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El sacerdote explica que no vale la pena ganar todo el mundo si se arruina la propia vida. Cita la segunda lectura que habla de transformarse renovando la mente para discernir la voluntad de Dios. Aunque no es fácil, vale la pena esforzarse para vivir de acuerdo a Dios y así alcanzar la vida eterna como recompensa. Luego pregunta cuál es el camino para desarrollar todo el potencial humano y alcanzar la felicidad auténtica, ya que la familia, amigos y medios a veces dan
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El sacerdote explica que no vale la pena ganar todo el mundo si se arruina la propia vida. Cita la segunda lectura que habla de transformarse renovando la mente para discernir la voluntad de Dios. Aunque no es fácil, vale la pena esforzarse para vivir de acuerdo a Dios y así alcanzar la vida eterna como recompensa. Luego pregunta cuál es el camino para desarrollar todo el potencial humano y alcanzar la felicidad auténtica, ya que la familia, amigos y medios a veces dan
El sacerdote explica que no vale la pena ganar todo el mundo si se arruina la propia vida. Cita la segunda lectura que habla de transformarse renovando la mente para discernir la voluntad de Dios. Aunque no es fácil, vale la pena esforzarse para vivir de acuerdo a Dios y así alcanzar la vida eterna como recompensa. Luego pregunta cuál es el camino para desarrollar todo el potencial humano y alcanzar la felicidad auténtica, ya que la familia, amigos y medios a veces dan
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina
su vida? No es cuestión de estar ya rozando los límites de la santidad. Se trata de, como nos recuerda la segunda lectura, de transformarnos “por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.” Una tarea que no fue nunca fácil, ni siquiera para los Apóstoles, ni para tantos santos que en el mundo han sido. Una tarea que merece la pena. Al final, el Señor nos dará la paga que merezcamos. Ojalá sepamos vivir de tal modo, que la paga sea la mayor a la que puede aspirar un cristiano, la vida eterna. Discerniendo siempre, preguntándonos cada día “qué quiere Dios de mí hoy y ahora, para que el Reino siga creciendo. Para que yo sea más feliz”. Con la ayuda del Espíritu. La realización no nos llega automáticamente, sino que tenemos que construirla paso a paso, escalón tras escalón. El camino de los hombres y las mujeres ‘se hace al andar’, decía el poeta andaluz y cantaba el juglar catalán… no encontramos hecho el camino, lo tenemos que hacer. Pero, ¿cuál es el camino que nos lleva a desplegar todas nuestras potencialidades? ¿Cómo llegar a ser auténticamente humanos? ¿Cómo llegar a ser plenamente felices? La familia, con muy buenas intenciones, pero no siempre de manera acertada, nos advierte sobre las ventajas y los peligros de una u otra opción profesional, matrimonial, existencial... Los amigos y amigas nos aconsejan, muchas veces de acuerdo a su propia experiencia, por dónde debemos seguir... La sociedad, a través de los medios de comunicación y la publicidad, nos señala senderos de plenitud y felicidad, que terminan siendo sólo realidad de novela o alegrías de cartón... Todos quieren ayudarnos a encontrar el secreto de la felicidad.