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CAPÍTULO IV

EL RÉGIMEN AGRARIO POST-COLONIAL


HACIENDA REPUBLICANA - VERSUS AYLLU ORIGINARIO

1. LOS DECRETOS DE BOLIVAR Y LA PROPIEDAD PRIVADA INDIVIDUAL DE


LA TIERRA

2. DECRETO DE TRUJILLO

Ejerciendo el poder dictatorial del Perú, el Libertador Simón Bolivar promulgó, en


Trujillo, el 8 de abril de 1824 un Decreto que en su parte considerativa afirma que
todas las tierras "pertenecen al Estado" y que es necesario acopiar dinero para
"llevar a término la actual contienda de dominación española", por lo que resuelve:

1,- Se venderán de cuenta del Estado todas las tierras de su pertenencia


(...)

2.- No comprenden el Art. Anterior las tierras que tienen en posesión los
denominados indios, antes bien se les declara propietarios de ellas (...)

3.- Las tierras llamadas de comunidad se repartirán conforme a ordenanza,


entre todos los indios que no gozan de alguna otra suerte de tierras".

Se trata de un Decreto que tenía por objeto definir legalmente lapropiedad privada
de la tierra inclusive la de las comunidades.

Su vigencia se extendía al Alto Perú, que posteriormente se proclamaria República


de Bolivia.

Sin embargo, las condiciones en que se desarrollaba la lucha politica, por


consolidar las repúblicas liberales, este Derecho fue olvidado y no tuvo aplicación
ni siquiera proclamada la independencia de Bolivia..

3. DECRETO DEL CUZCO

El 4 de julio de 1825, el Libertador promulga otro Decreto, precisando los términos


del reparto de tierras a los indigenas y de la venta en subasta de las sobrantes.

"Que a pesar de las disposiciones de las leyes antiguas, nunca se ha verificado la


repartición de tierras con proporción debida.

Que la mayor parte de los naturales a carecido del goce y posesión de ella (...)"
DECRETO

1-Que se ponga en ejecución lo mandado en los artículos 3, 4 y 5º del


Decreto de Trujillo, a 8 de abril de 1824, sobre repartimiento de tierras de la
comunidad.

2.- Que en la masa repartible se incluirán aquellas de que se han


aprovechado los caciques y recaudadores, por razón de su oficio

6.-Cada indigena, de cualquier sexo (sic) o edad que sea, recibirá un topo
de tierra en los lugares pingües y regados.

7.-En los lugares privados de riego y estériles recibirá dos topos.

9,- Que la propiedad absoluta declarada a los denominados indios en el


articulo 2º del citado Decreto del 8 de abril de 1824, se entienda con la
limitación de no poder enajenar las tierras que se le repartan, hasta el año
50, y jamás a favor de manos muertas bajo pena de nulidad.

Este Decreto muestra las dificultades que surgen en una sociedad ya liberada y en
la que todavía actúan personas que sirvieron al anterior régimen y que quizás son
las responsables de que tampoco el Decreto del Cuzco se pusiera a la práctica.
En todo caso, es notorio que el Libertador estaba inspirado en los principios
liberales difundidos por la Francia revolucionaria, acerca del Derecho natural a la
propiedad, en este caso a la propiedad sobre la tierra, que tienen todas las
personas por igual.

De manera que es en el nacimiento de la República que se pone un sello al


régimen agrario boliviano, claramente vinculado al sistema de propiedad
capitalista. Y sin embargo, el desarrollo capitalista no se produce por el sólo influjo
de leyes y discursos ideológicos.

4. LA LIBERTAD COBRADA AL CONTADO

La transición post colonial no tuvo los mismos actores que la guerra de 15 años,
por ello los fundadores de la república, formalmente representan a los “Señores
del Alto Perú” convocados por Sucre para conformar la Asamblea Deliberante de
1825. Se trata de los "blancos o "españoles” y de los mestizos que teniendo
fortuna y poder, son registrados como tales en los libros bautismales. Los
mestizos e indígenas que son inscritos en otros libros constituyen, el sordo coro
invisible que trema fuera de los muros de la Casa de la Libertad, en la que los
diputados discuten sobre su destino.
Pero ni siquiera los criollo-mestizos que fundaron Bolivia conforman una clase
nacional capaz de subordinar económicamente al país y hacerse del poder público
en consecuencia.

Se produce un interregno en el que a decir de un historiador el poder se encuentra


en la grupa del caballo del presidente. Es decir, que el Estado solo se sostiene en
su sostén de fuerza, en sus aparatos de coerción y en una ideología propia que le
permita manejar el consenso mediante los aparatos de persuasión.

Las minas de plata quebradas por los giros del mercado internacional que habían
agotado el poder financiero realista, yacían como oquedades sin valor o anegadas
galerías que ni siquiera eran la sombra del esplendor que otro hiciera de Potosí
una de las más importantes urbes coloniales. La república nacía pobre de
solemnidad.

Los caudillos locales que empeñaron su hacienda y sus vidas buscando


autonomía mediante, heredar el poder colonial eran hacendados y comerciantes,
abogados y curas que durante 15 años habían agotado sus faltriqueras y perdido
sus cosechas unas veces confiscadas por los realistas otras por las hambrientas
montoneras de las republiquetas que ellos mismos comandaban; los brazos que
ayer conducían yuntas sembraban mieses, portaban –entonces- vetustos
arcabuces, lanzas o makanas libertarias y las viejas casonas de las haciendas se
habían convertido en cuadras y hospitales de campaña, para la recuperación y
descanso de las tropas trashumantes de la guerrilla, cuando no en prisiones si
estaban bajo el fuego de las tropas del Rey Español, cuyo nombre cambiaba con
tanta frecuencia como las pugnas ibéricas que lo determinaban.
El poder estaba en la fuerza de un ejército extraño a las incitaciones de quienes
esperaban los frutos del árbol de la libertad. Tómese en cuenta que la
composición del primer Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en que sólo figura
un general de las republiquetas: José Miguel Lanza, subordinado a los jefes del
Ejercito de la Gran Colombia, en el que no solo hay venezolanos, ecuatorianos,
colombianos, sino irlandeses alemanes, franceses, quienes libraron las batallas
postreras de la guerra contra España.
Es tan dramática la exclusión de los bolivianos, que, para el modesto entierro de la
máxima heroína, la coronela Juana Azurduy de Padilla, quien no había recibido
durante años la renta que le correspondía, no fue posible que la banda de guerra
acompasara marcialmente el reducido cortejo, por cuanto se encontraba
amenizando un sarao de los dueños del poder que declamaban discursos sobre la
patria.

Pero la paga que exigían las tropas libertadoras era al contado. Al respecto, cabe
apuntar que, sin contar los sueldos de jefes y oficiales, gastos de munición,
sanidad, infraestructura, caballos y mulas, el pre de las soldados era de 10 pesos
mensuales y teniendo en cuenta 5,217 plazas, representaba más de 626.000
pesos. Mucho más todavía, cuando terminada la campaña debía desmovilizarse
ese ejército y los soldados retornar a su país de origen con una indemnización por
sus heroicos servicios y naturalmente los viáticos correspondientes.
El nuevo Estado tenía agotadas sus arcas y para solventar sus gastos, cuando la
contribución indigenal no alcanzaba, debía recurrir al crédito interno, imponiendo
el pago anticipado de tributos, o contribuciones extraordinarias, a los únicos que
podían hacerlo: los criollo-mestizos que habían soportado la carga económica de
la prolongada guerra. Las correas salían del mismo cuero.
Sucre informó a la Asamblea que las rentas nacionales alcanzaban a 1500.000,00
bolivianos y los gastos a 1.800.000,00.

El primer Presupuesto de la República se aprobó en 1826. Los gastos registrados


según Casto Rojas, fueron los siguientes:

 Servicio al Congreso $ 50.000


 Id. del Supremo Gobierno $ 72.000
 Id. de la Corte Suprema $ 34.000
 Id. de la Dirección de Rentas $ 8.000
 ld. de Relaciones Exteriores $ 52.000
 Id. De Guerra $ 1.134.000
 Servicio Departamental $ 323.000
 Crédito Público, intereses y
 amortización de los billetes $ 210.000
 Instrucción y Beneficencia $ 185.958
 Culto $ 100.000
 Total $ 2.349.763
Como se puede advertir, el Ejercito consume el 65% del Presupuesto y es el único
gasto imprescindible para mantener el poder. En cuanto a los ingresos, el tributo
colonial de capitación cobrado a los indígenas, que el pudor de los libertadores
transformó en “contribución indigenal”, constituía el soporte principal.
Los primeros datos completos sobre ingresos, publicados por Casto Rojas,
muestran el siguiente detalle:

Contribución indigenal $ 828.000


Utilidad de la moneda $ 200.000
Derechos metálicos $ 86.000

Extracción de moneda fuerte $ 80.000


Utilidades Banco de Rescate $ 10.000

Cascarilla $ 119.000
Coca $ 150.000

Papel sellado $ 28.000


Diezmos $ 200.000
Contribución indirecta $ 50.000

Aduanas $ 210.000
Licores $ 73.000

Productos del Beni $ 16.000


Descuento de sueldos $ 74.000

Patentes $ 5.000
Almacenaje $ 1548

Total $ 2.131.239

La contribución indigenal representa el 39% de los ingresos, siendo -de lejos- el


más alto en cifras absolutas.

En esas condiciones, la insolvencia del Estado para honrar sus obligaciones con el
Ejército Libertador era patente. Eso provoco las mayores fricciones entre quienes
reclamaban su paga y los que debían as abonarla, es decir entre los soldados
extranjeros y los criollo-mestizos bolivianos que no podían soportar tales cargas.
Eso explica, entre otras cosas las turbulentas disputas que algunos historiadores
le atribuyeron a la falta de agradecimiento hacia los libertadores y a cierta astucia
talada del "alto peruanismo", destacando el prejuicio auto denigrativo que
denunciara después Carlos Montenegro como tipicidad psicosocial de las clases
dominantes.
5. LOS MODELOS MADERO E INFANTE

Juan Bernabé Madero, ministro de Hacienda de Antonio José de Sucre, un


propugnador de un manejo financiero moderno, consolidando la deuda pública en
lugar de mantenerla flotante como pensaban Sucre y su ministro de Gobierno
Infante, consideró que as obligaciones que Bolivia tenía con el Perú de 250.000
pesos y con el Ejército Libertador de 1.000.000 de pesos, debían consolidarse, al
igual que la deuda interna de créditos coloniales asumidos por el nuevo Estado,
compensaciones a los combatientes guerrilleros y a sus proveedores, así como
diezmos y censos impagos.
Creó para ello la Administración del Crédito Público, que emitió billetes que
pagaban interés, por determinación de la ley de 10 de Diciembre de 1826 que
ordenó la emisión de 3 millones de pesos que serían utilizados para cubrir las
demandas de ”acreedores altamente calificados (dignos)”, mediante la venta de
los billetes por dinero contante y sonante que provendría de inversiones
financieras de los bolivianos ricos que así acumularían capital con los intereses
que anualmente les pagaría el Estado (6% pagaderos tres veces al año) por los
billetes adquiridos y atesorados; también suponía que los jornaleros preferirían
ahorrar billetes que les redituarían intereses a gastar sus escasos ingresos en
bienes superfluos. Esa era-por lo menos- la ilusión de Madero.

Tales billetes estaban garantizados por todos los ingresos directos e indirectos y
por las propiedades” muebles e inmuebles" de la República. Estos billetes serian
retirados de la circulación por las oficinas de amortización que pagarían intereses
y capital con fondos provenientes de impuestos directos, venta de minas
haciendas del Estado.

Con esos billetes se pagó las deudas del Estado español hasta 1809 y las
indemnizaciones por daños de los ejércitos guerrilleros. Igualmente, los impuestos
adeudados al Estado desde las épocas de la colonia fueron cancelados con los
billetes de Madero.
Este sistema ´permitió liberar a deudores y aliviar a acreedores, reactivando la
economía colapsada de la primera República, sin acrecentar el servicio de la
deuda pública.
Sin embargo, el pago al Ejército Libertador, no podía esperar mucho, ya que la
amortización tardaría décadas y los soldados debían desmovilizarse rápidamente,
antes de convertirse en un factor de inestabilidad con sus frecuentes motines
exigiendo su paga.
Sucre e Infante, preocupados por acelerar el pago, mediante Decreto de 10 de
febrero de 1827, dispusieron la obtención de un crédito interno mediante a la
colocación de vales.

De hecho, distribuyeron en todos los departamentos del país vales por un valor
nominal de 1.000.000. de pesos, pero con valor real de 600.000 que serían
cubiertos por los compradores que, además ganarían un interés del 6% anual. El
Art. 3° del Decreto establecía que "los tenedores de vales pueden comprar
cualquier clase de propiedad nacional incluyendo aquellas de instituciones de
beneficencia y redimir cualquier clase de censos sobre propiedades
pertenecientes a instituciones de beneficencia o a conventos, capellanías,
monasterios o catedrales.
Los vales no estaban bajo la competencia de la Administración de Crédito Público
creada por Madero y podían ser vendidos negociados por los Prefectos de
departamento que pagarían los intereses, los redimirían o los aceptarían como
pago de propiedades nacionales, censos o tributos La posibilidad de compra de
las Haciendas que constituían bienes patrimoniales del Estado. No figuraban
explícitamente, pero se los comprendía en la calidad de propiedades nacionales.
Se trata de dos modelos diferentes y casi excluyentes. El de Madero, que prohibía
el redimir los billetes mediante la enajenación de bienes del Estado que debían
venderse en efectivo. La capitalización del Banco minero con el objeto de fomentar
la explotación minera y la de Infante, que convertía a los especuladores de vales
en virtuales dueños de tales propiedades a cambio de financiar el pago de la
deuda al Ejército Libertador.
La circulación de los billetes de Madero se hizo lenta, mucho más cuando se
emitieron los vales de Infante que ofrecían jugosos negocios a corto plazo.

El Decreto de 12 de junio de 1827, tuvo el propósito de estimular la adquisición de


vales y no de billetes, ya que estando prohibida la compra de bienes nacionales
con billetes y, por el contrario, permitida la redención de vales mediante la
compraventa de aquellos, como si se tratara de dinero en efectivo, convirtió a los
vales en recursos de mayor capacidad adquisitiva que el oro.

Madero explicó detalladamente a Sucre el riesgo de esa política, anunciando sus


denuncias de persistir la misma, pero no obtuvo respuesta consistente sobre el
modelo adoptado, sino una carta en la que el Presidente le indicaba que tales
discrepancias no deberían hacerse públicas y de la actualidad que el Gobierno
“Tiene que pagar sus gastos y en este conflicto ha de ocurrir a algún medio (…) Mi
calidad de extranjero me coloca en el caso de irme lo más pronto; y entre tanto
debo satisfacer los compromisos que tengo con mis compañeros para hacerles
pagar” (Cit Milligton, p.93).
6. LA HACIENDA OLIGÁRQUICA DE ENCLAVE

Sucre distribuyó los vales de la deuda interna a los jefes, oficiales y soldados del
Ejército Libertador. Los primeros fueron los colombianos Fernández Galindo,
Geraldino leal, Alarcón y Molina, pero también otros como irlandés, Burdett
O’Connor. Los acreedores principales de la libertad fueron los batallones
Pichincha, Voltigeros, Granaderos, Húsares que habían protagonizado varios
motines, incluido aquel en que Sucre saliera herido.

Un cuadro publicado por el periódico “El Cóndor” del 12 de enero de 1828 es


ilustrativo en grado sumo.
La Paz. Monto en Pesos
Al general Figueredo. 25.000

Al batallón Pichincha 100.000


Al segundo escuadrón de

Granaderos y tercer escuadrón


de Húsares, 100.000
Al coronel Barón, al teniente de

Húsares José Ponce, y Alférez


Pablo Correa, 22.500

El cirujano Antonio Merique 9.100


A varios oficiales del batallón Ayacucho 12.100

A varios oficiales de Húsares 8.500


A varios oficiales del batallón Pichincha 22.833

A Físico ratera 2.500


Al subteniente Espinoza 500

Al mayor Gómez 500


Total. 306.533
Cochabamba:

Al coronel Geraldino 8.300


Al general Heres 25.000

Al teniente coronel Castañón 7.500


Al coronel Guerrero 8.300

Al coronel Galindo 8.300


Total 57.400

Chuquisaca.

Al general Castillo 25.000

Al general Necochea. 33.833


Al coronel o Connor 8.300
Al teniente coronel Alarcón 7.500

Al capitán Miguel Salgar. 5.000


Al teniente Arévalo 3.300
Total. 82.933

De esta manera, los jefes oficiales y soldados del Ejército Libertador que
acompañarán a Bolívar y Sucre pudieron hacerse de las mejores haciendas, ya
que las que pertenecían al Estado boliviano eran las confiscadas a los realistas,
autoridades coloniales y grandes señores de España que habían elegido sin duda
las mejores tierras para ejercer su señorío. Así como las confiscadas a las
órdenes religiosas que tenían privilegios y las hacían trabajar con gran eficiencia.
No se trata de las tierras baldías o reservas fiscales como había originalmente
pensado Madero, cuando mencionaba genéricamente “propiedades nacionales”
sino las mejores haciendas que tenían calidad de bienes patrimoniales del Estado,
como Sucre e Infante, ofrecieran a los héroes de Junín y Ayacucho para
convencerles recibir su paga en vales que fueron habilitados como dinero contante
y sonante en su valor nominal.
Así surgió una Hacienda nueva, con nuevos terratenientes en las mejores tierras a
las que no podían aspirar los hacendados bolivianos ni los soldados de las
republiquetas que, como se ha visto no recibieron vales, sino billetes, -sí tenían
influencias y paciencia- con los que no podían comprar las propiedades del Estado
y debían conformarse con sus agostadas heredades, tal discriminación provocó
diferenciaciones odiosas y los héroes extranjeros se convirtieron en los primeros
gamonales de la república en algunos casos dueños de provincias enteras del
país que ayudaron a liberar.
Tal es la que hemos denominado Hacienda Oligárquica de Enclave, pues se trata
de un verdadero injerto con sabor a propiedad pretoriana, con la ventaja sobre la
romana de ser absoluta y no enfitéutica.
El ejemplo de las compras realizadas por el Coronel Pedro Alarcón descrito por
Thomas Millington en su excelente trabajo titulado “Políticas de la deuda después
de la independencia”, en base a información recogida en el archivo del Ministerio
de Hacienda de Bolivia. es realmente revelador de los privilegios que tuvieron los
Libertadores y de las prácticas de especulación que acrecentaron su patrimonio
transcribimos al siguiente párrafo;
“El Teniente Coronel Pedro Alarcón, ayudante de Sucre, era una de los
más grandes partidarios del Gobierno que fue “invitado” a comprar
propiedades del Estado usando vales y billetes. Obviamente, cuando
más barato pudiera Alarcón adquirir estos documentos que utilizaría a
valor nominal para pagar la mitad de la compra, tanto más lucrativa les
resultaría el trato. En realidad., inicialmente tenía la tentación de volver
a Colombia, pero cambió de opinión y aceptó la invitación. Ya había
endosado 1900 de los 7500 vales a él asignados, lo que lo dejaba con
un total de 6000, luego compró 400 vales al 60% de su valor nominal y
billetes por un valor de 6000 pesos, probablemente al 15% de su valor
nominal. Esto le dio los montos legales de mitad de vales, mitad de
billetes para comprar una Hacienda del Estado, por consiguiente, su
desembolso en efectivo fue de 1140 pesos, 60% de los 400 vales. De
préstamo y 15% de los 6000 en billetes con los 12.000 pesos en vales y
billetes, procedió a “comprar” en subasta pública una Hacienda del
Estado tasada en 12000 pesos valor considerablemente menor de los
90.000 pesos en que había sido tasada cuatro años antes”
Nadie habría hecho mejor negocio que este héroe, puesto que compró una de las
mejores haciendas del país, pagando un precio de 80 veces menor al que
cualquier boliviano humilde, mortal podría acceder.

Pero el de Alarcón no es caso único, ya que la mayoría de los soldados recibió un


emolumento que no le permitía comprar una gran Hacienda y tampoco podía
esperar más tiempo para redimir sus vales porque el terruño y la familia les
reclamaban. Por eso vendieron sus vales al precio que querían pagarles quienes
disponían de liquidez que eran frecuentemente sus propios jefes. Estos últimos,
por otra parte, tenían la suficiente influencia en el Gobierno conformado por ellos
mismos para obtener avalúos ínfimos entre las propiedades del Estado.
7. ENFITEUSIS: MODELO DE CONFISCACIÓN AGRARIA.

La enfiteusis como modalidades, régimen de tenencia de la tierra tiene su origen


en el Derecho romano. Para asegurar las relaciones jurídicas de los poseedores
de las fincas en los territorios conquistados por el imperio fuera de Roma, que
eran otorgados a ciudadanos fieles al imperio en condición de saneamiento
perpetuo. De esta manera, Roma mantenía. El derecho de imperium y no
transfería la tierra conquistada en calidad de ventas, sino de enfiteusis.

Si bien este sistema no fue adoptado formalmente por el Estado boliviano, una
circular del Ministerio de Hacienda a los prefectos de los departamentos de
Bolivia, emitida el 14 de diciembre de 1842 por Hilarión Fernández, instituye:
“son de propiedad del Estado, las piezas que poseen los originarios, no
debiéndose considerar estos, sino como una especie de enfiteusis que
pagan cierta cantidad al señor del dominio directo por el usufructo (…)
… oído el dictamen del M.I.S. De la Corte Suprema de Justicia, se ha,
servido a resolver: que, en cuestiones de usurpación de terrenos
pertenecientes a originarios, en adjudicación, y en las de límites, deben
de entender privativamente los Gobernadores de Provincias (…).
Consiguientemente, ninguna autoridad judicial tiene jurisdicción para
ingerirse en estas medidas, que son puramente económicas y
gubernamentales”.
Se trata de una medida que claramente abre las puertas para extinguir el derecho
propietario de las comunidades que había sido reconocido incluso por las
autoridades coloniales y que expresamente es confirmado por el Decreto de
Bolívar, que nunca fue derogado.
Sería una forma de introducir un nuevo régimen agrario sui generis. Pues definido
como enfiteusis, no tiene el mismo sustento que el de la institución creada en la
Roma Imperial, es decir, el Derecho originario del Estado emergente de la
conquista territorial.
El caso de Bolivia no se trata de fuerzas pretorianas que deben consolidar el
imperio, sino de instituciones republicanas sustentadas en una Constitución
Política del Estado que no reconoce diferencias entre los ciudadanos, habitantes
del país.
8. LOS PROCESOS DE EX VINCULACIÓN DE TIERRAS Y SU LEGITIMACIÓN
JURÍDICA

El 5 de octubre de 1874 se promulgó la Ley de la ex vinculación de las tierras de


comunidad.
El artículo 1°., sustentado en el Decreto del 8 de abril promulgado por Simón
Bolívar y que hemos analizado en otro capítulo, así como en otras disposiciones
legales como las leyes del 28 de septiembre de 1831 y del 31 de julio de 1871.
Reconoce el “derecho de la propiedad absoluta de sus respectivas posesiones a
los indígenas”.

Pero el artículo 7°., esclarece el objetivo perseguido cuando dice:


“Desde que sean conferidos los títulos de propiedad, la ley no se conocerá.
Comunidades, ningún individuo o reunión de individuos podrá tomar el nombre de
Comunidad o ayllu, ni apersonarse por estos ante ninguna autoridad”.
Es claro que se trata de eliminar a la Comunidad y, en el mejor de los casos,
otorgar títulos individuales, que “los demás terrenos (...) se declaran sobrantes, y
como tales, pertenecientes al Estado, que procederá a su venta”.
La indicada Ley, determina la Constitución de Mesas revisitadoras, compuestas
por un “Revisitador, del Sub- Prefecto, de un secretario, de un perito agrimensor,
titulado en el Párroco en cada cantón. (Art. 10).

Las atribuciones de estas mesas eran las de absolver, los conflictos de posesión y
otorgar títulos de propiedad. Más o menos de misma forma que las comisiones
actuales de saneamiento.
Pantaleón Dalence, Ministro de Hacienda, en su memoria de 1874, decía:

“la propiedad individual traerá, entre otras ventajas, la extinción de las


Comunidades, constantes amenazas de las propiedades vecinas, verdaderas
rémoras de la civilización de aborigen de insuperable valla, que hacen posible la
fusión de las dos razas en una sola sociedad homogénea, cuya fuerza resulta de
la cohesión de dos elementos”

La realidad fue que, mediante este instrumento jurídico, se legitimó el despojo de


tierras de comunidad y de su transferencia en calidad de venta, a particulares
preferente a quienes tenían el poder económico o el político que se había
producido desde un decenio antes de ser promulgada. La ley de vinculación.
Benedicto Medinaceli en 1871 publicó los datos sobre él.

“CÁLCULO DEL MONTO INDEMNIZABLE A LOS COMPRADORES DE


TIERRAS”
Remates desde marzo de 1866,

Hasta diciembre de 1869 Bs. 856.550.-


Remates en La Paz, 1870 Bs. 150.000.-

Remates en los demás departamentos Bs. 240.000.-


2% tasadores planos. Escrituras, Bs. 45.000.-

Mejoras que han convertido las


comunidades en haciendas formales. Bs. 450.000.-
Total. Bs. 200.000.-

Por su parte, Plácido Orozco ese mismo año, presenta el siguiente cuadro, sobre
el producto de tierras de comunidad en los años 1867, 1868 y 1869.
Departamento de Chuquisaca. Bs. 56.096.10.
Departamento de la Paz. Bs. 156.436.45.

Departamento de mejillones. Bs. 430.262.80


Departamento de Potosí. Bs. 16.119.55.

Departamento de Cochabamba. Bs.55.449. 95


Departamento de Oruro. Bs. 4840 95.
Departamento de Tarata. Bs. 6742 76.

Departamento de Beni. Bs. 459.20.


TOTAL . Bs. 856.550.17.

Como podrá observarse, hubo una activa distribución de tierras de las


comunidades antes de la promulgación de la ley de vinculación, puede suponerse
que el despojo fue más intenso después de su publicación.

9.VENTAS DE TIERRAS DE AYLLUS, CON LESIÓN ENORME

En media centuria, la tendencia de la tierra cambió radicalmente. Jorge Ovando


Sanz, calcula que si para 1880 "tres cuartas partes del territorio cultivable del país
estaban en posesión de los indígenas comunarios() esta posesión se redujo a una
cuarta parte en 1900.
De esta manera surgió la hacienda latifundista, cuyos canales de adquisición
fueron principalmente dos: compra al Estado, de tierras fiscales o las "excedentes"
una vez fragmentadas individualmente las tierras de comunidad, y otra la compra
de las tierras de los ex comunarios.
Estas ventas se hacían a precios de favor en beneficio de los allegados al régimen
pero también mediante el dolo o la intimidación a los ex comunarios titulados
individualmente, en precios bajísimos.

Antonio Quijarro, Ministro de Hacienda diría en 1882


“Alarma que suscita en lo opinión el fenómeno de los multiplicados e
incesantes ventas a que proceden en este Departamento (La Paz) los
indígenas que han obtenido título de propiedad, se cree que estas
transacciones adolecen de lesión enorme y que muchas de ellas se han
consumado dolosamente y aun infligiendo violencia a los indígenas
propietarios”.
Un reconocimiento de tal magnitud, muestra que la situación era realmente grave.

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