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LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DE FÁTIMA

NARRADOR: La historia de Fátima comienza realmente en el año de 1916, cuando los tres niñitos,
Lucía, una niña de nueve años, Francisco, un niño de ocho y Jacinta, una niñita de seis años; fueron al
valle de la Cova de Iría cerca de la aldea de Fátima en Portugal. Este era un día común, cuando los
niños llevaban sus ovejas a pastar. En este día en particular al principio de la primavera de 1916 empezó
a llover, por lo tanto, los niños subieron por un lado de la colina al sur del valle hasta una cueva natural,
llamada "Cabeço". Allí terminaron sus juegos, almorzaron, y como era la costumbre en todo Portugal,
se arrodillaron a decir el Rosario y de pronto sintieron una luz, como de cristal que tenía la forma de un
muchacho y les dijo:
ANGEL- “No temáis, soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo”.
NARRADOR: Y arrodillándose, inclinó su frente hasta el suelo, los niños lo imitaron y repitieron lo que
decía:
TODOS– “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no te aman”.
NARRADOR: Después de repetir esto tres veces se irguió y dijo:
ANGEL: “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.
Y desapareció.
NARRADOR: Eran alrededor de las 13 horas del 13 de mayo cuando Lucía Dos Santos, de 10 años
de edad, y sus primos Francisco y Jacinta Marto, de 9 y 7 años, mientras cuidaban su pequeño rebaño
de ovejas, de repente vieron una luz brillante, como un relámpago; aunque el cielo estaba despejado,
temieron una tormenta por lo que decidieron juntar el ganado y volver a casa. Pero al repetirse el
fenómeno del relámpago vieron por encima de un arbusto a una «Señora más brillante que el sol», y
de sus manos pendía un rosario blanco.

Los niños se asustaron. Pero la Señora los tranquilizó diciéndoles:


VIRGEN: No tengan miedo, no les haré daño.
LUCÍA: ¿De dónde es usted?
VIRGEN: Vengo del Cielo.
LUCÍA: ¿Y qué desea pedirnos?
VIRGEN: Vine a pedirles que vengan aquí seis meses sin interrupción, el 13 de cada mes, a esta
misma hora.

NARRADOR: Los niños habían intuido de inmediato que una Señora venida del Cielo tenía las
respuestas a las cosas verdaderamente importantes; por eso Lucía le preguntó:

LUCÍA: ¿Y yo iré al Cielo?”


VIRGEN: Sí, irás.
LUCÍA: ¿Y Jacinta?
VIRGEN: Ella también.
LUCÍA: ¿Y mi primo?
VIRGEN: Sí, va a ir al Cielo, pero tendrá que rezar muchos rosarios.

VIRGEN: ¿Quieren ofrecerse a Dios y soportar todos los sufrimientos que Él les mande en reparación
de los pecados por los que es ofendido y como súplica para la conversión de los pecadores?
PASTORCITOS: Sí, queremos.
VIRGEN: Van a sufrir mucho, pero la gracia de Dios será su consuelo. Recen el rosario todos los días
para alcanzar la paz del mundo y el final de la guerra.
PASTORCITOS: sí, señora

VIRGEN: Cuando sufran algo digan: ‘Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores’».

PASTORCITOS: sí, señora

VIRGEN: Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan: ‘Oh Jesús, perdónanos nuestros
pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, y SOCORRE especialmente
a las más necesitadas de tu misericordia’

PASTORCITOS: Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al
Cielo a todas las almas, y SOCORRE especialmente a las más necesitadas de tu misericordia’

NARRADOR: Nuestra Señora desea que nos consagremos a Su Inmaculado Corazón, una
consagración en la cual nos entregue completamente a nuestra Madre, prometiéndole que vamos a: 1.
Decir el Santo Rosario todos los días. 2. Ofrecerle todos los pequeños sacrificios diarios para la
conversión de los pecadores. 3. Hacer cinco comuniones de Reparación en los primeros sábados de
cada mes, durante cinco meses consecutivos. En la última aparición, Nuestra Señora apareció como
Nuestra Señora del Carmen, sosteniendo el Santo Escapulario, que es el signo de consagración al
Inmaculado Corazón de María. Diariamente nos debe recordar la promesa que le hemos hecho a la
Virgen Santísima.

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