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SÓCRATES

Enrique Llovet
1972-1973

REPARTO: PLATÓN; CRITÓN; LICÓN; FEDÓN; EUTIFRÓN; MÉLETO;


SIMMIAS; ARCONTE; ANITOS; SÓCRATES
ACTO ÚNICO
Una gran caja deslumbrada de luz. Varios cubos que compondrán
diversos espacios a muñera de estrados. El del centro, un poco más
elevado, será el del Arconte Basileo, que presidirá el juicio. A la
izquierda, un poco más bajo, "bema" o plataforma de los acusadores. A
la derecha, a la misma altura, la "antibemu" o estrado del acusado.
El "Consejo de los 500" da frente a la escena. Es decir, los espec tadores
ocupan el lugar teórico de los jueces, y a ellos, directa mente, se
dirigen cuantos hablan.
Los narradores se alinean ante la batería. Sin inclinarse ni hacer ningún
gesto de saludo, hablan directamente al público.

NARRADOR I.- En el año Trescientos noventa y nueve antes de Cristo un


hombre fue juzgado en Atenas por decir lo que pensaba.
NARRADOR II.- Se llamaba Sócrates y...
NARRADOR III.- Era hijo de un escultor y una comadrona.
NARRADOR IV.- Casado y padre de tres hijos...
NARRADOR V.- El juicio de Sócrates abre un terrible prólogo a la aventura
de la conquista de la libertad del hombre.
NARRADOR VI.- Aún no alcanzada dos mil trescientos setenta y dos años
después...
NARRADOR VII.- Mis compañeros y yo, debidamente autorizados, como es
lógico.
NARRADOR VIII.- Vamos a representar los pasajes críticos de ese momento
histórico.
NARRADOR IX.- Documentado por Platón, Jenofonte y Diógenes Laercio.
NARRADOR X.- La luminosa mañana en que comienza nuestra acción es
también la del negro día en que, para vergüenza de todos, se inauguró el largo
y doloroso proceso de la humillación del hombre.

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NARRADORES.- (juntos)
Alzo mi grito de terror y angustia. Miro a mi alrededor la desgracia que
me espera.
Ya estoy desamparado. Un miedo insoportable domina el mar y la tierra.
¿Se puede poner un muro al oleaje de los hombres?
Hágalo quien sepa colocar un dique ante el terrible mar embravecido.
Humano es para el hombre el infortunio. Pero la fuerza luchará contra la
fuerza y la injusticia contra la injusticia.
La escuela de la vida es el dolor. Con él nos hacemos sabios... Sin
embargo...
¿Qué hombre, qué ciudad puede avanzar hacia la dicha si se vilipendia la
justicia y se olvida la razón?
LICON.- Nadie. Somos los primeros...
MÉLETO.- Puede que nuestro hombre se haya perdido... ¡Es tan raro!... A
veces se pasa el día entero en el mismo sitio...
ANITOS.- (pensativo) Hoy... Hoy no se perderá...
MÉLETO.- Ni señal del «maestro»...
LICON.- (Despectivo) ¡No se atreverán a distraerle!... Debe estar discutiendo
con Platón cuántas veces su longitud puede saltar una pulga...
ANITOS.- (Seco) ¡No se burlen!... Un hombre que inocula gratis su veneno es
un hombre peligroso... Vamos a nuestro sitio...
(MÉLETO, ANITOS y LICON suben a la «bema». Entran en actividad los
discípulos de SÓCRATES: SIMMIAS, CRITÓN, FEDON y PLATÓN.)
SIMMIAS.- Aquí tampoco está.
CRITÓN.- No.
FEDON.- ¿Vendrá?
SIMMIAS.- Hoy va a ser un mal día, Platón... Nos vamos a arrepentir de haber
nacido...
PLATÓN.- No. Va a ser un día triste, pero con todo yo me alegro de estar
aquí... Como me alegro de ser hombre y no bestia... De ser griego y no
extranjero... Y me alegro, sobre todas las cosas, de haber vivido en el tiempo
de Sócrates...
CRITÓN.- ¿No se podría negar la competencia del Arconte? Hay una
amnistía...
FEDON.- Mira esos... (ANITOS clava la mirada en MÉLETO. Habla con
severidad)
ANITOS.- No es preciso que le ofendas, Méleto... Porque puede ser un
hombre honrado... ¡Aunque sea el peor de todos los sofistas!... (Pausa.
ANITOS tiene un ligero sobresalto.) ¡Ahí está! (Avanza SÓCRATES.
Tranquilo, sereno, despacio. Con su eterna túnica remendada y sus pies
descalzos.)

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NARRADORES.- (juntos)
Ya no quedará encadenada la lengua de los mortales.
Libre es ya la voz de hablar cuanto quiera.
Tal como obras será tu recompensa. La tuya, la de tus hijos y la de tu
casa.
La Ley es igual para todos. Solo los dioses juzgarán Jo justo.
¡Que no se confundan los vencedores con los vencidos!
Sus voces son distintas y distintos sus destinos.
(Los discípulos rodean con afecto a SÓCRATES)
FEDON.- Has tardado...
SIMMIAS.- Fuimos a buscarle.
PLATÓN.- ¿Dónde estabas?
SÓCRATES.- Dando un paseo...
GUITÓN.- ¿Por el campo?
SÓCRATES.- No, Critón... Por el mercado... Los árboles no me enseñan nada;
pero las gentes...
CRITÓN.- (Impulsivo.) No tengas miedo, Sócrates.
SÓCRATES.- (Asombrado) ¿Miedo?
CRITÓN.- La acusación de Méleto no tiene ninguna base... Lo de los dioses es
un poco más serio, pero nunca se ha matado a nadie en Atenas por
«desviaciones» religiosas... He hablado con el Arconte...
SÓCRATES.- (Con una sonrisa.) Ni las manos, ni la vista, ni las orejas, ni los
pies superan el servicio que puede hacernos un buen amigo...
FEDON.- (Con ternura) He comido sin ganas.
SÓCRATES.- (Burlón) Pues hay un buen remedio para que eso no se repita...
FEDON.- Que te absuelvan pronto y que acabemos cuanto antes...
SÓCRATES.- (Denegando con la cabeza) Comer menos...
SIMMIAS.- No te burles...
SÓCRATES.- No me burlo... Hay muchas veces que la inteligencia se
equivoca sólo porque el cuerpo está mal dispuesto...
FEDON.- Es que tengo miedo, Sócrates... Y te quiero mucho...
SÓCRATES.- (Dulce) Yo también te quiero... Por eso... ¿No viste que los que
solo desean un cuerpo están siempre repudiando sus costumbres?... En cambio,
el amor que se funda en el carácter es una dulce y voluntaria necesidad...
PLATÓN.- Además, el carácter no se marchita nunca...
(SÓCRATES se desprende con suavidad del brazo de FEDON)
SÓCRATES. — (Serio) El amor es un deseo y hay que guiarlo hacia lo
razonable... El amante siempre hiere al amado... Busca la pasión como un
alimento... Me parece... Me parece que los hombres quieren a los muchachos
como quieren los lobos a los corderos... (Se acerca EUTIFRON. Es tonto,
vanidoso, suficiente. Interrumpe a SÓCRATES sin respeto alguno por la
conversación que está manteniendo.)

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EUTIFRÓN.- (Interrumpiendo) ¿Qué haces aquí, Sócrates, en vez de estar en
el Liceo? ¿Tienes algún juicio pendiente? (Los discípulos asumen el papel de
SÓCRATES. Es decir, cuando se indique «SÓCRATES 1.°» habla CRITÓN;
como «SÓCRATES 2.º» actúa SIMMIAS; FEDON será el «SÓCRATES 3.º», y
PLATÓN, el «SÓCRATES» 4.°)
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN) (Amable.) Un proceso.
EUTIFRÓN.- Será contra ti. No le creo capaz de acusar a otro.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- Contra mí.
EUTIFRÓN.- ¿Quién te acusa? (SÓCRATES, señalando el lugar de los
acusadores.)
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Míralo... Ese hombre joven y... desconocido... Se
llama Méleto... No sé quién es...
EUTIFRÓN.- ¿De qué te acusa?
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- De una cosa nada despreciable... Según dice,
sabe quién corrompe a los jóvenes y cómo...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Debe ser un sabio... Ha descubierto mi
ignorancia, que es la que seguramente me hace pervertir a la juventud y viene
a acusarme ante la ciudad como ante una madre.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- La verdad es que es el único que comienza
bien su carrera política, porque ¿no es lógico empezarla ocupándose de los
jóvenes y continuarla preocupándose por los de más edad?
EUTIFRÓN.- Yo suelo ver lo contrario... En fin..., ¿qué es lo que tú haces,
según él, exactamente?
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Según él invento nuevos dioses porque no creo
en los antiguos...
EUTIFRÓN.- Una calumnia, pero... La gente siempre mira con malos ojos a
los hombres como nosotros... Claro que no importa... Nuestro deber intelectual
es seguir adelante...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- No importa si... Si solo se burlasen de
nosotros... A los atenienses les molestan muy poco los sabios...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Pero se indignan bastante con los profesores...
EUTIFRÓN.- Espero que no me den ocasión de saberlo...
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- No creo... Además, tú te puedes esconder,
Eutifrón; pero yo...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Digo todo lo que sé al primero que se me acerca.
Y además gratis...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- No; si solo quisiesen reírse de mí, vendrían de
muy buen humor a este Tribunal... Pero si me toman en serio...
EUTIFRÓN.- (Frívolo) ¡Verás cómo no pasa nada!... Yo, en cambio... (Al oír
el rumor de los jueces que llegan, CRITÓN, nervioso, interrumpe la
conversación de SÓCRATES.)
CRITÓN.- Ya están ahí los Jurados... Por favor, Sócrates, deja ese tema y

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piensa un poco en tu defensa...
SÓCRATES.- (Suave) ¿No crees que he pasado mi vida entera ocupándome de
ella?
CRITÓN.- ¿Tu vida entera?
SÓCRATES.- Sí. He vivido sin cometer ninguna injusticia. ¿Qué más defensa
quieres? Además, amigo, hay algo, que no quiero ni pensar... Si me vuelvo tan
odioso a los jueces solo por exponer mis ideas, prefiero morir a rogar
servilmente por mi vida... De todas maneras, allá voy... (Un discípulo intenta
ayudarlo y SÓCRATES le rechaza.) ¡No me ayudes!... No me gusta apoyarme
más que en mis propios pies... Ni la justicia ni... el Estado se pueden construir
con muñecos... (SÓCRATES sube a la «antibema». Ahora se le puede ver bien.
Hay un movimiento de expectación en la multitud.)
MÉLETO.- ¿Dónde están su mujer y sus hijos?
LICON.- No los ha traído. Ni un abogado.
MÉLETO.- Lisias me ha dicho que ha rechazado su defensa... Es un loco...
ANITOS.- Un loco, no... De loco no tiene nada... Solo..., solo un majadero...
(Los amigos de SÓCRATES se sientan juntos, sin perderle de vista. CRITÓN y
PLATÓN están en el centro. Entra el ARCONTE BASILEO y ocupa el cubo
central, extiende las manos con las palmas hacia arriba)
ARCONTE.- ¡Febo, Apolo de Pitia!... Líbrame de nuestros errores en el día de
hoy para que reine la paz en la ciudad do Atenas... Acoge estas ofrendas y
acepta nuestras súplicas... El jurado está bien dispuesto, porque sabe que eres
el mejor amigo de nuestro pueblo. ¡Maldito quien engañe al Consejo, al pueblo
o a la Asamblea de Atenas! (Se sientan todos)
PLATÓN.- (a CRITÓN) Como dijo Tucídides, esta es «la democracia de la
laringe».
ARCONTE.- (leyendo) Ha quedado registrada la siguiente acusación de
Méleto, hijo de Méleto, de Pito, contra Sócrates, hijo de Sofronisco, de
Alopeke: «Sócrates es reo de crimen al no adorar a los dioses que la ciudad
adora y al pretender en cambio introducir novedades en los temas divinos.
También es reo del crimen de corrupción de la juventud. Se pide para Sócrates
la pena de muerte.» (El ARCONTE levanta la vista y mira a los acusadores)
Su depósito quedará confiscado, no asistirán a templos, Tribunales o
Asambleas si una quinta parte de los miembros del Jurado o sea, cien jueces
por lo menos, no vota a favor de la acusación. (El ARCONTE mira a
MÉLETO.) ¿Juras decir la verdad?
MÉLETO.- Juro. Que los dioses me castiguen si no lo hago. (El ARCONTE se
dirige a SÓCRATES)
ARCONTE.- ¿Juras decir la verdad?
SÓCRATES.- juro. (El ARCONTE hace una señal)
ARCONTE.- ¡Silencio!... Habla Méleto, acusador... (MÉLETO se seca la
frente. Tiene a su derecha a LICON y a su izquierda a ANITOS. Se incorpora

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y mira a los jurados. Hay un gran silencio. La «Clepsidra» comienza a gotear)
MÉLETO.- Méleto, hijo de Méleto, acuso bajo juramento a Sócrates, hijo de
Sofronisco, del demo de Alopeke, de no reconocer a los dioses de la ciudad e
intentar sustituirlos por otros nuevos. Es igualmente culpable de corromper a
los jóvenes... Pido la pena de muerte... Mis fundamentos están expuestos en el
acta de acusación que todos conocen. Anitos y Licon les recordarán las líneas
generales...
ARCONTE.- Anitos... Habla Anitos por la acusación... (Vuelve a gotear el
reloj de agua.)
ANITOS.- No sé si Sócrates merecía estar aquí... Pero ya que ha comparecido
ante ustedes, jueces, es necesario que muera... Atenienses: si le dejan libre
corromperá a sus hijos y los perderán... Él les dirá que solo les enseña la
virtud... No le crean... Es un magnífico orador... Porque la virtud no ha
corrompido nunca a nadie... Lo que corrompe, y esa es la tarea de Sócrates, es
hacer que quienes le oyen contemplen con aire de superioridad el orden
establecido por las leyes... Esas son, jueces, las teorías que hacen a los jóvenes
despreciar el sistema y los vuelven violentos...
SÓCRATES.- ¿Qué dices, Anitos? Eso sería forzar a la juventud...
Violentarla... Y todo ser violentado nos odia, como a ladrones que somos...
Solo el convencido nos ama, porque en efecto merecemos su agradecimiento...
ANITOS.- Con Sócrates convivieron dos hombres que trajeron muchos males
a la ciudad: Critias y Alcibiades. Es decir, el mayor ladrón, el mayor asesino
de nuestros gobernantes de la oligarquía y el peor libertino, el más insolente, el
más duro de nuestros dirigentes demócratas... (CRITÓN se pone en pie
rápidamente. Es el amigo de SÓCRATES de mas edad y habla de lo que sabe)
CRITÓN.- No. Critias y Alcibiades eran unos ambiciosos que se apartaron de
su compañía para hacer política. Justamente porque se consideraban superiores
no lograron nunca convencer a Sócrates.
ANITOS.- Sócrates no debía enseñar política...
SÓCRATES.- Es un deber de los maestros enseñar la práctica de la ciencia
que explican...
ANITOS.- Después de la represión de los Tiranos dijo Sócrates que le parecía
raro que se considerase buen pastor aquel que cada vez tenía menos bueyes y
más flacos..., y más raro aún que un político..., etcétera... Fue entonces cuando
llamaron a Sócrates y le enseñaron la ley...
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- (Rememorando.) «Estoy dispuesto a obedecer
la ley, pero querría conocerla bien. ¿Cuándo se me prohíbe hablar y razonar se
refieren a la palabra justa o a la injusta? Porque si se refieren a la justa, es claro
que esa prohibición va contra la justicia. En caso contrario, me imagino que la
ley obliga simplemente a decir la verdad...»
ANITOS.- Y Caricles le dijo:
LICON.- «En vista de que no comprendes nada, Sócrates, te lo vamos a decir

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de otra forma. No puedes seguir dialogando con los jóvenes.»
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- (Como antes) « ¿Hasta qué edad puedo
considerar jóvenes a los hombres?»
LICON.- «Hasta los treinta años. Es la edad en que pueden ser senadores.»
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- (Recordando.) «Si compro algo a un joven
vendedor, ¿no puedo hablar sobre el precio?»
ANITOS.- (A los jueces) Y Caricles respondió lo que todos hemos tenido que
decirle a este hombre alguna vez.
LICON.-«Ya estás de nuevo, Sócrates, con ese estúpido hábito de preguntar lo
que sabes...»
ANITOS.- Por eso, porque sabía lo que estaba haciendo, invitó a sus
discípulos a despreciar a sus padres, convenciéndoles de que iba a hacerles
más inteligentes que ellos. Dijo que cuando uno está enfermo o tiene un pleito
sólo puede esperar ayuda de los médicos o los abogados. Por eso sostiene que
no necesitamos amigos buenos, sino útiles. Y que solo los sabios merecen
respeto, siempre que sepan enseñar... Claro está que después persuade a los
jóvenes de que él es el único sabio y de que no hay nadie digno de estima fuera
de él.
SÓCRATES.- (Dulce) Cuando el alma se va, todos nos damos prisa en hacer
desaparecer los cuerpos... Incluso en vida nos dejamos cortar y cauterizar para
perder las partes inútiles o dañadas... Escupimos, cuando la saliva no nos
aprovecha... Nunca he propuesto enterrar en vida a nuestros padres ni
descuartizarlos voluntariamente... He dicho que no debemos confiarlo todo en
el parentesco y que lo que no tiene sentido no merece nuestra estima... La
verdad es que quienes no nos sirven para nada, ni con palabras ni con obras, ni
sirven al pueblo, ni sirven a la ciudad, han de ser dominados aunque tengan
mucho atrevimiento o aunque atesoren grandes riquezas...
ANITOS.- (Seco) Jueces... Acabemos de una vez, sin blandura, con este
enemigo de la colectividad. Yo me sumo a la petición de pena de muerte y
acuso a Sócrates de impiedad, perversión de la juventud, invitación al
desprecio de las leyes, magisterio de Critias y Alcibiades, tan dañinos para el
Estado, enseñanza del desdén por los padres y falla absoluta de escrúpulos...
(Se inclina hada el ARCONTE, que señala a LICON)
ARCONTE.- Licon... Habla Licon... Silencio...
LICON.- Tengo poco que agregar a lo que está escrito en el arca y a lo que se
acaba de decir.... Espero que otros filósofos sean un poco más felices que
Sócrates... De su sabiduría se deduce todo lo contrario... Todos lo saben...
Vive como no viviría ningún esclavo... Sus comidas y bebidas son las más
pobres de la ciudad... Lleva el mismo vestido miserable en verano y en
invierno... Va descalzo y a menudo sin túnica... Es sencillamente un maestro
de la infelicidad... que no sabe más que hablar; y cuidado con eso, jueces,
porque eso lo hace muy bien... Es hábil y es terrible...

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SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- (Despectivo) Y si no soy esclavo ni de mi
estómago, ni de mi sueño, ni de mi lujuria, ¿no se te ocurre que será por alguna
causa poderosa? Estoy libre a todas horas para servir a mi patria y a mis
amigos... Tú pareces creer que la felicidad consiste en las delicias y la
magnificencia... ¡Hombre! Yo creo que consiste en no necesitar nada...
LICON.- ¿Y entonces por qué no le dedicas a la política?
SÓCRATES.- (Cortante) ¿Crees que haría mejor política dedicándome yo a
ella que cuidando y formando a todos cuantos sean capaces de hacerla?
LICON.- (Encantado) ¡Confesó, jueces; confesó! No tengo más que decir...
Me sumo a la petición de Méleto y solicito la pena de muerte para Sócrates...
ARCONTE.- Habla Sócrates. (SÓCRATES mira hacia adelante y avanza
hacia la parte frontal del cubo. Sacude la cabeza. Sonríe. Es la estampa viva
de la serenidad. Una imprudencia)
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- No sé, atenienses, la impresión que les habrá
causado lo que han dicho mis acusadores. Son tan persuasivos que por poco
me olvido de quién soy. Y, sin embargo, han mentido. Ya ven, han insistido
mucho para que no se dejen arrastrar por mi elocuencia... ¡Qué impúdicos! A
no ser que llamen orador hábil y terrible al que nunca miente, ahora van a ver
cuán torpemente hablo... Eso sí, diré la verdad, mi obligación es ser sincero y
la de los jueces decidir si lo que oyen es justo o no es justo... ( Hay un gran
silencio. Los discípulos no apartan sus ojos del rostro de SÓCRATES) Por
ejemplo, justo y lógico es que responda por orden. Primero, a las falsas
acusaciones de que soy objeto hace tiempo y después a las que ahora se
levantan contra mí... Me dan más miedo los antiguos calumniadores que
Anitos y sus dos amigos...
Hace años que tratan de haceros creer que existe un Sócrates medio brujo,
aficionado a la astrología, curioso de saber lo que pasa en el ciclo y en la tierra
y muy capaz de convertir en buena cualquier causa mala... Esa calumnia da
miedo porque presenta un Sócrates descreído a quien es necesario perder.
Es la calumnia de las gentes que no conozco. Y es muy difícil, atenienses,
muy difícil pelear contra sombras que no van a comparecer aquí... ¡Miren la
clepsidra!... Tengo muy poco tiempo para luchar contra una acusación de
tantos años... Pero cumpliré la ley y me defenderé... sin ilusión... Metelo ha
redactado su acusación partiendo de esa vieja calumnia que si
estuviese escrita diría más o menos esto: «Sócrates es culpable de
entrometerse en insistentes averiguaciones sobre las cosas supra
terrestres. Convierte en excelentes los malos razonamientos y enseña a
otros a imitarle.» Es la misma acusación de esa comedia de Aristófanes
en que se me representa andando por los aires y diciendo estupideces
sobre cosas que no entiendo. Les pongo por testigos a la mayoría... ¿Hay
alguien que me haya oído hablar alguna vez sobre esos lemas?... ¡No!... Ya
veo que no... Esa es una mentira como es mentira que enseño algo y que

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enseño por dinero... No... Naturalmente que me parecería maravilloso poder
educar a los hombres... Pero no sé, atenienses; no sé...
LICON.- Entonces, ¿qué haces, Sócrates? ¿De dónde han salido esas
calumnias? ¿Por qué hablan tanto de ti si eres como los demás?
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Razonable pregunta. Mi reputación nace de que
poseo efectivamente una cierta sabiduría... Una sabiduría simple, una sabiduría
de hombre y nada más que de hombre... Si alguien me atribuye otra, miente...
No se enfaden conmigo, pero mi testigo de descargo va a ser el dios de Delfos.
Sé que muchos de ustedes recuerdan a Cherefonte. Era nuestro amigo. Padeció
el destierro con los (treinta tiranos, y volvió a Atenas con ustedes. Cherefonte
fue a Delfos y preguntó al oráculo... (Fuerte rumor en los bancos del jurado)
¡Por favor, dejen de murmurar!... Preguntó si había algún hombre más sabio
que yo... El oráculo le respondió que no...
Voz de SIMMIAS.- Es verdad. Apolo dijo: «Sócrates es sabio; Eurípides es
más sabio que Sófocles; Sócrates es el hombre más sabio que existe. No hay
ninguno tan libre, tan justo ni tan cuerdo.»
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- ¡Gracias! Se lo he contado a ustedes para que
sepan cómo nació la calumnia... Porque yo, al saberlo, me dije: « ¿Qué ha
querido decir el oráculo? ¿Cómo deben interpretarse sus palabras si yo no soy
sabio y Apolo no miente?»
Anduve mucho tiempo pensativo y al fin fui a la casa de uno de nuestros
conciudadanos que tenemos por sabio... Era un gran político y yo le examiné a
fondo... ¡Ay, atenienses! No era sabio en absoluto y yo intenté demostrárselo...
Salí ganando su enemistad y la de sus amigos, y pensé: «Ninguno de los dos
sabemos nada, pero yo soy el más sabio porque yo, por lo menos, lo sé y lo
reconozco.» Y de allí fui a otra casa..., y a otra..., y a otra... Comprobando
siempre lo mismo y ganándome más y más enemigos... Después visité a los
poetas y a los autores de tragedias... y les pedí que me explicasen sus obras...
Me da vergüenza deciros que eran muy bellas, pero estaban escritas tan
apasionadamente que ni sus mismos autores entendían lo que decían... Y hubo
algo peor: descubrí que se creían los más sabios en todo y pensé que yo, que
no sé nada, también les ganaba en eso. Finalmente, fui a visitar a los
artesanos... Hacen cosas bellísimas y saben muchas otras que yo ignoro. Pero
tuve la sensación, atenienses, de que los artesanos, los artistas, eran iguales que
los poetas: por saber bien una cosa creían saberlas todas. Entonces me dije que
prefiero ser tan ignorante como soy a admitir que la sabiduría técnica es la
auténtica sabiduría... ¡Y esa es la investigación que me ha creado tantos, tan
pesados y tan graves enemigos!... De ahí la calumnia y de ahí esa falsa fama de
sabio... Porque todos creen que sé lo que yo. Simplemente demuestro que el
otro no sabe...
LICON.- Yo no creo que te consideres tan inteligente como para sostener eso
en serio. Sé que vivimos una etapa revolucionaria en la historia de la reflexión

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humana... Sé que este es un período intelectualmente muy activo, sobre todo
en Atenas... Pero si Sócrates no cobra lo que enseña es porque efectivamente
lo que dice no tiene valor...
SÓCRATES.- Llamamos prostituta a la mujer que vende su belleza... Estoy de
acuerdo en llamar sofista a quien vende su sabiduría..,
LICON.- Tú también te vendes... Cuando la peste Pericles quiso erigir un
monumento a Esculapio y Sócrates propuso gastar ese dinero en un
acueducto... Algún interés tendrías...
SÓCRATES.- Mejorar la sanidad de Atenas. No soy ni un estúpido ni un
impostor. Arquitectura, política, cálculo, metalurgia, estrategia, economía o
medicina son cosas del dominio humano y es delirante acudir a un oráculo
para que nos responda lo que estamos obligados a saber. Me parece estúpido
molestar a los dioses con problemas que solo nosotros debemos solucionar...
LICON.- Entonces, según tú, la suerte no existe.
SÓCRATES.- No he dicho eso. Pero sostengo y sostendré que la suerte y el
trabajo son cosas muy distintas. Suerte es encontrar un bien que no se ha
buscado. Trabajo es obtenerlo con la acción y la inteligencia...
LICON.- Eso es desmoralizador.
SÓCRATES.- Te molesta, ¿verdad? Descartar la suerte es desenmascarar la
ignorancia... Claro que tiene que molestarte... Hay algo más, atenienses. Los
hijos de los ricos, como tienen más tiempo, naturalmente me acompañan y se
interesan al verme probar a los hombres. No les resulta difícil imitarme porque
la verdad es que hay muchísima gente estúpida que se cree sabia... Lo
peligroso es que estas gentes son muchas, muy activas, bastante inteligentes y
muy bien organizadas... Mienten bien y calumnian con violencia... Hoy salen
contra mí Méleto, Anitos y Licon... Méleto me odia en representación de los
poetas... Anitos habla por los políticos... Licon ha venido en nombre de los
oradores... ¿Cómo voy a deshacer sus calumnias en tan corto tiempo como
tengo?
LICON.- (Interrumpiendo) Otro tema, Sócrates... Que siempre estás diciendo
lo mismo... Ese argumento ya te lo hemos oído...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- (Suave) Es verdad. Repito las mismas palabras y
los mismos temas...
LICON.- La sabiduría no es eso...
SÓCRATES.- (Sin alterarse) Entonces, si le preguntan cuántas letras tiene mi
nombre y cuáles son, ¿responderás cada vez una cosa distinta? ¿Y si te
preguntan cuántas son dos veces cinco? (Risas generales)
LICON.- (Corrido) Confieso, Sócrates, que no puedo mantener controversia
contigo. No insisto. Será como tú dices...
SÓCRATES.- (Rápido) ¡No, amigo, eso no! Con quien no puedes mantener
controversia es con la verdad... Con Sócrates no es nada difícil.. (Continúa el
hilo de su discurso) ¡La verdad!... Esa es mi única defensa contra las viejas

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acusaciones... Ahora intentare defenderme de este formidable patriota, de este
magnífico ciudadano -lo dice él mismo- que es Méleto y de sus compañeros de
trabajo.
Méleto me acusa de pervertir a los jóvenes atenienses... Acuso a Méleto de
bromear con cosas serias y de distraer a la justicia con un tema que nunca en
su vida le ha importado nada... Lo voy a probar... Ven, Méleto, y contéstame...
¿Hay algo en el mundo más importante para ti que la educación de la
juventud?
MÉLETO.- No. Nada.
SÓCRATES.- Entonces diles a los jueces quién es el educador ideal... Tú lo
debes saber, puesto que eso te preocupa tanto... Ya que has declarado que has
encontrado a quien los corrompe, y me has traído a mí aquí, y me has acusado,
di ahora quién hace lo contrario o quién mejora a la juventud... Vamos... ¿Por
qué te callas? ¿No sabes qué contestar?... Pero ¡qué vergüenza!... Habla, o los
jueces pensarán que, como yo digo, ese tema no te interesa en lo más
mínimo... Vamos, ilustre patriota... ¿Quién hace mejor a la juventud?
MÉLETO.- Las leyes...
SÓCRATES.- ¡Admirable Méleto! Esa no es una contestación... Yo te he
preguntado «quién»... Un hombre que conozca las leyes, claro... ¿Quién?
MÉLETO.- Los que tienes delante, Sócrates: los jueces...
SÓCRATES.- ¿Qué dices, Méleto?... ¿Estos jueces son capaces de educar a la
juventud y hacer mejorar a nuestros nuevos conciudadanos?... ¿Qué estás
diciendo?
MÉLETO.- Lo he dicho y lo repito. Estos. Los jueces.
SÓCRATES.- ¿Todos los jueces? ¿Los quinientos que hay aquí? ¿O unos sí y
otros no?
MÉLETO.- Los quinientos.
SÓCRATES.- Formidable... No se puede decir que andemos escasos de
educadores... Y los demás ciudadanos que presencian este juicio ¿también
podrían educar y mejorar a nuestra juventud o no?
MÉLETO.- Sí, también podrían...
SÓCRATES.- Ya. ¿Y... los miembros del Consejo de la ciudad?
MÉLETO.- También...
SÓCRATES.- ¡Querido Méleto! ¿Podrían corromper a nuestra juventud los
atenienses reunidos en Asamblea o solo podrían darle ejemplo de virtudes?
MÉLETO.- Solo podrían educarla.
SÓCRATES.- Bien. Está claro... Todos los atenienses, menos yo, mejoran
a la juventud... Yo en cambio la pervierto... ¿Es eso lo que has querido decir?
MÉLETO.- Exactamente eso.
SÓCRATES.- ¡Qué desgracia la mía! Dime otra cosa, Méleto... ¿Qué pasa
con los caballos? ¿Mejoran con cualquiera y se estropean con uno solo o
mejoran con el domador y se echan a perder con los demás? ¿Y qué sucede

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con los otros animales? Di lo que quieras... Por muchos que te apunte Anitos
las cosas son como son... Sería espléndido para los jóvenes que todos los
ciudadanos les educasen y solo uno les quisiera corromper... ¡Ay, Méleto, a ti
esto de la educación no te interesa en absoluto!... Eres muy despreocupado y
no sabes nada del problema de que me haces responsable... Y otra cosa: dime,
si no te importa, ¿qué crees que es mejor? ¿Vivir entre los buenos o vivir entre
los malos? ¡No irás a decirme que te hago una pregunta difícil!... ¿Verdad que
los malos casi siempre hacen daño mientras los buenos favorecen a
quienes les rodean?
MÉLETO.- Evidentemente...
SÓCRATES.- ¿Y tú crees que hay alguien que prefiere que lo traten mal a que
lo traten bien? Responde, patriota... La ley que has invocado te obliga a
contestarme... Vamos... Habla... A ti mismo... ¿te gusta ser maltratado, sí o no?
MÉLETO.- No.
SÓCRATES.- De acuerdo. Ahora contesta, ¿me acusas de corromper a la
juventud voluntaria o involuntariamente? MÉLETO.- Voluntariamente.
SÓCRATES.- Sabes mucho para tu edad... Según tú los malos siempre hacen
daño a los que están a su alrededor... ¿Soy tan estúpido que ni siquiera
pienso que al corromper a los que me rodean me expongo a un peligro?... No,
Méleto, ni te creo yo ni te puede creer nadie... Fíjate bien, patriota... O yo no
pervierto a la juventud o la pervierto sin darme cuenta... En cualquiera de los
casos, maravilloso Méleto, tú eres un embustero... Porque si yo corrompo a los
jóvenes involuntariamente, la ley no debe admitir mi falta... Tendrás que
enseñarme lo que debo hacer y se supone que en cuanto aprenda me
corregiré... Por cierto, ilustre patriota, que tú siempre has huido de mí... Y a
este Tribunal has venido a pedir mi castigo, no a darme una clase... ¿Estáis
viendo, atenienses, qué poco le importa a Méleto el fondo de la cuestión?...
Pero en fin, valiente ciudadano, cuéntanos cómo hago yo para pervertir a la
juventud... Te voy a ayudar... Creo que estás convencido... Bueno, eso es lo
que dice tu denuncia... De que enseño a los jóvenes a «no reconocer a los
dioses que reconoce la ciudad, sino otros...» ¿Es eso?
MÉLETO.- Sí, eso es...
SÓCRATES.- Pues en obsequio de esos mismos pobres dioses, haz el favor de
ser un poquito más claro... Porque yo no te entiendo... Si mis creencias son
distintas es evidente que no soy ningún descreído... Ahora, si tú piensas que yo
no creo en nada...
MÉLETO.- No; no crees en ningún dios...
SÓCRATES.- ¡Qué seguridad!... ¡En ninguno!... ¿Ni siquiera en el sol y en la
luna?...
MÉLETO.- Ni siquiera, jueces... Según Sócrates el sol es un pedazo de piedra
y la luna un pedazo de tierra...
SÓCRATES.- Te has vuelto a equivocar, patriota, y me has confundido con

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Anaxágoras... Los jueces saben muy bien que eso lo ha escrito él... Digo yo
que no me iba a seguir la juventud para oír eso... Se iban a burlar mucho de
Sócrates, por apropiarse de ideas ajenas... En fin..., según tú yo no reconozco a
ningún dios...
MÉLETO.- Así es...
SÓCRATES.- -Ni tú mismo te crees lo que dices... Me parece, ciudadanos, que
nuestro gran patriota se está quedando en un insolente muy pequeñito...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- A no ser que se haya dicho: «Vamos a ver si ese
Sócrates tan listo se da cuenta de que les estoy gastando una broma.» Porque
entre lo que escribe y lo que dice tengo la impresión de que me denuncia a la
vez por no reconocer a los dioses y por reconocerlos...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Van a ver la contradicción... Contéstame,
Méleto... ¿Se puede creer que existen cosas humanas y no creer que existen
hombres? (MÉLETO hace un gesto de cansancio)
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- Por favor, oblíguenle a responder sin más
protestas... ¿Se puede creer en la equitación y no creer en los caballos? ¿Se
puede creer que hay música de flauta sin flautista?
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- ¡Pues claro que no!... Aunque no lo diga nadie
yo respondo por el estupendo Méleto y por todos cuantos están presentes...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- Pero sé bueno, Méleto, y contesta claramente
una vez: ¿Se puede admitir el poder de los demonios y no creer en los
demonios?
MÉLETO.- No.
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Entonces tú has venido aquí a burlarte de
nosotros... Un patriota serio no debe sostener en el mismo juicio una cosa y la
contraria...
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).-¿Cómo vas a convencer a quinientos atenienses
de que yo creo en el poder de los dioses, los héroes y los demonios sin creer en
su existencia?
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Ya basta, Méleto...
SÓCRATES.- Está claro, atenienses, que no soy culpable de los crímenes de
que se me acusa. Tan claro como que soy una víctima del odio, la calumnia y
la envidia... ¡Viejas causas de muchas muertes!... ¡Y las que vendrán!
SÓCRATES 1.º, 2.°, 3.° y 4.°- Después de Méleto y de Anitos vivirán otros
hombres que harán perecer a muchos seres humanos por..., por pensar... Este
no va a ser el único proceso de su género... Les digo que la idea gustará y que
habrá muchas más, muchísimas más víctimas...
ANITOS.- ¿Y entonces por qué te expones a que te condenen a muerte?
SÓCRATES.- ¡Ah! Es que me daría vergüenza calcular mis probabilidades de
condena frente a la obligación de defender la justicia. No es un problema de
valentía o cobardía... Se trata de ser o no ser honrado... El que adopta una
postura, conciudadanos, está obligado a permanecer firme y a no tener miedo

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más que a la deshonra...
LICON.- El papel de héroe no te va...
SÓCRATES.- Ni el de cobarde. ¿No se acuerdan, atenienses?... Cuando los
jefes que ustedes habían elegido me señalaron un puesto en Polidea, en
Anfipolis y en Delion, allí me quedé clavado y allí esperé la muerte, como uno
más... ¿Por qué voy a tener miedo ahora, que sólo me dedico a filosofar, a
interrogarme a mí mismo e interrogar a los demás?
ANITOS.- (Interrumpiendo) Lecciones, no, Sócrates. Mas enseñado a
despreciar la ley. Has sido el maestro de Critias y Alcibiades. Has animado a la
juventud a menospreciar a sus mayores. Has inculcado a tus discípulos un
espíritu antidemocrático falseando las interpretaciones tradicionales de
nuestros más grandes poetas... Ya es bastante. No pretendas corrompernos a
nosotros. Y no trates de presentarte como un moralista, porque no lo eres. Si
no admites otra política que la que distingue lo que es justo de lo que es
injusto, ¿por qué Critias, tu discípulo, implantó el terror en Atenas y condenó a
muerte a todos los demócratas? ¿Por qué no te exiliaste, como todos, cuando tu
fiel alumno se convirtió en uno de los treinta tiranos? Tú no vives como
enseñas, ya lo sé. Pero Critias y Alcibiades sí que te hicieron caso. Tenemos
que borrar de Atenas hasta el recuerdo de tu nombre.
SÓCRATES.- Un régimen simplista es siempre inestable y se hunde solo bajo
sus propios excesos... Critias me insultó y prohibió que enseñase a razonar.
Alcibiades, borracho de poder y excitado por sus corrompidos aduladores,
también reaccionó contra mí con violencia... No fui maestro suyo ni de nadie...
Cualquiera puede contestar a mis preguntas y atender o no atender a mis
razones... ¿Qué culpa tengo yo si después se vuelven buenos o malos? ¿Qué
culpa tengo si nada les enseñé ni nada les prometí?... No me exilié, eso es
cierto. Nunca he salido de Atenas y nunca saldré... Tampoco es esta la primera
vez que estoy en peligro... Yo fui una vez miembro del Consejo... Presidía mi
tribu, la tribu antióquida, cuando, contra toda ley, quisieron juzgar a la vez a
los diez capitanes que no enterraron a los muertos tras el combate naval... Yo
fui el único Prítano que votó contra ustedes y a favor de la ley... Me
denunciaron y me acusaron... Gritaron y me amenazaron... Pero yo preferí el
peligro a la iniquidad... Y después, con la oligarquía, los treinta tiranos me
dieron la orden de traer a León, de Salamina, para matarle... Los tiranos
gustaban de buscar para sus injusticias al mayor número de cómplices
posible... Entonces probé de obra que la muerte no me importa nada y que lo
único que me preocupa es la injusticia... Me fui a mi casa y no me asusté del
poder de la tiranía... Probablemente solo me salvó de morir entonces la caída
del Gobierno...
ANITOS.- ¡Qué sabiduría tan peligrosa! ¡Pericles se dejó influir por ella y esta
ciudad cambió! Con su ayuda y estímulo aquel gran hombre cambió un hogar
feliz por la casa de una cortesana. Aspasia introdujo entre nosotros el gusto por

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el lujo, protegió a gentes como Fidias, incapaz de presentar una sola cuenta
clara, y fomentó la difusión de unas ideas que confundían al pueblo y
corrompían su sanidad política. Pericles se casó con Aspasia y Esparta nos
derrotó. No se puede ir a la guerra porque a una vulgar prostituta le han robado
de su casa un par de pupilas...
SÓCRATES.- (Triste) Da vergüenza oír contar así la época más hermosa de
Atenas...
ANITOS.- ¿Saben lo que dijo este hombre para oponerse al juicio de los
capitanes que acaba de citarnos como un timbre de gloria? Dijo: «La soberanía
corresponde a la ley, no al pueblo.» Nunca he admitido la bondad de una
oligarquía que nos somete a todos al poder tiránico de unas cuantas personas.
Y tampoco estoy de acuerdo con quienes creen que la democracia consiste en
entregar el Gobierno a todos los esclavos y miserables que vienen a la ciudad
en busca de unos dracmas... Creo que el orden de Atenas es a la vez político,
moral y religioso... Por eso desconfío de todos aquellos que lo ponen en
peligro invocando como un derecho incontestable la libertad de su
pensamiento...
SÓCRATES.- Ahora has sido muy preciso, Anitos. Gracias. Ya sé que hay
muchos que se irritan contra mí cuando debían irritarse contra ellos mismos...
Pero si se les pregunta qué hago, qué digo, qué sueño, contestan que no lo
saben y repiten las tontas acusaciones que siempre se lanzan contra los que
piensan: que si investigan, que si rebuscan, que si no creen, que si hacen pasar
por bueno todo lo malo
ANITOS.- Yo sí puedo decir lo que has intentado hacer... Replantear las leyes
de la ciudad... Y eso no se puede tolerar...
SÓCRATES.- ¿Ah, no? ¿Y por qué? Las leyes de la Naturaleza son
inalterables y no pueden violentarse sin peligro... A la hora de obligarnos a
respirar la Naturaleza no distingue entre griegos y no griegos... ¡Pero las leyes
humanas! ¿Qué quieres hacer cuando esas dos clases de leyes entran en
colisión? Solo hay una cosa posible, Anitos... Reconsiderar las nuestras...
ANITOS.- Tú no puedes discutir las leyes de Atenas...
SÓCRATES.- Claro que puedo. Yo debo someterme en mi comportamiento a
la voluntad de la comunidad, es decir, a la ley. Pero soy absolutamente libre
para opinar lo contrario y para tratar de cambiar esa ley. Ese fue el humanismo
de Pericles, ese es el pensamiento de Protágoras, y eso es lo que yo quiero
nombrar con la palabra «democracia».
ANITOS.- Ten mucho cuidado con lo que vas a decir.
SÓCRATES.- ¿Por qué? Estoy defendiendo mi derecho a pensar y en esa
materia, como en muchas otras, el problema de la libertad no consiste en
conseguir un buen amo, sino en no tener ninguno... Este asunto sí que está muy
claro para mí... Atenienses... Anitos ha dicho que o yo «no merecía estar aquí o
ya que había comparecido ante ustedes era necesaria mi muerte», porque si me

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dejan libre corromperé a sus hijos y los perderán. Está bien. Si me dijeran:
«Sócrates, no queremos creer la acusación de Anitos. Te vamos a declarar
inocente. Pero con una condición: que no sigas filosofando, que no pongas a
los hombres a prueba y que no hables... Porque si hablas te mataremos.»
Ahora... quiero que esto quede claro, yo les diría: «Ciudadanos de Atenas...
Gracias... Pero mientras pueda respirar pienso seguir filosofando, pienso seguir
discutiendo y pienso decirles una y otra vez: Atenienses... Son hijos de una
ciudad sabia y fuerte... ¿No les da vergüenza pensar solamente en la gloria y
en la riqueza personal, olvidando que la razón y la verdad son mucho más
importantes para la honra de la ciudad? Si decir eso es pervertir a los jóvenes,
es claro que los estoy pervirtiendo... Porque eso es lo que digo, repito y
enseño... Quien me atribuya otra cosa miente... Y me crean a mí o crean a
Anitos..., me declaren inocente o me declaren culpable, eso es lo que voy a
seguir haciendo, aunque me maten mil veces...» (Enorme revuelo y griterío en
el Jurado. Los discípulos de SÓCRATES se inquietan ante el tono acusatorio
del «maestro»)
TODOS.- (leyendo)
¡Ruina perpetua para toda tu raza! ¡Sufre lo que mereces!
¡No dejarle hasta que baje a los negros abismos! ¡Vamos tras el!
¡Vamos sin cansancio!
¡Vamos a reducirle a la nada por fuerte que se sienta! ¡Ruina y total
exterminio!
¡Que una palabrería sin hechos no consiga viciar la ciudad!
Soberbios petulantes, almas impías, pervertidos, imprudentes,
perros osados que no oyen las voces de los dioses.
¿Un mortal infeliz lanzar al cielo palabras altaneras? ¡Que baje contra él el
rayo de fuego!
En el tiempo, en el día señalado, todo el que no venere a los dioses recibirá
su castigo.
(Continúa oyéndose la voz de SÓCRATES)
SÓCRATES.- No se escandalicen, atenienses, y tengan un poco de paciencia,
que eso les hará mucho bien... Y no griten tanto, que la cólera es muy mala...
Tengan la seguridad de que si me matan, los primeros perjudicados van a ser
ustedes mismos... Hablo porque les quiero... Porque sé, y pueden reírse, que si
me matan no encontraran fácilmente otro aguijón que espolee a la ciudad... Yo
cumplo esa misión de pinchar y excitar, de reprender y de dar consejos, de
perseguir y de estimular sin reposo... Y no van a dar con otro como yo... Por
eso deben cuidarme... Puede que en un momento de cólera se revuelvan contra
mí, se dejen convencer por Anitos y me maten... así..., ligeramente..., para
poder seguir durmiendo...
ANITOS.- (Volviendo a interrumpir) La perversión de la juventud no es un
delito ligero... Es un delito grave...

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SÓCRATES.- Insistes, Anitos, en que pervierto a los jóvenes... Dime de uno
solo que fuese piadoso y yo le haya vuelto impío; nómbrame alguno que haya
cambiado por mi culpa de moderado en violento o de discreto en pródigo... Y
mírame bien, Anitos... Cítame uno solo que por mi compañía se haya hecho
borracho siendo sobrio...
ANITOS.- (Muy despacio) Conocí alguno a quien pervertiste haciéndole
confiar en ti más que en su propio padre...
SÓCRATES.- Veo que no quieres decir su nombre. Yo, tampoco. Porque eso
sería en lo relativo a su formación. Tú mismo, cuando estás enfermo, confías
en el médico más que en tu padre... Y tampoco eliges a los generales porque
sean o no sean parientes tuyos... ¿Merezco yo la muerte porque un muchacho
me prefiera a su padre cuando hablo de lo que sé?
ANITOS.- ¿Lo que sabes? Atenienses... El primer cimiento del Estado es la
religión. Sócrates no cree. El segundo es la familia. Sócrates tiene abandonada
la suya y ofende a las demás. El tercero son los negocios. Sócrates no come, no
viste, no bebe, no ama, no compra, no vende y no gasta... Sólo... piensa...
SÓCRATES.- Pienso y... molesto... Por eso les gustaría descansar un poco...
LICON.- (Gritando) ¡Eso es verdad, Sócrates!... Pero ¿por qué no instruiste a
Xantipa, tu mujer, que es la más insoportable de cuantas han existido, existen y
existirán?
SÓCRATES.- Nadie que quiere ser buen jinete se busca un caballo dócil... Yo
pretendo vivir en sociedad... Si llego a soportar a Xantipa, soportarles a
ustedes me será muy fácil... No se enfaden porque les cante las verdades...
Llamen a cualquier testigo... Si yo hubiera corrompido a la juventud, ¿cómo al
madurar no suben aquí y me acusan... y piden mi muerte?... Y sus padres,
¿cómo no vienen a decir que pervertí a sus hijos? Aquí veo a muchos... A
CRITÓN, mi amigo CRITÓN, con su hijo Cristóbulo... A Lisanias, padre de
Esquines... A Antifón de Kifisia, padre de Epigenes... A Nicostrato... A
Páralos... A Adimantos, con su hermano Platón... Muchos, muchísimos que
Méleto podía haber llamado como testigos... ¡Que venga alguno ahora!... Yo
no me opongo a que comparezcan y les digan si Sócrates corrompió alguna
vez a alguien.
SIMMIAS.- (Subiendo como testigo) Crátilos. Oí a Sócrates que los dioses
hicieron recto y vertical al hombre, le añadieron manos y le permitieron hablar
y comunicarse con los demás... Dijo que los placeres sexuales se dieron a los
animales para una sola estación del año, y a nosotros para todas sin
interrupción... Y que dentro de ese cuerpo los dioses colocaron un alma capaz
de prevenirse contra el hambre, el Frío y el calor, capaz de curarse, capaz de
adquirir conocimientos, capaz de recordar y capaz de reconocer la existencia
de los dioses.
SIMMÍAS.- (Como testigo 2.°) Zenón. Yo he visto sus sacrificios... Eran
modestos, porque modesta es su fortuna. Pero no por eso consideraba sus

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ofrendas inferiores a las de los ricos...
SIMMIAS.- (Como testigo 3.º) Alexámenes... Yo creo, atenienses, que orar,
Sócrates ora muy poco. Porque solo pide a los dioses que le den lo bueno. Y
eso ha enseñado a mi hijo a quien pedir oro, plata y poder le parece tan mal
como pedir buena suerte en los dedos, en las batallas y en esas cosas...
SÓCRATES.- ¿Ven, atenienses? Todos están dispuestos a defenderme... Y ya
basta... No tengo ganas de seguir repitiendo los mismos argumentos... ¡Ah, sí,
olvidaba una cosa!... Es posible que alguien se irrite conmigo pensando que en
trance menos grave que este en que yo me encuentro él suplicó y rogó y lloró
delante de sus jueces y trajo aquí a sus hijos y a toda su familia... Yo..., yo no
sé hacer eso, por grande que sea el peligro... Puede que ese hombre se enfade y
vote contra mí cargado de ira... Me gustaría mucho asegurarle que tengo
familia y que, como dice Homero, «ni nací de una encina, ni nací de una roca;
nací de hombre».
MÉLETO.- Curiosa cita poética en un hombre altanero que se niega, una y
otra vez, a dialogar con los poetas y los escritores.
SÓCRATES.- ¡Claro! El que exige un salario tiene que hacer aquello a que se
comprometió. Yo no cobro por hablar. Así que solo lo hago con quien me
apetece...
MÉLETO.- ¡Cuánta vanidad! Yo estoy con Herodoto, «No puedo admitir que
para escapar a la altivez de un soberano se desee caer en el desenfreno del
populacho.»
SÓCRATES.- Estás defendiendo la oligarquía.
MÉLETO.- Un soberano, al fin y al cabo, sabe lo que quiere. El vulgo no sabe
ni eso.
SÓCRATES.- ¿Cómo va a saberlo? Los sofistas están enseñando retórica. No
me gustan esos profesores de elocuencia que han depurado la técnica del
engaño dialéctico.
MÉLETO.- No te gusta nada... Todo ateniense puede ser jefe supremo de
Atenas, al menos un día en su vida. Democracia, aristocracia, monarquía,
plutocracia y oligarquía son palabras griegas. Griegos son quienes han
reflexionado sobre el Estado y sus instituciones. Todos nuestros ciudadanos,
desde el momento que se reúnen, tienen derecho a discutir los problemas de la
comunidad. La política, entre nosotros, no es solo un deber; es una pasión. El
sistema del sorteo puede convertir a cualquiera en un dirigente responsable. En
ese caso, ¿no es lógico y saludable educar políticamente a todos los
ciudadanos?
SÓCRATES.- ¿Y quién lo niega? Lo que yo he sostenido es que si los ricos
saben manejar el dinero mejor que nadie, que lo manejen... Y si los
inteligentes pueden aconsejar con superior prudencia, que lo hagan... Pero por
encima de todo eso la decisión de lo que es conveniente o no corresponde a la
mayoría y solo a la mayoría...

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MÉLETO.- ¿Qué es eso? Si tú desprecias a los poetas, a los oradores, a los
artistas, a los sacerdotes, a los filósofos...
SÓCRATES.- La palabra democracia señala a la totalidad y la palabra
oligarquía solo a una parte de los ciudadanos... Es muy posible que
aisladamente el pueblo de Atenas no esté integrado por una suma de hombres
de mentalidad superior, pero estoy seguro de que cuando se reúnen, cuando se
les considera en conjunto, valen mucho más que las eminencias solitarias...
MÉLETO.- Como sucede hoy aquí.
SÓCRATES.- Exacto. Por eso creo inútil insistir en mi defensa y solo quiero
aclarar un punto en mi comportamiento de hoy. Atenienses, tengo tres hijos:
uno adolescente y dos muy niños... Pero no los voy a hacer venir para pedirles
mi absolución... No es por desprecio ni por altanería... Es que pienso que la
muerte debe afrontarse con entereza... he visto a muchos valientes temblando
al pensar que los podían matar... Esos hombres deshonran a una ciudad… No
deben permitir esos dramas ridículos… No es justo, atenienses, ni suplicar al
juez, ni librarse de un castigo a fuerza de lágrimas... A los jueces hay que
persuadirles... Nada más... Ellos no están para favorecer a nadie, sino para
juzgar según la ley... No, atenienses... Cumplan con su deber de dictar la
sentencia que les parezca más justa... Háganlo por ustedes... y háganlo por
mí... (Se inclina hacia el ARCONTE y comienza a bajar de la «antibema».)
ARCONTE.- Se va a proceder a la primera votación... Culpable o inocente...
Quienes voten la culpabilidad depositarán en las urnas una piedra negra...
Quienes voten la inocencia utilizarán la blanca... Las piedras no utilizadas se
dejarán para su recuento en la urna número dos... ¡Que Palas Atenea les
ilumine! (El ARCONTE desaparece. FEDON corre hacia él)
TODOS.- (leyendo)
¿Que Dios puede sacar placer de estas torturas?
A crimen huele este lugar. A crimen y a sangre derramada.
Difícil es volver desde el abismo. La zona de los muertos es mejor para dar
que para recibir
¡Juez, supremo a quien no juzga nadie! ¡Líbrale de mancha, tú que todo
lo decides!
No desprecies a quien debes proteger porque nadie apagará su ira, si arde.
(Los discípulos han rodeado a SÓCRATES. Están muy nerviosos. Antes
que hable ninguno, SÓCRATES se echa a reír y señala un punto de la sala)
SÓCRATES.- Miren a ese y díganme, ¿se sirve del pan para comer la carne o
de la carne para comer el pan?
CRITÓN.- (Muy nervioso) Aunque te declaren culpable, que no creo..., no
creo..., esa no es una condena... Comprenderás que la petición de Méleto no...,
no tiene sentido... Se arreglaría en el acto con el destierro... o... con una
pequeña multa...
SÓCRATES.- (Sonriente) Soy pobre...

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CRITÓN.- No te preocupes por eso... Hemos traído dinero... Mucho dinero...
FEDON.- (Llega corriendo) El Arconte está nervioso. Dice que has hecho
muy mal en hablar así...
SÓCRATES.- He hablado como debía y... lo siento por el Arconte... Ya sé que
esto es un contratiempo para el... Lo malo de nuestros políticos es que tienen
más envidia unos de otros que del resto del mundo... Todos prefieren
debilitarse antes que ayudarse. En ningún lugar se ven tantos procesos y tantas
disensiones... ¿Es que no se dan cuenta de que no se puede obedecer a un
gobernante a quien se desprecia? De ahí viene nuestra inseguridad.
PLATÓN.- En el gimnasio obedecen... En los coros obedecen... En la guerra
obedecen...
SÓCRATES.- Pero ahora están mandados por incapaces...
PLATÓN.- Atenas va mal...
SÓCRATES.- (Serio) ¿Y por qué será? No pretendas nunca construir un
Estado... Trata de construir a los hombres... Es tontería pensar que la ciencia
más importante de todas, la del Gobierno, nace en los seres humanos
espontáneamente... (Vuelve a acercarse EUTIFRÓN)
EUTIFRÓN.- Mal Jurado... Y están enfadados contigo, Sócrates...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Es lógico. Representan a Atenas...
EUTIFRÓN.- Les has privado de un espectáculo...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- ¿Qué querían?
EUTIFRÓN.- Llantos, súplicas... Culpa y perdón... He aprendido mucho esta
mañana...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- ¿Y de qué te va a servir? (Cortés) ¿Tú también
tienes un juicio?
EUTIFRÓN.- Sí.
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- ¿Como acusado o como acusador?
EUTIFRÓN.- Como acusador de mi padre.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- (Súbitamente interesado) ¿Y de qué le acusas?
EUTIFRÓN.- De homicidio.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- Supongo que habrá matado a uno de tus
parientes.
EUTIFRÓN.- No. Pero no puede hacerse esa distinción... Uno de nuestros
criados se emborrachó y mató a otro. Mi padre lo arrojó a una fosa y consultó
al intérprete de los ritos... Entre tanto, el preso murió de hambre... Ahora todos
están indignados conmigo... Dicen que es impío que un hijo acuse a su padre...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- (Interesadísimo) ¿Tú sabes lo que es impío y lo
que no lo es?
EUTIFRÓN.- Claro que sí, Sócrates...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Me hubiese convenido ser discípulo tuyo antes
de este juicio...
EUTIFRÓN.- Desde luego, yo habría encontrado el punto débil de Méleto.

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SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Aún es tiempo... Dime, por favor, qué es lo
piadoso y qué es lo impío...
EUTIFRÓN.- Piadoso es castigar al culpable, sea quien sea. Impío es no
hacerlo. Zeus, el más justo de los dioses, encadenó a su padre por devorar a sus
hijos, como este había hecho con el suyo por algo parecido...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- Por algo me desagradan a mí los dioses... Puede
que tenga razón Méleto... ¿Tú crees que eso ha ocurrido de verdad?
EUTIFRÓN.- Desde luego...
SÓCRATES.- ¿Que ha habido guerras y odios entre los dioses?
EUTIFRÓN.- Sin duda ninguna.
SÓCRATES.- Bien. Tú acusas a tu padre porque te parece justo y piadoso.
¿Qué es lo piadoso?
EUTIFRÓN.- Lo que gusta a los dioses.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- ¿No dices que los dioses se odian?
EUTIFRÓN.- Sí.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- ¿Y por qué? Si nosotros discutiésemos cuál
cantidad es mayor..., por ejemplo..., ¿nos enfadaríamos o haríamos un cálculo?
EUTIFRÓN.- Haríamos un cálculo.
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Entonces, probablemente, la enemistad nacería
de los temas que no se pueden decidir: lo justo, lo injusto, lo feo, lo hermoso,
lo bueno, o lo malo... Así que sobre eso mantendrán los dioses sus diferencias
y sus guerras...
EUTIFRÓN.- Claro...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- O lo que es igual: una misma cosa puede ser
amada u odiada por los dioses.
EUTIFRÓN.- Eso parece.
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- Pero, Eutifrón: si una cosa puede ser a la vez
piadosa e impía es posible que lo que vas a hacer castigando a tu padre sea
grato para un dios y desagradable para otro... (ANITOS, que no ha perdido de
vista a SÓCRATES, se vuelve incómodo a MÉLETO)
ANITOS.- Continúa discutiendo... La verdad es que... hay que respetar a
Sócrates.
MÉLETO.- -(Sorprendido) Entonces, ¿por qué le persigues?
ANITOS.- (Serio) Creo sinceramente que si la juventud siguiese tu ejemplo,
Atenas moriría...
MÉLETO.- (Suave) ¿Solo te guía una intención política o hay algo más?
ANITOS.- (Bajo) Hay... algo más... Un recuerdo... El de mi hijo...
LICON.- (Que no les ha oído) Es un mendigo. Puede que sepa de todo, pero
está muerto de hambre... (SÓCRATES, en efecto, hambriento, está
mordisqueando un mendrugo. Pausa. El ARCONTE BASILEO aparece en su
puesto. Despliega un pergamino. Se hace un gran silencio. El ARCONTE mira
al frente. Deja caer el pergamino)

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ARCONTE.- El Jurado declara culpable a Sócrates, hijo de Sofronisco, por
doscientos ochenta y un votos. ¡Silencio! (Señala a SÓCRATES, que sube a la
«antibema» en silencio. Los discípulos le acompañan hasta el pie mismo del
estrado) La ley de Atenas nos obliga a liquidar este proceso en un solo día.
Admitida la culpabilidad, el Jurado debe ahora decidir la pena correspondiente.
Los acusadores solicitan la muerte. Habla Sócrates para proponer su propia
pena. (Pausa. SÓCRATES mira a todos)
SÓCRATES.- No tomo a mal, atenienses, ni me indigno ni me extraño de que
me hayan condenado. Es lo que esperaba.
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Me sorprende, eso sí, la proporción de votos.
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Pensé que sería condenado por una gran mayoría.
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- Resulta que bastaba para mi absolución con
treinta votos más.
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- Estoy condenado. Bien. Veamos ahora las
posibles penas.
SÓCRATES.- El ilustre patriota les pide que me condenen a muerte... Y yo...
¿A qué me condenaré yo?... ¿Qué pena merezco a mis propios ojos? ¿Qué soy,
digno de sufrir o de pagar por haber dedicado mi vida entera a enseñarles sin
descanso? He despreciado la fortuna, la vida privada, la gloria militar, el
triunfo político...
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- Entonces, ¿qué puedo merecer por eso?...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- La verdad: una recompensa...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Si queremos ser justos, atenienses, yo merezco
una recompensa que me convenga y sea digna de mí...
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- Soy muy pobre y necesito todo el tiempo para
amonestarles...
SÓCRATES.- Lo justo sería que me tuvieran en el Pritaneo y allí me
alimentaran... Me lo merezco bastante más que los ganadores de las carreras
olímpicas... Esos les dan satisfacciones aparentes, pero yo se las ofrezco
reales... Y, por otra parte, ellos no necesitan que les den de comer y yo sí... De
manera, atenienses, que si es forzoso que yo les proponga mi propia pena, ya
está propuesta: mantenganme en el Pritaneo... Estoy convencido de que no he
hecho daño a nadie en toda mi vida...
EUTIFRÓN.- (Gritando) Falso.
SÓCRATES.- ¿Qué es eso, Eutifrón?
EUTIFRÓN.- A mí. A mí me lo has hecho. A mí y a todos los creyentes. En
este mismo lugar has afirmado que hay un desacuerdo entre los dioses sobre el
hecho de que quien mata debe ser castigado. Una blasfemia.
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Dame una prueba clara de que esa es la opinión
de los dioses... ¿Te callas?... Está bien... Admitamos que todos los dioses
desaprueban el crimen...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Pero lo que se produce o se sufre no es la causa

22
de una acción, sino su efecto... Los males no existen porque son sufridos, sino
que son sufridos porque existen...
EUTIFRÓN.- De acuerdo... ¿Y qué?
SÓCRATES 2. º (SIMMIAS).- Que dejes de dar vueltas y me digas de una vez
qué es lo que está bien sin tener en cuenta si eso le gusta o no le gusta a los
dioses...
EUTIFRÓN.- Hay una parle de la justicia que afecta a los hombres... Y otra, la
bondad, la piedad, la religión, el culto, que afecta a los dioses...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- ¿Y eso es provechoso para ellos?
EUTIFRÓN.- ¿Eh?... No...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Entonces, ¿qué consiguen con nuestros
servicios?
EUTIFRÓN.- Mucho. Los dioses hacen obras hermosísimas...
SÓCRATES.- Y los generales... Y los agricultores...
EUTIFRÓN.- Bueno es todo aquel que sabe hacerse grato a los
dioses... Con sus sacrificios... Con sus rogativas...
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- Sacrificarse es hacer presentes y hacer rogativas
es suplicar... Estamos, pues, ante una ciencia de las rogativas y los presentes...
EUTIFRÓN.- Exactamente.
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- Pedir lo necesario y ofrecer, supongo, lo que
ellos puedan necesitar...
EUTIFRÓN.- Eso es lo que sostenemos todos los hombres religiosos. Ahora
vas muy bien...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Muy mal, Eutifrón... Porque entonces la bondad
será una simple técnica comercial reguladora de ciertos intercambios entre los
hombres y los dioses.
EUTIFRÓN.- Puedes llamarle así... Solo damos para mostrar nuestra gratitud...
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- Eso pienso... Que el bien y la piedad son cosas
amadas por los dioses sin necesidad de que les sean útiles...
EUTIFRÓN.- No hay duda. Decir lo contrario sería un sacrilegio.
SÓCRATES 1. ° (CRITÓN).- No, no hay duda... Ni hay razón entonces para
que un hombre tan religioso acuse a su padre de homicidio y pida la muerte de
Sócrates solo porque no ha logrado convencerle para que lo apruebe...
Continúo, atenienses. El espontáneo representante de los dioses en la tierra
tampoco ha podido demostrar que yo he hecho daño a alguien. Y si nunca he
hecho mal a nadie, ¿por qué me lo voy a hacer a mí mismo declarándome
culpable y condenándome a lo que sea?
SÓCRATES 3. º (FEDÓN).- ¿Condenarme yo mismo? ¿Y por miedo a qué?
SÓCRATES 4. º (PLATÓN).- ¿A que voten esa pena de muerte que pide
Méleto contra mí? ¡Pero si ni siquiera sé si la muerte es un bien o un mal!
SÓCRATES.- ¡Ah, sí, el destierro!... ¡Esa sería la pena que les gustaría
imponerme!... ¡El destierro! Estaría yo ciego para no ver que si ustedes, mis

23
propios conciudadanos, se sienten incapaces de soportar mi carácter y mis
constantes diatribas... Si a ustedes les tengo tan cansados que ya no saben qué
hacer para librarse de mí..., ¿cómo me van a soportar los extraños?... ¡No, en el
destierro es mejor no pensar! ¡Y qué cosa tan ruin dejar mi propia patria para
que me sigan expulsando después de todos los sitios!... Porque, claro, vaya
donde vaya vendrá a oírme la juventud... como aquí... Y entonces, si no les
hago caso, me expulsarán ellos mismos, y si les hablo... me perseguirán sus
padres... Es muy fácil decir: pero, Sócrates, ¿por qué no te callas de una vez y
le dedicas a vivir en paz? Se van a reír si les digo que mi conciencia no me
deja... El mayor bien del hombre es su capacidad para examinarse a sí mismo y
a los demás... Creanme: una vida sin crítica, no es vida... Les asombra,
¿verdad?... Bien... Si no fuese tan pobre me condenaría a una multa... Pero no
tengo nada... ¿Podrían aceptar una multa ajustada a mis recursos?... Quizá
consiga reunir en todo y por todo una mina de plata... Sí... Esa es mi
respuesta... Me impongo una multa de una mina... (Aterrados, los discípulos,
de pie, se acercan al estrado y hacen gestos a SÓCRATES. Este les mira con
afecto. Hay rumor de indignación y rabia en el Jurado. SÓCRATES ha hecho
una pausa. El ARCONTE está lívido)
SÓCRATES.- Perdón... Perdón, atenienses... Mis amigos présentes... Critón,
Platón. Me piden que suba hasta treinta minas... Supongo que aceptaran su
garantía... Gracias, pues..., y a esa multa me condeno... (SÓCRATES se inclina
ante el ARCONTE y comienza a descender de la «Antibema». PLATÓN,
desesperado, salta al estrado intentando dominar el rumor de la multitud)
PLATÓN.- (Gritando) ¡Atenienses, yo soy el más joven de cuantos han subido
a esta tribuna!...
MÉLETO.- No... De cuantos han bajado...
ANITOS y LICON.- ¡Abajo! ¡Abajo! (Estalla el tumulto. PLATÓN comprende
que todo es inútil y baja lentamente. El ARCONTE hace un gesto imponiendo
silencio)
ARCONTE.- ¡Silencio! Se va a proceder a la segunda y última votación... Los
Jurados sólo pueden elegir entre la pena de muerte, solicitada por la acusación,
y la multa propuesta por Sócrates... Nada más... Las piedras blancas a favor de
la multa y las negras a favor de la muerte... ¡Que Palas Atenea guíe al Consejo
de los Quinientos!
TODOS.- (Leyendo)
¡Justicia contra la injusticia!
¿Hay algún mortal que no se estremezca cuando sepa la ley que quieren
imponerle?
¿Puede mantenerse puro un pájaro que a otro pájaro devora?
Ya están sueltas las riendas para que los hombres se abalancen a los
crímenes.
¡Hoy se derrumbarán las leyes si esta causa triunfa!

24
Éter, vientos, ríos, mares, tierra madre y ojo del sol ¡mírenme y sean
testigos de lo que los dioses hacen soportar a otro Dios!
(SÓCRATES ha bajado ya y va hacia sus discípulos. Se detiene al oír la voz de MÉLETO )
MÉLETO.- (Alto) Este hombre no ha dicho que sí ni una sola vez en su vida...,
y los que nunca están de acuerdo no sirven para nada... (SÓCRATES le mira
sonriente y despreciativo)
ANITOS.- (Con voz sorda) Entonces, ¡que se escape!... Yo no quiero que
muera, pero que se marche... ¡Que abandone Atenas!...
LICON.- (Con pedantería) La constitución dice: «No haré caso de los antiguos
errores ni permitiré que hagan caso otros.» (SÓCRATES ha continuado su
marcha. Le rodean los discípulos. SÓCRATES reprende con afecto a
PLATÓN)
SÓCRATES.- Has hecho mal, Platón...
PLATÓN.- (Descompuesto) Estás en peligro, Sócrates... Les has irritado...
SÓCRATES.- (Sereno) Y probablemente me van a matar... Ya lo sé... No
podía decirles otra cosa...
PLATÓN.- (Amargo) No han querido oírme.
SÓCRATES.- Me da risa que no te enfades cuando te encuentras con un
enfermo y lo hagas en cuanto chocas con cualquier espíritu grosero...
(MÉLETO, ANITOS y LICON han bajado dé la «Bema» y pasan tras ellos.
SÓCRATES sigue a ANITOS con la vista) ¡Qué orgulloso va Anitos!... Está
pensando que va a lograr algo muy grande si consigue eliminarme…
CRITÓN.- (Sordo) Te hace responsable de la muerte de su hijo...
SÓCRATES.- (Vivo) ¿Por qué no se atrevió a pronunciar su nombre? Su hijo
murió de una borrachera... Hablé con él una vez y le avisé que no fuese tan
servil como su padre... Anitos no ha tenido el valor de decir que le pronostiqué
su hundimiento... (ANITOS ha vuelto a aparecer. Está lívido. Llama a
CRITÓN)
ANITOS.- ¡Critón!
CRITÓN.- ¿Qué quieres?
ANITOS.- Yo mismo fijé la fecha de hoy... La nave del Estado tardará un mes
en volver de Delos... Ese tiempo es sagrado... No..., no se le podría ejecutar
hasta el regreso del navío... Si todo va... como parece... siempre tendrá un mes
para escaparse... (CRITÓN le vuelve la espalda. ANITOS se aleja. SÓCRATES
toma del brazo a PLATÓN. Continúa imperturbable)
SÓCRATES.- Si no quieres mandar ni ser mandado verás qué pronto
encuentran los fuertes la forma de hacerte esclavo... (PLATÓN no contesta. En
realidad los discípulos adivinan o parecen adivinar el desfavorable resultado
de la votación. No saben qué decir. El ARCONTE levanta el pergamino con el
resultado de la votación. Lo desenrolla y lo lee. SÓCRATES sube a la
«Antibema». Se hace de nuevo el silencio)
ARCONTE.- Sócrates, hijo de Sofronisco, el Jurado de los Quinientos te

25
condena a muerte por una mayoría de trescientos sesenta votos... (Fedon lanza
un gemido que es casi un grito. SÓCRATES lo mira con afecto)
SÓCRATES.- No lloren... ¿No saben, hace mucho tiempo, que la naturaleza
pronunció mi sentencia de muerte en el mismo momento en que nací?
ARCONTE.- Beberás la cicuta cuando vuelva de Délos la nave del Estado.
¡Palas, Apolo, Zeus! Gracias por su ayuda... Han iluminado con su consejo al
Jurado de Atenas... ¡Salve!
TODOS.- (Leyendo.)
Lloremos un dolor que no se sacia. ¡Se derrumbó la casa de la justicia!
¡La desdicha llegó sin quedarse en palabras! ¡Que nadie grite si le alcanza
el crimen!
Sufrir un daño que no produce deshonra bien se puede soportar.
Esa es la ganancia que le queda a los muertos. La sangre solo pide víctimas
y víctimas sobre víctimas.
¡Compadezcan ahora a los mortales!
(El ARCONTE sale. ANITOS, MÉLETO y LICON descienden de la
«Berna» mientras los discípulos se precipitan hacia SÓCRATES, que
permanece impasible en la «Antibema»)
MÉLETO.- (A ANITOS) ¿Es que no se exiliaron Fidias y Eurípides? ¿Por qué
va a ser este charlatán más importante que ellos? (ANITOS no contesta. Salen
los tres. SÓCRATES, impasible, continúa en la «Antibema». Alza los brazos.
Los discípulos se detienen)
SÓCRATES.- ¡Qué impacientes son, atenienses! En vez de esperar mi muerte
van a cometer el error de matarme y los enemigos de la República dirán que
han asesinado a un sabio... Aquellos que han votado contra mí quizá piensen
que no tenía argumentos para defenderme mejor... No, atenienses... Me han
faltado la desvergüenza y la audacia que hacen falta para llorar, suplicar y
lamentarse ante ustedes... Soy un hombre libre y ninguna amenaza me hará
cometer esas bajezas... Me he defendido como debía... Prefiero que me maten
a doblegarme... Ya sé que en muchos combates es posible salvarse implorando
clemencia... Lo difícil en esta vida no es evitar la muerte, sino la infamia... A
mí me alcanza ahora la primera y a mis acusadores la segunda... Yo lo acepto y
lo prefiero... No se marchen aún y óiganme un instante... Vendrá un castigo
muy duro sobre aquellos que han votado mi muerte... ¿Piensan que cuando yo
desaparezca ya no habrá nadie que les reprenda? ¡Ay, atenienses! Todos los
hombres a quienes mi voz contenía se levantarán ahora contra ustedes...
Serán muy severos, porque son muy jóvenes... Cada día les irritarán más y
más... Para acabar con la crítica no basta con matar a los opositores... Es
necesario hacer las cosas bien... Pocas palabras más, mientras preparan mis
cadenas, para aquellos que votaron mi absolución... Ni una sola vez, jueces, ni
una sola vez en todo el día de hoy me ha reprochado algo la conciencia... No
siento ningún odio y quiero despedirme de todos pidiéndoles un único favor:

26
que atormenten a mis hijos cuando crezcan como yo hice con ustedes... Que no
les permitan creerse que son algo si realmente no son nada... (El servidor de
los once, que ha subido al estrado con la última palabra de SÓCRATES, lo
encadena) Amigos, llegó la hora de la separación... Yo tengo que morir y
ustedes tienen que vivir... Solo Dios puede saber quién tiene más suerte... (No
puede saberse si el discurso de SÓCRATES ha sido oído o si los jueces se han
retirado. Ayudado por el servidor de los once, SÓCRATES, encadenado, baja
de la «Antibema») No lloren...
FEDON.- No puedo soportar que te maten injustamente.
SÓCRATES.- (Dulce) Amigo..., ¿preferirías acaso que muriese justamente?
PLATÓN.- (Gritando) ¡Sócrates es quien tiene razón!... ¡No han acabado con
él!... ¡Hay otro Tribunal que está más allá de la muerte!... Pero su Estado está
tan sucio y tan podrido que tiene que matar a los hombres que están dispuestos
a seguir siendo honrados... ¡Maten a Sócrates!... Siempre será mejor sufrir la
injusticia que cometerla... (Durante la imprecación de PLATÓN se ha oído la
voz de SÓCRATES, cada vez más lejana, que llama queriendo calmarle)
SÓCRATES.- ¡Platón!... ¡Platón!... ¡Platón!... (PLATÓN se echa a llorar,
indefenso, cara al público)
TODOS .- (Leyendo.)
¡Dioses, canten la ira destructora de Aquiles!
Provocó grandes penas y arrojó a muchos valientes a los infiernos...
Con la carne de los héroes alimentó a los perros y a los milanos...
¡Oh, dioses! ¿Por qué les culpan tanto los estúpidos mortales?
Dicen que todo lo malo proviene de ustedes... Y son ellos.
Son ellos quienes atraen con su locura innumerables penas que nadie
decretó.
Los Dioses tienen rostros distintos y mueven muchísimos destinos para
que se cumpla su voluntad.
La esperanza del hombre suele ser inútil. La injusticia arruina sus sueños
como hemos visto hoy aquí.
(Durante el cántico los actores han modificado el espacio escénico, que es
ahora la prisión con un lecho y un par de bancos. SÓCRATES duerme.
CRITÓN, SIMMIAS, FEDON y PLATÓN bajan lentamente y le contemplan
unos instantes. Al cabo de un rato SÓCRATES abre los ojos y los ve)
SÓCRATES.- ¿Qué hacen aquí? ¿No es muy temprano?
CRITÓN.- Sí.
SÓCRATES.- ¿Qué hora será?
SIMMIAS.- Está empezando a amanecer.
SÓCRATES.- Es raro que les haya dejado entrar el carcelero.
FEDON.- Ya casi somos amigos. Nos debe algunos favores.
CRITÓN.- Y..., además..., la puerta está abierta.
SÓCRATES.- (Mira a la puerta y sonríe) ¿Por qué no me han despertado?

27
PLATÓN.- Te estábamos mirando. Tienes un sueño muy tranquilo...
CRITÓN.- Durante toda mi vida he admirado tu carácter, pero ahora...
Estamos asombrados de la serenidad con que soportas la desgracia...
SÓCRATES.- No sería lógico que me quejase de la muerte a estas alturas de la
vida.
SIMMIAS.- Otros se quejan, Sócrates. Y se irritan contra su mala suerte.
SÓCRATES.- Eso es cierto... Bueno, ¿y por qué han venido tan pronto?
CRITÓN.- Traemos una mala noticia. Mala no para ti, por lo que se ve, sino
para todos tus amigos.
PLATÓN.- Una noticia terrible.
SÓCRATES.- (Adivinando) Que volvió de Délos la nave del Estado y que
tengo que morir.
CRITÓN.- Sí, Sócrates.
SÓCRATES.- Así sea, si así lo quieren los dioses.
SIMMIAS.- No, Sócrates. Y escúchanos. Todavía estás a tiempo de salvarte.
FEDON.- ¡Por favor, haznos caso!
CRITÓN.- Si mueres, nuestra desgracia será doble. Perderemos el mejor
amigo que tenemos y las gentes, que no nos conocen bastante, creerán que te
pudimos salvar con un poco de dinero y no lo quisimos hacer... No hay nada
más indigno que preferir el dinero a la amistad.
PLATÓN.- Nadie creerá que no has querido salir de aquí a pesar de todas
nuestras súplicas...
SÓCRATES.- Díganme... ¿Se puede saber por qué les preocupa tanto la
opinión de la gente? Los más discretos, que son quienes les deben importar,
adivinarán la verdad.
CRITÓN.- Eso que tú llamas «la opinión de la gente» es muy importante.
Fíjate en ti... La masa puede hacer bastante daño...
PLATÓN.- Sobre todo si presta oído a la calumnia...
SÓCRATES.- Si la masa pudiese hacer mucho daño también podría hacer
mucho bien... ¡Ya me gustaría!... La casualidad no puede convertir en
insensato a un hombre prudente...
SIMMIAS.- Dejemos eso, Sócrates... ¿Es que tienes miedo por nosotros? ¿Tú
crees que si sales de esta prisión nos van a acusar de haberte ayudado?
FEDON.- ¿Piensas que nos van a castigar de alguna forma?
CRITÓN.- ¡Por favor, Sócrates!...
PLATÓN.- Tenemos que salvar tu vida y es natural que corramos los riesgos
que hagan falta... Vamos... SIMMIAS.- Haznos caso...
SÓCRATES.- No sólo trato de evitar que les persigan... Tengo muchísimas
más razones para no huir...
CRITÓN.- Olvídalas... Ni siquiera va a ser caro sacarte de aquí... Los delatores
son baratos y hace falta muy poco dinero para callarlos. Toda mi fortuna está a
tu disposición. Es más que suficiente. Pero si no la quieres comprometer

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íntegramente recuerda que tenemos muchos amigos con nosotros...
SIMMIAS.- Yo he traído bastante dinero...
PLATÓN.- Y todos...
CRITÓN.- No. No lo hagas por eso...
FEDON.- Lo importante es que te salves...
CRITÓN.- Y no vuelvas a pensar en aquello que dijiste durante el juicio de
que no sabrías vivir fuera de Atenas... SIMMIAS.- En ningún lugar serás un
simple desterrado, sino una persona queridísima...
CRITÓN.- -Mis amigos de Tesalia están dispuestos a recibirte con todo
cariño...
PLATÓN.- Y otra cosa... No haces bien entregando tu vida con tanta
facilidad... Estás poco menos que ayudando a tus enemigos...
CRITÓN.- Vas a abandonar a tus hijos, que están en una edad muy delicada...
Los vas a dejar huérfanos... En la vida o no se tienen hijos o hay que cargar
con todas las responsabilidades de su formación.
SIMMIAS.- No elijas ahora la salida más fácil cuando durante toda la vida has
hecho lo contrario...
FEDON.- Y no nos avergüences a todos... Parece una cobardía nuestra que te
hayamos dejado comparecer ante el Tribunal..., que hayamos permitido la
celebración de ese juicio... Ahora..., ¿tampoco vamos a salvarte? Sería hasta
ridículo...
CRITÓN.- Mira las puertas... Están abiertas...
SIMMIAS.- Tu muerte sería un desenlace grotesco... Piénsalo bien... O, mejor
dicho, no lo pienses más...
PLATÓN.- Hay que huir ahora mismo... Está amaneciendo y tenemos el
tiempo justo... Dentro de muy poco será imposible salir de aquí...
FEDON.- Vamos, Sócrates... Vamos...
SÓCRATES.- Su celo es magnífico... Magnífico, si está de acuerdo con lo que
debe ser... Porque si no, puede resultarnos... penoso... Vamos a ver si esa fuga
es lícita. Es la única razón que me ha hecho ceder en la vida y no voy a
cambiar ahora de criterio solo porque esté en mala situación. Si mi huida no es
justa no huiré, aunque la multitud quiera asustarme como si fuese un niño... De
manera que... vamos a estudiarlo... Empecemos por lo que decía Critón sobre
la opinión de la gente... ¿No es cierto que hay criterios que deben tomarse en
cuenta y otros que deben despreciarse? Eso es lo que decíamos antes de mi
condena, y no creo que fuesen ganas de hablar por hablar... ¿No les parece?
Ustedes no tienen que morir hoy y pueden reflexionar con serenidad.
Díganme... ¿No es verdad que hay hombres con buen criterio y hombres con
mal criterio?
CRITÓN.- Sí. Es verdad.
SÓCRATES.- Entonces habrá que despreciar a unos y respetar a otros...
SlMMIAS.- Sí.

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SÓCRATES.- Respetar la opinión de los prudentes y rechazar la de los locos.
PLATÓN.- Sin la menor duda.
SÓCRATES.- Y eso, ¿qué quiere decir? ¿A quién hace caso el que se dedica a
la gimnasia? ¿A cualquiera o al experto?
FEDON.- Al experto.
SÓCRATES.- Sin preocuparse lo más mínimo de los demás y pendiente de la
alabanza o la censura de quien conoce el tema.
FEDON.- Así es.
SÓCRATES.- Entonces el riesgo está en despreciar a quien sabe.
CRITÓN.- Sí.
SÓCRATES.- ¿Y qué riesgo es ese?
PLATÓN.- Un riesgo corporal.
SÓCRATES.- Estamos de acuerdo. Y en lo demás sucede exactamente igual.
Lo justo y lo injusto, lo hermoso y lo feo, el bien y el mal, ¿no merecen ser
considerados con el criterio de quienes aprecian esos valores? ¿O es que
vamos a dañar nuestro propio ser siguiendo malos consejos?
SIMMIAS.- No, Sócrates.
SÓCRATES.- ¿Acaso es menos importante cuidar nuestra razón que defender
nuestro cuerpo?
CRITÓN.- De ninguna manera.
SÓCRATES.- Por consiguiente, que no les preocupe tanto la opinión de «la
gente»... Lo único que importa en este mundo es «la verdad»... Y no vayan a
salirme ahora con que «la gente» nos puede matar...
PLATÓN.- Es que es cierto.
SÓCRATES.- Claro que es cierto, pero eso no altera nuestro razonamiento. De
acuerdo. Nos matan. ¿Y qué? ¿Vale o no vale la idea de que «vivir
limpiamente» es más importante que «vivir»?
CRITÓN.- Sí, vale.
SÓCRATES.- ¿Y qué quiere decir «vivir limpiamente» sino ser justo, honesto
y honrado?
SIMMIAS.- Sí. Eso.
SÓCRATES.- Entonces tenemos que saber si es limpio, si es justo, honrado y
honesto que yo salga de aquí ahora mismo sin permiso de los atenienses. Si es
justo, vámonos, y Si no lo es, me quedo. Eso es lo único que hay que
estudiar... Porque si eso no es honrado, sobra la discusión. Prefiero la muerte a
la injusticia... Ya lo saben.
CRITÓN.- Muy bien. Vamos a discutirlo.
SÓCRATES.- Me gustaría mucho que me convencieran. Me va en ello la vida.
Pero si no tienen razón, no vuelvan a repetirme que debo salir de aquí contra la
voluntad de mis conciudadanos.
PLATÓN.- De acuerdo.
SÓCRATES.- ¿Creemos que nunca..., nunca se puede cometer una injusticia

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o... hay alguna excepción? ¿Sigue siendo verdad hoy lo que ayer nos lo
parecía? ¿Hemos cambiado de criterio últimamente? Diga lo que digan la
gente..., sea cual sea nuestra suerte..., por dura que se nos presente la
realidad..., ¿sigue o no sigue siendo verdad que es vergonzoso para un hombre
cometer deliberadamente un acto injusto?
CRITÓN.- Es vergonzoso.
SÓCRATES.- Entonces no se debe cometer.
SIMMIAS.- No.
SÓCRATES.- Ni pagar la injusticia con injusticia.
PLATÓN.- Tampoco.
SÓCRATES.- Ni hacer el mal a sabiendas.
FEDON.- No.
SÓCRATES.- Y... ¿eso que aseguran algunos... devolver mal por mal?
PLATÓN.- También es injusto.
SÓCRATES.- Luego no se debe pagar la injusticia con la injusticia ni el mal
con el mal. Y ahora, piensen mucho lo que van a decir... ¿Se debe mantener un
compromiso justo seriamente contraído?
CRITÓN.- Sí.
SÓCRATES.- Atención. Si huyo de la ciudad sin haberla convencido, ¿falto a
mi compromiso con ella o no?
PLATÓN.- No se puede contestar a esa pregunta. No se entiende.
SÓCRATES.- La haré de otra forma. Imaginen que cuando fuésemos a salir de
aquí se nos presentasen las leyes de la ciudad diciendo:
ARCONTE.- «¿Qué vas a hacer, Sócrates? ¿Quieres destruir la ley?»
ANITOS.- «¿Crees que puede seguir viviendo una ciudad en que las sentencias
pierden toda su fuerza por la simple decisión de un ciudadano privado?»
SÓCRATES.- ¿Qué podemos contestar a eso, amigos? ¿Podemos decir
que la ciudad ha sido injusta y la sentencia equivocada?
CRITÓN.- ¡Pues claro que sí!
SÓCRATES.- Sí. Pero ¿qué responderemos si las leyes nos dicen:
EUTIFRÓN.- «Sócrates, ese no es el convenio estipulado. Tú te
comprometiste a aceptar las sentencias de la ciudad. ¿Por qué quieres volverte
atrás?»
LICON.- «Nos debes la vida a nosotros, que hicimos posible el casamiento de
tus padres. ¿Tienes algo contra las leyes matrimoniales?»
MÉLETO.- «Disfrutaste de las normas educativas. ¿Es que no eran buenas?
Eres nuestro hijo. Nos lo debes todo.»
ANITOS.- «Si no pudiste golpear a tu padre, aunque él te golpease, ¿por qué
quieres tener los mismos derechos que tu patria y sus leyes? Si te vamos a
matar ahora es porque lo creemos justo. No nos quites la vida para defenderte,
porque eso no es honrado.»
EUTIFRÓN.- «No te creerás tan alto como para sentirte superior a tu patria y a

31
tus padres, ¿verdad, Sócrates?»
ARCONTE.- «Tienes que obedecernos o tienes que convencernos. Eso es
todo.»?
SÓCRATES.- Mírenme... Ustedes creen que... si nos dijesen eso ¿tendrían
razón las leyes?
CRITÓN.- Sí. Creo que sí.
PLATÓN.- No, no y no. Una ley injusta no es obligatoria.
SÓCRATES.- Sí que lo es. Debemos intentar cambiarla, pero ese es otro tema.
Heráclito dijo algo que no hemos olvidado. Dijo que «el pueblo está obligado a
luchar por sus leyes como lucha por sus murallas».
PLATÓN.- Debió haber dicho «por la justicia».
SÓCRATES.- No lo dijo.
PLATÓN.- Entonces no estoy de acuerdo.
SÓCRATES.- Espera. A ver si te parece que coinciden ambas cosas.
ARCONTE.- «Además, Sócrates, te trajimos al mundo, te criamos, te
educamos y te dimos libertad para marcharte donde quisieras.»
LICON.- «Ninguna norma te ha retenido en Atenas...»
ANITOS.- «Si te has quedado aquí conociendo la Ley de la ciudad es porque
te has querido comprometer con ella...»
EUTIFRÓN.- «Tenías dos opciones: obedecer a la ciudad o convencerla.
Ahora no puedes ignorarnos...»
MÉLETO.- «Y mucho menos tú, que has vivido siempre en Atenas porque
Atenas te gustaba...»
ANITOS.- «Y hay más... Pudiste haber elegido el destierro, durante el juicio, y
habrías quedado a salvo con el permiso de la ciudad... Pero dijiste que
preferías la muerte al destierro...»
LICÓN.- « ¿Por qué quieres de pronto faltar a tu palabra?»
MÉLETO.- «¿Es que ya no te gusta Atenas?»
EUTÍFRÓN.- «¡Ay, Sócrates! Dondequiera que vayas desconfiarán de ti...»
ARCONTE.- «¿Vas a seguir hablando de la justicia y de la verdad?...»
EUTIFRÓN.- «No te inquietes por tus hijos... Tus amigos, si lo son de verdad,
se ocuparán de ellos, estén donde estén.»
ANITOS.- «Vamos, Sócrates...»
ARCONTE.- «Vas a morir víctima de una injusticia de los hombres, pero no
de un fallo de las leyes...»
EUTIFRÓN.- «Si te escapas devolverás mal por mal y romperás la palabra que
diste»...
SÓCRATES.-...Parece, amigos, que las estoy oyendo... Si ustedes creen que se
puede contestar a ello, hablen... A mí me han convencido...
CRITÓN.- No tenemos nada que decir, Sócrates...
SÓCRATES.- (Bajo) Entonces, hagamos lo que hay que hacer... (Los
discípulos abrazan a SÓCRATES en silencio)

32
SIMMIAS.- Te has resignado con mucha facilidad.
SÓCRATES.- Creo firmemente que hay algo que espera a los muertos y que
ese «algo» es mejor para los buenos que para los malos. O es imposible saber o
solo sabremos algo cuando estemos muertos. Yo solo tengo esperanza de
aprender lo que sea cuando llegue a donde ahora me encamino. Sería ridículo
que hubiese intentado vivir desligado del cuerpo y fuese a enfadarme ahora...
Lo que sucede es que tienen un miedo infantil... No tienen razones. Solo tienen
miedo.
PLATÓN.- (Sonriendo) Quizá... Pero ¿qué se puede hacer para tranquilizar a
unos niños asustados?
SÓCRATES.- Solo una cosa. Contarles cuentos y decirles ensalmos.
PLATÓN.- ¿Y quién va a hacer eso si tú te marchas ahora?
SÓCRATES.- Grecia es grande. En algún lugar habrá un hombre. Busquen,
busquen un encantador donde sea. A mí me llama ya el destino, como diría un
héroe de tragedia... Creo que me voy a bañar... Me beberé el veneno en cuanto
esté limpio para que las mujeres no tengan que molestarse en lavar mi
cadáver... (Va hacia el baño)
CRITÓN.- Bien, Sócrates. ¿Qué quieres encargarnos para con tus hijos o...
sobre lo que quieras?... ¿Cómo podemos ayudarte?
SÓCRATES.- (Entrando en el baño) Como les he dicho siempre, Critón. Si se
cuidan de ustedes mismos me harán un favor a mí y a mi familia... Además, les
será muy útil... Nada adelantaríamos ahora con promesas apasionadas si
después olvidan todo lo que hemos dicho...
PLATÓN.- Seguiremos todos tus consejos, Sócrates...
CRITÓN.- (Pausa) Otra cosa. ¿Cómo quieres que te enterremos?
SÓCRATES.- (Con una sonrisa) Como más les guste... Si es que no me
escapo de entre ustedes... (Pausa) Veo perfectamente, amigos míos, que no
consigo convencer a Critón de que todavía soy Sócrates, todavía estoy
hablando con ustedes y todavía estoy razonando. Ya me está viendo muerto y
está muy preocupado por la forma de enterrarme... Tengo la impresión de que
todo lo que he hablado le parece a Critón un simple discurso de consuelo... Por
favor... Garanticenle todo lo contrario de lo que él prometió en el juicio...
Critón dijo que yo no me escaparía... y díganle ahora que me iré en cuanto
muera... ¡Pobre Critón! Me gustaría que soportase mi muerte con serenidad...
No tiene por qué sufrir si me queman o me entierran, porque yo no voy a
padecer por eso ni lo más mínimo... Así, Critón, que no digas después que
llevas a Sócrates ni que entierras a Sócrates... Hablar sin propiedad es una falta
que hará sufrir a mi alma... Tienes que decir que vas a sepultar mi cuerpo y
nada más... Y ese, entiérralo como quieras y como se acostumbre... (Sale del
baño. El «servidor de los once» baja las escaleras y se acerca a SÓCRATES.)
CARCELERO.- Sócrates..., tu mujer y tus hijos...
SÓCRATES.- (Rápido) Que no bajen... Ya voy... (A Critón.) Por favor,

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Critón... Solo quiero darles un abrazo... Di a alguien de los tuyos que los
acompañe a casa... (Desaparece seguido de Critón.)
TODOS.- (Leyendo.)
¿Qué estamos viendo, desdichados? ¿Qué mal es este que nos acoge?
Ya empezó la noche oscura. Ya se oyen sus gemidos. Lloren, lloren por
esta sangre...
Lloren, lloren por estas sombras que avanzan sobre nosotros...
Ya la tiniebla va a oscurecer el día. El miedo hace muy impacientes a los
criminales...
Ya conocen a los hombres...
¡Que nadie arroje tierra en la tumba de Sócrates!
¿Qué puede temer un hombre si obra justamente? Nada. Nunca. Nada.
Nunca. Nadie.
(Vuelve a aparecer SÓCRATES. Critón le sigue. Cuando se sienta se
acerca a él, sin pausa, el «servidor de los once»)
CARCELERO.- Sócrates, sé que a ti no tendré nada que reprocharte. Todos
los condenados me insultan cuando les transmito la orden de beber el veneno...
Pero tú eres un hombre distinto... Eres el más noble, el más bueno y el más
firme de cuantos han entrado en esta prisión... Sé que no me guardas rencor
porque yo no soy culpable de tu desgracia... Sabes muy bien lo que tengo que
anunciarte en nombre de los magistrados... Salud, Sócrates... Trata de soportar
como un hombre lo que es absolutamente inevitable... (Se retira con los ojos
enrojecidos. SÓCRATES lo contempla un instante)
SÓCRATES.- Salud, amigo... Cumpliré la orden... (Se vuelve a sus discípulos)
Ahí tienen a un hombre bueno... Durante todo el tiempo que he estado aquí me
hizo compañía, me ayudó y ahora llora por mí... CRITÓN, obedezcámosle de
buen grado... Que me traigan el veneno...
CRITÓN.- Hay tiempo... Casi todos los condenados comen y beben después
de recibir la orden... No, Sócrates, no tengas prisa...
SÓCRATES.- Es natural que otros esperen si eso les sirve de algo. Pero
también es lógico que yo no lo haga. Beberlo un poco después me haría
sentirme ridículo y avaro de una vida que ya no es mía... Por favor, pídelo...
(CRITÓN hace una seña. Entra el VERDUGO con una copa. Se acerca a
SÓCRATES en silencio) Bien, amigo, explícame lo que tengo que hacer.
VERDUGO.- Sólo pasearte un poco cuando hayas bebido. En cuanto notes las
piernas pesadas, te acuestas boca arriba. Lo demás lo hará el veneno... (Le
tiende la copa. SÓCRATES la toma con tranquilidad.)
SÓCRATES.- ¿Puedo hacer una ofrenda con esta bebida?
VERDUGO.- No. Hemos preparado solamente la cantidad precisa. No puede
derramarse nada.
SÓCRATES.- Entendido. Al menos me será posible, porque es justo pedir a
los dioses que me concedan un viaje feliz... Eso es todo lo que deseo... (Lleva

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la copa a los labios y bebe serenamente. CRITÓN se levanta. Los discípulos
lloran. SÓCRATES los mira) ¿Qué es esto, amigos? ¿Por qué lloran? Mandé
afuera a mi familia para evitar esta escena... La muerte debe ser recibida con
amabilidad... Callen... y tengan un poco de valor... (Los discípulos contienen el
llanto. SÓCRATES pasea en silencio. Pausa) Ya me pesan las piernas... (Se
echa boca arriba. El VERDUGO le toma los pies y las piernas. Pausa. El
VERDUGO le aprieta los pies)
VERDUGO.- ¿Sientes algo?
SÓCRATES.- No... (El VERDUGO toca las piernas de SÓCRATES.)
VERDUGO.- ¿Sientes algo?
SÓCRATES.- No. (SÓCRATES se cubre el rostro. El VERDUGO palpa el
vientre de SÓCRATES)
VERDUGO.- ¿Sientes algo?
SÓCRATES.- No. (Pausa. SÓCRATES se descubre) Critón... Recuerda que
debemos un gallo a Esculapio... No te olvides... (Vuelve a cubrirse
SÓCRATES)
CRITÓN.- No me olvidaré... ¿Tienes algo que decirnos? (SÓCRATES no
contesta. Pausa. El cuerpo de SÓCRATES se estremece ligeramente. El
VERDUGO lo descubre del todo. Está muerto. CRITÓN, con un gemido, le
cierra los ojos y la boca.)
TODOS.- (Alineados) Después de la muerte de Sócrates, la admirable ciudad
que había matado al más admirable de sus ciudadanos reaccionó
ejemplarmente. El dolor, el arrepentimiento y la vergüenza cerraron las
palestras y los gimnasios.
Méleto fue lapidado.
Anitos bebió la cicuta. Licon se exilió.
Lisippo labró una estatua en bronce de Sócrates y los atenienses la colocaron
en el Pompeo.
La limpia ciudad de Atenas entendió muy pronto que aquel juicio y aquella
muerte constituían el crimen mayor...
...el pecado más grave...
...el error más terrible...
que se puede cometer en este mundo: suprimir la voz de un hombre.

TELÓN
FIN DE «SÓCRATES»

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¿POR QUÉ SÓCRATES?

Vivimos una época difícil y es tan extensa la gama de propuestas que nos hace
la vida que ningún repertorio ético puede facilitarnos con claridad soluciones
anticipadas y completas. A menudo, el ser humano ha de indagar
personalmente y buscar en su propio yo hasta encontrar dentro de sí mismo
una línea de comportamiento que le satisfaga. Claro está que este hallazgo
puede ser una espumosa variante menor del código social o puede consistir en
algo de raíz nueva, distinta y conflictiva. ¿Qué hacer entonces? ¿Silenciar esa
rebeldía personal o luchar por nuestra propia y nueva verdad? Esta es, a lo que
parece, la dramática elección que ilumina la vida de Sócrates. La entraña
misma de su ser se encuentra en conflicto con la ética de la sociedad en que
vive. Sócrates decide luchar. Y a la hora del choque absoluto y frontal asume
la defensa de sus ideas, pasa de acusado a acusador y ejemplifica un
emocionante modelo de dignidad humana.
Naturalmente, esta es una elaboración hipotética. Sócrates no escribió una sola
línea y las hermosas palabras que Platón y Jenofonte le atribuyeron suscitaron
serias dudas al propio Aristóteles. Queda en pie, no obstante, a través del
bellísimo mundo de los Diálogos, un Sócrates valeroso y agresivo, intelectual
y humanamente irritado con el triunfalismo de su entorno. Ese Sócrates
dubitativo y crítico puede encarnar muy bien una forma de pensar, de trabajar
y de comportarse, gracias a la cual estamos donde estamos. Sin aguijones
críticos, sin "no conformistas", sin rebeldes, todavía estaría el hombre en las
cuevas troglodíticas. Yo he pretendido decir ahora que la duda del ser que
piensa no es solo un derecho simple y natural, sino un deber ético, a veces
amargo, a veces incómodo, que nada, absolutamente nada puede contrariar.

ENRIQUE LLOVET.

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