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El universo se muere. Una o varias cosas han estado conspirando para matarlo.

Y nuestra
galaxia, la Vía Lá ctea, está moribunda, no se libra. El proceso no es nuevo, empezó hace
bastante tiempo, pero parece irremediable. Es el fin del universo tal y como lo conocemos,
parafraseando la canció n de REM. Nos encaminamos, muy muy lentamente para las
escalas de tiempo que maneja la humanidad, pero sin vuelta atrá s, al ocaso de nuestro
universo que dará paso a otro completamente diferente, que podríamos calificar de
bastante hostil y oscuro para lo que nos gusta. Lo explicamos.
Algunos datos. El Universo tiene unos 14.000 millones de añ os de edad. Hoy se sabe que ya
existían galaxias cuando el universo solo tenía unos 400 millones de añ os o un 3% de su
edad actual. Desde entonces, las galaxias y las estrellas que las forman han dominado el
cosmos durante casi toda su existencia. Má s datos: la Vía Lá ctea, una galaxia normalita
que contiene unos 100.000 millones de estrellas, hoy por hoy forma aproximadamente
una estrella como el Sol cada añ o. ¿Eso es mucho o poco?
En astrofísica, en física en general, y casi diría que en la vida, lo mejor es afrontar un
problema haciendo primero lo que los anglosajones llaman una cuenta en el reverso de un
sobre y nosotros solemos llamar la cuenta de la vieja, es decir, operaciones sencillas pero
que encierran también mucho conocimiento y sabiduría. Luego ya puedes hacer cosas má s
complicadas, pero una primera estimació n de lo que involucra un problema siempre
ayuda a resolverlo. Por ejemplo, sin necesidad de saber física, si quisiéramos saber cuá nto
tardaríamos en coche, a una velocidad media de 100 kiló metros por hora, en llegar de
Madrid a Valencia, que distan unos 360 kiló metros, dividimos una cantidad entre otra y
nos da 3,6 horas. Esa es la distancia que me separa ahora mismo de un arroz como
mandan los cá nones. Si lo aplicamos a la Vía Lá ctea y hacemos la cuenta de la vieja: al
ritmo actual de una estrella tipo Sol por añ o, tardaríamos 100.000 millones de añ os en
formar todas las estrellas de nuestra galaxia. ¡Pero el universo es mucho má s joven que
eso! Una cuenta sencilla nos está diciendo algo muy importante sobre el universo.
En dos segundos y con una simple divisió n (y unos datos que me he sacado de la manga,
esa es la sabiduría y la experiencia del viejo), concluimos que la historia de nuestra casa
debió ser mucho má s interesante en el pasado. De hecho, la mayor parte de las galaxias
que nos rodean dejaron atrá s su época de esplendor hace bastante tiempo. Es má s, para
las galaxias má s grandes que conocemos, como la gigantesca Messier 87, casi 100 veces
má s grande que la Vía Lá ctea, má s del 90% de sus estrellas se formaron en el primer 20%
de la vida del universo, y desde entonces esta galaxia está bastante parada, muerta
decimos los astrofísicos. Por analogía con una persona que vive 80 añ os, todo lo que hizo
esta galaxia lo concentró antes de cumplir los 17; vivió a tope y luego se dejó llevar, al
menos en lo que a la formació n de estrellas se refiere.
Pablo G. Pérez Gonzá lez: “El universo se muere”, El País, 16/12/2021
1. Señ alad las perífrasis verbales que aparecen en el texto y clasificadlas segú n
sean modales o aspectuales.
2. ¿Cuá les son los tiempos verbales má s frecuentes? Relacionad la respuesta con
el tipo de texto de que se trata.
3. Analizad semá nticamente los adjetivos. ¿Predomina la adjetivació n valorativa u
objetiva?, ¿son má s frecuentes los adjetivos explicativos o especificativos?
Relacionad la respuesta con el género al que pertenece el texto.
4. Señ alad y comentad los recursos expositivos empleados por el autor.
5. ¿Se trata de un texto especializado o divulgativo? Justificad la respuesta
comentando los rasgos lingü ísticos y los recursos expositivos empleados.
6. Señ alad los nombres propios que aparecen en el texto. ¿Hay algú n nombre
colectivo?
7. Analizad morfoló gicamente las siguientes palabras (categoría gramatical,
estructura y proceso de formació n): astrofísicos, estrella, moribunda,
tardaríamos, existencia.
Con los intelectuales de los toros me sucede lo mismo que con los curas progres.
Admito que intenten convencerme de la existencia de Dios a través de la razó n
indemostrable de la fe, pero no que traten de explicá rmela con argumentos racionales. Así,
mientras los toros estuvieron en su lugar exacto -en la Españ a profunda, visceral y
atá vica-, soporté a duras penas, y con el escepticismo resignado de quien sabe que contra
el analfabetismo existencial nadie puede lograr nada, la pervivencia extemporá nea entre
nosotros de esta ú ltima muestra del circo romano. Lo que soporto y sobrellevo de peor
grado es esta nueva retó rica moderna, esta argumentació n culpable y falsamente
melancó lica con la que los intelectuales de los toros tratan ahora de llenar el vacío
ideoló gico de un rito que no tiene otra razó n que la costumbre ni otra justificació n social
que la ignorancia.
Aburre repasar la larga lista de argumentos esgrimidos en los ú ltimos tiempos por los
intelectuales de los toros en su desesperado intento por justificarse a sí mismos su afició n,
acallar su conciencia o lavarse las manos. Y la verdad es que imaginació n no falta. Se ha
argumentado, por ejemplo, la cantidad y calidad de las obras de arte inspiradas en los
toros, con muestras tan discutibles como Goya o Picasso (argumento que serviría también,
por esa misma vía de confundir el efecto con la causa, para justificar, al hilo de esos dos
mismo ejemplos, los fusilamientos pú blicos y los bombardeos de ciudades), y se ha
apelado a las corridas como ú nica garantía de conservació n de una raza, el toro bravo, que,
de no existir aquella, seguramente ya se habría extinguido (ecoló gico argumento que,
ademá s de intentar justificar una vez má s los medios por el fin, también podría servir para
inventar espectá culos parejos que asegurasen la pervivencia en nuestros montes del
caballo asturcó n y el oso pardo). Se ha esgrimido como dato irrefutable el ejemplo de
grandes escritores que han sido y son amantes de los toros (como si la calidad de una obra
literaria bastara por sí misma para dignificar todos los actos y gustos de su autor), y se ha
lanzado, en fin, como una acusació n genérica, la pervivencia de costumbres reprobables en
otros países europeos, tales como el engorde artificial de ocas en Francia o las cacerías de
zorros en el Reino Unido (como si el pecado ajeno justificase el propio y, sobre todo, como
si los pobres toros españ oles fuesen los culpables de lo que los franceses les hacen a las
ocas y los britá nicos a los zorros).
(Julio Llamazares, “La moda de los toros”, El País, 9 de junio de 1988)

1. Explica el concepto de falacia e identifica qué tipo de falacias señ ala el autor.
2. Señ ala y comenta las marcas lingü ísticas de subjetividad presentes en el texto.
3. Analiza la estructura interna del texto.

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