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Gautama
Día 0
Día 1
Día 2
Día 3
No. Era indudable que nadie vivía allí desde hace rato,
entonces decidió arriesgarse a entrar. Abrió la puerta de
madera principal sin mucho esfuerzo ya que estaba podrida.
Adentro había una cantidad desmedida de libros viejísimos
en un cestón, (varios Best- Sellers, unas cuarentas
selecciones de Reader`s Digest viejísimas, revistas de
farándula, manuales de herramientas de agricultura,
crucigramas resueltos), casi tanto como las cantidad de
telarañas y mugre, una lata de tabaco Burley-Virginia con
una pipa adentro, una cama con enredaderas de una mata de
parchitas, ropa, el espacio de la que sería la cocina con
latas, frascos, peroles de aluminio golpeado, comida más
que podrida, dos bombonas de gas completas y una bombona de
gas a medio terminar, una botella de ron intacta,
materiales y herramientas de construcción (dos sacos de
cemento, bloques, algunas herramientas herrumbrosas pero
útiles, cabillas, un pico de mango roto, una escardilla, un
machete y una pala en el último estado de la oxidación.
Había más cosas, “este hombre estaba organizado”. Se
preguntó de quién serían todas estas cosas. Que le habría
pasado. ¿El dueño estaría vivo, loco, muerto? ¿Sabría este
desconocido que alguien estaba en ese momento en su casa?
¿Creería que este extraño sería una amenaza para él? salió
temeroso de la casa. Un poco extraviado por el suceso
comenzó a buscar el camino por donde vino y no muy lejos
notó en el fondo de un barranco un jeep entre la maleza
estrellado contra un árbol. Una sensación de angustia y
curiosidad simultánea lo invadió -parece que ya entendía
todo- entonces juntó fuerzas y comenzó a descender hasta
el fondo del barranco. Llegó hasta el vehiculo y vio un
cadáver ya reseco con el volante incrustado en el pecho. La
impresión que le causó lo dejó inmóvil.
Reaccionó.
Como pudo, sacó los restos del hombre del jeep, revisó su
cartera y descubrió que se llamaba Raúl, que había muerto
según sus cálculos a los cincuenta y siete años, que
mascaba chimó con frecuencia, que le gustaba el ron
cacique, que fumaba tabaco en pipa; aparentemente todo
indicaba que era un hombre solitario. Cavó una tumba para
él. Lo amortajó con su propia ropa de cama, recogió flores
y se las coloco encima, luego tiró la tierra y asumiendo
que tal vez sería cristiano le hizo una cruz de madera con
su nombre. Recogió su ropa, sus botas raídos, todas sus
pertenencias y las quemó mientras bebía la última botella
de ron de Raúl, “¡Salud, viejo y buen viaje!” le dijo
mientras frente a la hoguera vaciaba la mitad del ron sobre
la tierra que cubría sus huesos.
Día 4
Amaneció nublado y la hoguera se transformó en un cúmulo
de cenizas apenas humeantes. Anoche por encargarse de toda
la “Ceremonia” Abel está cansado; apoyado en la pared del
porche de la casa, ha reflexionado acerca de todo lo que
aparentemente sin razón le ha sucedido; “No, no puede ser
casualidad que yo haya subido a esta montaña por querer
centrarme, que haya llegado a aquella vertiente, donde
resbalé, donde me instalé, que no haya agua cercana y que
por esa razón haya llegado hasta la casa de Raúl y que
finalmente nos hayamos encontrado aquí, como si hubiese
esperado por su ceremonia tanto tiempo allí, muerto.” Se
quedó dormido.
Día N
Han pasado dos meses y una mañana Abel está terminando un cuadro con un tipo de
desiderata, algunas palabras para tener siempre presente: “Si, es difícil pero hay que
hacerlo, hay que renunciar al mundo quedándose en él: La feliz renuncia. Aguardando
como un centinela: alerta y cumpliendo su deber sin mayor problema. Tienes que
entenderlo desde lo más sublime que hay en ti, la idea es permanecer en un estado de
conciencia en el que recuerdes que por más que hayas escuchado lo peor, hayas
recibido lo peor de alguien o sencillamente la vida no sea según tú quisieras no hay
nada que temer. Difícil de tragar, el ego pega un brinco: su reino está en riesgo. Lo
cierto es que todo cambia y eso que ahora te causa dolor, angustia, desolación, todo
eso va a cambiar también. Ten paciencia y ábrete a recibir el cielo del conocimiento
para aplicarlo y ser sabio o cierra tu corazón y afirma tu creencia en que eres una
víctima en el infierno. La Feliz renuncia te proporciona suficiente tranquilidad para
reflexionar acerca de ti, acerca de tus actos. Por la búsqueda de ilusiones estamos
permanentemente distraídos, y perdemos un valioso tiempo para desarticular esa
estructura mental que reafirma nuestras aparentes carencias, que nos hace percibirnos
como débiles, pobres, abandonados; al hacerlo las resistencias caen al comprender
que la pérdida de algo o alguien en sí no es lo que nos causa dolor sino el “cariño” o
apego que deliberadamente le hemos tomado al fijar esperanzas y condiciones para
nuestra felicidad en él. El miedo a perder lo que se cree poseído cesa al comprobar que
nada nos pertenece. Al no desear, nada nos posee y por lo tanto no pueden ocurrir
pérdidas. Entonces ¿Cómo se hace esto? Permite que las personas y los objetos estén
allí el tiempo que deben estar, no retengas, da. Agradece lo que te ha proporcionado y
para tu paz no intentes comprender ni desees saber el porqué. Jamás esa respuesta te
proporcionará satisfacción sea la respuesta que sea. Ya que al creer que algo se ha
“ido” tu dolor a causa del apego no cesará hasta que de lo más profundo de tu ser no
surja la aceptación del suceso como algo que es parte del juego. ¿Hay que desear?
Obligatoriamente mientras estés aquí no puedes dejar de vivir de ilusiones, no obstante
ten presente que los deseos traen consigo insatisfacción. Desea lo justo. ¿Entonces
como saber que estamos deseando en la medida correcta? Por el nivel de sensatez y
honestidad interna y por el nivel de conciencia que te permita IDENTIFICAR la
situación como una sesión de práctica. Si un violinista ha sido honesto en su práctica
no cree sino que sabe cual es el punto de presión del arco en el que se debe tocar
sobre cada cuerda. Si tu deseo más profundo de ser mejor permanece en tu conciencia
tienes la mitad del juego ganado.”
Sigue allí, ha logrado una rutina de yoga, tiene una barba que lo hace ver como
un clochard un poco extraño. Se ríe de él. Ha leído algunas cosas prestadas de Raúl y
cosechó varias verduras y maíz de su conuco, usó sus herramientas, se las ingenió y ha
podido permanecer allí más que cómodo, a gusto. Sin embargo, está tentado de querer
bajar a la ciudad, apertrecharse y regresar. Esta vez comprar algunas semillas, más
enlatados y combustible suficiente para estar seguro. Quería tener contacto con los
demás sólo en extrema necesidad. Disponía de dinero suficiente como para estar una
buena temporada bajo esta rutina. Ya verá.