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DIOS EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO

1. Religión, mito y razón.

a. Dimensión mítica de las religiones

Todas la religiones tienen, en general, grandes relatos, narraciones míticas, que pretenden dejar
claro el papel del Dios o de los dioses en el origen del cosmos o del hombre, o bien, dar una
explicación sobre algunos fenómenos concretos.

Las religiones son también cosmovisiones o maneras de entender el mundo y al hombre; quieren
responder a la pregunta por el sentido de la vida. Y para esto han recurrido, a veces, a las
narraciones míticas. Estas son consideradas como medio adecuado para expresar una creencia o un
pensamiento que va más allá de la, generalmente, imaginería colorista mítica.

La primera gran revolución de la Humanidad es la Revolución cognitiva y en ella juegan un papel


fundamental lo mítico y lo religioso. La capacidad de producir ficción y atribuir sentido simbólico a
una pintura en una caverna, o a una realidad concreta, constituye la primera gran revolución del
conocimiento. Y esto comienza a ocurrir hace 70.000 años con los Sapiens.

b. Mito y razón (Del mito al logos)

Se dice generalmente que el paso del pensamiento mítico al pensamiento racional se produce con el
auge de la filosofía griega (siglos VI - V a. C.). Época en la que surgen también (s. VI a. C.),
curiosamente, el Budismo, el Sintoísmo y el Zoroastrismo, las Upanisads y el Jainismo). Los
filósofos surgen con los excedentes de la agricultura, la religión es ya cosa de la revolución
cognitiva de los sapiens cazadores recolectores (Yubal Noah Harari).

En ese momento, lo mítico, deja de ser una explicación creíble y se va a considerar a partir de
entonces y hasta bien entrado el siglo XX como error. Lo verdadero es lo razonable y lo mítico
escapa a la razón y a la Ciencia. No obstante, no hay que pensar que la actitud mítica termina o
desaparece a partir de ese momento, más bien ocurre que es una minoría la que prescinde de la
actitud mítica.

Alguien, atrevido, podría pensar que lo mítico ha desaparecido de la esfera de lo humano. Nada más
falso que eso. De una u otra manera sigue presente y viejos mitos han sido sustituidos por otros
nuevos (estado de bienestar, democracia, derechos humanos…).
El mito de Prometeo, (Platón, Protágoras, 320d-321d)

“... Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el
destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas
materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y Epimeteo
que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le
permitiese a él hacer la distribución "Una vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas". Con este permiso
comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía de rapidez a
otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba
otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para
guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las salvaba.

De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades. Y las ideaba tomando la precaución de que ninguna
especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra
el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío
invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a
cada cual. A algunas les puso en los pies cascos y a otras, piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró
alimentos distintos a cada una: a una, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo
especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. Concedió a aquellas descendencia, y a éstos,
devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los brutos. Pero quedaba
aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la
distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin
abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz.
Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre. Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la
sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o
resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida,
pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la
mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común
de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de
Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre
Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.

El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco
divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes a los dioses. Luego, adquirió
rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos
de la tierra. Equipados de este modo, los hombres vivían, al principio dispersos, y no en ciudades, siendo, así,
aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio, adecuado
para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían el arte de la política, del que el de
la guerra es una parte. Buscaban la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se
ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que al dispersarse de nuevo, perecían. Entonces Zeus,
temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el
pudor y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces,
Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: "¿Las distribuyo como fueron distribuidas las
demás artes?".
Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos,
legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. ¿Reparto así la justicia y el poder entre los
hombres, o bien las distribuyo entre todos?. "Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si
participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en
mi nombre esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del pudor y de la justicia sea eliminado, como una
peste, de la ciudad''.
c. Revalorización del mito

A partir del primer cuarto del siglo XX el desarrollo de las investigaciones antropológicas va a ir
cambiando radicalmente la concepción del mito, que ahora pasa a aceptarse como “verdad”, como
dimensión sustancial de la experiencia humana, cuya existencia no tiene nada de gratuito.

Todas las culturas tienen mitos, lo cual hace pensar en que estos y la actitud vital que los genera
deben descansar en cuestiones de verdadera importancia para la persona (ya sea para resolver
asuntos teóricos sobre la comprensión del mundo o asuntos prácticos sobre cuestiones alimenticias).

El mito, dirán los antropólogos funcionalistas (Malinowski), forma parate de la vida social como
sistema complejo de instituciones, valores, creencias y de comportamiento. El mito así concebido,
está en conexión con la vida real de las personas. “El mito no es una explicación que satisfaga un
interés científico, sino que, más bien, a través de su relato, pretende responder a unas necesidades
profundas de todo ser humano, es decir, encontrar sentido al mundo, dar respuesta a las
necesidades religiosas o a las aspiraciones morales, o a exigencias prácticas concretas”. ). El mito
tiene una función social, no tiene un carácter teórico-científico sino que su función es reforzar su
cohesión social del grupo.

“El mundo está ciego desde que el positivismo lanzó al mito al mundo de las sombras y las viejas
hechicerías” (Gadamer)

d. ¿Razonabilidad de la Religión?

El Cristianismo, desde sus inicios, cuando abandona los límites del judaísmo y se abre paso en la
cultura greco-latina, buscará expresar y dar razón a su existencia con categorías de la filosofía
griega y mostrar desde ahí su racionabilidad de tal modo que, incuso, se llegará a elaborar
argumentos para demostrar racionalmente la existencia de Dios. Veremos, más adelante, que Dios
no es objeto de la Filosofía, que no se puede demostrar su existencia, pero, también, que ha estado
muy presente en la historia del pensamiento.

Desde la perspectiva mítica en la que marcamos la religión y desde la revalorización del mito como
algo que ofrece una respuesta en asuntos que suponen importantes preocupaciones del ser humano;
desde la fenomenología de la religión y la Antropología que atestiguan la presencia del sentimiento
religioso a lo largo de la historia de la humanidad, podemos afirmar (basar, asentar) la razonabilidad
del hecho religioso.

Por otro lado, podemos apuntar que el concepto de dios es importante en la historia del
pensamiento. Encierra en su devenir el deseo del hombre por intentar una explicación que vaya más
allá del biologicismo o del empirismo fisicalista. En los primeros intentos de los filósofos griegos
que pretenden una explicación racional desde un primer principio (arjé) generador de todas las
cosas, se percibe una reflexión que trataba, al principio, del cosmos pero que, también, era una
reflexión sobre el hombre: su significado y su destino. Y en esto también los mitos y las religiones
tenían algo que decir.

2. ¿Dios en la Filosofía griega?

La Filosofía griega arranca del carácter específico de la Religión griega; con esta pregunta como
telón de fondo: ¿cómo puede surgir un cosmos ordenado, es decir, un mundo o universo ordenado,
de un caos originario?

Las primeras elaboraciones de los filósofos son interpretaciones racionales de las cosmogonías
(narraciones sobre el origen del cosmos contenidas en la Teogonía de Hesíodo). Es decir, que los
primeros filósofos son cosmólogos, que sustituyen a los dioses por el principio generador de todo
(ARJÉ):

• Los presocráticos pretenden explicar la naturaleza, lo que existe, y de dónde viene, desde
presupuestos meramente inmanentes [No existe el concepto tardo-judío de creación en el
mundo griego]; siempre habrá un principio material originario, constitutivo de todo lo que
existe. Que será para unos…:
• El agua (Tales)
• El aire (Anaxímenes)
• El fuego (Heráclito, “todo fluye…”)
• El nous (Anaxágoras), que tiene tiene connotaciones o carácter divino.
• El ser (Parménides: “solo es verdadero lo inmutable”

El Segundo grupo de filósofos (Sofistas + Sócrates), viendo el callejón sin salida al que conducía la
reflexión de sus antecesores, se preocuparán por el hombre (Filosofía moral y política).

• Los Sofistas separarán “naturaleza” y “cultura”, “verdad” y “validez”. El hombre será la


medida de todas las cosas… “en cuanto a los dioses no dispongo de medios para saber si
existen o no” (Protágoras) [relativismo + escepticismo].

• Sócrates se desmarca de los Sofistas (pobreza) y mantiene la existencia de la verdad (con


valor universal) apoyado tanto en la razón como en el sentido que para él tiene la existencia
de los dioses. Ellos ha dejado a nuestro alcance muchas cuestiones sobre las que no quieren
ser molestados. El hombre debe ocuparse en el conocimiento de lo que es la justicia, la
virtud, lo bueno.

Platón (Academia para la Polis) y su teoría sobre las ideas (esencias eternas, invisibles y dotadas de
un modo de existencia diferente de las cosas concretas, con las que el genio ordenador (Demiurgo)
plasma el orden ideal del universo) supondrá una influencia importantísima para la reflexión teísta
cristiana (S. Agustín) [¿Es posible enseñar la virtud? Sí, luego la ética es una ciencia. Y los juicios
de valor que regularán la conducta].
El mundo en que vivimos (mundo de lo que nace y muere) es copia de una
realidad eterna, que no cambia: las ideas. Realiza esta copia un artificio, el
Demiurgo, que en su bondad desea hacerlo lo mejor posible.

¿Cuál es el ser eterno que no nace jamás y cuál es aquel que nace siempre y no existe nunca? El primero es
aprehendido por la inteligencia y el raciocinio, pues es constantemente idéntico a sí mismo. El segundo es
objeto de la opinión unida a la sensación irracional, ya que nace y muere pero no existe jamás realmente.
Por lo demás, todo lo que nace, nace necesariamente por la acción de una causa, pues es imposible que, sea
lo que sea, pueda nacer sin causa. Así, pues, todas las veces que el demiurgo, con sus ojos sin cesar
puestos en lo que es idéntico a sí, se sirve de un modelo de tal clase, todas las veces que él se esfuerza por
realizar en su obra la forma y las propiedades de aquello, todo lo que de esta manera produce es
necesariamente bello y bueno. Por el contrario, si sus ojos se fijaran en lo que es nacido, si utilizara un
modelo sujeto al nacimiento, lo que él realizara no sería bello y bueno…
Ahora bien: si el Cosmos es bello y el demiurgo es bueno, es evidente que pone sus miradas en el modelo
eterno. En caso contrario, cosa que no nos cabe suponer, habría mirado al modelo nacido. Es absolutamente
evidente para todos que ha tenido en cuenta el modelo eterno. Pues el Cosmos es lo más bello de todo lo
que ha sido producido, y el demiurgo es la más perfecta y mejor de las causas. Y, en consecuencia, el
Cosmos hecho en estas condiciones ha sido producido de acuerdo con lo que es objeto de intelección y
reflexión y es idéntico a sí mismo.
Ahora bien: si esto es así, resulta también absolutamente necesario que este mundo sea la imagen de otro
mundo.

PLATÓN: Timeo. 27-28

Aristóteles, por su parte incluirá el ámbito de la divinidad en su reflexión metafísica: Lo divino es el


Ente separado (de los entes), “el motor inmóvil”, e incluso, de acuerdo a algunos a autores, es el
fundamento de la Filosofía práctica (la ética). De todos modos, más allá de polémicas sobre las
interpretaciones del autor, Aristóteles (Liceo para la Polis y la organización del conocimiento)
proporcionará la base fundamental para la reflexión filosófica cristiana de la Escolástica. Sus
conceptos de materia y forma (hilemorfismo), causa, movimiento, esencia, sustancia, contingente,
necesario… serán fundamentales en la elaboración filosófica que harán los autores cristianos del
Medievo.

Mas, puesto que hay una ciencia del Ente en cuanto ente y separado, debemos considerar si,
en definitiva, ha de afirmarse que ésta se identifica con la Física o, más bien, se distingue de ella.
Así, pues, la Física trata de las cosas que tienen en sí mismas un principio de movimiento, y la
Matemática es ciencia especulativa y versa sobre entes permanentes, pero no separados. Por
tanto, acerca del ente separado e inmóvil trata otra distinta de estas dos ciencias, si es que existe
alguna substancia tal, es decir separada e inmóvil, lo cual intentaremos mostrar. Y. si es que hay
entre los entes alguna naturaleza tal, allí estará también sin duda lo divino, y éste será el principio
primero y más importante. Es, pues, evidente que hay tres géneros de ciencias especulativas: la
Física, la Matemática y la Teología.
Así, pues, el género de las especulativas es el mejor, y, de estas mismas, la última
mencionada. Versa, en efecto, sobre el más excelso de los entes, y cada una recibe el calificativo
de mejor o peor según el objeto que le es propio.
ARISTOTELES: Metafísica, libro XI. 1064 a-b

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