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Interceder, del griego “Palal” que significa orar, interceder, mediar como juez entre dos partes.
Del latín “Intercedére”, es la acción de hablar en favor de alguien para librarlo de un problema o
para procurarle el bien.
La intercesión es el acto de interceder o hacer una petición en lugar de otro delante de Dios.
Jesús es nuestro ejemplo a seguir. Él es nuestro intercesor ante el padre, el salvador intercede por
nosotros valiéndose de su amor, compasión, justicia y misericordia.
“Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que
vive siempre para interceder por ellos”. (hebreos 7:25)
Interceder es ponerse en lugar de otro, es decir, que el intercesor siempre viene ante Dios, para
rogar a favor de otros.
“Y, así mismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos lo que
hemos de pedir como es debido, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles”. (Romanos 8:26)
El grupo de intercesión dedica su vida a interceder por el prójimo, por la iglesia, por la familia, por
las necesidades y el bienestar de nuestros hermanos, tanto en lo espiritual como en lo secular.
Esa es la función del intercesor, velar por el bien de nuestros hermanos, sin esperar nada a
cambio.
“Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los
demás.” (Filipenses 2:4)
Hoy más que nunca en la historia de la humanidad, Dios está buscando hombres y mujeres que
estén dispuesto hacer vallado y se ponga en la brecha a favor de su generación, ciudad, prójimo,
familia e iglesia.
“Y busque entre ellos un hombre que hiciese vallado (cerco para defensa de un sitio o impedir la
entrada), Y que se pusiese en la brecha (hueco o abertura en la pared o muralla) delante de mí, a
favor de la tierra, para que no la destruyese”. (Ezequiel 22:30)