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Últimamente siento que vivo en un país esquizofrénico.

Como si el Perú fuera el


protagonista de la famosa obra del escritor Robert Louis Stevenson, el doctor Jekyll
y el señor Hyde. A veces me encuentro con un Perú entusiasta, alegre, guapo. Pero
de pronto me sorprendo con otro oscuro, pesimista y desarreglado. Y por más que
trato de alejarme del segundo, siempre aparece como esa persona que te cae mal y
tratas de evadir para no tener que saludar.

Aunque la lógica nos diga que la realidad de un país es solo una, nuestro país es
bipolar.
Es maravilloso toparte con historias de éxito por todos lados debido a la lucha y
pasión de gente común y corriente. Gente que en el Perú de hoy encuentra el
cómplice que los ayuda a conquistar sus sueños, en muchos casos aquellos que
sus padres y abuelos intentaron sin éxito. Sueños grandes y pequeños que resultan
en un negocio familiar exitoso, hasta otro que llega más allá de nuestras fronteras.
Como si fuera una gran tribu de millones para los que nada es imposible, para los
que no tienen en su memoria décadas oscuras y fracasadas. Ese Perú es luchador
y, sobre todo, ganado

Pero cuando me siento contagiado al estar en su compañía, de pronto se


transforma. Es otro. Su personalidad cambia y se convierte en un ser egoísta,
codicioso, sin principios, que puede romper las reglas para su beneficio personal.
Su país no es de 30 millones, sino de uno solo: él. Y, a pesar de darse cuenta del
daño que hace, sigue indiferente y hasta contento.

Al primero lo encuentro en el debutante microempresario que logra sus primeros


éxitos. Al segundo, en el político que olvidó para quién trabaja.
Al primero lo encuentro en el debutante microempresario que logra sus primeros
éxitos. Al segundo, en el político que olvidó para quién trabaja.

Al primero lo encuentro en los universitarios hambrientos de aprender para


comerse al mundo. Al segundo, en el chofer de micro que hace carreras para ganar
un pasajero más.

Al primero lo encuentro en el profesor que, a pesar de su sueldo, se esfuerza por


educar con valores. Al segundo, en la indiferencia del acomodado que voltea la cara
cuando le piden apoyo.

Al primero me lo topo cuando al verte caer te ayuda a levantarte. Al segundo,


cuando disfruta con tu tropiezo y así complace su mediocridad.

Al primero lo vemos en la calle, en el taxi, en el albergue de su barrio. Al segundo,


en los primeros minutos del noticiero, parado en la luz verde.
Quisiera parar con el primero. Ojalá nuestro Perú se cure y deje su doble
personalidad. Ese es el Perú en el que todos debemos vivir, ¿no?........

¡Apuesto al primero!
porque…
– Me gusta ser proactivo(a).
– Soy partidario(a) de la democracia real.
– Comparto totalmente la defensa de los derechos humanos.
– A la droga le digo NO. – Admiro y valoro a la gente que surge por su capacitación
y emprendimiento.
– Soy consciente de que los derechos implican deberes que hay que cumplir.
– Practico la verdad, la honestidad, la solidaridad y la responsabilidad.
– Me emociono con los éxitos de nuestros artistas y el triunfo de nuestros
deportistas.
– Reconozco que toda mi generación necesita y merece una buena educación.
– Rechazo rotundamente la falsedad, el oportunismo y la corrupción.
– Me siento orgulloso de nuestra historia, tradiciones, gastronomía y biodiversidad.
– Creo en la posibilidad de un cambio de actitud que nos permita erradicar todo lo
que nos hace daño.
– Respeto a la autoridad que predica con el ejemplo.
– Amo a mi familia, a mi país y cuido de nuestro ambiente para procurar un mundo
mejor.

Alberto Goachet.
Diario el comercio

Referencia:

Santillana S.A. (2018). Desarrollo de la competencia ciudadana. Perú. Ed. Amorrortu, p.34.

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