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De Santiago García
1. EUCARIO
Hoy, en las horas de la mañana he sido condenado a la pena capital. En la tarde me trajeron con los ojos vendados a lo que ellos llaman una prisión
de alta seguridad... Ahora estoy aquí en mi calabozo esperando.
(Lo interrumpe la presencia del DR. MAXIMUS, director de la prisión, quien con una ojeada revisa la celda).
2. DR. MAXIMUS
Este…er… es de mi más sincera… o mejor… deseo comunicarle de mi parte, como director de este establecimiento de alta seguridad, que además…
bueno, eso no importa… este… comunicarle que su sentencia de decapitación ha sido ratificada como usted ya sabe.
3. EUCARIO
(Lo interrumpe)
Sincera… mucho… seguridad… comunicar… Usted ya sabe...
4. DR. MAXIMUS
Merci, merci beaucoup… por lo tanto, no vale la pena pensar en apelaciones u otra cosa por el estilo
5. EUCARIO
Sí, sí comprendo y además no me interesa. Es decir, por el momento.
6. DR MAXIMUS
Bien, bien (Echando una mirada a la bandeja de la comida)
¿Pero usted ni siquiera ha probado la comida? ¿no es de su agrado? le aseguro que nos hemos esmerado… ¡pero vea! si hasta tiene pudín! ¿a ver qué
tal está? (la prueba) …Ajá… nada mal, nada mal… ¿Qué más quería?
7. EUCARIO
Lo que yo quería saber, de… la… como se dice… de la ejecución.
8. DR. MAXIMUS
Ah no, ¿pero ¿qué se ha creído usted jovencito? como voy a saberlo. Esas cosas siempre me las comunican a última hora… bien quisiera saberlo yo.
Qué fastidio, con todas las veces que me he quejado… puedo mostrarle la correspondencia si eso es lo que le interesa
9. EUCARIO
No, no, pero entonces, ¿podría ser de un momento a otro? ¿Mañana, por ejemplo?
11. EUCARIO
Gracias
13. EUCARIO
Pues no, no. No por el momento. Gracias. Mire, no le preguntaba por curiosidad o por cobardía. No. Aunque le confieso que no puedo controlar una
especie de escalofrío o cólicos, y cosas por el estilo… no nací en la noche de los temblores… lo que pasa es que deseo ver mi situación con cierta
objetividad… por lo siguiente: La ventaja de la pena de muerte o de una ejecución, es saber la hora exacta en la que uno se va a morir. Es como un
gran lujo, pero bien ganado se lo aseguro. Pero al no saberla queda uno como todos los que viven allá afuera, en libertad de no saberla y eso no es
justo… porque tengo una serie de proyectos en la cabeza que comencé varias veces y no he podido terminar por diversas razones. De manera que no
es un capricho el querer aprovechar el tiempo que me queda para saber...
14. DR. MAXIMUS
Un momento, ¿pero qué historia es esta? ¿se da cuenta? En primer lugar, está contra el reglamento, y en segundo, se lo digo bien claro: NO LO SÉ.
Todo lo que puedo adelantarle es que esperamos a un compañero de destino de un día para otro. Y que después hay algunos trámites que no se pueden
pasar por alto... Revisión de los instrumentos, etcétera, etcétera, usted sabe... ¿Pero por qué no me recibe el cigarrillo?... Es importado.
15. EUCARIO
Gracias sí... (Recibe El cigarrillo el DR. MAXIMUS se lo prende)
17. EUCARIO
No se preocupe.
DIOMEDES el carcelero, retira la bandeja de la comida mientras que furtivamente SIBILIA, la hija del director, se cuela detrás de él y se oculta
debajo de la cama.
19. DIOMEDES
¿Y qué le pasó al jovencito? ¿No le gustó la comida? Sabiendo uno lo que tragan allá afuera…ni que no los conociera.
ESCENA 2
SIBILIA hace unos ruiditos con la boca y EUCARIO la descubre debajo de la cama.
Es una chiquilla de unos trece años de edad.
Suena una música de allegretto (MARCHA TURCA DE BEETHOVEN) y SIBILIA sale de su escondite. Corre por todo el escenario bailando.
EUCARIO sorprendido va detrás de ella.
20. EUCARIO
¡Espera! ¡Espera! ¿Y tú…de dónde saliste? ¿Cómo te llamas?
21. SIBILIA
¿Yo…? (Corre, ríe y danza)
22. EUCARIO
¡Niña! Ven acá. ¿Cómo te llamas?
23. SIBILIA
Sibilia
24. EUCARIO
¿Y cómo diablos estás aquí? ¿De dónde saliste?
25. SIBILIA
Soy la hija del director. Vivo aquí
26. EUCARIO
Ah, comprendo…
27. SIBILIA
Claro, no es difícil
28. EUCARIO
y… dime… tú sabes que yo… estoy acá… por…
29. SIBILIA
Ajá…Todos los que llegan acá lo están… (Ríe y corre)
30. EUCARIO
¿Y no sientes pena por mí? ...es decir, un poco de compasión.
31. SIBILIA
Tu…tu…tu…siempre en mi mente, sólo tu…. (Parafrasea con ritmo la canción de Juan Gabriel y corre hacia la puerta)
32. EUCARIO
¡Espera! Tu eres la hija del director. Debes saber, por lo tanto, cuando me van a ejecutar…Debes saber la fecha
33. SIBILIA
(se ríe y hace señas de que no)
34. EUCARIO
Pero debes haber oído a tu padre… o haber leído en los periódicos… seguro que eso lo han publicado.
35. SIBILIA
Tu… tu… tu… (Sigue usando el ritmo de la canción. Llega a la puerta y golpea. Ríe)
La música cesa.
SIBILIA se acerca a la puerta. Gira hacia EUCARIO y le hace el gesto como de una gata. EUCARIO retrocede. DIOMEDES abre la puerta…
36. DIOMEDES
¡Ah! ¡Esta niñita del demonio! ¿A qué horas te colaste aquí? Voy a decírselo al Doctor.
SIBILIA se escapa, pero antes de salir le hace una seña de despedida a EUCARIO
¡Qué problema! ¡Esto me va a salir caro! (Cierra violentamente la puerta de la celda.)
ESCENA 3
EUCARIO queda en medio del calabozo.
SILENCIO
De pronto se oyen ruidos, carreras, golpes con un palo o una barra, Susurros. Lamentos
EUCARIO presta atención.
Después de un breve silencio la puerta se abre y entra su abogado defensor, Dr. SEVERIO Tutti
37. SEVERIO
¡Qué calamidad! Imagínese… No es por el valor, sino porqué es un recuerdo, digamos…sentimental. ¿No habrá rodado por ahí?
(Busca preocupado por todas partes)
38. EUCARIO
Al fin aparece Doctor Tutti… lo estaba esperando.
39. SEVERIO
Gracias, gracias. Imagínese que perdí uno de mis gemelos. No me explico, venía con todo el ánimo de ayudarlo… y en el corredor tropiezo con esa
chiquita… Sibilia… es una exhalación. Y pierdo mi gemelo. Como le digo, no es el valor… ¡Qué desgracia!
40. EUCARIO
Bien, doctor… pero a usted como mi abogado le pido… le exijo que me ayude.
41. SEVERIO
Claro, claro… ¡No faltaba más… ¡Ajá! Pero veo que ha cambiado de actitud. Me alegro. Al fin me dirige la palabra. Magnífico. ¿Qué se le ofrece?
Esto sí que es una sorpresa.
42. EUCARIO
Ante todo, me parece que tengo todo el derecho de saber la fecha de mi ejecución. Es lo mínimo que se le puede conceder a un condenado a muerte,
¿no?
43. SEVERIO
(Buscando en los bolsillos).
Claro… claro… Pero dadas las circunstancias… penosas por cierto…
44. EUCARIO
Mire, Doctor Tutti. Necesito terminar unos trabajos… unas ideas que tengo en… desarrollo. Pero en estas circunstancias de indecisión… me es
imposible. De manera que le exijo…
45. SEVERIO
¡No! ¡Pero miren qué aires se está tomando! De manera que antes no decía ni pío, ni la más mínima colaboración, y ahora toda una catarata de
exigencias. ¡Qué cambio! pero dónde diablos… (se sigue buscando en los bolsillos)
46. EUCARIO
¡Pare de buscar ese maldito gemelo! (lo agarra por las solapas y le grita). ¡Le exijo que me atienda!
47. SEVERIO
¡¡Oiga, oiga, oiga!! ¿Qué se está creyendo? Suéltenme o llamo al guardia. ¡Compórtese como es debido! (Eucario lo suelta) claro, esa es la razón…
48. EUCARIO
Si, ya se. Por la que he sido condenado.
49. SEVERIO
Exactamente. Sí señor. Usted no colabora. ¡No colabora en nada! ¡EN NADA! ¡Y de repente esos inesperados arranques de brutalidad! ¡Así, como!
Mire, yo venía con la mejor disposición a ofrecerle mis servicios… Quiere, por ejemplo, tener copias de los discursos de la defensa… Podemos hacer
la solicitud. Está usted en su derecho. O, sin ir más lejos, mire la sorpresa que le traigo… en este sobre está toda la documentación de su caso… (saca
un abultado sobre del bolsillo). Si quiere puede disponer de él como mejor le convenga. Sería de gran ayuda…
50. EUCARIO
(Toma el sobre).
No me interesa. ¿Para qué me puede servir?
(Abre el sobre y toma todos los papeles y los arroja al sanitario. Severio lanza un grito)
51. SEVERIO
¡No!! ¿Pero que ha hecho? ¡Miserable! ¡Esto es terrible! ¿No se da cuenta? Son todos los documentos de este caso. Ahí podría estar precisamente el
indulto. ¡¿Cómo se le ocurrió?! (Trata de meter la mano en el inodoro, pero no se atreve. Eucario se agacha y empieza a sacar los pedazos de papel
que están dentro de la taza.)
¡Ahí está pintado! ¡Es un caso perdido!
(El Dr. MAXIMUS se asoma. Entra discretamente.)
52. DR. MAXIMUS
Se puede… ¿No interrumpo?
53. SEVERIO
No, de ninguna manera, DR. MAXIMUS. Lo que pasa es que este caballero…
55. SEVERIO
Oh, no. Sólo, como le decía al amigo EUCARIO… es por su valor sentimental. Aunque no se puede negar su valor, en cuanto al material… Además,
vea el primor de la elaboración…es un trabajo de alta…
57. SEVERIO
Es incorregible.
59. EUCARIO
¿Dentro de pocos días? Entonces, ¿habrá unos pocos días?
63. EUCARIO
Está bien. Pero hay otra cosa… Podría venir mi esposa…Dulinda.
Es una petición tan legítima como saber la fecha.
65. EUCARIO
(Le habla a Diomedes por la rejilla de la puerta)
¡Oiga!! Ya he terminado con los libros. Tráigame el catálogo.
(Se oyen puertas metálicas que se abren y se cierran).
ESCENA 4
66. EUCARIO
Veamos. Calma. Calma. Ahora necesito pensar. Poner un poco de orden en este atropellado sucederse de emociones. ¿Por qué me ocultan la fecha…?
Porque no hay duda que la ocultan. De todas maneras, por lo menos ya sé que no será mañana. Un día más. Pero no es suficiente, porque en esta
incertidumbre no puedo organizarme. Tengo que escribir lo que desde hace tiempo bulle en mi cabeza y que ya casi tengo atrapado. Escribir para
alguien… en algún lugar… en algún tiempo… alguien que al leerlo pueda descubrir en su vida eso que yo busco…. un rayo de luz… una fisura de
claridad en medio de la espesura… Pero necesito que me digan la maldita fecha y así organizo mi tiempo… mis apuntes… los que tengo en mi
cabeza y los que están aquí en este desorden… (al fondo aparece, unos segundos, una figura muy iluminada que cae al vacío).
Pero en vez de eso me sorprendo a mí mismo con esos involuntarios sueños de fuga… sueños insensatos. Si, de fuga. ¡Fuga! ¡No lo niegues pendejo!
Hoy, cuando ella apareció… corriendo, bailando, riendo… te incitó a la maldita evasión. Y tú sabes que eso no puede ser… ¡No puede ser!! Tienes
que concentrarte en el punto...
Porque tienes ese punto o al menos la capacidad de reunir todo en un punto. ¿Me entiendes? (Se detiene y hace una pausa).
Lo que quiero decir es esto: Hubo un momento… un espacio de tiempo… qué sé yo, que es el espacio del maldito tiempo… donde puede… como
ahora… y esto casi lo siento… donde PUEDE vivir el corazón como una pluma… Esto es lo que quiero decir… Es, que ese PUNTO… debe estar
conectado por un invisible cordón umbilical con otro PUNTO, en otro espacio de tiempo… Eso, con… O mejor, en otro punto que todavía no puedo
decir… o escribir. Pero con un poco de orden… podría. Estaba equivocado cuando decía que no hay refugio para mí en este mundo. ¡Lo hay! Lo
encontraré. Una fresca hondonada en el desierto…
ESCENA 5
Eucario mira hacia la mesa y se enfoca en los libros (3 ó 4 de diferentes tamaños) que están apilados.
Toma en sus manos el que se encuentra en la parte superior de la pila.
Hace una disertación sobre el tamaño de los libros y su relación con el tiempo que le queda para organizar sus ideas y proyectos.
67. EUCARIO
A pesar de la incertidumbre, debo ser capaz de organizar mis ideas sin perder la intención de articularlas con la de estos autores… pero si no me
dicen la fecha de la ejecución seguiré suspendido en este punto del espacio tiempo, sumido en la total desesperanza de lograrlo…
Deben ser libros pequeños (mira el libro que tiene en la mano, lo abre, pasa sus páginas hasta que lo cierra bruscamente). No tengo a mi haber la
disponibilidad del tiempo para calcular si terminaré a tiempo este número indecible de páginas… pero tampoco me dejaré llevar hasta el rincón, no
seré tan débil como Raskólnikov…
68. EUCARIO
Desciendo, desciendo atado a este extraño lastre que debo rechazar. Es una esperanza, es un espejismo inútil. Inútil. (Al fondo aparece la imagen de
una mujer vestida de enfermera, es la madre de Eucario. Al final del parlamento desaparece). Es evidente que aún no he roto la membrana final…
de mi terror. ¿Dónde están mis papeles…? Una frase como ésta, aunque no tiene ninguna precisión… (La escribe en un papel). Es evidente que
aun… no he roto… la membrana final… de mi terror.
70. EUCARIO
Sí, sí, estoy listo. Me vestiré enseguida. Sabía, no sé por qué, que debería ser hoy. (Empieza a cambiarse de ropa).
72. EUCARIO
¿Ajá, entonces no es hoy? (Para de cambiarse).
74. EUCARIO
Entonces, no…
75. DR. MAXIMUS
Cómo ve siempre pensando, no sólo en los detalles, sino en los asuntos de su más profundo interés.
76. EUCARIO
Para mí lo más importante es saber…
77. SEVERIO
Es incorregible.
78. DIOMEDES
Desagradecido de…
80. EUCARIO
Dulinda… No estaba preparado… pero…
81. SEVERIO
¡Pero usted mismo pidió esa entrevista, quien lo comprende!
83. DIOMEDES
Hay que desconfiar de esos simulacros, doctor. Son magníficos actores.
87. SEVERIO
Si, no habría inconveniente.
88. EUCARIO
¿De manera que puedo verla mañana?
89. SEVERIO
No. Ahora mismo lo llevaremos para que lo vea… Solo una miradita y quizás, más tarde entablar relaciones, dentro de los límites del reglamento,
claro.
¿Cómo les parece? Encantador, ¿no? Mejor, sería imposible. Bueno, pero ya es suficiente. Ustedes también pueden echar una miradita.
(Severio y Diomedes miran por el cerrojo, expresan su complacencia).
91. EUCARIO
Mañana… ¿Mañana vendrás Dulinda, y que te diré? ¿Qué me dirás? Arrodillado. Al borde del cadalso… Te diré que te amaba y te seguiré amando…
¿A pesar de todo… Ves? Con el cuello estirado… (Al fondo se ve pasar la figura de Dulinda vestida de novia, que le sonríe maliciosamente).
Esperando el terrible momento, Dulinda. Sin mirar, sólo siendo mirado… Quizás entonces, después… al fin podamos estar juntos. Dos puntos que
se juntan, Dulinda… por una línea… Tu y yo… a pesar de todo… y de todo.
ESCENA 7
(Ruido de baldes y de instrumentos de limpieza. Entra Diomedes a la celda con traperos, cubos y escobas.
Después trae una bandeja con un telegrama. Se la extiende a Eucario).
92. DIOMEDES
Telegrama.
93. EUCARIO
No me siento con ánimo. Léalo usted.
94. DIOMEDES
(Deja sus utensilios a un lado. Rompe el sobre y lee).
“Disculpas mil lamentables equivocaciones visitas solo posible disposiciones legales semana posterior declaración fallo postergada entrevista esposa
reo mañana mejores deseos todo bien preocupados pintura casillas centinelas mala calidad pared interior imposible resanar abrazos Leo”.
95. EUCARIO
Bien… bueno… mañana… Como quieran… De todas maneras, soy impotente. Quisiera entonces que llamara.
96. DIOMEDES
De inmediato
(Al instante entra el Dr. Maximus sudoroso, con pañuelo y gafas en la mano. Toma el telegrama de manos de Diomedes y lee).
98. EUCARIO
Posible disposiciones legales semana posterior decla…
(Eucario repite el telegrama imitando al director).
100. EUCARIO
No tengo pensado quejarme.
102. EUCARIO
Sólo deseo preguntarle si existe en el así llamado orden, del así llamado mundo, de su así llamada legalidad, algo que pudiera calificarse de seguridad
de una simple… Simplísima promesa.
105. EUCARIO
Tengo la seguridad de que usted no me responderá. La irresponsabilidad termina por desarrollar su propia lógica. (Ríe).
107. EUCARIO
¡Váyase!
108. DIOMEDES
Bien… Vamos a limpiar a fondo la barraca…
109. EUCARIO
¡Fuera!!
110. DIOMEDES
Todo lo contrario, cariño. Eres tú el que tiene que irse fuera, mientras yo limpio esta pocilga. Mira como está. Si quieres puedes pasearte por el
corredor.
111. DIOMEDES
Date una vueltica por ahí. Si te pasa algo me llamas. De aquí no me voy a mover hasta que acabe.
(Eucario empieza a caminar a pasitos cortos por el corredor que es como un pequeño laberinto. Voltea a la derecha y luego a la izquierda.
De pronto una pelota sale saltando y se detiene a sus pies.
Eucario la recoge. (Aparece Sibilia al fondo).
112. SIBILIA
Se supone que tu no deberías estar por aquí.
(Eucario le arroja la bola y ella se la devuelve. Ríe. Tiene una especie de chicle en la boca).
113. EUCARIO
¿Qué es lo que estás chupando?
114. SIBILIA
¿Tengo más, quieres? (Estalla la bomba en su boca). ¿Quieres? (Sibilia saca el chicle y se lo ofrece con la lengua. Eucario hace una señal negativa.
La chica sale corriendo. Eucario trata de seguirla, pero ella aparece repentinamente en otro corredor).
115. EUCARIO
¿Te acuerdas de mi encargo?
116. SIBILIA
¿Qué era?...
117. EUCARIO
Averiguar la fecha de la ejecución en el escritorio de tu padre…
118. SIBILIA
Ah, sí. Pero no he tenido tiempo. Dame la bola. (Eucario retrocede).
119. SIBILIA
Dame la bola.
120. EUCARIO
¡Si me dices cuando…!
(Sibilia sale corriendo, cuando llega al fondo le hace señas a Eucario para que la siga. El corre hasta la esquina. Ella lo esquiva y corre al otro
extremo. Ríe. Se repite el juego.
De pronto Sibilia se detiene y le hace gesto de que se calle).
121. SIBILIA
¡Dame la bola!
122. EUCARIO
¿Pero mi encargo?
123. SIBILIA
Chisst…. Ahí viene alguien.
(Le arrebata la bola y sale corriendo.
Entra Diomedes por el otro lado.
Eucario da vuelta para regresar a su celda. Diomedes lo para).
124. DIOMEDES
¿A dónde vas cariño? Por aquí el camino más corto.
(Efectivamente Diomedes se devuelve y ahí mismo encuentran la celda de Eucario).
¿De nuevo en casita, ves? Olor a limpio. Pero él como siempre no agradece. ¡Eres un caso perdido!
125. EUCARIO
Dulinda, Dulinda. Mi esposa. Tontita mía… Tontita. Entonces mañana… Mañana. Por lo tanto, pasado mañana a esta misma hora, esta celda estará
vacía.
Bien, creo que ya está en orden. Parece que ya no falta nada, ¿verdad?
(El Dr. Maximus sale corriendo y se encuentra en el corredor con Diomedes y el preso nuevo. Entran en la celda de Eucario.
Aficionado, claro. Aquí, por ejemplo, tengo algunas mías… cuando era joven… ¿Ahora tengo treinta años y usted?
¿Es ésta?
El Dr. Maximus tiene un acceso de tos y sale de la escena asistido por Diomedes. Esto justifica la conversación secreta entre Mr. Pierre y Eucario).
151. MR. PIERRE
(En secreto). Me doy cuenta que usted es una persona prudente, recatada… sensible, diría yo. Aprovechando la ausencia del director, tengo que
comunicarle que en realidad yo me encuentro aquí por usted.
152. EUCARIO
¿Cómo, por mí? No entiendo.
154. EUCARIO
¿A escapar? Cada vez entiendo menos. ¿Cómo es posible?
157. DIOMEDES
Qué pena con la concurrencia, pero la visita terminó… (entre dientes, pero audible) Este director y sus nuevos planes de sometimiento.
ESCENA 10
(Todo vuelve a quedar en silencio.
Eucario se pasea por su celda.
De pronto, parece oír un ruido.
Corre junto a una pared. Luego a otra. Oye con la cabeza pegada al suelo.
Los ruidos son cada vez más audibles.
Eucario tropieza con la mesa y cae un libro.
Los ruidos cesan.
Eucario queda inmóvil.
Al rato vuelven a oírse los ruidos. Es como si alguien estuviera excavando.
Le parece localizarlos junto a la pared del fondo. Da unos golpes. Los ruidos paran.
Eucario espera.
Se oyen pasos por el corredor.
Eucario rápidamente se sienta en su cama.
160. EUCARIO
¿Visita? Mire, ahora no…
161. DR. MAXIMUS
Se trata ni más ni menos de tu señora madre… “Votre mere, parait’il…”
162. EUCARIO
¿Mi madre…?
164. EUCARIO
Sólo la vi una vez… en el orfelinato.
Realmente no… no. Dígale que no tiene sentido. No vale la pena.
166. EUCARIO
¿Más, doctor?
(El director hace una seña y entra a la celda la madre de Eucario, Virginia L.
Ella es una mujer relativamente joven. Viene vestida con chaqueta plástica y tiene el cabello recogido en una cola de caballo.
Virginia se para en el fondo de la sala.
Eucario, es llevado por Diomedes al otro extremo).
168. VIRGINIA
(Avanza hacia el frente y observa la sala).
Todo será, pero no está mal. Allá donde yo trabajo, en maternidad, no tenemos habitaciones privadas como ésta. Es casi confort lo que aquí se ve.
Solo que…
(Se quita la chaqueta sin parar de hablar. Aparece vestida de enfermera. Pone unas frutas en una mesa y se sienta. Mira una revista).
(Pausa).
169. EUCARIO
¿Por qué ha venido?
170. VIRGINIA
¿Cómo dices?
171. EUCARIO
¿Si, que por qué ha venido?
172. VIRGINIA
Porque soy tu madre.
173. EUCARIO
No es bueno para usted ni para mí. Evítese todo esto.
174. VIRGINIA
Eucario. Vine porque así debe ser…. porque…
175. EUCARIO
No me dé explicaciones. Haga su papel de madre y no se preocupe… Siga, siga (Ríe).
176. VIRGINIA
Cómo se te ocurre…
177. EUCARIO
No vuelva de esto una comedia, recuerde que es un drama… o una tragedia. Haría mejor… Ah, si…Por qué no vuelve a contar la leyenda de mi
padre… el extraño aquel que, en la noche, en un parque…
178. VIRGINIA
Sólo oí su voz, no vi su cara…
179. EUCARIO
¿Y por qué me abandonó en un asilo…?
180. VIRGINIA
¡No comprendes!!
¡Nunca lo comprenderás!! Es verdad. No sé quién era. Un vagabundo, cualquier cosa… El parque estaba oscuro… ¿No comprendes?
181. EUCARIO
¿Comprender, que?
182. VIRGINIA
Oh, Eucario, que él también era…
183. EUCARIO
¿Qué quiere decir… “el tambien”?
184. VIRGINIA
Que él también era como tú.
185. VIRGINIA
(Se para y mira una claraboya).
Cuando venía para acá, a pesar de la tormenta, ya se podían ver entre las nubes grises algunas manchas azules. Seguro que el tiempo va a cambiar.
Allá donde trabajo, en la maternidad, no paro ni de día ni de noche. Solo tengo vacaciones quince días al año. Las próximas serán dentro de un mes.
Iré a algún lugar soleado…
186. EUCARIO
Porque me cuenta todo eso… (Virginia calla). No sabe que uno de estos días… Tal vez mañana… (Virginia se queda mirándolo. Se pone el abrigo
y el sombrero).
187. VIRGINIA
Bueno, me parece que ya me voy, he estado un rato y… te dejo estas frutas.
Creo que ya es la hora.
188. EUCARIO
Si, así es…
Le decía que soy un gran aficionado a las mujeres… en general… y lo que tengo que confesarle es que también, en general, les caigo bien, no me
puedo quejar.
Comprendo que no quiera usted hablar del tema. Inteligente… Muy inteligente… Fue sin mala intención…
Pero es que las mujeres, ¡Pour Dieu!... Las mujeres… Hace poco tuve una aventurilla excepcional. Con una damita… ¡Pero ¡qué cuerpote!!! ¡Qué
muslos! ¡Una verdadera porción!...
UN MONUMENTO. Clavel rojo en la boca. Pelo azabache. Mechón maligno, perverso, en la mejilla. ¿Ha leído a mi compatriota Sade? ¿Filosofía
en el tocador? ¿No?
Ah, no. No es nada. No es nada. Me parecía. Qué cuello delicado tiene usted.
¿Aquí, le duele? ¿No? ¿Y por acá?
191. EUCARIO
Por favor déjeme en paz.
193. DIOMEDES
De parte del doctor. Que el joven se sienta bien y que esta vez sí se coma juicioso su comida.
194. EUCARIO
Gracias, pero sigo sin apetito.
195. DIOMEDES
¡Ajá! ¿Es como una huelga de hambre? ¿Y por qué motivo? Que le habrá disgustado… ¿No lo estamos tratando como a un príncipe? ¡Qué más es lo
que quiere el caballero!!
¡Ah… no responde! ¡Usted es un desagradecido, mijito! Bien se merece la suerte que tiene. Es lo peor que ha pasado por aquí, en los treinta años
que llevo. Bueno, de todas maneras, ahí le dejo la bandeja.
(Se va y cierra la puerta). Sibilia queda dentro de la celda. Salta sobre la cama de Eucario. Lo abraza y trata de tumbarlo).
196. EUCARIO
¡Espera! ¡Espera! ¡Chiquilla endemoniada!
¡Mira que pueden regresar!
197. SIBILIA
¿Y qué?
198. EUCARIO
¿Cómo, y qué? Fíjate en la situación tan incómoda en la que nos encontramos.
Casi no puedo respirar. ¡Quieta niña!!
Mira que…
199. SIBILIA
¿Qué me vas a hacer?
200. EUCARIO
¿Pero no te da pena? Espera. Uf… Dime una cosa… ¿Pero, ¿qué te pasa?
201. SIBILIA
Mañana…
202. EUCARIO
Mañana, ¿qué?
203. SIBILIA
Mañana.
204. EUCARIO
¿Mañana… moriré?
205. SIBILIA
No. Te rescataré.
206. EUCARIO
¿Cómo? ¿En qué forma?
(Sibilia salta de la cama y huye a un rincón. Eucario la sigue. Sibilia se da vuelta y lo enfrenta).
207. SIBILIA
Huiremos y tú te casaras conmigo.
208. EUCARIO
Talvez cuando seas un poco mayor…
Pero ahora… Además, tú sabes que tengo una esposa.
209. SIBILIA
Si, Gorda y fea.
(Sibilia se sienta en la cama, Eucario se acerca y ella cruza la pierna y habla muy seria).
210. EUCARIO
Sí, pero recuerda tu promesa de mañana.
¿Dime… cómo lo harás?
211. SIBILIA
Acerca el oído.
212. EUCARIO
¿Qué dices? No oigo nada.
213. SIBILIA
Zu… zu… Bu… bu…
214. EUCARIO
No te entiendo.
215. DIOMEDES
¡Otra vez! Esta chiquilla me va a matar. ¡Fuera de aquí!!
(La saca.
Eucario trata de recostarse en la cama, pero al momento vuelven a oírse los ruidos de la excavación que se acerca.
Eucario se levanta de la cama.
Corre a su pequeño baúl. Saca un vestido blanco y empieza a cambiarse).
216. EUCARIO
Ahora si no hay la menor duda… ¿Aquí vienen por mí… Será ella? Tan rápido… Imposible, dijo que mañana… pero tengo que prepararme… Si no
es ella… ¿Quién podrá ser?
218. EUCARIO
¿Cómo la veo, que?
(Saca un cepillo y comienza a limpiar a Eucario. Este trata de resistirse, pero después se deja).
Ahora, con su permiso, me cambiaré. Esto que usted ve aquí es todo lo que tengo, pero es mio. Recuerdos de familia y… porque negarlo, de mí
mismo. Siéntese.
(Se quita los vestidos llenos de polvo y se pone una bata de raso negro japonesa).
Tengo que confesarle que le he tomado un verdadero cariño. A pesar de su hosquedad… Pero ahora puedo atreverme a decir que lo conozco… mejor
que su propia esposa… que según entiendo no es mucho decir.
(Eucario se queda mirando un estuche negro, como de un instrumento musical, que hay debajo de la cama).
Veo que le interesa saber que hay allí dentro. Déjeme terminar y ya le mostraré.
224. EUCARIO
No, no se preocupe.
226. EUCARIO
Como así, yo no.
Muy ordenado… el orden adorna la vida de un empedernido solterón. (Respira con dificultad) … Más que una virtud … es un vicio … ¿Se da cuenta
como me agito? … Este es un pequeño vicio donde la fantasía … pero esto daría lugar a una interesante tesis filosófica que no es el caso… ahora,
no … Mire, somos jóvenes … Comprenda, los dos… perdone mi agitación… Mejor es que se vaya ahora mismo.
(Eucario va a salir por la puerta). No, por ahí no. Por el túnel, para eso lo hicimos. Póngale una cortina en su celda… o si no, se verá mal.
(Eucario se mete por el túnel. Gatea. Se oscurece la celda de Mr. Pierre. A mitad de camino se oye un susurro por una desviación del túnel.
Aparece Sibilia también gateando).
228. SIBILIA
Soy yo. ¡Sígame!
229. EUCARIO
¿Eres tu querida? Voy.
230. SIBILIA
Rápido. Rápido. ¡No hay tiempo que perder!
231. EUCARIO
Claro. Sólo que con esta oscuridad uno se tropieza.
232. SIBILIA
Cállese. Es peligroso. Sígame.
233. EUCARIO
Eso trato, pero es difícil. Me pego en la cabeza. Esto es muy bajito.
(Corren, gateando por todo el escenario como si fueran túneles. De pronto se prenden unas luces muy fuertes que enceguecen a Eucario. Vienen del
fondo del túnel.
Aparece Diomedes, viene gateando en dirección contraria.
Toma la niña del brazo y la saca del túnel).
234. DIOMEDES
Esta vez si la vas a pagar muy caro.
Se te fue la mano. ¡Qué demonio de chiquilla!! (A Eucario) Y usted no se haga el idiota. Salga de ahí. ¡Venga conmigo!
Al salir del túnel, aparecen todos en escena, Mr. Pierre, Dr. Maximus, Severo Tutti, Dulinda, Virginia.
ESCENA 15
(Todos miran a Eucario y Sibilia y cesan las risas).
De todas maneras, estábamos cumpliendo con las disposiciones legales. Festejamos las vísperas de la ejecución, que entre otras cosas será mañana,
Sr. Eucario. Continuemos.
¡Le dije que se siente! (Eucario no se mueve). ¡Qué tipo estúpido!!! (Grita). ¡Siéntese!
(Todos se han quedado callados. Mr. Pierre se acerca a Maximus y le dice algo al oído. El Dr. asiente).
238. MR. PIERRE
(A toda la concurrencia). Señoras y señores… Aunque esta parte de la recepción se tenía para más tarde, la realizamos enseguida debido a la actitud
algo intransigente del mismo homenajeado… (Le hace una seña al Dr. Maximus).
Recordemos como en el pasado las ejecuciones judiciales y extrajudiciales eran realizadas de una manera salvaje. Hoy en día, no. (Mr. Pierre se
hace junto a Eucario y lo mira fijamente) Estos dos seres, como extraños, se encontraban para cumplir el inexorable destino de la ley.
Son dos almas que se han conocido previamente, que se estiman, que se aprecian el uno al otro. Esta es la noble tarea que me ha sido encomendada.
Aquí tengo pues, un documento… (Busca en sus bolsillos y al fin encuentra un papel) ... el cual… pediría al acusado que firmara como
reconocimiento…
Es evidente que nuestro amigo se negaría a firmar… ese papel. En estos últimos días le he llegado a conocer a fondo. Puede decirse que soy su más
entrañable amigo, le aprecio de todo corazón. Es por ello, que, en mi condición de ejecutante de su triste sentencia, me acerco a él, le tiendo mi mano
y le pido perdón.
¡La mano!!
242. MR. PIERRE
No, no se preocupe (Sonríe forzosamente). Después de todo es una simple formalidad.
(Brindan, hablan y departen alegremente. En el corrillo que forman DIOMEDES termina de echar un chiste).
244. DIOMEDES
… Y así todos quedaron con ojos de pescado frito…
(Todos sueltan una carcajada.
Se van alejando hacia el fondo hasta desaparecer, riendo socarronamente.
Eucario queda solo en el primer plano.
Regresa lentamente a su celda.
Se voltea a un lado y toma sus manuscritos que están sobre la mesa).
245. EUCARIO
¡Qué desorden!... Si hubiera tenido un poco más… Pero ya está… Será mañana…
Ahora estos apuntes… No sé a quién pueda pedirle… pero será necesario salvarlos… para alguien. Debo tener la posibilidad, teórica, de por lo menos
un lector… alguien…
(Empieza a escribir, pero lo interrumpen ruidos del fondo. En este momento se abre la puerta y aparece sigilosamente Dulinda seguida de Diomedes
que cierra la puerta).
ESCENA 16
246. DULINDA
¡El trabajo que me ha costado llegar hasta aquí!! No te imaginas, querido Euqui… ¿Te traje estas flores… Dónde las ponemos? Pero aquí no hay…
bueno, las dejamos sobre la mesa… ¿Y qué?
¿Cómo estás mi pobrecito Euqui?
247. EUCARIO
Debo confesarte que no te esperaba.
248. DULINDA
Ayer traté, pero fue imposible. Entonces hoy por la mañana voy a la plaza donde será tu… y me dicen que la había postergado para mañana…
249. EUCARIO
¿Y por qué la aplazaron?
250. DULINDA
Bueno, dicen de todo. Había un gentío… Pero, aquí, el director, me dijo que estaban un poco indispuestos. Me imagino que debió ser por la fiesta de
anoche. Tenía una cara…
251. EUCARIO
De manera que la aplazaron…
252. DULINDA
Sí, pero no dicen cuándo. Sólo rumores.
Bien, no sé cuáles serán los reglamentos de aquí, pero si lo necesitas, cariño… (Mira la cama). Hazlo, querido Euqui, pero rápido.
(Se sienta en la cama y se va quitando el liguero).
253. EUCARIO
Oh, no, no, puedes estar tranquila…
Yo, no… no… no.
254. DULINDA
Como quieras, sólo quería… darte un placer… Es la última entrevista y todo lo demás. (Se seca una lágrima).
255. EUCARIO
¿Por qué lloras?
256. DULINDA
No lo sé, estoy tan… Oh, Eucario, en qué situación me pones. A mí y a los niños. Hazlo por ellos, te lo suplico. Escúchame solo un instante.
Arrepiéntete, Euqui, Diles que estabas, no se… fanfarroneando… Que en el fondo eres inocente… Lo sé…
Deja ese orgullo, cariñito… Aunque eso no te salve la cabeza…
Hazlo por mí.
257. EUCARIO
¿Espera, Dulinda, arrepentirme, de qué?
258. DULINDA
Qué se yo… No entiendo de leyes, pero eso es lo que ellos piden, lo que necesitan de ti, cariño…
259. EUCARIO
¿Pero qué es lo que quieren esas sabandijas? ¿Te mandan a sonsacarme un perdón, un arrepentimiento? ¡Y tú te prestas a eso! Al carajo con tus
pucheros y tus ridículos suspiros de adolescente. ¡Te han mandado y tú me has traicionado! ¡Cómo siempre! ¡Cómo desde el segundo día de nuestro
miserable matrimonio! ¡Si! ¡No te hagas la santurrona! Y ahora les sirves de carnada a esos vampiros. (Grita hacia afuera). ¡Qué me importa su
moral y sus planes de redención si a ellos sólo les importan sus propios privilegios! Qué me importan sus vidas si sólo les importa quitarme la mía.
Qué me importa si me condenan por un crimen que ellos llaman abominable, si en realidad me ejecutan sus leyes, su asquerosa moral… ¡No me
arrepiento! ¡Ve y les dices! ¡Cumple su mandato! ¡Ahí están esperando!
260. DULINDA
Oh, ¡qué horrible! Qué triste y yo que pensé…
261. EUCARIO
¡No más! Sal de aquí o no…
(Se abalanza sobre ella, pero inmediatamente aparecen Diomedes, el Dr. Maximus y Mr. Pierre).
262. DULINDA
(Gritando). ¡Salvaje me va a matar!
263. EUCARIO
¡No seas ridícula!
A ver… Aquí tenemos: Incursión al baño… Rápida ojeada a la colección de postales francesas… Aquí está otra… Tres o cuatro aspiradas a un lujoso
tabaco de La Habana… ¡O ésta… ¡Ah, no! pero qué es esto!! ¡Otra vez, no! Dr. Maximus!! ¿Una tarjeta para que el prisionero firme declarando que
quedó muy satisfecho…? No, eso es el colmo, Dr. Maximus.
272. EUCARIO
Desearía terminar de escribir algo.
274. EUCARIO
Bueno, entonces pido tres minutos. Sólo tres. Váyanse fuera y déjenme sólo durante tres minutos y estaré listo.
(El Dr. Maximus toma los apuntes de Eucario y los arroja al suelo.
Mr. Pierre lo toma del brazo y lo lleva a la puerta. Eucario mira sus papeles en el suelo. Salen. Diomedes se acerca para barrer el manuscrito,
pero queda inmóvil mirando los papeles. La luz se centra en el manuscrito regado por el suelo y luego se desvanece).
FIN