Está en la página 1de 47

Historia Politica

Republicana del
Ecuador
Ensayo redactado por Juan de Althaus
Guarderas. Julio de 1999

Parte I: Desde la fundacion de la Republica hasta


la Revolucion Liberal.

INDICE
Introducción.................................................................................................4
1. Contexto Internacional...........................................................................5
2. Fundación de las Repúblicas Latinoamericanas...................................6
3. El naciente Estado Republicano del Ecuador........................................8
Antecedentes................................................................................................................8
Fundación del Estado Ecuatoriano.............................................................................9
La Iglesia y el Estado................................................................................................13
Sistema de autonomías regionales versus Estado incipiente....................................14
Latifundio serrano y concertaje................................................................................16
Los artesanos.............................................................................................................17
Cuenca y Loja: en el medio.......................................................................................17
Guayaquil mercantil y costa agroexportadora.........................................................17
Aparato estatal y cuestión fiscal................................................................................19
Caudillismo militar....................................................................................................21

4. Relevancia de los sucesivos gobiernos en el siglo XIX, hasta la


revolución liberal...................................................................................23
El “floreanismo”.......................................................................................................23
El gobierno de Vicente Rocafuerte............................................................................25
Segundo gobierno de Flores......................................................................................27
La inconclusa “revolución marciana”......................................................................27
El liberalismo popular del Urbinismo: Abolición de la esclavitud y del
tributo indígena. Reducción de otros tributos indígenas y supresión
de los estancos..........................................................................................................29
El General Francisco Robles: Escándalos internacionales.
Crisis de desmembramiento nacional: Cuatro gobiernos regionales
independientes y peligro de anexiones a Colombia y Perú......................................31
El “gracianismo”......................................................................................................32
Obra graciana...........................................................................................................35
El “progresismo”: Borrero, Veintimilla, Plácido Caamaño,
Antonio Flores y Cordero.........................................................................................38

5. La revolución liberal de Eloy Alfaro: Fundación del Estado Laico y


consumación de un período histórico...................................................41
Situación del Ecuador de fin de siglo y comienzos del siglo XX...............................41
Primer gobierno de Eloy Alfaro................................................................................43
El Presidente Leonidas Plaza y “el placismo”.........................................................45
Gobierno de Lizardo García.....................................................................................45
Segundo gobierno de Eloy Alfaro. Fundación del “Estado Laico”
y triunfo definitivo del liberalismo...........................................................................46
Gobierno de Emilio Estrada y Carlos Zaldumbide...................................................46
Bibliografía................................................................................................................47

INTRODUCCION

3
Para apreciar mejor el texto de este ensayo, considero conveniente ofrecer
una breve explicación teórica, que ha guiado el análisis interpretativo
historiográfico. Cuando se analizan los procesos políticos se establece que
el discurso político, como vínculo social, se fundamenta en los intereses de
grupo social. Así como cada cada sujeto en la sociedad lo mueve su deseo
en la vida, el cual sufre modificaciones, de manera parecida, en el ámbito
de la sociedad civil, estos sujetos se agrupan según determinados deseos
identificatorios, que conforman un interés social determinado.

Así como el deseo del sujeto se formula con una demanda y su


argumentación, de manera similar, los intereses de grupo esgrimen sus
demandas mediante el discurso político. En cualquier organización social
siempre se habla de “la política” que la sustenta.

De esta manera, hemos analizado profusamente una serie de articulaciones


que tienen que ver con los intereses en juego, detrás de las políticas
esgrimidas por los actores sociales. Estos intereses, a su vez, pueden ser
excluyentes o inclusivos, de los otros. Cuando no hay negociación de
intereses o estos no se modifican, donde no se cede una parte de los
intereses de cada grupo, predomina la exclusión de los otros intereses o de
uno en particular, y las consecuencias son el conflicto, la violencia, la
inestabilidad y el estallido social y político.

En este texto se hace un recorrido, desde la fundación de la República,


hasta el hito del triunfo de la revolución liberal en el Ecuador,
considerándolo como un período histórico particular, en tanto que desde la
fundación de la República hasta la entrada en el siglo XX, los intereses del
latifundismo serrano conservador y los intereses capitalistas costeños
liberales, entraron en conflicto permanentemente por la hegemonía, hasta el
triunfo liberal definitivo, que obligó a la sierra a modificarse,
progresivamente, hacia el capitalismo durante el siglo XX.

En los albores del siglo XXI, los agudos problemas de la sociedad


ecuatoriana no están desligados de este pasado, y no está demás saber algo
de él, para no caer de nuevo en una serie de impases o abordarlos con
mejor conocimiento de causa, tanto para la vida individual como colectiva
en la sociedad civil.

Para este efecto, invito al lector a plantear sus propias interrogantes al texto
y a elaborar sus propias asociaciones conceptuales, lo cual o dejará de ser
fructífero y gratificante.
1. CONTEXTO INTERNACIONAL.

4
A comienzos del siglo XIX Europa todavía mantenía en buena parte rasgos
feudales. La mundialización del comercio era un hecho, que se había
acelerado desde los viajes de Colón. El efecto de la extracción de oro y
plata y su envío, había propiciado la circulación monetaria en Europa,
socavando las bases económicas del feudalismo y las Monarquías
absolutas. El descubrimiento de los europeos de la papa de los Andes,
contribuyó en gran medida en la disminución de las hambrunas en el “viejo
continente”, sentando las bases para la constitución de un mercado.

Las revoluciones norteamericana y francesa pusieron en jaque a las


monarquías y sus sistemas de colonización monopólica. Sin embargo, la
reacción de las tendencias restauracionistas de las monarquías apoyadas por
la Iglesia Católica, a partir de la derrota de Napoleón en Waterloo, lograron
reinstalarse a medias.

Sólo a partir de 1848, cuando Francia nuevamente lidera la lucha contra las
monarquías, ellas van cayendo definitivamente una tras otra en Europa,
ocupando su lugar el liberalismo político como representante del
capitalismo emergente.

La revolución industrial (máquinas, energía carbonífera y al vapor) se había


iniciado en Inglaterra desde mediados del siglo XVIII, pero estaba poco
difundido. La manufactura incipiente se mantenía. El capitalismo como
sistema mundial, fue un proyecto político en proceso de realización,
durante el siglo XIX, logrando su triunfo definitivo a comienzos del siglo
XX.

El primer “boom” científico técnico comenzó a partir de 1830. En 1867 se


inventa la rotativa, en 1876 el linotipo, en 1832 el telégrafo morse, en 1876
el teléfono, en 1896 la radio, en 1878 el fonógrafo, en 1860 la fotografía.
Estos inventos revolucionaron las comunicaciones en el siglo XIX.

La industria alteró la relaciones laborales. Distanciamiento inicial entre


ricos y pobres. El urbanismo se despliega. Con la ley de pobres en
Inglaterra se castigaba la indigencia. Frente a esta nueva realidad social
comenzaron a surgir el movimiento obrero y las tendencias socialistas.

En Europa, se expandieron los ideales ilustrados de la revolución francesa:


La libertad, la igualdad, la democracia y consecuentemente la formación
del los estados nacionales, como marco para el desarrollo de cada
burguesía nacional y su mercado.

5
La decadencia de las monarquías europeas a principios del siglo XIX se
extendió a España. La industrialización inglesa ofrecía productos de mejor
calidad y más baratos en el comercio mundial, y se contrabandeaba frente
al monopolio comercial español, resquebrajando seriamente el sistema
imperial de la península Ibérica.

2. FUNDACION DE LAS REPUBLICAS


LATINOAMERICANAS.

En América Latina las aristocracias criollas, es decir, terratenientes


señoriales y comerciantes, se aliaron con las burguesías europeas, sobre
todo la inglesa, en los objetivos de desmoronar el dominio colonial español.
Las guerras de la independencia fueron en gran parte financiadas con
capitales ingleses.

Los proyectos políticos bolivarianos y sanmartinianos, tomados del


pensamiento ilustrado de la revolución francesa, no se hicieron realidad en
forma extensiva. Incluso los mismos libertadores tenían posiciones
ambiguas en algunos casos, como por ejemplo, la posibilidad de crear
protectorados de algunas monarquías europeas, porque percibían mucha
inmadurez en las elites y el pueblo. El propio Bolívar, al final de su vida,
escribió testimoniando su inmensa frustración de los ideales
independentistas, y asumió una posición de gran escepticismo.

Las propias guerras de independencia tuvieron un elevado costo.


Significaron exacciones considerables a los propietarios, el reclutamiento
forzoso de tropas, afectando seriamente a la producción y diezmándose a la
población. La masa del pueblo no fue protagonista del acto
independentista, ni su beneficiario, sólo las aristocracias criollas que se
autoeliminaron los tributos y las limitaciones coloniales para la extensión
latifundista, usufructuaron del poder estatal, ahora en sus manos, dejando
casi intactos los tributos y sistemas de expoliación coloniales, cargadas
sobre las poblaciones étnicas y el pueblo.

Al inicio de la República Ecuatoriana, las denominadas “oligarquías


terratenientes” controlaban un incipiente estado independiente de España y
su poder predominó, durante todo el siglo XIX, aunque en forma
decreciente, hasta la victoria definitiva del “Estado Laico” a comienzos del
siglo XX.

6
En este proceso se enfrentaron en formas disímiles, las dos tendencias
centrales, el conservadurismo y el liberalismo. El primero representaba los
intereses de los sectores terratenientes de la sierra aliados con la Iglesia
Católica, que formaba parte del Estado, y el segundo, representaba los
intereses de la naciente burguesía o sector capitalista, anclado sobre todo en
la costa, primero como ente comercial y luego se amplía como sector
agroexportador y bancario.

Estas dos tendencias, más la “tercera vía” del progresismo de finales de


siglo, no fueron realmente partidos políticos, tal como los conocemos hoy
en día. No habían políticos profesionales, eran los propios propietarios o
militares de alta graduación, los que asumían directamente el liderazgo. No
desarrollaban campañas políticas ni programas de gobierno elaborados.
Eran dirigentes caudillescos con un conjunto de ideas sobre qué hacer en
cada caso, de acuerdo a los intereses que representaban. La conformación
de partidos modernos recién comenzaron a aparecer a finales de siglo.

En cuanto a los programas económicos, los conservadores esgrimieron el


proteccionismo y los liberales el librecambismo. Hay que anotar, que las
dos tendencias se presentaron en toda América Latina y Europa y EEUU,
aunque guardando las distancias. El primero consistía en procurar un
sistema de impuestos y controles estatales para evitar el ingreso de
mercancías del exterior que compitieran con las nacionales. Esta fue la
posición clásica de los grandes hacendados de la sierra, interesados en
mantener un sistema de explotación agrícola colonial o semifeudal. El
segundo, sostenido por la burguesía guayaquileña fundamentalmente,
exigía la libertad de producción, de comercio y de relaciones laborales, en
conexión con el mercado mundial y buscando desarrollar el incipiente
mercado interno.

La conformación de las jóvenes naciones latinoamericanas, implicó


también un largo proceso de negociaciones, conflictos y guerras sobre el
asunto de las líneas fronterizas. En teoría, según el acuerdo entre los
independentistas, las fronteras deberían establecerse de acuerdo al principio
del utis posidetis, lo que significaba que se aceptaban los límites
establecidos durante la última fase de la colonia entre los Virreynatos y las
Audiencias. Las provincias y departamentos respetarían las gobernaciones
coloniales. Este tema limítrofe, tanto entre países como entre
departamentos o provincias, siempre fue objeto de aprovechamiento
político en los asuntos internos de cada país. Hasta el día de hoy, todavía
quedan algunas diferencias por solucionar.

7
Como nota comparativa, podemos comentar que Argentina, Chile, Uruguay
y Brasil, lograron en el siglo XIX mucho más estabilidad política,
continuidad democrática y crecimiento económico. La explicación puede
encontrarse quizás en la escasa población étnica existente en esos países,
por lo cual, las nuevas olas de inmigrantes europeos, que por esa misma
razón fueron a esos países, llegaron para hacer fortuna con el trabajo bajo
una concepción capitalista, y no mediante la exclusión cultural y la
expoliación de la población étnica, mediante el saqueo y la servidumbre
feudal parasitaria.

3. EL NACIENTE ESTADO REPUBLICANO DEL


ECUADOR.

Antecedentes

Los discípulos y compañeros de ideas del prócer ilustrado Eugenio Espejo,


organizaron la insurrección independentista del 10 de agosto de 1809, y
luego de vencer a los realistas, crearon la Junta de Gobierno en Quito que
duró hasta 1812, fecha en la cual fue cercada y disuelta por las fuerzas
coloniales, debido a su aislamiento.

Cuenca y Guayaquil no se sumaron, ya que se sentían todavía beneficiados


por ciertas libertades económicas otorgadas por las reformas borbónicas a
finales del siglo XVIII. Incluso, el gobierno de la Audiencia de Quito se
trasladó a Cuenca, para combatir a los independentistas quiteños.

Ambas ciudades sabían que a la larga el sistema colonial se iba a


derrumbar, a causa de la competencia inglesa y por la aguda crisis en la
metrópoli. Prefirieron esperar prudentemente, las condiciones adecuadas.
Es así que en 1820, sabiendo de los éxitos de Bolívar en Venezuela y de
San Martín en Argentina y Chile, y que planeaban avanzar hasta la actual
Colombia por el norte y al Perú por el Sur, los notables de Guayaquil y
Cuenca decidieron levantarse contra el yugo colonial.

También sirvió como detonante, la reinstalación de una serie de tributos y


controles coloniales que realizó el poder virreynal desde Quito y desde
Lima, para financiar a los ejércitos realistas, considerando que Guayaquil
dependía totalmente de Lima en el comercio colonial.

8
Así es que, el 9 de octubre de 1820 se declara independiente Guayaquil,
formando un Gobierno Provisorio, declarando la libertad de comercio y
suprimiendo los tributos de aduanas y consulares coloniales. Luego, el 3 de
noviembre, se independiza Cuenca, y Loja el 18 de noviembre, en acciones
relativamente coordinadas.

Los ejércitos realistas enviados desde Quito, derrotan a los


independentistas, y finalmente, en la batalla de Pichincha en mayo de 1822,
con el ejército comandado por Sucre. se logra la derrota definitiva de los
realistas. Posteriormente, en las batallas de Junín y Ayacucho en Perú, se
sella la independencia definitiva de toda Sudamérica del yugo español.

Es interesante comentar que, en la batalla de Pichincha, el 40% de los


soldados provenían del Perú, y que en las batallas de Junín y Ayacucho, la
misma proporción de soldados provenían de Cuenca. Luego,
paradójicamente, en la batalla de Tarqui en 1829, en la guerra entre Perú y
Colombia, el ejército peruano estuvo comandado por el Mariscal La Mar,
Presidente del Perú, que era cuencano.

Fundación del Estado ecuatoriano

El estado ecuatoriano se fundó sobre la base de las demandas de las elites


de Quito, Guayaquil y Cuenca de separarse de la Gran Colombia, a la cual
estaba integrada como su distrito sureño, de acuerdo a la configuración del
Virreynato de Nueva Granada, una de cuyas audiencias era la de Quito, que
incluía los departamentos de Guayaquil y Cuenca en calidad de
gobernaciones. Despúes de la guerra contra el Perú en 1829 para definir
fronteras, Bolívar prefirió reconocer esta demanda porque veía como
demasiado problemático e incontrolable mantener las cosas como antes.

Entonces, formalmente, la primera Constitución de la República del


Ecuador, que estaba inspirada en la norteamericana, fue aprobada el 13 de
mayo de 1830, en la primera Asamblea Constituyente, declarado que los
departamentos del Azuay, Guayas y Quito quedan reunidos entre sí,
formando un solo cuerpo independiente, con el nombre de Estado del
Ecuador, en alusión a la línea ecuatorial, medida por la expedición francesa
de La Condamine a principios del siglo XVIII.

En ese momento la población del país era de aproximadamente 500,000


habitantes, de los cuales unos 80,000 vivían en la costa y 420,000 en la
sierra. Quito tenía unos 36,000 habitantes, Cuenca unos 10,000, Ambato
unos 3,000 y Guayaquil, no pasaba de 20,000. Es importante señalar que el

9
conjunto de la población se había reducido en un 25% desde 1780 debido a
terremotos, epidemias y el impacto devastador de las guerras
independentistas.

Estas cifras revelan una densidad poblacional muy baja, y con escasas
comunicaciones inter-regionales. Para viajar de la sierra a la costa o
viceversa, había que hacerlo a lomo de mula o a caballo, atravesando
amplias zonas de inhóspito bosque tropical, lo cual duraba semanas. Esto
determinó que los tres principales centros de poder mencionados, ejercieran
una preponderante autonomía frente al estado central, y marcó las
características peculiares de las primeras Constituciones, en sus aspectos de
organización democrática.

La Constitución inicial establecía los tres poderes clásicos del estado


democrático fundado por la revolución francesa: el legislativo, el ejecutivo
y el judicial. El legislativo como el principal y fuente de los otros dos. El
Congreso sería unicameral y se reuniría cada dos años. El ejecutivo debería
mantener el orden interno y la seguridad exterior, decretar el estado de
sitio, desterrar, conmutar sentencias de muerte, recaudar los impuestos
centrales y ejercer algunos aspectos del patronato eclesiástico. El poder
judicial era declarado autónomo, con instancias regionales y locales,
dirigidos por una Corte Suprema instalada en Quito.

La declaración de gobierno “popular y representativo” establecía la


elección de las autoridades estatales, pero era indirecto, mediante
asambleas electorales desde las parroquias, que designaban electores para
las asambleas cantonales, las cuales a su vez, elegían para las asambleas
provinciales. Estas últimas elegían autoridades seccionales y los
representantes al Congreso, el que al final, elegía al Presidente y
Vicepresidente de la República.

Pero el reconocimiento de la ciudadanía era muy restringido y excluyente.


Las restricciones eran las siguientes: Edad 18 años o ser casado, tener una
propiedad de bienes raíces de 200 pesos o más, ejercer una profesión o
industria útil, sin ser sirviente, doméstico o jornalero, saber leer y escribir.
Para ser elegido en una función pública, el monto mínimo de propiedad era
mayor y la renta fija también.

Por tanto, sólo unos pocos propietarios podían ser elegidos. Por eso, sólo
un 0.3% de la población era electora y elegible. Esta ultraminoría eran los
terratenientes regionales, sobre todo serranos, comerciantes y hacendados
guayaquileños. Existió una estructura vertical articulada a caciquistas

10
locales, clientelas, y notables. Es decir, con ese sistema electoral, las
elecciones se iban amañando desde la localidad, por sus “notables”.

A pesar que la quinta parte de la población se encontraba en la costa, se


acordó una representación igualitaria entre Quito, Cuenca y Guayaquil para
los Congresos y Asambleas Constituyentes.

Guayaquil logró siempre esta posición debido al inmenso poder económico


de los comerciantes y de los crecientes hacendados agroexportadores. Si no
se les concedía estas ventajas, siempre estaba la amenaza latente de
anexarse al Perú, teniendo en cuenta los antiguos vínculos de dependencia
con la Lima colonial.

Por otro lado, el interés de Quito estaba fundado en la tradición de ser la


sede de la Audiencia de Quito del Virreynato de Nueva Granada, cuya
circunscripción incluía las gobernaciones de Guayaquil y Cuenca. Quito
cedía ante Guayaquil y Cuenca, debido al gran interés por la recaudación
de los impuestos aduaneros, el intento de usarlos para evitar importaciones
competitivas, y por otro lado, para no perder vínculos comerciales con la
costa y el exterior. Hay que aclarar durante la colonia, entre Quito y el sur
de Colombia, se habían deteriorado significativamente, además que frente a
la poderosa Colombia, Quito perdería mucha fuerza, mucho más que frente
a Guayaquil y Cuenca.

A pesar de la declaratoria de “Igualdad ante la ley”, se mantuvo una


política de exclusión contra los no propietarios, mediante la esclavitud, la
prohibición de ciudadanía, la tributación indígena, el “concertaje”, el
analfabetismo, y otros mecanismos. La República nace con un claro
divorcio entre el principio universal declarado, no cumplido, y la forma
legal particular declarada si cumplida, que se encuentra por encima del
principio general. Además, puntualmente, se aplican las leyes que más
convienen al poder terrateniente, como la ley de vagancia y la prisión por
deudas, para someter a los campesinos al latifundio, sin escapatoria.

Recién a partir de la década del 50 estas condiciones comenzaron a


modificarse, tanto por las necesidades del capitalismo emergente en la
costa, y en segundo lugar en Cuenca y Loja, como por las importantes
sublevaciones indígenas contra la expoliación de que eran objeto.

Por otro lado, hay que recalcar que la fundación del Estado ecuatoriano no
significó, al inicio, una existencia unitaria, sino que la caída del estado
colonial destapó los inevitables impases locales entre terratenientes, que
consolidaron su poder. Durante la colonia, las familias latifundistas tenían

11
intereses en varios virreynatos, pero después de la independencia esto se
cortó, y se produjo un aislamiento local, y una producción hacia el
autosonsumo. Peor aún, fueron los conflictos entre los sectores dirigentes
de la sierra y la costa, y en segunda importancia entre la sierra centro-norte
y el austro (Cuenca y Loja).

Los terratenientes serranos trataban de defender el mercado para la


colocación de sus productos de consumo doméstico (textiles y alimentos),
utilizando las barreras tributarias a las importaciones. Por el otro lado, los
terratenientes que producían para la exportación y los sectores comerciales
ligados a ella, sobre todo afincados en la costa, les interesaba rebajar los
impuestos, tanto para importar como para exportar. Este debate, que hasta
hoy dura, entre el proteccionismo estatal y los librecambistas, se tradujo
continuamente en la esfera política.

Sin embargo, las alianzas y acuerdos que se realizaban entre los tres
grandes bloques de las elites regionales e intraregionales, eran sumamente
precarias e inestables, lo que dio lugar a que el ejército se colocara en el
lugar del árbitro, no sin interés propio, bajo la forma del caudillismo
militar.

Bajo este panorama, en los primeros años de la República, predominó la


dispersión económica y política, a pesar de la declaratoria constitucional
como “estado unitario”. Hasta el gobierno de García Moreno, el país era
profundamente descentralizado, en todos los sentidos. El asunto monetario
era revelador al respecto.

Hasta la década del 70 predominó la moneda acuñada de oro y plata. Las de


plata se usaban para intercambios intraregionales, y las de oro para
extraregionales. En cada región había un tipo de moneda distinto. En Quito
se usaba el peso colombiano, en Cuenca y Loja los pesos peruanos y
bolivanos. Los “billetes de crédito” en papel, sólo fueron usados en 1830
para los pagos de derechos aduaneros, en Guayaquil. Tres años más tarde,
el presidente Rocafuerte, creó las “cajas de amortización” en Guayaquil,
Cuenca y Quito, pero con funciones limitadas.

Por otro lado, las monedas regionales permitían el control de las fuerza de
trabajo indígena, para que no migraran a otros lugares, en condiciones de
una población escasa. La cuestión monetaria fue una de las mayores
dificultades para aquellos gobernantes que quisieron modernizar al país, ya
que enfrentaron grandes resistencias del poder regional, para hacerlo.

12
La Iglesia y el Estado

Mención particular merece este tema. La Iglesia estuvo estrechamente


ligada a todos los procesos políticos en el siglo XIX, en tanto que formaba
parte del Estado, en oposición a los principios de la revolución francesa. Su
posición en la sociedad no sufrió casi modificaciones después de la
Independencia. Era beneficiaria de grandes privilegios de autonomía
corporativa.

A través de “concordatos” se reafirmó en gran medida el “protectorado”


eclesiástico, sistema feudal por el cual el gobierno nombraba a las
autoridades eclesiásticas y la Iglesia se encargaba de una serie de funciones
públicas. Así, algunos gobiernos republicanos acordaron con el Vaticano la
participación de la Iglesia en el nuevo Estado. En 1830 había en el Ecuador
unos 600 clérigos, pero evidentemente, con mucho poder.

Así se reforzaba también su poderoso monopolio religioso e ideológico,


sancionado por varias Constituciones a lo largo del siglo XIX, que
establecían a la Iglesia Católica como religión de Estado, excluyendo todo
culto alternativo en la sociedad civil. A esta forma se le denomina “Estado
confesional”.

Este arreglo fue muy conveniente para los intereses de la aristocracia


terrateniente de la sierra, que siempre fue su aliada, ya que a cambio de
estos privilegios semifeudales, apoyó el control ideológico y político del
indigenado y artesanado, y la resistencia al crecimiento de la burguesía
costeña liberal, por tanto “demoníaca”. Este apoyo al poder terrateniente,
también era material y militante. Muchos curas tomaron las armas en varias
asonadas y revueltas contra el liberalismo, y proveían de fondos para el
efecto.

En cuanto a sus privilegios, la Iglesia poseía en propiedad gran cantidad de


haciendas y terrenos “en manos muertas”, que incrementaba mediante los
sistemas de mercedes de tierras, doctrinas, misiones, Composiciones,
Donaciones pías, herencias, dotes, cofradías, capellanías (cesión de tierras a
cambio de la salvación), compras fraudulentas, censo eclesiástico
(préstamos hipotecarios), y otros.

Las propiedades las arrendaba a los hacendados tradicionales, los cuales


usaban los mecanismos del “concertaje de indios”, para su explotación. De
allí también, la estrecha alianza entre la Iglesia y el poder terrateniente de
la sierra. A su vez, la Iglesia fue beneficiaria de determinadas formas de
trabajo gratuito de los indígenas y de una serie de impuestos, como el

13
diezmo (la décima parte de toda producción agrícola recaudada por el
estado, de cuyo monto un tercio se entregaba a la Iglesia), y multiplicidad
de servicios religiosos obligatorios como las primicias, estipendios,
camaricos, priostazgos, albaquías y otros.

Paralelamente, la Iglesia, como en la colonia, mantuvo el control en sus


manos de la educación pública (colegios y universidades), los orfanatos, los
hospitales, los hospicios, el registro de ciudadanía mediante el bautismo
(ser católico era condición indispensable de ciudadanía), el matrimonio
(negándose el matrimonio civil), los cementerios, el poder de veto en
cualquier publicación escrita y otras funciones públicas menores. Se puede
decir también, entonces, que el Estado ecuatoriano era una especie de
colonia ideológica del Vaticano.

Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, debido al fortalecimiento


liberal, que tuvo su base en el boom cacaotero de la costa, se fueron
eliminando estos privilegios eclesiásticos, hasta que se fundó el “Estado
Laico” a principios del siglo XX, con la revolución liberal de Eloy Alfaro.

Sistema de autonomías regionales


versus Estado incipiente
Desde un inicio, existieron tres centros de poder, Quito, Guayaquil y
Cuenca, a los que se sumó luego Loja. El propio Bolívar llegó a concluir,
que gobernar coordinadamente a los tres, era imposible, por sus continuas
riñas regionales.

Como se ha señalado anteriormente, estos centros estaban débilmente


articulados, y existían diferentes desigualdades entre ellos, que fueron
variando en el tiempo. Principalmente, en esta balanza regional, las
mayores tensiones se desarrollaron entre Quito y Guayaquil, cuyos
intereses inmediatos eran antinómicos, representados políticamente por el
conservadurismo el primero y el liberalismo el segundo.

En la década del 70 apareció el progresismo en Cuenca y Loja, como


tercera vía conciliadora entre los dos, pero con un fuerte tinte federalista.
Benigno Malo, su creador, promovió el sistema federal estilo
norteamericano, declarando que “sólo cuando a cada provincia y a cada
cantón se les deje administrar sus propios recursos, se lo hará con más celo
e inteligencia. Y se podrán concluir las obras que exigen su desarrollo; la
falta de vías de comunicación, de asignaciones fiscales, en general el atraso
y abandono en que se debate la provincia del Azuay tiene como causa

14
fundamental el centralismo”. No cabe duda que estas frases parecen dichas
en la actualidad.

Sin embargo, antes de García Moreno, lo que predominaba era el


descentralismo y un régimen autónomo, frente a un poder central muy
débil. Por ejemplo, en cuanto a la administración pública, muchos ámbitos
de la función judicial eran implementados por los terratenientes locales,
bajo sus propias normas (encarcelamientos y castigos), ya que el sistema de
concertaje y la ley de vagancia, establecía la prisión por deudas y el
continuo esfuerzo del gamonal por impedir que fugara a la costa el
campesino semi-esclavo, que no era abundante numéricamente, era
respaldado por este sistema.

Parece ser que, en medio de este localismo estrecho, los municipios,


herederos de los cabildos coloniales, jugaron un papel preponderante que se
mantuvo durante todo el s. XIX. La independencia de la corona y el nuevo
sistema electoral los fortaleció. Tenían rentas propias por medio de la
tributación local y no dependían del poder central, el cual, más bien, les
solicitaba préstamos.

Los incipientes servicios públicos, el control de los mercados, la venta de


bienes inmuebles, el registro de la propiedad y el sistema judicial, eran
manejados por ellos. En gran medida, en la sierra, para las obras públicas
utilizaban las “mingas” de los campesinos en forma obligatoria. Los
funcionarios municipales eran adhonorem, porque eran los “notables” de la
localidad, lo cual los independizaba aún más del poder central. Las
funciones estatales que se encargaba la Iglesia, eran controladas
localmente. Por eso, sólo en Guayaquil, muchos colegios se trasladaron a
manos privadas seculares.

Durante la primera parte del s. XIX, esta autonomía regional fue fuente de
varios conflictos, en tanto que Guayaquil y Cuenca condicionaban la
participación a las Asambleas Constituyentes, donde también se elegían los
Presidentes de la República, a que se mantuviera la representación
igualitaria de los anteriores departamentos. Como se ha señalado, si no era
aceptado, se amenazaba con separarse del estado ecuatoriano.

Latifundio serrano y concertaje

En la sierra, sobre todo en Quito, los intereses poderosos eran los de la


casta terrateniente, cuyas familias eran la aristocracia criolla provenientes

15
desde la colonia. Ellos defendían su sistema de producción hacendaria y su
mercado cautivo regional de productos alimenticios y textiles. Obtenían
grandes excedentes sobre la base del concertaje, al que sometían a la
población indígena.

El concetaje, literalmente, significaba un contrato que “concertaban” el


patrón y el peón de hacienda, pero en la realidad, consistía que al indígena
se le obligaba a trabajar en la tierra del hacendado, a cambio de un huerto
donde cultivaba el panllevar para su familia, y se le entregaba en anticipo
productos para completar la subsistencia familiar. Ambos ingresos,
calculados fríamente por el hacendado, nunca satisfacían las necesidades
básicas de su familia, por lo cual, tenía que volver a pedir anticipos, y
quedaba así endeudado de por vida, y la de sus hijos. Más aún, si tenían
que pagar el tributo y los impuestos eclesiásticos obligatorios. En algunos
casos se utilizaba también fuerza de trabajo totalmente esclava, proveniente
de la población de origen africano.

Alrededor de las haciendas serranas, existían comunidades que eran


desplazadas progresivamente hacia los páramos por los latifundistas,
arrebatándoles las tierras fértiles. También existían campesinos
minifundistas, que eventualmente trabajaban en las haciendas a cambio de
un magro salario pagado en moneda local.

Las técnicas de producción en estos latifundios aran sumamente arcaicas.


No se utilizaba el arado, sino que el campesino cultivaba con llactas, de
origen precolombino, que eran unas varas con las puntas dobladas, con la
cual cada uno abría la tierra. A los hacendados no les interesaba mejorar las
tierras ni tecnificar la producción agrícola, sino vegetar de la renta simple
de la tierra, con la cómoda expoliación de la población indígena. Incluso se
oponían a la construcción de caminos, tanto porque con las mingas se usaba
al indígena de la hacienda, como por temor a la pérdida de su poder local.

Paralelamente, dentro de esta lógica, los terratenientes lucharon por


establecer un sistema amplio de impuestos altos en las aduanas internas y
en Guayaquil, para impedir el ingreso desde la costa de mercancías más
baratas y de mejor calidad, que compitieran con las suyas, dificultando así
el comercio. Esta era la política proteccionista.

Los Artesanos

En las ciudades de la sierra, sobretodo, existía el grupo social de los


artesanos, que habían tenido ciertas leyes protectoras durante la colonia.
Era una pre-industria, tanto para uso doméstico como herramientas

16
productivas simples. Los artesanos se oponían a los terratenientes ya que a
ellos sí les interesaba desarrollar el comercio de sus productos. Por
ejemplo, Cotacachi se convirtió en el centro más importante de la artesanía.
Allí se producían 6,000 ponchos al año.

Desgraciadamente, para los artesanos, durante la década del 70, con el auge
de las importaciones manufacturadas, fueron lanzados a la quiebra, y
migraron a la costa para trabajar en las haciendas cacaoteras como
jornaleros agrícolas.

Cuenca y Loja: en el medio

El caso de Cuenca y Loja pueden ser catalogados, como en cierta posición


intermedia entre Guayaquil y Quito. Si bien mantenían en forma
predominante el sistema hacendario serrano, desarrollaron también cierta
producción exportable, como fue el caso de la cascarilla (árbol de la quina,
de la cual se extraía la quinina, muy demandada en Europa), y la
fabricación de los sombreros de paja de Toquilla, cuya materia prima
provenía de Manabí. Fue en el Azuay donde se instalaron los primeros
ingenios de azúcar. La producción de ganado para beneficiar y de carga
era de gran importancia, y se exportaba la mayor parte al Perú.

A través de Guayaquil, básicamente, la cascarilla y los sombreros se


exportaban a diferentes mercados mundiales. Sin embargo, a partir de la
década del 60, esta región entró en crisis debido a la competencia de las
mercancías industriales norteamericanas y Europeas, y el desarrollo de la
producción equivalente en el Perú.

Guayaquil mercantil y costa agroexportadora

Por el lado de la costa, fundamentalmente en Guayaquil, que era su centro


monopólico, en tanto no permitió la existencia de otro puerto hacia afuera,
las elites propietarias, conformadas sobre todo de grandes comerciantes,
agiotistas y hacendados agroexportadores, les interesaba desplegar un libre
comercio interno y externo, propugnado lo que se llamó la política
librecambista.

Sólo hay que señalar, que en la práctica, esto no era tanto así, puesto que
gran parte de estos comerciantes obtenían grandes ganancias mediante el
comercio ilegal, lo cual era facilitado por los altos aranceles. Por eso, en
muchos gobiernos, se lograban establecer acuerdos con los terratenientes
serranos, a pesar que públicamente los políticos declaraban otra cosa.

17
En el caso de los hacendados agroexportadores, producción que iba siendo
creciente durante el siglo XIX, necesitaban además mano de obra para sus
plantaciones, y les interesaba, particularmente, atraerla desde la sierra.

Aquí el sistema era el siguiente: Al jornalero que quisiera, el hacendado le


entregaba un terreno virgen, el cual tenía que desbrozarlo y explotarlo, para
la mantención de su familia y sobre todo para cultivar cacao. Cuando el
árbol diera su fruto (18 meses), las dos primeras cosechas le pertenecían a
él en un 50%, y luego devolvía la parcela al hacendado, el cual le pagaba
una peseta por mata. En ese momento podía elegir entre ser jornalero con
paga salarial o volver a explotar otra porción de tierra virgen.

Por lo general, este sistema era beneficioso para el cultivador, y por otro
lado, el jornalero ganaba un buen salario: trabajaba sólo 8 horas diarias y 5
días a la semana, y tenía derecho a un huerto en la plantación. Los
hacendados se quejaban que los jornaleros ganaban mucho, pero no les
quedaba otra alternativa, ya que la mano de obra era escasa. Incluso por
esta misma razón, los hacendados costeños rápidamente liberaron a los
esclavos de origen africano, mucho antes que su manumisión legal durante
el gobierno de el General Urbina. Que fueran trabajadores libres, era
mucho más productivo.

Según relatos de viajeros extranjeros, la familia del jornalero era inestable.


El hombre siempre violentaba a la mujer, produciéndole cortes de machete
en la cara, y la abandonaba con lo hijos, con frecuencia. La mujer, más
bien, era muy trabajadora y responsable, “muy superior a su compañero”,
manteniendo el alimento y la educación de sus hijos.

Por otro lado, hay que señalar que en las actuales provincias de Manabí y
Esmeraldas, lo que predominaba era, más bien, la pequeña propiedad
agrícola, donde se explotaba banano, algo de cacao, paja de toquilla, tabaco
y caucho. Con el éxito progresivo del cacao, y la baja de los precios
internacionales de aquellos productos, estas fincas familiares fueron
adquiridas progresivamente por los grandes hacendados cacaoteros,
mediante una combinación de formas, aveces no muy santas.

El cacao se producía en la costa desde los tiempos coloniales. En 1791


Guayaquil exportó 10,000 cargas de cacao a Acapulco, 12,000 a Lima y
32,000 a España. Ya en 1800 la producción se había extendido a casi toda
la costa. No por casualidad, en 1828 Sucre había declarado con razón, que
Guayaquil era “el único puerto productivo del Pacífico y zona de posibles

18
conflictos entre países por la ubicación estratégica, su importancia
económica y riquezas”.

En 1850, se exportaba el producto a los siguiente mercados, según orden de


importancia: Estados Unidos, México, Francia, Perú, Chile, Alemania e
Inglaterra. En 1870, Alemania pasó al segundo lugar.

A partir de la década de los 60, comenzó el “boom” cacaotero, debido al


triunfo en Europa del capitalismo liberal contra el “restauracionismo
monárquico”, y a la expansión de la llamada “conquista del oeste” en los
EEUU, factores que aumentaron significativamente la demanda del cacao
en el mercado mundial. Guayaquil se convirtió rápidamente, en el primer
puerto de exportación de cacao en el mundo.

Sólo entre 1860 y 1880 los ingresos por exportaciones llegaron a los 91
millones de dólares, de los cuales el 65% era del cacao. Este gran
movimiento de capital para la época, condujo a la creación de los primeros
bancos en el país, que se fundaron en Guayaquil. Por ejemplo, el Banco del
Ecuador, privado, por efecto del “boom” aumentó su capital 7.5 veces entre
1868 y 1908. Paralelamente, se formaron las primeras compañias navieras
nacionales, muchos de cuyos barcos eran ensamblados en Guayaquil.

Sin embargo, este gran flujo de capital, no fue invertido hacia la


producción manufacturera, que podría también exportarse, sino a la
importación (muchas veces mediante el ganancioso contrabando) de
productos manufacturados y suntuarios de Europa y EEUU, para venderlos
en un incipiente mercado interno, y también en grandes gastos para
consumo familiar, de las elites del puerto.

Aparato estatal y cuestión fiscal

Durante la mayor parte del siglo XIX, la burocracia regional y central del
aparato estatal, era muy reducida en número y no profesional. Los
empleados buscaban ganar un ingreso adicional, en relación a sus
actividades privadas. Nadie podía vivir del sueldo del burócrata. Los
sectores privilegiados de la burocracia eran los únicos que vivían de los
ingresos fiscales y esos eran los militares, eclesiásticos, el Presidente y los
ministros. Todos ellos se llevaban más del 50% del presupuesto.

Sin embargo, desde el inicio de la República, el déficit fiscal fue


permanente. Muchas veces no se lograba pagar a la tropa. Los ingresos
provenían de impuestos directos e indirectos, como la tributación indígena,
imposiciones aduaneras, estancos y diezmos. Se cobraban los impuestos al

19
estilo colonial, “rematando” a particulares los derechos del cobro de
impuestos.

El mayor ingreso fiscal era el impuesto de la “tributación personal”, que


durante la colonia lo pagaron todos, pero en la República sólo los indígenas
y de peor manera que antes, ya que muchas veces se les cobraba con años
de anticipación. En 1856 se lo abolió, en parte porque, como primera fuente
de ingresos, fue desplazado por los impuestos aduaneros producto de la
agroexportación costeña, pero por otro lado porque impedía la liberación
indígena del concertaje y su migración hacia la costa, donde se necesitaban
jornaleros libres para las haciendas cacaoteras, y finalmente debido a la
necesidad de la burguesía comercial costeña, de expandir el mercado
interno para los productos que importaban. Con el concertaje, los indígenas
no tenían ninguna capacidad de compra.

Junto a los tributos eclesiásticos ya mencionados, los estancos, que eran


cambiantes en tanto que afectaban a poderosos productores, eran impuestos
sobre los artículos de primera necesidad, (como la sal, el tabaco,
aguardiente, pólvora, azúcar, etc.), sin embargo, en la práctica afectaban
sobre todo a la mayoría del pueblo, ya gravados con los impuestos
anteriormente mencionados.

Entonces, hasta la década del 60, el grueso de la carga impositiva del


Estado, caía sobre los indígenas y la población desposeída, sin mayores
variaciones desde la colonia. Con la independencia, los terratenientes
serranos se eximieron del “tributo personal” general, y las elites
guayaquileñas de una serie de tributos que gravaban el comercio, el resto
quedó igual.

Entre las elites guayaquileñas existió el conflicto entre los hacendados


agroexportadores, que deseaban menos impuestos, y los comerciantes que
cobrarban los aranceles y cotrabandeaban, puesto que estos últimos se
oponían a rebajar los aranceles, que significaba para ellos un doble
negocio. Cuando Rocafuerte intentó rebajar los aranceles en un 40%, para
mejorar la liberalización del comercio, este sector se opuso tan
fuertemente, que hicieron fracasar el proyecto en el Congreso.

En cuanto al rubro de egresos del débil estado naciente, junto al gasto


militar, el principal fue el pago de la deuda externa a Inglaterra, que había
financiado en buena parte las guerras de la Independencia, como se ha
dicho. A Inglaterra estos préstamos le beneficiaron por partida doble:
Negocio financiero y extensión del comercio internacional libre, contra el
monopolio comercial español.

20
Más de cien años duró el asunto del pago de la deuda a Inglaterra. Esta
obligación tuvo dificultades en su cumplimiento, incluido el escandaloso
acuerdo en 1854, que estableció entregar territorios a Inglaterra
(Esmeraldas y el Oriente) a cambio de la tercera parte de la deuda. En esa
época, el Imperio Británico estaba extendiendo sus colonias en Asia, Africa
y Medio Oriente, bajo la dirección de la Reina Victoria. Pero el Presidente
García Moreno no reconoció este acuerdo y desde 1856 hasta 1869, ordenó
la suspensión del pago o la moratoria,

Hay que tener en cuenta, que hasta García Moreno, podemos decir, no
existía verdaderamente un sistema de contabilidad científica en el débil
estado ecuatoriano. Se conducía casi como una contabilidad de hacienda.
Por eso, en la mayor parte de casos, los gobernantes consideraban los
ingresos al fisco, parcialmente, como ingresos privados.

Más aún, analizando esta estructura embrionaria de las cuentas fiscales, los
ingresos impositivos no afectaban al sector terrateniente de la sierra, pero
los egresos sí los beneficiaba considerablemente. En el caso de la costa, los
aranceles aduaneros eran relativamente aceptados, no sólo por costumbre
desde la colonia, sino que era un instrumento de presión ante el gobierno de
turno a favor de sus intereses, o también, los acaudalados propietarios
guayaquileños, le prestaban dinero al Estado central, con una serie de
condicionamientos de acuerdo a sus intereses.

Caudillismo militar

Pero el choque constante de intereses disímiles y regionales, en un país


donde las comunicaciones eran casi inexistentes, y por tanto el intercambio
interno poco significativo, y donde la unicidad del estado era
extremadamente precaria, la inestabilidad política era una regla.

Ningún sector de poder económico lograba hacer predominar sus intereses,


de manera significativa, sobre toda la nación, sea en forma estable o
durante largo tiempo. En términos promediales, se puede decir que el poder
terrateniente de la sierra, es el que mantuvo mayor control del Estado hasta
finales de siglo. Sin embargo, ninguna elite regional lograba homogenizar
la vida social, política ni cultural del país, y menos, hegemonizarla de
manera constante.

Fue una difícil y larga lucha la del liberalismo, que representaba los
intereses de la burguesía naciente en la costa, contra el conservadurismo
obsoleto de la aristocracia semifeudal de la sierra. Los gobiernos con

21
intención liberal, se vieron obligados continuamente a realizar una serie de
concesiones al poder terrateniente, de lo contrario les resultaba muy difícil
sostenerse en el poder y avanzar en algo el programa liberal.

Entonces, lo que parecía frecuente, era un movimiento pendular entre los


tres o cuatro centros de poder, y entre el liberalismo y conservadurismo. Es
en ese contexto, de gran inestabilidad política y vacío de poder, que surge
el caudillismo militar.

Hasta el gobierno de García Moreno, las fuerzas armadas eran las que se
originaron en la guerra de la Independencia. Los oficiales utilizaron sus
triunfos meritorios para acceder a altos cargos públicos y haciendas.
Muchos de ellos se ligaban en matrimonio con las hijas de los acaudalados
terratenientes de la sierra.

Inicialmente, los jefes eran de otros países, como Colombia, Venezuela e


Inglaterra, siendo que su máximo líder inicial, el heredero de Bolívar y
Sucre en el naciente Ecuador, fue el General Juan José Flores, natural de
Venezuela, que inauguró la era del llamado “floreanismo” en la presidencia
de la República.

Por otro lado, eran unas fuerzas militares poco profesionales, y la tropa era
muy maltratada. Sin embargo, los gastos del ejército, como se ha señalado,
se llevaban la mayor parte del precario presupuesto del Estado central y los
gobiernos locales, que financiaban en forma irregular de unos 800 a 1,500
hombres, según el momento político. La mayor parte de ellos, aunque
parezca increíble, eran oficiales a sueldo, lo cual formaba una casta militar
con intereses propios, en el escenario político, que no podía dejarse de
tenerse en cuenta.

Cuando surgía un amotinamiento, los militares obtenían préstamos


“voluntarios”, entregados por un lado, por alguna fracción de poder en
pugna, o procedían a la incautación de ganado y alimentos a los
campesinos y terratenientes “enemigos”. Se reclutaba más soldados
mediante el sistema de la “soga”, es decir, se forzaba a campesinos y
pobres en general, a enrolarse, y para que no escaparan se los amarraba
entre ellos con una soga o cadenas, llevándoselos así al campo de batalla.

Por todas estas consideraciones, la fuerza militar no sólo se convertía en un


“árbitro” entre las facciones de poder en pugna, colocándose en el lugar
vacío que dejaban, sino que este rol les otorgaba la oportunidad de hacer
valer sus propios intereses de grupo social, más o menos definido. De
manera general, se podría considerar a las fuerzas armadas de ese entonces,

22
como parte de una clase media embrionaria, ya que lo que hoy día
llamamos “profesiones”, casi no existían.

La mayor parte de las veces, la oficialidad provenía de las capas artesanales


o pequeños comerciantes. Esto les proveía también de la posibilidad de
“arbitrar” entre fracciones en pugna, sin mayores problemas, o de pasar de
una a la otra, según la encrucijada política del momento.

4. RELEVANCIA DE LOS SUCESIVOS


GOBIERNOS EN EL SIGLO XIX, HASTA LA
REVOLUCION LIBERAL.

El “Floreanismo”

De esta manera, el caudillismo militar produjo su primera carta de


presentación, con el primer Presidente del Ecuador, en 1830, cuando
asumió el mando el General Juan José Flores. Como habíamos señalado,
Flores nació en Venezuela, en Puerto Cabello, hijo de una madre humilde,
pero se enroló de joven en el ejército español, para luego pasar al ejército
independentista. De hecho, en razón de sus habilidades muy particulares,
logró ascender hasta General de División, y luego fue nombrado Jefe del
Distrito Sur de la Gran Colombia.

Con gran astucia, en base al cargo que poseía, se ligó a la aristocracia


terrateniente quiteña, casándose con Mercedes Jijón y Vivanco, hija de una
familia latifundista de abolengo. Este matrimonio, en su vida privada,
significó también una alianza en la vida pública, entre el ejército y los
gamonales de la sierra.

La tendencia política que inauguró Flores, duró quince años, mereciendo


por nombre el “floreanismo”. Sin embargo, su influencia se extendió hasta
la década de los 60. Sus ideas políticas eran la continuación del
“bolivarianismo”, que sostenía la necesidad de un gobierno fuerte para
evitar la anarquía post-independentista, aceptando la democracia en forma
restringida. El presidencialismo y un ejército sólido, fue su fórmula
política.

23
Flores representaba el “ala derecha” del bolivarianismo, manifestando
siempre sus inclinaciones pro-monárquicas. Quizás fue un
“restauracionista” frustrado. Defendió el patronato eclesiástico,
manteniendo una sólida alianza con la Iglesia católica, que consolidó su
poder.

Su Vicepresidente fue José Joaquín de Olmedo, que significó cierta


presencia de la naciente oligarquía comerciante costeña en el primer
gobierno republicano, sin embargo, esto no fue suficiente para aplacar a las
elites regionales de Guayaquil.

Así, en noviembre de 1830, el General Luis Urdaneta, se levantó en armas


en Guayaquil, reclamando ser el continuador de Bolívar. El movimiento
fue apoyado por las elites de Cuenca, Riobamba y otras ciudades. Flores,
viéndose perdido, acudió a Bolívar en Bogotá, postergando la batalla final.
Pero llegó la noticia de la muerte de Bolívar, y el movimiento se disolvió.
Tal era la importancia del líder caudillista en esa época, que muerto
Bolívar, el recurso de autoridad, pierde peso completamente.

También Flores tuvo que enfrentar en varias oportunidades sublevaciones


militares, en tanto que la tropa y baja oficialidad era muy mal pagada, a
diferencia de la alta oficialidad, a pesar que la mayor parte del presupuesto
del estado financiaba al ejército, como hemos señalado más arriba.

Por otro lado fue extraño, por decir lo menos, el desenlace que tuvo el
conflicto limítrofe con Colombia, cuando Flores se dirigió con el ejército a
la región del Cauca, que había pertenecido a la Audiencia de Quito. Este
enfiló hacia Pasto, pero antes de enfrentarse con el caudillo Obando de
Colombia, negoció con él, entregándole el Cauca a Nueva Granada, a
cambio de una “simbólica” cantidad de dinero, supuestamente. Esto fue
un botón de muestra de la manera escandalosa como también fueron
saqueados los dineros del fisco, durante el régimen de Flores.

El descontento de la oposición no se hizo esperar, formándose en 1833 el


grupo liberal intelectual y militante “El Quiteño Libre”, con el Coronel
inglés Francisco Hall a la cabeza y con personajes heterogéneos como
Pedro Moncayo y Vicente Rocafuerte. Rocafuerte era el representante por
el Guayas y fue el más aguerrido opositor, por lo cual fue exiliado.

Pero cuando Rocafuerte se disponía a salir del país, el 12 de octubre de


1833 estalló en Guayaquil el amotinamiento de la guarnición al mando del
Comandante Mena, y Rocafuerte fue colocado al mando. Flores marchó a
la costa y tomó Guayaquil, obligando a Rocafuerte y Mena a retirarse a la

24
isla Puná, donde bloquearon el puerto de Guayaquil y organizaron una
resistencia guerrillera, que se extendió hasta Manabí y Los Ríos. Esta fue
conocida como la “Guerra de los Chihuahuas”, que no dejó de tener
algunos tintes bandidescos, propios de la época.

En tanto que esta guerra afectaba crecientemente a los notables de


Guayaquil, Rocafuerte terminó pactando con Flores en un incidente
confuso, acordando una alteridad en el poder. Los “chihuahuas” se
sintieron traicionados y se tomaron la fragata “Colombia”, lo que obligó a
Flores a recurrir a la ayuda de dos corbetas navales norteamericanas, que la
forzaron a la rendición.

Pero en casi todos los lugares de la costa la insurrección “chihuahua”


prosiguió hasta 1835, año en que fue sofocada finalmente y casi todos sus
jefes fueron fusilados.

Sin embargo, mientras Flores estaba bloqueado en Guayaquil, los


conspiradores de “El Quito Libre” organizaron un ejército al mando del
General Sáenz, desde Colombia, el cual fue derrotado en Pesillo por las
fuerzas de Flores. Tanto Sáenz, como Ignacio Zaldumbide, murieron en la
batalla. Luego en Imbambura, José Felix Valdivieso se proclamó Jefe
Supremo, tomó Quito y gobernó durante un tiempo.

Flores, un político muy hábil, siempre negoció su situación y logró


terminar su período constitucional en 1834. Se retiró del mando, pero
respaldando la proclamación de Rocafuerte como Jefe Supremo en
Guayaquil. Así, lograba mantener su influencia, mientras en Miñarica
Flores derrotaba por las armas a Valdivieso, el cual había proclamado la
“anexión del Ecuador a Nueva Granada”...

El gobierno de Vicente Rocafuerte

De Esta manera, se reunió la Asamblea Constituyente en Ambato en


1835, donde se aprobó la segunda Constitución Política del Ecuador, la
cual eligió a Vicente Rocafuerte como Presidente Constitucional, y se
nombró al General Flores, Jefe Vitalicio del Ejército y luego senador.

Vicente Rocafuerte nació en Guayaquil, siendo hijo de una acaudalada


familia de comerciantes, por lo cual fue enviado a Europa a educarse. En
1812, representó al departamento del Guayas en las Cortes de Cádiz, apoyó
la emancipación de México, donde fue diplomático. No participó en las
guerras independentistas, pero regresó al fundarse la República.

25
Intelectual y ejecutivo, prácticamente representó los intereses de la
emergente burguesía comercial de Guayaquil. Era un personaje fuera de lo
común, prolífero en las ideas liberales y modernizantes de su tiempo,
manifestándose partidario de la democracia al estilo norteamericano

Como muchos líderes brillantes a lo largo de la historia del Ecuador, sus


ideas estaban desfasadas con el tiempo real. Los escollos para implementar
los proyectos políticos más adelantados de la época, eran tan grandes, que
sólo se podía avanzar algo, realizando compromisos a cada instante con el
atraso imperante.

Jijón y Caamaño llegó a decir que Rocafuerte era un “liberal teórico y


conservador práctico”, refiriéndose a este impase. El propio Rocafuerte se
quejaba constantemente de las dificultades de su gobierno como
provenientes de una herencia colonial retrógada.

Rocafuerte inauguró los primeros pasos prácticos de la modernización del


país, con el apoyo estrecho de Juan José Flores. Firmó un acuerdo para el
pago de la deuda externa con Inglaterra, con su ministro Tamariz. Redujo
los impuestos de exportación e importación, pero la resistencia de los
comerciantes guayaquileños, acostumbrados al comercio ilícito desde la
colonia, lo obligó a desistir. Igualmente restringió la especulación de los
papeles de la deuda interna, afectando los intereses de los tenedores de la
deuda, la mayor parte guayaquileños. Reglamentó las emisiones de
moneda, que eran varias por regiones.

Rocafuerte dictó la primera Ley de Hacienda pública e impulsó la


construcción de caminos para favorecer el comercio y la producción.
Reorganizó al ejército y la marina, creando un colegio militar en Quito y
una academia naval en Guayaquil. Reformó la educación en la
Universidad, actualizándola, de acuerdo al pensamiento ilustrado de la
época, que otorgaba especial prioridad a la educación. Por último, eliminó
una serie de días festivos para favorecer la producción.

Pero el despliegue de esta gran actividad organizadora la realizó con una


fuerte represión interna, incluyendo la desaparición de la prensa opositora,
ya que la resistencia a su programa modernizador fue inmensa, sobre todo
de parte del poder latifundista de la sierra. Rocafuerte, tildado por algunos
como “déspota ilustrado”, tuvo 73 ejecuciones políticas en su haber. Como
muchos gobiernos de tendencia liberal, no intentaron movilizar al pueblo
contra la oposición terrateniente, porque lo consideraban tan ignorante que

26
podría resultar contraproducente. Esto hacía que las cosas se definieran en
el terreno de la represión y del nivel de influencia en el ejército.

Segundo gobierno de Flores

Como indicativo importante, en 1838 la población del país censada


alcanzaba los 547,292 habitantes, de los cuales 91,435 vivían en la costa.

Un segundo gobierno de Flores en 1839, continuó la obra de Rocafuerte,


manteniéndose la misma alianza política entre los dos. Rocafuerte fue
designado gobernador de Guayaquil. Flores, al término de su período,
realizó un golpe de estado y convocó a otra Constituyente, cuya carta
política regresó a un texto conservador, con un excesivo poder al ejecutivo,
con la intención de perenizarse en el poder, por la cual fue nombrada “La
Carta de Esclavitud”.

Rocafuerte, opuesto a esta intención de Flores, de nuevo pasa a la


oposición, como representante de Cuenca. Logró que la nueva Constitución
incluyera la permisión al culto privado de otras religiones y se prohibiera a
los curas ejercer la función legislativa. Rocafuerte, perseguido, se
autoexilió en Lima, donde continuó con la oposición.

La inconclusa revolución “marciana”

Las oposición a Flores y su respuesta represiva, fue creciendo hasta


desembocar en la llamada “revolución marciana”, en referencia al 6 de
marzo de 1845, fecha en que los notables de Guayaquil se sublevaron,
logrando el apoyo popular y proclamando un gobierno provisorio con J.J.
Olmedo, Vicente R. Roca y Diego Noboa, cambiándose la bandera
nacional por la del 9 de octubre de 1820.

Era el primer intento serio de las elites guayaquileñas, impulsadas por el


crecimiento progresivo de las exportaciones de cacao y otros productos
agrícolas, de asumirse como liderazgo de la nación, a pesar que en la costa
sólo se encontraba el 18% de la población nacional.

Flores salió derrotado de los enfrentamientos armados y firmó los acuerdos


en la hacienda “La Virginia”, ocasión en que se le hizo muchas concesiones
personales.

27
La cuarta Constituyente se reunió en Cuenca, restituyendo los derechos
regionales y debilitando al poder ejecutivo. Evitando un enfrentamiento
con la Iglesia, se le devolvió al clero el derecho a la diputación. La
Constituyente desconoció los acuerdos de “La Virginia” y se eligió a
Vicente Ramón Roca como Presidente de la República, un acaudalado
comerciante guayaquileño, respaldado por Rocafuerte. Olmedo, liberal más
radical, perdió la elección.

El gobierno de Roca, enfrentó continuamente la amenaza de invasión de


Flores, desde España, a cuyo reinado ofreció instaurar un duque español en
el gobierno ecuatoriano, a cambio de ayuda. Esto contribuyó a que Roca no
avanzara mayormente en el programa liberal, estableciendo constantes
compromisos con los conservadores encabezados por Flores.

Al finalizar el período de Roca, ningún candidato logró la mayoría, y se


entregó el poder al Vicepresidente, el afamado terrateniente serrano
Manuel de Ascázubi. Su corto gobierno interino mejoró la instrucción
pública y frenó la especulación. Sin embargo, no forjó las condiciones para
su elección posterior.

En esta situación se creó un vacío de poder, y como era de esperarse,


nuevamente sale a la palestra un militar. Se trata del General José María
Urbina, sucesor de Flores a la cabeza del ejército. En 1850 asume el mando
mediante un golpe de estado, apoyado por la elite guayaquileña, y luego
por Manabí, Cuenca y Riobamba. Una nueva Constituyente se reunió en
Quito y nombró a Noboa Presidente Interino, pero éste cedió políticamente
ante las demandas de la mayoría “goda” terrateniente y los militares
floreanos.

Noboa no logró campear el temporal, ocasionado por la aceptación de los


jesuitas expulsados de Colombia por el régimen liberal de ese país, lo cual
tuvo mucha oposición en todos los sectores, incluso de la casta eclesiástica.
El General Urbina vuelve a proclamarse como Jefe Supremo en Guayaquil
en 1851, y Noboa es arrestado y deportado.

28
El liberalismo popular del Urbinismo: Abolición
de la esclavitud y del tributo indígena. Reducción
de otros tributos indígenas y supresión de los
estancos.

De origen humilde, nacido en Tungurahua, Urbina hizo carrera en el


ejército desde soldado, durante las guerras de la Independencia, habiendo
destacado en Tarqui y Malpelo. Fue edecán de Flores, Gobernador de
Manabí y se inclinó por el antifloreanismo. Políticamente, fue un sujeto
muy astuto, sin escrúpulos y muy hábil en las alianzas, lo que le permitió
durar más de una década en el gobierno y extender su influencia política
varios años más.

Urbina sofocó rápidamente a varios municipios serranos insurrectos, de


orientación floreana, y neutralizó un intento de invasión de Flores, esta vez
desde el Perú. Los líderes opositores, como García Moreno, lo tildaban de
“monstruo que hasta el patíbulo infamara”, o como el afamado intelectual
Juan Montalvo que sentenció: “era el más ingrato, ciego y corrompido de
los mortales”. También se lo acusó que no conocía el honor, y de falencia
de ideas políticas y doctrinarias.

En todo caso, el hecho es que Urbina era muy apreciado en los sectores
populares y la tropa. Efectivamente, junto a favorecer a los
agroexportadores costeños, permitió cierta participación popular en la
política, y recibió el apoyo de los EEUU. Esto califica a su gobierno como
un cierto liberalismo popular.

Uno de sus más importantes logros, fue el decreto del 25 de julio de 1851,
por el cual se abolió la esclavitud, en contra de la oposición gamonal de la
sierra. Los hacendados costeños apoyaron el decreto, porque la creciente
producción cacaotera necesitaba de mano de obra, que comenzó a emigrar
significativamente hacia la costa.

En la misma dirección, Urbina logró que el Congreso apruebe en 1852 la


supresión de las “protecturías” de indígenas y la prohibición del cobro
anticipado del tributo indígena. Luego en 1857 logró decretó la eliminación
completa de este impuesto de origen colonial.

En ese momento, en 1855, la población censada en el Ecuador llegaba a


785,439 habitantes.

29
Además, Urbina reconoció la posesión de las aguas a algunas comunidades
campesinas, en conflicto con los terratenientes, y se opuso a la represión
contra el indigenado, puesto que este mecanismo era utilizado por los
gamonales serranos para impedir la fuga de la fuerza de trabajo indígena a
la costa.

Por un lado, eliminó los impuestos a la exportación (cacao, etc.) y por


primera vez, dejó sin efecto los tributos a los artículos de primera
necesidad, llamados “estancos”.

Estas medidas dinamizaron considerablemente la producción exportable de


cacao, caucho y cascarilla (Cuenca), frente a una demanda creciente en
Europa y EEUU de esos productos. Las fuerzas del mercado internacional
fueron más fuertes que la constante oposición goda, de los aislados
terratenientes serranos.

A su vez, dentro de la misma tónica, llegó a proponer la expropiación de


las rentas de los colegios privados y eclesiásticos para extender la
educación primaria, los cuales se opusieron totalmente. La razón para este
proyecto, era la necesidad de alfabetizar los jornaleros agrícolas en la costa,
para que mejoren su productividad.

Las reformas administrativas del Estado y el crecimiento económico,


permitieron por primera vez, realizar el pago íntegro y con significativa
regularidad, a los empleados públicos y a las fuerzas armadas. Se
disminuyeron los abusos contra la soldadesca, se alfabetizó a la tropa, se
incrementó el número de soldados y fueron mejor equipados. Además se
rodeó de una especie de “Guardia Pretoriana” con ex-esclavos de origen
africano, muy leales debido a su manumisión, conocidos como “los tauras”.
Esta política le permitió contrarrestar la conspiración conservadora contra
su gobierno.

Hay un consenso entre los historiadores que Urbina fue el gobernante más
popular del siglo XIX, y además, muchos lo consideran el antecesor de
Eloy Alfaro. De hecho, estos dos líderes fueron los únicos en el siglo XIX
republicano, que en alguna medida confiaron en los sectores del pueblo y
parcialmente se apoyaron en ellos. En todo caso, Urbina fue
contemporáneo a otros gobernantes latinoamericanos, que por la misma
época, realizaron políticas parecidas.

Al término de su mandato, se realizaron nuevas elecciones donde ganó en


General Francisco Robles, hombre de confianza de Urbina. Por primera
vez, las elecciones presidenciales no se realizaron en el Congreso sino a

30
través de un sistema indirecto de Asambleas o Colegios Electorales. El
objetivo de esta mayor democratización, era asegurar la continuidad del
Urbinismo, que era muy popular.

El General Francisco Robles: Escándalos


internacionales.
Crisis de desmembramiento nacional: Cuatro
gobiernos regionales independientes y peligro de
anexiones a Colombia y Perú.

Robles enfrentó un oposición fuerte, que utilizó el cuestionado acuerdo


para el pago de la deuda externa con Inglaterra, mediante el cual se
entregaban territorios en Esmeraldas y el Oriente a una compañía inglesa, a
cambio de la cancelación de sólo la tercera parte de dicha obligación. El
otro escándalo de su gobierno consistió en ofrecer las islas Galápagos en
alquiler a los EEUU.

Pero Perú protestó por la entrega de las tierras en el oriente señalando que
le pertenecían. Al fracasar las negociaciones, el Presidente Castilla de Perú,
decretó el bloqueo naval de Guayaquil y preparó una invasión al Ecuador.

Frente a la oposición encabezada por García Moreno, el gobierno se


trasladó a Guayaquil. La oposición en Quito aprovechó la situación y en
mayo de 1859 una “asamblea popular” desconoció al régimen de Robles y
nombró un triunvirato encabezado por García Moreno.

Robles envió a Urbina para sofocar la revuelta, el cual tuvo éxito. García
Moreno escapó a Lima y buscó el apoyo del presidente Castilla para
derrocar a Robles. Castilla aprovechó la coyuntura y permitió a García
Moreno, desde un barco peruano, que bloqueaba la rada de Guayaquil,
lanzar una proclama que llamaba a levantarse contra Robles y que las
fuerzas peruanas lo apoyaban eran aliadas del país.

Sin pasar mucho tiempo, la conspiración contra Robles volvió a triunfar en


Quito, mientras que en Guayaquil, el General encargado Guillermo Franco,
desconoció a Robles y se proclamó Jefe Supremo con el apoyo de Castilla
y su Armada. Inmediatamente, el Vicepresidente Jerónimo Carrión se
proclamó en Cuenca Jefe Supremo, y Manuel Carrión Pinzano, Jefe del
autoproclamado “Distrito Federal Lojano”.

31
Paralelamente, en condiciones que en Ecuador existían cuatro gobiernos
diferentes, de las cuatro regiones más importantes, Castilla del Perú y el
Presidente colombiano Tomás Cipriano Mosquera, negociaban la
posibilidad de disolver al país y anexárselo respectivamente.

Hay que señalar, que las elites regionales del Ecuador, se inclinaron en un
momento, hacia esta posibilidad: la de anexión a los países vecinos. García
Moreno había declarado que “No le queda al interior más tabla de
salvación, que reunirse a la Nueva Granada...”, después de haber acordado
con Castilla de Perú, su apoyo. Por otro lado, los notables Guayaquileños
amenazaban con anexarse al Perú, si no eran considerados.

García Moreno propuso, posteriormente (lo que fue un punto estratégico


durante cuatro años de su gobierno), que el Ecuador se convierta en un
Protectorado francés. Francia envió delegados para estudiar esta
posibilidad, pero al final su informe fue negativo, porque le sería muy
costoso y le produciría conflictos con Gran Bretaña, Estados Unidos y
varios países latinoamericanos. Entonces, Napoleón III descartó esta oferta.

Entonces, como consecuencia de esta situación, el Gral. Franco negoció


con Castilla firmando el tratado de Mapasingue, que estableció que
Tumbes, Jaén y Mainas y otros territorios sean del Perú, de acuerdo a la
Real Cédula de 1802.

El conjunto de estos acontecimientos mostraron, en todo caso, que ninguna


fracción de las elites regionales podía garantizar, ni por sí misma, ni por
acuerdo con las otras, la unicidad y estabilidad geopolítica del país, en ese
período.

El “gracianismo”

Muchas sociedades, cuando se encuentran en un trance de desintegración o


con grandes problemas dentro de un proceso de consolidación histórica,
tienden a demandar y escoger, como vía de superación, un “liderazgo fuerte
y efectivo”, que ponga “orden” en el tejido social.

Dio la casualidad que en el país, en el momento que hemos narrado,


apareció en escena el hombre apropiado para responder a ese anhelo. Se
trata del polémico personaje Gabriel García Moreno, cuyo nombre designa
un período específico en la historia política ecuatoriana.

García Moreno nació en Guayaquil, de padre español y madre criolla.


Luego de la escuela, estudió en la Universidad de Quito. Después de

32
encabezar un intento de asesinato del presidente Flores, viajó a Francia
para continuar sus estudios. Al regresar, se casó con Rosa de Ascázubi,
perteneciente a una de las familias terratenientes de la sierra, más ricas y
poderosas de la época.

García Moreno es descrito por varios historiadores, como una persona


austera, masoquista (se colocaba silicios en el cuerpo), muy dinámica y
ejecutiva. A su vez asumía una posición fanática y excluyente de su credo
católico que, combinado con una “inclinación sicopática” represiva frente a
toda oposición, mereció el calificativo de “Santo del Patíbulo” y de
“terrorista”. Se dice también que era un obsesivo en realizar sus ideas y
proyectos.

Regresando al momento político que estábamos explicando, el General


Franco, al haber firmado el tratado de Mapasingue con Castilla del Perú,
dio el pretexto oportuno a los gobiernos seccionales de Quito, Cuenca y
Loja para que se unificaran con él. De este modo, García Moreno y el
Gobierno Provisional de Quito, se reconciliaron con Flores, el cual fue
nombrado Jefe del ejército. Flores condujo la campaña militar contra
Franco, el cual fue derrotado en algunas batallas, como la de Babaoyo en
1860, y huyó al Perú.

En estas condiciones, se convocó a una nueva Asamblea Constituyente en


enero de 1961, que declaró nulo el tratado de Mapasingue, y más que nada
avanzó en el programa liberal, al otorgar la ciudadanía a los casados o
mayores de 21 años alfabetos, con derecho a sufragio. Por supuesto,
todavía una minoría considerable era alfabeta.

Se estableció además, que con fracción superior de 15,000 ciudadanos


hasta 30,000, tenían derecho a elegir a un representante al Congreso. La
nueva Carta Magna, obligó a proceder legalmente en el mantenimiento del
orden social, buscando controlar la represión indiscriminada.

La Asamblea, reconocía a su vez, lo que había de transfondo social en el


Urbinismo, normativizando el descontento social a través de canales
democráticos, muy necesarios para un contexto de estabilidad que
permitiera la expansión de la agroexportación y ampliación del mercado
interno.

Esta Asamblea eligió a García Moreno como Presidente de la República.


Sin embargo, desde un comienzo, García Moreno se opuso a la nueva
Constitución porque debilitaba al ejecutivo, y sistemáticamente la violó

33
durante su régimen. El consideraba que, en el caos que se encontraba el
país, debería ponerse “mano dura”.

De esta manera, junto al fuerte impulso constructor y reorganizador del


Estado, García Moreno implementaba una represión sistemática frente a
cualquier oposición. Realizaba flagelaciones públicas, encarcelaba y
fusilaba, incluso a importantes personajes de la vida política e intelectual
del país.

García Moreno escogió al General Flores, su antiguo contrincante, como


brazo derecho, reprimiendo levantamientos campesinos y revueltas
urbinistas, en las cuales varias de las veces, el propio García Moreno
tomaba personalmente el mando. Por ejemplo, es el caso en Jambelí, donde
derrotó en una batalla naval a los urbinistas alzados y procedió a fusilar a
los 26 prisioneros sobrevivientes del combate.

Antes de terminar su período, García Moreno impulsó al rico hacendado y


comerciante guayaquileño y liberal moderado, José María Caamaño, como
sucesor. Pero éste protestó contra la clausura del liberal “Club
Republicano” de Quito, que respaldaba otra candidatura, por lo cual García
Moreno lo retiró y suplantó por el candidato Jerónimo Carrión, quien ganó
las elecciones.

Este tampoco gobernó como García Moreno deseaba, ya que se apegó a la


legalidad de la Constitución liberal, permitiendo la actividad de la
oposición, como la del afamado crítico intelectual Juan Montalvo.
Entonces, una nueva crisis política llevó a la presidencia a del Dr. Javier
Espinoza, apoyado también por García Moreno, pero que desgraciadamente
para él, fue más moderado que Carrión.

García Moreno había declarado que no sería nuevamente Presidente, puesto


que la Constitución no le permitía gobernar de acuerdo a sus proyectos. Es
así que, para las proyectadas elecciones de 1869, se perfilaba como ganador
el guayaquileño Francisco Javier Aguirre Abad, conocido como intelectual
liberal y atacado por el creciente centralismo quiteño.

Aguirre pidió el respaldo de García Moreno, pero éste vio el peligro del
retorno del popular urbinismo, detrás de Aguirre Abad y se lanzó a
organizar un golpe de estado. Es así que en enero de 1869 García Moreno
derrocó al Presidente Espinosa, y asumió el poder.

En mayo del mismo año se instaló la nueva Constituyente, incondicional


del nuevo dictador, que lo designó nuevo Presidente electo. Pero García

34
Moreno declinó a favor de Manuel de Azcázubi, su pariente político,
quedando él como Ministro de Hacienda, y presentándose como el hombre
fuerte del nuevo gobierno.

La nueva Constitución fue un paso atrás, consignando un estado cuasi-


monárquico, confesional y excluyente, como había sucedido con el
”restauracionismo” europeo. Además, se restringieron los derechos
ciudadanos, se reimplantó la pena de muerte por “delitos políticos”, y sólo
podía ser ciudadano el que es católico y confeso.

Esto permitió que en 1873 García Moreno decretara la “consagración de la


República al Corazón de Jesús”. Esta nueva Constitución fue llamada la
“Carta Negra” y la Asamblea eligió, al final, a García Moreno como
Presidente del país.

Con esta Constitución, García Moreno obtuvo el instrumento legal que


buscaba, procediendo a eliminar casi toda la oposición política, lo que le
permitió llevar adelante su obra de estado, tal como lo había pensado, la
cual, hay que reconocerlo, fue particularmente fructífera.

Al final de su gobierno, García Moreno fue reelecto en 1875, para su tercer


período presidencial. Pero la perseguida oposición política liberal, decidió
asesinarlo, devolviéndole los golpes “con la misma medicina”, acción que
se ejecutó el 6 de agosto de ese año, cuando Faustino Rayo lo hirió de
muerte a machetazos y balazos. Junto a él habían conspirado los jóvenes
liberales Andrade, Moncayo, Cornejo y Polanco.

Obra Graciana

En cuanto a la huellas constructivas que dejó García Moreno como


estadista, son muy fecundas en reformas y obras. Quizás, por primera vez,
apareció un gobernante republicano que, con mano férrea, logró elevarse
significativamente sobre los intereses de grupos regionales, enfrentándose
varias veces a los que lo apoyaron.

García Moreno, avanzó en la modernización capitalista del país,


apuntalando mejor al joven estado nacional. Para esto, reformó el Código
Civil y Militar, promulgó la primera Ley de bancos y de las Cajas de
Ahorro y la Ley de Elecciones.

Logró centralizar algunas rentas fiscales, sobre todo en base a los aranceles
de aduanas, que debido al boom cacaotero, se había convertido el principal
rubro de ingresos fiscales, tanto por el auge agroexportador como por la

35
eliminación de la tributación indígena. De este modo, prácticamente
duplicó los ingresos fiscales.

Fue el único Presidente en la historia del país que tuvo éxito en reducir los
gastos militares, mientras que por otro lado aumentaba las inversiones en
obras públicas y centros educativos.

Bajo su régimen, se dio paso a la fundación de los primeros bancos del


país, necesarios también frente al auge agroexportador. Se autorizó la
fundación del “Banco Particular de Luzurrága” (uno de los más ricos
hacendados cacaoteros y comerciante de Guayaquil) en 1859. Luego se
fundó el “Banco Particular de Circulación y Descuento” en 1862, y el
“Banco del Ecuador” en 1867 de Aníbal González y un grupo de banqueros
peruanos. En 1868 se fundó el “Banco de Quito” y el de “Crédito
Hipotecario” en la capital, y finalmente, en 1871, las “Cajas de Ahorro y
Crédito” en Cuenca.

El sistema bancario impulsó el movimiento económico considerablemente.


Tenían la prerrogativa de emitir billetes y monedas por encargo del estado,
lo cual permitió, por primera vez, la unificación monetaria y la emisión de
papel moneda como principal circulante, acelerando rápidamente los
intercambios económicos.

Los bancos también fueron encargados de manejar técnicamente algunas


cuentas estatales, retener varios impuestos, como los aranceles, y se
convirtieron en prestamistas del fisco, a diferencia de períodos anteriores,
en que los créditos provenían de familias particulares acaudaladas, con un
altísimo grado de condicionamiento.

En cuanto a la deuda externa, canceló dos franjas: las “Mackintosh” y


“Angloamericana”, y por otro lado, declaró la suspensión de la deuda de la
Independencia a Inglaterra, que se pagaba desde 1854. García Moreno
argumentó que existía falta de fondos para honrar esos compromisos, ya
que dio prioridad a las inversiones para el desarrollo interno del país.

En cuanto a la educación, principalísima dentro de su pensamiento


ilustrado-católico, centralizó el sistema educativo, aumentó las exigencias
académicas, estableció la obligatoriedad de la enseñanza primaria para
erradicar el analfabetismo, creó un “Colegio Normal” para formar maestros
indígenas y construyó colegios rurales, lo que escandalizó a la clase
terrateniente.

36
Al momento de su muerte, García Moreno había triplicado la cantidad de
alumnos escolares en el país en 7 años. Para implementar estas reformas,
importó sacerdotes de distintas órdenes católicas para la enseñanza, a todos
los niveles, buscando elevar su calidad. También importó científicos y
técnicos en todas las áreas para la educación universitaria, y fundó el
“Instituto Central Técnico” y el “Protectorado” de artes y oficios.

Paradójicamente, su política educativa se caracterizó por tecnificar y


profesionalizar, de acuerdo a los nuevos retos de la expansión capitalista
mundial, y por otro lado, inculcar una moral puritano-católica e ideologías
conservadoras y dogmáticas del catolicismo, que todavía en ese momento
consideraba los avances científicos como “demoníacos”.

García Moreno, dentro de su perspectiva modernizadora a la fuerza, realizó


el plan vial más ambicioso hasta el momento. Efectivamente, con los
técnicos importados y las “mingas” obligatorias, reconstruyó la red de
caminos, de tal manera que ya no se interrumpían durante los meses de
lluvias. A diferencia de los tiempos anteriores, la mano de obra fue
contratada con un salario para estos efectos, aunque extraída forzosamente
de las haciendas, con la protesta de los hacendados. Fue un tema constante
la iniciación de la vía férrea entre la costa y la sierra para el intercambio
regional, la cual fue iniciada bajo su gobierno.

En cuanto a las fuerzas armadas, las purgó de supuestos “indeseables”,


tratado de despolitizarlas y avanzó en su profesionalización y
equipamiento, con el armamento más moderno de la época. Para esto
reformó la Escuela Militar y Naval.

Por último, dentro de su gobierno se dio prioridad al fortalecimiento de la


Iglesia en el país, como su principal instrumento de control político,
ideológico y moral, predicando la sumisión, la moral católica y el orden.
Firmó un “concordato” con el Vaticano para ese fin, permitiéndose
reformar los conventos, ampliar la cantidad de clérigos y seleccionarlos,
sometiéndolos a sus políticas, so pena de destierro o muerte.

Puso a esta casta sacerdotal en el control de los medios de comunicación,


de los mecanismos políticos y de la cultura, monopolizándolos. Sin
embargo, ciertas fracciones liberales o teológico-liberales, mantuvieron
cierta oposición activa contra García Moreno, en Guayaquil, en forma
proselitista y en Cuenca de manera intelectual. Sin embargo, para García
Moreno, su principal temor era la tendencia urbinista, aunque ésta no
volvió a triunfar.

37
A pesar del sadismo represivo de sus gobiernos, García Moreno logró el
apoyo sostenido de las elites de todas las regiones, habiendo logrado,
hábilmente, cierto equilibro entre ellas, en contraste con los tradicionales
enfrentamientos.

Hábilmente, para evitar la experiencia desintegradora del gobierno de


Robles, en 1861 cambió el sistema de división provincial del país y creó
nuevas provincias, dio cierta autonomía a Loja, y neutralizó los conflictos
entre el triángulo Guayaquil, Quito y Cuenca.

Autores señalan que, en cuanto a su política internacional, fue un desastre.


Fracasó en un intento absurdo de anexar Pasto al Ecuador, esgrimió una
posición de “neutralidad” (la única en América latina) cuando España
intentó “reconquistar” el Perú, y su fracasado proyecto de que Ecuador sea
un Protectorado francés.

El “Progresismo”: Borrero, Veintimilla, Plácido


Caamaño, Antonio Flores y Cordero.

Entre la muerte de García Moreno y el gobierno de Eloy Alfaro en 1895,


que equivale a 20 años, surgió una nueva tendencia llamada el
progresismo. Esta configuró una tercera vía entre el liberalismo y el
conservadurismo, que no habían logrado predominar en la vida política en
el país y cuyo conflicto era fuente de permanente inestabilidad crítica.

El progresismo, también llamado “catolicismo liberal”, era un


republicanismo católico, opuesto al autoritarismo presidencialista,
propugnador de la libertad de cultos, la supremacía de las leyes, respeto a
las garantías constitucionales, la libertad de expresión, y la modernización
de la administración estatal para lograr sus eficiencia.

El progresismo tuvo su cuna política e intelectual en Cuenca, lugar donde


se desarrolló ampliamente el periodismo, en cuyas páginas escribieron
pensadores de la talla de Luis Peralta. Se puede decir que la posición
intermedia del progresismo surgió en esta ciudad, debido a que sus elites
mantuvieron el sistema hacendario tradicional de la sierra, pero combinado
con la instalación de cierta industria y comercio, como fue la producción y
exportación de ganado, azúcar, cascarilla y sombreros de paja de toquilla.
Entonces, los hacendados tenían intereses en ambos sectores de la
economía, lo que configuró el discurso político del progresismo.

38
Bajo este liderazgo se desarrolló el verdadero “boom” de exportación de
cacao, el cual necesitaba de cierta tranquilidad y estabilidad políticas en el
país para desarrollarse. En este contexto se amplió la gran propiedad
agrícola en la costa, el Ecuador se insertó de manera importante en el
mercado mundial, se comienza a realizar la inversión extranjera, el
mercado interno llega a tomar forma, se crea una única moneda, el Sucre y
se solidificó la banca recientemente creada.

El asesinato de García Moreno despertó los sentimientos democráticos en


el país, y el candidato opositor a su tendencia, Antonio Borrero, nacido en
Cuenca, aunque vivió en Loja, triunfó en las elecciones con un 85% de los
votos.

Pero Borrero se negó a reformar la “Carta Negra”, para no enfrentarse


radicalmente con los herederos del gracianismo, lo que hizo que perdiera
apoyo del sector costeño, y abrió el campo a una nueva movilización de la
clase dirigente Guayquileña, que impulsó otro golpe militar poniendo al
frente al General Ignacio de Veintimilla.

Después de su triunfo militar sobre Borrero, el nuevo gobierno no hizo


nada en la práctica, mientras mantenía una retórica política liberal bastante
radical, lo que favoreció al conservatismo, que conspiró varias veces contra
él. Los liberales también se distanciaron por su carácter dictatorial.

Veintimilla se vio forzado a convocar a otra Constituyente, flexibilizando


la anterior, pero no la aplicó en su nuevo gobierno. Para mantenerse en el
poder, incrementó los gastos en las fuerzas armadas y otorgó todo tipo de
favores a las altas clases dirigentes de la sierra y la costa. Paralelamente,
dilapidó los fondos fiscales, sin continuar la obra pública de García
Moreno, mostrando la inconsecuencia de su ideología progresista.

Cuando tocaba fin a su segunda mandato, en 1882, pretendió permanecer


en el poder a través de un autogolpe. Sin embargo, en esas circunstancias
comenzó el levantamiento dirigido por Eloy Alfaro con sus columnas
guerrilleras (llamadas “montoneras”) en Esmeraldas. Paralelamente
Landázuri y Sarasti en la sierra comenzaron acciones armadas sorpresivas
que fueron conformando un ejército. A estas acciones, se añade el grupo
dirigido por el General Francisco Javier Salazar, que con exiliados en
Lima, formó una columna que avanzó desde el Perú por la sierra sur.

De esta manera, el 10 de enero de 1883, todos estos ejércitos y montoneras


se juntaron en Quito, coordinadamente, tomando la capital y luego
Guayaquil el 9 de julio. Veintimilla cayó.

39
Los jefes triunfantes convocaron a una nueva Asamblea Constituyente, la
cual aprobó reformas liberales importantes como la abolición de la pena de
muerte, la supresión del reclutamiento forzado, la prohibición del exilio, de
la coacción física y de la confiscación de la propiedad privada. Inclusive se
explicitó la libertad de reunión y asociación. Se estableció que el Congreso
debía reunirse una vez al año y se eliminaron los requisitos de poseer un
mínimo de propiedad o ingresos económicos, para ejercer una función
pública. Esto ampliaba la base democrática del Estado.

La nueva alianza eligió a José María Plácido Caamaño como Presidente. El


era descrito como un hombre ejecutivo, decidido y bien relacionado en
Guayaquil y Quito, excelente administrador, que había “domado” a los
peones de la hacienda cacaotera más grande , el “Tenguel”, del cual era co-
propietario.

El gobierno de Caamaño fue un fiel ejecutor del “progresismo”, puesto que


reorganizó el sistema fiscal, canalizó los fondos públicos hacia la
educación y obras públicas, se extendió las líneas telegráficas de Guayaquil
a Quito, se reabrió la Escuela Politécnica, se creó la Escuela de Agricultura,
realizó el levantamiento de una carta geográfica y geológica del Ecuador
con las últimas técnicas cartográficas y aperturó la primera oficina
estadística en Guayaquil. Es decir, en conjunto, racionalizó y actualizó aún
más el aparato estatal.

Sin embargo, siendo un gobierno transaccional, Caamaño no satisfizo a los


radicales liberales como Alfaro, el cual dirigía sus montoneras costeñas
desde Panamá, que presionaban constantemente, por lo cual el gobierno
tuvo que gastar grandes cantidades de recursos en combatir esta
insurgencia.

Las montoneras no activaron durante el siguiente gobierno progresista de


Antonio Flores (1888), hijo del expresidente, ya que gozaba de las
simpatías de los alfaristas. Su gobierno combatió la intolerancia religiosa
de la Iglesia y sus aliados terratenientes, activó a favor de la supresión del
los diezmos y arregló el pago de la deuda externa con Inglaterra, que había
sido suspendido durante el régimen de García Moreno.

Flores, siguiendo los dictados del progresismo, impulsó la instrucción


pública y la inmigración extranjera, y continuó modernizando la
administración estatal.

Su gobierno, a diferencia de García Moreno, solicitó fondos para que


Ecuador participara en la Exposición Universal de París, en ocasión del

40
centenario de la Revolución Francesa. El Congreso, de mayoría
conservadora, le negó la autorización debido al contenido político liberal de
ese acto. Se acusó a su gobierno de “rojo, comunista e instrumento del
demonio” por apoyar la iniciativa francesa. Entonces, fueron los propios
exportadores de Guayaquil los que financiaron la asistencia del Ecuador a
la mencionada exposición, donde el producto rey del Ecuador fue el cacao
y el país se promocionó en el mercado mundial.

El que sucedió a Flores fue el cuencano Luis Cordero, otro progresista, que
continuó la labor de reformas fiscales de su antecesor. Cordero cometió en
su gobierno el error de favorecer a Caamaño, gobernador de Guayaquil en
ese entonces, cuando éste intermedió en la venta del barco de guerra
chileno “Esmeralda” al Japón, haciéndolo pasar como ecuatoriano, puesto
que chile había declarado su neutralidad en la guerra sino-japonesa. Esto se
conoció como el escándalo de “la venta de la bandera”.

Cordero tuvo que renunciar, lo que abrió el camino al pronunciamiento


popular de Eloy Alfaro en Guayaquil, al que apoyaron los agroexportadores
y banqueros de la época, frente al temor de un regreso al poder del
conservatismo retardatario de la sierra, posibilidad que en un contexto
nacional e internacional, no era ya soportable.

5. LA REVOLUCION LIBERAL DE ELOY


ALFARO: FUNDACION DEL ESTADO LAICO Y
CONSUMACION DE UN PERIODO HISTORICO.

Situación del Ecuador de fin de siglo y comienzos


del siglo XX

En este período, desde 1895 hasta 1915, aproximadamente, el Ecuador se


articuló de una manera específica al proceso de mundialización del
capitalismo. Esto significó la conformación de un mercado mundial, la
formación de empresas monopólicas trasnacionales, el predominio del
capital financiero internacional y la formación de una nueva clase social
llamada el proletariado.

Según el censo de 1890, el país ya albergaba a un millón de habitantes, de


los cuales el 25% vivía en la costa, habiendo aumentado este porcentaje

41
debido al auge cacaotero. En 1900 Guayaquil se convirtió en la ciudad más
poblada del país con 60,000 habitantes.

Como referencia contextual, hay que señalar que del millón de habitantes
sólo 100,000 eran alfabetos (que podían votar), y el 75% de las tierras
cultivadas estaban en manos de los grandes propietarios, incluida la Iglesia.

Entre 1880 y 1915 se triplicó el volumen de las exportaciones, siendo el


75% correspondiente al cacao. En segundo lugar estaban el café y el
azúcar, luego venían el caucho y el tabaco. Esta fue la base para la
conexión con el capitalismo mundial, encabezado por Inglaterra.

Inglaterra monopolizó en gran medida la transportación naval de las


exportaciones, el negocio de los seguros, la telegrafía y las primeras
inversiones extranjeras. Estas últimas, sin embargo, no llegaban al 0.29%
del capital invertido y más que nada fueron reconversiones de la deuda de
la Independencia. Por ejemplo, se usaron para construir el ferrocarril Quito
–Guayaquil. En esa época, tanto conservadores como liberales se
resistieron profusamente a las inversiones europeas y norteamericanas.

Pero este predominio indiscutible del capital nacional, uno de los más altos
en América Latina en ese entonces, que con la revolución liberal conquistó
la hegemonía en el país, no se reinvirtió en el desarrollo de la manufactura
industrial. El Ecuador perdió así una oportunidad increíble de desarrollar
un capital industrial manufacturero, lo que significó en las décadas
siguientes, la gran dependencia del país de la exportación exclusiva de
materias primas, con la consecuente vulnerabilidad que esto conlleva en la
economía nacional. Esta fue una limitación grave del liberalismo triunfante.

Los intentos industrializadores fueron tímidos: En Guayaquil, a fin de


siglo, se crearon industrias que producían galletas, fideos, cervezas, hielo,
gas, chocolates y se montaron muchos tipos de talleres. En la sierra sólo se
formaron molinos, movidos con agua, y fábricas de tejidos de calidad baja
y mediana.

Por otro lado, la Revolución liberal aportó al impulsar la conformación de


una incipiente clase media con profesionales y técnicos necesarios para la
producción agrícola, el comercio y la implantación del estado liberal.

En cuanto a la organización política, con la ampliación del sufragio


universal, desde García Moreno, se fueron dando los primeros pasos para la
conformación de los primero partidos políticos modernos. Comenzaron con
la organización de “clubes electorales” y “sociedades”, pero recién en 1883

42
los seguidores del “gracianismo” formaron la “Unión Republicana”, el
primer partido político estructurado. De aquí, una división formó el
“Partido Católico Republicano” y la otra fracción se mantuvo como la
tendencia del “progresismo”. El liberalismo fundó en 1890 en Quito, el
“Partido Liberal Nacional” que mantuvo una oposición relativa al
“progresismo” en el poder. Eloy Alfaro no formó un partido político, sino
un movimiento político-guerrillero o “montonero”, hasta su muerte.

Primer gobierno de Eloy Alfaro

El 5 de junio de 1895 fue la fecha del levantamiento de Guayaquil, cuyos


líderes llamaron a Eloy Alfaro, que se encontraba en Panamá, a encabezar
el movimiento. El 18 de junio llegó Alfaro y asumió el mando. Sin
embargo, actuó con prudencia, enviando comisiones de paz a Quito.

Pero los conservadores se habían puesto intransigentes por la reacción


guayaquileña, y rechazaron cualquier propuesta de paz. El gobierno del
Vicepresidente Salazar se lanzó a la guerra, apoyado por la Iglesia Católica,
mediante un terrorismo ideológico.

Entonces a Alfaro no le quedó otra alternativa que atacar la sierra con su


ejército montonero. Venció en San Miguel y Gatazo, y ocupó la sierra
norte. Luego ganó la batalla de Girón y tomó Cuenca. Quito fue tomada el
4 de setiembre, sin resistencia y con una población indiferente.

Eloy Alfaro nació en Montecristi, Manabí, el centro de la producción de


paja de toquilla. Su padre fue un comerciante español y su madre criolla de
la provincia. Tuvo una educación deficiente e intermitente y poco católica,
pro que la fue perfeccionando a lo largo de su vida. No fue parte de la elite
guayaquileña, por el contrario, toda su juventud la vivió en estrecho
contacto con los campesinos pobres y medios de Manabí. Se compenetró
con sus costumbres y maneras de pensar. Campesinos agresivos, pero
valientes, que siempre andaban con machete al cinto el cual empuñaban
cada vez que había una gresca por alguna diferencia. Quizás de ahí
aprendió a combatir.

Desde joven se dedicó a los negocios y la política, la cual se inauguró


participando en una conspiración derrotada contra García Moreno en 1864,
razón por la cual tuvo que huir a Panamá. Allí realizó negocios exitosos, lo
que le permitió viajar por Sudamérica, conociendo muchos líderes liberales
de la época. Luchó en Nicaragua, donde obtuvo el grado de coronel. y

43
luego combatió a Borrero y Veintimilla. Quizás su experiencia y habilidad
en los negocios le enseñó a negociar en la actividad política.

Alfaro lideró una revolución liberal que se asentó no sólo en los grupos
dominantes costeños, sino los sectores populares urbanos, y más que nada
en los campesinos de la costa, sobre todo de Manabí y Esmeraldas, donde
predominaba la pequeña y mediana propiedad agrícola. Los campesinos
demandaban la eliminación de todo residuo de concertaje, aliándose con los
artesanos y los incipientes trabajadores industriales en Guayaquil. Esto que
pasaba, en Ecuador sucedió en años anteriores en varios países
latinoamericanos, bajo formas diferentes.

Alfaro en el poder convocó a una Constituyente donde fue elegido


Presidente de la República. Al garantizar la nueva Constitución la "libertad
de conciencia y de cultos”, la Iglesia y los terratenientes serranos se
opusieron cerradamente. Alfaro trató siempre de persuadir y conciliar con
la oposición, pero no fue posible. Entonces, en 1899 su gobierno decretó la
imposibilidad del clero de participar en la política, como otro paso más de
la separación entre el Estado y la Iglesia, de acuerdo al programa liberal.

Durante su gobierno hasta 1990, Alfaro tuvo que lidiar, constantemente,


con revueltas conservadoras. Sin embargo, no se dejó presionar, y en ese
año instauró el registro civil y secularizó los cementerios, que estaban en
manos de la Iglesia.

Además, impulsó uno de sus sueños más preciados y obsesivos, la


construcción del ferrocarril Quito-Guayaquil, pensando vincular
estrechamente ambas ciudades, pero enfrentó serias dificultades por parte
del poder terrateniente y de financiación. El ferrocarril era un ideal del
capitalismo de la época en todo el mundo. Significaba el aceleramiento
vertiginoso del comercio de mercaderías a grandes distancias, y por tanto
un instrumento par unificar los mercados nacionales y vincular los
internacionales.

Alfaro, por otro lado, reformó el sistema de aranceles aduaneros, entregó la


recaudación de impuestos en la costa a la Sociedad de Crédito Público,
entidad privada, realizó importantes cambios en la educación, mejoró a las
fuerzas armadas, y apoyó la participación del Ecuador en la Exposición
Universal de París.

En 1900, al final de su período presidencial, Alfaro tuvo que vérselas con


una invasión orquestada contra su gobierno por los conservadores serranos
y colombianos, mientras que paralelamente estaba apoyando a los liberales

44
colombianos, contra su gobierno conservador. La guerra no se desató,
porque el Obispo de Ibarra, el ilustre escritor e historiador conservador,
Federico Gonzáles Suárez, se opuso a la invasión. Fue la primera autoridad
eclesiástica que mostraba disposición a coexistir con el liberalismo.

El Presidente Leonidas Plaza y “el placismo”

En 1901, las elecciones dieron como resultado la victoria aplastante del


candidato liberal alfarista Leonidas Plaza, el cual no era muy de su agrado.
Su gobierno intentó conciliar a los intereses de las elites quiteñas y
costeñas. Se caracterizó por dar una lucha frontal contra la Iglesia,
buscando separarla del Estado, mientras daba garantías al latifundismo
serrano.

En 1902 inició el funcionamiento del sistema del registro civil y se


emitieron las leyes del matrimonio civil y de divorcio. En 1904 se
promulgó la Ley de Cultos que regulaba el funcionamiento de la Iglesia y
comunidades religiosas. Por primera vez, los bienes de la Iglesia fueron
puestos bajo manejo estatal.

La actitud anticlerical de Plaza fue mucho más decidida que Alfaro, y llegó
a encabezar una tendencia liberal que fue llamada como su líder: el
placismo, cuya particularidad era una alianza de la “gente de bien”, como
latifundistas serranos convertidos al liberalismo, conservadores
“colaboracionistas”, notables guayaquileños, todos ellos vinculados por
relaciones económicas, personales y familiares a la familia Plaza y al
Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil. Este banco era el más poderoso
del país, cuya fortuna creció por el auge cacaotero. En fin, estos sectores de
las elites regionales se unieron contra la tendencia liberal alfarista, que
tenía vínculos significativos con los sectores populares, lo cual infundía
temor a la fracción placista..

Gobierno de Lizardo García

En las elecciones de 1905, Plaza promovió a su sucesor Lizardo García,


gerente del Banco Comercial y Agrícola, lo que fue resistido por la fracción
liberal alfarista. Su gobierno duró, poco a causa de su debilidad política,
teniendo en cuenta que Alfaro nuevamente se lanzó a la revuelta, sin
respetar los resultados electorales.

En esta situación Alfaro no representó los intereses de la burguesía


comercial-bancaria en su conjunto, sino de una de sus fracciones, con una
compleja alianza con sectores populares, industriales costeños y

45
latifundistas serranos, con intereses en la industria. Fue en realidad un
cuartelazo iniciado en Riobamba y Guaranda, que contradictoriamente,
eran los tradicionales centros terratenientes serranos. En esta oportunidad,
Guayaquil fue la última plaza en ser tomada, ya que los notables porteños
respaldaron a García.

Segundo gobierno de Eloy Alfaro. Fundación del


“Estado Laico” y triunfo definitivo del
liberalismo.

Alfaro convocó a la Constitución de 1906 donde se institucionalizó la


reforma liberal, que fue la base para nacionalizar las haciendas de la
Iglesia y sus terrenos de “manos muertas”, que fueron adjudicadas a la
Beneficiencia Pública. Esta Constitución separó definitivamente el Estado
de la Iglesia, en lo que constituyó el llamado “Estado Laico”, consumando
así la revolución liberal.

En este gobierno Alfaro terminó el ferrocarril sierra costa, pero con un gran
endeudamiento pendiente.

Dentro de la obra liberal, que mantenía como soporte económico la


continuación del “boom” cacaotero, la enseñanza fue definitivamente
secularizada, se suprimieron los estudios teológicos y se ensayaron nuevos
métodos pedagógicos de origen inglés. La educación laica se consolidó
hasta 1911. El estado creció considerablemente en ese período, incluida su
burocracia.

Sin embargo, el alfarismo fue perdiendo base popular, la cual no resultó


muy beneficiada. La senilidad de Alfaro dificultó su labor política, y ya
para las elecciones de 1911, escogió como candidato oficial a Emilio
Estrada, miembro de la elite guayaquileña, que ganó las elecciones.

Gobierno de Emilio Estrada y Carlos Zaldumbide

Su gobierno dio un viraje hacia los placistas, mientras Alfaro fue acusado
de conspirador y huyó fuera del país. Emilio Estrada, delicado de salud,
murió al poco tiempo y asumió el poder Carlos Zaldumbide. Esto ocasionó
nuevos alzamientos armados en Esmeraldas y Guayaquil, y se llamó a Eloy
Alfaro de nuevo.

46
La rebelión fue derrotada por el gobierno. Alfaro y otros jefes fueron
tomados prisioneros en contra de un acuerdo de paz firmado. Después de
un polémico juicio, el jefe Montero y los otros prisioneros fueron enviados
a Quito, donde una multitud asuzada por los antialfaristas, asaltó el
Panóptico, donde el “viejo luchador” fue asesinado con sus colegas y luego
arrastrados sus cuerpos, que iban siendo desmembrados sangrientamente,
por las calles de Quito e incinerados al final, no sin antes beber aguardiente
ensangrentado de algunos de sus cráneos.

La manera bárbara, perversa y sádica como fueron asesinados, quizás


denotaba el último coletazo desesperado y vergonzoso del conservadurismo
en el país, como corolario de su definitiva muerte política en la historia del
Ecuador.

BIBLIOGRAFIA

ANDRADE, Roberto: Historia del Ecuador.

AYALA MORA, Enrique: Nueva Historia del Ecuador. Tomos 7 a 10.

AYALA MORA, Enrique: Historia de la revolución liberal ecuatoriana.

AYALA MORA, Enrique: Lucha política y origen de los partidos en Ecuador.

BOLIVAR: Escritos políticos.

CARRION, Benjamín: Historia monetaria y cambiaria del Ecuador desde la epoca


Colonial.

CHAVEZ FRANCO, Modesto: Crónicas del Guayaquil antiguo.

CUEVA, Agustín: El desarrollo del capitalismo en América Latina.

EFREN REYES, Oscar: Breve Historia General del Ecuador.

ESTRADA YCAZA, Julio: El puerto de Guayaquil / Los bancos del siglo XIX.

HAMERLY, Michael: Historia social y económica de la Antigua Provincia de


Guayaquil.

PAREJA DIEZCANSECO, Alfredo: Historia del Ecuador.

47
48

También podría gustarte