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Muerto viviente

Suena la alarma, un rugido de dragón golpea fuertemente los tímpanos de Lucas. Incapaz de
apagar el rugido con su brazo izquierdo, el cual intentaba alcanzar su dispositivo móvil con el
objetivo de apagar ese desquiciante ruido, decide finalmente ceder al destino. Con los ojos
todavía semiabiertos escucha el grito de su padre, todavía más molesto que el de la alarma,
avisando que si no se daba prisa perdería su transporte directo hacia el infierno, también
conocido como la escuela.

Finalmente, Lucas cedió ante la advertencia, y con todas las fuerzas que tenía disponibles se
alzó de la cama y evadió el balón de fútbol que se encontraba al salir de su habitación. Se
dirigió casi de inmediato hacia el baño, donde realizó sus necesidades básicas y una vez
finalizados todos los preparativos, cogió su mochila, salió de su casa y se dirigió hacia el
autobús que lo llevaría directamente al “infierno”. Allí, vivió lo mismo de siempre y una vez
finalizó sus clases, volvió hacia casa para tirarse en la cama y volver a dormir hasta el día
siguiente…

Este bucle sin fin que conformaba en su totalidad la vida de Lucas era su mundo; y todo lo
que vivía, en realidad, era un simple bucle que se repetía día tras día sin cesar. Sin cambios,
sin eventos, sin siquiera una mísera situación que le diera un cambio a su vida aburrida y
vacía. Muchos a su alrededor se preguntaban si realmente se le podía llamar a eso vivir, y
pese a todos los intentos de su padre y hermano para que este reaccionará e hiciera algo con
su vida, Lucas no cedía y se encerraba en su bucle continuamente… O al menos así fue hasta
ese día.

Era una medianoche de verano, se escuchaban los grillos cantar y como de costumbre, Lucas
se encontraba en su habitación observando su tejado completamente embobado, vacío,
esperando que el sueño se apoderara de su cuerpo y pudiera pasar al siguiente día,
simplemente para repetir el bucle. Su padre, Rafael, cansado de ser abusado por su asqueroso
jefe, se encontraba completamente dormido en el salón roncando como siempre. En cambio,
su hermano estaba también en su propia habitación, pero a diferencia de Lucas, este se
encontraba ya durmiendo, o así creía su padre, ya que su hermano, Diego, muchas veces
aprovechaba el cansancio de su padre para escapar por la ventana e ir de fiesta con sus
amigos. Pero algo no cuadraba con esa noche, era extraño, pero Lucas por algún motivo no
lograba dormirse en su hora habitual, y el problema era mucho más grave cuando uno se daba
cuenta de que no había dormido en 5 días seguidos. El insomnio lo estaba matando y no sabía
qué hacer para recuperar su bucle por completo y poder hacer pasar los días como lo hacía
antes. Su mundo viajaba a cámara lenta y los pensamientos e inseguridades que tanto odiaba
no paraban de invadir su mente.

De repente el silencio suena por toda la habitación, los grillos callan sus cánticos casi de
inmediato, y Lucas, asustado y desorientado, empieza a escuchar repetidamente un pitido
aparecer y desaparecer constantemente. En los últimos cinco días esto no le había ocurrido ni
una vez, y lo interpretó como si el final de su vida al fin hubiera llegado, pero para suerte o
desgracia de este, no podía estar más equivocado. Un manto cubrió toda la habitación y
ennegreció por completo la poca luz que entraba por la ventana, y finalmente el pitido cesó
para dar paso a una lluvia de colores interminable: Lucas ya no estaba en su habitación.

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Después de decidir abrir los ojos, pues este los tenía cerrados debido al temor que estaba
padeciendo, los abrió de golpe y dio una buena ojeada al nuevo mundo en el que se
encontraba. Era un lugar plano, con una vasta pradera llena de árboles y arbustos por doquier.
Se escuchaban diversos pájaros cantar ante la llegada del amanecer y al fondo del camino
donde Lucas posaba los pies, se encontraba un establo de madera anaranjado. Lucas no
lograba entender nada de lo sucedido, pero por alguna extraña razón sentía que el lugar en el
que se encontraba era ligeramente conocido, casi nostálgico.

Sin previo aviso, el sol repentinamente desapareció antes de siquiera lograr nacer, y fue
reemplazado de inmediato por una tormenta, la cual obligó a Lucas a correr hacia el establo
para refugiarse y encontrar cobijo. Allí una figura femenina se encontraba sentada sobre un
taburete, observando a Lucas fijamente, sin despegar su mirada sobre él ni un segundo. Y
antes de que este pudiera reaccionar y decir algo, la mujer manifestó las siguientes palabras:
“Déjame ir de tu pensamiento” y se esfumó inmediatamente en forma de humo. Lucas,
confuso y sin comprender nada de lo que estaba pasando, volvió a escuchar el pitido y una
vez más fue transportado a otro mundo completamente distinto.

El siguiente mundo en el que Lucas acabaría era extremadamente caótico. Como si el tiempo
estuviera completamente congelado, ante nuestro protagonista yacía un vehículo destruido, el
cual se situaba ligeramente por encima de la carretera donde Lucas se encontraba. Este
acababa de tener un accidente y los vidrios de la ventanilla del vehículo salían disparados por
todas partes a cámara lenta. Incapaz de comprender la situación, Lucas volvió a sentir aquel
sentimiento de nostalgia recorrer todo su cuerpo. Decidió caminar para observar quién había
dentro del desafortunado vehículo, y para su sorpresa la anterior figura femenina volvía a
encontrarse en su mundo, esta vez acompañada por un hombre el cual se encontraba
conduciendo el vehículo.

Súbitamente, un sonido estremecedor golpeó todo el escenario que rodeaba al caótico mundo,
las sirenas de una ambulancia a gran velocidad se intensificaban poco a poco, pese a la
lentitud del tiempo, y un llanto atronador de un pobre bebé aparecía y acompañaba a las
sirenas. Finalmente, la situación terminó de colapsar por completo la cordura de Lucas, que
por primera vez en mucho tiempo empezó a sentir algo, pese a que ese algo fuera un dolor
extremadamente fuerte que lo obligaba a gritar de desesperación que el sonido cesará de una
vez por todas. Ante el grito, el mundo se calló de inmediato, para dar pasó una vez más a la
lluvia de colores que llevaría a Lucas a otro lugar.

El olor a desinfectante y compuesto higiénico invadió las fosas nasales de Lucas, el cual
ahora se encuentra mucho más calmado al haber conseguido que el sonido se detuviera. Esta
vez, se encontraba en un lugar completamente blanco, pero debido a la falta de luz, al ser de
noche, la sala se veía oscura, solamente alumbrada por la luz lunar que entraba por la
ventana. Estaba seguro, se encontraba en una sala de espera, seguramente de un hospital, pues
aparte del olor característico de este, una hilera de sillas de plástico se encontraban al lado de
la pared, vacías. Lucas, instintivamente, posó sus ojos sobre una puerta de color anaranjado,
la cual disponía de una luz rojiza en su parte superior que brillaba fuertemente junto a la luz
lunar.

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La luz rojiza fue palideciendo poco a poco hasta apagarse por completo. De la puerta salió
una figura masculina vestida de blanco, que nada más salir observó a Lucas con ojos
compasivos. El sujeto, que definitivamente tenía aspecto de médico, musitó unas palabras
que el cerebro de Lucas no pudo comprender, o tal vez se negó a comprender. “Lo siento,
hemos hecho todo lo posible por salvarla, pero no ha sido posible” dijo el médico, en un tono
triste, pero neutral a la vez. Lucas, incapaz de comprender dichas palabras, simplemente
asintió con la cabeza, para luego inmediatamente ser teletransportado por una última vez.

Su última parada era un lugar que sí logró reconocer, era un parque que acostumbraba a
visitar de pequeño normalmente con su padre… ¿Y alguien más? En él, siempre se divertía
jugando a fútbol junto a su hermano menor, el cual adoraba con todo su ser dicho deporte. En
ese momento el amanecer se encontraba ya cerca, y las luces de las farolas comenzaban a
apagarse de una en una. El parque, que se encontraba plenamente vacío, transmitía una
sensación de tranquilidad y sosiego. De fondo, una canción de nana muy familiar comenzó a
sonar por todo el lugar, y la ya conocida figura femenina apareció de la nada ante Lucas. De
golpe, lágrimas empezaron a brotar por los ojos de Lucas y una sensación de pánico y temor
invadía su pensamiento. La mujer, con lágrimas en los ojos, se acercó a Lucas y con su mano
tocó su mejilla izquierda, para luego manifestar sus últimas palabras: “Déjame, hijo mío, pues
encerrarte en el pasado y evadir la realidad solo te hace daño… Es hora de que aceptes que ya
no estoy allí para protegerte, y que debes madurar y avanzar”. Finalmente, la lluvia de colores
volvió a aparecer, ahora para devolver aquel que olvidó todo a su puesto original.

Los cánticos de los grillos junto a los ronquidos de su padre volvieron a los oídos de Lucas.
Con el aire recorriendo sus pulmones y las lágrimas saliendo sin descanso de sus ojos, al fin,
Lucas decidió romper su cascarón y no solo recordar aquello que tanto lo atormentaba, sino
también aprender a convivir con ello. “Como pude olvidar a la persona más importante en mi
vida, si es a ella a quien le debo todo” Pensó Lucas de inmediato tras limpiarse por encima
las lágrimas de sus ojos. Todos esos días de insomnio desaparecieron, y al fin Lucas pudo
abandonar la muerte y recuperar su vida, para finalmente obtener su tan ansiado descanso.

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