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¿Qué es y qué hace el psicólogo educacional?. Una mirada crítica para una
propuesta compleja.
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Carlos Ossa
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125
Introducción
126
fundamentamos, tanto el conocimiento como la actuación de los/as
psicólogos/as educacionales.
127
Historia y concepciones de la psicología educacional
128
desarrollo psicoafectivo adecuado para tal proceso de enseñanza y
aprendizaje.
129
fundamentando su definición tanto teórica como metodológica (Coll,
2001; Genovard et al., 1992). Su génesis epistemológica se habría
desarrollado en los primeros 20 años del siglo veinte (Arancibia et al.,
2007), a través de la confrontación entre una mirada individualista de
la educación, que denotaba una orientación centrada en las
características y habilidades de la persona para generar el
aprendizaje, de mayor facilidad para desarrollar el camino científico, y
una orientación centrada en las interacciones sociales y la posibilidad
sociocultural de que el conocimiento permitiera movilidad y cambio
social, veta bastante menos clara desde la academia y con mayor
dificultad para estudiar científicamente.
130
escasa investigación que se estaba desarrollando como área
(Arancibia et al, 2007; Castejón, González, Gilar y Miñano, 2010).
131
educacional a raíz del devenir histórico que ha mostrado
(mayoritariamente descrito y no siempre reflexionado). Tanto el
mencionado Coll, como otros autores (Arancibia et al., 2007; Bazán,
2005; Castejón et al., 2010) establecen que la psicología educacional
presenta tensiones relacionadas con diferentes temáticas.
Se propone que dichas temáticas pueden agruparse en dos grandes
ejes, uno de ellos es el de su concepción como área de conocimiento,
ya que como área híbrida (mezcla entre psicología y educación),
presenta un foco dinámico e indiferenciado de temas. Esto plantea
algunas propuestas y contrapropuestas respecto a cuál temática será
la más apropiada (el aprendizaje, las habilidades de aprendizaje, la
interacción social que implica el aprendizaje, las estrategias usadas
para generar aprendizaje), así como donde se pone el límite
definitorio de la disciplina (más hacia el área de la psicología, más
hacia el de la educación).
Como segundo eje de tensiones se presentaría una valoración
ambivalente hacia la epistemología de la disciplina, en términos de
que no se ha planteado con claridad cuál es la relación que se
debiese o quisiese tener con la realidad como origen de
conocimiento, planteando al mismo tiempo dos perspectivas que a
menudo se encuentran y obstaculizan en el desarrollo del proceso
investigativo, una mirada centrada en lo explicativo, nomotético, y lo
cuantitativo; la otra centrada en lo comprensivo, ideográfico, y lo
cualitativo. Y sumémosle a ello las posibles mezclas que surgen entre
las miradas investigativas (Bazán, 2005; Coll, 2001).
Estos ejes debieran convertirse en los vertebradores del sentido
sobre el cual la psicología educacional debiese reflexionar y discutir
sus propósitos, con el fin de reconocer con claridad conceptual y
epistemológica su pasado y su futuro. Por un lado, un eje de
identidad de sí como disciplina, lo cual tiene relación con su objeto de
estudio, su naturaleza teórica, y la definición de su ethos disciplinario.
Por otro lado, un eje de conocimiento, relacionado con su naturaleza
ontológica y epistemológica, la definición de sus métodos de
investigación, y la finalidad del conocimiento que genera, lo que se
presenta en la siguiente tabla.
132
Arancibia Bazán Coll EJES
Identidad Diversidad de Dependencia
paradigmas o
independenci IDENTIDAD
a de
psicología
general
Definición Idiográfico Solo
conceptual versus aplicación de
nomotético psicología
general o
campo propio
y construido
Contenido de Comprender Carácter
estudio o explicar la teórico o
realidad aplicado de
conocimiento CONOCIMIENTO
Estatus Dicotomía Énfasis en
científico cualitativo v/s teorizar e
Investigación cuantitativo investigar o
educativa en aplicar y
desarrollar
Figura 1. Cuadro comparativo y analítico de tensiones y
problemas de la psicología educacional según Arancibia et al.
2004; Bazán, 2005; y Coll 2001 (Fuente: Elaboración propia)
133
pasiva de esta disciplina madre. Segundo, como una subdisciplina
nueva y con un campo propio y diferente al de la psicología
tradicional, con un objeto de estudio propio. La primera perspectiva es
menos consciente de sí misma como campo disciplinario puesto que
evitaría reflexionar, criticar y tomar partido respecto a sus rasgos
identitarios y de conocimiento, mientras que la segunda se haría
cargo de la resolución (de buena o mala manera) de las tensiones,
por lo que sería más consciente y crítica de tales aspectos.
Estas dos perspectivas en la comprensión de qué es la psicología
educacional y qué hacen los psicólogos educacionales da lugar a una
perspectiva que podríamos llamar tradicional (la llamada de
aplicación, según Coll), con un foco intervencionista, de tendencia
individualizadora, y que se centra en establecer apoyos al proceso de
enseñanza y aprendizaje (como servicio principal), y otra perspectiva
más bien constructivista o socioconstructivista (disciplina puente
según Coll) que buscaría centrarse en necesidades comunitarias y
sistémicas, con un foco más preventivo y psicoeducativo (Coll, 2001;
Banz y Valenzuela, 2004).
En sintonía con esta línea de razonamiento, podemos señalar que es
posible entender este rol o naturaleza del quehacer del psicólogo
educacional, desde lo que se ha definido hoy como las dos grandes
miradas epistemológicas sobre el conocimiento, las perspectivas de
la simplicidad y de la complejidad (Collom, 2005). Así, es posible
relacionar actividades propias de la organización escolar y del trabajo
del psicólogo educacional con la perspectiva de la simplicidad (Ossa,
2011), lo que daría como resultado una labor centrada en la
perspectiva tradicional clínica, de naturaleza individualizante y con
una postura de experticia disciplinaria (Cecilio, Pereira y Alves de
Lima, 2010), muy vinculadas a las perspectivas de aplicación de la
psicología (Coll et al., 2001) y remedial (Banz y Valenzuela, 2004).
Desde esta perspectiva un psicólogo o psicóloga educacional se
ocuparía de los casos derivados por los docentes o los directivos, que
estén presentando dificultades de aprendizaje frente a las materias, o
bien porque presentan problemas emocionales que influyan en su
ajuste al proceso escolar, o que interfieran su rendimiento; o bien,
cuando se presente alguna dificultad atencional o conductual que
genere desorden o situaciones de agresión en el aula. Una vez
enfocado el caso, el profesional habitualmente realiza un diagnóstico
de la situación, entrega orientaciones a los docentes, apoderados y al
134
mismo estudiante en algunos casos, y si se tienen recursos, se
trabaja un acompañamiento al estudiante para mejorar las estrategias
de ajuste y afrontamiento. En algunas escasas situaciones, se
trabajaría a nivel de asesoría con el consejo de profesores o
desarrollando material de información.
135
De esta manera, esta segunda perspectiva de la psicología
educacional, menos desarrollada y conocida, se encumbra como
enfoque alternativo al anterior (desde una postura constructiva, crítica
y compleja), y propone la valoración del cambio como foco de
intención, multidisciplinario y sistémico, dispuesto para considerar y
valorar al ser humano como agente de cambio y ser cambiante en sí
mismo, lo que da una dinámica de cambio a la institución educativa, y
no solo en un espacio de control y conformidad, como parecen
desear en forma implícita, algunas políticas y acciones actuales en el
campo educacional chileno.
136
tampoco con una definición prístina ni compartida de lo que es y hace
el psicólogo educacional.
137
además de Australia, China, Alemania, Italia y Rusia (Jimerson et al.,
2006); y finalmente de Georgia, Suiza y Emiratos Arabes (Jimerson et
al., 2008b). Los resultados de estas aplicaciones han servido para
identificar y conocer características del rol profesional, de la
formación y las regulaciones, de los roles y responsabilidades, y de
los desafíos e investigación que desarrollan quienes se desempeñan
en instituciones educativas.
138
Frente a dichos parámetros es importante reflexionar cuál es el nivel
de desarrollo del campo disciplinario de esta área, lo que pasa no
solo por considerar el nivel o calidad de la formación entregada, sino
además, indicadores de soportes políticos y legales. En relación a lo
anterior, es posible analizar la realidad de nuestro país en
comparación a sus vecinos de América, en referencia a los
parámetros presentados por Jimerson y el ISPA.
Argentina SI No No SI No
Bolivia No No No No No
Brasil SI SI SI SI SI
Chile** SI No No SI No
Colombia No No No No No
139
Cuba SI No No SI No
Republica SI
SI No No No
Dominicana
Ecuador SI SI No SI No
El Salvador No No No No No
Guatemala No No No No No
Honduras No No No No No
Jamaica SI No No No No
México SI No No SI SI
Paraguay SI No No No No
Perú SI No SI SI No
Uruguay No No No No No
Venezuela SI SI SI SI No
A nivel general es posible ver que los dos criterios que más se repiten
a nivel de continente tienen relación con el de contar con
profesionales que presentan tareas identificables en el área, y el de
contar con programas de formación en psicología escolar
(educacional). Sin embargo, estos son criterios mínimos que guardan
relación con la oferta y demanda de necesidades entre la sociedad y
las instituciones de educación superior, más que con un esfuerzo por
desarrollar la disciplina.
140
salvedad a ello es que en los últimos años (2010-2013, posteriores al
estudio) se han ido generando instancias legales y gremiales (como
la ley general de educación, el decreto 170 de diagnóstico de
necesidades educativas especiales; la conformación de la Asociación
Nacional de Psicólogos educacionales –Anpse) que pueden marcar
aunque sea levemente, un repunte en el logro de estos criterios.
141
Juliá (2006) señala que en algunos estados de EEUU, se han
planteado propuestas respecto a las tareas del psicólogo educacional
que se enfocan por ejemplo en el apoyo a la reducción de la brecha
entre niños con mayores y con menores aprendizajes, a su desarrollo
psicosocial, y al apoyo de sus necesidades de desarrollo. Mientras
que en Europa se estaría planteando un conjunto de competencias
relacionadas a evaluación, comunicación, intervención, desarrollo y
planificación. Por otra parte Cabello (1997) señala que a nivel
latinoamericano (Cuba, Colombia) se plantea que el psicólogo
educacional ha ido presentando variadas funciones y tareas en
relación a investigación, docencia, diagnóstico de dificultades de
aprendizaje, tareas de gestión, apoyo al desarrollo curricular y
didáctico, asesorar, desarrollar proyectos de integración con la
comunidad, entre otras.
142
información, realización de tareas colaborativas, generación de
vínculos con profesionales y redes de apoyo.
143
noción de “educacional” que poseería este profesional, dado que esta
perspectiva establecería diferencias sustanciales para los
profesionales en función del ámbito educativo y social al que se
enfocan (estando más centrado en el contenido disciplinario); por
ejemplo, al establecer psicólogos desempeñándose en el sistema de
educación regular primario o secundario, denominados
tradicionalmente como “psicólogos escolares”, y otros
desempeñándose en sistemas de educación superior o en
instituciones gubernamentales o sociales, que se centran en ámbitos
educativos más generales y que se denominan “psicólogos
educacionales” (Genovard et al., 1992).
144
complejo, amplio y multifacético de actuación, teorización,
intervención, investigación, crítica y formación.
145
éste, facilitando las relaciones sociales y el funcionamiento de los
grupos, evitando situaciones de violencia.
Sin embargo, este aporte tan necesario que puede dar la psicología
para el desarrollo de los docentes no está exento de críticas,
relacionadas con las tensiones que ha presentado la psicología en
relación a su epistemología e identidad (Bazán, 2008), como en
relación a la poca significación y estandarización que durante mucho
tiempo tuvieron los cursos de psicología universitarios para los
docentes en formación (Patrick et al., 2011). Estos últimos problemas
deben ser resueltos en términos de lograr la creación de una
perspectiva nueva, que muestre cuál es el aporte de la psicología
educativa actual frente al proceso pedagógico y frente a la
pedagogía; como también, cuál es el tipo de colaboración que puede
establecerse entre ambas áreas y ambos profesionales como parte
de un mismo equipo profesional.
146
procesos de enseñanza y aprendizaje de quienes forman parte de la
comunidad educativa, sino además responsabilizarse de las
implicaciones educativas de su misma intervención profesional,
coordinándose con otros profesionales que permitan el logro de
dichas metas (Colegio de psicólogos de España, 2008) y relevando la
necesidad de generar competencias de trabajo colaborativo y que
permitan desarrollar una perspectiva co-constructivista del trabajo en
la institución educativa (Banz y Valenzuela, 2004; Patrick et al.,
2010).
148
debe estar acompañada de prácticas de liberación social (Redondo,
2011).
149
una profesión que nos lleve a desarrollarnos y a colaborar en
procesos e instituciones sociales más completos, participativos y
satisfactorios, tanto para los profesionales del área, como para la
comunidad en general.
150
a.- Cómo lograr una psicología educacional crítica
151
poseemos, permitiendo además descubrir otras facetas de los
eventos y las situaciones (Montero, 2010). Nos priva de nuestras
herramientas habituales induciéndonos a crear otras nuevas, como
señala Iñiguez (en Montero, 2010) es el resultado del continuo
cuestionamiento de las prácticas de producción de conocimiento.
152
entender la psicología y las ciencias sociales, que cuestionan el
universalismo y el causalismo (Estrada, 2010)
153
publicando en 1960, “La psicología política y la posibilidad de
investigación acerca del carácter nacional venezolano” (González
Rey, 2004: 353). Así mismo, surge otro referente fundamental de la
psicología crítica en Latinoamérica, como es Ignacio Martín Baró,
importante representante de esta generación de psicólogos, y en
quien se evidenció siempre una tendencia a la búsqueda de
alternativas teóricas y metodológicas facilitadoras de esta psicología
crítica, a través del análisis de problemas muy asociados con la vida y
las condiciones dominantes en nuestros países (González Rey,
2004).
154
la realidad latinoamericana. Desarolló una conciencia crítica, tanto en
lo metodológico, que se separaba del positivismo y del cientificismo
extremo, como en lo teórico, enfatizando el origen histórico y cultural
de la psiquis, rompiendo con la naturalización de la personalidad y las
conductas presente en la psicología social dominante, de corte más
americano y europeo (González Rey, 2004) .
155
una práctica que se puede ejercer en cualquier rama de la psicología
(Montero, 2010).
156
profesional, donde en la actualidad, no se ha logrado generar un
encuentro que permita organizar espacios de formación curricular
consensuadas entre las diferentes casas de estudio que entregan la
formación psicológica. Ello ha generado por un lado, el hecho de que
no se logre un acuerdo respecto a cuál es el momento para
desarrollar la adecuada formación en psicología educacional, si
dentro de la formación de pregrado, como una especialización de la
formación en psicología, o bien, como un proceso de postitulación,
que se genera una vez terminada la formación básica en psicología
(Juliá, 2006). Esto nos debiera hacer pensar sobre lo monopólica que
ha resultado la formación en psicología en nuestro país, en términos
de que se ha generado una discusión muy pobre (prácticamente
inexistente) respecto a qué psicología tenemos o queremos como
país, predominando la visión tradicional de su enfoque, y regulada
básicamente por el mercado (o de hecho desregulada); en esa misma
lógica es relevante señalar que se puede observar esta misma
ausencia respecto a la psicología educacional, tanto a nivel nacional
como a nivel latinoamericano (Catalán, 2013).
157
En consonancia con la veta crítica que debe asumirse en nuestra
disciplina, cabe señalar que debe ser necesariamente explicitada
dicha asunción de identidad, de manera que las actuaciones y el
desarrollo de conocimiento sean generados a través de hechos claros
y evidentes, para que podamos asumirlos con propiedad, o
modificarlos si fuese el caso.
158
He señalado en otro escrito (Ossa, 2011), de qué manera la
simplicidad y la complejidad establecen una existencia en el campo
educativo, y de ese modo, generan una influencia en el desarrollo de
nuestra particular disciplina psicoeducativa. Deseo en este apartado
más que nada, rescatar ciertas nociones básicas sobre la esencia de
ambos paradigmas, y que ello sirva de base para entender la
importancia de establecer una psicología desde la complejidad.
159
experto que poseería el poder de evaluar, ayudar y resolver
problemas de otros/as (Ossa, 2011).
160
señala la posibilidad de descomponer cualquier fenómeno en
elementos simples para analizarlo; el tercero tiene relación con el
principio de reducción, en íntima relación con el principio de la
separabilidad, establece la necesidad de la simplificación para lograr
cuantificarlo; el último es el de la lógica inductiva-deductiva como
camino de acceso al conocimiento, aspecto que se identificará con la
Razón como elemento prioritario para conocer (De Almeida, 2008).
Admite la incertidumbre
Es marcado por lo imprevisible
Es no-determinista, no-lineal e inestable
Se construye y se mantiene por la autoorganización
Es marcado por lo inacabado
Es simultáneamente dependiente y autónomo
Conlleva, supone o expresa emergencia (creación)
Se instala lejos del equilibrio
Vive de la tensión entre determinismo y libertad (De Almeida,
2008)
162
Labarrere (2006), la complejidad debe aprehenderse desde lo
complejo, lo cual implicaría abandonar ciertas creencias y paradigmas
que han marcado fuertemente el campo de la psicología educacional
(como la focalización del proceso enseñanza y aprendizaje, la
individualización, y la patologización de las conductas). Ello debiera
lograrse además con la adopción del análisis crítico, desde su versión
sociocrítica (Ruz y Bazán, 1998) lo cual implica un cuestionamiento
de los conceptos, de las acciones, y de los sentidos de esas
acciones.
163
significativo frente a las necesidades educativas (Banz y Valenzuela,
2004; García, Carrasco, Mendoza y Pérez, 2012).
164
Los actuales cambios sociales, políticos y culturales que se han
desarrollado en este siglo XXI, deben generar prácticas de revisión
para la psicología educacional, de modo que logre consolidarse como
una disciplina efectiva en el aporte que realiza a la educación y a la
sociedad. De este modo debería lograr responder a la pregunta sobre
qué aportes ha realizado para el campo educativo, y a la vez qué
aportes ha generado en su propio campo. De hecho, debiera tenerse
ya, luego de poco más de cien años de conformación, una mirada
metacognitiva respecto a si los aportes que se han desarrollado en y
desde la psicología educacional, han sido lo suficientemente
adecuados o pertinentes, tanto para la educación como para la
misma psicología.
165
En consonancia con las necesidades socioculturales de la actualidad,
mi apuesta es por la línea social, pero ello implicaría una búsqueda
de independencia de la matriz psicológica tradicional. Más, ¿qué
proceso de independencia se ha logrado sin dar batalla (en
cualquiera de los planos existenciales), sin derramar sangre, dar
esfuerzos, perder comodidades? A mi juicio, ninguno, lo cual dejaría
una gran duda.
166
necesario, además de lo anterior, una psicología educacional crítica,
que permita reflexionar y sospechar constantemente respecto a los
logros y fracasos que tengamos como disciplina, que nos permita
adaptarnos, cambiar, crecer, participar y reinventarnos.
167
se materializa en bajísimos índices de participación gremial en el
colegio de psicólogos de Chile y en la Asociación nacional de
psicólogos educacionales. Ello nos inmoviliza una vez más respecto a
lo que podríamos generar como grupo profesional con participación
social, ciudadana y política (puede cuestionarse ese ordenamiento).
168
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