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Las tres hachas

IVlientras cruzaba sobre un árbol caído que ha-


cía de puente, un leñador tropezó, perdió el equili-
brio y soltó su hacha, que cayó al torrentoso río.
Sin poder consolarse, gemía por la pérdida de
su valiosa herramienta de trabajo.
Compadecida, el Hada de las Aguas emergió
desde el fondo, presentándole un hacha de oro.
-¿Es ésta tu hacha? —le dijo.
- ¡No! —dijo sorprendido el leñador—. No es
la mía.
El Hada de las Aguas se sumergió de nuevo y
reapareció con un hacha de plata.
-¿Es ésta tu hacha?
48 CUENTOS DE SIEMPRE PARA NIÑOS DE HOY

- ¡Tampoco es la mía!
Volvió a sumergirse el Hada de las Aguas y
esta vez le mostró su hacha de acero. El guiso de piedra ^~
-¡Ésa es la mía! —exclamó al instante el le-
ñador, con la alegría del que encuentra a un ser
querido.
Para premiar su honradez, el Hada de las Aguas
le entregó las tres hachas.
De vuelta a casa, los vecinos lo rodearon asom-
brados de su preciosa carga. El leñador les contó
su aventura.
Un envidioso que lo oía, se alejó disimulada- Una dama respetable pero empobrecida,
mente del grupo y corrió hasta el río. Tiró su ha- se acercaba a una lejana ciudad, sin un centavo
cha al agua y rompió a llorar. para pagar hospedaje. Como anochecía, pensó
El Hada de las Aguas emergió desde el fondo disimular su verdadera situación llamando a la
con un hacha de oro. puerta de la primera casa que encontró, que era
—¿Es ésta tu hacha? —preguntó. la última del poblado.
— ¡Sí, sí, ésa es mi hacha...! -exclamó el Le abrió la dueña, una anciana como hay mu-
hombre, e inclinándose codiciosamente para al- chas, que teniendo medios económicos viven
canzarla, se fue de bruces al torrente. miserablemente.
Y porque había mentido, el Hada de las Aguas no -Buena señora —saludó la viajera—, vengo
le dio el hacha de oro ni le devolvió la suya de acero. de lejos, estoy muy cansada y no quisiera entrar
Chorreando maldiciones, el envidioso volvió de noche a una ciudad desconocida. ¿No podría
a casa. darme albergue sólo por esta noche?

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