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Psicología de las emociones

Pensar, actuar y sentir son las tres acciones que integran la personalidad del
ser humano y lo definen en esencia. El estudio de la emotividad es, por tanto,
un aspecto fundamental para entender el comportamiento de los sujetos y
poder interpretar su manera de actuar.

La tristeza, la alegría, el resentimiento, la vergüenza, la soledad, la


impotencia, la melancolía, la compasión, la atracción, el enamoramiento...
todas estas sensaciones son, casi seguro, experimentadas por cada sujeto a
lo largo de su vida. Son emociones que nos separan y nos unen unos con
otros, que nos hacen entrar en conflicto, que nos hacen disfrutar, pero
también padecer. Pero ¿cómo se producen? ¿Qué partes del cerebro
intervienen en el proceso emocional? ¿Dependen de uno mismo o son
incontrolables? ¿Qué repercusiones pueden tener en la salud y el estado
psicológico del sujeto?. En este curso te daremos las respuestas a estas
cuestiones y a muchas otras.
Capítulo 1:

Introducción

Pensar, actuar y sentir son las tres acciones que integran la personalidad del
ser humano y lo definen en esencia. El estudio de la emotividad es, por tanto,
un aspecto fundamental para entender el comportamiento de los sujetos y
poder interpretar su manera de actuar.

La tristeza, la alegría, el resentimiento, la vergüenza, la soledad, la


impotencia, la melancolía, la compasión, la atracción, el enamoramiento...
todas estas sensaciones son, casi seguro, experimentadas por cada sujeto a
lo largo de su vida. Son emociones que nos separan y nos unen unos con
otros, que nos hacen entrar en conflicto, que nos hacen disfrutar, pero
también padecer. Por ello me parece interesante estudiar una serie de
cuestiones sobre: ¿Cómo se producen? ¿Qué partes del cerebro intervienen
en el proceso emocional? ¿Dependen de uno mismo o son incontrolables?
¿Qué repercusiones pueden tener en la salud y el estado psicológico del
sujeto? ¿En el mundo deshumanizado que nos rodea, donde cada cual va por
libre, a veces el control de las emociones es necesario para vivir en
"armonía", pero cómo se consigue? A estas y otras muchas preguntas
intentaré buscar solución con la presente investigación.

El trabajo, que tiene como objetivo primordial indagar en el tema de la


emotividad de los sujetos, se divide en distintos apartados. El primer
apartado temático aporta varias definiciones del concepto "emoción", que
otorgan relevancia a aspectos diferenciados. En última instancia, recoge la
definición expresada por Bisquerra, que parece ser la más interesante por su
carácter integrador.

El apartado número tres presenta dos modelos de clasificación de los


fenómenos afectivos, el propuesto por Marina, en su obra Clasificación de los
fenómenos sentimentales, y el de Enrique Rojas, autor de la obra Una teoría
de la felicidad (1985).

El apartado titulado El proceso emocional se centra en el estudio de las


etapas que componen dicho proceso, des de la captación de los estímulos
hasta la comunicación de las emociones por parte del sujeto.
El quinto apartado expone las características conductuales, psicofisiológicas y
cognitivas de la emotividad, mientras que el sexto trata sobre el desarrollo
emocional desde la infancia, esencial para definir los estilos afectivos que
acompañaran a los sujetos durante toda su trayectoria vital.

Los puntos siete y ocho desarrollan el tema de los estados emocionales


positivos y negativos, respectivamente, y posteriormente, el último apartado
nos introduce en el concepto Inteligencia emocional, de Daniel Goleman, y
trata sobre aspectos biológicos del sistema límbico.

El trabajo concluye con una conclusión que resume los aspectos más
destacados de la investigación.

Para acabar, decir que espero que quien tenga la oportunidad de leer este
trabajo disfrute tanto como yo he disfrutado haciéndolo.
Capítulo 2:

¿Qué se entiende por el término "emoción"?

En este primer apartado intentaré buscar una definición para el término


"emoción", procedente del latín emotional, que significa "acto de remover".

Existen tantas definiciones como autores, que dependen de los modelos o


paradigmas que estos sustentan. De este modo, las teorías conductistas de
Watson y Skinner, expuestas en la obra Inteligencia emocional. Aplicaciones
educativas (2000), definen la emoción como: una predisposición a actuar de
una determinada manera, haciendo hincapié en la acción que el sujeto lleva a
cabo a posteriori, mientras que otros autores, como Cristóbal, autor de la
obra Controlar las emociones (1996), se centran más en los componentes
psicofisiológicos y definen el término como: una respuesta somática,
caracterizada por alteraciones en la temperatura de la piel, cambios en la
distribución de la sangre, alteración del ritmo cardíaco, modificación de la
respiración, respuesta pupilar lenta, secreción salivar anormal, movilidad
gastrointestinal, tensión muscular y sudor helado.

Para definir las llamadas "emociones básicas" las explicaciones se centran en


el peso específico que poseen las estructuras cerebrales. Las emociones
básicas son estados discretos del organismo, determinados genéticamente y
regulados por estructuras nerviosas subcorticales, que tienen un valor
adaptativo para los individuos bajo determinadas circunstancias estimulares.
Son consecuencia de la actividad de determinados circuitos neuronales del
hipotálamo y del sistema límbico, desarrollados en las primeras etapas de la
evolución del cerebro de los mamíferos para responder de forma
incondicionada ante estímulos de especial relevancia para la supervivencia
de los individuos. Pero, acerca del desarrollo emocional de los sujetos tratar
en otro apartado más adelante. Daniel Goleman, autor del Best-seller
titulado Inteligencia emocional en 1995, aporta una nueva definición del
término emoción: se refiere a un sentimiento y a los pensamientos, los
estados biológicos, los estados psicológicos y el tipo de tendencias a la acción
que lo caracterizan.

Esta definición parte del concepto "sentimiento", que (según el Diccionario


de la Real Academia de la Lengua Española) es un estado afectivo del ánimo
producido por causas que lo impresionan vivamente. Es a partir del
sentimiento que se desarrollan los aspectos biológicos, psicológicos y
conductuales, pero esta definición no nos aporta más información al
respecto. Una definición muy completa por su carácter integrador es la de
Bisquerra, extraída de la obra Educación emocional y bienestar (segunda
edición del año 2000),según la cual: Las emociones son reacciones a las
informaciones que recibimos en nuestras relaciones con el entorno. La
intensidad está en función de las evaluaciones subjetivas que realizamos
sobre cómo la información recibida va a afectar a nuestro bienestar. En estas
evaluaciones subjetivas intervienen conocimientos previos, creencias,
objetivos personales, percepción de ambiente provocativo, etc. Una emoción
depende de lo que es importante para nosotros. Si la emoción es muy intensa
puede producir disfunciones intelectuales o trastornos emocionales (fobia,
estrés, depresión). Esta aproximación al concepto que nos ocupa parece ser
la más completa de las seleccionadas, ya que contempla aspectos como el
entorno, la percepción individual de la realidad que tienen los distintos
sujetos, el conocimiento previo y los intereses o aspiraciones, y como todos
estos factores pueden afectar a la conducta humana en forma de trastornos
o disfunciones.
Capítulo 3:

Clasificación de los fenómenos afectivos

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Para establecer una clasificación de los fenómenos afectivos es interesante,


previamente, diferenciar entre los conceptos "estado de ánimo" y "estado
emocional".

- El estado de ánimo es un estado emocional de mayor duración que la


propia emoción, pero sin las manifestaciones psicofisiológicas y conductuales
que ésta origina. La cognición que se realiza de la realidad, de las
experiencias y de los sucesos que acontecen en la vida del individuo
determina en gran medida el estado de ánimo.

- El estado emocional, por contra, es una reacción súbita, atípica y transitoria


del organismo ante una situación o acontecimiento externo o interno,
evocado por los sentimientos. De la obra Clasificación de los campos
sentimentales, de Marina (1996), podemos extraer esta ordenación de los
estados emotivos según su base fisiológica y biológica o según la experiencia
que los genera. Según esta autora estos son los sentimiento fundamentales
que forman entre sí alianzas múltiples.
Rojas, por su parte, establece la siguiente clasificación de los sentimientos en
su obra Una teoría de la felicidad (1985):

1. Sentimientos sensoriales.
2. Sentimientos vitales.
3. Sentimientos psíquicos.
4. Sentimientos permanentes y pasajeros.
5. Sentimientos superficiales y profundos.
6. Sentimientos simples y complejos.
7. Sentimientos positivos y negativos.
8. Sentimientos noéticos y patéticos.
9. Sentimientos activos y pasivos.
10. Sentimientos impulsivos y reflexivos.
11. Sentimientos orientativos y cognitivos.
12. Sentimientos con predominio del pasado, del presente o del futuro.
13. Sentimientos fásicos y arrítmicos.
14. Sentimientos gobernables e ingobernables.
Capítulo 4:

El proceso emocional

El modelo procesual de Scherer, expuesto en la obra Appraisal processes in


emotion: Theory, methods and research (2001), establece cinco componentes
para definir el proceso emocional.

El primero de ellos es el procesamiento cognitivo de los estímulos, a partir


del cual el sujeto recibe información del entorno y evalúa el contexto donde
tiene lugar la elicitación de la emoción. De acuerdo con esta teoría el sujeto
examina la situación analizando aspectos como la novedad o las expectativas
de la experiencia, el efecto que produce en el organismo (de placer, dolor,
ambigüedad, etc) y la atribución de causas de la emoción. Posteriormente, el
sujeto experimenta procesos neurofisiológicos, en los cuales se lleva a cabo
una regulación del sistema. A continuación es necesario evaluar las
tendencias motivacionales y conductuales del sujeto, en las cuales
interviene el potencial de afrontamiento o capacidades que posee el sujeto
para enfrentarse o controlar la reacción emocional.

La comunicación de las emociones se produce en la etapa que Scherer


denomina como expresión motora. El último componente del proceso es el
llamado estado afectivo sujetivo, en el cual el afectado lleva a cabo un
proceso de reflexión y registro de la información. En este paso se ha de tener
en cuenta la comparación de la reacción emocional con las pautas sociales o
culturales.
Capítulo 5:

Características de la emotividad

Características conductuales

En el proceso de la comunicación emocional interviene un componente


expresivo que da lugar a conductas motoras, gestos faciales y expresiones
verbales. Del mismo modo, a cada estado de ánimo le corresponde una
manifestación conductual.

La expresión facial de las emociones determina la calidad o intensidad de la


experiencia emocional. Cuando un sujeto experimenta una emoción los
neurotrasmisores emiten estímulos eléctricos des del sistema nervioso
central a los músculos faciales, dando lugar a respuestas muy estereotipadas
que poseen un alto valor comunicativo en los primates humanos y no
humanos.

Los psicólogos Ekman y Friesen han estudiado las manifestaciones faciales


producidas por las distintas emociones en la obra Expresiones prototípicas de
las emociones universales (1982). El cuadro que viene a continuación
representa una pequeña muestra de este amplio estudio.
Las emociones además inducen al sujeto a realizar actos motores o a
inhibirlos. Por ejemplo, la alegría produce una sensación de energía, de ganas
de realizar actividades, mientras que la tristeza da lugar a la inhibición o
parálisis de movimientos. Asimismo, cada emoción propicia un tipo de
contenido verbal propio. Por ejemplo, la ira produce contenidos verbales de
amenaza, de descalificación o agresión y el miedo puede inhibir la expresión
verbal o inducir a la verbalización de interjecciones o gritos relacionados con
el socorro o el auxilio.

Características psicofisiológicas

Si atendemos a la definición del termino "emoción" dada por Cristóbal


(expuesta en el primer apartado) observamos como las emociones producen
respuestas somáticas caracterizadas por alteraciones funcionales en los
distintos aparatos, sistemas, músculos y órganos del cuerpo humano. Se
producen alteraciones en la temperatura de la piel a causa de los cambios en
la distribución de la sangre. En los lugares donde se produce una mayor
concentración sanguínea se puede apreciar un enrojecimiento cutáneo
externo, mientras que en las partes donde se lleva a cabo un vaso
constricción se manifiesta palidez y frío. También se dan alteraciones del
ritmo cardíaco produciendo taquicardia, cuando el pulso se acelera, y
bradicardia, cuando se ralentiza. Se produce una modificación de la
respiración, dando lugar a jadeos o suspiros, una respuesta pupilar lenta, una
secreción salivar fuera de lo normal y una reacción pilomotriz en la nuca. Se
desarrolla una movilidad gastrointestinal, que puede producir ganas de
orinar, de defecar o de vomitar, y una tensión muscular que puede originar
temblores. El sudor puede percibirse como helado y la presión sanguínea
aumenta dando lugar a alteraciones circulatorias de vasodilatación o
vasoconstricción. También se produce una alteración del metabolismo de los
neurotransmisores.

Después de esta descripción general, es interesante observar que


alteraciones somáticas se producen en un estado concreto, como por
ejemplo el de la ansiedad.
Características cognitivas

Si atendemos a la definición de "emoción" de Bisquerra, según la cual la


reacción emocional está estrechamente ligada a la percepción que el sujeto
tiene de la realidad, llegamos a la conclusión de que la cognición del sujeto
ejerce un papel preponderante en la experimentación y el mantenimiento de
las emociones, así como en el impacto emocional que se manifiesta en el
comportamiento.

Según la obra Inteligencia emocional. Aplicaciones educativas (2000) en la


interpretación de la realidad se barajan las creencias, el razonamiento y los
esquemas de conocimiento del sujeto, así como las atribuciones que este
lleva a cabo. Las atribuciones, o asignación de causas a los acontecimientos,
juegan un papel determinante en la génesis de los estados emocionales. Así,
se puede diferenciar entre distintos estilos atribucionales, según la
procedencia y la estabilidad de las causas en el tiempo.

Según la procedencia de las causas podemos diferenciar entre el locus de


control interno, cuando el sujeto atribuye las causas de los acontecimientos a
si mismo, y el locus de control externo, cuando atribuye las causas a los
acontecimientos o a otra persona.

Según la estabilidad de las causas existe la diferenciación entre causas


estables, cuando son de carácter permanente, y causas inestables, cuando
son funcionales según la situación. Para ejemplificar este aspecto se me
ocurre el ejemplo de una persona que está triste por haber suspendido un
examen. En la atribución de causas estables el sujeto pensaría "siempre lo
haré mal porque yo soy así, mientras que en la atribución de causas
inestables podría pensar "siempre que me hagan un examen así me
desanimar.

Según afecten a la totalidad o parcialidad de las causas tenemos causas


globales, cuando se atribuyen a la totalidad de la situación, o causas
específicas, cuando se refieren a un aspecto parcial de la situación. Para ver
una aplicación práctica de estos estilos atribucionales, podemos verificar que
una persona con un estilo atribucional depresivo, que tenga una baja
autoestima y que tienda a padecer estados emocionales de desanimo
tenderá a realizar atribuciones internas, estables y globales.

Capítulo 6:
El desarrollo emocional

El reconocimiento de las emociones

El desarrollo emocional sigue paralelo al desarrollo cognitivo y moral. El


aprendizaje emocional tiene lugar en los primeros meses de la vida del niño,
ya que éste es capaz de expresar y discriminar con solo tres meses las
emociones de alegría, ira, miedo, sorpresa, desagrado y tristeza.

Ekman y Friesen, autores de la obra Expresiones prototípicas de las


emociones universales (1982), describieron un sistema de códigos para
permitir a los observadores registrar y codificar cualquier cambio visible de la
musculatura facial de los bebés. Se trataba de un catálogo que contiene 58
características o movimientos diferentes, algunos de los cuales están
asociados a una emoción concreta. (Podemos observar una muestra de este
catálogo en el apartado de Características conductuales, expuesto
anteriormente).

Estos sistemas sobre el desarrollo de la expresión emocional han desvelado


dos incógnitas que desarrollaré a continuación.

- Los bebés producen expresiones faciales diferentes que se pueden


discriminar ente sí.

- Es probable que exista un vínculo directo entre determinados estados


emocionales y ciertas expresiones faciales.

Respecto a la primera afirmación, Carroll Izard, autor de la obra Measuring


emotions in infants and children (1982), llevó a cabo un estudio en los años
80. Realizó grabaciones de bebés que tenían entre uno y nueve meses en
diversas situaciones: mientras jugaban con su madre, mientras se les ponía
una inyección, cuando se les acercaba un extraño, etc. y preparó una
colección de diapositivas que mostraba ejemplos representativos de varias
emociones: alegría, tristeza, sorpresa, interés, miedo, etc. Después pidió a
unos jueces que estudiaran las grabaciones e identificaran la emoción que se
desprendía de cada una de ellas. El porcentaje de respuestas correctas fue
bueno, entre el 81 por ciento de aciertos en el caso de la alegría y un mínimo
del 37 por ciento en el caso del asco. Este estudio demostró que los niños
pueden producir expresiones faciales discretas e identificables.

En otros experimentos se expone a los bebés a una situación que puede


provocar una emoción determinada y posteriormente se estudia con
detenimiento su expresión facial. Estas pruebas han demostrado que lejos de
ser movimientos aleatorios, las expresiones faciales de los bebés están
asociadas, de un modo psicológicamente significativo, a los sucesos
inmediatamente precedentes.

Los resultados de estos experimentos eran alentadores, pero no lo


suficientemente concluyentes. Aparecía como crítica la cuestión de si los
bebés estarían mostrando sólo expresiones faciales globalmente positivas y
negativas, y no las expresiones faciales discretas postuladas por Ekman y
anteriormente por el mismo Darwin. En estudios posteriores se ha
diferenciado entre dos emociones negativas clave: el enfado y la angustia. El
enfado, causado por una frustración, se provocaba en niños de siete meses
dejándoles chupar un mordedor durante unos segundos y retirándoselo
posteriormente. Los niños juntaban las cejas y aparecía una línea vertical en
medio, los párpados se tensaban y la boca se comprimía o adoptaba una
configuración cuadrada. La expresión de ansiedad de los bebés se estudió
mientras se les administraba una dolorosa inyección a niños de entre dos y
ocho meses. Según la obra Los niños y las emociones, de Paul L. Harris, la
reacción de ansiedad descrita por Izard coincide con la descrita por el
mismísimo Darwin, según la cual los ojos están cerrados con firmeza, tanto
que la piel de alrededor está arrugada y la frente se contrae frunciéndose. La
boca está muy abierta con los labios retraídos de un modo peculiar, lo cual los
hace adoptar una forma más o menos cuadrada, dejando entrever las encías
y los dientes.

Respecto al segundo punto, la universalidad de las expresiones faciales no


determina en sí misma su innatismo, ya que es posible que los niños de
cualquier parte del mundo aprendan a reproducir lo que constituye un
código universal de expresión de emociones discretas. Pero, el hecho de
que los bebés en sus primeros meses de vida produzcan expresiones
emocionales adecuadas y perfectamente diferenciadas sugiere la posibilidad
de que exista un vínculo directo, no aprendido, entre los estados
emocionales y las expresiones faciales.
La obra de Paul L. Harris señala que, tal y como expuso Darwin en su
investigación, los bebés no solo produce expresiones faciales de forma
innata, sino que el reconocimiento y la reacción a éstas también es innato.

Darwin, científico británico creador de la teoría de la Evolución de las


especies y autor del artículo "The expression of the emotions in man and
animals" en 1872, describió que cuando su hijo de seis meses vió a su niñera
fingiendo que lloraba, su cara adoptó instantáneamente una expresión
melancólica, con las comisuras de la boca muy deprimidas.

A continuación expondré dos estudios sobre la capacidad de los bebés para


reconocer diferentes expresiones emocionales presentadas en la obra de
Paul L. Harris. En el primer experimento (Caron y Miréis, 1982) se
presentaron fotografías de cuatro mujeres diferentes que expresaban una
misma emoción a niños de entre cuatro y siete meses. A medida que
trascurría la sesión, los bebés prestaban menos atención a las fotografías,
pero al presentar una imagen de una mujer con una nueva expresión (es
decir alegría para los que habían visto la expresión de tristeza y viceversa) los
bebés mayores respondían con un aumento de atención. El cambió de
emoción, por tanto, renovaba el interés de los niños mayores.

El segundo estudio demuestra una nueva capacidad de los bebés. No sólo


tratan diferentes versiones de la misma expresión facial como si
pertenecieran a la misma categoría, sino que también se percatan de que
una expresión determinada va asociada a un tono de voz concreto. Arlene
Walker-Andrews en 1986 mostró dos películas de forma simultánea a bebés
de siete meses. En una aparecía una cara con una expresión de enfado y en la
otra un rostro alegre. Al mismo tiempo, los niños escuchaban una banda
sonora con una voz de alegría o de enfado. Los bebés tendían a mirar la cara
a la que correspondía la voz por asociación, miraban la cara alegre si la voz
que oían era la de alegría y viceversa.

Asimismo, el hecho de que los bebés puedan agrupar las diferentes


manifestaciones de una emoción determinada (aun cuando se apliquen
modalidades y personas diferentes) no nos permite concluir que reconocen
que una expresión concreta conlleva una emoción específica. Para estudiar el
significado que los bebés atribuyen a una determinada expresión emocional
es fundamental la comparación de las reacciones espontáneas de los bebés
ante dos emociones diferentes, tal y como hizo el propio Darwin. Al
responder los bebés de forma distinta a una expresión de enfado frente a
otra de alegría, debemos concluir que deben interpretar a su manera el
significado de esas emociones.

Evolución de la emocionalidad

De la obra Infancia y aprendizaje (1989) se puede extraer este cuadro


resumen de las expresiones faciales durante la infancia y como reconocerlas
El fenómeno de la Referencia social.

Según la obra de Paul. L Harris, la función informativa que tiene la expresión


emocional de un adulto para un niño recibe el nombre de Referencia Social.
Un bebé se encuentra indefenso ante el entorno que le rodea y es incapaz de
comprender por sí mismo si las cosas o personas que se encuentra a su paso
pueden ejercer una influencia negativa o positiva sobre él. El primer
mecanismo educativo de los padres o cuidadores es, sin duda, la
comunicación a través de expresión emocional. Un ejemplo ayudará a
clarificar esta cuestión: un padre y su bebé se encuentran con un extraño.

El padre saluda al extraño de forma positiva, con una sonrisa y un tono de


voz alegre. Informado por la actitud emocional de su padre, el bebé puede
mostrar una disposición mayor de lo normal a aproximarse al extraño. Un
estudio realizado por Mary Klinnert (1984) demostró que los bebés, hacia los
doce meses, no sólo responden de un modo apropiado a una expresión
emocional inserta en un diálogo social, sino que, además, se guían por la
expresión emocional del adulto para dirigir sus conductas hacia los objetos y
acontecimientos del medio.

Según John Bowlby (1973) la conducta del bebé está organizada en base a
dos sistemas distintos: el sistema de apego, que garantiza el mantenimiento
de contacto entre el niño y la madre o cuidadora, y el sistema exploratorio,
que orienta la investigación de los objetos novedosos en el entorno
inmediato. De acuerdo con estas dos necesidades del bebé, se debe concebir
la expresión facial del adulto como una señal que activa o inhibe el sistema
exploratorio. Esta interpretación nos permite explicar el comportamiento del
bebé frente a un juguete nuevo. Animado por la expresión positiva de la
madre, el niño explorará confiado el objeto, mientras que inhibido por la cara
de temor o enfado de su cuidadora, vacilará o permanecerá inmóvil.

Los estilos afectivos

Los estilos afectivos sintetizan un conjunto de rasgos emocionales que


poseen cierta estabilidad como respuesta a una situación determinada. Estos
rasgos se perfilan en la infancia y acompañan al sujeto a lo largo de su
trayectoria vital. Según un estudio del año 2000, llevado a cabo por Mª J.
Cantero, F. López y R. Melero, sobre la evaluación del apego en niños (Actas
del IX Congreso INFAND 2000. Infancia y adolescencia. Universidad de Cádiz).
Se pueden diferenciar cuatro estilos afectivos:

- El apegado seguro. Su comportamiento afectivo se caracteriza por mostrar


curiosidad por lo que le rodea y tener confianza en si mismo y en los demás.
Es sociable, autónomo y posee un elevado nivel de autocontrol. Muestra una
buena capacidad de adaptación a las diferentes situaciones y circunstancias.

- El apegado ambivalente Manifiesta inseguridad en su comportamiento, se


queja habitualmente del comportamiento de los demás, es dependiente y
posee una escasa habilidad de autocontrol. Tiene dificultades para explorar y
afrontar las situaciones novedosas y posee un autoconcepto más negativo.

- El apegado alejado Rehuye las relaciones interpersonales, es


exageradamente autosuficiente, frío y distante, se excede en el autocontrol.

- El apegado temeroso Necesita relacionarse con los demás, pero teme


hacerlo y se aísla. Posee un bajo autoconcepto.
Capítulo 7

Los estados emocionales negativos

Las emociones negativas producen una alteración del estado de ánimo.


Según la obra de Antonio Vallés, Inteligencia emocional. Aplicaciones
educativas (2000), desde el punto de vista neuro anatómico las emociones
negativas, y en especial las extremas, parecen evitar la parte pensante del
cerebro (la corteza) y actúan en el centro de control emocional (la amígala).
Son más fáciles de evocar que las emociones positivas y, según la ley de la
asimetría hedónica de Fridja (1988), tienen una duración mayor, de unos 110
minutos de media aproximada, en comparación con los 40 minutos de las
emociones placenteras.

El hecho de que existan emociones negativas no implica su negación, aunque


es preciso que el individuo se desembarace de ellas aceptándolas,
afrontándolas y superándolas. Se recurre a la expresión de la emoción
negativa de la manera más saludable posible para que no afecte ni al propio
sujeto ni a su entorno más inmediato. La obra de Vallés describe emociones
negativas tales como: la ira, el miedo, la ansiedad, la tristeza, la vergüenza, la
aversión, la posesividad, la venganza y la avaricia, entre otras. A continuación
me centraré en una emoción negativa que todo sujeto ha experimentado en
alguna ocasión: los celos.

Los celos, denominados también celotipias, constituyen un sentimiento


generalizado de envidia y resentimiento hacia otra persona que es
considerara como una posible rival. El comportamiento cognitivo de una
persona celosa es sumamente fabulador, imaginando situaciones y
comportamientos de otras personas de manera errónea. En este estado
afectivo, la persona siente angustia ante la posibilidad real o ficticia de que
un rival le arrebate el objeto de su amor, apego, etc. El origen de los celos
se encuentra en una necesidad compulsiva de recibir atención, de ser
considerado por la persona afectivamente próxima y ser el centro único de
referencia para los demás. Los celos que escapan al dominio personal
provocan un estado cognitivo y afectivo caracterizado por: la ausencia de
reflexión y análisis lógico-racional de los acontecimientos, actitudes
tiránicas, quejas injustificadas, desconfianza respecto a la persona en
cuestión y chantajes emocionales.

El origen de los celos patológicos puede encontrarse en deficiencias de la


autoestima, en distorsiones cognitivas por interpretaciones erróneas, en la
inseguridad personal y el déficit de control emocional.
Capítulo 8:

Los estados emocionales positivos

Los estados emocionales positivos proporcionan al sujeto que los


experimenta una sensación de bienestar.

Bárbara Fredrickson ha abierto una línea de investigación centrada


específicamente en las emociones positivas y en su valor adaptativo.
Recientemente ha planteado la Teoría abierta y construida de las emociones
positivas, (Broaden and build theory of positive emotions. Fredrickson, 1998-
2001), que sostiene que emociones como la alegría, el entusiasmo, la
satisfacción, la complacencia, etc., aunque fenomenológicamente son
distintas entre sí, comparten la propiedad de ampliar los repertorios de
pensamiento y de acción de las personas y de construir reservas de recursos
físicos, intelectuales, psicológicos y sociales disponibles para momentos
futuros de crisis. Experimentar emociones positivas es siempre algo
agradable y placentero a corto plazo y para esta autora, además, tendría
otros efectos beneficiosos más duraderos, en la medida en la que ello
prepara a los individuos para tiempos futuros más duros. A continuación me
centraré en el amor como ejemplo de emoción positiva y gratificante.

El amor es un estado emocional que se caracteriza por el denominado


vínculo de enamoramiento o atracción hacia otra persona. En palabras de
Cristóbal, el amor es el vínculo que mantiene unidos los elementos de la
red o entramado social. También se considera el amor como el estado
emocional a partir del cual se generan otros estados afectivos como la
cordialidad, el afecto, la compasión, la generosidad, etc. Bisquerra, por su
parte, señala diversos tipos de amor: amor maternal, amor erótico, amor
apasionado, amor de compañero, amor fraterno, amor al prójimo, amor a
la patria, etc. En resumen, es un elemento afectivo de vinculación, que
condiciona otros estados emocionales positivos o negativos.
Capítulo 9:

La inteligencia emocional

El concepto Inteligencia emocional

Según Daniel Goleman, autor del Best-seller titulado Inteligencia emocional


en 1995, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer nuestros
propios sentimientos, los sentimientos ajenos, motivarnos y manejar
adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros
mismos. Este concepto, que engloba habilidades muy distintas, se diferencia
de la inteligencia propiamente dicha, es decir, de la capacidad
exclusivamente cognitiva. Por lo cual, puede ser que sujetos muy capacitados
intelectualmente carezcan de inteligencia emotiva.

Howard Gardner, creador de la obra Inteligencias múltiples: la teoría en la


práctica (1995), es autor del modelo llamado "inteligencia múltiple" y fue el
primer teórico del campo de la inteligencia que señaló la diferencia existente
entre las capacidades intelectuales y las emocionales. Él se refirió por
primera vez a aspectos como la inteligencia personal, el conocimiento del
propio mundo interno o la inteligencia social.

Los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, autores del libro Emotional
development and emotional intelligense (1993),propusieron en la década de
los 90 una teoría que tenia en cuenta la inteligencia emocional y definieron el
concepto como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno
mismo y de los demás y utilizarlos como guía del pensamiento y la acción.
Goleman realizó una adaptación de esta teoría en la que propuso cinco
habilidades emocionales y sociales básicas, que intentaré resumir a
continuación.

Daniel Goleman nos habla de la conciencia de sí mismo, como la capacidad


que el sujeto tiene para saber que está sintiendo en un determinado
momento y de utilizar sus preferencias para guiar su toma de decisiones,
basada en una evaluación realista de sus capacidades y en una sensación de
confianza en sí mismo.
Goleman trata de la autorregulación, necesaria para que cada sujeto sea
capaz de controlar sus emociones y evitar que estas interfieran de forma
negativa en el desarrollo de la tarea que se esté llevando a cabo en el
momento. El sujeto ha de ser consciente y demorar las gratificaciones en su
búsqueda de objetivos.

En tercer lugar, el autor se refiere a la motivación. Expresa la importancia de


utilizar nuestras preferencias más profundas para encaminarnos hacia
nuestros objetivos, ayudarnos a tomar iniciativas, ser más eficaces y eliminar,
a pesar de los contratiempos, las frustraciones que se presenten.

Posteriormente, Goleman nos habla de la empatía, necesaria para darse


cuenta de lo que están sintiendo las otras personas y ser capaces de ponerse
en su lugar.

Por último, el autor se refiere a las habilidades sociales para usar de forma
adecuada las emociones en las relaciones, interpretando adecuadamente las
situaciones y las redes sociales. Nos habla de interactuar fluidamente y
utilizar estas habilidades personales para persuadir, dirigir, negociar, resolver
disputas, cooperar y trabajar en equipo.

Bases Neuroanatómicas del sistema emocional

El cerebro actúa en la expresión y el control de las emociones. La


denominada parte emocional del cerebro se encuentra localizada en el
sistema límbico, que presenta una clara vinculación con la corteza cerebral,
que es la parte que controla el pensamiento. Según los estudios realizados
por LeDoux, autor de la obra Mind and brain. Dialogues in cognitive
neuroscience (1986), a la corteza cerebral o neocórtex se le atribuyen
funciones de metaconocimiento, es decir, la conciencia sobre los estados
emocionales que permiten al sujeto discernir, comprender y analizar por qué
se siente de un modo determinado. Por este motivo, es necesario "educar"
esta estructura cerebral y entrenarla para que gobierne de un modo
adecuado el sistema límbico.

Tal y como explica Daniel Goleman, el "cerebro pensante" actúa como


moderador del "cerebro emocional", pero existe escaso control inicial
respecto al momento que surge la emoción y, por tanto, el sujeto presenta
un reducido margen de maniobra sobre el tipo de emoción que le afecta.
El sistema límbico se encuentra alojado en los hemisferios cerebrales y se
encarga de regular las emociones y los impulsos. Incluye en hipotálamo,
dónde se produce el aprendizaje emocional. Es en esta cavidad donde se
almacenan los recuerdos emocionales. La amígdala es el centro de control
emocional. Cuando el sistema límbico y sus subestructuras afrontan una
situación amenazadora para el sujeto sin pasar por el "filtro" del cerebro
pensante, la corteza cerebral, se producen unas reacciones
desproporcionadas que se traducen en episodios de alteración personal y
momentos de crisis.

Durante la experimentación de sensaciones positivas, el cerebro libera


serotonina y endorfinas, que son substancias bioquímicas asociadas al
sentido del bienestar. Cuando hay más serotonina en el cerebro se produce
una disminución de la agresividad y la impulsividad. Esta sustancia se puede
estimular de manera natural a través de la sonrisa, con una dieta equilibrada,
practicando ejercicio físico frecuentemente o durmiendo lo suficiente.

Establecer caminos neuronales o conexiones intersinápticas entre la


amígdala y la corteza cerebral es un factor determinante para un buen
desarrollo emocional. Respecto a este tema, la obra La inteligencia
emocional. Aplicaciones educativas (2000) cita las investigaciones llevadas a
cabo por J. Kagan (autor del libro Discrepancys temperament and infant
distress, 1974). Este autor expone que en el caso de los niños con rasgos
estables de timidez su amígdala es fácilmente excitable, probablemente
debido a una predisposición heredada para mantener niveles elevados del
neurotransmisor norepinefrina que estimulan este centro de control del
cerebro emocional. En consecuencia no desarrollan caminos neuronales
entre la amígdala y la corteza (estructura cerebral pensante de los
contenidos emocionales).

Cuando se produce una lesión cerebral en el córtex, bien por traumas o por
lobotomías prefontales (ablación total o parcial de los lóbulos frontales del
cerebro) se producen comportamientos en el sujeto caracterizados por una
emocionalidad superficial, indiferencia, apatía e inestabilidad a los contextos
sociales. Este hecho demuestra la capacidad de discernimiento que posee la
corteza cerebral de acuerdo con los valores personales y sociales y las
motivaciones del individuo.
Para ser más exhaustivos, el sistema límbico, denominado también por su
función "cerebro emocional", lleva a cabo las siguientes funciones:

- Regula las emociones y los impulsos.


- Produce el aprendizaje emocional.
- Almacena los recuerdos emocionales.
- Facilita información entre el hipotálamo, la corteza cerebral y otras partes
del encéfalo.
- Transmite sensaciones de las necesidades humanas básicas: hambre, sed,
deseo sexual y sueño.

El dominio de uno mismo

El cerebro almacena la información recibida en diferentes regiones. La


"amígdala" es el lugar donde se concentran las emociones suscitadas por una
determina experiencia. De este modo, toda vivencia que haya despertado en
un sujeto una determinada reacción emocional, por más sutil que ésta sea,
parece quedar codificada en esta estructura en forma de almendra
denominada "amígdala" que almacena los sentimientos.

Los circuitos nerviosos ligados a la amígdala, especialmente los nervios


conectados con las vísceras, proporcionan al sujeto una respuesta somática,
que se traduce en una sensación visceral de alerta. La capacidad de
reconocer y entender estas reacciones subjetivas, según Daniel Goleman, va
consolidándose a medida que la persona en cuestión va acumulando nuevas
experiencias. El autor afirma que los jóvenes tienen menos intuiciones que
los adultos debido a su menor acumulo de vivencias. La expresión
clásicamente utilizada para referirse a este tipo de sensibilidad que nos
orienta es la de sabiduría.

Goleman en su obra La práctica de la inteligencia emocional (2001) cuenta


una historia real para ilustrar la importancia que adquiere la amígdala
cerebral a la hora de tomar decisiones, aunque estas sean poco relevantes. El
relato me pareció interesante para esclarecer el tema que nos acupa y a
continuación está reproducido íntegramente.

Antonio Damasio, neurólogo de la Universidad de Iowa, tuvo un paciente que


era un brillante abogado al que hacia pocos años se le había diagnosticado
un pequeño tumos en los lóbulos prefrontales. La intervención quirúrgica
destinada a solucionar el problema resultó todo un éxito, salvo que el cirujano
seccionó accidentalmente las conexiones nerviosas que conectaban los
lóbulos prefrontales con la amígdala, un hecho cuyas consecuencias casi
fueron tan sorprendentes como trágicas, porque si bien el paciente no parecía
experimentar ninguna deficiencia cognitiva, no solo era incapaz de seguir con
su trabajo, sino que acabó abandonándolo, divorciándose e incluso perdiendo
su casa.

En un determinado momento, el abogado solicitó la ayuda de Damasio, que


se quedó desconcertado al descubrir que, según los primeros exámenes
neurológicos realizados, todo parecía perfectamente normal. Pero cierto día
se dio cuenta de que al formular al paciente la sencilla pregunta "¿cuándo
tendremos nuestra próxima cita?", su paciente se perdía en todo lujo de
detalles acerca de los pros y contras que tenía cada una de las posibles horas
en que podían concertar la cita durante las dos próximas semanas, sin poder
llegar a decidir cuál sería el momento más adecuado.

Entonces fue cuando Damasio se percató del verdadero problema de su


paciente, que no parecía tener sensación alguna de sus pensamientos y, en
consecuencia, carecía de preferencias al respecto. (Texto extraído de la obra
"La práctica de la inteligencia emocional" de Daniel Goleman. Pág. 80-81).

Goleman afirma que nuestra mente no está organizada como un ordenador


que pueda facilitarnos una copia impresa de los argumentos racionales a
favor y en contra de una determinada decisión, basándose en todas las
ocasiones anteriores en que hayamos experimentado una situación similar.
En lugar de esto, el cerebro se sirve del "poso emocional" que han dejado
dichas experiencias previas y propicia una respuesta en forma de intuición o
de sensación visceral.

Estas sensaciones subjetivas acompañan al sujeto durante toda su trayectoria


vital, porque, del mismo modo que se produce una corriente continua de
pensamientos también existe una afluencia continua de sentimientos al
respecto. La noción de que exista una racionalidad ajena a los sentimientos
es, según el autor que nos ocupa, no es más que una ficción. El pensamiento
y el sentimiento conviven estrechamente unidos, y en consecuencia
albergamos sentimientos sobre todo lo que hacemos, pensamos o
imaginamos.
La intuición y las sensaciones viscerales constituyen un índice de nuestra
capacidad para captar los mensajes procedentes de nuestro almacén interno
de recuerdos emocionales. Existen tres competencias emocionales básicas y
cada una de ellas presenta un prototipo de carácter que aparece resumido en
el cuadro que podemos observar a posteriori. Dicha información está
extraída de la obra La práctica de la inteligencia emocional (2001) de D.
Goleman.

Capítulo 10:
Conclusión

Este último apartado no pretende repetir lo expuesto anteriormente,


simplemente es un breve resumen de los puntos temáticos que me han
parecido más relevantes.

En primer lugar, destacar que las emociones son resultado de la evaluación


subjetiva de la información, recibida por los estímulos, por parte de cada
sujeto. Resaltar que no hay dos personas que sientan de la misma manera,
del mismo modo que no existen dos sujetos que procesen la información
recibida del mismo modo.

Es interesante ver como la emotividad de los sujetos es perfilada ya des de la


infancia y como el desarrollo emocional es responsable de la creación de los
denominados "estilos afectivos", que acompañaran al individuo durante toda
su trayectoria vital. En este contexto, me ha parecido interesante el valor
comunicativo, referencial y educativo que adquieren las expresiones faciales
en los bebés.

Otro aspecto a destacar es el hecho de que la experimentación de emociones


positivas beneficie a los sujetos, ampliando su pensamiento y construyendo
"reservas" de recursos físicos, que previenen la aparición de enfermedades, y
de recursos intelectuales, psicológicos y sociales.

Es interesante entender que establecer caminos neuronales o conexiones


intersinápticas entre la amígdala y la corteza cerebral es un factor
determinante para un buen desarrollo emocional, ya que de esta manera el
sujeto "entrena" la parte pensante del cerebro para responder
adecuadamente a las emociones. Es en este contexto donde debemos
interpretar el concepto "inteligencia emocional" de Daniel Goleman. Esta
cualidad, que no tiene nada que ver con las facultades intelectuales, se
caracteriza por el reconocimiento de las emociones propias, la confianza
personal, el autocontrol emocional y la empatía para hacer más satisfactorias
las relaciones sociales.

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