera a
horcajadas entre los dos mundos, la manada y el exterior, pero mientras que
antes sentía que nunca tendría el equilibrio correcto, siempre
intercambiando uno por el otro, ahora tenía lo mejor de ambos.
Uno de los visitantes que la manada había invitado vino a hablar con
ellos un rato después.

—Eres Thorn, ¿no? Y este debe ser tu compañero y tus recién


nacidos. Que adorables.

Sammy se acercó, mirando a la mujer con curiosidad.

—¿Y quién es este niño?

—Este es Sammy —le dijo Thorn—. Nuestro hijo.

En cierto modo, Sammy había sido suyo desde ese momento en el


árbol, cuando se aferró a él y se negó a soltarlo. Y Daniel cuando se había
derrumbado en sus brazos. Algunas familias vienen con el nacimiento,
algunas se recogen por el camino y otra es la eliges.

Fin
Staff
Soñadora

Morihazna

Cazadora

Jose

Revisión y Diseño
Lelu
Serie Manada Perdida
1 – Defensor
Una misión que salió mal obliga al equipo alfa de Brax a convertirse en
algo más: una manada.

Es todo lo que Brax puede hacer para mantener unido al equipo, en un


mundo que ya no acepta a las manadas. Cuatro alfas y un beta, sin omegas
es una receta para el desastre. Y ahora que son civiles, con los militares
observando cada uno de sus movimientos, no será fácil mantener oculta la
verdad sobre su manada.

El problema más acuciante de Brax es encontrar al hijo de su amigo Duke.


Han buscado ayuda en todas partes, pero están en punto muerto, hasta que
por casualidad conoce a Oliver, un omega capaz y cautivador, y defensor
legal. La suerte de Brax finalmente podría estar cambiando. Pero, ¿puede
confiar en Oliver con algo más que sus problemas legales? ¿Puede confiarle
sus secretos?

Oliver tiene todo lo que puede desear en la vida: una carrera exitosa, el
respeto de sus compañeros, un apartamento en la ciudad. Pero no hay un
alfa en su vida. Hubo uno, había tenido una relación duradera. Ningún
cambiaformas alfa con el que salga podría manejar el hecho de que, algunos
días, el trabajo de Oliver es lo primero. Cuando la muerte de sus padres, de
lo cuáles estaba distanciado, lo lleva de regreso a la casa de su infancia para
hacerse cargo de la Casa Omega que dirigían sus padres; conoce a Brax, el
médico guapo y problemático que podría ser la excepción a la reglas.

2 – Guardián
Cada manada necesita un Guardián, un omega para suavizar sus bordes
ásperos. Y Josh definitivamente no lo es.
Obligado a cuidar a un actor omega malcriado y deshonrado, Cole no es un
alfa feliz. Está decidido a despachar a Josh, cueste lo que cueste. Pero las
primeras impresiones no lo son todo.

Todo lo que Josh tiene que hacer es mantener la cabeza gacha y sobrevivir a
su mes de ‘voluntariado’. Es más fácil decirlo que hacerlo cuando el alfa
con el que se queda lo trata como una especie de Cenicienta. Hay algo
diferente en Cole y sus amigos. No son un club de lectura. De eso, está
seguro. Pero cuando una pelea con Cole revela un secreto que Josh nunca
quiso contar, se entera que hay más en el alfa que su ruda apariencia.

Cuando Cole echa un vistazo detrás de la máscara que lleva Josh, ve un


lado muy diferente del omega que el cuadro pintado por los medios de
comunicación. Pero ese mundo de mentiras y manipulación es todo lo que
Josh conoce. Al ser arrastrado por las intrigas de su despiadado agente, los
instintos protectores de Cole se activan. ¿Puede convencer a Josh de que
hay más en la vida que su próximo papel?

Guardián es un romance de cambiaformas un poco lento, con mpreg, un


alfa sobreprotector, algunos temas difíciles y angustiosos, y escenas no
aptas para lectores menores de dieciocho años.

3 – Centinela
Los centinelas viven una vida solitaria, siempre al margen de la manada,
mirando hacia adentro.

Thorn quiere lo que otros alfas tienen, una pareja, cachorros propios, pero
nunca le pasará, no ahora. Cuanto más lejos se siente de su manada, más se
pregunta si ya no encaja. Hasta que rescata a un cachorro de un árbol y se
encuentra reacio a ser el guardián de un niño asustado.

Mantener a su cachorro a salvo es todo lo que le importa a Daniel. Pero con


la manada de Harrison cazándolos, Sammy y él están separados. Cuando lo
encuentra de nuevo, Sammy está en la casa de un alfa intimidante. Con la
libertad de Harrison finalmente al alcance, Daniel no tiene más remedio que
esperar hasta que puedan huir una vez más.
Thorn debería estar volviéndose loco con un extraño omega y un cachorro
invadiendo su hogar. Daniel es nervioso y superficial, y la historia de cómo
se separaron Sammy y él no parece cierta. Pero tenerlos cerca alivia la
creciente soledad en su interior. Podría haber algo más entre ellos, si tan
sólo pudiera convencerlo de quedarse.

A medida que Daniel se acerca a Thorn y ve lo feliz que es Sammy en su


nuevo hogar, se hace más y más difícil volver a correr. Pero por mucho que
quiera olvidar los horrores de su pasado, Harrison y su manada no lo han
olvidado.

Fin de la serie
Acerca de la autora
Claire Cullen es una autora y aspirante a panadera. Desde que era una niña,
le encantaba inventar historias. Conseguir que se escribieran en papel
resultó ser un desafío en los primeros años, cuando su medio preferido eran
los títeres de dedo. Pasó al lápiz y al papel, y más tarde al teclado, y desde
entonces no ha mirado atrás, excepto por ocasionales ataques de nostalgia.

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