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SESIÓN 3: Espiritualidad del matrimonio y la familia.

En primer lugar, conviene dejar claro lo que significa la palabra


“espiritualidad”. La espiritualidad no es algo que concierne a la
conciencia, la intimidad o las devociones privadas de cada persona, sino
que es la conjunción de las creencias con la vida práctica. De esta manera,
la espiritualidad cristiana tiene una profunda implicación social y afecta
al equilibrio y armonía de todas las dimensiones de la vida, tanto físicas
como psicológicas.

Un matrimonio cristiano está formado por un hombre y una mujer


que libremente deciden unir sus proyectos de vida en un proyecto en
común. No es una fusión que anula los proyectos de las personas que la
forman. Lejos de eso, cada uno de los cónyuges profundiza en su proyecto
personal de vida en la medida en que se afianza el proyecto en común.
La unidad no se logra así en la uniformidad, sino en la armonización de
dos proyectos en otro en el que se enraízan. Más que un simple contrato,
es la búsqueda permanente de la unidad que genera vida. Luego veremos
que esta unidad tiene dos características esenciales: la fidelidad y la
vocación de permanencia o durabilidad.

Pero antes de eso, veamos un power point con algunas


explicaciones, incluyendo el proyecto truncado de vida de un matrimonio
y la creatividad que introdujeron en sus vidas para vivir felizmente hasta
el final de esa unión.

Según el power point, vamos a sugerir


algunas preguntas para vuestra reflexión
como pareja después del cursillo. Os
recomendamos que os sentéis un día a
dialogar sobre las mismas, diseñando
concretamente el tipo de matrimonio que
queréis construir. Con el tiempo, sería
bueno que estas actitudes fueran también
revisadas, por ejemplo, en el tiempo cercano
a vuestros aniversarios de boda.

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• ¿Qué hábitos familiares nos gustaría tener?

• Aproximadamente, ¿Cuántos hijos nos gustaría tener?

• ¿Qué aspiraciones profesionales tenemos y cómo las podemos compaginar?

• ¿Qué valor tiene el trabajo en nuestro matrimonio?

• ¿Qué valor le damos al dinero y a los bienes materiales?

• ¿Cómo vamos a cultivar nuestra vid religiosa?

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El matrimonio como sacramento.

Lo primero que tal vez deberíamos explicar es lo que significa


“sacramento”, pues no es una palabra sencilla. Un sacramento es un
acontecimiento que trata de re-presentar (en el sentido de “hacer
presente”) a través de símbolos un Misterio difícil de explicar pero que
somos capaces de sentir y experimentar de una manera muy íntima y
profunda. En la espiritualidad cristiana, los sacramentos son
celebraciones que tratan de hacer presente en un momento concreto una
realidad divina que nos llena de gracia divina.

En el caso del matrimonio, se trata de representar el misterio de


AMOR de Dios. El evangelio de san Juan nos dice que “Dios es amor”,
pero ¿Qué es el amor? “amor” es una palabra que usamos mucho y cuyo
significado es a menudo malinterpretado. Básicamente existen tres
clases de amor.

1. El amor más elemental viene del grieto “eros”. Se trata de un


tipo de amor en el que el centro es uno mismo, sin tener en
cuenta a los demás. Por ejemplo, es el amor que reclama un
niño pequeño; cuanto tiene hambre, o quiere algo de los
mayores, llora para satisfacer sus necesidades. Es un amor
necesario porque sin él los demás no serían conscientes de
nuestras necesidades, aunque si no madura se quedaría en un
amor egoísta que no tiene en cuenta a los demás. ¿Cuántas
personas mayores no han superado todavía este amor
erotizado que usa a los demás para satisfacer las propias
necesidades sin tener en cuenta a los demás?

2. El segundo nivel del amor es llamado en griego “filia”. Este


amor ya supone la toma de conciencia de que no estamos solos
y de que mi demanda de amor exige el esfuerzo de otra persona,
ante la cual yo también tengo que responder con el mismo
amor para que haya equilibrio. Este es el amor, por ejemplo,
de los amigos, hermanos y en cierta medida de la pareja, que
necesita reciprocidad para funcionar sin desequilibrios.

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3. Pero cuando en la Iglesia nos referimos a la palabra “amor”, no
nos referimos a ningún de los dos anteriores, sino a una tercera
clase de amor que en griego se dice “ágape”. Esta es la palabra
que aparece en los Evangelios. “Ágape” supone un amor que se
sacrifica para que la otra persona tenga vida. Lo importante en
este amor ya no es uno mismo, ni tan siquiera el equilibrio de
la pareja, sino que la otra persona viva y sea feliz. Es, por
ejemplo, el amor maternal que se sacrifica sin esperar
recompensa para que los hijos tengan todo lo necesario.
Evidentemente es un amor que exige el SACRIFICIO como
camino hacia la felicidad. Es lo que expresamos en castellano
cuando decimos que algo “merece la pena”. ¿Qué merece la
pena hacer para que vuestro amor sea un ágape?

El amor de Dios se manifiesta


totalmente cuando Jesucristo llega a dar
su vida en la cruz por nosotros. Es decir,
se sacrifica por una humanidad que es
infiel y que ha roto la relación con Dios. Es
Jesucristo quien “paga los platos rotos”
para tratar de reparar el daño que provoca
la infidelidad (el pecado) que lleva a la
ruptura de la relación con Dios.

Pues bien, el matrimonio cristiano es la elevación de un amor


humano hasta convertirlo en un reflejo o representación del amor divino.
El matrimonio cristiano es un “sacramento”, es decir, una imagen viva
del amor de Dios que es FIEL e INQUEBRANTABLE. Un matrimonio no
cristiano es un contrato al que no se le exige fidelidad e indisolubilidad;
pero celebrar un matrimonio cristiano compromete a esforzarse por ser
coherentes con aquello que se representa: nada más y nada menos que
el AMOR DE DIOS a la humanidad. ¿Estamos dispuestos a ser esa
imagen asumiendo el compromiso de ser fieles y de no romper nunca ese
lazo para perdonar todo y fomentar así la UNIDAD que da seguridad y
confianza a la familia, sobre todo a los hijos? ¿Estamos dispuestos a
sacrificarnos para que desde la familia haya estabilidad en la sociedad y
las palabras pronunciadas ante el altar no sean “postureo” sino un
juramento responsable al que nos comprometemos con sinceridad?

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Para finalizar hemos de tener claro que, aunque uno esté lleno de
buenas intenciones cuando se es joven y se confíe mucho en Dios y en
las propias fuerzas, la Gracia divina que nos dan los sacramentos nunca
anula la naturaleza humana. Por ejemplo: cuando un sacerdote es
ordenado como tal, recibe la Gracia de Dios para ejercer su ministerio,
pero ello no le exime de poner todo de su parte para que esa gracia no
caiga en saco roto. Por tanto, a pesar de recibir la Gracia de Dios en los
sacramentos (y realmente se puede sentir esa gracia), hemos de poner
todo de nuestra parte para que esa gracia se materialice. Es ahí donde
entra la necesidad de tener una buena espiritualidad matrimonial.

Ofrecemos a continuación algunos consejos a la hora de planificar


un proyecto de espiritualidad matrimonial y familiar.

⚫ Poned a Dios en el centro de vuestro matrimonio y


representad simbólicamente su presencia en un espacio
concreto de vuestra casa a modo de altar en donde poner, por
ejemplo, la frase del consentimiento matrimonial y una foto
del mismo con alguna cruz.
⚫ Tened una comunicación fluida, verbal y no verbal. Acordad
algunos detalles y signos visibles cotidianos, como un beso o
una oración antes de comenzar el día y antes de finalizarlo.
⚫ Revisad, por lo menos una vez al año, la marcha de vuestro
matrimonio. Tomaos tiempo para ello mediante algún viaje o
retiro.
⚫ No os olvidéis que la vida matrimonial no es algo privado, sino
que implica a vuestro entorno. Cuidad las relaciones con
vuestras respectivas familias y con los amigos.
⚫ No esperéis demasiado tiempo para tener hijos. Abríos a la
vida mediante una paternidad responsable sin convertiros en
una familia burguesa, siendo siempre solidarios con los más
desfavorecidos. Plantead algunos compromisos concretos de
solidaridad, como participar en voluntariados.

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⚫ Santificad las fiestas respetando el domingo como día de
verdadero descanso para dar culto a Dios.
⚫ Buscad la compañía de parejas “madrinas” y, si fuera posible,
la amistad con algún sacerdote o religiosa. Dad el primer paso
para acrecentar esas relaciones afectuosas.
⚫ Diseñad un plan lo más concreto posible de las actividades
semanales y tratad de cumplirlo, revisándolo de vez en
cuando para evaluar en qué se está fallando. Ello ayudará a
detectar las grietas cuando todavía son pequeñas y
reparables.
⚫ Pedios una Biblia de regalo en vuestra lista de boda.
Colocadla en un lugar prominente en la casa y leedla
habitualmente. Si tenéis niños, regaladle libros sagrados
acordes con su edad y participad con ellos en las
celebraciones dominicales.
⚫ Tened en cuenta la vinculación con diferentes movimientos
familiaristas que promueven y cuidan de la familia.
Informaos en la parroquia de cómo contactar con estos
movimientos que alientan la espiritualidad y la comunión
familiar.

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