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ANDRÉS EL MESAJERO DE JESÚS

En una pequeña aldea, perdida entre colinas cubiertas de verde exuberante, vivía un
hombre llamado Andrés. Su vida transcurría entre las labores del campo y las noches
estrelladas que contemplaba desde la puerta de su modesta casa. Andrés era conocido
por su corazón generoso y su disposición a ayudar a los demás.
Una tarde, mientras trabajaba en su huerto, sintió una presencia especial. El sol
iluminaba el cielo con tonos cálidos y, de repente, una paz indescriptible llenó el aire.
Andrés miró hacia arriba y vio una figura luminosa, rodeada por una aura
resplandeciente. Era Jesús, con ojos llenos de compasión y amor.
"Ven a mí, Andrés", resonó la voz suave y reconfortante. "He visto tu corazón generoso
y tu voluntad de ayudar a los demás. Tengo un propósito especial para ti".
Andrés, asombrado y humilde, se arrodilló. Jesús le habló de la importancia de amar a
los demás, de ser una luz en el mundo y de compartir el mensaje de la esperanza. Le
dijo que, a través de sus acciones y palabras, podría transformar la vida de aquellos
que lo rodeaban.
Desde ese momento, Andrés se dedicó por completo a seguir el llamado de Jesús.
Abandonó sus ocupaciones cotidianas y se convirtió en un mensajero de amor y
compasión. Recorría los caminos, llevando palabras de aliento y realizando actos de
bondad. Su humildad y entrega inspiraban a quienes lo conocían.
A medida que pasaba el tiempo, la pequeña aldea experimentó un cambio notorio. La
gente comenzó a vivir de manera más compasiva y solidaria. Andrés se convirtió en un
faro de esperanza, recordándoles constantemente el llamado de Jesús a amar y servir.
Cuando su vida terrenal llegó a su fin, Andrés partió con la misma paz que había
experimentado aquel día en su huerto. Dejó un legado de amor y servicio que perduró
en la memoria de la aldea, y la luz que Jesús le había confiado siguió brillando en los
corazones de aquellos a quienes tocó con su vida.

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