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Trabajo final grupal de Historia de la Ciencia:

La mano de Dios en el Universo newtoniano

Noviembre, 2020

APELLIDOS, Nombres (y DNI) de los integrantes:

- FLORES LAINEZ, Leonardo (34.653.149)

- HERNÁNDEZ, Facundo (36.914.861)

- MADROÑAL, Ignacio (40.006.521)

- MUJICA, Leandro Iñaki (40.640.058)

- NICOSIA ORORBIA, Nicolás (40.006.293)

- SIMÓN MONCAYO, Juan Leonardo (38.153.468)


Introducción

Richard Bentley, en vistas de la elaboración de una serie de sermones que pronunciaría en


homenaje a Boyle y pretendiendo formar argumentos a favor de la existencia de Dios desde
una concepción newtoniana del universo, le planteó un problema a Newton que surge cuando
su teoría de la gravitación se aplica a la cosmología. Puede resumirse así: si toda la materia
del universo estuviese esparcida por igual en el espacio, entonces, por efecto de la atracción
gravitatoria, debería caer hacia el centro, ya que, si todas las estrellas se atraen entre sí, con el
tiempo, deberían concentrarse en una gran masa esférica. Es decir, una fuerza universal
siempre atractiva, en el marco de un universo finito, tiene que conducir a un colapso del
universo. En el decurso de este trabajo veremos cómo plantea Newton la solución a este
problema, que pasó a ser conocido como “la paradoja de Bentley” y, siguiendo los aportes de
Guth (1997) y Harrison (1986), marcaremos los alcances y límites de la propuesta
newtoniana.

Cómo es el espacio en relación con la influencia gravitatoria

Tras recibir una carta en la que Bentley explicaba su problema, Newton establece un
intercambio epistolar con el filólogo inglés en el que trata de explicar cómo debemos
concebir el universo para compatibilizar sus características con la influencia gravitatoria. En
su primera carta, Newton comienza dando su aprobación a la consideración de Bentley: si el
universo fuese finito, efectivamente habría colapso; sin embargo, esto no pasaría en el caso
de un universo infinito con materia uniformemente distribuida. Hasta ese momento, Newton
entendía al universo similarmente a los estoicos, es decir, finito y rodeado de un vacío
extracósmico. En su primera carta sorprendentemente cambia por una concepción epicúrea;
un universo infinito poblado de materia uniformemente distribuida. Con eso, evitaba el
colapso gravitatorio.
En la segunda carta se considera la posiblidad de que el universo no colapse
unicamente debido a que sea infinito y tenga materia uniformemente repartida en toda su
extensión, por lo que la fuerza gravitatoria que atraiga a cada cuerpo hacia otro quede
equilibrada con la atracción hacia el resto de los cuerpos del universo. Esta alternativa
requiere de un equilibrio perfecto que, para Newton, es sumamente improbable, y
posiblemente sea roto por cualquier movimiento, como el de los planetas. Su propuesta,
entonces, es la siguiente: si la materia queda esparcida regularmente por un espacio infinito,
no se puede reunir en una masa única, sino que se reuniría en diversas masas dispersas a
grandes distancias unas de otras. Sin embargo, para Newton, ésta no puede ser la única causa
que explique cómo funciona el universo, cómo se forma el sistema solar, con la diferencia
entre el Sol (materia luminiscente) respecto de los planetas (materia opaca), y el hecho de que
cada uno de éstos tenga su órbita para girar alrededor de aquél armónicamente. Éstos son
fenómenos que no se pueden explicar únicamente a través de la gravedad, sino que dependen
primordialmente de la intervención voluntaria de un Agente inteligente: Dios.
Ahora bien, ¿es necesaria la intervención de Dios para poder mantener un universo
estable y que no colapse, o sólo la configuración de los astros y del Sistema Solar es
subsidiaria de su acción?

Gravedad, estabilidad y colapso

En base a lo que mencionamos antes, podríamos comenzar indicando que los motivos
por los cuales no colapsa el universo, para Newton, son los siguientes: (1) la gran distancia
que se mantiene entre los sistemas físicos en el universo, ya que la influencia gravitatoria de
cada uno sobre los demás tendería a cero; (2) al no haber un centro de este universo infinito,
no habría un lugar en el que se reuniera una única masa y generase un colapso gravitatorio.
Además, Bentley sugiere una posibilidad adicional, que ya mencionamos: (3) teniendo en
cuenta que el universo es infinito y tiene materia repartida en toda su extensión, la fuerza
gravitatoria de cada cuerpo queda equilibrada con la atracción desde infinitas direcciones
hacia el resto de los cuerpos del universo. Tal como indicamos 1, para Newton esta última
alternativa es altamente improbable, pero además se basa en un razonamiento incorrecto de
Bentley: éste piensa que los cuerpos se mantienen en equilibrio porque hay otros cuerpos
desde infinitas direcciones atrayéndolos. En suma, las fuerzas se equipararían en virtud de
que no puede haber infinitos mayores que otros, y por lo tanto, no hay atracciones
gravitatorias que pudieran motivar el movimiento de un cuerpo en una dirección más que en
otra. Ahora bien, precisamente esto es lo que critica Newton: sí puede haber infinitos
mayores que otros, y cuando un cuerpo está en reposo en virtud de un equilibrio de fuerzas

1
En el apartado anterior.
que influyen sobre él, ese equilibrio perfecto fácilmente puede ser roto por una fuerza
adicional en alguna dirección, por más que debamos considerar que tales fuerzas, antes y
después, son infinitas. Por eso es que cualquier movimiento, v.g., el de los planetas, puede
perturbar el tipo de equilibrio en el que pensaba Bentley.
Para Newton, en consecuencia, el universo no colapsa porque es infinito, pero
manteniendo un equilibrio que no depende de que sea estático, sino que debe contemplar el
movimiento de los cuerpos tales como los del Sistema Solar. En última instancia, debemos
preguntarnos si (1) la gran distancia entre los cuerpos y (2) el hecho de que no haya centro en
el universo son suficientes para prevenir el colapso.
Sin embargo, Guth explica los motivos por los que la concepción newtoniana respecto
del universo es incorrect. El colapso gravitatorio ocurriría tanto en el caso de un universo
finito como en el de uno infinito, y, más aún, lo haría en la misma duración de tiempo, si la
densidad de materia fuera la misma. La razón es la siguiente. Supongamos la existencia de
dos esferas con la misma densidad de materia y una, B, con el doble de radio de la otra, A.
Para calcular el tiempo que le llevaría colapsar a cada esfera, podemos comparar la
aceleración gravitacional de un punto de la circunferencia de cada esfera, siendo P el punto
de A y Q el de B. Como el volumen de la esfera es proporcional al cubo de su radio, el
volumen de B (y por lo tanto la masa total) será 8 veces la de A. Ahora bien, como la
atracción gravitacional entre dos cuerpos es igual al producto de sus masas e inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia tenemos lo siguiente: si combinamos los efectos de
la masa y la distancia extra de Q, tenemos que la velocidad de Q es en todo momento el doble
de grande que la de P, por lo que ambas colapsarían al mismo tiempo. Esto es aplicable a una
esfera de cualquier radio, por lo que, independientemente de la circunferencia de ésta, su
tiempo de colapso, si le aplicamos la gravedad newtoniana, será el mismo. Es por eso que,
para Guth, el colapso gravitatorio en el universo newtoniano es inevitable,
independientemente de que sea finito o no, y de que tenga centro o no lo tenga.
Teniendo en cuenta que la perspectiva de Newton a este respecto es incorrecta, y que
desde su concepción no puede evitarse el colapso, Harrison asume que la colisión se podría
haber salvado si Newton hubiese admitido en su sistema cosmológico que el estado de
equilibrio del universo se produce con todas las estrellas estando en movimiento giratorio. De
hecho, no hubiera necesitado admitir que el universo fuese infinito. No obstante, hay dos
motivos por los que Newton no podría haber admitido esta solución. La primera es que no
considera la posibilidad del movimiento sistemático de todo el universo en su conjunto y
tampoco de que se den movimientos azarosos. La segunda, en línea con su posición
teológica, es que tampoco podría admitir una explicación del movimiento universal que no
estuviese intervenido por la acción divina. Acorde a este segundo presupuesto newtoniano es
que consideraremos, a continuación, qué es lo que podría prevenir al universo del colapso.

Universo y Dios

Según lo que mencionamos previamente, hay algunos fenómenos que se pueden


atribuir exclusivamente a las características del universo y a la fuerza de gravedad. Un
ejemplo de esto, para Newton, sería el hecho de que la materia no se reuniera en una sola
masa, sino en grandes masas muy apartadas unas de las otras, que darían lugar a estrellas y
planetas. Ahora bien, cómo se forma el sistema Solar, la diferencia entre la materia brillante
respecto de los planetas o materia opaca y el hecho de que cada uno de éstos tenga su órbita
para girar alrededor de aquél, son fenómenos que no se pueden explicar únicamente a través
de la gravedad, sino que dependen, para Newton, de la mano de Dios.
Expongamos esta última tesis con más profundidad. Cuando explica las causas del
movimiento de los planetas en la primera carta a Bentley, Newton indica que la Tierra no
podría seguir su órbita alrededor del Sol solamente por efecto de la gravedad; en efecto,
simplemente sería atraída hacia él. También es necesario un impulso transversal que, con la
fuerza exacta, provoque que la Tierra se mueva en una tangente a la órbita que seguirá luego
alrededor del Sol. El hecho de que este impulso tenga una fuerza adecuada y provoque el
movimiento orbital tal como lo podemos describir, desde su perspectiva, solamente se le
puede atribuir a la obra divina.
Newton ofrece, por lo menos, otros dos argumentos por los que considera que la
intervención de Dios es necesaria. El primero, presente en la tercera carta, sostiene que el
estado actual del universo, --que de acuerdo al pensamiento newtoniano es estable--, no pudo
haber sido generado por la sola acción de la gravedad, sino que requirió, y además requiere y
requerirá para su conservación, de la acción divina. De lo contrario, por efecto de la atracción
entre la materia, el universo adoptaría una configuración inestable. El segundo, presentado en
la cuarta carta, sostiene simplemente que la hipótesis de una gravedad innata es inconsistente
con la de una distribución uniforme de la materia en el universo, ya que es imposible que esta
última devenga de aquélla. En este sentido, Newton advierte no haber sostenido nunca que la
gravedad fuera una propiedad esencial o inherente a la materia.
Teniendo en cuenta la capacidad y la actividad de Dios para intervenir en los casos
que mencionamos previamente, debemos considerar, en suma, si se puede explicar la
estabilidad del universo únicamente a partir de los elementos provistos por Newton, o si es
necesaria siempre la intervención divina para sostenerlo.

Conclusión

Comenzamos este trabajo indicando que, para Newton, el universo necesariamente


debía ser infinito, y la materia, estar distribuida entre cuerpos a suficiente distancia para que
no hubiera un colapso gravitatorio. A partir de esta alternativa, evitó los inconvenientes que
surgen tanto de considerar que el universo es finito, como los que aparecen a partir de la
propuesta de Bentley sobre un universo perfectamente equilibrado.
No obstante, a partir de los escritos de Guth y Harrison, pudimos notar que la
alternativa newtoniana es inconsistente con la propia mecánica que pretende defender: la
distancia entre los cuerpos o el hecho de que el universo no tenga centro no son elementos
suficientes para poder establecer que no colapsa. A su vez, una propuesta consistente con su
mecánica como la del universo finito con movimiento giratorio (planteada por Harrison) no
podría ser aceptada desde los presupuestos de Newton.
Es entonces que propusimos analizar en detalle las razones que presenta éste para
sostener la necesidad de la intervención divina. Newton no concibe a la gravedad como una
propiedad esencial o inherente de la materia. La correspondencia con Bentley deja en claro
que Newton no cree que el universo pueda ser explicado acudiendo a causas mecánicas por lo
que la atracción entre los cuerpos no es interpretada por Newton como una ley inherente a la
materia. Además, para explicar fenómenos como el movimiento de los planetas en órbitas,
Newton encuentra necesaria la postulación de un impulso aplicado por Dios en la medida
justa a los planetas. A esta clase de actividad, en consecuencia, se podría apelar para
mantener la estabilidad del universo: Dios debe ejercer ciertas fuerzas alternativas a la
gravitatoria para poder mantenerlo en pie. Por estos motivos, sostenemos finalmente que sin
el tipo de actuación con que Dios interviene en el mundo, que complementa pero no suplanta
la fuerza gravitatoria, no podría defenderse la tesis de que éste no colapsará.
Bibliografía:

1. Newton, Isaac (1792) Cuatro cartas al Dr. Bentley. Madrid: Editorial Complutense, 2001.
2. Harrison, Edward (1986) “Newton and the Infinite Universe”. Physics Today 39 (2): 24-
32.
3. Guth, Alan (1997) The Inflationary Universe. Reading, MA: Addison Wesley.
[Appendix B: “Newton and the Infinite Static Universe”, pp. 295-297].

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