Está en la página 1de 15

Modelos animales en

depresión

Por: Fabián Maero

Artículo publicado en Psyciencia.com.

Podemos describir más o menos bien qué es lo que pasa en una persona cuando se deprime; hay
centenares de investigaciones sobre los cambios cognitivos, emocionales, comportamentales, y
biológicos que suceden cuando una persona se deprime.

1
Modelos animales en depresión

Ahora, establecer la etiología, esto es, cuál es la causa la depresión es otra historia, completamente.
No es lo mismo describir algo que pasa que comprender por qué pasa. Por ejemplo, consideremos el
caso del SIDA. Durante varios años pudimos describir el SIDA, como conjunto de síntomas (de allí
lo de síndrome) sin que se identificara al VIH como su responsable directo. Cuando se identificó el
VIH como causa del SIDA se pudieron empezar a investigar formas más eficaces de prevenir y
tratar la enfermedad.

Por supuesto, la descripción de los signos y síntomas nos puede orientar en la dirección correcta,
pero no son toda la respuesta de cuáles son los factores que causan a la depresión. Investigando
para este artículo me encontré con un caso divertido que ilustra bien esta situación (sí, me divierto
con poco). Como quizá sepan, hay una línea de investigación bastante popular que vincula a la
depresión con procesos inflamatorios del cuerpo (por ejemplo, Amodeo et al., 2018). Es una línea
de investigación relativamente reciente pero que cuenta con bastante evidencia. El artículo que
encontré se titula: “La depresión es una enfermedad inflamatoria, pero ¿de dónde viene la inflamación?”(Berk et
al., 2013). El título es un simpático sincericidio: identificar que hay inflamación no es lo mismo que
explicar la depresión. Algo similar sucede con casi todas las hipótesis biológicas, como la ya
abandonada (Lacasse & Leo, 2005) hipótesis del déficit de serotonina como causa de la depresión.

El problema es el mismo: incluso si registráramos consistentemente una deficiencia en serotonina


(o cualquier otro proceso similar) en las personas deprimidas, aún quedaría por explicar qué
demonios es lo que ocasiona dicha deficiencia.

Encontrar las partes de un jarrón roto no nos dice mucho sobre qué rompió el jarrón, digamos.
Esto es particularmente relevante si además tenemos en cuenta que la depresión no surge de la
nada, espontáneamente y de manera imprevisible, sino que la encontramos muy consistentemente
ligada a determinados contextos individuales sociales, económicos, y culturales (motivo por el cual
la antigua distinción entre depresión reactiva y endógena es objeto de fundadas objeciones, véase
por ejemplo Showraki, 2019). Sabemos por ejemplo que factores como la pobreza, discriminación,
pérdidas vitales, condiciones médicas, bullying, entre otras, aumentan enormemente el riesgo de
padecer depresión (hemos escrito un artículo entero al respecto que está aquí mismo). La
depresión claramente está vinculada con el contexto.

Por esto, a pesar de nuestra tendencia de querer explicaciones simplificadas tales como “es por un
déficit de X, o por pensamientos de tipo Z”, probablemente la depresión sea mejor pensada como

2
Modelos animales en depresión

un conjunto heterogéneo de respuestas sucediendo en y con un contexto integrado por factores


complejos e interactuantes (¿vieron qué académico que suena? Hasta parece serio).

Pero una definición, por bonita y académica que fuere, no es una respuesta –a pesar de millares de
carreras académicas que se han construido exclusivamente sobre la base de enunciar definiciones
que suenan bonitas y académicas (ah, y que rimen, es necesario que rimen, porque todos sabemos
que las definiciones que riman son más verdaderas). Chiste aparte, necesitamos precisar cuáles son
esos factores y demostrar que efectivamente tienen algo que ver con la depresión. Es decir,
necesitamos investigación.

Investigando cuesta arriba


Aquí nos topamos con un problema: investigar etiología en depresión es una tarea dificilísima.
Para empezar, por motivos éticos no podemos deprimir a una persona con fines experimentales
(incluso si se trata de gente que quiere sufrir, como las personas que fueron a ver The Last Jedi). Hay
investigaciones que proceden induciendo estados de ánimo tristes con ciertos procedimientos de
laboratorio, pero hay un mundo de distancia entre sentir tristeza inducida por una canción y una
depresión hecha y derecha.

Como alternativa, podemos indagar la historia de las personas que se han deprimido o hacer
seguimiento de las que sospechamos que se pueden deprimir, para ver los factores presentes a la
depresión, y si bien este es un camino muy útil, tampoco nos cuenta toda la historia. No siempre la
memoria o los reportes de las personas son fiables, y aún si lo fuera las personas pueden verse
afectadas por factores que ni siquiera sospechamos que sean relevantes. Por ejemplo, hay investigación
que indica que el nivel de ruido correlaciona con los índices de depresión en una zona (Beutel et al.,
2020; Díaz et al., 2020; He et al., 2019). Traten de recordar cuántas veces han encontrado
mención a este factor en cualquiera de los artículos sobre depresión que leen los sábados a la
noche (¿qué? ¿no es lo que hace todo el mundo los sábados?).

Para agregarle dificultad extra a la cosa, es difícil establecer un punto de partida para la etiología
porque la depresión no suele aparecer de la noche a la mañana (estoy hablando de depresión, no
de duelo, de paso), sino que suele empezar de manera más bien gradual, con modificaciones

3
Modelos animales en depresión

pequeñas en comportamientos. Tratar de establecer el punto de inicio de la depresión es análogo a


discernir cuántos granos de arena constituyen un montón.

Investigar requiere cierto grado de control sobre las variables, y con la depresión esto no es nada
fácil. Por estos motivos mucha de la investigación en la etiología de la depresión se ha llevado a
cabo utilizando modelos animales, que nos permiten algunas vías alternativas para avanzar. La
investigación con animales otorga un grado mucho mayor de control sobre los aspectos de la
situación y permite realizar observaciones que serían impracticables con seres humanos, como por
ejemplo hacer un seguimiento a lo largo de todo el ciclo vital de un ratón.

De manera que hablemos un poco de los modelos animales y cómo nos han ayudado a pensar la
génesis de la depresión. Como aviso por si estos temas les resultan sensibles: en la siguiente vamos
a estar hablando de experimentación con ratones y ratas –nada muy cruento, pero dénse por
avisadxs.

Modelos, animales
Hay una larga tradición de investigación con animales que ha tratado de descifrar aquellos
factores que se asocian a conductas similares a las que observamos en los seres humanos
deprimidos.

No es tarea fácil, claro está. Está claro que un humano es bastante distinto de una rata (a despecho
del aspecto de algunos de mis amigos), por lo cual no esperamos que una observación hecha con
animales sea completamente trasladable a humanos. Hay aspectos de la depresión en humanos
que parecieran depender casi exclusivamente del repertorio conductual verbal/simbólico que
prevalece en la mayoría de nuestras vidas. Por ejemplo, uno de los criterios para depresión en el
DSM es la manifestación “sentimientos excesivos de inutilidad o culpa”, y eso es algo difícil de
evaluar en una rata sin emplear enormes dosis de antropomorfización.

Pero hay otras manifestaciones conductuales en animales que son notablemente similares a las que
asociamos a depresión en humanos. Bajo ciertas condiciones que veremos a continuación, una rata
puede disminuir el tiempo de socialización, reducir su alimentación, dejar de asearse, perder el

4
Modelos animales en depresión

interés por el sexo, reducir su movilidad, entre otros cambios conductuales que son notablemente
similares a los que observamos en humanos deprimidos.

Teniendo en cuenta estas limitaciones, los estudios con animales pueden arrojar luz sobre
fenómenos que serían imposibles de investigar de otra manera. Y si integramos ese corpus de
evidencia con otros tendremos un panorama bastante más completo de la depresión. Dicho de
otro modo: si tenemos evidencia convergente proveniente de la epidemiología, de la psicología
clínica, del análisis conductual, neurociencias, etc., y además evidencia de la investigación con
animales, apuntando de manera consistente en una misma dirección, podremos tener cierto grado
de confianza en que estamos en la dirección correcta –no una certeza absoluta, por supuesto, pero
al fin y al cabo la ciencia no se trata de formular verdades absolutas (solo un Sith se maneja en términos
absolutos, por cierto).

Valideces

Ahora bien, no es solo cuestión de ponerle buena voluntad y tener fe en que un modelo animal es
adecuado para explicar un fenómeno como la depresión. Si queremos utilizar un análogo animal
de la depresión humana hay tres criterios principales que queremos que el modelo cumpla
(Abelaira et al., 2013; Harro, 2019; Planchez et al., 2019; Wang et al., 2017; Yan et al., 2010):

1. Validez aparente: las respuestas generadas por el modelo animal deben ser
fenomenológicamente similares a lo que se observa en depresión en humanos. Dicho a lo
bruto (mi especialidad), que los ratones parezcan deprimidos. Por supuesto, un ratón no
puede decirnos “he perdido todo interés en mi colección de estampillas”, pero sí podemos observar
algunas conductas que son funcionalmente similares a las que observamos en seres
humanos deprimidos. Por ejemplo, que los ratones puestos bajo ciertas condiciones
reduzcan sus preferencias por agua azucarada u otros alimentos usualmente apetecibles
(lo cual podríamos considerar similar a la anhedonia), que no intenten escapar de
situaciones aversivas (similar a desesperanza), que descuiden su aseo, reducción en la
interacción social, o interés reducido en estímulos novedosos (similar a apatía) que
aparezcan dificultades en el aprendizaje (similar a las dificultades para concentrarse),
anormalidades en la alimentación y en el sueño, entre otros.

5
Modelos animales en depresión

2. Validez de constructo: este criterio se refiere a que haya una base conceptual que
pueda dar cuenta de que los procesos observados en animales sean equivalentes a los
observados en humanos deprimidos, por ejemplo que haya equivalencia en los
disparadores ambientales o en los cambios neurofisiológicos en ambos casos. Por ejemplo,
si observamos que la falta de sueño se asocia a la depresión tanto en roedores como
humanos, y podemos vincularlas conceptualmente, estaremos más cerca de la validez de
constructo para un modelo.
3. Validez predictiva: este criterio establece que los tratamientos propuestos tienen que
funcionar en animales y en humanos. Por ejemplo, los efectos conductuales de un modelo
animal tienen que poder ser revertidos por un antidepresivo o por una intervención
ambiental. Si un animal con síntomas similares a depresión mejora con un medicamento
que no tiene efecto alguno en humanos, la validez predictiva del modelo estará en
cuestión. En resumen: los ratones tienen que lucir deprimidos, los disparadores o la
etiología orgánica tiene que ser similares a lo que se observa en humanos, y la respuesta a
las intervenciones (farmacológicas o conductuales) tiene que ser similar. Todos los
modelos aspiran a cumplir con los tres criterios, con grados variables de éxito.

Hay varios modelos animales de depresión, y para orientarlos con el panorama empecemos
separándolos en dos grandes ramas:

Por un lado están los abordajes que utilizan diversas formas de causación biológica, la
manipulación biológica directa del animal en cuestión con la intención de generar conductas
análogas a la depresión, por ejemplo utilizando inyecciones de lipopolisacáridos, manipulación
genética, administración oral de corticosterona, entre otros. En este caso se trata de alterar
directamente el organismo.

Por otro lado están los que se basan en la manipulación de factores ambientales. En lugar de
alterar directamente la biología de los animales, estos enfoques involucran modificar elementos del
ambiente en el que viven los animales para observar los efectos conductuales.

Como se imaginarán, estos últimos nos resultan de particular interés porque entran más
específicamente dentro del campo de lo conductual, por lo cual hoy vamos a omitir los enfoques de
causación biológica para entrar de lleno en los modelos ambientales (se puede leer un buen
resumen de esto en Planchez et al., 2019).

6
Modelos animales en depresión

Estresando ratones
Los modelos ambientales comparten una lógica común: la introducción de estresores en el
ambiente del animal. En lo que se diferencian es en los detalles: qué estresores se utilizan, cuántos,
con qué intensidad, durante cuánto tiempo, a qué animales se aplican, etc. Esto hace que existan
varios modelos ambientales con distintas características, pero hoy nos limitaremos a tres de ellos,
porque sí. En concreto, hablaremos del modelo de indefensión aprendida, de los modelos sociales,
y el modelo de estrés crónico suave. Con respecto a este último, hablamos con Paul Willner, uno de
sus principales exponentes a hacer algunos comentarios, para no macanear tanto.

Indefensión aprendida

El modelo animal más conocido en psicología sin duda es el de indefensión aprendida (IA),
impulsado principalmente por Martin Seligman (Seligman, 1972).

Básicamente el modelo sostiene que la exposición a un estresor incontrolable e inescapable produce


déficits en aprendizajes posteriores y especialmente a la no emisión de conductas de evitación o
escape. Por ejemplo, un perro recibe choques eléctricos intermitentes e incontrolables desde el piso
de una jaula de la que no puede huir. Cuando luego es trasladado a una jaula en la que recibe
choques eléctricos pero de la cual sí puede huir o evitar los choques con alguna acción como bajar
una palanca, el perro no lo hace. Permanece pasivo frente a los siguientes estresores.

Además de esa pasividad, se suele observar disminución en el movimiento, poca respuesta a tareas
controladas por apetitivos, disminución en la agresividad, pérdida de peso y apetito, entre otras
respuestas que notarán enseguida como similares a lo que observamos en depresión en humanos.
Esta similitud es la que hizo que se volviera un modelo bastante popular en el campo psicológico, y
es probable que hayan leído sobre el modelo de indefensión aprendida en depresión durante su
formación profesional.

Pero a pesar de esta popularidad este modelo es bastante cuestionable como explicación de la
depresión. En palabras de Willner: “el principal problema con IA (además del uso de choques

7
Modelos animales en depresión

eléctricos), es que sólo puede realizarse una vez, por lo cual los estudios de curso intra-sujetos o lo
estudios de antes-después no son posibles”.

Si hilamos más fino podemos desglosar algunas inadecuaciones con respecto a los tres criterios que
enumeramos en la sección anterior. En primer lugar, los cambios que se observan tienden a ser
transitorios: los animales tienden a volver sus conductas normales luego de un par de días de
finalizados los choques eléctricos, algo bastante distinto a los cambios más sostenidos que vemos en
la depresión en humanos (Deussing, 2006; Willner, 1990). En segundo lugar, por motivos poco
esclarecidos, sólo entre un 10 y 50% de los animales expuestos a los estresores desarrollan las
conductas de indefensión aprendida. Es decir, su validez aparente es relativamente baja. En tercer
lugar, los animales en este modelo responden a una amplia gama de medicamentos, no solo a los
antidepresivos – y además en dosis muy bajas (Ramaker & Dulawa, 2017). Esto pone en duda su
validez predictiva.

Por todo esto, si bien es un modelo con buen soporte empírico, no pareciera ser del todo apto para
pensarse como análogo a la depresión en seres humanos. Algunos de sus efectos son parecidos,
pero no parece dar del todo en la tecla. De hecho, uno de sus principales investigadores señaló
hace casi 40 años que la IA más que como un modelo de depresión debería pensarse como un
modelo de estrés y afrontamiento (Maier, 1984, p. 443).

Modelos sociales

Otro interesante grupo de abordajes son los modelos en los cuales los estresores utilizados son
sociales.

Uno de ellos es el modelo de derrota social (Toyoda, 2017), en donde un roedor es puesto primero en
una jaula con otro roedor más grande y agresivo, que generalmente lo ataca y lo derrota. Tras eso,
ambos son mantenidos en la misma jaula durante un período más o menos extenso, separados por
un plástico transparente que impide que se realice un ataque, pero que permite que se puedan ver,
lo cual resulta estresante para el animal atacado.

Una versión distinta de estresor social se utiliza en el modelo de inestabilidad social, en donde una
comunidad de ratones ya establecida es separada, o se introduce un miembro nuevo (por ejemplo,

8
Modelos animales en depresión

un macho agresivo), en un grupo conformado. Otros modelos sociales utilizan el aislamiento social
como estresor. Más allá de las diferencias, en todos los casos, el estresor es social en su naturaleza,
lo cual es interesante porque ponen en primer plano el impacto que el estatus y la estabilidad social
tienen sobre un individuo, y siendo que la especie humana es fuertemente social, es de interés
investigar el impacto que el estrés social genera en animales.

Estos modelos generan efectos notables de todo tipo (Blanchard et al., 2001), pero curiosamente,
en algunos aspectos tienen efectos opuestos a los modelos que utilizan estresores no sociales, como el
modelo de indefensión aprendida. Por ejemplo, los modelos que utilizan shocks eléctricos suelen
generar reducción en la presión arterial, e inmovilidad en casi todos los ratones, mientras que los
modelos de estresores sociales generan aumento en la presión arterial, e inmovilidad solo en la mitad
de los ratones, además de otras diferencias.

En cualquier caso, los modelos sociales también generan respuestas análogas a la depresión en
humanos, pero también presentan algunas inadecuaciones para explicar la depresión. Podemos
resumirlas en tres puntos:

En primer lugar, con estos modelos inicialmente aparecen conductas más bien similares a la
ansiedad, y sólo con la cronificación de la exposición (más de 20 días) empiezan a surgir conductas
similares a la depresión. En segundo lugar, el modelo de derrota social no suele generar efectos
cuando se trata de hembras, ya que la agresividad es menor y no se producen enfrentamientos
(aunque hay algo de evidencia de que el modelo de inestabilidad social sí generaría efectos en
hembras, vean en Planchez et al., 2019). Finalmente, hay algunos problemas con la validez de
constructo en estos modelos, ya que si bien es muy frecuente la presencia de componentes sociales
en personas deprimidas, también abundan los casos de depresión sin estresores sociales destacados.
Adicionalmente, señala Willner, si bien “es un modelo atractivo” es muy difícil de investigar: “lleva
mucho trabajo porque las puntuaciones de las interacciones sociales no pueden automatizarse”.

Resumiento, si bien podemos aprender mucho de los modelos de estresores sociales, no parecieran
abarcan toda la historia de la depresión en los seres humanos.

9
Modelos animales en depresión

Estrés crónico suave

Un modelo en particular es particularmente interesante y es uno de los más usados. Se trata de un


modelo que tiene varios nombres: estrés variado, estrés impredecible, pero el nombre más
conocido probablemente sea estrés crónico suave (ECS), y es para aprender un poco más de este
modelo que contactamos a Willner.

En resumidas cuentas, consiste en exponer a animales (usualmente ratas o ratones de laboratorio) a


condiciones estresantes que son relativamente suaves pero que se prolongan en el tiempo, de dos a
nueve semanas (Willner, 1997, 2017). Los estresores son una variedad de incomodidades leves,
como dejar una luz encendida a la noche, mantener la jaula levemente inclinada y el piso un poco
húmedo, un ambiente ruidoso, cambiar de compañero de jaula con frecuencia, mudarse a una
jaula más pequeña o bien quedar sin contacto social. Condiciones bastante similares a las que
atraviesa cualquier residente de psicología en un hospital, digamos. De hecho, uno de sus autores
cuenta que para pensar los estresores imaginaron “los problemas que podrían surgir si los animales
fueran cuidados por un técnico completamente incompetente” (Willner, 2017, p. 79).

En conjunto, estas condiciones constituyen lo que podríamos llamar un ambiente crónicamente


aversivo, ya que si bien los estresores son leves (a diferencia, por ejemplo, de los choques eléctricos
del modelo de indefensión aprendida), no hay períodos sin estrés: siempre hay alguna
incomodidad, y estas incomodidades van variando lo suficiente como para no permitir
habituación. Es casi como vivir en Argentina.

Cuando un animal es expuesto a un contexto así durante un período de tiempo extenso los
cambios que experimenta se asemejan notablemente a los síntomas de depresión en los seres
humanos (Cheeta et al., 1997; D’Aquila et al., 1994; Moreau et al., 1995; Willner, 1997):

- pérdida de sensibilidad a las recompensas (por ejemplo, pérdida de interés en agua


azucarada)
- reducción de conductas sexuales y de exploración
- reducción en el movimiento
- trastornos en el sueño (sueño fragmentado, retraso en conciliar el sueño)
- pérdida de peso

10
Modelos animales en depresión

- deterioro del sistema inmune

Noten la similitud entre estos hallazgos y los síntomas clínicos de depresión. Incluso estos cambios
afectaron de manera distinta a hembras y machos: las hembras mostraron mayor susceptibilidad al
estrés crónico suave, pero afrontaron mejor los estresores subsiguientes (Dalla et al., 2005), algo
similar a lo que se observa en la clínica de la depresión, que pareciera afectar a mayor cantidad de
mujeres, pero con impacto más fuerte en hombres. En palabras de uno de sus principales
investigadores: “se podría sostener que los únicos síntomas de depresión que no se han demostrado en animales
expuestos a ECS son aquellos síntomas específicamente humanos que son sólo accesibles a indagación
verbal”(Willner, 1997, p. 323).

Para decirlo de otra manera: sólo les falta hablar para que se les pueda diagnosticar una depresión
hecha y derecha. Dicho de manera más técnica, la validez aparente del modelo es bastante sólida,
los cambios conductuales generados por estos micro-estresores se sostienen en el tiempo, y para
sumar a la validez predictiva del modelo, la administración de antidepresivos tiende a revertir estos
cambios conductuales.

ECS es un modelo que se ha utilizado extensamente para investigación en farmacología. Según


Willner, las áreas más atractivas de desarrollo actualmente están en “el uso de herramientas avanzadas
de neurociencias para descubrir los mecanismos de la ECS y la acción antidepresiva a nivel celular y de circuito, y en
la elucidación de los mecanismos de nuevos antidepresivos (estimulación cerebral profunda y ketamina)”.

Cerrando
El interés por escribir este artículo surgió especialmente por este último modelo. Sucede que la
depresión en humanos, si bien no parece ser causada por un factor único, tampoco se presenta de
manera completamente arbitraria. Como hemos señalado en otro artículo, la presencia de
circunstancias socioeconómicas, culturales, biológicas, y particulares adversas pueden
consistentemente predecir sintomatología depresiva en seres humanos.

El modelo ECS, por su parte, señala que en animales la presencia de estresores crónicos, aun
cuando sean bastante benignos, puede predecir la aparición de síntomas depresivos. No hace falta
que los estresores sean intensos como un choque eléctrico, sino que basta con que la sumatoria de

11
Modelos animales en depresión

ellos configure un ambiente crónicamente aversivo, crónicamente incómodo. Los animales sujetos
a hacinamiento, ruido, mala alimentación, condiciones habitacionales incómodas, aislamiento
social, monotonía, etcétera, tienden a exhibir síntomas depresivos.

Aquí quisiera señalar un par de puntos al respecto. Tampoco las conductas asociadas a estos
modelos están causados por ninguna disfunción biológica, déficit de neurotransmisor alguno ni
otro tipo de alteración biológica. Los ratones y ratas que se utilizan están completamente sanos, y
como son animales de laboratorio, su linaje e incluso rasgos genéticos son bien conocidos. Toda la
sintomatología observada es causada por cambios ambientales concretos. Se trata de respuestas
que no involucran déficit, complejos, traumas psíquicos ni nada por el estilo, sino la acción
sostenida de múltiples factores contextuales.

El segundo punto que querría señalar es este: relean la lista de estresores utilizados para ECS, y
noten cuántas de esas condiciones son parte de la vida cotidiana de cientos de miles de seres
humanos. Y noten en la literatura cuántas veces esas condiciones son pasadas por alto en las
explicaciones de la depresión, sean psicológicas, biológicas o de otra índole.

Y lo señalo porque creo que es parte importante de la conversación. Cuando hablamos de


depresión creo que hay dos tendencias que no son demasiado fructíferas a la larga: por un lado, la
tendencia a centrarnos en un solo nivel de factores, ya sean biológicos, psicológicos, genéticos, etc.;
por otro lado, la tendencia a diluir los factores causales con un cómodo “es multicausal” (véase mi
propio enunciado un par de secciones atrás, por supuesto), como si enunciar que algo es complejo
nos librara de la posibilidad (y la responsabilidad) de estudiarlo y comprenderlo.

Una última observación para cerrar: estos modelos no sólo nos proporcionan algunas
comprensiones sobre los mecanismos de la depresión, sino que también nos dan varias y muy
interesantes ideas sobre hacia dónde dirigirnos a continuación en términos de prevenir y tratar a la
depresión.

Pero eso quedará para otro artículo –este va por casi 5000 palabras, lo cual en tiempos de internet,
es francamente pedir demasiado. De manera que hasta aquí hemos llegado por hoy.

Cuídense, y nos leemos la próxima.

12
Modelos animales en depresión

Referencias
Abelaira, H. M., Reúus, G. Z., & Quevedo, J. (2013). Animal models as tools to study the
pathophysiology of depression. Revista Brasileira de Psiquiatria, 35(SUPPL.2), 112–120. https://
doi.org/10.1590/1516-4446-2013-1098

Amodeo, G., Allegra Trusso, M., & Fagiolini, A. (2018). Depression and Inflammation:
Disentangling a Clear Yet Complex and Multifaceted Link. Neuropsychiatry, 07(04), 448–457.
https://doi.org/10.4172/neuropsychiatry.1000236

Berk, M., Williams, L. J., Jacka, F. N., O’Neil, A., Pasco, J. A., Moylan, S., Allen, N. B., Stuart, A.
L., Hayley, A. C., Byrne, M. L., & Maes, M. (2013). So depression is an inflammatory disease, but
where does the inflammation come from? BMC Medicine, 11(1), 1. https://doi.org/
10.1186/1741-7015-11-200

Beutel, M. E., Brähler, E., Ernst, M., Klein, E., Reiner, I., Wiltink, J., Michal, M., Wild, P. S.,
Schulz, A., Münzel, T., Hahad, O., König, J., Lackner, K. J., Pfeiffer, N., & Tibubos, A. N. (2020).
Noise annoyance predicts symptoms of depression, anxiety and sleep disturbance 5 years later.
Findings from the Gutenberg Health Study. European Journal of Public Health, 1–6. https://doi.org/
10.1093/eurpub/ckaa015

Blanchard, R. J., McKittrick, C. R., & Blanchard, D. C. (2001). Animal models of social stress:
Effects on behavior and brain neurochemical systems. Physiology and Behavior, 73(3), 261–271.
https://doi.org/10.1016/S0031-9384(01)00449-8

Cheeta, S., Ruigt, G., Van Proosdij, J., & Willner, P. (1997). Changes in sleep architecture following
chronic mild stress. Biological Psychiatry, 41(4), 419–427. https://doi.org/10.1016/
S0006-3223(96)00058-3

D’Aquila, P. S., Brain, P., & Willner, P. (1994). Effects of chronic mild stress on performance in
behavioural tests relevant to anxiety and depression. Physiology and Behavior, 56(5), 861–867.
https://doi.org/10.1016/0031-9384(94)90316-6

13
Modelos animales en depresión

Dalla, C., Antoniou, K., Drossopoulou, G., Xagoraris, M., Kokras, N., Sfikakis, A., &
Papadopoulou-Daifoti, Z. (2005). Chronic mild stress impact: Are females more vulnerable?
Neuroscience, 135(3), 703–714. https://doi.org/10.1016/j.neuroscience.2005.06.068

Deussing, J. M. (2006). Animal models of depression. Drug Discovery Today: Disease Models, 3(4), 375–
383. https://doi.org/10.1016/j.ddmod.2006.11.003

Díaz, J., López-Bueno, J. A., López-Ossorio, J. J., Gónzález, J. L., Sánchez, F., & Linares, C.
(2020). Short-term effects of traffic noise on suicides and emergency hospital admissions due to
anxiety and depression in Madrid (Spain). Science of the Total Environment, 710, 136315. https://
doi.org/10.1016/j.scitotenv.2019.136315

Harro, J. (2019). Animal models of depression: pros and cons. Cell and Tissue Research, 377(1), 5–20.
https://doi.org/10.1007/s00441-018-2973-0

He, S., Smargiassi, A., Low, N., Bilodeau-Bertrand, M., Ayoub, A., & Auger, N. (2019). Residential
noise exposure and the longitudinal risk of hospitalization for depression after pregnancy:
Postpartum and beyond. Environmental Research, 170(November 2018), 26–32. https://doi.org/
10.1016/j.envres.2018.12.001

Lacasse, J. R., & Leo, J. (2005). Serotonin and Depression : A Disconnect between the Advertisements and the
Scientifi c Literature. 2(12), 1211–1216. https://doi.org/10.1371/journal.pmed.0020392

Maier, S. F. (1984). Learned helplessness and animal models of depression. Progress in Neuro-
Psychopharmacology and Biological Psychiatry, 8(3), 435–446. https://doi.org/10.1016/
S0278-5846(84)80032-9

Moreau, J. L., Scherschlicht, R., Jenck, F., & Martin, J. R. (1995). Chronic mild stress-induced
anhedonia model of depression: Sleep abnormalities and curative effects of electroshock
treatment. In Behavioural Pharmacology (Vol. 6, Issue 7, pp. 682–687). https://doi.org/
10.1097/00008877-199511000-00003

14
Modelos animales en depresión

Planchez, B., Surget, A., & Belzung, C. (2019). Animal models of major depression: drawbacks
and challenges. Journal of Neural Transmission, 126(11), 1383–1408. https://doi.org/10.1007/
s00702-019-02084-y

Ramaker, M. J., & Dulawa, S. C. (2017). Identifying fast-onset antidepressants using rodent
models. Molecular Psychiatry, 22(5), 656–665. https://doi.org/10.1038/mp.2017.36

Seligman, M. E. P. (1972). Learned Helplessness. Annual Review of Medicine, 23(1), 407–412.


https://doi.org/10.1146/annurev.me.23.020172.002203

Showraki, M. (2019). Reactive Depression: Lost in Translation! Journal of Nervous and Mental Disease,
207(9), 755–759. https://doi.org/10.1097/NMD.0000000000000989

Toyoda, A. (2017). Social defeat models in animal science: What we have learned from rodent
models. Animal Science Journal, 88(7), 944–952. https://doi.org/10.1111/asj.12809

Wang, Q., Timberlake, M. A., Prall, K., & Dwivedi, Y. (2017). The recent progress in animal
models of depression. Progress in Neuro-Psychopharmacology and Biological Psychiatry, 77, 99–109.
https://doi.org/10.1016/j.pnpbp.2017.04.008

Willner, P. (1990). Animal models of depression: An overview. Pharmacology & Therapeutics, 45(3),
425–455. https://doi.org/10.1016/0163-7258(90)90076-E

Willner, P. (1997). Validity, reliability and utility of the chronic mild stress model of depression: A
10-year review and evaluation. Psychopharmacology, 134(4), 319–329. https://doi.org/10.1007/
s002130050456

Willner, P. (2017). Neurobiology of Stress The chronic mild stress ( CMS ) model of depression :
History , evaluation and usage. Neurobiology of Stress, 6, 78–93. https://doi.org/10.1016/
j.ynstr.2016.08.002

Yan, H. C., Cao, X., Das, M., Zhu, X. H., & Gao, T. M. (2010). Behavioral animal models of
depression. Neuroscience Bulletin, 26(4), 327–337. https://doi.org/10.1007/s12264-010-0323-7

15

También podría gustarte