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Como rama de la filosofía, la ética profundiza en las reglas y estándares que

impulsan la conducta humana. La piedra angular del pensamiento ético está ligada
a las nociones de individualidad y ética misma, lo que revela cómo estos factores
impactan nuestro proceso de toma de decisiones éticas. “Quien se vaya labrando
un buen carácter, una buena morada, aumentará la probabilidad de lograr una
vida buena. La ética se refiere a los hábitos que las personas vamos adquiriendo
para obrar bien o mal y que componen el carácter” (Cortina,2013). Esta cita resalta
la importancia de desarrollar un carácter moralmente sólido para tener una vida
buena y virtuosa. También hace hincapié en que la ética se relaciona con los
hábitos que adquirimos y que moldean nuestra forma de actuar, lo que a su vez
influye en nuestro carácter y en la calidad de vida que podemos alcanzar.
Destacando el punto clave de que la moralidad se basa en la razón, debemos
comprender nuestra capacidad para reflexionar y razonar sobre nuestras acciones
teniendo en cuenta sus repercusiones. Este comportamiento consciente y reflexivo
es lo que la ética exige de nosotros, instándonos a actuar de manera responsable
con nosotros mismos y con los demás. Aceptar las consecuencias de nuestras
acciones es la piedra angular de la conducta ética, y esencialmente predica un
enfoque consciente a la hora de decidir nuestras acciones.
La idea de que somos responsables de nuestras acciones está directamente
ligada a nuestra comprensión de lo que significa ser humano. La ética nos enseña
a respetar a cada individuo como alguien que es especial y lo merece. Cuando
abrazamos este principio, comenzamos a apreciar el valor de la existencia
humana y las responsabilidades que conlleva. Esta perspectiva nos lleva a
reconocer que cada persona es inherentemente valiosa y no sólo una herramienta
que podemos utilizar para nuestro propio beneficio, tal como se señala en el texto
de: “La persona es un absoluto, en el sentido de algo único, irreductible a
cualquier otra cosa. Mi yo no es intercambiable con nadie. Este carácter único de
cada persona alude a esa profundidad creadora que es el núcleo de cada
intimidad: es un «pequeño» absoluto” (Carrodeguas,2007). Esta cita destaca la
singularidad de cada persona, lo que la convierte en un absoluto único e
irreductible a cualquier otra cosa. Además, se hace referencia a la profundidad
creadora que se encuentra en el núcleo de cada persona, lo que sugiere que cada
individuo tiene un valor intrínseco y una dignidad que deben ser respetados.
Nuestra conciencia moral juega un papel importante en la ética, ya que nos ayuda
a distinguir el bien del mal y desencadena un sentimiento de remordimiento
cuando nuestras acciones contradicen nuestros principios éticos, ya que “La
actitud moral cristiana va más allá de compromisos concretos o motivaciones
limitadas. Busca la perfección absoluta y se expande hacia horizontes más
amplios, trascendiendo lo meramente práctico” (Vidal,1989). Esta cita destaca que
la moral cristiana no se limita a cumplir deberes concretos o actuar por
motivaciones egoístas. En lugar de ello, busca la perfección moral y se extiende
hacia objetivos más amplios y elevados que van más allá de las necesidades
individuales. En las decisiones éticas, nuestra conciencia moral nos guía y nos
impulsa a pensar en la moralidad de nuestras acciones. Además, nos brinda la
oportunidad de reflexionar sobre nuestros errores pasados y aprender de ellos, lo
que nos permite cambiar nuestros comportamientos y actuar éticamente en el
futuro.
La universalidad de la ética es una característica definitoria que la distingue de
otros marcos y perspectivas. A diferencia de muchos otros, los principios éticos no
se definen por circunstancias o contextos culturales particulares, sino que apuntan
a desarrollar estándares universales y objetivos que sean pertinentes para todos,
independientemente de su ubicación o momento. Como tal, la ética requiere que
mantengamos un conjunto de principios consistentes e imparciales que puedan
ayudarnos en cada situación. Este enfoque en la universalidad significa que los
códigos éticos no deben ser ni relativos ni subjetivos, ya que su propósito es guiar
nuestra conducta a través de un conjunto de principios omnicomprensivo y
atemporal.
La búsqueda de justicia y la dinámica ética están entrelazadas. Tratar a las
personas de manera imparcial y equitativa implica justicia. Al reflexionar sobre los
resultados de nuestras acciones sobre terceros, la ética nos implora que emitamos
juicios que fomenten la igualdad y el bienestar general. Además, la ética nos
obliga a resistir la desigualdad y la discriminación y a luchar por un planeta más
justo y solidario.

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