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Tipología y

dimensiones de la
desigualdad
PID_00252426

Borja Barragué Calvo

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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 8

1. La evolución reciente de la distribución de la renta en los


países de la OCDE............................................................................... 9

2. Desigualdad primaria y secundaria y nociones sobre


justicia social....................................................................................... 13

3. Dimensiones de la desigualdad...................................................... 22
3.1. La dimensión política de la desigualdad .................................... 22
3.2. La dimensión social de la desigualdad ....................................... 25
3.3. La dimensión económica de la desigualdad ............................... 27

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 33

Solucionario................................................................................................ 37

Bibliografía................................................................................................. 38
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Introducción

La desigualdad es una cuestión que ha recibido una atención significativa


en los últimos años. De acuerdo con una encuesta del Pew Research Center
(2014), la brecha entre ricos y pobres era un problema «muy grave» para la
mayoría de los encuestados en veintiocho de los cuarenta y cuatro países ana-
lizados en la misma. Y es también uno de los principales problemas para los
líderes mundiales. Un informe del Foro Económico Mundial (2014) que se ela-
bora a partir de una encuesta realizada a 1.767 líderes mundiales pertenecien-
tes a los ámbitos académico, empresarial, político y de las organizaciones sin
ánimo de lucro situó la «creciente desigualdad» en el número uno de las ten-
dencias principales que van a ocupar a sus expertos en los próximos doce-die-
ciocho meses, por delante de temas como la perspectiva de un crecimiento sin
empleo o el debilitamiento de la democracia representativa.

El incremento de la desigualdad es un tema que preocupa a los ciudadanos


y que, además, ha conseguido acceder a la agenda de los líderes mundiales.
Pero, ¿por qué la desigualdad preocupa hoy a tanta gente? ¿Tiene algo que ver
esta preocupación con la evolución reciente de la desigualdad en los países de
la OCDE? ¿Tiene algo que ver con sus consecuencias?

¿Por�qué�debería�importarnos�la�desigualdad? Hasta hace unos pocos años,


la objeción principal a la desigualdad se formulaba en términos éticos o mora-
les, de justicia social: la desigualdad es un problema porque cierto tipo de de-
sigualdades son objetables en sí mismas. Mucha gente en el mundo se muere
de hambre –continúa esta objeción– mientras gente más rica que ellos podría
procurarles un incremento muy sustancial de su bienestar a un coste, en com-
paración, muy reducido. Es decir, la desigualdad importa, desde una perspec-
tiva moral de justicia social, porque la pobreza importa. Pero entonces, ¿qué
hay de malo en la pobreza?

Una respuesta sería afirmar que, por decirlo en los términos del filósofo aus-
traliano Peter Singer (1972, 2009), cada vida es igualmente importante. Esta
idea, a su vez, se compone de otras dos: a) el principio de igual consideración
y respeto y b) la idea de que el respeto al igual es un valor moral de cada in-
dividuo que nos obliga a incrementar su bienestar en la medida de nuestras
posibilidades.

Sin embargo, esta no es una respuesta que apele al valor de la igualdad, sino a
la humanidad. Esta respuesta pone el énfasis en el alivio y la reducción de la
pobreza. Pero una reducción masiva de la pobreza es perfectamente compati-
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ble con un incremento importante de la desigualdad, como muestra el caso de


la China en los últimos años. Entonces, ¿no tenemos razones específicamente
igualitarias para reducir la desigualdad desde la perspectiva de la justicia social?

Sin salir de los terrenos de la justicia social o distributiva, a partir de la publi-


cación en 1971 de la Teoría de la justicia del filósofo de Harvard John Rawls,
el argumento más habitualmente invocado para reducir la desigualdad podría
resumirse así: los ingresos de los individuos son el producto combinado de su
inteligencia, su carácter, su atractivo físico, su fuerza de voluntad, su capital
social, sus ingresos y la educación de sus padres, etc.; muchos de estos facto-
res dependen de la suerte que tengamos en las loterías genética –inteligencia,
belleza, carácter– y social –la calidad del entorno cultural, el patrimonio y la
agenda de contactos de nuestros padres. Dicho de otra manera, en su mayor
parte, los ingresos que tengamos de adultos dependen de circunstancias que
no hemos elegido. ¿Hay algo de malo en esto, en que la mayoría de nuestros
ingresos dependan de circunstancias que no hemos elegido porque escapan a
John Rawls, un filósofo contemporáneo
preocupado por la desigualdad
nuestro control?

Para responder a esta pregunta, Rawls se vale de un ejercicio mental cuya in-
tuición central es el vínculo entre ignorancia y justicia. Rawls cree que el me-
jor método para establecer unos principios de justicia para una sociedad de-
mocrática es imaginar qué principios elegirían unos individuos que no saben
cómo van a resultar afectados por ellos. La gente, situada así tras un «velo de
ignorancia», escoge esos principios sin saber cuáles son sus talentos naturales,
ni su ideología, ni su origen social. En este ejercicio mental, es esta ignorancia
acerca de la posición que terminaremos ocupando en la sociedad la que nos
permite discriminar entre razones que son aceptables y razones que no lo son
a la hora de justificar desigualdades.

Supongamos que un individuo siempre ha estado muy en contra del estado


de bienestar. Al preguntarle por qué, este individuo responde que, dado que
desde hace unos años obtiene unos ingresos regulares del alquiler de una serie
de pisos –ahora mediante Airbnb– que heredó de su bisabuelo, como antes su
padre y aún antes su abuelo, a él le iría «francamente mejor» en ausencia de
estado de bienestar. Entre otras cosas, porque las universidades privadas de sus
tres hijos en Boston cuestan una fortuna.

Dicho individuo seguramente tiene razón, pero esto no tiene nada que ver,
nos diría Rawls, con la justicia social. ¿Qué piensa de lo mismo otro individuo
que no ha heredado nada ni ha tenido nunca ningún estímulo por parte de
su familia para continuar estudiando más allá de la ESO? El ejercicio mental
que nos propone Rawls modela a todos los individuos como iguales al hacer
que desconozcan la suerte que han tenido en las loterías genética y social, que
al ser elementos que escapan a nuestro control no pueden emplearse como
razones para la justificación de las desigualdades económicas y sociales.
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Sin embargo, cabe señalar que en los últimos años, sobre todo a partir del
estallido de la crisis de 2008, la desigualdad ha saltado de las facultades de
filosofía a las de economía y, de ahí, a la agenda política. ¿Qué consecuencias
ha tenido esto en nuestra forma de estudiar la desigualdad?

Uno de los cambios más significativos podríamos resumirlo de la siguiente


forma. Si desde la publicación en 1971 de la teoría de Rawls el argumento más
empleado en la academia para reducir la desigualdad era que «ciertas desigual-
dades son injustas» –porque son el reflejo de circunstancias que no hemos ele-
gido–, el argumento más empleado en los últimos años en favor de reducir la
desigualdad es que «ciertas desigualdades son perjudiciales» para el correcto
funcionamiento de una sociedad. Nuestro nivel de ingresos está positivamen-
te relacionado con nuestra salud, nuestro bienestar, nuestra influencia políti-
ca, nuestra educación o incluso con la estabilidad familiar. Así pues, si la de-
sigualdad económica de una sociedad aumenta, lo esperable sería un aumento
aproximadamente equivalente de la desigualdad en todos esos otros factores
socioeconómicos. Hasta donde sabemos, esto es lo que ha venido ocurriendo
en las tres o cuatro últimas décadas.

En resumen, podemos distinguir dos respuestas a la pregunta de por qué


la desigualdad importa:

• La primera se mueve en el terreno de la moral y puede resumirse


diciendo que la desigualdad importa porque es injusta, ya que bue-
na parte de las desigualdades existentes se deben a factores que es-
capan a nuestro control y que, por tanto, deberían ser irrelevantes
en nuestros juicios sobre la (in)justicia social.

• La segunda es una respuesta que opera en una dimensión más bien


pragmática y podemos resumirla diciendo que la desigualdad im-
porta porque tiene malas consecuencias –sociales, políticas, econó-
micas, etc.– en el funcionamiento de nuestras sociedades.

Este módulo se ordena de la siguiente forma. En el primer apartado analizare-


mos qué ha ocurrido con la distribución de los ingresos en las tres últimas dé-
cadas en los países de la OCDE, haciendo especial atención al caso de España.
En el segundo estudiaremos dos tipos diferentes de desigualdad: la desigualdad
primaria –o en los ingresos del mercado– y la desigualdad secundaria –o en la
renta disponible de los hogares. Por último, examinaremos tres dimensiones
en las que opera la desigualdad: la dimensión económica, la social y la política.
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Objetivos

Los objetivos de este módulo son los siguientes:

1. Analizar la evidencia empírica sobre la evolución de la distribución de in-


gresos en las últimas cuatro décadas para los países de la OCDE, con espe-
cial atención a lo ocurrido en España en la última década.

2. Explicar las dos fases principales de la distribución de ingresos: la primaria


y la secundaria.

3. Distinguir tres dimensiones en las que opera la desigualdad: la social, la


política y la económica.

4. Examinar por qué la evolución de la desigualdad es un fenómeno clave


para comprender nuestras sociedades contemporáneas.
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1. La evolución reciente de la distribución de la renta


en los países de la OCDE

En la literatura empírica sobre desigualdad se emplean diversas aproximacio-


nes al estudio de la distribución de la renta. Sin entrar en el detalle contable,
es importante distinguir dos momentos. En primer lugar, la distribución fun-
cional o factorial de la renta indica el reparto del valor añadido bruto (VAB)
entre los factores productivos habituales (trabajo, capital, recursos naturales).
En segundo lugar, la distribución personal de la renta refleja cómo se distribu-
ye la renta entre los hogares y la evolución de la desigualdad o dispersión. Esta
última se refiere a dos tipos de rentas:

• Las rentas�primarias, que comprenden las rentas salariales y las rentas de


la propiedad –dividendos, intereses e ingresos procedentes de un alquiler,
básicamente.

• Las rentas�secundarias, que se dividen a su vez en:


– Renta disponible de los hogares después de haber pagado los impuestos
directos y las cuotas a la Seguridad Social y una vez contabilizadas las
transferencias monetarias.

– Renta disponible ajustada, que resulta de añadirle a la renta disponible


las prestaciones en especie –educación y sanidad, esencialmente.

El�Estado�interviene�en�el�proceso�de�distribución�transformando�las�ren-
tas�primarias�en�secundarias�mediante�cuatro�instrumentos:

• impuestos corrientes sobre la renta y el patrimonio


• transferencias sociales en efectivo y en especie
• cotizaciones sociales
• otras transferencias corrientes

(1)
De esta forma, y siguiendo la metodología de las agencias europea (Eurostat) En puridad, aún habría una dis-
1 tribución sectorial (forma en que
y española (INE) de estadística , a continuación se presentan los datos sobre la renta se genera en las distintas
la distribución de la renta de los hogares, que se desarrolla en tres fases. actividades económicas) y una te-
rritorial (diferencias de renta entre
áreas o territorios políticos o admi-
Diagrama 1. Distribución de la renta de los hogares nistrativos) de la renta. Véase Ca-
ñada Martínez (1999).
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(2)
Pues bien, el aumento de la desigualdad en la distribución primaria de los in- Entre 1985 y 2008 el índice sin-
tético de Gini aumentó un 10 %
gresos desde comienzos de la década de 1980 es un fenómeno bien documen-
en los países de la OCDE, pasando
tado por la literatura empírica2. La generalización del interés político por la del 0,29 al 0,316 (OCDE, 2011).
Dos trabajos que estudian la con-
desigualdad encuentra, en este sentido, su fundamento empírico en dos tra- centración de ingresos en el per-
centil superior de la distribución
bajos. En primer lugar, en el trabajo de Piketty y Saez (2003), que comienza a para un conjunto de veintidós paí-
situar la desigualdad en la agenda política y cuyos gráficos sobre la progresiva ses son los de Atkinson y otros
(2011) y Atkinson (2015).
concentración de las rentas antes de impuestos y transferencias en el extremo
superior de la distribución pueden encontrarse en casi cualquier rincón de in-
ternet; y, en segundo lugar, en el estudio de la Oficina de Presupuestos del
Congreso de los Estados Unidos sobre la distribución de la renta entre 1997
y 2007 (Harris y Sammartino, 2011), en el que se concluye que la principal
causa del incremento de la desigualdad en las rentas después de impuestos es
el aumento de la desigualdad en las rentas antes de impuestos. De acuerdo con
el informe de Harris y Sammartino, durante el periodo entre 1979 y 2007 la
Evolución�de�los�ingresos�disponibles
fracción de las rentas primarias del 20 % más rico de la distribución aumen- por�grupo�de�renta�(1979-2007)

tó alrededor de un 60 %, mientras que la fracción de las rentas primarias en


manos del 80 % restante disminuyó. Un informe de 2012 de la OCDE apun-
taba también al incremento en la dispersión de las rentas primarias como la
principal causa del aumento de la desigualdad en las rentas disponibles de los
hogares (OCDE, 2012). Pero esto, se dirá el estudiante, es lo que ha ocurrido
en EE. UU., un país con un estado del bienestar poco desarrollado y, por tanto,
no muy representativo de las economías occidentales. ¿Qué ha ocurrido en
España?

El gráfico 1 muestra los cambios en la distribución funcional de la renta ocu-


rridos en España en los últimos diez años. Las líneas del gráfico muestran cam-
bios poco significativos para el periodo estudiado, lo que significa que la dis-
tribución factorial de la renta nacional entre capital y trabajo se ha mantenido
razonablemente estable.

Gráfico 1. Evolución de la distribución funcional de la renta (2007-2016)

Fuente: elaboración propia a partir de datos del INE (Contabilidad Nacional de España)
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Pero ocurre que la distribución factorial es escasamente informativa sobre có-


mo se ha comportado la desigualdad en la última década en España, porque,
por un lado, en esta primera fase de la distribución aún no ha intervenido el
Estado –todavía no ha habido una conversión de la renta nacional en renta de
los hogares (véase más arriba el diagrama 1). Y, por el otro lado, esto aún no
nos dice nada sobre cómo se han distribuido las rentas entre los individuos. El
gráfico 2 muestra la evolución de los salarios mensuales brutos de los percen-
tiles 90, 50 y 10 y la de la desigualdad (Gini) durante el periodo entre 2008
y 2015.

Índice de Gini

El índice de Gini oscila entre el 0 (la igualdad perfecta) y el 100 (desigualdad perfecta).
Un coeficiente de 0 significa que todo el mundo tiene los mismos ingresos, mientras
que un valor de 100 indicaría que un solo individuo de la sociedad acapara toda la renta
nacional. Como señala ATKINSON (2015, pág. 17), al emplear este índice –que recibe su
nombre por el estadístico italiano Corrado Gini (1884-1965)–, y aunque muchos de los
académicos que lo emplean no sean conscientes de ello, estamos teniendo en considera-
ción cuestiones de tipo distributivo. De hecho, al emplear el coeficiente de Gini estamos
otorgándole tres veces más peso (weight) al euro adicional que va al 25 % más pobre de
la distribución con respecto al euro adicional que va al 25 % más rico.

Gráfico 2. Evolución de la distribución salarial y del indicador Gini de desigualdad (2008-2015)

Fuente: elaboración propia a partir de datos del INE (Encuesta de estructura salarial). Nota: D9/D5: 9ª decila dividida por la
mediana de la ganancia por hora

(3)
El gráfico muestra que a partir de 2008 la desigualdad ha aumentado dos pun- Véase Pérez (2017).
tos en el índice de Gini y que donde ha estado concentrada la acción es en
la mitad inferior de la distribución. En efecto, frente a la estabilidad del indi-
cador D9/D5 –que, si exceptuamos el año 2014, no ha registrado variaciones
superiores a una décima en todo el periodo–, el indicador D5/D1 ha registrado
variaciones de dos décimas en dos años consecutivos: una disminución muy
significativa del 1,76 (2009) al 1,58 (2010) y un incremento del 1,58 (2010)
al 1,78 (2011) al año siguiente. La pregunta entonces es: ¿por qué España es
uno de los países de la UE donde más ha aumentado la desigualdad, hasta el
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punto de recibir llamadas de atención desde Bruselas por ello?3 Como veremos
en el siguiente apartado, el particular funcionamiento del estado de bienestar
español tiene mucho que ver en ello.
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2. Desigualdad primaria y secundaria y nociones sobre


justicia social

Una forma rápida de describir el estado de bienestar es compararlo con una


máquina enorme de impuestos y transferencias cuyo objetivo principal es la
reducción de la pobreza y las desigualdades. Ahora bien, esto, como promover
una actividad como el esquí, por ejemplo, puede hacerse de distintas formas.
Un gobierno puede promover el esquí directamente construyendo las pistas y
subvencionando el precio de los forfaits, pero también puede hacerlo indirec-
tamente. Supongamos que el gobierno encarga un informe a una consultora
privada cuya principal conclusión es que solo los países con un PIB per cápita
anual por encima de los 20.000 euros tienen aficionados al esquí. En este caso,
el gobierno podría adoptar una serie de medidas destinadas a incrementar el
crecimiento económico, lo que, andando en el tiempo, podría tener el efecto
de impulsar la afición al esquí.

Algo similar ocurre con la justicia social. Mucha gente considera que uno de
los objetivos principales, si no el principal, de los estados de bienestar es la
reducción de las desigualdades y de la pobreza. Pero esto, como la promoción
del esquí, es compatible con políticas muy distintas. Es compatible con un
Estado grande en el que el gasto social como porcentaje del PIB (véase gráfico
3) sea de alrededor del 30 % –como ocurre en Francia o Bélgica. Pero también
es compatible con un Estado mucho más modesto en el que el gasto social
como porcentaje del PIB apenas alcance el 10 %, como en Corea del Sur –
porque, como veremos un poco más adelante (véase más abajo la tabla 1), la
dispersión en las rentas primarias en Corea es muy baja.

Gráfico 3. Gasto social como porcentaje del PIB (OCDE 2016, países seleccionados)

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la OCDE (Social Expenditure Database)

La estrategia redistributiva característica de los estados de bienestar que se


construyeron en las dos o tres décadas posteriores a 1945 consistió en dejar
funcionar los mercados en la fase primaria de la distribución de la renta y corre-
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gir la dispersión de esos ingresos después, mediante los impuestos y las trans-
ferencias. El fortísimo crecimiento económico del que disfrutaron las princi-
pales economías de la OCDE en las décadas posteriores al final de la Segunda
Guerra Mundial propició que los mecanismos posdistributivos típicos del es-
tado de bienestar convirtieran el (mero) crecimiento en crecimiento inclusivo,
siguiendo aproximadamente esta secuencia:

Diagrama 2. Del crecimiento al crecimiento inclusivo

Esta noción de la justicia social –resumida en el adagio�«crecer�primero�pa-


ra�distribuir�después»– mezcla los dos ingredientes esenciales de la mayoría
de las nociones contemporáneas de la justicia social, porque permite que los
mercados funcionen primero –con lo que introduce el ingrediente de la efi-
ciencia–, pero corrige luego sus resultados más desiguales mediante la inter-
vención del Estado –ingrediente de la igualdad.

Esta concepción liberal igualitaria de la justicia social funcionó correc-


tamente en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial,
pero desde hace algunos años se enfrenta a tres problemas: la pérdida
de potencia redistributiva de los estados de bienestar, la globalización
y el cambio tecnológico.

Los analizaremos por este mismo orden.

Problemas�de�la�justicia�social�como�crecer�primero�y�distribuir�después

Un informe de finales de noviembre de 2016 de la OCDE concluía que, pese a


la recuperación del crecimiento que se ha venido observando en varios países
de la OCDE en los últimos años, la desigualdad continúa en niveles de récord
por dos razones (OCDE, 2016): el incremento de la dispersión en las rentas
primarias y el debilitamiento�de�la�potencia�de�los�mecanismos�redistribu-
tivos en la mayoría de países de la OCDE. La tabla 1 recoge la evolución de
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la desigualdad de las rentas primarias y de la potencia redistributiva de los


mecanismos redistributivos en la última década para una selección de países
de la OCDE.

Tabla 1. Evolución de la dispersión en rentas primarias y de la redistribución operada por los im-
puestos y las transferencias (2007-2013, OCDE)

Gini antes de Gini antes de Gini renta dis- Gini renta dis- Reducción Gi- Reducción Gi-
la redistribu- la redistribu- ponible (2007) ponible (2013) ni por redistri- ni por redistri-
ción (2007) ción (2013) y y variación bución (2007) bución (2013)
la variación

ESP 0,40 0,48 (+20 %) 0,31 0,35 (+13 %) 0,213 0,265

ITA 0,42 0,44 (+4,7 %) 0,31 0,33 (+6,4 %) 0,261 0,260

GRC 0,45 0,51 (+13 %) 0,33 0,35 (+6 %) 0,262 0,311

PRT 0,46 0,5 (+8,69 %) 0,35 0,34 (-1,5 %) 0,230 0,306

USA 0,46 0,48 (+4,3 %) 0,365 0,39 (+6,8 %) 0,204 0,177

GBR 0,47 0,47 (=) 0,37 0,35 (-5,4 %) 0,211 0,251

FRA 0,43 0,45 (+4,6 %) 0,295 0,294(-0,3 %) 0,319 0,339

DEU 0,41 0,42 (+2,4 %) 0,288 0,3 (+4,1 %) 0,294 0,288

DNK 0,37 0,40 (+8,1 %) 0,24 0,25 (+4,1 %) 0,362 0,365

SWE 0,36 0,38 (+5,5 %) 0,253 0,28(+10,6 %) 0,293 0,265

KOR 0,32 0,31 (-3,1 %) 0,30 0,28 (-6,3 %) 0,069 0,084

OCDE 0,415 0,43 (+3,6 %) 0,307 0,31 (+1,6 %) 0,255 0,270

Fuente: OCDE (2016)

Los datos muestran al menos dos cosas. La primera es que en Europa, en los
años inmediatamente posteriores a la crisis de 2007, los cambios en la distri-
bución de la renta reflejan dos hechos:

• el aumento de la dispersión de las rentas del mercado


• la pérdida de potencia igualadora de los mecanismos redistributivos des-
pués de la crisis
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Como se observa en la tabla, tras un primer momento (2007-2010) en el que


los sistemas de protección social reaccionaron a los efectos de la crisis incre-
mentando su capacidad redistributiva –pasando de 0,255 a 0,277–, a partir de
2010 no solo no se observan mejoras, sino que se verifica una pérdida neta de
capacidad redistributiva.

La segunda es una conclusión para el caso particular de España. Como vemos


en la tabla, España presenta una desigualdad superior a la de la media de las
democracias industriales no solo por el incremento en la desigualdad de los
ingresos de mercado, sino también porque, en un contexto de aumento de
Muchas economías avanzadas han
experimentado en los últimos años un aumento
la dispersión de las rentas primarias, la potencia redistributiva del estado de en la dispersión de las rentas de mercado.
Fuente: blog Aldea
bienestar español continúa estando por debajo de la media de los países de la
OCDE. ¿Por qué?

Como decíamos un poco más arriba, el estado de bienestar es una maquinaria


enorme que recauda impuestos –de acuerdo, además, con el principio de ca-
pacidad económica, cuando son directos– para proveerse servicios y transfe-
rencias públicas. Pero no todas esas transferencias tienen un objetivo iguala-
dor o redistributivo. Algunas transferencias del bienestar, como las pensiones
o el seguro de desempleo, buscan protegernos contra accidentes o eventuali-
dades –rompernos una pierna, cumplir la edad de jubilación, perder nuestro
trabajo– que nos impiden obtener ingresos por nosotros mismos en el merca-
do laboral. Esas transferencias están basadas en el principio contributivo, de
forma que cuanto mejor nos haya ido en el mercado de trabajo, mayor será
nuestra prestación –mayor paro o mayor pensión. Por ello, los estados de bie-
nestar basados en el principio contributivo suelen tener dificultades para re-
ducir las desigualdades en las rentas primarias –más aún si, como en el caso
de España, la recaudación tributaria es inferior a la media de la OCDE. En el
gráfico 4 vemos como España se encuentra en la barra inferior, lo que significa
que sus impuestos y transferencias son los de menor eficacia redistributiva del
conjunto de veintitrés países de la OCDE seleccionados.
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Gráfico 4. Potencia de los mecanismos redistributivos (OCDE, países seleccionados)

Fuente: elaboración propia a partir de Joumard y Koske (2012)

El segundo factor que en los últimos años también se ha convertido en una


amenaza para la noción de la justicia social como «crecer para distribuir» es la
globalización. Branko Milanovic abre su último libro, Global Inequality (2016),
con una pregunta: «¿Quiénes son los ganadores de la globalización?». Las ma-
yores ganancias las encontramos en dos grupos: los individuos más ricos de las
democracias más ricas y una nueva clase media global emergente, compuesta
fundamentalmente por las clases medias de los países asiáticos –predominan-
temente China, pero también Tailandia, Vietnam e Indonesia– y el top 1 %
de la distribución global.

Gráfico 5. Ganadores y perdedores de la globalización: el elefante de Milanovic

Fuente: elaboración propia a partir de Lakner y Milanovic (2016)

Lo que muestra la conocida «curva del elefante» de Milanovic (gráfico 5) es


que, mientras que algunos grupos de la población han ganado con la globa-
lización, a otros no les ha ido tan bien. Este es el caso de las clases medias
y medias-bajas de los países de la OCDE. La globalización ha aumentado los
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ingresos de la población mundial (en términos agregados), pero los estados de


bienestar occidentales no han sido capaces de asegurar una (re)distribución de
las ganancias que alcance a quienes han perdido –o no han ganado– con ella.

Por último, el tercer límite a la noción de la justicia social como «crecer para
distribuir» es el cambio tecnológico. Hagamos (solo un poco) de historia. La
industrialización, unida al nuevo diseño que los acuerdos de Bretton Woods
y la creación del GATT otorgaron al sistema económico mundial, permitió un
crecimiento económico basado en la igualdad. El cambio tecnológico poste-
rior a la Segunda Guerra Mundial fue inclusivo porque elevó la productividad,
pero sin generar grandes brechas entre las distintas partes de la distribución Líderes e intelectuales representativos de la
nueva derecha surgida en los setenta
de ingresos. Además, la expansión del «consenso socialdemócrata» facilitó la
implantación de una nueva macroeconomía –de demanda o keynesiana– que
parecía tener todas las respuestas, fuera cual fuera el problema que se plantea-
ra. Pero la combinación de la «cuarta revolución industrial» (Gordon, 2012
y 2016) y los problemas económicos surgidos tras la gran crisis del petróleo
de 1973 llevaron a una revisión completa del consenso socialdemócrata. Los
años�setenta�marcaron�un�antes�y�un�después.

Cuando se trata de explicar los cambios ocurridos en la dispersión salarial des-


de la década de 1970, el modelo canónico de la economía laboral –al que los
anglosajones suelen referirse como skill-biased technical change (SBTC) model–
pone el énfasis en el cambio tecnológico sesgado hacia quienes tienen más
cualificaciones, que representa un modelo simple de oferta y demanda en el
que dos clases o grupos de trabajadores –según estén cualificados o no– rea-
lizan tareas imperfectamente sustituibles entre sí (Acemoglu y Autor, 2012).
Así pues, los cambios en la desigualdad en las rentas primarias de las últimas
cuatro décadas reflejan la (desigual) forma en la que las productividades de los
distintos tipos de trabajadores han evolucionado durante el mismo periodo de
tiempo. En la medida en que el cambio tecnológico ha hecho algunas habili-
dades más valiosas, la gente con mayor capital humano (mayor educación) ha
Caracterización de los empleos que sufren
incrementado el valor de sus habilidades. A diferencia del shock tecnológico mayor riesgo de automatización

posbélico, los cambios provocados por los avances en innovación en los últi-
mos años están mostrando una cara menos amable del desarrollo tecnológico.

En las cuatro últimas décadas, los avances tecnológicos no solo no han


funcionado como una fuerza cohesionadora, sino que han incrementa-
do los niveles de desigualdad, al polarizar los mercados laborales.

(4)
La automatización y la robotización destruyen los empleos rutinarios, que por Véase Cortés (2016).
lo general se venían encontrando en la parte mediana de la distribución de
salarios. Esto es coherente con Acemoglu y Autor (2012), que encuentran que
los salarios han crecido más en las partes alta y baja de la distribución que
en la zona intermedia. En definitiva, el desarrollo tecnológico es, desde hace
© FUOC • PID_00252426 19 Tipología y dimensiones de la desigualdad

un par de siglos, el motor de la prosperidad económica de las sociedades in-


dustriales, pero, desde hace cuatro décadas, también del incremento de sus
desigualdades4.

Como decíamos más arriba, el objetivo de reducir las desigualdades y la po-


breza es compatible con múltiples políticas. Hemos visto que la estrategia de
crecer primero para distribuir después, característica del consenso posbélico,
se enfrenta a algunos problemas. Como concluye en un informe reciente la
OCDE (2016), el riesgo de cronificación de altos niveles de desigualdad en al-
gunos países –España de forma destacada– hace «necesaria» la adopción de
medidas que fomenten la potencia redistributiva (inclusiva) de los estados de
bienestar. ¿Qué hay que hacer? ¿Cuáles podrían ser estas medidas?

¿Qué�hay�que�distribuir?�Del�crecimiento�a�las�oportunidades

Tradicionalmente se ha venido considerando que existen dos�grandes�nocio-


nes�de�la�justicia�social: la igualdad�de�resultados y la igualdad�de�oportu-
nidades. La justicia social como idea de «crecer para distribuir» consiste esen-
cialmente en igualar ex post resultados. Así pues, por ejemplo se nos concede
una prestación por invalidez si después de un accidente de tráfico quedamos
inhabilitados para desempeñar nuestro empleo, el paro si perdemos nuestro
empleo de forma transitoria o una pensión cuando alcanzamos la edad de ju-
bilación. Estas prestaciones no buscan maximizar nuestras oportunidades en
la vida, sino solo compensar por accidentes o eventualidades que nos impiden
acudir a los mercados para obtener rentas primarias. La justicia social se realiza
mediante la compensación.

Últimamente, sin embargo, si nos fijamos tanto en el campo de los estudios


empíricos sobre la distribución de la renta como en el de la filosofía normati-
va, la que más ha florecido ha sido la literatura sobre la igualdad de oportuni-
dades. Siguiendo los trabajos del economista de Yale John Roemer y sus coau-
tores (Roemer, 1998; Roemer y Trannoy, 2013), esta literatura ha venido con-
siderando que los determinantes de los resultados económicos –salario, ingre-
sos, etc.– pueden dividirse entre aquellos que se deben a nuestra suerte en las
loterías genética y social –nuestra habilidad para resolver integrales, la agenda
La justicia (social o distributiva) no siempre
requiere una igualdad estricta
de contactos de nuestros padres– y aquellos por los que la gente es responsable
(esfuerzo). Si un individuo estudia diez horas al día además de trabajar en los
meses de verano y saca unas notas excelentes en alguno de los títulos de los
Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya que
le permiten acceder a un puesto de analista de riesgos en McKinsey & Com-
pany –que era su primera opción por delante de Boston Consulting Group–,
entonces podemos decir que al menos una parte de los ingresos que obtendrá
en McKinsey son el resultado de su esfuerzo. Si este individuo solo ha podido
acceder a ese puesto gracias a que su madre hizo una llamada porque conoce
© FUOC • PID_00252426 20 Tipología y dimensiones de la desigualdad

personalmente al jefe de recursos humanos de McKinsey, entonces los ingre-


sos del mismo se deberán, al menos parcialmente, a factores que no caben en
nuestras consideraciones sobre las demandas de la justicia social.

Impulsado, quizá, en parte por el fracaso del socialismo real, al escuchar la


palabra desigualdad lo que a mucha gente le viene hoy a la cabeza es la idea de
garantizar cierta igualdad de oportunidades. La igualdad de oportunidades es,
a buen seguro, la concepción más popular de la justicia social. Pero más allá de
este consenso en el plano abstracto de las nociones de la justicia social, ¿en qué
se concretan las exigencias de la igualdad de oportunidades? ¿Qué políticas
podría adoptar el policy maker inspirado por el ideal de la justicia social como
maximización de las oportunidades?

Si los estados de bienestar contemporáneos tienen dificultades para


igualar las rentas después de impuestos y las transferencias, una alter-
nativa por la que pueden optar es la de adoptar políticas cuyo objetivo
sea igualar las rentas antes de impuestos y las transferencias.

(5)
En la literatura económica esta idea ha recibido el nombre de predistribu- En la literatura económica, véase
5 Heckman (2012); en el ámbito de
ción . La idea de la predistribución es sencilla y queda bien resumida por el la ciencia política, Hacker (2011);
eslogan popular según el cual «más vale prevenir que curar». O dicho de una en el campo de la filosofía política,
Barragué (2016).
forma un poco más elaborada: si queremos reducir las desigualdades injustas,
no podemos limitarnos a intervenir ex post sobre sus efectos, sino que debemos
actuar ex ante sobre sus causas. Pero, ¿cómo se previene en materia de pobreza,
exclusión y desigualdad social? Las políticas predistributivas –tendentes, insis-
timos, a reducir la desigualdad en las rentas primarias– más discutidas hasta
el momento han incidido en dos ámbitos: el sistema educativo y el mercado
laboral.

Seguramente, la política que mejor materializa en el plano institucional la no-


ción de la justicia social como maximizador de las oportunidades es (aumen-
tar) la inversión�en�educación�infantil�en�la�etapa�de�0�a�3�años. El premio
Nobel de economía James Heckman recibió el encargo de escribir el artículo
principal en un número de la revista estadounidense Boston Review dedicado
a la movilidad social. El artículo de Heckman descansa en dos constataciones:

• Actualmente la circunstancia del nacimiento es la principal fuente de de-


sigualdad en EE. UU. La sociedad estadounidense está dividida entre gente
con formación y sin formación (skilled frente a unskilled workers), y los orí-
genes de esa división se encuentran en las experiencias de nuestra infancia
más temprana.

• Existen bastantes estudios provenientes de experimentos que demuestran


que los programas de educación infantil tienen efectos sustanciales y po-
sitivos sobre el desempeño escolar, el desempeño laboral y el comporta-
© FUOC • PID_00252426 21 Tipología y dimensiones de la desigualdad

miento social, efectos que además persisten mucho tiempo después de fi-
nalizados los programas.

El artículo se cierra con una recomendación: a pesar de las muchas llamadas a


que, en un contexto de bajo crecimiento y elevada desigualdad, se incremente
el esfuerzo redistributivo, el policy maker haría bien en desoír esas llamadas a
favor de la redistribución y apostando por la predistribución –«Predistribution,
Not Redistribution» es el título del apartado que hace las veces de conclusión
en el artículo de Heckman. Y ello porque la redistribución seguramente reduce
la desigualdad en un momento dado, dice Heckman, pero no contribuye por sí
misma a mejorar los niveles de movilidad o inclusión social en el largo plazo.

El segundo ámbito es el del mercado�laboral. Siguiendo la literatura que sub-


raya el papel de las instituciones en el crecimiento económico, economistas
laboralistas como Levy y Temin (2007) sugieren que la única forma de reequi-
librar las fuerzas en el mercado, y, por consiguiente, las rentas (primarias) de
mercado, es que el gobierno intervenga para cambiar las reglas del juego. Si
queremos una democracia que trate de garantizar el principio de igual influen-
cia política de los ciudadanos, entonces el policy maker puede hacer tres cosas:

(6)
• Reforzar el papel de los sindicatos, porque a veces las interferencias gene- Véase Acemoglu y Robinson
(2013).
radas por estos actores pueden ser eficientes para el equilibrio de una eco-
nomía6.

• Estrechar los márgenes del mercado laboral por arriba –al estilo de la «regla
1:12» de limitación de los grandes salarios votada (y rechazada) en referén-
dum por los suizos en 2013– y por abajo –interviniendo en el sistema de
precios mediante la legislación sobre salario mínimo para que los sueldos
de los primeros deciles no se descuelguen con respecto a los incrementos
de la productividad.

• Impulsar políticas activas de formación y adquisición de habilidades para


el empleo y no solo políticas pasivas –prestaciones contributivas y asisten-
ciales por desempleo.
© FUOC • PID_00252426 22 Tipología y dimensiones de la desigualdad

3. Dimensiones de la desigualdad

Que haya algunos factores que explican el zeitgeist de la desigualdad no signi-


fica que esta sea siempre de la misma naturaleza. A continuación distinguire-
mos tres dimensiones de la desigualdad: la política, la social y la económica.

3.1. La dimensión política de la desigualdad

El politólogo de Harvard Robert Putnam abre su último libro, Our Kids: The
American Dream in Crisis, con la historia de la ciudad donde creció, Port Clin-
ton (Ohio). A pesar de ser politólogo, el argumento de Putnam es histórico y
funciona como una narración impulsada por la nostalgia de una infancia que
se intuye feliz: «La ciudad donde nací era, en la década de 1950, una encarna-
ción aceptable del Sueño Americano», dice Putnam, «un sitio que ofrecía unas
oportunidades decentes a todos los niños de la ciudad, con independencia de
Port Clinton, el escenario del libro Our Kids, de
Robert Putnam
su origen social». Algo más de medio siglo después, Port Clinton se ha conver-
tido, continúa Putnam, en la pesadilla de la América de las dos velocidades,
una ciudad en la que los niños que viven en el lado incorrecto de las vías del
tren que parten por la mitad la ciudad no pueden ni imaginar las oportunida-
des de las que disfrutarán en el futuro los niños nacidos en el lado correcto
de las vías. Del sueño americano, en el que las desigualdades son el reflejo de
la movilidad social, a la pesadilla americana, en la que la desigualdad refleja
la desigualdad de oportunidades de una sociedad estratificada. En apenas cin-
cuenta años. Pero esto, podría pensar el estudiante, es lo que ocurre en Estados
Unidos, donde la desigualdad ha aumentado notablemente más que en otras
democracias industriales. Esto seguramente será poco representativo del caso
español. ¿Seguro?

En España, como ocurre en casi todos los países, cada vez más gente reside en
grandes ciudades. De hecho, en la Unión Europea tres cuartas partes del total
de la población ya viven en ciudades. ¿Por qué? La respuesta la encontramos en
las economías�de�aglomeración; es decir, en las ventajas que surgen cuando
las personas físicas y jurídicas se concentran en torno a un área geográfica. Los
beneficios de la densidad poblacional irían desde el abaratamiento de costes –
derivado, por ejemplo, de la participación en economías de escala– y mejores
infraestructuras –hospitales, por ejemplo– hasta ganancias de producción y
renta per cápita (Glaeser, 2010).

Pero de acuerdo con el hilo argumental de Putnam en Our Kids, las ciudades
se están convirtiendo progresivamente en núcleos de desigualdad económica
y exclusión social y política. Cuando se discute el problema de la desigualdad
en las grandes ciudades, el debate suele centrarse, fundamentalmente, en el
escenario de privación múltiple y en sus consecuencias en los planos econó-
mico y social. Lo que no suele enfatizarse tanto, y es lo que nos interesa ahora,
© FUOC • PID_00252426 23 Tipología y dimensiones de la desigualdad

son sus efectos en el plano político. En un trabajo reciente, Gómez y Trujillo


(2011) identifican una serie de «agujeros negros» de la democracia española.
Estos agujeros son los barrios más marginales de las ciudades más grandes y
en los que sus vecinos, de forma muy mayoritaria, no incluyen sus preferen-
cias en el proceso democrático. No es solo que la desigualdad y la exclusión
social estén relacionadas con la abstención, afirman Gómez y Trujillo, sino
que son una causa de esta. ¿Pero por qué debería importarnos la desigualdad
político-electoral? ¿Qué hay de malo en que una parte de la población no ex-
prese sus preferencias políticas?

Toda definición de la democracia, por magra que esta sea, asume como uno
de sus objetivos garantizar la igual influencia política de todos los ciudadanos.
Si fuera cierto que todos los grupos sociales –desde el más privilegiado hasta
el más vulnerable– participan aproximadamente igual en los procesos electo-
rales, esto podría contribuir a mitigar las desigualdades. Pero, al contrario, si
un grupo de electores participara sistemáticamente menos que el resto y sus
Imagen del barrio de Las Tres Mil Viviendas en
preferencias no fueran incluidas en el sistema, esto podría implicar que sus Sevilla

intereses no fueran tenidos en cuenta. Hasta aquí, la teoría. Pero, ¿qué ocurre
en la práctica? La tabla 2 recoge el ranking de las diez secciones electorales –
secciones de entre quinientos y dos mil habitantes dentro de un municipio–
más abstencionistas en las elecciones municipales de 2015.

Tabla 2. Ranking de las diez secciones más abstencionistas en las municipales de 2015

Barrio o sec- Abstención Tramo de Municipio Diferencias


ción electoral exclusión en absten-
ción con la
media del
municipio

Vallecas (Cañada 0,92 Extrema Madrid 0,62


Real)

Polígono Sur 0,86 Extrema Sevilla 0,46

Asperones fase 1 y 0,82 Extrema Málaga 0,37


3

Sant Cosme 0,75 Extrema El Prat de Llobregat 0,29

Palmilla 0,76 Extrema Málaga 0,30

Serrallo 0,74 Sin datos Ceuta 0,24

El Puche 0,73 Extrema Almería 0,26

Cartuja-Almanjáyar 0,73 Extrema Granada 0,33

San Roque 0,72 Atípica Badalona 0,30

Fuente: Gómez y Trujillo (2016)

Como se observa, la correlación entre vivir en una zona caracterizada por la


carencia de recursos y la abstención es altísima –y lo mismo ocurrió en las
elecciones autonómicas andaluzas del 22 de marzo de 2015–, con el agravante
© FUOC • PID_00252426 24 Tipología y dimensiones de la desigualdad

de que cada vez hay más vecinos que residen en estos barrios marginales. ¿Ha
producido algún cambio en este patrón la llegada de nuevos actores –Podemos,
Ciudadanos, las Mareas, etc.– al sistema político?

En las elecciones municipales de 2015 los partidos más o menos directamente


vinculados a los movimientos sociales surgidos al calor del 15M lograron una
representación notable a partir de diferentes plataformas políticas. Sin duda,
esto fue así en grandes ciudades donde, de hecho, alcanzaron la alcaldía, co-
mo ocurrió en Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza. Ahora bien, como se
muestra en la tabla 3, los datos de la sección más abstencionista en esas gran-
des ciudades no solo coinciden con un barrio extremadamente marginal, sino
también con las tasas de participación observadas en otros procesos electora-
les anteriores.

Tabla 3. El barrio más abstencionista de las nueve ciudades peninsulares más pobladas en las
elecciones de 2015

Ciudad Barrio más Tramo de Abstención Diferencias


absten- exclusión de absten-
cionista ción con la
media del
municipio

Madrid Vallecas (Ca- Extrema 0,92 0,62


ñada Real)

Barcelona Torre Baró 4.º cuartil 0,66 0,28

Valencia La Coma Extrema 0,62 0,30

Sevilla Polígono Sur Extrema 0,86 0,46

Zaragoza Diseminado 4.º cuartil 0,58 0,24

Málaga Asperones fase Extrema 0,82 0,37


1y3

Murcia La Paz 4.º cuartil 0,60 0,26

Palma de Mallorca Viviendas Co- 4.º cuartil 0,71 0,26


rea

Bilbao Otxarkoaga Atípica 0,65 0,24

Fuente: Gómez y Trujillo (2016)

Como observan Gómez y Trujillo, en todos estos barrios los poderes públicos
han implantado políticas y programas centrados en erradicar o al menos mi-
tigar las situaciones de carencia material severa y los problemas de acceso a
la salud y a la vivienda. Curiosamente, ninguno ha implantado un programa
cuyo objetivo sea erradicar, o al menos mitigar, la desigualdad en la participa-
ción electoral.

En definitiva, según Putnam, en el Port Clinton de la década de 1950 los ni-


ños iban juntos a clase, iban juntos al parque e iban juntos a la bolera. Con
independencia de su clase social. Pero ahora eso se ha perdido. Y según los
© FUOC • PID_00252426 25 Tipología y dimensiones de la desigualdad

estudios de Gómez y Trujillo (2011; 2016), lo mismo está pasando en España.


Los ciudadanos de algunos barrios de Barcelona van a colegios y universida-
des (muy) caras, tienen trabajos (muy) bien remunerados y los domingos de
elecciones llenan las urnas. Los del barrio que queda al otro lado de la carre-
tera abandonan de forma (muy) temprana el colegio, tienen (muy) altas tasas
de desempleo y nunca incluyen sus preferencias en el sistema democrático.
Esto es problemático porque la participación electoral no solo es un derecho
individual reconocido por todo sistema democrático, sino que además puede
coadyuvar a la solución de las desigualdades sociales y económicas.

3.2. La dimensión social de la desigualdad

En 2008, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe en


el que alertaba de lo que luego se conocería como el efecto Glasgow. Según
el informe de la OMS (CSDH, 2008), la esperanza de vida de un varón nacido
en la ciudad de Glasgow variaba hasta veintiocho años en función del barrio
donde hubiera nacido: un individuo nacido en el área pobre de Calton tenía
una esperanza de vida media al nacer de cincuenta y cuatro años –en la India
la esperanza de vida media al nacer de un varón es de sesenta y dos–, mientras
que si hubiera nacido en el barrio rico de Lenzie su esperanza de vida sería de
ochenta y dos años (CSDH, 2008, pág. 32). Entre Lenzie y Calton hay unos
doce kilómetros de distancia.

Lo anterior podría sugerir que el de Glasgow es un caso único o excepcional.


Pero lo cierto es que este mismo efecto lo observamos en muchos otros países.
En Australia, la esperanza de vida entre los nativos australianos es de 59,4 años
para los hombres y de 64,8 años para las mujeres. Para el conjunto de todos
los australianos es de 76,6 años para los hombres y de 82 para las mujeres.
En Baltimore (EEUU), un individuo que nace en el barrio rico de Roland Park
tiene una esperanza de 84 años, cinco más que la media de EE. UU. Si nace en
el barrio pobre de Seton Hill, a 4,8 kilómetros de Roland Park, su esperanza de
vida es de sesenta y cinco años, esto es, diecinueve años inferior (Ames y otros,
2011). En este punto, el estudiante podría pensar que esto es una consecuencia
de las situaciones de desigualdad extrema que se dan entre la población nativa
y aborigen de Australia y la escasa presencia del Estado de bienestar en las
zonas más deprimidas de Baltimore –si el estudiante ha visto la excelente serie
de HBO The Wire seguro que se estaba barruntando esa hipótesis. Pero debe
que en España algo así es impensable. ¿Seguro?

En España, la Agencia de Salud Pública de Barcelona publica anualmente el


informe La salud en Barcelona. Pues bien, de acuerdo con los datos del informe
de 2015, la esperanza de vida de un individuo nacido en Torre Baró es de 75,2
años, mientras que la de alguien que nace en Pedralbes es de 86,5 años (ASPB,
2015). Una diferencia de aproximadamente once años. Si nos vamos al País
Vasco, los hombres nacidos en el entorno de los valles de Álava tienen una
© FUOC • PID_00252426 26 Tipología y dimensiones de la desigualdad

esperanza de vida al nacer diez años superior a la de los hombres que nacen
en el Casco Viejo de Bilbao (Sophie, 2012). ¿Qué es lo que está causando estas
diferencias?

La hipótesis de epidemiólogos como Michael Marmot –que fue quien presidió


la Comisión sobre los determinantes sociales de la salud (CSDH) de la OMS
que publicó el informe del efecto Glasgow– es que las diferencias en las condi-
ciones de salud de la población no son solo un resultado de la distancia entre
los niveles absolutos de renta entre los países más pobres y los más ricos, ni
siquiera entre los grupos más ricos y más pobres de la distribución dentro de
un país –en la ratio D9/D1, por ejemplo. Existen condicionantes sociales de la
salud que provocan que gente que vive en la misma zona de una ciudad tenga
un riesgo muy diferente de sufrir enfermedades cardiovasculares. Marmot y
otros (1978) encontraron que incluso dentro de la función pública, donde a
priori el estrés ligado a perder el empleo es más reducido, los empleados varo-
nes pertenecientes a los escalones más bajos (los mensajeros) sufrían entre tres
y seis veces más mortandad relacionada con enfermedades cardiovasculares
que los trabajadores del escalón superior (administradores). Más aún, en otro
estudio longitudinal que cubría 7,5 años y a 17.530 empleados de la función
pública en Londres, Marmot y su equipo de colaboradores (Marmot y otros,
2010) encontraron además que los trabajadores de los puestos inferiores tenían
una estatura inferior, un peso más alto para su altura, una presión sanguínea
más alta, fumaban más y realizaban menos ejercicio en su tiempo de ocio que
los trabajadores de los puestos superiores. Parece ser un hecho estilizado de la
economía de la salud que:

«[...] la gente con una posición socioeconómica más alta en la sociedad tiene un conjunto
mayor de posibilidades en la vida y más oportunidades de vivir una vida exitosa. Este
mismo grupo de gente también tiene una salud mejor. Ambas cosas están vinculadas:
cuanto más favorecida es la gente, económica y socialmente, mejor es su salud».

Marmot y otros (2010, pág. 3).

En�definitiva,�las�diferencias�en�salud�se�explican�por�desigualdades�so-
cioeconómicas. ¿Qué podemos hacer?

En los últimos años, el trabajo de Raj Chetty, uno de los mejores economis-
tas jóvenes del mundo, se ha centrado en las desigualdades de oportunidades
que genera el barrio donde nacemos. El trabajo de Chetty y sus colaborado-
res (Chetty y Hendren, 2015) mide el impacto del barrio en las trayectorias
económicas de los niños nacidos en familias y vecindarios pobres. Para ello,
Chetty rastrea los cambios en los ingresos de las familias que se mudaron de
barrio dentro del programa Moving to Opportunity, que dio a familias de muy
bajos ingresos la posibilidad de mudarse de barrios de pobreza muy intensa a
barrios de baja pobreza. Lo que sabemos ahora es lo siguiente:
Cartel publicitario del programa Moving to
Opportunity tendente a evaluar la influencia de
los barrios en nuestras expectativas
© FUOC • PID_00252426 27 Tipología y dimensiones de la desigualdad

• Las familias que se mudaron gracias al programa muestran mejores regis-


tros de salud mental y física que el grupo de control que no se mudó de
su barrio con pobreza muy intensa.

• Las que permanecieron más tiempo en un barrio de baja pobreza después


de haberse mudado logran también mejores resultados laborales y escola-
res.

• Los niños que se mudaron dentro del programa antes de haber alcanzado
la adolescencia se beneficiaron en el plano económico –mayores ingresos
en su etapa adulta– del programa, que también controlaba el resto de fac-
tores.

De acuerdo con datos de Eurostat, el riesgo de pobreza en España entre los


menores de dieciséis años es de aproximadamente el 30 % –indicador AROPE.
Esto significa que España tiene una de las tasas de pobreza infantil más altas
de la UE, solo comparables con las de Rumanía, Bulgaria y Grecia. Una de las
causas de la pobreza en la edad adulta es haber nacido en un barrio marginal,
caracterizado por la exclusión social y política.

Reducir las desigualdades entre barrios, acabar con los guetos y promo-
ver la mezcla de clases sociales es, pues, una forma de reducir la de-
sigualdad económica y de garantizar una oportunidad de tener una vida
exitosa a todos los niños.

También a los que nacen en el barrio de Las Tres Mil Viviendas (Sevilla).

3.3. La dimensión económica de la desigualdad

Como ocurre cada vez que estalla una crisis económica, desde 2008 los econo-
mistas se han erigido como «estrellas del rock» de las ciencias sociales. A ello
ha contribuido de forma destacada un libro que se ha convertido en un au-
téntico best-seller: El capital en el siglo XXI, de T. Piketty. A riesgo de simplificar
demasiado, el argumento de Piketty (2014) es que hoy vivimos una segunda
belle époque o gilded age del capitalismo, definida por el increíble crecimien-
to del uno por ciento más rico. Y que salvo que se tomen medidas desde los
gobiernos, veremos un futuro dominado por una clase de rentistas como los
que desfilan en las novelas de Jane Austen y Honoré de Balzac, con el consi-
guiente riesgo de que la gente situada en el extremo superior de la distribución
aproveche su poder para lograr que el proceso democrático sobrerepresente
sus preferencias. Si no queremos que el aumento de la desigualdad termine
desvirtuando la democracia, los gobiernos han de tomar medidas dirigidas a
reducirla o, al menos, a mantenerla controlada.
© FUOC • PID_00252426 28 Tipología y dimensiones de la desigualdad

No es muy atrevido decir que los trabajos de Piketty, junto a los de Anthony
Atkinson y Emmanuel Saez, han revolucionado nuestra forma de entender la
distribución de la renta. Parte de esta revolución es simplemente metodoló-
gica: tomando como punto de partida el trabajo seminal de Simon Kuznets
(1955), Piketty y Saez (2003) desarrollan una extensísima base de datos em-
pleando fundamentalmente registros administrativos. La obra de Piketty es la
última contribución en esta línea de investigación, particularmente porque
aporta nuevas pruebas con respecto a la evolución de la distribución de otro
factor clave –además de los ingresos– cuando hablamos de desigualdad: el pa-
trimonio o la riqueza. ¿Cómo se relaciona la distribución de la riqueza con
nuestras nociones sobre la justicia social, en particular con la justicia social
como igualdad de oportunidades? ¿Y qué aporta la nueva evidencia empírica
proveniente sobre todo de Piketty (2014), Saez y Zucman (2016) y Alstadsæter
y otros (2017)? Vayamos primero con esto último.

(7)
Hace ya más de cien años, Vilfredo Pareto (2014 [1906]) observó que la distri- Véase Saez (2001) y Jones
(2014).
bución de la riqueza sigue una ley de potencia –conocida por ello a partir de
entonces como distribución paretiana– según la cual el 20 % de la población
posee el 80 % de la riqueza: una regularidad empírica que, según el criterio
de Pareto, se cumplía con independencia de la sociedad (país) y tiempo que
estemos considerando. La literatura sobre la evolución de los ingresos en la
parte superior de la distribución –lo que los anglosajones suelen denominar
top income inequality– ha mostrado que la distribución paretiana predice sor-
prendentemente bien lo ocurrido con las rentas (flujo) en las últimas cuatro
décadas7. ¿Qué tal funciona esta explicación para lo ocurrido con la riqueza
(stock)?

Gráfico 6. Ratio de la riqueza privada en relación con los ingresos en la OCDE (1970-2013)

Fuente: Barragué y Martínez Sánchez (2016)


© FUOC • PID_00252426 29 Tipología y dimensiones de la desigualdad

(8)
El gráfico 6 muestra la evolución de la riqueza privada neta por adulto para Empleando datos a muy largo
plazo para una serie de países, Pi-
una selección de países de la OCDE en las últimas cuatro décadas y media
ketty y Zucman (2014) desagregan
aproximadamente –expresada como porcentaje del PIB. Pues bien, al contrario la variable de riqueza no financiera
y encuentran que su composición
de lo que venía sosteniendo el análisis económico tradicional –porque es lo ha variado también significativa-
que prevén los modelos inspirados de forma más o menos directa por Pareto–, mente a lo largo del tiempo entre
sus distintos elementos.
la relación entre la riqueza privada agregada de un país y su PIB no es constante
a lo largo del tiempo8. Para el conjunto de países seleccionados, la riqueza
privada ha pasado de importar entre dos y tres veces el PIB a comienzos de la
década de 1970 a suponer entre cuatro y siete veces el PIB en los últimos años.

El caso de España es algo singular y en la evolución de la ratio riqueza-ingresos


cabe distinguir tres etapas. La primera abarca el periodo 1970-1998, la segunda
va de 1998 a 2007 y la última desde 2007 hasta 2013. Si consideramos que el
valor de 2013 (660 %) ofrece una imagen de largo plazo de lo ocurrido con la
evolución de la riqueza privada frente al PIB –una vez descontadas las exube-
rancias de la burbuja–, lo que obtenemos para el conjunto del periodo es un
incremento acumulado de aproximadamente tres cientos puntos porcentua-
les. En efecto, si en 1970 la riqueza en manos privadas equivalía a tres años
y medio de producción nacional (362 %, exactamente), en 2013 equivalía a
seis años y medio de PIB (660 %). Esto es simplemente una descripción de
lo ocurrido con la ratio riqueza-ingresos para el periodo 1970-2013 para una
selección de países de la OCDE. ¿Pero a qué se debe la creciente importancia ¿Qué importancia tiene la educación como
ascensor social?
de la riqueza en estas economías en las últimas cuatro décadas y media?

(9)
Básicamente se debe a dos circunstancias. Primero está el proceso de financia- En la misma línea, Philippon y
9 Reshef (2013).
rización de las economías de la OCDE . El gráfico 7 muestra la evolución de la
riqueza privada desde comienzos de la década de los setenta y distingue entre
activos financieros y no financieros.
© FUOC • PID_00252426 30 Tipología y dimensiones de la desigualdad

Gráfico 7. Composición de la riqueza privada como porcentaje del PIB

Fuente: Barragué y Martínez Sánchez (2016)

Como se ve en el gráfico, en los países de la Europa occidental los activos fi-


nancieros han pasado de equivaler a un año del PIB al comienzo del periodo a
algo más de dos años, casi tres, en el caso de Italia. En los países anglosajones,
en cambio, se comienza de un punto más alto –aproximadamente dos años
de PIB– y en 2013 los activos financieros suponen aproximadamente el 350
% del PIB. Tanto en EE. UU. como en el Reino Unido los activos financieros
tienen un mayor peso en la riqueza privada, mientras que en la Europa con-
tinental ocurre lo contrario, ya que España es el caso más extremo dentro de
este grupo. El gráfico 8 descompone la riqueza (privada) no financiera en dos
factores: bienes inmuebles (urbanos y rústicos) y bienes afectos a actividades
económicas y otros activos no financieros. No hay sorpresas: el gráfico confir-
ma la intuición fundamental. En el caso de España, el incremento de la rela-
ción riqueza privada/PIB durante el periodo considerado se debe, en su mayor
parte, al incremento del valor de los bienes inmuebles.
© FUOC • PID_00252426 31 Tipología y dimensiones de la desigualdad

Gráfico 8. Composición de la riqueza no financiera como porcentaje del PIB

Fuente: Barragué y Martínez Sánchez (2016)

Trazar la evolución de la riqueza no solo es importante para entender el desa-


rrollo seguido por la economía de un país, sino también para conocer su bie-
nestar. Entre otros motivos, porque la distribución de la riqueza es mucho más
desigual que la de los ingresos –y esto es así con independencia del país y la
época que se quieren tener en cuenta. Pero, ¿por qué nos tendría que importar
que la distribución de la riqueza siga siendo hoy tan desigual como Vilfredo
Pareto predijo hace ya más de cien años?

Como afirman Chetty y otros (2016), las desigualdades de riqueza importan


porque configuran y dan forma al conjunto de oportunidades de los agentes.
Tradicionalmente, la literatura empírica sobre movilidad social intergenera-
cional ha venido considerando que las (des)ventajas socioeconómicas here-
dadas de nuestros antepasados desaparecen al cabo de aproximadamente tres
generaciones –por ejemplo, Becker y Tomes (1986)– porque una elasticidad de
0,5 en una generación implica una de 0,125 al cabo de tres generaciones. Sin
embargo, en un artículo reciente, Barone y Mocetti (2016) encuentran una
persistencia significativa de las posiciones (estatus) socioeconómicas a lo largo
de siete siglos en Florencia. En su trabajo, Barone y Mocetti (2016) hacen dos
descubrimientos interesantes adicionales:

• Que es posible que la elasticidad intergeneracional de ingresos fuera de


casi 1 hasta el siglo XX –es decir, una sociedad de nula movilidad social.

• Que existen profesiones en las que la movilidad social es particularmente


baja, como los abogados, banqueros, médicos y farmacéuticos.
© FUOC • PID_00252426 32 Tipología y dimensiones de la desigualdad

Al margen de consideraciones morales sobre la deseabilidad ética o moral de


una comunidad en la que el ascensor social está completamente parado –uno
de cuyos ejemplos sería una sociedad estamental o de castas–, una sociedad en
la que las oportunidades de los nietos vienen determinadas por la riqueza de
sus padres y abuelos tiene un problema desde un punto de vista estrictamente
económico: que es ineficiente. En una sociedad con una nula o baja movilidad
social, las niñas con un talento enorme para, digamos, el arte abstracto o la
elaboración de modelos estocásticos, pero nacidas en una familia pobre, no
van a poder desarrollar sus capacidades porque no van a disfrutar de oportuni-
dades para explotarlas. Más allá de lo (in)justa que nos parezca, una sociedad
caracterizada por la desigualdad de oportunidades es ineficiente por la pérdida
de capital humano que se produce en la parte más baja de la distribución –me-
dida como las contribuciones y las capacidades que estos agentes no realizan.
© FUOC • PID_00252426 33 Tipología y dimensiones de la desigualdad

Ejercicios de autoevaluación
1. Según la explicación más empleada en economía, ¿qué explica que cada vez más gente
viva en grandes ciudades?

a) Las economías de escala.


b) Las economías de alcance.
c) Las economías de aglomeración.
d) Las economías de distancia.

2. Las rentas primarias se refieren a...

a) los ingresos antes de impuestos y transferencias.


b) los ingresos que obtenemos en el mercado de trabajo.
c) los ingresos disponibles del hogar.
d) los ingresos después de impuestos y transferencias.

3. El índice de Gini...

a) concede el mismo peso a cada euro adicional ganado por un agente, con independencia
del lugar que ocupe en la distribución de ingresos.
b) concede un diferente peso a cada euro adicional ganado por un agente, pero Corrado Gini
no explicitó ese cálculo.
c) concede el triple de peso al euro adicional ganado por el 25 % más pobre de la distribución
comparado con el 25 % más rico.
d) concede cuatro veces más peso al euro adicional ganado por el 33 % más pobre de la
distribución comparado con el 33 % más rico.

4. Tradicionalmente se ha venido considerando que existen dos grandes nociones de la jus-


ticia social. ¿Cuáles son?

a) La igualdad de resultados y la igualdad material.


b) La igualdad formal y la igualdad de oportunidades.
c) La igualdad de resultados y la igualdad liberal.
d) La igualdad de resultados y la igualdad de oportunidades.

5. La literatura empírica sobre movilidad social intergeneracional ha venido considerando


que las (des)ventajas socioeconómicas heredadas de nuestros antepasados desaparecen al
cabo de...

a) dos generaciones, porque una elasticidad de 0,5 en una generación implica una de 0,125
al cabo de dos generaciones.
b) tres generaciones, porque una elasticidad de 0,5 en una generación implica una de 0,125
al cabo de tres generaciones.
c) cuatro generaciones, porque una elasticidad de 0,75 en una generación implica una de
0,125 al cabo de cuatro generaciones.
d) tres generaciones, porque una elasticidad de 0,75 en una generación implica una de 0,125
al cabo de tres generaciones.

6. El argumento de que la desigualdad importa porque la pobreza (y sobre todo la carencia


material severa) importa, es un argumento...

a) típicamente igualitario, porque pone el énfasis en la igualdad de oportunidades.


b) que apela a la humanidad, porque pone el énfasis en el alivio y la reducción de la pobreza.
c) típicamente igualitario, porque pone el énfasis en la igualdad de resultados.
d) típicamente igualitario, porque pone el énfasis en la igualdad liberal o formal.

7. El programa implantado en EE. UU. bajo el nombre de Moving to Opportunity dio la


oportunidad a familias de ingresos muy bajos…

a) de mudarse de barrios de pobreza muy intensa a barrios de baja pobreza.


b) de mudarse de barrios de pobreza muy intensa a barrios de clase media.
c) de mudarse de barrios de pobreza moderada a barrios de baja pobreza.
© FUOC • PID_00252426 34 Tipología y dimensiones de la desigualdad

d) de mudarse de barrios de pobreza moderada a barrios ricos.

8. Gómez y Trujillo (2016) sugieren que la participación electoral en los barrios marginales
de las grandes ciudades ha continuado siendo (muy) baja, incluso después de la llegada de
partidos nuevos inspirados más o menos directamente por movimientos sociales. ¿Cuál de
las afirmaciones siguientes es la verdadera?

a) Esto puede deberse a que los partidos tradicionales tenían una escasa implantación en
estos barrios y nunca hicieron nada por ellos, ni en políticas de vivienda, ni de salud, ni de
garantía de ingresos.
b) Gómez y Trujillo no afirman que la participación electoral ha continuado siendo (muy)
baja, porque los datos muestran un claro cambio en el comportamiento electoral en esos
barrios.
c) Las respuestas a y b son correctas.
d) Aunque es cierto que en los barrios muy marginales los poderes públicos han implantado
políticas y programas centrados en erradicar o al menos mitigar las situaciones de pobreza
severa y acceso a bienes básicos como salud y vivienda, no han implantado ninguna política
similar dirigida a mitigar las desigualdades en la participación electoral.

9. Las políticas predistributivas más discutidas en la literatura hasta ahora han tendido a
centrarse en los ámbitos siguientes.

a) Tres ámbitos: el mercado laboral, la vivienda y la salud.


b) Tres ámbitos: el mercado laboral, la garantía de ingresos y la salud.
c) Dos ámbitos: el mercado laboral y la educación (sobre todo en la etapa 0-3).
d) Tres ámbitos: la educación (sobre todo en la etapa 0-3), la vivienda y el mercado laboral.

10. Todas las prestaciones del estado de bienestar buscan redistribuir ingresos desde la parte
más alta a la más baja de la distribución de ingresos.

a) Verdadero
b) Falso

11. ¿Cuáles han sido los empleos más afectados por el proceso de polarización de los mer-
cados de trabajo?

a) Aquellos relacionados con la resolución de problemas.


b) Los empleos no rutinarios intensivos en conocimiento.
c) Los empleos rutinarios.
d) Las repuestas a y b son correctas.

12. El desarrollo en innovación y tecnología observable desde comienzos de la década de


los setenta –lo que algunos han denominado como cuarta revolución industrial (Gordon)–
ha sido...

a) similar al producido después de la Segunda Guerra Mundial, porque ha aumentado apro-


ximadamente de la misma forma los ingresos de todos los deciles de la distribución.
b) distinto al producido después de la Segunda Guerra Mundial, porque ha aumentado de
forma aproximadamente igual los ingresos de todas los decilos de la distribución.
c) similar al producido después de la Segunda Guerra Mundial, porque ha aumentado de
forma desigual los ingresos en distintas partes de la distribución: mucho en los deciles supe-
riores, poco en los inferiores.
d) distinto al producido después de la Segunda Guerra Mundial, porque ha aumentado de
forma desigual los ingresos en distintas partes de la distribución: mucho en los deciles supe-
riores, poco en los inferiores.

13. En España el aumento de la desigualdad observado desde 2007 se explica sobre todo por
los factores siguientes.

a) Tres factores: el aumento en la dispersión de las rentas antes de impuestos y transferencias,


el rescate de los bancos y los recortes en educación y pensiones.
b) Dos factores: los recortes en educación y pensiones, y el aumento del paro.
© FUOC • PID_00252426 35 Tipología y dimensiones de la desigualdad

c) Tres factores: el aumento del paro, el rescate de los bancos y los recortes en prestaciones
asistenciales de paro.
d) Dos factores: el aumento en la dispersión de las rentas antes de impuestos y transferencias
y la pérdida de potencia redistributiva del estado de bienestar.

14. La noción de la justicia social que subyace a los estados de bienestar que se construyen
en las tres o cuatro décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial se resume en
el adagio...

a) «distribuir primero para crecer después».


b) «crecer primero para distribuir después».
c) «más vale prevenir que curar».
d) «lo importante es crecer porque el crecimiento termina por beneficiar a todas los deciles
de la distribución (trickle-down)».

15. En los momentos inmediatamente anteriores al estallido de la crisis (2007), España tenía
una desigualdad en las rentas antes de impuestos y transferencias superior a la de la media
de la OCDE.

a) Verdadero
b) Falso

16. El Estado interviene en el proceso de distribución transformando las rentas primarias en


secundarias mediante los instrumentos siguientes.

a) Cuatro instrumentos: impuestos sobre la renta y el patrimonio, transferencias sociales en


efectivo y en especie, cotizaciones sociales y otras transferencias corrientes.
b) Tres instrumentos: impuestos sobre la renta y el patrimonio, transferencias sociales en
efectivo y en especie, y cotizaciones sociales.
c) Cuatro instrumentos: impuestos sobre la renta y el patrimonio, transferencias sociales en
efectivo y en especie, educación y sanidad, y otras transferencias corrientes.
d) Cuatro instrumentos: impuestos sobre la renta y el patrimonio, transferencias sociales en
efectivo y en especie, cotizaciones sociales y educación y sanidad.

17. En un informe reciente de 2016 la OCDE concluye que el riesgo de cronificación de


los altos niveles de desigualdad actualmente existentes en varias democracias occidentales –
España de forma destacada– hace necesaria la adopción de medidas que fomenten la potencia
redistributiva de los estados de bienestar.

a) Verdadero
b) Falso

18. El principio contributivo que informa algunas transferencias de los estados de bienestar
–desempleo y pensión de jubilación, sobre todo– implica que...

a) la prestación es proporcional a la contribución de todos los trabajadores de una cohorte,


porque las pensiones siguen una lógica de justicia intergeneracional.
b) cuanto mejor nos haya ido en el mercado laboral –cuanto más insiders hayamos sido–,
mayor será nuestra prestación –mayor paro o pensión de jubilación.
c) la prestación tiene en cuenta sobre todo las contribuciones de los últimos veinticinco años.
d) Las respuestas b y c son correctas.

19. La curva del elefante de Milanovic muestra...

a) los ganadores y perdedores de la globalización, en la que el primer grupo está compuesto


sobre todo por las clases medias de los países asiáticos y el top 1 % de la distribución global,
y el segundo por las clases medias de los países en vías de desarrollo.
b) cómo ha evolucionado la productividad de los trabajadores en términos globales, mos-
trando unas ganancias de productividad enormes para los trabajadores más cualificados y
unas pérdidas de productividad netas para los trabajadores manuales.
c) los ganadores y perdedores de la globalización, estando el primer grupo compuesto sobre
todo por las clases medias de los países asiáticos y el top 1% de la distribución global, y el
segundo por las clases medias y medias-bajas de los países de la OCDE.
© FUOC • PID_00252426 36 Tipología y dimensiones de la desigualdad

d) cómo han evolucionado los flujos comerciales entre los países en vías de desarrollo y las
democracias industriales de la OCDE.

20. Cuando se trata de explicar los cambios ocurridos en la dispersión salarial desde la década
de 1970, el modelo canónico de la economía laboral (los modelos SBTC) sugiere que...

a) los cambios reflejan la desigual forma en la que las productividades de los distintos tipos de
trabajadores han evolucionado durante ese periodo de tiempo: mucho las de los trabajadores
más cualificados, poco las de los trabajadores manuales o no cualificados.
b) los cambios reflejan la distinta evolución que ha tenido el poder de negociación de los
empresarios frente al de los trabajadores cualificados.
c) los cambios reflejan la evolución de los sistemas tributarios en las últimas cuatro décadas
en la mayoría de países, sobre todo la reducción de los tipos marginales superiores.
d) Ninguna de las anteriores.
© FUOC • PID_00252426 37 Tipología y dimensiones de la desigualdad

Solucionario
Ejercicios de autoevaluación

1.�c

2.�a

3.�c

4.�d

5.�b

6.�b

7.�a

8.�d

9.�c

10.�b

11.�c

12.�d

13.�d

14.�b

15.�b

16.�a

17.�a

18.�b

19.�c

20.�a
© FUOC • PID_00252426 38 Tipología y dimensiones de la desigualdad

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