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Regimen Post Colonial IV
Regimen Post Colonial IV
2. DECRETO DE TRUJILLO
2.- No comprenden el Art. Anterior las tierras que tienen en posesión los
denominados indios, antes bien se les declara propietarios de ellas (...)
Se trata de un Decreto que tenía por objeto definir legalmente lapropiedad privada
de la tierra inclusive la de las comunidades.
Que la mayor parte de los naturales a carecido del goce y posesión de ella (...)"
DECRETO
6.-Cada indigena, de cualquier sexo (sic) o edad que sea, recibirá un topo
de tierra en los lugares pingües y regados.
Este Decreto muestra las dificultades que surgen en una sociedad ya liberada y en
la que todavía actúan personas que sirvieron al anterior régimen y que quizás son
las responsables de que tampoco el Decreto del Cuzco se pusiera a la práctica.
En todo caso, es notorio que el Libertador estaba inspirado en los principios
liberales difundidos por la Francia revolucionaria, acerca del Derecho natural a la
propiedad, en este caso a la propiedad sobre la tierra, que tienen todas las
personas por igual.
La transición post colonial no tuvo los mismos actores que la guerra de 15 años,
por ello los fundadores de la república, formalmente representan a los “Señores
del Alto Perú” convocados por Sucre para conformar la Asamblea Deliberante de
1825. Se trata de los "blancos o "españoles” y de los mestizos que teniendo
fortuna y poder, son registrados como tales en los libros bautismales. Los
mestizos e indígenas que son inscritos en otros libros constituyen, el sordo coro
invisible que trema fuera de los muros de la Casa de la Libertad, en la que los
diputados discuten sobre su destino.
Pero ni siquiera los criollo-mestizos que fundaron Bolivia conforman una clase
nacional capaz de subordinar económicamente al país y hacerse del poder público
en consecuencia.
Las minas de plata quebradas por los giros del mercado internacional que habían
agotado el poder financiero realista, yacían como oquedades sin valor o anegadas
galerías que ni siquiera eran la sombra del esplendor que otro hiciera de Potosí
una de las más importantes urbes coloniales. La república nacía pobre de
solemnidad.
Pero la paga que exigían las tropas libertadoras era al contado. Al respecto, cabe
apuntar que, sin contar los sueldos de jefes y oficiales, gastos de munición,
sanidad, infraestructura, caballos y mulas, el pre de las soldados era de 10 pesos
mensuales y teniendo en cuenta 5,217 plazas, representaba más de 626.000
pesos. Mucho más todavía, cuando terminada la campaña debía desmovilizarse
ese ejército y los soldados retornar a su país de origen con una indemnización por
sus heroicos servicios y naturalmente los viáticos correspondientes.
El nuevo Estado tenía agotadas sus arcas y para solventar sus gastos, cuando la
contribución indigenal no alcanzaba, debía recurrir al crédito interno, imponiendo
el pago anticipado de tributos, o contribuciones extraordinarias, a los únicos que
podían hacerlo: los criollo-mestizos que habían soportado la carga económica de
la prolongada guerra. Las correas salían del mismo cuero.
Sucre informó a la Asamblea que las rentas nacionales alcanzaban a 1500.000,00
bolivianos y los gastos a 1.800.000,00.
Cascarilla $ 119.000
Coca $ 150.000
Aduanas $ 210.000
Licores $ 73.000
Patentes $ 5.000
Almacenaje $ 1548
Total $ 2.131.239
En esas condiciones, la insolvencia del Estado para honrar sus obligaciones con el
Ejército Libertador era patente. Eso provoco las mayores fricciones entre quienes
reclamaban su paga y los que debían as abonarla, es decir entre los soldados
extranjeros y los criollo-mestizos bolivianos que no podían soportar tales cargas.
Eso explica, entre otras cosas las turbulentas disputas que algunos historiadores
le atribuyeron a la falta de agradecimiento hacia los libertadores y a cierta astucia
talada del "alto peruanismo", destacando el prejuicio auto denigrativo que
denunciara después Carlos Montenegro como tipicidad psicosocial de las clases
dominantes.
5. LOS MODELOS MADERO E INFANTE
Tales billetes estaban garantizados por todos los ingresos directos e indirectos y
por las propiedades” muebles e inmuebles" de la República. Estos billetes serian
retirados de la circulación por las oficinas de amortización que pagarían intereses
y capital con fondos provenientes de impuestos directos, venta de minas
haciendas del Estado.
Con esos billetes se pagó las deudas del Estado español hasta 1809 y las
indemnizaciones por daños de los ejércitos guerrilleros. Igualmente, los impuestos
adeudados al Estado desde las épocas de la colonia fueron cancelados con los
billetes de Madero.
Este sistema ´permitió liberar a deudores y aliviar a acreedores, reactivando la
economía colapsada de la primera República, sin acrecentar el servicio de la
deuda pública.
Sin embargo, el pago al Ejército Libertador, no podía esperar mucho, ya que la
amortización tardaría décadas y los soldados debían desmovilizarse rápidamente,
antes de convertirse en un factor de inestabilidad con sus frecuentes motines
exigiendo su paga.
Sucre e Infante, preocupados por acelerar el pago, mediante Decreto de 10 de
febrero de 1827, dispusieron la obtención de un crédito interno mediante a la
colocación de vales.
De hecho, distribuyeron en todos los departamentos del país vales por un valor
nominal de 1.000.000. de pesos, pero con valor real de 600.000 que serían
cubiertos por los compradores que, además ganarían un interés del 6% anual. El
Art. 3° del Decreto establecía que "los tenedores de vales pueden comprar
cualquier clase de propiedad nacional incluyendo aquellas de instituciones de
beneficencia y redimir cualquier clase de censos sobre propiedades
pertenecientes a instituciones de beneficencia o a conventos, capellanías,
monasterios o catedrales.
Los vales no estaban bajo la competencia de la Administración de Crédito Público
creada por Madero y podían ser vendidos negociados por los Prefectos de
departamento que pagarían los intereses, los redimirían o los aceptarían como
pago de propiedades nacionales, censos o tributos La posibilidad de compra de
las Haciendas que constituían bienes patrimoniales del Estado. No figuraban
explícitamente, pero se los comprendía en la calidad de propiedades nacionales.
Se trata de dos modelos diferentes y casi excluyentes. El de Madero, que prohibía
el redimir los billetes mediante la enajenación de bienes del Estado que debían
venderse en efectivo. La capitalización del Banco minero con el objeto de fomentar
la explotación minera y la de Infante, que convertía a los especuladores de vales
en virtuales dueños de tales propiedades a cambio de financiar el pago de la
deuda al Ejército Libertador.
La circulación de los billetes de Madero se hizo lenta, mucho más cuando se
emitieron los vales de Infante que ofrecían jugosos negocios a corto plazo.
Sucre distribuyó los vales de la deuda interna a los jefes, oficiales y soldados del
Ejército Libertador. Los primeros fueron los colombianos Fernández Galindo,
Geraldino leal, Alarcón y Molina, pero también otros como irlandés, Burdett
O’Connor. Los acreedores principales de la libertad fueron los batallones
Pichincha, Voltigeros, Granaderos, Húsares que habían protagonizado varios
motines, incluido aquel en que Sucre saliera herido.
Chuquisaca.
De esta manera, los jefes oficiales y soldados del Ejército Libertador que
acompañarán a Bolívar y Sucre pudieron hacerse de las mejores haciendas, ya
que las que pertenecían al Estado boliviano eran las confiscadas a los realistas,
autoridades coloniales y grandes señores de España que habían elegido sin duda
las mejores tierras para ejercer su señorío. Así como las confiscadas a las
órdenes religiosas que tenían privilegios y las hacían trabajar con gran eficiencia.
No se trata de las tierras baldías o reservas fiscales como había originalmente
pensado Madero, cuando mencionaba genéricamente “propiedades nacionales”
sino las mejores haciendas que tenían calidad de bienes patrimoniales del Estado,
como Sucre e Infante, ofrecieran a los héroes de Junín y Ayacucho para
convencerles recibir su paga en vales que fueron habilitados como dinero contante
y sonante en su valor nominal.
Así surgió una Hacienda nueva, con nuevos terratenientes en las mejores tierras a
las que no podían aspirar los hacendados bolivianos ni los soldados de las
republiquetas que, como se ha visto no recibieron vales, sino billetes, -sí tenían
influencias y paciencia- con los que no podían comprar las propiedades del Estado
y debían conformarse con sus agostadas heredades, tal discriminación provocó
diferenciaciones odiosas y los héroes extranjeros se convirtieron en los primeros
gamonales de la república en algunos casos dueños de provincias enteras del
país que ayudaron a liberar.
Tal es la que hemos denominado Hacienda Oligárquica de Enclave, pues se trata
de un verdadero injerto con sabor a propiedad pretoriana, con la ventaja sobre la
romana de ser absoluta y no enfitéutica.
El ejemplo de las compras realizadas por el Coronel Pedro Alarcón descrito por
Thomas Millington en su excelente trabajo titulado “Políticas de la deuda después
de la independencia”, en base a información recogida en el archivo del Ministerio
de Hacienda de Bolivia. es realmente revelador de los privilegios que tuvieron los
Libertadores y de las prácticas de especulación que acrecentaron su patrimonio
transcribimos al siguiente párrafo;
“El Teniente Coronel Pedro Alarcón, ayudante de Sucre, era una de los
más grandes partidarios del Gobierno que fue “invitado” a comprar
propiedades del Estado usando vales y billetes. Obviamente, cuando
más barato pudiera Alarcón adquirir estos documentos que utilizaría a
valor nominal para pagar la mitad de la compra, tanto más lucrativa les
resultaría el trato. En realidad., inicialmente tenía la tentación de volver
a Colombia, pero cambió de opinión y aceptó la invitación. Ya había
endosado 1900 de los 7500 vales a él asignados, lo que lo dejaba con
un total de 6000, luego compró 400 vales al 60% de su valor nominal y
billetes por un valor de 6000 pesos, probablemente al 15% de su valor
nominal. Esto le dio los montos legales de mitad de vales, mitad de
billetes para comprar una Hacienda del Estado, por consiguiente, su
desembolso en efectivo fue de 1140 pesos, 60% de los 400 vales. De
préstamo y 15% de los 6000 en billetes con los 12.000 pesos en vales y
billetes, procedió a “comprar” en subasta pública una Hacienda del
Estado tasada en 12000 pesos valor considerablemente menor de los
90.000 pesos en que había sido tasada cuatro años antes”
Nadie habría hecho mejor negocio que este héroe, puesto que compró una de las
mejores haciendas del país, pagando un precio de 80 veces menor al que
cualquier boliviano humilde, mortal podría acceder.
Si bien este sistema no fue adoptado formalmente por el Estado boliviano, una
circular del Ministerio de Hacienda a los prefectos de los departamentos de
Bolivia, emitida el 14 de diciembre de 1842 por Hilarión Fernández, instituye:
“son de propiedad del Estado, las piezas que poseen los originarios, no
debiéndose considerar estos, sino como una especie de enfiteusis que
pagan cierta cantidad al señor del dominio directo por el usufructo (…)
… oído el dictamen del M.I.S. De la Corte Suprema de Justicia, se ha,
servido a resolver: que, en cuestiones de usurpación de terrenos
pertenecientes a originarios, en adjudicación, y en las de límites, deben
de entender privativamente los Gobernadores de Provincias (…).
Consiguientemente, ninguna autoridad judicial tiene jurisdicción para
ingerirse en estas medidas, que son puramente económicas y
gubernamentales”.
Se trata de una medida que claramente abre las puertas para extinguir el derecho
propietario de las comunidades que había sido reconocido incluso por las
autoridades coloniales y que expresamente es confirmado por el Decreto de
Bolívar, que nunca fue derogado.
Sería una forma de introducir un nuevo régimen agrario sui generis. Pues definido
como enfiteusis, no tiene el mismo sustento que el de la institución creada en la
Roma Imperial, es decir, el Derecho originario del Estado emergente de la
conquista territorial.
El caso de Bolivia no se trata de fuerzas pretorianas que deben consolidar el
imperio, sino de instituciones republicanas sustentadas en una Constitución
Política del Estado que no reconoce diferencias entre los ciudadanos, habitantes
del país.
8. LOS PROCESOS DE EX VINCULACIÓN DE TIERRAS Y SU LEGITIMACIÓN
JURÍDICA
Las atribuciones de estas mesas eran las de absolver, los conflictos de posesión y
otorgar títulos de propiedad. Más o menos de misma forma que las comisiones
actuales de saneamiento.
Pantaleón Dalence, Ministro de Hacienda, en su memoria de 1874, decía:
Por su parte, Plácido Orozco ese mismo año, presenta el siguiente cuadro, sobre
el producto de tierras de comunidad en los años 1867, 1868 y 1869.
Departamento de Chuquisaca. Bs. 56.096.10.
Departamento de la Paz. Bs. 156.436.45.