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TRANSMIGRACIÓN

(LOS LOBOS NO VA A LA GUERRA)


Carlos Enrique Lozano Guerrero

Adaptación por:
Santiago Amaya y Hamachi Xue

(Los lobos no van a la guerra) 1


PROLOGO
CUERVO REDUCIDO
Coro cuervo:
Al principio solo existía cuervo,
cuervo solitario creo a los dioses para sus juegos;
Pero el dios de la montaña se liberó de el
Y cuervo cayo por la pared pétrea de los montes quedando muy reducido.
El dios fluvial sustrajo de la sangre del cuervo los ríos
Uno tras otro fue liberándose de el
Robando su hogar y su fuerza
Cuervo vacilo, sus restos, inertemente despojados.
Era residuo de sí mismo, escupitajo de sí mismo
Era lo que su mismo cerebro no alcanzaba a comprender de él.
Y así el mínimo, el más pequeño de los animales
fue merodeando sobre su grandeza inmortal
Mas solitario que nunca.
-TED HUGHES-

UNO
MUJER DEL BOSQUE
Mujer del bosque: no tendría que ir a buscar leña.
Ya no.
Una mujer de mi edad...
No.
Pero mis hijos no están.
Mis hijos se fueron a la guerra. A morir en la guerra. Pelean por una idea. La idea de uno no
es la idea del otro. Hay que irse a la guerra. El país de uno no es el país del otro. Las cosas
como son. Ellos no están y yo a la leña.

(Los lobos no van a la guerra) 2


Así es.
Yo a la leña y ellos a la guerra.
Mi hija tampoco esta, esta con su esposo el carnicero. su esposo desmiembra bestias para que
la gente las coma. la gente que come bestias muerta.
Si mi hija estuviera aquí me diría:
Hija: No hay guerra, mama, no diga bobadas, sus hijos no están en la guerra.
Mujer del bosque: ¿entonces dónde están?
Hija: …
Mujer del bosque: por eso mismo.
En la guerra. ¿Dónde más iban a estar?
Cumplido con la costumbre antigua de ir a matarse. Todo hombre que se respete debe ir a
matarse al menos una vez en su vida. Si no, no es un hombre, puede ser otra cosa, pero no es
un hombre.
Los hombres van a matarse entre ellos, es así, es su naturaleza ¿Qué vamos a hacer? Los
hombres van a matarse y a recoger la leña, las mujeres criamos a los hombres.
Para que vayan a matarse.
Para que vayan y no vuelvan.
Pero como a mí no me quedan hombres, voy por la leña.
Silencio.
Cuando yo llegue acá estos bosques eran bosques, no los guiñapos de tierra arbolada de
ahora, los bosques eran hondos, sin fin. Generaban temor – y no solo entre los niño- temor a
sus secretos, a sus recodos, a sus trampas y traiciones.
A su corazón arisco e impenetrable.
Pero lo fueron rodeando los hombres, al bosque. Por el norte fueron tumbando palmo a palmo
álamos y pinos, llevándose la madera, quemando los desechos, abriendo claros en el bosque,
internado se dónde ningún hombre debía haber llegado, tirando todo a bajo, matando sus
secretos, dejando entrar la luz.
Luego llegaron por el oriente, los hombres que venían del otro lado, de otro país, de un país
sin bosques, los hombres que querían la guerra. Luego vinieron del sur, del occidente y los
árboles dejaron de crecer, perdieron la esperanza, decidieron ceder su lugar a la locura
humana.
Y la guerra se armó.
Pausa.
Aunque si mi hija estuviera acá, en lugar de estar con su esposo el carnicero, me diría:
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Hija: no hay guerra, mama, ya no hay guerra, no diga tonterías.
Mujer del bosque: ¿Ah, no?
¿Y dónde están los hombres si no en la guerra?
Hija: vaya uno a saber, mama, estarán haciendo cosas de hombres.
Mujer del bosque: por eso mismo, digo yo, en la guerra que es cosa de hombres, en la
guerra que es la cosa de los hombres.
Y entonces me mira con esos ojos lejanos, esos ojos de bestia agazapan, pálidos y cautos,
esos ojos de pájaro, de cuervo sobrevolando el bosque allá riba en la lejanía, eso ojos que
parecen decir:
Cuervo: Alla abajo donde todo huele mal hay una vieja que mira hacia arriba, hacia el cielo,
hacia el aire limpio, como implorando algo de mí, algo que no puedo darle, no soy su dios, no
sé qué quiere de mi ni tampoco podría entenderla si me hablara
Así que pliego mis alas y me dejo caer en picada, me dejo caer, disfrutando de mi peso en
caída libre, de cuerpo de cuerva, trazando una línea recta hasta el suelo
Mujer del bosque: Si pudiera me sacaría los ojos.
Mi hija.
Solo para callarme.
Para que deje de hablar de la guerra.
Me sacaría los ojos.
Cuervo: y se los saco. De un picotazo el derecho, por el ímpetu. Y abriendo el buche lo paso
a dentro, a la negrura de mis entrañas, más burda y olorosa que la de mi plumaje. El izquierdo
me cuesta más. Dos, tres picotazos. la lucha contra el cordón que lo ata al cerebro me toma
un par de segundos. Los brazos de la vieja se agitan, se levantan y retuercen como espigas en
el viento y luego caen, blandos a ambos lados del cuerpo, resignados y flojos.
Y yo aleteo, tres, cuatro veces, emprendo el vuelo con el ojo de la vieja colgando de mi pico.

DOS
PROFETA

Sibila: mijo alcánceme el carbón que esta estufa necesita más calor.
Silencio
¿Y usted? Cuando grande ¿va a ser profeta mijo?
Silencio
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Profeta: asiento con énfasis y entusiasmo.
Sibila: Bien muy bien, se va a morir de hambre, pero esto es así, ¿qué le vamos a hacer?
El llamado es inaplazable y usted fue llamado desde que nació.
Las señales estaban ahí para el que supiera verlas.
Profeta: ¿Cuáles eran, señora, las señales?
Sibila: las misma que marcaran su muerte, mijo.
Profeta: ¿moriré pronto?
Sibila: morirá cuando el cuervo le traiga mis ojos.
Profeta: ¿y podre finalmente ver con sus ojos, madre?
Sibila: podrá ver con los ojos de su madre muerta, lo cual le servirá para tres cosas.
Profeta: ¿cuáles cosas?
Sibila: es una expresión “le servirá para tres cosas”
Profeta: fe, esperanza y caridad: las tres virtudes teologales.
Alquimia, astrología y teúrgia: los tres conocimientos de trimegistro
Padre, hijo y Espíritu santo: la santísima Trinidad
Abraham, Isaac y Jacob: los tres patriarcas
Brahma, Vishnu y Shiva: la Gran Trinidad Hindú.
Doncella, madre y anciana: la triple diosa.
Movimiento, emoción e intelecto: los tres conocimientos de Gurdjeff.
Sibila: Nada, nada y nada.
Los ojos de su madre le servirán para tres cosas, mijo:
Nada nada y nada
Profeta: Y entonces yo imaginaba al cuervo que me traería sus ojos como un hombre grande
y robusto que vendría una noche a mi casa y tocaría la puerta.
Cuervo: Toco la puerta
Profeta: Yo abriría y el entraría.
Hombre cuervo: entro y lo veo, es hombre bajito y débil, parece que va a sufrir un infarto al
verme.
Reconoce mis ojos.
Profeta: ¿Trae puestos los ojos de mi madre?

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Hombre cuervo: Traigo puestos los ojos de su madre.
Profeta: ¿Puedo verlos?
Hombre cuervo: como no.
Me saco los ojos y se los hago tragar.
Primero uno y luego el otro y entonces puedo verlo por dentro, ver su boca, su garganta, el
esófago quemado, sus deseos y sus culpas, sus anhelos y profecías, mi muerte.
Le doy un puño en pleno rostro que rompe su nariz. Él cae al suelo, yo me siento encima y le
doy otro puño en el centro de su cara.
Y otro.
Y uno más.
Y no para hasta que mi puño ha convertido su carne, hueso, cerebro y pelo en una masa
informe y grisácea.
Los ojos de su madre muerta, ya en su estómago, se cierran para siempre, agradecidos,
cansados, pero antes de dormir el sueño de los justos imagina un país en guerra, un bosque
siendo destronado, un soldado en una trinchera, un soldado solo y rodeado

TRES
SOLDADO

Soldado: Un soldado respirando su último aliento, rodeado por el enemigo, un soldado que
cubre la boca de su fusil con su propia boca y hala el gatillo.
Y nada.
No hay munición.
No hay nada.
Excepto, yo aquí, rodeado y solo, esperando un milagro que nunca llegará.
Pausa
Soldado: cuando yo era niño, no sé, tendría unos seis o siete años, mi madre salía al bosque
Solá, en las tardes, adentro, bien adentro donde no entraba la luz, ¡bum!
¡Bam!
¡Bum!
Pausa.
No, así no se puede hablar. Con todas estas explosiones y

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¡Bum!
¡Crack!
No mejor me callo entonces. Parece que no…Es decir, sí, claro y sé que estoy rodeado, sé
que son mis últimos momentos, sé que van a destrozarme a bala metralla y plomo, sé que en
la guerra no hay piedad con los enemigos, pero ¿¡por favor podrían parar un poco para decir
algo!?
Silencio.
Bueno, mi madre cuando yo era niño se iba a lo profundo del bosque en las tardes. Pero no
entraba a lo oscuros unos metros, no, se perdía en el bosque profundo. Adentro. Bien adentro.
Donde ni las bestias entran donde la oscuridad es tan redonda, tan sólida, tan…
Pausa
Ininteligible.
Eso es.
Una oscuridad ininteligible
Pero mi madre no se amedrentaba. Era una persona especial mi madre. Una mujer que era
casi humana.
Casi, casi, pero no del todo humana.
¡Mi amá, otra cosa!
Por eso iba al corazón del bosque donde no entra ni el tiempo, donde todo colapsa.
¡Bum!
Bueno.
¡Bum, crack, bang!
Pausa
Yo nunca fui con ella. Nadie fue con ella, ella iba sola.
Cuando entraba a lo hondo del bosque iba sin compañía. Llevaba una bolsa de fique, burda
como ella, una bolsa a prueba de todo. Entraba con la bolsa vacía y salía con la bolsa vacía,
pero la llevaba siempre.
¿Por qué llevaba esa bolsa?
¿Si salía con la bolsa vacía y entraba con la bolsa vacía para que llevaba la bolsa?
Pausa.
Ella se iba y yo rezaba.
No rezaba para que el bosque se la tragara sino para que el bosque la devolviera sana y salva
a la casa. Siempre volvió.
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Hasta que no volvió.
Un día.
No volvió.
El bosque es un animal hambriento. El bosque devora a los incautos. Mi madre no era
incauta, pero era el amor del bosque, un día el bosque, lleno de celos, no le permito salir más,
y se quedó con ella para siempre.
Por eso bien a la guerra, pero yo no lucho contra los saldos del otro lado, mi enemigo secreto
es el bosque. Vengo a buscar a mi madre. He llegado hasta acá, soy el único sobreviviente de
mi pelotón, estoy solo y me van a matar.
Y cierro los ojos, dispuesto a desaparecer en este lodazal asqueroso qué pasa por trinchera, en
el último bastión de mi país. He perdido la guerra.
En el bosque.
Y abro los ojos y la veo ahí, a mi madre que no es mi madre, es una ardilla, pero es ella, son
sus ojos, los ojos de mi madre en la ardilla.

Ardilla Madre: ¿Se va a hacer matar por mí, mijo?


Soldado: No, no sé, mamá, no es por usted, es la guerra, ¿qué le voy a decir? Estamos en
guerra.
Contra los del otro lado
Vengando a los nuestros.
No es por usted, es la guerra.
Es así.
Ardilla madre: por qué se fue a la guerra, mijo, no sea pendejo. Levántese y váyase.
Soldado: No puedo, mamá ¿no ve que estoy rodeado?
Soy el último que queda, los demás ya petatearon.
Ardilla madre: por eso mismo, mijo no sea le dejo pendejo, váyase antes de que petatee usted
también.
Pausa.
Soldado: ¿Y usted, mamá?
Ardilla madre: ¿Yo qué?
Soldado: ¿Usted dónde está?
Ardilla madre: acá pues, mijo ¿es que no me ve?

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Soldado: ¿Pero es usted, madre, de verdad es usted?
Ardilla madre: ¿Usted qué cree?
Soldado: ¿Por qué no volvió?
¿Por qué se quedó a vivir en el bosque?
Ardilla madre: Párese y váyase de acá, mijo, acá no se puede quedar.
Soldado: Venga conmigo, vámonos juntos.
Ardilla madre: Yo vivo acá, yo pertenezco acá, mijo, ¿para donde me voy a irme?
Esa es mi casa
Soldado: Pero no va a quedar nada, mama, hemos acabado con el bosque.
Ardilla madre: El bosque se lleva adentro, mijo, en el corazón, el bosque siempre estará ahí,
en el corazón.
Cuervo: El soldado mira a su madre a los ojos.
Ojos de ardilla.
Se pone de pie para ponerse a andar y me imagina a mí, el corazón, el corazón del bosque, o
el bosque en su corazón, mientras las balas lo atraviesan de un lado a otro y la ardilla huye
despavorida.

CUATRO
CUERVO UN POCO MAS GRANDE

Cuervo: Cuando Cuervo era blanco decidió que el sol era demasiado blanco.
Decidió que resplandecía con demasiada blancura.
Decidió atacarlo y derrotarlo.
Se cargó de fuerza y brilló con plenitud.
Agarró su furia y se hinchó de ella.
Apuntó su pico directo al centro del sol.
Su risa llegó hasta el centro de sí mismo
y atacó.
Con su grito de batalla los árboles envejecieron súbitamente,
las sombras se aplanaron.
Pero el sol brillaba

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brillaba, y Cuervo regresó chamuscado y negro.
Abrió su boca, pero lo que salió fue negrura chamuscada.
“Allá arriba”, consiguió decir,
“donde lo blanco es negro y lo negro es blanco, yo gané”.

CINCO
HIJA
Hija: No debería vivir acá.
Mi madre.
No a su edad.
Lejos de todo.
Lejos de mí.
Lejos de cualquier tipo de ayuda.
En este bosque.
De mierda.
Pero ella es así. Cree que este es su bosque.
Suyo.
Y cuando vengo a verla, a visitarla, me siento como caperucita Roja caminando por la
foresta, siendo mirada desde la oscuridad de la fronda por el lobo que me acecha, que sigue
en silencio y casi puedo verlo llegando hasta donde mí, diciendo:
Lobo: ¿vas a ver a tu madre, nena?
Hija: A lo cual yo quisiera responderle que no soy una nena, que soy una mujer casada y
desflorada, una mujer hecha y derecha, que él no le importa dónde me dirijo, pero sé que eso
es lo que él quiere.
Quiere que le responda, que empiece a hablarle, a conversar con él, a dejarlo entrar en mi
mente, así que camino sin decir nada.
Él sigue a mi lado y habla sin cesar.
Lobo: ¿No quieres hablar?
Silencio.
¿Te molesta mi compañía?
Silencio.
Bueno entonces te acompaño, nena, ¿pero sabes qué?
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Pausa.
No deberías seguir por este camino. Es más largo y empinado. Llegarás tarde y cansada a
casa de tu madre, es mejor si volvemos hasta la bifurcación y tomamos la ruta del lado
derecho, la que baja hacia la cañada. Es más plana.
Sé que el río da temor, pero en esta época es una hilacha de agua, mansa e inane, no te
preocupes. Me das la mano y cruzamos juntos, yo te ayudo. ¿Volvemos?
Hija: El lobo es feroz, pero poco inteligente.
No voy a caer en su trampa infantil.
Lobo: Sé que me temes, pero tú sabes lo que se dice del temor y el deseo,
¿no?
Pausa.
Se desea lo que se teme, lo que más se teme es lo que más se desea, ¿qué dices, nena, me
deseas?
Pausa.
¿Te has dejado tragar por un lobo alguna vez?
No hay experiencia igual, mi amor, te lo aseguro, es una experiencia irrepetible, ¿te animas?
¿quieres que te trague?
¿Has visto mis fauces?
¿Sabes de qué son capaces ellas?
Observa bien estos colmillazos, nena, ¿te hacen salivar?
Pausa.

Mira que si te quisiera engatusar no te hablaría con toda franqueza, amor.


Hija: Entonces me detengo y lo observe.
De arriba abajo.
Miro sus ojos.
Enormes.
Saltones,
Rojizos.
Su boca semiabierta, sus fauces, la saliva derramándose de su comisura izquierda,
Su cuerpo peludo con parches lampiños, su piel venosa.
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Es un lobo feroz y patético.
Decido no decir nada y seguir adelante, pero me aseguro de mirarlo de frente, a los ojos y
dejar que mi mirada le diga algo, como:
Mirada: La mirada no habla, no tiene ese poder, pero sí hace, actúa.
Primero le parto la nariz de un puñetazo. Luego, como el lobo abre su boca para respirar, le
cruzo un puño de costado en pleno mentón, lo cual lo hace zarandear y caer desplomado al
suelo. Una vez ahí le doy una patada en el abdomen.
Hija: El lobo se encoge en posición fetal en el suelo del bosque.
Es como un niño enrollado sobre sí mismo.
Imagino a su madre cuidándolo cuando era solo un lobezno.
Dándole leche de su teta, amamantándolo,
Madre loba: Por fin una lobito, una lobito que no va a morir, por fin parí una lobito.
Hija: Su madre era humana y paridora.
Uno tras otro llegaba los niños.
Blanquitos, negritos, marroncitos, amarillos.
Uno tras otro.
Y uno tras otro crecían y se iban a la guerra.
Madre loba: A morir.
O a desaparecer en la humareda.
De la guerra.
Hija: Pero la madre seguía pariendo hijos, alimentando la guerra, proveyendo de soldados a
los ejércitos, soldados grandes y fuertes que iban a destrozar a sus enemigos, a ser
destrozados por ellos. Y
la madre lloraba.
Madre loba: Sola en mi cabaña del bosque.
Hija: La madre lloraba su desgracia y rogaba para que uno, al menos uno le quedara.
Madre loba: Y uno me quedó.
Hija: Finalmente.
Madre loba: Uno nació lobo.
Hija: Y los lobos no van a la guerra.
Madre loba: No, a la guerra no van.

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Hija: Y la madre, día a día, lo alimentó.
De lobezno a lobo lo transformó.
Con su leche.
Vio cómo sus músculos se templaban, cómo su carácter se endurecía, cómo sus fauces se
ensanchaban, cómo su rabo crecía hasta convertirse en lobo.
Madre loba: Feroz.
Hija: Un lobo feroz que en cuanto tuvo el tamaño de un animal adulto, la engulló.
Madre loba: De uno o dos mordiscos.
Hija: La tragó entera.
Madre loba: Y se hizo dueño del bosque.

SEIS
CUERVO CADA VES MAS GRANDE
Cuervo: Cuervo decidió poner a prueba las palabras.
Imaginó algunas palabras para la labor, una linda manada
de ojos claros, resonante, bien adiestrada,
con dientes fuertes.
Imposible hallar una especie mejor criada.
Señaló a la liebre y a ella fueron las palabras
resonantes.
Cuervo era Cuervo sin duda, pero ¿qué es una liebre?
Se convirtió a sí misma en un búnker de concreto.
Las palabras dieron vueltas protestando, resonando.
Cuervo convirtió las palabras en bombas: estallaron el búnker.
Los pedacitos del búnker volaron: una parvada de estorninos.
Cuervo convirtió las palabras en escopetas: derribaron a los estorninos.
Los estorninos que caían se convirtieron en un aguacero.
Cuervo convirtió las palabras en una presa, recolectando el agua.
El agua se convirtió en un terremoto, engullendo la presa.
El terremoto se convirtió en una liebre que saltó a la colina
tras devorar las palabras de Cuervo.
Cuervo siguió con la mirada a la liebre saltarina
mudo de admiración.

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SIETE
CARNICERO

Carnicero: Lo que hago es desmembrar bestias.


Bestias muertas.
No soy yo quien las sacrifica, ese es un trabajo aparte, un trabajo que me es antipático.
Yo me encargo de las bestias cuando ya están muertas, soy el carnicero.
Lo otro se hace en el matadero
Yo soy el que limpia, el que desmiembra, el que reparte, el que escoge.
Lo bueno de lo malo.
Lo graso de lo magro.
Despreso.
Tajo.
Busco las líneas de corte ya marcadas en la anatomía de la bestia, del animal muerto.
Palpo, toco, punzo, encuentro la línea punteada y secciono.
Pausa.
Llegan dos tipos de animales acá: las bestias de matadero y las bestias de caza. Los primeros
se dividen en bovinos y porcinos, los segundos son impredecibles.
Y escasos.
Cada vez más escasos. El bosque se achica.
Día a día.
El bosque se encoge y los cazadores se extinguen, el cazador es una especie en vías de
extinción.
Antes llegaban todo tipo de bestias de caza: felinos, cánidos, roedores, marsupiales.
Llegaban presas enormes, osos.
Los osos
Pausa.
Los osos son el trofeo del carnicero.
El trofeo y su prueba última, definitiva.
No es cualquier folletín desmembrar un oso.
Hacerlo bien.
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Se requiere de pericia y experiencia, por supuesto, de oficio, pero cualquier fulano de vereda
adquiere las tres virtudes del carnicero: pericia, experiencia y oficio.
Pero un oso.
Un oso necesita más que eso.
Un oso requiere de.
Clarividencia.
Pausa.
Dicho.
Eso.
Está.
Clarividencia.
Pausa.
Golpe de astucia de la visión extendida, del entendimiento inconsciente.
Chapucero si no.
Burdo y grosero.
Cualquiera lo hace así.
El oso es un regalo del bosque.
Cuervo: El bosque no da regalos.
Al bosque le arrancan sus intestinos, sus entrañas, y las llevan al mercado como ofrendas.
Carnicero: Un regalo que no existe más.
El oso.
Un regalo que el bosque dejó de dar.
Silencio.
Ahora da bestias pequeñas.
Liebres.
Zarigüeyas.
Animales que no se llevan al carnicero, se despresan en casa.
Pausa.
Pero hoy.
Hoy el bosque dio una bestia grande.

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Lo suficientemente grande como para traerla hasta mí.
El carnicero.
La última quizás.
La última de las grandes bestias.
Un lobo adulto, un lobo grande.
Lo trajeron entre dos, desgonzado y vencido. La cola arrastrándose en el piso. Lo dejaron
caer en mi mesa de trabajo, sonrieron y me dejaron a mi labor.
Un lobo.
Hacía mucho no llegaba uno a mi mesa.
La cabeza pesada, cabeza de lobo. Abrí sus ojos y lo miré de frente, es bueno ver los ojos de
la bestia que se va a tajar.
Sus ojos, nervudos y vidriosos, todavía miraban como si hubiera vida en ellos.
Lobo: Te voy a comer entero, carnicero de mierda.
Carnicero: Estaban casi vivos.
Sus ojos.
Lobo: De un mordisco te voy a engullir, carnicero cerdo, carnicero.
Carnicero: Me miraba con amor.
Pausa.
No sufrió. Estoy seguro. El lobo.
Pausa.
Asqueroso.
Pausa.
Me miraba con amor.
Pausa.
El muy asqueroso.
Como riéndose de mí. De mi infortunio.
Lobo: Carnicero cobarde.
Solo combate bestias muertas.
Inofensivas.
Bestias incapaces de responder, de combatir propiamente, de revirar.
Pausa.

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Fantasmas.
En tu casa.
Llena de fantasmas de bestias muertas.
Carnicero: Seguro.
Y bueno, lo que pasó fue muy sencillo y rápido.
Lo abrí.
Abrí su panza hinchada.
Protuberante.
Tanteé el punto preciso para la incisión, justo donde termina el apéndice xifoides, del
esternón.
De un solo trazo tajé, escindí, corté y el interior abultado se desparramó.
Lobo garoso.
Había comido más de lo que podía tragar el lobo de mierda. Más de lo que sus intestinos
podían cargar.
Lo primero que cayó de su vientre fétido fue una mano. Una mano humana. Blanca, tersa, de
huesos largos y elegantes. Y en el dedo anular.
Una argolla.
Simple, delgada, con una incrustación de rubí.
La argolla de matrimonio de mi mujer.
Engullida.
Mi mujer.
Por la última de las grandes bestias.
Mi mujer.
De ese bosque de mierda.
Que sigue ahí a pesar de la guerra, a pesar de las bombas, a pesar de la deforestación.
Sigue ahí.
Como si nada.
Como si pudiera encogerse sin desaparecer.
El bosque.
De mierda.

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NUEVE
CUERVO CUBRE EL CIELO

Cuervo: Lo que hoy es aldea antes fue bosque.


Lo que hoy es bosque mañana será aldea.

DIEZ
MUJER DEL BOSQUE
Mujer del bosque: Tengo un mal presentimiento.
Hoy.
Es un presentimiento vago, no una visión concreta.
Una sombra.
El oscurecimiento.
El sol no se oculta, pero algo bloquea su luz directa.
Eclipse.
Cerrazón, lobreguez, crepúsculo.
Pienso en mis hijos muertos, arrebatados por una guerra inclemente, mis hijos que fueron a
hacerse matar por la locura y la avaricia, por la estupidez interminable.
Mis hijos son la sombra en mi corazón.
Mis hijos son las tinieblas del pálpito.
Hijos: Mamá, salga del bosque.
Mujer del bosque: Dicen.
Hijos: No va a quedar nada en pie.
Mujer del bosque: Amenazan.
Hijos: Van a arrasar con todo.
Mujer del bosque: Aseguran.
Hijos: Van a acabar con el bosque.
Mujer del bosque: Como si se pudiera acabar con él.
Pausa.
(Los lobos no van a la guerra) 18
El bosque siempre ha estado ahí.
¿Me oyen?
¿Hijos?
EL BOSQUE SIEMPRE HA ESTADO AHÍ.
Hijos: Váyase, mamá, no diga pendejadas, salga de aquí.
Van a arrasar con todo.

Mujer del bosque: Y SIEMPRE ESTARÁ.


Pausa.
El corazón.
Pausa.
El corazón del bosque.
No es posible acabar con él.
Sería como extinguir el día.
Como desaparecer el viento.
Cómo liquidar el cielo.
El corazón del bosque no es un aditamento, no es de quitar y poner, el corazón del bosque es
la entraña de las cosas vivas, es el latido y la vibración de la existencia. No se puede acabar
con él.
Salga de ahí mientras pueda, mamá, no sea testaruda.
Hijos: No va a quedar nada.
El aliento de odio lo va a arrasar todo.
Así es la guerra, mamá, la guerra no se termina hasta que no queda nada en pie.
Váyase de ahí, váyase lo más lejos que pueda.
Mujer del bosque: ¿Y para dónde me voy a ir?
Si yo solo sé vivir aquí.
Hija: ¿Con quién habla, mamá?
Mujer del bosque: No la vi llegar, mija.
Hija: No quería despertarla.
Mujer del bosque: Sus hermanos quieren que me vaya.
Hija: ¿Para dónde?
(Los lobos no van a la guerra) 19
Mujer del bosque: Eso mismo les pregunto yo, ¿para dónde?
Hija: Sus hijos no están, mamá.
Mujer del bosque: Se los llevó la guerra.
Hija: No hay guerra, mamá.
Mujer del bosque: Y ahora me va a llevar a mí.
Hija: No se la va a llevar a ninguna parte.
Mujer del bosque: ¿Y usted, mija?
Hija: ¿Yo qué?
Mujer del bosque: ¿A usted se la llevó la guerra?

Hija: No hay guerra, mamá.


Mujer del bosque: ¿Entonces quién se la llevó?
Hija: Sus ojos, mamá.
Mujer del bosque: ¿Mis ojos?
Hija: No son los mismos.
Mujer del bosque: ¿Mis ojos?

Hija: Están muertos, mamá.


No brillan.
Están secos.
Como papel de lija.
Pausa
Mamá.
Mujer del bosque: ¿Qué?
Hija: ¿Dónde está?
Mujer del bosque: Acá pues, mija.
Hija: Esos ojos no son suyos.
Mujer del bosque: ¿Y de quién son si no míos?
Pausa.
Hija: Esos no son los ojos de mi madre.

(Los lobos no van a la guerra) 20


Conozco los ojos de mi madre.
Fueron lo primero que vi cuando abri los míos.
Los ojos de mi madre.
Mujer del bosque: Mis ojos.
No están.
Ahora lo sé.
La nube.
El eclipse, la penumbra.
Es la ausencia de mis ojos.

Hijos: Salga de ahí, mamá, ya es hora.

Mujer del bosque: ¿Cómo salgo sin ojos?


Hijos: Salga de ahí, mamá, usted nunca usó sus ojos, no los necesita.

Mujer del bosque: ¿Y dónde voy a ir sin ojos?


Hija: a ningún lado, mamá, tranquila.
Mujer del bosque: Váyase mientras pueda, mija.
Hija: ¿Para dónde?
Mujer del bosque: Donde su esposo.
Están acabando con todo. Ya vienen.
Hija: Van a seguir de largo.
Mujer del bosque: No hay para dónde seguir. Vienen para acá, siempre ha sido su objetivo,
venir acá, venir por mí, venir por estos ojos, por este corazón, por esta piel.
Hija: No hay guerra, mamá.
Mujer del bosque: No hay sino guerra, hija.
Pausa.
Vaya donde su marido.
El carnicero.
El que desmiembra bestias muertas.

(Los lobos no van a la guerra) 21


Hija: Mi marido no está, mamá.
Mujer del bosque: Se fue a la guerra.
Hija: No sé, mamá.
Pausa.
Hijos: Ya está acá.
La guerra.
Ya llegó.
Pausa.
Mujer del bosque: Ya es muy tarde, hija.
Hija: ¿Tarde para qué?
Mujer del bosque: Para todo.
Pausa.
Hijos: ¿Por qué no se fue, mamá?
Mujer del bosque: ¿Para donde me iba a ir?
Pausa.
Hija: ¿Ya es muy tarde para todo?
Mujer del bosque: Mire hacia arriba.
Pausa.

Hija: Y entonces la veo.


Veo la mancha.
Como un reguero de tinta en el cielo. Que se expande. Impreciso. Sin propósito. Pero crece.
No tiene otra cosa para hacer. Crece y sé que mi madre tiene razón. Es muy tarde.
Mujer del bosque: Para todo.

Hija: Así que pienso en mi marido.


En su tienda.
Con sus bestias muertas.
Mi marido el carnicero.
Que toma mi mano.
Carnicero: Tomo su mano.
(Los lobos no van a la guerra) 22
Acaricio la argolla en su dedo y miro la mancha.
Que nos va a tragar a todos.
Hija: La mancha en el cielo.
Por fin.
Mujer del bosque: Nos va a cubrir con su negrura.
Hija: Por fin.
Mujer del bosque: Y no veremos más.
Carnicero: Finalmente.
Hija: La mancha negra.
Como un cuervo hambriento.
Que baja por nuestros ojos.
Y los cubre con su noche

FIN

(Los lobos no van a la guerra) 23

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