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Ahora que el ultraderechista Javier Milei, de 53 años, es el nuevo presidente de Argentina, los focos se

posan en la otra Milei, una mujer tan poderosa como discreta a la que le gusta vestir con colores
intensos. La hermana pequeña del presidente es la persona en la que él más confía, su estratega de
campaña, su estilista, alguien a quien califica como “el Mesías”. Vestida de blanco, Karina Milei, de 50
años, ocupó este domingo el lugar destinado a las primeras damas y acompañó a su hermano hasta la
Casa Rosada a bordo del descapotable presidencial. Cuando Milei saludó a las delegaciones extranjeras,
allí estaba ella de pie, junto al nuevo presidente. Cuando Milei habló desde el balcón de la Casa Rosada,
se la vio en la sombra.

En la noche del triunfo electoral, Karina Milei tomó por primera vez la palabra en un acto público. Fue la
encargada de darle paso para iniciar el discurso de la victoria en un hotel de Buenos Aires: “Quiero
presentar al presidente electo, Javier Milei”, proclamó antes de saludar juntos a los presentes. Estaba
visiblemente emocionada mientras él mantenía el semblante serio. Por si quedaban dudas, en el
momento más importante de su vida, la primera persona a la que Milei le agradeció su contundente
victoria fue Karina: “Sin ella, nada de esto hubiera sido posible”.

Flaca, menuda, teñida de rubio, Javier la llama Kari; también, El Jefe, así, en masculino, o primera dama.

Muchos en Argentina la consideran el cerebro gris del fenómeno Milei. Desde que irrumpió como un
torbellino en la política argentina —para unos como un imprescindible soplo de aire fresco, para otros
como un grave peligro— Milei ha dejado muchas declaraciones difíciles de olvidar. También algunas
dedicadas a Karina. “Vos sabés que Moisés era un gran líder, pero no era bueno divulgando. Entonces,
Dios le mandó a Orón para que divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Soy solo un
divulgador”, explicó durante una entrevista Milei, emocionado y entre lágrimas. Para entonces Milei ya
era diputado. Quedaba un año para la campaña de las presidenciales.

Meses después, estaba el ahora presidente en una reunión con unos rabinos cuando se habló del
Mesías, cuyo regreso a Jerusalén los judíos esperan, y el político intervino: “Lo que pasa es que el Mesías
es mi hermana, ya llegó”, según cuenta la prensa local. Estupefactos debieron quedarse los rabinos.

Karina Elizabeth Milei es dos años menor que su único hermano. Poco se sabe de ella, lo que ha contado
el político, lo que filtran los aliados y detractores de la pareja, del uno y de la otra, y poco más. Ella
mantiene un perfil bajo. No da entrevistas, pocos han oído su voz.
Son hijos de un matrimonio formado por un conductor de autobús y un ama de casa. Crecieron en el
barrio de Villa Devoto, en Buenos Aires, y fueron a la misma escuela católica. Ambos están solteros, sin
hijos. Y desde hace años forman pareja profesional.

Karina siempre tuvo una relación muy estrecha con Javier, al que de niño maltrataba su padre ante el
silencio cómplice de su madre, algo que él no les ha perdonado, y al que sus compañeros de colegio
acosaban. El hijo no se habló con sus padres durante años, en público los llamaba “progenitores”. Pero la
noche de las elecciones, los señores Milei estuvieron junto a sus hijos durante el escrutinio y en el
momento de la victoria. Ella nunca rompió la relación con sus padres. En esa soledad que acompañó a
Milei en la infancia y la adolescencia, Karina era a menudo la única compañía.

Apoderada del partido La Libertad Avanza, ella firmó el escrito en el que la formación denunció “un
fraude colosal” en la recta final de la campaña, del que al día siguiente la formación se desdijo. Pero ella
ni se dignó a acudir a la citación de las autoridades electorales.

“Uno siempre tiene que tener alguien a quien reportar. En mi caso yo reporto a mi hermana”, decía el
diputado Milei en otra entrevista. Ella es la persona que desde hace años gestiona su agenda, sus
entrevistas, sus conferencias en Argentina y el extranjero. Y es la cancerbera, la persona que controla
quién tiene acceso, y quién no, al economista que ha irrumpido como un terremoto en la política
argentina. Un control que ejerce con mano férrea a medida que su hermano mayor iba avanzando en su
carrera hacia la Presidencia.

Licenciada en Relaciones Públicas, estudió pastelería, es escultora aficionada y fue copropietaria de una
tienda de neumáticos. Cuando su hermano era solo un economista que empezaba a ir a las teles como
tertuliano, ella se ocupaba de gestionarle el patrimonio.

Fue también Karina quien convenció a Javier de que desterrara los trajes y adoptara ese look de rockero
veterano con chaquetas de cuero como la que lució para votar en las presidenciales. El candidato ultra
solo salió aquel día del coche después de que El Jefe Karina inspeccionara el cordón de guardaespaldas
privados organizado para protegerlo hasta el pasillo vallado por el accedió hasta el colegio electoral. “Es
el ser más maravilloso del mundo”, dijo de ella en otra entrevista. Queda por ver cuál es el rol que
adopta Karina ahora que arranca el mandato de su hermano, si prefiere seguir trabajando entre
bambalinas, si salta a la esfera pública como primera dama con poder o, quién sabe, si asume un cargo
ejecutivo en el próximo Gobierno.
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