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Pichón: Ay! ¡que lindo es! ¡que lindo es!

Gritaba el pequeño Pichón al ver que amanecía, su mamá empujaba con el pico a sus dos
hermanos y a el hacia afuera de la casa.
La mamá: Vayan a jugar ¿Acaso no hay sol?
Un poco más tarde el Pichón se percato de algo, del hueco que formaba la ventana de
su casa. El sol se filtraba por la inmensa telaraña de la selva, llenando de luz cada cosa.
Pichón: Ay! ¡que lindo es! ¡que lindo es!
A la mañana siguiente venía aquel agradable olor a tierra húmeda y descansada.
Pichón: Ay! ¡que lindo era!
Pichón: ¡Ah, si yo supiera cantar!
Su mamá le había garantizado que cuando el sea más grande podría cantar
La mamá: Cuando crezcas podrás cantar
Según su mamá, los pajaritos necesitan primero atiborrarse de belleza, para luego poder
expresar el efecto de esa belleza
La mamá: Hijo todavía eres joven, estás descubriendo la vida
El pequeño pichón bosteza, abriendo el pico. Ahora, sus ojos despiertos se encontraban
redondos y brillantes.
Doña Raquel, sabia y elegante que cantaba con pronunciación francesa, ella había huido
de la casa de una francesa vieja que el pequeño Pichón no entendía bien qué era eso,
porque cada vez que se tocaba el tema y cualquiera de ellos se aproximaba, cambiaban
de conversación, comentando:
X: Hay criaturas cerca
Doña Raquel pasó cantando y llamando a la gente:
Doña Raquel: ¡Es la hora de la misa del sol!.. ¡Es la hora de la misa del sol!..
El pequeño pichón volvió hacia adentro, preguntando:
Pichón: Mamita, usted va?
La mamá: No, hijito, ve con tus hermanitos, que yo tengo que acomodar un poco la casa.
El pequeño Pichón abrió perezosamente sus alas y vió que su pechito se hinchaba
Pichón: ¡Que hermoso era!
El Pichó tenía ganas hasta de cerrar los ojos y dejar que su cuerpo cayera contra
las hojas; pero a su mamá no le gustaba que se hiciera eso, hasta los reprendía.
El fue volando en lugares más altos, se deslizaban pájaros adultos y seguros,
inflando las alas.
El pequeño Pichón llegó cansado, casi sofocado, y buscó un lugarcito entre la
multitud.
Un poco después vio a Iracema cantando con su voz finita y suave. Iracema que
tenía miedo de todo, y que ahora aprendía a cantar.
X: ¡Iracema es una miedosa!
X: ¡Iracema es una miedosa!..
X: ¡Iracema es una miedosa!..
La gente, en bandada, volaba a su alrededor, gritando siempre:
X: ¡Iracema es una miedosa!
Sus ojos castaños se ponían llorosos
Iracema: No hagan eso – murmuraba Iracema
Ellos apoyándose en la rama y comentaban:
Pichón: Caramba, Iracema, ¿qué mal hay en ello? Vamos hasta allá.
Iracema: No. No. Yo no voy. Tengo miedo. Ustedes nunca deberían ir. No tendrían que
salir del bosque.
X: ¡Qué tontería! ¿Qué mal hay en ello?
Iracema: Lo hay, sí. ¿Y si se encuentran con una trampa?
Iracema pregunta medio nerviosa
Iracema: ¿Y si hay una jaula por allí?
El pequeño pichón medio espantado pregunta
Pichón: ¿Qué es eso? Mamá nunca nos habló de jaulas.
Iracema: Porque son muy pequeños
X: Entonces habla tú, Iracema. Cuéntame qué es una jaula.
Iracema tembló y su voz salió trémula
Iracema: Una jaula es algo horrible. Una cosa muy fea. Un bosque de árboles
finísimos, amarrados por una cuerda llamada alambre. Tiene una puerta. Nos ponen
allí dentro y ¡listo! Nunca más se sale de ese lugar
X: ¡Ah! Eso no existe. Estás imaginando cosas. Vamos a balancearnos en los hilos
eléctricos.
Ella torció nerviosamente las puntas de sus alas.
Iracema: Discúlpenme, pero yo no voy
Diciendo eso levantó vuelo y huyó hacia el corazón del bosque
Después de eso siguieron burlándose de ella a gritos
X: ¡Iracema es una miedosa!..
X: ¡Iracema es una miedosa!..
Ahora los ojos del pequeño pichón se llenan de lágrimas y mira la jaula a su
alrededor. Iracema tenía razón:
Pichón: ¡Una jaula es algo horrible!
Pichón: ¡Todo es tan triste! Triste. Triste.
Don Pedro: Jovencito, ¿qué tristeza es esa?
Preguntaba desde la otra jaula don Pedro, un viejo
Don Pedro: Eso pasa. Al comienzo siempre es así. Dentro de poco comenzarás a
cantar, y cantando la vida es más linda, hasta dentro de una jaula.
Pichón: No. Nunca cantaré. ¡Yo nunca cantaré!
El pequeño pichón recordaba a Iracema, que jamás pasaría por todo lo que el pasaba.
Iracema tendría hijos, y el continuaría con miedo, pero viviendo libre dentro del
bosque.
Don Pedro: Mira, hijo, la tristeza no sirve para nada
Don Pedro: Nuestro dueño es muy bueno. ¿Viste qué suavemente nos habla?
Pichón: Él no es bueno.. Es un hombre..
Don Pedro: ¿Tú sabes quién es nuestro dueño?
Al pequeño pichón no le interesaba saberlo. Pero don Pedro se mostraba tan amigo
que resolvió interesarle y prestarle atención
Don Pedro: Nuestro dueño sé llama Cavalcanti. Era un hombre que vivía en una gran
jaula llamada Europa. Hizo muchas películas muy lindas. Pero, por dentro, él sentía una
enorme nostalgia de los bosques del Brasil. Entonces.. huyó y voló para acá
Don Pedro: Mira, muchacho. Eres joven y hermoso. Todo esto pasa. Nosotros tenemos el
sol y podemos sentir el viento. Y tanto el sol como el viento son los mismos en
cualquier parte.. Interésate por algo. Las cosas humanas son formidables.
Don Pedro: ¿Quieres un ejemplo?
Don Pedro: Ahora estoy interesado en el campeonato de fútbol. Lo escucho por la
radio. El domingo es el último partido y tengo la seguridad de que Pelé va a darles
una lección a los argentinos.
El pequeño pichón volvió a recaer en la tristeza, don Pedro movía la cabeza y tornaba
a saltar de un palito a otro. Muchas veces le oía comentar, suspirando:
Don Pedro: ¡Ah, juventud!.. ¡Juventud!..
El pequeño pichón se quedaba horas y horas parado en un palo. Cuando llegaba la
tarde, la tristeza se apretaba en su pecho. La estancia retornaba a sus pensamientos.
El pequeño pichón no quería vivir más. Y para no vivir más, uno no come. Para no vivir
más, uno no bebe. Para no vivir más, uno aprende a no cantar. Durante los dos
primeros días, el hambre le dolió un poco. La sed ardió en su garganta.. , pero el no
quería vivir más
Don Pedro: No hagas eso, hijo mío. Come este alpiste.. Bebe esta agua..
El pequeño pichón no respondía el se preguntaba ¿Cómo había perdido todo aquello?
¿Cómo fue posible?.. Y la escena volvía, rápida.. . . El saltando feliz en el bosque, cuando
se dio de frente con una cosa formidable. ¿Un hilo eléctrico dentro del bosque? Y
nadie lo había descubierto aún. el era el primero.
Enseguida vinieron unos niños y lo agarraron con fuerza por el pescuezo
X: ¡Cazamos un azulão!..
X: ¡Cazamos un azulão!..
El pequeño pichón no podía gritar ni llamar a nadie. Fue llevado a una jaula y lo
colocaron en medio de un montón de pajaritos asustados. Al día siguiente metieron
la jaula en un camión. El pequeño Pichón se sujeto de las rejas y llamo
desesperado:
Pichón: ¡Mamá!..
Pichón: ¡Mamita!..
Nadie escuchaba mis gritos, Sus alitas estaban sucias de polvo y pegajosas por el jugo
de frutas. Cuando lo llevaron al mercado ya no era un pajarito hermoso.. Allí fue
comprado por el señor Cavalcanti.
Lo trasladaron a una casa de campo y lo dejaron suelto en una jaula, la misma en la
que aún esta. Luchó, arremetió con su pecho contra las varillas de alambre, estrujió su
pico contra las barras más gruesas, todo en vano. Quedo sofocado sobre un palito.
Don Pedro: ¡Eso no sirve de nada, muchachito!
Era la primera vez que el pequeño escuchaba la voz de don Pedro.
Pichón: ¡Todo esta perdido! Entonces, no bebo. No como y nunca cantaré.
La noche llegó pesada, empujando las sombras hacia sus ojos. El pequeño sentía que
las fuerzas le faltaban y cayó sobre el piso de la jaula. Su respiración se hacía débil.
Cavalcanti despertaba. Y, como siempre, vino a mirar nuestras jaulas.
Cavalcanti: ¡Jesús! ¡Oh, Nuestra Señora! El azulão huyó..
Bajó la jaula y lo vio acostado. Una súbita indignación llenó su voz:
Cavalcanti: ¡Son esas empleadas! ¡A que no le cambiaron el agua ni le dieron alpiste!
Pero enseguida los ojos de Cavalcanti reflejaron su alarma. El cajoncito del alpiste
estaba lleno, así como el bebedero.
Cavalcanti: ¿Qué fue eso, mi bichito? ¿Precisamente tú, que eras tan buenito, tan
manso, tan feliz? ¿Te volviste loquito, no?
Y rascó suavemente las plumitas de la cabeza del pequeño. El tenía deseos de
explicarle, pero él era un hombre y no comprendería. Tuvo deseos de decirle:
Pichón: Muero.. , me muero de tristeza..
Pero no, él no comprendería, e incluso si llegaba a comprender no abriría las puertas
de las restantes jaulas, para que los otros pájaros volasen hacia el bosque.
Cavalcanti Continuaba susurrándole cosas suaves. En ese momento, don Pedro se
puso nervioso y comenzó a cantar.
Don Pedro: Huye, hijo. La puerta está abierta. Huye. Salta hacia la rama de aquel
eucalipto. Desde allá, respira y vuela bien lejos.. Huye.. ¡Huye!..
Pichón: Ahora.. no puedo.. Mis alas pesan como hojas secas.. Yo..
Volvio sus ojos hacia el bosque de eucaliptos. El sol venía esponjándose por entre las
ramas. Sus ojos se cerraron mansamente y lejos, muy lejos, volvió a escuchar la voz
de doña Raquel, llamando:
Doña Raquel: Mi gente, es la hora de la misa del sol.. de la misa.. del sol..
Corazón de vidrio- La misa del sol
José Mauro de Vasconcelos

Personajes:
Pichón
La mamá
Doña Raquel
Iracema
Cabalcanti
Don Pedro
Resumen:
Había una vez un pajarito de raza Azulado que despertó y fue a la misa del Sol
después vio a Iracema un ave muy tímida, todos se burlaban de ella Azulado la invito
ir a colgarse de los cables pero ella no quiso, él se burló de ella porque era tímida,
Iracema se fue muy triste mientras que Azulado se fue a colgarse en los cables y
de pronto apareció en una jaula se sintió muy solo y triste y oyó la voz de Pedro una
ave vieja que le dijo que cantara y él dijo que no quería, así pasaron los días mientras
escuchaba cantar a Pedro no quería comer ni beber agua y un día el dueño le vio
botado y muerto

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