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TUCÍDIDES LA GUERRA DEL PELOPONESO

“Diálogo de los Melios”, Libro V. 84-116.

Heródoto y Tucídides.

Noticia previa

El diálogo que sostuvieron los notables de la isla de Melos con los embajadores
atenienses en el verano del año 416, esto es, el décimo sexto de iniciada la guerra,
constituye uno de los pasajes más importantes y afamados de la obra de Tucídides, puesto
que los embajadores de Atenas exponen de manera descarnada los principios del
imperialismo que los regía, tanto así como para llegar a sostener que para un imperio tiene
mayor valor contar con enemigos que lo teman que con amigos neutrales. Cualquier
explicación mayor sobre este tema resulta inútil e insuficiente a la luz del texto que se
reporta a continuación.

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Algunas consideraciones pueden resultar convenientes. La primera de ellas dice
relación con el hecho de que éste sea un diálogo, recurso muy poco utilizado por Tucídides
en la redacción de su obra. Algunos analistas han señalado que con el uso de este recurso el
autor quiso destacar lo especial de la situación. Es un hecho que la forma de diálogo,
bastante conocido y utilizado en la literatura griega anterior y contemporánea a Tucídides,
se presta aquí admirablemente para abordar con un grado importante de abstracción
argumentos muy prácticos relacionados con el poder.
Una segunda consideración muy importante por distintos aspectos consiste en el
hecho de que el sometimiento de la isla de Melos al dominio ateniense fue un capítulo
menor de la guerra. En efecto, por su dimensión y ubicación geográfica, su incorporación al
imperio no representaba una necesidad ni reportaba ventajas estratégicas considerables.
Esto último resalta aún más la prepotencia política y militar con que se comportan los
embajadores que representan a Atenas. No obstante a que en torno a la sujeción de la isla de
Melos no se jugaba ningún aspecto central del conflicto. La capacidad literaria de Tucídides
hizo de este pasaje una obra maestra de la literatura historiográfica con fuerte sentido
realista.
Se puede hacer una tercera consideración al elevar la vista y dar una mirada más
amplia a la historia relativamente reciente de Atenas. Unos ochenta años antes, los
habitantes de esta ciudad encabezaron la guerra contra los Persas, conflicto que fue
historiado por Heródoto de Halicarnaso. Para este historiador el motivo por el cual las
ciudades de la pequeña Grecia, y Atenas muy especialmente, pudieron vencer al enorme
imperio persa, fue porque eran libres y obtenían de esta condición una fuerza que resultó
irresistible para sus enemigos. Ahora, medio siglo después, los atenienses razonan como
una vez lo hicieron los persas y enarbolan argumentos similares. Las contradicciones en las
que se ve envuelta Atenas son evidentes: por una parte somete a los Melos en nombre de la
libertad, y, por la otra, la ciudad democrática afianza este régimen de gobierno a partir del
control de los pueblos o islas vecinas.
Finalmente debemos volver a destacar la capacidad de Tucídides como narrador, al
colocar este diálogo al final del libro V, es más, el libro concluye con esta pieza. El libro
siguiente está dedicado a los debates, preparaticos e inicios de la expedición de los
atenienses a Sicilia, considerado con justicia como el principio de la derrota final de Atenas
en la guerra. La moderación que alguna vez tuvo Atenas mientras fue conducida por
Pericles se encuentra totalmente perdida. Primero por el trato despótico con los otros
pueblos y luego por que no habían podido evitar la tentación de abrir otros escenarios de
conflicto (Sicilia) mientras la guerra estaba en curso.

Texto del Diálogo de los Melios

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84.- Al verano siguiente1 Alcibíades se dirigió a Argos con veinte naves, apresó a los
que aún parecían sospechosos y adictos a los lacedemonios, y los atenienses los dejaron en
las islas próximas sobre las que ejercían su autoridad.
También hicieron una expedición contra la isla de Melos2 con treinta naves propias,
seis quiotas y dos lesbias; así mismo con mil doscientos hoplitas propios, trescientos
arqueros de a pie y veinte de a caballo, además de unos mil quinientos hoplitas de sus
aliados insulares.3
Los melios eran colonos de los lacedemonios y no querían someterse al vasallaje de
los atenienses como los demás isleños, sino que al principio se mantenían en paz sin
pertenecer a ninguno de los dos bandos, pero luego, cuando los atenienses les obligaron
devastando su territorio, entraron abiertamente en la guerra.4
El caso es que después de acampar en su territorio con estos efectivos, los generales
Cleómedes el de Licomedes y Tisias el de Tisímaco les enviaron emisarios para mantener
conversaciones antes de causar daños al país. A esos no los condujeron los melios ante la
Asamblea, sino que les invitaron a exponer el objeto de su llegada ante las autoridades y un
comité de notables .5
Los embajadores atenienses dijeron lo siguiente:

85.- “En vista de que las conversaciones no tienen lugar ante la Asamblea, para que la
mayoría no se deje engañar si escucha argumentos seductores expuestos en una sola
ocasión y que no pueden ser refutados por exponerlos seguidos -pues nos damos cuenta de
que eso significa nuestra presentación ante un comité reducido- vosotros, los que asistís a la
reunión, actuad con más garantías aún: responded punto por punto y no con un discurso
ininterrumpido, sino replicando enseguida a lo que parezca que no está bien dicho. Por lo
pronto, decid si os agrada nuestra proposición”.

86.- Los consejeros melios respondieron: “No caben reproches respecto a la


condescendencia de informarnos mutuamente con tranquilidad, pero las circunstancias de la
guerra -presentes, que no futuras- se muestran en desacuerdo con ello, pues vemos que

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Verano del 416 a.C
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La isla de Melos se ubica al sudoeste del Mar Egeo. Su posición no puede considerarse estratégica ni de
primera importancia para el dominio ateniense. Este hecho debe ser tomado en consideración para una mejor
comprensión de este diálogo.
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La dimensión de la expedición de Atenas es desproporcionada en relación al objetivo, dado que las fuerzas
de la isla de Delos eran ciertamente menores. Tucídides plantea desde el inicio del diálogo la desproporción
entre la fuerza de Atenas y la oposición que podían hacer los melios.
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Se trata de una de las pocas ciudades que habían optado por la neutralidad. Evitaban ingresar a una de las
dos alianzas basados, entre otras cosas, en su posición geográfica que los ubicaba en el campo de influencia
ateniense, de quienes se sentían lejanos.
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El régimen político de los melios parece haberse asimilado al espartano, de allí que los atenienses fuesen
recibidos por una comisión de notables, es decir, de unos pocos.

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vosotros venís como jueces de lo que se diga.6 Es de esperar que el resultado final, si
contamos con la ventaja del derecho y por ello no cedemos, nos traiga la guerra, y si
hacemos caso, la servidumbre”.

87.- Atenienses: “Bueno, si os habéis reunido para imaginar conjeturas sobre el futuro o
para algo distinto que para deliberar sobre la salvación de vuestra ciudad tomando como
base de partida las circunstancias actuales y que estáis viendo, dejémoslo; pero si es para
esto último, continuemos hablando”.7

88.- Melios: “Es de esperar, y está justificado, que quienes se encuentran en una
situación como la nuestra dirijan sus palabras y pensamientos en múltiples direcciones. Sin
embargo, esta reunión tiene por objeto tratar de la salvación de nuestra ciudad y la
discusión, si os parece bien, se hará de la forma que proponéis”.
89.- Atenienses: “Bien; nosotros no haremos una exposición extensa y poco convincente
recurriendo a una fraseología decorativa tal como la de que es justo que tengamos un
imperio por haber destruido al medo, o la de que os atacamos ahora por haber sido víctimas
de vuestros agravios. También aspiramos a que vosotros no creáis convencernos alegando
que no luchasteis a nuestro lado por ser colonia de los lacedemonios o que no nos habéis
hecho agravio alguno, sino que aspiramos a que se negocie lo que sea posible, tomando
como base lo que realmente pensamos cada uno, porque vosotros conocéis, y nosotros
sabemos, que de acuerdo con la forma de pensar de los hombres la justicia se imparte
cuando los condicionamientos son iguales, en tanto que lo posible lo llevan a cabo los
fuertes y los débiles lo consienten”.8
90.- Melios: “Al menos tal como lo vemos nosotros -nos vemos forzados a hablar en
esos términos, puesto que vosotros planteáis que se hable de lo conveniente, dejando de
lado lo justo- es útil que no destruyáis un bien común, sino que haya unos derechos
generalmente reconocidos para quien se encuentre en peligro en cada caso y a la hora de
emplear la persuasión pueda beneficiarse de ellos, aunque sea dentro de límites estrictos. Y

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No es un a reunión entre ciudades iguales y con los mismos derechos, sino que serán los atenienses los que
juzguen y decidan cual será en definitiva la suerte de Melos.
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El sentido de la conversación debe orientarse a que los melios acepten las condiciones de los atenienses a fin
de que puedan salvarse del castigo que recibirían por disentir e intentar mantener su neutralidad. Otra postura
no tiene mayor sentido de discutirse. Empieza a manifestarse de manera clara la el sentido brutal del
planteamiento político de los embajadores de la Liga Ático-Délica.
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Todo este pasaje resulta central en la manera que Tucídides presenta el problema. En primer lugar, conviene
contrastar la posición de estos embajadores atenienses con aquella que expresara Pericles en el discurso
pronunciado en honor a los muertos en el primer año de guerra (II. 35 y ss.), donde destaca la importancia de
la reflexión que precede a la acción, presentándola como una de las características de lo ateniense.
Los atenienses demuestran frente a los melios un claro concepto de política realista, donde sobresale una
forma desmesurada de imperialismo. La mesura y visión de Atenas como cabeza de la Liga (hegemonía)
contenida en el ya mencionado discurso, se ve totalmente superada en las palabras a continuación. La
concepción de la justicia expresada en las últimas líneas evidencia el cambio experimentado en Atenas.

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eso no os favorece menos a vosotros por cuanto, caso de fracasar, seríais ejemplo para los
demás por la magnitud de la represalia”.

91.- Atenienses: “No nos mueve a desaliento el fin de nuestro imperio, si es que se
acaba, ya que no son los que mandan sobre otros, como es el caso de los lacedemonios,
quienes son temibles para los vecinos -y ahora no luchamos con los lacedemonios- sino los
súbditos, si atacan y vencen a quienes les gobernaron; y sobre eso, déjesenos correr el
riesgo. Sin embargo, que estamos aquí para beneficio de nuestro imperio y que hablaremos
para salvar vuestra ciudad es lo que vamos a poner de manifiesto, con el deseo de mandar
sobre vosotros sin dificultades y de que os salvéis con provecho para ambos”.

92.- Melios: “¿Cómo para nosotros el quedar sometidos a servidumbre tendría la misma
utilidad que para vosotros mandar?”.

93.- Atenienses: “Porque en vuestro caso os habríais sometido antes de soportar males
extremos, y nosotros ganaríamos con no destruirlos”.9

94.- Melios: “De modo que si permanecemos inactivos, ¿no aceptaríais ser amigos en
vez de enemigos, sin ser aliados de ninguno de los dos bandos?”.10

95.- Atenienses: “No, pues no nos perjudica tanto vuestra enemistad como vuestra
amistad justificada por nuestra debilidad, ya que para los súbditos el odio es un ejemplo
manifiesto de poder”.11
96.- Melios: “¿Tanto se fijan vuestros súbditos en la apariencia que ponen en el mismo
plano a quienes no tienen que ver con vosotros y a quienes, siendo mayormente colonos
vuestros, han sido sometidos, a veces tras una sublevación?”.

97.- Atenienses: “Es que ellos consideran que ni unos ni otros carecen de motivo justo,
pero creen que aquellos sobreviven gracias a su poder y que nosotros no vamos contra ellos
porque les tememos. En consecuencia, además de extender nuestro imperio, con vuestro
sometimiento nos proporcionaríais seguridad, especialmente si por ser isleños y más débiles
que otros no os hurtáis a los señores del mar”.

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Para los atenienses sería una victoria el no destruirlos, es decir, obtener un triunfo diplomático. Los melios,
sensatamente y en vista de la desproporción de las fuerzas, deben evitar los malos extremos.
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La neutralidad es vista por los atenienses como una causa de enemistad.
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Aceptar la neutralidad sería entendida como una debilidad por parte de los atenienses. Las leyes del imperio
ya han absorbido a los atenienses, quienes la anteponen a cualquier consideración de la justicia.

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98.- Melios: “Pero en ese razonamiento, ¿es que no tenéis cuenta la seguridad? También
nosotros debemos intentar persuadiros exponiendo lo que es útil para nosotros, a ver si
resulta serlo también para vosotros, de la misma manera que intentáis persuadirnos de que
nos sometamos a vuestra conveniencia apartándonos de los argumentos que se basan en la
justicia. Efectivamente, respecto a los que no son ahora aliados de ninguno de los dos
bandos, ¿cómo no los haréis entrar en guerra, cuando consideren con la mirada puesta en
nosotros que también iréis contra ellos en otra ocasión? Y con eso, ¿qué hacéis sino
acrecentar los enemigos existentes y atraeros como tales, y contra su deseo, a quienes ni
siquiera tenían intención de serlo?”.12

99.- Atenienses: “No consideramos temibles para nosotros a esos de tierra firme que por
gozar de libertad se mostrarían renuentes a tener que ponerse en guardia contra nosotros,
sino a los isleños no incluidos en nuestro imperio y a los exacerbados por la opresión de
nuestra autoridad, ya que esos, dejándose llevar por la irracionalidad, se pondrían a sí
mismos y a nosotros en un peligro manifiesto”.

100.- Melios: “Si tan grande riesgo arrostráis vosotros para no perder vuestro imperio, y
los ya sometidos para librarse, gran cobardía y vileza habría por nuestra parte, si no
apeláramos a todo antes que someternos, cuando aún somos libres”.

101.- Atenienses: “No, al menos si deliberáis con sensatez, pues en vuestro caso no se
trata de un certamen de valor en condiciones de igualdad para no incurrir en deshonor, sino
que se trata más bien de deliberar sobre vuestra salvación, a fin de no enfrentamos a
quienes son mucho más fuertes”.

102.- Melios: “Con todo, sabemos que en el desarrollo de las guerras se dan vicisitudes
más imparciales de lo que correspondería a la diferencia de efectivos entre cada bando.
Además, nuestra rendición inmediata elimina nuestras esperanzas, y, en cambio, mientras
se actúa queda aún la esperanza de salvarse”.13

103.- Atenienses: “La esperanza, que es un estimulante del riesgo para quienes recurren a
ella con efectivos de sobra, aunque les cause daños, no los aniquila; pero quienes se juegan
todo su haber, y suele ser derrochadora, la conocen sólo cuando han fracasado y ya no

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Los melios argumentan que ellos no son los únicos neutrales. La postura de Atenas hará que los neutrales
revisen su postura y se vean obligados a ingresar a la guerra, ciertamente a favor de Esparta. Por lo tanto, la
posición ateniense resultaría contraria a sus intereses.
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Los melios desarrollan un argumento muy similar al que habría llevado adelante un estratega ateniense
durante las Guerras Médicas para justificar su postura ante un enemigo mucho más poderoso y cuando todo
aconsejaba aceptar sus condiciones.

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queda la posibilidad de precaverse de ella una vez conocida. Esto, vosotros, que sois
débiles y estáis con el fiel de la balanza inclinado, debéis procurar que no os pase ni que os
suceda como a muchos que, a pesar de ofrecérselas la posibilidad de salvarse por medios
humanos, cuando en su apuro les abandonan las esperanzas evidentes, se entregan a las
inciertas, a la adivinación, a los oráculos y a cuantas son similares y causan la perdición
junto con la esperanza”.14

104.- Melios: “Habéis de saber que también nosotros consideramos difícil luchar contra
vuestro poderío y contra la suerte, a no ser que ésta se muestre imparcial. Sin embargo,
ponemos nuestra confianza en la suerte, por pensar que en lo que atañe a la divinidad no
seremos postergados, ya que nosotros, respetuosos para con los dioses, nos enfrentamos a
quienes no son justos. Y respecto a la diferencia de efectivos, quedará suplida por nuestra
alianza con los lacedemonios, quienes forzosamente han de ayudarnos aunque no sea por
otra razón que la del parentesco y la del honor. Con tal planteamiento, en absoluto resulta
tan irracional nuestra confianza”.

105.- Atenienses: “Bien. En lo que atañe al favor divino tampoco nosotros creemos
quedarnos atrás, ya que ni juzgamos ni actuamos fuera de los cauces de lo que los hombres
piensan respecto a la divinidad ni de lo que desean en sus relaciones recíprocas; pensamos
de la divinidad -por conjetura- y de los hombres -de modo palpable- que según una ley
natural imponen siempre su dominio sobre los que tienen poder. Y nosotros, que no
establecimos la ley ni fuimos los primeros en aplicarla una vez establecida, sino que la
heredamos cuando ya estaba en vigor y la dejaremos para que continúe estándolo siempre,
la aplicamos convencidos de que tanto vosotros como cualquier otro que tuviera un poderío
similar al nuestro haría lo mismo. Como es de esperar, con tal planteamiento no tememos
ser postergados en lo que atañe a la divinidad; y respecto a la opinión que tenéis de los
lacedemonios, en el sentido de que confiáis en que os ayudarán movidos por el honor,
aunque os felicitamos por vuestra inocencia, no envidiamos vuestra inconsciencia, ya que
los lacedemonios apelan mucho a la virtud cuando se trata de ellos y de sus normas
internas, pero respecto a los demás, aunque se podría hablar mucho de su comportamiento,
para resumir lo esencial se dirá que entre la gente que conocemos se revelarían como
quienes de modo más patente consideran lo grato hermoso y lo conveniente justo. La
verdad es que tal modo de pensar de los lacedemonios no favorece vuestra irracional
manera de plantear ahora la salvación”.

106.- Melios: “Siguiendo ese mismo razonamiento, tenemos mucha fe en su


conveniencia, es decir, que no quieran perder la credibilidad de sus partidarios griegos
traicionando a los melios que son colonos suyos, y así beneficiar a los enemigos”.

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Esta argumentación resulta ser una ironía en boca de un ateniense. Lo que ahora desaconsejan fue lo que
hicieron ante los persas con muy buenos resultados.

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107.- Atenienses: “¿Es que no creéis que la conveniencia se da acompañada de seguridad


y que lo justo y hermoso se consigue con riesgo, motivo por el que los lacedemonios
generalmente revelan escasísimo arrojo?”.

108.- Melios: “Pero es que pensamos que por nosotros estarían más dispuestos a arrostrar
los riesgos y los considerarían más seguros que si lo hicieran por otros, en la medida en que
para las operaciones militares nos encontramos cerca del Peloponeso, y en lo que hace a
nuestra forma de pensar gozamos de más credibilidad que otros gracias a nuestro
parentesco”.

109.- Atenienses: “Las garantías de seguridad para quienes van a intervenir en una guerra
no vienen dadas por las simpatías de quienes les llaman, sino por el hecho de que sean muy
superiores en efectivos reales, cosa en la que los lacedemonios se fijan incluso más que los
demás; el caso es que porque no se fían de sus propias fuerzas atacan a sus vecinos
acompañados de numerosos aliados. Por consiguiente, no es probable que ellos crucen
hasta una isla mientras nosotros seamos los dueños del mar”.
110.- Melios: “Podrían enviar a otros, ya que el mar de Creta es extenso y en él resulta
más difícil el apresamiento para quienes lo dominan que la salvación para quienes desean
escapar. Y, si no tuviesen éxito, podrían dirigirse a vuestro territorio y al de vuestros
aliados, a cuantos no llegó Brásidas, y entonces no os esforzaríais por una tierra que no os
atañe, sino por una que os toca más de cerca, la aliada y la propia”.
111.- Atenienses: “Nos sucedería algo de lo que ya tenemos experiencia y vosotros no
desconoceríais que ni una sola vez los atenienses abandonaron un asedio por miedo a otros.
Pero nos estamos dando cuenta de que, a pesar de decir que se va a deliberar sobre la
salvación vuestra, en tan larga conversación no habéis dicho nada en lo que los hombres
piensen que se pueda poner la confianza y salvarse, sino que mientras vuestras esperanzas
más fuertes están por venir, las presentes son escasas para sobrevivir frente a lo que tenéis
delante. Grande es la insensatez de que hacéis gala en vuestro planteamiento, a no ser que
después de despedirnos decidáis algo más sensato que eso.
Al menos, no sigáis las directrices del sentimiento del honor que con el riesgo de un
manifiesto deshonor causa con frecuencia la perdición, ya que a muchos que preveían a qué
situaciones eran arrastrados, el denominado honor, con la fuerza de ese nombre seductor,
les indujo, vencidos por el vocablo, a incurrir de hecho y voluntariamente en desastres
irremediables y a añadir un deshonor más deshonroso por ser debido a su locura que no a la
suerte. Debéis cuidados de ello decidiendo con acierto y no considerar indecoroso
doblegaros ante la ciudad más importante, que además os hace empecinéis en lo peor,
porque quienes no ceden ante sus iguales, se comportan débilmente frente a los más fuertes
y son moderados con los más débiles, triunfarían las más de las veces.

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Fijaos por tanto y, cuando nos hayamos ido, pensad mucho en que estáis deliberando
sobre vuestra patria, que es única, y con una única decisión, según sea acertada o no, será
posible salvarla”.15

112.- Los atenienses se retiraron de las negociaciones. Los melios, tras consultar entre
ellos, como opinaban igual que antes y en contra de los atenienses, respondieron lo
siguiente:
“Ni pensamos de otro modo que al principio, atenienses, ni en poco tiempo, vamos a
privar de libertad a una ciudad poblada desde hace setecientos años sino que intentaremos
conservarla fiados del azar divino que la preservó hasta ahora y en la ayuda de los hombres
y de los lacedemonios. Os proponemos ser amigos, sin ser enemigos de nadie, y que os
retiréis de nuestra tierra después de establecer los acuerdos que parezcan convenientes a
ambos”.16

113.- Tan solo eso respondieron los melios. Por su parte, los atenienses, cuando
terminaron las conversaciones dijeron:
“Al menos por lo que se deduce de esas decisiones, sois, creemos, los únicos que
consideráis más cierto lo futuro que lo que estáis viendo, y llevados por vuestros deseos
contempláis lo que no se ve como si estuviera sucediendo. Aparte de ello, al poner vuestra
confianza en los lacedemonios, en el azar y en las esperanzas, también vuestro desastre será
mayor”.

114.- Los embajadores atenienses regresaron junto a sus tropas. Entonces sus generales,
en vista de que los melios no se sometían, se dispusieron de inmediato a emprender la
guerra y, distribuidos de acuerdo con los contingentes de tropas aliadas, empezaron a
construir un muro para asediar a los melios. Posteriormente, después de dejar de guardia
tropas propias y de los aliados tanto por tierra como por mar, se retiraron con el grueso de
las tropas. Las que quedaron continuaron con el asedio de la plaza.

115.- Por el mismo tiempo los argivos invadieron el territorio de Fliunte y, cayendo en
una emboscada a manos de los fliuntios y de sus propios exiliados, murieron unos ochenta.

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Los atenienses consideran insensata la postura de los Melios, puesto que no es indecorosos doblegarse ante
el más fuerte, especialmente cuando la solicitud de Atenas es moderada (ser aliados y conservar su territorio).
En este contexto, parece más prudente cuidar la seguridad que promover la guerra. Atenas –argumentan los
embajadores- están siendo moderados frente un débil como son los melios.
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Los melios mantienen su postura inicial. Ellos no entregarán la libertad de la ciudad, y solicitan a los
atenienses que acepten su amistad, que esta amistad no puede basrase en ser enemigos de otros, y que los
atenienses se retiren de la isla.

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Los atenienses de Pilos obtuvieron un gran botín de los lacedemonios, pero ni siquiera
entonces les declararon éstos la guerra denunciando el tratado de paz, aunque dieron la
proclama de que quien quisiera podría saquear las posesiones atenienses. También los
corintios se enfrentaron a los atenienses por desavenencias particulares, en tanto que el
resto de los peloponesios observaba la paz.
En un ataque nocturno, los melios ocuparon la parte del muro asediado por los
atenienses frente al mercado, mataron a los hombres y, después de introducir víveres y la
mayor cantidad de útiles que pudieron, se retiraron; luego se mantuvieron en calma. A
partir de entonces los atenienses mejoraron la vigilancia. Y acabó el verano.

116.- Al invierno siguiente, los lacedemonios, que habían proyectado una expedición
contra Argos, como en la frontera no les resultaron favorables los sacrificios para cruzarla,
se volvieron atrás. Los argivos, llenos de sospechas contra algunos de la ciudad por la
tentativa de los lacedemonios, apresaron a unos, aunque se les escaparon otros.
También por la misma época los melios ocuparon de nuevo otra parte del muro
asediado por los atenienses, ya que no había muchos guardias. Posteriormente llegaron
refuerzos de Atenas a las órdenes de Filócrates el de Demeas con motivo de esos combates.
Entonces los melios, sometidos ya a un asedio riguroso y víctimas de la traición de uno de
ellos, se rindieron a los atenienses y quedaron a la discreción de ellos. Los atenienses
mataron a todos los melios adultos que apresaron y sometieron a la esclavitud a niños y
mujeres. Los propios atenienses se encargaron de repoblar el lugar enviando después
quinientos colonos.

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Discurso fúnebre de Pericles antiguos juzgaron que este discurso era oportuno, es preciso cumplir la ley e
Fuente: Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, libro 11, 34-46. Trad. De intentar satisfacer en todo lo posible el deseo y la expectacion de cada cual.
Francisco Rodriguez Adrados (Madrid, Hernando, 1987).
36. Comenzaré por nuestros antepasados, pues es justo y hermoso al mismo
34. En el mismo invierno los atenienses, siguiendo la costumbre tradicional, tiempo que en esta ocasion se les ofrezca el honor del recuerdo. Porque fueron
hicieron las ceremonias fúnebres en honor de los que primero habían muerto en ellos quienes, habitando siempre este país hasta hoy día mediante la sucesión de
esta guerra, procediendo del modo siguiente: Exponen durante tres días los las generaciones, nos lo entregaron Iibre gracias a su valor. Son merecedores de
huesos de los muertos, y cada uno lleva al suyo la ofrenda que quiere; y cuando encomio y aun mas lo son nuestros padres, puesto que se adueñaron, no sin
tiene lugar el entierro, diez carros transportan las cajas, que son de ciprés, cada trabajo, del imperio que tenemos, a más de lo que habían heredado, y nos lo
una de una tribu (las diez tribus de Clístenes); los huesos de cada uno de los dejaron a nosotros los hombres de hoy juntamente con aquello. Y el imperio, en
muertos están en la caja de la tribu a que pertenece. Además, se lleva un féretro su mayor parte, lo hemos engrandecido nosotros mismos, los que vivimos todavía,
vacío y cubierto en honor de los desaparecidos que no hayan sido hallados y y sobre todo los de edad madura; y hemos hecho la ciudad muy poderosa en la
recogidos. Acompañan al entierro los que lo desean de los ciudadanos y guerra y en la paz en todos los aspectos. Mas de entre estas cosas dejaré a un lado
extranjeros, y las mujeres de la familia se hallan junto a la tumba Ilorando. Los las empresas guerreras con que adquirimos cada una de nuestras posesiones e
entierran en el sepulcro público, que está en el más hermoso barrio de la ciudad igualmente el que hayamos rechazado valerosamente a enemigos bárbaros y
(el Cerámico), donde siempre entierran a los que mueren en la guerra, excepto a griegos, pues no quiero extenderme sobre ello ante gentes que ya lo conocen; y
los de Maratón, pues considerando excepcional su valor, los enterraron en el mostraré en cambio, lo primero, la política mediante la cua Ilegamos a adquirirlas,
mismo campo de batalla. Y una vez que los cubren de tierra, un ciudadano y el sistema de gobierno y la manera de ser por los cuales crecieron, y pasaré
elegido por la ciudad, pronuncia en su honor el elogio apropiado; y después de después al elogio de nuestros muertos, pues creo que en la ocasión presente no
esto, se retiran. Así lIevan a cabo el entierro; y a lo largo de toda la guerra, cuando es inadecuado que estas cosas sean expuestas, y es conveniente que todo este
se presentaba la ocasión, seguían esta costumbre. En honor de estos primeros concurso de ciudadanos y extranjeros las escuche.
muertos fue elegido para hablar Pericles, el hijo de Jantipo, y una vez que IIegó el
momento oportuno, avanzando desde el sepulcro a la tribuna que se había hecho 37. Tenemos un regimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades,
muy elevada para que pudiera ser oído por la multitud a la mayor distancia sino que más bien somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su
posible, habló así: nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número
mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de
derechos en las disensiones privadas, mientras que según el renombre que cada
35. "La mayoría de los que han pronunciado discursos en este lugar elogian al
uno, a juicio de la estimación pública, tiene en algún respecto, es honrado en la
que añadió a la costumbre tradicional esta oración fúnebre, por ser hermoso que
fuera pronunciada en honor de los soldados muertos en la guerra que reciben cosa pública; y no tanto por la clase social a que pertenece como por su mérito, ni
sepultura. A mí, en cambio, me parecería suficiente que ya que han sido de hecho tampoco, en caso de pobreza, si uno puede hacer cualquier beneficio a la ciudad,
unos valientes, les honráramos también de hecho, de la manera que veis ahora se Ie impide por la oscuridad de su fama. Y nos regimos liberalmente no solo en lo
mismo en esta ceremonia fúnebre celebrada públicamente; y que la aceptación relativo a los negocios públicos, sino tambien en lo que se refiere a las sospechas
del heroísmo de muchos no dependiera peligrosamente de un solo hombre, que recíprocas sobre la vida diaria, no tomando a mal al prójimo que obre segun su
puede hablar bien o menos bien. Pues es difícil expresarse con justeza en gusto, ni poniendo rostros Ilenos de reproche, que no son un castigo, pero sí
circunstancias en que la creencia en la verdad queda apenas asegurada. Y es que penosos de ver. Y al tiempo que no nos estorbamos en las relaciones privadas, no
el oyente que ha sido testigo de los hechos y lIeva buena voluntad, quiza crea infringimos la ley en los asunto públicos, más que nada por un temor respetuoso,
que aquel heroísmo es expuesto como inferior a lo que quiere y sabe, mientras ya que obedecemos a los que en cada ocasión desempeñan las magistraturas y a
que el que los desconoce puede creer por envidia, al oír algo superior a su las leyes, y de entre ellas, sobre todo a las que están legisladas en beneficio de los
natural, que se exagera. Porque los'elogios de otro son soportables en la medida que sufren la injusticia, y a las que por su calidad de leyes no escritas, traen una
en que cada uno cree que es capaz de hacer algo de lo que oyó; pero los hombres, vergüenza manifiesta al que las
por envidia de lo que está por encima de ellos, no lo creen. Mas ya que los
incumple. Y además nos hemos procurado muchos recreos del espíritu, pues de poner en obra lo que es preciso. Pues tenemos también en alto grado esta
tenemos juegos y sacrificios anuales y hermosas casas particulares, cosas cuyo peculiaridad: ser los más audaces y reflexionar además sobre lo que
disfrute diario aleja las preocupaciones; y a causa del gran número de habitantes emprendemos; mientras que a otros la ignorancia les da osadía, y la reflexion,
de la ciudad, entran en ella las riquezas de toda la tierra, y así sucede que la demora. Será justo, por tanto, considerar como los de ánimo más esforzado a
utilidad que obtenemos de los bienes que se producen en nuestro país no es aquéllos que mejor conocen las cosas terribles y las agradables, y que no por ello
menos real de la que obtenemos de los demás pueblos. rehuyen los peligros. Y en cuanto a la nobleza de conducta, diferimos de la
mayoría en que no adquirimos amigos recibiendo beneficios, sino haciéndolos;
39. En lo relativo a la guerra diferimos de nuestros enemigos en lo siguiente: pues el que ha hecho el favor está en situación más firme para mantenerlo vivo
tenemos la ciudad abierta a todos y nunca impedimos a nadie, expulsando a los por la amistad que le debe aquél a quien se lo hizo, mientras que el que lo debe
extranjeros, que la visite o contemple -a no ser tratándose de alguna cosa secreta tiene menos, ya que sabe que ha de devolver el buen comportamiento no como
de que pudiera sacar provecho el enemigo al verla-, pues confiamos no tanto en haciendo un beneficio, sino como pagando una deuda. Y somos los únicos que sin
los preparativos y estratagemas como en el vigor de alma en la acción; y en lo poner reparos hacemos beneficios no tanto por cálculo de la conveniencia como
referente a la educación, hay quienes desde niños buscan el valor con un fatigoso por la confianza que da la libertad.
entrenamiento, mientras que nosotros, aunque vivimos plácidamente, no por eso
nos lanzamos menos a aquellos peligros que estén en relación con nuestra fuerza. 41. En resumen, afirmo que la ciudad entera es la maestra de Grecia, y creo que
He aquí una prueba: Los lacedemonios no organizan expediciones por si solos cualquier ateniense puede lograr una personalidad completa en los más distintos
contra nuestro territorio, sino en unión de todos sus aliados, mientras que aspectos y dotada de la mayor flexibilidad, y al mismo tiempo el encanto
nosotros, cuando avanzamos contra otros las más de las veces los vencemos con personal. Y que esto no es una'exageración retórica, sino la realidad, lo demuestra
facilidad en la batalla, aunque son gentes que se defienden luchando por sus el poderío mismo de la ciudad, que hemos adquirido con ese carácter; pues es
bienes; y con nuestras fuerzas reunidas jamas ha entablado combate ningun Atenas la única de las ciudades de hoy que va a la prueba con un poderío
enemigo, a causa tanto de la importancia que damos a la. marina, como de que superior a la fama que tiene, y la única que ni despierta en el enemigo que la
algunos de los nuestros son enviados con varias finalidades a diversos puntos del ataca una indignacion producida por la manera de ser de la ciudad que le causa
imperio; pero si nuestros enemigos luchan en algún sitio con una parte de daños, ni provoca en los súbditos el reproche de que no son gobernados por
nuestras fuerzas, en caso de victoria sobre algunos de nosotros, se jactan de que hombres dignos de ello. Y como hacemos gala con pruebas decisivas de una
todos hemos sido rechazados, y en el de derrota, de que han sido vencidos por la fuerza que no carece de testigos, seremos admirados por los hombres de hoy y
totalidad. Y a pesar de todo, si queremos correr peligros con tranquilidad de del tiempo venidero sin necesitar para nada como panegiristas a Homero ni a
espíritu y no con el ejercicio de trabajos penosos, y no con leyes, sino con ningún otro que con sus epopeyas produzca placer de momento, pero cuya
costumbres de valentía, queda a nuestro favor que no sufrimos con antelacion exposición de los hechos desmienta la verdad, sino teniendo suficiente con
por las contrariedades futuras, que cuando vamos a su encuentro nos obligar a todos los mares y tierras a ser accesibles a nuestra audacia, y con
encontramos no inferiores en audacia a los que viven continuamente con dureza, fundar en todas partes testimonios inmortales de nuestras desgracias y venturas.
y que por estos motivos y otros más aun nuestra ciudad es digna de admiracion. Fue por una ciudad así por la que murieron estos, considerando justo, con toda
nobleza, que no les fuera arrebatada, y por la que todos los que quedamos es
40. Pues amamos la belleza con poco gasto y la sabiduria sin relajacion; y natural que estemos dispuestos a sufrir penalidades".
utilizamos la riqueza como medio para la accion mas que como motivo de
jactancia, y no es vergonzoso entre nosotros confesar la pobreza, sino que lo es 42. Por estas razones me he extendido en lo relativo a la ciudad, mostrándoos que
más el no huirla de hecho. Por otra parte nos preocupamos a la vez de los no luchamos por una cosa igual a nosotros y los que no poseen a su vez nada de
asuntos privados y de los públicos, y gentes de diferentes oficios conocen esto, y he demostrado con pruebas la verdad del elogio de aquéllos -en cuyo
suficientemente la cosa pública; pues somos los únicos que consideramos no honor hablo ahora. He expuesto ya la parte más importante de él; pues mis
hombre pacifico, sino inútil, al que nada participa en ella, y además, o nos encomios en honor de la ciudad son aquellos de los cuales la han hecho digna los
formamos un juicio propio o al menos estudiamos con exactitud los negocios méritos de éstos y de otros hombres semejantes, y no hay muchos griegos cuyo
publicos, no considerando las palabras dañoo para la elogio, como el de éstos,
acción, sino mayor dando el no enterarse previamente mediante la palabra antes
sea proporcionado a sus hechos. Y me parece que el fin que estos soldados han tenido es más doloroso el daño sufrido por cobardia que la muerte sin sufrimiento que viene en
demuestra el mérito como primer indicio y como confirmaci6n final. Pues, en efecto, a medio de la plenitud del vigor fisico y de la esperanza común.
los que son inferiores en las demás cosas, es justo que se les tenga en cuenta lo primero
el valor guerrero en defensa de la patria, ya que oscureciendo lo malo con lo bueno 44. Por ello no os compadezco ahora a vosotros sus padres, cuantos estáis presentes,
fueron más útiles en beneficio público de lo que perjudicaron como particulares. sino que intentaré consolaros; pues criados en toda clase de adversidades sabéis que la
Ninguno de éstos flaqueó poniendo delante el goce de la riqueza q.ue le estaba buena fortuna pertenece a los que reciben, como estos ahora, la muerte más hermosa, al
reservado, ni retardó el peligro por la esperanza de su pobreza de que podría tiempo que vosotros recibis el dolor, por aquellos para quienes el destino disputó que
enriquecerse todavía si quedaba indemne, sino que considerando más deseable que obtuvieran la felicidad y luego la muerte. Sé que es cosa difícil el persuadiros de ello, ya
estas cosas el castigo del enemigo, y juzgando además que éste era el más hermoso de que mil veces tendreis ocasi6n en las venturas de los otros para ecordarlos, puesto que
los peligros, decidieron, arriesgándose a él, castigar al enemigo y privarse de aquellos tam bien yosotros en otro tiempo os gloriabais de ellos; pues el dolor no surge por las
bienes, confiando a la esperanza de la incertidumbre del éxito, y atreviéndose, en cosas agradables de que uno es privado sin haberlas probado, sino por aquello que le es
cambio, al obrar, a confiar en sí mismos para lo que ya estaba ante sus ojos. arrebatado cuando estaba acostumbrado a ello. Sin embargo, debéis mostrar valor ante
Consideraron, pues, en el trance mismo de la lucha, que se debia sufrir la muerte antes la esperanza de otros hijos, los que aún tenéis edad para engendrarlos; pues los que
que salvarse huyendo, y evitaron una fama vergonzosa, sostuvieron la lucha al precio de nazcan serán para algunos un consuelo por los ya muertos, y además esto será útil a la
la vida, y en un breve instante de azar, en la culminaci6n de su gloria y no de su miedo, ciudad por dos lados, porque no se despoblará y por la seguridad de que serán causa;
murieron. pues no es posible que tomen una resoluci6n equitativa y justa los que no corren el
peligro arriesgando sus hijos como los demás. Y los que habéis traspuesto la juventud,
43. Tales fueron estos, como era digno de la ciudad; y es necesario que los demás deseen pensad que la parte de vuestra vida en la que fuisteis felices es vuestra mayor ganancia, y
tener ante el enemigo una decisi6n más firme y no se contenten con tenerla menos que esta otra será breve, y consolaos con la gloria de vuestros hijos. Porque el deseo de
audaz, no limitandoos a considerar su utilidad a través de un discurso; la cual se podria honores es la única cosa que no envejece, y en la parte inútil de la vida no es el lucrarse lo
exponer largamente ante vosotros -que la conocéis igual de bien-, con solo explicar las que más gusta, como algunos dicen, sino el recibir honores.
ventajas que hay de defenderse del enemigo; por el contrario, debéis adquirir esa firme
decisión contemplando cada día el poderio de la ciudad y haciéndoos amantes de él, y 45. Por otra parte, preveo una dura lucha para los hijos o hermanos de los muertos que
pensando cuando os parezca que es que es grande, que lo fundaron unos hombres me oís; pues todos suelen alabar al muerto, y si con un exceso de mérito podríais ser
audaces, conocedores del deber y que obraban con honor, los cuales, cuando fracasaban considerados no digo ya iguales, sino ligeramente inferiores a ellos. Porque los vivos
en algún intento, no se creian autorizados a privar a la ciudad de su valor, sino que Ie están sujetos a la envidia de sus enemigos, mientras que lo que no estorba es honrado
entregaban el más bello tributo; pues dando sus vidas por el interés común, recibian con una benevolencia que carece de rivalidad. Y si debo hacer también una mención de
para sí mismos una alabanza inmortal y la más gloriosa tumba: no tanto el lugar en el la virtud de las mujeres que desde ahora quedarán viudas, con una breve indicación lo
que yacen, como aquella en que queda a perpetuidad su gloria, hecha inmortal en el diré todo. Vuestra gloria consistirá en no ser inferiores a vuestra condición natural, y en
coraz6n de todos los hombres en el momento de la palabra o de la acci6n. Pues la tierra que entre los hombres haya sobre vosotras las menores conversaciones posibles en
entera es la tumba de los hombres ilustres y no está indicada tan s610 por la inscripci6n buena o mala parte.
de las columnas sepulcrales en el país propio, sino que aun en el extraño vive en cada
46. He dicho yo también, cumpliendo la Ley, lo que era del caso, y los que enterramos
hombre un recuerdo no escrito grabado más en el coraz6n que en algo material.
han recibido ya los honores funerarios; y por su parte, la ciudad criará a expensas
Emuladles, pues, y pensando que su libertad es su felicidad y su valor su libertad, no os
públicas hasta la juventud a sus hijos, ofreciendo una útil corona a los muertos y a los
angustiéis en exceso por los peligros de la guerra, pues no son los infortunados, que no
sobrevivientes de estos Juegos; y es que en la ciudad que proponei mejores premios al
tienen esperanza de ventura, quienes deben con más raz6n ser liberales en su vida, sino
valor es donde hay mejores soldados. Y ahora, una vez que habéis hecho las
aquellos cuya vida está expuesta aun al peligro del cambio en sentido contrario y para
lamentaciones funerarias en honor cada uno de su familia, marchaos.
quienes mayor es la diferencia si sufren un fracaso. Porque para el hombre con dignidad

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