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DE LA VIOLENCIA
VULNERABLES ANTE LA BRUTALIDAD
Mauricio Beuchot
Universidad Nacional Autónoma de México
Stefano Santasilia
Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Jacob Buganza
Universidad Veracruzana
Urbano Ferrer
Universidad de Murcia, España
Walter Redmond
Universidad de Austin, EE. UU.
Mariano Crespo
Universidad de Navarra, España
José Lasaga
Universidad Nacional de Educación a Distancia, España
FILOSOFÍA DE LA VIOLENCIA
VULNERABLES ANTE LA BRUTALIDAD
ISBN: 978-607-59915-0-4
CDD 303.6
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La presente obra en su conjunto fue dictaminada por pares académicos bajo el método de
doble ciego.
Este libro tiene por objetivo la difusión del conocimiento y es resultado de la colaboración
conjunta del Cuerpo académico consolidado: “Filosofía contemporánea sobre la violencia”
(CA-BUAP-374), en el Colegio y Posgrado en Filosofía contemporánea de la Facultad de
Filosofía y Letras, BUAP.
Todos los derechos reservados. Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea
cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
Hecho en México.
ÍNDICE
Nota de edición............................................................................................. 9
Saber y verdad............................................................................................. 59
Ángel Xolocotzi Yáñez
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Pensar sin barandillas, pensar el presente. Conmemorando
a Adrián Salas Carreón........................................................................... 83
Jean Orejarena Torres y Jorge Luis Quintana Montes
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NOTA DE EDICIÓN
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
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VIOLENCIA CONTEMPORÁNEA: UNA
APROXIMACIÓN FILOSÓFICA DESDE LA
CORPORALIDAD Y LA TÉCNICA
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violencia contemporánea: una aproximación filosófica...
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mundo que percibe. Así, es comparado por el filósofo francés con una
obra de arte, en la medida en que esta última no puede ser leída desde los
aspectos parciales que la constituyen (verbigracia, los distintos trazos y
tonos utilizados en una pintura), sino como una unidad. De esta manera,
así como la obra de arte tiene como rasgo propio el ser una sola, el cuerpo
es una unidad global, como la obra de arte, que se relaciona con el mundo.
Se ha dejado claro hasta aquí, de modo sucinto, lo que puede ser pen-
sado por horrorismo en relación con la violencia contemporánea. Con-
secuentemente, se ha expuesto la fragilidad de la existencia humana en la
medida en que un acto de violencia puede acabar la vida de golpe. No hay
sustrato, base o razón alguna que garantice la vida de modo eterno. Bien
lo expresó Heidegger (2012) en su Ser y tiempo, cuando colocó como uno
de los aspectos ontológicos propios del Dasein el ser para la muerte; en-
tendida aquí la muerte como la única posibilidad asegurada para la exis-
tencia. La finitud de la vida se anuncia en la fragilidad propia del viviente,
en tanto que se atenta contra su corporalidad. El horror, a su vez, apunta
ya no simplemente al acto violento que acaba la vida en tanto que toma
por el objeto el cuerpo, sino a la destrucción de la unidad ontológica de la
corporalidad, la aniquilación del carácter “artístico” del cuerpo.
Ahora bien, la vulnerabilidad (y la consecuente fragilidad de la vida)
del ser humano no es un fenómeno que se desocultase con la aparición
del horrorismo. Los griegos eran conscientes de la vulnerabilidad del in-
dividuo y de la fragilidad de la vida. La narración de La Ilíada, hecha por
Cavarero, muestra la forma como los guerreros griegos eran conscientes
de que, al ir a la guerra, existiría un enfrentamiento en que su vida se pon-
dría en juego ante la espada del enemigo. Eran conscientes de la fragilidad
de la vida, puesto que sabían que podían morir en un accidente o por en-
fermedad. Pero además de esto, eran conscientes de la vulnerabilidad de
su cuerpo, ya que asumían la herida y la muerte como posibilidades de la
batalla: “La diferencia esencial entre la condición cotidiana de la existen-
cia y la de la guerra está, para los mortales, en la alta probabilidad de una
muerte imprevista” (Cavarero, 2009: 27).
Los aspectos recién mencionados de las consideraciones de Cavarero,
invitan al planteamiento del siguiente interrogante: ¿cómo comprender el
concepto de vulnerabilidad, en relación con el ser humano? La pregunta se
responde atendiendo a la reflexión de Cavarero acerca del recién nacido.
En primera instancia, es preciso anotar que, de forma estricta, la vulne-
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la herida como la cura se edifican sobre la base de que hay otro con el que
me relaciono en el mundo. Esto es, que hay otro que me hace objeto de su
violencia y, en tanto que soy objeto de su violencia, me hiere, me asesina
o, también es posible, me acompaña y cuida en los momentos dolorosos.
Toda agresión corporal presupone de modo necesario aquél que violenta.
La vulnerabilidad implica el estar abierto a. Esa apertura, es una apertura
hacia el otro. Es el otro quien descuartiza, quien viola la unidad de la cor-
poralidad. A través de su cuerpo entra en contacto con otro y lo expone a
la cruda realidad de su finitud.
Una fenomenología del horror se edifica sobre una base ontológica que
asume al ser humano desde su corporalidad, y dicha corporalidad está
abierta al entorno. El otro hace parte de ese entorno. Abrirse al mundo,
abrirse a la herida es estar abierto al alter-ego. Por tanto, pensar la vio-
lencia o la cura presupone ontológicamente el “estar-con” (por decirlo en
clave heideggeriana). El horror implica, ontológicamente, la vinculación
que se establece con aquel que no soy yo, en tanto que actor principal de
la violencia extrema. Por eso dice Cavarero (2009) al hablar del niño iner-
me que “[s]u relación con el otro es una total entrega de su singularidad
corpórea…” (44, cursivas nuestras). Y el otro, herido o hiriente, lo hace
utilizando el instrumento que permite el daño: el arma. En lo que sigue,
nos concentraremos en pensar el arma, en su relación con el cuerpo hu-
mano y la técnica.
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sus trabajos tardíos, señalara este nexo entre técnica, economía, política y
estrategia bélica.
En segunda instancia, las armas, en tanto que condición de posibilidad
y medios de ejecución de los actos violentos, son objeto de enjuiciamiento
moral, en la medida en que hay quienes alaban y defienden el desarrollo
armamentista sin importan sus consecuencias, mientras que, entre tanto,
existen perspectivas críticas de análisis al respecto, las cuales indican que
las armas son instrumento y símbolo de muerte. En última instancia, las
armas tienen un carácter significativo, debido al hecho de que, dentro de
los límites de una cultura determinada, puede tornarse en símbolo de no-
bleza y poder, verbigracia, una espada en la era de los caballeros.
Ahora bien, ¿cuál es el lugar que le corresponde a la corporalidad hu-
mana respecto de la dinámica de la violencia en relación con el arma?
¿Existe algún vínculo entre cuerpo y arma, más allá de que el primero sea
el objeto sobre el cual se vuelve la segunda? Pues bien, Sofsky señala con
puntualidad que el cuerpo humano puede ser asumido en la modalidad
primigenia y originaria de las armas. El cuerpo humano es ontológica-
mente vulnerable, pero en tanto que arma potencial es capaz de hacer vul-
nerable al otro con quien comparto el mundo. Los puños, bien utilizados,
pueden tornarse en herramientas que den paso bien a la herida o bien a
la anulación de la vida de la alteridad. Dicho en otros términos: la piedra
de toque desde la que se edifican la posibilidad de todo acto violento es
la corporalidad humana. Esto es, que si y solo si porque el ser humano
tiene un cuerpo, puede herir al otro o se encuentra abierto al daño y a la
destrucción: “El arma más sencilla es el cuerpo humano. Puede emplearse
de múltiples maneras. Uno puede herir o matar a otro sin utilizar ningún
artefacto” (Sofsky, 2006: 28). Esta caracterización ofrecida por Sofsky so-
bre la naturaleza de las armas, en relación con la corporalidad humana, da
paso al establecimiento de un nuevo interrogante: ¿cómo entender el paso
del cuerpo humano asumido como arma potencial al desarrollo tecnoló-
gico armamentista? Para responder este interrogante es crucial, a nuestro
juicio, poner la mirada sobre las consideraciones desarrolladas por Ha-
bermas (1986) en Ciencia y técnica como ideología.
Allí, en el contexto de una discusión con Marcuse (2014) acerca del
sentido histórico y político de la técnica, Habermas muestra la forma en
que esta última aparece como resultado de una proyección orgánica del
sujeto. Para esto, toma como piedra de toque los análisis desarrollados
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por Arnold Gehlen. Con relación a este punto, nos dice que para Gehlen
existe un vínculo originario entre la técnica moderna y la acción racional
respecto a fines. En este sentido, cuando se establece un fin dado como
objetivo a alcanzar, la técnica aparece ante nuestra mirada como el medio
adecuado para acceder a dicho fin. Ahora bien, al volver la mirada sobre
la historia y la evolución de la técnica se hace patente el hecho de que esta
se desarrolló a partir de la sustitución del elemento orgánico humano por
el aparato. Así pues, al pretender dar alcance a determinados objetivos,
la constitución orgánica humana se muestra limitada e insuficiente, y los
mencionados límites pueden ser superados por la utilización de aparatos
técnicos que suplan y mejoren la función de los órganos; a saber:
Si el círculo funcional de la acción controlada por el éxito lo entendemos
como una asociación de decisión racional y de acción instrumental, enton-
ces cabe reconstruir la historia de la técnica desde el punto de vista de una
objetivación de la acción racional con respecto a fines. En cualquiera de los
casos la evolución de la técnica se ajusta al modelo interpretativo siguien-
te: el hombre habría proyectado uno a uno a nivel de los medios técnicos
los componentes elementales del círculo funcional de la acción racional con
respecto a fines, que inicialmente radican en el organismo humano (…) Si
se tiene, pues, presente que la evolución de la técnica obedece a una lógica
que responde a la estructura de la acción racional con respecto a fines (…)
entonces no se ve cómo podríamos renunciar a la técnica, es decir, a nuestra
técnica, sustituyéndola por una cualitativamente distinta, mientras no cam-
bie la organización de la naturaleza humana (Habermas, 1986: 61-62).
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Referencias:
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LA CATÁSTROFE DEL TIEMPO
Hay una temporalidad negada, un tiempo que algunos, cada vez son más,
no permiten que llegue a ser: el porvenir. Algunos (cualquiera de entre
nosotros), facinerosos y extraviados en el instante suyo, osan negar la
temporalidad común de lo que puede llegar a ser; esto es, niegan la po-
sibilidad misma de la existencia. Algunos, enemigos del tiempo común,
empuñando artefactos rústicos o especializados para quitar la posibilidad
del porvenir, transitan el tiempo presente –este tiempo heredero de las
riquezas de los llegados al mundo antes que los de ahora– desorbitados
en la avidez por despojar a otros de lo que tienen y de lo que son; con la
extravagante noción de que se lo merecen todo y para los demás nada.
Crece en ellos, es decir, en ellos y entre todos (evidencia de que el mundo
es común), la noción del despojo del tiempo, y de esta brota el afecto hostil
de la enemistad esparcida.
Enemigos de lo común, bajo el signo del despojamiento, sometidos
al instante e instigados por la hostilidad, advierten un objetivo miserable
y abigarrado que trasluce como eliminación del porvenir, materializado
este en la juventud. De tal modo, el infortunio de ello toca las fronteras de
la catástrofe temporal del mundo: sufrimientos sociales variados delinean
el presente entre las múltiples formas de causar daño; las instituciones
sociales, culturales, políticas y económicas son arruinadas, pues se hace
mella en la sociogenética confianza mutua y el respeto al vivir de y con los
otros; una atmósfera de inseguridad, esto es, de miedo difuso, se extiende
como una sombra que oscurece el temple de todos, promoviendo la ene-
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la catástrofe del tiempo
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FILOSOFÍA FORENSE: EL LINCHAMIENTO EN
MÉXICO COMO “CRIMEN ONTOLÓGICO”
Introducción
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filosofía forense: el linchamiento en méxico como “crimen ontológico”
Metodología
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3 Que elimina todos los elementos que hacen a una persona, ser persona en sí misma.
4 De acuerdo con Marcelo Rojas (2015), una investigación analítica busca una asociación
o correlación entre variables. Mientras que una descriptiva, exhibe una situación en un
espacio y tiempo determinados y el conocimiento que se tiene al respecto. Es por ello que
este trabajo es de una metodología descriptiva o exploratoria.
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El colectivo agresor
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Víctimas indirectas
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En este sentido, se puede entender a las “geografías del terror” como es-
tructuras espaciales sociohistóricas marcadas por las expresiones de odio,
los conflictos y las violencias que en ellas ocurren. Así, el espacio urbano se
percibe en tanto atravesado por estas marcas de violencia. De esta manera,
al percibirse en peligro o amenaza, la ciudadanía decide tomar acción por
mano propia en forma de ejercicios expuestos en público para comunicar a
través de ellos cierto tipo de mensaje. Estos ejercicios tienen una carga ne-
cesariamente política. Con ellos nos referimos a grafitis, carteles, lonas, etc.
Estos son expuestos en el espacio público, en calles y paredes de casas para
alcanzar a su público objetivo: cualquier ciudadano que transite por el es-
pacio urbano. Los mensajes transmitidos en ellos tienen una carga de ame-
naza y de provocación del miedo en contra de delincuentes o malhechores.
Carteles que dicen “Si te agarramos te linchamos”, “Te estamos vigilando”,
“Nosotros no llamamos a la policía”, entre otros. Este tipo de expresiones
amenazan con la intención de proteger, cuidar, prevenir y tomar acción ante
la situación de violencia que se vive en México. Después de todo, las ciuda-
des, que desde la construcción de sus muros, edificios, casas y parques bus-
can ser lugar de refugio y protección para sus habitantes, se han convertido
en espacios marcados por las violencias y los sufrimientos sociales. Y, como
tal, es espacio que se vuelve hostil en contra de sus habitantes.
Sin embargo, la manera en que estos ejercicios se llevan a cabo com-
plementa la construcción del espacio urbano como peligroso. Así, las
ciudades no sólo quedan marcadas conceptualmente como amenazantes,
quedan marcadas materialmente también en la construcción de su paisa-
je. La amenaza se percibe visualmente al transitar los espacios públicos,
perpetuando así aquella situación a la que se le tiene miedo.
La violencia ejercida
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Conclusiones
5 Puesto que eliminan aquellos elementos que conforman la corporeidad que identifica a
la víctima como humano y como individuo.
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Referencias
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BARBARIE Y BRUTALITAS. PARA UNA CRÍTICA
ONTO-POLÍTICA DE LA VIOLENCIA
Introducción
El presente texto busca ser un aporte general para una crítica filosófica
de la violencia, esto es, una lectura de sus más profundas fuentes y conse-
cuencias. Desde luego, la violencia es un fenómeno humano multifacético
que requiere una aproximación desde diversas perspectivas disciplina-
rias, pues sus manifestaciones concretas están atravesadas por variables
económicas, políticas, biológicas, psicológicas, entre muchas otras. El
aporte que se ofrece en estas páginas, espera brindar algunos elementos
para analizar las raíces ontológicas del problema, es decir, aquellas rela-
cionadas con el modo que tiene el ser humano de relacionarse práctica e
interpretativamente con su ser, así como con el ser de lo ente en general
–expresiones, naturalmente, de raigambre heideggeriana–. Sin embargo,
esta reflexión se califica como onto-política, en la medida que pretenda
analizar las variables ontológicas siempre en relación con sus antecedentes
y consecuencias históricas y políticas.
En este sentido, se proponen los conceptos de barbarie y brutalitas
como hilos conductores para tal crítica. En un primer momento del estu-
dio, se buscará hacer una mínima genealogía del término bárbaro o barba-
rie, concluyendo que dicha noción guarda, a la par, tanto una connotación
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que las europeas. Podría decirse, de acuerdo con lo anterior, que Ginés de
Sepúlveda enfatizaba el matiz etnocéntrico del planteamiento aristotélico,
mientras que Bartolomé de las Casas bosquejaba ya una crítica a dicho
etnocentrismo desde una perspectiva crítica.
De modo análogo, el sentido etno y eurocéntrico de la barbarie en cla-
ve política ha sido usado una y otra vez, sobre todo a partir del siglo XVI,
para justificar incursiones y ocupaciones coloniales, todo en nombre de
la civilización, del progreso, de la fe, del bien de la humanidad, de modo
que es legítimo invadir países con tal de democratizarlos, evangelizarlos
y civilizarlos. Con ello, quedó sepultado el antiguo sentido crítico que el
término pudo tener en Aristóteles y Platón, como una oposición franca a
las tiranías y al ejercicio unilateral del poder, sin la ciencia de gobernar,
una práctica de la tiranía que encontramos en todas las culturas, en todas
las épocas y en todos los continentes. Por ello, aquí buscamos proponer la
hipótesis de que, para restaurar el potencial crítico del término barbarie,
sin importar si el nombre se mantiene o es pertinente modificarlo, enton-
ces es necesario someterlo a una desconstrucción decolonial.
Dussel agrega que en este marco surgen conceptos bipolares, de uso com-
pletamente ideológico, como modernidad-tradición o barbarie-civiliza-
ción. De acuerdo con esto, la polís griega sería en Aristóteles ese falso uni-
versal que debería convertirse en meta a alcanzar para toda la humanidad,
ignorando que en otras comunidades y culturas había otras formas esta-
tales en las que también se lograba un buen gobierno –y aquí vale la pena
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ducción a la animalitas. Heidegger señala: “la brutalitas del ser tiene como
consecuencia –que no como causa– que el hombre mismo, en cuanto que
ente, se convierta de propio y plenamente en factum brutum” (2017: 333),
una reducción equiparable a la descrita por Arendt.
Hoy en día la subjetividad humana tiende a ser reducida, a través de la
técnica, a un dato bruto, transparente, predecible: labora solamente para
consumir, es conminada a consumir para seguir laborando. ¿No estamos
ante una tecnificación global de la barbarie? ¿Aún es concebible algún rela-
to, proyecto o concepto alternativo a la tendencia de la brutalitas? Lejos de
ser una respuesta, y mucho menos una solución, tal vez reste aún la inspi-
ración de los antiguos ideales del humanismo, entendido como un cuidado
y cultivo de las más altas posibilidades del ser humano, que bien pueden
ubicarse en el marco de la vida política y contemplativa de Aristóteles.
Es sabido que después de Heidegger la palabra humanismo quedó cu-
bierta de sospechas y escepticismo. Sin embargo, el autor de Ser y tiempo
critica al humanismo en las vertientes que reducen lo humano a un ente
acabado, cuya esencia está decidida de antemano, en lugar de asumirla
como una apertura extática. Por ello afirma en la afamada Carta sobre el
humanismo: “lo que finalmente nos queda por preguntar por encima de
todo es si acaso la esencia del hombre reside de una manera inicial que
decide todo por anticipado en la dimensión de la animalitas” (2007: 266).
Así pues, el filósofo alemán ve al humanismo esencialmente como una re-
ducción a un dato acabado, sea biológico o antropológico –en los términos
de la razón o alguna otra característica fundamental–.
Pero, si en el marco del humanismo existe un proyecto filosófico que
considere la existencia humana no como un dato terminado, sino como la
promesa y potencia de algo más, de una dignidad aún inalcanzada, pro-
bablemente la crítica heideggeriana al humanismo sea parcial o incom-
pleta.1 Consideramos, para finalizar, que un proyecto tal fue bosquejado,
y tan solo sugerido, en la obra Baltasar Gracián. Para el jesuita español, no
tenemos ganada nuestra humanidad, sino que es preciso esforzarse para
1 En general, Heidegger fue renuente a hacer una lectura detallada del humanismo en la
época del Renacimiento. Ernesto Grassi ha mostrado que la recepción heideggeriana de
dicho periodo puede estar marcada por importantes reduccionismos y prejuicios. Véase
al respecto Heidegger y el problema del humanismo (Grassi, 2006). Sin duda, es necesario
hacer una relectura del humanismo, especialmente latino (italiano y español), si se pre-
tende interpretarlos en diálogo con el pensamiento heideggeriano.
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conseguirla. Como observa Pablo Sol Mora, “todos sus libros, desde El
héroe hasta El criticón, constituyen una pedagogía cuyo objetivo es hacer
al hombre plenamente humano –o, para decirlo gracianamente–, ‘perso-
na’” (2017: 195). Pero semejante ser persona, “[…] en cuyo fondo late la
conquista de la humanitas, que pregonaban los humanistas, no es algo
dado, claro está, sino un proceso” (2017: 197), además de que, una vez
lograda, es posible perderla, por lo que se necesita una vigilancia y cuida-
dos continuos. En este sentido, dice Gracián en el Oráculo manual y arte
de prudencia: “Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose”
(1995: 224).
De este modo, de acuerdo con la inversión del concepto de barbarie
que hemos planteado aquí, si fray Bartolomé de las Casas decía en el siglo
XVI que todas las gentes del mundo son hombres, tal vez hoy deberíamos
confesar que todos nacemos bárbaros, sin importar el estado y la bandera
enarbolada en el lugar donde venimos al mundo; nosotros, gentes de todo
el mundo, aún no somos personas, no en el sentido graciano de la palabra.
Quizá la única y sencilla pregunta que hoy podríamos plantear frente a la
barbarie tecnificada, frente a la reducción de la brutalitas, es si aún desea-
mos serlo, ser personas.
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2 El autor de este texto también ha propuesto en otro lugar una posible reelaboración del
humanismo frente al pensamiento heideggeriano. Véase Pineda (2020). En general, sobre
la relación de Heidegger con el humanismo, véase el número 10 del Heidegger-Jahrbuch
(Denker y Zaborowski, 2017).
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el olvido de la relación con el ser, para dar paso al desarrollo pleno de las
capacidades, poderes y necesidades del ente humano. En este proceso se
da la consumación de la subjetividad humana. Así, afirma el filósofo en
los Cuadernos negros: “El hombre pasa de ser sujeto de todo ente no solo
en su condición de hombre y de animal rationale, sino que, dentro del
sujeto, el animal aún se lo vuelve a declarar el auténtico sujeto del sujeto
[…]. Solo ahora es cuando el ‘subjetivismo’ está completo” (Heidegger,
2017: 41).
Es aquí en donde aparece el término brutalitas, pensada como una
consecuencia de la incondicionalidad de la Machenshaft: “La brutalitas del
ser es el resplandor de la esencia del hombre, de la animalitas del animal
rationale, y por tanto también y justamente de la rationalitas” (Heidegger,
2017: 332). Vemos, pues, que de este modo se designa la integración final
entre lo animal y lo rationale; la brutalitas no es la simple recaída del ser
humano en la animalidad o bestialidad –por ello va más allá de la barbarie
aludida anteriormente o del animal laborans retratado por Arendt–, sino
que apunta a la integración plena, inclusive armónica, entre racionalidad
y animalidad, lo que solo es posible mediante la técnica, pues a través de
ella las pulsiones, deseos, instintos y necesidades naturales se vuelven por
primera vez disponibles y calculables. La rationalitas sirve a las necesida-
des de la animalitas, y esta se pliega a la representabilidad de aquella en
una relación de mutua transparencia.
A través de su completo control y adiestramiento, el hombre se redu-
ce a sí mismo a un dato más en medio de la naturaleza, y aunado a ello
pierde toda posible relación con el ser. Por ello Heidegger afirma que “la
brutalitas del ser tiene como consecuencia –que no como causa– que el
hombre mismo, en cuanto que ente, se convierta de propio y plenamente
en factum brutum” (2017: 333). A pesar de lo crudos que pueden resultar
términos como brutalitas para la mirada pública y cotidiana, este progre-
sivo tránsito hacia la animalidad consumada y recuperada no sería per-
cibido como algo dañino, problemático ni decadente, sino como un pro-
greso en el bienestar humano; esa mirada no sabría nada sobre el máximo
peligro que llega a realización, un peligro que consiste en que el ente no
se desoculte más, que el ser sea finalmente abandonado, que la historia
llegue al final de su inmovilidad, que el hombre, en tanto ente singular que
guardaba un tenue recuerdo del ser, también llegue a su fin. Por ello, en
el segundo volumen de Zum Ereignis-Denken Heidegger hablará de un fin
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barbarie y brutalitas: para una crítica onto-política de la violencia
que atañe por igual al ser y al hombre: “La escatología del ser es, porque el
hombre pertenece al ser, la escatología del hombre” (2013: 1175). Ya que la
pertenencia es mutua, el fin de uno es también el del otro.
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o inmoral, sino que, al contrario, encaja con el mundo habitual de las fi-
nalidades, necesidades y menesteres humanos. De este modo, la violencia
penetra en nuestra existencia habitual, como algo permitido, cotidiano y
normal.
En este contexto vuelve a aparecer la idea de brutalitas, que se da cuan-
do el poder y su esencia violenta se traducen en directa aniquilación, la
cual no necesariamente es vivida como irrupción negativa, sino como
algo habitual e inclusive planeado y calculado. No debemos olvidar que
Heidegger escribe dichas palabras en el marco de la Segunda guerra mun-
dial; pero tampoco habría que olvidar que la incuestionabilidad del po-
der allí aludida y su eficacia rigen nuestra época. De acuerdo con esto, el
filósofo señala que “la violencia (brutalidad) se distingue a través de una
singular simplicidad. Su proceder se dirige a la incondicional aniquilación
con medios incondicionalmente eficaces en toda ocasión y en cada aspec-
to” (2013a: 100).
Inmediatamente afirma lo siguiente: “Donde el poder deviene histó-
ricamente esencia del ser, toda moralidad y legalidad ha sido desterrada
incondicionalmente. El poder no es moral ni inmoral, domina fuera de
eticidad, derecho y costumbre” (2013a: 100). Así, podemos concluir con
el esbozo de una hipótesis que requerirá un mayor trabajo filosófico para
perfilar sus pormenores e implicaciones: ninguna crítica a la violencia
bastará, por muy buenas intenciones morales y políticas que pueda tener,
si no comienza por plantear, o tan siquiera atisbar una inquietud por el
ser, toda vez que el olvido del ser sería la raíz misma de la esencia violenta
del poder que hoy se cumple sin obstáculos. No debería extrañar, pues,
que todos los programas éticos, gubernamentales y sociales fracasen una
y otra vez en la erradicación de las formas más cuestionables de violencia.
Si el diagnóstico heideggeriano de la historia del ser tiene algo de cierto,
solamente una vuelta a la pregunta por la verdad del ser, con toda su gra-
tuidad, ineficacia e inempleabilidad, permitirá llegar hasta la raíz de las
diversas manifestaciones de la violencia; ello implica también un cuidado
(Sorge) de la misma existencia humana en tanto abierta y posible. Tal es
una tarea que está lejos de haber comenzado.
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barbarie y brutalitas: para una crítica onto-política de la violencia
Referencias:
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SABER Y VERDAD
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saber y verdad
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
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saber y verdad
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FILOSOFÍA FORENSE ANTE LAS FORMAS
EMERGENTES DEL MORIR VIOLENTO EN
MÉXICO
1. Filosofía forense
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filosofía forense ante las formas emergentes de morir en méxico
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
3 “La observación –que impacta a cualquiera que simplemente lea las noticias– es que
la última década del siglo XX y los primeros años del siglo XXI fueron testigos de un
tremendo resurgimiento de cadáveres producidos por la violencia extrema, decenas de
cadáveres y, a veces, cientos de miles en muchos países” (Dreyfus, 2017: 10).
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filosofía forense ante las formas emergentes de morir en méxico
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
5 Hostilidad viene de la raíz hospes y hostis en latín, significa diferenciar al forastero del
habitante local (Benveniste, 1983).
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filosofía forense ante las formas emergentes de morir en méxico
un 0.4% menos que en el año 2019,6 sin embargo, las cifras pensadas des-
de el rasgo forense permiten señalar los criterios que conceptualizan a la
muerte, interviniendo el espacio material cuando se intenta eliminar un
cadáver.
El ejercicio de pensar sobre estudios que espacializan las cifras de la
violencia perfilan “una discusión epistemológica sobre cómo la violen-
cia se está materializando en la fragmentación espacial y la segregación
social de las grandes ciudades” (González, 2013: 170), que son los epicen-
tros donde suceden estos eventos, con todo, la neutralizada capacidad de
asombro y la normalización de la violencia, nublan el panorama espacial
de los cadáveres, para hacer digerible una imagen sobre el significado de
pensar miles de cadáveres en México, víctimas de la violencia.
En ese sentido, empezar por espacializar los datos permite formular el
siguiente argumento: para medir el aforo de un evento social, como con-
ciertos o partidos de fútbol (González, 2015, p. 58 y ss.), se considera que
un cuerpo en su verticalidad ocupa un metro o para ser exactos 120 cen-
tímetros, que son considerados para evitar el encimamiento. Por ejemplo,
si juntamos los 35 mil cadáveres producto de la violencia en el 2020 y se
forma una línea paralela de hombro a hombro, para distinguir a cada uno,
evitando el encimamiento y respetando un metro entre la horizontalidad
de cada uno de los cadáveres, se juntaría una paralela aproximada de más
de 35 kilómetros de distancia. ¿Esto qué significa? Como humanidad por
ahora no tenemos un margen imaginativo de lo que son las cantidades de
muertos en masa producidos en la actualidad, la cantidad se aproxima a
una media maratón, sería el recorrido sobre un camino recto de 35 mil
cadáveres.
En ese sentido, históricamente se han producido una cantidad exa-
cerbada de muertos para la cual no tenemos unidad de medida o medida
especulativa, no es lo mismo pensar el edificio más alto del mundo que
se encuentra en Dubái que mide 828 metros de altura, o el meridiano
6 Confróntese también con El reporte diario de homicidios dolosos por un equipo inter-
disciplinario constituido por la SSPC, Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), la
Secretaría de Marina (SEMAR) y la Procuraduría General de la República (PGR). La
información desarrollada por el grupo interdisciplinario es solo para fines de carácter
táctico/estratégico. En todo caso, las estadísticas oficiales sólo se reportan por el Centro
Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública (SESNSP).
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
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8 Esto tienen algo de siniestro o de histérico, porque en ella se transparenta el horror repri-
mido. Lo histérico de esta risa es la represión de la muerte que el contexto cultural ofrece
y que es asumida sin cuestionarla (Han, 2020: 32).
9 Se determinó buscar este periodo porque bajo el estudio de Eduardo L. Menéndez, basa-
do en datos de una investigación en curso sobre las representaciones sociales con respec-
to de los homicidios y otras violencias que se producen en México. En su investigación se
analizaron “263 trabajos académicos sobre México editados entre 2000 y 2010, y que se
concentran en el denominado crimen organizado, las violencias de género y las llamadas
“bandas” juveniles. Además, se revisaron los periódicos La Jornada y Reforma para el
lapso 2008-2010, y se consultaron 28 libros de carácter periodístico.” En todos estos estu-
dios no hay una referencia que hable sobre un estudio filosófico sobre la muerte violenta
en México (Menéndez, 2012: 177-192).
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
Una de las condiciones por lo que los restos humanos son cosificados es
suponer que la muerte deja cadáveres vacíos, objetos sin relación alguna,
pero en el plano social esto cambia porque el cadáver es un espacio al cual
se le da asistencia y sepultura. Los cadáveres no desaparecen, su materiali-
dad nos interpela, de ahí que reclamen los cadáveres o los restos humanos
con su exposición espacial, un lugar en el mundo. En ese sentido, se en-
tiende porque Heidegger afirma que “pensar en la muerte es considerado
públicamente como pusilanimidad, inseguridad de la existencia y som-
bría huida del mundo” (Heidegger, 1997: 273-274). La sociedad no tolera
el coraje para la angustia ante la muerte. Y, por tanto, el riesgo de fundar
una filosofía de la muerte desde las experiencias sociales y comunitarias
es muy grande.
Consecuentemente, la sociedad precomprende al muerto o al cadá-
ver como aquello que no interpela nada, no hay referencialidad en los
muertos y es comprensible a partir de intentar domesticar la muerte des-
de lo social ocultando el hecho de morir; sin embargo, existe una asis-
tencia brindada por los vivos a los muertos, hay una atención y diversas
ceremonias luctuosas, marchas fúnebres, entierro o la cremación otorgan
10 Parménides (2015) según esta interpretación, el ser que es inmutable, puesto que lo con-
cibe de forma puramente conceptual, no como ente ni como cuerpo espacio-temporal.
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11 Platón piensa la ley que en todo terreno cultivable no debe haber ninguna tumba, que las
tumbas se tienen que ubicar de tal modo que no representen ningún inconveniente para
los vivos, explica que la lápida no puede tener un tamaño mayor de cuatro hexámetros,
solo el necesario para escribir un breve epitafio. El muerto no se debe guardar más de tres
días en casa para descartar que está vivo. Véase en Platón, Leyes (959 d y ss).
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Por lo tanto, la muerte humana se ubica en una relación que está más
allá del evento de la finitud o cesación del operar orgánico del cuerpo
(Ferrater, 1947: 183-279); puesto que se trata de una construcción social y
comunitaria, la muerte humana deja huellas en el espacio habitado. Para
Marta Llorente (2015), la referencialidad de los muertos con los vivos ma-
terializa el rasgo humano de actos que dejan el rastro físico para la memo-
ria de los muertos en el mundo (23).
Los cadáveres formaron, por ello mismo, el lazo comunitario más
antiguo dentro de las sociedades, el enfoque categorial del entierro hu-
mano fue determinante dentro de los primeros rastros civilizatorios de
lo humano, porque de evidencia antropológica existen vestigios de 120
mil años que dan cuenta del cuidado y atención de los muertos, tumbas,
cremación, canibalismo fueron formas para rememorar a los restos hu-
manos (Guilaine y Zammit, 2002: 61-65). Fue la creación comunitaria de
un espacio material, un hueco, oquedad, concavidad, incisión, y un lugar
en donde los cuerpos fueron depositados, muchas veces colectivamente,
como una continuación de la comunidad de los vivos (Aguirre, 2016).
Inclusive a lo largo de la historia humana, como nos indica Michel On-
fray (2005), la forma de referir a los cadáveres supone un rasgo plenamen-
te humano, por ejemplo, en el “caso del canibalismo ritual y sagrado, los
hombres escenifican una teatralización precisa que supone la trasmisión
dentro de la tribu, de maneras de pensar y actuar” (49-50).
Esas evidencias antropológicas que dan cuenta de la idea de humani-
dad frente a la asistencia de los muertos y cuidados se confrontan con las
muertes producidas en los lugares hostiles donde emergen nuevas for-
mas industrializadas de dar muerte (Feierstein, 2016), la basurización de
los restos humanos, incineración, entierro clandestino y venta ilegal, que
tienen como consecuencia la negación de la sepultura, las ceremonias fú-
nebres y el duelo público son los rasgos de una sociedad que caracteriza a
los muertos como cosas.12
Confrontando esa realidad tanto las perspectivas y distintos enfoques
de estudios de las ciencias sociales, las ciencias humanas, las ciencias fo-
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filosofía forense ante las formas emergentes de morir en méxico
renses y las ciencias jurídicas, se ven atravesados por una crisis foren-
se que ve a los muertos anónimos como una carga histórica expuesta de
manera material que irremediablemente nos interpela. Preguntar sobre
la importancia de atender el tema desde la filosofía forense, como indi-
ca Aguirre (2016), o pensar el sepulcro o entierro de los cadáveres como
afirma Reyes Mate (1991), y considerar la recuperación de las reflexiones
sobre los muertos que dejan los conflictos de violencia masiva, sobre el
derecho de sepultura donde Ortega y Arias (2020), reconocen las prácti-
cas sociales y costumbres que determinan la presencia y relación con los
cadáveres en nuestros entornos violentos, implica un tema abierto con
diversas preguntas que se deben conformar los tópicos académicos y de la
sociedad civil, es decir, ¿qué tratamiento ha de efectuarse sobre los restos
físicos, en procesos de violencia masiva? ¿cómo dar cuenta de las cantida-
des exacerbadas de muertos? ¿con qué criterios se disponen para pensar
el cadáver como un ser con derechos civiles y humanos?
Por tanto, se enarbola la prominencia de un derecho inalienable al ser
humano: el derecho a la sepultura, o derecho de la humanidad sobre su
cadáver. Aunque carece de reconocimiento en los textos constitucionales
contemporáneos, “esta ausencia se intenta suplir con leyes sobre cadáve-
res, cementerios y sanitarias. Sin embargo, por la falta de una ordenación
común, no guardan unicidad” (Ortega y Arias 2020: 335). En ese sentido
es un trabajo pendiente de las ciencias humanas y las ciencias sociales.
Por último, esta reflexión dio cuenta que pensar la complejidad de las
nuevas realidades del ser mortal, debe reflexionar sobre la producción de
muerte violenta de los últimos 15 años en el país y el mundo. Sí se piensa
filosóficamente la crisis forense como una emergencia actual que se me-
tamorfosea en la producción de nuevas figuras de la industrialización de
la violencia y de la negación de la sepultura y del duelo, se llega a la con-
clusión que la emergencia de la violencia en México implica reconocer el
espacio de las víctimas, sus cuerpos, como lugares de violencia expuesta y
extrema que alteran el significado relacional de los vivos con los muertos.
Referencias:
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PENSAR SIN BARANDILLAS, PENSAR EL PRESENTE.
CONMEMORANDO A ADRIÁN SALAS CARREÓN
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pensar sin barandillas, pensar el presente: conmemorando a adrián salas
Gadamer, enturbian nuestra relación con las cosas y deben ser superados.
En consecuencia, afrontar una crisis precisa pensar radicalmente lo novel
que acontece en nuestra situación histórica. Como bien señala Gadamer,
las preguntas que nos planteamos contemporáneamente se suscitan del
diálogo histórico con la tradición, en la medida en que a cada pensador las
cosas le hablan, y le abordan con sus principios interrogantes en función
de sus intereses y de su más específica situación hermenéutica. En nuestra
contemporaneidad nos urge la necesidad de pensar el fenómeno de la vio-
lencia a través de uno de sus conceptos nucleares: el mal.
En la conferencia dictada por Ana Carrasco Conde, en un evento con-
memorativo realizado en diciembre de 2021 en homenaje a Adrián Salas
Carreón, se da cuenta de este fenómeno “como [la] destrucción, perjuicio
o merma dañosa tanto para aquél que lo padece, como para aquél que lo
causa (…). El mal es una adulteración de los vínculos sociales que llevan
a una destrucción de lo humano”.
En este orden de ideas, el mal se caracteriza, a juicio de Carrasco, por
un proceso estructural en dos sentidos, por un lado, hacia la inhumani-
zación del victimario –aquel que pone en obra el mal en la perpetración
del acto violento–, por la que se tiene un sujeto carente de aquello que es
propio a lo humano, su humanidad; y por otro hacia el individuo privado
de las características de suyo propias, la víctima es deshumanizada por
el sujeto inhumanizado. En otro sentido, un tercer momento estructural
que funge como mediador de la deshumanización (de la víctima) y la in-
humanización (del victimario) es la vía positiva del humanizar, por la que
se dota de familiaridad, afabilidad, humanidad, i.e., darle naturaleza de
hombre al mundo, dotarle de seguridad. Se hace patente, entonces, que
pensar la violencia a la luz del concepto del mal, alude al fenómeno que
acontece partiendo del mal hacia el ejercicio anulatorio de la humaniza-
ción, por la que se destruye el entre del ámbito intersubjetivo mundano al
desproveerlo de su ser familiar y afable. El mal altera la hospitalidad del
mundo para dar lugar a la deshumanización y a la inhumanización.
En relación con el fenómeno novel de la violencia a partir de su com-
prensión desde el concepto del mal, es fortuita la conexión establecida
entre el problema del mal y el problema de la praxis en relación con la vida
humana, que planteó Catalina Barrio (2021), en la conferencia inaugural
del evento conmemorativo previamente aludido.
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
La praxis es uno de los problemas que han sido abordados por la tradi-
ción occidental, en cada caso, desde la específica situación hermenéutica
de cada pensador. Aristóteles puso la piedra angular de una reflexión que,
en la contemporaneidad, ha sido heredada por autores de la envergadura
de la ya aludida Hannah Arendt. En la conferencia se define praxis, en
consonancia con Aristóteles, como una suerte de “saber contingente [refe-
rido] a las causas y motivos que nos hacen actuar”. Contra la reducción del
concepto praxis al ámbito de la causalidad, Heidegger apunta –en la lec-
tura de Barrio– que la acción es por naturaleza no causal: “[...] así, de este
modo, la acción entendida como praxis, excluida de su fundamentación
ontológica, pareciera remitirse a un significado unívoco: actuar explica un
modo de acción y con ello un sentido ya significado, destinado a un buen
vivir individual y colectivo”. En consecuencia, la praxis implica responsa-
bilidad: hacerse cargo de las propias decisiones y circunstancias. La res-
ponsabilidad excluye, de forma necesaria, al destino: no debemos actuar
nunca –como indica Barrio siguiendo a Arendt– en el ciego deber que
constriñe a la acción, sólo porque así debiésemos hacerlo. El gran riesgo
que sobrevuela al ámbito de la acción es la ausencia de pensamiento que
cuestione los actos y omisiones en el marco de la relación con los otros.
La praxis no es simplemente un servir para algo, tal como la vida tam-
poco lo es, pues nunca se está a merced de una suerte de administración
que controle el hacer y el omitir de los seres humanos. El mal asociado
con los actos humanos no es más que uno de los modos de la acción por el
que, en ausencia del genuino pensamiento meditativo mediante a la toma
de acción, se atenta contra aquellos otros que son conmigo en el mundo:
“En este sentido [el] no poder, o el límite de mis posibilidades de acción,
encuentra su fundamento ontológico en la co-pertenencia, en la compa-
ñía con los otros, con las otras, y en la ocupación con las cosas del mundo”.
El problema de la praxis, como bien lo revela Barrio, es uno de esos fenó-
menos que inquietan al pensamiento contemporáneo, en el marco de una
apropiación dialógica de la tradición.
No causa extrañeza alguna que ambos motivos arriba descritos, el mal
y la acción, hayan incidido profundamente el pensamiento de Hannah
Arendt. Una pensadora, con tal agudeza, supo que toda actividad de pen-
samiento, cuando es genuina, es siempre un pensamiento del presente.
Hay una expresión que Arendt mantuvo en privado, como dijo en un
coloquio de 1971 dedicado a su pensamiento, y con la que quiso signar
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
entre nosotros, como señal de que “el choque con la realidad y el shock de
la experiencia” no puede ser reducido a meras respuestas pre-establecidas,
sino que la ocasión insta la necesidad imperiosa de reconocer aquel “vien-
to del pensar” en donde al “distinguir lo bueno de lo malo” el pensamiento
“puede prevenir catástrofes”, como signo de que “comprender no significa
negar lo que nos indigna”. Lo decisivo es que esto no solo es válido para
Arendt, sino para todos nosotros que también estamos obligados a pensar
el presente.
Referencias:
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Y ACELERACIÓN
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ciudad efímera: multiplicación y aceleración
una idea no la usan para un fin ocasional: sino más bien acentúan en ella
la intención de algo verdadero y rehúsan la pretensión equivalente de otro
punto de vista o idea.
Así, hasta las ideas en este tejido de relaciones, se ponen de moda. En
esta idea de un ser que no sólo tiene la capacidad de actuar, sino consti-
tuido como un ser de acción. En este sentido Bourdieu, introduce una
categoría que nos permite vislumbrar al sistema de disposiciones adquiri-
das por actores sociales que se ajustan a las exigencias del juego en cierto
campo o espacio, a dicho sistema le llama el autor francés habitus:
[...] sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructu-
radas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir,
como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones
que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda
consciente de fines y el domino expreso de las operaciones necesarias para al-
canzarlos, objetivamente “reguladas” y “regulares” sin ser el producto de la obe-
diencia a reglas, y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas sin ser pro-
ducto de la acción organizadora de un director de orquesta (Bourdieu, 2007: 86).
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forma un todo homogéneo, penetrado por la sustancia divina, en donde hombres y cosas
se articulan de manera armónica” (Kracauer, 2006: 132-133).
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3 Así se refiere Lukács sobre el quehacer filosófico en una era de desilusión: “Por eso la filo-
sofía, igual como forma de vida que como determinadora formal y dadora de contenidos
de la poesía, es siempre un síntoma de desgarramiento entre lo interno y lo externo, un
signo de la diversidad esencial entre el yo y el mundo, un signo de la incongruencia entre
el alma y la acción” (Lukács, 1975: 297).
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Referencias
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LA CIUDAD ANTE LA DESAPARICIÓN
Introducción
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Lefebvre (2013: 92) intenta pensar el espacio en más de una dimensión: el espacio perci-
bido (neutro), espacio concebido (con ideas premeditadas) y el espacio vivido (generado
de manera espontánea). Estas perspectivas ayudan a pensar que el espacio social no es
neutro, más bien cambia en función de los cambios que generan sus habitantes.
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8 [Traducción de los autores] “How would political responses to public problems change
were we to take seriously the vitality of (nonhuman) bodies? By ‘vitality’ I mean the
capacity of things edibles, commodities, storms, metals-not only to impede or block the
will and designs of humans but also to act as quasi agents or forces with trajectories,
propensities, or tendencies of their own” (Bennett, 2010: viii).
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2. De la ciudad al foro
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13 El problema con el discurso forense actual es que en ciertos casos parece estar a favor
de intereses gubernamentales y o particulares que entorpecen y nublan los procesos de
divulgación de la verdad. Ante ello, la agencia de investigación Forensic Architecture ha
propuesto el concepto de lo contraforense que no solo contrapone las versiones oficia-
les sino también abre otros discursos dirigidos a ofrecer otras versiones de lo ocurrido
(Concheiro, 2017 [entrevista a Eyal Weizman]).
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14 Véase la conversación entre Marcela Venebra (2019: 183-195) y Hans Reiner Sepp: Oi-
kology: Phenomenology of Place. En ella se reflexiona desde la fenomenología sobre la
dimensión del espacio construido habitado en relación con la vida de sus miembros.
Estos elementos se agrupan en la categoría de Oikología.
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Referencias:
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ADIÓS, ADRIÁN1
Adrián Salas
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[Silencio]
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adiós, adrián
quizás no es que el mal sea banal, sino que la banalidad es el mal cuando se
convierte en monarca. Donde todo está nivelado, en una paradójica selva
de diferencias indiferentes, ¿quién podría apreciar la vida? Una hipótesis,
Adrián, para que nosotros continuemos obligadamente las preguntas que
te hiciste como filósofo y que nos dejaste doblemente como tarea: el mal
se sigue hoy de la ocupación del poder por parte de lo vano. ¿Y qué es eso
vano? El anzuelo mordido todos los días de que hay que ser listo, sagaz,
más rápido. Lógica de vida: una lógica del triunfador a toda costa. Terreno
donde toda otra existencia es la vez una amenaza contra mi victoria, un
obstáculo contra mi conquista (efímera) del mundo (que yo alucino) y
menos que una basura en el camino.
Dolor insoportable y anestesia absoluta. Impotencia inaceptable frente a
la vida y potencia sin freno para quitarla. No, no basta decir que esto surge
del uso de todos por todos, de tratar al prójimo como medio y no como fin.
Quien considera ya su vida una basura no es fin. Él mismo es medio. Me-
dios sin fines, uso instrumental de sí y de otros. Eso es la violencia. Pero no,
tampoco eso basta. No es que todo sea medio, que todo se vuelva descarta-
ble. Es que esa actitud de desprecio ante la vida sigue siendo una venganza.
Como cuando decimos: Dios está muerto, pero hacemos como si Él lo escu-
chara. Resentimiento con Dios por no haber nunca existido. Resentimiento
contra el bien por no haberlo experimentado nunca. O no sé.
Me obligo a seguir preguntando, a perseguir el cumplimiento de la jus-
ticia contigo, con Hadamay y con todos y todas los que siguen a la espera
de ésta.
Adiós, amigo.
Diciembre 2020
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lugar, pero sin actor. Se acumula lentamente, entrelaza a unos con otros y
a las generaciones sin coacción. No es acto espectacular ni heroico, sino
acto de cuidado. 36 justos. Muy poco basta para que todo esto no se vaya
al infierno. No un pueblo de ángeles, sino 36 justos. Esos 36, desde luego,
no son siempre los mismos, son cualquiera, en cualquier momento.
No basta lo que yo evalúe del mundo. Es preciso tanto escuchar a los
otros, como esperar las consecuencias de todo acto. Y ahí se tribula. Se
duda. La duda se experimenta como emoción, y es un acto cognitivo que
descubre una vulnerabilidad estructural, como dice lúcidamente Nuss-
baum. No es entonces que Eichmann no pensara. Es que se resistía a colo-
carse, con palabra, pensamiento y acto, en una posición de duda y vulne-
rabilidad. De ahí, todo, palabra, acto y omisión estaban ya envenenados.
Toda decisión humana es frágil, penosa, se realiza en el filo. El kantismo
de Eichmann no era sino una coartada hecha para ocultar un conflicto.
Conflicto en el cual no se admitía la condición de una Alemania frágil,
vencida, humillada. Así como no hay moralidad donde no es posible op-
tar entre el bien y el mal, no hay tampoco reflexión ética moral o política
donde no hay duda, donde no existe más de una alternativa.
Si el mal es siempre un mal determinado, concreto y no puede ser se-
parado de las condiciones en las que tiene lugar, debemos necesariamente
pensar estas condicionantes. Las condiciones no producen el mal directa-
mente. Pero sí lo preparan o lo precipitan o lo incrementan, lo mismo que
lo vuelven improbable o lo desalientan. En la duda cuenta el miligramo
que inclina una balanza. Y en el acto cuenta también la gota que derra-
ma el vaso. Podemos azuzar el resentimiento, podemos producir dolor,
podemos hacer de la injusticia, normalidad; podemos, pues, regar el odio,
el resentimiento; podemos forzar a otros hasta la impotencia; y todo eso,
nutre el mal. No lo causa, pero lo agranda, le da escenario, lo alimenta. Es
falso que el mal constituya un punto absolutamente ciego. Sabemos cómo
emponzoñamos a nuestros hijos con odio, de cómo lanzamos la primera
piedra a lo que otros se sumaron; degradamos a tal persona porque nos
convenía. El gran mal capitaliza pequeños males, males evitables, males
banales. Aquí podríamos reformular la frase que el viejo Bukowski decía
a propósito de la locura: el mal no cae de la nada como una pesada hacha,
sino que se va fraguando a partir de pequeños y cotidianos males. El mal
va cociéndose a fuego lento. Por ustedes y nosotros.
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Referencias
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LA MORAL DE LA DECADENCIA EN GEORGES
BATAILLE: VIOLENCIA Y VULNERABILIDAD
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la moral de la decadencia en georges bataille: violencia y vulnerabilidad
dos o sentidos. Y son varios los sentidos de estas nociones porque cons-
tantemente se enfrentan a la paradigmática y caótica realidad que se adap-
ta para conservar a la especie humana. En este sentido, tanto la violencia
como la vulnerabilidad serán elementos heterogéneos que estén más allá
de la comprensión del discurso racional o al menos así no lo muestra el
filósofo de la transgresión en su obra, ya que se sitúan en la emoción previa
a la muerte donde la razón se desborda de sentido. Acto que muestra la in-
utilidad del discurso en casos de emergencias donde lo único que se busca
es la supervivencia o la máxima sensación de vida cercana a la muerte.
Cualquiera de los dos motivos permite una gama de interpretaciones de
estas nociones, como también mantiene el discurso de lo permitido en
lo prohibido que constituye la naturaleza de la humanidad (como la de
cualquier ser vivo).
Asimismo, para acercarnos a una comprensión más propia al autor,
hacemos uso de la historia tanto general como personal (e íntima) de Ba-
taille, puesto que consideramos a dicho pensador como una persona que
vivió como pensó. Una persona que quiso conservar su pensamiento cer-
cano a la realidad, tanto que en ningún momento se sintió satisfecho de
lo que el conocimiento general (ideal y moderno) le dictaba que eran las
cosas, porque estas últimas no conservaban las sensaciones que nosotros
(como humanos o seres vivos) experimentábamos en los momentos cer-
canos a la muerte donde la razón queda expuesta a la intemperie del mun-
do que anteriormente había negado y ahora mira de frente y en silencio lo
comprende (más allá del entendimiento).
El motivo que nos lleva a analizar estas nociones y la mención, por
otro lado, del contexto que vivía Bataille, es pensar la posibilidad de com-
prender su pensamiento desde una perspectiva cercana a la realidad y, por
ende, más humanista donde sea posible integrar una moral que esté más
allá del entendimiento, pues ¿de lo que se trata es de conservar la especie
con vida, aunque para ello se deba sacrificar algo o alguien? Como nos
percatamos, esta moral será paradójicamente inmoral, ya que lleva a sus
últimas consecuencias la existencia humana. La moral que podría hallarse
en el pensamiento batailleano es catalogada por Mariaca Fellman como de
la muerte, pues el individuo que la practica expone su vida. El momento
de la exposición es el instante y lo que impulsa a tal acto es la violencia de
distintas formas, desde una exposición propia o literal hasta otra metafó-
rica o discursiva. Este acto es moral, ya que desde un inicio se es conscien-
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
Antecedentes
1 Con respecto a la guerra, Bataille considera que para Nietzsche: “[…] no pudo quedar-
se con esa hipótesis superficial: hoy ya no duda en ver en la guerra el equivalente del
paroxismo de las fiestas en las sociedades modernas: la guerra, tiempo del exceso, de la
violencia, del ultraje; la guerra, único momento de concentración y de absorción intensa
en el grupo de todo aquello que tiende ordinariamente a mantener una determinada
zona de independencia con respecto a él” (2008: 169).
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2 Según Luciano Gallino en el Diccionario de sociología, cuando: […] sus miembros ac-
túan recíprocamente y respecto de otros no pertenecientes a la misma colectividad, an-
teponiendo más o menos conscientemente los valores, las normas, las costumbres, los
intereses de la colectividad, considerada como un todo, a los que personales o del propio
subgrupo o de otras colectividades; o bien cuando la conciencia de intereses comunes,
aunque estén indeterminados, el sentido de pertenencia a una entidad sociocultural po-
sitivamente valorada y a la que se adhiere afectivamente, y la experiencia de relaciones
sociales que implican la totalidad de la persona, se concierten de por sí en factores ope-
rantes de solidaridad. Esto no excluye la presencia de conflictos dentro de la colectividad
considerada, ni de formas de poder o de dominio (2005: 193-194).
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filosofía de la violencia: vulnerables ante la brutalidad
Es así como Bataille opta por entender a la comunidad como un lazo mís-
tico,3 antes que relacionarlo con una patria o un territorio específico. La
comunidad entonces se torna un individuo sin patria, aquel que, como
ser vulnerable y marginal, en lo más mínimo le interesa el bienestar en
común, sino sólo su existencia neutra –sin importar sea buena o mala–; el
individuo sólo se tiene a sí mismo en una realidad contingente, por lo que
él no apuesta a la religión ni a la política, en general, a ninguna institución
controlada por el Estado. El individuo ahora entendido como soberano, se
aísla de todas estas instituciones que prometen procurarlo para exponerse
al porvenir, siendo el único objeto de fiesta nietzscheana. No se procura ni
resguarda en el Estado, porque este simplifica los elementos tanto homo-
géneos como heterogéneos4 de una sociedad;5 en otras palabras, intentan
abarcar de manera totalitaria la vida del individuo, tanto la productiva (el
ahorro) como la improductiva (el gasto: la fiesta y lo sagrado). En palabras
de Antonio Campillo, en su artículo La comunidad infinita (1993):
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Referencias:
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MEDITAR LA VIDA
Spinoza, Ética.
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meditar la vida
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meditar la vida
Referencias
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SOBRE LAS COLABORADORAS Y LOS
COLABORADORES
Gonzalo Chávez:
Doctorando en Filosofía Contemporánea (BUAP), Maestro en Histo-
ria del Arte (UNAM) y Licenciado en Filosofía e Historia de las Ideas
(UACM). Investigador activo en el Grupo de Investigación de filosofía fo-
rense (BUAP). Sus líneas de investigación: estética, violencia, desaparición
forzada y filosofía forense.
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sobre las colaboradoras y los colaboradores
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sobre las colaboradoras y los colaboradores
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