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Papalote, Museo del Niño

A la mercadotecnia no le faltan detractores y sus críticos arrecian con todo tipo de


argumentos que hacen ver a sus especialistas como ingeniosos creadores de
necesidades, vendedores de humo o promotores de cualquier producto que revierta
en ingresos y utilidades, sean o no nocivos para las personas. Sin embargo, la
mercadotecnia crea cada día productos útiles, mejora otros y promueve ideas que
ayudan al progreso de la sociedad. Ejemplo de ello es Papalote, Museo del Niño.
Ese recinto dedicado a la infancia, que tantos niños ha logrado acercar al
conocimiento y para quienes ha endulzado el aprendizaje de las ciencias, no
existiría sin el sustento de la mercadotecnia y de alguna de sus técnicas.

Papalote nació diferente: no gozó del privilegio de subvenciones estables y desde


el inicio, como tristemente ocurre con los llamados niños de la calle, tuvo que
esforzarse para salir adelante, crecer y abrir sus puertas cada día. Desde el principio
se alimentó de ideas, entusiasmo y creatividad. Surgió de un patronato fundado
para generar un espacio para los menores que, ya con la idea clara de a quien se
dirigiría y qué necesidad debían cubrir, se abocó a buscar los recursos necesarios,
ya fuera en terreno, dinero o especie. La promoción de la idea se hizo de forma tan
atractiva que pronto se sumaron entes de gobierno, empresas y donantes
individuales. El museo se convirtió en un producto nuevo, y con las estrategias y
tácticas oportunas, comenzó a atraer a millones de visitantes.

Uno de sus primeros retos fue establecer el precio del boleto; lógicamente tenía que
ser accesible al gran público, pero debía generar también recursos para que el
proyecto fuera autosustentable. Aunque los ingresos por vía de la venta de boletos
llegaron a representar un 82% del gasto operativo, hubo que recurrir a otras
fórmulas para obtener el resto.

Se amplió así el producto principal para incluir tienda de recuerdos, renta de local,
concesiones de cafetería y máquinas expendedoras (cubriendo respectivamente
con cada rubro el 4% de los gastos), así como servicios de asesorías y venta de
exhibiciones (con 2% respectivamente en cada uno de los dos casos).

Papalote se convirtió de esa forma en un laboratorio de mercadotecnia para poder


llevar cotidianamente su alegría a los niños. Entraron los patrocinadores, las
membresías, noches especiales, visitas de empresas, pared de donantes,
exhibiciones temporales, fijas o itinerantes, o placas de reconocimiento al apoyo de
grupos empresariales. En fin, Papalote ha desbordado incluso la fantasía de los
pequeños para dirigirse a ellos con su magia de formas, objetos y colores. Visitar el
museo es toda una experiencia; parece vislumbrar también un futuro optimista y
colorido, resistente incluso a las crisis, pero va a tener que competir con alternativas
similares dirigidas a los más pequeños. Papalote tendrá que reinventarse cada día
si quiere seguir teniendo la preferencia de ese público tan exigente.
PREGUNTAS A RESPONDER:

1.- ¿Qué nuevos productos digitales sugieres para Papalote? (que no estén
en su página de internet y/o redes sociales).

2.- ¿Qué recomendaciones de comercio electrónico harías para generar la


compra de boletos? (que no estén en su página de internet y/o redes sociales).

3.- Busque dos ejemplos similares al de Papalote y establezca una


comparación entre las diferentes propuestas.

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